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BOLETIN DE ICCRS ‘iio 22, Nimero 3 ‘Sepilembre — Octubre 1996 LA COMUNIDAD UNA GRACIA, ‘Una comunidad no surge del mismo modo {que una asociaciGn, mediante la voluntad de los hhombres y mujeres que se han elegido unos 2 otros de acuerdo a una inclinacién © meta comin. Una comunidad nace de la llamada del Espiritu Santo, por Is gracia No somos nosotros los que nos elegimos ‘unos a otros, es el Sefior mismo el que llama y reiine ala gente de diferentes edades, proceden- ciasy profesiones, Vemos esto en el Evangelio, donde Jesis llamé a hombres tan diferentes ‘como Simén, el pescador, Simén el Zelote y Mateo el pubiieano. En los comienzos de la Iglesia, en los He- chos de los Apéstoles, la comunidad cristiana de Jeruselén se describe como nacida de la gra- ia de Pentecostés y del don del Espiritu “Todos los creyentes vivian unidos y tenian todo en comin; vendian sus posesiones y sus bienes y los repartian segin la necesidad de cada uno” (Hich 2,44). No dice que lo com- partian todo para vivir en comunidad, sino que su {© comtin en Jesis vivo y resucitado en medio de ello, les leva a vivir como hermanos y hermanas, y a compartir las alegriasy las pe- nas de los demas e incluso sus posesiones. La fe no puede nunca virvrse sola, parte hacia otros. La fe en Cristo resucitado nos lleva 1 vivir eon otros en la Iglesia y en comunidades que estin abiertas y dan la bienvenida al mundo — un mundo en el que el poder amoroso y cre- ativo del Padre nunca deja de opera. UNA GRACIA DE PENTECOSTES No es sorprendente que la Renovacién Carismética, cuya profunda vocacién es ser recordatorio de la importancia de la gracia de Pentecostés en el corazén de la Iglesia, sea una rama de la Iglesia fuertemente comunitaria. Esta gracia de la comunidad no refleja miedo al ‘mundo ni es un refugio. Aquellos que dicen esto no saben lo que es la vida en cormanidad — bonito pero duro; bonito porque es el Sefior el que nos hace y el que nos retin, el que nos da Ja gracia de la comunién; pero también duro porque es un lugar que exige conversi6n. Vivir bajo la mirada de nuestros hermanos y her- ‘manas nos conduce a vivir con sinceridad, sin smiscaras La gracia de la comunidad, que es uno de los frutos de Pentecostés y de os dones del Es- piritu Santo, es necesaria para la vida dela Igle- sia, porque es una parte integral de Ia gracia de laevangelizacion que es la verdadera mision de toda la Iglesia. “La Iglesia se ha hecho para cevangelizar” [a Palabra de Dios insist en ello: “Ved como se aman” y “Por el amor que os tengéis unos a ‘tos, reconocern que soi mis discipulos” No hay evangelizacién sin amor fraterno, amor que se encarna en vida ecesal, via fater- nal en vida de comunidad. Una comunidad nave yy etece cuando los hermanos y henmanas se com- ‘prometen con el Sei y unos con otros. EN GRUPOS DE ORACION sa vida fraternal no est solamente di- ‘igida a aquellos que viven en comunidad, de- beria ser deseada por todos los cristanos, par- ticularmente por los que estén en grupos de oracién, La vida fratemal en los grupos de oracién viene del hecho de que reconocemos, vivo y resucitado en medio de nosotros, a Cristo, que nos ha reunid, que nos a hecho uno. Hay tanto que nos hace diferentes unos de otros: edad, procedencia, diferentes voca- ciones y compromisos. Nosotros no nos elegi- ‘os unos a ors y an entre todos aquellos que rezan juntos el Sefior crea un vinoulo de amor y ceridad que permanece a pesar de nuestros limites, nuesirasdeblidades, nuestros pecads. Los lazos de comunin ideal o amor ideal no existen. Un grupo de oracién perfecto 0 ‘una comunidad perfecta no existe. El obs- téculo mis significaivo para cl crecimiento y Ia eficacia evangelizadora de los grupos ¢s que si yo tengo una imagen perfecta de un ‘grupo de oracién, quiero imponerlo a los ddemés (aqui esti la diferencia entre gracia y ‘modelo). Mientras siga viendo las cosas de este modo, nunca seré feliz, nunca estaré sa- tisfecho con el grupo o con Ia oracién, no seguiré para el Seftor o para los dems, sino ppara mf mismo, para reafirmar una imagen de perfeeci6n y me volveré imposible, siempre quejindome y crticando. ‘Acepiar, como el publicano del Evange- lio, que soy un ser limitado y un pecador, me ayudari a ponerme en la direccién correcta, ‘me llevaré hacia el verdadero encuentro con isto y con los demés; ya no iré més a las reuniones de oracién para mi mismo sino para isto y para los demis. ‘La misin principal de los dirigentes, de Jos grupos centrale y otras personas con res- pponsubilidades es construir la comunidad y ‘construir la vida de comunidad de los grupos. Su tarea no es organizar el grupo como una bien estructurada asociacion, sino mas bien ayudar asus hermanos y hermanas a recibir el don de Dios, el don del Espiritu Santo que

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