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Elementos de los

GRUPOS DE ORACIÓN
Elementos de los
GRUPOS DE ORACIÓN
Benigno Juanes,S.J.
Nihil Obstat:
Benito Blanco, S. J. Provincial
Santo Domingo, Octubre, 1992

Imprimatur:
Nicolás de Jesús Cardenal López Rodríguez
Arzobispo Metropolitano de Santo Domingo

Diseño de portada
Glenda de Rosario

Diagramación
Molly Pichardo

Impresión:
Amigo del Hogar
Calle Manuel María Valencia No. 4
Los Prados, Santo Domingo

Printed in Dominican Republic


Impreso en República Dominicana

Renovación Carismática Católica


Reservados todos los derechos de impresión
Índice

I. ELEMENTOS CONSTANTES EN LOS GRUPOS DE ORACION DE LA RENOVACION CARISMATICA


(Se ampliarán en detalle)
A. Alabanza y adoración; acción de gracias
B. La Palabra de Dios
C. La instrucción
D. La profecía
E. Las peticiones
F. Testimonios
G. Saludo y despedida
Conclusión

II. LA INVOCACION AL ESPIRITU SANTO Y LA ACTUACION DEL SERVIDOR


1. La Enseñanza espiritual
2. La práctica
3. La actuación del servidor

III. OBSERVACIONES FUNDAMENTALES RESPECTO DE LA ALABANZA


A. La oración de alabanza debe ser situada e integrarse en la Iglesia orante
B. La oración de la Renovación no puede “perdurar” si no se obedece al mandamiento del Señor de orar al Padre
privadamente (Mt 6,6)
C. El Espíritu reproduce en nosotros la oración de Jesús
D. El corazón de la alabanza es, ante todo, una actitud interior
E. Un grupo de oración sin alabanza se desvía o desaparece
F. La expresión de la alabanza
G. La alabanza auténtica se irradia a toda la vida

IV. LA ALABANZA EN LOS GRUPOS DE ORACION


CONSIDERACIONES PREVIAS
Anotaciones aclaratorias
1. Reflexiones teológicas
2. El descubrimiento de la oración de alabanza y de acción de gracias

V. LA ALABANZA
1. Actitudes pura alabar a Dios en los grupos de oración y características de la alabanza
2. Características de la alabanza

VI. LA ALABANZA EN LOS GRUPOS DE ORACION


TENTACIONES CONTRA LA ALABANZA
EL ATEISMO DEL CORAZON
A. Tentaciones
B. El ateísmo del corazón

VII. FORMAS DIVERSAS DE ALABANZA Y ACTUACION DEL SERVIDOR


1. Formas diversas de alabanza
2. Actuación del servidor
3. Una función especial del servidor: enseñar a expresar la alabanza

VIII. LOS FRUTOS DE LA ALABANZA


A. La alabanza atrae e intensifica la presencia de Dios
B. La alabanza es una nueva efusión del Espíritu
C. La alabanza “evangeliza” poderosamente
D. La alabanza cura e ilumina
E. La alabanza “libera”
F. La alabanza es fuente de gozo
G. La alabanza nos abre a los carismas del Señor
H. La alabanza nos hace realistas
I. “Sobre todo, la alabanza es correlativa del amor:”
J. La alabanza compromete con los demás
K. La alabanza nos santifica y nos da la “vivencia” de Cristo en la Eucaristía
L. La alabanza debe envolver toda la vida del cristiano
M. El primero (de los frutos de la alabanza) es hacer crecer la caridad fraternal

IX. LA PALABRA DE DIOS EN LA REUNION DE ORACION. ACTUACION DEL SERVIDOR


1. La Palabra de Dios en la reunión de oración
2. Actuación del servidor

X. EL CANTO Y EL SILENCIO EN LA ORACION DE ALABANZA. ACTUACION DEL SERVIDOR


1. El “canto” en la oración de alabanza: (Ef 5,19-20; Col 3,16-17; cfr. Salmos)
2. El “silencio” en la oración de alabanza

XI. LA ENSEÑANZA O INSTRUCCIÓN EN LOS GRUPOS DE ORACION I


1. El fundamento
2. Orientaciones

XII. LA ENSEÑANZA O INSTRUCCIÓN EN LOS GRUPOS DE ORACION II


1. Dos tipos de enseñanza
2. Actuación del servidor

XIII. EL TESTIMONIO EN LOS GRUPOS DE ORACION. ACTUACION DEL SERVIDOR


1. El Testimonio
2. El Testimonio en los grupos de oración
3. Aplicaciones y actuación del servidor
4. Orientaciones para dar el testimonio

XIV. LAS PETICIONES EN EL GRUPO DE ORACION


LA ACTUACION DEL SERVIDOR
1. Las peticiones en el grupo de oración
2. Aplicaciones y actuación del servidor
3. Una observación de importancia respecto de las peticiones

XV. EL BUEN USO DE LOS CARISMAS DENTRO Y FUERA DE LA REUNION DE ORACION. LA ACTUACION DEL
SERVIDOR
Aclaraciones preliminares
1. El buen uso de los carismas
2. La actuación del servidor

XVI. MANIFESTACIONES EXTERNAS O EXPRESION CORPORAL DE LA ORACION


A. Reflexiones
B. El cuerpo como signo
C. Manifestaciones externas más frecuentes en las reuniones de oración
D. Pensamientos y sugerencias sobre el cuerpo en su relación con el culto a Dios

XVII. CARACTERISTICAS DEL GRUPO DE ORACION


Anotaciones aclaratorias
1. Características
2. El papel o la misión del que dirige la oración

XVIII. NORAMS Y ORIENTACIONES PRACTICAS PARA LOS GRUPOS DE ORACION


1. Normas prácticas
2. Orientaciones prácticas para la oración en el grupo
3. Complemento a los grupos de oración

XIX. SUGERENCIAS A LOS QUE ASISTEN A LOS GRUPOS DE ORACION

XX. HAZ DEL AMOR Y DEL SERVICIO EL OBJETIVO PRINCIPAL DE LA REUNION DE ORACION
Nota previa
1. El amor fraterno, insistencia fundamental de la Revelación en el Nuevo Testamento
(Indicaciones)
2. El criterio del “amor a nuestros hermanos”
3. Aprovechar las oportunidades que se ofrecen para edificar y profundizar la “fraternidad”, en Cristo Jesús
4. El compartir en grupos pequeños: indicaciones
5. Algunas indicaciones. Cómo desarrollar los grupos de compartir
6. La interpelación mutua o corrección fraternal
7. Apéndice sobre el amor a Dios y al prójimo

XXI. ESQUEMA ABREVIADO DE LOS GRUPOS DE ORACION


1. Indicaciones
2. Elementos del círculo o reunión de oración

APENDICES
1ro. LA ORACION COMPARTIDA
2do. LOS GRUPOS DE ORACION EN EL DOCUMENTO DE ENCUENTRO EPISCOPAL LATINOAMERICANO
3ro. A MODO DE RESUMEN DE LOS GRUPOS DE ORACION DE LA RENOVACION CARISMATICA
4to. ORIENTACIONES EN EL USO DE LA GUIA PARA LA FORMACION DE SERVIDORES EN LA
RENOVACION CARISMATICA
COMPLEMENTO
NOTA

H.
I. ELEMENTOS CONSTANTES EN LOS GRUPOS DE ORACIÓN DE LA RENOVACIÓN CARISMÁTICA
(Se amplificarán en detalle)

Lo que se hace en un Círculo de Oración puede variar, no tanto de un lugar a otro, pues es el mismo Espíritu quien guía aquí y
allá. Más bien, puede variar de una semana a otra, ya que el Espíritu Santo sopla como quiere y generalmente no se repite. Por
supuesto, él respeta el carácter de los grupos y una misma cosa se hará con matices diferentes en Santo Domingo, New York, en París o
en el Zaire. A pesar de esas variaciones, hay una serie de elementos que se pueden designar como elementos constantes y que
conforman la "identidad" de los grupos de oración de la Renovación Carismática.

A. Alabanza y adoración; acción de gracias

La alabanza y adoración se hallan íntimamente unidas:

Nunca faltan, pues es la finalidad de la oración. Es como el clima o la atmósfera en que se desenvuelve la oración desde el principio
hasta el final.

Adorar es "reconocer" que Dios es nuestro Señor, nuestro Padre, nuestro salvador, que es grande, poderoso, bueno,
misericordioso...

Alabar es decirle todo eso a Dios. Se lo decimos porque lo merece, por sí mismo y porque sabemos que El nos escucha y le agrada
oírnos. Creemos que está presente en el grupo y en cada uno de nosotros. Sólo Dios tiene derecho a nuestra adoración: "Sólo a Dios
adorarás" (Mt 4,10). Adoramos al Padre, al Hijo, al Espíritu Santo, a Jesús, a la Eucaristía.

A María Santísima, a los ángeles y a los santos los veneramos y nos unimos a ellos en su adoración a Dios.

La Alabanza es lo más importante en la Oración y en toda la vida. "Dios nos escogió para ser su pueblo, para alabanza de su gloria"
(Ef 1,12). Dios tiene derecho a que lo alabemos desinteresadamente, pero Dios bendice abundantemente a los que alaban. Un grupo
que no hiciera otra cosa sino alabar estaría haciendo una oración magnífica y sacaría mucho fruto (Ef 5,19).

La alabanza, cuando no es una mera expresión de los labios, sino que brota del "corazón", de lo íntimo de nosotros mismos, es un
precioso homenaje que rendimos a Dios. Es todo nuestro ser el que se expresa a través de estas oraciones sencillas, pero rebosantes de
reconocimiento, de gratitud, de admiración, de amor: queremos decirle, aunque sea balbuciendo como niños, lo que El es, y lo que es
para nosotros. Dios se complace y se siente tocado de amor infinito hacia sus criaturas e hijos amados que le expresan, como pueden,
todo lo que hay en ellos para El.

Por eso la oración de alabanza es un modo de orar preciosísimo que tiene la primacía en los grupos de oración de la Renovación
Carismática1.

l.Cfr. Sorragán, Vivir en alabanza, Edic. Paulinas, Madrid, 1984. "La Renovación expresa en su lenguaje la oración por la cual el creyente se vuelve
directamente hacia Dios para reconocer y admirar las maravillas de su Ser y de sus obras. Los Salmos nos ofrecen un modelo perfecto. Pero ellos
hacen también de Dios el objeto de nuestra alabanza: "qué grande es el Señor"
Alabando a Dios nos elevamos sobre nosotros mismos y sobre todas les criaturas para dar el Creador toda nuestra atención, nuestra admiración,
nuestra adoración enteres. La alabanza en la Renovación es la expresión -verbal o no verbal, cantada o aun danzada- de todo nuestro ser ante esta
Majestad divina y este Amor infinito que se revela a nuestra contemplación amorosa. Partiendo de nosotros como sujeto, esta alabanza podría ser
llamada "subjetiva", mientras que en una formulación como la alabanza de Dios es el nombre viviente, tienen una significación "objetiva". Esta
alabanza subjetiva ocupa un lugar central en la vida de la Renovación, ella brota como de su fuente. Se la vive en la oración personal y comunitaria, y
principalmente en la asamblea de oración. Ella es inspirada por el Espíritu Santo, que nos eleva hacia el Padre por el Hijo. Esta alabanza carismática
forma toda una cultura espiritual que exige una educación profunda del corazón y del alma así en los individuos como en los grupos". J. Fruijtier,
Mirabilia, mayo, 1986, 9.

Un autor llega a afirmar que "...la más pura oración religiosa (es): la oración de alabanza"2.

San Pablo casi nos abruma con las recomendaciones a alabar. Y para él, el resumen del designio de Dios se cifra en "para que se
alabe siempre y por encima de todo esa gracia suya que nos manifestó en el Bien Amado" (Efl,6).

El mismo Jesús en uno de los grandes momentos de la exultación que suscitó en él la acción del Espíritu Santo expresó, la intimidad
de todo su ser, en un canto de alabanza (Mt 11,25; Lc 10,21).

Y la Virgen María, prevenida por el mismo Espíritu Santo, alabó con gozo indescriptible la grandeza de Dios que gratuitamente la
había colmado de su gracia (Lc 1,46).

Los salmos son la expresión más bella de alabanza que la oración de los hombres inspirados del Antiguo Testamento nos han
legado.
Remontándonos, aunque sea brevemente, al origen de la alabanza en su relación con la adoración y de ahí deducir su excelencia,
nos permitimos citar a un teólogo tan profundo y ungido en sus escritos como Romano Guardini: "La grandeza de Dios encuentra su
expresión en primer lugar en los nombres de Creador y Señor. El es el "Increado", que ha creado todo, el Ser, sin principio, que subsiste
en Sí mismo, el Infinito, el Imperecedero, el Eterno. A Él pertenece todo, no solamente por poder, sino por derecho. Su derecho a poseer
y a regir todo proviene de la absoluta auto-posesión, que El tiene de Sí mismo. Ante El se postra en adoración el hombre total e
incondicionalmente, y al mismo tiempo con dignidad y libertad. Pero esta misma grandeza de Dios da origen a una forma peculiar de
oración cuando, en la grandeza, resplandecen la belleza y la gloria. La grandeza de Dios tiene en la Sagrada Escritura, no solamente el
carácter de majestad, sino también el de gloria, en el sentido en que se dice que los cielos y la tierra están llenos de la "gloria" del Señor.
Esta gloria significa que la realidad de Dios es realidad "resplandeciente", de modo que ante ella la seriedad de la adoración se trueca en
el gozo de la alabanza. En la Sagrada Escritura encontramos continuamente expresiones que nos hablan de la gloria de Dios, y cantos e
himnos que la celebran.

2. A. Elchinger, Catequesis: educación de la fe, (varios), Edic. Marova, Madrid, 1958, 152

En ellos recorre el hombre las propiedades más excelsas de Dios, su santidad, su grandeza, su poder, su sabiduría, su eternidad, su
libertad, su justicia, su bondad, su longanimidad. El hombre se sumerge en estas propiedades, las expande, por así decirlo, ante el
mismo Dios y le glorifica por todas ellas (...) Por ello brota constantemente en el ámbito de la Revelación la oración de alabanza" 3 "La
acción de gracias". Va muy unida a la alabanza. Es la oración clásica del Nuevo Testamento; se la cita 54 veces, agradeciendo
especialmente el don de la fe, la llegada del Reino, la muerte y resurrección de Cristo. Como por la fe sabemos "que Dios dispone todo
para el bien de los que lo aman" (Rom 8,28) le damos gracias por todo: salud o enfermedad, gozo o tristeza, esperanzas y temores...
"sean agradecidos" (Col 3,15)4.

Formas diversas de alabanza: Se puede alabar con palabras, con cantos, con gestos y en silencio.

3. R. Guardini, Introducción a la oración, Edic. Dinor, San Sebastién, 1961, 83-85.


4. La acción de gracia: "Tan pronto como se alcanza el objeto de la petición, surge la acción de gracias. También ella proviene espontáneamente del
corazón. Con ella responde el hombre al beneficio que ha recibido. Pero el hombre no debe dar gracias a Dios solamente cuando su petición ha sido
escuchada, sino en todo tiempo. Constantemente debe el corazón responder, agradecido, a la benéfica acción del Dios bueno y providente. Esta
respuesta implica que el hombre es consciente de que todo lo que él es y posee, proviene de Dios y le dé gracias por ello. El apóstol nos exhorta: "Sed
agradecidos,... y todo lo que hagáis con palabra u obra, hacedlo en nombre del Señor Jesús y dando gracias por medio de Él a Dios Padre (Col 3,15-
17).

No se puede agradecer aquello que es necesario o "natural". Si conozco las leyes naturales, y veo cómo a una determinada acción le corresponde un
determinado efecto, no experimento ningún movimiento de agradecimiento, aunque este efecto sea para mí altamente beneficioso. Tampoco doy
gracias, en el sentido estricto de la palabra, cuando compro un objeto, pagando su precio correspondiente. Todo ello queda en el ámbito de mi
derecho. Solamente ante algo que no sucede por necesidad u obligatoriedad, sino que proviene de la libertad del corazón, brota un sentimiento tan
hermoso, íntimo, y al mismo tiempo tan libre, como el que se expresa al decir: "Te doy gracias". Lo importante ahora es reconocer -no sólo con el
entendimiento, sino con el corazón- que en último término nada es meramente natural". Como hemos indicado antes, algo puede ser “natural”, en un
modo determinado,

a) Con palabras: 1) Exclamaciones espontáneas, en una alabanza conjunta, libremente: ¡Gloria! ¡Aleluya! ¡Santo, Santo, Santo!
¡Alabanza! ¡Bendito seas!...

2) Oraciones individuales de alabanza también espontáneas. No deben ser muy prolongadas para que todos los que deseen alabar
al Señor puedan hacerlo. (En los Salmos hay muchos ejemplos. Se acostumbra terminar estas oraciones individuales con una
exclamación de alabanza).
3) Alabanza en lenguas. Es la forma por excelencia pues entonces es el mismo Espíritu el que, de un modo especial, alaba en
nosotros y con nosotros. San Pablo nos dice: ¡Quisiera que todos hablaran en lenguas!" (1 Cor 14,5).

pero, tan pronto como atendemos a la totalidad, desaparece esta "naturalidad". Vivimos en el mundo, recibimos de él las materias y las energías
necesarias para nuestra existencia, estamos unidos al mundo con mil relaciones de causa y efecto. Por ello nos parece que todo -la "naturaleza", que
constituye la base de todo lo demás- es algo meramente "dado" que "está ahí", sin que siquiera sospechemos que podría ser de otra manera. Esta
forma de pensar no es en modo alguno verdadera, pues de ningún modo es "natural" que exista el mundo. El mundo no es de ninguna manera
necesario, y podía no existir. Existe solamente porque Dios así lo ha querido y Dios lo ha querido simplemente porque lo ha querido. Aquí desaparecen
todos los motivos y comienza la libertad pura de Dios. El mundo proviene de la libertad de Dios, la cual es amor. Todo puede, por lo tanto, ser objeto
de nuestra acción de gracias. De modo que, dar gracias a Dios por haber creado el mundo, es algo noble y conforme a la verdad. (...). Así como la
petición característica del cristiano debe estar en primer lugar dirigida a la realización cada vez más libre, pura y plena de la voluntad de Dios en el
mundo, así también la acción de gracias del cristiano debe consistir fundamentalmente en la aceptación cada vez más profunda y consciente de la
voluntad de Dios como una constante "gracia". (...). De ahí la importancia, la suma importancia de que el hombre aprenda a dar gracias a Dios. El
hombre debe despojarse de la indiferencia con que acepta las cosas. Todo es "graciasa" donación de Dios. Solamente cuando el hombre todo lo
acepte así se hará libre, (...). Debemos dar gracias a Dios por la fe, por el misterio de nuestro nacimiento a la vida de Dios, por todo lo profundo y santo
que nos une a Dios. Aún más, debemos esforzarnos por ampliar nuestra acción de gracias a todo lo penoso. La postura más valiente y liberadora, ante
el mensaje de la providencia, es aceptar todo lo que sucede, incluso lo penoso, amargo e incomprensible para nosotros como mensaje y manifestación
de Dios. Vivir según la providencia significa vivir en conformidad con la voluntad de Dios, incluso cuando ésta sigue una línea opuesta a nuestras
propias intenciones. Esta conformidad se

b) Con cantos: —Los cantos no son una pausa en la oración. Son oración. Debieran ser, en su mayoría cantos de alabanza al
Señor: El que esté alegre que cante alabanzas al Señor" (Stgo 5,13). Lo Salmos son cantos y muchos son de alabanza: "Canten a Dios
con alegría" (66,1)... Los cantos de alabanza producen efectos más allá de lo esperado por nosotros. "Cuando Pablo y Silas oraban y
cantaban himnos al Señor... la cárcel tembló... se abrieron las puertas y se le soltaron las cadenas" (Hech 16,25-26).

Entre los cantos, tienen un puesto especial los "cantos en lenguas" o cantos inspirados. "Llénense del Espíritu. Reúnanse y reciten
salmos, himnos y cánticos inspirados; canten y alaben de todo corazón al Señor" (Ef 5,19). Cuando la oración de alabanza se hace
profunda, intensa en la comunidad, el Espíritu Santo suele suscitar el canto "armonioso" en lenguas.

El "(canto en lenguas" suele brotar espontáneamente, suscitado por el Espíritu, cuando la oración de alabanza ha adquirido cierta
densidad, invitar a las personas a "cantar en lenguas" cuando al que dirige se le ocurra, no es recomendable. El Espíritu Santo tiene su
momento, cuando nosotros nos hemos entregado a la alabanza desde lo más íntimo del ser.

Entonces el canto en la propia lengua, si está bien escogido, viene a intensificar la oración, y, a su vez, el "orar o cantar en lenguas", da
una nueva densidad y profundidad a la oración. Parece el momento más frecuentemente escogido por el Espíritu Santo para expresar en
una intimidad y fuerza indecible, el amor, la admiración, el deseo intenso del alma de glorificar a su Dios. Cuando ha acontecido un
silencio profundo, lleno de la presencia y del amor del Señor, se suele ir levantando el murmullo del "canto en lenguas". Es como una ola
que aumenta, se dilata, crece, decrece se reaviva..., pero siempre armonioso, como dirigido por el Espíritu Santo y expresión de lo
más íntimo y puro que hay en nosotros para nuestro Dios.5

realiza del modo más perfecto en la acción de gracias. Por ella se acepta de la mano de Dios también lo duro y aparentemente negativo. Tal actitud no
es cosa fácil, y no debemos, por tanto, en este punto, engañarnos nosotros mismos. Debemos intentar llegar solamente hasta donde en verdad
podemos llegar, pero sin olvidar que somos capaces de mucho más de lo que nuestros sentimientos nos dicen, sostenido por la fe puede el
agradecimiento extenderse a lo penoso y difícil, lo cual hasta cierto punto y en la medida en que este agradecimiento es sincero puede incluso, dejar
de ser penoso y difícil".

R. Guardiní, Introducción a la vida de oración, Edic. Dinor, San Sebastián, 1961, 102-112.
Cfr. Vocabulario de Teología bíblica, "Adorarán". "Alabanza", (León-Dufour) Edit. Herder, Barcelona, 1978,49-51;56-59.

c) Con gestos: Alabamos levantando los brazos, inclinándonos, poniéndonos de pie, hincándonos, pero todo dentro del "orden" (1
Cor 14,40). Sentados también alabamos a Dios en el reposo y escuchamos su palabra.
d) En silencio: Estar en la presencia de Dios en silencio es adoración. Dios ve nuestros pensamientos. Mejor todavía si
acallamos nuestros pensamientos para escuchar la voz de Dios. Escuchar a Dios es muy importante (El sabe ya todo lo que vamos a
decirle, pero nosotros no sabemos lo que El quiere decirnos). "Al orar no repitan palabras inútiles como los paganos que se imaginan que
mientras más hablen más caso les hará Dios" (Mt 6,7).

En toda oración debe haber varios ratos de silencio de una discreta duración. También se debe guardar silencio después de
escuchar la Palabra de Dios, para interiorizaría.

B. La Palabra de Dios

Lectura de la Sagrada Escritura. Conviene hacerla tan pronto como la asamblea esté en disposición de escuchar a Dios con
respeto y atención: esto requiere que preceda la oración de alabanza. La Palabra elegida debe ser corta y tratar de un solo tema.
Muchas veces ese tema dará el tono o la pauta para la oración de alabanza que siga u "orar la Palabra". Terminada ésta, se deja un
momento de silencio para meditarla.

(Puede hacer durante unos minutos de duración, una aplicación práctica la persona designada de antemano. Si no hubiere
instrucción se puede alargar).

5. R. Guardini, Introducción a la vida de oración, Edición Dinor, San Sebastián, 1961, 102-112.

C. La instrucción

También debe ser corta -unos 10 ó 15 minutos.


No es una charla ni un curso: es "carismática". El que la hace debiera tener el carisma de la enseñanza (1 Cor 12,28), una fe viva
que la irradie en su vida ordinaria, y una fidelidad comprobada a las enseñanzas y Magisterio de la Iglesia Católica. Debe tener, al
menos, relativa formación religiosa. Frecuentemente es una explicación de la lectura.

D. Las profecías

Son mensajes del Señor a la Asamblea.


Dios habla al grupo y merece atención. Nunca olvido una profecía que me impresionó: "Ustedes quieren que les hable y, cuando les
hablo, no me escuchan". Debe preceder un tiempo de recogimiento.

Después de una profecía debe haber un silencio para reflexionar sobre ella. A menudo, en ese silencio surgen otras profecías que
completan la primera.

La profecía puede ser recibida "en lenguas". Entonces necesita ser "interpretada". Las lenguas y su interpretación son dos carismas
mencionados por San Pablo en (1 Cor 12,10). La profecía en lenguas se dirige a la asamblea, es un mensaje y debe ser entendido
porque para eso lo da el Señor. La persona que recibe la interpretación debe darla fielmente. Si otras reciben también la interpretación
es costumbre decir: "confirmado el mensaje".
Ni el "buen deseo" de ayudar a la comunidad, ni el decir algo piadoso, es una profecía. Suele ser el carisma que ofrece mayor
dificultad. Los servidores deben conocer los signos manifestativos que Dios da para usar a una persona. E instruir a su grupo con
paciencia para que realmente el Señor pueda manifestarse a su pueblo cuando y como quiera. Toda profecía debe ser discernida.

Esta materia es sumamente amplia y ofrece cierta dificultad. Por eso se tratará ampliamente en otra parte. Con ello no se condiciona
la acción de Dios, sino que se prepara el campo para que El derrame la gracia de su mensaje y, a la vez, nos liberemos de considerar
"profecía" o palabra de Dios a la comunidad lo que no pasa de ser algo nuestro expresado en alta voz y atribuido, erróneamente a Dios.

E. Las peticiones

Jesús nos repite una y otra vez que pidamos a su Padre: "Pidan y se les dará" (Lc 11,9). "Hasta ahora no han pedido nada en mi
nombre. Pidan y recibirán para que su gozo sea completo" (Jn 16,24).

A la comunidad reunida en oración, Jesús les dice: "Si dos de ustedes (o más) se ponen de acuerdo en lo que van a pedir en la
oración, mi Padre se lo concederá" (Mt 18,19).

Al Señor le agrada que le pidamos. Pedirle es reconocer su bondad y expresarle nuestra confianza. No temamos pedirle. "Si quieres,
puedes curarme... Sí quiero. Queda limpio" (Mc 1,40-41). Para la eficacia de nuestra oración, Jesús nos recomienda algunas cosas:
perdonar (Mat 6,12; Mc 11,25-26), tener fe (Mc 11,24), pedir en su nombre (Jn 14,13).

Afortunadamente, el éxito de la oración no depende del que pide sino del que da.

Intercesión: El Espíritu Santo dirige algunos grupos a interceder ante Dios por algunas intenciones particulares. Con esta oración
nos unimos a Jesús "que, resucitado, está a la derecha de Dios rogando por nosotros" (Rom 8,34). Esta oración hace posible, en cierta
manera, que Dios pueda derramar su amor y su misericordia sobre nuestro mundo.

F. Testimonios

Reconocer y agradecer en público los favores recibidos constituye un testimonio. Mueven a la alabanza pues proclaman el amor y el
poder de Dios en medio de su pueblo y aumentan la fe de los que lo escuchan.

El que da un testimonio busca la gloria de Dios y no que lo alaben a él. María dio la gloria a Dios: "El Todopoderoso ha hecho en mí
cosas grandes; santa es su nombre" (Le 1,49). Si sabemos agradecer y darle la gloria, Dios multiplicará sus favores. Un momento
oportuno para hacerlo sería, tal vez, antes de las peticiones para estimular la fe de los que piden.

El testimonio edifica la comunidad cuando se trata de una "auténtica acción de Dios" y cuando se da discreta, oportuna y
brevemente.

G. Saludo y despedida

Aunque se haya dejado para lo último, lo primero que hay que hacer es saludarse unos a otros. En particular, los servidores deben
"recibir" a las personas que van llegando, sobre todo a los nuevos que deben sentirse "acogidos" desde el primer día. Llegada la hora de
terminar, el servidor indicado puede recordar brevemente el mensaje y enseñanzas del día, dar los avisos necesarios y despedir
amablemente a los hermanos con unas palabras y algún canto.

Estas relaciones humanas son necesarias, por eso se ha de animar a los hermanos a tener reuniones informales entre semana:
alguna visita, el ponerse de acuerdo para un pasadía... todo esto, hecho con espíritu cristiano, crea comunidad y beneficia la misma
oración.

Conclusión

Estos son los grupos carismáticos, en donde el Espíritu Santo tiene plena libertad para actuar. Esto supone que sus miembros, al
menos en su mayoría, han recibido el "bautismo en el Espíritu" y están abiertos a su acción. Los servidores son los responsables de esta
apertura que ha de comenzar con ellos. Han de sentirse "instrumentos del Señor" El día en que crean saber dirigir un grupo están mal y
en peligro de quitarle la dirección al Espíritu. El saber debe consistir, sobre todo, en ser cada vez más humildes y dóciles al Espíritu
Santo considerarse "servidores inútiles". No obstante, la instrucción es importante y el servidor debe prepararse para dar un servicio
cada vez mejor a Dios y a sus hermanos

Haber enumerado aquí los principales elementos que, ordinariamente, entran en un grupo de oración, no quiere decir que todos ellos
tengan igual importancia Hay elementos imprescindibles, que nunca deben faltar y los hay menos importantes, su ausencia no ha de ser
habitual, pero el hecho de que no siempre se den, no debe alarmar a los servidores. Más aún, en el supuesto de que siempre tengan
entrada en el grupo de oración, no por eso se ha de equiparar su importancia a la de los elementos imprescindibles. Así las peticiones
que se hagan hacia el final de la oración, nunca tendrán la misma importancia que tiene la alabanza. Esta, como se repetirá al citar el
esquema de tos elementos del grupo de oración, juntamente con la invocación previa al Espíritu Santo, con los cantos que acompañan la
alabanza, los silencios oportunos y la Palabra de Dios, forman el núcleo básico de todo grupo de oración en la Renovación Carismática6.
6. Cfr. Vocabulario de Teología bíblica, "Adoración", "Alabanza", (León-Dufour) Edit. Herder, Barcelona, 1978, 49-51; 56-59.
II. LA INVOCACION AL ESPIRITU SANTO Y LA ACTUACION DEL SERVIDOR

1. La Enseñanza espiritual

a) El Espíritu de adopción: Gal 4,6-7: La adopción filial, el ser realmente hijos de Dios (1 Jn 3,1), participar de su misma vida (2
Ped 1,4), es el motivo fundamental por el que Dios nos comunicó el Espíritu de su Hijo: El Padre, en su infinita misericordia, no sólo
nos dio a su Hijo (Gal 4,4-5), sino que también envió, a aquellos que son hijos, el Espíritu Santo, el don de los tiempos escatológicos,
prometido por El (Gal 4,5-6).

Lo envió a nuestros corazones, porque, por el sacramento del Bautismo, hemos pasado a tener la condición de hijos suyos. La
participación de la vida del Padre, de donde proviene nuestra filiación, la recibimos al comunicársenos la vida de Jesucristo, como
participación de la misma vida del Padre. El Espíritu Santo en nosotros es espíritu de "filiación" (Rom 8,14), porque la vida de Cristo, que
nos constituye hijos de Dios, la recibimos por medio del Espíritu Santo (Rom 5,5).

Pero también lo es, y aquí lo señalamos especialmente, porque Él es quien nos da la actitud que conviene al hijo frente al Padre: la
obediencia llena de fe y de amor; la comunicación amorosa con El.

Este Espíritu es el que viene en auxilio de nuestra debilidad (Rom 8,26); nos da un corazón nuevo y un espíritu nuevo. Realiza en
nosotros la profecía de Ezequiel (36,26ss) y de Jeremías (31,33). Es una nueva forma de existir en la que "el Espíritu clama Abba!
Padre! Se ha apoderado de nosotros con tanta fuerza que ya no es nuestro yo quien ora al Padre, sino el Espíritu del Hijo de Dios (...).

Nosotros clamamos en ese Espíritu "Abba, ¡Padre!" (Rom 8,15)1.

El, pues, nos hace tener experiencias filiales de Dios: sentirlo como Padre, dirigirnos a El espontánea y confiadamente, llenos de
amor. El mismo Espíritu es quien no sólo nos enseña a orar, sino quien ora en nosotros; quien "grita" al Padre con fuerza, dentro de
nosotros y descubre, comunica el gozo y la alegría que acompañan a la intensidad de ese clamar del Espíritu2.

b) La ayuda del 'Espíritu Santo: Rom 8,26-27: —Completando nuevamente lo dicho, añadimos: nosotros somos por
naturaleza débiles, ignorantes... Por eso, Dios, lleno de "compasión" y ternura hacia sus hijos, viene en nuestra ayuda a través del
Espíritu Santo. El se une a nuestra súplica, a nuestra oración (Gal 4,6; Rom 8,15-16) y se forma una grande, inmensa imploración. La
súplica del Espíritu en nosotros y con nosotros se hace inefable, intraducible en palabras humanas; rebasan toda explicación, están
más allá del orden natural.

Entonces nuestra oración cristiana adquiere una hondura que supera toda oración hecha sólo con nuestras fuerzas. Se sitúa en el
orden sobrenatural, dominado por la acción del Espíritu, enviado por el Padre a instancias de Jesús (Jn 14,16)3.

c) Consecuencias: Bajo el dominio del Espíritu Santo: —La consecuencia es obvia: si toda la vida espiritual, y, de un modo
particular, cuanto se refiere a nuestra comunicación filial con el Padre y con Jesucristo, nuestro hermano, está bajo el dominio del
Espíritu Santo, no podemos dar un paso en este campo, si no es guiados por el mismo Espíritu. Hemos de ser muy conscientes de esta
realidad a la que va ligada y de la que depende el comienzo, medio y fin de nuestro trato con el Señor a nivel personal y comunitario.

La frase tajante de Jesús: "sin mí nada podéis" (Jn 15,5) hemos de interpretarla: sin la acción del Espíritu en lo íntimo de nuestro ser,
enviado por Mí para que os socorra en vuestra impotencia. Igualmente la promesa de Jesucristo (Mat 18,19-20), sobre su presencia en
medio de la comunidad reunida en su nombre tiene su interpretación en esta misma línea: es la presencia dinámica de Jesús que actúa
por su Espíritu, aquí refiriéndonos al tema concreto de la oración comunitaria, en medio de quienes se juntan para alabar al Padre, en
Jesucristo, por el Espíritu Santo.

1. G. Schneider, Carta a los Gálatas, Editor. Herder, Barcelona. 1967, 97-98.


2. S. Carrillo Alday, El Espíritu Santo en el Corazón del Creyente. 1978,91.
Cfr. Y. Congar, Ja crois en l'Esprit Saint, II, Edit. du Cerf, Paris, lg79, 106-131.
3. K. Kertelge, Carta a los Romanos, 1973,152-153.

La liturgia de la Iglesia, con la profusión de himnos, cánticos, aclamaciones... al Espíritu Santo es un verdadero indicio de su
pensamiento sobre este punto y la exhortación implícita que hace a sus hijos para que pongan su oración bajo la protección, la guía, el
acompañamiento, la eficacia del Espíritu de Jesús. "La Iglesia posee en sus libros litúrgicos maravillosas oraciones al Espíritu Santo que
nos pueden enseñar mucho más que todas nuestras palabras. Recordemos, por ejemplo, la secuencia de la Misa de Pentecostés:

"¡Ven, oh Espíritu Santo!" En ella encontramos una indecible paz, una diáfana profundidad y una luminosa tranquilidad- Pensemos
también en la ilimitada confianza que inspira el himno de vísperas de esta misma actividad: "¡Ven oh Espíritu Creador!"4

4
4 R. Guardini, o. c., 130.
Esta, exactamente, ha sido la actitud de los santos: acudir a la fuerza del Espíritu, invocarlo ardiente y constantemente en su oración.
Las formas pueden variar, la referencia directa a Él, quizá no se da siempre, pero la intención, el deseo, el hecho no están ausentes. No
lo pueden estar desde el momento en que son conscientes de su actividad interior, desde que se han entregado al Padre en Jesucristo y
quedan sometidos a la acción de la gracia, en la que el Espíritu Santo juega un papel primordial, irreemplazable.

La eficacia de los grupos de oración está, toda ella, condicionada por la actuación del Espíritu: reunidos para alabar al Padre, a
Jesucristo, no podría realizarse si no fuera por la asistencia del Espíritu- Si ni decir: "Jesús es el Señor" podemos, sin la moción y ayuda
del Espíritu (1 Cor 12,3), cuánto menos comunicarnos filialmente con Dios y alabarlo como conviene (Rom 8,26-27).

La eficacia del grupo de oración de sí es tal que cada vez que la comunidad se reúne para alabar al Padre en Jesucristo, debería
darse en ella un "pequeño Pentecostés" por la nueva efusión del Espíritu derramado otra vez en nuestros corazones por Jesús (Rom
5,5).

Para esto es preciso desearlo ardientemente, pedirlo, con humildad e insistencia, estar atentos a su moción interior, abrirse a su
acción.

Por eso la súplica inicial tiene una gran importancia en los grupos de oración. Cuanto se ha dicho tiene su valor en ella. Pero
insistimos en este último aspecto que es extraordinariamente importante5.

2. La práctica

a) Como es natural, está sujeta a la inspiración del mismo Espíritu; a la formación e instrucción de la persona, a las circunstancias,
necesidades, mociones interiores, etc. Pero algo es cierto e insustituible: hay en toda invocación al Espíritu Santo un núcleo fundamental
en el que se expresan el reconocimiento de su ser, de su poder, de su amor, de su misión, de su eficacia. En él se manifiesta nuestra
necesidad de su ayuda, de su guía, de su inspiración y moción interiores; en él expresamos nuestro deseo de que se haga presente y
actuante en medio de la comunidad y en cada una de las personas; le suplicamos nos ayude y asista a lo largo de toda la reunión de
oración y venga a nosotros con su divina fuerza para transformarnos, para que nuestra oración sea la que el Padre desea de sus hijos, la
que Jesús anhela le dirijamos llenos de confianza, de -amor, totalmente centrados en comunicarnos desde el fondo de nuestro ser con la
Trinidad que habita en nuestras almas. Por eso, el éxito de nuestra oración no puede estar al margen de nuestra actitud de
reconocimiento, de entrega de la oración a la acción de Aquél que se nos ha dado para que nos enseñe, nos dirija, nos perfeccione en
nuestra comunicación filial con el Padre y en nuestra relación fraternal con Jesucristo6.

5. Y. Congar. o. c., II, 147-155.


6. "Cuando se pone a orar, el cristiano consiente en la presencia en él del Espíritu Santo. La gracia hace pedir la gracia (...). El Espíritu que es la gracia
de la oración, es también el otorgamiento. El es el don escatológico al que abre el corazón del hombre

b) Esta conciencia debe reactualizarse, reavivarse al comienzo de toda oración, especialmente de toda oración comunitaria, de
modo particular cuando es prolongada, por la mayor oportunidad que tiene de actuar. Puede afirmarse que la oración tanto más
"resultará" cuanto con mayor fervor, intensidad, confianza amorosa clamemos al Espíritu invocando su ayuda.

Esto no supone precisamente, que se ha de manifestar en un derramamiento perceptible de la "consolación".

c) La invocación a que nos referimos no se limita al comienzo, aunque en él debe ser especialmente intensa. También cabe hacerlo
durante la misma oración.
d) El modo concreto de hacerlo puede ser, en la práctica, diverso.

Recitando una oración espontánea de invocación. En la Renovación Carismática es el modo ordinario de hacerlo. Frecuentemente,
es sumamente recomendable que a esta oración preceda un canto de súplica al Espíritu Santo. Al mismo tiempo que recoge todo el ser y
lo dispone para orar, es ya una fuerte invocación que penetra hondamente por el mensaje y su "envoltura" musical hermosa.

Puede hacerse recitando un himno litúrgico de la Iglesia. Los hay que están verdaderamente llenos de unción y de súplica ardiente y
serena.

De otros modos que junten la confianza, la paz, la expresión íntima llena de reposo y de un gran deseo del Espíritu.

3. La actuación del servidor

Indicamos algunos aspectos de la actuación del servidor en el caso concreto que tratamos: la invocación al Espíritu Santo:

(Lc 11,13). El Espíritu que es don de oración, seda en la oración. Aquí, como en otras partes, está al comienzo y al fin.
Cuando el cristiano ore, ya ha sido oído. La oración misma es su otorgamiento. El hombre en oración esta bajo la moción del Espíritu que es el don de
la salvación; él ora en la comunión que es la realidad de la salvación. El puede considerar su oración por pobre que sea, como un signo de la alianza
con Dios. Cuando el Espíritu hacer decir a un hombre: "Abba! Padre!", El le hace nacer hijo de este Padre. La oración nos introduce en la familiaridad
de Dios", Fr. X. Durrwell, I’Esprít Saint de Dieu, Las Edit. du Cerf, Paris, 1985,131.

a) Procure que nunca se omita la invocación expresa, a no ser que haya precedido antes algún acto en el que ya se le hubiere
invocado. Aun entonces, es aconsejable hacerlo, puesto que se haría específicamente para suplicar su asistencia para todo el proceso
de la oración, muy particularmente en orden al fervor, intensidad e intimidad de la alabanza.
b) La invocación no debe, necesariamente, estar en manos del responsable del grupo de oración, ni siquiera debe ser patrimonio
exclusivo de los servidores del grupo.
Pero sí debe asegurarse el que sea hecha por una persona conozca bien su finalidad y que, por tanto, la exprese con sencillez, con
fervor, con intimidad; sobre todo, con una confianza plena en la asistencia del Espíritu Santo que se pide para el grupo de oración
comunitaria.

Cuídese, por consiguiente, hasta el mismo tono de la voz sencillo, natural, de modo que todo invite al recogimiento, a la unión en la
súplica, a reavivar la fe en la ayuda especial que se pide.

c)Respecto de su duración, obsérvese un discreto término medio entre una prolongación excesiva y una brevedad tal que diera la
impresión de una invocación formulista o rutinaria, un aspecto de la preparación para orar.

Pero téngase en cuenta que no hay una norma fija, sino discreta orientación.

d) Ya lo indicamos antes: ordinariamente precede a ella un canto apropiado al Espíritu Santo que, por su mensaje y su "envoltura"
musical, sosiegue, recoja interiormente; coloque a las personas en un clima de fe y de amor y les haga tomar conciencia de la
importancia de la oración comunitaria que se va a hacer.
e) Otras orientaciones importantes prácticas las irán aprendiendo los servidores según vayan adquiriendo una experiencia personal, y
en el intercambio con personas competentes, experimentadas en la dirección de un grupo de oración.

Como resumen de cuanto se ha dicho, he aquí lo siguiente: conocer, aceptar, comunicarse con el Padre y con Cristo como hijos y
hermanos, es algo que no podemos conseguir sólo con nuestras propias fuerzas. En Cristo conocemos y nos relacionamos con el Padre.
En Cristo se ha hecho hombre y vive entre nosotros el Hijo de Dios. Esto es un sublime misterio que supera nuestra razón y un estímulo
maravilloso que nos empuja a querer ser introducidos en su intimidad.

Aquí es donde nos sale al encuentro la obra callada, pero necesaria del Espíritu Santo. El debe esclarecer nuestra mirada, El debe
abrir nuestro espíritu para conocer, aceptar y desear comunicarnos en intimidad con Él y con el Padre. Y en esa comunicación ir
adquiriendo sus rasgos íntimos, sus sentimientos, dejarnos revestir de El por dentro de modo que nuestra vida sea una manifestación o
testimonio vivo de la suya.

Cuando esta docilidad se da a nivel de toda la comunidad, la acción del Espíritu es, ciertamente, eficaz, sorprendente.

Este, pues, es el sentido de la invocación al Espíritu Santo: abrirnos a su fuerza y a su amor que nos enseñará a alabar al Padre y a
Jesús; a aceptarlos, conocerlos vivencialmente; dejarnos impregnar por su amor.

El Espíritu Santo nos enseña a alabar al Padre y al Hijo como conviene, también "el Espíritu Santo debe suscitar en mi corazón un
amor que todo lo restablezca en su justo orden. Sin El todo está vacío y es penoso. Sentirse tocado por Cristo en el fondo del corazón;
percibir la tonalidad esencial de su ser (...), la intimidad de su espíritu; sospechar lo que significa que El haya venido a nosotros y nos
haya hecho objeto de su amor; responder a este amor y convertirlo en sustancia de nuestra propia vida (y comprometernos por El y como
El), todo esto es don del Espíritu Santo"7
7. Cfr. Y. C. Haughey, The Conspiracy of God, Doubleday and Company, New York, 1976.
III. OBSERVACIONES FUNDAMENTALES RESPECTO DE LA ALABANZA

A. La oración de alabanza debe ser situada e integrarse en la Iglesia orante

a) Lo sabemos: en toda oración, hecha en el nombre del Señor, se halla presente, no puede ser menos, la Iglesia, Esposa de Cristo:

Ella es su Cuerpo y no puede faltar donde está su Cabeza, Cristo (Ef 5,23).

Todo fiel, bautizado en Cristo (Rom 6,4-5), se constituye en miembro de ese Cuerpo de Cristo (1 Cor 12,12). Por tanto, la comunidad
reunida en el nombre del Señor goza de la presencia orante de su Cabeza que continúa el ofrecimiento al Padre por los hombres,
iniciado en su Encarnación (Heb 10,5ss).

El Espíritu Santo, que habita en la Iglesia y en el corazón de los fieles (1 Cor 3,16; 6,19), es quien ora en ellos y da testimonio de su
adopción como hijos (Gal 4,6; Rom 8,15-16.26) y de su pertenencia al Cuerpo de Cristo (1 Cor 12,12-13).

b) Por tanto: - No podemos oponer, so pena de infidelidad al Señor, y de esterilidad espiritual total, la oración del grupo de oración
a la oración de la Iglesia. Ni siquiera aislarse de ella.

Al contrario, si es una oración verdadera, como se pretende que sea en las reuniones de oración, nos ayudará a descubrir su solidez,
seguridad y autenticidad, enraizada y sostenida como está en la oración de la Iglesia orante, de Cristo.

Esta realidad ayudará a no correr el riesgo de desviarse; de convertirse en "iluminista"; de superar el peligro de una histeria o
sentimentalismo colectivo siempre malsano y dañoso espiritual y aun psicológicamente.

Conducirá a los participantes a una vivencia más profunda de la plegaria litúrgica, sobre todo de la Celebración Eucarística.

Preservará de la rutina y el formalismo.

Así, la gracia de la Renovación, en su oración, dará una saludable "reviviscencia" a las celebraciones litúrgicas y, a su vez, la oración
de los grupos de oración tiene necesidad de la Iglesia como Iglesia. Seamos plenamente conscientes de que la oración de la Renovación
no se basta a sí misma. Por eso requiere situarse e integrarse en la oración de la Iglesia.

Insistimos en esta realidad, creemos, poco enseñada en los grupos de oración: "Pablo escenificará su idea de la unidad de la Iglesia,
por medio de su doctrina del "Cuerpo de Cristo". Los ligamentos, que unen unos miembros con otros, se refuerzan en la caridad fraterna.
Todos están unidos con la Cabeza, Cristo, al ser miembros unos de los otros por el amor más íntimo. Pues el amor del Espíritu de Dios
difunde la misma vida de Cristo por todos los miembros de su Cuerpo. Así todos se sienten unidos entre sí en la misma unidad del
Cuerpo de Cristo, la Iglesia" (1 Cor 12,27; Rom 5,5) 1 .

Esta unidad y amor fraternal de los miembros entre sí, en la unidad de la misma Iglesia, implica el que la oración, toda oración
auténtica, se encuentre enraizada en la Iglesia. Pero es preciso que también, frecuentemente, se haga consciente al grupo de oración de
esta gran realidad misteriosa. El hecho de que esto se dé, deberá ser un fuerte estímulo para el fervor, la autenticidad de la oración del
grupo y de cada uno de sus miembros.

Debe ser extraordinariamente consolador el hecho de que el Espíritu Santo que actúa en la oración de la Iglesia, actúa también en la
pequeña comunidad reunida para orar, en el nombre de Jesús y en cada uno de los orantes. Hay, además, una particularidad digna de
ser considerada: Y es que el Padre y Cristo Jesús en la oración del grupo y de cada uno integrado en el mismo, oye la voz de la Iglesia,
precisamente porque los miembros de la misma, oran en su condición de tales unidos en la fe, en el amor y en la vida a ella.

1. S. Vergés, Imagen del Espíritu de Jesús, Secretariado Trinitario, Salamanca, 1ro. - 1977, 78.

"La presencia de Cristo (por su Espíritu) entre sus discípulos, (aquí entre los orantes del grupo) es irradiación de la presencia divina,
que Jesús tiene con el Padre en el mismo Espíritu de amor. De ahí que circule un idéntico amor de Dios por todos los creyentes (por
todos los orantes del grupo) en Cristo, hasta que lleguen a la plenitud de la Iglesia escatológica, en el cielo (Ap 6,9-11); (7,1-8; 19,6-9)"2

Así los que participan en el grupo de oración, unidos a la Iglesia de Cristo, van también construyendo y preparándose para la oración
consumada de la gloria.

Esta comunión eclesial es un hermoso acto de fe: "yo creo en la Iglesia". Pero va más allá: "Amar a Cristo es amar a su Iglesia".

Atreverse a creer en Cristo, es atreverse a creer en la Iglesia, misterio de comunión"3.4

2. S. Vergés, o. c., 79, Cfr, M. Barry, Tychique, n. 73, mai 1988, 10-11. P. Philippe, A fin que vous portiez beaucoup da fruits, 2, Pnaumethaque, Paris,
1983, 70-71.
3. E. Payan, Tychíqua, n, 37, mal, 1982, 46.
4. Cuanto hemos dicho en el apartado anterior, creemos corresponder en un primer tiempo: el de la búsqueda de la comunión eclesial que es una
exigencia de la fe en Cristo.
Un segundo tiempo, que supondría el anterior, nos haría interpelarnos: esto es, las consecuencias de la comunión auténtica con el Cuerpo de Cristo, la
iglesia. Implica consecuencias concreta de orden pastoral, para cada uno y para el grupo de oración. Por consiguiente, tendríamos que hacer no pocas
preguntas importantes. He aquí algunas:

¿Procuramos y sabemos reconocer quiénes han recibido el carisma de comunión y que él asegura este servicio? Indudablemente, aquí tiene un papel
capital el sacerdote. Y este solo hecho basta para que en la Renovación Carismática, se les vea como un don y se pida al Señor vaya integrándolos en
número suficiente.
Esta comunión eclesial se efectúa de manera concreta, es decir, ¿están nuestros grupos en comunión real con otros grupos de oración de la ciudad, de la
región, de la parroquia, etc.; con otros grupos pertenecientes a otros movimientos, sin que esto dañe ni debilite su propia identidad?
¿Cómo participa en actividades ocasionales: fines de semana, encuentros regionales, diocesanos, nacionales...?
¿En qué medida colabora con ellos en los diversos servicios de la Iglesia?

B. La oración de la Renovación no puede "perdurar" si no se obedece al mandamiento del Señor de orar al Padre privadamente
(Mt 6,6)

a) Es una gracia del Señor constatar la realidad de muchas personas que han sido conducidas a una oración silenciosa, privada,
íntima con el Señor, a través de la oración comunitaria de los grupos. La obra del Espíritu lleva a tener sed de Dios en una comunicación
filial; a ser como María a los pies de Jesús5.
b) Así ambas oraciones, privada y comunitaria, se enriquecen y la falta de la primera lleva a un empobrecimiento y estancamiento de
la segunda. Los servidores deben estar atentos y estimular a su grupo a la oración personal.

No debemos olvidar que el lugar de comunión más profundo es la Eucaristía, allí donde el pueblo de Dios reunido por el Espíritu Santo, recibe la Palabra de
Dios y el Cuerpo real y físico de Cristo. Por fin, es importante recalcar que una grande y verdaderamente auténtica comunión eclesiel, exige actitudes
peculiares espirituales: Señala tres fundamentales, amplificarlas brevemente:
- La confianza, es decir, el deseo verdadero da vivir la comunión eclesial se recibe en la confianza en Aquél que es el Amor: Jesucristo. Ahí recibimos la
persuasión de que Cristo es inseparable de su Cuerpo que es el de la iglesia (Col 4; 1 Cor 1,9).
- La humildad: Es uno de los frutos necesarios y preciosos del Espíritu que actúa con toda discreción y respeto.
Es la defensa contra el orgullo que nos hace sordos a las palabras del Señor, al discernimiento de los hermanos y de la misma iglesia.
La humildad es la virtud escondida pero necesaria para toda marcha auténtica y segura en la vida espiritual y en la verdadera comunión con la iglesia,
- La obediencia: todo cargo de autoridad ha de ser ejercido en obediencia. Aquí entra, de un modo especial, el responsable de un grupo de oración, de
un equipo de dirigentes. El ejemplo más palmario lo tenemos en Jesús (Fil 2, Jn 15).
Esta obediencia es la defensa contra la ilusión de creerse "algo" en sí mismo. Cfr. E. Payen, o, c., 41-51.
Pero es manifiesto que la integración del grupo de oración en la Parroquia, se ha de hacer progresivamente, y que éste requiere de parte del o de los
sacerdotes responsables al menos una "acogida benévola".
J. Koller, Tychique, n, 44, mai 1983, 56.
5. P. Philippe, A fin que vous portiez beaucoup de fruits, 2, Pneumathaque, Paris, 1983, 70-71.

c) El hecho de que la oración privada, individual, sea necesaria también para los que oran comunitariamente, se sustenta firme en
una gran multiplicidad de argumentos. Indicamos algunos:

La realidad de nuestra filiación nos empuja a comunicarnos con Dios nuestro Padre. Debería darse en nosotros "casi una necesidad
biológica" como la expresada bellamente en el Salmo 43 (42).

Cuando esto no ocurre, se da en nosotros un impedimento que obstaculiza la acción del Espíritu Santo, suscitador y maestro de
oración (Rom 8,26-27).

La oración es un acto de todo el hombre: "Es un encuentro entre personas, pone en marcha y en acción todas las fuerzas de un ser" 6
Pero cada uno de nosotros es una individualidad irrepetible. Cada uno tiene sus propios ritmos psicológicos y espirituales; cada uno tiene
una intimidad que anhela comunicarse a otra directamente; cada uno tiene su propio caminar y sobre él existe un designio de oración,
elaborado por el Padre para él.

De otro modo: "Hay oración y oración, como hay amores y amores. Son realidades fundamentales para el hombre, pero son
realidades también fluidas. Varían de individuo a individuo, e incluso dentro de un mismo individuo siguen siendo complejas. Son o
constituyen unos mundos cuyos contornos jamás acabamos de perfilar porque tampoco nuestra experiencia deja de crecer"7.

Es cierto que también en la oración comunitaria puede satisfacerse esta realidad, pero sólo de un modo muy parcial.

La oración comunitaria toca a la persona dentro de la comunidad y la toca sobre todo en otros niveles.

La oración individual es más apta, y por eso complementa la comunitaria, en el encuentro personal, único, irrepetible de todo mi ser
con el de Dios. Deseamos la presencia de Dios porque sin El no hay "vida", porque es el valor supremo para mí, porque la "voz de la
sangre" de mi filiación clama por un encuentro totalmente personal.8

6. J. Laplace, La oración, búsqueda y encuentro, Edic. Marova, Madrid, 1977, 34.


7. J. Laplace, o. c., 36.
8. A. Bloom, Priere vívant, Les Edit. du Cerf, Paris, 1973, 13.
La oración es, esencialmente, encuentro del amor y de la amistad entre el Creador y su creatura, en el Padre amoroso y su hijo querido (Lc
10,27).

Este encuentro parece responder a un mandamiento muy simple; en realidad, frecuentemente, implica un sacrificio arduo y doloroso. Y cada
uno de nosotros está sujeto a una "ascesis" particular, a poner el acento en las dificultades peculiares que nos asaltan y a pedir con una
insistencia muy propia la ayuda del Espíritu Santo, que nos quiere conformar a cada uno según Cristo; no en la uniformidad de la
multitud, sino en la individualidad de cada persona creada, amada, redimida y santificada "singularmente", como si solamente ella
existiera.

Por eso, la transformación interior que la persona recibe en su oración individual, la riqueza espiritual que va acumulando, las virtudes que
van desarrollándose en el encuentro del "Tú" divino con el "yo" humano, se transfieren, se irradian, ejercen su influjo bienhechor en la
oración comunitaria.

C. El Espíritu reproduce en nosotros la oración de Jesús

a) Cuando se trata de la oración, abordamos con amplitud el tema: "El Espíritu y nuestra oración".

Enumeramos aquí solamente los capítulos generales que pueden ser expuestos brevemente:

Gal 4,6-7: El lazo existente entre la presencia del Espíritu en nosotros y en Jesús.

Rom 8,4: El Espíritu Santo ora en nosotros, con nosotros; nos ayuda en nuestra debilidad (Rom 8,14-17; 18-27).

El Espíritu Santo no nos acapara para sí. Su misión es llevamos a Jesús: reproducir en nosotros sus sentimientos, sus actitudes, su vida…
Hacernos la imagen visible de Jesús y equiparnos con su poder para proclamarlo: (Jn 14,23; 1 Cor 2,16; 3,l;Gal 5,22; Rom 15,30; Gal
5,16).

Por eso reproduce en nosotros una característica tan fundamental de Jesús como es su oración: su comunicación íntima con el Padre.

Como una consecuencia de gran importancia es la discreta vigilancia de los servidores para que en el grupo de oración siempre se dé la
alabanza que se asemeje a la de Jesús. Entonces tenemos la certeza de que el Espíritu está actuando en el grupo y en los individuos.
No debe perder su autenticidad.

D. El corazón de la alabanza es, ante todo, una actitud interior

a) Esta actitud interior consiste, sobre todo, en una actitud del corazón que reconoce a Dios como Amor. Este amor nos empuja a
celebrarlo, alabándolo con todo nuestro ser:
b) Al celebrar en fe, en gozo y en amor el amor divino, reconocemos las cualidades de Dios y nos admiramos de todas sus obras:
celebramos las maravillas de la creación, manifestaciones de su amor y, sobre todo, cantamos su misericordia, su bondad, su
providencia.
c) Este reconocimiento y alabanza de las obras de Dios cobra un valor especial y manifiesta un profundo amor purificado, cuando lo
celebramos en las situaciones en que todo parece decirnos lo contrario y nos sentimos pasando por una muerte interior dolorosa. Esta
es la más bella de las oraciones, la que más profundamente toca el corazón de Dios, como la de Cristo en Getsemaní (Lc 22,39ss.).
d) Por esto toda oración de alabanza está pidiendo una preparación, al igual que dijimos para la oración de los grupos en general.
Los servidores deben prepararse ellos mismos, especialmente, y preparar, sanamente, sin artificios, al auditorio.

Deben, por tanto, ser muy conscientes de la presencia de Jesús y exhortar a la asamblea a purificarse y a hacerse dócil a la acción
del Espíritu. No es posible alabar al Señor oprimidos por nuestros pecados e indiferentes a encontrarnos con El y a estar disponibles a la
acción del Espíritu9.

9. Esta actitud interior de alabanza supone, para que sea auténtica y ferviente, un encuentro con el Dios vivo, Este encuentro no sólo y principalmente
consiste en la experiencia palpable de Dios que se nos comunica interiormente. Esto puede y es provechoso que también, al menos con cierta
frecuencia, entre a formar parte de nuestra disposición. La misma Iglesia, especialmente en las poscomuniones, nos ex horta a pedirla. Es un don de
Dios que expansiona el corazón y facilita su orientación al Señor.

E. Un grupo de oración sin alabanza se desvía o desaparece

a) Quizás hay grupos que no han comprendido la importancia de la alabanza. Esta, sin duda, es la primera y fundamental causa del
repliegue sobre sí mismos.

Puede ser que presenten una faz de entusiasmo y de gozo; si no hay verdadera y profunda alabanza, no será lo que aparece; tendrá
mucho, y aun todo, de "humano".

b) La alabanza nos saca de nosotros mismos y nos fija en el corazón de Cristo. El nos conduce al Padre por el Espíritu; nos pone en
comunión con toda la Iglesia, también con la triunfante a la que comenzamos a imitar y hacer presente en la tierra.
c) En muchos grupos de oración la oración de alabanza suele comenzar por una oración de alabanza comunitaria en voz
discretamente alta, pero en un espíritu deseoso de entrar en alabanza profunda personal.

Es como un desembarazarse del peso que nos retiene: los cuidados, las preocupaciones... y nos abre al trato con Dios y dispone a
oír su Palabra.
El pueblo de Dios es un pueblo de alabanza, un pueblo salvado por el amor del Padre manifestado en Cristo y que anhela celebrarlo
con todo su ser.

Pero la actitud interior comprende, sobre todo, la presencia de una triple realidad: sentirse salvado por la misericordia de Dios en su Hijo, percibir la
grandeza del ser de Dios que es soberano Señor de toda la creación, y del hombre con una peculiaridad maravillosa; tener conciencia y sentir el amor
de Dios Padre que se manifiesta en el amor recibido de su Hijo Jesús.

De este modo, la alabanza brota y llega fácilmente a convertirse en la expresión purificada y ardiente de nuestra gratitud, de nuestro amor... Es la respuesta
que damos a su ser, a su acción, a su paternidad. Nos rendimos totalmente a Él y le devolvemos cuanto somos, hecho alabanza, en este mismo don
que El pone en nuestro corazón y en nuestra boca. Por eso, hemos de despojarnos de toda tristeza, angustia, miedo... para acercarnos a alabarlo. Si
no podemos, ofrezcámosle nuestra alabanza con actitud de criaturas que reconocen su grandeza y, sobre todo, de hijos que creen y desean
experimentar su amor y vivir su vida cristiana en profunda fidelidad a Dios. De este modo, nuestro clima interior se irá transformando, poco a poco,
hasta adquirir el tono del alma llena del gozo del Señor.
Luis Martin, Koinonía, n. 41, 1984.13.

F. La expresión de la alabanza
a) No toda alabanza se ha de expresar audiblemente. Hay modos diversos y uno de ellos es el silencio (de él se hablará más
adelante). Por eso importa no confundir la alabanza o identificarla con una expresión determinada hablada, aunque sea la más frecuente.
b) La expresión de la alabanza es muy variada, desde una profunda manifestación silenciosa, llena del amor del Señor, hasta una
expresión exuberante: gestos, instrumentos musicales, aún danzas ordenadas y apropiadas.
c) La expresión de la alabanza, para que resulte auténtica, debe estar en relación con la realidad interior. Todo lo que es artificial,
equívoco, exagerado, sobreexcitado induce a una fundada desconfianza. Los servidores, especialmente el que dirige el grupo de oración,
deben cuidar de que esto no ocurra; si se da, sea cortado discreta y eficazmente. Aquí juega un papel importante la educación del grupo
que se ha de ir haciendo paciente y discretamente.
d) La expresión de la alabanza debe adaptarse a la variedad de las asambleas: no será lo mismo en una reunión de oración
compuesta por diez personas que otra a la que asistan cien o más. Ni tendrá, ordinariamente, la misma expresividad entre los que viven
en países envueltos en la niebla y traspasados por el frío que entre los que gozan de un sol tropical. No se puede, por tanto, imponer un
tipo de expresión uniforme. Pero sí se ha de cuidar de que no exista en absoluto lo raro, desmesurado, falto de orden. No son pocos los
que se sienten fuertemente impedidos de entrar a grupos de oración donde se dan ciertas expresiones que los alejan. Esto debe ser
considerado seria y equilibradamente por los servidores para remediarlo e iniciar a los que se acercan por vez primera a los grupos10.

G. La alabanza auténtica se irradia a toda la vida

Siendo muchos los modos de alabar a Dios, nos referimos ahora a la alabanza tal como se suele usar en los grupos de oración
carismática.

10. Cfr. Tychique, n. 37 (special. Vie du groupe de priere).

Prescindimos ahora de los frutos de la oración de alabanza. Tan sólo aludimos a la realidad de que la alabanza, cuando es viva y
cálida, cuando brota de un corazón lleno del amor de Dios y deseoso de glorificarlo por la alabanza, no se limita al tiempo que pueda
durar la reunión. Se extiende e irradiará toda la vida. Es preciso hacernos conscientes de esta realidad para darle todo el valor a la
alabanza y caer en la cuenta de que la vida cristiana ha de estar empapada y beneficiada por ella.

a) Evidentemente el hombre alaba a Dios cuando refleja en su vida la santidad de Dios, en expresión de San Agustín: "Procurad
alabarlo con toda vuestra persona; esto es, no sólo vuestra lengua y vuestra voz, deben alabar a Dios, sino también vuestro interior,
vuestra vida, vuestras acciones.

En efecto, lo alabamos ahora, cuando nos reunimos en la Iglesia, pero cuando volvemos a casa parece que cesamos de alabarlo. Y
no es así: si no cesamos en nuestra buena conducta, alabaremos continuamente a Dios. Dejas de alabar a Dios cuando te apartas de la
justicia y de lo que a El le place. Si nunca te desvías del buen camino, aunque calle tu lengua, habla tu conducta; y los oídos de Dios
atienden a tu corazón"11

b) Cuando la alabanza en el grupo de oración es ferviente, nacida a impulsos del Espíritu Santo, que actúa en lo profundo del
corazón del que alaba, no puede menos de darse una acción intensa del mismo Espíritu. Y éste, por su misión propia nos va
conformando a imagen y semejanza de Cristo.

La vida de Jesús se nos muestra una alabanza continua al Padre Jn 17,4) en el servicio, en el sufrimiento, en los momentos de gozo
interior y de desgarramiento (Lc 10,21; Mc 15,34-35); en las manifestaciones mis sublimes de amor (Jn 13,1) y en la intimidad de su
comunicación con el Padre celestial (Mt 26,39). Nada escapa a su alabanza, ungida con la acción del Espíritu.

La alabanza del grupo de oración tiene, debe tener, esa virtualidad, si realmente es auténtica: nos va introduciendo en la alabanza del
corazón y de los labios también a lo largo del día. Pero no se detiene ahí. Se irradia, como por propio impulso, que es el del Espíritu
Santo, de modo que todas nuestras actividades tengan la misma motivación y el mismo anhelo de ser alabanza de su gloria (Ef 1,12.14).

1 1 . San Agustín, citado por J-M. Martín-Moreno, Koinonia, nn. 45-46, 1984, 22-24.

Es insospechable el fruto espiritual, y aun humano, cuando toda nuestra vida está traspasada de esta alabanza: la nueva visión que
comenzamos a tener de los acontecimientos desagradables, el nuevo ímpetu y creatividad que nacen en nosotros a impulsos de ese
motor divino que actúa en nuestro interior5.

5
1 Cfr. J-M. Martín-Moreno, Koinonía, n. citados, 22-24.
Y la causa, al menos para muchos, se halla en la alabanza del grupo de oración en el que se ha dado una acción especialmente
intensa, individual y comunitaria, del Espíritu Santo.

Por eso, parecía oportuno incluir estas ideas dentro de las observaciones fundamentales de la alabanza.
IV. LA ALABANZA EN LOS GRUPOS DE ORACION CONSIDERACIONES PREVIAS

Anotaciones aclaratorias

a) La alabanza es el elemento esencial por excelencia en el grupo de oración de la Renovación Carismática.

Por tanto, nunca ha de faltar, aunque tenga diversas formas de expresarse. "El más fundamental de todos esos dones (es) el de
alabar a Dios y a su voluntad por amor de Dios, y hacerlo públicamente y en voz alta por amor al prójimo, de modo que nuestra oración -
si Dios lo quiere- sirva a los demás como testimonio y robustecimiento de la fe"1.

b) El grupo de oración se reúne no sólo para alabar a Dios, sino para' "vivir la vida" de Jesús en la alabanza, por ella y como fruto
precioso de la transformación interior que obra el Espíritu en esta oración comunitaria de alabanza.
c) Por tanto, no se debe disociar el tiempo que se pasa en el grupo alabando y dando gracias a Dios, del tiempo siguiente en el que
se desarrolla nuestra vida ordinaria: la atención a nuestros deberes, nuestro apostolado, nuestros compromisos, toda nuestra vida
individual y comunitaria debe estar empapada y vivificada por la gracia de la oración de alabanza; ser una viva irradiación de la actuación
del Espíritu que, ahora, se manifiesta en lo cotidiano de nuestra existencia.
d) La importancia de la alabanza como obra hacia el Padre y bendición hacia nosotros, individual y comunitariamente, exige que nos
preparemos para vivir la alabanza serena e intensamente con todo nuestro ser y conseguir la mayor apertura al Espíritu y a su acción.

1. H. Muhlen, Espíritu, Carisma, Liberación, Secretariado Trinitario, Salamanca, 1976, 70.

Esta misma importancia pide de los servidores una preparación personal especial y un cuidado esmerado en preparar, sobre todo,
cuanto concierne a la alabanza.

e) Una de las tareas importantes del servidor, respecto del grupo al que sirve, es iniciar en la alabanza a los que llegan por primera
vez; irlos integrando en la comunidad y ayudarles a abrirse a ella; continuar ayudándoles a madurar, a enriquecerla y a expresarla.
f) Los diversos elementos que integran la alabanza: oración personal y conjunta, el canto, el silencio... deben estar penetrados
profundamente del espíritu de alabanza. No tienen un fin en si, ni han de considerarse autónomos. Son formas diversas de alabar y, por
tanto, se los ha de usar con este fin y esta motivación. El Espíritu Santo actúa a través de estos modos de alabar.
g) Es importante recordar frecuentemente que alabanza, de un modo semejante a la Efusión o Bautismo en el Espíritu Santo, no
obra "ex opere operato": en virtud de sí, sin tener para nada en cuenta la disposición del que alaba. De aquí los requisitos, actitud
interior, preparación con que ha de procurar presentarse a alabar cada persona y la comunidad como tal, de que se habla en otra parte.
h) El tiempo que debe dedicarse a la alabanza está en relación con el tiempo que dure el círculo de oración. Pero, como norma
general, se le ha de dar hasta quizá la mitad y aún más, incluyendo en ello los diversos elementos que entran en este aspecto oracional
que llamamos alabanza. "Nunca se insistirá demasiado en que las reuniones de oración son reuniones para proclamar la grandeza y el
poder (y el AMOR) de Dios, es decir, donde la oración predominante es la oración de alabanza y acción de gracias"2

Ambos modos están íntimamente unidos y se pasa del uno al otro sin preocupación alguna.

2. M. Casanova. La oración hoy, (varios), Edic. Mensajero, 1976, 230.

1. Reflexiones teológicas

A. La alabanza es nuestra vocación

a) San Ignacio de Loyola lo formula así en sus Ejercicios espirituales: "El hombre es creado para alabar ; hacer reverencia y
servir a Dios"3.

No es raro que en la exposición del tema se pase de ligero sobre la "alabanza" para prodigarse en el "servir". Hay, en este modo de
proceder cierta infidelidad al espíritu de los Ejercicios. Es necesario insistir en ambas: alabar y servir. Vienen a ser dos aspectos de una
misma realidad; pero tratar con superficialidad el alabar o debilitar su contenido, incide debilitando el servir.

Jesús mismo une íntimamente ambos modos (Jn 17,4). "Como Jesús también nosotros estamos llamados a glorificar a Dios
realizando su obra, su vocación para nuestra vida", también con la alabanza de nuestros labios y nuestro corazón, no sólo de nuestras
obras. He aquí el misterio de la vocación del hombre. La alabanza, pues, no es algo "facultativo" en nuestras vidas. Al contrario: es una
obligación que dimana de nuestra condición de seres creados, redimidos, hechos hijos de Dios. (1 Tes 5,16; Ef 1,6-12. 14).

b) La alabanza, signo del cristiano: es volver sobre lo anterior desde otro punto de vista:

"Una contribución de inestimable valor a la espiritualidad de hoy y que está adquiriendo unánime aceptación, aun fuera de los actores de
la Renovación Carismática, ha sido el redescubrimiento que la Renovación en el Espíritu nos ha traído de la alabanza, de su importancia
y de la manera de expresarla y vivirla (...). El Espíritu que rejuvenece sin cesar la vida de la Iglesia es el que verdaderamente da
testimonio del Resucitado (Jn 15,26) y el que en nosotros revela y glorifica al Hijo de Dios" (Jn 16,14).
3. Ejercicios espirituales, 23.

La alabanza en San Ignacio en el llamado Principio y Fundamento, no es reducible, sino en parte al "servicio". La alabanza en él hay que entenderla
con la mayor amplitud, universalidad e intensidad. Por tanto, también en el sentido en que se emplea en la Renovación Carismática, por más que ni
directa ni indirectamente haya tal alusión. La indicación de Ignacio Iparraguirre nos parece exacta: "De manera general se puede decir que cuando
quiere poner de relieve la necesidad de usar las potencias interiores habla de alabanza y hacer reverencie, cuando quiere significar la función de los
sentidos y del cuerpo usa más bien la palabra servir...".

I. Iparraguirre, vocabulario de Ejercicios Espirituales, Centrum lgnatianum Spiritualitatis, Roma, 1972, 118.

La alabanza es un constitutivo esencial de la vida cristiana y su presencia o ausencia en la espiritualidad del creyente puede definir
el grado de profundidad de la fe, esperanza y caridad a que ha llegado.

En efecto, el cristianismo implica cierta experiencia religiosa que, en mayor o menor intensidad, marca la vida.

Tal experiencia puede adoptar formas muy variadas(...).

En el fondo de la verdadera experiencia cristiana hay un encuentro con el Cristo Resucitado como alguien muy real que comunica
salvación e ilumina toda la vida (conduciéndola a una conversión que se profundiza progresivamente).

La consecuencia que se sigue es una actitud muy definida ante Dios como respuesta en admiración, agradecimiento, alabanza y
amor.

La alabanza es el resultado de sentirse salvado y amado por Dios. (Lo alabamos) no porque nos lo hayan enseñado, sino por
necesidad interior ante algo inefable y conmovedor que recibimos de parte de Dios.

No hay (por tanto) alabanza si no hay encuentro con el Dios vivo. La alabanza es la respuesta del hombre a la acción amorosa de
Dios.. Más que algo que el hombre pueda ofrecer (...) la alabanza es un don que Dios pone en el corazón y la boca del que ha
experimentado su salvación6 (Sal 40).

Pero la alabanza va más allá; alabamos y celebramos a Dios por lo que El es y por las maravillosas manifestaciones de su ser, de
su bondad, de su amor... para nosotros. Es decir, alabarlo sobre todo "porque es Dios". La alabanza, cuando no es una mera expresión
de los labios, sino que brota del "corazón" de lo íntimo de nosotros mismos, es un precioso homenaje que rendimos a Dios. Es todo
nuestro ser el que se expresa a través de estas oraciones sencillas, pero rebosantes de reconocimiento, de gratitud, de admiración, de
amor. Queremos decirle, aunque sea balbuciendo como niños, lo que El es, y lo que es para nosotros. Dios se complace y se siente
tocado de amor infinito hacia sus criaturas e hijos amados que le expresan como pueden, todo lo que hay en ellos para El. Por eso la
oración de alabanza es un modo de orar preciosísimo que tiene la primacía en los grupos de oración de la Renovación Carismática.

c) La alabanza del hombre es la voz de la alabanza de todos los seres creados: Cuando queremos hablar de la
creación corno obra de Dios, que proclama la gloria de su poder, sabiduría, amor... nos perdemos. Las magnitudes de lo grande; las
constelaciones, galaxias, estrellas... nos abruman y anonadan.

Nos sentimos infinitamente pequeños para captar, comprender, tener una idea remota de esta gran voz de la creación de Dios.

Y cuando nos queremos adentrar en el mundo de lo pequeño, de una flor, de una gota de rocío, de un bacilo, de un
microorganismo..., nos sentimos igualmente rebasados por esta gran voz de Dios que nos muestra su magnificencia, su sabiduría... en
lo inmensamente pequeño.

Todavía queda el mundo de la destreza, del arte, de la ciencia... del hombre que recibió su poder de inteligencia y voluntad de Dios.

Todos estos seres creados, son una voz grandiosa, imponente, profundamente penetrante para el que quiera oírla. Son una voz
"objetiva", la realidad presente de la sabiduría, providencia, infinitud... de Dios. Y esa voz expresa una alabanza "inconsciente". Celebran
la gloria de Dios con el sólo hecho de existir, pero no saben decir ni expresar hasta qué punto es admirable su creador.

Por eso, necesitan la voz del hombre que contemple el mundo con ojos limpios, con corazón accesible a la belleza, a la grandeza, a
la complejidad o aparente sencillez de las cosas creadas.

El se hace portavoz entonces de una alabanza que celebre la gloria de Dios. El hombre, en su pequeñez, se hace conscientemente la
voz, el sacerdote de la creación maravillosa de Dios. El es la voz de la alabanza de todos los seres. Y esto tiene una mayor urgencia
cuando considera que toda la creación ha sido hecha para El, para que, de modos diversos, le sirvan en esta vida, le ayuden d
desarrollar sus facultades, a ser cada vez más el ser total humano-divino que está en los designios de Dios (Dan 3,57-81; Salmo 8, etc.).

El mismo Espíritu que habita en nosotros, nos invita, de maneras muy varias, por un toque interior, suscitando en nosotros la
admiración... a alabar al Padre celestial de quien proviene todo bien.

La alabanza canta la gloria inmarcesible del creador y el amor a sus criaturas, a los hombres destinatarios y motivo real, en Cristo y
por él, de la creación maravillosa de Dios (Ef 1,3).

Así, por la boca y el corazón del hombre el mundo entero se convierte en una sorprendente canción de alabanza a Dios5.
6
4 L. Martin, Koinonía, nn. 454-6, en. abril, 1984, 3.
¡Y qué podría decirse si consideramos a Dios y su obra sobrenatural en sí (en la Trinidad), en el mundo de la gracia y de la gloria!

Debemos, por tanto, prestar atención a la Escritura cuando nos invita a alabar sobre todo con la profusión de salmos de alabanza;
especialmente por el intermedio de María y de los ángeles. Ellos son los especialistas de la alabanza. (Lc l,46ss; Is 6,4; Lc 2,13-14).

d) El cielo, una fiesta de alabanza perfecta: - En el designio maravilloso de Dios, toda nuestra vida, vivida en su amor y en
el amor al prójimo, es una preparación para la esplendidez de la visión que un día tendremos junto a Él (1 Jn 3,2; 1 Cor 13,12).

El objetivo divino para el que fue creado el hombre, "para alabar... a Dios", tendrá su plenitud en la bienaventuranza. Entonces se
realizará plenamente la característica fundamental de la alabanza: su "totalidad", es decir: alabanza de la Trinidad con todo nuestro ser,
con nuestro espíritu, al que se asociará nuestro cuerpo una vez resucitado. Total en su extensión: allí no habrá, como en este mundo,

5. V. Borragán, Koinonía, nn. 45-46, en. a abril. 1984, 4-7. "Puesto que todo ha sido creado en el Verbo (Jn 1,3) nada hay que no esté marcado por El.
Todo lo que existe participa en la gran misión del Hijo: ser exegeta del Padre (Jn 1,18). El universo entero celebra la gloria de Dios. Pero esta
alabanza es como una música escrita que espera a su artista para que le dé la vida. El hombre tiene el sorprendente poder de interpretar la música
cósmica. Sin él la voz del universo no podría hacerse oír. Los hebreos lo sabían. No cesaban de invitar a la creación a alabar y celebrar al Señor:
"Aclamad a Dios toda la tierra, salmodiad a la gloria de su nombre, rendidle a su alabanza la gloria" (Sal 66,1-2). En la medida en que cumple con su
papel de sacerdote, el hombre se pone al unísono con la creación. Lejos de despreciarla o vio lentarla, el hombre testimonia un profundo respeto por
ella y la conduce hacia el fin para el que ha sido creada".

W. Stiníssen, Meditación cristiana profunda, Edit. Sal Terrae, Santander, 1982, 148- 149.

quienes se sustraigan a la alabanza. En el misterio de una libertad plenamente consciente, alabaremos por la fuerza de la atracción que
dimana del conocimiento de Dios, de sus perfecciones, de su amor. Nuestra libertad llegará precisamente a la perfección de su
capacidad, alabando, dejándose arrastrar por la corriente impetuosa que la empuja a alabar, unida a todos y cada uno de los
bienaventurados. Total en su intensidad: todas las fuerzas, las energías ahora acrecentadas en la plenitud total a que llegaremos, en la
medida de nuestra vida según Cristo en este mundo, serán empleadas en prodigar a la Trinidad Santísima la gloria de la alabanza que
merece por sí misma (Ap 4.8; 5,9-14; 7,9-16; 19,1-7).

Por eso, misericordiosamente, Dios, por su Espíritu, nos va preparando, como en un divino ensayo, para la gran obra que
realizaremos incesantemente, para siempre, en la bienaventuranza. Y nosotros, conscientes de esta realidad, aceptamos, anhelamos
adelantar la hora en que arribaremos a nuestro destino definitivo.

Todavía, ahora suscitada por el Espíritu Santo, se da, cuando alabamos a Dios, una osadía que pudiera parecer increíble: nos
introducimos en la gloria, nos mezclamos entre los bienaventurados y les invitamos con sencillez y con ardor a alabar al Señor. Nos
unimos a ellos y los consideramos como hermanos nuestros en el deseo de alabar al Dios de la creación, de la redención, de la gloria; a
la santa e indivisa Trinidad: "Alabad al Señor, ángeles del Señor, bendecidle, exaltad su gloria eternamente (Dan 3,58)". Alabad al Señor
desde los cielos, alabadlo en las alturas; alabad lo ángeles suyos, todos sus servidores, alabadlo (Sal 148,1-2).

Sólo, pues, allí, en la bienaventuranza, despojados del lastre de nuestras limitaciones e imperfecciones que nos atan, podremos dar
al Señor la alabanza perfecta. Y ahora, con gozo, en alegre esperanza, nos anticipamos con nuestra alabanza imperfecta, pero que toca
el corazón de Dios hasta la ternura.

San Agustín resume admirablemente la vida de los bienaventurados en el cielo: "Allí descansaremos y veremos, veremos y
amaremos; amaremos y alabaremos"6

La Escritura emplea constantemente el verbo "gritar": una alabanza desde el fondo del ser al Señor.

Existe una íntima conexión entre la oración de alabanza, adoración y acción de gracias.

e) Nuestra alabanza, a semejanza de la de Cristo: si nuestro destino es reproducir en nosotros la imagen de Jesús" (Rom 8,28-29),
su vida fue una constante alabanza al Padre: por la persuasión de su entendimiento; la determinación y aceptación voluntaria de su
voluntad; por la expresión interna y "externa" de los sentimientos de su corazón: (Lc 10,21; Jn 11,41; 12,28; 17,6; Mt 5,9.).

"Por otra parte, 'vivir para Cristo' a cada instante y en cada acción de la vida no es cosa que se realice espontánea ni fácilmente, por
el solo hecho de estar bautizado y de haber recibido el Espíritu de Cristo con su gracia; sino que se requiere una participación personal,
consciente y voluntaria, una actividad espiritual que tiene su centro y su alimento en la oración de alabanza y de acción de gracias a
Dios, pero que debe revestir con este espíritu todas las acciones y móviles"7.

f) Todo el Antiguo y el Nuevo Testamento están llenos de expresiones de alabanza 3 de cantos de júbilo al Señor; de incitación a la
alabanza. Las citas son innumerables en los salmos, sobre todo, y en San Pablo8.

6. C. Colombo, Los laicos y la vida cristiana perfecta (varios), Edit. Herder, Barcelona, 1963, 209.
7- A-M de Monleon, "La luange", II est vivant, n. 33,1981, 11.
8. El mismo santo nos exhorta con vehemencia y nos urge a alabar con todo nuestro ser como un preludio a la alabanza futura de la gloria:

"Llegaron los días de cantar "aleluya". Atended, hermanos, para que podáis recibir la exhortación que el Señor me sugiere y fomentar la caridad, con
la que nos es un bien unirnos a Dios. Atended, insignes cantores, hijos de las alabanzas y de la gloria sempiterna del verdadero e integérrimo Dios.
Estad atentos los que sabéis cantar y salmodiar en Vuestros corazones a Dios, dando gracias siempre por todas las cosas, y alabad a Dios, pues esto
significa "aleluya". Llegan ciertamente estos días que han de pasar y pasan una vez que han llegado, simbolizando el día que no llega ni pasa, porque
no lo antecede el día de ayer para que venga, ni el día de mañana le urge para que pase. Cuando nosotros hubiéramos llegado a él, quedando
asociados a él, no pasaremos.
g) Los santos Padres y, en general, los escritores antiguos insisten en la oración de la alabanza: "El no pide nada a
nadie, sino que le confiesen", es decir, en el sentido de tas Confesiones de San Agustín que le reconozcan como lo que es, que se
rinda homenaje a su santidad, a su bondad, a su misericordia. A la alabanza y al reconocimiento es a lo que los más antiguos escritos
exhortan con mayor frecuencia. Es esto lo primero que la epístola a Barnabé llama comprensión, ciencia, gnosis (2,3).

"Nos ha hecho saber por medio de todos los profetas que a El no le sirven de nada sacrificios, holocaustos, ni oblaciones" (2,4). "El
sacrificio que hay que ofrecer al Señor es un corazón contrito, perfume grato al Señor, un corazón que glorifique a Aquél que lo ha
creado (2,10). Por esta razón los salmos, alabanzas eternas a Dios, son ya el gran libro de oraciones de la liturgia"9

(La "alabanza continua", cfr nota lV: 10).

2. El descubrimiento de la oración de alabanza y de acción de gracias

A. Una doble realidad

a) La escasea de nuestra alabanza a Dios: - Son muy pocos los cristianos que han descubierto la alabanza y la acción de
gracias a Dios.

Y conforme se canta a Dios en cierto lugar, "serán bienaventurados los que habitan en su casa, por los siglos de los siglos te alabarán". Este será el
oficio de los tranquilos, la obra de los desocupados, la acción de los sosegados, el afán de los seguros. Ea, ahora es tiempo de bendecir al Señor
todos los siervos del Señor. ¿Qué quiere decir, "Ea, ahora?". En este dempo. Porque, pasadas las tribulaciones, es evidente nos dedicaremos a
bendecir al Señor, conforme se dijo: "Bienaventurados los que moran en tu casa, por los siglos de los siglos te alabarán". Los que entonces han de
bendecir sin descanso comienzan ahora a bendecir al Señor: aquí, en las tribulaciones, en las tentaciones, en las incomodidades, en las adversidades
del siglo, en medio de las insidias del enemigo... Esto es: "Ea, ahora" es tiempo de bendecir al Señor todos los siervos del Señor".

San Agustín, citado por Y. Borragán, Vivir en alabanza, Ediciones Paulinas, Madrid, 1983, 200-201.

Cuando oramos, ordinariamente, caemos enseguida en la petición. Ciertamente ésta no deja de ser una oración excelente, tantas
veces recomendada por Jesucristo. Pero más excelente aún es la oración de alabanza, que tiene a Dios como centro. El llega a ser tan
importante para la persona que todos los demás modos de orar, dentro de su valor y excelencia, van detrás de esta manera: la
alabanza. El mismo Cristo nos certificó esta verdad.10

Por otra parte, la Escritura y la Liturgia nos invitan constantemente a alabar y a dar gracias a Dios. San Pablo insiste en esto con
tenacidad (Ef 1,18-19; 5,13-14; Filip 4,6; 1 Tim 2,1). Esta actitud se repite también en San Pedro (1 Pedr2,9).

9. J. Hausherr, Los laicos y la vida cristiana perfecta, (varios), Edit Herder, Barcelona, 1963, 50-51.

Cfr. J. Galot, La oración, intimidad filial, Edic. Desclee de Brouwer.

10. La alabanza continua: "Así el propio San Juan Crisóstomo (...) insiste con frecuencia sobre esta verdad (de la alabanza continua a Dios) por haberla
leído y meditado, pero, sobre todo, por haber experimentado su certeza y sus beneficios: nadie puede dañarnos más que nosotros mismos; los
acontecimientos que Dios quiere se convierten todos y siempre en bien de aquellos que creen en El.

"¿Qué decir? ¡Dios sea bendito! Esto que he dicho al partir, lo repito a mi regreso: cuando estaba lejos no he dejado de decirlo. Recordaréis que mencioné
a Job, declarando con él: Bendito sea el nombre del Señor por los siglos de los siglos (Job 1,21). Al partir os dejé esa prenda; la repito a manera de
acción de gracias. Bendito sea el Señor por los siglos de los siglos. Las cosas son diversas, una es la glorificación. Expulsado, daba gracias; de
regreso, doy gracias. Diversas son las cosas, pero el invierno y el verano tienen un mismo resultado, realizan el mismo fin: fertilizar la campiña.
Bendito sea Dios que ha permitido la borrasca, bendito sea Dios que ha disipado la tempestad y restablecido la calma. Digo esto para acostumbraros
a bendecir a Dios. ¿Te ha tocado en suerte un bien? Bendice a Dios y el bien se mantiene. ¿Te ha sucedido un mal? Bendice a Dios y el mal se
disuelve. Job era rico y daba gracias; se quedó pobre y glorificaba a Dios. En la primera época no se apropió de nada; en la segunda no blasfemó.
Otros tiempos, sí, pero una misma alma; la facultad principal no se dejó ablandar por la bonanza, ni tragar por la borrasca. Bendito sea Dios, cuando
me vi separado de vosotros y cuando os he vuelto a encontrar. Los dos acontecimientos provienen, de la misma providencia", La exhortación de San
Pablo en este punto es apremiante. Ef 5,19-20; Col 3,16-17; 1 Tes 5,16-17.

I. Hausherr, Los laicos y la vida cristiana perfecta, (varios). Ed it. Herder, Barcelona 1963, 104-105.

La profusión de salmos que o total o parcialmente protagonizan la alabanza y acción de gracias son muchos.

Se puede afirmar que apenas hay uno que, de algún modo no toque este punto y sea una exhortación a alabar.

La Liturgia sigue los pasos de la Escritura y se inspira en esta enseñanza y recomendación para empapar las oraciones de alabanza
y acción de gracias al Señor.

No obstante esta insistencia de la Palabra de Dios y de la Liturgia son pocos los que verdaderamente alaban al Señor y le dan
gracias.

Insistimos en algo que es fundamental en la vida cristiana: esta no es una afirmación gratuita y hasta injusta.

Son muchos los autores que la constatan. Instintivamente nos vamos a la oración de petición. Ciertamente hemos de pedir: el
mismo Jesucristo nos insiste y la evidencia de nuestras necesidades de todo género, nos impulsa a acudir a Dios Padre todopoderoso y
lleno de infinita compasión hacia sus criaturas. Pero corremos el peligro, en el cual más de una vez hemos caído, de considerar a Dios
como el proveedor, la solución de nuestras dificultades.

Y, ciertamente, que lo es. Pero es mucho más, sin dejar de ser nuestro socorro paternal.
La alabanza supone una actitud de "descentramiento" de sí mismo, para centrarse en Dios, en su ser, en su grandeza, en la
realidad de Sí mismo, merecedora de toda alabanza.

Y eso es, sin duda, uno de los frutos preciosos del Espíritu Santo que nos va instruyendo internamente y moviendo en lo íntimo del
corazón a alabar a Aquél que todo lo tiene de Sí mismo y que, en su bondad, se ha puesto a servicio de sus criaturas a las que da, en
su Hijo, Cristo Jesús, su misma vida divina

Es necesario, pues, que supliquemos con humildad al Espíritu de Jesús, que nos enseñe a valorar y a dar preferencia a la oración
de alabanza; que suscite en nosotros el deseo de alabar a la Trinidad con los labios y el corazón y que vayamos progresivamente
haciendo nuestra la recomendación de San Pablo de alabar y dar gracias a Dios en todo tiempo, circunstancia, lugar, situación interna o
externa (Ef 5,19-20; Col 3,16-17; 1 Tes 5,16-17).

Se da una dificultad especial en la alabanza cuando se trata de expresarla en alta voz, ante una comunidad, un grupo de oración. H.
Muhlen aborda certeramente este problema. Reservamos tocarlo en otro lugar.

b) La alabanza y la acción de gracias a Dios, fruto de la acción del Espíritu Santo: Es un efecto que siempre o casi
siempre aparece como fruto precioso de la acción del Espíritu Santo cuando se ora por la efusión del Espíritu Santo.

Puestos a ver el porqué sucede esto precisamente cuando el alma se halla de un modo especial bajo la acción del Espíritu, he aquí
algunas razones:

El Espíritu Santo la sensibiliza especialmente a estas dos maneras de oración, porque "El mismo es la acción de gracias por
excelencia".

"El es el amor de reconocimiento de Cristo para con su Padre, y es, sin duda, también porque teniendo por misión hacer penetrar
dentro de toda la verdad, lleva a que se comprenda mejor a aquel a quien se entregan las maravillas que, por amor, ha realizado la
Santísima Trinidad en favor de toda la humanidad. La creación, la encamación, la redención, la adopción filial, la Eucaristía, entran en
este admirable catálogo de obras "generales", para todos, que representan lo más profundo del amor de Dios para con el hombre.

A esto hay que añadir las obras realizadas en favor de cada uno, las particulares, que conforman la historia particular del amor de
Dios irrepetible en cada persona11.

11. "Es frecuente que estas dos formas de oración (la alabanza y la acción de gracias) operen curaciones y transformaciones interiores que por ellas y en
ellas se concedan muchas gracias. Esto es verdadero sobre todo de la oración de alabanza por más que sea una oración gratuita.

- Alabar obliga, en efecto, a descentrarse para centrarse en Dios, en Cristo, en el Espíritu y, por tanto, a salir de sí mismo, de sus problemas, de su
soledad, a olvidarse de sus miserias y de sus faltas, de sus inquietudes oara volverse enteramente hacia la Bienaventurada Trinidad; a darle gracias a
causa de Ella misma, de su inmensa gloria, de su indefectible misericordia; a extasiarse ante su eterna juventud, contemplar la plenitud de su vida y
amor que es la suya y tomar parte en ella.

El Espíritu Santo sensibiliza igualmente para alabar a Dios (sobre todo en la Efusión), porque le va descubriendo gradualmente la
vida íntima de las Personas divinas. Los que tienen experiencia de dirección espiritual y dan con almas que se dejan guiar dócilmente
por el Espíritu, se admiran de ver cómo son conducidas hacia un conocimiento amoroso de cada una de las personas y son movidas
interiormente a alabarlas y adorarlas.

El Espíritu Santo va descubriendo, según sus designios, el movimiento interno que incesantemente se opera en la intimidad misma
de la Trinidad y de la mutua relación de las tres divinas Personas. Y esta misteriosa realidad se opera precisamente en lo más íntimo del
alma donde habita, como en su morada, la misma divina Trinidad.

El mismo Espíritu que va descubriendo el ser íntimo de la Trinidad, las perfecciones de las tres Personas, la historia divina de amor
que se renueva incesantemente entre ellas, va también moviendo a alabarías, desde el fondo del corazón. Su actividad incesante de
amor mutuo, sus intervenciones maravillosas en favor de la humanidad, su infinita hermosura, bondad, poder, santidad, justicia,
misericordia, fidelidad, ternura, etc., son como la materia de la que brota el fuego de la más pura e intensa alabanza.

El alma parece que no puede menos de alabar a Dios en el que está sumergida y que, de algún modo, entra a conocer el misterio
del amor trinitario en sí, y para con los hombres. Se llena de admiración y se lanza a expresarla en alabanza y acción de gracias. Ambas
formas de oración; alabanza y acción de gracias, se intercambian entre sí sin mayor dificultad; se pasa de una a otra sin que esto cause
problema y se realiza en un espíritu gozoso.

El corazón encuentra entonces confianza, apaciguamiento, serenidad y gozo. Y por eso, gracias a la "efusión del Espíritu" se llega a dar gracias y a alabar
en todo tiempo y en toda circunstancia, aun en las más duras pruebas. Estas oraciones, en efecto, están, entonces, inspiradas por una fe
incondicional que da el Espíritu Santo en el amor del Señor. Se tiene una confianza absoluta en su providencia paternal, aun cuando no se comprenda
nada de su conducta, porque sus caminos no son los nuestros y sus pensamientos no son nuestros pensamientos" (Is 55,8).
Ch. Massabki, o. c., 239.

Las dos maneras de orar indicadas están íntimamente relacionadas con la adoración. Esta viene a ser como la flor de la oración; a
ella conducen las formas anteriores o la presuponen. Por eso, la adoración se mezcla naturalmente a la alabanza y a la acción de
gracias y se convierten en una preciosa trilogía que produzca frutos admirables en los grupos de oración cuando las personas se abren
y se sumergen en ellas bajo la acción del Espíritu7.

El tema, por su importancia, bien merecía una mayor extensión. No es posible dada la finalidad de esta guía para los grupos de
oración de la Renovación Carismática8.

V. LA ALABANZA

1. Actitudes pura alabar a Dios en los grupos de oración y características de la alabanza

a) Purificación interior: -Actitud de "humildad" sincera, nacida del conocimiento y reconocimiento de nuestra "dependencia" de Dios,
unida a la conciencia profunda de nuestra realidad de hijos suyos en Cristo, su Hijo.

Actitud de "arrepentimiento" sincero ante el reconocimiento de nuestros pecados y de nuestra respuesta mezquina ante su repetido
perdón y la generosidad de su amor; rectitud de "conversión", requisito, y, a la vez, fruto precioso de la alabanza.

Actitud de perdón dado y recibido generosamente.

Actitud de compromiso en la oración.1

1. "Una relación más profunda con el Señor exige una disciplina de oración y un ardiente deseo de Dios. La oración es un desafío formidable. Y la excusa
de falta de tiempo es signo de falta de seriedad.

¿Qué compromiso exige a los miembros del grupo de oración? Un tiempo de oración diaria.

- La lectura de la Sagrada Escritura.


- Tiempos de silencio y de soledad.
- Estar convencido del poder de la oración, en particular en su vida.

Estar atento a las indicaciones (discernidas) de Dios para su propio caminar. En la asamblea de oración es muy aconsejable pasar los 40 primeros
minutos en la alabanza. Esta oración no ha de ser forzosamente espontánea. (Aunque ella tenga una buena parte). Debe ser conducida y exige una
participación activa. Esto es lo esencial del encuentro. Se debe pedir a aquéllos que han recibido un don de oración y de alabanza que guíen también
la adoración.

b) Unión con el Señor por la fe viva: 1) En su presencia. 2) En su "actuación". 3) En su "poder" y en su "amor".


c) Entrega de todo el ser en la fe y el amor; a alabar: - Una motivación pura que se renueva, purifica y se va profundizando
cada día. Dios está presente en lo más íntimo de mí y en la comunidad; en esta realidad creo y en ella me entrego a alabarlo, adorarlo,
darle gracias.

Eliminar cuanto robe la atención hacia el Señor, al que nos volvemos sosegadamente cuando algo ha turbado nuestra comunicación
ofreciéndoselo con humildad y con amor. Reavivamos nuestra fe en su presencia en cada uno y en la comunidad, aunque interiormente
no tengamos percepción alguna de ella.

Pero esta entrega de todo el ser a la oración, no es una realidad que se pueda manejar a discreción. Ni una disposición que
podamos actuar automáticamente, ni crearla en nosotros con sólo el buen deseo y el ponernos a ello. Necesitamos, también aquí la
acción del Espíritu Santo que va trabajando en el interior conforme a su designio sobre la persona y a la generosidad de la respuesta. El
se muestra sumamente respetuoso con las facultades, la psicología y la libertad que nos ha dado. Por ellas pasa y, aunque puede
sobrepasarlas y actuar de un modo extraordinario, esa no es su pedagogía normal2

Por eso es, ordinariamente, necesaria una preparación que vaya gradualmente disponiendo al alma a una entrega más y más
sincera y profunda a la acción del Espíritu. En este sentido, pueden jugar un gran papel los cantos que, habitualmente, forman parte de
la preparación.

Entonces el grupo de oración puede llegar a ser un lugar de curación y de crecimiento. Se debe venir preparado, lleno de vida, abierto. Cuando se reúnen
así las personas para orar, se recibe el poder del Señor. Y siempre más: "el ojo no vio ni el oído oyó lo que Dios ha preparado a los que le aman" (1
Cor 2,9). Y esto, gracias a la cualidad de nuestro compromiso. Un grupo que se compromete en la oración se convierte en eficaz para la parroquia, la
comunidad, la Iglesia. Los Apóstoles han recibido esta necesidad de aprender a orar: "Señor, enséñanos a orar". El (Jesús) les respondió y les dio el
poder en la oración. El grupo de oración no crecerá y no cambiará si no nos comprometemos en la oración". M. Barry, Tychique, n.73, mai, 1988, 10-
11. 2. Yves Raguin, Maestro y discípulo, Edic. Narcea, 1986, 61.

De aquí que no es indiferente elegir unos u otros, aunque los que abren esta preparación sean alegres, movidos, entusiastas.

7
12. Recomendamos, de entre la gran literatura que existe hoy en libros y revistas, las obras siguientes, por su valor y su mayor facilidad de adquisición para los servidores
de la Renovación Carismática:
- Juan Manuel Martín-Moreno, Alabaré a mi Señor, Ediciones Paulinas, Madrid, 1982. y
8
13Vicente Borragán Mata, Vivir en Alabanza, Ediciones Paulina, Madrid, 1983.
-1. Hausherr, Adorar al Padre en espíritu y en verdad, Ediciones Mensajero, Bilbao, 1968.
El hecho de tratar de vencer las dificultades que se nos presenten, los estados de ánimo adversos, el dejarse captar por el ambiente
del grupo de oración..., son elementos que contribuyen a esa entrega total de todo el ser a la alabanza, que debería conformar el clima
íntimo de la oración.

Orar uniéndose a los demás, desde el fondo del ser. Orar, por tanto, unidos a Cristo, en El, con El, en la fuerza del Espíritu.

d) Participación activa: - No aislarse en el interior de sí mismo, constituyéndose en una "isla", y quedar al margen de la
comunidad reunida en el nombre del Señor.

No orar por propia cuenta calladamente, mientras un hermano alaba al Señor (en nombre de la comunidad).

Seguir las indicaciones del que dirige la oración y no dejarse enredar por los juicios interiores cuando su comportamiento no fuere
tan prudente o discreto.

Orar (sin caer en los extremos del mutismo o del acaparamiento de la oración) sin miedo a manifestarse tal como se es.

Tener en nuestras intervenciones el sentido de la oportunidad. Para ello, se debe estar atentos al curso que sigue la oración. Que
ésta, el texto elegido de la palabra, los cantos... estén acordes con lo que se expresa a través de los hermanos. Por eso, hay que saber
escuchar: si la plegaria gira en torno al agradecimiento, no introduzcamos el tema de la curación.

e) La motivación para la alabanza: Resumidamente, sé puede sintetizar en: 1) ALABAR A DIOS POR LO QUE "ES EN SI MISMO".
2) POR LO QUE ES "PARA CON NOSOTROS". 3) POR SUS MARAVILLAS: en la creación, en la redención...

2. Características de la alabanza

a) Carismática: - Por la presencia actuante del Espíritu Santo:

Es el cumplimiento de la promesa de Jesús (Mt 18,19-20), en referencia a la acción que realiza en el interior de cada cristiano. Se
trata de una presencia por la que el mismo Espíritu, al habitar en nosotros, nos constituye "santuarios" suyos; moradas en las que vive y
actúa suscitando en nosotros la oración, acompañándonos en ella, elevándola. Se hace oración del mismo Espíritu y, por tanto,
sumamente agradable al Padre que oye en nuestra voz la de su Hijo, Cristo Jesús al que estamos unidos, pronunciada en la fuerza del
Espíritu (1 Cor 6,19; 3,16-17).

Es la presencia del Espíritu que viene en auxilio de nuestra debilidad, de la imperfección de nuestra oración para enderezarla, darle
fuerza, ordenarla (Rom 8,26-27). El Espíritu Santo, por derecho propio, por misión inalienable, es el "maestro" de toda oración
auténticamente cristiana, y no puede haber oración que, con propiedad se la pueda calificar con ese adjetivo, si no es en y con el
Espíritu de Cristo, que debe ocupar el centro de nuestra oración3.

La presencia del Espíritu en nuestra oración, personal o comunitaria, nos "entrega" a su acción, si aceptamos ser guiados por El. No
se trata de un mero ponerse a orar, como si el solo hecho, nos sumergiera en su influencia.

Como responsables, aun de la acción del Señor en nosotros, la cooperación exigida por el mismo Espíritu, nos grava con la
respuesta de la aceptación de su obra a través del empleo de nuestras facultades, sobre todo, del sí que, de modos diversos, ha de dar
nuestra voluntad.

Porque el Espíritu Santo despliega sus dones, diversos, para la edificación de la comunidad: Subordinados al "Dador". Signos di su
presencia. Constructores de la "unidad" en la "comunidad", en el crecimiento en Cristo.

b) Comunitaria: - Porque la hacemos en la presencia, actuación y a imagen? de la Trinidad, (la suprema y eterna Comunidad).

Porque no es la cercanía física; ni las motivaciones humanas las que nos reúnen.

Porque la unión en el grupo, puede ser un primer paso hacia la formación de la comunidad en Cristo, primero, dentro del mismo
grupo; después, fuera; por fin, con lazos especiales... (De aquí la importancia de ubicarse en un grupo determinado; de servir a un
solo grupo, fuera de casos excepcionales).

3. Y. Congar, Je crois en l'Espril Saint, 2, Edit. du Cerf., París, 1979, 151-155.

c) Trinitaria: Toda la Trinidad se hace presente.

El Padre a quien se alaba: por sus obras; "por ser Él quien es", sobre todo.

El Hijo, Cristo, "centro" de la reunión de alabanza: por El alabamos al Padre y a El mismo, porque el Padre se nos manifiesta en El y
realiza sus obras por El.

El Espíritu Santo porque sólo con su poder somos capaces de alabar dignamente; en y con El juntamente. El nos construye con su
fuerza interior y con sus carismas (1 Cor 12,3; Rom 8,26-27).

Es una alabanza al Padre: La alabanza se dirige al Padre. Se le alaba dejando a un lado, en segundo plano, necesidades y
preocupaciones personales. Es seguir el ejemplo de Cristo que, repetidamente, se dirige al Padre en una sencillez y amor filial
conmovedor (Mt 11,25ss.).
Este carácter "paternal" de la oración de alabanza está en íntima relación con el ser y el actuar salvífico del Padre, realidad viva de
amor creador y redentor; de providencia que todo lo abarca; de bondad siempre fiel; de presencia inefable, de amor misericordioso y
comunicativo.

Las formas de expresar la alabanza, sencillas, aportan frecuentemente, tesoros de profunda teología:

"Te alabo, Padre, porque eres bueno". "Te alabo por tu infinita misericordia"... Así, la alabanza carismática pone al Padre en el
"centro" mismo de la comunidad orante y en el centro del corazón que se expresa en alabanza y acción de gracias.

Alabar al Padre "es la actitud normal de la criatura frente a Dios": reconocer su dependencia y su filiación divina. Se centra en Dios
adorándolo porque es Dios, Padre nuestro4.

Oración por Cristo: La oración de alabanza en los círculos de oración de la Renovación Carismática se dirige, igualmente a Cristo.
No se preocupa ni hace problema de si va dirigida directamente al Padre o a Cristo Jesús. El hecho de la invocación a Jesucristo ha
pasado a ser un aspecto típico de la Renovación. No en vano lo han aceptado en sus vidas profunda y definitivamente, como a su Señor
y Salvador. Pasa a ser, de hecho, el que domina el círculo de oración, sobre todo porque El es, en verdad, la Cabeza invisible de la
comunidad unida a la Humanidad resucitada de Cristo (Rom 6,4-6), formando un solo cuerpo (1 Cor 12,12) y en el que participa de la
plenitud de su vida por el Espíritu (Col 2,9; Ef 1,22-23)5.

4. M. Casanova, La oración hoy (varios), Edic, Mensajero, Bilbao, 1977, 230.

La atención se dirige hacia la persona de Cristo. Todas las actividades se fundan sobre la fe en la presencia del Señor en medio de
la asamblea, y actuante por su Espíritu.

La alabanza y acción de gracias varían del mismo modo que son diversos los aspectos del ser y del actuar salvífico del Señor. Van
desde expresiones sencillas de afecto, hasta alabanzas matizadas de un amor ardiente y sereno, e irrupciones de un sentimiento sano,
pacificante y acaparador.

Cuando uno se ha dejado captar por el ambiente en el que reina el Señor y ha entrado en la dinámica de la alabanza, le parece lo
más natural expresarse de un modo que antes le parecía imposible.

Oración en el Espíritu Santo: El Espíritu Santo es el autor de la vida filial respecto de Dios y de la toma de conciencia de esta
realidad en el que ora (Rom 8.14-15; Gal 4.6).

El no ora sino porque hace orar y hace orar como hijos de Dios ante el Padre celestial, pero en el Hijo, Cristo Jesús.

El reconocimiento de esta realidad, conduce a adorarlo en ellos mismos, a pedir su acción para alabar al Padre a través de Cristo en
El (1 Cor 3,16; 6.16; Ef 2,21-22; Rom 8,14-17)

Cristo se halla presente por su Espíritu, toma activamente la dirección de las asambleas y las inspira6

La nota distintiva que hace de la oración de alabanza trinitaria oración en el Espíritu Santo "es que la oración es dada por El y
recibida como tal. 7

5. W. Smet, Yo hago un mundo nuevo, Edit. Roma, Barcelona, 1975, 163.


6. W. Smet, o. c., 163.
7. Es la estructura de toda la liturgia: el culto que el Nuevo Pueblo de Dios, cuerpo de Cristo y templo del Espíritu Santo ofrece y da al Padre: al Padre
por el Hijo en el Espíritu.

Otro aspecto de la oración de alabanza en el Espíritu Santo son los carismas. Se valoran, aprecian y desean, pero, antes que
todo, se aprecia y pide el don por excelencia: el Espíritu Santo de quien esperan actúe en sus vidas poderosamente transformándolos en
Cristo, a quien se entregan con todo su ser.

d) Una oración de alabanza sencilla, espontánea, libre, íntima:

Es una oración sencilla: Es lo opuesto a "complicado": la persuasión íntima de la paternidad divina y de la dependencia filial de
Dios, el amor que enciende el corazón que ha penetrado esta realidad hace que la expresión esté exenta de todo artificio y que el modo
y el lenguaje se hallen marcados con la sencillez.

Cada uno se expresa como es. Pero el tono, la vibración oculta, da el encanto de lo que nace fresco en el corazón.

No se puede confundir sencillez con "ingenuidad" y menos con chabacanería. Como tal no se ha de contar la expresión de personas
menos cultas que alaban sinceramente, aunque su lenguaje sea, a veces, incorrecto. Los que se adhieren a estas oraciones han de
evitar detenerse en estos modos y menos hacer juicios internos sobra ellos.

No caigamos en la tentación de considerar la alabanza sencilla como "simple": a medida que vamos penetrando en la oración de
alabanza, vamos captando toda la riqueza espiritual que se encierra en estas expresiones que nacen del corazón profundo motivado
sólo por el deseo de alabar al Señor.

No nos sorprendamos si encontramos dificultad en expresarnos al comienzo. El ejemplo de los hermanos, la gracia de Dios, la ayuda
que debemos estar prestos a recibir nos irá abriendo a una oración, a la vez sencilla y sincera.

Una oración espontánea: La oración de Jesús al Padre rezuma espontaneidad (Lc 10,21;Jn 11,41).
Nos dirigimos al Padre por Cristo, Sacerdote de la definitiva alianza, porque somos sus miembros, su Cuerpo -un solo hombre nuevo y esto lo
hacemos en un solo Espíritu, porque "todos hemos sido bautizados en un sólo Espíritu para ser un solo cuerpo, judíos y griegos (1 Cor 12,13; Ef 4,4).
Y este Cuerpo es "un templo santo en el Señor".
Y. Congar, o. c., 1-9.

Tiene un profundo fundamento teológico: Dios nos ama y acepta como somos. Por tanto, hemos de presentarnos ante él sin
máscaras, en una respuesta auténtica.

La oración espontánea se opone a la oración "prefabricada"; preocupada por lo que se va a decir, cómo se va a decir y qué
pensarán los demás.

Pero no quiere decir lanzar lo primero que se nos venga a la mente, fuere lo que fuere, ni dejarse llevar de la emoción del momento.
La oración espontánea exige discreción, respeto de la marcha y orientación que el Espíritu Santo va marcando a la oración;
consideración al auditorio y, sobre todo, a Dios. Hay que armonizar elementos diversos, sin matar ninguno de ellos.

Menos aún hay que confundir la espontaneidad con la oración de tipo "exhibicionista'' o "emocionalista". Estaría muy lejos de ser
espontánea.

La oración espontánea evita cuidadosamente el "formulismo"; la "rutina": ese expresarse siempre del mismo modo sin creatividad, ni
variedad alguna como si hubiera hallado una fórmula de la que no me aparto. La creatividad no es expresarse de modos raros y
llamativos; es ir enriqueciendo nuestra alabanza con la práctica, la experiencia propia y ajena; con la oración personal hecha do
antemano: con la acción, sobre todo, del Espíritu Santo que nos ayuda a enriquecer nuestra alabanza al Padre y a Jesucristo.

Aquí tiene campo para actuar discretamente la enseñanza y las orientaciones del servidor.

El mismo tono de la voz detectará la sencillez y espontaneidad de nuestra alabanza. Cuidémonos de tomar un tono que desdiga del
que solemos usar en nuestras conversaciones sencillas y, a la vez, dignas. Toda voz engolada, altisonante, "emocionalista" ...delata
falta de sencillez y espontaneidad y hace dudar de la "autenticidad" de nuestra oración. Con todo, el tono más o menos alto depende de
la magnitud de la asamblea y del local. Siempre ha di ser tal que oigan con facilidad cuantos están en él, fuera de casos excepcionales8

8. S. Tugwell, Did you receive the Spirit? Darton, London, 1971, 18.

Una oración libre: "La asamblea de oración es una forma di culto que combina un máximo de libertad y comunidad"9.

Es una forma colectiva de oración, pero dentro de este contexto, la libertad personal queda plenamente a salvo.

La única condición es que todo se haga en una atmósfera de fe, de amor y de orden10.

Es libre porque todos pueden participar y hacerla en la forma que mejor les acomode, siempre respetando las constantes a que nos
hemos referido anteriormente.

Debe, por tanto, conservar ese sabor de adoración, acción de gracias con los que da culto de alabanza al Señor.

La libertad en la oración de la asamblea no destruye su carácter comunitario; lo intensifica, al permitir que cada uno aporte su
contribución a la oración general y exprese sus necesidades personales, en los momentos de petición, fuera de la oración de alabanza
como tal.11

La libertad en la alabanza excluye la coacción de cualquier modo que sea; pero no el que las oraciones de los demás puedan ser
fuente de inspiración, bajo la guía del Espíritu, para reinar en todo grupo de oración

Oración íntima: En el grupo de oración de la Renovación Carismática existe un aspecto o desarrollo externo flexiblemente
estructurado y una "dinámica espiritual".

Entre los elementos que constituyen esta dinámica espiritual, está la intimidad de la oración. Sin ella, todas las demás cualidades
oración comunitaria en la Renovación carecerían del alma que las vivifica.

Oración íntima es ponerse en contacto con el Señor desde el fondo de nuestro ser: El está presente en lo íntimo de
nuestro corazón; la Trinidad nos invade, cada Persona divina en la realidad de su ser personal y de su diversa misión. Ponerse en
contacto desde el fondo de nuestro ser es hacernos conscientes de esta realidad; suplicar su ayuda y, sobre todo, abrirnos a su gracia, a
la acción del Espíritu Santo.

9. E, D. O'Connor, La Renovación Carismática en la Iglesia Católica, Lasser Press Mexicana, 1974, 102,
10. W. Smet, o, c, 163-164.
11. E. D. O'Connor, o. c., 102.

Es, por tanto, una entrega total, en quietud interna, pacificante e intensa al Señor.

Oramos con todas nuestras capacidades: con la razón, con el corazón, con las emociones, con nuestro silencio y aun con nuestro
cuerpo.

Es orar sin reservas interiores, sin disimulados bloqueos de miedo, con un ser totalmente abierto y orientado hacia el Señor y
estando presentes a lo que se dice aquí y ahora.
Es orar en Dios, con Cristo, en la fuerza del Espíritu y bajo su acción. Sin El nuestra oración sería una simple recitación: "Es
fácil decir exteriormente la alabanza sin haber entrado realmente en oración".

"La oración no puede alcanzar todo su valor más que si empeña verdaderamente la persona y une a Dios el interior del ser
humano"12 "Una oración muy próxima a lo vivido, no porque uno dé cuenta de sus emociones y pequeñas historias personales, sino
porque la sinceridad es tal que nada pasa que no sea "verdadero". Una oración existencial en la que uno ora con lo que es. Si no se
exhiben las emociones, las pulsaciones del corazón las delatarán. La oración así compartida, se convierte, por el Espíritu Santo, en
escuela para aprender a disolver las rivalidades y amortiguar los encontronazos. Escuela de condescendencia y de perdón. ¡Todo ello
muy comunitario!"13

e) Oración que es expresión a la vez personal y comunitaria: "Una dimensión de la oración no se esfuma en provecho de la
otra. Cada persona puede manifestar lo que ella vive en lo más profundo de su corazón sin perturbar el desarrollo de la oración
comunitaria. Esta une en la escucha íntima de lo que el Espíritu hace vivir personalmente. Cada uno expresa una oración muy personal
que no se podría comparar a la de otro miembro de la asamblea; y al mismo tiempo no hay más que una sola oración, la de la asamblea
que en la comunión de todos, es movida por el Espíritu como si no fuera sino una sola persona. La presidencia se ofrece al Espíritu
Santo"14

12. J. Galot, La oración, intimidad filial, Desclée de Brouwer, bilbao, 1969, 130.
13. L. Roy, Los Jesuitas y la Renovación Carismática, Centrum lgnatianum Spirituali- tatis, (CIS), Roma, 1984,125.

Tal debería ser, por consiguiente, la oración semanal de los asistentes a los grupos de oración que el Espíritu Santo se derramara
en un nuevo Pentecostés. "En efecto, la asamblea de oración carismática desea ser antes que todo una nueva petición de la Efusión del
Espíritu sobre todos y cada uno, un pequeño Pentecostés"15.
14. B-V. Aufauvre. G. Constant. E. Garin, Qui ferá taire le vent? Desclée de Brouwer, Paris, 1988, 92.
15. Obra citada en el n.14, 78,

VI. LA ALABANZA EN LOS GRUPOS DE ORACIÓN TENTACIONES CONTRA LA ALABANZA. EL ATEISMO DEL
CORAZON

A. Tentaciones

Tratándose de algo tan fundamental en el grupo de oración como la alabanza, abordamos el tema de las tentaciones que van contra
ella, y por las que no pocos se sienten atacados. Enumeramos algunas que la experiencia confirma darse en muchos de los que no
participan en los grupos y también en algunos de los que asisten a ellos.

a) Hacer o querer hacer todo en la vida, menos alabar. No tenemos confianza en el fruto de la alabanza. Falta el espíritu
de fe. Frecuentemente la dificultad que experimentamos ante el modo de alabar al Señor en los grupos de oración responde a un
concepto equivocado que tenemos de nosotros mismos, de Dios y de la alabanza: de nosotros mismos, porque nos consideramos,
quizás inconscientemente, "demasiado crecidos" ante Dios para detenernos a comunicarnos con El de esta manera que juzgamos
ingenua, demasiado sencilla. Creemos saber mucho sobre Dios y no estamos dispuestos a hacemos pequeños en su presencia, ante El.
Es, precisamente, lo contrario: nos disminuimos cuando actuamos llevados de estos criterios que indican no haber captado la
enseñanza de Jesús, cuando nos invita a hacemos como niños ante nuestro Padre celestial (Mt 18,4).

Responde también a un concepto adulterado de Dios: El es verdaderamente nuestro Padre y la voz que irradia lo íntimo que en
nosotros hay para El, le arrebata y su amor se hace incontenible. Así hemos de ver a Dios nuestro Padre y ésta es una gracia que nos
da, si nos hacemos pequeños ante él.

Arguye también un concepto equivocado de la oración de alabanza. Nada hay tan recomendado por San Pablo como este modo de
comunicarse con Dios, que imita, aunque de lejos, la oración de la bienaventuranza. Es todo nuestro ser, en su profunda intimidad, el
que expresamos. En ella vertemos nuestro amor, nuestra admiración, nuestro agradecimiento...1.

b) No alabar al Señor cuando nuestras obras no son buenas:

Creemos que el valor de la alabanza parte de nosotros mismos, de nuestras obras buenas.

Olvidamos que es un don gratuito de Dios y que no se merece; que el valor "fontal" está en el Espíritu Santo que alaba en nosotros y
con nosotros. Es Él quien suscita en el interior del alma la alabanza (Rom 8,26-27; Gal 4,6-7)

Sólo alabando al Señor podremos convertirnos.

1.- Estar dispuestos a hacer "cualquier cosa antes que alabar al Señor" arguye una deficiencia radical, que ocultamos, quizás inconscientemente, tras
múltiples excusas. Frecuentemente delata una persuasión, debida a la formación recibida, de que la religión es asunto privado; que no debe, por tanto,
manifestarse en público, menos de esa forma "llamativa" de proclamación en voz alta. Existe para mochos una esfera íntima de la religiosidad que les
exige cuidar de guardarse celosamente de toda expresión pública, aun de algo tan excelso como es alabar al creador y Señor de todo, y padre
amoroso de cada uno. Yo no puedo manifestar ante los demás toda mi relación personal con Dios! No estamos habituados a comprender la oración
tampoco como un servicio a la fe de los demás, a alabar a Dios y a hablar de El de forma que la oración tenga también un carácter de proclamación.

Por eso, nos sentimos mal no sólo cuando se nos pide orar de ese modo, sino incluso cuando oímos a otros expresar su amor, su admiración, su
agradecimiento a Dios en voz alta. Nos parece que están violando la intimidad propia y la ajena y harían bien en callarse discretamente y guardarse
para sí esas "emociones fuera de lugar". Por eso caemos en la tentación de estar dispuestos a hacer todo menos alabar de "ese modo" al Señor.
Extraña persuasión y más aun extraña manera de proceder, sobre todo si confrontamos nuestra actuación en la vida: damos rienda suelta a las
manifestaciones espontáneas para expresar los sentimientos más nuestros ante el arte, la naturaleza, el deporte, estados de ánimo que nos agitan...
Parece que tenemos derecho a no reservarnos el mundo interior, pero lo ocultamos celosamente cuando se trata de la realidad suprema en la vida del
hombre: Dios y nuestra relación personal con él. H. Muhlen, Espíritu, Carisma, Liberación, Secretariado Trinitario, Salamanca, 1976, lpassim .

c) No alabar cuando no sentimos en el corazón palabras de alabanza: cuando no sale espontánea: Creemos ser hipócritas si
alabamos con palabras que no salen del corazón.
El hombre no es pura espontaneidad. No siempre la alabanza puede salir de un corazón alegre; nos faltan, muchas veces, las
palabras "sentidas".

Querer alabar al Señor, está siempre en nuestra mano, porque es un acto de la voluntad y contamos con la gracia de Dios para
ello. Él ve en lo profundo del corazón. Por más secos que nos sintamos, espera de nosotros, sus hijos, la alabanza y se complace en
ella extraordinariamente. No caigamos en una tentación sutil que nos puede atacar muchas veces. Viene del Maligno.

d) Abandonar la alabanza porque nos molesta un hermano o hermana del grupo con su manera de alabar, de ser o de obrar:

Hacemos depender la alabanza no de la realidad de Dios que merece infinitamente ser alabado, sino de nuestra limitada realidad
e imperfección.

No deberíamos tener en cuenta cosa o persona alguna cuando se trata de asistir a los grupos para alabar a Dios o cuando lo
hacemos privadamente.

Debemos centrar en El nuestra mente y corazón. La única preocupación de todo nuestro ser, es alabarlo.

Prescindamos de las formas que usan los compañeros de alabar, a no ser que seamos guías de la reunión de oración y usen
maneras inadecuadas o fuera de orden y necesiten ser educadas o corregidas.

e) Ir al grupo de oración a conseguir cualquier fruto concreto: convencerá Dios que El haga mi voluntad en ve^ de escucharlo y
realizar su querer, no el mío

Cuesta aceptar una muerte al admitir que Dios sea quien disponga de mí; quien tome la iniciativa sobre mí. Consciente o
inconscientemente, quiero "domesticar" a Dios, ponerlo a mi disposición.

La actitud interna del que va a un grupo de oración debe ser: escuchar con el corazón la Palabra de Dios; creerla fielmente:
hacer de mi vida una vida de "alabanza".

La alabanza no se puede instrumentalizar. Ella producirá, como una feliz consecuencia, el cambio de vida, la sanación...

f) Creer que la alabanza es alienación o espiritualismo que libera del compromiso ascético y social. Así dicen los que no conocen o
conocen superficialmente la auténtica oración de los grupos:

Si así fuera, se estaría confundiendo la fe con la magia. No se puede encontrar a gusto alabando a Dios olvidándose de trabajar
seriamente por el progreso espiritual propio y por ayudar a realizar un mundo de justicia y amor como el Señor quiere. Necesitamos
tomar nuestra propia responsabilidad sin quitar para nada la primacía del Señor y su obra primordial a la que nos asocia.

Alabar es no sólo orar sino, sobre todo, vivir la obediencia a Dios; conformamos a la imagen de Jesucristo (Rom 8,29-30) en todo.

g) Creer que alabar a Dios por todo puede conducir a un fatalismo o a la indolencia: La raíz está en tener como
primer criterio nuestra lógica humana, querer someter a Dios a nuestra manera de juzgar las cosas; determinar nosotros lo que es
bueno o malo; olvidar que el Señor ha hecho de la cruz, gloria; del sufrimiento, instrumento de salvación y de glorificación. Hay en todo
esto un racionalismo oculto.
h) Creer que, puesto que la alabanza es un don y yo soy "malo " con Dios, no puedo obtener tal don; no estoy llamado a la
alabanza: Es tener un criterio "humano": pensar que Dios ama sólo a los buenos y da sus dones a éstos.

Recordemos: el amor de Dios es totalmente distinto al nuestro. (Repasemos la parábola de la oveja perdida; del hijo pródigo... Le
15,3ss.).

Creamos en el amor de Dios; seamos "pequeños" y confiados; proclamemos el amor de Dios, las maravillas de su misericordia; esto
es alabar9.

I) No valorar las expresiones corporales como integradas al don total de la persona que alaba: No lo olvidemos:
desde el punto en que el hombre es una realidad única, el cuerpo con sus manifestaciones discretas es uno de los elemento de
alabanza:

"El cuerpo que es parte integrante de la persona, es también medio de acción y de expresión del alma que lo habita y que está
profundamente comprometida en todas sus acciones: es también medio de comunión para espíritus encarnados, como nosotros, que no
pueden comunicarse más que por signos o gestos corporales"3

j) Aislarse de la comunidad de alabanza: Cuando en un grupo de oración se reúnen las personas para alabar al Señor, se puede
hablar del "nosotros" de la comunidad. No se trata entonces de un proceso de dinámica de grupo. Hay que recordar que en esta ocasión
se cumple el hecho de haber sido todos bautizados con el único Espíritu para formar un solo cuerpo, y de que sobre todos se ha
derramado el único Espíritu (1 Cor 12,13) y que por tanto, no se da un sólo órgano en el cuerpo sino muchos. Por tanto, cada persona
aporta algo muy concreto en el grupo reunido en oración. Consiguientemente, "una persona sola no es la "asamblea"; y en una persona
aislada, que vive para sí misma y que ora, Dios no puede estar presente como Aquél que quiere actuar entre nosotros y en medio de
nosotros"4

9
2 M. Rodríguez Espeja, ICoinonía, no. 39-40, en. abril, 1983, 38-39.
En la asamblea de oración la alabanza de cada persona, lo mismo que en el culto, es necesaria. No se pretende decir con esto que
todas y cada una tienen que alabar al Señor; puede ser, que no haya oportunidad para todas; y aunque la hubiera, puede suceder que
algunas no se sientan inclinadas a orar en alta voz. Lo que se quiere decir es que ninguna de ellas debe aislarse del conjunto e ir "por
sus caminos", con diversos pretextos. Cada una debe adherirse, hacer suya la oración de la persona que, en nombre de la comunidad,
ahora alaba al Señor. De este modo está actuando como miembro activo de la comunidad reunida para alabar al Señor y está apta para
recibir lo que el Señor quiera hacer en esa comunidad, en el "nosotros" comunitario.

k) El "tabú" de la falsa intimidad: - Es indudable que ha habido un tradicional olvido del Espíritu. Y como consecuencia de esto, Dios
mismo es cuestionado. Aún más, este hecho nos ha conducido a olvidarnos de orar y de no tomar en serio, con la seriedad única que
merece, al mismo Dios.

3. C. Colombo, Perfección cristiana y vida conyugal, en: Los laicos y la vida cristiana perfecta, (varios), Herder, Barcelona, 1963,220.
4. H. Muhlen, o. c, 217.

Podríamos, con H. Muhlen, arriesgar la frase de que vivimos, frecuentemente en la práctica, como si Dios no representara nada para
nosotros. ¿No hemos llegado a convertirnos un poco en ateos prácticos en el fondo de nuestro corazón?

"Muchas cosas lo demuestran: cuando se trata de hablar con Dios en voz alta y de forma personal, es decir, no en una oración
mental aprendida de memoria y en la que utilizamos mil reserva, nos atascamos en unas pocas frases, porque en esta forma de
abandono personal se presupone que hay alguien presente aquí y ahora, a quien se habla. No es cuestión de una "esencia suprema"
(...), sino de aquel Dios entre nosotros, a cuya proximidad efectiva alude el culto primitivo de los cristianos (Cf. 1 Cor 12,25).

Por eso nos avergonzamos cuando tratamos de hablar con Dios en voz alta y de forma personal. Y por si fuera poco, desde siglos
atrás se nos ha ido diciendo: "¡La religión es asunto privado! Tú no debes exteriorizar tu relación con Dios, y, especialmente tus
sentimientos religiosos. ¡La religión es cuestión de ideas! Tú no debes abandonarte a tus sentimientos religiosos; debes reprimirlos,
porque no pueden valer como base para el juicio de tu razón. Y sobre todo, da testimonio de tu fe, pero no en público (...); no debes dar
un testimonio personal de tu fe"5.

Hablamos de "tabú" porque cuanto se refiere a la relación personal con Dios, de un testimonio personal de oración, de la alabanza
que suele ser tan normal, fácil y sanamente espontánea en los grupos de oración, es considerada por muchos como algo inconveniente.
Y esta realidad que se convierte en auténtica tentación para los que miran desde fuera las reuniones de oración en la Renovación,
puede atacar -y de hecho lo hace- a quienes comienzan y aun asisten a ellas por años enteros.

5. H. Muhlen, o.c., 21-22

No hemos de extrañarnos de vernos hechos blanco de ella. Pero ceder, es dejarnos guiar por un reparo, por una idea errónea
respecto
de la intimidad personal. Ciertamente, hay experiencias, luces recibidas, situaciones internas... que deben ser reservadas. Permanecen
un secreto íntimo para nosotros. Pero, aparte de estas zonas acotadas, hay multitud de hechos, experiencias de Dios... que sería
provechoso compartirlas como una vivencia social, comunitaria de Dios, de la acción de su Espíritu. Y la alabanza entra como un
elemento excepcional en este campo: en ella tendemos, anhelamos expresarle al Señor lo que hay de mejor para él en nuestro corazón;
lo que de él conocemos, amamos, admiramos, deseamos, agradecemos. Y lo expresamos ante nuestros hermanos en una experiencia
común que nos fortalece, nos une en el amor y revitaliza nuestra fe.

Es necesario, pues, destruir el tabú de una falsa intimidad que nos hace vivir encerrados en nosotros mismos y nos priva del bien de
compartir la experiencia de fe con los demás.6

B. El ateísmo del corazón

La incluimos en esta instrucción porque, aunque más bien se trata de una actitud, se acerca a lo que podemos llamar "tentación" en
un sentido amplio, general.

Seguimos de cerca el pensamiento de H. Muhlen que analiza certeramente esta realidad.

Adelantamos como una afirmación, compartida por muchos teólogos competentes en este aspecto, que tratamos el hecho de que los
"ateos teóricos" son una mínima parte, si no han sido educados desde su niñez o juventud en una ideología que rechaza a Dios.

6. Sobre este tema existen artículos que abordan directa o indirectamente el problema y aun libros en los que se hace referencia a una inusitada cerrazón
fuera de lugar. Esto resulta más llamativo cuando se ve constantemente la actitud del mundo juvenil tan orientado y deseoso de compartir sus
experiencias. Card. L. J. Suenens, ¿Un nuevo Pentecostés? Desclée de Brouwer, Bilbao, 1975, 58-62.

El tema ha sido tocado sobria, precisa y claramente por el P. General de los jasuitas P, H. Kolvenbach, en varias ocasiones, hablando a sus súbditos y
animándolos a ir entrando en esta corriente del compartir discretamente lo espiritual comunitariamente.

El que esto se dé con una insistencia mayor en nuestros días, hace que sea válida la conclusión de que aumenta el número de los
ateos prácticos o, al menos, de los que se llaman "agnósticos"; es decir, de quienes son totalmente indiferentes al hecho de que Dios
exista o no. No les interesa, no entra para nada en su pensamiento ni en su vida, son indiferentes ante esto. Pero sí abunda el número
de los "ateos práctico?', en una proporción mayor o menor en cada país.
He aquí algunas raíces y causas de esta realidad:

a) "Apenas consideramos posible, y, por consiguiente, no lo esperamos, que el Espíritu Santo de Dios y de Cristo, esté presente y
sea eficaz entre nosotros como en las primeras comunidades cristianas"7
b) Se insiste en la imposibilidad o, al menos, en la fuerte y casi insuperable dificultad, de tener acceso a Dios a través de los
sentidos; acceso reservado a algunos filósofos que han llegado a El a través de la sola razón, descubriéndolo como causa final.
c) Se ha dado una fuerte insistencia en considerar a la religión como asunto "privado" y, por tanto, una enseñanza casi programada,
de que se debe cohibir toda manifestación pública religiosa de los sentimientos, como algo carente de seguridad y objetividad. De aquí
se ha llegado al paso siguiente: no se debe dar ante los demás testimonio de la propia fe.8

7. H. Muhlen, o. c., 67,


8. "...los pobres del Nuevo Testamento son pueblos de alabanza. Entre los que "aguar dan la consolación de Israel" reseña Lucas los tres himnos de
alabanza más bellos del Nuevo Testamento: el Benedictus de Zacarías, el Magníficat de María y el Nune dimittis de Simeón, cantan también de gozo
los ángeles en el nacimiento y los pastores se vuelven "glorificando a Dios por todo lo que habían visto y oído" (Lc 2,20).

Ese mismo pueblo sencillo es el que lleno de alegría se puso a alabar a Dios "a grandes voces" cuando Jesús entró en Jerusalén (Le 19,38). San Mateo
menciona que eran los niños quienes más gritaban Hosanna (Mt 21,15) y relata el episodio de los sumos sacerdotes y escribas que se escandalizan
de los gritos de alabanza y quieren hacer callar al pueblo.

También hoy día hay peligro de que existan en la Iglesia muchos escribas, hombres sesudos, de compostura grave, que se escandalizan del
"emocionalismo (de lo que ellos juzgan ser tal sin que precisamente lo sea) de la chusma, cuando el pueblo alaba a Dios con sencillez, expresando
naturalmente el gozo que causa en ellos la presencia de Jesús. La experiencia religiosa ha sido secuestrada por algunos intelectuales que quieren eli-

d) "Eso que llamas 'gozo de Dios' es solamente la proyección de tus aspiraciones en una trascendencia imaginaria e ilusoria, y no es
más que un estorbo para el progreso real de la humanidad"9.
e) Explícita o implícitamente se lanza la idea de por qué el hombre ha de estar orientado hacia Dios, y no trata de ser plenamente
libre y feliz viviendo a partir de él mismo.

Estas, y otras, son las raíces del ateo "práctico" que somos muchos de nosotros en lo íntimo de nuestro ser; del "ateísmo del
corazón"

He aquí algunas manifestaciones:

a) La imposibilidad, o suma dificultad, de hablar personalmente con Dios y en voz alta.

Expresar nuestros sentimientos ante El, filialmente en sencilla y auténtica confianza, en una oración personal, nos resulta casi
inaccesible. Cuando oímos a otras personas, y pensamos que también nosotros deberíamos alabarlo en voz alta ante los demás, se nos
quiebra la voz en la garganta

Sin embargo, San Lucas ha descrito la experiencia de Pentecostés de los apóstoles, como el anuncio de la muerte y de la
resurrección de Jesucristo en un testimonio personal ante los demás; ante muchos compatriotas (Hech c.2). Este testimonio, por más
que se refiera a Cristo muerto y resucitado, lleva en sí el testimonio de una muerte y resurrección personal que, fundamentalmente,
consiste en el propio morir al egoísmo; al comienzo de una vida nueva en el mismo Cristo testimoniado, por la fuerza del Espíritu.

b) Si hemos intentado hacer la experiencia de expresar en alta voz nuestros sentimientos al Señor, de alabarlo verdaderamente con

minar todo sentimiento de nuestra vivencia de fe, y quieren hacer callar al pueblo que canta (...). Entre nuestras clases dominantes se ha llegado a imponer
como signo de elegancia el control afectivo, la inexpresividad, la represión emocional (...). Hay que recuperar sin duda la expresividad afectiva de
nuestra vivencia religiosa. La vivencia que no se expresa acaba marchitándose dentro de nosotros. Y la experiencia de Dios se hará vida cuando
recorra ese camino tan corto (y a la vez largo) que va desde la cabeza hasta el corazón".

J. M. Martín-Moreno, Alabaré a mi Señor, Edic. Paulinas, Madrid, 1983,53-55.


9. H. Muhlen, o. c., 67.

palabras pronunciadas ante los demás, sentimos la vergüenza de nosotros mismos sorprendidos de oírnos hablar con Dios de esta
manera. Y nos avergonzamos, no sólo porque no estamos acostumbrados a orar así, sino también porque expresarnos algo de lo que
no estamos plenamente convencidos.

c) Cuando se trata de una oración de alabanza, de adoración, de acción de gracias en voz alta, se presupone que lo que decimos lo
hacemos real y verdaderamente. No se trata de una simple emisión de vocablos, sino de realizar, en verdad, lo que se expresa. Ahí
estriba la seguridad interior cuando oramos de esta manera.

De otro modo: el orar en voz alta al Padre, a Cristo Jesús, solamente tiene sentido, y sólo proviene del Espíritu, cuando "uno" está
presente, aquí y ahora a lo que se dice. Cuando en su interior se realiza lo que se expresa exteriormente.

d) Cierto, podemos hacerlo también en nuestras oraciones vocales aprendidas de memoria y es un gran bien espiritual el que
recibiremos. Pero en ellas podemos ocultarla sana espontaneidad para comunicarnos con Dios nuestro Padre.

"Cuando hacemos sensible y corporizarnos este acto de la oración, de forma que nos oímos hablar con Dios, entonces se trata de
algo serio, porque no podemos volvernos atrás y porque estamos afirmando al mismo tiempo, que Dios está realmente presente.
Además, de esta forma nosotros oramos con toda nuestra persona, con todas nuestras capacidades no solamente con nuestra razón,
sino también con nuestros corazones y nuestras emociones".10

e) Orar a Dios expresándole en voz alta lo más íntimo de nosotros, presupone no sólo que estamos cerca de El, en El mismo; sino y
también que nos recogemos, nos concentramos, nos vamos al centro de toda auténtica oración: Dios.11

Este modo de orar, nos descubre, nos delata, nos hace caer en la cuenta de que realmente no amamos a Dios "de todo corazón";
que

10. H. Muhlen, o. c., 68.


11. Card. L. J. Suenens, o, c., 67-70.

nos reservamos una buena parte para nosotros mismos. Por eso nos resulta muchas veces ingrato el orar en voz alta, con sana
espontaneidad, ante los demás. Nos "avergonzamos" de nosotros mismos cuando hablamos con Dios tan profundamente, desde lo más
hondo de nuestros corazones, porque nos sentimos descubiertos, "cogidos in fraganti", en la sinceridad y profundidad de nuestra
"piedad", de nuestro amor para con Dios. Por eso es necesario que este modo de orar sea realizado en el Espíritu Santo; que seamos
actuados en nuestra oración por el Espíritu de Dios y de Cristo. Entonces ya no sólo oramos a Dios, sino también en Dios, en Cristo
Jesús por el poder de su Espíritu. Oramos "en el Espíritu"12

He aquí esbozadas, nada más, las dificultades de este modo de orar que nos descubre el oculto "ateísmo de nuestro corazón" y nos
despierta a la gran riqueza espiritual que se encuentra en ella y la irreemplazable necesidad del Espíritu Santo, diríamos especialmente
necesaria en esta manera13.

Por tanto:

"En el centro (del grupo de oración), la alabanza (...). En el corazón de la alabanza pasan muchas cosas (...) porque Dios habita en
medio de las alabanzas de su pueblo (Sal 22,4).

El ABC de la oración. Este adagio del comienzo del Avivamiento es siempre válido. La oración de alabanza debe ser A = audible, B =
breve, C = crística, es decir orientada hacia Cristo"14.

12. Cfr. E. O, D'Connor, La Renovación Carismática en la Iglesia Católica, Lasser press Mexicana, 1974, 101-109.
13. Era muy conveniente tocar el punto de las tentaciones contra la alabanza, para evitar cuanto pueda sofocar o disminuir los frutos de los grupos de
oración, sobre todo a través de la alabanza. La Renovación espiritual católica carismática, Documento del Encuentro Episcopal Latinoamericano,
efectuado en La Ceja (Colombia), Septiembre, 1987, no. 62ss.
14. R, Jacob, Comment batir un groupe de priere solide?, Tychique, o. 77. Janvier, 1989,13.
VII. FORMAS DIVERSAS DE ALABANZA Y ACTUACION DEL SERVIDOR

1. Formas diversas de alabanza

a) Alabanza personal: - Es la oración de una sola persona hecha en voz alta mientras los demás escuchan y se unen,
interiormente, a la oración.

En los grupos de oración, la oración personal es espontánea. Este carácter eminentemente personal no quiere decir privado, sino
comunitario pero expresado por una sola persona a la que se adhieren todas las demás en el silencio y fervor de sus corazones.
Aislarse, encerrándose en sí y prescindiendo de ella, expresada por uno de sus miembros, es salirse de la comunidad y, por tanto,
privarse en gran parle de la acción del Espíritu que actúa en cada uno, pero dentro de una comunidad unida al Señor en la alabanza
bajo su guía.

En esta oración (personal) cada uno de los participantes abre su corazón y lo entrega no sólo al Señor, sino también a todos sus
hermanos que forman el Cuerpo de Cristo1.

"(...) La confianza de participar en voz alta con sencillez y espontaneidad, nace, gracias a que el Espíritu Santo nos concede la
experiencia de sentirnos hijos de Dios y nos da la capacidad de gritar: ¡Abba, Padre querido!"

Esta oración, hecha en el amor, la unión y la fe, es siempre escuchada por el Señor que actúa poderosamente por su Espíritu,
cuando le hablamos en el seno de una comunidad, desde lo íntimo del corazón. Aunque siempre hay que dejarle al Señor el modo y el
tiempo de responderla (Mt 18,19-20).

1. M. Casanova, La oración hoy (varios). Edic. Mensajero, Bilbao, 1977, 237.

Hay quienes piensan deben hacer siempre sus oraciones en voz alta; otros piensan que deben reservarse para lo secreto de ellos
mismos.

Al Señor le gustan ambas formas y de ellas nos dejó ejemplos es su trato con el Padre. Lo mismo hace la Iglesia en su Liturgia. Lo
importante es armonizar ambas formas que mutuamente se enriquecen y completan.

Sin embargo, no se debe olvidar que los círculos de oración son reuniones comunitarias. Por tanto, es esencial la participación
activa de cada uno de los miembros a la cual se unen los demás, aunque no todos los que forman el círculo de oración puedan
expresarse en una reunión. Es de la naturaleza misma de ésta manifestar abiertamente el corazón en la alabanza para que todos se
adhieran a ella en lo íntimo de su ser 2

b) Alabanza colectiva: - Es la alabanza de todo el grupo que expresa su acción de gracia, su adoración, su alabanza de modos
diversos: en la lengua propia; en "lenguas"; en el silencio íntimo... Lo que unifica esta oración de toda la comunidad es la intención de
alabar, la expresión que, en último término, es de alabanza (no de petición); el modo que, dentro de la variedad de personas orantes,
debe tener un denominador común de armonía, orden, profundidad. Sin que esto cohíba, sino unifique y armonice, la diversidad de
tonos, formando un conjunto en el que se manifieste la entrega de todo el ser a alabar; la sinceridad, la sencillez, espontaneidad y
orden.

En estas oraciones colectivas hay quienes se sienten movidos a recogerse interiormente, unidos, no obstante, en la alabanza, a los
demás.

Se debe respetar esta inclinación o llamada de dentro, mientras no se aíslen interiormente del grupo de orantes que alaba.

Esta forma de oración les resulta difícil a algunos, por más que lleven mucho tiempo en los grupos de oración. Pensamos que si se
sabe conducir bien y suscitarla a su debido tiempo, bajo la guía del Espíritu, puede tener un poderoso efecto sobre la asamblea.

Al principio, puede parecer como algo ficticio, incluso emocionalista. Cuando se supera este prejuicio y la oración se conduce con
madurez se convierte en una oración poderosa, eficaz, profunda.

2. M. Casanova, o. c., 237.

Esta forma de oración, bien empleada, capacita al grupo para orar con una participación activa que "construye" el espíritu en la
unidad y la alabanza.

Hay ocasiones que parecen prestarse especialmente para su uso, por ejemplo, en asambleas en las que el gran número de
personas dificulta la oración personal individual o cuando, por diversas circunstancias, no se dispone de tiempo amplio para oraciones
personales individualizadas.

En todo caso, es conveniente usarla discretamente y estar atentos a la guía del Espíritu y a la necesidad de la asamblea para
introducirla.
Bien empleada, juzgamos que puede enriquecer y dar variedad a la oración espontánea y conducir a la oración de "silencio"
interior10.

c) Alabanza por el "orar en lenguas "y ((el canto en lenguas

San Pablo ha experimentado su valor como don para la alabanza y se ha beneficiado de sus efectos santificadores. No debe ser
"minusvalorizada"; tampoco "sobreestimada". Por eso, no ha de usarse sin tasa. Se impone una norma de discreción (1 Cor 14,4-28).

Manifiestamente, según Pablo, es un don de oración "privada" de alabanza (1 Cor 14,28).

Quien posea ese don, puede usarlo, pero en su oración personal privada. De hacerlo en público, fuera de casos que se
enumerarán, sería un uso imprudente Desde luego, el don de lenguas, como cualquier otro don, debe estar sometido a discernimiento:
en cuanto a su "autenticidad" y en cuanto a su "buen uso". No se ha de dar por supuesto que cuanto se llama o se presume don de
lenguas, es auténtico ni que siempre se usa debidamente.

Hay ocasiones en que, aun siendo para uso privado, puede usarse "públicamente": en las oraciones comunitarias de "conjunto";
cuando se trata de un público reducido en el que todos o casi todos conocen qué es; cuando se usa para sanación interior, física o
liberación.

Pero en estos casos, especialmente en los dos últimos, debe estar presente la discreción Para usarlo o no en voz alta y aun para el
mismo tono.

El hecho de ser uno de los dones más controvertidos y que suele causar mayor extrañeza hace que nos esmeremos en usarlo
debidamente. San Pablo sugiere sabias orientaciones que indicaremos en la actuación del servidor.

La alabanza en lenguas es la forma de alabar por excelencia, por más que esta afirmación resulte exagerada Es el mismo
Espíritu el que, entonces, alaba a Padre de un modo especial. Lo alaba en nosotros y con nosotros. San Pablo nos dice: "¡Quisiera que
todos hablaran en lenguas!5' (1 Cor 14,5).

Por esta forma de lenguaje a conceptual queremos expresarle al Señor nuestro deseo más íntimo y ardiente de alabarlo más allá de
lo que podemos hacer con nuestras pobres palabras. Sin expresar conceptos, manifestamos el anhelo más vivo de alabar, que nace en
la profundidad de nuestro ser, suscitado por el Espíritu. Queremos "expresar lo inexpresable" 4.

d) Alabanza apoyada, inspirada en la Palabra de Dios u "orarla Palabra": - Uno de los modos de alabar al Señor, al mismo
tiempo que facilita el crecimiento y la creatividad en ella, es orar con los salmos o con los diversos pasajes bíblicos. Mejor, habría que
decir: se trata de orar a través de los salmos, apoyado en ellos o en otros pasajes de la Escritura. Por ejemplo, supongamos que se ha
leído la Palabra de Dios y se ha tomado el salmo 23 (22): "El Señor es mi Pastor, nada me falta". La alabanza puede proseguir después
de leída la Palabra y hecha una sencilla aplicación a la vida. Puedo inventarme, espontánea y discretamente, mi propia alabanza
teniendo como centro de inspiración la misma Palabra: Por ejemplo: "Te alabo y te bendigo, Dios mío, porque Tú verdaderamente, eres
mi pastor. Porque te preocupas de tu hijo y lo guías con más solicitud que el pastor conduce a su rebaño. Tu mirada está siempre fija en
mí, sigues mis pasos con amor. Tú eres la Providencia siempre presente. Te alabo por el cuidado paternal que tienes de esta oveja de tu
rebaño". Una alabanza corta, ungida, apoyada en la Palabra, inspirada en ella, llega al corazón del Padre celestial que se regocija con
ella. Este modo de alabanza está al alcance de todos, y se puede convertir en un precioso recurso, no sólo para iniciar en la oración de
alabanza a los que tienen dificultad en ella, sino también para crecer y profundizaría.

4. Cfr. H. Muhlen, Espíritu, Carisma y Liberación, Secretariado Trinitario, Salamanca, 1974, 284-286.

El servidor debe saberla utilizar y usarla en su grupo. Es uno de los modos diversos de que puede echar mano y enseñarla con
sencillez y sin complicaciones.

La oración comienza normalmente en los grupos de oración con la oración de alabanza. Es importante darse cuenta de la calidad
que ésta debe tener para que pueda ser la preparación a la escucha de la Palabra y por el valor propio que en sí tiene como
manifestación de todo nuestro ser que se abre a la acción del Espíritu, a vivir en adoración a la Trinidad y anhelar ser transformado en
Cristo por el poder del Espíritu Santo.

"A la oración de alabanza estamos habituados en nuestros grupos de oración; pero es necesario ser conscientes de que jamás
terminamos de aprender la verdadera alabanza"5

Una vez que ésta ha desempeñado su función prioritaria después de cierta purificación en la que la alabanza tiene un capital, es
conveniente que la Palabra vaya tomando su lugar y que pase a ser el elemento fundamental. Tiene en sí un fin peculiar, propio,
insustituible y es, además, el punto de apoyo de la alabanza que ahora se centra, discretamente en la Palabra leída, escuchada,
comprendida, aceptada.

Nos parece importante apuntar algunas ideas sobre este "orar la Palabra''; como J. Van den Eynde y M. Bouillot la designan:

10
3 Jim Cavnar, Participating in Prayer Meetings, Ann Arbor, 1974, 10-12,
Supuesta la Palabra leída y escuchada con el corazón, en verdadero espíritu de fe, ¿cómo orar la Palabra para que ella realice en
nosotros su obra de poder?

Necesariamente en todo esto se supone que hay en las personas orantes una convicción, una persuasión profunda sobre la eficacia
de la Palabra de Dios. Esta siempre es eficaz si nosotros le permitimos que ejerza su potencialidad. Hay, por tanto, que "orar la Palabra"
como la Virgen, esto es, hay que dejarla realizar en cada uno lo que ella dice.

5. J. van den Eynde, M. Bouillot, L'aconte charismatique de la Parole, en: Priere es Renouveau (varios), Maison Notre-Dame do Travail, Fayt-lez-
Manage, Belgique, 1981, 7.

"Si escucho la Palabra de la Escritura que me ha sido dada, es que hoy Dios quiere que esta Palabra se encarne en mi de manera
viviente. No es necesario reflexionar ahora sobre ella, sino dejarla realizar en nosotros lo que dice. Hay un poder en la Palabra de Dios;
ella no se nos da para que adquiramos un saber, sino para cambiar nuestra vida: es siempre una anunciación! El ángel aporta la
Palabra, la Virgen es interrogada en toda su vida por esta Palabra, con el ángel hace una reunión de oración que se termina por la
acogida, en todo su ser, de esta Palabra: 'Que se haga en mí según esta Palabra.'

Es exactamente una reunión de oración carismática: una vez se ha dado la Palabra, la oración está centrada (en ella), no que añadir
más. Es como una flor que ha sido fecundada, se cierra sobre sí: LA GRACIA ESTA ALLI, es necesario SABER ACOGERLA"11

No es raro que en las reuniones de oración se desconozca orar bien la Palabra. A propósito de ella, se dicen cosas piadosas que
expresan nuestros buenos deseos; no, eso no es orar la Palabra.

Se ora, no pocas veces, de un modo marginal a la Palabra dada; las alabanzas que surgen se dispersan en multitud de piadosos
"comentarios" que Dios, en su bondad, puede utilizar para el bien de la comunidad, pero que, frecuentemente, impiden realizar, al
menos plenamente, lo que la Palabra es y puede.

Es importante que, después de leída la Palabra, se haga silencio interior y exterior: en este silencio lleno, dejamos que la
Palabra, nos penetre, que se encarne en nosotros. Dejamos que nuestra memoria, sea purificada.

Parece que siempre tenemos un lenguaje espiritual para todo. Hay que dejar que se purifique, en el silencio, nuestra memoria,
nuestro razonamiento, nuestro moralismo. En la paz interior, dejamos que la Palabra, como hacía la Virgen, descienda a la intimidad de
nuestro ser. Allí la Palabra me sacudirá, me cuestionará... tenderá a revolucionar toda mi vida.

Cuando alabes apoyado, centrado en la Palabra dada y recibida, no te lances a ciegas. Recógete un momento. Ello te permitirá ver
de donde viene lo que "espontáneamente" vas a decir. Si viene de tu inteligencia, será estéril.

La Virgen meditaba en su corazón. La alabanza debe subir de mi corazón, porque quiero comprometerme verdaderamente, frente a
la Palabra de Dios. Debe, pues, subir, desde lo más profundo. Entonces hay una auténtica vida, fruto de la Palabra, y ésta,
progresivamente, establece en nosotros una comunión en Cristo.

A veces, en los grupos de oración se percibe, en la alabanza, cierta fatiga porque la oración no se ha centrado. Muy al contrario,
desde que la Palabra se da y se recibe en fe y desciende al fondo del corazón, toda la comunidad, insensiblemente, se va centrando en
ella, en su mensaje, en la obra que el Señor quiere hacer en cada uno por ella. Se produce una situación que, de algún modo, reproduce
la de María después de la Anunciación.

Hay una comunión, una situación de gracia de Cristo, un solo cuerpo de Cristo.

La escucha, la recepción de la Palabra y la alabanza que en ella se centra hace que cuanto suceda y se diga, se interiorice más y
más.

"Después de haber compartido con la inteligencia, dejad venir los carismas: el Espíritu va a acentuar, por los carismas, la influencia
de la Palabra; poco a poco la comunidad de oración se va a reunir en la unidad, gracias a ella. Los que tienen la experiencia de
reuniones de oración en las que se ha orado verdaderamente la Palabra, han podido tocar el poder de comunión, de constituirse en la
unidad, de curación interior, de transformación moral de toda la vida que se opera por ella. Yo creo, verdaderamente, que, en nuestros
grupos de oración, después de cierta purificación en los que la alabanza juega un papel muy importante, es necesario, que poco a poco,
la Palabra ocupe todo su puesto y que se reencuentre la gran liturgia de la Iglesia: la Palabra sobre el Pan, construye la Iglesia. Por su
Palabra, Jesús nutre a su pueblo, lo esclarece, lo hace vivir, lo reúne; esto da, verdaderamente, una densidad crística a la comunidad. El
cuerpo de la comunidad es la Palabra encarnada en nosotros. Nos vamos formando, poco a poco, por la Palabra, a imagen de Jesús,
transformados en nuestros comportamientos por los de Jesús que se inscriben en nosotros por la Palabra"7

El grupo de oración, a medida que se va penetrando de la Palabra y transformando a imagen de Jesús por ésta y la alabanza en ella
centrada, se va haciendo cada vez más un grupo de vida: se da una conversión profunda, que abarca toda la vida y la irradia en toda
circunstancia.

Este poderoso efecto se acrecienta cuando el grupo de oración se nutre del pan de vida, de la Eucaristía, a la que, normal y
necesariamente, va conduciendo la Palabra acogida y orada en la fe y el amor.

Lo dicho anteriormente, dentro de su gran riqueza, no constituye toda la gracia de la Renovación, pero sí condensa un elemento
fundamental de la misma.

11
6.J. van den Eynde, M. Bouillot, o. c., 14-15.
El hecho de que revista tanta importancia "orar la Palabra" no quiere decir que, necesariamente siempre se ha de dar esta oración
apoyados en ella. Ha precedido otra oración de alabanza que antecede a la lectura de la Palabra; suele ser una alabanza más dispersa,
pero muy importante en sí y como preparación a la Palabra de Dios y a su oración. El que se procure este "orar la Palabra" ha de
tomarse con seriedad flexible. Y uno de los puntos de atención de los servidores será ir instruyendo a su grupo en este modo de orar,
con paciencia y sin querer siempre corregir todo desvío de lila. No será raro el que el Espíritu conduzca la oración de otro modo.

e) La alabanza por el canto, por el orar, por el silencio y cantar en lenguas, se tratará en otras instrucciones.

2.- Actuación del servidor

A.- En la oración de alabanza personal

En reuniones de más de cien personas no es tan fácil que todos tomen parte; sí pueden hacerlo algunos, incluso bastantes si las
oraciones son breves.

7. J. van den Eynde, M. Bouillot, o. c., 17-18.

Las intervenciones no deben ser largas o cansadas. Ni se debe dar la impresión de arrebatarse la palabra unos a otros. Es bueno
dar oportunidad a los que lo quieran hacer; ayudar a abrirse a la alabanza a otros y no ser siempre los mismos quienes intervienen.

Debe haber creatividad sana en la alabanza, además de que el Espíritu Santo la va enriqueciendo de modos diversos.

Toda participación debe ser al impulso del Espíritu, buscando y siguiendo la línea que el Señor haya querido dar a la reunión. Sobre
esto deben velar discretamente los servidores.

Los servidores, menos aún quien dirige la oración, no deben acaparar el tiempo. Las intervenciones del dirigente han de ser sobrias,
discretas, a tiempo, con unción, aun cuando sean hechas para corregir defectos.

En la oración de alabanza los servidores procurarán ser uno más entre los que alaban. No valerse de su condición para dominar en
la oración, por el acaparamiento del tiempo, ni por permitirse manifestación alguna que indique ostentación, saber más, espíritu de
poder, mucho menos celos con los demás servidores.

Una actuación muy valiosa, sobre la que volveremos más en detalle, es ayudar a expresar y enriquecer la alabanza en el grupo.

El dirigente de la oración de alabanza ha de tener cuidado de que nadie coloque al grupo en una situación "emocionalista" o
próxima a ella. Sin embargo, no ha de perder de vista que la sana expresión de los sentimientos es algo connatural a toda oración.

No se puede pretender que todos oren del mismo modo y en el mismo tono, pero sí que todo se haga dentro del orden y de una
variada armonía detrás de la cual se halla la guía del Espíritu que interviene de modos muy diversos.

Respecto de la conveniencia de actuar para corregir defectos en la oración de alabanza, no es fácil dar indicaciones. Téngase en
cuenta la situación concreta del grupo; la persona o personas a quienes iría dirigida; las consecuencias de callar o de hablar... y sobre
todo, antes de intervenir, fuera de casos manifiestos en que es necesario y urgente, reflexione consigo y encomiéndese a la gracia del
Señor.

Algo que se debe evitar a toda costa es utilizar la oración de alabanza para introducir avisos camuflados; para delatar
subrepticiamente a personas, para dar indicaciones doctrinales, para esparcir enseñanzas heterodoxas, etc.

La alabanza debe ser eso y nada más. Cualquier otra desviación desvirtúa la gloria a Dios, su eficacia santificadora, desorienta,
turba, divide.8

b) En la alabanza colectiva: - Se trata de orar individualmente con las propias palabras, en voz alta, de modo que los demás
puedan oír que estamos orando sin que el tono les moleste, y se sientan animados a orar, a su vez, con fervor. Se supone que no
domina una voz determinada (de una persona). Las voces deben acomodarse en volumen de modo que cada uno sea una parte
armónica del todo de la comunidad.

Se debe velar para que no se convierta en algo mecánico. La sinceridad debe primar y la intención de alabar.
Cuando nos sintamos "poco aptos" para orar de este modo1 tengamos presente el propósito de esta manera de orar.
Se puede orar al comienzo; al medio, en un momento determinado que eleva la oración personal...9
El servidor que dirige la oración estará atento a introducirla en el momento más oportuno para el grupo según la misión que se la
quiera

8. D. Podegracz, Learning to Worship, en: Prayer Group Workshop, (Dir, Bert Ghezzi and J. Blattner). Servant Books, Ann Arbor, Michigan, 1979, 17-
20.
9. Jim Cavnar,o.c., 11-12.
10. En el uso del micrófono se ha de tener cuidado y discreción. Cuando el que lo usa levanta excesivamente la voz, aparentemente, para animar a la
asamblea, de hecho, no pocas veces, se da una competencia que resulta falta de armonía, de orden y con peligro de "emocionalismo". La asamblea,
para que se oiga su alabanza, opacada por el micrófono, levanta desmesuradamente la voz; a su vez, el que lo usa, la eleva para que se le oiga
distintamente y así se establece una competencia inconsciente muy poco ordenada, desagradable, cercana casi al "griterío"
Hágase con flexible moderación e intensidad interior. Sin restar nada al sano entu siasmo y a la variedad que imprime la diversidad de personas que
alaban, indica el orden que debe reinar en una asamblea madura y ferviente.

hacer cumplir: iniciar la oración con fervor o romper la atonía de los comienzos (si la hubiera), profundizar la oración individual...10

c) En el "oraren lenguas " 1 Cor 14,2.4.14-15.19-23.28.39-40. Se ha de evitar en su uso todo exhibicionismo, competencia,... y el
temor "infundado".

Se ha de procurar "usar" privadamente el don. Es no sólo de alabanza: tiene también virtualidad de "sanación", de "liberación"; de
"crecimiento espiritual".

Dentro del grupo de oración, puede ser usado: En las oraciones de conjunto, cuando cada uno del grupo alaba al Señor, dentro de la
armonía del todo.

A veces es un signo "discernible" el que el Señor suscite una serie de vocablos que se repiten interiormente, de que nos quiere usar
para un mensaje en lenguas.

Cuando se trata de un mensaje en lenguas, no se da, propiamente, el "orar en lenguas"; sino la utilización del lenguaje a conceptual,
en voz alta, para dar un mensaje, querido por el Señor para la comunidad. Por tanto, hay que discernirlo: la persona misma debe saber
hacerlo. Este mensaje necesita ser interpretado.

A veces se da el canto en lengua por el uso en conjunto del "orar en lenguas", junto con aquéllos que no lo poseen y lo hacen en la
lengua propia.

El orar en lenguas, cuando es auténtico, no sólo es una hermosa alabanza al Señor, en el poder del Espíritu, sino también, muy
frecuentemente, va más allá: las personas que oran en lenguas se sienten muy fuertemente impulsadas a sumergirse, después, en el
silencio, en una comunicación más profunda e íntima con el Señor. La sensibilización espiritual del servidor sabrá captar esta situación
de la asamblea, cuando la mayor parte ora en lenguas, para proporcionarle esta oportunidad que viene del Espíritu y da lugar a una
acción profunda de su parte en el alma.11

La duración de la alabanza colectiva no es fácilmente previsible ni regulable. La terminación suele ser progresiva en cuanto al tono y, una vez que se
inicia el descenso, todos han de acomodarse a él, sin que se den voces aisladas que sobresalen y continúan por su cuenta la alabanza.
11. B. Lepesant, Dynamique de groupe et conversión charismatique. Pneumatheque, Paris, 1976, 123-124,

Añadimos a continuación las indicaciones que R. Laurentin de prudentemente respecto de su uso y discernimiento:

"El hablar en lenguas, cuando es auténtico, es gratuito (es el Espíritu quien lo suscita). Es peligroso provocarlo pidiendo y
ordenando que se lo use".

"Es la escucha del Espíritu, pero también del grupo. Estas dos escuchas no forman sino una. Porque el Espíritu se da en la
comunidad misma del grupo".

"La glosolalia auténtica es armoniosa, a veces, de manera admirable. Toda desarmonía o cacofonía es signo de inautenticidad".

"La glosolalia es sobria, breve. Los glosólalos que no terminan denotan no un don del Espíritu, sino una complacencia o es-
quizofrenia, como lo constatan, desde hace tiempo, los siquiatras".

"La glosolalia auténtica es fuente de paz. La inauténtica, de molestia y malestar"12

d) En el "canto en lenguas: Volvemos sobre lo ya antes indicado, como su lugar propio. El "canto en lenguas" suele brotar
espontáneamente, suscitado por el Espíritu, cuando la oración de alabanza ha adquirido cierta densidad. Invitar a las personas a "cantar
en lenguas" cuando al que dirige se le ocurra, no es, ni mucho menos, recomendable. El Espíritu tiene su momento, cuando nosotros
nos hemos entregado a la alabanza desde lo más íntimo del ser. Entonces el canto en la propia lengua, si está bien escogido, viene a
intensificar la oración, y, a su vez, el "orar en lenguas" da una nueva densidad y profundidad a la oración. Parece el momento más
frecuentemente elegido por el Espíritu para expresar en una intimidad y fuerza indecible, el amor, la admiración, el deseo intenso del
alma de glorificar a su Dios. Cuando ha antecedido un silencio profundo, lleno de la presencia y del amor del Señor, se suele ir
levantando el murmullo del "canto en lenguas". Es como una ola que aumenta, se dilata, crece, decrece, se reaviva..., pero siempre
armonioso, como dirigido por el Espíritu y expresión de lo más íntimo y puro que hay en nosotros para nuestro Dios13.
e) En el "silencio" (cfr. instrucción sobre el tema).

12. R. Laurentin, Trois Charismes, Pnematheque, Paris, 1982, Cfr. 17-21. Cfr. J. M. Martín-Moreno, Alabaré a mi Señor, Edic, Paulinas, Madrid, 1982, 85-
94.
13. R. Laurentin, o. c., 17-21.

3. Una función especial del servidor: enseñar a expresar la alabanza

A. Aclaraciones preliminares
a) Es una obra que realiza en nosotros, principalmente, el Señor con su Espíritu. Pero en esta enseñanza pide la cooperación
humana. Aquí es donde el servidor puede y debe ayudar eficazmente al grupo o a personas determinadas.
b) No todos tienen la misma disponibilidad y apertura a la alabanza. Frecuentemente proviene la dificultad de que se encuentran
envueltos en prejuicios, de una educación excesivamente individualista, de temores infundados, de falta de experiencia.
c) El Señor nos ha estado mostrando que hay una gran variedad de modos de alabar; que el creer en la expresión de la alabanza es
un don pero hay que tener las disposiciones convenientes para que, de hecho, se dé.

No cooperemos con nuestra inercia o pereza a que el grupo o personas particulares se estanquen en la alabanza, contentándose
con expresarla siempre del mismo modo. Sería un gran daño para el círculo de oración.

d) No se ha de poner el crecimiento en la expresión de la alabanza en la mayor duración de las oraciones de tas personas que
participan, ni en la emoción.

Es algo más profundo y sustancial. Los servidores deben conocer los modos diversos de crecer, practicarlos ellos mismos y ense-
ñarlos a su grupo de oración.

B. Modos diversos de enseñar a expresar la alabanza: -Preparar los grupos de oración para crecer en la expresión de la
alabanza:

Hablar frecuentemente y oportunamente al círculo de oración sobre las formas de expresar su alabanza y animarlo a usarlas, dentro
del orden.

No pensar que estas instrucciones destruyen la autenticidad ni la espontaneidad de la oración; al contrario, dan una gran libertad
espiritual, cuando la instrucción se ha comprendido y se ejercita bajo la guía del Espíritu y de los servidores.

Las debilidades y limitaciones del hombre hacen necesario el que sea instruido constantemente.

Fomentar discreta pero incansablemente la participación habitual en los grupos de oración; ir con las mejores disposiciones; dejarse
captar por el ambiente interior y exterior y participar.

La experiencia da que, si existen estas disposiciones, el Señor hace surgir el deseo de crecer en la expresión de su alabanza a Dios
por el Espíritu.

La docilidad a la acción del Señor nos abre a las expresiones de alabanza con que el Señor va enriqueciéndola.

La prevención, la "prudencia" como sinónimo de temor son un impedimento a adoptar una actitud de apertura y disponibilidad a la
alabanza y a sus varias formas.

El crecimiento en la expresión de nuestra alabanza abarca todo el ser: desde lo íntimo del "yo", hasta las manifestaciones discretas y
ordenadas, corporales14.

Aprovechar discreta y brevemente las oportunidades que se ofrecen en el curso de la reunión de oración para ayudar a crecer en la
expresión de la alabanza.

Esto se refiere a cada elemento que entra en la reunión de oración, pero tiene especial importancia respecto de la alabanza. En las
instrucciones próximas se tocarán estos puntos de actuación.

Así cuando la alabanza se hace desordenada, mortecina, emocionalista"... la actuación del servidor valdrá no sólo para orientarla,
sino para infundirle un nuevo espíritu y sana variedad. Sus motivaciones o palabras han de ser siempre discretas, oportunas, breves,
sencillas.

Recordamos cuanto se ha sugerido respecto de la actuación del servidor en la alabanza personal, comunitaria, en el orar en lenguas,
en el canto, en el silencio. Ahí, sustancialmente, está compendiado su modo de actuar15

14. V. Aufauvre, La escucha de la Palabra, Koinonía, No. 64, marzo-abril, 1987, 9.


15. "Se cree que se perdería la propia dignidad o que un "exceso" no haría bien al otro. Así se llega a una tacañería de sentimientos. El hombre, sin
embargo, está hecho para expresar tales sentimientos. La alabanza "no es otra cosa que salud audible, interna",

Llamamos la atención sobre el gran auxiliar que tiene en sus manos el servidor para fomentar la alabanza, usando el modo de orar
apoyado o inspirado en la Palabra de Dios a que nos hemos referido anteriormente.

A medida que las personas se van integrando en la oración de alabanza, la acción del Espíritu Santo va creando en la comunidad
como tal, una sensibilidad que se afina más y más; una sensibilidad para dejarse mover a alabar; una sensibilidad para hacer suya la
oración de los demás, para saber escuchar fraternalmente y responder desde la propia intimidad a la oración suscitada en el grupo16"17

Lo cual vale también para la exteriorización ele la alabanza y de la adoración de Dios. Estas no son otra cosa que signos audibles de una salud
interna ya existente o en sus comienzos! El que "no puede esto" en una celebración litúrgica es que todavía no lo quiere. La alabanza pública y
entusiasta de Dios pertenece a la esencia del hombre! Si éste se opone a ello, entonces admirará escondidamente a sí mismo. (No decir "nada
bueno" sobre uno mismo es simplemente el reverso de una estima de si mismo demasiado alta)".

H, Boringer, en: Los dones del Espíritu, hoy, (varios). (Dir. H. Muhlen). Secretariado Trinitario, Salamanca, 1987,113.

16. Una sensibilidad a disposición del Espíritu Santo y de los hermanos:


"Una asamblea de Renovación es válida cuando una multitud, conducida por el Espíritu, se reúne en torno a Cristo: poco a poco, se establece un
diálogo entre Cristo y las personas presentes, que se convierten en hermanos y hermanas, una comunidad fraterna. No se trata de una asamblea
litúrgica ni de una reunión de personas que oran. Son hermanos y hermanas que se escuchan mutuamente al dialogar con Cristo; por el hecho de su
comunión dialogan entre sí, movidos por el mismo Espíritu recibido de Cristo. A la oración de mi hermano, responderé con la oración que el Espíritu
suscita en mi corazón. La riqueza de la asamblea se reconoce por la calidad de ese diálogo entre Cristo y todos, entre cada uno y sus hermanos (...)
La asamblea vivirá modos distintos nacidos de una sucesión que el Espíritu inventa. La Palabra de Dios acogida se hará meditación, luego
contemplación y de ella podrá brotar una oración que será "dada". Y como nuestras asambleas de oración, son, ante todo, asambleas de alabanza, la
Palabra me hará comprobar incensantemente mi realidad de criatura hecha para alabar y llevarme siempre hacia el Padre".

17. "Es verdaderamente el Espíritu quien conduce la reunión, a veces de forma desconcertante. Sin esta convicción, no hay oración ni posibilidad de
comunión en el Espíritu. En mi experiencia, esto corresponde al hecho de que, con frecuencia, nos vemos desbordados por el Espíritu Santo. Decían
cosas que, al principio, parecían escaparse a toda regla; pero siempre volvían las aguas a su cauce, al orden y a la verdad, en la paz del Señor".

"La función de los líderes de la comunidad exige estar atentos juntamente, y a la par, a dos cosas:

- Por una parte, tener en cuenta esta evidencia: es el Espíritu el que conduce; por tanto, hay que fiarse de Él, dejarle actuar; por ejemplo, se imagina
uno que es peligroso que la gente hable demasiado; pero de hecho, el silencio, es frecuentemente (cuando no se sabe utilizar), más peligroso que las
palabras.

Por otra parte, hay que obrar de manera que las cosas vayan en orden y según la Palabra de Dios, en la que se encuentran muchas cosas que nos
ayudan a discernir (cfr. por ejemplo, 1 Cor 12-14)".

L. Fabre, El Movimiento Carismático, Lumiere et Vie, 1972, 15.

-NO PODEMOS CONFUNDIR LA ACCION DEL ESPÍRITU SANTO EN EL GRUPO DE ORACION CON NUESTRAS PROPIAS OCURRENCIAS,
CAPRICHOS, DESEOS..., por bien intencionados que sean, ni su acción auténtica nos exime de nuestra cooperación discreta, purificada, a veces
dolorosa: siempre humilde, sencilla, disponible.

Ambas realidades: su acción y la cooperación del servidor deberán estar presentes, pero con la subordinación de la segunda a la primera y la primacía
de la misma.

VIII. LOS FRUTOS DE LA ALABANZA

A. La alabanza atrae e intensifica la presencia de Dios

a) En realidad no se alude directamente en la promesa del Señor, referida por San Mateo (Mt 18,19-20), a la oración de alabanza.
Se toca el objetivo de la oración: pedir (Mt 18,19) y "por razón del nombre de Jesús" (Mt 18,20).

Sin embargo, es lícito extender su sentido a la alabanza: si la promesa se refiere a la petición, con razón aún más poderosa se
puede afirmar de la oración de alabanza. Esta, ya lo hemos visto, es la oración por excelencia. Por tanto, la presencia del Señor se hará
sentir con una fuerza y eficacia especial. "El pequeño grupo que se reúne para orar, está asistido por la presencia del Señor. Jesús está
presente entre ellos, si están juntos por razón de su nombre. Esto quiere decir que la comunidad entre ellos se funda en la común
confesión de Jesús, el Mesías. Este es el plano en que ellos están, la fuerza aglutinante que los junta. Con el nombre se alude a toda la
existencia y ser del que se nombra. Si están congregados por razón del nombre, la efectividad y el poder del Señor, entonces Jesús está
presente de una forma verdadera y real. La confesión común, en cierto modo le fuerza a estar presente"12

De nuevo hacemos la aplicación a la alabanza: la razón fundamental de reunirse los grupos de oración "por razón del nombre de
Jesús", la confesión común más fuerte y manifiesta que ejerce su poder de hacerlo presente es la alabanza.

Tanto más cuanto que ella incluye la consideración de la Palabra de Dios y, por tanto, un nuevo título y una nueva exigencia para
que el Señor se haga presente.

Esta es, por otra parte, la experiencia viva de los grupos de oración que se reúnen para alabar: la percepción, frecuentemente
intensa, de la presencia del Señor. No se trata de una ilusión o de un contagio psicológico, aunque la acción del Señor pase por nuestra
psicología. La "calidad" de la percepción es tal que delata una presencia "especial" de Quien ha prometido hacerse presente en medio
de la comunidad.

b) La alabanza verdadera no se puede hacer si no es en el poder del Espíritu y ésta, por su presencia en nosotros, nos introduce
en la del Padre (Rom 8,26-27).

12
1. W. Trilling, El Evangelio según Mateo, II, Edit. Herder, Barcelona, 1970, 148-149.
B. La alabanza es una nueva efusión del Espíritu
a) La alabanza es un fruto del Espíritu y ésta, cuando es verdadera, tiene la fuerza de "desencadenar" la venida del Espíritu: una
nueva actuación más poderosa en nosotros (Hech 16,16ss).
b) La alabanza es una petición implícita de la venida de la Trinidad, del Espíritu, puesto que a ella, a glorificarla se dirige su
actuación y la oración de alabanza.

C. La alabanza "evangeliza" poderosamente


a) Hech 2,1 ss.: La experiencia de Pentecostés en los oyentes.
b) En la alabanza profunda el Espíritu pone en nuestros labios las palabras que, en virtud de su poder, tocan los corazones (Hech
2,37ss.).
c) La experiencia de los grupos de oración muestra con toda evidencia, que una alabanza verdadera, profunda, llega con poder a
los corazones de los oyentes; los anima espiritualmente; los abre al Señor; es la mejor propaganda para que se vayan adhiriendo al
grupo otras personas.
d) También la evangelización fuera del grupo de oración, por las calles, en conversaciones de grupos y particulares, tiene una
eficacia especial cuando se comienza por alabar al Señor.

D. La alabanza cura e ilumina

(Is 57,18-19) (Comentario en la nota)2.

a) La alabanza consuela; es ya un modo de curar interiormente.


b) La alabanza supone confianza, amor al Señor y esto también es curación, psicológica y espiritualmente.
c) En la alabanza está presente la fuerza del Espíritu y éste toca toda la persona con su presencia, su poder y su amor. Por eso,
antes de orar por la curación de una persona, hay que comenzar alabando a Dios.
d) La alabanza ilumina porque nos abre a la acción del Espíritu iluminador; nos introduce en el conocimiento del Señor; nos conduce
a la experiencia vital de Dios; nos descubre las maravillas de la creación y de la obra salvífica.

"Irradiar el conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Cristo" es toda una vocación de alabanza para que nuestra vida se con-
vierta en testimonio y "con el rostro descubierto reflejemos como un espejo la gloria del Señor" (2 Cor 3,18)13.

2. El mal que ha penetrado en nosotros nos bloquea interiormente, nos oprime el corazón, nos lleva a mirarlo todo con una mirada negativa, crítica:
selecciona los aspectos negativos de la realidad para irlos acumulado luego hasta formar una imagen monstruosa y distorsionada. Y el origen de todo
este proceso destructivo está en una herida interior, en un desengaño, en un fracaso que no hemos sabido aceptar e integrar en nuestra vida. Pues
bien, en estos casos, aunque resulte difícil ponerse en la nueva óptica de la alabanza, ésta produce un desbloquea miento, alivia el dolor del espasmo
al relajar el músculo, sana interiormente la herida (…) Digamos la promesa de Dios por el profeta Isaías en la que se asocia directamente la alabanza
a El con la curación: “Yo le curaré y le daré ánimo a él y a los que con él lloraban, poniendo en sus labios alabanza”(Is 57.18).

Por ello, en la oración de intercesión por un hermano, siempre hay que comenzar alabando a Dios. Nunca se le debe pedir nada a Dios sin antes arle
las gracias por lo que ha hecho en nuestras vidas. Y muchas veces sólo con la alabanza desciende ya sobre nosotros la curación aun antes de hacer
ninguna petición concreta (…) Verdaderamente la alabanza atrae sobre nosotros la misericordia de Dios”(cfr Salmo 40). J. M. Martin Moreno, Alabaré
a mi Señor , Edic. Paulinas, 1983, 106-108.

E. La alabanza "libera"

La experiencia enseña que, cuando la comunidad ora en te y amor, se alivian y aun desaparecen nuestras cargas, opresiones... y se
produce en nosotros un ambiente de paz, de sosiego, aun en medio de las tribulaciones.

"El gran secreto de la alabanza es comprender que no hay ninguna circunstancia de la vida que no esté envuelta por el amor de Dios.
No es que le atribuyamos a Dios el mal, ni la enfermedad. No, la enfermedad, el hambre, la opresión, vienen del pecado y no son
queridas por Dios. Sin embargo, aun en estas circunstancias del pecado del mundo está presente el amor de Dios, envolviéndolas en
amor y quitándoles el aguijón (1 Cor 15,55), el poder que tienen para destruirnos.

Al alabar a Dios por lo bueno y por lo malo, hacemos un acto de fe en ese amor del Padre que puede desviar aun la misma
enfermedad y aun el mismo pecado, haciendo que redunden en bien nuestro. "Sabemos que en todas las cosas interviene Dios para
bien de los que le aman" (Rom 8,28)14.

F. La alabanza es fuente de gozo

El salmo 89 nos lo pone ante los ojos con sorprendente relieve:

"Dichoso el pueblo que sabe alabarte. Caminará, oh Señor, a la luz de tu rostro. Tu nombre es su gozo cada día". Es natural que
produzca este fruto: el gozo es uno de los más hermosos de su acción en el alma. El Espíritu Santo es el fruto del amor del Padre y del
Hijo y el amor auténtico es una fuente de gozo. La acción del Espíritu, por el que podemos alabar a Dios, produce el fruto que le es
propísimo (Gal 5,22) y que es tan connatural a su ser.

13
3. J. M. Martín-Moreno, o. c., 106.
4. J. M. Martín-Moreno, o. c., 120.
14
La obra fundamental del Mesías en la interpretación de Isaías, c. 61, es consolar a su pueblo. Es llenarlo del gozo de la liberación y,
sorprendentemente, la une a la alabanza: "Me envió para consolar a los que lloran, darles diadema en vez de ceniza, aceite de gozo en
vez de vestido de luto, alabanza en vez de espíritu abatido" (Is 61,3).

G. La alabanza nos abre a los carismas del Señor

La experiencia de la Renovación Carismática en los grupos de oración es que la alabanza dispone al espíritu a abrirse a los dones de
Dios. Cuando ésta es intensa, se tiende a reposar en el Señor internamente y a abrirse a la profecía que, entonces, quizá quiera dar a
través de uno a la comunidad. No es raro que una vez que el hombre se ha dirigido a Dios, sea después El quien desee dirigirse y hablar
a la comunidad que le ha alabado.

La alabanza sencilla, íntima, lleva, muchas veces, como de la mano, a una elevación de la oración y de ésta, el alma tiende a
expresar su amor, su agradecimiento, etc., más allá de las palabras de la propia lengua, por el don de orar en lenguas15.

H. La alabanza nos hace realistas

"El mejor ejemplo es el de María. En la Visitación ella exulta, ella es embriagada por el Espíritu Santo, pero Lc 1,56, acaba el
Magníficat con una pequeña nota realista: "María permaneció alrededor de tres meses; después volvió a su casa". María, pues, se ocupó
de Isabel y del pequeño Juan Bautista en su nacimiento, y esto se nos muestra después de la alabanza... y exultación, en Dios.
Entonces, no temamos quedarnos en las alturas si alabamos verdaderamente a Dios, con todo el corazón y el ser; veremos que los pies
están en la tierra y no nos desconectamos de la vida diaria"16.

El realismo que nos da el Espíritu Santo en la alabanza se extiende más allá de la sincera disposición a servir en la realidad ordinaria
como María. Nos da el sentido de nuestra pobreza espiritual en la obra del Señor a la que cooperamos.

"Hoy más que nunca, el Señor nos ha hecho conscientemente responsables de que sólo El puede salvar a su Iglesia. Esta es de
Cristo, y a Él le corresponde proveer, a nosotros se nos pide que trabajemos con todas nuestras fuerzas, sin dar lugar a la angustia, con
la serenidad del que sabe que no es más que un siervo inútil por mucho que haya cumplido hasta el final con su deber. Incluso en esta
llamada a nuestra poquedad veo una de las gracias de este período difícil. Un periodo en el que se nos pide paciencia, esa forma
cotidiana de un amor en el que están simultáneamente presentes la fe y la esperanza"7.

I. "Sobre todo, la alabanza es correlativa del amor"

Es el fruto de un corazón dilatado: ama, entonces, canta. Si amamos apasionadamente a Dios no podremos menos de cantarle y si
le cantamos con todo el ser, nuestro corazón se abrasará más aún de alabanza en alabanza hasta la vida eterna"8

J. La alabanza compromete con los demás

La alabanza, como toda oración auténtica, nos enfrenta saludablemente, con nosotros mismos, con nuestra vida y nuestra relación
con los demás (Hebr 4,12-13).

La alabanza, lo indicamos, nos lleva a vivir la vida de Jesús también en nuestra realidad cotidiana.

No sólo tiende a apartarnos de las obras de la carne (Gal 5,19-21), sino a revestirnos de Él: de sus sentimientos, de sus
motivaciones, de su visión de las cosas y de las personas.

"La gloria de Dios es el hombre que vive", dice San Ireneo.

"Nuestra glorificación divina por la alabanza, debe llevarnos a realizarla no sólo con los labios y el corazón, sino también con las
obras. Es lo que hizo Jesús (Jn 17,4). Creemos que una oración de alabanza, sea personal sea comunitaria, no puede menos por su
misma

7. Cfr. Card. J. Ratzinger, V. Messori, Informe sobre la fe, BAC, Madrid, 1985, 18.
8. A. de Monleon, a. c., 13.

dinámica, que es la del Espíritu, que actúa en el que alaba, de comprometer seriamente a la persona con sus hermanos los hombres.

"La alabanza no es una actitud pasiva, intimista del individuo con su Dios. Alabar a Dios es restaurar su imagen dondequiera que se
encuentre destruida" mejorarla, perfeccionarla. El mal del mundo, la injusticia, el desorden moral, el egoísmo, la sanación interior y aun
física..., todo ello entra dentro del compromiso a que debe conducir. Si esto no ocurre, a medida que ya el sujeto y la comunidad van
madurando y creciendo en ella, habría que pensar que es una alabanza que no tiene o ha perdido su vigor, la fuerza que le infunde el
Espíritu.

Sería un lamentable desvío o una comprensión desenfocada pensar que toda la misión de la alabanza se agota en prodigar al
Señor nuestro reconocimiento de su grandeza, de su amor, sin que se irradiara hacia las cosas y los hijos del Dios a quien alabamos.

Toda la Palabra revelada, la vida de Jesús, supremo ejemplar de alabanza, la vida de los santos, el mensaje de los salmos nos está
diciendo lo contrario"9

15
5. Es muy común el pensamiento de los autores que tratan del orar y cantar en lenguas de que, muy frecuentemente, el Espíritu Santo suscita en la asamblea de oración el deseo
de orar y cantar en lenguas y la profecía cuando ha precedido un tiempo de intensa alabanza individual o colectiva.
Cfr. D. de Chanterac et J-L Moens, La Luange, en: le est Vivant, Cahiers de Renou- veau, n. 69, fev. mars, 1989,17.
16
6 A. de Monleon, II est Vivant, n. 33, 11.
K . La alabanza nos santifica y nos da la 'Vivencia" de Cristo en la Eucaristía

La palabra de Jesús, hablando con su Padre celestial, antes de ir a la pasión, es la formulación más exacta de lo que debe ser
nuestra alabanza y, al mismo tiempo, del fruto más logrado en ella: "Yo te he glorificado sobre la tierra, llevando a cabo la obra que me
encomendaste realizar" Jn l7,4).

No hay duda de que la vida, muerte y resurrección de Jesús han sido el mayor acto de glorificación y de alabanza del Padre.

Consecuentemente sólo en unión con Cristo podremos ser nosotros alabanza de su gloria.

Así llegamos a la feliz conclusión de que solamente en la medida que participemos y en cuanto participemos de sus virtudes, en la

9. D. Jaramillo, Renovación Carismática, Centro Carismático El Minuto de Dios, Bogotá, 1978, 175-193.

medida en que tendamos a realizar el plan de salvación que Cristo nos propuso, de imitar la perfección del Padre (Mt 5,48), podremos
dar gloria a Dios.

La alabanza, por su propia naturaleza, como obra del Espíritu, nos lanza a parecemos a Dios, a imagen de su Hijo, Jesús, e,
igualmente, nos lanza hacia la Eucaristía: la obra definitiva del Espíritu es conducirnos a Jesús, a hacer de nosotros una reproducción
de Cristo (Rom 8,29-30), que es, a la vez, la exigencia fundamental de nuestro Bautismo.

Esta reproducción pasa necesariamente por la cruz en la que Cristo comienza a ser glorificado, según la espléndida concepción del
Evangelio de San Juan.

En la cruz precisamente es donde Jesucristo renueva su oblación al Padre, que repite o mantiene constante en cada Eucaristía. El
ofrecimiento que debemos hacer de nosotros, como respuesta y exigencia del de Cristo, es la alabanza suprema que podemos
tributarle. La alabanza personal y comunitaria está pidiendo esta plenitud para llegar a ser una reproducción de la gran alabanza de
Jesús (1 Cor 11,25).

Por otra parte, "Eucaristía es comulgar con Jesús, transformándonos en su imagen: es participar de su amor y su fidelidad, es lavar
los pies a los hermanos, es entregarnos como alimento, es derramar nuestra sangre, es crear comunidad de alianza, es morir un poco
más a nuestro hombre viejo, es dejarnos comer por los hambrientos del mundo. Así y sólo así, en Cristo seremos para gloria del Padre".

L. La alabanza debe envolver toda la vida del cristiano

Cuando el hombre ha llegado a descubrir la realidad maravillosa de la alabanza, no le extrañan las ponderaciones de los santos, ni
sus deseos de vivir en continua alabanza: "Así, pues, mis hermanos, tenedme por el que alaba, pero no lo suficiente; para que, si no
llega a ser completa la explicación de su alabanza, se acepte al menos el fervoroso empeño del que desea alabar. Me apruebe el
haberlo querido y me perdone el no haberlo conseguido"10.

10. V. Borragán, Vivir en alabanza, Edic. Paulinas, Madrid, 1983, 7.

Alabar no es, no debe ser, ni un acto ni siquiera un modo de oración equiparable a otros. Es todo un modo de vivir la vida total, la de
cada día, la de cada instante, frente a Dios, expresada en alabanza.

Basta ver la naturaleza, la realidad de la existencia, sus incidencias, las cosas, las personas, los acontecimientos., caer en la cuenta
de que en todo se halla El presente para que estemos invitados a alabarlo. Basta saber que ahí El nos mira, nos ama para que
recordemos ser los eternamente elegidos para ser "alabanza de su gloria" (Ef 1,6).

La alabanza comunitaria nos debe abrir a esta gran dimensión de la alabanza que no se agota en las horas de un grupo de oración.
Toda la vida comienza ya a balbucir el canto que será nuestra eterna ocupación y delicia en la bienaventuranza11

Es el "género de vida" que resume toda la existencia cristiana y nos abre e introduce en la dimensión de la eternidad.12

M. El primero (de los frutos de la alabanza) es hacer crecer la caridad fraternal

La alabanza, en efecto, al expresar nuestro amor por el Señor, anuda nuestros lazos fraternales. Establece la comunión en una
misma admiración. No cesa de comunicarse.

Si se estudian los salmos de acción de gracias, uno se siente 'tocado' al ver que contienen constantes invitaciones a glorificar al Dios
(...). La palabra Aleluya ¿no proviene del hebreo "alabad al Señor?". La alabanza establece una relación de tres polos entre el Señor,
entre aquel que alaba y el que es invitado a responder. Es el "triángulo de la alabanza" como lo nota Beauchamp: "La palabra es la
única que tiene el poder de reunir en la unión de la alabanza, asegurando que este bien ha sido gustado por todos.

11. V. Borragán, o. c., 7-8.


12. Cfr. Documento del Encuentro Episcopal Latinoamericano, efectuado en la Ceja, (Colombia), septiembre de 1987, no. 62-69.
"Los frutos de conversión, crecimiento interior, sanidad interior y física y la obtención de muchos otros favores avalan la importancia de los grupos de
oración (en los que la alabanza tiene la primacía), cuyo crecimiento y madurez deseamos vivamente" (Documento citado, nn.66).
La palabra promete que aquellos que comparten un mismo bien se rinden, por ello, unos a otros... La alabanza es esta palabra que
opera y viene a sellar la unión de la caridad. Así el triángulo de la alabanza, en la que se cantan las maravillas, se descubre como una
maravilla ella misma. Si la alabanza realiza el mandamiento de amor a Dios, es también esencial requerir la participación del prójimo
para compartirla. El amor de Dios no se modula sino en la unión de la alabanza, que es el amor del prójimo. En la alabanza, también, se
encuentran unidos uno al otro y se hallan mutuamente necesarias las dos dimensiones de la caridad, el amor de Dios y el amor del
prójimo"13

13. D. de Chanterac et J-L Moens, La Luange, en: II est Vivant, Cahiers du Renouveau, n. 69, fev.- mars, 1989, 17.
IX. LA PALABRA DE DIOS EN LA REUNION DE ORACION. ACTUACION DEL SERVIDOR

1. La Palabra de Dios en la reunión de oración

A. Introducción

Para todo cristiano es sumamente consolador poder participar en el don maravilloso de la Palabra de Dios e irla comprendiendo y
profundizando.

Por la acción íntima del Espíritu Santo en nuestros corazones podemos tener acceso a los secretos del Padre, en su Hijo, Cristo
Jesús.

Este don es de tal importancia que sin él. sin "comer su Palabra", es decir: sin leerla a la luz de la fe, meditarla en nuestro corazón y
aplicarla a nuestra vida, estaremos subalimentados y sin defensa contra las enfermedades espirituales. En cierto modo, podemos
afirmar de ella, aunque de una manera semejante, no igual, lo que decimos de la abstención de comer el Cuerpo de Cristo y de beber su
Sangre (Jn 6,53).

"Pero este tesoro de la Palabra lo llevamos en vasos frágiles y esta fragilidad es tal que nos es posible, cuando nos entregamos a
nosotros mismos, servirnos de la Palabra, acapararla, recibirla de una manera carnal y convertirla en un instrumento de división y aun de
confusión. Pensemos en la multitud de sectas nacidas a partir de la Palabra.

Pensemos en todas las falsas interpretaciones que han conducido y conducen a muchos por un camino de perdición"1.

1. P. Philippe, A fin que vous portiez beaucoup de Fruits, 2, Pneumatheque, 1983, 81-82.

Es, pues, importante saber cómo escuchar en el "Espíritu": tener muy presente la dirección segura del Magisterio auténtico de la
Iglesia (el Papa y los Obispos) a quienes el Señor conñó el cuidado de salvaguardar y de interpretar auténtica y autorizadamente el
tesoro de su Palabra.

B. La Palabra de Dios en el Vaticano II

La Palabra de Dios, al igual que el Cuerpo de Cristo, es el alimento del que la Iglesia, y cada uno de sus miembros, se nutre para
vivir y crecer.

La Palabra y la Eucaristía son las dos columnas que sostienen las comunidades cristianas.

La Palabra de Dios comprendida, asimilada, lleva a una recepción más consciente y fervorosa de la Eucaristía.

Sin Palabra no hay fe (Rom 10,17) y sin fe no hay comunidad cristiana.

La Palabra de Dios es viva y eficaz (Hebr 4,12); es espíritu y vida (Jn 6,63).

La Palabra de Dios purifica (Jn 15,3); sana (Jn 16,12); discierne (Jn 12,48); ilumina (Jn 14,26; 16,12-13)2.

C. El Espíritu, la Palabra y la Iglesia

a) El Espíritu y la Palabra: Dios, en su bondad y sabiduría, se reveló a Sí mismo y manifestó el misterio de su voluntad (Ef
1,9): por Cristo, la Palabra hecha carne, y con el Espíritu Santo, pueden los hombres llegar hasta el Padre y participar de la naturaleza
divina (2 Pedr 1,4).

Es la revelación del amor invisible para invitarlos a su amistad (Ex 33,1 l;Jn 15,14-15) y a la participación de su misma vida en Cristo
(1 Jn 3,1), por el Espíritu Santo (Gal 4,6)3.

Dios se fue revelando progresivamente, orientando siempre la revelación de su Palabra hacia la esperanza del Salvador prometido.
En

2. Cfr. Constitución sobre la Divina Revelación Da Vúrboní, Vaticano II, no. 1, 2,4, 5,13, 21, 25, 27.
3. DV 2.

esta revelación el Espíritu Santo asiste a las personas tomadas como instrumentos, para que el designio y el mensaje de Dios llegue a
los hombres sin error y produzca los frutos que El, al revelarse, pretende 4 En la etapa final, Dios se revela por medio de su Hijo (Hebr
1,1-2). Es la Palabra eterna para que habitara entre los hombres y les contara la intimidad de Dios (Jn 1,1-18). El habla las Palabras de
Dios (Jn 3,34) y realiza la obra de la salvación que el Padre le encargó (Jn 5,36:17,4).

En esta obra actúa bajo la guía y la fuerza del Espíritu que lo posee en su Humanidad con total plenitud (Lc 4,18-19)5.
Con el envío del Espíritu Santo la verdad lleva a su plenitud toda la revelación y la confirma con testimonio divino6.

"Cuando Dios se revela, el hombre tiene que someterse con la fe (Rom 16,26). (...) Para dar esta respuesta de fe es necesaria la
gracia de Dios que se adelanta y ayuda, junto con el auxilio del Espíritu Santo, que mueve el corazón, lo dirige hacia Dios, abre los ojos
del Espíritu y concede "a todos gusto en aceptar y creer la verdad". Para que el hombre pueda comprender cada vez más
profundamente la fe con sus dones7" b) El Espíritu y la Iglesia: - "La Tradición y la Escritura están estrechamente unidas y
compenetradas; manan de la misma fuente, se unen en un mismo caudal, corren hacia el fin. La Sagrada Escritura es la Palabra de Dios
en cuanto escrita por inspiración del Espíritu Santo. La Tradición recibe la Palabra de Dios encomendada a los Apóstoles, y la transmite
íntegra a sus sucesores, para que ellos, iluminados por el Espíritu de la verdad, la conserven, la expongan y la difundan fielmente en su
predicación.

Por eso la Iglesia no saca exclusivamente de la Escritura la certeza de todo lo revelado. Y así ambas se han de recibir y respetar
con el mismo espíritu de devoción"8

4. DV 3.

5. DV 4.

6. DV 4.

7. DV 5.

8. DV 9.

"La Tradición y la Escritura constituyen el depósito sagrado de la Palabra de Dios, confiado a la Iglesia. Fiel a dicho depósito, el
pueblo cristiano entero, unido a sus pastores, persevera siempre en la doctrina apostólica y en la unión, en la Eucaristía y la oración
(Hech 2,42), y así se realiza una maravillosa concordia de Pastores y fieles en conservar, practicar y profesar la fe recibida".

"El oficio de interpretar auténticamente la Palabra de Dios, oral o escrita, ha sido encomendado únicamente al Magisterio de la
Iglesia, el cual lo ejercita en nombre de Jesucristo.

Pero el Magisterio no está por encima de la Palabra de Dios, sino a su servicio, para enseñar puramente lo transmitido, pues por
mandato divino y con la asistencia del Espíritu Santo, lo escucha devotamente, lo custodia celosamente, lo explica fielmente; y de este
depósito de la te saca todo lo que propone como revelado por Dios para ser creído7'9

"Así, pues, la Tradición, la Escritura y el Magisterio de la Iglesia, según el plan prudente de Dios, están unidos y ligados, de modo
que ninguno puede subsistir sin los otros; los tres, cada uno según su carácter, y bajo la acción del único Espíritu Santo, contribuyen
eficazmente a la salvación de las almas"10

D. El Espíritu y la Palabra en la reunión de oración

Millones de cristianos se reúnen semanalmente para orar: es la gracia de la Renovación Carismática. En estas reuniones hay una
acción manifiesta del Espíritu Santo que nos recuerda e ilumina sobre las palabras de Jesús. EL CORAZON DE LA REUNION DE
ORACION, JUNTO CON LA ALABANZA, ES LA ESCUCHA DE LA PALABRA DE DIOS.

Antes de intentar una explicación nos parece importante hacer una observación fundamental:

Se trata de ese modo en que algunos de buena fe, usan la Palabra de Dios llamada "fundamentalista" (uno de sus aspectos) y al
que otros, no sin humor, designan como la "ruleta mística".

9. DV 10.
10. DV 10.

"Se proponen preguntas precisas al Espíritu (formuladas o no). Por ejemplo: ¿Cuáles deben ser nuestras relaciones con la
parroquia? Se abre la Biblia al azar, es la respuesta inútil! decir que con una práctica tal, se le puede hacer decir, más o menos, lo que
se quiere a no importa qué texto.

Que se nos comprenda bien. Creemos en la libertad absoluta del Espíritu y de sus intervenciones que siempre serán misteriosas,
pero Dios no es una Esfinge a quien se interroga.

La Palabra no está allí para dar respuestas hechas para todas nuestras preguntas, sino para cuestionarnos, para despertarnos, para
interpelar en el corazón del silencio y de la oración y modelar nuestra respuesta (...) Se llega así a lecturas infantiles, portadoras de las
mismas ilusiones que los sueños que, en el espacio de un instante, nos liberan de las duras realidades de la vida.

(...) Impide arribar a la edad adulta y afrontar con lucidez y confianza el futuro, para llegar por caminos inéditos a la luz del Espíritu.
Es reducir la Biblia a un arsenal de recetas en vez de ser el gran cuestionamiento de la Palabra de Dios".

¿Cómo recibimos la Palabra? Indicamos algunos modos cómo podemos descubrir la Palabra de Dios que es el centro de la
reunión de oración:
Por las necesidades concretas y actuales del grupo: es uno de los modos más frecuentes. Considerar, sobre todo en el
grupo de servidores, cuáles son las necesidades espirituales del grupo mas apremiantes, más esenciales, más generales o que abarcan
al grupo como tal.

Es uno de los modos de hablarnos que el Señor tiene. Es muy importante tenerlo presente. Esto no excluye esa flexibilidad de la que
hemos hablado: la capacidad de estar atentos a la marcha que el Espíritu va imprimiendo al grupo de oración para poderla variar de
acuerdo con esa orientación, no conforme al gusto, al capricho, "a lo que saliere", a la complacencia del auditorio. A veces convendrá
seguir durante un período de tiempo, más o menos largo, lecturas continuas, si la necesidad del grupo lo reclama.

Por un pequeño grupo de discernimiento: es semejante al modo anterior: "Un pequeño grupo (tres o cuatro servidores) se
reúnen antes de comenzar el grupo de oración. Se ponen a orar y piden al Espíritu

Santo que les muestre la Palabra que conviene al grupo. Se la llama "la Palabra biológica", en el sentido de que es dada para la vida del
grupo, esto es, en función de la situación que vive el grupo. "Mis Palabras son Espíritu y Vida". Normalmente, una Palabra viene
rápidamente a la conciencia de una de las personas; muy frecuentemente, dos o tres más perciben que esta palabra es la que conviene
al grupo. Hay que esperar este consentimiento unánime para poder proclamar esta Palabra en la reunión"11

La Palabra "litúrgica hay grupos que la emplean para determinar qué Palabra se proclamará en la asamblea.

El procedimiento que suelen seguir es el siguiente: leen atentamente, en espíritu de oración y de fe, los textos litúrgicos del domingo
o del día. Se recogen y piden al Espíritu Santo percibir qué texto de los leídos conviene a la asamblea de oración, en su situación
concreta. En esta forma de buscar el texto tiene un lugar importante unificar la oración del grupo y la vida litúrgica que al cristiano le
propone la Iglesia.

No parece que se oponga a esto el que puedan leerse algunos textos que se hayan proclamado durante la semana. Es probable
que por su riqueza espiritual, por su mensaje, por su acomodación a una situación concreta del grupo, sean los que, realmente, más le
convengan y los que el Señor quiera para los suyos. Pero no se ha de hacer por propia iniciativa, como ¿Aponiendo algo que a mí,
personalmente, me agrada.

"Escuchar" la Palabra: sólo hay una manera buena de escuchar la Palabra (Le 8,4-18).

No la superficial: no se presta auténtica atención; se está presente físicamente, lejos espiritualmente. Otros intereses nos acaparan.
No la manera sentimental del corazón ligero: se regocija en el momento con el mensaje, la belleza moral y espiritual que atesora... Se
desconcierta ante la primera dificultad que surge. No la manera atosigante del que exige muchas ideas; del que las utiliza para
criticarlas..., pasar sobre ellas sin aplicarlas a la vida. Del que se inquieta si no encuentra "novedad"... Va tras la persona, el modo, el
mensaje humano...; no busca realmente al Señor que habla y se manifiesta en su Palabra.

11. P. Philippe, o c., 2, 85.

Solo hay una manera buena: la de aquel que tiene un corazón que sabe escuchar (1 Re 3,5-14). Que posee un corazón de
"discípulo"; que recibe la Palabra en vistas a la oración que se suscita en el silencio... Jesús es el verdadero maestro que habla no a
nuestros oídos sino a nuestro corazón. Nosotros tenemos que fomentar una cualidad de escucha que es "docilidad" al Espíritu; que
busca lo que la Palabra me dice a mí. Que la deja descender a su corazón "Hoy si oís su voz..." (Sal 94; Hech 10.44)12

"Comprender" la Palabra: la comprensión a nivel de conocimiento exegético, del mensaje de la Palabra, es algo sumamente
apreciable; pero aquí se trata de la comprensión a que se refería el Señor al afirmar que el Padre había descubierto su sentido a los
humildes y sencillos (Mt 11,25-26).

Por eso, ante ella tenemos que hacernos vulnerables, pequeños, dóciles, disponibles, prestos a dejarnos penetrar y cambiar por
ella.

Es la actitud de María, la gran oyente y comprensora de la Palabra.

Comprenderla, tiene como última finalidad un sentido que sobrepasa todo otro conocimiento: formar en nosotros la imagen, el
parecido, cada vez más cercano, al Hijo amado del Padre celestial: Jesús. Y de un Jesús que sin ser del mundo, vive en él, y trata de
recuperarlo para el Padre. Por eso, toda Palabra escuchada, comprendida, aceptada con el corazón, lleva inevitablemente a la entrega
de sí para colaborar con la obra de Jesús: de entregarle al Padre los hijos que han huido de la casa paterna.

Aceptarla Palabra es, sobre todo, dejarse cuestionar por ella; permitir que nos hiera para sanarnos; que nos ponga frente a la
realidad de Dios que conoce nuestro interior y nos ilumina para hacernos ver cuánto hay en nosotros de mezquino, de estrecho; aceptar
que sea para mí una espada de dos filos que separa lo que es de Dios y lo que es del mundo (Hebr 4,12-13)13.

12. J. Laplace, Une experience de la vie dans l'Esprit, Chalet, París, 1972, 22-23.
13. Van den Eyode, M. Bouillot, (varios), Friere es Renouveau, Maison Notre-Dame do Travail, Fayt-lez Manage, Belgique, 1981,42-45.

"Sería perversión refinada o descuido fatal domesticar (...) la palabra que interpela a la comunidad. La palabra bíblica debe conservar todo su vigor.
Aunque está dentro, hay que escucharla como venida de fuera para irrumpir y penetrar, como situada enfrente para enfrentarse y sacudir (...). Lo
contrario de la ritualización es la recepción de la palabra con fe, en cuanto inspirada o llena de Espíritu. Recepción y asimilación, como se asimila un
alimento -el pan de la Palabra-; como un aparato que, enchufado a la red eléctrica, recibe energía con que actuar. Así hemos de imaginar y entender
la palabra bíblica en la celebración. Es activa y dinámica" L. M. Alonso Schoekel, Meditaciones bíblicas sobre la Eucaristía. Sal Terrae, Santander,
1987, 47- 48.

14. J. M. Martín-Moreno, Tu palabra me da vida, Edic. Paulinas, Madrid, 1983 (Passiuo). Cfr. P. Phílippe, o. c., 2, 87-88.
Vivir la Palabra: - Es el punto "esencial": si tomamos en serio la Palabra ella nos "transformará" en Cristo. Si no, será como un
"címbalo que resuena" (1 Cor 13,1-2). Jesús ha tenido cuidado de instruirnos sobre esto con cierta severidad (Mt 13,13-15).

El apóstol Santiago, a su vez, nos ilustra sobre el modo bueno y malo de escuchar la Palabra (Sant 1,21-25).

Se impone, pues, esforzarse con la ayuda de la gracia; y uno de los modos de reunirse, además del grupo de oración al que
habitualmente se asiste y para el que se prepara, en grupos más pequeños (5 ó 6 personas) para compartir cómo han vivido la Palabra
o cómo han dejado de vivirla. Una vez por semana basta. La experiencia da que, si se hace con seriedad y constancia, es muy
beneficioso.

Otra manera es la evaluación regular, por parte de los responsables del grupo, de cuanto se refiere a la Palabra y lo que es
necesario o conveniente aportar a esta seriedad de escucha14.

E. Actitud para recibir la Palabra

Aunque lo que sigue se refiera directamente a la oración individual, se puede aplicar a la oración comunitaria.

"Retener, guardar la Palabra, es el secreto para dejar que se realice en cada uno lo que Dios quiere decir en el profeta Isaías:
55,10-11.

Esto confirma la actitud de María al recibir la Palabra y nos conduce a lo que los Antiguos llamaban “lectio divina" (la lectura orante
de la Biblia). Es necesario para eso entrar en la "habitación" y encontrarse con su Padre en lo secreto a fin de dejar actuar a su Palabra
en nosotros. Es un camino muy simple, accesible a todos. He aquí las etapas:

- Ponerse, en primer lugar, en presencia de Dios y orar al Espíritu.


- Después, elegir la Palabra: esta será, quizás, la recibida en la reunión o en la liturgia.
- A continuación, escuchar en su corazón lo que Dios nos ha dicho: "saber escuchar el silencio". Frecuentemente, no sabemos orar
porque queremos hablar primero, como esas personas que inundan al Señor de peticiones hasta el punto de no dejarlo hablar.
- Dejar subir a nuestro corazón los movimientos de alabanza, acción de gracias, intercesión, o simplemente estar presente a Dios.
- Permanecer entonces en silencio a los pies del Señor sin decir nada, estar presente a Dios nuestro Padre por su Hijo Jesús en el
Espíritu. No decir nada, simplemente exponerse al fuego de su amor.

Entonces la Palabra hace su camino y nos conduce a la "comunión", a ese deseo intenso de no querer sino lo que Dios quiere.
Quien sigue este camino se deja construir por la Palabra y esta Palabra prodiga su acción a su gusto, aun en la noche. Entonces toda la
vida cotidiana se vive bajo la mirada de Dios. Entonces la escuchamos y la ponemos en práctica y no somos como los que dicen "Señor,
Señor".

Al dar esta instrucción es muy conveniente acompañarse de María, la Madre de Dios y de los Hombres. Estará muy bien hecho
venerar su imagen y pedir su intercesión"15.16

15. P. Philippe, o. c., 2, 90-91.


16. Ya se ha tocado, pero volvemos sobre ello:
en conexión con la Palabra de Dios que se elige para ser proclamada y considerada, está la práctica que en algunos grupos de oración se da, aún
hoy, de "cortar la escritura", de "recibir el pasaje para leer", designada humorísticamente por otros como la "ruleta carismática". Creemos que este
desacertado modo de utilizar la Palabra de Dios, ha decrecido ostensiblemente, respecto de la frecuencia con que se hacía al principio de la
Renovación Carismática. Podría resumirse el juicio que merece a personas de mucha garantía espiritual, de verdadero amor y conocimiento de la
Palabra de Dios y de gran experiencia en este campo:
1ro.: No se niega el hecho de que Dios pueda manifestar, a veces, de un modo que se sale de su proceder ordinario, su deseo concretado en un
pasaje que se ha buscado de ese modo. Pero el que pueda ser una realidad, no ha de inducir a pensar que se convierta en modo habitual de
intervenir. Al contrario, se ha de mirar con prevención y evitar usarlo. No sólo no arguye falta de fe, sino que se salvaguarda el respeto debido a la
Palabra de Dios;

2. Actuación del servidor

Ordinariamente debe llevarse preparada la Palabra que se ha de leer, siguiendo los modos ya indicados.

Pero se ha de ser lo suficientemente flexible para cambiar el texto elegido si por la unción del Espíritu Santo, la oración estuviera
pidiendo otra lectura, más acomodada a lo que entonces necesita el grupo.

En esto se ha de vigilar para no confundir el capricho de un servidor, o su preferencia, con la guía discernida del Espíritu. Mientras
esto último no se dé, debe prevalecer la lectura previamente seleccionada.

Debe escogerse un pasaje relativamente corto: 4 ó 5 versículos para facilitar la retención del mensaje y su interiorización.

Se leerá en voz suficientemente alta para que pueda ser oído por todos sin tener que hacer esfuerzos distractivos. Si el auditorio
fuese numeroso, es conveniente usar el micrófono.

La lectura debe ser preparada por la persona que la hiciere. Más que una simple lectura, deberá ser una "proclamación". La
veneración y el respeto a la Palabra de Dios exige que se tenga ese esmero en su manejo y lectura que evite toda indecisión, tropiezo,
repetición,...

Después de la lectura, debe seguir un discreto silencio para que las personas, individualmente, traten de interiorizaría. A
continuación,
se cuida la pureza de la fe del grupo de oración, no presentándole un modo que huele a "mágico" y se confía en que Dios, en su providencia,
tiene maneras diversas de ayudar a sus hijos y mostrarles su "mensaje"; pedir consejo; orar; valerse del "sentido" común. Esta manera de facilitar el
mensaje divino induce a la pereza y va creando una mentalidad sobre Dios, el Dios del "exhibicionismo" que ahorra todo esfuerzo al hombre; del Dios
que "aquí" y "ahora" está dispuesto a satisfacer los caprichos de los hombres. Se presenta, pues, una figura de la Renovación Carismática que no es
la auténtica y se dañan las realidades maravillosas que existen en ella.
2do.: Este modo de utilizar la Palabra de Dios, supone un discernimiento y una precaución especial por ser, precisamente, uno de los menos fiables
para buscar la gula del Señor.
P. Philippe, o. c, 2, 90-91.
Cfr. G. Martín, Para leer la Biblia como Palabra de Dios, Edit. Verbo Divino, Estella (Navarra), 1983. Libro excelente y muy útil para profundizar el
tema que tocamos.

es conveniente hacer una breve aplicación a la vida cristiana del grupo (dos o tres minutos). Si no hubiere instrucción (de la que se
hablará más adelante) puede prolongarse dicha aplicación.

Esta debe ser hecha por una persona designada, ordinariamente, uno de los servidores del grupo de oración; preparada de
antemano.

Como diremos en la instrucción, ha de constar, respecto de la persona, de su capacidad y unción y, de un modo especial, de su
seguridad en la fe y de testimonio moral de vida, dentro y fuera del grupo de oración.

No es aconsejable, aunque no hubiera instrucción, hacer una exégesis sobre el texto leído. Este aspecto debe reservarse al
párroco o al sacerdote que quizás asiste, si lo quisiere hacer. A él se le ha de invitar al grupo de oración con frecuencia y pedirle que
tenga la explicación de la Palabra y la instrucción.

Después de la breve explicación mencionada, puede y es muy conveniente que continúe la alabanza apoyada en la misma palabra
escuchada, como ya se explicó..

La Palabra de Dios es uno de los elementos esenciales del grupo de oración y nunca debe faltar.

A veces, bastará una sola lectura; otras, será conveniente añadir alguna más. Nunca se hará de la oración de alabanza un tiempo
dominado por la lectura.

Los servidores deben cuidar el orden en este aspecto fundamental; que se evite la improvisación; que no se lean pasajes dispares.
X. EL CANTO Y EL SILENCIO EN LA ORACION DE ALABANZA. ACTUACION DEL SERVIDOR

1. El "canto" en la oración de alabanza: (Ef 5,19-20; Col 3,16-17; cfr. Salmos)

A. Reflexiones

El canto es uno de los medios más efectivos de expresar la adoración, la acción de gracias, la alabanza en la comunidad.

El canto es un lenguaje universal usado en todas las culturas, lenguas, religiones, para expresar reverencia, adoración,
reconocimiento, entrega a la Divinidad.

En el cristianismo, especialmente en la religión católica, tiene una riquísima y variadísima expresión que entronca con el canto del
Antiguo Testamento, sobre todo con el empleado en los salmos.

Hoy se ha profundizado en el canto como medio de orar, aun profundamente, al Señor. Toda la legislación litúrgica, abundantísima,
trata de fomentar dignamente las diversas manifestaciones, aún populares; purificándolas y ordenándolas, de modo que mensaje y
revestimiento artístico se armonicen y jueguen un papel fundamental en la participación de los fieles.

En la Renovación Carismática desde sus comienzos, se descubrió su misión importantísima y se ha venido usando con una
riqueza, variedad y provecho admirables.

El canto, para que realmente sea oración, debe ser expresado con el corazón: con una pureza de motivaciones que sean la más
pura alabanza, acción de gracias,... al Señor. Toda motivación espúrea: exhibicionismo, satisfacción propia, etc., desvirtúa el fin del
canto religioso.

Por tanto, el pueblo, los grupos de oración deben ser educados, no sólo en el modo de realizarlo lo mejor que cada uno pueda, sino
instruido en la finalidad primordial del canto como oración.

El canto no es solamente oración (una de sus formas); la profundiza cuando se canta con una pura motivación de alabanza y se
expresa desde la intimidad del ser.

Las virtualidades del canto, omitiendo las principales ya indicadas, son muy ricas y variadas:

-Fomenta poderosamente la unidad de la asamblea.

-Al unirla en la oración, la une también en los sentimientos, aun a nivel humano.

-Eleva el espíritu y lo abre a la acción de Dios que actúa a través del canto.

Por constar de dos elementos complementarios: el musical y el mensaje de la letra, que deben armonizarse entre sí, graba más
profundamente lo que intenta expresar y se convierte en un medio, especialmente eficaz, para alabar al Señor.

La belleza de la música, el contenido del mensaje se aúnan para atraer poderosamente el espíritu. Por eso se ha de cuidar con
esmero que todo canto sea verdaderamente hermoso, en su género, y que incluya un mensaje para la asamblea, de acuerdo con el tipo
de música, con el fin, con la misión que se le asigna. Si no cumplen estas dos condiciones, entendemos que deberían eliminarse de los
cancioneros y no incluirlos en ellos. No todo canto vale para ser cantado por una asamblea de oración.

Cantar "con un solo Espíritu" significa ser "dóciles" al Espíritu Santo en nuestro canto.

Significa también cantar en amor hacia nuestros hermanos, unidos a ellos, como una irradiación del amor a Dios que expresamos en
nuestro canto de alabanza (Rom 15,1-2).

Cuando adoramos al Señor en unidad de espíritu y de voz, algo pasa en nosotros interiormente: el Espíritu del Señor obra
profundamente y realiza su obra transformadora. También aquí vale aplicar la promesa del Señor (Mt 18,19).

"El canto, por ser oración, es un verdadero ministerio , un carisma del Espíritu, para la edificación de toda la comunidad"1

El canto, por consiguiente, es un elemento fundamental del grupo de oración, y tiene como finalidad prolongar, expresar, profundizar
la oración2"3

B. Esquema de la diversidad de cantos que se usan en una reunión de oración carismática

Cantos golosos: Ya dentro de la oración pueden emplearse cantos "gozosos" que, al mismo tiempo que recogen y profundizan la
oración, expresan el gozo de:

De caminar tras el Señor Jesús, centro de nuestra vida.

De celebrar el acontecimiento de nuestra salvación.


1. M. Casanova, La oración hoy (varios), Edic. Mensajero, Bilbao, 1977, 237.
2. C. Fraysse, Le chant dans l'assamblée de Príere, en:Tychique, n. 44, Juillet, 1983, 45-51.
3. Diego Jaramillo cita hermosos testimonios antiguos que alaban, recomiendan, dan al canto un lugar de honor en la vida cristiana: "Cantar es propio
del que ama, y como los creyentes se enamoran siempre de Cristo es normal que le entonen cantares/porque, decían en la antigüedad." Al campesino
compete empujar el arado, al piloto gobernar el timón, y a mi cantarle al Señor".

"Aquí no hay esclavo, ni libre, ni rico, ni pobre, ni príncipe, ni súbdito; lejos de nosotros están estas desigualdades sociales. Formamos todos un solo
coro, todos tomamos parte en los santos cánticos, y la tierra imita al cielo. Tal es la nobleza de la Iglesia". "El canto del salmo rehace las amistades,
reúne a los que estaban mutuamente enemistados, pues, ¿quién es capaz de considerar todavía como enemigo a aquél con quien ha elevado una
misma voz hacia Dios?" Y prosigue D. Jaramillo de su cuenta: "Cantar, por lo tanto, es un modo privilegiado de orar. Todos los sentimientos de la
oración alcanzan un eco nuevo al ser subrayados por la melodía. A veces la música contiene modestamente las palabras de modo que éstas casi se
recitan como si fuera una cantilena; a veces son las palabras las que opacan, desaparecen casi, y el cantar se torna más del corazón que del cerebro.
Es lo que ocurre en muchas melodías gregorianas, o también en el "canto en lenguas" que aparece bellamente en grupos y asambleas de oración".

D. Jaramillo, Renovación Carismática, Bogotá, Centro Carismático El Minuto de Dios, 1978, 149-150.
(Las citas anteriores corresponden a "Odas de Salomón, S.Juan Crisóstomo, S. Basilio).

De que "creemos" en el amor del Padre manifestado en su Hijo, Cristo Jesús.

De haber sido recibidos y perdonados por su misericordia infinita.

De que realmente pertenecemos a la familia de Dios y somos herederos, con Jesucristo, de su Reino.

De que podemos compartir con nuestros hermanos las alegrías y las penas.

De que la Trinidad habita en nosotros, de que realmente podemos llamar a Dios, Padre nuestro; de que Jesús es nuestro hermano y
de que el Espíritu Santo habita y actúa en nosotros como en su templo".

Cantos de agradecimiento: - Los motivos anteriormente citados, pueden servir para introducirlos.

Por el plan de salvación de Dios que desde siempre se manifiesta en la creación, en la redención por Cristo, en la gloria eterna a
que nos destina.

Agradecimiento por su magnificencia en darnos a su propio Hijo, por la institución de la Iglesia, por el don de los sacramentos, por el
don de su Espíritu y de los carismas.

Reconocimiento de su bondad que nos llama y ayuda a celebrar y bendecir su Nombre; a celebrar el misterio pascual de la muerte y
resurrección de su Hijo, Cristo Jesús, etc.

Cantos de alabanza: - Alabamos al Padre, en Jesús con la fuerza del Espíritu, porque es "El que es": el único Dios verdadero,
infinito, santo, misericordioso...

Porque todo lo llena, lo domina, lo recrea.

Porque es el Amor, que se prodiga en todas sus criaturas.

Porque los cielos proclaman su gloria y nosotros nos asociamos jubilosos a ellos.

Porque es la sabiduría inmensa, la piedad sin límites, la misericordia siempre dispuesta al perdón, la omnipotencia a nuestro
servicio, la benignidad hecha hombre, en Cristo Jesús...

Porque vive en el seno de la Trinidad, junto al Verbo y al Espíritu en un intercambio de amor infinitamente activo.

Cantos de adoración: -Nos "prosternamos" ante ti, Dios nuestro.

Por tu majestad infinita.

Ante ti, Rey de la creación, Señor y Creador nuestro.

Reconocemos tu gloria, tu divinidad, tu soberanía, tu dominio sobre toda la creación, tu derecho a ser proclamado en el universo
entero.

Reconocemos con todo nuestro ser nuestra dependencia de ti, Señor y Padre nuestro.

Nos alegramos de ser tus criaturas y necesitar de ti en todo; de estar colgados de tu providencia amorosa.

Celebramos tu soberanía "paternal", total, absoluta sobre todo y sobre nosotros; y queremos que nuestra vida sea un acto
continuado, sin cesar, de este reconocimiento.

Te adoramos, a ti Dios nuestro, que nos das participación en tu mismo ser en Jesucristo, tu Hijo y actúas sin cesar en nosotros por
tu Espíritu.

Cantos de “comunión fraterna” - Te alabamos, Padre, porque nos unes a nuestros hermanos en tu Hijo Jesús, por la fuerza del
Espíritu.
Te cantamos llenos de regocijo porque suscitas el amor de Jesús para con nuestros hermanos a los que amamos en ti y por ti
queremos servir

Te cantamos porque quitas las barreras que nos impiden vernos y reconocernos hijos tuyos, hermanos en Cristo Jesús, guiados por
el mismo Espíritu.

Te alabamos porque nos das la oportunidad de perdonamos de crecer juntos, de aumentar y fortalecer nuestra fe, apoyados los
unos en los otros.

Te cantamos porque podemos comulgar el cuerpo y la sangre de Jesús, y así unirnos estrechamente en él e irradiar su amor a los
demás...17.

(Estas maneras de alabanza... al Padre son solamente un ejemplo, que puede servir para inspirar otras en los diversos campos
enumerados, también en Jesucristo, en el Espíritu. Es preciso que los cantos elegidos sean fáciles, acordes con el tema de alabanza...,
cantados con todo el ser vuelto hacia Dios... Si se saben conducir, brotarán espontáneamente diversas manifestaciones corporales
asociadas a ella e igualmente el orar y cantar en lenguas).

C. Actitudes espirituales para cantar

El acierto y espiritualidad con que X. Desjeux muestra en sus orientaciones sobre el tema, nos inclina a hacerlas nuestras, aunque
añadamos algunas particularidades propias:

Dar mi aliento (mi respiración) al Señoril! respiración viene de Dios. Los místicos nos dicen que la oración llega a ser
nuestra respiración. Debería recibir en cada momento la respiración del Padre y devolvérsela.

Cuanto más se interioriza la oración más va siendo conducida la persona a "cantar su aliento".

Cantar no es principalmente realizar bellamente una técnica musical, poniendo en juego todo el aparato fónico con verdadero arte.
Es sobre todo, hacer que nuestra sensibilidad participe en la oración del corazón, sin esfuerzos vocales, sin afectación, "en el solo ritmo
de la respiración del alma que no es el del ritmo exterior, sino el de la respiración del corazón... En la perspectiva de lo que precede, mi
canto me dinamiza, me da un 'mejor ser': cuanto mejor canto (desde el corazón) mejor respiro" y al contrario. Es decir: hacer que mi
canto sea oración y que mi oración se exprese en mi canto.

Desarrollarla escucha de la comunidad: Es indispensable. Soy una piedra viva en el conjunto de la asamblea y mi voz se
apoya en el edificio del canto del grupo. Cuando esto sucede en los que cantan el resultado es sorprendente, aunque la asamblea no
tenga o tenga muy poco conocimiento musical.

"Hay una como interacción: Yo canto como escucho. Todo se hace más fácil. Si yo oro en espíritu y en verdad, mi aliento se hace
pacificante, mi voz progresivamente se emite espontáneamente y canto más fácilmente; ésta moviliza fuerzas, me restaura, edifica al
hombre interiormente y, a la vez, se irradia a la comunidad. El cantor profesional con todo su saber no está preparado para esta
experiencia de vida. En un grupo, cantar es cantar ajustado a la oración que baja al corazón", en la unidad, en Dios, de toda la
asamblea.

Purificar la inteligencia y la sensibilidad: Purificar la inteligencia: Somos demasiado intelectuales. Cantamos, más de
una vez, sin escuchar la oración del grupo. Prescindimos de ella y nos privamos de un tiempo precioso de oración. Cantar no sólo pide
una oración, a veces, la misma que está viva en el grupo; siempre, la oración del corazón que quiere alabar a Dios con el canto.

Purificar la sensibilidad: no debe ser la norma para cantar, el hecho de que yo ame el canto.

El signo de que mi sensibilidad se va purificando se manifiesta en que no canto lo que me "gusta" sino lo que está pidiendo el
momento de oración que vive la comunidad; en que voy dominando mi deseo de sobresalir, de cantar aislado de los demás; de que mi
canto también como la oración, produce frutos en mí y en los demás. Ir de la afectividad al corazón, es un proceso largo pero digno de
sacrificios y de oración5.

D. Consecuencias y modo de actuar del servidor

Es un error tomar como criterio preferencial, para formar un equipo de música o admitir a una persona en este ministerio, la habilidad
con que toca un instrumento o la belleza de su voz y la facilidad para la música. Estos criterios son válidos, pero no ocupan el primer
lugar. Este debe ser la entrega al Señor, la unción para su servicio.

De otro modo, deben ser personas sensibles y dóciles a las mociones del Espíritu y a la obediencia, fruto del Espíritu.

Esta docilidad se manifiesta en ir entonando cantos que vayan de acuerdo con la línea que Dios ha suscitado en la oración y con el
aspecto particular que entonces ocupa al círculo de oración: alabanza, acción de gracias-

Téngase muy en cuenta que "el énfasis principal" ha de ponerse en "volverse al Señor": convertirse, alabarlo, agradecerle,
expresarle el amor, la fidelidad..., más que en producir una maravilla musical.

No se "minusvalora" este aspecto. Al contrario, Dios se merece todo y lo mejor. Pero se trata de prioridades, de objetivos claros
sobre los que deben velar los servidores y los encargados inmediatos del ministerio de música.
17
4 C., Frayssen, a. c, 45-51.
5. X. Desieux, Le chant dans nos assamblées de Priere, Tychique, n. 75, Septiembre, 1988, 13-15.

Hay variedad de cantos compuestos para diversas situaciones de la asamblea y para una finalidad determinada: así los hay vivos,
ágiles, llenos de sano entusiasmo; otros son reposados, suscitadores de una paz profunda; cantos de adoración, de alabanza, de
recogimiento íntimo, de acción de gracias... La docilidad del Espíritu, que se une, muy frecuentemente, a un buen sentido de apreciar lo
conveniente en cada caso, es usar los que la marcha de la oración está pidiendo como más apropiados.

En modo alguno se debe cometer el error de introducir cantos que en sí buenos y provechosos, no lo son para este momento de
oración.

El que dirige el grupo de oración, muchas veces de acuerdo con la persona encargada del ministerio de música, elegirá el canto
más apropiado entre varios que pudieran cantarse.

La reunión de oración suele comenzar y terminar con cantos:

Los cantos de "animación", al principio, antes de dar inicio a la oración, suelen ser más movidos, vivos y alegres en su ritmo y en su
mensaje.

Tienen por fin preparar, en espíritu de fe y de fraternidad, a los asistentes; ir abriéndoles y disponiendo su espíritu a la oración que
seguirá después; crear un vínculo de unión gozosa entre los participantes; hacer tiempo mientras van llegando para comenzar, la mayor
parte, a la hora elegida .como la más conveniente.

A veces, se emplea un tiempo discreto en ensayar algún canto nuevo.

El tiempo dedicado a la "animación" no debe ser indefinido. Su duración puede variar pero no conviene que exceda, si no es
excepcionalmente, los 15 minutos.

Otros cantos, los más importantes, son cantos de oración que acompañan, se entremezclan, complementan la oración.

Es un don precioso la sensibilización humana y divina para saberlos introducir a su debido tiempo; saber seleccionarlos; acertar a
darles ese tono íntimo que nace del corazón sumergido en la alabanza al Señor.

Su número no es determinable. Los que convengan para elevar el tono y dar mayor profundidad a la oración.

El que dirige la oración, juntamente con la persona encargada del ministerio de música, han de procurar evitar los peligros
siguientes que indicamos como muestra:

• Que sea un cantar por cantar.


• Que la mayor parte del tiempo esté ocupado por los cantos o que, al contrario, apenas se utilicen convenientemente y no siempre
con la finalidad apuntada.
• Que la reunión de oración se convierta en un "festival musical" por más hermoso que sea.
• Que el coro absorba al pueblo de modo que éste apenas tenga participación.
• Que las personas, por el entusiasmo o porque tienen voces hermosas, canten tan alto que se las pueda oír a ellas distintamente.
• Que se introduzcan cantos "tristes", aunque sean de profundo recogimiento o de compunción interior por los pecados.
•Que alguien se exima de cantar porque no tiene buena voz: el canto es para la gloria de Dios y no la nuestra.
•Que haya cantos "sentimentales": expresan excesiva o falsa emoción y alejan de la reunión de oración especialmente a los
hombres. O que se distorsionen convirtiéndolos en "sentimentales".
• Que se canten de modo distinto a como están compuestos.
• Que haya cantos "flojos o vacíos espiritualmente" sin mensaje, etc.

Hay que cantar en "unidad": "significa que nuestras voces deben estar unidas como una sola voz en todo el cuerpo de la
comunidad, mezcladas con las voces de nuestros hermanos.

Nuestro oído debe estar "armonizado" no con la propia voz para percibir lo que estamos haciendo; sino la voz total que el Señor
está formando entre nosotros. Si cantas de modo que te puedas oír a ti mismo probablemente cantas demasiado alto. Recuerda que no
cantamos para agradarnos a nosotros mismos".

Gracias a Dios, en la Renovación Carismática abundan los cantos expresivos, variados, llenos de vigor, de unción, fáciles de
retener, hermosos en su composición, con un mensaje profundo que puede ser fuente de alabanza intensa y de íntima experiencia de
Dios.

Resumiendo cuanto hemos dicho sobre ei Canto Para que éste pueda cumplir su misión debidamente, se imponen ciertas
condiciones sobre las que debe velar el servidor con diligencia: la.: El canto introducido debe ser el reflejo de la Palabra de Dios y de la
alabanza; a la que hace más intensa, profunda y hermosa.

Por eso, se deben desterrar los cantos sentimentales, los que no son portadores de un mensaje o, teniéndolo, no están de acuerdo
con la calidad u orientación que el Espíritu va imprimiendo a la oración.
2a.: El canto debe expresar lo que la reunión de oración está viviendo en su corazón. Si algo ha de tenerse en cuenta es que exista
una gran armonía entre la voz, el corazón y el espíritu.

3a.: El canto debe prolongar, expresar, profundizar la oración y no provocarla artificialmente:

Esto exige de parte de todo el grupo, sobre todo de los servidores y, más concretamente, del que dirige la oración, estar atento a:

No imponer el canto fuera de tiempo, como algo con lo que pretende dar variedad o animar la oración mortecina y a la deriva. Fuera
de excepciones, esto último no favorecerá la oración.

Estar a la escucha del Señor para discernir qué canto se debe introducir y cuándo. Si esto se realiza en atención pacificante, el
Espíritu suele utilizarlo para obrar maravillas en su actuación.

En este aspecto, como en los demás, el grupo de oración necesita una lenta, paciente y constante educación por parte de ios
servidores, quienes, a su vez, deben ser los primeros educados6.

Del canto en la lengua propia, cuando ha sido intenso y ungido en el Espíritu, se pasa, suscitada por El, a la alabanza en lenguas y
de ésta, al canto en lenguas. Entonces es muy conveniente ayudar a la asamblea haciendo sonar en el instrumento musical, un solo
registro. El cambio a otros, se hace progresivamente en los que cantan, de modo que siempre se dé un canto armonioso, uno de los
signos de ser un "canto en el Espíritu"7.

6. Cfr. K. Leimbach, Le charisme de la musique, Tychique, no. 68, juillet, 1967, 38-39; P. Philippe, Afín que vous portiez beaucoup de Fruit, 2,
Pneumatheque, París, 1983,76
7. K. Leimbach, a. c., 39.

2. El "silencio" en la oración de alabanza

A. Reflexiones

Escuchar a Dios "es la actitud esencial de la criatura, pues la fuente de su ser está más acá de ella misma.

Actitud, todavía, más fundamental del hijo de Dios, y esencia de su corazón, porque todos los dones le vienen del Padre".

Un gran oyente de la Palabra de Dios fue Salomón que le pidió sencillamente un corazón que sepa escuchar; para poder regir a su
pueblo con sabiduría, discreción y según la voluntad de Dios (1 Re 3,9).18

El Espíritu Santo es quien, realmente, nos introduce en el verdadero silencio, nos lleva a la soledad del corazón para comunicarnos
íntimamente con el Padre, en Jesucristo.

El silencio religioso es un paso del Señor y un encuentro con El (1 Re 19,11-13).

Es un encuentro con Dios, nuestro creador y Señor y nuestro Padre al que podemos, con total confianza, llamar ¡Padre!

El silencio, cuando es auténtico, es un tesoro espiritual, obra del Espíritu; no lo podemos producir nosotros, sí prepararnos a este
paso de Dios por nuestras vidas, que, frecuentemente, representa la cima de la oración.

El ejemplo, por excelencia, es Jesús que se retiraba a la soledad, en el silencio de la naturaleza y del corazón, para oír al Padre,
comunicarse filialmente y realizar el plan de salvación que le revelara (Lc 5,16; 6,12; Mt 26,36).

Esta escucha de Dios no es fácil asumiría debidamente si no logramos hacer silencio dentro de nosotros y, por lo tanto, creando
condiciones externas que favorezcan el silencio del corazón. Aunque Dios pueda actuar al margen de todo condicionamiento, suele
respetar las leyes que El mismo ha puesto en nuestra naturaleza.

"Escuchar al Señor es, pues, más importante que hablar con Él.

Por tanto, el silencio es uno de los aspectos más típicos de las reuniones de oración. Lo esencial es acercarnos a Él, escucharlo y
luego responderle. Él es quien inicia el diálogo entre los hombres"19

No es el hombre quien, primariamente, busca a Dios, sino que es Dios quien busca al hombre. Él es quien nos amó primero (1 Jn
4,9). Él es quien nos participa su Vida y sus misterios. Quien vive en la carne, en expresión de San Pablo, es muy difícil que escuche al
Señor.

El silencio en la reunión de oración tiene gran importancia, pero hay que saberlo introducir a su tiempo, motivarlo muy breve y
acertadamente, darle la duración conveniente.

En modo alguno debe dársele una duración excesiva. Las reuniones de oración son para alabar al Señor y uno de los modos, es
escuchar a Dios en silencio y responderle. No se puede hacer de ella una oración en la que predomine el silencio, por más recogido que
sea.

18
8 Soeur Jeanne d'Arc, Nuestra actitud bíblica, Edic. Fax, Madrid, 1970, 14-16.
19
9 M. Casanova, o. c., 232.
La duración, siempre moderada, está condicionada por el grupo de oración: su tiempo en la Renovación Carismática, su madurez
espiritual, su capacidad y educación para saber escuchar.

En modo alguno ha de ser un silencio vacío; debe estar lleno de una profunda alabanza, acción de gracias, amor, arrepentimiento, y,
sobre todo, de una íntima adoración.

B. Actuación del servidor

Procure el servidor que, después de un período fuerte de alabanza y canto, sobre todo en lenguas, se haga un silencio.

En tales momentos el silencio es la expresión de nuestro temor reverencial y filial y de nuestro amor ante la santidad y la bondad de
Dios nuestro Padre. Está lleno de la presencia del Espíritu.

También después de la lectura de la Palabra de Dios es muy conveniente que haya un silencio que permita captar el mensaje y
rumiarlo interiormente.

No debemos temer los silencios, pero cuide el servidor de que "no se conviertan en el modo principal de participar en la oración de
un

grupo. La reunión de oración no es un grupo de meditación. Su característica es la participación y expresividad"10.

Es muy conveniente dar al Señor la oportunidad de hablar a su pueblo por la profecía y para ello preparar el terreno con el silencio.
No quiere decir que, observando éste, el Señor necesariamente se manifestará con el carisma de la profecía. Pero, a veces,
dificultamos su actuación por no guardar estos silencios discretos, íntimos, llenos de amor y de confianza en Jesús.

Después de cada profecía del Señor o mensaje en lenguas debe seguir el silencio para facilitar su acción por el carisma de la
interpretación.

El silencio o escucha del Señor es un don; no descuidemos el pedirlo, imitando la humildad y sabiduría de la petición del rey
Salomón (1 Re 3,9).

Una de las misiones más delicadas del servidor es ir educando al grupo de oración para estos "silencios llenos", con discreción,
paciencia y sabiduría11-

"Cuando el grupo está formado por personas que tienen el hábito de orar, los momentos prolongados de silencio compartido son
frecuentes: generalmente, mientras más maduro sea un grupo en la oración más ricos serán los períodos de silencio ya que todos están
compartiendo intensamente la presencia de Dios"12

10. Jim Cavnar, Prayer Group Workshop, Edit. Bert Ghezzi and J. Blattner, Servant Books, Ann Arbor, Michigan, 1979, 13.
11. Largamente y abarcando diversos temas, habla sobre el silencio con notable acierto y riqueza M. T. Kelsey, The other Side of Silence, Paulist
Press, New York, 1976, 93-162.
12. Mons. A. Uribe Jaramillo, Orientaciones para grupos de oración, "Publicaciones" San Antonio, Río Negro (Colombia) 1981, 20-21.
XI. LA ENSEÑANZA O INSTRUCCION EN LOS GRUPOS DE ORACION I

1. El fundamento

A. Testimonios

Un autor de tanto peso teológico como W. Kern dice, a propósito de la instrucción: "Incluso en una conversación libre y sin
compromiso, los conceptos claros y las pruebas bien fundadas son tan necesarias como la oración cotidiana en que se pide la gracia de
la fe".1 Entendemos lo que quiere decir y creemos que es aplicable a la instrucción de los grupos de oración en la que se pretende no
sólo que crezcan en la fe sino también que sepan dar razón de ella.

La ignorancia religiosa, cuando las personas no tienen interés en superarla, por la razón que sea, es la causa de muchos y
profundos males espirituales. Es como un clima aptísimo para que crezcan toda clase de errores.

Nos parece oportuno citar a autores de toda autoridad, sobre el tema.

"Desde hace algunos años se han realizado grandes esfuerzos en las distintas diócesis para asegurar un resurgimiento espiritual, una
formación bíblica y doctrinal. Todo esto es excelente y merecéis felicitación por este trabajo. Pero, de todos modos, quedan
interrogantes cuando uno ve grupos que vegetan o que encuentran toda clase de dificultades, porque los dirigentes y los miembros de
los ministerios no quieren esforzarse en buscar una verdadera profundización espiritual. ¿Cómo podéis llegar a nivel diocesano o local a
estos animadores para hacerles salir de su ghetto?"2

1. W. Kerne, ¿Por qué creemos? Edit. Herder, Barcelona, 1967, 11.

Juan Pablo II, ha tocado el tema repetidas veces en diversos Encuentros con la Renovación Carismática.

"En segundo lugar, os corresponde (a vosotros dirigentes), proporcionar el sustento espiritual mediante la distribución de la
verdadera doctrina. El amor a la Palabra revelada de Dios, escrita bajo la guía del Espíritu Santo, es una señal de que deseáis
'permanecer firmes en el Evangelio' predicado por los Apóstoles (...) Dios quiere, por tanto, que todos los cristianos crezcan en el
conocimiento del misterio de salvación, el cual cada vez nos revela más cosas acerca de la dignidad intrínseca del hombre.

Quiere también que vosotros, que sois dirigentes de esta Renovación, estéis cada vez más sólidamente formados en la enseñanza
de la Iglesia, cuya tarea ha sido meditar durante dos mil años en la Palabra de Dios, a fin de ir descubriendo sus riquezas y de darlas a
conocer al mundo"3. Esta exhortación de Juan Pablo II, dirigida directamente a los líderes o servidores, es igualmente extensiva a todos
y cada uno de los participantes en los grupos de oración. La apremiante recomendación a instruirse debemos extenderla y hacerla
válida dentro de su condición de participantes, a los miembros de los grupos.

Habría que aducir aquí, como argumento supremo, el ejemplo de Cristo, cuya misión fundamental fue dar a conocer la doctrina del
Padre. Las citas, y, sobre todo, la práctica de su "obra" aparece con tanto relieve que todo el Evangelio es una demostración palmaria
de lo que El mismo afirmó. Jesús proclama la buena noticia del reinado de Dios (instruye sobre él). Su enseñanza pública que es válida
principalmente para sus discípulos (Mt 5,2; 7,28), se orienta y tiene como destinatarios a todos los que le oyen, y aun se extiende hasta
nosotros, sin estar limitada por tiempos y lugares.

Y tan perentoria es para El esta misión de comunicar la doctrina del Padre, que cada vez ve más claramente: su postura será una de
las causas humanas que le conducirán a la muerte.

2. Mons. Luis Gonzaga Langevin, en Koinonía, n. 32, nov-dic. 1981, 20


3. L'Osservatore Romano, Edic. española, 17 mayo, 1981.

Esta enseñanza viene a ser el legado que deja a los suyos como continuadores de su misión (Mt 10,7-8). Y los manda que no sólo
enseñen en Jerusalén sino que el campo de su predicación sea el mundo entero (Mt 10,5-6; 28,19).

Aducimos, con excesiva brevedad, el ejemplo de Cristo en su enseñanza porque se trata el tema en otro lugar.

La consecuencia de lo dicho, nos parece obvia: si a la predicación de Cristo corresponde la obligación de dejarse instruir de El, a la
enseñanza que deben impartirlos que, de algún modo, son continuadores de su misión, debe responder el deseo y la realidad de dejarse
enseñar. Este debe ser el anhelo y la práctica de los grupos de oración de la Renovación Carismática. Y, creemos, que,
afortunadamente, se va progresando día a día en aspecto tan importante, aunque no entre necesariamente como elemento esencial de
los grupos de oración. Por otra parte, no es el único lugar donde se puede impartir y de hecho se imparte la instrucción: existen también
los retiros tanto masivos como limitados; las convivencias, las instrucciones de encuentros, asambleas, días de enseñanza para los
grupos o parte de ellos...

Un argumento de especial fuerza, después del de Jesús, es el del apóstol Pablo. Aquí, como en el Evangelio, cada una de sus
cartas, y aun cada página viene a ser una exhortación explícita o implícita sobre la necesidad de evangelizar, de instruir a los fieles y a
los paganos.

Pablo VI en su monumental documento: "Evangelii Nuntiandi"; ha recogido y expuesto con singular fuerza y unción lo que se
refiere al testimonio y misión de Jesús y a la evangelización como misión de la Iglesia; por tanto, también de ser evangelizados e
instruidos.

Hubiera sido oportuno exponer el pensamiento de Juan Pablo II tan frecuentemente abordado sobre la nueva evangelización, pero
que adquiere un relieve especial en el anuncio de la "nueva evangelización proclamado en su discurso en la República Dominicana, en
1984.4

4. En el citado documento "Evangelli Nuntiandí" Pablo VI enuncia un principio fundamental que también debe ser asumido y aplicado en los grupos de
oración, como evangelizados (por la instrucción a que ahora nos referimos) y evangelizadores que se han preparado para realizar esa misión:

2. Orientaciones A. Importancia

La importancia de la instrucción en el grupo de oración pide que nos detengamos en algunas consideraciones:5

No podemos caer en la ingenuidad de confundir; en este campo, lo carismático con lo espontáneo, o sea, con lo que nos sale a la primera,
con lo informal, con lo improvisado, con lo que no se prepara.

"La evangelización, vocación propia de la Iglesia: La Iglesia lo sabe: Ella tiene viva conciencia de que las palabras del Salvador: "Es preciso que anuncie
también el reino de Dios en otras ciudades" (Le 4.43), se aplican con toda verdad a ella misma. Y por su parte ella añade de buen grado, siguiendo a
San Pablo: "Porque, si evangelizo, no es para mi motivo de gloria, sino que se me impone como necesidad. ¡Ay de mí si no evangelizara" (1 Cor
9,16). Con gran gozo y consuelo hemos escuchado, al final de la Asamblea de octubre 1974, estas palabras luminosas: "Nosotros queremos confirmar
una vez más que la tarea de la evangelización de todos los hombres constituye la misión esencial de la Iglesia (Sínodo, L'Osservatore Romano, 26
octubre 1974, 6); una tarea y misión que los cambios amplios y profundos de la sociedad actual hacen cada vez más urgentes. Evangelizar constituye,
en efecto, la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar, es decir, para predicar y enseñar, ser canal
del don de la gracia, reconciliar a los pecadores con Dios, perpetuar el sacrificio de Cristo en la Santa Misa, memorial de su Muerte y Resurrección
gloriosa". (Exhortación apostólica "Evangelii Nuntiandí", Roma, diciembre de 1975, n. 14). Pablo VI recoge en este admirable documento el
pensamiento y la doctrina del Vaticano II que aparece nítida y seriamente urgida en diversos números de sus documen tos. Apenas hay uno de ellos
en que no se toque este punto y se urja como deber de todos, no sólo de los obispos y sacerdotes sino también de los laicos. El mismo Pablo VI
quiere dejar bien claro que toda evangelización, para que sea verdaderamente eficaz, ha de ser hecha bajo el poder del Espíritu Santo. El número 75
del citado documento,quizás el más largo de los 81 de que consta está todo él dedicado a amplificar y ponderar, a partir de los datos de la revelación,
el papel insustituible de la acción del Espíritu en esta misión de la Iglesia y de cada uno de sus fieles, d.c. 75.

5. "Ellos eran asiduos a la enseñanza de los apóstoles y a la comunión fraternal, a la fracción del pan y a las oraciones" (Hech 2,42). He aquí lo que
caracteriza la comunidad cristiana que acaba de vivir la efusión del Espíritu de Pentecostés. He aquí también lo que constatamos frecuentemente en
nuestros grupos de Oración: después de un movimiento de conversión, de un encuentro personal con Jesús, la misericordia del Padre, la iluminación
de la efusión del Espíritu... sentimos la llamada a ser discípulos, a ser "asiduos a la enseñanza". De hecho, este acontecimiento nos transforma, nos
abre

Es un error lamentable refugiarnos en la superficialidad tan poco coherente con el sentir y las recomendaciones de la Iglesia, de
que el Espíritu Santo lo hace todo.

Desde luego, hay que invocarlo con suma confianza en su actuación y estar persuadidos de su influjo. Este recurrir a El no se ha de
reservar para el momento de actuar; se ha de hacer también y quizá especialmente, en el tiempo de la preparación. Es una
equivocación creer presuntuosamente que nos inspirará lo que vamos a decir dejando a un lado nuestro aporte a su obra.

Las palabras del Señor, referidas por los sinópticos (Mt 10,17-20; Mc 8,38; Lc 12,11), a veces mal interpretadas, se aplican a casos
de emergencias, a situaciones en tiempos de crisis. Responden a lo que en la formulación de los carismas se llama palabra de
Sabiduría 6

Dios, aun en la actuación manifiesta de su Espíritu, quiere valerse de "mediaciones" y una de ellas, fundamental, es la cooperación
del hombre con cuanto va requerido.

"Excepto casos raros en que la necesidad o la obediencia nos impongan hablar sin posibilidad de prepararnos, el respeto a la
Palabra de Dios y al pueblo de Dios nos exigen una preparación a conciencia. El caso del Santo Cura de Ars, a quien Dios concedió
hablar improvisadamente, no puede tomarse como norma".

a una vida nueva, a una reestructuración de todo "nosotros mismos". Y (esto) hace nacer en nosotros el deseo de conocer mejor la Escritura, la
Revelación, el plan de Dios, las exigencias del Bautismo... el deseo también de integrarse más a la comunidad eclesial, a su vida sacramental y
litúrgica, en fin, el deseo de integrar tu fe en la vida cotidiana. Crecer en la fe es la misión del discípulo que tendrá que purificarla sin cesar, poner en
claro aspectos descuidados, conocer mejor las verdades de tu Iglesia, enriquecerlos para poder "dar razón" en la esperanza y realizarlos en la
caridad... Brevemente, él tendrá que "formarse", exigencia con la que nos encontraremos confrontados frecuentemente, a la que tenemos que
responder". Regine Maire-Bester, Duverto re, en Tychique, n.66, marz, 1987, 1 - Recomendamos este número especial de la revista carismática,
Tychique, publicada por la comunidad francesa, de la Renovación, "El Camino Nuevo" de Lión. Toda ella tiene por tema la "Formación" (64 páginas).
Aunque directamente su objetivo es otro, tiene muchos tópicos en los que se puede extraer una doctrina acomodable a la enseñanza.

6. S. Gancedo, La enseñanza en los grupos de oración de la Renovación Carismática, Koinonía, n. 55, sept.-oct. 1985, 17.

Si una vez preparados, lo mejor que podamos, cuando estamos hablando, el Señor interviene y nos lleva a decir aun lo que no
estaba en nuestro esquema, algo no previsto, actuemos confiadamente. Pero aun en esto, hemos de ser sanamente cautos. A veces
puede responder a un fuerte deseo nuestro de tocar un tema, de decir lo que llevamos muy dentro; el mismo calor de la instrucción, la
preparación remota previa que ha ido archivando una hermosa riqueza doctrinal, será probablemente la causa de esto. Una norma
general puede ser: mientras no tengamos una seguridad moral de venir del Señor los impulsos a proceder de otro modo, debemos
atenernos al esquema preparado, con la sana flexibilidad de quien sabe que el mismo auditorio es una fuente de inspiración.

Para esta preparación que siempre debe ser seria, con la responsabilidad que exige la Palabra de Dios y el bien de nuestros her-
manos en juego, no todos necesitan el mismo tiempo. La preparación remota facilita mucho la próxima pero nunca eximirá de ella, fuera
de casos de excepción7.

B. Cómo preparar la instrucción

Mediatamente .- Por la oración frecuente e intensa al Espíritu Santo.

Se trata no sólo de dar doctrina, sino de que ésta, por la acción del Señor y nuestra apertura a la gracia, transforme nuestra vida a
imagen de Jesús. Recordemos la palabra del Señor: "Sin mí, nada podéis" (Jn 15,5).

Por la capacitación intelectual, sobre todo, en el campo de las ciencias sagradas, Sagrada Escritura, Teología, Renovación
Carismática, con la motivación fundamental de cooperar con la gracia.

Por la capacitación pedagógica.

Por la experiencia de otras personas y de sí mismo.

No se debe dejar la preparación de la instrucción "para última hora", sino irla haciendo paulatinamente a través de la semana:

7. Cfr. S. Carrillo Alday, La Renovación en el Espirita Santo, Instituto de Sagrada Escritura, México, 1984, 93-116.

1. Determinar bien el tema que voy a tratar y jamás exponerlo a merced de lo que me salga en la Biblia, abierta al azar.
2. Ir anotando, en el transcurso de los días, las ideas recibidas, lo que sé, lo que vaya surgiendo en la mente, lo que lea sobre el tema.
Todo esto será un valioso material del que aprovecharé cuanto sea útil para la instrucción concreta que voy a dar.
3. Procurar que sea una enseñanza sistemática, según las necesidades del grupo. (Si la oigo, puedo tomar las notas convenientes y
ordenarlas claramente. Orden y claridad, dos cualidades de toda instrucción). (Si se me señala, atenerme a ella y no variarla, aunque
tenga en cuenta dar el mensaje y explicarlo conforme a mi personalidad, no conforme a ideas inseguras, confusas; menos, erróneas).

Inmediatamente: De nuevo, y con más fervor e insistencia, acudir a la oración.

Ordenar definitivamente lo que voy a decir. (Más o menos ampliamente, según lo necesite. A veces bastará con un esquema de las
ideas principales. Otras, se necesitará un esquema amplificado; otras, el recurso a algún sacerdote).

Crear un clima interior de paz y de sosiego interior; de confianza en el Señor.

Tener bien claro en la mente lo fundamental que voy a decir.

Orar pidiendo la asistencia del Espíritu Santo.

Tener muy presente el objetivo, y el público al que hablo.

C. Cómo dar la instrucción

En el clima interior ya indicado.

No apartarse, en lo fundamental, de lo preparado so color de que el Espíritu me inspira otra cosa. Fuera de casos excepcionales, no
será su voluntad ese modo de proceder. Implica serios riesgos: decir cosas inconvenientes y aun erróneas en el calor de la instrucción,
con el daño consiguiente para los oyentes.

No sobrepasar el tiempo indicado, de modo que el auditorio se canse y no esté en buena disposición para la oración, caso que ésta
se tenga inmediatamente después.

Ni, por el contrario, ser demasiado breve. Unos 15 ó 20 minutos parece un tiempo aceptable.

Tener especialmente en cuenta el orden, la claridad, la pureza teológica o bíblica de lo expuesto.

No lanzarme, por tanto, a decir nada de lo que no esté seguro ser así, conforme a la doctrina sana de la Iglesia.

No dar lugar, entonces, al diálogo. No es tiempo para ello. Si se prevé que hay dudas, y uno está capacitado, resolverlas después,
fuera del grupo de oración; o remitir la persona a un sacerdote.

No abordar temas para los que no se está debidamente preparado, ni tentar al Espíritu, con una confianza falsa de que El va a decir
lo que yo no sé o aquello para lo que no he podido o querido prepararme.
D. Cuándo darla

Algunos grupos la tienen al comienzo de la oración. Les sirve de instrucción y a la vez, de materia, al menos parcialmente, para la
alabanza. Esto no impide echar mano de textos de la Escritura para alimentar la alabanza.

Otros grupos la tienen una vez terminada la alabanza. Sería entonces como un' aspecto que, con su mensaje, completaría la obra
del Espíritu Santo en el grupo, por el contacto con la Palabra de Dios. En este caso, deben seguirse, igualmente, las normas dadas
anteriormente. Posiblemente habría que abreviarla un poco, pues el tiempo, relativamente largo, dedicado a la alabanza pediría un
tiempo más reducido.

No omitirla nunca, si no es por razones muy extraordinarias. La instrucción en los grupos de oración ha pasado a ser un elemento
muy importante y valioso en la Renovación Carismática. A ella está ligado, también, el crecimiento en el Señor y nuestra capacitación
paulatina para ser, con el tiempo, instrumentos de evangelización.

Además, los mismos grupos de oración son, ya de por sí, grupos de evangelización, en el sentido de que nos dejamos evangelizar
por la palabra del Señor.

En este aspecto insisten seriamente tanto Paulo VI como las diversas Conferencias Episcopales y los Equipos que dirigen la
Renovación Carismática.

E. Algunas orientaciones

a) Tener, si es posible, semanalmente, una evaluación del grupo de oración, en el que se incluya también la instrucción y se prepare
la siguiente.
b) Invitar y dejar de buena gana en manos del párroco (o de un sacerdote) la instrucción, cuando se tratan temas doctrinales fuera de
la Renovación Carismática y también éstos si es conocida de ellos.
c) Poner empeño especial en preparar personas con el carisma de la instrucción, para desempeñar este ministerio.
d) No dejarla en manos de cualquiera con el pretexto de que no se dispone de otra persona.
e) Si es posible, no sea siempre la misma persona quien la imparta.

F. Requisitos para dar la instrucción

Presupuesto: Suponemos que cuantos participan en un grupo de oración son instruidos a base de retiros de iniciación, sobre todo,
de profundización y de otros medios apropiados para lograr una sólida formación doctrinal.

La instrucción a que nos referimos, dentro del grupo de oración, no es, precisamente, la que se da en esos retiros.

Es más libre, es decir, más de acuerdo con las necesidades presentes y concretas de la comunidad con el fin de integrarla,
madurarla, comprometerla.

La enseñanza (impartir la instrucción) es un verdadero misterio. Supone, por tanto: integridad en la fe. Preparación para el
ministerio. Unción del Espíritu Santo.

Requisitos:- Integridad en la Fe: porque la comunidad de fe es totalmente indispensable en toda comunidad. Es la misma fe la que
va construyéndola, aunque haya otros elementos valiosos, desde el punto de vista unitivo.

Por tanto, quien sirve en este ministerio ha de ser una persona fuertemente impregnada en la enseñanza de la iglesia y de la
Tradición Apostólica.

Que dé plena garantía de obediencia a las enseñanzas del Magisterio auténtico de la Iglesia y a las orientaciones de los Obispos.

De aquí se deduce: es necesario que quienes no comulguen plenamente con nuestra Fe, no tomen parte en el ministerio de la
Enseñanza.

Preparación para este ministerio: Ciertamente, Dios puede utilizar el instrumento que le plazca. Pero no hemos de olvidar
que, en su providencia, quiere la cooperación de aquellos que se prestan a serlo. Y un modo eficaz de cooperar es prepararse
seriamente.

El mismo Jesús preparó a sus discípulos para la misión que les iba a\confiar. Los apóstoles, de un modo especial aparece en San
Pablo, exigían ciertas condiciones indispensables o insistían en la preparación (Léanse las cartas de San Pablo, sobre todo las dirigidas
a Timoteo y a Tito).

La confianza en que Dios lo va a hacer todo y ahorrarme el sacrificio que supone una seria preparación, es una confianza terne-
araría, por tanto, no una verdadera confianza. Los ejemplos de los santos nos lo demuestran hasta la saciedad. Nos preparamos lo
mejor posible y oramos intensamente dejando al Señor el resultado de su obra en la que somos "cooperadores" (1 Cor 3,5-7; 2 Cor 6,1).

Unción del Espíritu Santo: Dar una instrucción de modo que ésta mueva interior y poderosamente al oyente, es un carisma; se
necesita una fuerza especial para este ministerio.

"San Pablo coloca el carisma de la "didascalia" siempre entre los principales dones que edifican la comunidad, porque su misión
consiste básicamente en transmitir a sus hermanos una enseñanza moral o doctrinal, normalmente basada en la Escritura; el maestro
debe estar ungido para realizar esta misión, dispuesto a transmitir todo y sólo lo que Dios quiera" 8, no sus propias ocurrencias e im-
provisaciones de última hora.

Es muy bueno, recomendable y aun necesario haber hecho estudios, conforme a la posibilidad y capacidad de cada uno. El tomar
en serio la preparación en doctrina para nada se opone, al contrario, facilita la actuación del carisma. Pero no basta.

Tampoco basta la experiencia personal profunda que matizará y facilitará la penetración de la gracia de Dios, a través de la Palabra. Es
necesario haber sido escogido por el Espíritu Santo para el ministerio carismático de maestro y ser reconocido y aceptado para esto por
la comunidad y sus pastores.

8. M. Casanova, La Oración hoy, Edic. Mensajero, (varios), Bilbao, 1977, 234-235.

Esto es lo que designamos con la frase que encabeza el apartado: la Unción del Espíritu Santo.

Aquí es donde hay que aplicar el "discernimiento" con oración, conocimiento, discreción9.

G. Programación de la enseñanza

Testimonios: Tres textos fundamentales de Pablo VI y de Juan Pablo II presiden este apartado. Podrían haberse insertado en el
de la necesidad; pero los citamos aquí para confirmarnos en la importancia que tiene la enseñanza en el grupo de oración, sin que por
eso, ésta deba nunca convertirse en un grupo de instrucción y se le dé una extensión que desplace, de algún modo, a la alabanza.

Dentro de la moderación (15 a 20 minutos) cabe extenderse fuera del grupo de oración en instrucciones programadas, con la
finalidad fundamental de instruir.

Pablo VI: "Por eso sentís la necesidad de una formación doctrinal cada vez más profunda: bíblica, espiritual, teológica.

Sólo una formación así, cuya autenticidad tiene que garantizar la jerarquía, os preservará de desviaciones siempre posibles y os
proporcionará la certeza y el gozo de haber servido a la causa del Evangelio, no como quien azota el aire"10

Juan Pablo II: "Para llevar a cabo todo esto (la misión de los seglares en la Iglesia), es necesario hacer de la adecuada formación
de los laicos una prioridad pastoral en cada una de las iglesias locales... Tenía (antes de ser Papa) la convicción, y la sigo teniendo, de
que la formación espiritual, moral y teológica de los laicos, hombres y mujeres, es una de las más urgentes prioridades de la Iglesia" 11

9. Cfr. Bert Ghezzi, Bulíd with the Lord, Word of Life, Ann Arbor, Michigan, 1976, 80-82.
10. Pablo VI, Discurso al III Congreso Mundial de la Renovación Carismática, 19 de mayo, 1975.
11. Juan Pablo II, Mensajes a los laicos de Asia, 24 de noviembre, 1983.
Juan Pablo II: "En segundo lugar os corresponde proporcionar alimento sólido para el sustento espiritual mediante la distribución
de la verdadera doctrina. El amor a la palabra revelada de Dios, escrita bajo la guía del Espíritu Santo, es una señal de que deseáis
"permanecer firmes en el Evangelio" predicado por los Apóstoles (...) (Dios) quiere que vosotros, que sois dirigentes de esta
Renovación, estéis cada vez más sólidamente formados en las enseñanzas de la Iglesia, cuya tarea ha sido meditar durante dos mil
años en la palabra de Dios, a fin de ir descubriendo sus riquezas y darlas a conocer al mundo. Procurad, pues, como dirigentes,
alcanzar una formación teológica segura encaminada a ofreceros a vosotros y a cuantos dependen de vosotros en su dirección un
conocimiento maduro y completo de la palabra de Dios".

"La Palabra de Cristo habite en vosotros abundantemente, enseñándoos y amonestándoos unos a otros con toda sabiduría" (Col
3,16)12.

Necesidad de la programación: una programación que tenga en cuenta los diversos aspectos que deben ser tocados, evitará
la "improvisación". Esta, fuera de casos realmente excepcionales, pone en manos de los más atrevidos o del criterio personal del que
habla, el tema semanal con los peligros consiguientes.

La programación bien pensada y orientada da lugar a una preparación como está exigida por el trato de la palabra de Dios, el
provecho espiritual de los oyentes y la misma sana seguridad psicológica del que habla.

La programación de la instrucción es una manera excelente de cooperar con eficacia al crecimiento espiritual del grupo.

La programación de las instrucciones evita estar tocando temas que no responden a las diversas necesidades del grupo de oración,
y que, por lo tanto, se pueden convertir en meramente teóricos.

No hay en ellas cierta visión unitaria del misterio de Cristo, ni presentan los puntos importantes sobre la Renovación Cristiana en el
Espíritu Santo y sobre la Biblia que los oyentes deben oír.

12. Juan Pablo II, Mensaje a los dirigentes de la Renovación Carismática, en el IV Congreso Internacional celebrado en Roma del 4 al 9 de mayo, 1981.

(Suponemos en esta última indicación tocarse la triple temática: Verdades de la Fe, Renovación Carismática; Biblia).

(Lo referente a la vida espiritual debe ir diseminado discretamente en cada uno de estos aspectos, puesto que las enseñanzas han
de ser teóricas y prácticas a la vez).

Las enseñanzas semanales programadas son una fuente constante de energía para los grupos de oración y para su crecimiento
como cristianos. Si los carismas disminuyen o la alabanza no es poderosa, la enseñanza bien preparada y ofrecida puede contribuir no
poco a revitalizarlos.

La enseñanza es un modo excelente de fortalecer un grupo vacilante. Para muchas personas el grupo de oración es el corazón de la
Renovación Carismática. Al menos en la práctica, los dirigentes han reducido los carismas al orar en lengua, a la profecía y a las
curaciones. Hay otros muchos y entre éstos, el carisma de enseñanza tiene un puesto privilegiado. Hay que revalorizarlo y darle la
importancia que realmente tiene. El problema que se plantea, respecto de la enseñanza, es desarrollar el material y preparar la
instrucción20.

Cuando la enseñanza se programa y se eligen temas básicos, adecuados y se exponen de modo que sean captados por los
oyentes, y toquen su entendimiento y su corazón, van enriqueciéndolos de modo que se beneficie notablemente la alabanza. Esta, se irá
expansionando, desenvolviendo, haciendo más y más rica porque se expresará lo que sabe el entendimiento y vive el corazón21.

XII. LA ENSEÑANZA O INSTRUCCION EN LOS GRUPOS DE ORACION II

1. Dos tipos de enseñanza A. Enseñanza básica

Un grupo de oración, a partir de su primera reunión pará orar, pasa sucesivamente por diversas etapas: de iniciación, de integración,
de crecimiento y de profundización. Tenemos en cuenta el núcleo permanente del grupo.

Manifiestamente, supuesta la etapa determinada en la que se encuentra, cada grupo necesitará una enseñanza apropiada, aunque
haya enseñanzas comunes a todas ellas.

¿Qué es la enseñanza básica? "Es importante distinguir la instrucción básica de otras formas de instrucción cristiana (...) La
instrucción básica incluye los problemas de cómo vivir, día a día cristianamente (...) El criterio que se sigue es si esta instrucción ayuda
o no a comprender cómo un cristiano debe actuar en su vida diaria"i

No obstante ser verdad lo dicho anteriormente, toda enseñanza, si se da orientada a la vida cristiana, debe ayudar a vivir y crecer en
Cristo Jesús, aunque no se clasifique como específicamente básica.

20
13 Mons. V. M. Walsh, Teach muy People, Key of David Publications, 1983, 1-2.
21
14 Cfr. V. M. Walsh, Teach my People, Key of David Publications, Philadelphia, 1983, 5-8.
El hecho de que se pueda comenzar por tal enseñanza, no excluye, supone una posterior que sería de profundización y estaría
centrada, sin ser exclusiva, en los misterios de Cristo.

1. Bruce Yocum, Basic Christian lnstruction, en: Prayer Group Workshop, Edit. Bert Ghezzi and J. Blattner, Servant Books, Ann Arbor, Michigan, 1979, 85-
88.

Lo que se dice de la enseñanza básica respecto de las verdades de la fe católica, se puede aplicar también a la temática sobre la
Renovación y la Biblia.

Indicaciones prácticas: expresado de otro modo: la enseñanza "básica" la concebimos como la enseñanza que ha de ser
impartida a quienes acaban de entrar en los grupos de oración, a los grupos que acaban de formarse o llevan poco tiempo de vida.

No es fácil determinar el "poco tiempo". A veces éste se extenderá a un año y puede ser que hasta dos.

Desde luego, supuesto el hecho de que las reuniones de oración son abiertas, no es posible acomodar las cosas de modo que
resulte igualmente beneficiosa para todos. El hecho de que algunas personas se integren a los grupos de oración, no ha de cambiar la
programación de las enseñanzas. Estas han de tener en cuenta el núcleo principal y seguir el ordenamiento establecido.

Pero de aquí no se sigue el que se las haya de dejar abandonadas. Cuando el equipo de servidores es suficiente, sería muy
recomendable el que las personas que se van integrando, fueran tomadas aparte y se les dieran las instrucciones básicas adaptadas a
su situación, hasta que pudieran recibirlas también con los demás en las enseñanzas de profundización.

Esto supone un esfuerzo nuevo, pero merece tomarse en bien de todo el grupo de oración.

Si esto no pudiera hacerse durante la misma reunión de oración, habría que pensarse en la posibilidad de instruirlas durante la
semana.

Temática. Supuesto el auditorio, el fin que se pretende ya indicado y la duración, a la que seguirá una profundización, se han de
elegir los temas que corresponden a grupos de iniciación en la fe, en la Renovación, en la Palabra de Dios.

Demás está decir que no todos se hallarán en el mismo estado. Se tiene n cuenta la situación ordinaria de la mayor parte de las
personas de las, que se nutren los grupos de oración en sus comienzos.

Por tanto, se elegirán temas fundamentales que realmente incluya un conocimiento inicial de los tres aspectos que se indican:

Verdades de la Fe; temas sobre la Renovación Carismática; Biblia. Por eso, deben ser programados por un pequeño equipo que
conozca la realidad de los grupos. El será, pues, quien aprecie la necesidad de esta instrucción básica de modo que se introduzcan las
variaciones convenientes pedidas por su situación particular.

La triple temática se ha de tratar de tal manera que, por una parte, sea un verdadero enriquecimiento de conocimientos en los tres
campos y, por otra, salga de ahí la aplicación a cómo vivir, ya desde ahora, una vida cristiana, que se irá solidificando progresivamente,
a medida que el grupo pase por las diversas etapas que, habitualmente está llamado a recorrer2.

B. Enseñanza de "profundización"

Consideraciones previas: el término no deja de ser algo ambiguo. En realidad, no se trata de una profundización teológica ni en
el misterio de Cristo, ni en la Sagrada Escritura, ni aun en la temática referente a la Renovación.

Se pretende dar una enseñanza que, comparada con la ofrecida en la etapa anterior, supone cierta profundización respecto de ella.
Está fuera de nuestro propósito la que se da en las clases de teología, en los Seminarios, universidad y aun centros en los que se
supone un conocimiento relativamente amplio y profundo del temario y que se trata de enriquecer y profundizar.

Nos hallamos, tomando un nivel medio, y admitiendo excepciones que pueden oscilar entre un diez a un quince por ciento, ante un
auditorio con escasos conocimientos en los tres aspectos enumerados.

El hecho de que la profundización sea relativa, no elimina la posibilidad de que, a esta etapa, pudiera seguir otra de verdadera
profundización. Esta podría tener lugar en algunos grupos de oración o fuera de ellos como enseñanza suplementaria.

Debemos llegar a persuadirnos, insistimos una vez más, de la importancia que debe jugar la enseñanza en los grupos de oración, dentro
y fuera de ellos. Por medio de ella, los oyentes se van enriqueciendo con los conocimientos que todo cristiano asistente a los grupos de
oración debe tener respecto de su fe, de la Palabra de Dios, fundamento de todo lo demás, de la Renovación a la que pertenece y en la
que el Señor quiere santificarle.

2. S. Carrillo Alday, La Renovación Cristiana en el Espíritu Santo, Instituto de Sagrada Escritura, México, 1984,106-107.

Esta misma enseñanza, a medida que va siendo asimilada, se convierte en una fuente de vitalidad espiritual, de medio precioso
para desarrollar y expresar nuestra alabanza al Señor. ¿No podríamos afirmar que ésta se hace a veces repetitiva y aun formulística,
que se puede ir empobreciendo porque es muy poco lo que hay en nuestro entendimiento y en nuestro corazón sobre el Señor?
No olvidemos, por otra parte, que los miembros del grupo de oración, al menos no pocos de ellos, irán siendo llamados e
impulsados por el Espíritu y por las grandes necesidades espirituales, a colaborar en la enseñanza, a fomentar y aun dirigir grupos de
oración. Aunque se hayan de preparar con una atención particular, ya, en una medida pequeña quizás, pero rica para el Señor, pueden
ir aportando sus conocimientos y vivencias al bien de otros hermanos. En esto, para asegurar la eficacia, la fidelidad a la fe y la garantía
de una actuación digna y provechosa, deben atenerse a las orientaciones del párroco y del equipo correspondiente de la Renovación
encargado de dirigirla.

Por más que sea verdad cuanto dijimos, hemos de estar atentos a no caer en la tentación de convertir un grupo de oración en un
grupo de enseñanza. Dejaría de ser de la Renovación.

En ella, la reunión de oración tiene una modalidad peculiar y no a todos los elementos que intervienen hay que darles la misma
importancia ni, consiguientemente, equipararlos en el tiempo que se les dedica.

Una aproximación, como se ha indicado ya, para la duración de la enseñanza, dentro del grupo de oración, sería entre 15 y 20
minutos.

Dada semanalmente, bien preparada y de un modo asequible al auditorio, supone, al final del año, un tiempo considerable de
instrucción. Pero, además, puede ser aumentada fuera de los grupos: en retiros, convivencias, reuniones programadas expresamente
para esta finalidad, etc. Y como una realidad hermosa que tan frecuentemente se vive en la Renovación, esta enseñanza va impregnada
del espíritu de oración y, con facilidad, se convierte en algo profundamente vivencial y comunicable en una evangelización poderosa.

Tipos de programación: Bíblica: En ella se propone el estudio total o parcial de la Biblia. Creemos que no debe faltar en la
programación y aun se le debe dar la primacía en importancia.

No se ha de limitar la enseñanza a descubrir el sentido del pasaje que se explique. Más bien, se ha de orientar hacia la aplicación a
la vida de la Palabra de Dios. Sin excluir lo anterior, si ofrece mayor dificultad y presenta riesgos manifiestos de interpretación puesta en
manos de personas no expertas, al menos medianamente, en la Sagrada Escritura.

En cuanto al contenido desarrollado, entendemos que debe ser parcial y bien seleccionado, conforme a la situación del grupo, de su
cultura bíblica, de sus necesidades.

Es importante que a su estudio precedan introducciones que, en muchos casos, resultarán necesarias.

En cuanto al orden caben diversas opciones:

Comenzar por el Nuevo Testamento en sus escritos más accesibles para saltar a la selección de textos del Antiguo y retornar al
Nuevo Testamento en sus escritos más difíciles como San Juan y las cartas de San Pablo.

Cabe también comenzar por cualquiera de los libros, seleccionando los pasajes más importantes. Esta última opción es defendible
desde el momento que se admite que en cada uno de sus libros está contenida, en germen, toda la Palabra de Dios. Es la opinión de
probados autores. Y es posible también atenerse a un texto de garantía y seguirlo con sana flexibilidad en el contenido que propone.

Si las instrucciones se imparten, teniendo en cuenta el aspecto teórico y el práctico, se hallarán muchas ocasiones en que resulte
natural pasar a aplicaciones espirituales y morales sumamente iluminadoras y vitales3.

"Carismática” Se centra en el desarrollo de los elementos que caracterizan la Renovación Cristiana en el Espíritu Santo, tanto los que
se consideran esenciales como los "opcionales": Qué es y qué pretende la Renovación Carismática (o el ser íntimo de la Renovación);
los frutos que debe producir; los elementos fundamentales de ella; los grupos de oración: su finalidad y elementos que los conforman;
cuáles son los principales; la oración de alabanza; los carismas; etc.; las disposiciones internas con que se debe asistir; la edificación de
la comunidad en el amor y el servicio...

3. S. Carrillo Alday, o. c., 108-110.

El grupo de oración es "carismático", de una eficacia extraordinaria cuando funciona debidamente; va produciendo una
transformación total en el interior del hombre (conversión o metanoia) y una profundización en ella. Al mismo tiempo va suscitando el
deseo de trabajar en el Reino de Cristo con la fuerza del Espíritu. Creemos que es importante el que tanto los servidores del grupo como
éste, vayan instruyéndose progresivamente en cuanto concierne a la Renovación, a sus aspectos diversos y, de un modo particular, del
grupo de oración. Por eso, juzgamos que parece muy conveniente el que se incluya en la programación una enseñanza especial sobre
esta temática. La experiencia da que muchas veces ni aun los servidores conocen a fondo la gran riqueza de la Renovación, la enorme
eficacia del grupo de oración, en el que el Espíritu Santo quiere actuar con una fuerza especial 4. Por eso, creemos, como una razón
más, la gran conveniencia de incluir, al menos los temas fundamentales sobre la misma, exponiéndolos clara, ordenada y
vivencialmente. Sería un error dejar en manos de personas medianamente informadas, desordenadas en su exposición o propensas a la
improvisación temas de los que, en parte, depende la buena marcha del grupo de oración y los frutos que debe producir.

Verdades de la fe o programación temática: Algunos autores lo designan como "el misterio de Cristo". Preferimos titularlo
como "verdades de la fe", para evitar la limitación que se podría encontrar en el primero. De hecho, va incluida en la totalidad, dentro de
la cual debe ocupar un lugar privilegiado.

4. La Renovación espiritual católica carismática, Documento del Encuentro Episcopal Latinoamericano efectuado en la Ceja (Colombia), septiembre
de 1987, n. 88.
No pocos autores consideran la información sobre las verdades de la fe como la más fundamental, sobre todo la más apta para
conseguir los objetivos de una sólida formación, al menos relativamente.

Por otra parte, existe una gran ignorancia a nivel del pueblo de Dios, y las doctrinas que, frecuentemente, se vierten en los libros no
están siempre acordes con el magisterio de la Iglesia Católica. Es fundamental que la temática de verdades de la fe, presente un cuerpo
organizado; que sea impartido por personas de toda garantía en su formación y capacidad; en su adhesión a las enseñanzas de la
Iglesia; en la firmeza de su fe y la autenticidad de su vida cristiana.

Bien programado, puede aspirarse a dar, en el transcurso de varios años, el contenido fundamental del "credo". Formulándolo con
palabras ya clásicas: "saber lo que se ha de creer, lo que se ha de orar, lo que se ha de obrar y lo que se ha de recibir"5.

Supuesta la realidad del fuerte ataque y proselitismo de las sectas, se han de tocar con especial relieve y claridad los puntos en los
que insisten. Esto mismo se debe tener en cuenta en la temática bíblica. En esto tiene una entrada especial cuanto se refiere a la
Santísima Virgen.

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También esta programación permite la aplicación espiritual para una vida auténticamente cristiana que se va profundizando.

"Ocasional". El hecho de una programación que abarque los tres aspectos señalados, no excluye el que, a veces, en manera
alguna frecuentemente, se toquen temas que vienen impuestos por circunstancias especiales: una fiesta importante del Señor o de la
Virgen María; la proximidad de un encuentro nacional o diocesano; la publicación de un documento importante del Sumo Pontífice, etc.

Desde luego, las asambleas en las que mensualmente se reúnen diversos grupos de oración, se prestan a estos temas ocasionales.

Han de ser cuidadosamente seleccionados de acuerdo a las necesidades del auditorio.

Litúrgica. "Es la programación en la que se sigue el ritmo del año litúrgico en sus diferentes tiempos y celebraciones: Adviento,
Navidad, Cuaresma, Pascua… A lo largo del año, la Iglesia recorre los misterios de la vida de Cristo. Es el método de santificación de la
Iglesia. Pío XII llegó a decir que "el Año Litúrgico es el mismo Cristo". Todo esto significa que, aunque llevemos otro tipo de
programación, no podremos menos de dejar de hablar o al menos de conectar el tema programado con los momentos fuertes de la
Liturgia"6.

5. S. Carrillo Alday, o. c., 108-110.

Esta última indicación es la que consideramos más viable:

Aprovechar las ocasiones que, durante el año, se ofrecen para tocarlos no sólo a modo de instrucción y de conocimiento, sino de
manera que el auditorio caiga en la cuenta del medio excepcional de vivir cristianamente acomodándose a los tiempos litúrgicos en los
que el Espíritu Santo, alma de la Iglesia, actúa en ella de una manera especial.

Igualmente, se pueden usar estas oportunidades para inducir a las personas a que vayan entrando por el deseo de la Iglesia de
encuadrar la vida espiritual en los misterios del Señor que se reactualizan a lo largo del año litúrgico.

Dentro de esta finalidad cabe moverlos a intensificar su vida espiritual por una práctica más frecuente y fervorosa de los
sacramentos; a tener las actitudes internas propias de cada tiempo; y a que se manifiesten en el trabajo por el Reino dentro de la
realidad de sus posibilidades, sobre todo en la "evangelización".

Y como una realidad que se va imponiendo más y más en la Renovación Carismática, a recitar las Horas litúrgicas, sobre todo
Laudes y Vísperas, si es posible, en pequeños grupos reunidos según la cercanía del lugar en que viven, la profesión, etc.7.

6. Gancedo, La enseñanza en los grupos de oración, Koinonía, n. 55, sept.-oct., 1985,13.


7. 1ro.: Aunque no se ha dicho nada expresamente sobre la Iglesia, de su peso se cae que tiene una cabida especial en la programación de verdades
de la fe. Es muy importante tratar cuanto a ella te refiera, con claridad y amor.

Nuestra realidad de católicos está pidiendo una instrucción bien fundamentada sobre la Iglesia, Cuerpo de Cristo, en la que, por gracia de Dios, nos
hallamos insertos. Esta necesidad se hace más perentoria, ante el ataque de las sectas que, sin tregua, la combaten en nuestro medio.

2do. Por cuanto se ha dicho en los diversos tipos de programación, se pueden deducir los criterios principales que orientan la programación elegida.

Criterios de programación: Las necesidades del grupo: En este criterio entran diversos aspectos de los que señalamos
algunos:

El tipo de personas que lo integran: mayores, jóvenes; grupos con predominante mayoría de las personas de edad, o, al contrario,
grupos en los que predomina un nivel cultural alto, bajo o medio.

Grupos de zona urbana o campesina, con sus peculiaridades obvias. Grupos que tienen ya cierta madurez humana, cristiana y
"carismática".

Grupos de iniciación que han comenzado recientemente o que llevan reuniéndose aun varios años.

Grupos en los que hay cierto predominio de personas problematizadas, o al menos relativamente sanas psicológica y
espiritualmente.
Grupos en los que la mayor parte son personas de fe arraigada, probada por el tiempo y la fidelidad o en los que predominan
quienes han estado alejados del Señor y comienzan a redescubrirlo.

Grupos de gente comprometida en la Renovación desde hace un tiempo relativamente largo y que son realmente responsables en
su asistencia y compromiso, o en los que abundan los visitantes de ocasión, los "aficionados", los de una débil convicción y
compromiso.

Grupos de los que se podría afirmar realizan la motivación fundamental que debe orientar los grupos auténticos de la Renovación, o
grupos en los que predominan quienes asisten por motivaciones, quizá aceptables, pero secundarias: búsqueda del calor humano; la
sanación física o interior, etc.

Grupos en los que se dan frecuentemente tensiones, donde existen elementos perturbadores o, por el contrario, grupos en los que
el amor y el servicio son las características acusadas que los marcan y donde, tuera de raras excepciones, se procede con el orden, la
obediencia, la caridad, la ayuda mutua, el compromiso que indican una acción poderosa del Espíritu y una cooperación habitual del
grupo.

Grupos que atraviesan períodos prolongados de crisis o grupos en los que la paz y el gozo del Espíritu son las constantes de la
reunión de oración8.

8. S. Gancedo, a. c., 14.

Las orientaciones de la Iglesia: Que pueden provenir del Papa hablando a toda la Iglesia o, de modo particular, a la
Renovación Cristiana. Que pueden provenir de las Conferencias Episcopales en sus documentos generales a todos los fieles del país, o,
de un modo más específico a la Renovación.

Pueden proceder, igualmente, del Obispo diocesano en sus disposiciones generales o particulares que afectan a la Renovación
Carismática.

También puede llegar la voz del Señor a través de las orientaciones y sugerencias que emanen de los diversos Equipos de la
Renovación Cristiana en el Espíritu Santo9.

- Palabras proféticas: no deben ser descartadas. A veces, la insistencia del Señor, a través de personas de reconocido carisma
de profecía, puede constituir un criterio de elección. Sin embargo juzgamos que se ha de tener como criterio secundario, aun
diligentemente discernido, y ocasional, es decir, de una limitada duración.

Mientras no conste provenir realmente de Dios, no ha de ser atendido. Y, obviamente, el discernimiento no debe ser hecho por la
misma persona utilizada, sino por otras cuya prudencia, discreción y entrega al Señor estén avaladas por el tiempo y por la experiencia.
En último término, en casos que salen de lo ordinario, debe intervenir alguna persona en la que, de algún modo, conste la autoridad
emanada del Obispo de la diócesis10.

Orientaciones concretas: Creemos que, si no hay una razón poderosa que aconseje otra opción, parece lo más conveniente
atenerse a una programación en la que se armonicen las verdades de la fe, la enseñanza específica sobre la Renovación y la Biblia. Los
aspectos espiritual y moral, pueden insertarse muy natural y concretamente en los tres aspectos indicados.

En ese supuesto, se sugiere una programación fundamental de "iniciación" y de "profundización". Dentro de ella, cabe, y es lo más
conveniente, programar para varios años.

9. S. Carrillo Alday, o. c., 1 1 0 - 1 1 1 .


10. - Cfr. Bert Ghezzi, Build with the Lord, Word of Life, Ann Arbor, Michigan, 1 9 7 6 , 80-92.

En ellos se puede seguir la siguiente división: Tomando como base un año de programación, se puede dividir en cuatro trimestres.
En cada uno de los trimestres se tratarían las tres materias indicadas, pero divididas por meses, de modo que en el primero, por
ejemplo, se diera la enseñanza sobre verdades de fe, en el segundo sobre la temática de la Renovación, en el tercero sobre la Palabra
de Dios.
Una vez terminado el trimestre, se continuaría con el segundo procediendo del mismo modo, hasta terminar el trimestre. Se con-
tinuaría con igual orden hasta el fin del año en el que se habría tratado la temática programada para él.
En el segundo año se procedería de la misma manera, pero con los temas propios del segundo año, y así sucesivamente.
Este modo de programar tiene la ventaja de evitar la saturación de tratar un bloque de temas durante largo tiempo. Por otra parte se
le da un énfasis particular al desarrollo del misterio de Cristo, no sólo porque es un tema que se trata a lo largo de la temática de
verdades de fe, sino que penetra en los otros temarios.11
"En cualquier caso, el desarrollo del "misterio integro de Cristo, es decir, aquellas verdades cuya ignorancia es ignorancia de Cristo,
e igualmente el camino que ha sido revelado por Dios para glorificarle, y por eso mismo para alcanzar la bienaventuranza eterna" debe
estar presente. La exposición, pues, del misterio íntegro de Cristo, tal como aquí lo urge la Iglesia a los Obispos, es un deber y por tanto,
un criterio fundamental para programar nuestra enseñanza12.

2. Actuación del servidor


Repasa cuanto se ha dicho en las instrucciones anteriores. Allí se hallan no pocos elementos para la actuación del servidor.
La enseñanza, aunque importante, no puede convertirse en el elemento central de la reunión de oración, ni por la importancia ni por
el tiempo.

11. G. Siguier, La place de l'enseignement dans l'assamblée, Tychique, n. 44, juillet,


1983, 31-37.
12 . S. Gancedo, a. c., 15.
Conviene orar expresamente al Espíritu Santo antes de iniciarla para que sea usado el sujeto que la imparta como poderoso
instrumento del Señor. Es una oración que El escucha (Hech 4, 21- 31). ;
Con paz y sin preocupación interior, no descuide el servidor tener en cuenta las frases que probablemente puedan haber turbado al
auditorio, por su expresión inexacta, aún más, por el error. Puede haber palabras tan desafortunadas, que reclamen una llamada de
atención.
No temas felicitar sencillamente al que fue usado por el Señor y tiende a ser positivo en los juicios, pero sin ocultar, discretamente,
lo que es inexacto y capaz de ser mejorado. En las dudas e inseguridades, acude a un sacerdote de segura ortodoxia.
Ve fijándote en aquellos que parecen especialmente ungidos por el Señor en este ministerio, para confiarles, oportunamente,
instrucciones, charlas de retiro...13.14

13. Es necesario que cuantos son servidores o dirigentes en un grupo de oración de la Renovación Carismática, tomen seriamente conciencia de la
responsabilidad que les incumbe respecto de que la instrucción que se da llene, lo más posible, los requisitos indicados. Uno de ellos, importantísimo,
es que se cumpla cuanto se ha dicho sobre la persona que imparte la instrucción. En no pocos lugares, los equipos de dirección de la Renovación
Carismática, a nivel diocesano, parroquial, o similares, exigen que las personas designadas para dar la instrucción, la oigan previamente de boca del
párroco o de otra persona de plena garantía.
Esto lo hacen uno cada mes reuniéndose una vez y recibiendo la materia correspon diente a los cuatro días en las diversas semanas. Así todos oyen
previamente la instrucción que ellos repetirán y ahorran el tiempo que supondría hacerlo semanalmente. Otros, son más pródigos y se reúnen con el
mismo fin quincenal o semanalmente. Es un procedimiento muy recomendable y garantiza el que ningún servidor designado para la instrucción la
imparta "de sí mismo".
Puede haber otros modos distintos, pero lo fundamental es que le garantice la doctrina, la preparación adecuada y se evite la improvisación fiados,
erróneamente, en la sola asistencia del Espíritu Santo.
14. Para la preparación, al menos remota, respecto del ministerio de la enseñanza es sumamente aconsejable el acudir a las llamadas "escuelas de
formación de servidores" (o dirigentes). La experiencia va dando ser tan importantes, que en no pocos sitios se están convirtiendo, razonablemente,
en obligatorias para los servidores de los grupos de oración. La responsabilidad, no sólo en el campo de la instrucción, sino en cuanto se refiere al
grupo de oración, dentro y fuera de él, es grande para la obra que el Espíritu Santo quiere hacer en la Iglesia también por la Renovación Carismática.
XIII. EL TESTIMONIO EN LOS GRUPOS DE ORACION. LA ACTUACION DEL SERVIDOR

1. El Testimonio
Si queremos ser testigos, tenemos que seguir el mismo proceso, aunque no de idéntico modo , de los apóstoles (Hech
1,8).
A. Ser testigo: requisitos
a)Tenemos que comenzar por un contacto con Jesús a través de la lectura del Evangelio. Es nuestro primer ver. Mientras que sea
sólo eso, nos servirá poco.
b) Creer: Creer en lo que leo: aceptarlo como norma de vida para mí.
c) Este creer, puesto en práctica, hará que todo llegue a una auténtica visión de Jesús.
Esa es la visión que se requiere para ser testigo: mi mensaje afirma: "Yo veo a Jesús" (1 Jn 1,1).
La visión de Jesús de un padre de familia, de un joven, de un enfermo... varía en muchos aspectos, pero siempre será visión
auténtica.
B. Por tanto
Ve el que conoce el Evangelio de Jesús, se compromete con todas sus fuerzas en el amor y deja que el Espíritu imprima en él la
imagen auténtica de Jesús. Nadie puede borrarla, nadie puede impedirme que diga: "Yo veo así a Jesús".
Pero para ser auténtico, tengo que verlo desde el Evangelio a la luz de sus intérpretes autorizados: la Jerarquía: el Papa, los
Obispos. Siendo esta visión de Jesús unitaria, es, a la vez, diversa y esencialmente la misma.
Así el creyente hablará sobre Jesús en categoría de testigo, y no sólo de oídas (1 Jn 1,1).
Quien escuche su testimonio, se sentirá obligado al mismo proceso: mi testimonio será su primer ver; si cree en él, llegará a una
visión propia y se convertirá en testigo. Y así, el testimonio de Jesús irá transmitiéndose de generación en generación 1.
(Hoy suele decirse, de otro modo equivalente: ser parábola de Cristo: Cristo parábola del Padre hacia nosotros y nosotros, parábola
de Cristo hacia los demás).
Sentido del Testimonio: "Manifestar la obra del Señor en nosotros".

2. El Testimonio en los grupos de oración


A. Fin
Es la "gloria de Dios" la "edificación" de la comunidad: llevarla a la fe, aumentarla, ayudarla a crecer en ella. Hal Langevin, expresa
del modo siguiente el fin del testimonio: "La forma más sencilla de compartir es diciendo a otros algo acerca de lo que Dios ha hecho en
tu vida, de modo que mueva a los oyentes a amar al Señor más profundamente" (Filemón, 6)2.
Algunos ejemplos de este compartir a través de los testimonios pueden ser: manifestar la experiencia personal de una curación
física o interior, una nueva comprensión del amor de Dios en un acontecimiento sobre todo doloroso, un problema enfrentado y resuelto
con la ayuda manifiesta del Señor, un perdón que se ha dado y al que se sentía renuente...

B. El mismo testimonio
Debe ser tal que, de por sí, sea apto para conseguir el fin; algo importante; una actuación de Dios, que, sin ser, precisamente,
exhibicionista o extraordinaria, salga de la actuación que está presente en la trama de la vida ordinaria.

1. P. Núñez, Iniciación a la lectura del Nuevo Testamento (varios), Desclée de Brouwer 1979,213-216.
2. Hal Langevin, How to give an effective Sharing, en; Prayer Group Workshop, Servant Books, Ann Arbor, Michigan, 1979, 30.

C. El modo
Sencillamente: Sin artificios, con espontaneidad; pero con dignidad, con preparación conveniente, teniendo en cuenta el respeto
que se merece el auditorio y la testificación de la obra del Señor.
Sensatamente: Omitiendo cuanto pueda herir a otros, dejarlos en mal lugar; callando circunstancias desagradables moralmente,
si no es que lo pide necesariamente el testimonio.
Humildemente: Que en todo aparezca el fin: testificar la obra del Señor en uno, sobre todo en su cambio de vida. No lo que El
hace a través de la persona. Que se muestre un sencillo reconocimiento del amor y de la misericordia de Dios. Sujetarse al
discernimiento con toda naturalidad.
Objetivamente: Sin aumentar, disminuir o exagerar; menos fingirse el testimonio ni una parte de él. Poniendo las cosas como han
sucedido, a no ser que la prudencia o decencia pida variar circunstancias que no afectan a la esencia del testimonio y, por otra parte,
encubren personas o datos que no deben aparecer por razones poderosas.
Brevemente: sin perderse en detalles innecesarios o superfluos; yendo a lo sustancial del testimonio. Si hay que especificar, sea
parcamente y sin restar a lo esencial y "edificante" del testimonio.

D. Cuándo no se debe dar el testimonio:


-Cuando se prevé que no "edificará" a la comunidad.
-Cuando no da gloria a Dios.
-Si hay exhibicionismo; oculta búsqueda de sí mismo.
-Si es "dudoso" el testimonio: si no consta claramente que se debe dar.
-Si se va a dar en circunstancias "emocionalistas" de la persona.
-Si hay una insistencia importuna por parte de la persona que desea testificar.
-Si no ha sido discernido, al menos cuando se trate de circunstancias que lo exijan: asambleas, concentraciones, etc.

E. Proceso en el que lo da
Examinar su intención, ver su contenido, su importancia...
Pedir luz a Dios, antes de lanzarse a darlo. Si no hubiere lugar a discernimiento, es conveniente que lo consulte o diga a un
hermano de probada sensatez.
Darlo en la paz del Señor y con la motivación de buscar la gloria de Dios.
F. Consideraciones
Si es posible no debe faltar en toda reunión de oración. Son testigos que proclaman lo que Dios ha hecho en las vidas de los que los
dan, o en torno a ellas.
El testimonio, como todo lo que se hace en una reunión de oración, es para gloria de Dios.
No para lucimiento del que lo dice, sino para edificación de la comunidad.
(Por eso no se debe centrar en lo que el hombre ha hecho por Dios, sino en lo que Dios ha hecho por la persona).
El mejor ejemplo de testimonios es el de María (Lc 1,46ss.).
El testimonio debe ser la proclamación de una acción divina que cause impresión y admiración en los que lo escuchan y no
únicamente en el que lo dice.
El testimonio, aunque principalmente es para la gloria de Dios, también es para hacer germinar e incrementar la fe de los que lo
escuchan; los estimula para que alaben y glorifiquen al Señor (Mc 5,19; Jn 4,39).
Generalmente después de un testimonio, la asamblea debe responder con una alabanza a la gloría, al poder y al amor del Señor3.

3. Aplicaciones y actuación del servidor


Debe darse en el tiempo oportuno.
Téngase cuidado con las personas que siempre tienen algo que decir. Váyase educando al grupo en el testimonio y modo de darlo
no por propio impulso; ni largo; ni fijándose en cosas accidentales; ni adornándolo por su cuenta... ni incluyendo cosas raras...

3. J. H. Prado Flores, Las reuniones de Oración, México, 1980, 63-65. 162

De ordinario, dado nuestro ambiente, deben excluirse los testimonios sobre sueños y visiones.
Al menos cuando se trata de auditorios o grupos grandes, no debe darse testimonio alguno si no ha pasado antes por varias
personas de verdadero espíritu, de gran juicio y prudencia; mejor si poseen también el don del discernimiento. Cuando hubiere duda,
supuesta la importancia del testimonio, se aconseja NO darlo, o permitirlo.
No pocas veces, el dirigente del grupo de oración tendrá que animar a las personas para que den su testimonio. Entre las sencillas
suele haber cierto temor a hacerlo.
Pero no se ha de animar de modo que suponga coacción o un modo de salir del paso o para no dejar mal al dirigente.
El hombre suele ser más reacio a dar su testimonio. La mujer suele enredarse en pormenores sin valor e inacabables.
El dirigente debe orientar a que se dé el testimonio en la línea en que se desarrolla la oración, pero esto no quiere decir
exclusividad.
Se ha de procurar que por el deseo de dar un testimonio "auténtico" no se digan o manifiesten circunstancias que más bien deben
reservarse para el ámbito sacramental o significan una manifestación excesiva de la interioridad de la persona.
Se ha de procurar en los testimonios en que necesaria o convenientemente hay que referirse a otras personas, que éstas, a ser
posible, den su consentimiento.

4. Orientaciones para dar el testimonio


Al compartir el testimonio: - Deja que el amor de Dios brille a través de ti. Tú estás dando testimonio de la liberación que se
nos da en Cristo. Evita, por tanto, que tu compartir se convierta en la historia de tus maravillas y glorias personales.
Comparte los beneficios del paso de la misericordia del Señor por tu vida (el perdón, la nueva actitud ante las personas, los
acontecimientos de la vida; la curación de temores, la conversión, sobre todo, etc.).
No te excedas en el tiempo que emplees llevado de un fácil entusiasmo o añadiendo pormenores innecesarios. Nunca tendremos
derecho a abusar de la paciencia de quienes nos escuchan.
Sé sincero y honesto en tu testimonio; sé objetivo, no exageres, no "interpretes" tu propio testimonio de modo que resulte algo muy
distinto de lo que en realidad fue.
Comparte tu testimonio con entusiasmo discreto como algo nacido del corazón; no con un entusiasmo fácil, menos aún forzado
Sé positivo y ten muy en cuenta usar el sentido común para dar con lo que realmente debes decir, callar, acentuar, pasar de ligero...
No te preocupes por el efecto que causes. El resultado es del Señor.
Tú pon tu parte, lo mejor que puedas y confía lo demás a la Providencia4.
Algunas recomendaciones: - No prediques. No sermonees. No ataques.
No te valgas del testimonio como catapulta para batir ideas, actitudes, defectos, criterios contrarios,... Echarías a perder la eficacia
del testimonio y se convertiría en algo contraproducente y dañoso.
No uses a destiempo chistes. Si es necesario emplear para distender los ánimos cierto humorismo, hazlo discreta y brevemente.
No uses a cada paso la palabra Señor como una muletilla. Ten mucho cuidado de no correrle a situaciones subjetivamente
dramáticas.
No refieras detalles de tus pecados. Si hablas de ellos sea de manera más bien general y evitando todo modo escandalizante y
exagerado. Aquí debemos ser especialmente objetivos, sencillos y humildes.
No uses expresiones que, quizás, sean incomprensibles para las personas que escuchan o puedan ser mal interpretadas, o
parezcan discriminatorias o huelan a "elitismo"; sacerdote "renovado" o "no renovado"; "El Señor me dijo; soñé que...
Evita el tono monótono y aburrido; igualmente huye de expresiones que contribuyan a crear un clima "emocionalista".
Habla en voz suficientemente alta de modo que te puedan escuchar sin esfuerzo los que están sentados en los últimos asientos.

4- Cfr. sobre el "testimonio" el artículo antes citado de Hal Langevin, Prayer Group Workshop, (varios), (Edit. Bert Ghezzi and J. Blattner, Servant Books,
Ann Arbor), Michigan, 1979, 30-34.
Es un artículo especialmente útil por su sensatez, orientaciones concretas... Supone una experiencia diligentemente aprovechada.

No hables del trabajo que haces, a menos que sea oportuno.


Evita que tu testimonio pueda provocar discusiones, introducir en él "tus" ideas y puntos de vista...; evita igualmente que sea un
lugar para compartir problemas psicológicos5.
Evita las exclamaciones de tipo "pentecostal": ¡gloria al Señor! ¡Aleluya! repetidas insistentemente.
No testimonies de modo negativo. NO recomiences, cuando estás acabando; termina para no aburrirlos más.
Como resumen: los testimonios han de ser: auténticos, edificantes, breves6.7
5. Jim Cavnar, Participating in Prayer Meetings, Word of Life, 1974, 27-34. Reiteramos, respecto de las indicaciones de este conocido autor lleno de
sabiduría y de sentido común, cuanto dijimos del autor precedente.
6. La experiencia en este campo del testimonio, suele ser muy semejante.
El gran provecho que reporta un testimonio bien escogido, bien dado, bien recibido, viene a ser una palabra viva del Señor que toca hasta profundamente
los corazones. El mismo Jesús animaba a dar testimonio (Me 5,19), y las personas conscientes de la gracia de Dios, aparecen impulsadas a darlo (Jn
4,39).
"El mejor ejemplo de cómo un testimonio es para la gloria del Señor, (y edifica) lo tenemos en María, la esclava del Señor que glorifica a Dios por las
maravillas que El hizo en ella. En su cántico de alabanza dirige a Dios su glorificación, no a ella; reconociendo que lo más grande en ella no es lo que
ella hizo por Dios, sino lo que Dios hizo por ella dentro del plan de salvación". (J. H. Prado, o. c., 63).
7. Otra constatación común a los grupos de oración es que no resulta fácil dar un testimonio irreprochable ni aún aceptable. Es frecuente caer en
extremos de detallismo, de excesiva parquedad, de alargarse indebidamente, de dejarte llevar del entusiasmo del momento y exagerar y aún de falta
de prudencia en citar nombres y sucesos que un sano juicio aconseja deben callarse.
Por eso, uno de los servicios de los dirigentes a sus grupos es la constante enseñanza, hecha breve, discreta y oportunamente. En este aspecto, como en
la instrucción del grupo respecto de la profecía, se requiere una paciencia y perseverancia que sólo la gracia de Dios puede dar. Pero merece la pena
tener que ofrecerle este doloroso servicio de discreta enseñanza por los grandes frutos que pueden conseguirse.

Es una equivocación manifiesta pensar y actuar como si el grupo de oración se fuera instruyendo y perfeccionándose a sí mismo. Necesita la ayuda de
servidores conocedores del buen funcionamiento de un grupo, diligentes en cumplir con su responsabilidad y, sobre todo, personas de oración que
van adquiriendo, por la acción del Espíritu Santo, esa sensibilidad discreta en su actuar, en el modo y en el tiempo oportuno sin precipitaciones ni
demoras innecesarias.
"He llegado a la conclusión de que la mayor parte de las personas que han tenido la experiencia personal de una conversión profunda a Jesucristo no caen
en la cuenta del poder espiritual que se manifiesta cuando ellos comparten su testimonio. Y, en consecuencia, muchos no se toman tiempo para
prepararse a compartir los acontecimientos salientes de los que Dios se ha servido para convertirlos. Sin duda, esto se debe en parte al hecho de que
en la mayor parte de los grupos de oración estamos acostumbrados a escuchar testimonios sensacionales. En contraste, la historia de todos y de
cada uno puede parecer insignificante (...). A la mirada de Dios, nuestras conversiones personales no son menos milagrosas que la del apóstol Pablo!
Los testimonios -los sensacionales como los ordinarios- deberían constituir una parte vital de las reuniones de oración, porque ellos refuerzan nuestra
fe y nos animan y confortan para seguir a Jesús con ardor. Los testimonios cristianos glorifican y honran a Dios por lo que Él ha hecho. Dios desea
que nuestras vidas en Cristo sean visibles por no importa quienes, en nuestro derredor, "Sois la luz del mundo. Una ciudad construida sobre una
colina no puede ocultarse" (Mt 5,14).
Es necesario que los miembros de la Renovación Carismática aprendan a dar bien el testimonio. No solamente en las reuniones de oración, sino también
en las conversaciones privadas (...). Un punto importante que se ha de notar a propósito de los testimonios en un grupo: no es necesario entrar en
detalles de los pecados pasados. Al centrarse demasiado sobre ellos, se puede poner en segundo lugar la misericordia de Dios y su amor maravilloso.
La luz de Cristo ha entrado en nuestros corazones llavándonos a una nueva manera de vivir. No encerremos nuestro testimonio en los archivos de
nuestros recuerdos. El poder de la salvación de Cristo es también activo y lleno de fuerza como cuando experimentamos por vez primera la gracia de
la conversión. No tengamos vergüenza de testimoniar todo lo bueno que Dios ha hecho por nosotros. No perdamos nuestro testimonio.
D. Berardino, Atelier Groupe de Priere. Ne laissez pas perdre le Temoignage, Tychique, n. 77, janvier, 1989, 33-34.
XIV. LAS PETICIONES EN EL GRUPO DE ORACION LA ACTUACION DEL SERVIDOR

1. Las peticiones en el grupo de oración

A. La oración de súplica a la luz del Evangelio


Dios es la fuente, el origen de todos los bienes
Dios es amor, poder, providencia, riqueza infinita.
Dios da de su riqueza por amor. A sus criaturas se da El mismo primero en gracia y después en gloria.
Jesús nos enseña a pedir:
Con su ejemplo (Lc 11,1 ss.;Jn 11,41-42; 12,27.).
Con sus enseñanzas: Lc ll,lss.; Mt 18,19-20; Jn 14,13;Jn 15,16).
En sus parábolas: (Lc ll,5ss; 18,13).

B. Excelencia de la oración de súplica


La petición a Dios es un acto de Fe (Lc 1 l,5ss.).
La petición a Dios es un acto de perseverancia (Lc 18,lss).
La doble función de la súplica:
Por ella reconocemos que todos los bienes nos llegan de Dios. Es un homenaje a su bondad.
Nos coloca en la actitud de humildad y de confianza que deja a Dios libre para colmarnos a su medida divina.
Aprender a pedir: Hay que desechar la oración que se acerca a ciertas prácticas mágicas o infra religiosas. Indudablemente
hay que pedir los bienes materiales: "el pan de cada día..." Pero hay que pedirlos en la medida en que sean necesarios (o
convenientes) y en la medida en que estén ordenados a los bienes esenciales. No podemos desconocer la necesidad y excelencia de
la oración de súplica".

Pedir "en el nombre de Jesús": (Jn 14,13-14) El mismo nos anima. Tiene una eficacia especial: el se hace intercesor personal ante
el Padre (Hebr 5,7ss;Jn 14 12-14)
La práctica de la Iglesia en su Liturgia en las oraciones: pedir en el nombre de Jesús1.

C. Consideraciones
Las peticiones en el grupo de oración pasan a segundo lugar. El Señor se ocupa de nosotros cuando hemos dejado las
preocupaciones por El.
Pero no hemos de olvidar la insistencia del Señor en que pidamos y acudamos a El con toda confianza.
A Jesús se acercaban los que habían recibido de El o para recibirlo. Nunca los rechazó; siempre estuvo dispuesto a atenderlos.
"Dios se sabe valer de los sufrimientos para que nos acerquemos a El y curar no sólo lo externo, sino, sobre todo, lo más íntimo y
profundo: el pecado"
Curaciones, milagros, sanaciones interiores, deben formar parte de la vida cristiana, porque Cristo es el mismo ayer, hoy y siempre.
"Todos los milagros son signos que demuestran la presencia salvífica del Señor en medio de su pueblo y manifiestan a un Dios que
se preocupa por los suyos. Lo más importante del signo milagroso no es lo que se ve, sino lo que se cree.
Por ejemplo, los que presenciaron las curaciones del paralítico de Cafarnaúm vieron que se levantó y creyeron que Jesús tenía
poder para perdonarlos pecados"2.
Toda curación es una llamada del Señor a una sanación más profunda; La sanación es un misterio que no desvelaremos en este
mundo; se ora por unos y se curan; por otros y no.

1. Cfr. I. Hausherr, Oración de vida, vida de oración, Edic. Mensajero, 1967, 31ss.
2. M. Casanova, Oración hoy (varios), Edic. Mensajero, 1977, 239.

Las oraciones siempre son acogidas, si no le oponemos una barrera al Señor. PERO HAY QUE DEJARLE A EL, EL TIEMPO Y EL MODO
DE RESPONDERLAS.
"Ser sano es decir SI al Señor"22

2. Aplicaciones y actuación del servidor


A. Aplicaciones
El Evangelio señala algunas condiciones o disposiciones que hemos de tener en cuenta en las oraciones de petición. PERDONAR
(Mc 11,26).
PEDIR SEGUN LA VOLUNTAD DE DIOS (1 Jn 5,14).
PEDIR CON FE en el poder, el amor de Jesús (Me 11,24; Fil 4,6).
PEDIR EN EL NOMBRE DE JESUS (Jn 14,13-14).
El éxito de la oración no depende de si se hace en alta voz o de una manera especial, o si la hace un sacerdote, el dirigente o una
alma piadosa.
Depende, sobre todo, de quien la escucha, que es misericordioso con todos, conoce las necesidades y valemos muchísimo ante El.
Suele dejarse para el final:
A veces se hará personalmente, dando un tiempo para ello. Es lo ordinario.
Otras, una oración general.
Otras, orarán unos por otros, una vez que se les haya enseñado a hacerlo, etc.
Las peticiones no deben limitarse a las propias necesidades o del grupo...

3. B. Mckenna, Dios nos ama, Edic. Paulinas, Santiago de Chile, 1979, 24ss.
22
Si persiste el corte hacia las oraciones de petición en la alabanza y, a pesar de la advertencia, no se logra enderezar, conviene
hacer una oración por las necesidades de todos los presentes.
B. Actuación del servidor
a) Cuiden los servidores de que no haya desorden en las peticiones, de que no pidan dos o más personas a la vez; ni den la
impresión de quitarse las peticiones de los labios por la celeridad con que se precipitan a pedir, una vez que otra persona ha terminado.
b) Procuren que las peticiones sean cortas para dar oportunidad a otros hermanos.
c) Cada oyente ha de unirse interiormente a la petición de la persona que la hace. Si está pensando en la propia, se desliga de la
comunidad y resultan oraciones de petición individuales, no comunitarias.
d) Eduquen a la comunidad para el orden, la paz y el sosiego en las peticiones.
e) Si alguna vez no hay peticiones individuales por falta de tiempo u otra razón, no hemos de sentirnos mal. La oración de alabanza,
toda la marcha y espíritu de la oración, es ya una petición implícita. Pero se ha de procurar suplir con una oración de petición general.
f) No se debe orar por una persona particular en estas peticiones generales, fuera de casos especiales. Para ello convendría que
hubiera una habitación aparte donde un grupo de oración (3 ó 4 personas) bien entrenado y entregado al Señor, orara después por las
personas que lo pidieran. En esto téngase discreción, pues, a veces, es excesivo el número de los sujetos que se acercan a que se ore
por ellos.
g) Téngase cuidado con las personas que continuamente están pidiendo oración particular.
h) La variedad en la oración de petición reclama que se les enseñe discretamente a orar unos por otros aun en el tiempo dedicado a
las peticiones.
i) Fuera de casos muy excepcionales, evítese orar por liberación en el grupo de oración. Siempre hágase en privado y por personas
de oración, de experiencia, instruidas en este ministerio y, a ser posible, aprobadas por la autoridad competente para él. Se recomienda
la presencia de un sacerdote. Una suma discreción debe presidir cuanto se haga en la liberación.
j) Como en todos los demás aspectos, los servidores cuidarán de ir educando paciente y eficazmente a su grupo en el modo de
hacer las peticiones.

3. Una observación de importancia respecto de las peticiones

Partimos del supuesto, más exactamente, de la realidad de que la Renovación no sólo ha nacido en la Iglesia, sino que es para la
Iglesia y ésta para el mundo, para llevarlo al conocimiento, al amor y al seguimiento de Jesucristo. Consecuentemente, las peticiones de
los grupos de oración, sobre todo porque son oración "en el Espíritu" que vive y rige la Iglesia, no deben "abstraerse" de cuanto
conmueve al mundo para el que vive la Iglesia. Todas sus esperanzas, angustias, problemas... deben estar también presentes en las
peticiones de los grupos de oración como lo están en el corazón de la Iglesia4.
No se trata de apoyarse en "extensas consideraciones socioeconómicas, ni de sociologizar la petición". Pero sí deben estar abiertos
nuestros grupos de oración a los problemas reales de la paz, de la justicia, de la salud, de la armonía entre las naciones y entre las
familias.
Para no pocos, quizá, haya un llamamiento del Señor, no sólo a interceder, sino también a comprometerse más directamente en
estos campos.
Lo que sigue, de ejecución práctica, debería tenerse presente para purificar la manera de interceder en los grupos de oración:
"La Renovación debe hacer un esfuerzo, y a menudo lo hace, con vistas a mejorar la oración de intercesión. Demasiados hermanos y
hermanas tienen la costumbre de lanzarse a formular una gran cantidad de peticiones dispares con el peligro de pasarlas casi por alto y
no prestar atención a ninguna de ellas. Nuestras peticiones deben prepararse, profundizarlas más que multiplicarlas. Cada uno de los
participantes debe tener el tiempo necesario para hacerse verdaderamente cargo de ellas. La fuerza de la intercesión viene de que se
dirige "en el Espíritu" y "en nombre de Jesús" (cfr. Hech c. 4). Lo que prácticamente quiere decir: en nuestras reuniones la intercesión
solamente viene después de un tiempo consagrado a la alabanza y al recuerdo le Jesús. Y, a su vez, la intercesión renovará esta
alabanza y tu alegría por conocer a un Señor tan bueno"5 6 7 8
4.GS 3-4

5.E. Garín, El discernimiento espiritual en una asamblea de oración, en; Presencia de la Renovación, (Varios), Edit. Roma, Barcelona, 1981, 119.
6. Incluimos parte de un artículo sobre la oración del eminente teólogo K. Rahner. Cuanto dice es extraordinariamente bello y verdadero. Con esta
apología de la oración de petición, meditada, podemos llegar a la conclusión de cuánto nos queda aún que andar en nuestros grupos de oración para
pedir con la confianza, amor, perseverancia... que se desprenden de sus páginas.
Sin hacerla prevalente ni darle la primacía que corresponde en los grupos de oración de la Renovación Carismática a la alabanza, si tendríamos que
purificar y perfeccionar la que hacemos, cualquiera que fuere el tiempo que se le concede. Una oración hecha por los hermanos de Cristo al Padre,
pero envuelta en el amor, la confianza y perseverancia que, ordinariamente El demanda, debería producir unos frutos más abundantes y ser otra,
conforme al plan de Dios, de modo que nuestra fe se acrecentara considerablemente. Nuestra oración de petición, en frase del mismo autor, debe
tener cierta "cualidad", y ésta, ordinariamente, no se adquiere, si no es con la duración y persistencia filial. ¿Será, quizás, esa una de las razones
porque el Señor insiste tanto en que perseveremos pidiendo?

La Apología de la Oración de Petición


¿Creemos nosotros, los cristianos, en el poder de la oración? ¿En su poder en esta tierra, y no sólo en los lejanos cielos de Dios? ¿Somos todavía tan
"antropomorfos" en nuestro modo de pensar, que nos atrevemos a creer que nuestros gritos y nuestras lágrimas pueden conmover el corazón de Dios
para que obre en este mundo? ¿O nuestro pensamiento se ha hecho tan abstracto y tan cobarde que sólo podemos entender la vigencia de la oración
como "tranquilización de nosotros mismos", o como afirmación de nuestra esperanza en un éxito más allá de la historia? La oración de petición es
realmente una cosa curiosa. Está en uso casi sólo entre el pueblo... Los otros, los avisados, que no pertenecen a este pueblo de rosarios, pere -
grinaciones, rogativas, etc., sólo se hacen "primitivos" cuando están en las últimas. En serio: ¿Creemos o no creemos en la carne del Verbo eterno de
Dios? Si creemos, el verdadero Dios tiene que poder sentir muy humanamente, y la tierra y lo que ocurra en ella no puede ser para El tan poco
importante... Y si es cierto que Dios es el Señor del mundo y nos enseñó a rezar el Padre nuestro con la petición del "pan de cada día" y la del
"líbranos del mal", hay que suponer, evidentemente, que también la petición a este Dios antropomorfo y poderoso pertenece a los poderes reales de
este mundo. Podemos dejar aquí tranquilamente las discusiones y opiniones de los teólogos sobre la compatibilidad de la oración de petición y la
soberanía, libertad absoluta e inmutabilidad de Dios. Sin tener que opinar, ni sospechar, que los teólogos al hacer estas especulaciones piensan
siempre un poco en la época "antes de Cristo", y no del todo... en que el Verbo se ha hecho carne...
El hecho de que esta oración (de petición) sea a la vez suma "terquedad" (porque se relatan a Dios los propios deseos) y suma "resignación" (se reza
a quien no se puede forzar... sino sólo pedir)... hace que la oración de petición, en cierto sentido, sea no el inferior, sino el más perfecto modo
humano-divino de orar. Si no, ¿por qué no nos enseñó el Señor un himno, en lugar de siete peticiones? Los cristianos deberían rezar más terca y más
humildemente, en voz más alta y con más insistencia... Pues la oración de petición, la concreta, realísima y clara oración de petición, es un poder en
el mundo y en su historia, en el cielo y en la tierra.

Una utopía cristiana


Y ahora imaginémonos, por un momento, que los cristianos están convencidos de la eficacia de la oración de petición, no en general y teóricamente,
sino concreta y prácticamente, es decir, que ese convencimiento se ha hecho en ellos carne y sangre. Imaginemos que estos convencidos de hoy, los
interesados por lo religioso y también los cultos y los intelectuales, sobre todo, además de hablar del cuerpo místico... se dieran cuenta, con temor y
temblor, de que cada uno tiene que soportar las cargas del otro y de que cada uno, el día del juicio, tendrá que rendir cuentas del eterno destino del
otro...
Que todos están convencidos, porque son muy humildes, es decir, muy realistas, de que no es lícito que todas esas actitudes sean sólo un lejano
ideal... sino que tienen que ponerse en práctica, que hay que adoptarlas de nuevo cada día, que hay que dejar que otros nos las recuerden; que se
necesitan determinados gestos, usos y acciones, para que se incorporen esas actitudes... Y, además, que todos están convencidos de que la oración
y la vida tienen que compenetrarse; de que hay que rezar en todo tiempo, es decir de que la voluntad de pedir por la salvación de todos a Dios en
Cristo tiene que convertirse en fuerza configuradora de toda la vida y de la vida diaria; de que la oración intercesora de cada miembro de Cristo por
toda la santa Iglesia debe transformarse en penitencia de la vida, en paciencia y amor, en ayunos y en limosnas, en valiente y alegre renuncia.
Todavía más: que todos están convencidos de que las autoridades eclesiásticas no son exclusivamente controladoras de una gran máquina, de una
administración eclesiástico-burocrática, sino los padres de nuestras almas, cuya palabra nos amonesta, paternal y fraternalmente a la vez, incluso
más allá de los nuevos preceptos "obligatorios".
Si todo fuere así —¡sería bello!- ¿Qué ocurriría? Muchas cosas, naturalmente... Los cristianos rezarían por toda la santa Iglesia, para que Dios le dé la
paz, la unifique, la guarde...
Rezarían más por el Papa, por los obispos y sacerdotes (¡de veras lo necesitan!), por las autoridades políticas (de las que nos quejamos en lugar de
rezar por ellas), por todos los buscadores de la verdad, por toda la cristiandad separada, por los judíos, por los paganos...
Rezarían todos los días. Entenderían toda su vida como una vida empeñada e implicada en ese llevar la carga de los demás y en el cuidado de las
almas de aquéllos de cuya actividad y destino tendrán que responder algún día.
En medio de los dolores del cuerpo y de las oscuras necesidades del corazón y del espíritu, dirán, valientemente y consolados, como el Apóstol;
"Suplo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo por su cuerpo, que es la Iglesia" (Col 1,21). No rezarían sólo en general por la llegada del
reino de Dios; su corazón sería ancho como el mundo...: los refugiados de Corea, los sacerdotes para le educación de masas. Se alegrarían de que
otros les recordasen ésta o la otra intención... Y aceptarían estas intenciones de oración, como el "oremos, queridos hermanos, por..." que el
sacerdote entone el Viernes Santo con el corazón desinteresado y lleno de amor.
De estas oraciones surgiría en su vida un poder transformador: su piedad sería menos egoísta y menos introvertida. Entonces comenzarían a hacer
por sí mismos lo suyo por Dios y por su reino; en el testimonio, en la ayuda al prójimo (hay que buscarlo primero con el corazón, para que los pies lo
encuentren), en la ayuda a los lejanos (en las misiones), etc...
Entonces comenzarían tal vez, a entender poco a poco el Corazón del Señor, el misterio del amor que brota del incomprensible centro, llamado
"corazón", de quien es el Verbo de Dios hecho carne: insondable, juez y salvador, maravilloso centro de atracción de todas las cosas.
Entonces se atreverían (todavía más despacio, casi con vergüenza y humildemente) a esperar que los sentimientos y aspiraciones del propio corazón,
inclinado de suyo al mal, fueran poseídos poco a poco y configurados por el amor de ese Corazón que mueve el sol y las demás estrellas del mundo-
tiempo.
¿No sería bueno que hubiere más cristianos que continuaran así la oración apostólica de petición y que, en cierto modo, a cada hora del eterno
Viernes Santo de este mundo, oyeren la invitación del "Oremos" y rezaran por todos los grados de la Iglesia y por todas las necesidades y... que
volvieran a la vide con un corazón que ha rezado así?

7. La oración cristiana es eminentemente trinitaria .- La orientación trinitaria es fundamental en la oración cristiana: "Oramos al Padre como hijos e
hijas suyos; a Él se dirige nuestra alabanza y acción de gracias, nuestra petición de perdón y de todo aquello que en el sentido más amplio de la
palabra pertenece al campo del "pan de cada día". Oramos a Jesucristo como discípulos suyos, pidiéndole por todo lo que se refiere e tu mensaje
aquí en la tierra: por la Iglesia, por nuestro servicio en el mundo y a los hombres, por las misiones y la predicación de la*fe; a lo cual se añade con
profundo sentido, la súplica neotestementaria por su venida futura. Oramos al Espíritu Santo como heredero de Jesucristo, para que venga y nos llene
de su gracia, para que nos haga miembros de Jesucristo, aumente nuestra fe, esperanza y caridad y nos dé alegría y fuerza en el sufrimiento y en la
lucha contra el Maligno. Finalmente la Iglesia en su liturgia y también en la oración privada no se cansa de alabar y bendecir a Dios trino: "Gloria al
Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo, como era en un principio, ahora y siempre y por los siglos de los siglos".
Conferencia episcopal alemana, Catecismo Católico para Adultos, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 1988, 94.

8. "La íntima vinculación que existe entre la providencia universal de Dios y la libertad del hombre se manifiesta particularmente en la oración de
petición. Ya la posibilidad de pedir nos revela que el hombre tiene acceso a Dios y que es aceptado por El; nos manifiesta que Dios nos oye, nos
escucha y dice sí al hombre. La oración de petición, por consiguiente, no disminuye la personalidad del hombre ni rebaja su dignidad. Esta oración,
por el contrario, se halla prevista e incluida desde la eternidad en la providencia de Dios, la cual no suprime la iniciativa del hombre, sino que cuenta
con ella y la suscita. Por ello, cuando el hombre en la oración de petición pone su situación en manos de Dios, puede estar seguro de antemano de
que va a ser escuchado. Jesús mismo nos lo dice: cualquier cosa que pidáis en la oración, creed que os la han concedido, y la obtendréis (Mc 11,24;
cf. Mt 7,7; 21,22; Lc 11,9). Muchos preguntarán sorprendidos: si Dios escucha de suyo cualquier oración, ¿qué pasa entonces con las oraciones que -
en apariencia o en realidad- no son escuchadas, ante las que Dios permanece en silencio, aunque nosotros tal vez le hayamos de veras importunado?
La respuesta no es fácil, pero a la luz de las clarísimas enseñanzas de Jesús tenemos que decir: Dios escucha cualquier oración de un modo que
supera todas nuestras esperanzas. Por eso, si no escucha una oración del modo como lo deseamos, es porque este deseo no corresponde a lo que
verdaderamente es mejor para nosotros. San Agustín expresa así esta idea: "Bueno es Dios, que a veces no nos da lo que queremos, pero que nos
da lo que deberíamos preferir". Y Santa Teresa de Lisieux dice: "Y cuando Tú no me escuchas, te amo más todavía". Precisamente cuando Dios
corrige el curso de nuestros deseos, purifica nuestra fe, nuestra esperanza y nuestra caridad, nos reconcilia en la oración con nuestra situación y nos
da una paz que supera todo entendimiento (cf. Fil 4,7)-
Todo esto nos enseña que la providencia de Dios sigue siendo, en última instancia, un misterio, el misterio cada vez más profundo de Dios, el misterio
de un Amor cada vez más grande".
Conferencia episcopal alemana, Catecismo Católico para Adultos, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 1988, 109-110.
K. Rahner, al hablar de la oración tiene una frase muy expresiva y, en cierto modo, enigmática. Dice que la oración, para ser oída, debe tener cierta
"calidad". No explica qué entiende él por la "calidad" de la oración. Pero nos figuramos que intenta significar con ella que ha de poseer las cualidades
que el pueblo cristiano creyente y orante atribuye a la oración. Suelen resumirse en: humildad, confianza y perseverancia. Tiene que ser una oración
en la que, como hijos, le pedimos al Padre por Jesucristo, su Hijo amado algo desde nuestro corazón. No se trata de una oración rutinaria, ni
formulista... en la que no hablamos de "verdad" a nuestro Padre, sino que tratamos, quizás inconscientemente, de manipularlo "mágicamente".
¿No será ésta, entre otras, una razón por qué Jesús insiste tan repetidamente en que pidamos una y otra vez (Mt 7,7-11 y par.)? La oración repetida
nos hace caer en la cuenta de la "verdad" de nuestra oración y nos va disponiendo a pedir con filial confianza, apoyados en la bondad del Padre y en
la intercesión de Jesús. La "calidad" de la oración, por otra parte, se alcanza más fácil y eficazmente cuando una comunidad que vive en el amor, pide
en el nombre de Jesús.
XV. EL BUEN USO DE LOS CARISMAS DENTRO Y FUERA DE LA REUNION DE ORACION. LA ACTUACION DEL
SERVIDOR

Aclaraciones preliminares
Aquí no se pretende tratar los carismas sistemáticamente ni dar una instrucción pormenorizada de lo que son, de su finalidad,... Se
tocan los presupuestos necesarios de un modo superficial; lo suficiente para entrar en el tema.
Se considera el buen uso de los carismas dentro y fuera de la reunión de oración. Se abarcan dos aspectos que tienen mucho en
común, pero en los que se encuentran diferencias de aplicación. El maestro notará fácilmente cuándo se está contemplando su uso,
especialmente, en uno u otro campo.
Si en algún punto de la Renovación Carismática es en el buen uso de los carismas donde el dirigente tiene que estar más atento, de
un modo pacificante. En él, especialmente, tendrá que pedir al Señor una gran paciencia, tacto, fortaleza y equilibrio para ir
fomentándolos y educando al grupo en el buen uso, corrigiendo defectos, favoreciendo discreta pero eficazmente el buen uso. Sobre el
modo de ayudar a que el Espíritu Santo suscite los carismas se trata en otro lugar1.
En la Escuela de Servidores se le dedican dos trimestres a la exposición, relativamente detallada de los carismas, tanto en general,
como en particular. Por eso aquí, se aborda más ampliamente su buen uso2.

1. Emiliano Tardif, L'exercice des charismas, en: Tychique, n. 37, mai, 1982, 9-14.
2. Para captar la importancia del buen uso de los carismas recomendamos la lectura del libro del Card. Suenens ¿Un nuevo Pentecostés? Desclée de
Brower, Bilbao, 1975, en

1. El buen uso de los carismas


Los carismas deben ser usados "en el orden, en la humildad, en la obediencia, en el discernimiento, en el amor y la oración. Es un
verdadero morir a sí mismo.
A. En el "orden"
Recordemos los CC. 11-14 de la Carta de San Pablo a los Corintios.
Importancia capital de ejercerlos "en el orden" -El desorden escandaliza; confunde; desalienta; da una imagen falsa de la
Renovación Carismática; hace tomar por verdadero lo que es dudoso y aun falso; no se "construye" se "destruye"; es signo de la acción
del Maligno, o de nuestros deseos conscientes o subconscientes desordenados; crea precedentes trasportables a otras comunidades;
se corre el riesgo de desplazar lo más importante: el camino de vida de la persona que los usa y de la comunidad ante quien se
ejercitan.
EL DESORDEN EN EL USO DE LOS CARISMAS, ES EL CAMINO MAS RAPIDO Y SEGURO PARA QUE DESAPAREZCAN,
PIERDAN SU EFICACIA, LANCEN A LA PERSONA QUE LOS USA A CONSECUENCIAS IMPREVISIBLES, etc.
Sentido. "En el orden": en el tiempo debido- En la duración y aun en el tono de voz debido.
Orden no es uniformidad. "La manera como el Espíritu Santo obra en nosotros no es ajena al influjo del temperamento, costumbre y
herencia".
Teniendo en cuenta el tipo de auditorio que los presencia.
Mirando la "externalización" conveniente: sin miedos infundados, pero sin exageraciones.
Cuidando mucho de provocar situaciones "emocionalistas", por el grito; el clamor fuera de tono; por la insistencia repetida... la sana
"emoción" y el "emocionalismo", se diferencian radicalmente.

sus páginas 16-23; 86-106. Recomendamos igualmente, entre otros, con especial encarecimiento la obra de F. A. Sullivan, Charism and Chatismatic
Renewal, Servant Books, Ann Arbor, Michigan, 1982.

"En el orden" significa también: huir, evitar la improvisación: no prepararse con la oración ferviente, asidua; con el consejo, si es
conveniente; significa conocer los modos diversos de ser usado para un carisma determinado y de practicarlo, armonizándolo con la
"docilidad" a la acción del Espíritu.
Cuidado con refugiarse en la expresión: "no hay que apagar el fuego del Espíritu"! El Espíritu pide nuestra cooperación. La
sentencia debe ser completada: "Examinadlo (discernirlo) todo y quedaos con lo mejor" (1 Tes 5,19-21)3.

B. "En la humildad" (Fil 2,5-11)


Sentido.' - Tener la persuasión profunda de que ser agraciados con carismas no supone una mayor santidad en la persona.
Conciencia de ser una llamada a una mayor humildad, puesto que "gratuitamente" ha sido tomada como instrumento para el bien de
los demás.
Conciencia de la necesidad de una mayor purificación interior (y de un mayor testimonio de vida exterior) para ser canales más
aptos de la "salvación" de Dios.
Disponerse, cuando hayan de ser usados, con una oración en humildad", si es posible, comunitaria.
Aceptar de buen grado ser instruidos en su recto uso; persuadirse que se necesita aprender muchas cosas sobre ellos; aceptar aun
ser corregidos y amonestados fraternal, pero sinceramente, cuando haya errores, menos prudencia... a juicio de personas de "buen
sentido" o de una comunidad que discierne.
Aceptar que el uso de los carismas es un itinerario largo que debe ser enderezado, purificado, profundizado constantemente.
Aceptar que no se es perfecto en su recto uso desde el comienzo, y que se necesita la gracia del Señor y la ayuda de los hermanos
para progresar en él.

3. Cfr. la obra de D. Grasso, Los carismas en la Iglesia, Ediciones Cristiandad, Madrid, 1984.
Aunque no toque expresamente el tema, se encuentran valiosas indicaciones a lo largo de toda la obra referentes a su buen uso.
Aceptar que podemos caer en la tentación de ejercerlos "en interés propio" (exhibicionismo; prestigio; poder...), pero dentro de una
persuasión sencilla, humilde, pacificante.
Aceptar que no somos nosotros mismos (los agraciados con los carismas) quienes son los llamados a discernir su autenticidad, su
recto uso y ESTAR SIEMPRE DISPUESTOS A QUE SEAN DISCERNIDOS por las personas competentes o por la comunidad.
Tener muy en cuenta, en este aspecto, la actitud y el comportamiento de los santos; las normas de los Pastores; las indicaciones de
los que tienen larga y probada experiencia...
Aceptar que podemos evadirnos de dejarnos usar por temor, por falsa humildad, por evitar complicaciones... A llegar al equilibrio
entre la evasión y la osadía e imprudencia nos ayudará mucho no sólo y principalmente la oración, sino también el consejo de personas
de experiencia, conocimiento y buen juicio probado.
La comunicación íntima con el Señor, por su Palabra, la experiencia propia y ajena; la lectura de libros católicos acreditados; la
asistencia a retiros, la actitud interior de hallarnos en situación de una "formación permanente" en este campo, son valiosísimas ayudas
para purificarse y progresar en los dones de Dios.
Es necesario de todo punto:
Saber que el Espíritu respeta siempre nuestra libertad (1 Cor 14,32-33).
Ir conociendo los signos manifestativos de la acción del Espíritu para usarnos como sus instrumentos.
Lo es también, e insustituiblemente, el discernir constantemente; sobre todo ayudándose de personas competentes y de la
comunidad4.

C. "En la obediencia" (Fil 2,5-11; Jn 6,19-30)


Quizás sea el aspecto más arduo, por lo "posesionados" que estamos de nosotros mismos y la resistencia que ofrecemos a
dejarnos "tomar" por el Señor.

4. G. T. Montague, The Holy Spirit, Paulist Press, N.Y., 1976, 35; 120.

Sin embargo, es insustituible: Jesús fue "todo él" OBEDIENCIA al Padre, hasta la muerte y muerte de cruz.
Sentido: - La obediencia sincera indica que buscamos la voluntad de Dios y queremos dejarnos conducir dócilmente por el
Espíritu.
La obediencia nos purifica fuertemente en la búsqueda sutil de nosotros mismos.
La obediencia nos clava amorosamente en la cruz y desde allí Cristo se encarga de glorificamos.
La obediencia nos hace canales más aptos para ser usados con poder por el Señor.
La obediencia construye la unidad en el amor y el dolor.
La obediencia es un hermoso fruto del Espíritu y criterio de la autenticidad, al menos probable, del carisma.
La experiencia da que el Señor se manifiesta, a su tiempo, en el que se despoja de si para obedecer.
La obediencia no significa servidumbre, sino "libertad" en Cristo para aceptar y realizar sus designios. No anula, sino estimula a
aportar nuestras ideas, mociones interiores, puntos de vista. Se trata de una obediencia "responsable"5
"En obediencia' ¿a quién?- K los Pastores de la Iglesia (o Jerarquía) que poseen el carisma del "discernimiento" para guiar el
rebaño de Cristo.
A las indicaciones de los diversos Equipos que, "enviados" por los Pastores, participan, respecto de la Renovación Carismática, de
su autoridad.
Obediencia en la fe a la comunidad que ha discernido. Todos ellos tienen la seria responsabilidad de discernir antes de indicar;
más, si en casos extremos, hay que imponer.
Es importante citar lo que E.E. Larkin anota: "Desde los tiempos de San Pablo en adelante, la Iglesia vigiló el ejercicio de estas
funciones" (ministerios y carismas) (1 Cor 14,37; 1 Cor 1,10).

5. J-M. R. Tillard, En alianza con Dios, Edic. Sigúeme, 1969.25-38. Hacemos la indicación de la anotación precedente. En el capítulo se encuentra
una materia abundante y segura que puede aplicarse con todo derecho al uso de los carismas en la obediencia.

La Iglesia es el árbitro final de la validez del carisma (y de su buen uso) (Lumen Gentium, 12). Ella debe proteger los carismas
auténticos contra los seudocarismas y los dañosos fenómenos y mantener la comunidad en el buen orden al que los carismas mismos
sirven"6

D. "En el amor y en la oración" (1 Cor c. 13)


Siendo importantes los aspectos enumerados, éste lo es, especialmente. Le damos a la expresión un sentido relativamente
amplio:
Sentido: En el amor y en la oración "antes".
La persona usada por el Espíritu es como un canal, a través del cual pasa la gracia actual de la sanación, profecía... del Señor. El
instrumento humano debe prepararse lo mejor posible con la ayuda del Espíritu, para ser utilizado poderosamente por El.
Esta preparación pide, entre otras cosas:
Dar un perdón generoso.
Creer en el amor personal del Padre, manifestado en Jesús a la persona por quien se ora...
El amor profundo a Jesús que da el carisma; a la Iglesia, carisma fundamental, y para cuyo bien se conceden.
Orar intensamente, si es posible en comunidad, en una relación sincera de amor mutuo.
Hacer un acto de fe intenso en el poder y el amor de Jesús.
Pedir a Jesús la comunicación de su amor hacia las personas en favor'de las cuales se van a ejercer los carismas.
En amor y en la oración "mientras".
Pedir la compasión de Jesús.
Ejercer el carisma en el clima de amor a Dios y a la persona.
Hacer profesión explícita del amor del Señor para con nosotros, especialmente con el enfermo,... de su "presencia" amorosa
actuante.
Dar gracias, alabar por el amor del Señor que se manifiesta, aunque no se perciba.

6. E. E. Larkín, en; Theological Raflections on the Charismatic Renewal, (varios), Servant Books, Ann Arbor, Michigan, 1976, 55.

Visualizar en amor, al Señor que, en su bondad, va sanando... Fijarse más en lo positivo que en lo negativo de la obra del Señor:
más en restaurar; en poner lo bueno, que en destruir, quitar lo malo.
En amor y en la oración "después".'
Dar gracias, alabar al Señor con todo amor por su obra de misericordia y bondad.
Encomendar la persona al amor del Señor que continuará su obra.
Aludir a la llamada que supone la acción del Señor a entregarse en fe a su amor y a su poder.
Es aconsejable usar el don de lenguas, si no está contraindicado por otras razones. En su plurivalencia, eleva el alma al amor o lo
intensifica. Lo mismo se dice del canto en lenguas.
Se puede esperar, en humildad, que el Señor se manifieste en alguna palabra de ciencia; la oportunidad de manifestarla o no, si se
da, depende de diversos factores que hay que tener en cuenta.
Precisiones importantes:
La caridad no es un "carisma" como tal. Es el clima constante en que deben ejercerse los carismas.
Es EL FIN a que se ordenan los carismas: "la construcción de la Iglesia en la caridad".
Está contraindicado lanzarse, sin más, a ejercer los carismas: v.g. a orar por un enfermo, etc., antes debe preceder un tiempo de
recogimiento interior y de profunda oración al Señor e invocación al Espíritu Santo, privadamente o en una oración comunitaria. No se
olvide la importancia de la purificación interior y del mutuo perdón entre los que van a ejercer el carisma7.

E. En el "discernimiento"
Importancia
JC.: Le 6,43-45. San Pablo: 1 Tes 5,12; 19-21. San Juan, la. 4,1-2. Vaticano II, Lumen Gentium , 12.
Autores espirituales: San Ignacio de Loyola.

7. Fr. X. Durrwell, l'Espirit Saint de Dieu, Les edit. du Cerf., 1985, 27-28; 124-125.

La experiencia de la Renovación Carismática: "Los carismas con el discernimiento de espíritus, dones preciosos; sin él, más bien
dañan" (P. Forrest)8
Materia del discernimiento
En la vida espiritual, todo cuanto tenga importancia debe ser discernido. Cuando se halla conectado con la voluntad de Dios,
fundamento y finalidad última de toda vida cristiana.
Hay cosas sobre las que basta pasar un buen juicio. Ya se da también un discernimiento rudimentario, pero suficiente.
Los carismas, todos y cada uno, entran en la categoría de realidades, no sólo importantes sino "delicadas" y características, no
exclusivas, de la Renovación.
Es necesario, por lo tanto, discernirlos cuidadosamente. Tanto más cuidado se ha de poner en el discernimiento, cuanto más
importantes sean: el bien o el mal que se puede seguir de su autenticidad o inautenticidad; de su buen o mal uso es muy considerable.
Otros hay que, además, ofrecen en si mismos, una dificultad especial, v.g., el carisma de "profecía". Debe ser discernido siempre, ya
se refiera a toda la comunidad, ya especialísimamente a una persona particular. Lo mismo cabe decir de otros carismas muy
emparentados con la profecia9.
Extremos del discernimiento respecto de los carismas
La autenticidad o inautenticidad de los carismas.
El buen o mal uso que de ellos se hace.
Aquí entrarían aspectos como:
La oportunidad, el modo, las circunstancias externas, etc.
(Todo cuanto ayude a una mayor eficacia y docilidad al Espíritu que encarna su gracia en estas realidades físicas, psicológicas,
espirituales, convendría ser tenido en cuenta).
Los autores espirituales, las personas de una gran experiencia de discernimiento señalan los diversos aspectos del discernimiento.

8.T. Forrest, International Newsletter, n.3, sept.-oct., 1981, 1-3.


9.J. de Guibert, Lecciones de Teología espiritual, Edit. Razón y Fe, Madrid, 1953, 327-328 .

Con todo, no se ha de dar la misma importancia a los diversos campos en que se ejercita el discernimiento, ni la misma duración de
tiempo, ni la misma intensidad de oración aunque ésta deba estar siempre presente10
Modo de hacer el discernimiento
(Puesto que se tratará ampliamente cuando se aborde el carisma, omitimos aquí cualquier indicación).
Quiénes deben hacer el discernimiento
La misma persona, si sabe usar los modos diversos de hacer discernimiento. El carisma de discernimiento es raro fuera y dentro de
la Renovación Carismática. Y aunque se diera, debe ser discernido por otro modo.
Las otras maneras de discernir deben ser aprendidas y esto requiere tiempo, experiencia, condiciones determinadas... Aun en la
hipótesis de que la misma persona discierna sobre algo que le compete, debe ser ayudada por otra u otras personas que
fundamentalmente posean esta triple cualidad: conocimiento de las cosas y caminos del Señor; experiencia propia y ajena; sagacidad,
esto es, suficientes conocimientos de la psicología humana (aunque sea por vía de don natural) mejor, si es también, científico. (Pero no
necesita ser un especialista en la materia).
Otras personas que posean las cualidades ya antes aludidas. San Ignacio, maestro del discernimiento, da una gran importancia a la
ayuda que un guía espiritual puede prestar en discernimientos de cierta importancia.
Repetimos que en esta categoría entra lo que se refiere a los diversos aspectos más salientes de los carismas.
La comunidad: es un caso muy frecuente en la Renovación Carismática. Sin excluir lo dicho anteriormente juega un papel im-
portante, en los grupos de oración.
El Señor la sensibiliza, con frecuencia, especialmente y hace que detecte la autenticidad o inautenticidad de un carisma y, sobre
todo, su buen o mal uso.
Pero recordemos que la misma comunidad necesita ser instruida y formada para detectar las mociones del espíritu...

10. J. de Guibert, o. c., 32-55.

Especialmente las personas que han sido puestas como Pastores. Poseen ese don en virtud de su misión y de su unción sacerdotal,
para discernir la autenticidad, el buen uso, El Concilio Vaticano II es claro sobre esto, LG n, 12; AA n. 3; PO n. 9ii
Pero esto no las exime de poner los medios que se requieren para un auténtico discernimiento.
Nota importante:
REHUSAR, no ver bien, recibir disgusto no superado con la gracia que Dios ofrece para ello, NEGARSE a que se disciernan mis
carismas o el uso que hago de ellos es mal síntoma, aun en la hipótesis de que pudieran equivocarse respecto de mi caso, no
fácilmente presumible.
La acción del Espíritu Santo en el alma, si es verdaderamente tal, crea la humildad y obediencia. Someterse a él en sus
instrumentos es disponerse del mejor modo a ser usado más allá de lo presumible.
Por el contrario, como dice el P. Forrest, cerrarse a estas preciosas ayudas, es una de las causas de PERDER LOS CARISMAS.
Por su parte, los que disciernen tienen la obligación de saber discernir, de orar; de no dejarse arrastrar por extremos, sino ayudar al
Señor a realizar el mandato paulino: "No extingáis el Espíritu Santo (pero) examinadlo todo y quedaos con lo bueno" (1 Tes 5,19-21).
Es decir: ayudar discretamente a preparar el camino al Señor para que, en su plan, derrame los carismas; se purifiquen, se
fortifiquen; se aumenten. A prevenir o eliminar excesos.
Tienen la responsabilidad:
De no querer cortar a todos por el mismo patrón.
De no considerar iguales todas las circunstancias.
De actuar en el momento oportuno
De no ser imprudentemente insistentes.
Sobre todo de no olvidar que deben ser, realmente personas de oración y de servicio por amor.
Para realizar debidamente todo lo anterior, ellos deben ser los primeros en estar instruidos sobre el modo de discernir y practicarlo
siempre que sea necesario o conveniente y tratar de perfeccionarse en su uso.

11. E.E. Larkio, a.c., 43-68

No olvidemos el pensamiento de San Juan de la Cruz: el Espíritu Santo sensibiliza y capacita de una manera especial para discernir,
casi de un modo connatural, a medida que somos dóciles al Espíritu, nos entregamos a su acción y nos adherimos más profundamente
a la persona de Jesús.
"El discernimiento de un carisma deja siempre presentir una cierta presencia del Espíritu de Dios. Bien entendido el ejercicio de los
carismas puede ser más o menos puro, más o menos intenso: podemos encontrar toda clase de expresiones que van, desde el
manantial que se precipita tumultuosamente en su primer brotar, hasta las aguas mansas y poderosas"12

2. La actuación del servidor


A. Orientaciones generales
En lo expuesto anteriormente se encuentran muchos elementos que orientan al servidor en su comportamiento concreto.
Su actuación, tomada en un sentido general, viene dada por la actitud equilibrada que debe procurar crear y mantener en sí de un
modo constante: Debe equidistar entre la búsqueda desmedida de los dones espirituales y el no favorecer suficientemente la
espontaneidad y la manifestación de los dones del Espíritu13.
La actuación más concreta respecto de cada uno de los carismas, especialmente de los que más suelen darse en una reunión de
oración, podrá extraerla de la doctrina que se imparte en la Escuela de Servidores al ser tratados con cierta amplitud individualmente.
Aunque se aluda al buen uso de los carismas en la actuación del servidor, ésta debe abarcar también el discernimiento de la
autenticidad de los carismas.

12. A. M. de Monleón, La experiencia de los carismas, Edit. Roma, Barcelona, 1979, 14-15.
13. B. Juanes, Las tentaciones de los líderes, Centro Carismático, El Minuto de Dios. 1982, 13-36.

B. Orientaciones más concretas


El ejercido de los carismas es un elemento fundamental de la Renovación Carismática y forma parte de su vida cotidiana
Desde luego, ni aun dentro de una sana ponderación y aprecio de su importancia, podemos cometer el error de considerarlos ni
fines en sí, ni superiores a otros elementos que forman el quicio de la Renovación.
Los carismas, aun los más extraordinarios, se ordenan a edificar la Iglesia en la caridad; a fomentar y robustecer los frutos del
Espíritu.
Es aquí donde debemos mirar en su ejercicio. La conversión, en un continuo crecimiento y profundización, la vida sacramental,
vivida en creciente conciencia e intensidad, la entrega en amor y abnegación a los demás, como Jesús, forman el núcleo al que se
orientan los carismas.
Por otra parte, éstos se constituyen en signos fuertes que acompañan las palabras y en indicadores de la presencia y dinamismo
del Reino.
Por eso, el papel del servidor debe ser ayudar a desarrollarlos discretamente, evitando los dos escollos ante los que fracasamos a
menudo: la inhibición por el temor; la osadía por la falta de instrucción o deseo desordenado de tener los carismas.
Pensar que no es necesario atender al nacimiento y crecimiento en los grupos de oración de los carismas aun extraordinarios, es
cerrarse a lo que Dios quiere hacer en su Iglesia en nuestros días14
Los carismas y ministerios, en el plan de Dios son para todos, según la medida del Espíritu que los reparte
como quiere; no son exclusivos de los líderes. '"Existen en la Iglesia ministerios personales fuera de lo común. Pero la
curación, la profecía, el discernimiento, la enseñanza,, deben llegar a ser actividades normales en las parroquias, los grupos de oración
y aun en las familias"15 Esto no quiere decir que todos los carismas han de ser ejercidos por todos. Estaría en contradicción con lo que el
mismo Pablo nos dice respecto de la libertad y complementariedad con que el Espíritu los distribuye (1 Cor 12,7-11).

14. Cfr. el librito, verdaderamente iluminador de Mons. Uribe Jaramillo. Los Carismas, Medellín 1977.
15. K. Ranaghan. Les dones de l'Esprit, utilisez-les, Tychique, n. 55, mai, 1985,4.

Esto es cierto, pero no lo es menos el que quizás no pocas personas dejan inútiles los dones que han recibido y los ministerios en
los que pudieran ejercerlos, porque piensan que no son llamados a ser instrumentos del Señor a través de ellos23
23
16 K. Ranaghan. a. c., 3-5.
La actitud ante los carismas que debe fomentar discretamente el servidor es desear humildemente cooperar
con el Señor en cuanto El quiera pedir: "Abandonarnos" es una palabra clave en el buen uso de los carismas. Pero no es
suficiente: tenemos que conocer los signos que, ordinariamente, el Señor va enviando por delante, v.gr. en la profecía, para que
vayamos tomando conciencia y preparándonos a ser sus instrumentos. La idea de que Dios obra sin nosotros es falsa; está contra la
pedagogía divina manifestada a lo largo de la revelación, y contra la psicología humana dada por El mismo. Todavía más, se halla en
oposición con el ser del hombre esencialmente libre, capaz de aceptar o de negarse a las mociones del Espíritu. El nunca forzará
nuestra libertad; la respeta cuidadosamente. A veces, pueden ser tan intensas las gracias que nos dé, que parezca, no sólo
presionamos, sino también anularnos. Esta puede ser la apariencia. La realidad es muy otra.
Por eso el servidor ha de estar atento a instruir a su grupo de modo que conozca los modos ordinarios de manifestarse el Señor
cuando quiere usar a una persona y a dejarse utilizar por El.
Una vez que hemos respondido con prontitud al Espíritu dando la profecía u orando por sanación, debemos
esperar el discernimiento . Es muy posible que nos hallemos ante un don de Dios o no, la profecía, al igual que otros carismas,
puede ser algo que viene de Dios, de nosotros mismos o del espíritu del mal. O ser también una profecía en la que se mezcla lo bueno,
lo de Dios y lo nuestro. No resta sino esperar ser juzgados, es decir, que intervenga el discernimiento: la palabra, la tradición, la
enseñanza de la Iglesia, los frutos en la vida. Esta es la vía común a todos los carismas.
El buen ejercicio de los carismas es una verdadera muerte espiritual: una muerte a sí mismo, por la disponibilidad al Espíritu contra
todo temor; un ejercicio de humildad en prestarse al discernimiento y aceptar
con sencillez y sin reticencias, por más que los afectos se subleven, por la actitud no de "espero que sea confirmada mi profecía, que no
la rechacen", sino "yo sólo quiero aceptar lo que viene del Señor".
Es necesario "experimentar": Es decir, recibir los dones de Dios y ejercerlos. Si la comunidad no ora por los enfermos,
difícilmente llegará a saber si el Señor quiere usarla. Aunque sea una novedad, cada vez más admitida, no ha de ser un obstáculo para
su ejercicio. Precisamente cerciorarse de la gracia de un carisma implica estar disponible a dejarse usar por el Espíritu. El
discernimiento se encargará de esclarecer la práctica. Y ésta, a su vez, está suponiendo cierto conocimiento de los carismas y del modo
como se presentan y se ejercen. En este campo, nos damos cuenta de que, después de años, sabemos muy poco sobre ellos. Por eso
la exigencia de su cargo en el servidor, de conocer para poder guiar.
Este conocimiento unido a la práctica y al discernimiento lo sitúan en terreno muy favorable para guiar con garantía a su grupo en el
difícil campo de los carismas. Aprender a utilizarlos y ayudar a hacerlo rectamente en el grupo, en la familia, es una de las tareas más
importantes del servidor.

C. La obsesión de los carismas


Ciertamente estamos en la Renovación y en ella creemos que el Espíritu Santo da carismas en abundancia para la construcción de
la asamblea. Pero ¡de ahí a vivir una real caza de carismas! La enfermedad está en eso: ya que somos carismáticos, es preciso que
cada hermano y hermana tenga un carisma reconocido y lo ejerza. De ahí que se sienta impelido a usarlos.
El carisma más comprometedor es el de la profecía: con frecuencia casi se le impone a alguno que sea profeta. Ciertamente todo
cristiano es profeta cuando transmite una palabra que viene de Dios y que se revela manantial de vida para un hermano o hermana.
Pero el carisma de profecía que expresa el deseo de Dios para la asamblea es un don que debe reconocerse tal por sus frutos. No se
trata de institucionalizarlo, como tampoco de tener grupos de profetas, esforzándose en dar profecías. Ya que es un don de Dios, una
profecía no puede programarse17
"Y, sin embargo, los carismas deben ser reconocidos.
¿Cómo sabrá si tengo tal o cuál carisma? Basta ejercerlo! por ejemplo, si una persona os pide que recéis por curación, orad, según
su deseo. Si se cura, reconoced que en ti se ha ejercido un carisma de curación"18
Sin embargo, esto muy frecuentemente no será suficiente para verificar la autenticidad del carisma. Necesitará estar avalado por los
frutos, Y, como criterio eclesial, de disponibilidad, humildad y obediencia, será preciso acudir a aquellos que Dios ha puesto para ejercer
el carisma de discernimiento, siempre que sea necesario o conveniente (Lc 12, AA 34: PO 93).
Sin esta ayuda se corre el peligro de caer en una aparente y falseada autenticidad y de un mal uso de los carismas, aun en el
supuesto de que sean verdaderos19

17. Ch. Glardon, La prophetie et son acueil, en; Tychique, n. 37, mai, 1982, 15-18; Tychique, n. 44; juillet, 1983, 26-30.
18. V. Aufaure, La escucha de la Palabra, koinonía, n. 64, mar-abril, 1987, 10.
19. Cfr. Jim Cawnar, Spiritual Gifts in the Prayer Meeting, en: New Covenant, novem- ber, 1985, 12-15.
Broce Yocum, Growing in the Use of Spiritual Gifts, en: New Covenant, november, 1985.8-11.
Randy Cirner. Members of One Body, en; New Covenant, november, 1985, 16-18.
XVI. MANIFESTACIONES EXTERNAS O EXPRESION CORPORAL DE LA ORACION

A. Reflexiones
Las manifestaciones externas son expresiones naturales de la realidad del ser "holístico" o "total" del hombre.
Este es una unidad, aunque sus diversos elementos estén a diferentes niveles.
Este hecho hace que se relacionen e influyan entre sí, de modos diversos.
Lo más importante de las manifestaciones externas es que son signos que reflejan o expresan lo invisible, lo más íntimo del
hombre.
Cuando se trata de manifestaciones externas de oración corresponden a actitudes internas de fe, de amor. Su valor y sentido
profundo es querer asociar toda la realidad física a la alabanza, a la adoración, acción de gracias a Dios.
Si la fe es íntegra, debe tener, de algún modo, su manifestación externa. Esto parece querernos decir San Pablo cuando afirma qué
no es suficiente creer con el corazón. Es necesario al mismo tiempo, proclamar con la boca el Señorío de Jesús (1 Cor 6,13-14).
Así todo el cuerpo es para la gloria del Señor. Sus manifestaciones externas son también oración e intensifican la oración. Es casi
un axioma en sicología que el acto intensifica el sentimiento. Aquí hemos de entender toda la realidad interna que entra en juego en la
oración. Por eso, la quietud, una manifestación corporal, intensifica la oración fuertemente contemplativa. Elevar los brazos sencilla y
naturalmente, tiende a intensificar la oración vocal comunitaria de alabanza; el llanto, expresión de un sentimiento profundo de alegría o
de tristeza, profundiza, el mismo sentimiento de que brota,...
Esto que en la Renovación Carismática se hace espontáneamente: que el cuerpo participe en la oración, discretamente, lo hacemos
naturalmente y con gran espontaneidad en nuestro comportamiento y en el mundo de relaciones diversas en que vivimos inmersos.
Los gestos y movimientos que puedan darse, cuando son auténticos, no responden a la dirección de un servidor exaltado, ni a un
contagio de masas. Poco a poco, la persona se va sintiendo sanamente liberada de miedos y complejos y se va lanzando a publicar su
fe y amor al Señor tal como es: en su totalidad aun física.
Las manifestaciones externas en la oración de los grupos no son algo nuevo. Se prodigan en la Escritura y en la Liturgia. No deben
escandalizar, si se hacen dentro del orden y el sano expresionismo. Lo "anormal" sería su ausencia en la piedad cristiana.
Cada uno se expresa como es. No hay que pedir que todos se comporten uniformemente, ni en el tono, ni en los gestos..., siempre
que no se dé lugar a lo raro, llamativo, exhibicionista, exagerado.
Las manifestaciones externas no son lo más importante en las reuniones de oración. Por tanto, debe dárseles la importancia que
tienen y no más. Pero es una respuesta de la persona a la invitación de Dios. Se ha de cuidar mucho de que sea auténtica.
Sería totalmente desacertado medir o juzgarlas reuniones de oración por la multiplicidad de manifestaciones externas, ni
considerarlas un valor en sí, sino una expresión o reflejo de algo más profundo y sustancial.
Volviendo sobre algo dicho anteriormente, como resumen de las consideraciones: "Sí debemos advertir que la oración que divide o
mutila al hombre no es auténtica oración. Siempre que el hombre ora, pone en juego su espíritu, su alma y su cuerpo. Todo el hombre
es el que se dirige a Dios, lo escucha y se compromete con El. Por eso, levantar las manos, moverse y hasta danzar, son diversas
manifestaciones de la oración del hombre; inclusive son oración cuando se hacen para la gloria de Dios. Lo importante de estos signos
es que reflejan lo más íntimo e invisible. Son manifestaciones que corresponden a una profunda actitud de fe".
En las reuniones de oración no hay coacción alguna para adoptar tal o cual manifestación externa. Las personas suelen sentirse
libres para expresarse por ellas o no. Sí es conveniente darles instrucción sobre su valor y su uso. Y, cuando pareciere conveniente,
ayudar discretamente a las personas a superar los prejuicios o inhibiciones1.

B. El cuerpo como signo


Sobre el tema que nos ocupa, se ha escrito no poco últimamente. Nos limitamos a resumir algunas citas y a dar otras fielmente:
a) El cuerpo signo de nuestra interioridad: hoy se dice, el cuerpo es el signo real del hombre, es la expresión de su
interioridad. Cuando corporalizamos nuestra oración, es decir, cuando hacemos intervenir a nuestro cuerpo en ella, por la actitud de
nuestros brazos, por ejemplo, y de nuestras manos alzadas, etc., es nuestra interioridad la que se expresa en estos signos externos
corporales. Si realmente son auténticos, representan la humildad, la confianza, el ardor, el grito de nuestro ser íntimo que elevamos a
Dios, juntamente con la oración de nuestro espíritu.
"El hombre es una unidad de cuerpo y de alma. Por consiguiente, se da un comportamiento verdaderamente humano cuando los
procesos espirituales o mentales se expresan físicamente, y cuando los actos físicos aparecen espiritualizados y sublimados, es decir,
cuando todo el hombre participa de ellos. La exteriorización de su vida interior no es, pues, en el hombre algo superfluo o superficial.
Esta estructura básica del hombre se ve confirmada e iluminada por la Revelación. Dios, revestido de corporeidad, sale al encuentro; en
la 'encarnación del Verbo Eterno' (Jn 1,14), en la apariencia concreta de la Iglesia como cuerpo (Ef 2,15), en la predicación de la
Palabra, en los signos sacramentales. A nuestra forma sacramental con la que Dios nos aborda, se debe adecuar nuestra forma de
responder….

1. Cfr. D. Jaramillo, Ranovación Carismática, Centro Carismático, El Minuto de Dios, Bogotá, 1978, 151-153.
Cfr. D. Jaramillo, El cuerpo en oración, Centro Carismático, El Minuto de Dios, Bogotá, 1975.

Renunciar a la expresión corporal de la fe no es señal de mayor interiorización; más bien, es un peligro para la piedad"2
Esta recuperación de la expresión corporal en la respuesta del hombre al don de la gracia divina es uno de los rasgos básicos en la
Renovación Espiritual de la Comunidad. (Así llaman en los países de habla alemana a la Renovación Cristiana en el Espíritu Santo).
"Cuando hacemos sensible y corporizamos este acto de la oración, de forma que nos oímos hablar con Dios, entonces se trata de
algo serio, porque no podemos volvernos atrás y porque estamos afirmando al mismo tiempo, que Dios está realmente presente.
Además, de esta forma nosotros oramos con toda nuestra persona, con todas nuestras capacidades, no solamente con la razón, sino
también con nuestro corazón y nuestras emociones"3-4.

2. La decisión fundamental cristiana, Documento de la Conferencia Episcopal Austríaca, primavera de 1984, Koinonía, n. 58, marzo-abril, 1985, 10.
3. H. Muhlen, Espíritu, Carisma, Liberación, Edic. Sigúeme, Salamanca, Secretariado Trinitario, 1975, 68.
4. Añadimos a lo dicho, y en la misma línea el testimonio de un especialista en este campo:
"El cuerpo para testimoniar: Estar atento a su cuerpo puede, aún hoy día, parecer a ciertos espíritus como un placar narcisista y cuasi pecaminoso.
Acrecentar su saber intelectual está considerado como laudable, pero progresar en un mejor conocimiento y dominio de su cuerpo será reprochado
como "mirarse a sí mismo". En realidad esta actitud es abierta. El cristiano descubre el buen uso de su cuerpo. Esto en nombre del testimonio.
"Glorificad a Dios por vuestro cuerpo" (1 Cor 6,20). ¿A qué gloriarnos de alegría, de la esperanza cristiana si soy siempre incapaz de irra diarla? ¿A
qué hacer exhortaciones sobre los frutos del Espíritu si mi actitud no demuestra que el Espíritu permanece eo mí? ¿A qué hablar de liberaciones
humanes aportadas por el Evangelio si todo lo que expresa mi cuerpo, mi comportamiento denota que estoy encadenado y atormentado? ¿Es lógico,
en fin, desarrollar verbalmente le obediencia a Cristo, el desprendimiento, la humildad si no acepto los límites de mi cuerpo y de mis oraciones?
Hay que hacer sitio al cuerpo en nuestras oraciones, en nuestras liturgias. Nuestros ojos necesitan ver, nuestros oídos escuchar. La oración se
expresa a través de gestos, palabras y silencios. La belleza habla de Dios. La pedagogía de la liturgia importa más que lo que nos rodea. Orar en
comunidad, experimentar la presencia de otros a nuestro lado, nos ayuda. El testimonio mutuo pasa a través del cuerpo. Ponerse ante Dios,
contemplarle es tender hacia el fin de toda oración: la transfiguración. Para hacer esto, rindámonos a la presencia transformante de Dios. Esto es
posible gracias a Cristo que ha ofrecido su vida al Padre por todos los hombres:

b) Lm expresión corporal de la oración, signo de nuestra entrega personal a Dios: cuando realmente los signos
manifestativos de la vivencia interna profunda son auténticos, vienen a ser elementos de un proceso personal que consiste en una
entrega de sí mismo a Dios. Suscitados por la acción del Espíritu que actúa en lo íntimo del hombre para darle expresión externa a su
influencia, a su obra de transformación en Cristo, participan de la respuesta del alma al enriquecimiento del mismo Espíritu. Y ésta,
fundamentalmente, consiste en la entrega al Señor, a su voluntad.
El valor de las expresiones corporales, por tanto, es múltiple y el sólo hecho de entrar a participar en la realidad íntima religiosa
que se opera en lo íntimo de la persona, sería razón suficiente para desterrar temores infundados y usar estos signos dentro del
orden, la moderación, y la sana libertad de los hijos de Dios. "Sin embargo, es evidente que tales signos manifestativos se reducen en
seguida a una retórica vacía, si no presuponen la experiencia de una comunidad espiritual, que vive del testimonio personal ante los
demás con los demás"5.
Consecuencia: no se ha de ver el gesto de imponer las manos (y otros que frecuentemente usamos) como rito mágico o un
sacramento, ni siquiera como un sacramental. Es, simplemente, la plegaria en acción. Se emplea con la plena convicción de que el
ademán en sí no produce nada. Dios solo es el que da la gracia o concede el favor solicitado, sin depender para ello de dicho ritual. El
gesto simboliza el hecho de que la gracia de Dios a menudo es concedida a través de una o varias personas y especialmente por
medio de la comunidad. Dios bendice la fe de la persona que hace ese gesto de culto.

C. Manifestaciones externas más frecuentes en las reuniones de oración


a) Imponer las manos. (Entre otros, tiene estos significados): Es un gesto de bendición (Gen 48,13-16; Mt 19,13-15).

"Esto es mi Cuerpo, esta es mi Sangre entregada por la muchedumbre".


J-F. Beal, Prier, glorifier Dieu son Corps, Tychique, no. 75, septiembre, 1988, 39-40.
5. H. Muhlen, o. c., 150.

Gesto fraternal para pedir por los enfermos (Mt 8,3; Me 1, 41, 5,23; Lc 4,40; 13,13).
El Señor lo indica a los apóstoles (Mc 16,18).
Los apóstoles lo emplean para orar por la salud de los enfermos (Hech 9,12.17; 28,8).
Gesto para pedir la Efusión del Espíritu Santo (Hech 8,17-19; 9,17- 18; 19,5-6).
Gesto para consagrar una misión (Hech 6,6; 14,23; para pedir la bendición sobre una misión (Hech 13,3) y también para pedir la
protección de Dios sobre quienes eran enviados a una misión apostólica (Hech 13,3).
Para pedir por los responsables de las comunidades (Hech 6,6). Pablo recomienda a Timoteo que no imponga las manos
ligeramente (1 Tim 5,22).
En la Renovación Carismática se emplea, especialmente, para pedir la Efmsión del Espíritu Santo; para orar por los enfermos; por
sanación interior (nunca por liberación).
En la imposición de manos se han de tener en cuenta las circunstancias, las personas (si se las supone renuentes...); la
conveniencia o no, la extrañeza de las personas... Y siempre procurar que no se la mire como algo mágico.
b) Levantar las manos: En el Antiguo Testamento aparece como un signo para reforzar las actitudes de oración (Ex 9,29-33; 17,11-
12; 1 Rey 8,22; Sal 28,2; Sal 77,3; Sal 88,10; Sal 134;10; Esdr 9,5).
En el Nuevo Testamento: Jesús alza sus manos para orar y bendecir (Lc 24,50).
San Pablo pide a los fieles que oren levantando sus manos sin ira, hacia el Señor (1 Tim 2,8).
Es un gesto común y señalado en la Liturgia como actitud externa que debe acompañar a la interna del sacerdote.
Así, en presencia y representando a la asamblea se presenta como modelo de posible imitación de los fieles a su tiempo y
"oportunamente" sus oraciones comunitarias y privadas. Más que extrañarnos por qué orar levantando las manos, deberíamos
preguntarnos por qué no lo hacemos cuando verdaderamente la actitud interior y la misma oración parecen demandarlo. Siempre, sin
embargo, debemos considerarlo no esencial y sentirnos libres para hacerlo o no.
La posición de las manos, que puede ser diversa: elevadas, en cruz, plegadas en recogimiento, etc., es, sobre todo, al menos en
la Renovación Carismática, levantadas hacia el cielo.
En todo esto, como en otras muchas cosas, el grupo de oración debe ser educado progresivamente para que se libere de la
timidez y aprenda a hacer un uso correcto y discreto de sus brazos y manos, que intensifique la actitud interior de oración por el
cuerpo asociado a ella, y, al mismo tiempo, que nazca del fervor de la oración. Pero siempre con sana libertad de hacerlo o no.
c) Cantar: dada la importancia fundamental que esta manifestación corporal tiene en la Renovación Carismática, le reservamos
una explicación detallada.
d) El beso de paz "El abrazo de paz se solía rubricar, en el mundo bíblico, por medio del beso"6
Abundan los textos de la Escritura donde se habla del ósculo como signo de saludo y expresión de la amistad (Gen 29,11; Ex
4,27; 1 Sam 20,41; Lc 15,20).
Los primeros cristianos expresaban, en sus comunidades su amor fraternal por el beso santo (Rom 16,16; 1 Co 16,20).
Hemos de saber usar este hermoso signo: con todo respeto, pureza de intención, manifestación de perdón, de reconciliación, de
aceptación y, sobre todo de acogida fraternal y manifestación del amor en Cristo7'8
6. E. D. O'Connor, La Renovación Carismática en la Iglesia Católica, Lasser Press Mexicana, 1974, 108.
7. Cfr. D. Jaramillo, El cuerpo en oración, o. c.
8. "Asistiendo a reuniones de oración carismática me extrañó y hasta me desorienté ante todo cierta libertad de expresión corporal: actitudes con las
manos en alto en ciertas ocasiones y a menudo también, al fin de la reunión, el gesto de la imposición de manos sobre un conjunto de personas
que lo deseaban.
Esta ocasional imposición de manos no tiene evidentemente nada de sacramental; no es esta su intención. Este gesto, más tradicional en la Iglesia
de lo que comúnmente se cree, expresa sencillamente una fraternal solidaridad en la oración. En cuanto al gesto de las menos en alto -en la forma
de un sacerdote ante el altar- no viene a significar sino una traducción externa de un "elan" interior. Todo lo cual me obligó a hacer un examen de
conciencia sobre mi comportamiento externo. Todos nosotros estamos plenamente acostumbrados -y yo el primero- a controlar nuestras emociones
y a no dejar que se manifieste hacia fuera lo que sucede en nuestro interior. Timidez, respeto humano, inhibiciones, educación recibida; todo ello
estructura nuestra reserva externa. Aceptamos orar con nuestra alma, pero no con nuestro cuerpo. La juventud ignora nuestros complejos y se
expresa más libremente que nosotros. Reflexionando sobre ello, me ha parecido que somos nosotros quienes bloqueamos el "elan" dando rigidez a
lo que no debiera tenerlo. "Regad lo que está seco... doblad lo que está rígido", así cantamos en el "¡Ven, Espíritu Santo!". No nos asombremos,
pues, si El nos atiende (...).
Nosotros encontramos muy natural que el amor y le amistad se expresen por medio de gestos exteriores, pero ente Dios solemos quedar como
engreídos o tímidos. Mis amigos me dicen que ellos perciben en mi modo cotidiano de comportarme calor y alegría para comunicar a otros. No me doy
cuenta y dejo que piensen así. Todo lo que yo sé es que la liberación de mí mismo y la libertad a la hora de hacer oración me ayuda a menifestarme
libre en la expresión de mis sentimientos hacia los demás; la teología me dice que esto no es nada sorprendente puesto que, por definición, el Espíritu
es apertura, acogimiento, ligazón, y que todo lo que en este sentido encontramos en las relaciones humanes es obra suya.
Pero todo lo dicho no manifiesta más que un aspecto de las cosas. Vista desde dentro la experiencia espiritual que constituye la base de la renovación
-y que se vive en formas muy diversas- no es una gracia aislada de nuestro contexto de vida". Card. L. J. Suenens ¿Un nuevo Pentecostés? Edit.
Desclée de Brouwer, Bilbao, 1975, 214-215.
"No se puede hablar del papel del cuerpo en la oración sin mencionar lo que algunos Padres han llamado el bautismo de las lágrimas. Las lágrimas
unen el cuerpo con el alma, manifiesten la armonía entra al hombre interior y al hombre exterior. Al Dorar, el hombre exterioriza a la vez la contrición
de su corazón y el agradecimiento por el amor que se renueva y perdona. Ocurre a menudo que es difícil saber si se llora por sus pecados o por la
bondad de Dios. Es más bien una "alegría dolorosa" la que se manifiesta en estas lágrimas.
Las lágrimas provocan una "catarsis" en el alma, constituyen une purificación espiritual y psíquica. El hombre occidental teme ser sentimental en su
oración. Sin embargo, durante tiglos, el misal romano tenía una oración para obtener el don de las lágrimas. Preferimos esconder y reprimir nuestros
sentimientos. Y nos sorprendemos entonces, de que nuestra oración sea seca y árida. Es indudable que muchas de nuestras arideces y de nuestras
"noches" no tienen nada que ver con la noche de San Juan de la Cruz, sino que son más bien la consecuencia natural e inevitable de una atrofia de
los sentimientos.

D. Pensamientos y sugerencias sobre el cuerpo en su relación con el culto a Dios


Tenemos muy en cuenta el capítulo 3 de la obra de W. Stinissen: "Meditación cristiana profunda"9.
Como breve introducción habría que afirmar que: la dimensión corporal es un don de Dios, que el hombre debe acoger con
agradecimiento. Por él, entre otros dones que implica, tino principalísimo es poder comunicarse con el hombre y es también un modo
fundamental de comunicarse con Dios.
El cuerpo, pues, considerado cristianamente tiene una significación profunda no sólo en la manifestación de la persona humana, sino
también como vehículo e instrumento de nuestra comunicación con Dios. Por tanto, juega, bajo la acción del Espíritu Santo, una tarea
importante. Es la obra de nuestra vida en Cristo Jesús. Sin embargo, su valor, significación y cooperación es relativa.
No podemos caer en el error pagano de darle un valor ni absoluto ni superior al de nuestra alma. El cuerpo es cuerpo, gracias al
espíritu que espiritualiza la materia y la capacita para las obras en que interviene.
a) El sentido del cuerpo humano: procedemos por abreviaciones o síntesis, dada la extensión del tema:
El cuerpo, según la revelación, es creado por Dios, aunque se prescinda del modo.

¿Por qué tener miedo a llorar cuando Jesús proclame bienaventurados a los que lloran? "Tomemos el luto desbordante de lágrimas, dice Barsanufo,
para ser bienaventurados con los enlutados".
"Puesto que todo ha sido creado en el Verbo (Jn 1,3) nada hay que no esté marcado por El. Todo lo que existe participa en la gran misión del Hijo: ser
exégeta del Padre (Jn 1,18). El universo entero celebra la gloria de Dios. Pero esta alabanza es como una música escrita que espera a su artista para
que le dé la vida. El hombre tiene el sorprendente poder de interpretar la música cósmica. Sin él la voz del universo no podría hacerse oír. Los
hebreos lo sabían. No cesaban de invitar a la creación a alabar y celebrar al Señor" (Sal. 66,1-2).
W. Stinissen, Meditación cristiana profunda, Salterrae, 1982, 147.
Cfr. J-F. Beal, Prier, Glorifier Dieu dans son corps, Tychique, n. 75, septiembre, 1988,37-41.
9. W. Stinissen, o. c., 58ss.

Lo más admirable es que el Verbo de Dios lo ha confirmado haciéndose voluntariamente hombre como nosotros (Jn 1,14; Gal 4,4).
Tomó un cuerpo que pertenecía a su ser plenamente. Creció, trabajó, predicó, hizo milagros, vivió y murió y su cuerpo tuvo en todo este
acontecer una parte fundamental e irreemplazable.
La encarnación del Verbo vino a significar que también el cuerpo del Hijo de Dios era el prototipo del cuerpo de cada hombre. Le
confería, así, una nueva dignidad, respeto, santidad y también en su cuerpo es el "primogénito entre muchos hermanos" (Rom 8,29).
Y tan admirable fue su elevación que, cuando el Verbo se hizo carne, el cuerpo humano, en la persona de Jesús fue introducido en
el seno de la Trinidad. Y San Pablo nos urge con el pensamiento de que nuestro cuerpo es Templo del Espíritu Santo (1 Cor 6,19).
Por eso el comportamiento del hombre con su cuerpo no es precisamente el del ángel, sino el de Jesús con su propio cuerpo.
Nos salvamos por la gracia de Dios y por nuestra cooperación que damos con las buenas obras hechas en estado de gracia a Dios.
Aquí entra también de un modo inevitable y agradecido al Señor la función ¿leí cuerpo: los signos sagrados de los sacramentos son
actos que realiza el sacerdote y el fiel por medio de su cuerpo. En el sacerdote van acompañados por las palabras sacramentales que
pronuncia.
El fiel ofrece su cuerpo (su boca, sus manos, su cabeza, su palabra)... en los diversos sacramentos, sin lo cual no participaría en la
gracia sacramental.
Parece que hemos perdido o debilitado la percepción viva del aspecto corporal de los sacramentos que era tan común y actualizada
por los primitivos cristianos. He aquí una bella oración o confesión de fe de estos hermanos nuestros que nos precedieron y pueden
enseñarnos mucho respecto de este misterio de nuestro cuerpo cristiano: "Como el pan terreno, después de haber recibido la invocación
de Dios no es ya pan ordinario, sino Eucaristía, constituida por dos partes, una terrena y otra celeste, así también nuestros cuerpos que
participan en la Eucaristía, son incorruptibles, porque tienen la esperanza de la resurrección" (San Ireneo, año 130-200)10
10. S. Ireneo, citado por W. Stinissen, o. c., 59-60.

Mas aún, y es como el designio definitivo de Dios sobre nuestro cuerpo, participando de las bendiciones de la encarnación, el cuerpo
vive desde ahora su espera de lo que el Nuevo Testamento llama nuestro cuerpo glorioso cuyo modelo es el cuerpo glorioso del
Resucitado (1 Cor c. 15).
El mismo Espíritu que ha resucitado a Jesús de entre los muertos dará también la vida a nuestros cuerpos mortales" (Rom 8,11).
Como conclusión, podemos decir que el cuerpo en sus manifestaciones es la forma visible de la persona humana, que intenta
expresar la naturaleza del hombre.
Es importante captar el simbolismo del cuerpo humano para que se nos facilite la integración del mismo en la personalidad profunda.
"La forma corporal del hombre es una cruz levantada. Una cruz se compone de dos líneas rectas, una vertical y otra horizontal, que se
entrecruzan formando un ángulo recto"11
La línea vertical es vivir en la perspectiva de la eternidad; la línea horizontal es acoger al mundo en que vive, permaneciendo, no
obstante, fiel a sí mismo; salir de sí, de su egoísmo, pero sin darse de tal modo incontrolado que se pierda. Es el ejemplo de Cristo
elevado sobre la cruz, situado entre el cielo y la tierra, abrazando al Padre y al mundo. Es la imagen original del hombre,
A partir de lo expuesto se nos puede facilitar la asociación del cuerpo a nuestro culto a Dios y a nuestra oración de alabanza, dentro
de la verdadera autenticidad, sin coacciones ni externas ni internas, sino en la plena libertad y conciencia de que queremos manifestar
nuestro interior e intensificar nuestra comunicación con Dios1213

11.J. B. Lotz, citado por W Sdnissen, o. c., 60-61.


12. Cfr. W. Stinissen, o. c., 58ss.
13. "El hombre se compone de cuerpo y alma. El cuerpo es vivificado e informado por el alma espiritual, y el alma se expresa en el cuerpo. Por eso, es
esencial al hombre que manifieste sensiblemente sus convicciones íntimas, sus actitudes morales, sus estados de ánimo y sus sentimientos, y que los
exprese con palabras, imágenes, símbolos y acciones. Como Dios es un Dios de hombres, nos da vida y su amor acomodándose a este compuesto
nuestro de cuerpo y alma. Nos habla y trata con nosotros por medio de su palabra y de sus acciones históricas (cf. DV 2). Tampoco la fe, con la que
respondemos a Dios, es únicamente una convicción interna o una mera disposición del corazón; se expresa no sólo en palabras, sino también con
ima-
genes y símbolos, con acciones y ritos, con canciones y otras formas artísticas.
Conferencia episcopal alemana, Catecismo Católico para Adultos, Madrid, Biblioteca de Autores; Cristianos, 1988, 348.
XVII. CARACTERÍSTICAS DEL GRUPO DE ORACION

Anotaciones aclaratorias
No se trata de "programar" una reunión de oración, aunque es muy conveniente prepararlas, al menos en sus líneas generales y aun
concretas; pero con la "flexibilidad" suficiente. Así, por una parte, se evita el desorden, capricho, improvisación,... y, por otra, se da
cabida a la "variada" actuación del Espíritu que es a quien, realmente, debe guiar la oración.
Tampoco se trata de que todas tengan las mismas características, aunque haya aspectos que no deban faltar, cualquiera que sea el
desenvolvimiento de la oración, si es verdaderamente oración carismática.
Se describen, sencillamente las notas comunes que aparecen en las diferentes reuniones de oración y que son
MANIFESTACIONES DE EA PRESENCIA Y DE LA ACCION DEL ESPÍRITU EN SU PUEBLO.

1. Características
a) Oración "carismática". (Completamos lo expuesto sobre el tema en otra parte).
Sobre todo, por la presencia y actuación del Espíritu, dador de todo carisma: El grupo y cada persona debe por tanto, estar abierto al
poder del Espíritu.
Es el Espíritu quien construye, edifica la comunidad en el amor de Cristo, no las personas que asisten ni los dirigentes del grupo.
El Señor, por su Espíritu, es el dueño de los dones que adornan la comunidad. A nosotros no nos queda sino ser vehículos de esa
fuerza de lo alto, del poder del Espíritu. Él es quien está renovando la faz de la tierra, formando al pueblo de Dios.
Cada miembro debe poner "con humildad" al servicio de sus hermanos, el don que haya recibido del Señor. Son para provecho de la
comunidad (aunque redundan en bien espiritual del que es utilizado por el Señor).
a) Orientaciones sobre los carismas: la. Si la comunidad no tiene (después de cierto tiempo), los carismas del Espíritu.'
Hay obstáculos que se oponen; o no se ha entendido el plan de Dios; "Dios quiere formar a su pueblo". Para eso nos reúne.
Nosotros no somos sino colaboradores de su obra, instrumentos de su poder que participamos en esa construcción como piedras
vivas, edificadas sobre la Piedra Angular que es Cristo. Los carismas son la manifestación de que Dios está formando y edificando su
pueblo (Ef 2,20).
2a. Es un error limitar los carismas a los enumerados por San Pablo en 1 Cor 12,7-9. Hay otros muchos. Hay otras listas de
carismas: 1 Cor 12,28; Rom 12,6-8; Ef 4,11-12; 1 Pedr 4,10-11; y puede afirmarse que son tantos cuantas son las necesidades de la
Iglesia.
3a. No se deben sobrevalorar de modo que se les dé la primacía sobre los "frutos del Espíritu".
4a. Ni se debe tener ansia de que aparezcan en los grupos incipientes prematuramente, ni temer ayudar a que se manifiesten
cuando el Espíritu los quiera suscitar.
5a. Se han de evitar dos extremos: el miedo infundado y hacer de ellos el centro del grupo de oración.
Peligros, existen y existirán. Por eso hay un don especial (el principal de todos) el de DISCERNIMIENTO. Aunque se dan diversos y
válidos modos de discernir.
El "infundado" temor reprime los dones. Muchas veces el temor a los "malos carismas" no deja aflorar los verdaderos.
El criterio de San Pablo es actual y verdadero: "disciérnanlo todo y quédense con lo bueno" (1 Tes 5,19-21).
En la reunión de oración debemos ser sanamente atrevidos en nuestra fe: pedirle a Dios que se manifieste con curaciones, señales
y prodigios por el nombre de su Santo Siervo Jesús (Hech 4,30). Los diversos carismas deben ser elementos normales en los grupos de
oración. A través de los carismas (Si se abre el corazón a Dios) se fortalece el pueblo de Dios.
Hemos de estar sosegadamente cuidadosos de "discernirlos" y de que se usen debidamente conforme al plan de Dios1.
b) Clima de Fe VIVA: por la persuasión de la "paternidad divina" atestiguada por el Espíritu Santo en nosotros (Rom 8,15-17; Gal
4,4-
7)-
Por la persuasión íntima de la presencia de Jesús resucitado en medio de la asamblea (Mt 18,19-20).
Por la persuasión de que el Espíritu Santo ora en la asamblea y con cada una de las personas (Rom 8,26-27).
Por la persuasión de la hermandad en Cristo de cada uno con los demás, unidos, injertados en El (Gal 3,26-29).
Porque cada uno "construye" su fe y la profundiza en la unión en la comunidad con sus hermanos, por el Espíritu Santo. "Es un
servicio a la fe de los demás"2.
c) Alegría: "No es el contagio de unos exaltados".
"No es la mera alegría externa y pasajera".
"No es la alegría provocada por medios meramente humanos"
No es la alegría que podría definirse como un estado de "euforia" psicológica, o cierto estado de "exaltación" o "emocionalismo".
No es sólo la alegría de "sentirse bien" entre personas que acogen, estiman, aman.
No es sólo el gozo de una sana amistad.
No es sólo el gozo de sentirse expansionado psicológica y espiritualmente; realizado en anhelos profundos psicológicos y
espirituales.

1 . Cfr. S. Carrillo Alday, La Renovación en el Espíritu Santo, Instituto de Sagrada Escritura, México, 1984, 53-64.
2 . H. Muhlen, Espíritu, Carisma, Liberación, Secretariado Trinitario, Salamanca, 1977,228.

(En este último apartado hay aspectos y valores no despreciables; atendibles, pero necesitan ser purificados y sublimados por
nuevas motivaciones y aspectos sobrenaturales).
Es la alegría de lo que significa para nosotros Dios, Padre nuestro.
El es el primero que se alegra y regocija por vernos más junto a Él, o de vuelta a la casa paterna.
Es la alegría de ser El, Padre amado, el objeto de nuestra "alabanza"; el gozo de su "presencia" cercana, íntima y, frecuentemente,
experimentada con fuerza en el amor.
Es el gozo "fruto del Espíritu" (Gal 5,22): de su presencia, de su actuación en lo más íntimo de nuestro ser, en nombre del Señor
Resucitado, presente en la comunidad.
Es el gozo de percibir (al menos en fe), que nuestra vida va siendo transformada por la fuerza del Espíritu a imagen de Jesús (Rom
8,28- 29).
Es el gozo de la "comunión" en Cristo, en la misma fe, la misma esperanza, la misma caridad, el mismo fin, la misma búsqueda, la
común construcción espiritual con los hermanos.
Es un gozo que es SANA "EMOCION"; pero en un CLIMA DE "PAZ": Hay un elemento, una raíz profunda humana: todo ser ha sido
hecho para amar y sentirse amado... Pero este elemento humano, que forma como el sustrato, es elevado al plano sobrenatural por la
actuación del Espíritu Santo.
Este sentimiento es legítimo y debe ser cuidado y expresado cuando es sano; expresado con naturalidad, con orden, respeto a las
personas y a la comunidad. No debe ser reprimirlo, sino controlado y no permitir que degenere en "emocionalismo".
Es mejor prever, sin temor, y orientar, que reprimir 3. El gozo en los grupos de oración es muy diverso, siempre dentro del orden y
conforme lo pida la situación o momento de oración y, sobre todo, la guía del Espíritu: puede ser festivo, aun desbordante; a veces
sereno y profundo; solemne, pero sin dar entrada a la tristeza4.

3. Cfr. Card, C. Martini, Itinerario de oración, Edic. Paulinas, Bogotá, 1983, 56-57.
4. D. Jaramillo, Renovación Carismática, Centro Carismático, El Minuto de Dios, Bogotá, 1978, 148-151.

Es compatible con cualquier estado de ánimo y puede darse aún en las situaciones más dolorosas (Fil 3,1; 4,4; 2 Cor 7,4; Hech
2,46J.

La alegría en el Espíritu fue una característica de San Pablo, una vida rebosante de alegría en medio de las dificultades. Y fue, sobre
todo, la característica de Jesús5.

d) Paz: NO es la ausencia de problemas.

NO es sólo una situación psicológica de "tranquilidad".

ES: "sosiego interior", reposo tranquilo en Dios, seguridad íntima de la conciencia, descanso sereno y firme del alma.

Es fruto del Espíritu (Gal 5,22):

Nuestro Padre, Dios de Paz, se deja sentir en la oración dando una paz, "no como la da el mundo".

La palabra "paz" designa, en la mentalidad hebrea, mucho más que un descanso subjetivo del alma; abarca todos los bienes que se
pueden desear; es el bienestar total de una calidad difícil de describir.

La paz del Señor resucitado (Jn 20,19.21.26) es la posesión de la "verdad" (en el sentido que tiene en San Juan) con toda la plenitud
de la presencia divina que está al abrigo de las vicisitudes de esta vida, dándoles seguridad de que superarán los obstáculos que el
mundo opondrá a su testimonio6

Es un elemento constitutivo del Reino de Dios (Rom 14,17). Es la paz que custodia nuestros pensamientos, nuestros corazones7.

Proviene: Es signo tangible de la presencia de Cristo que no sólo nos da su paz, sino que El mismo es nuestra paz (Ef 2,14).

Proviene de la experiencia que nos da el Espíritu de sentirnos hijos amados del Padre en Cristo Nuestro Señor. Si El está con
nosotros, nadie puede arrebatarnos de su mano porque nada ni nadie podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús
(Rom 8,39).

Diversas clases de paz: Paz sincera y sentida.

5. Cfr, L. J, Card. Suenens, ¿Un nuevo Pentecostés?, Desclée de Brouwer, Bilbao, 1975, 100-101.
6. H., van den Bussche, El Evangelio según San Juan, Edic, Studium, Madrid, 1972, 522.
7. G., Schneider, Carta a los Gálatas, Edit. Herder, Barcelona, 1967, 137.

Paz bajo la tormenta8.

"Un signo de una reunión llevada por el Espíritu es el descanso y la paz que experimentan los participantes, ya que todos tienen
puesta su seguridad en Dios, que nunca ha fallado ni puede fallar" 9 e) Unidad: Proviene de Cristo presente en la asamblea. El principal
apoyo de las asambleas de oración son las palabras del Señor: "Donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo en medio de
ellos" (Mt 18,20)10

Unidad por la conciencia de ser miembros del Cuerpo de Cristo (1 Cor 12,12ss.).

Porque el papel de cada uno no es colocarse por encima de los demás sino ayudarlos a pertenecer totalmente a Cristo (1 Cor 3,21-
23).

Porque el sentimiento profundo del amor y de la unidad se alimenta y tiene su expresión más fina y fortaleciente en la Eucaristía (1
Cor 12,7.22-23).

Cada uno, sobre todo los servidores, tienen la persuasión, a pesar de los fallos, de que es deber de todos conservar y crecer en la
unidad (Fil2,3ss5.
La unidad existente "acepta el principio y aplicación de la libertad cristiana: la liberación total del hombre efectuada por Cristo y que
el objetivo de la libertad es el mutuo servicio por amor (Gal 5,1-13)11

Unidad que no se transforma en "uniformidad", sino en la aceptación de la sana variedad y de los diversos caminos y dones de Dios
(1 Cor 12,7).

Unidad, cuya expresión concreta es la vivencia del amor, sobre todo en las circunstancias determinadas de la vida. Trata de
olvidarse de sí para estar al servicio de los demás, disponible, en armonía con las propias obligaciones: ayudarse, visitarse, acogerse,
consolarse, orar unos por otros; a veces, prestarse el apoyo económico posible. Se reconcilian fraternalmente, etc.

8. H. Hernández, Guiones para un cursillo práctico de dirección espiritual, Santander, 1954, 286-288.
9. J. H., de Prado Flores, Las reuniones de oración, México, 1980, 32.
10. E. D. O'Connor, La Renovación Carismática, Lasser Press mexicana, 1974, 103.
11. J. Mateos, L. Alonso Schoekel, Nuevo Testamento, Edic. Cristiandad, 1974,456.

f) Participación espontánea en la oración: -(Completamos lo expuesto sobre el tema en otra parte)-, porque no siempre se
comprende y practica bien esta característica de la oración en los grupos.

Fundamento: "bíblico" y "teológico": Las oraciones de Jesús al Padre rezuman sencilla espontaneidad: Es el Hijo "amado"
que se comunica con el Padre "querido" y se presenta ante El con el corazón rebosante de amor confiado, guiado por el Espíritu que le
inspira en su oración y en sus obras (Lc 10,21 ;Jn 11,41).

Dios nos ama como somos; nos acepta tal como nos ve, porque es bueno. De esta realidad hay una experiencia grande y una
conciencia muy despierta en la Renovación Carismática.

Por eso las palabras con que se ora son palabras que brotan a impulsos del Espíritu, desde la intimidad de la persona (Rom 8,14-
15).

Qué no es la oración espontánea: No es lanzar lo primero que se le ocurre, fuera lo que fuere. En esto debe darse discreción
(y aun cierto discernimiento).

No es armarse uno interiormente su oración primero, y decirla después en alta voz.

No es orar cuando otro lo está haciendo, ni siquiera orar, aunque sea con fervor, cuando se me ocurra, (debe darse un orden en
todo, que es precisamente hacerlo cuando me toque mi turno).

No es "aislarse en la intimidad del corazón con el Señor". Para eso hay otros momentos. Dejaría de ser oración comunitaria
compartida si todos o la mayor parte tomaran esa actitud (Mt 6,6).

Qué es la oración espontánea: "Oración comunitaria donde cada uno, expresándose libremente, ayuda, sostiene y alimenta la
oración de los demás" (Paulo VI)

Nos expresamos ante El sin máscaras porque somos conscientes de que la oración es aceptada por el Padre ya que es la oración
de sus hijos.

En la oración comunitaria se participa la misma fe y la misma vida. Cada uno, por tanto, se expresa abiertamente para que nuestros
hermanos se unan a ella y sean beneficiarios de los bienes que Dios derrama y se unan en alabanza y adoración, al Dios que todo lo
merece.

Lo importante no es decir mucho ni literariamente muy bien, sino abrir nuestro corazón al Señor.

Es unirse, desde el interior, sencilla y fervorosamente a la oración que un hermano pronuncia. Cuando son oraciones compartidas
por toda la asamblea, cada uno se expresa desde su corazón, en orden, moderación, armonía.

En la oración espontánea compartida se ha de evitar cuidadosamente el "formulismo; la rutina"... que crea cansancio, engendra
ineficacia, retrae de la asistencia...

Es muy importante cultivar la actitud de "hijos ante el Padre" Oración SENCILLA - LIBRE (en Su verdadero sentido) INTIMA -
LLENA DE AMOR, DE PAZ, DE GOZO PROFUNDO.

Indicaciones prácticas para intervenir: No hacerlo si no me siento en paz; si siento que mi deseo procede, principalmente, de
un impulso natural. Entonces pedir al Señor que me serene interiormente, que me introduzca en la escucha profunda de lo que se vive
en la asamblea y de lo que vive en el fondo de mí.

Si me encuentro en paz interior y percibo la coherencia en mi ser interior entre lo que se vive en la asamblea y lo que hay en mi
corazón, y dentro de mi existe una "palabra" (para ser dicha) no dudar en manifestaría alabando, tal como se ofrece: sencillamente,
aunque su formulación no sea perfecta. Si dudo y no acierto a ver claro, puedo entonces escoger: entre el abandono total al Señor,
dejando la lucha interior. Volverá de nuevo y con fuerza, quizás mayor, de modo que me sienta nueva y más fuertemente urgido a
expresar lo que hay en mi corazón.

O puedo suplicar al Señor que otra persona diga lo que dudo expresar, si lo que vive en mí es para manifestarlo, en alabanza, al
Señor.
No olvidemos que la oración, bajo cualquiera de sus formas, es un don. Formarse y educarse en el arte de orar (en el grupo de
alabanza) es liberar este don. Esto supone ensayo, lanzarse en fe y caminar como a tientas, en un avance progresivo con la confianza
puesta en el Señor12

12. Mirabilie, 1983, 17 (policopiado).

g) Orden en la participación: la exhortación de San Pablo- (1 Cor 14,33; 1 Cor 14,40).

"El círculo de oración es el lugar donde el amor de Dios puede trabajar para hacer de nosotros su pueblo elegido" 24. El desorden se
convierte en un obstáculo que bloquea la acción transformadora del Señor y perjudica la sana espontaneidad.

El desorden no sólo impresiona desfavorablemente a los que se acercan por primera vez, sino influye en el ambiente exterior y,
sobre todo, nos arranca a un clima interior de paz, de amor y de unidad necesarios como cooperación del hombre a la obra del Espíritu.
Dios no actúa en el desorden.

En el orden es el Espíritu Santo quien invisiblemente dirige el grupo y lo armoniza; infunde y mantiene la paz y el sosiego.

Para que el grupo de oración se desarrolle en el orden, no debo ir o solo, ni principalmente, buscando en él lo que no se le puede
exigir.

ORDEN: En el tiempo debido.

En la duración.

En la "voz".

En las manifestaciones "corporales" o "externalizaciones".

En el uso y modo de utilizar los carismas.

Tres cosas que ayudan al orden necesario:

El desarrollo de los diversos tipos de grupos de oración.

La dirección del servidor.

El comportamiento de la comunidad:

La comunidad.

Los servidores.

El responsable.

La "corrección oportuna" -con amor - con firmeza; ¿A solas? ¿En público?

"En una oración según el Espíritu todo se desarrolla con orden maravilloso, deslizándose suavemente, sin violencia. El Espíritu es el
gran maestro de ceremonias que dirige la oración con un equilibrio extraordinario entre libertad y orden. Sólo Él puede hacerlo de esta
manera"14

h) Compromiso: Es remontarse a la fuente: al ser mismo de la Renovación Carismática:

A la actuación del Espíritu: mística y apostólica15; a sus frutos. Al dinamismo de la Fe viva y del amor: la doble "armónica" dimensión
cristiana que parte de la "adhesión total" a Cristo.

La fidelidad a la "fiel y plena ADHESION", a la Iglesia y a sus pastores: enseñanzas, normas generales y concretas para la
Renovación Carismática.

El fruto de la oración debe proyectarse en un compromiso de vida total:

"Este es un signo muy específico por el cual se juzga la obra de Dios".

"La reunión de oración no es sino el cuerpo de Cristo, la comunidad cristiana en oración.

Esta comunidad ha sido enviada por el mismo Cristo para una misión, precisamente la misma que el Padre le encomendó a él" (Jn
20,21).

LO ESENCIAL: es el compromiso con el Señor como El quiera y donde El quiera.

Lo esencial no es hacer muchas cosas "sino la voluntad del Señor, la cual sólo se descubre en la oración y en los signos de los
tiempos".

13 H. Muhlen, o c., 68-69.


24
No se trata de trabajar por trabajar, sino de trabajar en la viña del Señor y en lo que El quiera.

Como la Renovación Carismática es una corriente de gracia en la Iglesia y para la Iglesia, ha de tener sus preferencias donde las
tiene el Señor y su Iglesia: LA EVANGELIZACION y el compromiso con los más necesitados.

(Recordemos los compromisos preferenciales según Puebla) "Seguramente el Señor quiere algo muy concreto y específico de los
grupos de oración en la Iglesia. Estos grupos no están llamados a ser una clase especial o aislada de la gran comunidad eclesial; todo lo
contrario, injertados dentro del tronco de la Iglesia, deben ser un fermento de renovación"25

14. M. Casanova, La oración hoy (varios), Edic. Mensajero, 1977, 226.


15. Cfr. R. Laurantio, Pentecotisme, chez les Catholique, Beauchesne, París, 1974, 28.

La falta de compromiso puede llevar al círculo a su muerte.

Es un signo de crecimiento y profundidad de una reunión, la proyección apostólica de sus integrantes.

PERO: No debe degenerar en "activismo".

No deben sobrecargarse, ni menos dejar de atender sus obligaciones de estado.

El compromiso, si está hecho según Dios, parte de la oración... y es un estímulo para intensificarla.

El amor: La atmósfera, el clima en el que se mueve todo el grupo de oración entre los participantes, es el amor.

Hablamos del grupo en cuanto tal, por eso ni se descarta ni se niega que haya personas que no están en este clima ni se hayan
dejado captar por él.

Muchas de las personas que habitualmente asisten a los grupos de oración, han experimentado el amor de Dios, aun de manera
intensa y frecuente. No sólo creen en él, tienen una profunda convicción que ha nacido de la fe en la Palabra de Dios y en la experiencia
del amor del Padre en Cristo Jesús.

Cuando este amor ha llegado a un alma, tiende a convertirse en una irradiación del mismo para con las personas que el Señor pone
en su camino.

En los grupos de oración se ha de procurar vivir realmente esta característica fundamental cristiana (Jn 13,34-35; 1 Cor c. 13).

Se procura hacer realidad lo que Pablo VI dijo: "El amor, la comunión profunda de las almas, ha de ser el fruto por el cual se
conozca el árbol de la Renovación"17

El P. D. Mollat, tan sabio escriturista y que en su vida participó en los grupos de oración, tiene esta afirmación alentadora: "La
renovación carismática hoy es renovación en el amor fraterno. Ante este signo se puede decir que "viene de Dios" (1 Jn 4,1)18

Entonces podemos también afirmar que la presencia y la acción del Espíritu Santo son intensas en el grupo de oración que vive el
amor.

Por eso no hemos de extrañarnos de que el grupo de oración haya sido para tantos y siga siéndolo con la misma intensidad hoy,
lugar privilegiado de conversión y de crecimiento espiritual. Y como una "añadidura" preciosa, también de curación interior, porque el
amor del Señor es el medio por excelencia para ello.

En compañía de María: La importancia de María es fundamental en la Renovación Carismática. La expresión de Pablo VI


resume cuanto se pueda decir sobre ello:

"Esta Renovación no puede caminar si no es de la mano de Pedro y de María.

Por su papel en el "misterio de Cristo": Madre del Hijo de Dios y del Redentor (Gal 4,5), Hija predilecta del Padre y sagrario del
Espíritu Santo (LG 53).

Madre espiritual de la Iglesia (LG 53).

"Miembro excelentísimo y enteramente singular de la Iglesia, tipo y ejemplar acabadísimo de la misma en la fe y en la caridad" (LG
53,63).

Por ser modelo de todo cristiano: fiel "discípula" de su Hijo (LG 65).

Modelo de "espiritualidad carismática": Por su receptividad a la Palabra de Dios (Lc 1,26ss; Lc 11,28).

Por su apertura a la acción del Espíritu Santo (Lc 1,26ss.).


25
16 Pablo VI, al primer Congreso de la Ranovación Carismática, 1973, "El secreto de la Renovación (que a la vez es el mismo que al secreto da la santidad) está, pues, en el
equilibrio entre entusiasmo -o abandono a la acción del Espíritu- y compromiso personal en la acción; no en el sentido de quitarle a lo primero para dárselo a lo segundo, sino
en el sentido de que lo primero debe alimentar a lo segundo, quedando la primacía, por supuesto, siempre de parte de la iniciativa de Dios. ¡El vino de la cruz es el único que
proporciona la embriaguez del Espíritu!"
R. Cantalamessa, Renovarse en el Espiritu, Librería Parroquial de Clavería, México, 1985, 18.
Por su experiencia de los dones carismáticos (Hech 2,lss.).

17. Pablo VI citado por J. H. Prado Flores, en: Las reuniones de oración, 32.
18. D. Mollat, La Palabra y el Espíritu, Edic. Sigúeme, 1984, 68.

2. El papel o la misión del que dirige la oración

En otra parte se especifica detenidamente su tarea en cada uno de los elementos que integran una reunión de oración. Ahora
damos algunas orientaciones generales importantes:

Es de gran importancia contar con servidores que conozcan, asimilen y realicen su misión. Por eso reviste una importancia capital
su elección y formación. De más está decir que no debe ser necesariamente siempre el mismo o los mismos.

Resumimos, sin agotar, ni mucho menos, su papel en el grupo de oración a los siguientes aspectos. Presuponemos que dentro del
esquema que suele usarse en los grupos de oración, debe haber una discreta, sana y creativa flexibilidad. Ni rigidez, ni desorden, ni
capricho.

1. El servidor o los servidores del grupo de oración (es muy importante que sea más de uno), deben velar para que las líneas de
fuerza mencionadas se mantengan siempre presentes: la presencia de Jesús, la apertura al Espíritu, la comunión fraternal, la alabanza,
la Palabra de Dios, el silencio...

Igualmente debe velar para que el clima interno de recogimiento y las características propias del grupo de oración existan y
perduren.

2. Los servidores han de velar para que se dé, realmente, un sano equilibrio entre los elementos citados y otros que aparecen en el
esquema, no siempre fácil de conseguir. Dentro de esta flexibilidad no olviden los servidores el puesto de privilegio que corresponde a la
alabanza.
3. La intervención de los servidores debe ser discreta, parca, orientadora, eficaz. A los comienzos de un grupo de oración su
intervención es mayor, pero siempre discreta y moderada. A medida que avanza, se hace más y más parca, sin desaparecer nunca. El
servidor (nos referimos particularmente al que dirige el grupo de oración), vela para que todos estén a la escucha del Espíritu que nos
habla a través de nuestros hermanos del grupo de oración.
4. El servidor es una persona que anima al grupo, pero sobre todo, el que vela por el buen orden de la oración; que actúa para que
el Espíritu no sea apagado o se obre desordenadamente, con una falsa pretensión de provenir del Espíritu. Quien, fundamentalmente
anima, desde dentro, es el Espíritu.
5. Una tarea fundamental, delicada y no fácil de realizar es percibir lo que el Señor ha dicho a la asamblea y, expresarlo al fin de
la misma. El que dirige la reunión de oración ante todo es el que está a la escucha del Espíritu. Todo lo enumerado se hará
progresivamente. Nada peor que forzar las cosas. Lo fundamental es abrirse a la acción del Espíritu en fe y en generosidad.

La responsabilidad y seriedad con que se toma la oración no excluye, al contrario, pide la expansión del corazón, ese ambiente
interno de alegría que trasciende a todo el grupo... Así el Espíritu Santo nos transforma y nos construye "hombres nuevos".19

19. El entusiasmo en la Renovación Carismática, indudablemente es algo típico, es una característica acusada que atrae, se contagia. Más para
que sea verdaderamente sano y cabal, tiene que sobrepasar la simple sensatez, el equilibrio natural o el dominio de sí mismo. Para que realmente
sea un fruto del Espíritu ha de tenerse muy en cuenta la amonestación de San Pablo (Rom 12,16). De otro modo: la "embriaguez espiritual" con
Dios debe traducirse, irradiarse en compromiso activo, impregnado de caridad. En caso contrario sería un entusiasmo sospechoso de
inautenticidad, de euforia humana nada más... San Pablo en el texto aludido y otros que se pudieran aducir, deja entrever que hay un entusiasmo,
experimentado por él en el hablar en lenguas, en el profetizar..., pero sabe también, y esto lo recalca con especial energía, que el cristiano ha de
gloriarse antes que nada y sobre todo en la cruz de Cristo (Gal 6,14). Es seguir la norma que Jesús trazó con su vida, entusiasmada en la gloria y
en la voluntad del Padre: Vivir, no para sí mismo, sino para los demás. Y quiso dejarlo anotado enérgicamente en su célebre capítulo 13 de la
primera carta a los Corintios. Es decir que el entusiasmo, fruto del Espiritu, se expresa en sobriedad y en caridad fraterna. Lejos de apartarnos de
ellos para cerrarnos en nosotros, nos conduce a nuestros hermanos, nos lo facilita y lo hace gozoso. Se basa en la cruz, porque ésta, comprende
el sufrimiento de la humildad, de la caridad, de la castidad.
R. Cantalamessa, Renovarse en el Espíritu, Librería Parroquial de Clavería, México, 1985, 13-14.
XVIII. NORMAS Y ORIENTACIONES PRÁCTICAS PARA LOS GRUPOS DE ORACION

1. Normas prácticas

Para quienes tengan interés por mejorar su grupo de oración, podrán ser útiles las 13 sugerencias que da el Padre Jorge Kosicki,
C.S.B.:

1. La oración compartida se basa marcadamente en la Sagrada Escritura. Venga con su Biblia.


2. La oración compartida tiene gran espontaneidad, aunque debe ser preparada. La preparación es la oración personal, la
penitencia de cada participante, y la disposición de estar abierto al Señor.
3. El salón y el arreglo físico es importante. Debe haber el mínimo de distracción física. Es importante que todos en un grupo
puedan oírse unos a otros. Es mejor cuando los participantes se sientan en círculos unos frente a otros.
4. La oración compartida es difícil para muchos de nosotros porque estamos acostumbrados a no compartir nuestra oración. Orar
en voz alta en nuestras propias palabras ante otras personas, al principio no es fácil. Lo importante es que todos estén orando
realmente juntos en Cristo.
5. Durante la oración uno debe poner su atención en Jesucristo, no en si mismo ni en los demás. La concentración en El durante
la oración es la medida de su profundidad.
6. Al principio de la hora de oración, es mejor evitar el diálogo entre unos y otros. Hay su tiempo para compartir en el Señor, pero
el primer paso es tratar de alabar a Dios, poniendo toda la atención en El e invitándolo a venir sobre el grupo.
7. La oración compartida no es un tiempo de confesión pública o de quejarse sobre dificultades. También hay un tiempo para pedir a
Dios y pedir ai grupo que apoye nuestra petición y un tiempo para compartir con el grupo las profundidades de nuestra fe y las
experiencias que hemos tenido sobre cómo Dios ha obrado en nuestras vidas. Esto afianza y edifica la fe de cada uno.
8. La oración compartida no debe ser usada para pedir por la corrección de faltas de nuestros vecinos. La verdadera oración está
llena de amor.
9. Cuando el grupo está formado por personas que tienen el hábito de orar, los momentos prolongados de silencio compartido son
frecuentes. Generalmente mientras más maduro sea un grupo en la oración más ricos serán los períodos de silencio, ya que todos están
compartiendo intensamente la presencia de Dios.
10. Cantar es importante y se recuerda que los himnos deben ser cantados como oraciones.
11. Se debe prestar atención a la oración del grupo. Generalmente se desarrolla un tema. Este no debe cambiarse a menos que
haya una buena razón para hacerlo. Estamos orando juntos en Cristo. Ser sensible a la forma en que Dios está obrando en el grupo.
Nuestro Señor dijo: "Si dos de ustedes aquí en la tierra se ponen de acuerdo sobre algo que quieran pedir, en oración, Mi Padre que
está en el cielo se lo concederá porque donde dos o tres estén reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos" (Mt 18,18-20).
12. El grupo puede saber toda la mecánica de la oración compartida y orar bastante bien; sin embargo, esto no es suficiente.
El grupo ora bien en proporción al esfuerzo de cada participante por darse completamente a Dios.
13.Si queremos que nuestros grupos de oración participada tengan verdadero espíritu y produzcan abundantes frutos, invitemos
siempre a María ya que Ella es la morada del Espíritu y fue la encargada de presidir la oración comunitaria en el Cenáculo que preparó
la efusión de Pentecostés26

2. Orientaciones prácticas para la oración en el grupo

1. Una reunión de oración no es un conjunto de individuos que oran. Esto es laudable, pero no es lo que constituye el grupo de
oración tal como se desarrolla en la Renovación Carismática. Es una asamblea, un conjunto de miembros de la Iglesia que sirven al
Señor ejerciendo juntos el ministerio de la oración. "Juntos", no quiere decir todos a la vez. Sino todos unidos en Cristo, conscientes de
la unión que tienen unos con otros y que la oración individual de una persona es la oración de toda la comunidad que se expresa en
alabanza por uno de sus miembros.
2. La palabra "oración" está en singular significativamente. Una reunión de oración, por tanto, insistiendo en lo afirmado más arriba,
no es una sucesión de oraciones. Es la obra de cristianos reunidos para orar, en el nombre de Jesús. En una reunión de oración, no hay,
pues, más que una sola oración formada en los corazones por el Espíritu Santo y que se expresa sucesivamente por labios diferentes.
3. Por tanto, cuando un miembro del grupo de oración ora, es quien formula la oración de todos y, consecuentemente también la
mía. Debo, pues, esforzarme en orar con él; asociarme plenamente, sin dejarme impresionar ni tropezar en las imperfecciones con que
esté expresada, ni menos aprovechar el tiempo para preparar la mía.
4. No se va a la reunión de oración meramente para asistir, o para escuchar a los otros, menos aún, para juzgar su oración. Se va
para tomar parte en la oración a Dios, para colaborar en la obra común, sometiéndose a las directivas del Espíritu y al orden en que se
suele proceder y siendo dócil a las discretas indicaciones de los que dirigen el grupo de oración.

El hecho de que al comenzar a asistir al grupo de oración se encuentre uno un poco desubicado y halle dificultad en expresarse en
la oración, no implica que no se pueda asociar interiormente, de un modo progresivo. En cuanto a la expresión oral de la alabanza, la
experiencia da que, poco a poco, las personas se van soltando y aprenden a formular lo que ya existe en su corazón. La ayuda discreta
de alguno de los servidores, fuera del grupo, contribuirá mucho a este proceso de liberación interior.

5. Es realmente importante llegar a la reunión de oración descargados de las preocupaciones directamente personales: que no
conciernen a Dios sino a uno mismo y que aumentan el peso interior de los demás. Para estar disponibles plenamente a la acción del
Espíritu, es un requisito muy importante que debemos recordar y tener presente cuando vamos al grupo de oración.

26
1.J. Kosicki; Alabanza, n.69, marzo-abril, 1986, 17ss.
6.Supuesto que se trata de una sola oración es importante, dentro de lo posible, que la oración se vaya construyendo de manera
armoniosa.

Esto se consigue, actuando sencillamente y sin tratar de forzar para nada la marcha del grupo, continuando en la línea trazada y
que predomina, hasta que se agote esa determinada materia.

Recordemos que también aquí se puede aplicar la afirmación de San Pablo de que Dios no es un Dios de desorden sino de paz y de
orden (1 Cor 14,33). Esta recomendación no tiene nada de absoluto. El Espíritu sopla donde quiere. No hay por qué, pues, mantener
una manera de oración, un seguimiento coherente con el anterior, que quizás, a veces, el Espíritu no pone en el corazón. Pero, en esto
hay que evitar cuidadosamente el capricho, la pereza, la ocurrencia del momento. Por eso antes de orar es muy aconsejable retirarse
brevemente a la intimidad del corazón y pedir la ayuda del Espíritu para que mi oración, guiada por El edifique a la comunidad y
glorifique intensamente a Dios.

Lo dicho anteriormente sobre la "secuencia' 1' de la oración, es especialmente aplicable a la oración que se hace apoyada en la
palabra leída y recibida en el corazón o, como algunos autores dicen, "orar la Palabra". Sobre esto, remitimos a la instrucción en que se
trata.

7. La oración es una actitud íntima y sagrada. Orar en común no es posible sino dentro de una atmósfera de confianza recíproca y
dentro de un amor ardiente. Aquí tiene lugar recordar la importancia que juega la preparación previa, la formación de un clima interior y
exterior que favorezca esta intimidad y el amor en que se desarrolla la oración. Es igualmente importante observar un gran respeto para
cada uno de los miembros del grupo de oración. No se debe, pues, violar el secreto de la intimidad de la persona que la ha manifestado
en su oración, divulgando ligeramente lo que se ha dicho en la reunión.
8. Nadie debe ser constreñido a orar en voz alta, aunque se debe animar discretamente a los participantes, sobre todo a los nuevos.
Sin embargo, la discreción debe tener su puesto en todo, y una de sus manifestaciones es la indulgencia en contar con el tiempo para
que se vayan habituando y abriendo paulatinamente a la oración expresada oralmente. Cada uno debe hacerse, cada vez más
disponible. Desconfiemos seriamente de la excitación psíquica, de las palabras inútiles y fatigantes para los demás.

El mismo tono de voz debe cuidarse de modo que sea natural, audible sin esfuerzo, que exprese, de un modo sencillo, la intimidad
del corazón deseoso de alabar a Dios, de donde procede. Pero cuidemos de caer en cierta pasividad y en la somnolencia (Rom 13,11).

9. El silencio discreto, la variedad en las maneras de orar, la construcción progresiva de la reunión de oración, la sensibilidad a la
acción del Espíritu, son realidades que viven en el grupo de oración y a las que se les debe prestar toda la atención que merecen.
10. Las recomendaciones hechas más arriba, no agotan el caudal de las que pudieran ser provechosas en la oración. Recíbanse con
la sana libertad de los hijos de Dios que buscan agradar en todo a Dios, proceder con orden, y vivir, desde lo íntimo del ser, en alabanza
y acción de gracias2.

3. Complemento a los grupos de oración

A. La importancia de la etapa preparatoria:

En el esquema propuesto aparece como la "introducción" a la oración. Sin ser un elemento esencial, sí tiene su propia importancia
orientada a disponer el ambiente exterior e interior a una oración comunitaria de alabanza... intensa, llena de la acción del Espíritu y de
un amor fraternal profundo y sincero.

Cuanto allí se enumera merece atención, pero aunque esta etapa preparatoria sea importante, nunca se podrá equiparar a las otras,
sobre todo a lo que se designa como "el centro del grupo de oración".

2. J-D Fischer, Racomendations útiles pour la Priare en comon, Tychique, n. 68, juillet, 1987, 43-45.

Es importante, pues, que los servidores le presten atención a esos elementos que comienzan a configurar el grupo de oración,
sobre todo los cantos de animación. Estos tienen, ordinariamente, una gradación que va de los cantos animados y vivos a otros más
reposados hasta venir a caer en los cantos recogidos como introductorios a la "invocación al Espíritu Santo" cuya gran importancia ha
quedado subrayada más arriba.

En cuanto a la duración de esta etapa debe ser discreta. Quizás un máximo de 15 minutos, contando también otros elementos que
aparecen en esta etapa, sea un tanto por ciento discreto en una oración que se acerque a las dos horas de duración.

No hay inconveniente en tomar algún tiempo del asignado a la etapa para enseñar cantos nuevos.

B. El grupo fuera de la reunión de oración y actuación del servidor

Los participantes en el grupo de oración han de estar persuadidos de que sus relaciones mutuas, su comunión y servicio fraternal,
no termina en la reunión de oración.

Bajo la guía de algún servidor de su grupo, la unión, el interés, la ayudadla comunión entre sí debe continuar aunque, es posible, no
siempre con la misma intensidad que en la reunión de oración. Esta prolongación, fuera del grupo, de la comunión fraterna, con cuanto
implica, es uno de los frutos preciosos de la acción del Espíritu Santo en la reunión de oración.

Indicamos algunas manifestaciones de ella que se hallan mencionadas en diversas instrucciones.


El compromiso apostólico que el grupo va asumiendo, si es posible, en su conjunto; si no, individualmente dentro de las
circunstancias concretas de las personas y de sus posibilidades, pero respaldadas por la acción de las demás que las asumen como
propias.

Reuniones por pequeños grupos, con relativa frecuencia, presididos por uno de los servidores. Su finalidad puede ser compartir
espiritualmente, ayudarse a profundizar la alabanza...; intensificar el amor fraterno, estimularse en el trabajo apostólico, guardando
siempre la unión con el grupo y evitando constituirse en un pequeño grupo dentro de otro mayor.

Tomarse especial interés por cada uno de los miembros del grupo, sobre todo cuando se hallan en circunstancias especiales:
enfermedad, tribulaciones, crisis, alejamiento del grupo, acontecimientos felices: bodas, cumpleaños... En todos estos casos y otros es
de especial agrado la presencia física, al menos de uno o de varios delegados del grupo; el obsequio sencillo y, sobre todo, la oración
que muestra de un modo especial la solidaridad de todos con la situación de un hermano o hermana.

La ayuda económica discreta cuando alguno de ellos se encuentra en circunstancias que rebasan las dificultades normales; u otra
clase de ayuda equivalente. La visita personal cuando uno está enfermo suele causar gran alegría y dar mucho consuelo. Igualmente
las llamadas discretas por teléfono...

Compartir una o varias veces al año a nivel de amistad también social y familiarmente en una comida o cena, una excursión, un
pasadía...

Programar varias convivencias espirituales al año.

Asistir a cursos de formación que sean programados por los diversos equipos que dirigen la Renovación Carismática.

Comprometerse a orar unos por otros y disponer para ello de recursos varios de modo que sea efectivo el compromiso.

Estas son algunas sugerencias que pueden contribuir a que el grupo de oración sea realmente una comunidad de amor, también
fuera de la reunión de oración3.

3. Cfr. Prayer Group Workshop, Edit. Bart Ghezzi and J. Blatoer, Servant Books, Ann Arbor, Michigan. 1979; Bert Ghezzj, Build with the Lord, Word of
Life, Ann Arbor, Michigan, 1976; G. Martin, Parish Renewal, Word of Life, Ann Arbor, Michigan, 1976.

XIX. SUGERENCIAS A LOS QUE ASISTEN A LOS GRUPOS DE ORACION

1a. Todos los miembros de los grupos de oración tienen cada uno gran importancia en ellos

No se trata solamente de un miembro más que asiste al grupo, se beneficia de él y contribuye con su alabanza... a la buena marcha;
al crecimiento de sus hermanos.

Es también importante porque su entrega, cada vez más purificada e intensa, se irradia beneficiosamente en los demás.

Porque el fervor íntimo de su alabanza será, muchas veces, una palabra que el Señor dirigirá al corazón de los demás participantes.
Porque el amor, aprecio, interés por sus hermanos de grupo contribuirá, más allá de lo que se pueda apreciar, a formar un grupo en
el amor del Señor que, en sus circunstancias concretas, trate de seguir las huellas de las primitivas comunidades (Hech 2,42-47; 4,32-
33).

El misterio del influjo real de los miembros del Cuerpo místico de Cristo también aquí tiene lugar. Por eso es fundamental que cada
uno sea consciente de la importancia que juega en el grupo de oración con su actitud general; con las motivaciones profundas de su
asistencia; con su atención e integración en el grupo; con su participación sencilla, ferviente, desde el "corazón", dirigida por la unción
del Espíritu Santo...

2a. Cada asistente debe darle importancia a las cosas pequeñas que contribuyen a la buena marcha y al fruto del grupo de oración

No se trata de recargar con recomendaciones minuciosas a las personas asistentes, de modo que llegara a quedar en segando
plano lo principal. Sino de valorar debidamente las cosas que entran también como parte integrante de la buena marcha y del fruto del
grupo de
oración. Tales son, por ejemplo, la puntualidad tanto al comienzo de la oración como el no prolongar demasiado su ida al hogar una vez
terminada la oración.

El hecho de que se esté a tiempo hace que se beneficien de la etapa de preparación y contribuyan a formar un ambiente de acogida,
de apertura, de unión y deseo de alabar al Señor con los hermanos.

3a. Cada uno de los asistentes debe preocuparse por conocer, cada vez más, la finalidad de los grupos de oración, el "ser íntimo "
de la Renovación Cristiana en el Espíritu Santo, los aspectos fundamentales del grupo de oración tal como se desarrolla en la
Renovación Carismática.

Esto es, quizá, lo más fundamental. Cuando progresivamente se van conociendo estos puntos esenciales, va uno penetrándose de
la importancia de esta "corriente de gracia" del Señor para su Iglesia; se va aumentando la estima y el amor por ella, va naciendo y
acrecentándose el deseo de sacar todo el fruto posible del grupo de oración semana tras semana; se siente uno más motivado a la
asistencia y a la perseverancia en ella; se desea participar en la alabanza... con más fervor; se anhela hacer participantes a otros del
bien que uno percibe; va suscitándose el deseo de trabajar en la viña del Señor y de comprometerse aun en los trabajos más arduos por
sus hermanos.

4a. La relación de los miembros del grupo no se limita al tiempo de la oración semanal, se extiende a la vida ordinaria de los
participantes.

Son estas cosas que acontecen frecuentemente en la vida las que demuestran la unión y el amor que se va construyendo en el
grupo de oración como fruto del Espíritu: interesarse discretamente por los acontecimientos agradables y dolorosos que puedan ocurrir
en la vida de los hermanos: la enfermedad de alguno, o de un familiar cercano, una necesidad apremiante en que se halla, un
acontecimiento familiar: el nacimiento, la boda de alguno de ellos o de alguno de los hijos; el viaje por largo tiempo, al exterior, la
celebración del cumpleaños... Tomar parte, hacerse solidario, llamar, visitar a la persona, orar por ella, obsequiaría... Son "brasas de
amor" que llegan al corazón de la persona y le demuestran con obras que ella, realmente, ha encontrado una nueva familia "espiritual" (1
Jn 3,18).

Indirectamente se convierten en verdaderos estímulos de amor, alabanza, acción de gracias al Señor que le demuestra su ternura a
través del afecto y del servicio de los hermanos.

5a. Cada miembro del grupo de oración ayuda, dentro de sus posibilidades y de acuerdo a las orientaciones de los servidores.

Unas veces será cooperando económicamente a las necesidades del mismo grupo o de los Equipos que dirigen la Renovación.
Otras veces será prestando su servicio en las reuniones ordinarias: ayudando a preparar la capilla, o la habitación donde se reúnen.
Otras será con ocasión de acontecimientos especiales: celebración de convivencias, retiros, encuentros, seminarios... Su servicio,
aunque aparentemente sea pequeño y oculto, contribuirá al éxito y al fruto espiritual. Nada que se haga por el Señor y por los hermanos
quedará sin recompensa en el cielo, y nada dejará de aumentar en nosotros el crecimiento "en Cristo". Es una gran bendición el que un
grupo de oración cuente con muchos miembros que tengan este espíritu de servicio abnegado. El ideal sería que todos y cada uno
estuvieran impregnados de él. Los que por primera vez visitan el grupo de oración o se van integrando en el mismo, encontrarían un
gran estímulo para perseverar viendo que la comunidad en la que han entrado está realmente llena del amor y del servicio de Jesús.

6a. Cada uno de los miembros del grupo de oración trata de formarse, de estudiar y de conocer su fe, más profundamente:

Desde luego, los asistentes al grupo de oración, a través de las oraciones semanales en que participan, van adquiriendo una
cultura, una formación religiosa en la fe no despreciable. Por más que las instrucciones que se imparten deben ser breves, el hecho de
que cada semana se les comente o explique algún aspecto de la fe en la palabra de Dios leída o en la instrucción más formal y
programada, va aumentando insensiblemente su formación en la fe. Esta contribuirá a tener una vivencia de la misma, puesto que el
Espíritu Santo utilizará este medio, entre otros, para darnos la experiencia, aun profunda del Señor.

Pero sería sumamente recomendable que cada uno de los miembros del grupo de oración tuviera verdadero deseo de aumentar y
solidificar su fe católica personalmente por la lectura ordenada de libros, folletos, etc. El aspecto de la instrucción religiosa es algo vital,
aun para el crecimiento en la fe. Aunque ésta es un don de Dios en su inicio, en su continuar y en desarrollarse, la cooperación libre del
hombre, como en toda obra de Dios en él, es no sólo útil, sino, frecuentemente necesaria. El miembro del grupo de oración debe darle a
esta realidad, de nutrir y enriquecer su fe, la importancia que realmente tiene. Sería un error lamentable caer en el "anti intelectualismo"
o desprecio, más o menos velado, de la instrucción religiosa, so pretexto de que el Espíritu Santo nos instruye interiormente. Sería
haber comprendido mal el sentido de esta expresión y volverse, ingenuamente, contra las enseñanzas repetidas del Magisterio de la
Iglesia, en este punto.
Una de las razones por qué, a veces, nos estancamos en la vida espiritual o vamos creciendo con excesiva lentitud, puede,
probablemente, tener aquí su raíz.

Hoy día se nos hace especialmente imperioso el estudio y formación en nuestra fe católica por el asedio constante, solapado o
manifiesto, del gran alud de sectas que se han volcado sobre los católicos vendiéndoles sus doctrinas, en muchos y fundamentales
aspectos opuestas a la católica y atrayéndolos con prácticas llamativas, exóticas, aun fascinantes. El sí de la "decisión fundamental del
cristiano" que éste debe dar a su fe de una manera personal, total, definitiva, que abarca toda su vida, se extiende también a aquellos
medios que vienen a ser, ordinariamente, indispensables para mantenerla, aumentarla, solidificarla. Y uno de los principales es el
estudio, la formación en la propia fe (Heb 2,1-2; Tit 1,9-11; 2,1; 1 Tim 4,6-7).

7a. Cada miembro del grupo de oración debe ser verdadero lazo de unión dentro y fuera del grupo; realizar,
cada vez más intensamente, el mandato de Jesucristo: "amaos los unos a los otros como yo les he amado" (Jn 13,34-35)
"que todos sean uno como Tú Padre,..." (Jn 17,21). La Renovación Cristiana en el Espíritu Santo es una realidad espiritual muy preciosa
para el Señor. Aun dentro de las imperfecciones, y cuantas cosas van pegadas a la debilidad humana que la misma Renovación
lamenta y quiere sean purificadas, es una "corriente de gracia" fuerte, poderosa, instrumento de santificación y de evangelización. Nada
tiene, pues, de extrañar que Satanás procure, con toda su astucia, debilitarla, destruirla y el punto por donde siempre atacará, es por
donde encuentra un acceso más fácil para conseguir sus pretensiones. La debilidad suprema del hombre es su tendencia a la desunión
por estar íntimamente unida al egoísmo, al centrarse en si', que llevamos como la marca más profunda que dejó el pecado original. Por
eso el miembro de los grupos de oración ha de estar consciente de esta debilidad inherente a su naturaleza caída; de la connivencia
que ofrece, muchas veces, a Satanás para ser tomado como instrumento de sus planes. Cuanto huela a chisme, crítica malsana, celos,
envidias, disensiones... ha de ser evitado cuidadosamente. Un grupo de oración en el que se dan estos defectos y no se tratan
seriamente de corregir, no crecerá en el Señor. Le amenaza un gran peligro de estancamiento y aun de desaparición. Por el contrario,
cada uno de los asistentes a los grupos ha de tener como una meta querida y un objetivo para ser conseguido y acrecentado, ser un
verdadero lazo de unión entre todos. La vida del grupo le presentará continuas ocasiones de trabajar por este ideal digno de los
mayores sacrificios. Y esta actitud de unificación, de ser "obrador de la paz y de la unión" le será fácil iradiarla en su propia familia y en
las situaciones diversas de su estado de vida (Fil4.7).

8a. Cada miembro de la Renovación Cristiana en el Espíritu Santo debe cultivar intensamente su amor a la Iglesia Católica y
sentirse íntimamente unido a sus pastores en el amor y la obediencia. 'La Renovación Carismática Católica, lo sabemos, nació dentro
de la Iglesia y su finalidad es ser para la Iglesia: para contribuir a su renovación espiritual y a la evangelización.

Como un autor, de gran autoridad en ella, afirma es "la misma Iglesia en movimiento"; la Iglesia renovándose a sí misma también a
través de esta corriente de gracia. Por eso, un signo de autenticidad de la Renovación Carismática y de su crecimiento y maduración es
sentirse, cada vez más, unida a la Iglesia y a sus pastores.
Cada miembro debe ser consciente de esta realidad; consciente, asimismo, de que cuanto la entibie en el amor y obediencia
contribuye, también a debilitarla y hacerla menos eficaz en su obra.
Y no debe ser obstáculo alguno el que no todos los sacerdotes la admitan benévolamente ni aun el verla rechazada por algunos. Si los
que pertenecen a la Renovación creen, con sinceridad, que no son causa de ello, pueden estar tranquilos, aunque esto no impide el que
pongan los medios oportunos para aclarar y defender con espíritu cristiano lo que aman, en obediencia, amor y oración. Dios puede
permitir su purificación por modos que nos resultan incomprensibles. Se cumple aquí, quizá sin falta de nadie, la profecía de Jesucristo:
seréis perseguidos por mi nombre. Sin hacer ostentación de mártires, sí deben tener una actitud verdaderamente cristiana de perdón, de
evitar las ocultas revanchas: como serían no trabajar en la parroquia, rehusar tomar responsabilidades... También aquí, en su tanto,
puede repetirse el misterio pascual del Señor: la vida que nace de la muerte.

9a. Cada miembro debe tener sanas y cristianas relaciones con sus servidores.

No puede hacerse la ilusión de encontrarse ante personas perfectas. El trato frecuente con ellos, le irá descubriendo faltas y
debilidades que ignoraba y creía que no existían. Nada de esto deberá enturbiar las relaciones fraternales ni la sana confianza. Incluso
se encontrará con que más de una vez, será la persona ofendida por alguno de ellos. Entonces debe estar listo y pedir la gracia de Dios
para perdonar.

Lo más importante de todo es la actitud convertida en realidad, de que cada uno de los miembros de los grupos de oración debe
orar constantemente por sus servidores. Necesitan de la fuerza de su intercesión para poder realizar su misión delicada, comprometida
respecto de ellos. Ningún servicio mejor les pueden prestar que éste. De aquí nacerá el deseo de ayudarlos, cuando se les solicite, de
animarlos, sobre todo en los momentos difíciles y de poner lo mejor de sí a su disposición.

10. Cada miembro del grupo de oración debe esmerarse en tener unas sanas relaciones de "fiel" a "pastor" con su párroco:

Aunque en otra parte se toca con cierta amplitud este punto, queremos hacer alusión aquí también, para llamar la atención sobre la
importancia que reviste. La Renovación Carismática no es una opción del fiel al margen de la parroquia. Esta es el lugar concreto de
reunión, de trabajo y. por tanto, de contar con el párroco para cuanto entra dentro de su competencia. Los asistentes al grupo de oración
o a los grupos de una parroquia concreta deben ser instruidos para que la relación del grupo y de sus miembros con el párroco sea no
sólo amistosa, sino también cooperadora, llena de amor, atención, respeto, obediente obsequiosidad. El hecho de que el mismo
Derecho Canónico conceda a las que designa con el nombre de "asociaciones de fieles", autonomía y, por tanto, celo por conservar su
propia "identidad" no las exime de los derechos que confiere a la autoridad eclesiástica. Cuando hay verdadero amor y sentido eclesial,
se pueden armonizar bien aspectos que pudieran causar fricción. Sería lamentable considerar a la Renovación Carismática como una
especie de iglesia paralela. Nada más alejado de lo que la realidad muestra ser en casi todas partes. Y las encuestas hechas sobre este
punto manifiestan que en la Renovación Carismática se ama, se quiere servir a la Iglesia en las realidades concretas de la diócesis y la
parroquia, en un porcentaje favorable sobre el cristiano comprometido normal.
XX. HAZ DEL AMOR Y DEL SERVICIO EL OBJETIVO PRINCIPAL DE LA REUNION DE ORACION

Nota previa

Entendemos aquí la expresión: "haz del amor el objetivo principal del grupo de oración", el amor a los demás, concreta y
ordenadamente, al grupo de oración, a las personas que lo forman.

Esto no quiere decir que se excluya ni se entibie el amor que debemos a los que no forman parte de él. Sino, sencillamente, que lo
cultivemos de un modo particular hacia aquellos que, por haber sido reunidos en y por el Señor en una pequeña comunidad, tienen
entre sí un vínculo especial y están dentro del orden que todo amor auténtico pide.

El amor a los hermanos del grupo de oración presupone, necesariamente, el amor a Dios como fuente y motivación fundamental del
amor que se irradia a nuestros hermanos (Mt 22,36-39).

1. El amor fraterno, insistencia fundamental de la Revelación en el Nuevo Testamento. (Indicaciones)

A. El amor supremo de Jesús al hombre, manifestación del amor del Padre:

a) Jn 3,16:

Es la suprema revelación del amor de Dios al hombre: Entregar al mundo lo más querido para El (Mt 3,16-17). Entregarlo a todos
(Jn 3,16).

Es el testimonio más puro de su amor con la entrega para la muerte de su hijo (1Jn 3,16; 4,7-14).

Jesús, en su intenso amor al Padre, y por El a los hombres, cumple sus designios de salvación: Comparte su amor universal.

Acepta en plena libertad su misión: realizar la obra salvadora con su muerte.

b) Consecuencia: 1 Jn 4,7-21 (cfr. 1 Jn 2,3-11; 3,11-24). Imitar, responder al amor de Dios, amándole a El primero y en El a nuestros
hermanos. Lo manifestó en el don supremo de su Hijo.

Vivir en el amor como Cristo que se entregó como oblación por nosotros (Ef 5,1-2).

Son dos amores inseparables (Mt 3,16-18).

B. Indicaciones sobre nuestro amor a la luz del amor de Jesús

a) Jn 14,23:

El mandamiento supremo es el del amor promulgado como ley de la "nueva" Alianza (Jn 15,12; 13,34).

La recompensa, el efecto de este amor: la morada de la Trinidad en el corazón del creyente.

b)1 Jn 4,20-21:

La intensidad de nuestra amistad con Dios se medirá por la calidad de nuestro amor a los hombres.

No amamos de verdad a Dios si no hemos hecho nuestro el sentimiento más profundo de su corazón: el amor a los demás en El y
por El, como Cristo.1

2. El criterio del "amor a nuestros hermanos"

A. El criterio del "amor a nuestros hermanos"

Lo sintetizamos en el gran mensaje paulino de Fil 2,1-8. a) La comunidad de Filipos, muy querida para San Pablo, se dan en ella
signos y casos de falta de amor. Pablo ha tenido conocimiento de esto (Fil 1,27; 2,14; 4,2).

Esta falta de amor se manifiesta en la rivalidad y en la vanagloria.

1. J. M-R. Tillard, En alianza con Dios, Edic. Sigúeme, Salamanca, 1969, lss. V. Warnach, en: Diccionario de Teología Biblica (Dir. J. B. Bauer), Edit.
Herder, Barcelona, 1967, "amor", 53ss.
El amor es humilde: por eso representaba para los convertidos del paganismo un fuerte desafío y una gran dificultad. Para el mundo
griego tenía la connotación de mentalidad servil, de adulación,... Por eso despreciaba la humildad.

b) San Pablo les envía en su carta una "exhortación viva": el calor y la preocupación de un buen pastor por su rebaño sabe captar
las necesidades de sus fieles y les transmite su aliento, su animación, su reprensión amorosa pero firme.

Ser una sola cosa en Cristo, tener un mismo sentir y un mismo espíritu, tener y vivir "el aliento de amor", ser accesibles "a la ternura
y a la compasión" es estar comprometidos en el amor con los demás, (v. 1-2).

La unidad no se realiza si no es por una vida de humildad, de abnegación, de servicio.

El cristiano es, ante todo, humilde, porque sabe que todo lo ha recibido de Dios.

Por esta humildad llega a comprender su posición y actitud ante los demás: en ellos reconoce el resplandor de Dios y la disposición
de ayuda, de afecto, de amor que se irradia en el servicio (v. 3-4), a ejemplo de Cristo.

B. El camino de Jesús (v. 5-8)

a) La enseñanza cálida del apóstol se resume en que sus cristianos tengan las mismas disposiciones de Jesús:

Va mucho más allá de tener los "sentimientos" de Jesús. Es mucho más profundo y exigente: Están ahora en Cristo. Es decir,
cuando aceptaron la fe y se bautizaron entraron en el círculo de nuevas relaciones con Cristo y, por tanto, con Dios:

Están bajo el dominio de Jesús, bajo su poder de salvación; por tanto, bajo una nueva ley, la que Cristo impuso a sus seguidores, la
del amor (Jn 15,12; 13,34). Estar en Cristo es, por consiguiente, la más esencial determinación de que se es cristiano. Este es el núcleo
del gran himno paulino.

Cuanto en él maravillosamente se expresa, es para ser aplicado a la disposición fundamental del cristiano, realizado mirando a la
actitud y a la realización en Cristo: seguir su camino.

b) Contenido:

Se despojó de sí mismo

Se vació de sí mismo, renunció a sí mismo, a algo que le pertenecía de derecho: a la gloria, en su Humanidad, al haber sido
asumida ésta por la Divinidad. Incomprensible para nuestro entendimiento. En ello revela el amor del Padre que nos lo entrega y el amor
suyo que libremente se despoja, por amor al hombre a algo que le pertenecía para compartir en todo su condición, menos en el pecado
(Hebr 4,15)2 Tomó la condición de esclavo

"En lugar de la condición divina aparece la condición de esclavo. Justamente porque así lo quiso. La contraposición Dios-
esclavo implica unos términos de oposición tan distanciados, tan tensos, tan insalvables que ya no puede pensarse otra mayor. Se trata
ahora de presentarla a la inteligencia en toda su confusión. Con todo, esta contraposición Dios- esclavo sigue siendo misteriosa, porque
el contrapunto de Dios es el hombre. De hecho el himno quiere reconocer, con solemne alabanza, aquel acontecer único de que Dios se
hizo hombre".3

Este tomar la condición de esclavo, al hacerse hombre, lleva consigo, arrastra un contenido de profunda humillación: quiso asumir
todo aquello que en el hombre caído es inherente a su condición y lo hace realmente esclavo: el temor, el miedo, la inseguridad, la
angustia, el sufrimiento que deprime y acapara, la tristeza, etc., menos el pecado (Hebr 4,15). En este mundo de "realidades
esclavizadoras" es donde penetra el infinitamente libre y omnipotente, el único. Hecho obediente hasta la muerte

La Encarnación es el primer "abajarse". El primer aspecto de la "kenosis", del "vaciarse de sí". El segundo es la obediencia a la
voluntad del Padre (Rom 5,19; 6,16-18), escogida voluntariamente por amor.

La obediencia de Jesús es una realidad "única", digna de ser ponderada, admirada, imitada pero cuyo límite, para el creyente, está

2. Nouveau Testament (traduction oecomenique de la Biblie, Les Editiones du Cerf, París, 1973, Notas a Fil 2,1-11.

J. Gnjlka, Carta a los Filipenses, Herder, Barcelona, 1971, 36ss.

3. J. Gnilka, o. c., 40.

marcado, porque la obediencia de Cristo es inefable, inimitable en toda su grandeza, sólo puede ser la obediencia de Dios.

Tan capital es esta actitud del Señor que la obediencia debe acuñar y marcar profundamente el ser todo del cristiano y llegar a
constituir su modo determinante de existir. Obediencia al Padre por amor, a ejemplo de Cristo.

Esta obediencia se lleva hasta el extremo al indicar el término a que llegó: "hasta la muerte" y "muerte de cruz":

Muerte específica reservada a los malhechores (Hech 12,2). Muerte que, desde una mera visión humana, es escándalo para los
que no siguen a Cristo, pero convertida en punto fundamental de la predicación (1 Cor 1,18-25; 2,1-2; Gal 6,14). La muerte en cruz es el
fin de un destino emprendido por Jesús en plena libertad y en la totalidad de su amor (Gal 2,20).
Nada más lejos de Dios que la muerte. Precisamente su lejanía y su incompatibilidad con El, hecha viable por el amor omnipotente
del Verbo "encarnado". Pero esta muerte, centro del mensaje de Cristo, acentuada por la "cruz" es una muerte salvífica (1 Cor 1,18; Gal
6,14).

Si hay algo claro en esta exhortación viva del Apóstol a los cristianos a tener la misma disposición de Cristo, es la disposición del
amor en sus relaciones mutuas. Pertenecientes como son por la fe y el bautismo a Cristo, viviendo en Cristo, como debe ser el existir
del cristiano, no podrá realizarse sino viviendo en el amor, haciendo de sí el centro de su vida personal y comunitaria. Cristo vivificó toda
su vida y la motivó desde lo íntimo de su ser por el amor. San Pablo lo expresa en una frase llena de pasión, de agradecimiento, de
llamada a imitarlo (Gal 2,20). "Mi vida presente en la carne la vivo en la fe del Hijo de Dios que me amó y se entregó por mí"4.

A partir de este supremo ejemplo de Cristo, que hizo del amor al Padre y a sus hermanos, el centro y el ideal de su vida, deben
construir también los grupos de oración, el suyo propio.

4. J. A. Fitmyer, The Letter to the Philippians, en: The Jerome Biblical Commentary. Prentice Hall, New Jersey, N. T., 250-251.

Cerrarse sobre sí mismos y no verlos y orientarlos hacia una finalidad superior a ellos, el amor, es equivocarse, fallar en lo
fundamental. Los grupos de oración deben servir a un propósito más alto que ellos mismos, construir y profundizar en el amor.

(Las orientaciones que se dan están inspiradas en el capítulo que Bert Ghezzi dedica al tema en su libro: "Build with the Lord").

3. Aprovechar las oportunidades que se ofrecen para edificar y profundizarla "fraternidad", en Cristo Jesús

a) Los grupos de oración son ambientes que mantienen a las personas asistentes en el amor del Señor y en el amor a sus
hermanos

Por eso:

Cuanto se planifique, se haga, se construya... ha de tener como última finalidad este objetivo.

Los servidores del grupo de oración han de tener muy viva esta persuasión; velar sobre ella; examinarse; orar para que nunca deje
de ser una realidad siempre construida y perfeccionada.

Los que asisten a los grupos de oración han de considerar su asistencia, más que una obligación, una oportunidad que se les
proporciona para crecer en el amor.

Cuando realmente existe tal persuasión y se hace efectiva, el grupo va comprometiéndose en las tareas más arduas y exigentes
dentro de sus posibilidades y circunstancias.

b) Los grupos de oración deben proporcionar a sus participantes amplias oportunidades para desarrollar relaciones fraternales entre

Enumeramos algunas: El tiempo que precede a la apertura de la reunión de oración ofrece una oportunidad para compartir;
igualmente el tiempo que corre después de haber terminado la oración. Pero ambos lapsos deben ser discretos. Se ha de tener mucho
cuidado de no alargarlos más de lo debido. De otro modo, correría peligro el mismo grupo de oración. Esto se ha de tener
especialmente en cuenta en el compartir final.

Es posible que esta realidad pida que se modifique, ligeramente el programa de la reunión de oración. Pero si se hace, sea sin que
sufra en nada lo principal ni se introduzcan cosas que no pertenecen a la sana orientación del grupo de oración.

c) Los servidores del grupo de oración animarán a los miembros a que se reúnan informalmente, con alguna frecuencia, durante la
semana

Sería muy provechoso que a veces, se reunieran, invitándose entre sí, para participar en alguna recreación, comida, compartir
espiritual...

Todavía más importante es reunirse para prestarse ayudas; para realizar alguna obra de caridad: visitar enfermos, socorrer a
necesitados...

La reunión de oración semanal apenas si proporciona la oportunidad suficiente para crear y profundizar relaciones interpersonales
fraternales. Por eso ha de insistirse discretamente en aprovechar las ocasiones que se ofrezcan para ello y darles la importancia que,
realmente, tienen para edificar el amor en el grupo de oración.

d) Fomentar; dentro de las posibilidades, otra reunión de oración más reducida para los miembros que asisten regularmente a la
reunión general.

No siempre será posible. Aun en esta hipótesis, foméntese discretamente. Ayuda notablemente a crecer en el amor fraternal.

Sería más restringida que la general de la semana: La invitación "discreta" se dirigirá a aquellas personas que asisten regularmente.
No ayudaría extenderla también a aquéllas que sólo acuden esporádicamente o que han comenzado a ir. A medida que su asistencia se
normaliza y van perseverando, se les puede ir agregando a la invitación.
Esta reunión de oración tendrá un objetivo particular definido: Además de tener la oración, se debe dedicar un tiempo conveniente a
la instrucción, impartida por una persona competente, entregada al Señor, preferentemente un sacerdote, y fiel en su fe católica.

De llevarse bien esta reunión, producirá frutos excelentes en el mutuo crecimiento en la fe, en el amor, en el conocimiento del
Señor, en la fraternidad.

A veces, y se considera, a través de la experiencia, como particularmente beneficioso, se puede dedicar íntegramente a orar, a
compartir; a ambas cosas, pero siempre en espíritu de oración.

Este encontrarse una vez más por semana en la oración crea un profundo sentido de unidad entre los miembros; fortalece sus vidas
cristianas, purifica y reafirma las mutuas relaciones interpersonales.

Otras actividades que pueden realizarse en la reunión de oración adicional mencionada:

Lo que digamos es igualmente aplicable a la reunión general, pero organizado de modo que el grupo de oración se desarrolle
normalmente, y no pierda nada de lo esencial.

Estas reuniones pueden ser planificadas de modo que puedan tener lugar diversidad de actividades: Enseñanzas periódicas
programadas en cierta "secuencia"; un compartir espiritual relativamente largo en el que cada uno pueda emplear un tiempo discreto
en manifestar a sus hermanos lo que, dentro de la prudencia, juzgue puede edificarlos en la fe y en el amor; reuniones en las que
prevalezca el servicio mutuo realizado de modos diversos. El orden y la flexibilidad han de tener un puesto insustituible.

Tanto en estas reuniones, como en los grupos de oración, debe tener un puesto privilegiado cuanto se refiere al interés por las
personas: si alguna de ellas está enferma, si necesita alguna ayuda; llamarla, visitarla; felicitarla en su cumpleaños; orar por ella si
pidiere ir adonde se encuentre, etc... No siempre podrá acudir todo el grupo aunque sea pequeño, pero, al menos, debe ir una
representación.

EL PROPOSITO FUNDAMENTAL de esta segunda reunión semanal es proporcionar a sus miembros una oportunidad especial
para 'crecer en el amor y recibir instrucción en el vivir, más profundamente, la vida cristiana, el compromiso bautismal, conforme al
Evangelio.

Puede haber en ella etapas progresivas que vayan acentuando objetivos concretos y, por consiguiente, adaptando la reunión a
ellos5.

Si no es posible esta reunión semanal más reducida, procúrese tener cada quince días o cada mes.

Nota: las convivencias que frecuentemente se suelen tener en la Renovación Carismática, sea de un día completo, sea de medio
día o de varias horas, se recomienda frecuentarías por el gran bien que la experiencia da seguirse de ellas. Pueden tenerse bien con
el grupo entero, bien con los que ordinariamente asisten con perseverancia y forman el núcleo base del grupo de oración.

5. Bert Ghezzi, Build with the Lord, Ann Arbor, Michigan, 1976, 96.

4. El compartir en grupos pequeños: indicaciones

En estos grupos reducidos no es necesario que todos sus miembros deban estar en un nivel muy parejo espiritual. Esto, realmente,
es difícil de conocer. Pero sí es conveniente que no haya en este punto una gran disparidad. Se crearían dificultades no insalvables,
pero sí harían menos eficaz el compartir.

Sin embargo, si hay verdadero deseo de crecimiento espiritual, apertura a la interrelación, cierta facilidad de comunicarse y superar
el natural reparo inicial, no parece que se deban excluir a estas personas, si quisieran participar.

En todo caso, es muy importante que el grupo pequeño no permanezca cerrado sobre sí mismo, aunque a los comienzos sean las
mismas personas quienes lo formen. La cerrazón es el mejor camino para empobrecerse espiritualmente, para estancarse, disolver se y
aun desviarse. La admisión de otras personas del grupo que lo deseen ha de ser moderada, para que éste no pierda la facilidad que
ofrece un número relativamente reducido de personas para intensificar sus lazos fraternales y crecer en el Señor. Respecto del número
concreto no es fácil determinar taxativamente. Pero puede establecerse un "mínimum" y un "máximum" que oscile entre 6 y 12 a 15.

a) La oportunidad que ofrecen los pequeños grupos que se reúnen informalmente con frecuencia, a partir de la reunión general de
la semana

Téngase muy en cuenta que el cristiano difícilmente madura espiritualmente aislado de los demás.

Por tanto, los pequeños grupos de oración, compartiendo el amor y el servicio, ofrecen la gran oportunidad de fortalecer a las
personas en su fe, purificarla y crecer en ella. Son una excelente ocasión de animar, de sugerir medios para superar los obstáculos que
se presentan en la vida espiritual y en la existencia de cada día; de vivir en la sencillez y verdad de la comunión fraterna, de superar la
pobre imagen que de sí mismos tienen muchas personas, causada por acontecimientos hirientes, traumatizantes de su vida pasada,
por el ambiente en que se desarrolla habitualmente su vida. El aprecio, la acogida, el amor sincero, desinteresado de los demás por lo
que es, no por lo que hace, es un medio maravilloso de curación interior, de pacificación interna, de equilibrio afectivo...

Los efectos enumerados, no ciertamente exagerados, se producen por la realidad humana y divina que existe en el grupo.
Por el sano calor humano de acogida en cada uno para los otros y de todos para todos.

Por el ambiente general agradable, imbuido de discreta alegría que brota de la persuasión de los lazos fraternales que los unen.

Por el sincero aprecio de la persona tal como es; por el amor sencilla y sanamente manifestado y recibido

Por el servicio desinteresado que se prestan mutuamente de modos diversos.

Por el interés que se le presta a la persona, a sus problemas, a sus gozos y sufrimientos, a su situación física, psicológica,
espiritual, sin querer úrgar en su vida ni arrancar intimidad alguna, si la persona no quisiera comunicarla libremente.

Por el aliento, hoy tan necesario, que se da desde el corazón lleno de compasión, de buenos deseos de compartir la situación
ajena.

Por los consejos discretos, de igual a igual, de amigo a amigo, que se ofrecen a su tiempo, con brevedad, discreción, sinceridad,
amor.

Por el prestarse a oír confidencias y a escucharlas con los "oídos del corazón", como a un hermano, como al amigo Jesús, al que
ahora contemplan en la persona sufriente o gozosa del prójimo.

Por hallarse especialmente presentes en los momentos más dolorosos, conflictivos, angustiosos..., aun en las situaciones más
extremas de pecado, de necesidades espirituales, psicológicas, físicas... a ejemplo del supremo modelo del "buen samaritano", Jesús,
con un corazón invadido por su amor "compasivo" y la unción del Espíritu Santo.

Por el ideal común que a todos une: el crecimiento en la fe, la esperanza, la caridad o la búsqueda y ayuda mutua para realizar la
santidad cristiana en las circunstancias concretas de la existencia de cada persona.

Por la persuasión de que la ayuda de la pequeña comunidad en el plan salvífico de Dios, en la orientación de la Iglesia y en las
experiencias debidamente hechas, se ha convertido en un medio necesario para caminar por ella, continuar y perfeccionarse (en la
santidad de vida cristiana).

Por el amor, don del Espíritu, que todo lo invade y trasciende (Rom 5,5).

Por las ocasiones que ofrece de instruirse, de alimentarse espiritualmente con exhortaciones, comentarios de la Palabra, etc.

Por la oportunidad de orar personal y comunitariamente en vínculo de paz, de unidad, de amor.

Particularmente por la intensa acción del Espíritu Santo, enviado de Jesús, en la comunidad llena de amor, de deseos del Señor, de
alabanza, de acción de gracias, de adoración.

Por la intercesión de María, presente espiritualmente, ejerciendo su maternidad espiritual para con los hermanos de su Hijo, Jesús.

Por la profunda sanación interior que cada uno como persona, y todos como la comunidad del Señor, recibe a través de cuantos
medios se han ido enumerando, y que ayuda, a su vez, para ser vehículo de curación.

Sobre todo, por la vida sacramental a que naturalmente tiende a llevar la acción del Espíritu en la comunidad guiada por El,
particularmente por la Eucaristía, constructora, perfeccionadora de la comunidad, fuente de unidad, vínculo de caridad.

Como consecuencia necesaria, por el compromiso serio, responsable que va creando en cada uno y en la comunidad, a todos los
niveles, especialmente con los más necesitados física, psicológica, espiritualmente; y realizados según las circunstancias concretas de
cada uno y del grupo; conforme a las cualidades y carismas recibidos; de acuerdo a las necesidades más urgentes, más amplias...; en
consonancia con la llamada interna del Señor discernida en la verdad6.

6. Cfr. Prayer Group Workshop, Edit. Bert Ghezzi and J. Blattnar, Servant Books, Ann Arbor, 1979.

5. Algunas indicaciones. Cómo desarrollar los grupos de compartir

Aunque sean grupos informales y pequeños, es muy conveniente, frecuentemente necesario, que cada uno tenga una persona
responsable. Esto garantiza el orden, el evitar que surjan competencias, indecisiones sobre el comenzar, terminar, etc.

Esta persona, ayudada por otra, para evitar la tentación de "adueñamiento" del grupo, no es tanto para ejercer autoridad en él,
cuanto para orientarlo, animarlo, mantenerlo fiel, realizar pequeños menesteres que, de otro modo, quedarían, quizá, sin hacerse.

Su papel debe ser muy sobrio, discreto, oportuno, caritativo.

No hay inconveniente en que estos grupos estén constituidos por personas de diferentes profesiones, edades, por la misma
cercanía del lugar, etc. Pero procúrese que, a ser posible, sean variados para que la riqueza de la aportación y del trato sea mayor.

La orientación de estos pequeños grupos puede ser diversa:


Conservando rasgos fundamentales que no deben faltar, la oración de alabanza, la Palabra de Dios brevemente comentada, los
cantos apropiados al momento de la oración comunitaria, etc. Pueden tener finalidades diversas: juntarse, principalmente, para orar;
para compartir experiencias espirituales; para recibir instrucción espiritual; para programar apostolados diversos o uno especial, asumido
por todo el grupo, etc.

Esto no impide que, a veces, se varíe el objetivo y el modo de desarrollarse la reunión de oración de los pequeños grupos.

Es importante que estos grupos evalúen sinceramente su marcha, su caminar en el Señor.

Ya lo indicamos: la presencia de un sacerdote es muy conveniente, sobre todo en lo que se refiere a la enseñanza y al
mantenimiento del orden, de la unión, del crecimiento en la unidad, al margen de envidias, celos, chismes,... a que todo grupo siempre
estará expuesto, aun en la hipótesis de haber crecido y hallarse fortalecido en el Señor27.

6. La interpelación mutua o corrección fraternal

Es una de las expresiones más auténticas del amor en los grupos de oración que caminan y van creciendo en el Señor. Supone
crecimiento humano y crecimiento en el Espíritu. Se da por supuesto, y la realidad debe confirmarlo, que cada uno busca sinceramente
crecer en la adhesión y "conformamiento" con Jesús (Rom 8,29). Caminar en la verdad es indispensable para que el grupo pueda
avanzar guiado por el Espíritu. Debe haber en él una "transparencia" sencilla pero auténtica. Y en ella tiene un puesto privilegiado la
interpelación mutua o la corrección fraternal. Cuando ésta se elimina y se está pendiente del temor de no decir a su tiempo y del modo
discreto lo que conviene para el bien del sujeto y del grupo, es que se ha llegado a un "modus vivendi" confortable, al egoísmo. Hay
cierta tendencia natural a evitar el herir, a callar para no sentirse mal por la interpelación. Sin embargo, la discreta vigilancia sobre sí
mismo, la experiencia acumulada, aun por errores anteriores y la gracia de Dios nos ayudarán a superar estas dificultades y a mantener
el equilibrio que requiere la corrección fraterna hecha en el amor. Es capital este punto cuando se trata de un caminar progresivo en el
Señor. "No hay crecimiento posible en Cristo sino por esta vía de la verdad en nuestras relaciones fraternales"8.

Pero el que esto sea innegable, no da derecho a que por precipitación, por un celo que se detiene en nimiedades, por un espíritu de
"perfeccionismo" o por tomarse atribuciones indebidas, usemos desacertadamente este recurso de gran eficacia espiritual en toda
comunidad.

Cerremos cuanto hemos dicho, con el testimonio del P. Donatien Mollat. Su conocimiento de las Escrituras y de la Renovación
Carismática, hace que sea especialmente importante: "La Renovación Carismática hoy es renovación en el amor fraterno. Ante este
signo, se puede decir que "viene de Dios" (1 Jn 4,7)9

Cuando, en verdad, se llega a formar, progresivamente, con la guía y fuerza del Espíritu una comunidad de amor fraternal, por el mismo
hecho, se va edificando una comunidad de servicio. El amor, si es auténtico, no puede menos de servir y sacrificarse por los demás (Jn
13,lss.).

8. P. Castan, Les groupes da Priare dans l'aprauve, Tychique, n. 54, 1985, 51.
9. D. Mollat, La Palabra y el Espíritu, Edic. Sigúeme. Salamanca, 1984, 68.

7. Apéndice sobre el amor a Dios y al prójimo

"Lo que impide a muchos progresar en el conocimiento del misterio de Dios es que no aceptan situarse de forma concreta en la
actitud de espíritu que pide la fe.

Tomemos, por ejemplo, los dos mandamientos sobre el amor a Dios y el amor al prójimo. La comprensión del primero supone que
se acepta meditarlo en el ámbito de la fe. Tanto el término de ese amor como su origen se encuentran más allá del alcance real de la
inteligencia humana. Para meditarlo en el ámbito de la fe, hay que aceptar la revelación que Cristo nos hace de Dios y de su amor. Las
premisas de todo razonamiento, de todo orar sobre este mandamiento, nos vienen dadas por Cristo. Muchos cristianos tienen la
sensación de penetrar en un camino colgado de las nubes cuando se adentran en el amor a Dios. Dios no puede tener para ellos
consistencia, ya que no aceptan el dato de la fe que Cristo les presenta vivido en sú propia existencia.

Por eso para muchos, la insistencia en el segundo mandamiento es una forma de escabullirse de la fe. Presentan como justificación
los hermosos textos de Cristo y de Juan sobre el amor a los demás, signo y lazo del amor a Dios, pero olvidan que jamás existió duda ni
para Juan, ni para Pablo, ni para Cristo, acerca de la prioridad del amor a Dios. Es evidente que para muchos, la insistencia en la
relación al prójimo constituye una manera encubierta de rehusar una relación que no puede vivirse más que en la fe, pero la fe los
molesta. Como no quieren negarla, orientan la atención hacia otra verdad que la propia experiencia nos permite entender sin recurrir a la
fe.

De hecho, Cristo nos quiere hacer entender que no hay más que un único mandamiento, amar como Dios ama. Dado que nosotros
somos seres humanos, ese amor se dirige tanto a los demás como a Dios, como a los dos polos. Cuando meditamos en el amor,
podemos hacerlo únicamente dentro de la perspectiva humana. Pero cuando intentamos entender el amor en su orientación a Dios,
tenemos que considerarlo aquí en la revelación que Cristo nos ha hecho.

27
7. Randy Cirner, en: Buid with the Lord, o. c., 99-101.
De ese amor que Dios me testifica y del que yo debo darle prueba, puedo alcanzar algo al considerar lo que ya sé de! amor de un
marido para con su esposa, de los padres hacia sus hijos y de éstos a sus padres. Todo lo que sé por la práctica del segundo
mandamiento es una luz que recae sobre el primero. Esa experiencia humana me ayuda a dar sentido en la oración al amor de Dios, e
incluso a darle un verdadero sabor. Pero si sólo hago eso para entender lo que es el amor de Dios, estoy en una ilusión y me equivoco
si, quedándome ahí, creo amar a Dios. Es lo que el Señor dijo con palabras nada ambiguas: si alguien no me ama más que a su padre,
a su madre, a su mujer, etc., no es digno de ser mi discípulo.

Se ha querido interpretar ese "más" como un más en ardor e intensidad, pero no es así como se puede medir el amor. El "más"
indica aquí una apertura a otro orden de valores, porque el que deja a sus padres por Cristo, los ama más que antes. Pero se abre a otro
amor que, aun siendo tan "amor" como el amor a que renuncia, es, sin embargo, de otro orden distinto.

Para entender lo que es este nuevo amor al que se nos invita, es preciso, al final, renunciar a las comparaciones con el amor
humano una vez utilizadas. Hay que cambiar nuestra forma de razonar. Hasta aquí, tratábamos de entender valiéndonos de nuestra
experiencia: ahora hay que acallar dicha experiencia.

Habrá que decir: "Señor, tu dijiste: Tanto amó Dios al mundo que le dio a su Hijo único (Jn 3,16). Yo nada tengo en mi experiencia
que pueda hacerme entender lo que ese amor pueda ser. Cuando Tú dices: Como el Padre me amó, yo también os he amado a
vosotros; permaneced en mi amor (Jn 15,9), ¿quién puede hacerme entender cómo te ama el Padre y cómo nos amas Tú?".

Todo es misterio para nosotros en estas revelaciones de Cristo; por eso, hay que pensarlas con una mirada de fe, esperando del
Espíritu Santo mismo una comprensión de las palabras de Cristo. Manifestaremos, pues, nuestro deseo de ser iluminados, mediante una
actitud respetuosa, un deseo de entender, una docilidad para recibir la luz que la fe nos proporciona. Decir y repetir "¡Creo, Señor, en tu
amor, pero no puedo percatarme ni probar lo que es!", es orar en el ámbito de la fe. Toda oración ha de sobrepasar el esfuerzo de la
inteligencia y del espíritu humano y llegar a dilatarse hasta esa otra acritud de fe en la acción del Espíritu cuya función es colmar nuestra
espera". (Y. Raguin, Orar la propia vida, Edit. Sal Terrae, Santander, 1984,19- 22).

Si se comprende bien cuanto el autor dice, captaremos claramente que el amor a Dios, si es auténtico, lleva necesariamente al
compromiso con nuestros hermanos, aun en los trabajos más arduos, dolorosos y humildes. Nada de eso estará ausente. Al contrario,
es la medida de la autenticidad de nuestra oración. Así no correremos el peligro, siempre acechante, de solazarnos enfermiza y
desorientadoramente en una comunicación con Dios que tiene muy poco o nada de verdadera.

Pero de aquí no podemos concluir que el amor a Dios manifestado en la oración comunitaria o individual no deba tener la primacía
sobre el amor al prójimo. Precisamente éste, cuando es amor recto, ordenado, es una manifestación del amor de Dios, que es la fuente
de todo bien, de todo don y de todo sentimiento bueno y honesto. Todo desciende del Padre de las luces y es una gota del mar inmenso
que es el mismo Dios.

Por eso hacer del amor el objetivo principal de la reunión de oración no sólo tiene muy en cuenta al prójimo, a cada uno de los
miembros del grupo para vivir la fraternidad, sino que presupone y cultiva primariamente el amor a Dios que va a desplegarse y a
manifestarse en el amor al prójimo y en los compromisos más hermosos para que se convierta en una auténtica realidad el amor a Dios.
De este modo se hermanan dos aspectos de una misma realidad, que deben vivir inseparables en el cristiano.
XXI.ESQUEMA ABREVIADO DE LOS GRUPOS DE ORACION

1. Indicaciones

Desde luego, no hay un esquema fijo de oración. Existen diversos modos de organizar un grupo de oración. El que proponemos
por tanto, no tiene otro valor que el de orientar a los servidores.

Sin embargo, está avalado por la repetida experiencia de muchos grupos y en variados países. Se ha de ver, por consiguiente,
como algo normativo y de una garantía ya comprobada.

El que no haya un esquema fijo no quiere decir dar paso a una libertad que se opone al orden y a la preferencia que deben tener
ciertos aspectos. No todos tienen el mismo valor y configuran del mismo modo el grupo de oración. La parte central es, sin duda, la
más importante y a ella, por tanto, hay que prestarle especial interés y dedicarle el mayor tiempo.

La sana creatividad debe siempre darse la mano con la observancia del orden y la realización concreta del grupo de oración de
modo que realmente éste sea, en verdad, un grupo de oración de la Renovación Carismática en el que la oración de alabanza tiene un
puesto primordial e insustituible.

Aquí, por tanto, tiene lugar el papel de la corrección que quizá, con cierta frecuencia haya que hacer y en la que el buen sentido
común y la guía del Señor son imprescindibles, para no prodigaría o emplearla inconvenientemente a destiempo. No se puede pensar
en un esquema fijo plenamente, como tampoco en una variabilidad irrazonable; mucho menos en una actuación caprichosa.

Se trata, por consiguiente, de seguir las líneas generales de orden y tener muy presente la importancia de los diversos elementos
que suelen entrar; entre ellos algunos que deben estar siempre presentes en un grupo ordinario de oración.

Tengamos en cuenta que así como es un esquema flexible, con posibilidad y aún conveniencia de sanas adaptaciones, también lo
es respecto de los diversos elementos. Desde luego, la invocación al Espíritu Santo y cuanto se incluye en el "centro de la oración", no
deben faltar. Los demás elementos entrarán en la medida del tiempo de que se disponga y de la situación del grupo de oración. Todos
son importantes, dentro de su propia función que se orienta de un modo o de otro, a la alabanza. Pero no todos tienen la misma
importancia.

Los mismos carismas que, tomados en su conjunto, no deben faltar, al menos a partir de cierta madurez del grupo, no indican que
todos han de estar presentes en cada reunión. Depende del Espíritu y no debemos sentirnos mal si, a veces, no se da la profecía, por
ejemplo. Lo mismo habría que decir de los testimonios: son importantes, pero no debemos insistir para que se den, si las personas en su
interior, juzgan que esta u otra vez no son edificadores de la comunidad.

El paso de un elemento a otros: "ahora (v. gr.) es el tiempo de hacer peticiones", bueno en los comienzos de un grupo de oración, no
hay por qué tenga que perdurar siempre. Se corre el peligro de dar la impresión de una oración rutinaria en la que cada aspecto va
marcado con una entrada "estereotipada".

Procuremos, en la oración de alabanza, evitar ciertas "muletillas" o "puntos de apoyo" que, se nos pueden meter. Una de las más
frecuentes es la palabra: "Señor". Está muy bien emplearla con moderación; pero hay personas que la prodigan de tal manera que
llegan a fatigar los oídos y perjudican aun la espontaneidad de su oración.

2. Elementos del círculo o reunión de oración

A. Preparación

a) Acogida a los participantes.


b) Saludos fraternales, sencillos, discretamente efusivos en el Señor.
c) Acomodación.
d) Presentación de los llegados por primera vez.
e) Cantos de "ambientación"
f) Instrucción (donde se dé al principio) pero ya en ambiente de oración.
g) Invocación al Espíritu Santo (no debe omitirse invitar a María para que se haga presente en la reunión).

B. El centro de la oración
a)Alabanza (alabanza, adoración, acción de gracias). Modos de alabar: Individualmente los demás se unen interiormente;
colectivamente (oración de "conjunto"). En la propia lengua. En la "oración en lenguas" y en el "canto en lenguas" en la alabanza
colectiva. Los "silencios".
b) Silencios.
c) Lectura de la Palabra de Dios.
d) Los cantos introducidos en la alabanza.

C. Edificación de la Comunidad
a) Enseñanza o instrucción (si no se ha dado al comienzo).
b) Testimonios.
c) Peticiones.
d) Oración de sanación interior y aún de sanación física (que puede sustituir a veces las peticiones).

D. Conclusión
a) Oración de acción de gracias, que recoja la multiplicidad de las gracias de Dios por su Espíritu a través de la oración.
b) Palabras cordiales de despedida.
c) Avisos (si los hay).
d) Rezo del Padrenuestro y Ave María.
e) Abrazo fraternal de la paz.
f) Canto Alegre de salida.
APENDICES

1ro. LA ORACION COMPARTIDA

(Tomado de la obra de C. Aldunate y R. Valenzuela, "La Oración Carismática'').

I. Principios básicos que orientan la oración compartida. La oración carismática es un acto de culto a Dios
1) Se puede y debe hacer aun cuando no tengamos muchas ganas.
2) Se colabora en espíritu de fe, alegrándose de que Dios sea glorificado aun cuando nuestra actuación parezca pobre.
3) Se busca a Dios, y no a los dones de Dios.

II. Es un acto comunitario


1) El bien común prevalece sobre el bien individual.
2) No es ocasión para desahogar largamente las propias perlas. Si se desea ayuda, consejo, oraciones, sanación, estas cosas se
piden al final de la oración, o a un grupo después de la oración. En la oración misma se puede hacer mención brevemente.
3) No es ocasión de desahogar los propios sentimientos, aun los de alabanza a Dios, si en esto prevalece la atención a si mismo,
con detrimento de la buena marcha del grupo en su conjunto.
4) En general, debe cada uno evitar las largas oraciones y las largas lecturas, porque éstas:

a) Ocupan mucho tiempo, haciendo pesada la oración compartida.


b) Hacen creer que la oración debe ser así, que todos deben orar largo, y esto resulta difícil a muchos.
c) Hacen perder la precisión del mensaje profético que está contenido en toda participación que es inspirada por el Espíritu Santo.

III. Es una oración en unión con Cristo y dirigida por su Espíritu

Luego:

1) No es una oración meramente espontánea, es decir, movida por un impulso natural.


2) No es una oración planificada, es decir, dirigida por el hombre (aunque éste deba colaborar y un modo de hacerlo es preparar en
sus líneas generales la oración).
3) Cada uno ha de suponer que el Espíritu quiere que participe activamente y ha de contar con su invitación (unción) para colaborar.
4) Se deben evitar las estructuras (rígidas), los temas (inflexiblemente) prefijados, las maneras rutinarias en el modo de comenzar,
responder, solidarizarse... (Y tener ciertas "muletillas" que se repiten incesantemente, por ejemplo, Señor).
5) Es muy conveniente que la sesión de oración sea preparada por un grupo que haga oración antes de la llegada de los demás; la
preparación consiste (sobre todo) en unirse en Cristo, llenarse de su Espíritu, abrirse a sus dones.
6) Debemos estar abiertos al don de profecía que se manifestará en sus diversas formas a través de toda la sesión de oración
(aunque no siempre necesariamente).

IV. Es una acción humana en fe

Luego:

1) Conviene desarrollar distintas maneras de orar y presentar así cierta variedad: oración individual, oración simultánea, canto,
lectura, testimonio, instrucción, etc.
2) Confiando en el don de sabiduría, conviene aprender de la experiencia lo que debe evitarse (por ej.: los cantos largos) y lo que es
útil para volver de nuevo a la oración (por ej.: leer un trozo de la Escritura).

3) Conviene procurar cierto ritmo de silencios que permitan escuchar profundamente, orar interiormente, abrirse a los dones de Dios.

2do. LOS GRUPOS DE ORACION EN EL DOCUMENTO DEL ENCUENTRO EPISCOPAL LATINOAMERICANO

61.En su encíclica "Dominum et Vivificantem" escribió Juan Pablo II: "Nuestra difícil época tiene especial necesidad de oración. En
estos años va aumentando el número de personas que, en movimientos o grupos cada vez más extendidos, dan la primacía a la oración
y en ella buscan la renovación de la vida espiritual. Este es un síntoma significativo y consolador, ya que esta experiencia ha favorecido
la renovación de la oración entre los fieles" (No. 65).

Y hablando de los grupos de oración a varios Obispos franceses, el Papa dijo: "Se puede hablar de una gracia dirigida a santificar la
Iglesia, a renovar en ella el gusto por la oración, a hacer redescubrir, con el Espíritu Santo, el sentido de la gratitud, de la alegre
alabanza, de la confianza en la intercesión, y convertirse en una nueva fuente de evangelización". (Enero 22 de 1987).

En la sexta Conferencia Internacional de Líderes de la Renovación Carismática, dijo el Papa: "El vigor y la fecundidad de la
Renovación atestiguan ciertamente la poderosa presencia del Espíritu Santo que actúa en la Iglesia, en estos años posteriores al
Concilio Vaticano II. Por supuesto, el Espíritu ha guiado a la Iglesia en todos los tiempos, produciendo una gran variedad de dones entre
los fieles. A causa del Espíritu, la Iglesia conserva una permanente vitalidad juvenil, y la Renovación Carismática es una elocuente
manifestación de esta vitalidad hoy, una expresión vigorosa de lo que cel Espíritu está diciendo a las Iglesias' (Ap 2,7) cuando nos
acercamos al final del segundo milenio".

62. Uno de los elementos más ricos de la Renovación en el Espíritu son los "grupos de oración" que se han multiplicado en casi
todas las diócesis de una manera sorprendente.
63. Es allí donde generalmente los católicos conocen la Renovación, y comparten la oración con sus hermanos de una manera
espontánea bajo la conducción del Espíritu Santo y con una clara conciencia de la presencia que Jesús prometió a quienes se reuniesen
en su nombre (Mt 18,20).
64. Cuando están bien orientados por animadores debidamente formados, aparecen pronto los frutos de esta oración comunitaria
que brinda a todos la oportunidad de actuar personalmente y de compartir con sencillez y gratitud, la acción santificadora del Espíritu del
Señor. Como en estos grupos se ora en torno a la Palabra de Dios, ésta va llegando cada vez más a la mente y al corazón y, se
convierte en luz y lámpara para el camino (Sal 119, Vers. 105).

El predominio de la alabanza es señal de madurez en estos grupos y fuente de abundantes bendiciones celestiales.

65. Los frutos de la conversión, crecimiento espiritual, sanidad interior y física y la obtención de muchos otros favores avalan la
importancia de los grupos de oración, cuyo crecimiento y madurez deseamos vivamente.
66. Pero la Renovación no hace de estos grupos momentos exclusivos de oración, sino que quienes toman parte en ellos aprendan
más la oración litúrgica y la individual que es irremplazable.
67. "Es hermoso y saludable pensar que, en cualquier lugar del mundo donde se ora, allí está el Espíritu Santo, soplo vital de la
oración". "Y este divino Espíritu no sólo hace que oremos, sino que nos guía interiormente en la oración supliendo nuestra insuficiencia y
remediando nuestra incapacidad de orar".
68. Y "Esta oración por obra del Espíritu Santo llega a ser la expresión más madura del hombre nuevo, que por medio de ella
participa de la vida divina" (Dm. et Viv. No. 65).

Para que estos grupos de oración perseveren y maduren es preciso que tengan animadores humildes que sean servidores, no
quieran imponerse como superiores, que cuenten con el apoyo y animación de los Pastores y que no entren en rivalidades con otros.

(Cfr. La Renovación Carismática Católica. Documento del Encuentro Episcopal Latinoamericano, efectuado en Ceja, Colombia, Sept.
1987, Pág. 152.

3ro. A MODO DE RESUMEN DE LOS GRUPOS DE ORACION DE LA RENOVACION CARISMATICA

Se dan en los grupos de oración de la Renovación Carismática puntos fundamentales de convergencia. Por ellos se puede deducir la
profundidad del amor de Cristo y la fuerza del Espíritu que quieren valerse de este medio para realizar una gran obra en la Iglesia, en el
mundo, en cada persona. La gloria de Dios que reposa sobre un pueblo de pobres.

A. Síntesis de testimonios

1. 1. La modestia de los comienzos

Es sorprendente la humildad o pequeñez de los medios humanos de la mayor parte de los comienzos de un grupo de oración en la
Renovación Carismática.

Es un signo del Reino, los comienzos parecidos a un grano de mostaza que va creciendo, no por querer de hombre sino por el poder
de Dios que reúne a su pueblo.

Es la fuerza del Espíritu quien actúa más allá de toda previsión, aunque pida nuestra humilde, diligente y perseverante cooperación.

El crecimiento, ordinariamente, se operará de modo paulatino y progresivo, semejante al arbolito que se planta, se desarrolla
lentamente hasta llegar a hacerse un árbol robusto, cargado de frutos.

2. 2. La conversión

Los grupos de oración son lugares de conversión.

El Espíritu de Jesús nos espera en ellos y sabrá escoger su momento para "traspasarnos" el corazón (Hech 2,37). Toda acción
apostólica legítima nace de un corazón traspasado, como el de Pablo, como el de Pedro...

Es la conversión en profundidad, operada por la fuerza del Espíritu, que anhela entregarnos a Jesús y a su Reino. Pensamos en las
cosas que deseamos hacer por Dios; descuidamos las que su misericordia obra maravillosamente en nosotros. Como la comunidad de
Pentecostés hemos de esperar la visitación del Señor y llegar a ser, por Dios y a causa de Dios, Iglesia viviente, cuerpo de Cristo para la
salvación del mundo.

Testimoniamos que Jesús ha resucitado, nos ha invadido con su Espíritu. Que El vive hoy entre nosotros y actúa poderosamente.
Hemos descubierto al Señor en nuestra conversión; nos sentimos felices de haber sido objeto de su misericordia e irradiamos lo que
"han visto nuestros ojos y tocado nuestras manos" sobre todo, nuestro corazón pecador perdonado. Es una experiencia, muchas veces
única, la de los grupos de oración, que reproduce el Pentecostés primitivo de un modo personal.
3. 3. Hemos descubierto la oración

Redescubrimos la alabanza gratuita. La exultación no tiene que ver con la exaltación. La alabanza no pasará en la bienaventuranza
y ahora nos entrenamos para nuestro oficio definitivo. Somos un pueblo sacerdotal que se une en el Espíritu para alabar con el corazón
henchido de amor a Dios y a los hermanos. Recibimos y acogernos el fuerte don de alabanza de Pentecostés que nos conducirá a los
sacramentos, a la vida fraternal, al compromiso...

4. 4. El combate y la comunión fraternal

En todo grupo, en toda persona que ha tomado en serio el grupo de oración, llegará un momento, frecuentemente días, ocasiones...
de combate... Es casi inevitable que esta crisis se dé. Nos encerramos en nosotros, encontramos en el fondo de nuestro corazón la
oposición a la entrada del Señor y de los demás. Es preciso vivir "acompañados", orientarnos totalmente hacia Jesús y por El y en El
hacia nuestros hermanos. Hemos de arrancarnos a la idea de que somos un club espiritual donde nos sentimos bien y se nos alaba. La
comunión fraternal no es fácil: exige desenmascararnos, rechazar pensamientos, hábitos mundanos. Ello exige el perdón, la compasión,
el amor al modo de Cristo, la ternura.

"Nuestros grupos de oración deberían ser lugares en los que hacemos la experiencia permanente de la misericordia y ternura de un
Dios que nos perdona y nos pide perdonamos los unos a los otros "setenta veces siete". Redescubrimiento de este combate que nos va
a conducir, de manera irreversible, a querer por el Espíritu Santo, la comunión de toda la Iglesia de Dios y la comunión de las Iglesias".
El precio que hemos de pagar para vivir la comunión fraternal será alto y, muchas veces profundamente doloroso. Pero "merece la pena"
dar todo por esta perla escondida, por este tesoro inapreciable.

5. 5. La experiencia de la duración

La tentación es muy variada y multiforme: tentación de cerrarse espiritualmente, de querer ser reconocido, de salir de la sombra, no
por Dios, sino por la gloria que se anhela y oculta; la tentación de abandonar el grupo porque me defraudan los defectos de mis
hermanos, porque me he desilusionado de mi, tentación de impaciencia... Todos lo hemos experimentado más de una vez. Pero la
fidelidad de Dios es el fundamento de nuestra fidelidad; fidelidad día a día que nos va sacando de nosotros mismos y haciendo entrar en
las manos misericordiosas de Dios. El Espíritu Santo está muy atento a asistirnos para que sigamos, cada vez más de cerca, la fidelidad
de Jesús a la voluntad del Padre.

6. 6. Redescubrimiento de la Iglesia en su cuerpo viviente

Nada más ajeno a la realidad de lo que debe ser y, por la misericordia de Dios, es la Renovación Carismática, que pensar en una
Iglesia con sus propios sacerdotes, sus propias misas... Sería una grave tentación que la arrastraría a ser una "secta". El descubrimiento
a que se alude es al descubrimiento de una Iglesia en su cuerpo viviente, del que somos nosotros miembros. Nuestra Iglesia es la que
"es", no la que soñamos. Y los sacerdotes, lo que son, a los que amamos como ellos son, a los que ayudamos con nuestras oraciones,
sufrimientos, servicios, amor, obediencia... Adhesión a la Iglesia, cuerpo de Cristo resucitado, viviente, operante por su Espíritu. La regla
de oro de la vida en la Iglesia es aceptarla, amarla, servirla porque es la Esposa de Cristo, a la que se nos introduce en el Bautismo. Es
la Iglesia Madre de Vida por los sacramentos recibidos como don de Dios. Y en el corazón de esta Iglesia se halla María, presencia y
actuación silenciosa y profunda como en Pentecostés. Ella está muy dentro de nuestro corazón y nos conduce, de etapa en etapa, a un
conocimiento, amor y servicio a la Iglesia de su Hijo Jesús.

7. La única misión de la Iglesia

"Hemos descubierto la única misión de la Iglesia. Algunos tienen tendencia a creer que los grupos de oración son una residencia
secundaria a la que vamos una vez por semana para tomar aliento, a reposar un poco, como se va al campo para airearse y después
volver enseguida al corazón del mundo, como si no estuviéramos en el mundo cuando oramos y cuando obramos. Nuestra Iglesia
podría morir de esta separación entre contemplación y acción, entre eficacia y oración. La oración, la comunión
fraternal y la evangelización proceden de un mismo aliento; es el mismo Espíritu y nosotros no podemos aceptar ser especialistas de un
aspecto o de otro como si los movimientos apostólicos no fueran también movimientos espirituales y como si los movimientos
espirituales no fueran también movimientos apostólicos.

No existe monopolio de la evangelización; no hay más que caminos y no hay más que el Espíritu Santo, maestro de la misión. Ahora
es el tiempo de la comunión fraternal porque Dios está urgido de salvar, y cada uno por nuestro camino, ha de llevar la Buena Nueva de
Salvación que hubiéremos percibido en la oración, en la escucha de la Palabra y en "reunión en el nombre de Cristo".

La evangelización se va a hacer en lo cotidiano para manifestar el rostro de Cristo Salvador. Los carismas no son otra cosa que
dones otorgados por el Espíritu para el servicio de esta única misión que es la edificación del Cuerpo de Cristo y la atestación de la
palabra de testigos que han encontrado a su Señor. Nosotros hemos de ejercerlos con simplicidad, humildad y verdad.

No se va a un grupo de oración para asistir a un espectáculo místico. Se va para acoger el don de Dios por los caminos que El
quiera, cada uno según su propia gracia, manifestada por el nombre que el Espíritu Santo le ha dado. El Espíritu Santo, porque es el
Amor, tiene una imaginación desbordante y de esto, todos nosotros hemos sido testigos.

B. Las llamadas

1. Una acogida más radical del Espíritu de Pentecostés y de los Carismas

El Espíritu de Pentecostés se nos ofrece gratuitamente y anhela dársenos. Nos invita a acogerlo con libertad y responsabilidad.

"No vamos a servirnos de Él para nuestra consolación personal o nuestro gozo. Lo acogemos para el mundo y, sobre la marcha,
seremos consolados".
El Espíritu Santo no está ligado, en su obrar, a nuestros estados de alma. El viene para liberarnos de nuestros pecados, tibiezas,
durezas interiores, condicionamientos, heridas, de cuanto nos impide crecer en Cristo cada día. Cada momento es nuevo para Dios. Los
grupos de oración han de cuidar de no dejarse encerrar, por compasión mal entendida, en estados de alma que le dificulten abrirse al
Espíritu y a los demás. Es muy dañoso dejarse engañar y cultivar la "laxitud de alma". Al mirar hacia atrás, hacia nuestra historia pasada,
hagámoslo para bendecir al Señor y su fidelidad.

Corremos el peligro de mirar al mundo y emitir un juicio de desesperanza: todo está podrido. El Espíritu Santo viene a liberarnos de
nuestros temores y desesperaciones. El está allí vencedor, para hacernos vencedores. Tengamos confianza en El. Ama al mundo, a
cada uno. Quiere salvarlos porque Cristo ha muerto y resucitado por amor para salvarlos.

No tengamos miedo, en particular, de ejercer los carismas. No son un ornato inútil, ni un elemento pintoresco de los grupos de
oración. Son para la construcción del Reino de Cristo y para anunciar el Evangelio. No podemos renunciar a los carismas sin dejar de
ser nosotros mismos. El hecho de que la caridad sea el mayor de los carismas, no dispensa del uso de los demás; son un camino de
humildad, de dependencia, de aprendizaje de la caridad y del servicio a los demás desinteresadamente.

Hemos de acoger el Espíritu Santo "radicalmente", porque El nos santifica y nos reviste de la fuerza de lo Alto para anunciar con
audacia el Evangelio. Nunca es tarde, por más edad que se tenga, para anunciar el Evangelio. El Espíritu renueva nuestra juventud.

Sí, acojamos radicalmente el Espíritu de Pentecostés; no escojamos entre los carismas ni los acaparemos. La Renovación
Carismática nos enseña también que más que hacer cosas con la ayuda del Espíritu, es El quien hace lo que quiere con nuestra pobre
ayuda que nos la pide día a día. Si creemos en esto, todo cambiará.

2. Una oración más unida a la de Jesús

Se trata de una oración unida a la de Jesús Salvador, a la que brota de su Corazón hasta el fin de los tiempos, que intercede al
Padre por la salvación de los hombres. Es la oración de Cristo en el Calvario, sobre la Cruz, en el Sagrario.

El Espíritu Santo nos da el poder entrar en la intercesión permanente de Cristo por la salvación del mundo.

La Renovación Carismática se siente profundamente atraída a la adoración al Santísimo Sacramento. Se trata, no tanto de revivir
una "devoción" cuanto de contemplar al Cordero Inmolado que se ofrece a nuestras miradas, a nuestro amor; pero también a los
insultos, a los pecados, a las heridas que llevamos. Rechazado, se ofrece como en la Cruz, como en la Misa, por la salvación del
mundo, al amor misericordioso del Padre. Esta debe ser, primordialmente, nuestra actitud ante el Sagrario: adorarlo, alabarlo, darle
gracias por su generoso ofrecimiento; su reparación, su amor que suple, compensa superabundantemente nuestros pecados, nuestra
"tibieza" e ingratitud. Y ofrecernos con El y en El, conducidos por la fuerza y el amor de su Espíritu, para la salvación del mundo. Cristo,
en el Sagrario, es también el Cristo de la gloria, resucitado: sol que ilumina, enciende, fortalece, triunfa en el amor. Jesús en la
Eucaristía es el signo viviente del amor que se entrega y triunfa. Nuestra actitud debe ser celebrar también su gloria, alegrarnos por El y
porque nuestros hermanos, por los que intercedemos, son los beneficiarios de la intercesión de Cristo a la que nos asocia y acepta
gozoso nuestro ofrecimiento unido al suyo para siempre en su Corazón traspasado.

3. Un amor más real y universal de los hombres. El compartir

"Entrar en el deseo de Cristo de que el mundo se salve, que no se pierda, cualquiera que sea el precio que haya que pagar. Hacer
de la salvación de los hombres la obra (única) de nuestra vida" decía Carlos de Foucauld. Vivir para ser instrumento en la salvación
ofrecida por Cristo, en el amor más real, más universal de los hombres.

"Un amor más real, esto es más concreto, es el amor que nos hace encontrar los medios de salvación y no técnicas. Un amor que
sea ternura compasiva, aunque también sea participación dolorosa. No tenemos el derecho de vivir como si no hubiera huelguistas,
como si no hubiera países en desarrollo en los que un 50% de los niños mueren antes de un año. No tenemos el derecho de vivir en
casas confortables cuando tantos hombres y mujeres no tienen el "mínimo" para subsistir. Se trata de que tomemos seria conciencia, en
nombre de Cristo Salvador que se entregó, desnudo, sobre la Cruz, por nuestra salvación. Sí, no se juega a orar. Orar es el medio más
seguro de no salvar su piel ni su portamonedas... Es el camino más directo, el atajo más directo". (Nada de esto excluye el uso de los
medios humanos en el espíritu del Evangelio, al contrario: es un fuerte estímulo para hacer creativa a la persona. El Vaticano II aborda
el tema frecuentemente y con vigor).

ÍC
Y un amor más universal: Lo sabemos bien (los hermanos dan testimonio de ello constantemente) la vida fraternal con todos los
hombres, tales como son, debe ser el corazón de nuestras asambleas de oración. Yo no he escogido a mi prójimo, no he escogido a mis
hermanos, pero no puedo hacer que ellos no sean mi prójimo, que no sean mis hermanos, aunque ellos me molesten".

4. El enraizamiento en el nuevo "aliento" evangelizador

Hay en Dios para el mundo un proyecto misericordioso mucho más amplio que todos nuestros proyectos. El es el que hace que los
límites de los nuestros sean rebasados. "No es a partir de la revisión de nuestros métodos, ni de las discusiones teológicas (...) donde
vamos a recibir un nuevo "aliento" evangelizador para el mundo, sino a partir de la contemplación del Reino".

Esto es lo que constatamos en los Hechos de los Apóstoles en los que se nos muestra a Jesús hablando a sus discípulos del Reino
de Dios durante cuarenta días.

El deseo de un mundo nuevo, nuevo en el estadio en que vivimos, y nuevo definitivamente en la gloria del Padre, es quien nos lanza
a una nueva evangelización, con la fuerza del Espíritu.
"A nosotros toca consolar a los niños perdidos, a nutrir a los que tienen hambre para apresurar el tiempo y que el mundo nuevo
pueda venir de lo Alto, porque no somos nosotros los que construimos el Reino, lo recibimos. Pero depende de nosotros el hacer que
Jesús, cuando venga, pueda ser reconocido y acogido. Así en la contemplación como en la acción, no dejaremos de "aspirar" por el
Espíritu Santo para ir al mundo entero".

"Yo creo que la Renovación está a punto de redescubrir de hecho, una teología de la misión arraigada en la contemplación del
Reino de Dios que viene, una teología de la misión arraigada en el Apocalipsis, en la contemplación de aquellos a quienes vamos.
Tenemos, en nuestros grupos de oración, que estar dispuestos a manifestar el don que se nos ha hecho, y sin cesar, despertar el deseo
de Dios del que nuestro bautismo y nuestra confirmación han puesto el germen en nuestro corazón.

Por esto, yo pienso, estamos en el corazón del mundo. Un cántico canta esta palabra que, si no me equivoco, no es muy ortodoxa:
"Si vivimos en el corazón del mundo, vivimos en el corazón de Dios". Yo creo que es lo contrario y que es necesario decir y manifestar
que "si vivimos en el corazón de Dios, vivimos en el corazón del mundo". Tantos pobres gritan hoy hacia un Dios desconocido, gritan por
la salvación sin saber nombrarla. Esta salvación tiene un nombre: es Jesús, mi Señor y mi Salvador. Y llega el tiempo en que todos los
buscadores de Dios, todos los poseídos por el deseo de Dios, verán venir a Cristo en gloria. Puede ser dentro de mil años, puede ser
mañana, no sé nada. Estamos en los últimos tiempos a partir del día de Pentecostés y tenemos que conducirnos como testigos del
Cordero.

Termino pidiendo con vosotros a María marchar con nosotros en esta peregrinación de la fe que es nuestra vida, tal como es,
humildemente, al nivel de las margaritas. Que ella nos acompañe también en la vida de nuestros grupos de oración, sean pequeños o
grandes, poco importa. Lo que importa es la capacidad de amor que irradien, todo lo demás no tiene importancia

(En este apéndice 3ro. hemos seguido muy de cerca el excelente artículo de G. Blaquiere: Les Graupes depriere.
Témoignages etappels, Tychique, n. 77, Janvier, 1989,3-11. Las citas tomadas se hallan en las páginas 6,7- 8,9-10,11).

4to. ORIENTACIONES EN EL USO DE LA GUIA PARA LA FORMACION DE SERVIDORES EN LA RENOVACION CARISMATICA

La Guía puede ser utilizada a modo de libro de texto para las ciases. Puede servir, por tanto, para profesores y alumnos, pero
utilizado de modo diverso:

Tratándose de un curso de iniciación creemos ser suficiente darles, sustancialmente, la materia que en El se trata. Esta se les
ampliará a lo largo de los años que abarca la Escuela de Servidores, y se tratarán temas que aparecen en otros tomos.

Sin embargo, tratándose de los profesores que imparten la enseñanza, no deben bastar los conocimientos que se consignan,
aunque sean suficientes para el alumno. El profesor debe, si es posible, dar de su "superabundancia". Esto quiere decir que él ha de
conocer y tener la experiencia en mayor profundidad de lo que enseña. Por eso, se le recomienda vivamente la lectura y relectura de los
tomos, sin excluir libros y artículos que tocan la materia enseñada por él; la asistencia a retiros, etc., en los que la competencia y
experiencia vivencial de las personas que los dirigen, sea una aportación valiosa para incrementar lo que conviene que él posea como
tesoro comunicable a sus alumnos, aunque solamente sea a través de una irradiación que brota espontáneamente de cuanto se tiene y
se vive. Es capital que el profesor domine la materia y que prepare sus clases mediata e inmediatamente.
I. Profesores

1. Omitimos dar norma alguna referente al modo de impartir las clases fuera de apuntar ligeras indicaciones. Suponemos que los
profesores son expertos en el conocimiento de los principios psicológicos y pedagógicos de la enseñanza. Nada que sea útil para una
capacitación más eficaz de los "servidores" de la Renovación Carismática en los grupos de oración, debe ser omitido.

Dios, en su modo de actuar, respetando las cualidades y ciencias de que El mismo es autor, inserta la acción de su gracia en estas
realidades humanas para producir efectos que las sobrepasan. Estemos atentos a esta invitación del Señor, siempre confiando
plenamente, ante todo y sobre todo, en su obra de la que somos pobres instrumentos.

2. Como un recurso que suele dar resultado, para que el alumnado concreto aumente su provecho de las clases, es situarse en un
nivel intermedio, es decir, adaptarse en la explicación a aquellos que suelen tener una capacidad media de captación. A partir de ahí,
dar la doctrina, insistiendo en lo que es más importante, de modos diversos. A los que se vaya viendo retrasados, se les puede sugerir
que se beneficien de la ayuda de otros más rápidos y precisos en la comprensión. La caridad que suele haber entre los servidores les
hará poner a disposición de sus hermanos las cualidades que el Señor les ha dado para usarlas en el amor y el servicio.
3. Es provechoso comenzar la clase aludiendo a la anterior y resumiendo, brevemente, incluso a través de un diálogo con los
alumnos, los puntos más importantes de la anterior.
4. La doctrina expuesta deberá ser completada con los correspondientes talleres prácticos.

Estos los puede dar en la misma clase el profesor, si es persona capaz de dirigirlos provechosamente u otra llamada para el caso.

En esto como en otros aspectos de la clase que requieren la intervención del responsable de la Escuela, cuéntese con él para que
facilite el modo, la persona, el local, día, etc.

5. Es importante que, aunque las clases no deben perder su aspecto primordial de dar doctrina, se tenga también en cuenta, hasta
donde sea posible, el aspecto vivencial de su exposición. Si el profesor está familiarizado con el modo de ser y actuar en la Renovación
y es persona entregada al Señor, con experiencia personal de oración, esto brotará casi insensiblemente y será captado por los alumnos
que se beneficiarán doblemente. En todo caso, cada uno se expresa según su personalidad. Lo dicho es solamente a modo de
indicación.
6. Algo que ha pasado ya a ser patrimonio de la Renovación, es comenzar las diversas actividades, en este caso la clase, con un
tiempo dedicado a la oración comunitaria. En las clases, fuera de casos excepcionales, no se puede alargar el tiempo. Cuatro o cinco
minutos, llenados con un canto apto y una oración sencilla y fervorosa, dirigida por uno de los asistentes, crean un ambiente de
hermandad, de disposición interior a escuchar al que para ellos es el representante del Señor para recibir su instrucción. Es muy
conveniente que el profesor, aunque personalmente no esté adherido a la Renovación Carismática, respete estos modos y, mejor aún, si
los propicia, y si él mismo dirige alguna vez la oración.
7. Un recurso que la experiencia nos ha dado ser muy provechoso y estimulante son los exámenes. Desde luego, tiene que haber
un control discreto de la marcha de la clase en cuanto a su comprensión y asimilación de la enseñanza. Esto es importante y los
profesores deberán, dentro de una sana libertad en el modo, estar dispuestos a valorar el aprovechamiento de cada alumno.

Anunciarles al comienzo del semestre los exámenes que se propondrán 15 días antes de terminarse con sana flexibilidad. Se
proveerán mimeografiadas las preguntas y cada alumno contestará a cada una de ellas con la suficiente amplitud que pueda constatar
su aprovechamiento y el grado. Los días anteriores a la terminación del semestre entregarán todos su examen y el profesor los
examinará y calificará de modo que cada alumno sepa si debe repetirlo o no.

Hecho de un modo flexible, pero en moderada exigencia, ayuda no poco este sano recurso humano al interés y aprovechamiento.

8. El profesor velará discretamente sobre la asistencia a la clase. Lo mejor es la competencia y modo de desarrollarlas. Pero no está
de más que aluda, cuando le parezca oportuno, a la necesidad de perseverar en asistir con asiduidad. Sobre este aspecto y otros, la
Escuela tiene normas concretas que ayudan a la formación de los alumnos a través de una asistencia habitual. La importancia del
ministerio que se les encomendará a los servidores, no pide menos.
9. El profesor, dentro de la abundancia de material, elegirá lo más importante de cada tema, evitando dos extremos: querer dar
demasiado, con peligro de una comprensión y asimilación deficientes y detenerse excesivamente, con el riesgo de no poder tocar ni lo
fundamental del núcleo de cada semestre. No debe pretender dar ni comentar todas y cada una de las citas bíblicas. El profesor
seleccionará las más importantes y en ellas se detendrá no más de lo conveniente.

Demás está indicar que, dada la unidad temática y la semejanza de algunos temas, éstos se rozarán no raras veces entre si. No se
le preste demasiada importancia. Tratándose de aspectos fundamentales, si se acierta hacerlo con variedad, contribuirá a grabarlo más
profundamente. Lo importante es que, en cada uno de los semestres, los alumnos estén bien claros sobre el núcleo básico y lo vayan
asimilando en creciente profundidad. En todo esto ayuda mucho que el profesor recalque al comienzo, el objetivo de la clase que se
dispone a impartir. El uso de la pizarra, y otros medios pedagógicos, se recomiendan por si solos.

10. Es muy útil proporcionar a los alumnos un esquema algo detallado de la explicación que se ha hecho en clase. Les ayudará
notablemente a completar lo oído y copiado en la clase. Basta con que sea mimeografiado, pero clara y pedagógicamente presentado.

COMPLEMENTO

Esta Guía aunque puede beneficiarse mucho el alumno con su lectura y asimilación, está hecha, sobre todo para ayuda del profesor.
Por eso, dentro de su limitación, se tratan las instrucciones con cierta abundancia y relativa profundidad.
De ello el profesor seleccionará lo más conveniente para el grupo concreto. No debe recargarlo ni detenerse en aspectos
secundarios. Y cuanto exponga sea en la mayor claridad y armonía en un núcleo fundamental en cada instrucción.

Creemos que este Manual puede servir o, al menos, prestar una ayuda valiosa a otros modos de formación: a Escuelas que
disponen de menos tiempo y adoptan una manera menos sistemática; que pueda aprovecharse aun para retiros, convivencias, etc. en
orden a la formación de los servidores, pero en el supuesto de que se selecciona y adapta lo que parece más necesario o conveniente,
a la situación concreta de aquéllos a quienes se trata de formar.

En las notas, relativamente abundantes, se pretende orientar a los profesores sobre bibliografía y añadir complementos que ha
parecido mejor no incluirlos en el texto. En general, es un material facultativo que el profesor debería consultar. Puede ayudarle a
complementar el texto o profundizarlo; no tanto en orden a exponerlo en las clases, cuanto a enriquecerse e, indirectamente, a
beneficiar a sus alumnos.

En estas instrucciones de los semestres de la Escuela de Formación, solamente tocamos el aspecto de la Renovación Cristiana en
el Espíritu Santo. Prescindimos en ellas de la segunda línea, que, a través de todos los años de la doble escuela se sigue: la Sagrada
Escritura.

Esta Guía, aunque es muy conveniente sea utilizada también por los alumnos, no exime en modo alguno de la asistencia a las
clases. Al contrario, debe ser un estímulo para asistir y para perseverar en ellas. Sin este requisito difícilmente se estará preparado
convenientemente para dirigir los grupos de oración tal como hoy se requiere y pide la R. C. La responsabilidad del servidor se ve
especialmente comprometida si no se aprovecha la formación que el Señor quiere proporcionarnos y que tanto reclaman los Papas, las
Conferencias Episcopales... los líderes de la Renovación Carismática.

NOTA

Por "servidor" se entiende aquí lo que en otras partes se designa con el nombre de "líderes" o "dirigentes"; es decir, solamente los
que dirigen grupos de oración.

Con más razón los que forman parte de los diversos equipos: nacional, diocesano, sede o parroquial de la Renovación carismática,
aunque ocasionalmente no dirijan algún grupo de oración.

II. Alumnos

Por más que sean indicaciones y te parezcan bien conocidas y aun practicadas, léelas con el corazón abierto. En ellas habrá algo
ya aprendido que necesitas recordar y algo nuevo que te aprovechará no poco para progresar en tu formación para un ministerio,
importante a nivel de la Renovación Carismática y la Iglesia.

1. Esta Guía no quiere ahorrarte el esfuerzo y constancia que se necesita en todo aprendizaje. Quiere facilitártelo no poco. Por
tanto, la actitud "activa" de atender, tomar las notas convenientes en clase, completar, repasar, etc., ha de estar tan viva en ti como si no
lo tuvieras. De otro modo, te perjudicaría en vez de ayudarte. Serías como los malos alumnos que se pasan la clase distraídos porque lo
que dice el profesor lo tienen en el texto. Precisamente éste, sabiamente utilizado, debe suscitar una atención más viva y pacificante; no
menos activa y expectante.
2. No caigas en la trampa de "agarrarte", en una mal disimulada pereza, a la frase socorrida de que, a la hora de actuar, ya te
ayudará el Espíritu Santo. La actitud de cargarle a Él con toda la responsabilidad, indica una comprensión muy deficiente de la actuación
de la gracia. No podemos confundir la seria preparación requerida por la misma esencia del ser "instrumentos" del Señor con la
confianza "imprudente" que viene a negar la sana, cristiana, necesaria confianza en la ayuda del Señor; mejor, en su obra
esencialmente primaria, insustituible por los recursos humanos. Ambas realidades: el "sin mí, nada podéis" de Jesús, y su invitación a
emplear cuantos "talentos" nos ha dado en nuestra misión de "instrumentalidad" deben armonizarse. San Pablo en su vida concreta
apostólica y en sus escritos inspirados es un testigo de excepción de cuanto decimos a este propósito.
3. Te sugiero brevemente el modo cómo puedes utilizar provechosamente la Guía sin que reste para nada a tu actividad dentro y
fuera de la clase y pueda convertirse en una ayuda valiosa para comprender y asimilar la doctrina (y la práctica) de lo que percibes.

a) Pre/ée si te es posible, la materia que el profesor explicará en clase. Puedes hacerlo con varios días de antelación. Es preferible
que sea inmediatamente antes de la clase.

No te inquietes si no captas nada o casi nada. No se trata de estudiar la materia, sino de un primer contacto con ella, que facilite la
comprensión de la misma. Los estudios psicológicos avalan, con toda garantía, este procedimiento.

b) Sé activo durante la clase: atiende bien, sin tensión interior. Toma las notas convenientes. Completa lo importante que el
profesor añade o que se te pueda ocurrir, inspirado en la explicación del Maestro y en la acción del Señor en ti.

Esto, pasado después por el cedazo de la reflexión y del discernimiento, te irá enriqueciendo considerablemente.

No lo olvides: el responsable aprovechamiento de la clase es lo principal. Pero esto supone un esfuerzo pacificante y una constancia
de trabajo contra la que nos vemos tentados por nuestra innata pereza.

c) Vuelve después sobre lo oído, teniendo presente la guía y los apuntes. Emplea un tiempo discreto varios días después y
alguno antes de la clase siguiente. Este trabajo de repetición es indispensable para asimilarlo. No se trata de retenerlo de memoria, sino
de irlo asimilando paulatinamente.
Estos dos factores: el esfuerzo sostenido y la repetición vienen a ser a nivel humano, los dos puntales del éxito en el aprendizaje y
del ahorro de tiempo. Si a esto se añade, como factor principal, la ayuda de Dios con la que puedes y debes contar, y que tú atraes y
aumentas por el ambiente y recurso constante, confiado a la oración, tu progreso se hace más rápido, seguro, y aun agradable.

d) Un consejo, omitido frecuentemente por sabido, que te recuerdo, es el siguiente: anota las dificultades que vayan saliéndote al
paso respecto de la materia explicada y relacionadas con ella; apunta brevemente lo que te parezca haya quedado oscuro, las
aclaraciones y complementos que necesites. No lo confíes a la memoria. Te puede fallar.
e) Si crees que te ayuda a aprovechar más, no dudes en estudiar o repetir con algún compañero de clase, supuesto que él haya
captado mejor las explicaciones.

4. Es muy importante no sólo para ti mismo, sino también para el grupo en que servirás, seas una persona de doctrina segura. Por
eso vela, especialmente, para que los conocimientos de tu fe católica se vayan purificando, consolidando. Esto te exigirá un estudio serio
y continuado, bajo la dirección de personas competentes de toda garantía. Por eso no se puede correr el riesgo de tomar como maestro
a cualquier persona, sino a aquéllas que han sido autorizadas, en nuestro caso por los Obispos que pueden delegar en los diversos
Equipos de la Renovación. También aquí pueden hacer una obra muy beneficiosa los párrocos.

5. La importancia de los consejos dados, hace que vuelva, brevemente sobre ellos a modo de resumen. Necesitamos mucho ver las
cosas en su verdadera luz y actuar en consecuencia. Una autoridad tan reconocida en la Renovación Carismática como Mons. Uribe
Jaramillo nos urge a evitar la ignorancia respecto de cuanto necesitamos saber sobre los carismas de los que entonces está tratando.
Cuanto afirma de este campo importante, pero limitado, hay que extenderlo a otros aspectos de la Renovación. Esta persuasión es la
que ha dado origen a las Escuelas de Formación hoy, gracias a Dios, tan extendida. Al lado de este cuidado para no desconocer lo que
es necesario o conveniente saber al servidor, se halla el que, inmediatamente, toca: hacernos cada vez mejores instrumentos del Señor.
Incluso el porvenir de la Renovación Carismática está, en gran parte, ligado a la buena formación de los servidores. Este es el gran reto
que tiene ante sí la Renovación, en frase de los Obispos norteamericanos, en su Documento sobre la misma, de Mayo 1984.

Por eso cuanto se ha indicado respecto de la diligencia en aprender, es plenamente válido. Pero en este campo, que tiene por
finalidad capacitarse para ser usados por el Señor como instrumentos en su obra como servidores de un grupo de oración, se ha de dar
la primacía a la "ayuda de Dios", sobre la "ayuda propia".

De otro modo, sin omitir la capacitación humana, el cultivo y perfeccionamiento de los dones naturales, se han de valorar sobre todo
los sobrenaturales. Se ha de contar, especialmente, con la providencia paternal de Dios que quiere actuar también en los esfuerzos
humanos que ponemos para infundirles una nueva vida y eficacia; para hacerlos fructificar más allá de lo que, por sí mismos, puedan dar
de sí.

Por eso, ten muy presente no sólo la oración, sino la apertura a la acción del Espíritu que anhela actuar en nosotros poderosamente.
Ambos aspectos, las dos realidades que entran en juego en tu preparación como servidor deben ser muy tenidas en cuenta, sin elevar
una a costa de la otra. Pero siempre dando la primacía a lo que de hecho y de derecho le corresponde: a la ayuda del Señor.

Por eso, aunque no insista con palabras encarecidas, tenlo por dicho de una vez para siempre. También aquí el servidor debe ser
esa persona equilibrada que la importancia del ministerio encomendado requiere.
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11 E. E. Larkio, a. c., 43-68.

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