Está en la página 1de 2

Jenofonte

(427 a.C. – 355 a.C.)


A este discípulo de Sócrates se le considera uno de los precursores antiguos de la ciencia
económica. Su trabajo fue fecundo en aportaciones a las ciencias administrativas. Intentó, al igual
que Isócrates, orientar con su obra la confusión política e individual que siguió a la derrota de
Atenas en la guerra del Peloponeso. Sin embargo, Jenofonte no fue tanto un logógrafo como un
hombre de acción que reflejó sus experiencias personales en sus obras o tratados.
Fecundo: que produce gran cantidad de obras y resultados.

La toma de decisiones en las múltiples ocupaciones de los griegos de aquellos años fue también
uno de los temas de abordó, haciendo hincapié en la comparación entre eficiencia e ineficiencia.
La eficiencia económica se refiere a una situación económica en la que hay una asignación o
distribución óptima de recursos con un desperdicio mínimo y una ineficiencia menor. La
ineficiencia es la incapacidad de poder cumplir una tarea de una manera óptima. Es decir,
utilizando la menor cantidad de recursos posibles. En otras palabras, la ineficiencia es la
imposibilidad de realizar una actividad o alcanzar una meta al menor coste y en el menor tiempo
posible.

En su libro El económico, analiza la organización y la administración, y en caminos y medios


comparte sugerencias y opiniones sobre la recuperación económica de Atenas durante el siglo IV
a.C. En estos textos, Jenofonte reconoce la naturaleza del “activo físico” del entorno (la tierra en la
concepción moderna de economía) y deposita en el individuo la capacidad de dirigir y administrar,
de ser responsable y maximizar los excedentes económicos

Según Jenofonte, la buena administración requiere habilidad, orden y sabiduría para delegar el
trabajo, acto que afianza un elemento fundamental para la economía moderna: la división del
trabajo, a la cual considera una herramienta para mejorar la calidad y cantidad de los bienes
producidos, planteando que un trabajador con un cargo especifico gana experiencia, velocidad y
puede idear la manera de mejorar su trabajo.

Para Jenofonte, el líder es un individuo excepcional que organiza toda actividad humana, enfrenta
las adversidades que provienen de las fuerzas de la naturaleza y no, como sucede ahora, de un
entorno de economía competitiva, comprender esta visión resulta más fácil si recordamos que los
griegos no habían desarrollado el concepto de mercado existente en nuestros días.
En aquella época, aunque la compra de bienes se consideraba una actividad antinatural, la
habilidad de los seres humanos para extraer de la naturaleza todo cuanto fuera necesario para
satisfacer sus necesidades era ya reconocida como el motor de la economía. El problema
económico, según Jenofonte, era cómo reunir los elementos productivos de una unidad agrícola
en una operación más eficiente. Y más aún de unidades más grandes de la época como las
operaciones militares, la navegación y el manejo de la ciudad.

Así mismo, establece algunas ideas que han trascendido a la economía moderna, relativas al valor
subjetivo y los rendimientos marginales:
Cuanto mayor es el numero de platos superfluos que se ponen delante de un individuo, más pronto
le asalta una sensación de hartazgo; así, en lo que respecta a la duración de su placer, también el
individuo al que se le ofrecen muchas posibilidades está peor que el que disfruta moderadamente
de la vida.
En este párrafo nos habla de la subjetividad del valor y al mismo tiempo nos induce a pensar en
aspectos como la utilidad decreciente, según la cual los consumidores van experimentando un
descenso de utilidad (satisfacción) que les provoca consumir una unidad más de un bien
determinado. Por ejemplo, un individuo con mucha hambre encontrará en el primer plato de arroz
que se como gran satisfacción o “utilidad”; al consumir el segundo ésta será menor, y así
sucesivamente, hasta que un probable quinto plato le produzca malestar. Comer un plato de arroz
puede ser bien, pero consumir cinco quizá resulte en un perjuicio.

Así mismo, una bicicleta puede resultar un excelente medio para avanzar distancias en tierra,
pero, sabemos que es un pésimo instrumento para atravesar el océano, así que el carácter de bien
o mal se establece desde la perspectiva e intención del usuario y no se puede proponer como algo
universal e irrevocable. A esto se refiere la subjetividad del valor, que abordaron diversas escuelas
económicas: son bienes aquellos objetos o productos de los que podemos beneficiarnos. La idea
de la subjetividad de lo bueno frente a lo malo es una de las ideas principales del pensamiento
griego, legado a nuestra época, cuyas repercusiones también hemos observado en la economía
moderna. Jenofonte también observó que un mismo objeto puede ser un bien o un mal,
dependiendo del enfoque de quien lo use. Por ejemplo, una computadora es un bien para quien
gusta de la computación; sin embargo, para alguien que no sepa utilizar, no lo es, a menos de que
la utilice para intercambiarla o venderla, adquiriendo así carácter comercial.

Según Jenofonte, la agricultura es la actividad más productiva y, por lo tanto, la principal fuente de
riqueza, sostenimiento y prosperidad de los pueblos. Por eso dice que: “La agricultura es la madre
y nodriza de las demás artes”. Entre los autores que escribieron sobre cuestiones agrícolas (más o
menos inspirados en la obra de Jenofonte) destacan:
Catón el Viejo (116 a.C.-149 a.C.) con su Tratado de Agricultura.
Varrón (116 a.C.-27 a.C.) quien escribió: Rerum rusticarum libri III
Cicerón (106 a.C.-43 a.C.) que con el título de Oeconómica tradujo el Económico de Jenofonte.

También podría gustarte