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El poder del sistema de transmisión automotriz

Para la mayoría de los propietarios de automóviles, el componente clave del sistema de transmisión que más les
preocupa es la transmisión automática, una maravilla de ingeniería de cuatro, cinco o seis velocidades con control
electrónico. Es el dispositivo que conecta el motor con las ruedas, haciendo que el auto avance. Si funciona en la debida
forma, ofrece cambios de velocidades increíblemente suaves, fluidos y uniformes. Si falla y el auto no quiere avanzar,
estás frente a una costosa factura por reparación.

El sistema de transmisión transfiere potencia del motor del automóvil a las ruedas propulsoras. Varios componentes
participan para hacer este trabajo. La transmisión cuenta con varias relaciones de engranajes, la diferencia entre la
velocidad del motor y la velocidad del vehículo para mantener el motor en su banda de potencia eficiente en el rango
completo de velocidades útiles del vehículo. Desde la transmisión se transmite potencia a las ruedas propulsoras a
través de ejes y flecha motrices. Un diferencial permite que las ruedas propulsoras izquierda y derecha giren a
velocidades diferentes (lo que es necesario cuando se da vuelta en una esquina), y otros componentes como los
cojinetes de las ruedas y las juntas universales mantienen funcionando de manera uniforme las partes móviles.
En términos de mantenimiento, hagamos las cosas sencillas. Cambia los lubricantes de cada componente del sistema de
transmisión cada tres años o cada 50 000– 80 000 mil kilómetros. Esto incluye la transmisión, la caja de transferencia (si
tiene tracción en las cuatro ruedas) y los diferenciales.

Transmisión

Las transmisiones son de dos tipos básicos: automáticas y manuales. La transmisión manual ha existido desde los
primeros vehículos de motor y, como su nombre lo indica, implica un dispositivo controlado por el propietario/operador,
que transmite potencia a las ruedas. La transmisión automática, por otra parte, fue desarrollada e introducida en los
automóviles después de la Segunda Guerra Mundial. No requiere una participación directa del conductor una vez que la
palanca se pone en la posición “drive” (directa) y libera al operador para que se concentre en conducir o en otras cosas.

Pero a fin de cuentas, ¿para qué necesitas una transmisión? ¿Por qué no acoplar tan solo el motor directamente con las
ruedas propulsoras, más o menos como en una podadora de césped? La respuesta, en una sola palabra, es la velocidad.
Si tu podadora necesitara alcanzar una velocidad de 80 kilómetros por hora, entonces necesitaría una transmisión. Pero
como no puedes caminar ni correr tan rápido, la máquina se las arregla con una sola velocidad.

La tarea principal de cualquier transmisión es hacer que la velocidad del motor corresponda con la velocidad del
vehículo. Los motores de combustión interna producen una potencia útil en un rango específico de velocidades del
motor o rpm, revoluciones por minuto. Este rango de rpm no tiene la amplitud suficiente para cubrir el rango de
velocidades que puede desarrollar el vehículo. Aún más importante, el motor tiene un punto de máxima eficiencia en
cuanto a las rpm en el que es eficiente, suave, silencioso y con la potencia suficiente para hacer bien su trabajo.

Así pues, la transmisión se utiliza para mantener al motor en ese punto de máxima eficiencia de rpm en el rango de
velocidades del vehículo. A bajas velocidades, la transmisión ofrece una relación alta entre velocidad del motor y
velocidad del vehículo en movimiento, relación que entrega muy buena potencia y aceleración. A medida que aumenta
la velocidad del vehículo, la transmisión reduce esta relación de manera gradual, lo que significa que el vehículo está
viajando a una mayor velocidad. A final de cuentas, el motor estará produciendo su mejor eficiencia a velocidad de
crucero, maximizando el kilometraje por combustible.

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