Antecedentes y realidad actual de la ganadería argentina
Formas de manejo originales del bovino en la región pampeana.
Desde sus comienzos la ganadería argentina tuvo al pastoreo directo como la base de la alimentación de los rodeos. Las primeras prácticas de manejo ganadero en las estancias coloniales, previas a la introducción del alambrado estuvieron asociadas a mantener los rodeos de los distintos propietarios separados entre sí. Para esto se instalaban los puestos en los márgenes de la propiedad y los puesteros se ocupaban de mantener los rodeos dentro de la propiedad y realizar las prácticas de manejo que el ganado requiriera. Estas prácticas se efectuaban “parando el rodeo” en campo abierto, con la sola referencia de un palo plantado o “rascadero” al que se le agregaba sal para atraer al ganado. En ese ámbito de realizaban las tareas de marcación, capado, etc. Todo esto sin la ayuda de corrales sino solo valiéndose de las habilidades personales y de la ayuda de un lazo. Dentro de ese margen, demarcado por los puestos, los bovinos funcionaban de manera prácticamente similar a los rodeos llamados cimarrones que vivían de manera salvaje, como otras especies de rumiantes salvajes que habitaban las grandes llanuras de pastizal. Una de las pocas cuestiones de manejo forrajero que se mencionaban en dichas estancias es la cuestión de lograr reemplazar las comunidades de pastos (duros o largos) por las de pastos (tiernos o cortos), con las herramientas principales del pastoreo y el impacto animal (las pezuñas del ganado). Luego con la introducción en 1845 del alambrado como punta de lanza, hubo una tremenda incorporación de tecnología a la gestión de la ganadería. Primero cambió la infraestructura de la estancia, cuando surge el casco central donde se instalan los corrales y la manga, junto a las viviendas principales de todo el equipo de trabajo. Allí ya no hace falta “parar el rodeo”, en ese momento los corrales y alambrados permiten sujetar y manejar los animales en distintos potreros y piquetes, para organizarlo y aplicar las prácticas de manejo necesarias. Junto al alambrado se incorpora el cambio genético con la importación de reproductores británicos, también la suplementación, el manejo de la fecha de servicio, la introducción de la alfalfa y otras pasturas importadas. Estas tecnologías en conjunto fueron el sustento que permitió producir los animales gordos, muy valorados como producto en esa época en Europa y muy especialmente en Inglaterra. Pero de nuevo en este caso, el manejo del pastoreo no fue uno de los puntos en los cuáles hubo una propuesta tecnológica consistente ni unificada. En general cada gerente de producción, mayordomo o dueño de estancia gestionó este tema de acuerdo a su leal saber y entender. Cambios recientes en los sistemas de producción bovinos.
Lo mencionado en los párrafos anteriores transcurrió, hasta hace
aproximadamente tres décadas. Desde ese momento, principalmente por la presión de la gran expansión de la agricultura, motorizada sobre todo por el cultivo de soja, la ganadería comenzó a resignar superficie, y en particular la superficie de mayor calidad. Eso motivó la necesidad de revisar las tecnologías predominantes en la gestión de los sistemas productivos. Durante ese período el avance de la agricultura permitió no solo el crecimiento de la producción y exportación de granos, también dotó de un gran dinamismo a las regiones donde esta nueva dinámica se desenvolvía. En cambio, en términos generales la ganadería no tuvo incrementos en sus niveles productivos ni en sus saldos exportables, su principal aporte fue más bien mantener el stock y los niveles productivos previos, en un área menor en superficie e inferior en calidad o mejor llamada receptividad ganadera. Esta nueva exigencia a los sistemas de producción resultó en modificaciones y ajustes, además de la reubicación de la hacienda en otras zonas o dentro de las mismas zonas en ambientes inferiores. Todo este replanteo de los sistemas produjo muchas oscilaciones en los stocks y en los niveles productivos, ya que los planteos no estaban preparados para responder a la variabilidad que los nuevos ambientes explorados obligaban a gestionar. De esa manera se llega a lo que podemos llamar el paradigma de la ganadería tradicional. Por un lado, una ganadería “extensiva”, que se vio desplazada de las mejores tierras, donde la experiencia había ajustado convenientemente la autorregulación de los sistemas productivos. En estas tierras los llamados planteos “mixtos” (ganadería y agricultura integrada en un mismo predio) permitían que ante las lógicas oscilaciones en la producción estacional o anual, el sistema ofreciera respuestas. Gracias a la alta productividad de las tierras, así como a la variación en la asignación de superficie entre actividades dentro de la empresa y a la transferencia de productos (granos y forrajes diferidos) entre ellas, el subsistema ganadero podía brindar una producción sostenida y predecible a lo largo del tiempo. En las nuevas áreas donde se concentró el ganado este tipo de regulaciones era imposible y los ganaderos no conocían una manera de gestionar adecuadamente sus explotaciones de manera de adecuarse a la imprevisibilidad que estas tierras ofrecían. De este modo predominó una manera de realizar los pastoreos sin, o con muy poco fundamento teórico que tenga en cuenta las variaciones de la oferta y la demanda forrajera y mucho menos la evolución de los ecosistemas donde la actividad ganadera se estaba desarrollando. La demanda forrajera cambia por las necesidades fisiológicas de cada categoría en particular, pero también de cada categoría a lo largo de su vida por su tamaño, como así también por su estado fenológico y condición corporal (gordo o flaco). También lo hace por la naturaleza del sistema productivo, cuando un sistema de cría busca producir terneros, una recría busca producir hueso y músculo y un sistema de terminación busca producir la grasa que permita lograr la condición comercial que los exigentes consumidores argentinos demandan. Estas características de cada sistema generan u origina una particular cantidad y calidad de recurso forrajero necesario para satisfacerla. Ya mencionamos antes la dificultad de predecir y aún compensar internamente la variabilidad de la oferta que estos nuevos ambientes productivos plantean. La respuesta convencional a estos desafíos fue el desarrollo de lo que podemos llamar “intensificación” de la ganadería. La misma se genera a partir sobre todo de las tecnologías de insumos. El aporte de las mismas se dio fundamentalmente en los sistemas de recría y engorde, donde estas son más fáciles de aplicar. Para el caso de la cría, este tipo de tecnologías ofrece mayor dificultad para su adopción, ya que su respuesta no siempre es lineal. Para este sistema productivo son fundamentales las tecnologías de proceso, las cuales requieren conocimientos muy específicos y prácticos que los hacen muy dependientes de una alta capacidad de gestión de los sistemas y de la información. Por estos motivos la mejora tecnológica en él fue escasa y los avances en los niveles productivos casi nulos. Para el caso de la tradicional respuesta tecnológica basada en insumos, se llega como punto culminante a lo que se denomina ganadería industrial, que consiste en el total confinamiento del ganado en corrales, donde se les ofrece todo el alimento de manera directa y premezclado y se prescinde totalmente del pastoreo directo de forraje. Este sistema de corrales apareció no como en otras oportunidades de manera ocasional, como respuesta a la escasez puntual de forraje en los campos o, a una relación favorable de precios grano/carne. Su aparición surgió en este caso como un sistema estable que vino a complementar el tradicional sistema pastoril que caracterizó al país.
Impacto de los cambios en la sustentabilidad de los sistemas
La intensificación de la ganadería basada en insumos, sin un conocimiento y
comprensión profunda del funcionamiento de los ambientes donde se desenvuelve, permitió en primera instancia sostener el stock ganadero, pero la falta de ajuste y regulación entre la cantidad de hacienda (demanda forrajera) y la producción de forraje (oferta), aumentó los riesgos económicos y ambientales. Por ejemplo, los niveles de stock ganadero se hicieron muy altos hacia fines de 2006 y al fin de la década en 2008 y 2009, la ocurrencia de un período seco con baja producción forrajera, generó muy bajos índices productivos y la liquidación de casi 10 millones de cabezas a precios de quebranto para muchos de los productores ganaderos del momento. Por lo tanto, desde una visión necesariamente integral de la sustentabilidad donde ya los resultados económicos y ambientales no son buenos, es lógico inferir que las consecuencias sociales para los actores involucrados, sobre todo los habitantes del área rural y pequeños pueblos cercanos, tampoco lo son.