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TESIS DOCTORAL
ABREVIATURAS
AGRADECIMIENTOS
La elaboración de esta tesis doctoral no hubiera sido posible sin el apoyo continuo
de muchas personas. Agradezco a Pedro Ibarra sus primeras orientaciones y a Cristina
Carrasco la atención que me dedicó al inicio de esta tesis. También a las profesoras y
compañeras que participaron en los proyectos Mageeq y Quing, de forma especial a María
Bustelo, Mieke Verloo, Silvia López y Elin Peterson.
La Asociación Española de Ciencia Política y de la Administración me dio la
oportunidad de exponer mi estudio en el Seminarios de Doctorand*s de 2009. También
Marcos Engelken organizó una discusión de la metodología de la tesis en la Universidad
del País Vasco que fue de gran utilidad. Y agradezco la invitación a participar en las 2as
Jornadas de Investigación Social del Departamento de Sociología I (Cambio Social) y
Psicología Social de la Universidad Complutense de Madrid. Los comentarios de Elena
Beltrán y Amparo Serrano, así como los de Carlos Prieto fueron muy relevantes. Por el
grupo de investigación Antígona de la Universitat Autònoma de Barcelona, destacando a
Encarna Bodelón y Noelia Igareda, siempre me he sentido apoyada en mis quehaceres
académicos.
A David Sánchez y a Ignasi Camós les agradezco la revisión de la línea histórica,
a Patrícia Soley sus aportaciones metodológicas y a Marta Cruells la discusión del marco
teórico. A Jesús Serrano le doy las gracias por su paciencia, por todos los cables
bibliográficos y de edición que me ha brindado, y por estar presente en este parto y en los
futuros. Además de todas las activistas, responsables políticas y sindicalistas a quiénes
entrevisté, este trabajo no sé entiende sin las aportaciones – implícitas y explícitas,
experienciales y afectivas – de todas mis amigas, compañeras y compañeros de vida.
Tampoco sin el apoyo de mis padres, Antonio y Puri y el calor en la distancia de mis
hermanos, Laura y Kónrad. A Pilar Giménez, codirectora de la investigación, le agradezco
su apoyo constante que viene de lejos. Por último, me cuesta imaginar esta tesis sin la
dirección de Emanuela Lombardo. Su amistad y disciplina, cariño y excelencia han
contribuido de manera sustancial a que este trabajo sea hoy en día una realidad.
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Trabajo y Género en el Movimiento Feminista y de Mujeres en el Estado español
(1988-2012)
DE OBRERAS, CUIDADORAS Y ACTIVISTAS
INTRODUCCION
i) Presentación
Esta tesis trata las aportaciones de los discursos del movimiento feminista y de
mujeres al debate sobre ‘trabajo’. El ‘trabajo’, desde su resignificación necesaria, continúa
teniendo hoy en día una posición privilegiada para escrutar y profundizar en la
construcción colectiva de sociedades más justas. Así, el objetivo principal del estudio es el
de contribuir a clarificar, desde una perspectiva de género, el sistema del trabajo que se
genera a partir de finales del siglo XX. Para ello analizamos los discursos sobre trabajo y
género del movimiento feminista y de mujeres – a partir de ahora MFM - en el Estado
español entre 1988 y 2012 y elaboramos una evolución histórica que engloba todo el siglo
XX.
Vamos a prestar atención a las transformaciones de lo económico y lo político a
partir de los problemas y las demandas sobre género y trabajo expresadas por el MFM
entorno a las dimensiones de justicia de redistribución, reconocimiento y representación.
Desde diferentes estrategias feministas, la mayoría de los planteamientos retan la
hegemonía discursiva que rige el trabajo en la actualidad. Los desafíos se muestran en la
extensión y el desplazamiento de marcos de interpretación ya consolidados, y desde la
interseccionalidad del género con otras categorías de desigualdad en los sujetos del
trabajo y en los sistemas de desigualdad – capitalismo, patriarcado, racismo,
heteronormatividad, sostenibilidad…-. La (re)organización de tiempos y de trabajos, y
los marcos vida y precariedad centran la práctica discursiva del MFM durante el periodo
de estudio. Una de las contribuciones principales de esta tesis es la definición triádica de
trabajo como cualquier actividad de las personas que genera valor económico, humano y
político.
Dos motivaciones principales guían esta investigación. La primera es la de realizar
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aportaciones teóricas y empíricas tanto a los estudios de trabajo desde una perspectiva de
género, como al análisis del MFM en nuestro contexto. Pensamos que los vínculos entre
las dos temáticas no han sido suficientemente explorados y su estudio puede ayudar a
profundizar en la comprensión de elementos fundamentales de la Ciencia Política actual.
Además, la mirada al trabajo - integral y holística- del MFM permite ahondar en este
propósito. La segunda motivación parte de inquietudes personales ante las injusticias y las
desigualdades sociales. En momentos como el actual de retroceso de los derechos
laborales, políticos y humanos toda contribución a la reflexión y a la práctica política es
necesaria. La revisión histórica que realizamos ayuda a contextualizar las luchas en el
mundo laboral y también en la vida cotidiana, permitiendo recordar muchas conquistas
que ahora vemos peligrar. La cercanía de los discursos del MFM analizados muestra otras
tantas vindicaciones que todavía están por lograr. Por nuestra parte, no cejaremos en
visibilizar y combatir toda forma de explotación, invisibilización o deslegitimación.
Creemos que una acción política activa en la construcción de sociedades más justas y
solidarias, a partir del empoderamiento individual y la práctica colectiva – con ternura,
afectividad y bondad – es fundamental en este empeño.
El interés académico por el MFM surgió en las clases de doctorado, cuando por
primera vez tras muchas horas lectivas, hubo sesiones en las que se habló de agentes
políticos más allá de los partidos. Así que la investigación del DEA la consagré al MFM
en la ciudad de Barcelona, y a aprender de ellas. Al retomar la tesis doctoral tras un paro
académico para opositar, no me desprendí de mi empleo como técnica en política social,
ni del MFM. Quería seguir abordando su acción colectiva, esta vez a partir de la praxis
discursiva. Cuando cayó en mis manos el “Iustitia Interrupta. Reflexiones críticas desde
la posición postsocialista” de Nancy Fraser el objeto de estudio de la tesis estaba casi
perfilado. El libro fue muy útil para conformar la hipótesis y elaborar algunas de las
preguntas que se han mantenido a lo largo de la investigación: ¿también en nuestro
entorno, ha prevalecido el reconocimiento sobre la redistribución? Si en efecto así ha sido,
¿qué consecuencias ha tenido en la igualdad de género? Y ¿cómo se ha plasmado en los
discursos del MFM sobre el trabajo? “Iustitia Interrupta” con sus dos dimensiones de la
justicia de género, la redistribución y el reconocimiento, afianzaba la bifocalidad testaruda
en la que estaba sumida. Los últimos coletazos de las divergencias entre feministas de la
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igualdad y de la diferencia que vivíamos en Barcelona de nuevo apuntalaban esa
perspectiva bifocal, dicotómica y parcial de la realidad de un movimiento social rico e
innovador. Aunque se estaban gestando otros modelos de acción política feminista era
difícil determinar qué es lo que sucedía en esa nueva ebullición participativa.
Por aquel entonces, en la medida de lo posible, se amplió el espectro espacial a lo
que podía estar ocurriendo en el feminismo en otros puntos del Estado. La hipótesis se
sustentó en una sospecha que aparecería explicitada en muchos documentos del MFM: la
impresión de que, en los últimos años, gran parte de este movimiento social – como tantos
otros- había olvidado lo que sucedía en el mercado laboral; las vindicaciones
redistributivas habían perdido peso en una maraña identitaria. Celebrábamos la explosión
de identidades múltiples, pero pensábamos que no debía conllevar desinterés por otras
luchas, y más cuando las desigualdades económicas iban en aumento. Con el análisis de
los textos del MFM se ha comprobado que la preocupación era fundada, aunque esa
traslación de energías reflexivas y activistas había sido necesaria para arrojar luz a otros
aspectos de la justicia social.
La resonancia de Seattle en 1999 dejó formas de movilización social inéditas,
prendiendo mechas que dieron fruto a los Foros Mundiales e iniciativas globales y locales
que abrían espacios desconocidos merecedores de ser transitados y estudiados. El
desplazamiento como estrategia feminista, junto con la inclusión – igualdad – y la
inversión – diferencia – se había gestado en nuestra realidad. Una nueva
internacionalización y la mirada interseccional abonaron el cuestionamiento último de la
bifocalidad. En este estudio no la rechazamos, sino que la ensanchamos para integrar
nuevas categorías. La difuminamos y la tenemos presente a la par. No planteamos la
división, abogamos por el continuum. Entre el blanco y el negro nos fijamos en la amplia
gama de grises. Así, desde diferentes teorías, como se verá, apostamos por perspectivas
trifocales y decidimos también no centrarnos en el trabajo mercantil, ni tan sólo en el
doméstico y de cuidados, sino que extendemos el análisis a una tercera labor que vemos
como fundamental en la vida de las personas: la expresión y la participación política en el
mundo. De esta forma surge nuestra definición – porosa y en construcción – del trabajo
como actividad de las personas que genera valor económico, humano y político. Tal vez
esta perspectiva triádica sea incompleta, pero resulta valiosa si nuestro propósito es el de
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reflejar la carga total de trabajo de las personas y armonizarla para conseguir sociedades
más justas y equitativas, así como el disfrute de existencias plenas. En lo que gran parte
del MFM opina que es el trabajo - el mercantil y el doméstico- integramos la labor
política, que se ha ido fraguando con entidad propia y finalmente ha dado sentido
orgánico al conjunto de la investigación. Más aún cuando en obras posteriores, Nancy
Fraser señaló la representación como tercera pieza de la justicia. Entonces, al análisis de
la redistribución y el reconocimiento en la justicia social se le unió la representación, la
acción política.
En ese momento del largo proceso de elaboración de esta tesis doctoral, la
investigación comenzó a tener un significado de unidad y totalidad. Y así hemos podido
concluir la idoneidad de que las tres dimensiones se encuentren en armonía para plantear,
con la envergadura necesaria, los problemas de la justicia de género hoy en día. Y en
consonancia se encuentra la definición de trabajo que sugerimos. El estudio de las tres
estrategias feministas – inclusión, inversión y desplazamiento – y la conjunción del
género desde la interseccionalidad con otras categorías de desigualdad, han mostrado
desplazamientos en el concepto de trabajo, en su sujeto y en los sistemas de desigualdad
que, entre otros, señalan a la precariedad como noción en desafío a la clase social. Sitúan
las propuestas de autogestión y comunitarias en liza con la gestión estatal - en decadencia-
y la del mercado – que demasiado apremia-. Ante la amenaza de la mercantilización
total, se alza el marco vida; ante las injusticias, un gran abanico de alternativas
feministas.
Y es que, a partir de los años setenta se desarrolló una nueva perspectiva del
trabajo fruto de la revisión de las posturas marxistas sobre producción y el influjo de la
perspectiva de género. Desde la politización de la esfera privada se conceptualiza y se
hace emerger el trabajo reproductivo y de cuidados; se muestra la división sexual del
trabajo y se indaga sobre las relaciones de poder y económicas presentes en la esfera
reproductiva (Walby, 1990; Benería, 1981; Borderías, Carrasco y Alemany, 1994;
Delphy,1970; Izquierdo, 1993; Pateman, 1995). Los cambios vividos en las últimas
décadas muestran la erosión del modelo ‘male breadwinner’, donde, además de otros
muchos factores, ha influido el incremento de la actividad retribuida de las mujeres en el
mercado laboral (Carrasco et. al., 2003; Dex, 1991; Carrasquer et al, 1998) con el
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mantenimiento de los privilegios masculinos en el hogar.
En el mercado laboral, pese a crecientes evoluciones legislativas, las
discriminaciones y las desigualdades que sufren de las mujeres, se mantienen y aparecen
nuevas: dobles y triples jornadas; flexibilidad y contratos a tiempo parcial que no
sustentan las necesidades económicas y que acrecientan la feminización de la pobreza;
discriminación salarial y acoso sexual; segregación vertical y horizontal; problemas de
acceso al mercado laboral, mantenimiento y promoción; desigualdades entre mujeres
vinculadas a diferencias de origen – étnico, racial o georgráfico-, clase social o edad. Es
decir, la redistribución de la riqueza y los recursos (tiempo) que debería haber tenido lugar
con la entrada – masiva – de las mujeres en el mercado laboral, se ha visto condicionada e
impedida por múltiples factores. Aunque también se ha dado una visibilización del trabajo
doméstico y de cuidados y una progresiva integración en la agenda pública. Un proceso de
reconocimiento, sobre todo, fruto de la tarea vindicativa del MFM. Pero la
reincorporación de las mujeres a la esfera pública no ha trastocado la división patriarcal
del trabajo (Pateman,1995). Los nuevos sistemas del trabajo tienen un impacto sobre la
distribución del tiempo de las personas (Durán, 2000; Izquierdo, del Río, Rodríguez,
1988; Torns, 2001) y la carga total de trabajo. ¿Hay posibilidad de dedicar tiempo a
cuestiones personales, a amar, al ocio o a la actividad cívica y política?¿Dónde se da una
representación de los intereses de género en el ámbito laboral, el doméstico y el político?
¿Hay cauces formales y legitimados? ¿Cuáles son las trabas a destacar?
En este contexto, el MFM es un actor fundamental en el espacio político y
económico actual y sus discursos apuntan a dimensiones que transforman tanto el
concepto de trabajo como su sujeto. No queremos medir el impacto de los discursos del
MFM en los discursos dominantes -los de sindicatos, partidos políticos, la patronal y las
políticas públicas-, sino que buscamos situar los discursos en relación. Nuestro objetivo es
ahondar en las interpretaciones del trabajo y el género del MFM, constatar cómo se
expresan en las dimensiones de justicia mostrando problemas y soluciones y ver cómo se
insertan en los discursos dominantes o los desafían.
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ii) Hipótesis y preguntas de investigación
Hipótesis de investigación
Los discursos sobre trabajo y género producidos por el MFM en el Estado español entre
1988 y 2012 han privilegiado elementos de reconocimiento sobre vindicaciones
relacionadas con la redistribución
Preguntas de investigación
En este capítulo exponemos las principales teorías que articulan la hipótesis y las
preguntas de investigación. Por tanto, tratamos la teoría de justicia de Nancy Fraser (1997;
2006; 2008) y sus tres dimensiones de redistribución, reconocimiento y representación.
Prestamos atención al concepto de género y a la interseccionalidad de éste con otras
categorías de desigualdad como herramientas fundamentales de la investigación. También
presentamos las principales estrategias feministas de inclusión, inversión y
desplazamiento y desde las teorías de movimientos sociales abordamos al agente principal
del estudio, el MFM y los desplazamientos en su sujeto y el sujeto del trabajo. Por último,
planteamos la esfera del trabajo, el lugar desde donde se analizan los discursos del MFM
en materia de trabajo y género.
Los conceptos son límites en que encerramos las cosas, zonas de seguridad
en la sorpresa continua de los acontecimientos.
María Zambrano
Ambas demandas son importantes. Fraser (1997b) afirma que los movimientos sociales no
tienen por qué vincular sus vindicaciones por el reconocimiento a la clase social para
probar que son justas. Compartimos en parte esta afirmación, pero sostenemos que tal y
como quiere hacer la autora (retar ‘la primacía de lo económico’), el problema surge al
mantener la clase social como única categoría en la dimensión redistributiva.
Nos centramos en dos de las críticas que lanza Butler: la división entre lo
cultural/material y los desplazamientos en las categorías universales que producen las
luchas queer. Respecto a la primera, Butler entiende que Fraser presenta una férrea
división entre ‘lo cultural y lo material’. Como asumimos en esta investigación , recuerda 2
1
División de Max Weber
2
En el Capítulo 2 se explica en qué términos se asume la propuesta de Althusser en Ideología y aparatos ideológicos del Estado
3
Aparatos ideológicos del Estado (Althusser, 1970)
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También nos alineamos con Fraser en este punto que no continuaremos abordando. Fraser opina que Butler iguala sociedades pre-
capitalistas con las capitalistas actuales y que todo análisis social merece ser contextualizado históricamente
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tales y se invisibilizarán las formas en las que pueden divergir. Por lo que las
desigualdades económicas de los queer se entienden mejor como efectos del
heterosexismo en los modos de producción, a su modo de ver (Fraser, 1997b).
Estamos en parte de acuerdo con el argumento de Fraser - llamar ‘económicas’ a
esas luchas puede invisibilizar su origen no económico, aunque la desigualdad conlleve un
eminente daño económico-. No obstante, entendemos que los procesos de
mercantilización de las vidas y los cuerpos -incluso en el mercado laboral- están
enraizados en el reconocimiento, aunque con un carácter económico que redefine o
transforma la dimensión redistributiva porque no se mide en términos de clase social. Si
prestamos atención a la cuestión del desplazamiento de los universales que expresa Butler
(2000), hay injusticias originadas por un reconocimiento fallido, que producen
desigualdades económicas, a la par que nos parece relevante que no sean mimetizadas a
las de clase -la categoría principal y única que utiliza Fraser para determinar la dimensión
de redistribución-. Abundamos en la idea que sostiene Butler quien opina que no se están
atendiendo las reformulaciones de lo económico que expresan los grupos queer y que se
las considera como ‘meramente de reconocimiento’. Pensamos que mientras el estatus
puede basarse en una infinidad de categorías que generan desigualdades de
reconocimiento – el género, la orientación y la identidad sexual, el origen – étnico, racial
o georgráfico-, la edad, el estado civil…-, la redistribución continua en su dilema bajo una
unidimensionalidad que no refleja la complejidad de las dimensiones económicas en la
actualidad.
Así, al operativizar nuestra hipótesis hacemos una distinción entre la raíz de la
desigualdad – es decir, si ésta proviene de una redistribución o de un reconocimiento
fallido -, para cuyo análisis adoptamos las dimensiones de Fraser y la vindicación del
movimiento, la interpretación del problema de la desigualdad y la solución propuesta. A la
par, compartimos con Butler la importancia de prestar atención a las nuevas formas de
articulación y de representación de los movimientos sociales por las que se hace un
desplazamiento de las ‘ideas hegemónicas’: “Cualquiera que sea el universal que cobre
existencia (…) será el resultado de una difícil tarea de traducción en la que los
movimientos sociales expondrán sus puntos de convergencia sobre el trasfondo en el que
se desarrolla el enfrentamiento social”(Butler, 2000). En este sentido, por ejemplo,
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entendemos que la clase social se ha presentado como una categoría universal para
entender todas las desigualdades económicas y tal vez esté agotando su capacidad para
5
5
Más adelante prestamos atención a la sugerencia de Butler de interrogarnos sobre “cómo el precepto de un universal llegó a
conformarse”, la clase social, en este caso.
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desde una perspectiva amplia, en este punto lo planteamos desde la teoría de la pensadora
que sostiene nuestra hipótesis. Debido a que su teoría proviene del análisis de las
reivindicaciones del movimiento feminista, con el paso del tiempo y la evolución de las
protestas, constata que el cariz binario debe superarse ante el creciente poder del
neoliberalismo. La representación planteada por Nancy Fraser tiene dos vertientes que
confluyen. Una se inserta en las corrientes de las disciplinas sociales que tratan la noción
de representación política. La otra lectura es discursiva, y se refiere a la interpretación de
problemas políticos, al enmarque discursivo. La autora afirma inspirarse en la distinción
weberiana de modelos de estratificación por clase, estatus y ‘partido’ (orden político) para
seguir dotando de contenido y forma a su noción de representación (Fraser, 2006). Desde
el punto de vista de los conflictos laborales, afirma que la justicia puede pecar de una
'mala redistribución' o desigualdad de clase; también puede conllevar un 'reconocimiento
fallido' o una 'jerarquía de estatus' – aquí apuntamos nosotras, por ejemplo, el estatus
diferenciado de las amas de casa, de las empleadas domésticas en el propio mercado
laboral o las diferentes formas de acoso sexual y de género-. Pero la justicia debe incluir,
además, una dimensión política, vista desde la óptica de las luchas por la democratización,
y está asociada a la representación fallida o a la carencia de la participación política
(Fraser, 2008:114). Aún eliminando toda injusticia asociada al reconocimiento y la
redistribución persiste un obstáculo que impide a algunas personas estar representadas en
la vida social. Esto ocurre cuando los sistemas políticos niegan sistemáticamente la
representación de ciertos grupos, cuyas ideas no pueden ser debatidas en un Parlamento
(Fraser, 2008). Este planteamiento pone de manifiesto aspectos relativos a la
representación política (discursiva y de acción colectiva) sobre el trabajo, la
autoorganización en el empleo, la posibilidad de representar vindicaciones entorno al
trabajo doméstico, y cuestionar a su vez los canales formales establecidos en la gestión del
trabajo en las democracias actuales.
Al ser Fraser interpelada sobre la denominación de esta tercera dimensión como
6
6
Curso con Nancy Fraser en Barcelona, Espai Francesca Bonnemaison, 16 de octubre de 2008
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juego de tres palabras que comparten un inicio similar es tentador. Además de la estética
lingüística, existe una voluntad de otorgar a la propia 'representación' significados más
allá de los límites impuestos por la Ciencia Política y el orden político actual. Cabe
mencionar que nos enfrentamos a problemas similares al pensar la redistribución y el
reconocimiento. La polisemia de muchas de las nociones que utilizamos viene
condicionada por sus usos dominantes. Ni redistribución, ni reconocimiento, ni
representación se abordan como etiquetas inamovibles que sirven para explicar todos los
fenómenos que suceden bajo su rotulado. Están más cerca de ser conceptos amplios, que
apuntan a entender la redistribución como el espacio de la justicia eminentemente
económico-monetario, el reconocimiento como cultural, simbólico, identitario, subjetivo y
la representación como la acción en el mundo. Por redistribución, reconocimiento y
representación no entendemos la solución completa de las injusticias a las que apuntan. Es
decir, las políticas redistributivas, no son las únicas medidas económicas para terminar
con las desigualdades. La colectivización, la socialización o la autogestión son propuestas
alejadas de una perspectiva redistributiva dominante, y aún así opciones de gestión de lo
económico. En consecuencia, en el análisis de los textos la redistribución se ha pensado
también como recursos más allá de los monetarios, es decir la ‘redistribución de tiempos’
y también de ‘tareas’.
A entender de Fraser, la representación también es la nueva versión de combate
que adopta el movimiento feminista: “la representación no es sólo un asunto de
garantizar igual participación política a la mujer en comunidades políticas ya
constituidas. Exige también reenmarcar (reframe) los debates sobre justicia que no
pueden quedar debidamente contenidos dentro de sociedades políticas establecidas”
(Fraser, 2008: 207). Puede ser pensada más allá de los márgenes impuestos por las
democracias, y como instrumento en sí misma, desde su cariz discursivo y político, como
proceso de reenmarque, o como proceso de formulación de demandas (Saward, 2009). El
reto de la representación discursiva de lo político está ligado a la interpretación de
demandas que puedan ser lanzadas desde fuera de los canales de representación formal.
Además, el ámbito de acción debe ser transnacional, ya que el marco del estado–nación
está dejando de ser válido para la labor de reenmarque del movimiento feminista (Fraser,
2008). La representación requiere la integración de las demandas de redistribución y de
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reconocimiento, y todo ello en articulación con otras fuerzas progresistas (Fraser,
2008:207). Tal y como había realizado con la redistribución y el reconocimiento
(explotación, marginación, reconocimiento fallido, etc…), la autora no ha presentado las
características de las injusticias que devienen de una representación fallida. Por tanto, en
las líneas siguientes proponemos cómo viene determinada esa tercera pieza de la justicia,
sugerencia que será revisada en el trabajo empírico. Vamos a hablar de:
(des)empoderamiento, representación (fallida) y (des)legitimación.
En primer lugar, hay que despejar las similitudes entre reconocimiento y
representación. Una cita del MFM ayuda a visibilizar las diferencias: “(…) el caso es que
por una cosa o por otra no fuimos muy bien recibidas y nuestros deseos de entrar en
diálogo se toparon con un muro afectivo y político que no dejaba mucho margen al
reconocimiento de la singularidad que fuimos a ‘representar’” (L.Gil, 2011:16). Aquí se
habla de desencuentros con los que se topó el grupo la Eskalera Karakola en unas jornadas
feministas. Las activistas se organizaron para representar sus demandas entorno al
reconocimiento de sus singularidades en un espacio político. La falta de representación es
un ejemplo de lo que consideramos una de sus posibles lacras, la que denominamos como
(des)legitimización. Aún a pesar de estar empoderadas para proyectar sus vindicaciones,
bajo la garantía de unos cauces e instrumentos de representación que las amparaban, las
demandas de las activistas se enfrentaron a un enmarque discursivo dominante cerrado,
que impidió que sus planteamientos quedaran justamente representados.
El primero de los elementos que puede generar injusticias en el ámbito de la
representación es el desempoderamiento. Es la marginación política hasta el punto de no
saber que puedes alzar tu voz o la opresión total de la misma. Son las relaciones que
impiden la expresión plena de las capacidades de una persona o de un grupo. Una carencia
de autoridad política que no se limita a la política formal, sino que integra el espacio
privado como lugar de acción. El desempoderamiento se muestra en la reducción o
búsqueda de supresión de la agencia política del sujeto. No tener la capacidad de conocer
y menos aún de expresar tus experiencias y vindicaciones, bien sea en una discusión en el
hogar por la crianza de las criaturas, en un espacio comunitario o en el mercado laboral.
Contempla elementos de subjetividad, pues su desarmonía fomenta individuos
desapegados de la participación, desinformados, aislados, con merma de oportunidades en
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otras esferas y una baja autoestima. Está interseccionada por múltiples categorías que
pueden generar otras formas de desigualdad. La relacionamos con el concepto de libertad
individual como autogobierno y autonomía de Carol Pateman (2005), intrínseco a la
democracia en la que los individuos nacen libres e iguales. Es decir, nos alejamos del
enfoque de las oportunidades individuales, para sumarnos a reclamar derechos naturales
de las personas. Estas condiciones deben promoverse - más allá de cauces formales e
institucionales existentes-, y deben extenderse no sólo al espacio político -formal e
informal, privado y público-, sino también al mundo del empleo -autoorganización de las
demandas en un puesto de trabajo, colectiva o individualmente-, al acceso a los derechos
sociales, y a la gestión del trabajo doméstico en los núcleos familiares o en los espacios
comunitarios. Esa autonomía toma forma también en ‘las estructuras de autoridad
democráticas’ (Pateman, 2005:28), que plantean quien es legitimado para la participación
y la ciudadanía política y cómo ésta debe ejercerse, es decir, que pueden producir
representación o una representación fallida.
Por tanto, la “representación fallida” es la ruptura de la garantía de participación
política en las estructuras promovidas por los sistemas y o las organizaciones políticas
actuales. Viene determinada por el funcionamiento de los sistemas políticos hegemónicos,
de modo que su fallo genera desigualdades constituidas formalmente, sistémicas. Nos
referimos a las condiciones institucionales necesarias para el desarrollo y el ejercicio de
las capacidades políticas individuales y colectivas (Young, 2000:71). Son los procesos y
canales sancionados para la acción política. Si pensamos la representación desde los
Estados-nación o los Estados del bienestar, ésta debe ser vinculada a una mala
redistribución y a un deficiente reconocimiento. Incide en el acceso a recursos
económicos y en el estatus social. Y desde luego, es la exclusión de actores políticos, a
quiénes no se les permite entrar a formar parte de la representación formal, o de otras
formas de expresión política. En nuestra investigación esto es relevante respecto a la
posibilidad de interacción del MFM en la agenda pública en temas de trabajo. Además la
representación fallida también puede darse en los mecanismos y políticas planteadas para
promover o resolver problemas o en los grupos existentes (partidos políticos, sindicatos,
organizaciones). Desde el planteamiento general de Fraser, hay representación fallida
cuando se restringe o prohíbe el ser parte de cualquier forma de acción política
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(negociaciones, decisiones, sufragio, representación formal, manifestaciones,
asociacionismo, redes, restricciones de internet). ¿Pero, acaso no hay representación
fallida cada vez que un individuo no puede ejercer su acción política de forma personal,
directa? ¿Es la representación única e intransferible? ¿Mi representación soy sólo yo?
¿Dónde queda la soberanía personal una vez transferida? Aunque pensamos que la
participación individual es necesaria, no tiene por qué conllevar una obligatoriedad. Y sí
que opinamos que la garantía (redistribución de tiempos y recursos), el reconocimiento e
incluso el fomento (formativo) de la participación política son requisito indispensables
para soslayar cualquier representación fallida. Y sobre todo la existencia de unos cauces
de representación amplios, no limitados tan sólo a los partidos políticos, los sindicatos y
la patronal – en el tema del trabajo y otros- como sucede en la actualidad.
El tercero de los elementos que componen una representación lograda o no, es el
reenmarque de la propia idea de representación política, que denominamos como
(des)legitimación. Esto implica elementos discursivos que inciden en los factores
estructurales de las democracias liberales/estados del bienestar – por ejemplo repensar el
foco geopolítico del estado-nación al internacional (Fraser, 2008)- y también sobre todo lo
que puede ser pensado y representado como político. Son los procesos de enmarque
discursivos, los retos que se plantean a la misma noción de representación para ser útil en
la consecución de sociedades más justas, construidas desde la participación de todas las
personas, individual y colectivamente. Comenzando por la propia forma en la que de
forma discursiva se expresan las dimensiones de redistribución, reconocimiento y
representación. Por tanto, pensamos que el análisis de la representación en los discursos
sobre trabajo y género aportará claves para entender la propia forma en la que se muestran
estas dimensiones, desplazamientos en sus categorías universales e interrelaciones o
exclusiones en la articulación de los movimientos sociales en la lucha contra las
desigualdades.
En breve, redistribución, reconocimiento y representación no pueden ser reducidas
a una. Ninguna de ellas puede ser excluida de la teorización contemporánea (Fraser,
2008:114). Y a pesar de que pueden ser analizadas por separado, su dominancia tan sólo
se entiende en relación. En este estudio nos proponemos trasladar esta teoría al análisis de
los discursos sobre el trabajo del movimiento de mujeres y feminista para contribuir a los
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avances en materia de justicia social desde una dimensión de género.
diferencia debe transcenderse, las feministas de la diferencia opinan que debe reconocerse
y revaluarse. Y esto es así, tanto si el género trata una diferencia biológica u otra
culturalmente aprendida. La inversión afirma que poniendo en valor las aportaciones
femeninas, las mujeres pueden alzar su voz en el espacio público. La neutralidad es parte
del problema de la dualidad igualdad – diferencia. Las primeras opinan que el ideal de
igualdad es neutral respecto al género, las segundas lo cuestionan, y ven androcentrismo
en la neutralidad (Squires, 1999:6-7). Pateman (1989) y Scott (1988) afirman que la
demanda entre neutralidad de género o ciudadanía diferenciada es incompatible, una
elección imposible. Políticas identitarias y de la diferencia se asemejan en su estrategia:
buscan el reconocimiento de derechos identitarios diferentes (Squires, 1999). El auge a
partir de mediados de los 80 de las visiones postcoloniales, así como del feminismo negro
y el lesbiano pone de manifiesto las diferencias entre las mujeres, nuevas desigualdades e
intersecciones múltiples. No hay incompatibilidad intrínseca entre las tres corrientes, sino
que cada situación debe ser estudiada de forma diferenciada, para así ver si el género debe
ser revalorizado o transformado (Fraser, 1997a). Aunque la perspectiva de ‘las
desigualdades múltiples’ pone en tela de juicio la ‘esencia de mujer’ (blanca,
heterosexual, de clase media) que aparece tanto en el feminismo de la igualdad, como en
el de la diferencia (Squires, 1999). Así, a partir de los noventa el feminismo sitúa el punto
de mira, no tanto en las mujeres, sino cómo el género intersecciona con múltiples
categorías que pueden generar desigualdad (raza-etnia, la clase, la sexualidad,
nacionalidad…) (Fraser, 1997a:180). Además, esta perspectiva se refuerza cuando se
analiza al MFM como actor social debido a su heterogeneidad. Una posición
multidimensional para aproximarse a sus discursos es más cercana a su realidad actual y
también a lo largo del tiempo. Más que ‘recentrar’ lo político, o a las mujeres en lo
político en contraposición con los hombres, el desplazamiento descentra la teoría
política con respecto al género, pues tanto el feminismo de la igualdad como el de la
diferencia se despreocupan por desenmascarar los mecanismos por los que la feminidad y
la masculinidad han sido construidas socialmente (Squires, 1999:8-9).
7
Ver Capítulo 6, el análisis de datos sobre los desplazamientos en el concepto de trabajo indica una jerarquización en el proceso de
enmarque del trabajo por parte de la estrategia de la inversion.
34
La triada de Squires sobre la teoría feminista es de gran utilidad para el análisis de
las estrategias discursivas del movimiento feminista sobre el trabajo a lo largo del tiempo
(1990-2012), como proceso, y para analizar la interpretación de las categorías de género
y trabajo entorno a la redistribución, el reconocimiento y la representación desde la
articulación de luchas por la igualdad. Así, nos preguntamos, en primer lugar, cómo se
expresan estas estrategias en los discursos sobre trabajo del movimiento feminista y de
mujeres. Y en segundo término abordamos si hay correlación entre las estrategias
feministas y las dimensiones de justicia. ¿Utilizar estrategias de inclusión en el tema del
trabajo fomenta la dimensión redistributiva? ¿Supone la inversión un reconocimiento? ¿Es
la estrategia de desplazamiento aquella que incorpora una dimensión de acción política en
los discursos: desde qué proceso (sujetos, estructuras..)? ¿La diversidad territorial del
MFM se correspondan a las diferentes estrategias feministas?
8
La definición continua de esta guisa: (…) cuya existencia es en si misma una forma de percibir la realidad, ya que vuelve
controvertido un aspecto de ésta que antes era aceptado como normativo; implica una ruptura de los límites del sistema de normas y
relaciones sociales en el que se desarrolla su acción y que tiene capacidad para producir nuevas normas y legitimaciones en la
sociedad”
42
partir de la creación de incertidumbre (Olson, 1992). La acción colectiva se ha analizado
como repertorio de confrontación (McAdam,Tarrow y Tilly,2001) y también desde el
aspecto que más nos interesa abordar, el de su acción discursiva: “los movimientos
enmarcan su acción colectiva en torno a símbolos culturales escogidos selectivamente en
un baúl de herramientas culturales que los promotores políticos convierten creativamente
en marcos para la acción colectiva” (Tarrow, 1997:210).
Los movimientos sociales son, por tanto, agentes de persuasión que desafían las
interpretaciones dominantes (Ibarra, Gomà, Martí, 2002). Una dimensión discursiva que
es acción colectiva y que incide en las estructuras, pues los movimientos arrojan luz sobre
las interpretaciones aparentemente naturales que envuelven a la economía oficial y el
ámbito doméstico (Fraser, 1989:157). Pero la acción colectiva requiere de una actividad
más allá de la que realiza una única persona para ser considerada como propia de un
movimiento social. Además, debe mantenerse en el tiempo, una movilización puntual es
una acción concreta, pero no constituye un movimiento. Un escrito es una semilla política,
un instrumento, o una herramienta, es acción política, pero opinamos que no es acción
colectiva a menos que sea un texto elaborado por un grupo como fin en si mismo, un
manifiesto o texto conjunto.
Cabe señalar que las teorías de movimientos sociales no se han caracterizado por
hacer gala de una perspectiva de género. Y aún más, la participación política y social de
las mujeres y de sus organizaciones ha sido invisible para gran parte de estos estudios
(Ferree y Martin, 1995). Debido a la libertad organizativa y al estilo informal de muchos
liderazgos femeninos, la acción colectiva de las mujeres no ha recibido la atención
merecida a su aportación política. Así muchas de las formas de acción de las mujeres han
sido obviadas, analizadas como ‘tendencias’, o medios para otros movimientos, pero no
como espacios de insurgencia, cambio social o resistencia por si mismos (Kaplan, 2008;
Alfama, 2007). La academia y especialmente quiénes estudian cuestiones
organizacionales y de movimientos sociales no han percibido a los grupos “pequeños, de
base, fundados por feministas” como importantes en la movilización social (Ferree y
Martin, 1995:9). El hecho de que la acción colectiva femenina no adopte las formas
que se tienen por más habituales - las masculinas heteronormativas – ha sido
elemento de exclusión política. Es decir lo que está en pugna es la manera en la que
43
se construye – se permite o se legitima – la representación política, expresada también
como formas de acción y participación política. Por otro lado, la participación de las
mujeres cuestiona lo que se entiende por político, el espacio discursivo legitimado, lo
que es merecedor de ser objeto de discusión política. Desde finales del siglo XIX
observaremos como la acción colectiva de las mujeres amplió su foco de acción del marco
‘laboral’, en el que eran muy activas, al de ‘vida cotidiana’ (Ramos, 1996). En este
estudio el potencial transformador de lo político por parte del MFM se realiza a
partir del análisis de la dimensión de representación en sus vindicaciones entorno al
trabajo y el género. La acción política como posibilidad de representación del
movimiento feminista y de mujeres es analizado a través de la pugna por la
interpretación del trabajo y cómo ésta se lleva a cabo a lo largo de un siglo y en las
últimas décadas en profundidad.
9
Remitimos al Capítulo 5. En el Estado español desde mediados del siglo XIX existía un feminismo incipiente teórico sin un
movimiento político o social que lo acompañara. El primer feminismo tras las revoluciones liberales en el Estado español vino de la
mano de mujeres vinculadas a espacios intelectuales. A pesar de ser feministas, la mayoría de ellas, no se organizaron de forma política
entorno a estos elementos, pero sus contribuciones al pensamiento y la acción futura de un movimiento organizado fueron
fundamentales. Marcadas por las tendencias ilustradas y liberales, los escritos de algunas mujeres podían encontrarse en la prensa del
momento a partir de, especialmente, el último tercio del siglo XIX. Entre ellas destaca la poetisa Carolina Coronado (1823-1911) y
sobre todo la escritora Gertrudis Gómez de la Avellaneda (1814-1873). En su novela antiesclavista Sab, se alza contra las condiciones
de vida de los esclavos y contra el maltrato que sufría la mujer en la sociedad cubana. El concepto y la propia institución matrimonial
44
Siguiendo a la filósofa, la segunda Ola del Feminismo viene de la mano de las sufragistas
– escasas en el contexto español - y la tercera ola del feminismo "gestada en muchos
sentidos (no sólo el cronológico) en los aledaños del '68, tuvo sus precursoras en
Beauvoir y Friedan" (Valcárcel, 2008:53). No existe unanimidad respecto a estos
parámetros. Otras aproximaciones engloban al sufragismo en la primera ola feminista,
vinculada al espíritu de la ilustración, mientras que la segunda recoge el testigo de éstas y
adquiere fuerza a partir de mediados de los años 60 (L.Gil, 2011). Desde el prisma del
Estado español, la tercera ola surge a partir de la crisis entre feminismo de la igualdad y
de la diferencia vivida a inicios de los 80 y la emergencia, una década posterior del
postfeminismo, el transfeminismo o los ‘nuevos feminismos’ (L.Gil, 2011:31-35). Un
auge de las estrategias de desplazamiento del género. Compartimos esta última
clasificación, pues afirmamos el impacto de las subjetividades complejas y la intersección
de las categorías de desigualdad en la práctica colectiva de un movimiento que hasta ese
momento se aunaba entorno a una única identidad común, el hecho de ser mujeres (L.Gil,
2011:26). Las identidades se sitúan en el centro de la acción política, desde la forma en la
que éstas son tamizadas por el género, por la ebullición de las desigualdades complejas y
las últimas características en la movilización que reseñaremos. Esta diversidad se traduce
también en las vindicaciones del movimiento. Respecto a las tres estrategias feministas
que hemos planteado - la inclusión, la inversión y el desplazamiento- hay que subrayar
que el avance de la tercera ola feminista no conlleva la disolución de las organizaciones
supervivientes de la ola anterior. Aunque generalmente no bajo las mismas estructuras,
existen grupos de mujeres que trabajan con estrategias similares a las que centraron la
primera ola feminista, y hoy en día todavía encontramos algunas organizaciones que
surgieron durante la ebullición feminista de los setenta en el Estado español y/o que son
deudoras ideológicas de ellas.
Además de realizar un análisis de los principales marcos en los discursos sobre
trabajo y género entre 1988 y 2012, presentamos una línea histórica que abarca poco más
de un siglo, por lo que nos interesa preguntarnos por el inicio de la acción colectiva de las
mujeres en el Estado español. Algunas autoras afirman que el primer movimiento
fue objetivo de sus más duras críticas (García y Roset, 1992:9). También encontramos a Concepción Arenal y Emilia Pardo Bazán,
quienes defendían un papel más amplio e independiente de las mujeres. Ambas criticaron la exclusión de las mujeres de la educación.
Las dos reclamaron derechos sociales y políticos y la promoción activa de la mujer en diferentes campos.
45
feminista con estructura organizativa no se dio hasta bien entrado el siglo XX (Scanlon,
1990:83; Pineda, 1995:97; Valiente, 1997). Nos parece que tan sólo consideran feministas
a las organizaciones liberales que se autoclasifican como tal. como constatamos en el
Capítulo 5, si bien la situación política, económica y cultural española contribuyó al tardío
nacimiento de este sector del movimiento – a la zaga del modelo sufragista internacional-,
existen reivindicaciones y actuaciones por parte de mujeres organizadas que buscan
transformar lo político y lo económico con anterioridad al 1918 . Hay que “rescatar como
10
Al analizar los discursos sobre género y trabajo del MFM nos encontramos ante la
pregunta inevitable de si son dos agentes diferentes o si abarcan un mismo movimiento. A
pesar de que hay autoras que se decantan por una separación entre movimiento feminista
y de mujeres (Murillo et al, 2003:33), en esta tesis evitamos plantear compartimentos
estancos y divergencias extremas, y preferimos señalar las similitudes y diferencias que
emergen entre ambos. Tampoco nos interesa situar a los grupos y organizaciones que han
sido entrevistadas o cuyos textos han sido analizados como a priori parte de uno u otro
movimiento. En otros trabajos hemos afirmado que el movimiento feminista se engloba en
el movimiento de mujeres (Ruiz, 2010). Pero opinamos que la delimitación entre
movimiento de mujeres y movimiento feminista es móvil, situada por los sujetos de lucha,
por el contexto y por la interpretación de la categoría de genero que realizan los grupos a
10
Año de creación de la ANME (Asociación Nacional de Mujeres de España)
11
Ver Bizcarrondo (1990)
46
partir de su acción colectiva. Desde luego es sencillo afirmar que el asociacionismo de
mujeres es eminentemente un movimiento de mujeres, pero en casos particulares también
cabría delimitar esta afirmación. Desde un punto de vista etimológico, por ejemplo,
respecto al “movimiento de liberación de las mujeres”, el ‘women’s lib’ - como se conoce
a las organizaciones que configuraron el resurgir de la práctica feminista en los EEUU en
los años 60-, no hay duda alguna de que nos encontramos ante un proceso de ebullición
del movimiento feminista. Esta denominación es acuñada antes de que el sujeto mujer se
fragmentara en su heterogeneidad actual. La universalidad reside en la(s) mujere(s). La
crisis del sujeto del movimiento que observaremos a continuación, así como su paulatina
sustitución por un sujeto multiforme hacen que, hoy en día, sea mejor utilizar el término
‘movimiento de mujeres’ de forma dilatada. Es evidente que la identidad mujer(es) es
inherente a la denominación, pero tras la progresiva deconstrucción de ese marco central
‘mujer(es)’, la dominancia queda en elaboración progresiva. En los grupos del
movimiento de mujeres se asienta una conciencia y demandas comunes, que en muchas
ocasiones son parte de lo que consideramos como feminista. Además, la reducción del
sujeto de acción política a las mujeres biológicas es un requisito que encontramos tanto en
grupos de mujeres como en muchos grupos feministas. No obstante, la práctica
vindicativa nos muestra que el sujeto del feminismo se encuentra en la conciencia común
por desigualdades con raíces idénticas o similares, más allá de la normatividad hombre –
mujer.
En consecuencia, el “movimiento de mujeres” lo conforman grupos organizados
que tienen conciencia o intereses construidos de forma común y enmarcan su acción
cultural, social o política entorno a transformación de las relaciones de desigualdad de
género. Se posicionen como feministas o no. Por tanto, si ponemos el foco en la lucha
contra las desigualdades de género, encontramos puntos de unión entre el movimiento de
mujeres y el movimiento feminista. En muchas de las definiciones barajadas de
movimiento feminista el vínculo está en la noción de lo político (Valcarcel, 2001). Para
Ayllón (2001:360) el movimiento feminista es un “movimiento social que, partiendo de
una actitud crítica hacia la sociedad desigualitaria en cuanto al género o sexista, exige
cambios políticos y en las costumbres de relación entre los sexos”. Y Ferrée y Martin
(1995:5) lo entienden como “organizaciones que abogan por la toma de decisiones
47
colectiva, el empoderamiento de sus miembros y una agenda política para terminar con
la opresión hacia las mujeres”. Además, cuando se trata a las mujeres y al género se les
vincula con las categorías de clase, la raza-etnia-origen, la orientación y la identidad
sexual, la edad, etc, el sujeto deja de ser un problema para convertirse en posible aliado. A
pesar de que las agentes de lucha contra las desigualdades de género continúan siendo en
su mayoría mujeres, encontramos cada vez más hombres biológicos, transexuales o gays
que forman parte de la construcción feminista en su lucha por la igualdad desde
organizaciones feministas y/o construyendo las propias.
Por tanto, abundamos en la idea de que “si el feminismo es restringido a una única
posición en un mismo lugar, se excluye el resto de lo que está ocurriendo en el feminismo
al mismo tiempo(…) la posición feminista debe ser el resultado de una lucha más que el
inicio de ésta” (Schmidt-Gleim y Verloo, 2003:4;10). En consecuencia el marco feminista
debe también ser objeto de escrutinio constante en relación con su interpretación de la
categoría de género. Si ‘mujer/es’ ha mutado de forma constante en los últimos decenios,
y el género está en continuo proceso de ser repensado, el marco feminista, corre la misma
suerte. Hay un cambio de paradigma cuando se cuestiona la preexistencia de una esencia
colectiva que une a todas las mujeres y posibilitaba una lucha común (Barret, 2003).
Feminismo es una noción en disputa contextualizada de forma histórica . Aquello que se 12
entiende por feminista también es construido por la práctica y la acción política. Las
preguntas acerca de quién representa vindicaciones feministas, o quien es permitido
representarse como feminista son pertinentes y muestran exclusiones en sujetos,
demandas y prácticas. Aunque en los documentos analizados no se ha detectado una
voluntad de cooptación exclusiva del término feminista, sí que se han puesto de
manifiesto las exclusiones que promueve: “¿Cómo nos llaman? Las mujeres del
macramé. Y nosotras hacemos una labor ideológica y práctica a la vez (…) Yo me siento
feminista hasta la médula (…)Vamos todas al 8 de marzo pero nunca nos llaman, no hay
una relación o no cuentan con nosotras” . Pensamos que una exclusión similar pueden
13
12
Por ejemplo, si nos preguntamos acerca de la existencia de un marco feminista conservador, constatamos que en el momento en el
que surge con fuerza el feminismo como noción aglutinadora de la acción colectiva de las mujeres en el Estado español, el termino va a
ser llevado a gala por parte de las mujeres conservadoras organizadas. Esto es relevante, pues en la actualidad, a pesar de que no son
numerosas las organizaciones conservadoras que utilizan el marco feminista en sus vindicaciones en nuestro contexto de estudio, en
caso de que así fuera, deberían ser analizadas con la máxima precisión.
13
(e28)
48
sentir los hombres biológicos, trans o gays que quieren participar de la acción del MFM y
ven vetada su participación por su sexo normativo.
Por tanto, tanto (auto)consideración, como conciencia o identidad son elementos a
tener en cuenta. Incluso desde el punto contrario, como cuando una persona o un grupo
actúa desde marcos que podríamos considerar a todas luces feministas, pero se niega la
evidencia.14 No obstante, la identificación no es suficiente si no hay una acción activa de
articulación política - de dos o más partes al unísono-. En este sentido, la voluntad de
articulación y generación de redes y relaciones es característica fundamental de la acción
colectiva feminista. Así la organización y participación en encuentros que se dan en
diferentes ámbitos estatales, autonómicos, comarcales o en redes temáticas son elementos
a considerar. Al observar estos encuentros, sucede que organizaciones que no participan
de forma activa en el MFM toman la palabra, como por ejemplo asociaciones de mujeres
empresarias y las organizaciones sindicales. En todo caso, movimiento feminista y
movimiento de mujeres se influyen y retroalimentan mutuamente (Murillo et al, 2003:33).
Y no hay que prejuzgar unas formas organizativas como más centrales o efectivas que
otras, desconsiderando las múltiples maneras de participar y vindicar (Ferree y Martin,
1995:10). Todas ellas en un determinado momento y contexto pueden ser las adecuadas
para contribuir a la generación de sociedades más justas.
14
No es extraño encontrar organizaciones de mujeres que niegan de forma expresa actuar desde parámetros feministas a pesar de que
sí que lo hacen. Pensamos que la estigmatización del término feminista puede subyacer en esta forma de proceder. El feminismo sigue
siendo vilipendiado en la actualidad y sus activistas son muchas veces violentadas a partir de agresiones tales como el término
‘feminazi’ promovido desde algunos sectores.
49
conformación de la estrategia del desplazamiento. A continuación nos centramos sobre
todo en aspectos organizativos, destacando tres características del movimiento
especialmente desde finales de los ochenta: (1) el pluralismo, (2) la institucionalización y
(3) la atomicidad – ubicuidad. Estos elementos son el resultado de diversos factores que se
van a ir desmembrando, a saber: el impacto del feminismo institucional en el movimiento
de mujeres; la pérdida de potencia de los movimientos sociales protagonistas de la
transición por el éxito – en parte - de sus demandas y también debido a procesos de
desmovilización global; la ‘expansión’ del feminismo, de los derechos de las mujeres y de
su presencia en ámbitos sociales, culturales, políticos y económicos y por último por
diversas divisiones conceptuales y mapas de ruta diferentes.
(1) El pluralismo es, de hecho, uno de los indicadores del éxito del MFM (Ferrée y
Martin, 1995). La década de los noventa se ha visto como una “explosión de la
diversidad, de prácticas muy plurales y de enorme diversificación en el terreno de
pensamientos y en el de la organización del propio movimiento” (Montero, 2002:29).
Esta diversidad se muestra en diferentes ámbitos. En primer lugar, respecto a las
estructuras: entre finales de los años ochenta e inicios de los noventa las formas que
adoptará el movimiento de mujeres van a multiplicarse. Así, el modelo de grupo
autónomo no pierde fuelle - y con posterioridad resurgirá con fuerza (L.Gil, 2011) - pero
comparte protagonismo con grupos de investigación en las universidades, asociaciones
profesionales, lobbies de presión política, grupos de expresión artística, estructuras
onegeizadas, medios de comunicación, secretarías en partidos políticos y sindicatos y
‘estructuras anfibias movimiento – estado’ como los consejos de la mujer en sus formatos
locales y autonómicos, o incluso entidades con ánimo de lucro tales como librerías,
clínicas de salud, restaurantes, grupos de teatro o fundaciones.
Por otro lado, el pluralismo también está presente en lo referido a los temas
objetivo de las organizaciones de mujeres: el ámbito laboral, la violencia, la salud
reproductiva, la representación de las mujeres, etc. Ese pluralismo temático se amolda
muy bien al significativo crecimiento del asociacionismo de mujeres. Son entidades o
agrupaciones de participación de ámbito local, autonómico, estatal – y a veces con
dimensión internacional - en las que las mujeres se asocian con distintos objetivos:
sociales, culturales, de ocio, vecinales, laborales etc. Son lugares de encuentro e
50
intercambio y espacios de aprendizaje, que pueden generar ‘conciencia femenina’
(Kaplan, 2008:28) o propiciar ‘intereses prácticos de género’ (Molyneux en Kaplan,
2008:30). Entendemos que algunas de estas asociaciones no comparten una dimensión
reivindicativa o transformadora sobre las desigualdades de género, mientras que otras,
participan de ella. El pluralismo conlleva una pérdida de contenido político y vindicativo.
Al insertar a las asociaciones de mujeres madrileñas de los noventa en 10 tipologías, las
feministas no llegan al 8% (Colectivo IOÉ,1999). Por su parte, en Barcelona el periodo de
incremento asociativo más notable se vive entre 1985 y 1989, a la par que la
autoclasificación en ‘actividades reivindicativas y de defensa de los derechos de las
mujeres’ desciende del 71,4% al 55,8% (Alemany y Morón, 1992). Alrededor del cambio
de siglo observamos como en los listados que presenta el Ajuntament (1998) y el Institut
Català de la Dona (2002) la temática – objetivo que aúna a un mayor número de
asociaciones de mujeres es la “cultural” (21,6%), seguida de “ocio” (17%), “salud”
(11,3%) y “educación” (11%). La categoría con un menor porcentaje de asociaciones de
mujeres es la de “planificación familiar” (2,4%) , mientras que hasta mediados de la
15
15
No es posible concretar qué asociaciones pertenecen a cada categoría. Esta información no está disponible ni en la web ni en la Guia
d’Associacions.
16
Se utiliza la clasificación de 1998 del Ajuntament de Barcelona y la de 2002 del Institut Català de les Dones. Con el cambio de
gobierno en 2003 las categorías fueron modificadas y se incluyó la opción ‘feminista’.
51
movimiento feminista estaba presente tanto en el espacio social como en la academia. 17
MFM en la búsqueda de una supuesta pureza feminista. Para alejarse de estas tendencias
resulta más útil vincular la institucionalización a la efectividad, la resistencia y el 19
17
En otros trabajos (Ruiz, 2004; Ruiz, 2008) se han analizado los procesos de institucionalización y de reorganización que despliega el
movimiento feminista y de mujeres en la ciudad de Barcelona los últimos años del siglo XX.
18
Analizando el MFM, el ecologista y el LGTB (Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales)
19
Kaplan pone el acento sobre la capacidad de muchas organizaciones de mujeres de base que se han mantenido a través de largos
periodos temporales y en grandes distancias espaciales (2008:25)
20
“Constatem que el discurs i la pràctica feministes que van néixer fa anys com a discurs i pràctica revolucionàries i alternatives, avui
en dia en determinats àmbits van esdevenint institucionals, acomodades, conservadores i poc reivindicatives. Diem institucional en el
sentit d’estar dins del sistema” (GLF, 2001:7)
52
de la soledad en una única reivindicación o posición, se encuentra la realidad de que el
feminismo, en los años 90 comienza a estar en todas partes. Esa penetración constante de
parte de su ideario en muchos campos – aunque a veces quede edulcorado – hace que sea
atacado con vehemencia por sectores sociales y políticos conservadores (Ferrée y Martin,
1995). De hecho, la versión estratégica de la ubicuidad se plasma en uno de los
instrumentos de género teóricos y prácticos más importantes del decenio: el gender
mainstreaming, la integración de la perspectiva de género en todos los ámbitos políticos,
en todos los procesos y por todos los actores. Por tanto en los noventa, ni la
institucionalización fue una condena a un estancamiento conservador, ni tampoco la
atomicidad conllevó la parálisis de una acción conjunta feminista. Los movimientos
sociales, sus organizaciones, están en tensión y en desplazamiento por definición, y
representan un acuerdo entre los ideales que propugnan y sus prácticas cotidianas. En los
90s ser un movimiento social y una organización con poder social y político no eran
alternativas excluyentes sino procesos complejos interrelacionados que apenas han sido
estudiados (Marx Ferrée y Martin, 1995).
En el Estado español una pregunta se encontraba en ebullición: “¿podemos seguir
hablando de una identidad de las mujeres que trascienda a todas (…) estas
diversidades?” (Pineda, 1995:113). La andadura de la estrategia del desplazamiento
comienza a dejarse entrever y el nuevo siglo trae la progresiva consolidación de un
transfeminimo o un nuevo feminismo que convive con el asociacionismo de mujeres. A
inicios del XXI de la generalidad de organizaciones analizadas en las Comunidades
Autónomas (CCAA), el 34% se autodefinen como feministas, el 10% tienen como
finalidad principal ‘la reivindicación y la reflexión sobre el feminismo’ y 54% se dedican
a ‘actividades socioculturales, viajes y charlas’ (Murillo et al, 2003:104-110). En
Catalunya la asociación ‘autónoma’ predomina, pero tan sólo el 4,5% de las
organizaciones dice trabajar en el campo del ‘feminismo’ . No obstante, la brecha entre la
21
mayoría de estas guías y la realidad es patente. En ellas tan sólo aparecen los grupos del
MFM formalmente constituidos, por lo que tienden a invisibilizar una parte de lo que
sucede en el MFM en ese momento. El 89% de las activistas del informe estatal tiene más
21
Guía d’associacions i entitats de dones de Catalunya
53
de 35 años (Murillo, 2003:104). Mientras que otro estudio catalán indica que las jóvenes
de entre 14 a 30 años representan tan sólo el 19,27% de las asociadas en organizaciones
de mujeres (Pinto y Solsona, 2008).
¿Quiere esto decir que las mujeres jóvenes no participan del MFM? Sucede que en
el MFM el paso de la antorcha de una generación es una cuenta pendiente o que la
práctica intergeneracional por la que en muchos casos se aboga queda en papel mojado
(Marx Ferrée y Hess, 2000; L.Gil, 2011). Además, entre finales del siglo XX e inicios del
XXI la acción colectiva de los movimientos sociales se caracteriza por movilizaciones ad
hoc, en muchas ocasiones entorno a hechos concretos, sin buscar un mantenimiento en el
tiempo. Así una parte de las activistas se mueve en grupos de mujeres que tienden a
“desaparecer para reaparecer por todas partes”, como el centro de producción de
discurso feminista MAMBO (2009). Y otra buena parte de las jóvenes feministas – y las
22
no tan jóvenes – apuestan además por espacios mixtos, compartiendo la lucha contra las
desigualdades con los hombres. Lo postmoderno y los desplazamientos están presentes en
la actualización de los objetivos, la aparición de nuevas temáticas o la resurrección de
otras: la crítica a lo heteropatriarcal, la consideración de las lesbianas como ‘no mujeres’,
los cursos de soldadura, el revival de la autodefensa o la emergencia de cursos de
pornografía, etc.
Y el último elemento organizativo al que nos referimos característico de la
ubicuidad de la acción colectiva del MFM en los años de estudio es el trabajo en red: “el
concepto de red aparece como superador del aislamiento y la atomización y como
característica organizativa y estratégica de los movimientos sociales” (Maquieira en
Murillo et al, 2003:63). La estructuración en red busca la unión y la movilización
conjunta. Allí el MFM se siente cómodo pues es una dimensión organizativa no jerárquica
que promueve el intercambio y la relación. De hecho, a partir de los últimos años del siglo
XX en adelante se crean todo tipo de redes de mujeres: territoriales o horizontales – entre
asociaciones semejantes. En Catalunya, por ejemplo aparecerán la Xarxa Feminista
(1996), la Red las Mujeres Cuentan (1996) o la Federació de Dones del Baix Llobregat
(2000). Y también habrá redes temáticas o sectoriales la Xarxa de Dones per la Salut o la
22
Momento autónomo de mujeres y bolleras osadas. La página web del grupo ya no está disponible
54
Red Feminista contra la violencia de género fundadas en 2002. Asimismo, la conexión
internacional abre nuevos horizontes, enriquece estrategias y fomenta aprendizajes. Las
acciones derivadas de la Marcha Mundial de Mujeres del año 2000 muestran la fuerza del
trabajo ‘global – local’ que se cimentará también en los encuentros de mujeres que se dan
a partir de 2001 en el seno del Foro Social Mundial, de sus citas regionales y de otras
convocatorias vinculadas al movimiento alter globalización. Pese a que desde la IV
Conferencia Mundial de Mujeres queda constatada la potencia renovada que tienen las
reuniones internacionales feministas y que desde la última década del siglo XX existen
redes de mujeres en Europa – el Lobby Europeo de Mujeres se crea en 1990 – todavía no
se ha realizado nunca un encuentro feminista en el ámbito europeo. El abandono 23
La humanidad es múltiple y los antagonismos sociales no lo son menos (Hirata,et al, 2005)
23
Existen encuentros académicos, así como reuniones de mujeres dentro de los foros sociales mundiales, pero no de asociaciones de
mujeres o feministas
55
transformaciones en los sujetos del MFM y concluimos el capítulo con las mutaciones del
sujeto del trabajo. Sin dejar de seguir el hilo identitario que conlleva la configuración de
sujetos, no queremos perdernos en una maraña de subjetividades. Las categorías identitarias
en los movimientos generan oportunidades pero también distorsiones. Por tanto, ponemos el
acento en la reinterpretación del sujeto del MFM y del trabajo, teniendo en cuenta que la
desestabilización de las identidades no implica necesariamente su despolitización, sino la
generación de otras nuevas (Gamson, 1995:401). Los desplazamientos en estos sujetos
desde la intersección de categorías de desigualdad y también por las diferentes tareas
humanas muestran las diversas formas de opresión y exclusión que perviven. A su vez
plantean la posibilidad de creación de una agencia interseccional articulada en el tema del
trabajo. Al tratar el sujeto del trabajo, abordamos en breve la crisis de la agencia sindical.
24
Iching, Libro de las Mutaciones, Hexagrama 59, La disolución
56
igualdad y diferencia, atomizan al movimiento feminista desde mediados de los años 80,
situándolo en una encrucijada ‘sin sujeto’ de acción política (L.Gil, 2011:68-69; Ruiz,
2003).
La emergencia de las diferencias entre las mujeres tiene, a su vez, enormes
consecuencias en el sujeto del feminismo. La clase, la raza-etnia-origen, la orientación y
la identidad sexual, la edad, … todas las categorías que pueden cruzarse con el género van
a interseccionar con él generando un MFM que se tiñe de identidades “dinámicas,
múltiples y contradictorias” (L.Gil, 2011:163 ) y que conllevan la ruptura del sujeto único
25
25
La autora cita a Lauretis, 1987:35
57
construcción del sujeto-agente surge de la acción política y de la búsqueda de situaciones
compartidas desde las que leer la noción de un/os sujeto(s) útiles para construirla. Es una
búsqueda que se materializa en ‘lo común’, lo ‘procomún’ e incluso en lo ‘precomún’:
“pasar de la propiedad colectiva/compartida a la ecología relacional, y ahí poner en
movimiento ecosistemas relacionales, afectivos, tecnológicos y naturculturales para
minimizar el surgimiento y sostenimiento de relaciones de poder y de violencia,
fomentando que brote lo nuevo, heterogéneo e imponderable” (Zorras Mutantes, 2012).
En el feminismo el uso del marco ‘mujer trabajadora’ como sujeto entorno al que
desarrollar una acción proviene de las mujeres organizadas en el movimiento obrero. Fue
en 1909 en la compañía de blusas Triangle de Nueva York que 20.000 obreras se
sublevaron en una gran huelga, con gran repercusión en los círculos socialistas y
sufragistas. Esta movilización fue el detonante para que un año más tarde la II
Conferencia de la Internacional Socialista de Mujeres estableciera el Women's Day con el
objeto de promover la demanda del sufragio entre las obreras y otras reivindicaciones. En
1913, el 2 de marzo en el calendario occidental fue la primera vez que las mujeres rusas
celebraron ese día bajo la denominación 'Día Internacional de las Obreras'. En otros países
en los que se organizó se hizo bajo el nombre de 'Día de la Mujer'. El año de la revolución
rusa fue el primero en el que esa celebración tuvo lugar el 8 de marzo, con el título que
llegaría hasta nuestros días: 'Día Internacional de la Mujer Trabajadora' . Es decir, las
26
mujeres trabajadoras fueron determinadas por las marxistas como aquellas que eran
obreras. En la actualidad el 'trabajadora' en la celebración permanece, aunque se ha ido
diluyendo. Hay corrientes que recuerdan que 'mujeres trabajadoras somos todas’, tal y
como señala la progresión de ‘mujer trabajadora’ a ‘mujeres’ en la celebración del 8 de
marzo. Al preguntarse el feminismo qué es trabajo y pensar el doméstico como tal,
desplaza el marco dominante ‘obrero’ o ‘trabajador’ a otros tantos sujetos que no tienen
cabida en él: las amas de casa, las cuidadoras, las migrantas, etc. Esto tiene una incidencia
directa en el sujeto del trabajo. Para el feminismo tanto el sujeto mujer como el
trabajadora, su sujeto agencia es cambiante, poroso, en construcción. Y este sujeto adopta
tantas variables como experiencias contemporáneas de trabajo se den por parte de cada
26
La historia del 8 de marzo , en bibliografía web
58
mujer. El sujeto del trabajo, para ser útil en la lucha por los significados y en sus
vindicaciones concretas, no puede perderse en elementos identitarios, sino pensarse desde
una vertiente estructural de las desigualdades en el trabajo. Veremos cómo nuestra
aportación empírica contribuye a estas teorías.
27 Ferrée, Myra Marx y Roth, Silke (1998), Gender, Class and the interaction between social movements: a strike of West Berlin Day Care Workers
64
paso a una más amplia comprensión del trabajo. ¿Cómo se plantean las confluencias?
¿Entre qué actores principales resuenan las articulaciones en el mundo del trabajo? ¿Hay
diferencias territoriales en las alianzas estratégicas?
1.5.2 ¿Dónde está el trabajo? Sociedad del trabajo o Estado del Bienestar
El lugar desde dónde se plantea el análisis de los discursos sobre trabajo y género
está relacionado con las disciplinas desde las que buscamos presentarlos. Así se hace una
apuesta clara por la transdisciplinariedad como lugar de anclaje analítico. Nos sumamos a
la trandisciplinariedad como forma de hacer frente a problemas complejos desde la
autoconciencia de las limitaciones epistémicas y antológicas de las disciplinas que nos
sirven como base de estudio (Jessop, 2008). Para ello, orientamos la investigación a los
temas tratados de forma explícita y no tanto a los confines que marca cada disciplina. Y
conjugamos diferentes subdisciplinas de la Ciencia Política – teoría política y feminista,
teorías de movimientos sociales, … - con aspectos que nos son útiles en la Sociología,
especialmente del Trabajo, el Derecho Laboral y la Historiografía. La
transdisciplinariedad ayuda a situar el objeto de estudio, es decir, el trabajo y el género,
allá donde mejor sirve a nuestros propósitos. ¿Analizamos el trabajo como elemento
jurídico en un Estado, en una sociedad en red difusa, en fluidez o en los discursos desde
los diferentes agentes que configuran el mundo del trabajo?
La literatura en las Ciencias Sociales toma el marco del Estado -y de forma casi
unánime el Estado de Bienestar- o la sociedad del trabajo (Alonso, 2000; 2004) como
lugar desde dónde analizar el trabajo. Afirmar que hoy en día el Estado de Bienestar
resulta residual podría parecer aventurado. No obstante, es casi testimonial pues se
encuentra casi en exclusividad – y en franca decadencia - en el contexto europeo. En la
actualidad, el Estado de Bienestar sufre los más drásticos recortes de los que se tiene
constancia desde su creación. Es un proceso que tiene dos fases concretas. La primera de
descrédito y de desprecio hacia todo aquello que es público: el funcionariado como
personal con muchos privilegios laborales se contrasta con la supuesta eficiencia del
personal en el sector privado. Se aboga así por su externalización, es decir, por su
privatización progresiva (Navarro, 2011; 2012; 2013). La segunda fase, es la de los
ajustes y recortes en los servicios públicos, desde donde se orquestra una nueva
65
privatización. El optar por la esfera del trabajo como lugar de análisis, se han planteado
tras el estudio de las bondades y problemáticas que surgen al plantear el trabajo desde el
marco del Estado de Bienestar.
El Estado de Social y el sistema económico capitalista han mantenido una relación
de sujeción mutua, ‘coexistencia y dependencia’ que se vislumbra en la insuficiencia del
Estado de Bienestar en transformar la distribución de la renta entre el capital y el trabajo;
su inefectividad en eliminar las causas de las situaciones de emergencia de situaciones
individuales, su habilidad en términos de función de control ideológico en el fomento de
cooperación entre las clases y la desactivación de la lucha de clases (Offe, 1992). Estas
características también han sido elementos que han promocionado un desgaste del sujeto
obrero, o de la agencia de clase. Y sobre todo, plantean que el peso del sistema
económico, ante esta crisis del Estado, es mucho mayor del que una visión focalizada
sobre él puede mostrar. Por otro lado, el modelo de Estado actual, o el Estado de Bienestar
genera “la ilusión del Estado Social”, que proyecta una falsa imagen de dos esferas
separadas para la clase trabajadora; la esfera del trabajo, la economía, la producción y la
distribución primaria de las rentas, por un lado. Y la esfera de los derechos civiles, el
Estado, la reproducción y la distribución secundaria, por otro. La separación impide la
formación de una conciencia que vea la sociedad como una totalidad a transformar en su
conjunto (Offe, 1992:383). Esa ilusión ha sujetado las vindicaciones sobre el trabajo al
empleo y a su vez ha desactivado en parte la acción política entorno a él. Además, como
pensamos en un trabajo que es tridimensional, no concebimos la división entre lo público
y lo privado que delimita claramente el Estado de Bienestar.
Por tanto, se quiere un marco que integre al Estado, y ponga en valor su papel y
sus responsabilidades, sin que eclipse al resto de ámbitos que hoy en día son
fundamentales para retratar las relaciones en el mundo del trabajo y el género. Buscamos
además una visión más amplia de la separación – continuum público – privado, donde se
puedan representar cómo se activan las relaciones de trabajo en todos aquellos espacios en
los que se realizan actividades humanas, políticas y mercantiles. Y también un contexto
que visibilice las posibles articulaciones y confluencias de las luchas por la igualdad.
Todas estas cuestiones sobrepasan el ámbito estatal, el estado nación o aquellas que
pueden identificarse como temas propios del Estado de Bienestar, que igualmente es
66
revisado con atención en el Capítulo 3. Al analizar discursos que abordan temas de forma
internacional, autonómica o local las fronteras del estado nación pueden constreñir el
análisis.
28
Anexos 3 y 5
29
Aspectos culturales tales como la religión, o la iglesia católica como actor político en el contexto español se tienen en cuenta, pero no
se inscriben en espacio alguno por sus conexiones con todos ellos. Tampoco los medios de comunicación. Somos conscientes de su
67
1.5.3.1 El Estado
El Estado se entiende como la maquinaria que pone en marcha políticas públicas,
sostiene el sistema jurídico, la representación política y tiene por tanto una elevada
responsabilidad en la gestión del trabajo, del mercado laboral y del doméstico y político.
Las teorías y prácticas feministas a lo largo del tiempo han mantenido diversas posiciones
frente al Estado (Kantola, 2006). Las liberales ven al Estado como un organismo neutral,
donde las diferencias entre mujeres y hombres no deben ser pertinentes. En cambio, para
las radicales de la corriente anglosajona el Estado es patriarcal por tener la objetividad
como norma y ser ésta propiedad masculina. Este posicionamiento es similar al de las
feministas de la diferencia en nuestro contexto, donde hay corrientes que durante años han
visto a las instituciones políticas como un lugar donde las mujeres no debían estar; aunque
situadas en el Estado, el feminismo de la diferencia confiere legitimidad al hecho de ser
mujer, por tanto, la relación y la interlocución son posibles. En el feminismo de la
diferencia, la relación se construye mujer – mujer. El Estado también puede percibirse
como brazo ejecutor del capitalismo, según las marxistas, o como doble explotador –
opresor, para las feministas del sistema dual (Walby, 1990). Por su parte, el feminismo
autónomo ha desplazado los enfrentamientos directos con el Estado hacia resistencias y
estrategias oblicuas como “su matrimonio con el capitalismo” o “capitalismo patriarcal
heterosexista racialmente estruturado” (Vega Solís, 2011:23). De la literatura feminista
nórdica surge un análisis del Estado que empodera a las mujeres a partir de la
institucionalización de las políticas de género, the women friendly state (Kantola, 2006).
Gran parte de las feministas de los Estados del Bienestar latinos o del sur han visto en el
Estado al ente que debía procurar servicios y recursos para mejorar la igualdad de género,
por lo que la intervención estatal ha sido buscada y exigida en muchas ocasiones en
nuestro contexto. Por último, la corriente postestructuralista considera que lo importante
no es el Estado en si mismo sino el análisis de sus prácticas y los procesos. Son éstos los
que pueden ser positivos o negativos, patriarcales o empoderadores, dependiendo de cada
relevancia, tanta que requerirían una investigación propia, por lo que analíticamente se descartan aunque pueden circunscribirse al
ámbito comunitario o como entidades empresariales.
68
situación o sujeto (Kantola, 2006).
En la investigación contamos con discursos de representantes estatales -de la
administración central, autonómica y local; de organismos de género, laborales y de usos
del tiempo- que han sido analizados en profundidad. Cuando un Estado implementa
políticas de género éstas pueden tener efectos e impactos en diferentes direcciones: por un
lado, pueden no afectar a las relaciones de opresión patriarcal – dejar la situación en status
quo-. Por otro, pueden presentar efectos boomerang – es decir, ahondar en las
desigualdades-. Y en tercer lugar, también pueden tender a la situación deseada, conseguir
una transformación de las discriminaciones de género. Gran parte de las feministas de la
segunda ola no han rechazado las instituciones estatales per se, sino que han visionado
una democracia participativa a la que se le pudiera infundir valores feministas. Así su
objetivo no ha sido desmantelar el Estado, sino transformarlo para promover y expresar
una justicia de género (Fraser, 2009). Entre otras fórmulas haciendo que lo personal y lo
social sean objeto de política pública y redefiniendo aquello que se entendía por político.
A pesar de la reducida representación que el Estado otorga al MFM en temas de trabajo, el
agente social tiene en el Estado el receptor principal de gran parte de sus vindicaciones.
En este punto interesa preguntarnos cómo interpretan los problemas de género el
MFM al plantearlos ante al Estado. ¿Son sus reivindicaciones en torno al trabajo
tamizadas por el aparato burocrático? ¿Se influye en los discursos dominantes del Estado?
¿Hay efectos bidireccionales tal y cómo suponemos que sucede con el debate sobre
conciliación? ¿Cómo se combina el trabajo del movimiento de mujeres hacia las
administraciones públicas sin olvidar poner el mismo acento en el cambio respecto al
mercado y la familia? ¿Y cómo se plantean los debates de estatalización o
desestatalización y sus vínculos con otros ámbitos y aspectos de género? La política de
subvenciones ha sido frecuentemente criticada como elemento de cooptación de
demandas, abuso del tiempo de las activistas o domesticación del movimiento (L.Gil,
2011; Murillo et al, 2003). La tamización de las reivindicaciones feministas por otros
intereses y por las propias estructuras burocráticas (Grau, 2000; Prekarias, 2004) es una de
las grandes críticas del MFM en el análisis de sus demandas. La maquinaria del Estado es
potente comparada con la capacidad de hacer prevalecer su interpretación de un problema
por parte de un movimiento social. Lo descafeinado se asienta fácilmente y el ejemplo de
69
los centros de planificación familiar es paradigmático en este sentido. Una iniciativa
feminista que al ser ‘estatalizada’ por los servicios de salud pública se convierte en
universal, a la vez que se desprende de la dimensión ideológica que ostentaba cuando era
tan sólo objeto de práctica feminista. Nos interesa abordar también las diferentes
direcciones de la estatalización o desestatalización de un asunto. El establecimiento de un
Estado social en combinación ha conllevado que una serie de trabajos domésticos pasen a
formar parte de lo público (Walby, 2009). Puede ocurrir que pasen al mercado –
mercantilizándose – o que solidifiquen en el espacio privado. Tal y como ha sucedido, con
la conocida como Ley de dependencia. Las demandas de intervención al Estado se
analizarán también en correspondencia con las tres estrategias feministas presentadas. Y
se tendrán en cuenta las respuestas estatales – el qué y cómo – ante las vindicaciones del
MFM también en base a otras categorías de desigualdad.
1.5.3.5 Conclusiones
Hasta aquí hemos presentado las principales teorías que articulan la hipótesis y las
preguntas de investigación. Hemos tratado el dilema redistribución – reconocimiento y su
aplicación a nuestra temática de estudio, así como las referencias fundamentales a la
tercera dimensión de justicia, la representación. A ésta última se vinculan preguntas de
investigación tales como las estrategias feministas de intervención política, la
representación del MFM en temas de trabajo y género en la actualidad y las relaciones
discursivas entre movimiento social, sindicalismo y Estado también desde el punto de
vista territorial. Éstas también se perfilan respecto ámbitos y responsabilidades en la
esfera del trabajo donde cada actor juega su papel y podemos preguntarnos acerca de las
posibles confluencias y articulaciones. La clarificación de las preguntas de investigación y
la hipótesis de estudio aportarán interpretaciones útiles de los conceptos de género y
trabajo y de sus sujetos en los discursos del MFM en el Estado español, también en
relación con el resto de categorías de desigualdad.
74
75
2 MARCO METODOLÓGICO
Este capítulo expone la metodología elaborada para la presente investigación. En
primer lugar, se desglosan conceptos fundamentales argumentando la validez y la utilidad
de cada elección para el estudio de los discursos del trabajo y el género por parte del
MFM. En segundo término, se presenta el instrumental empírico y la propuesta
metodológica para el análisis de los textos y las entrevistas (Capítulos 6 y 7), así como la
aplicada en la línea histórica sobre el trabajo y el género (Capítulo 5). El tercer y último
apartado desglosa el diseño empírico, en el que se especifican los criterios de selección de
entidades e instituciones, se presentan los entrelazados de preguntas que guían el análisis
y se aborda el ámbito temporal y espacial.
es una ‘mera representación’ sino que – tanto los discursos dominantes, como aquellos
que los retan – son actos e intervenciones. En el proceso de interpretación de necesidades,
la autora, analíticamente, identifica tres momentos diferentes (Fraser, 2004:166). El
primero es el de la disputa por la determinación de un problema como político; aquí se
observa una relación entre lo que se dirime como político y los discursos dominantes. El
segundo momento es el de la disputa por ladefinición sobre un problema, es decir, su
interpretación y la capacidad de determinar qué es lo que lo resuelve y cómo . Se trata de 31
la actividad interna del grupo o las activistas que interpretan. Y la tercera fase es aquella
en la que se asegura la satisfacción, se deniega o se pone en marcha la provisión de una
reivindicación. Este último momento también está vinculado a quien se determina que
debe dar satisfacción a la necesidad.
Por su parte, Bacchi asume la visión de Fraser y afirma que las propuestas
políticas sobre necesidades contienen interpretaciones y por consiguiente representaciones
de problemas. Cualquier descripción de un problema es una interpretación que conlleva
30
Los grupos dominantes buscan excluir, desactivar y/o cooptar o contrainterpretar las interpretaciones, mientras que los grupos a los
que Fraser llama ‘subordinados o opositores’ luchan por modificar o retar las interpretaciones dominantes.
31
Según Fraser aquello que satisfaría la necesidad.
79
juicios y elecciones. Desde este modelo, se expresa que toda propuesta política contiene
un diagnóstico implícito o explícito de un problema, lo que denomina como
representación. Esa representación se genera a partir de los valores de la persona o el
grupo que la elabora; esos valores no son neutrales son estandartes de una ideología
concreta, sea de forma consciente o inconsciente. Bacchi propone pasar del análisis de las
políticas como posibles soluciones a problemas, a un análisis de las políticas como
portadoras de interpretaciones o representaciones que compiten entre ellas entorno a una
cuestión política. Es un análisis que comienza preguntándose por “cuál es (la
representación d)el problema”; que presuposiciones están en juego o se están dando por
sentado en la representación del problema que se muestra, qué efectos conectados, y que
áreas no son objeto de discusión o quedan fuera de la agenda política. “El foco sobre la
interpretación o la representación es el foco en el discurso, definido aquí como lenguaje,
conceptos y categorías empleadas para enmarcar un tema” (Bacchi, 1999:2-3). El
enfoque del ‘What’s the Problem’, además, invita a buscar las interconexiones entre áreas
políticas y reflejar aquellos aspectos de un tema que caen fuera de la representación.
Bacchi decide no poner el acento en la definición del problema – pues esta visión aboga
por la posibilidad de poder hacer una mejor definición de una cuestión y por tanto de
encontrar mejores soluciones. Su propuesta pasa por la imposibilidad de separar la
solución de la definición de un problema. No se centra en mejorar la definición del
problema, sino en revelar las asunciones sobre la naturaleza de un problema en cualquier
postulado de solución (Bacchi, 1999:9). Esta investigación se basa en esta representación
de Bacchi para analizar los discursos del movimiento feminista sobre el trabajo, aunque
para evitar confusiones con la representación de la triada de la justicia social de Fraser
preferimos hablar de ‘interpretación’. Tanto la aproximación de Fraser como la de
Bacchi, destapan la caja de Pandora de la objetividad, la autoreflexividad, los prejuicios y
los juicios de valores, así como la ideología de quien investiga que trataremos más
adelante.
80
En este punto abordamos dos conceptos que, en relación, tienen gran importancia
a la hora de analizar los discursos del MFM sobre el trabajo y el género: el contexto y la
ideología. En primer lugar, el contexto es relevante en la medida en la que todo discurso
se inserta en una trama de relaciones políticas, económicas, culturales y de género. Los
discursos se deben a un contexto, de igual manera que éstos son partícipes de la creación
del mismo. Se retoma así la noción de discurso como elemento activo, dinámico,
insertado en la posibilidad de transformación permanente y como constituyente de
relaciones sociales (Laclau y Mouffe, 2004:149). Los problemas en muchas ocasiones se
generan de forma diferente, según factores relacionados con la especificidad del lugar, la
institución donde toman forma o el momento histórico (Bacchi, 1999:7). Desde el análisis
de marcos en los movimientos sociales el contexto ha sido pensado y operativizado. Se
señalan cuatro entornos en los que – simultáneamente o no - pueden funcionar los marcos
de interpretación (Rein y Schön, 1993:153-155): (i) El contexto interno en el que opera un
marco. Los objetivos emergen de las posibilidades que aporta la situación interna y de la
necesidad existente por parte de la institución que lo crea para adaptarse a los cambios, a
largo plazo. (ii) El contexto cercano, el ambiente político en el que se inserta el marco.
(iii) El contexto macro, que incluye cambios en la dirección de la política, cambios en la
institución que debe llevarla a cabo o realineamientos políticos. (iv) Y el contexto global,
que a pesar de ser el más complejo de determinar también es de una importancia extrema,
pues enuncia cambios en el ámbito histórico en los que pueden darse modificaciones de
reenmarque de la política. El contexto formatea el discurso o repercute en él de forma
clara. Los objetivos de los movimientos sociales, sus oportunidades y elecciones
organizativas son socialmente construidas y culturalmente variables.
32
Tema musical compuesto por Manuel Alejandro y éxito en la voz de la cantante Jeannette en 1971
84
2.1.3.1 Estructura de oportunidad política y estructura de oportunidad discursiva
El contexto sirve para situar tres elementos en la investigación de los discursos
sobre el trabajo del movimiento social: la interpretación del trabajo y el género en los
diferentes puntos del Estado español y en el contexto internacional, la variación de estos
discursos en el tiempo y la construcción de identidades colectivas a partir de la percepción
de las oportunidades políticas por parte de las activistas (Johnston y Klandermans, 1995;
Gamson y Meyer, 1999). Los instrumentos a partir de los que se trabaja el contexto en
este estudio son la Estructura de Oportunidad Política (EOP) y la de Oportunidad
Discursiva (EOD). Ambas se utilizan en la línea histórica sobre el trabajo y el género en el
Estado español (Capítulo 5) . La EOP se define como “el grado en el que es probable que
33
los grupos sean capaces de acceder al poder y manipular el sistema político” (Eisinger,
1973 en McAdam, 1998:89-105) y está muy presente en la investigación sobre
movimientos sociales de las últimas dos décadas (McAdam, McCarthy y Zald, 1999;
Tarrow, 1997; Ibarra y Tejerina, 1998; Ibarra, Gomà y Martí 2002). Trata de los factores
estructurales externos que afectan a las acciones y resultados de los movimientos sociales
(Noakes y Johnston, 2005:20). Existe un relativo consenso sobre el conjunto de variables
que la caracterizan: la apertura o cierre del sistema político institucionalizado; la presencia
o ausencia de elites aliadas o la capacidad y propensión del Estado a la represión, entre
otros (McAdam, 1998).
Nos interesa aproximarnos a la relación existente entre la EOP y los discursos del
movimiento social. Para Benford y Snow (2000:628-630) el proceso de enmarque
discursivo está delimitado por cuestiones contextuales que se dividen en tres: (i) la
estructura de oportunidad política (los cambios en la estructura institucional y/o en las
relaciones informales de un sistema político con el movimiento en cuestión); (ii) las
oportunidades y limitaciones culturales (como consumidores y creadores de significados
culturales); y (iii) la audiencia destinataria de un discurso. Los marcos de un movimiento
social también provocan aperturas y cierres en las oportunidades políticas y se opina que
las oportunidades políticas deben asimilarse a través de un proceso de creación de marcos
interpretativos (Gamson y Meyer, 1999:391). Los casos en los que las actividades de
33
Su operativización se realiza en el apartado de diseño de la Investigación (2.3.1)
85
enmarque discursivo de un movimiento social alteran estructuras e instituciones políticas
de forma directa son infrecuentes (Noakes y Johnston, 2005:20 y ss). Por tanto,
entendemos que la relación entre la EOP y los marcos de interpretación es bidireccional.
Por un lado, los cambios en la EOP formatean los marcos de los movimientos sociales, y
por el otro, estos marcos pueden propiciar aperturas o cierres en las oportunidades. Ambas
direcciones presentan cantidad de estudios que lo aseveran, aunque la segunda es más
infrecuente (Noakes y Johnston, 2005:20-22). También un movimiento social – de forma
estratégica, e inconscientemente – puede no prestarle atención al contexto y movilizarse
bajo oportunidades poco claras. La subjetividad de la militancia es relevante en la
configuración de la EOP y en cómo esta se analiza por aquellas personas que desarrollan
la acción colectiva (Gamson y Meyer, 1999; Noakes y Johnston, 2005).
Entendemos que la EOD forma parte de la más general EOP y se utiliza limitada a
los marcos de ideas y de elaboración de las instituciones en una sociedad (Ferrée,
Gamson, y Rucht, 2002) . Es también un instrumentos contextual e histórico que muestra
34
34
El desarrollo del concepto de EOD es colaborativo también a partir de las elaboraciones de Koopmans y Kriesi (1997) y de
Koopmans y Statham (2000).
86
presenta la tensión entre la agencia del movimiento social y la apertura al sistema de
representaciones que ofrecen los discursos dominantes (Ferrée, 2003:4). Además, es
diferente según cada contexto territorial e histórico. Cada movimiento social, cada grupo
o asociación, si bien está condicionada por una EOD específica, decide entre los
diferentes discursos disponibles o elabora nuevos en relación a éstos. No es una decisión
forzada pero sí condicionada. La elaboración de otros discursos fuera de los márgenes de
esa dominancia es mucho más complicada y presenta costes políticos. La aceptación de
parte de los discursos hegemónicos permite un mayor impacto de los discursos elaborados
por los movimientos sociales, pues la asimilación con la norma es más efectiva respecto al
marco dominante. Pero por otro lado, el alineamiento con la dominancia puede implicar
una renuncia a parte de los objetivos del grupo, o incluso la marginación de marcos
discursivos alternativos, de posibles autores o referencias y de algún tipo de
preocupaciones (Marx Ferree, 2003:5).
En esta tesis, a partir del establecimiento de la EOD se ofrece una muestra de ideas
que se ajustan a la interpretación dominante y otra que la reinterpretan o transgreden.
Asimismo, la EOD ayuda a identificar los discursos dominantes.
2.1.3.2 Ideología
Tras bordear el concepto de contexto y presentarlo en función de las necesidades
de la investigación, se pasa a tratar la noción de ideología, en apariencia menos material.
La ideología es la noción puente con el último apartado de esta introducción conceptual -
la subjetividad y la agencia en el discurso-. Y es también una pasarela para aunar el
contexto, con aspectos más intangibles. Existe un riesgo de ‘mistificación ideológica’
entorno a la complejidad del contexto, una ‘lógica de las circunstancias’ llevada a sus
extremos, donde “el sistema sólo puede funcionar si la causa de su mal funcionamiento se
ubica en la ‘culpa’ del sujeto responsable” (Žižek, 2003:11-12). Por lo mismo, para
elaborar la EOD utilizamos un elemento que fusiona contexto e ideología: los aparatos
ideológicos del Estado de Althusser.
Hay una amplitud de definiciones de ideología, incluso detractores de su uso y
teóricos que niegan su existencia. Así, los opositores al término se preguntan hasta qué
punto existe una ideología dominante, si las personas son capaces de resistir, rechazarla y
87
de sugerir formas alternativas no ideológicas como la económica (Abercrombie, et al,
1980). Otras corrientes vinculadas al postestructuralismo ven la ideología como un juego
del lenguaje, donde ningún discurso está privilegiado para evaluar a otros (Nottis, 1992).
También hay teóricas que utilizan el concepto de ideología desde la neutralidad, como
sinónimo de una visión global y otras que acentúan la ideología como 'falsificación'
(Fairclough, 1995:17). Nos alejamos de estos posicionamientos y acercamos la ideología a
la ‘problemática representacional’ y sus aspectos funcionales. Se está dentro del espacio
ideológico, en sentido estricto, desde el momento en el que el contenido – verdadero o
falso (si es verdadero mucho mejor para su efecto) – es funcional respecto de alguna
relación de dominación social (poder, explotación) de un modo no transparente: la lógica
misma de la legitimación de la relación de dominación debe permanecer oculta para ser
efectiva (Zizek, 2003:15). Žižek (2003:17 – 24) enmarca la ideología a tres dimensiones
actuales: la primera se refiere a la ideología ‘en sí’, las convicciones articuladas sobre la
naturaleza de la humanidad y de la sociedad. La segunda es su existencia material, la
ideología ‘para sí’, representada en instituciones, rituales y prácticas que le dan cuerpo a
la ideología. Aporta materialidad y es el nexo de unión con el comportamiento individual
y la subjetividad. La tercera dimensión, presenta una red de actitudes y presupuestos
implícitos que constituyen la reproducción de prácticas ‘no ideológicas’ económicas,
sexuales, legales, políticas dictadas por el mercado o los medios de comunicación de
masas (Žižek, 2003, 17 – 24).
Utilizamos el concepto de ideología desde la segundo opción y cercana a la
definición de Althusser para quien ideología es “el sistema de ideas, de representaciones,
que domina el espíritu de un hombre o un grupo social’ . Para este autor, la ideología no
35
35
Se espera que cuando Althusser habla de ‘hombre’ esté considerando a la humanidad, y por tanto, a las mujeres dentro de ella.
88
comparten abstracción, volatilidad y una pesada y firme materialidad.
Desde el materialismo histórico se afirma que: “las ideas imperantes en una
época, han sido siempre las ideas propias de la clase dominante” (Marx y Engels,
2005:46) o “dicho en otros términos, la clase que ejerce el poder material dominante en
la sociedad, es al mismo tiempo, su poder espiritual dominante” . Así, una de las 36
preguntas que emergen tras estas frases es quien tiene la posibilidad de producir ideas
dominantes, y quien carece de ella. Para Marx y Engels, lo importante, se sabe, es tener
control de los medios de producción, generadores de las diferencias de clase social. No
obstante, para ambos la economía no es el único factor que produce cambios ideológicos,
aunque es el determinante y la causa principal. En esta tesis nos valemos de otras
categorías que sirven para ir más allá de los discursos dominantes en el tema del trabajo y
el género a partir de la interseccionalidad del género.
La forma en la que se ha tratado el concepto de ideología desde el análisis de
marcos es uno de los argumentos que nos lleva a fusionar los dos instrumentales básicos
con los que se construye el entrelazado de preguntas para el análisis de los discursos del
MFM. En los últimos tiempos el análisis de marcos ha sido reprobado por el mal uso o el
olvido que se ha hecho de la ideología. “Reconocemos que las ideologías en muchas
ocasiones funcionan como marcos y que no todos los marcos son ideologías” (Oliver y
Johnston, 2005:194). Las reflexiones de Zald inician el giro lingüístico del análisis de
marcos en el estudio de los movimientos sociales, marcados hasta el momento, por las
dimensiones de oportunidad política, los ciclos de protesta o la movilización de recursos.
Se pone de manifiesto el enorme esfuerzo destinado en el estudio de los movimientos
sociales a los aspectos estratégicos del proceso de enmarque y los denominados como
marcos estratégicos (Zald, 1999).
Entre las grietas del análisis de marcos como herramienta útil para mostrar los
procesos de significación de la acción colectiva, se encuentra la conceptualización de
ideología, pues la manera estática en la que se ha utilizado expresa un orden cognitivo
36
El poder espiritual dominante es la ‘ideología’, son esas ideas imperantes. La anotación sobre La Ideología Alemana aparece en el
pie de página 204 del Manifiesto Comunista que se maneja. La clase que tiene a su disposición los medios para la producción material,
dispone con ello, al mismo tiempo, de los medios para la producción espiritual, lo que hace que se le sometan, al propio tiempo, por
término medio, las ideas de quienes carecen de los medios necesarios para producir espiritualmente. Las ideas dominantes no son otra
cosa que la expresión ideal (en ideas) de las relaciones materiales dominantes, las mismas relaciones materiales dominantes concebidas
como ideas; por tanto las relaciones que hacen, de una determinada clase social, la clase social dominante”
89
importado desde un sistema de creencias externo a la acción colectiva de los movimientos
sociales. Se debe poner el acento, por tanto, en incorporar una perspectiva discursiva que
implique lo contrario: procesos de acción colectiva que recalquen un orden explícito y
consciente en el discurso ideológico (Steinberg, 1998:847). Desde un modelo de ‘procesos
de enmarque dialógicos’, un marco se focaliza “tanto en las dinámicas hegemónicas
como en las contra-hegemónicas de los repertorios en competición y las tensiones
internas y contradicciones en los discursos de un repertorio” (Steinberg, 1998:859).
Otros autores opinan que los marcos fracasan al tratar su relación con la ideología,
debido a que “las redes sociales, y de forma clara los pequeños grupos de intelectuales,
son centrales en la creación de nuevas teorías e ideologías” (Oliver y Johnston,
2005:193). Aunque un énfasis exclusivo en los marcos puede sugerir que la política no es
importante o que puede reducirse a opiniones diferentes (Oliver y Johnston, 2005:199).
Además, se alerta sobre la confusión de utilizar un marco como sinónimo de ideología al
recordar que una ideología presta atención a lo que entienden como un sistema completo
de creencias, mientras que un marco es “una forma concreta de invocarla en un ejemplo
particular’ (Oliver y Johnston, 2005:194). El análisis de marcos tiene un apego elevado
por el proceso y no acaba de explicar las diferentes tendencias ideológicas de las personas
activistas.
“Las ideologías no pueden simplemente ‘resonar’, deben ser aprendidas” (Oliver
y Johnston, 2005:194-196). Además no se debe confundir la ideología con un “master
frame”: un significante que sugiere una categoría general de ejemplos socialmente
reconocibles (…) [es decir] es una perspectiva concreta sobre un problema” (Johnston y
Oliver, 2005:198). Un master frame – por ejemplo, ‘derechos humanos’, carece de la
elaboración teórica social y normativa a la que apunta un sistema de valores que
caracteriza una ideología detallada (Johnston y Oliver, 2005). En nuestro análisis vamos
encontramos diferentes master frames. Uno de los principales es la ‘(re)organización de
trabajos y de tiempos’. Y este marco abarca diferentes posicionamientos ideológicos. Se
necesitan, por tanto, métodos que aporten un suelo empírico firme sobre el que puedan
realizarse comparaciones ideológicas (Johnston y Oliver, 2005). Siguiendo esta
argumentación, se piensa que el ACD ayuda a plantear los aspectos ideológicos que en el
análisis critico de marcos (ACM) pueden quedar invisibilizados, por lo que la fusión de
90
ambos métodos será fructífera. Y es que la ideología es uno de los elementos que
fundamentan el ACD. Van Dijk la define como “representaciones compartidas (de
valores, creencias, estrategias y estructuras) que tienen funciones sociales específicas
para los grupos” (Van Dijk, 2006). Son el fundamento de los discursos y permite
organizar acciones conjuntas e interacciones con otros grupos (Van Dijk, 2005:12). Este
autor sostiene que “el discurso tiene un estatus especial en la reproducción de las
ideologías” (Van Dijk, 2006).
Por su parte, Fairclough (1989) entiende que la ideología está vinculada a las
relaciones sociales asimétricas de poder y dominación y que un objetivo importante del
ACD es señalar la omisión del concepto de poder y dominación en la teoría y el análisis.
De nuevo el ACD es útil al extender el concepto de ideología a la expresión de las
relaciones de poder que se encuentran en un sistema capitalista, en interrelación con otras
fundamentales (Fairclough, 1989). Y además, “las ideologías pueden funcionar para
legitimar la dominación, pero también para articular resistencia en las relaciones de
poder” (Van Dijk, 2005:12).
Así desde una perspectiva materialista, estructural y orgánica, entendemos la
ideología como conjunto de ideas que ayudan a analizar los entramados (privados y
públicos) del poder y que plantean un contexto para programas funcionales, herramientas
o mapas de ruta para transformar las subordinaciones detectadas, vividas. La ideología,
también se encuentra presente en los discursos de las instituciones y los grupos que
conforman los discursos dominantes. Y a su vez sostiene una doble faceta, pues toma
forma, performativamente, en las conductas y en las actitudes de cada sujeto y agente
clave. Esa multiplicación en cada comportamiento, en cada forma de entender el mundo o
un problema determinado y expresarlo, es intrínseca a la heterogeneidad de toda
ideología. Su diversidad y relatividad le confiere una sujeción a lo contextual; el discurso
ideológico “es siempre variable tanto en lo personal como en lo textual” (Van Dijk,
2005:19).
A través de un posicionamiento ideológico feminista se pueden determinar los
elementos patriarcales de los discursos hegemónicos y retarlos. Para Fraser, la dimensión
ideológica es discursiva y se refiere a las normas y asunciones explícitas que constituyen
las prácticas políticas (Fraser, 1989:146). Los procesos de enmarque y de representación
91
del trabajo por parte del movimiento de mujeres, son por tanto, procesos ideológicos y
eminentemente políticos, no tan sólo procesos de marketing. Gran parte de los discursos
que son analizados tienen una lógica de género, aunque existe una multitud de ‘ideologías
de género’: “lo importante es que las ideologías siempre incluyen tanto valores como
ideas, y por tanto también sentimientos y acciones, no sólo pensamientos abstractos”
(Ferrée y Merril, 2000:456). Emerge así el problema sobre la determinación de lo que se
entiende por ‘ideología feminista’ o de ‘género’ que abre varias dimensiones: por un lado,
el espacio de la relatividad en la objetividad como investigadora. 37
Por otro, el
establecimiento de las diferencias entre ‘género’ y ‘feminismo’. La ideología feminista,
las diferentes formas de entender un proyecto feminista, o con perspectiva de género, se
muestran a partir de la herramienta del entrelazado de preguntas para el análisis de los
textos (Anexo 3). Se demuestra como la ideología medioambientalista abraza, tanto
variantes ecologistas como conservacionistas, y presenta cómo cada una de ellas
configura un horizonte de acción y oportunidades diferente (Johnston y Oliver, 2005:198).
Veremos qué sucede con los discursos del MFM en materia de trabajo y género.
37
Al final del marco metodológico se inserta un espacio de autorreflexión y autoposición de la investigadora.
92
autoría, de la subjetividad y la agencia en el discurso.
En la literatura de las Ciencias Sociales la noción de agencia ha adquirido
notoriedad en los últimos años. Hasta hace poco, el peso se situaba en la cuestión del
sujeto y la subjetividad. Tal y como se explicitaba en el apartado anterior, ideología,
discurso y sujeto van de mano. Así Althusser afirma que: “1) No hay práctica sino por y
bajo una ideología; 2) No hay ideología sino por el sujeto y para los sujetos” (Althusser,
1970) . 38
38
Y sigue: “Sujeto significa, efectivamente: 1) una subjetividad libre: un centro de iniciativas. Autor y responsable de sus actos; 2) un
ser sojuzgado, sometido a una autoridad superior por lo tanto despojado de toda libertad, salvo la de aceptar libremente su sumisión
(Atlthusser, 1970).
93
tiempo posibilidades” (Butler,2004b:73) , son espacios de ‘desestabilización’ (Butler,
39
39
Cito la nota de los traductores del libro Beatriz Preciado y Javier Sáez sobre el concepto de Agency / Agencia en Judith Butler.
94
2.2.1 Combinación del análisis critico de discurso y el análisis crítico de
marcos. Una propuesta metodológica
40
En alemán: "Echte Polemik nimmt ein Buch sich so liebevoll vor, wie ein Kannibale sich einen Säugling zurüstet"
95
nuestros instrumentos.
Cada una de las técnicas aporta una amplitud de características que son de gran
ayuda para esclarecer la hipótesis de trabajo. El ACD permite analizar usos del
vocabulario y de la gramática que, a grandes rasgos, son ventajosos y pueden quedar
ocultos en un ACM. Más allá de los elementos lingüísticos, el ACD es además un método
contrastado para el análisis de entrevistas. Tal y como hemos expuesto, el ACD es la
herramienta ideal para detectar los aspectos ideológicos que en el análisis critico de
marcos (ACM) pueden quedar invisibilizados. Por su parte, la relevancia del contexto – de
detección de sistemas de desigualdad entrelazados - en los discursos es una noción puente
entre ambas técnicas, tanto como la perspectiva de género, presente en las dos. Las
críticas vertidas sobre el ACD entorno a la ausencia de sujetos y voces, se redime con los
aspectos más constructivistas del ACM, que busca la agencia en los discursos, incluso de
aquellos sujetos que no aparecen en los textos. Por último, el ACM es conveniente por ser
un instrumento utilizado de forma dilatada en el estudio de los discursos de los
movimientos sociales. Esta técnica contextualiza el pronóstico y el diagnóstico, el
equilibrio o desequilibrio existente entre ambos o la atribución de responsabilidades de un
problema político.
41
Fairclough entiende la interpretación como parte del proceso de elaboración del texto y también de su análisis (1989:26). En el caso
de que existan elementos comunes en los recursos de producción del discurso y de interpretación del mismo, se tratará de aspectos
reproducidos, tanto interpretativos como productivos. Esta dimensión está relacionada con el proceso de enmarque discursivo que se
verá en el siguiente apartado sobre marcos de interpretación.
97
I. Fases descriptiva e interpretativa: forma y sentido
(A) Cada palabra, frase o 'expresión' (utterance) puede adoptar, al menos, tres diferentes
valores, dos valores diferenciados o incluso los tres en un mismo texto. También puede
adoptar únicamente una función de conexión. Fairclough (1989:112) apunta los tres
siguientes:
• Valor experiencial: indica la manera en la que se representa el mundo o la sociedad
en un discurso. Se encuentra relacionado con contenido, valores y creencias.
• Valor relacional: indica de forma transparente, explícita, relaciones sociales que se
activan en el discurso.
• Valor expresivo: indica una evaluación por parte del/a productor/a del texto. Y está
relacionado con sujetos e identidades sociales. Ésta última característica será, junto
con la anterior, aquella que más me interese pues muestra cómo las diferencias
ideológicas se codifican en el vocabulario.
(A) Descripción del contexto: Quién o quiénes elaboran en texto; A quién se dirige;
Representaciones subjetivas del evento comunicativo y de sus participantes, como
miembros de grupos. (Van Dijk, 2005:22); ¿Qué interpretación(es) están dando los-as
redactores del texto sobre la situación del contexto? (Fairclough, 1989:163-2)
(B) Análisis del vocabulario
¿Qué valores experienciales/relacionales/expresivos tienen las palabras? (reformulación;
relaciones) (eufemismos, (in)formalidad) (figuras retóricas: metáforas, símiles,
hipérboles)
(C) Análisis recursos gramaticales
¿Qué valores experienciales/relacionales/expresivos tienen los recursos gramaticales?
(claridad de la agency, frases en activa o pasiva, positivas o negativas) (preguntas
retóricas, imperativas, uso pronombres, posesivos, demostrativos. Presentación de un
sistema de alarde propio (Van Dijk, 2005:20)(lenguaje sexista o inclusivo, evidencia o
normatividad)
Un marco es “un esquema interpretativo que simplifica y condensa ‘lo que está
ahí fuera’ a partir de una codificación selectiva de objetos, situaciones, eventos,
experiencias y secuencias de acción” (Snow y Benford, 1988:137). El origen del frame
analysis se sitúa entre 1970 y 1980 en el ámbito de las ciencias cognitivas y la inteligencia
artificial (Diani, 1992:140). En 1974 Goffman publica Frame Analysis, con influencias de
la psicología social (Schutz, 1999) y de la filosofía del lenguaje, entre otras (Austin,1962).
El autor propone “aislar algunos de los marcos de referencia disponibles en nuestra
sociedad, que son básicos para la comprensión y explicación del sentido de los
acontecimientos […] y analizar los riesgos especiales a los que están sujetos” (Goffman,
2003:10). Si bien, la primera vez que apareció el concepto de marco fue en 1954 en un
ensayo sobre epistemología y comportamiento animal (Johnston y Noakes, 2005),
Goffman abrió la veda para la aplicación de diferentes metodologías del análisis de
marcos en las Ciencias Sociales; en la Psicología cognitiva, la Lingüística y el propio
ACD, los estudios sobre medios de comunicación (Tuchman,1972; Scheufele, 1999) o la
Sociología, en sus diferentes subdisciplinas. El análisis de marcos ha sido empleado
también en múltiples análisis de Ciencia Política: en las políticas de género (Bustelo y
Lombardo, 2005; Bustelo y Peterson, 2005; Lombardo y Meier, 2006), la planificación o
el establecimiento de la agenda (Cobb y Elder, 1983; Aguilar, 1996) o los problemas en el
policy making (Rein y Schön, 1993). El marco interpretativo de la política pública, el
policy frame, se define como “un principio de organización que transforma la
99
información fragmentaria o casual en un problema político estructurado y significativo,
en el que se incluye, implícita o explícitamente una solución” (Verloo, 2005). La
traducción al castellano suele ser la de ‘marco político’, en nuestra investigación lo
denominamos como ‘marco institucional’, refiriéndonos a los marcos que procedan de las
instituciones públicas en el tema del trabajo y el género. Los marcos de interpretación sin
otro calificativo generalmente serán los del MFM.
2.2.3.1 Los marcos en el estudio de los movimientos sociales
El desarrollo del concepto de marco y su uso en las Ciencias Política ha ido en
paralelo a las teorías de movimientos sociales, campo donde ha sido propiciado y
potenciado. Las reflexiones de Meyer Zald (1999) inician el giro lingüístico del análisis
de marcos en el estudio de los movimientos sociales, marcados hasta el momento, por las
dimensiones de oportunidad política, los ciclos de protesta o la movilización de recursos.
Se pone de manifiesto el enorme esfuerzo destinado en el estudio de los movimientos
sociales a los aspectos estratégicos del proceso de enmarque y los denominados como
marcos estratégicos. Así, en los últimos tiempos el análisis de los movimientos sociales se
ha desplegado en tres direcciones teóricas: oportunidades políticas, recursos
organizativos, y procesos de enmarque (Johnston y Noakes, 2005:2). A partir del decenio
de 1980 los teóricos de movimientos sociales comenzaron a otorgar un lugar importante al
análisis del papel de los objetivos específicos y la ideología a la hora de despertar
compromiso e intereses sociales. Es decir se buscaba establecer un puente teórico entre la
estructura (los problemas sociales) y la acción (la motivación para participar) (Diani,
1992:137). Cuando la organización de un movimiento selecciona símbolos con los que
enmarcar su mensaje, establece el curso estratégico entre su entorno cultural, sus
oponentes políticos y la militancia y la ciudadanía cuyo apoyo necesita (Tarrow,
1997:216). Se afirma que existe una relación de reciprocidad, aunque no es determinista,
entre los actores y sus marcos (Rein y Schön, 1994:29).
Marcos e intereses son conceptos lógicos independientes; no idénticos. Los
intereses pueden ser delimitados por marcos, y los marcos pueden ser utilizados para
promover intereses. Además, los marcos en los movimientos sociales se sitúan dentro de
la “política de significación” (Hall, 1997) y tienen el potencial de señalar las referencias a
significados, creencias y valores. La explicación motivacional para el activismo y la
100
participación (Gamson, 1988) es una de las dimensiones de los marcos más explorada y
surge con fuerza a partir del análisis sobre las luchas de movilización (Snow y Benford,
2000:613). Los marcos de acción colectiva no son “una mera agregación de actitudes y
percepciones individuales, sino también el resultado de una negociación de significados
comunes” (Gamson, 1992:111). Son esquemas interpretativos desarrollados por las
personas activistas para promover y facilitar la acción colectiva a partir de reenmarcar un
problema mostrando la injusticia inherente en el estatus quo (Gamson 1992; Snow y
Benford, 1992 en Noakes, 2005:89). Cuántos más problemas se encuentren cubiertos por
un marco, mayor será el grupo social al que pueda dirigirse y mayor la movilización
social que pueda obtenerse (Snow y Benford, 2000:618). La autoría, el poder o la
voluntad de cambio de los movimientos sociales nutre la elaboración de los marcos. Éstos
no sólo buscan interpretar aquello que sucede, sino que apuestan por resignificar
conceptos, dando pautas de acción y desafiando los significados dominantes. En esta
investigación presentamos los marcos de acción colectiva del MFM sobre el trabajo y el
género, cuando éstos remiten a una acción colectiva que en nuestro caso sobrepase la
elaboración discursiva.
Por tanto, entendemos los marcos de interpretación en los movimiento sociales
como “posiciones políticas que descansan sobre estructuras de creencias, percepciones y
apreciaciones implícitas” (Rein y Schön, 1994:23). También como “metáforas
específicas, representaciones simbólicas e indicaciones cognitivas utilizadas para
representar conductas y eventos de forma evaluativa y para sugerir formas de acción
alternativas” (Ibarra, Gomà, Martí, 2002:44). Los movimientos sociales inciden en el
ámbito cultural, social y político en tanto que generan “sistemas de creencias y códigos
que interpretan la realidad a través de sus discursos” (Ibarra, Tejerina, 1998:12). Y se les
otorga un gran poder – ¿en exceso, tal vez? – cuando se afirma que “no hay posibilidad
alguna de falsificar los marcos. (…) No existe ninguna forma de percibir y entender la
realidad social más que a través de los marcos” (Rein y Schön, 1994:23). Asumimos, una
perspectiva de género en el estudio de los marcos de los movimientos sociales, y desde
este enfoque se les entiende como vocablos o agrupaciones de palabras, que aportan
una interpretación sobre el tema del trabajo y el género y proponen soluciones y
pautas de acción colectiva. Los estudiamos situados en su contexto, como expresión
101
ideológica y de la agencia de quiénes los elaboran. En palabras de Ferrée (2003:307) “los
marcos son un paquete interpretativo dentro de un modelo dinámico de interacción entre
agentes que retan y sostenedores del poder; están vinculados a las ideas hegemónicas
(las estructuras de oportunidad política), la contención histórica de los grupos sobre los
códigos (repertorios), y los valores centrales, identidades e interpretación del material de
interés para los grupos sociales (ideologías)”.
Nos alejamos de pautas de análisis de marcos como algo desapasionado, a pesar de
la existencia de intentos varios por caldear esa frialdad cognitiva. La pretensión de separar
lo ‘emotivo’ de lo ‘racional’ deja entrever un sesgo androcéntrico. La emoción se asocia
a la feminidad y la razón a la masculinidad, existiendo entre ellas un estatus subordinado
de la primera a la segunda (Marx Ferre y Merrill, 2000). Por ello, abundamos en las
propuestas de diferentes autoras que apuestan por un análisis de marcos más autoreflexivo
y consciente sobre nuestros propios valores. Un análisis que conecte motivación,
emociones y marcos. Reconocemos los vínculos existentes entre investigadoras y
activistas, aprendiendo unas personas de otras (Marx Ferrée y Merrill, 2000; Bacchi,
2005) y sostenemos la legitimidad de un enfoque que contemple una acción política en si
misma de manera crítica y creativa. Los métodos que utilizan los movimientos sociales
pueden analizarse como un proceso continuado estratégico, social, con tintes de género;
donde tanto la racionalidad como el apasionamiento, o la emotividad de quiénes están
proyectando esos marcos – y de quiénes los estudian -, son factores tenidos en
consideración. Así volvemos a la perspectiva reflexiva también en el análisis de marcos,
como la necesidad de poner en cuestión nuestras propias categorías de estudio, a través de
una interrogación consciente de nuestras creencias y presupuestos (Bacchi, 2005:27; Marx
Ferre y Merrill, 2000:460).
42
El enmarcado motivacional trata de dar razones para que la gente participe en acciones de un movimiento social (Johnston y Noakes,
2005:6).
103
tiempo dedicada al activismo también es un factor a tener en cuenta. Asimismo, los
marcos pueden elaborarse de forma más o menos espontánea en el curso de una
manifestación o una movilización (Johnston y Noakes, 2005). Por ejemplo, en las
ciudades tras concentraciones de diferente signo o en el transcurso de manifestaciones
suelen aparecer pintadas en bancos, iglesias, o cerca de las escuelas.
Por tanto, el enmarque es un proceso activo, una acción política en sí misma. La
gestión de las emociones en los movimientos sociales, la construcción de coaliciones y
aprender a ver intereses comunes – así como reconocer identidades divergentes – es parte
del trabajo de un proceso de enmarque (Marx Ferre y Merrill, 2000:460). En él, discursos,
ideologías y marcos se conectan, estratégica y socialmente, resultando en la producción de
un discurso (Marx Ferrée y Merrill, 2000:456). Las emociones son una forma de entender
la realidad. No son reacciones irracionales, sino que dependen de valores y creencias
(Cadena-Roa, 2005:71-72). La teoría feminista manifiesta que la separación entre pasión y
razón contribuye a establecer frentes entre pensamiento y sentimiento, y a elevar una
‘masculinidad abstracta’ sobre el punto de vista de las mujeres (Cadena-Roa, 2005:73).
En este sentido, los procesos de enmarque son emocionales, estratégicos e ideológicos. Un
discurso puede adecuarse a la ideología dominante, porque estratégicamente así lo
requiera, o bien la ideología puede desaparecer totalmente en aras de la estrategia
(Westby, 2005:221-229; Snow y Benford, 2005).
Una de las herramientas de análisis que utilizamos es el naming y framing
(denominación y enmarque). Es una fase de la construcción del marco, del proceso de
enmarque, donde se delimita lo que es problemático y se sugiere un curso apropiado de
acción. Naming y framing “aportan (…) orden, acción, retórica y análisis” (Rein y
Schön, 1993:153). Interesa diferenciar entre el naming (denominación) y el framing
(marco) a pesar de que es una distinción más teórica que práctica, y en el trabajo empírico
esto no debe llevar a equívocos debido a la elevada polisemia del vocablo ‘trabajo’ . En 43
esta tesis se aborda el naming y el framing del trabajo en relación con la cateogría de
género. Ambas nociones se analizan desde estrategias que aumentan o disminuyen su
resonancia - “la relación entre el marco, la comunidad objetivo y la cultura” (Johnston y
43
López Rodríguez (2009) ha identificado diferentes interconexiones en este sentido. Por ejemplo pueden darse cambios tanto en la
denominación como en el enmarque, cambios en uno de los dos, mientras que el otro permanece inamovible; varias denominaciones se
unen a un mismo marco y cambios en el marco pero no en la denominación, como es el caso del ‘matrimonio homosexual’.
104
Noakes, 2005:11), tales como: la amplificación, la extensión, el enmarcado puente
(frame bridging) o la transformación del marco (Snow y Benford, 2000:624-625) . 44
44
La
amplificación
del
marco
es
similar
a
un
proceso
de
marketing:
idealización,
embellecimiento,
clarificación
o
vigorización
de
valores
existentes.
La
extensión
del
marco
se
entiende
como
la
prolongación
del
marco
más
allá
de
los
intereses
primarios
para
integrar
diferentes
intereses
del
público
objetivo.
El
frame
bridging
une
dos
o
más
marcos
con
cierta
afinidad,
pero
que
con
anterioridad
no
habían
estado
conectados,
por
ejemplo
los
términos
‘transfeminismo’
o
la
existencia
de
una
realidad
‘heteropatriarcal’.
La
transformación
de
los
marcos
se
entiende
como
“cambios
de
antiguos
significados
(de
contenido)
y/o
la
generación
de
nuevos”
(Snow
y
Benford,
2000).
105
metodología fue perfeccionada en el proyecto posterior, QUING, que entre otras,
preguntaba por la interpretación de la ‘igualdad de género’ en políticas públicas
nacionales y comunitarias. Estos modelos ayudan a poner el acento en la elaboración
discursiva de los problemas políticos, en su diagnóstico específico y en las alternativas
que se pronostican. El ACM es constructivista porque asume que los problemas políticos
se construyen y que las diferentes interpretaciones de éstos compiten entre sí (Bustelo y
Lombardo, 2007:31). Y también es calificado de deconstructivista ya que se rige por la
voluntad de dejar abierto el concepto de género, en continua transformación y anteponer a
modelos absolutos el uso de “herramientas abiertas a revisiones y transformaciones
periódicas para adaptarse mejor a la naturaleza de los textos a analizar” (Bustelo y
Lombardo, 2007:31).
Todo ello son elementos que aplicaremos para poder percibir aquellas
características, interpretaciones inesperadas o incoherencias de sus marcos. Muchas de las
preguntas que aparecen en las preguntas guía del proyecto Mageeq son parte de nuestros
45
45
Ver siguiente nota al pie (46)
106
datos de los supertextos de forma comparativa. Los marcos interpretativos se establecen a
partir del análisis cualitativo de los códigos de los supertextos y un proceso de
abstracción, captando una variedad de significados y reduciéndolos a una única expresión.
Cada texto suele contener varios marcos, con mayor o menor relevancia. La lectura a
través de 'preguntas guías' ayuda a aumentar la conciencia sobre 'prejuicios conceptuales',
a la par que es útil para establecer y discriminar las diferentes dimensiones de los marcos
facilitando el análisis comparativo (Bustelo y Lombardo, 2007:26-29)46 (Anexo 3). Una
nueva riqueza del ACM se encuentra en el análisis de la interseccionalidad del género con
otras categorías de desigualdad (Verloo, Lombardo, Meier, 2009). Como decíamos, esta
tesis se basa en el modelo de interseccionalidad dinámica que pone el acento en los
procesos, los contextos y los discursos dominantes (Ferrée, 2009) y el ACM es útil para
nuestro objetivo, pues ayuda a detectar en qué medida encontramos interseccionalidad del
género con otras categorías en los discursos sobre el trabajo y nos permite analizar cómo
ésta se presenta. En primer lugar, se detecta si la interseccionalidad está articulada o no.
Cuando un texto presenta ideas interseccionales, pero sin una relación expresa entre
categorías de desigualdad, se considera inarticulada (Lombardo y Rolandsen, 2011). En
segundo término, cuando sea pertinente, se determina cuáles son aquellas categorías que
interseccionan con el género en el trabajo y posteriormente se analiza la relación entre
ellas, es decir, si se presentan de forma aditiva, jerárquica, en competición, separadas o
cuando las categorías se constituyen mutuamente (Lombardo y Rolandsen, 2011).
46
Las preguntas guía del proyecto Mageeq aparecen en el Apéndice del libro Bustelo, M y Lombardo, E (Eds.) (2007)'Políticas de
Igualdad en España y en Europa”, Feminismos, Ediciones Cátedra. También se encuentran en la página web del proyecto.
107
de preguntas guías para el análisis de los textos orales y escritos. Y más adelante
especificamos los criterios de selección de las organizaciones, de los textos que se
analizan y de las entrevistas que se han llevado a cabo (Capítulos 6 y 7). En último
término, se justifica el periodo de estudio y el ámbito territorial de la tesis.
realiza y se convierte en dominante con la puesta en marcha de los AIE” y toda clase
dominante genera “resistencia, rebelión y lucha” (Althusser, 1970). Aunque en algunas
autoras dominancia y hegemonía se traten como sinónimos (Bacchi, 2005:201) , optamos 49
47
Michèle Barret utiliza Selections from Cutural Writings de Antonio Gramsci. Una edición a cargo de Davis Forgacs y Geoffrey
Novell Smith, Lawrence & Wishart (1985)
48
Marx y Engels en el Manifiesto Comunista también hablan de ‘clase dominante’. Althusser se vale del término ‘dominante’,
vinculado a clase social y también a ideología. Aunque en alguna ocasión aparece como la consecución de una supremacía duradera y
potente, por ejemplo ‘la hegemonía burguesa’, basada en la ‘hegemonía política’ (ejercida desde el Estado) y la ‘hegemonía
ideológica’ de reproducción de las relaciones capitalistas de producción.
49
“Los discursos de feminidad o masculinidad (…) se identifican como esquemas interpretativos hegemónicos que afectan la vida de
muchas mujeres y hombres en diferentes formas. Estos discursos son denominados como dominantes o hegemónicos para mostrar el
poder que ejercen en la sociedad”
110
administración central, pero con referencias a las autonómicas – Catalunya, Euskadi y
Madrid - y locales.
• Discursos generados por las elites políticas: partidos políticos.
• Discursos generados por actores del ámbito económico en materia de trabajo y
género: organizaciones patronales y sindicales
• Discursos elaborados por agentes relevantes: el MFM de las diferentes épocas.
La importancia de los discursos de los medios de comunicación es, según algunos
autores, similar a la que desprenden los del Estado en la actualidad (Tarrow, 1997).
Ambos, institución y mass media, se alzan como las grandes contrapartes de los
discursos de los movimientos sociales (Johnston y Noakes, 2005:17). Conscientes de su
peso específico se ha optado por excluirlos del análisis.
nuestros propósitos y muchas son totalmente nuevas integrando así los aspectos del ACD
que queríamos utilizar.
50
Algunas de ellas han sido reformuladas: La división entre diagnóstico y pronóstico / Resumen / ¿Quién o quienes elaboran el texto?
Voz / voces presentes en el texto ¿Cómo aparece la agency? Palabras claves de las dimensiones de género / ¿Por qué se ve cómo un
problema? / Atribución de causalidad: ¿Cuál es la causa del problema? / Dimensiones de género en la interpretación del problema? /
Tratamiento de la interseccionalidad / Sujetos / Atribución de roles en el diagnóstico: problemas y responsabilidades / Resumen /
Representación de la solución del problema / Acción colectiva (prioritaria) / Dimensiones de género en la solución / Tratamiento de la
interseccionalidad / Atribución de roles en el pronóstico: actores pasivos y activos / ¿Qué se ve como ideal/preferible y qué se ve como
negativo/perjudicial? / Equilibrio diagnóstico pronóstico / Silencios y ausencias
113
El primer criterio de selección es el de tener en cuenta el máximo de discursos
diferentes sobre trabajo y género provenientes del MFM, plasmando la amplitud y
pluralidad del movimiento social. Por tanto, integramos estructuras ‘anfibias’ como son
los consejos de participación de las mujeres o agrupaciones políticas. Y también se
incluyen discursos provenientes de grupos compuestos tan sólo por hombres, mixtos o en
los que la adscripción de género no sea pertinente, siempre y cuando cumplan con el resto
de criterios.
El segundo criterio se refiere a la amplitud territorial que cubre la investigación.
Se quiere analizar si los discursos sobre el trabajo y el género en diferentes puntos del
territorio español son diversos. Asimismo, los niveles competenciales de las
administraciones públicas sobre el tema del trabajo hacen necesaria una visión tanto
estatal, como autonómica y local, sobre todo en la medida en que las demandas y las
reivindicaciones de las organizaciones de mujeres se dirijan a éstas. Estas son cuestiones
que se tendrán en cuenta, sin que ello conlleve la necesidad de realizar un análisis
comparado específico.
El tercer criterio aborda la heterogeneidad específica del trabajo. Así se analizan
discursos sindicales, patronales, y de organizaciones que defienden intereses
corporativistas o profesionales. La importancia de estas asociaciones, tanto en lo que se
refiere a la producción discursiva sobre trabajo, como en lo vinculado a su capacidad de
presión política sugiere interesantes opciones en la investigación.
El cuarto criterio de selección viene marcado por la delimitación temporal de la
investigación. La selección de los documentos cubre el periodo temporal del estudio. Los
grupos de mujeres no se caracterizan por la gran longevidad, sino más bien por su la alta
‘mortalidad’ y en ocasiones también por su carácter ‘ad hoc’. Así que a pesar de que
existen diferentes discursos de un mismo grupo casi a lo largo de todo el periodo de
estudio, lo fundamental es contar con textos que se hayan elaborado entre 1988 y 2012.
El quinto y último criterio de selección se refiere a la búsqueda de discursos que
además de tratar el tema del género lo vinculen con otras categorías de desigualdad, tales
como: el origen, la clase, la edad, la identidad y la orientación sexual, etc.
114
Criterio de selección 1: Discursos sobre género y trabajo provenientes del
movimiento feminista y de mujeres mostrando la
heterogeneidad y la pluralidad
Criterio de selección 2: Amplitud territorial (Catalunya, Euskadi, Madrid)
Criterio de selección 3: Pluralidad de discursos sobre trabajo (sindical, patronal,
asociaciones profesionales)
Criterio de selección 4: Delimitación temporal (1990 – 2012)
Criterio de selección 5: Discursos sobre trabajo, género en combinación con otras
categorías de desigualdad
51
Agradezco en este punto la ayuda de Marijo Sola Sarabia del Centro de Documentación de Mujeres de la Asamblea de Mujeres de
Bizkaia en Bilbao y de las compañeras del espacio de documentación de Ca la Dona en Barcelona.
115
trabajo interno como manifiestos públicos, llamadas a la acción, folletos de difusión e
información sobre derechos, ponencias -por ejemplo, las que surgen de los encuentros
estatales, nacionales o temáticos-. Cuando se conoce, se aporta información sobre el
proceso de producción del texto y se incluye una breve ficha para cada texto analizado.
Los documentos están escritos tanto en castellano como en catalán y las traducciones
pertinentes han sido propias.
Se han analizado un total de veintisiete documentos escritos. Los hay que tienen
una dimensión local, otros autonómica o estatal y algunos contemplan una perspectiva
internacional. Se han analizado siete documentos de Euskadi, ocho catalanes, cuatro de
grupos establecidos en Madrid y otros siete de organizaciones de ámbito estatal, textos
elaborados conjuntamente por entidades en diferentes puntos de la geografía española o
ponencias de diversas jornadas feministas estatales. La mayoría de los documentos
pertenece a grupos de mujeres (Dones i Treballs, Prekarias a la Deriva, Red las Mujeres
Cuentan…). Hay un partido/agrupación político/a de mujeres (Plazandreoak), un consejo
de la mujer municipal (Donostia) y un texto del Centro de Documentación y estudios de la
Mujer de la Asamblea de Mujeres de Bizkaia. Un documento está firmado por una única
autora sin explicitar pertenencia a grupo alguno. Once de los documentos que se analizan
son ponencias presentadas en espacios feministas, parte de sus conclusiones o documentos
surgidos de encuentros ad hoc. Se cuenta con un extracto de un programa político
municipal (Plazandreok, 2003), un comunicado de prensa (AHIGE, 2009), una parte de
una guía – manual (Fundación Mujeres, 2006), y tres textos que aparecen en revistas o
espacios de difusión feminista, así como dos capítulos de libros (Prekarias a la Deriva,
2004; Repensar, 2000). El resto de los documentos son manifiestos o declaraciones, en los
que se expresan cuestiones generales sobre trabajo o se reclama una acción concreta. Así
se han estudiado dos manifiestos de Internet y otros que se han conseguido en centros de
documentación y por otras vías de recopilación. El listado de documentos analizados
corresponde al Anexo 1. Allí aparece el número indicativo de las citas, el año de
elaboración, el título del texto y la autoría.
116
2.3.5 Selección y diseño de las entrevistas: textos orales
Además de los textos escritos se han analizado también documentos orales que
provienen de un total de treinta entrevistas realizadas entre octubre de 2009 y febrero de
52
52
Tres de ellas no han podido analizarse por motivos técnicos.
117
institucional, el crecimiento del asociacionismo de mujeres, la pérdida de fuelle de las
disputas entre el feminismo de la igualdad y de la diferencia, así como el auge de las
identidades y de temáticas postmodernas hacen que nos encontremos ante un MFM que a
buen seguro presenta discursos heterogéneos, tradicionales y novedosos, entorno al trabajo y
al género que justifican su estudio en profundidad.
2.3.6.1 Conclusiones
En este capítulo hemos expuesto la metodología que se ha diseñado para llevar a
cabo la presente investigación. En cada caso hemos argumentando su idoneidad y
pertinencia específica. Hemos planteado los principales conceptos que la guían, así como
el instrumental empírico y la propuesta metodológica para el análisis de los textos y las
entrevistas (Capítulos 6 y 7) y para la elaboración de la línea histórica sobre trabajo y
género (Capítulo 5). También se ha revisado el diseño empírico del estudio – criterios de
selección de grupos del MFM, textos e instituciones, las directrices para el entrelazado de
preguntas guías (Anexos 3 y 5), el modelo de las entrevistas (Anexo 7), y se ha justificado
el ámbito temporal y espacial de la tesis.
118
119
3 TRABAJO Y GÉNERO EN LAS SOCIEDADES
COMPLEJAS
Junto con el siguiente, este es el primero de los dos capítulos conceptuales que
tiene al concepto de trabajo en su centro. El trabajo continua disfrutando hoy en día de
una posición privilegiada para escrutar y profundizar en las luchas por la igualdad. Aquí
nos acercamos a la literatura especializada y exponemos cómo los sistemas económicos y
políticos, junto con la división sexual del trabajo – que deviene en internacional y
globalizada - gestan, modulan y mantienen la centralidad del trabajo-empleo hasta su
erosión y crisis actual. La racionalidad mercantil concede al trabajo remunerado
prerrogativas que lo sitúan en una ubicación de excelencia frente al resto de actividades
humanas. Éstas son discutidas en profundidad en el presente capítulo. En primer lugar,
abordamos las definiciones dominantes sobre trabajo y en segundo término nos centramos
en los fundamentos de la racionalidad mercantil y en el auge de la unidimensionalidad del
trabajo-empleo. En ambas partes presentamos las contribuciones feministas que rebaten la
lógica mercantil y muestran cómo se fundamenta en la desigualdad de género.
54
Prieto cita a Santos Ortega, 1995:41
121
mercantil o esté retribuido del concepto de trabajo. A saber: la producción de subsistencia,
la economía doméstica y de cuidados, el voluntariado o el trabajo político. El origen del
término 'empleo' se sitúa a finales del siglo XIX para consolidarse en el XX como el
universal de trabajo y junto al ‘desempleo’ es constituyente del orden social
(Prieto,1999:531). En 1938 el Comité de Expertos Estadísticos de la Sociedad de
Naciones recomendó las definiciones de ‘ocupación remunerada’ y ‘desempleo’ para
cuantificar la población económicamente activa. En 1966 las Naciones Unidas designaron
‘población económicamente activa’ a: ‘todas las personas de ambos sexos que aportan la
oferta de trabajo para la producción de bienes y servicios económicos’ (Benería,
2005:146-147). Mientras que el Art. 35 de la Constitución Española de 1979 dice que “1.
Todos los españoles tienen el deber de trabajar y el derecho al trabajo, a la libre elección
de profesión u oficio, a la promoción a través del trabajo y a una remuneración suficiente
para satisfacer sus necesidades y las de su familia, sin que en ningún caso pueda hacerse
discriminación por razón de sexo”. Esta delimitación, vinculada de forma sutil a la
actividad remunerada, encuadra ‘el trabajo’ en el ordenamiento jurídico. Aunque en la
Constitución sea el trabajo el que genera los derechos, la no distinción clara entre trabajo
y empleo, convierte al primero en una situación genérica, vaga y desprotegida (Durán,
2000:31). La literatura entiende que el trabajo es una actividad exclusivamente del ser
humano (Rolle, 2005:122-123). Es “el hecho social total”(Méda, 1998:24), generalmente
desde una perspectiva de trabajo = empleo. Por su centralidad en la configuración política
y social, el trabajo=empleo tiene la exclusividad de la dimensión pública (Méda, 1998;
Rolle, 2005:123; Gorz, 1995).
La equiparación de trabajo a empleo no tiene consecuencias neutras, es la
actividad principal por la que se obtiene sustento económico y la que determina buen
número de derechos sociales. Además, el empleo cuenta con la supremacía de estructurar
los tiempos de las personas, determina o influye las relaciones sociales y genera, en buena
medida, identidad personal y social (Prieto, 1999:533; Gorz, 1995:26; Alonso, 2005). Así
que la degradación progresiva del trabajo remunerado en nuestras sociedades impone una
creciente inquietud e incertidumbre que abre nuevas perspectivas en la literatura. Algunos
autores afirman que se está viviendo una pérdida de la centralidad social del trabajo
(Prieto, 2011; Offe, 1992; Gorz, 1995; Alonso, 2000). Suscribimos esta tesis, entendiendo
122
ese trabajo central como empleo, y sin que esa erosión y devaluación que ha sufrido, haya
desestabilizado en exceso la racionalidad mercantil en la que se enmarca.
En los últimos años se ponen en evidencia el conjunto de convenciones y valores
sociales que representan el concepto de empleo=trabajo, como una actividad precaria y
desprotegida que, no obstante, otorga ciudadanía (Alonso,2007) y encontramos
definiciones de trabajo que no se basan en las diferentes actividades realizadas, sino en los
procesos y las relaciones sociales que las definen. También aparecen enfoques ligados al
biopoder. Hay un trabajo inmaterial, aquel que no produce bienes materiales y duraderos
sino servicios, conocimientos o comunicaciones. Estos trabajos son una fracción de la
cadena capitalista postmoderna e integran los trabajos afectivos. El potencial del trabajo
afectivo es el de constituir comunidades y subjetividades colectivas (Hardt, 2000).
55
55
Basándose en la teoría feminista (y especialmente en Dorothy Smith, The everyday world as problematic: a feminist sociology’
1987) se concibe el trabajo afectivo como parte del que realizan las mujeres en los cuidados y lo doméstico, y habla sobre los aspectos
de éste en el proceso de producción postmoderno
123
“Cuando la explotación adopta la forma de intercambio – es decir, es pacífica y aparece como una relación libre y
voluntaria -, la dictadura tiende a tomar la forma de democracia”
(Moore, 1957:85, citado en Jessop, 2008:XLVII)
Hanna Arendt indica que “el repentino y espectacular ascenso de la labor desde 56
la más humilde y despreciada posición al rango más elevado, a la más estimada de todas
las actividades humanas, comenzó cuando Locke descubrió que la labor es la fuente de
toda propiedad. Surgió cuando Adam Smith afirmó que la labor era la fuente de toda
riqueza y alcanzó su punto culminante en el “sistema de labor” de Marx, donde ésta pasó
a ser la fuente de toda productividad y expresión de la misma humanidad del hombre”
(Arendt, 1993:113 citada en Prieto, 2001). Para todos estos pensadores fundamentales el
trabajo asalariado es el único productor de una riqueza, que es siempre mesurable y
monetarizada (Prieto, 2011).
A partir de aquí se fomenta el afán por acumular; se da la vuelta a los elementos
negativos que conllevaba el trabajo remunerado; se facilita un sistema en el que la riqueza
pueda cuantificarse; las personas ('el hombre') deben creer en su ‘utilidad’, en su
capacidad de producir riqueza, a partir, tan sólo, de un trabajo ligado a la producción
(Naredo, 2001:17; Gorz, 1995:35-37;). Es ahí cuando el ‘trabajo’ deviene en
denominación y referente común para todos los trabajos, en su universal (Prieto, 2011). Se
56
Labor en términos arendtianos es asimilable a trabajo asalariado
126
materializa, de esta forma, una revolución del modo de vida, en las relaciones políticas,
económicas, sociales y de género. La escuela económica clásica excluye las actividades
domésticas y de cuidados de su consideración de trabajo, porque no presentan
intercambios comerciales, no pueden ser objeto de una división social del trabajo, ni se ve
la posibilidad de especialización (Moreno, 2003). El valor fundamental capitalista, el
egoísmo, no rige el ámbito doméstico fundamentado en principios altruistas (Prieto, 2011;
Gardiner, 1999; Carrasco, 2006). Aunque las mujeres fueron centrales en el proceso de
acumulación capitalista en la medida en la que han sido productoras de la mercancía
capitalista por excelencia: la fuerza de trabajo (Federici, 2004:16) . 57
57
Federici cita a Dalla Costa, 1972:31
58
No es posible abarcar la infimidad de debates de las diversas corrientes socialistas, anarquistas y comunistas que se dieron en el
momento de la expansion de estas ideologias y con posterioridad. No obstante, sí que hay un discurso hegemónico compartido por
todas ellas tanto de entronización del trabajo-empleo, como de discriminación hacia las mujeres de su clase en todas las corrientes.
127
remunerado conlleva la conformación de un sujeto del trabajo (obrero) excluyente en
términos de clase, origen y género. Con posterioridad, pero también de forma coetánea,
las tesis marxistas son visitadas por las feministas. En ‘La Unión Obrera’ (1843) Flora
Tristán habla de la unidad de la clase trabajadora, arenga con la que finaliza el Manifiesto
Comunista (1848) y tiene entre sus intereses principales la situación civil de las mujeres.
También Aleksandra Kollontai, a inicios del siglo XX, abogó por una reformulación del
marxismo desde las relaciones afectivas entre sexos y la socialización de los cuidados
(Marxismo y Revolución sexual, 1976).
A finales del siglo XIX nace la escuela económica marginalista o neoclásica que
mantiene la idea de que trabajo es toda actividad que genera ingresos y aboga por poner
restricciones al empleo de las mujeres para garantizar su dedicación prioritaria a la
familia. Uno de los economistas fundamentales de esa escuela, Marshall, reconoce la
importancia del trabajo doméstico en la prosperidad económica de una nación, pero se
niega a integrarlo en la renta nacional. Piensa que los salarios y el empleo femenino deben
ser excluidos de los principios del mercado libre abogando por el salario familiar y
reforzando el altruismo femenino en el hogar (Gardiner, 1999:72-75; Carrasco, 2006:38).
Se enmascara así la inferior remuneración femenina y se refuerza un proceso de exclusión
de las mujeres del mercado laboral, tesis a las que gran parte del movimiento obrero se
adhirió.
Con posterioridad, el taylorismo centra el modelo de producción y los debates
económicos entorno a ese trabajo unidimensional (Moreno, 2003:109-110). Se trata del
capitalismo industrial basado en la disciplina y en la producción en serie que separa el
trabajo manual del intelectual y que profundiza la división entre los obreros varones y
entre trabajadores y trabajadoras. Si a estas características se les añade la cadena de
montaje, estamos ante el conocido como modelo fordista. Se gesta entonces un sistema
entorno a lo asalariado como forma principal de obtención de recursos económicos,
derechos y reconocimiento social. Se trata de una suerte de sociedad salarial que
transforma las relaciones salariales en sociales y políticas. Un modelo que en ningún caso
se desprende de su base capitalista, mercantil y generizada.
De hecho, una de sus características principales es que la tensión entre capital y
trabajo se dirime a través de un pacto ‘implícito y asimétrico’ que asume el mercado como
128
instrumento de crecimiento, con reconocimiento de bienes públicos (derechos sociales y
económicos), y siempre en el marco del Estado (Alonso, 2000). Es un trabajo asalariado
que suele ser el mismo durante toda la vida laboral, aporta seguridad y estabilidad
pactadas por y para los varones. El modelo produce pleno empleo, pero éste no puede
entenderse más que en un sistema de male bread winner (Nuño, 2010), donde las mujeres
son hacinadas en los hogares realizando todo el trabajo doméstico, sin ser competencia
para la fuerza de trabajo masculina. En esos tiempos, la teoría feminista liberal comienza
a señalar algunos de los elementos culturales por los que se ponen en marcha la
desigualdad de las mujeres en el mercado de trabajo. Todavía tendrán que pasar unos años
hasta que se confronten las causas y los porqués elementales de la división sexual del
trabajo (Walby, 1990:32-33). Pasemos a ver los vínculos de ésta con la racionalidad
mercantil y las democracias liberales.
fundamento de su sujeción en las esferas política, económica y que explicaba los bajos
salarios femeninos (Gardiner, 1999:67). Y con posterioridad, autoras pusieron de
manifiesto como en esos tiempos, la reproducción – hasta entonces actividad
complementaria de la producción – se separó de forma irreconciliable de la producción.
La teoría reconstruye la forma en la que se cincela la división sexual del trabajo, a
través de la institucionalización de la separación entre hogar y trabajo remunerado y la
legitimación de las diferencias biológicas entre mujeres y hombres, que son naturalizadas
y utilizadas como discursos legitimadores de la nueva organización social (Scott, 1993).
Con el progresivo establecimiento de la racionalidad mercantil, las actividades que
realizaban ‘esencialmente’ las mujeres – parir, cuidar, criar – se consideran materia prima
invisible y los hombres son quiénes dan a sus criaturas valor económico y social porque se
entiende que es su salario lo que las mantiene. En aquel momento, la función del salario
masculino es doble: compensa la prestación de su fuerza de trabajo, y al mismo tiempo, le
otorga el estatus de creador de valor en la familia (Scott, 1993). Las mujeres dependían de
los hombres, de sus padres o de sus maridos; las que estaban 'solas' eran
irremediablemente pobres . A la par que se desarrolla el capitalismo y su forma específica
60
59
Ambos autores afirman que las instituciones y las leyes son patriarcales y obstaculizan el progreso social. El matrimonio fue uno de
sus objetos de estudio más detallado
60
“La reivindicación de un salario familiar para los obreros varones que pudiera eximir a las esposas del trabajo para dedicarlas al
cuidado ‘del hogar y de la prole’, constituye para Ildefons Cerdà una estrategia más efectiva y racional para las familias, pero también
130
de “división sexual, laboral y de clases”, las mujeres se van a ver confinadas a tareas de
bajo estatus o se las apartará de la vida económica (Pateman, 1996:37). Como se muestra
en el Capítulo 5, esta división sexual del trabajo viene a subrayar la continuidad patriarcal
una vez que las mujeres comienzan a entrar masivamente en lo público (Pateman,
1996:48). A todo esto hay que añadir el hostigamiento sistemático a las mujeres libres y la
“mecanización del cuerpo proletario”, así como a su transformación en el caso de las
mujeres en “máquinas de producción de nuevos trabajadores” (Federici, 2004:23). Por
ello la persecución de las mujeres como brujas, acusadas, sobre todo de crímenes
reproductivos.
La división sexual del trabajo también queda legitimada por el establecimiento de
la democracia liberal que se expresa en la representación fallida de las mujeres. La
deficitaria representación de las mujeres es inherente a la naturaleza de las democracias
modernas y la forma en la que se construyen los sistemas políticos desde las revoluciones
liberales (Phillips, 1996:82-85) . La representación de las mujeres en la política formal se
61
para el funcionamiento del mercado de trabajo y la dinámica geográfica (Borderías, 2001:112). También en la actualidad, las familias
monoparentales se encuentran entre las más pobres.
61
La exclusion de las mujeres de la esfera pública y de la práctica política también se encuentra en los sistemas anteriores, las autoras
se refieren a los nuevos sistemas que se generan con el desarrollo del liberalismo y el capitalismo.
131
contrapuestos. La interacción entre las lógicas es compleja. Una desigualdad económica
de las mujeres, puede abrir una ventana de oportunidad en otros aspectos del mundo del
trabajo y en la vida de las personas; en el empoderamiento político, por ejemplo o en la
obtención de independencia económica. Además, tiene componentes interseccionales que
se materializan en instituciones y sistemas, “la división sexual del trabajo no puede ser
entendida al margen de la reproducción generizada de las personas” (Butler, 2000). Así,
la heteronormatividad, el racismo y otros sistemas de dominación deben integrarse, a la
par que una dimensión global del fenómeno que deriva en la ‘división sexual e
internacional’ del trabajo, donde las cadenas mundiales de cuidado son un buen ejemplo.
Durante años, en el mercado laboral actual había pocas vías más allá de ser una
superwoman – es decir, un ser irreal – para poder tener un empleo y una vida personal. Y
sucede igual en la expresión pública del trabajo político, donde la imagen de las mujeres
se cuestiona cuando no es mimética a la masculina, o se encuentran lejanas a la toma de
decisiones y a la expresión de su voz. Se afirma que si las mujeres han de ser
políticamente iguales, también tienen que poder dedicar una considerable cantidad de
tiempo a otras actividades públicas. A esto hay que sumarle la jerarquización y la
valoración asimétrica que se transmite entre las diferentes actividades de las mujeres, o las
tareas ‘típicamente femeninas’. Así la ‘feminización’ –de tareas, de espacios, de personas
– conlleva una desvalorización. La división sexual del trabajo puede reforzar otras formas
de desigualdad de género, un desempoderamiento que tiende a reducir el acceso de las
mujeres a la participación política e incrementa sus vulnerabilidad frente a la violencia
doméstica (Walby, 2009:105) u otras situaciones en el ámbito privado. Por tanto, en la
división sexual del trabajo se muestra en la interacción de la esfera doméstica, la mercantil
y la política – privada y pública-.
132
Es a partir de finales de los años 60 cuando las teorías con perspectiva de género
sobre cuestiones económicas viven un importante auge, a la par que el resto del
pensamiento feminista. Walby (1986) propone una categorización de visiones como sigue:
(1) las que ven la desigualdad de género como teóricamente insignificante o inexistente;
(2) las que la perciben como una consecuencia de las relaciones capitalistas; (3) las que
las ven como el resultado de un sistema autónomo, que es el patriarcado; (4) las que las
analizan como provenientes de un sistema entrelazado capitalista y patriarcal y una última
(5) donde las desigualdades de género en el trabajo resultan de la interacción, tanto del
capitalismo como del patriarcado siendo ambos sistemas autónomos . Años más tarde, la 62
autora (1990) pasará de las cinco opciones a restringir su propuesta a cuatro grandes
aproximaciones de la teoría feminista: la liberal, la radical, la marxista y la de la teoría de
los sistemas duales. Aproximación similar a la de la Enciclopedia de Filosofía de
Stanford que divide también en cuatro corrientes el análisis feminista sobre el trabajo:
63
liberal, radical, marxista y socialista. Subrayo tanto las diferentes aproximaciones, como
la cuestión de que es una dimensión anglosajona, que debe ir acomodándose a las
particularidades del caso español. Con anterioridad ya hemos presentado en breve algunos
aspectos de las liberales, lo que une a las autoras que se encuentran bajo la denominación
de marxistas es su explicación de la opresión de las mujeres en base al sistema de
producción - el capitalista - y a las desigualdades de clase. Para estas autoras, el trabajo
doméstico, por ejemplo, es también parte de la reproducción social del capitalismo (SEP,
2004). Este es el pensamiento compartido por parte de algunas activistas marxistas de
inicios del siglo XX. Rosa Luxemburg, afirmaba que la definición marxista de trabajo
62
Es decir, la teoría de sistemas duales
63
Stanford Encyclopedia of Philosophy (SEF). First published October 1, 2004. Última visita Agosto de 2010. Diccionario on-line
http://plato.stanford.edu/entries/feminism-class/
133
doméstico como improductivo resaltaba la insensatez de la economía capitalista, pues era
un trabajo realizado por las mujeres de la clase obrera (Gardiner, 1999:84). Por aquellos
tiempos, las marxistas o las mujeres vinculadas al movimiento obrero prestan poca
atención al trabajo doméstico, a pesar de que hay vindicaciones sobre salario doméstico
en el Congreso obrero de Marsella de 1879 (Käppeli, 1993:544). La subsistencia y la
autonomía económica les marcará la agenda. En la literatura feminista marxista las
mujeres son vistas como una categoría de trabajador marginal y subordinada que sufre una
mayor explotación (Walby, 1990:25–60).
Ya en los setenta hay un creciente interés por parte de las marxistas en analizar lo
que sucede en el interior de los hogares. Así, McIntosh, opina que las mujeres están
oprimidas tanto en el empleo como en el trabajo doméstico. El Estado juega un papel
complejo y difícil de analizar tan sólo en términos de patriarcado, el capitalismo domina
tanto a mujeres como a hombres, pero la dominación de clase es la fundamental. A su
entender los hombres pertenecen a la clase dominante por ser capitalistas y no por ser
hombres (McIntosh, 1978:259-265). Son las feministas que beben del marxismo las que
desarrollan también la idea de que las mujeres, y de forma especial las casadas, son
tratadas como ejército de reserva (McIntosh, 1978: 277). Angela Davis (2004:231) opina
que el trabajo doméstico no puede ser definido como un elemento integrante de la
producción capitalista, sino como precondición de ésta. El empresariado no está
interesado en producir mano de obra, sino en su disponibilidad y capacidad. Otras
aportaciones interesantes desde filas marxistas son las críticas lanzadas sobre el modelo
basado en el salario familiar (Walby, 1990:25 – 60). En suma, las marxistas perciben las
desigualdades en el hogar, y aprecian las desigualdades de género pero las vinculan a la
explotación capitalista. Y aportan una visión sobre los vínculos entre opresión de género y
explotación de clase que serán de utilidad en reflexiones posteriores (D’Atri, 2004).
Como feministas radicales se ha englobado a un grupo muy heterogéneo de autoras.
Algunas, lo único que tienen en común es que no pueden considerarse ni liberales, ni
marxistas. En ellas se agrupa a Firestone (1970), Mies (1980) o Rich (1980). Comparten
la generalidad de que el trabajo de las mujeres es parte de un modo de reproducción
patriarcal que se encuentra en todos los sistemas de producción económica. Delphy (1970)
se lanza a buscar las causas por las que la abolición de las relaciones de producción
134
capitalista no son suficientes para liberar a las mujeres, y describe el ‘modo de producción
doméstico’ que no funciona bajo una lógica capitalista, sino patriarcal. Para Delphy las
amas de casa realizan trabajo para sus maridos de forma gratuita, por lo que están
explotadas por ellos, beneficiarios de su opresión. Esta corriente opina que las relaciones
de género tienen tanto peso – o más – que las de clase. De hecho, algunas de ellas utilizan
el concepto de las mujeres como clase social (sex class) (Delphy, 1970; Falcón, 1981;
Irigaray (1977); Wittig (1977). Ésta última también lo vincula a las lesbianas (que no son
mujeres). La aportación de las feministas radicales sobre el mercado de trabajo es
reducida y se centra en temas tales como el acoso sexual u otras formas de violencia de
género que se dan en los empleos; destacan las reflexiones de MacKinnon (Walby,
1990:38-39). El resto de lo que sucede en el mercado laboral apenas despierta el interés de
las radicales o de las feministas de la diferencia europeas. Para algunas componentes de
esta corriente muy localizada en el Estado español, en Italia y en medida distinta en
Francia y Bélgica, lo importante son los vínculos entre mujeres, y el reconocimiento a sus
actividades vilipendiadas durante siglos.
Por su parte, las feministas socialistas, a medio camino entre las radicales y las
marxistas (SEP, 2004), desarrollan la teoría de ‘los sistemas duales’. Es un modelo que
equilibra patriarcado y capitalismo en el análisis y cuyos avances críticos nos interesan de
forma especial pues inciden en la erosión de la racionalidad mercantil del trabajo y la
concepción unidimensional de éste. Las teóricas se basan en Friedrich Engels, quien
afirmaba que la primera división del trabajo es la del hombre y la mujer para la crianza de
los hijos, división que entiende como una opresión de clase, del sexo femenino por el
masculino (Engels, 1884:115). Piensa la familia como unidad económica, y opina que “el
gran yugo de la mujer” terminará cuando la economía doméstica y la educación sean
socializadas. Además opina que la misma causa que ocupa a las mujeres en el hogar,
subyuga a los hombres en el mercado y que mientras un trabajo deviene insignificante, el
remunerado pasa a ser la totalidad (Engels, 1884:297). A partir de estas afirmaciones, las
feministas socialistas ponen de relieve, elementos que omite el autor alemán: la división
sexual del trabajo, las implicaciones de género en la (des)valorización de esas tareas o la
intersección entre capitalismo y patriarcado. En la teoría de sistemas duales “la opresión
de las mujeres emana de dos sistemas diferentes y relativamente autónomos” que
135
interaccionan (Young, 1980:22). El patriarcado, produce la opresión específica de género,
mientras que el modo de producción y las relaciones de clase, produce explotación de
clase y alienación en el trabajo para muchas.
Las autoras suscritas a esta corriente critican la conceptualización materialista del
mundo, en la que la sociedad humana parece estar definida, de forma exclusiva, por su
productividad. Estas autoras se proponen iniciar una vía de estudio poco desarrollada en la
tradición marxista: la relación histórica de las mujeres con los modos de producción y
reproducción. A diferencia de las marxistas o las radicales, la teoría de sistemas duales
otorga una relevancia equilibrada a ambos sistemas. Las teóricas duales aprecian
resistencias históricas en los debates académicos frente a la idea del patriarcado o incluso
a la autonomía de las desigualdades de género ante el modo de producción y lanzan
consignas de acción colectiva . Mientras que Eisenstein plantea dos sistemas diferentes
64
que se retroalimentan, Hartmann no ve una relación armónica entre ellos, indicando que
ha habido momentos históricos en los que el patriarcado ha luchado contra los intereses
del capitalismo. Para Hartmann, patriarcado y capitalismo funcionan cada uno bajo sus
propias reglas, pero deben estudiarse de forma conjunta (Jonnasdóttir, 1993:49). Rudin, en
vez de hablar de patriarcado, prefiere hablar de ‘sistema sexo/género’, más neutro y
combinable con el sistema de clases (Young, 1980). Con posterioridad, se entiende que
los sistemas de dominación (patriarcado y modo de producción) son relativamente
autónomos, pero están entrelazados (Walby, 1990). Esta autora reestructura la teoría de
sistemas duales a partir de una noción de patriarcado doble, privado y público. Ambas
formas hacen emerger las tensiones entre la economía capitalista y la producción
patriarcal de los hogares. El privado excluye a las mujeres de la economía convencional y
del poder político, mientras que el público segrega a las mujeres.
Más adelante, constata los ajustes evolutivos que se dan en ambas formas de
patriarcado a partir de los cambios en el sistema capitalista y en las relaciones de género
(Walby, 2009). Opina que la economía debe ser redefinida tanto para incluir las
64
“Un movimiento socialista debe estar atento a las cuestiones de mujeres y apoyar la organización autónoma de las mujeres para tener
éxito, y toda acción socialista debería llevarse a cabo desde un prisma feminista: la lucha y la organización feminista debería contener
un empuje anticapitalista y debería explicitar las conexiones entre la opresión de las mujeres y otras formas de opresión” (Young,
1980:22). Afirman que no es una coincidencia que el intento de construir un análisis sobre la subordinación específica de las mujeres
en el capitalismo y desde el marxismo haya sufrido tantos obstáculos (Kuhn y Wolpe, 1978:4-8 / Feminism and materialism. Women
and modes of production).
136
actividades mercantiles, el trabajo doméstico, como las actividades de bienestar social
realizadas por el Estado y además, se tiene que presentar desde un análisis de
desigualdades complejas (Walby, 2009:101; 138). De nuevo nos encontramos ante una
llamada a la transformación de la racionalidad mercantil, esta vez desde la integración de
otras desigualdades en el enfoque. Para equilibrar la importancia entre patriarcado y
capitalismo las teorías duales son útiles, pues visibilizan la reproducción y producción, los
vínculos entre factores capitalistas y patriarcales, y pueden ser presentadas desde la
intersección de las categorías de desigualdad.
No obstante, el planteamiento adolece de una férrea dicotomía y de poca utilidad
fuera del marco analítico (Young,1980). A este obstáculo, Young responde con una
pregunta: ¿la separación no estará oscureciendo una integración más elemental?. Si la
división férrea de lo privado y lo público no es más que una construcción social, la
división entre reproducción y producción, entre un trabajo y otro, también debe serlo. Para
Hartmann toda actividad humana es trabajo, ‘todas las actividades mentales posibles,
todas las prácticas materiales que puedan tener una importancia social e histórica se
conciben como trabajo’, incluso el trabajo que efectúan las mujeres al reproducir la
especie (Jonnasdóttir,1993:11). Para no constreñirse en la bifocalidad, se apunta la
necesidad de recrear una teoría ‘única’ (Young,1980:32-34). La ‘single theory’, que
contiene cuatro aspectos importantes: a) Es una teoría ‘total’, no únicamente tiene
presente la situación especial de opresión que sufren las mujeres. b) Explora la hipótesis
de que la dominación de clase está determinaba y ligada a la dominación patriarcal. No se
puede asumir directamente que la dominación sexual está causada por la sociedad de
clases. c) Afianza todo aspecto ‘materialista’. Lo que no significa reducir los fenómenos
sociales a económicos, pero sí priorizar metodológicamente las condiciones materiales en
las que se reproducen prácticas e instituciones. El uso continuado de la división sexual del
trabajo es necesario. Young habla de la ‘gender divison of labour’, entendiendo ‘labour’
como cualquier tarea o actividad que la sociedad defina como necesaria. Por último,
d) la single theory integra la contextualización histórica para articular y apreciar las vastas
diferencias en la situación de las mujeres, la estructura y la experiencia de las relaciones
de género en diferentes tiempos y espacios con se ve en los procesos de globalización. Por
todo ello, esta teoría ha sido significativa a la hora de abordar la definición de trabajo que
137
aportamos en esta tesis en el siguiente capítulo. A continuación, retomamos el hilo de la
estructura del trabajo en el marco de la racionalidad mercantil.
65
The Clash, Career Opportunities
66
Prieto recuerda que a partir de la Revolución Rusa (1917) en la Unión Soviética se constituye un modelo estatal por y para el trabajo
y los trabajadores y fuera del marco del mercado.
138
entrada temprana en el mercado laboral, relación laboral a través de un salario y jubilación
forzosa. Estado, sindicatos y patronal son agentes (asimétricos) privilegiados en la gestión
del mundo laboral. La concertación social es vía casi exclusiva de gestión pública del
trabajo, hasta el inicio de los procesos de privatización del acceso al empleo a partir de
las empresas de trabajo temporal. Se institucionalizan los conflictos de clase, haciendo
posible una ‘lucha democrática de clase’ (Letamendía, 2009; Campillo, 2005; Prieto,
2011). Estos procesos no eliminan las desigualdades económicas, aunque sí que
descafeínan el potencial de la categoría de clase y de la representación sindical.
Por la importancia de la familia como proveedora de bienestar, la literatura
especializada sitúa a España junto con Portugal y Grecia en la categoría de Estado de
Bienestar rudimentario, latino o familiar (Esping-Andersen 1999 en Peterson, 2011:110-
111). La clasificación de Esping-Andersen en The three Worlds of Welfare Capitalism
(1990) plantea tres modelos de Estados de bienestar tras analizar las pautas de provisión
de bienestar resultantes de la interacción de mercado de trabajo, Estado y familia. Este
autor es visitado con profusión por la teoría de género que critica que tan sólo tome como
relevantes las experiencias vitales de los hombres en el mercado laboral. El Estado de
Bienestar no puede contemplarse sin observar los valores y las normas que conciben los
regímenes de bienestar (Peterson, 2011). Así se apunta el alto grado de ‘familiarización’
que presenta el modelo español, que responsabiliza a las familias en el mantenimiento del
bienestar, basándose en el trabajo no remunerado de las mujeres en los hogares y en la
escasez de servicios sociales (León, 2002). Las políticas de protección social y de la
familia implementadas son tildadas de mecanismos de control, más que de medidas de
igualdad (Peterson, 2011:112). Autoras afirman que ni los organismos de género, ni los
sindicatos, ni el MFM han promocionado, de forma conveniente, las políticas de cuidado
infantil en territorio español (Valiente, 2001:102,107) . E investigaciones sugieren que
67
67
Tan sólo si lo que se plantea es la comunitarización del cuidado estamos de acuerdo con esta afirmación en relación con el MFM
pues desde finales de los 60 éste viene solicitando sin pausa servicios de cuidado infantil primero, y para el resto de las personas
dependientes con posterioridad. Ver Capítulo 5.
139
años, ha cedido espacio en beneficio de un modelo ‘ganador dual’ (León, 2002).
Compartimos con Peterson la fragilidad de esta afirmación, que necesita ser contrastada
con futuros análisis empíricos (Peterson, 2011:16) y que cotejaremos con el trabajo de
campo de esta tesis.
Más allá del Estado de Bienestar, el periodo de final del milenio se retrata como
una sociedad global del riesgo, de la incertidumbre (Beck, 1998:502) o de la información
(Castells, 1997). El mercado laboral fordista se degrada a partir de la ideología neoliberal 68
68
Recio afirma: “la profundidad de la crisis económica actual y sus características ponen en cuestión todas las justificaciones del
modelo neoliberal”, pero “una cosa es que el Rey esté desnudo y otra que sus cortesanos lo admitan” (Recio, 2009:11).
69
Moreno (2003:165) cita ocho significados diferentes del concepto de flexibilidad: la tecnológica, la de la mano de obra, la jurídico-
contractual, la salarial, la de las cargas fiscales y sociales, la organizacional, la de los tiempos de trabajo y la ‘externa’ (capacidad de
subcontratación y externalización). Letamendia utiliza la distinción de Boyer (1987), algunos contradictorios entre sí: la adaptabilidad a
la organización productiva; la flexibilidad interna o funcional; la flexibilidad externa o numérica; la flexibilidad salarial y aquella
relacionada con la cobertura de la Seguridad Social en Letamendia (2009:143-144)
70
Nada en los estudios empíricos lleva a sostener que es cierta la hipótesis de que una mayor flexibilidad y desregulación propicie un
incremento del empleo (Navarro (1997) es citado por Moreno, 2003:167)
140
71
Por ejemplo, en la maquila mexicana el número de empresas creció de 112 de 1968 a 1.450 en 1988 y la proporción de mujeres
empleadas en estas zonas oscila entre el 66% y el 95%. Estas cifras del empleo de mujeres en las zonas francas son de 1989 y se
refieren a 11 países. Benerías cita un informe bajo el título de ‘Workers Rights in Export Processing Zones’, Foreign Labour, vol. I,
pág. 6, US Department of Labour
141
resistencia y lucha, a pesar de ser consideradas también como las weak winners (Benería,
2005:89 ). Las teóricas coinciden al tratar la mundialización de la actividad laboral
72
femenina bajo unas premisas globales que recuerdan a las de las industrializació
occidental: se emplea a mujeres porque se opina que son más sumisas y dóciles y se
globaliza el discurso de las características disciplinadas de las mujeres para explotarlas
laboralmente (Benería, 1991:30). Las consecuencias de esta feminización de la fuerza de
trabajo a escala global han sido ambivalentes.
Por un lado, estos procesos, en ocasiones, han derrocado tradiciones sexistas y
empoderan a las mujeres. Aunque con importantes excepciones regionales. Por ejemplo,
en los países de influencia soviética, donde las mujeres habían registrado altas tasas de
participación con bajas cotas de discriminación en los mercados laborales, la entrada en el
sistema de mercado conlleva la aparición de viejas y nuevas formas de desigualdad. La
literatura confirma que la feminización de la fuerza de trabajo también ha ido asociada al
deterioro de las condiciones laborales de hombres y mujeres. Lo que se feminiza, suele
devaluarse y el crecimiento económico se ha alimentado de las desigualdades de género.
Allí donde más rápidamente crece una economía, la discriminación laboral de las mujeres
y la precariedad de sus condiciones de trabajo es mayor (Benería, 2005:92-96). Los
sueldos de las mujeres son inferiores porque al ser consideradas como 'amas de casa' sus
empleos se definen como un 'free wage labour' (‘empleo gratuito’) (Mies, 1998:116) o
como simple complemento. Así resultan más baratas para el empresariado y son poco
interesantes para los sindicatos (Mies, 1998:116). La manufactura y el textil son sectores
que han vivido los procesos deslocalización más importantes en muchos países
occidentales y se han nutrido de mano de obra femenina con condiciones laborales
minimizadas a la más baja expresión. Las manufacturas junto con las zonas francas
industriales combinan el bajo coste de exportación con la alta flexibilidad, el trabajo
intensivo y los salarios bajos (Benería, 2005:89). Otra área del mercado global en la que
las mujeres están muy integradas es el de la agricultura. El porcentaje mundial de mujeres
dueñas de las explotaciones en las que trabajan es ridículo, a pesar de ser las que más
horas invierten. El sector servicios integra el mayor número de mujeres en todos los
72
Benería cita a Kabeer, 2000
142
puntos del globo (entre el 75 y el 90% de quiénes allí trabajan) y puede dividirse en varios
ámbitos que han copado la literatura de género, entre ellos el denominado de 'cuello rosa',
en el que abundan los empleos de baja cualificación como los de introducción de datos y
calls centers en general. Otro predominante es el trabajo doméstico y de cuidados
mercantilizado, el fenómeno de las ‘cadenas globales de cuidados’. El último ámbito
feminizado en ascenso internacional permanente es el de la prostitución y servicios afines
(Benería, 2005:90-91; Mies, 1998:115). El trabajo sexual, en el que prima la violencia, la
explotación y la vulneración de los derechos humanos, tiene como componentes 'globales'
el turismo sexual y el tráfico de mujeres. El grado de abusos en todas las partes del mundo
es enorme y las estadísticas no son fiables debido a la clandestinidad de esta actividad en
gran parte del mundo. No obstante, como mercado negro que es, en su mayoría, se le
estima de igual o mayor importancia y lucro que otros negocios turbios como el tráfico de
armas o de drogas. Beneficios pocas veces en manos de las mujeres en situación de
prostitución.
Otra corriente en la literatura sobre desarrollo y género relacionada con el trabajo
es la que no se plantea una simple enumeración de las desigualdades de género, sino que
apunta los aspectos estratégicos de ésta: las nuevas formas de presencia femenina y los
lugares donde se plasman las dimensiones de género (Sassen, 2003:68-69). Tres son los
aspectos importantes en los procesos de internacionalización económica, a saber: la
interrelación entre los procesos de modernización laboral y los de subsistencia,
exclusivamente femeninos; la internacionalización de la manufactura y la feminización
del proletariado, y la subjetividad de las mujeres -incluida la feminista- y sus nociones de
pertenencia (Sassen, 2003). Las ciudades son lugares estratégicos donde se dan
importantes transformaciones. Allí “los obreros periféricos” son las mujeres y las
personas migrantes que reemplazan a los trabajadores fordistas del salario familiar
(Sassen, 2003:73-75).
Coincidimos en esta visión que plantea que una precariedad en las condiciones
laborales y una opresión en el trabajo doméstico y de cuidados conlleva una carencia de
su capacidad de negociación de sus necesidades y demandas. Pero, a su vez, la
participación de las mujeres en el mercado laboral aumenta su autonomía económica y
personal, los mercados globales empoderan a las mujeres en sus hogares y las refuerzan
143
en los espacios políticos como sujetos de acción política (Benería y Sarasúa, 2009;
Sassen, 2003). A la par que los estudios sobre desarrollo, que en muchas ocasiones son
una mirada occidental sobre la globalización, también se alza la voz de las mujeres
situadas en los márgenes geográficos creados y en los simbólicos. Los estudios
postcoloniales enriquecen el debate feminista global a partir de la ‘alteridad’ y la
subalteridad (Spivak,1988) que busca abrir espacios en los que el sujeto postcolonial
pueda adquirir agencia. O desde las mujeres chicanas de EEUU, atravesadas por diversas
fronteras culturales y materiales (Moraga, y Anzaldúa, 1981) y tantas otras voces en otras
tantas fronteras.
73
Igualdad de Género ante la Crisis (2009). Este documento es analizado con detenimiento en los Capítulos 6 y 7.
74
Manifiesto pensiones feministas, en bibliografía documentos
145
Y por otro lado, se buscan soluciones a partir de lo que no se muestra. Si las
consecuencias de la crisis dependen de la situación personal -desempleo, inseguridad, la
pobreza extrema y exclusión: ¿cómo se aúnan identidades de lucha en el trabajo? Mientras
que las situaciones 'económicas' en el mercado se perciben claramente, las feministas se
preguntan qué sucede con la creciente crisis de los cuidados, debido a la reprivatización
de los servicios (Carrasco, 2009). Otras salidas feministas a la crisis pasan, por tanto, por
situar los cuidados en el centro – sin ensalzar el tono biologicista y heteronormativo-. Y
llevar esto a cabo desde un feminismo anticapitalista. Se dice que el capitalismo desprecia
la vida y esta crisis no debe ser excusa para seguir afianzando el empleo como único
trabajo, incluso como estrategia de independencia de las mujeres éste debe ser acotado.
Así, se aboga por vías que incorporen vindicaciones dirigidas tan sólo al Estado:
redistribución de los trabajos entre todas las personas, con reducción de la jornada laboral
para todas. La exigencia de una responsabilidad social en el mantenimiento de la vida a
las empresas, la reivindicación de nuevos derechos y la posibilidad de disfrutar de más
tiempo libre (Pérez Orozco, 2009).
En breve, podemos concluir el panorama actual como sigue. En lo que respecta a
la racionalidad mercantil, ésta permanece, aunque atisbamos balbuceos que son
oportunidades para hacerla sucumbir. Su lógica ofrece brechas por donde la acción
colectiva de diferentes grupos puede entrar a trastocarla. El éxito más importante de la
racionalidad mercantil es haber construido al trabajo – empleo como única o principal
forma de obtención de recursos económicos. En este pensamiento común continúa inserta
gran parte de la ciudadanía, sostenido por la ideología marxista u obrerista dominante que
siempre estuvo al servicio del trabajo remunerado. Y auspiciado por el funcionamiento del
sistema económico y político actual, que ha elevado el trabajo mercantil a esa categoría de
totalidad, es decir ha convertido las relaciones salariales en relaciones políticas, sociales y
personales. A su vez, los resquicios para la acción los encontramos en el
resquebrajamiento del reconocimiento social y en los derechos que hasta ahora venían
adosados al concepto.
Hemos constatado dos cambios fundamentales en la racionalidad mercantil que no
han debilitado su posición de dominancia, pero que sí señalan, de nuevo grietas de
oportunidad. Una se puede relacionar netamente con el género y la siguiente con la clase
146
social. La primera sucede con la integración de las mujeres en la racionalidad mercantil a
partir de la legitimación formal de su participación en el mercado laboral. Esto se realiza
por el canal de la utilidad, que es similar a decir rentabilidad (Zubero, 2004:122), uno de
los grandes valores capitalistas. En un principio, las mujeres eran útiles para mantener un
sistema male bread winner, de pleno empleo masculino. Sustentado por un ejército de
reserva femenino hacinado en los hogares donde imperaban los privilegios de los
masculinos. En segundo lugar, con la reintegración formal de las mujeres en el mercado
se duplicó su utilidad a partir de su doble carga y unas condiciones laborales desiguales y
discriminatorias. Por último, con la progresiva erosión del trabajo-empleo, el espacio
mercantil va a ser un lugar de loosers explotados con distinción y discriminación sexual,
junto con otras tantas. Así como con la permanencia del lastre doméstico adjudicado a las
mujeres. La feminización del mercado laboral comporta el deterioro de las relaciones
laborales de ambos sexos. Esto sucede, además, en combinación con el menoscabo de la
categoría de clase como conductora del antagonismo que regía las relaciones laborales,
tanto respecto a la desactivación de la conciencia y la lucha social como a los elementos
subjetivos e identitarios que comportaba la clase. La deriva en el trabajo queda a merced
de las nuevas luchas colectivas que se van organizando. En lo referido a la centralidad del
trabajo-empleo en el orden económico, político y social, ésta sigue determinando los
tiempos de las personas. A pesar de que ha habido políticas públicas -las depuestas 35
horas francesas- y demandas y propuestas ininterrumpidas desde los años 60 por parte del
MFM, en este punto apenas constatamos cambios. Cuando el pleno empleo estable
masculino muta a la universalización de un trabajo mercantil precario y desprotegido,
aunque las personas lo mantengan, se erosiona su capacidad de otorgar identidad y
determinar relaciones. La elección entre desempleo o precariedad es injusta y como tal
éticamente dañina y no aceptable. Los derechos que van aparejados al trabajo-empleo
también perviven, pero en una faceta degenerada, puesto que el Estado, garante del pacto
de la concertación social se encuentra a merced de intereses alejados de las personas
trabajadoras.
El Estado de Bienestar, por su parte, está asediado por los intereses de mercado.
Además, el elevado desempleo se convierte en una norma de las sociedades capitalistas y
quiénes no contribuyen a partir de un trabajo mercantil formal – la única fórmula
147
permitida - se encuentran en situación de desamparo respecto a los derechos que hasta el
momento otorgaba el Estado en las democracias occidentales. Encontramos atisbos en la
literatura especializada y feminista que plantean el destronamiento de la racionalidad
mercantil a partir de tres elementos: (i) que los tiempos de las personas dejen de fluir
únicamente por el cause del trabajo-empleo; (ii) que el trabajo deje de tener tan sólo un fin
mercantil, es decir, su descentralización y (iii) que los derechos dejen de asociarse a ese
trabajo-empleo precario y en decadencia. En este sentido, cerramos este capítulo con
diferentes retos y propuestas entorno a estos tres puntos:
(i) La división sexual e internacional del trabajo es elemento constituyente de la
centralidad del trabajo-empleo y sostiene la racionalidad mercantil. Las pautas feministas
para soslayarla son fundamentales y la sitúan en jaque en el momento en el que se
nombran otros trabajos fundamentales para el sostenimiento de la vida y al proponerse la
reducción del tiempo destinado a las actividades remuneradas. La redistribución de los
tiempos de las personas y de sus trabajos y el inicio de la asunción del trabajo doméstico y
de cuidados como tal (Prieto, 2007) es un cambio de paradigma que abre vías que deben
continuar siendo exploradas. Como veremos en los Capítulos 6 y 7 de esta tesis, el
metamarco que obtenemos en el análisis de los textos analizados, la redistribución de
tiempos y de trabajos, así lo indica. Esta es la piedra de toque del MFM y de las
organizaciones con intereses de género. La determinación de las propias necesidades y la
autogestión del tiempo deberían ser claves en esta redistribución.
(ii) La falta de atención académica, social y política sobre los trabajos que no
tienen valor de cambio en términos monetarios y que por tanto confrontan la racionalidad
mercantil es significativa y pensamos que se deben continuar dedicando esfuerzos a este
ámbito. En este punto topamos con diferentes planteamientos de contexto. Mientras
algunos autores opinan que “la reproducción humana no está organizada de forma
capitalista” (Jessop, 2008:17), otros avalan la idea de que ‘la humanidad y su alma se
75
producen dentro de los procesos mismos de producción económica’ (Hardt, 2000). Nos
decantamos por pensar que la acumulación capitalista y el orden patriarcal se
fundamentan en la producción y la reproducción de la vida (Hardt,2000). Pensamos,
75
Todo esto a pesar de que Jessop sí que integra a ‘la naturaleza’ como una mercancía más de la que se vale el capitalismo (Jessop,
2008:16)
148
además, que el sistema capitalista es incapaz de reproducir su propia fuerza de trabajo y se
aprovecha de la reproducción humana, que no le revierte costes (Carrasco, 2009; Federici,
2004). Es decir, la lógica mercantil ha puesto a su servicio a la reproducción humana, sin
que ésta sea dependiente de ella. El capitalismo se nutre, no únicamente de la mano de
obra, sino del hecho de que a las criaturas – futuras empleadas y consumidoras - se las
mantenga sanas y educadas. Por tanto, producción y reproducción se constituyen
mutuamente (Pfau-Effinger, 2009 en Prieto, 2011) y deben ser pensadas en relación. De
esta forma, todas esas actividades humanas que no son consideradas como trabajos
adquieren valor neto. Opinamos que el bienestar de las personas pasa por su sustento
económico, pero también se hace impensable si no conlleva otras tantas actividades más
que satisfacen necesidades de las personas (de cuidado, afectivas y políticas). Al
considerar tan sólo económico a lo monetarizado y no vislumbrar los vínculos entre
sistemas, olvidamos lo que sucede en otras actividades y las situamos fuera de la lógica
económica. Nos referimos a los trabajos de subsistencia (Sassen, 2003; Benería, 2005), el
autoconsumo, el trabajo que se realiza para una misma y para las demás personas sin
capital mediante, es decir, las actividades autorreguladas y autodeterminadas (Gorz,
1995:282-283). También el trabajo doméstico y de cuidados y el trabajo político. Al
trascender la literatura feminista la unidimensionalidad del trabajo, reconoce como
actividades que aportan riqueza económica a todo lo que sucede en los hogares y esto
transforma tanto el concepto de trabajo como a su sujeto de acción política. Al
revalorizarse el cuidado y otras actividades humanas se da un paso indispensable para
soslayar la lógica mercantil. Paso que se vuelve firme si además de reconocer, la
valorización se realiza desde fuera de esos parámetros mercantiles y monetarizados. Si no
se someten las bondades de estas actividades a su mercantilización y explotación, y se
visibilizan sus vínculos con otros sistemas de dominación más allá del capitalista y el
patriarcal se pueden vislumbrar espacios de cambio. Las relaciones en la esfera del
trabajo, las actividades que se dan en el espacio público (mercado y espacio político) y en
el privado (doméstico e individual), están teñidas por elementos de género en relación con
otras categorías de desigualdad.
Para ello, pensamos que es relevante determinar libremente el nivel de necesidades
de cada persona y el nivel de esfuerzo que realizamos. Así la racionalidad económica no
149
se aplica (Gorz, 1995; Kropotkin, 1892) y esto entronca con la definición de Young
(1980) del trabajo como cualquier tarea o actividad que la sociedad defina como
necesaria. Además, sostenemos que que todas las actividades tengan una dimensión
económica, no quiere decir que tengan una relación con la producción, si no que su
contribución puede medirse a partir de esos parámetros, tanto como evaluarse desde su
aportación a la riqueza y el crecimiento político o humano de una sociedad. Las
necesidades han sido tratadas con amplitud desde posiciones feministas (Nussbaum, 2002:
120-123), subrayando los afectos (trabajo necesario desde el punto de vista afectivo) y
otros enfoques (Doyal y Gough, 1994), entre los que destacan los procesos sociales de
satisfacción de necesidades humanas modulados por la noción de sostenibilidad de la vida
(Pérez Orozco, 2004:103). Cada vez más las necesidades, en las sociedades occidentales,
han sido cinceladas por elementos capitalitas y patriarcales, pero no están exentos de ser
tratados desde la agencia de las personas. Si la respuesta al capitalismo no se realiza desde
la acumulación, desde sus mismos parámetros mercantiles, sino luchando por “la
satisfacción de las necesidades vitales de la humanidad trabajadora misma” (Luxemburg,
1913:125/1985). Entendiendo a la humanidad trabajadora como toda persona activa que
vive en sociedad.
(iii) Si el mayor logro de la lógica mercantil ha sido plantear el trabajo-empleo
como el único que proporciona recursos económicos a la población y el haber
transformado lo económico en lo puramente mercantil, haciendo del trabajo-empleo una
necesidad real de las personas en la actualidad. Y además rehusamos la mercantilización
de cualquier otra nueva actividad humana, ¿cuáles son las alternativas? La necesidad
imperiosa de un ingreso suficiente es cierta, pero es el vehículo por el que la racionalidad
mercantil ha tamizado la centralidad del trabajo-empleo (Gorz, 1995). Si no hay trabajo-
empleo, parece que no hay ingresos suficientes y necesarios para vivir dignamente.
¿Cómo mantener una vivienda sin recursos económicos? ¿Cómo aprovisionarse de
víveres en un mundo en el que la comida se consigue en los supermercados? ¿Cómo
asegurar la manutención de las criaturas si no tienes un trabajo-empleo que cubra tus
necesidades sanitarias y las de ellas? El capitalismo ha trabajado por disolver la
solidaridad familiar y, en cierta medida, otras redes sociales, que son muchas veces
espacios necesarios para que esta lógica no campe a sus anchas (Gorz, 1995:168-174). No
150
obstante, hay que destacar que en barrios de clase trabajadora y aquellos con población
inmigrante, con escasez de servicios y mayores necesidades sociales, las redes familiares
y sociales siguen manteniéndose. Y otras nuevas formas de organización social del trabajo
vuelven a aflorar (solidaridad, cooperativismo, autogestión y apoyo mutuo). Como
veremos, las tareas de representación y reenmarque del trabajo por parte del MFM
abundan en esta cuestión. También las oportunidades que se dan en los procesos de
globalización son claves para dibujar alternativas hoy en día (Prieto, 2011). Y aquí son
fundamentales, de nuevo, todos los planteamientos comunes, las acciones colectivas de
movimientos sociales que a partir de sus luchas reinterpreten esos límites impuestos. La
sociedad salarial, y el movimiento obrero, no contaban con competidor alguno hasta los
últimos decenios del siglo pasado (Prieto, 2011), lo que ha fomentado su solidificación.
Pero en la actualidad hay movimientos que sugieren transformaciones profundas a partir
de desplazamientos necesarios en los conceptos de trabajo y de su sujeto que deben
proyectarse más allá de las fronteras de los estados nación (Beck, 1998). Que las
posibilidades de consumo, seguridad social y reconocimiento social se enhebren tan sólo a
partir de un contrato es moralmente injustificable (Zubero, 2004:123). Es decir, que las
necesidades vitales de las personas pasen por el parámetro exclusivo de la
mercantilización – de forma acrecentada y cada vez más precaria - es injusto. Se alzan así
propuestas que sitúan la garantía de ingresos suficientes para toda persona y de derechos
de ciudadanía independientes al trabajo-empleo como irrenunciables para la consecución
de sociedades más justas, tales como la renta o el ingreso básico universal (Zubero, 2004;
Pateman, 2005). Seguramente, las posibilidades de voltear la lógica mercantil y la
centralidad de su trabajo-empleo no pasarán por reformarlas, sino por subvertirlas.
3.8.1.1 Conclusiones
A partir de la literatura especializada, en este capítulo hemos planteado cómo los
sistemas económicos y políticos, junto con la división sexual (e internacional) del trabajo
conforman y mantienen la centralidad del trabajo-empleo hasta su crisis actual. La
racionalidad mercantil sitúa al trabajo remunerado en un lugar de excelencia frente al
resto de actividades humanas. Tras mostar las definiciones dominantes sobre trabajo, se
ha llevado a cabo una revisión de los fundamentos de esta racionalidad mercantil, se ha
151
tratado el auge de la unidimensionalidad del trabajo-empleo y su erosión actual. Hay
posibilidad de acción política en el resquebrajamiento del reconocimiento social y en los
derechos adosados hasta ahora al trabajo empleo y las aportaciones feministas en las que
ahondaremos en el siguiente capítulo así lo ponen de manifiesto. Sus perspectivas retan el
proceso de mercantilización de la vida humana y del planeta, planteando alternativas en
las políticas públicas, en el uso de los tiempos y situándo a las personas en el centro del
quehacer políco. La teoría de género ha mostrado cómo la lógica mercantil se sustenta en
todo tipo de desigualdades, ha visibilizado la división sexual e internacional del trabajo,
otros trabajos y otros sujetos, y ha subrayado los vínculos entre los actuales sistemas
económicos y políticos, ambos plasmados en las esferas pública y privada.
152
153
4 LA TRIADA DEL TRABAJO: EL CONCEPTO DE
TRABAJO EN LA LITERATURA FEMINISTA Y DE
GÉNERO
rutas, elaborar mapas de acción – junto con la Economía, la Sociología y otras disciplinas
– para que la noción de trabajo sea un elemento abierto, de participación y de creación de
una justicia social y de una ciudadanía en construcción, abierta y no desigual; de fomento
de modelos de Estado y/o de gestión de lo público que no confieran derechos de forma
única a partir de situaciones de actividad en la esfera mercantil; de articulaciones entre
actores diversos, con igual acceso a la representación de sus vindicaciones; y donde las
experiencias personales de trabajo – de la forma en la que sean vividas – enriquezcan la
perspectiva común, tengan las necesidades vitales de las personas en su centro y reflejen
las interferencias y desigualdades que presentan los sistemas de dominación en relación.
Buscamos, por tanto, una noción de trabajo en proceso, interseccional, construida por
luchas colectivas y conflictos reivindicativos que integren lo económico y van más
allá (Parekh, 2000 en Alonso, 2007:27) y que a su vez, reformulen lo político.
A pesar de las carencias que entraña la propuesta, conlleva un efecto multiplicador
en utilidad. Aumenta el diálogo a tres bandas, aquí el elemento ‘tiempo’ son las fichas del
tres en raya, el trazo que dibuja los vértices del triángulo. Por tanto, la definición surge de
la carga global del trabajo de las personas, y de su necesaria armonización. Al hablar de
carga global de trabajo, ésta parece requerir, si no esfuerzos, energía y perseverancia para
llevarlo a cabo. Como se ha visto, Young (1980), abrumada seguramente por el efecto
pin-pong que muchas veces acarrea lo bifocal, apuesta al hablar de trabajo por una visión
unitaria. Siendo conscientes de que la heterogeneidad en muchos casos presenta
dificultades de ser operativizada, pero es más real cuanto más representada, se señala la
triada como una opción analíticamente más efectiva, tamizándola por la interseccionalidad
de las categorías de desigualdad que ayuda a visibilizar sistemas de opresión en relación y
76
En palabras de Young , la ‘acción pública participativa’ es el lugar donde las personas se distancian de sus necesidades y
sufrimientos particulares para crear un universo público mediante palabras, un espacio de libertad y de nobleza humana (Young,
2001:694).
155
f8aspectos necesarios para la obtención de una justicia de género, es decir, desde
elementos de redistribución (monetarios), de reconocimiento (simbólicos) y de
representación (ciudadanía). En ningún caso, queremos poner el acento en una de las tres
esferas, lo que se pretende es equilibrarlas, siendo conscientes de la importancia desigual
en términos de valor (vital, monetario y político) de cada una de estas actividades hoy en
día; y a buen seguro distinta para cada persona en un momento y contexto dado. Y
también, como se argumentará, de la necesidad de que todas ellas estén presentes en las
personas, para vivir una existencia plena en sociedades libres de desigualdades.
Reiteramos que el concepto de trabajo se entiende más como un proceso en elaboración
que como una noción cerrada y finiquitada. Retomo así la definición de trabajo como
cualquier actividad de las personas que genere valor vital/humano, monetario o político.
La apuesta por la tridimensionalidad – trabajo doméstico y de cuidados, empleo y trabajo
político - pretende también situar la visión sobre todo aquello que durante siglos se ha
considerado como ‘no político’ y debe ser tenido en consideración desde presupuestos
diversos. Pensamos en una noción de trabajo en la que el peso de esas tres dimensiones
esté en equilibrio. La perspectiva tridimensional es fruto también de una posición no
binaria en la que se han situado parte de los discursos y estrategias feministas. En la falsa
antítesis entre igualdad y diferencia, nos negamos a elegir. No hay oposición entre
igualdad y diferencia, sino interdependencias. La igualdad requiere el reconocimiento y la
inclusión de las diferencias (Scott, 1988). Vamos a comprobar cómo el planteamiento
bifocal igualdad – diferencia en los discursos feministas y en la teoría y la acción
colectiva de una parte del MFM supera esa dualidad. Por tanto, la tridimensionalidad,
abierta y en construcción, propicia visibilizar relaciones complejas. Busca alejarse de la
unifocalidad y lo dicotómico, sin por ello desdeñar las oportunidades que otorgan cada
una de estas dimensiones. La única y exclusiva, por su simplicidad, y la bifocal por su
utilidad. Además, se encuentra en conjunción con la triada que guía la teoría de justicia
social basada en la redistribución, el reconocimiento y la representación (Fraser, 1997;
2009; 2011).
Los principales debates entorno a la noción de trabajo desde la teoría feminista y
de género se muestran a continuación divididos en tres grandes apartados. La teoría de
género se ha alzado con propuestas que retan la definición de trabajo desde su aspecto
156
unifocal fruto de la racionalidad mercantil, y desafían la centralidad del trabajo = empleo
como eje de la estructura política, social e identitaria. La pugna por la interpretación del
trabajo desde el feminismo es, a su vez, acción política del MFM que transforma o se
alinea con las estructuras dominantes económicas y políticas. En primer lugar tratamos el
trabajo doméstico y de cuidados. En segundo término nos ocupamos del trabajo mercantil
y el por último contribuimos con una aproximación al trabajo político. La división
responde a la definición de trabajo en construcción que se configura en esta tesis.
Aunque para gran parte de literatura convencional no hay más trabajo que el
empleo, a inicios del siglo XXI dos tercios de los trabajos que se realizan en el Estado
español son no remunerados y clasificados como ‘inactividad’ o ‘no trabajo’. Se trata de
una economía de tipo iceberg (Durán, 2001:41-45; Durán, 2003) que la teoría de género
visibiliza y cuestiona. ¿A qué se refieren las teóricas al hablar de trabajo doméstico,
reproductivo o de cuidados? La definición y características de las actividades que
componen el trabajo doméstico han suscitado una gran cantidad de debates. Reiteramos la
utilidad de centrarnos en la delimitación de tareas que configuran estos trabajos más que
en definiciones monolíticas. No obstante, como revisamos el naming y framing (Capítulo
6) en los discursos, es relevante hacernos eco de estas reflexiones y ver qué significado se
le otorga a cada uno de estos trabajos.
No hay unanimidad entre las autoras a la hora de circunscribir lo que se considera
trabajo doméstico, reproductivo, familiar o de cuidados, ni respecto a las actividades que
componen cada uno de ellos. En 1934, Margaret Reid abre la veda, definiendo el trabajo
doméstico como las actividades no remuneradas ejercidas por los miembros de una
familia que pueden ser reemplazadas por productos mercantiles o servicios remunerados
(Borderías, Carrasco, Alemany, 1994:39). Así este trabajo es el que suele ser realizado por
mujeres, dentro de casa, sin mediar remuneración directa, y exclusivamente para sus
familiares. Cubre tres funciones principales: la gestación de nuevas vidas, la prestación
directa de todos los servicios básicos al conjunto de la población a través de los hogares
(alimentación, cuidado de la salud, vestido, atención de viviendas, socialización inicial,
etc) y una cohesión afectiva y expresiva (Duran, 2000:37). Aunque utilizada con
profusión, la definición de Reid no aúna todas las perspectivas. La invisibilidad de estas
tareas se ha calificado de estratégica (Bakker, 1998 en Walby, 2009) y obstaculiza una
definición exacta. También las dificultades en su medición, el lugar en el que se realizan
estos trabajos, y sus vínculos con el mundo de lo afectivo o la cuestión de las necesidades
físicas y psicológicas de las personas son aspectos en los que la teoría feminista
profundiza y que devienen en diferentes acepciones para las mismas tareas o trabajos muy
158
similares. Así, el hecho de que estas actividades no tengan que llevarse a cabo de forma
exclusiva en los hogares es un argumento que se esgrime en favor de la denominación de
trabajo familiar (Balbo, 1977; 1978 en Borderías, Carrasco, Alemany 1994:43-44; Leira
y Saraceno, 2002:61) o trabajo reproductivo. Este último se define como “el conjunto de
actividades destinadas a la reproducción biológica, social e ideológica de la fuerza de
trabajo” (Carrasquer, et al, 1998:101). Presenta características similares a las del
doméstico, a saber: no está remunerado mediante salario; se encuentra fuera del mercado
laboral sin ser trabajo sumergido; es eminentemente femenino, aunque tampoco requiere
de dedicación exclusiva; y es invisible, además de objeto en intersección con otras
desigualdades de clase y etnia- (Carrasquer, et al, 1998:96-98).
Por la denominación de trabajo reproductivo se decantan también aquellas
autoras que pretenden reconstruir una relación entre producción y reproducción con
sentido para las personas (Picchio, 1994:453-455). Se sospecha que hay características del
trabajo doméstico que no se engloban bajo esta definición, como la crianza y el cuidado
(Molyneux, 1994:140) o los procesos de socialización de las personas incapacitadas para
cuidarse por si mismas y los aspectos socio-afectivos. Por su parte, el trabajo afectivo
está ligado al cuidado en la medida que es corporal, pero también por la afectividad que
reproduce también en redes sociales y manifestaciones en la comunidad (Hardt, 2000).
Los cuidados entran con fuerza propia en la definición de trabajo doméstico
compartiendo protagonismo con el resto de tareas, casi exclusivamente físicas. Mientras el
trabajo doméstico puede ser analizado en términos económicos de reproducción de fuerza
de trabajo (Carrasco, 1995:41), los cuidados se salen de los márgenes de la racionalidad
mercantil por los argumentos que se detallan a continuación. Pensamos que dicotomizar
entre ambas tareas puede ser problemático (Peterson, 2011:34). En este sentido, nos
decantamos por otorgar un valor igual a ambas actividades tal y como realizan otras
autoras, y hablar así de trabajo doméstico y de cuidados (Peterson, 2011; Martínez Bujan,
2007; Walby, 2009:101). No obstante, ¿qué se entiende por cuidados en la literatura
feminista y cuáles son sus características fundamentales a pesar de que sea una noción que
se mantiene abierta a discusión?
Los cuidados se retratan como todas las actividades emocionales afectivas y
relacionales que implican cuidados a un ser humano y tienen malos sustitutos en el
159
mercado. Son actividades que requieren tiempo y energías por parte de quienes las
realizan. Además, el cuidado se organiza generalmente en los hogares pero puede
desarrollarse, tanto desde el ámbito doméstico sin sueldo, como desde el espacio
mercantil o el sector público con remuneración (Carrasco, 2006:5-6). La literatura y la
práctica feminista ha puesto de manifiesto que todas las personas necesitan cuidados a lo
largo de su vida, los seres humanos somos interdependientes (del Río, 2004; Prekarias a la
Deriva, 2004:243).
La distinción autonomía – dependencia se alza como una falsa antítesis basada
en la predominancia de las mujeres en los trabajos no remunerados y en su falta de
derechos económicos y sociales (Pérez Orozco, 2006a:12). Si se ha construido un sistema
en el que las mujeres parecen ser dependientes económicamente de los varones, los
hombres y las criaturas lo son de las mujeres en términos de cuidado y trabajo doméstico
(Folbre, 1994:3 en Mayordomo, 2004:332). Se ha analizado la adjudicación sexuada de
los roles en el cuidado, y su imposición como actividad asociada al género femenino en
exclusividad -tanto por el tipo de trabajo, como por el tipo de cualidades que se tienen o
se desarrollan- (Izquierdo, 2003:27-28). La emergencia de los cuidados, la demanda de
socialización, el proceso de mercantilización, su progresiva integración en algunos
sistemas de bienestar público, y el hecho de que los cuidados se mantengan como
responsabilidad femenina hacen aflorar el debate sobre el derecho a ser cuidada – y a no
cuidar (Precarias, 2004:242; Feminismos Sol, 2012). Son reflexiones que en este estudio
se abordan desde la distribución de trabajos en la esfera pública, pues los cuidados pueden
ser concebidos como derechos o como responsabilidad pública o privada (Leira y
Saraceno, 2002:56) y deben visibilizarse como trabajo para entrar a formar parte de la
arena política.
En la literatura ocupa un lugar privilegiado la crisis de los cuidados, entendida
como un “complejo proceso de desestabilización de un modelo previo de reparto de
responsabilidades sobre cuidados y la sostenibilidad de la vida, que conlleva una
redistribución de las mismas y una reorganización de los trabajos de cuidados” (Pérez
Orozco, 2006a:9-10). Las respuestas a ésta pasan por conseguir diferentes equilibrios. Por
un lado, entre los diversos trabajos. Las jornadas remuneradas y no remuneradas se
compaginan enmascarando la explotación de la doble jornada femenina (Izquierdo, 1998;
160
Durán, 2000). Las diferencias entre mujeres y hombres tanto en la actividad laboral como
en las tareas domésticas y de cuidados (Torns, 1999) y la progresiva disminución de 'las
amas de casa' implican la doble jornada femenina. También explicita la falta de tiempo
77
sucede allí continúa siendo responsabilidad de las mujeres y se redistribuye entre ellas – a
través de lo mercantil, del Estado o de relaciones intergeneracionales en la familia,
generalmente de nuevo mujeres. Clase social y edad son variables que juegan un
importante papel en esa nueva asignación de los cuidados. Aquí intervienen procesos de
transferencia de los cuidados en el ámbito privado, hacia el estatal y el mercantil. Y la
división sexual del trabajo se hace internacional, por su dimensión global, donde la
categoría de origen juega un papel relevante cuando se habla de mercantilización o de
estatalización.
Así emergen las cadenas globales de cuidado (global care chains), ‘una serie de
relaciones entre personas situadas en diferentes partes del globo, basadas en cuidados
remunerados y no’ (Hochschild, 2000:131) (Ver capítulo 5). Este tema problematiza los
cuidados pues el origen de la cadena es una mujer que por estar presente en el mundo
laboral no puede desarrollar las responsabilidades domésticas, por lo que contrata o paga a
otra mujer inmigrante para que las realice. Muchas de estas cuidadoras tienen hijos e hijas
que han dejado en sus lugares de origen, también a cargo de otras mujeres. Éstas últimas
suelen desempeñar las tareas de cuidado de forma no remunerada. Es decir, por un lado
hay una clara mercantilización internacional del trabajo doméstico – pagado o no-, y por
otro se incrementan, de forma flagrante, las desigualdades de clase (las pobres no pueden
pagar por los cuidados), de género (los hombres, que obviamente se benefician del
entramado y están desaparecidos en la transacción) y de origen (las cuidadoras suelen ser
países específicos) (Yeates, 2005:4-5; Precarias, 2004:232-238).
Las feministas debaten sobre lo que denominan como trabajos invisibles
77
Ver Capítulo 5
78
Ver Capítulo 5
161
imprescindibles para la vida, no reconocidos socialmente y fuente de explotación y
desigualdad para las mujeres. Las activistas afirman que se debe ir ‘contra la lógica
capitalista’ y situar a las personas y al planeta en el centro a partir del reconocimiento de
la importancia de los cuidados. Las vindicaciones son múltiples, y entre ellas se reclama
una respuesta social. Que los hombres asuman su responsabilidad, que se colectivicen los
cuidados a partir de redes vecinales o de espacios comunes de crianza, que el Estado sea
garante de derechos (en la educación infantil universal, por ejemplo). Se denuncia que los
recortes en derechos públicos ‘familiarizan’ los cuidados que recaen sobre las mujeres. A
partir de la interdependencia de todas las personas, quieren problematizar el cómo se
quiere cuidar y el cómo se quiere ser cuidada. Además, Feminismos Sol denunció la
especial precariedad que sufren las migrantes y quiénes trabajan sin derechos en los
hogares (Feminismos Sol, 2012).
domésticas y a empleo (García Sainz, 2002), una carga global de trabajo bifocal que
mantiene una prevalencia mercantil (Legarreta, 2006:227). Durán aplica el coste de
sustitución y el de oportunidad al trabajo doméstico para estimar su volumen. Opina que
medir el sector doméstico con criterios prestados por la teoría del mercado rompe el
bloqueo interpretativo de las relaciones entre economía y sociedad y muestra los vínculos
que existen entre mercado y familias (Durán, 1993; Durán, 2000:39). Otras propuestas
79 dalla Costa, Mariarosa (1974), “Las mujeres y la subversión de la comunidad” es citado por Davis, 2004: 231-232
80 La jornada interminable (1986) y ‘De puertas adentro’ (1987) ambos de María Ángeles Durán
163
indican que un análisis del trabajo doméstico desde instrumentos construidos para el
trabajo mercantil presenta problemas en las definiciones y conceptos (actividad principal,
inactividad, …), así como aspectos culturales y prácticos (Benería, 1991). ¿Cómo salen
algunas pensadoras feministas de este contexto productivista? ¿A partir de qué elementos
construyen esa visión integradora de economía y también de trabajo?
Siguiendo una línea postestructuralista de pensamiento, una parte de la economía
feminista se interesa por buscar alternativas a la dicotomía producción – reproducción. Se
desarrolla un enfoque ‘global integrador’ que diluye los binomios producción –
reproducción al analizar conjuntamente la relación familia – mercado laboral – políticas
públicas, y se considera que el proceso de reproducción social debe colocarse en el centro
del análisis (Carrasco, 1999:47). En esta línea de ‘abandono del mercado’ se sitúa en el
centro del debate la sostenibilidad de la vida. Ésta se presenta como nueva medida; es
una noción que no requiere que el mercado sea el eje central y vertebrador de toda la
actividad económica. ¿Cómo se ha llegado a ella?
Las transformaciones de la sociedad de consumo, los servicios y las políticas del
Estado de Bienestar, así como la creciente importancia del sector servicios son elementos
que las teóricas feministas integran en sus análisis a partir de inicios de los 80. La
desaparición de algunas de las tareas que se realizaban en el hogar con anterioridad a estos
cambios e incluso la sustitución de aquellas por otras de nueva cuña, dan pie a nuevos
términos. Algunas de las nuevas reflexiones ven necesario que el mercado sea
reemplazado por el ámbito reproductivo para llevar a cabo los análisis del trabajo
doméstico (Borderías, Carrasco y Alemany, 1994:82). Otras teóricas constatan un
dominio sutil del mercado en sus propuestas y buscan desprenderse totalmente de ella. Se
razona sobre la dificultad de contabilizar los cuidados, pues pueden ser desarrollados por
personas pagadas y no pagadas.
En este sentido, Wood problematiza la definición de producción doméstica de
Reid (1934), conocida como 'third party criterion' (criterio de la tercera parte), por
presuponer que toda actividad puede ser mercantilizada (Wood, 1997). Tres problemas
surgen al estudiar el criterio de la tercera parte. En primer lugar, Reid asume el mercado
como el modelo para toda actividad económica. En segundo término, la definición
descarta la existencia de actividad económica en el hogar cuando no hay una mercancía
164
por la que pueda ser reemplazada (1997:50) . Y en tercer lugar, hay actividades que se
81
dan en el ámbito doméstico - a saber: sexo, parto y cuidados emocionales- que tienen un
‘valor añadido’. Valor añadido que no es económico para Reid justamente porque no
puede ser externalizado o delegado (Wood, 1997:52;55). Así que también ese valor
añadido, va a ser analizado. Todos los trabajos con vínculos con lo afectivo sufren un
riguroso escrutinio. Son los vínculos emocionales, generalmente mutuos, entre quien
proporciona el cuidado y quien lo recibe (Hochschild, 1995:333 en Leira y Saraceno,
2002:61-62), y también la obligatoriedad impuesta a las mujeres por desarrollar ciertos
trabajos, con o sin existencia de afecto (Leira y Saraceno, 2002:62). Es en lo afectivo y lo
emotivo donde radican parte de los problemas tanto en la definición como respecto a la
medición del trabajo doméstico y de cuidados. Así se sospecha de esa supuesta bondad
adjudicada a las mujeres para que lleven a cabo, voluntariamente, un trabajo que es
presentado como femenino y altruista (Durán, 2000:40; Izquierdo, 2003:27-28) desde
tiempos de Adam Smith. Estas actividades tan ligadas a aspectos afectivos, si se
mercantilizan corren el riesgo claro de perder su peso, su valor humano. ¿Cuál es el
objetivo de mercantilizar el nacimiento de la vida humana, los afectos, las emociones?
Hay actividades que tienen valor por si mismas. Aquellas que se realizan por amor, por
amistad, por solidaridad … al margen de la dimensión económica, tienen un valor
incalculable. Desde luego pueden darse desigualdades de género u otras. Pero en la
humanidad reside el no dar en equivalencia a algo, el dar sin contrapartidas (Gorz,
1995:215).
Así, la teoría feminista se ha afanado por desarrollar métodos que otorguen valor
al trabajo doméstico y de cuidados sin tener que pasar por el mercado. También opinamos
que el valor de cualquier trabajo no puede estar determinado, tan sólo, por elementos
mercantiles. Que a un trabajo no se le haya otorgado valor monetario, un precio, no es que
política o humanamente carezca de ello. Es más, es bueno sospechar el por qué se le ha
excluido. Si lo económico es tan sólo lo monetario, hay muchos elementos que nos
llevan a pensar que ocurre lo mismo con lo político. Repensar los procesos económicos
y políticos articulados desde el la reproducción ha sido una de las propuestas de la
81
Wood (1997) piensa que el día que las madres de alquiler sean una mercancía, el embarazo no remunerado y el parto también podrán
ser consideradas como procesos económicos
165
literatura de género. A este proceso de reproducción – abierto, que analiza las
desigualdades de poder y no pone el énfasis en las situaciones eficientes u óptimas - lo
llaman ‘sostenibilidad de la vida’ (Picchio, 1992; 2009; Dalla Costa, 2006; Carrasco,
1999:44; Fraser, 1989; Orozco, 2006b). Otorgar a la sostenibilidad de la vida un lugar
preeminente pasa por el debate sobre las necesidades de las personas y sobre las
capacidades y privaciones (Nussbaum y Sen, 1992). Y esa harmonía de las necesidades de
las personas acarrea la sostenibilidad del planeta (Yayo Herrero, Granada 2009), de otras
formas de vida más allá de la humana: otras especies (animales y plantas) y el Planeta
Tierra. La alianza académica entre feministas y ecologistas ha proporcionado visiones y
métodos de análisis - por ejemplo la huella humana- útiles para el avance de la propuesta
de sostenibilidad de la vida (Carrasco, 2001a).
Vamos a analizar cómo esta propuesta teórica se materializa en los discursos del
movimiento de mujeres sobre el trabajo, en la atribución de responsabilidades y en sus
demandas de transformación en los diferentes ámbitos que configuran la esfera pública
del trabajo. Parte del pensamiento feminista opina que la subsistencia de las personas
proviene del mercado, del cuidado que se realiza en los hogares y de los servicios
públicos del Estado. La invisibilidad del sostenimiento de la vida sólo puede entenderse
por la interacción ideológica del orden patriarcal y del económico. Es decir, ambos
sistemas salen beneficiados de esa carencia de reconocimiento de las mujeres o de su
explotación, ocultas en ambos órdenes. Se pone de manifiesto que en estos sistemas lo
que permanece oculto no es tanto el trabajo doméstico en sí mismo sino la relación que
mantiene con la producción capitalista. (Carrasco,2001a). Al fin y al cabo, la producción
capitalista se presenta como desligada de la vida humana, aunque la necesite como mano
de obra.
Por su parte el Estado es uno de los entes reguladores del mercado laboral y
contempla programas de servicios sociales que pueden conllevar la desestabilización, el
fomento o el mantenimiento del orden económico y patriarcal, es decir de unas relaciones
de trabajo desiguales para las mujeres. En este punto, la economía feminista problematiza,
por tanto, los procesos de satisfacción de las necesidades llevados a cabo por los
principales suministradores de recursos: mercado, estado y hogares (Pérez Orozco,
2004:109-112).Pero, desde un distanciamiento de la lógica de mercado, pues entiende que
166
hay otros ámbitos que deben tenerse en consideración. El espacio de lo comunitario
también es y puede ser un puntal en el que situar el sostenimiento de la vida y en este
estudio se quiere ver qué papel desempeña en los discursos del movimiento feminista
sobre el trabajo. Estado, mercado y ámbito privado no son los únicos lugares de
producción económica que existen, ni los únicos escenarios de intervención teórica y
práctica posibles: “dejar de considerar a los mercados como epicentro, supone también
dejar de considerarlos como el único escenario de intervención, tanto teórica como
práctica” (del Río, 2004).
Asimismo, analizamos el trabajo doméstico y de cuidados desde el reconocimiento
en la teoría de justicia de Fraser (2009). Pensamos que las tres dimensiones no pueden ser
desligadas, y que es en la interacción de éstas donde se encuentran las claves de la justicia
en el trabajo. No obstante, la dominación cultural que ha sufrido el trabajo doméstico y de
cuidados, su no reconocimiento en las prácticas (económicas) y también en las culturales,
así como la falta de respeto hacia quiénes ejercen estos trabajos propicia un análisis en
profundidad de este punto en los discursos del MFM. Además, la emergencia de la
demanda de reconocimiento del trabajo domestico y de cuidados como tal coincide
temporalmente con el auge de las reivindicaciones por el reconocimiento en los discursos
del movimiento de mujeres.
82
La aplicación de la Directiva 79/7/CEE de 1978 elimina las discriminaciones en la legislación española. María Pazos explica una
exclusión sexista que se mantiene en la Ley: Con algunas excepciones que subsisten, como el campo de aplicación del Régimen de
Empleadas del Hogar, del que están excluidos los parientes del cabeza de familia con la única excepción de los familiares del sexo
femenino de sacerdotes célibes que convivan con ellos (Pazos, 2006:143)
174
El IRPF (Impuesto a la renta de las personas físicas) también puede contribuir a las
desigualdades de género: no contempla el trabajo doméstico y el modelo actual penaliza el
trabajo remunerado de las mujeres casadas colaborando en su permanencia en el hogar.
Esto ocurre a partir de la aplicación del mínimo personal de la esposa desempleada a la
renta del marido para desgravar ('esposa dependiente') y la otra es la regla de cálculo de la
declaración conjunta de la 'reducción de la base imponible por rendimientos del trabajo'
(Pazos, 2006). Al realizar la declaración conjunta, los salarios de las mujeres pueden
conllevar una penalización, disminuyendo la desgravación familiar en vez de aumentarla.
A pesar de que la tributación conjunta es opcional en la práctica no es así: “se trata de
ventajas para la familia a cambio de que las mujeres no trabajen' es una 'penalización
por matrimonio’” (Pazos, 2006:152). De esta forma, se aleja a las mujeres del mercado
laboral. Si se eliminara la declaración conjunta, los maridos no se podrían aplicar el
mínimo personal de su esposa a su renta, es decir, “no podrían desgravar por tener en
casa a una mujer dedicada a las tareas del hogar” (Pazos, 2006:153), una subvención
sexista encubierta.
175
83
A entender de este autor el ejemplo paradigmático es el del servicio doméstico.
177
la interacción de éstas donde se encuentran las claves de la justicia en el trabajo. Fraser
(1997) determina que es la clase social, en conjunción con el género la dominante en esta
la dimensión. Se explica desde la necesidad de independencia económica y la obtención
de unos ingresos suficientes para vivir. Y no puede ser pensada más que en interacción
con otros ejes que producen desigualdad: orientación e identidad sexual, origen, edad, etc.
En este sentido se analizan los discursos del MFM sobre el trabajo respecto a aquellos
aspectos que señalan explotación (apropiación de los frutos del trabajo propio en
beneficio de otros; siendo ésta también posible en el trabajo doméstico y de cuidados);
marginación económica (confinar a tareas indeseables o mal pagadas o negación del
acceso a trabajos que generen ingresos dignos, vinculada al trabajo mercantil únicamente)
y los aspectos de privación, como la negación de un nivel de vida suficiente. Las
reivindicaciones redistributivas del movimiento de mujeres sobre el trabajo se analizan
también desde una perspectiva temporal. Se tendrán en cuenta la dirección de estos
discursos en la esfera pública del trabajo, es decir si se demanda una mayor acción del
Estado, hacia una reestructuración o implicación del mercado o desde la gestión del
ámbito comunitario.
84
De este hecho ya alertaba Max Weber en La Política como Vocación (1919). Ejemplo claro es la actual Ministra de Empleo y
Seguridad Social, Fátima Báñez, quien en su Curriculum Vitae no acredita ocupación anterior alguna a los puestos de representación
política a los que ha accedido.
179
4.4.1 Representación y trabajo político
Ya hemos abordado la operativización de la noción de representación en la forma
en la que Fraser (2008) la presenta la teoría de justicia que sostiene nuestra hipótesis.
Entendemos la representación política como participación en lo político y garantía de
acción política invididual y colectiva. Las injusticias en ésta se muestran en el
(des)empoderamiento, la representación (fallida) y la (des)legitimación. La
representación tiene una dimensión individual (de empoderamiento) y colectiva (de
acción política). Se entiende como la relación de las personas con lo político público
(formal e informal) y con todos los aspectos privados que la teoría feminista resuelve
como políticos.
Al hablar de representación política hay que citar la obra de Hanna Pitkin (1967)
en la que se describe el concepto desde cuatro dimensiones fundamentales. La formal,
integra autorización o delegación para representar y la responsabilidad o fiscalización de
quien la ejerce. La representación descriptiva suple a la persona representada por
correspondencia o reflejo de características; aquí la representación reside en “ser algo
antes que en hacer algo”. En la representación simbólica se reemplaza a la persona
representada por una relación basada en las actitudes y creencias de la gente. Tanto la
descriptiva como la simbólica pueden ser desplegadas por personas, y también por
símbolos e instituciones. Por último, Pitkin trata la denominada como representación
sustantiva (para los demás), en la que se plantea cómo se caracteriza la actividad de
representar. Es el interés de la persona representada, entendido como protección y
promoción de los intereses de quiénes no pueden o no quieren actuar en nombre propio
(Lifante, 2009:501; SEF). En esta última no están presentes las restricciones que se
encuentran en la formal en términos de electorales, y en debates recientes se vincula con
la expresión de demandas en nombre de quiénes se representa (Saward, 2009).
Además, consideramos que las dimensiones de Pitkin no son compartimentos
estancos, sino que presentan vínculos y deben pensarse de forma relacional. En
consonancia con la metodología de este estudio que acentúa agencia, ideología y contexto,
pensamos que la representación sustantiva se da en un contexto formateado por aspectos
simbólicos, y la simbólica se entiende como una actividad discursiva en construcción
desde diferentes voces o agencias (Lombardo y Meier, 2013). Es desde esa interrelación
180
desde donde analizamos los discursos de un movimiento, en muchas ocasiones fuera de
los espacios de elección formal, y que realiza una tarea de representación de problemas y
vindicaciones, también desde múltiples voces y agencias. Las teorías de género han
tratado el concepto de representación, de forma especial desde las luchas por la justicia
social y las críticas a las democracias liberales. El magro servicio de éstas a las mujeres
(Pateman, 1989; Phillips, 1996; Mackinnon, 2005) se ha puesto en evidencia en dos fases
(Phillips, 1996:79-81). En la primera el movimiento feminista plantea la democracia
liberal desde una visión radical, basada en sus propias fórmulas organizativas. De su
acción colectiva se da buena cuenta en Capítulo 1. En breve, cabe recordar que, entre
otras, es una participación más horizontal y experiencial que la establecida en la
democracia liberal (Freeman, 1972). Además, ‘lo personal es político’ amplía la acción
política a todos los ámbitos de la vida, lo que en muchas ocasiones las teorías de
participación política han tardado en mostrar. Se afirma que hay una evolución en el
interés feminista – activista sobre la democracia, primero centrada en lo participativo y en
planos cotidianos, y a partir de mediados de los ochenta hacia un creciente interés por la
pertenencia de las mujeres a la comunidad política, en términos de ciudadanía, como
abarcaremos más adelante y también respecto a la representación política formal (Phillips,
1996; Elizondo y Uriarte, 1997). No creemos que la primera, de fórmula más asamblearia,
finalizara una vez iniciada la siguiente.
Hoy en día estos dos planteamientos teóricos - y por la naturaleza de acción-
reflexión del movimiento de mujeres también de acción colectiva- perviven en el
feminismo. En esta primera fase, no podemos obviar la importancia del feminismo radical
que sostiene que el Estado es garante del orden patriarcal. Al hilo de la noción de
representación formal se han planteado diferentes críticas desde el género, entre ellas si la
‘política de la presencia’, la lucha cuantitativa es suficiente o si la presencia es un medio
para producir cambios en prioridades y lenguajes, en la ampliación del horizonte
democrático (Phillips, 1995, citado en Vargas, 2008). En el marco de esta representación
centrada en los mecanismos de las democracias liberales o representativas, la política de
la presencia contempla diferentes riesgos: conlleva un nuevo estatus del MFM que corre
el riesgo de invisibilizarse – o de que las relaciones entre el movimiento y las mujeres
representantes sean difusas-, y puede también devenir en representación exclusivamente
181
individual e incluso esencialista. Así las cuotas, uno de los instrumentos básicos de la
política de la presencia, sirven para mostrar a las mujeres en la esfera pública, pero
presentan limitaciones a la hora de modificar lo simbólico, las ideas (Vargas, 2008). Y por
tanto, surgen dudas sobre la acción positiva y sobre las propias ‘electas’: ¿deben
representar a las mujeres? ¿Es posible una representación de este tipo? ¿Es el sexo lo que
determina las ideas? ¿Aceptamos la separación entre sexos, pero no así la multiplicidad de
posiciones de las mujeres entre ellas?
Si la incorporación de las mujeres a la democracia representativa se realizó desde
su posición de ‘mujeres/madres’ (Pateman, 1992), legitimando la división sexual del
trabajo, ¿continua siendo ésta - en tanto que miembros de un grupo supuestamente
homogéneo - la única forma de acceder a la democracia representativa? (Hirata et al,
2005:46) En este sentido, también la demanda de ‘paridad’ genera controversias
estratégicas en términos de representación. En filas feministas recibe un amplio apoyo
como instrumento, aunque generalmente ha sido bandera de mujeres activas en partidos,
sindicatos, u otros espacios en los que hay mixicidad sexual y se rigen por métodos no
asamblearios . Y también es norma en la democracia representativa liberal, siendo
85
85
En un modelo asambleario las cuotas tienen escasa cabida, pero sí se pueden llevar a cabo otras estrategias de igualdad de género,
como por ejemplo en la rotación de responsabilidades, en caso de que ésta se plantee
86
Ley Orgánica 3/2007 de igualdad efectiva entre mujeres y hombres del Reino de España
182
representación hoy en día. A pesar de que la visión tradicional asimila la representación
política a la representación gubernamental liberal, es decir a la representación formal
surgida del moderno establecimiento de los Estados nación (Stoffel, 2009) y de la división
entre lo público y lo privado (Hirata et al, 2005), la revisión de esta noción está en
ebullición. Así encontramos nuevas lecturas que abordan el concepto más allá de los
procesos electorales: se pone en discusión los canales de representación o desde la
ampliación de actores y sus discursos. Rehfeld (2006:15) considera que hay
representación cuando la persona emisora es reconocida por una audiencia como
representante, “lo importante son las creencias de la audiencia, no si son ciertas o no”.
Estos aspectos son fundamentales en cualquier análisis actual de la representación pues
determinan elementos en los que hace aguas la democracia liberal representativa.
El ‘no nos representan’ es un clamor en las calles de muchos de nuestros
regímenes occidentales hoy en día. Y por tanto, deslegitima de forma contundente a
responsables políticos, sindicales y en menor medida patronales. Los segundos son
también actores importantes en esta tesis. Estamos lejos de querer incidir en el
desprestigio que tienen en la actualidad, pero no visibilizar su crisis – y su responsabilidad
en ella - no ayuda en nada a repensar la representación política en la actualidad. En este
sentido, la literatura revisa fuentes para legitimar la representación en la política no formal
como por ejemplo la capacidad de movilización, especialmente desde elementos
sustantivos y discursivos (Street, 2006 en Stoffel, 2009). Se sugiere que la representación
no sólo es una actividad en términos de Pitkin, sino que también tiene efectos
performativos (Stoffel, 2009).
Recordemos igualmente que Fraser (2008:207) piensa la representación como la
acción de reenmarcar los debates y las sociedades políticas establecidas. Este es un punto
de interés para la presente investigación ya que se analizan los discursos de un
movimiento social, que no está sujeto a un contexto electoral. Y que además es un emisor
de discursos sin legitimación en los canales establecidos para la negociación formal de las
cuestiones de trabajo. Así, la legitimidad de la representación política (Saward, 2006;
2009; Stoffel, 2009) también se pone en cuestión en la no formal. Nos alineamos con
Saward (2006, 2009) cuando afirma que la representación reside en la elaboración y
recepción de demandas, afirmando que el MFM, tan amplio como es concebido en esta
183
tesis, realiza tareas de representación política por su acción discursiva. Expresa
subjetividades desde múltiples agentes de género, reconocibles para la mayoría –, e
incluso desde otros generados ad hoc -trabajadoras de la cultura, migrantas…-. Su
representación se realiza en nombre de los intereses de personas representadas, que
aceptan la representación -de alguien, de un grupo, de una idea-. Tanto las representantes -
en nuestros términos de análisis, quiénes elaboran el discurso, las que detentan la agencia-
, como las representadas -sujetos del trabajo- se construyen mutuamente (Stoffel,
2009:145). Y generalmente no suelen ser sujetos homogéneos, sino que se ven
interseccionados por múltiples categorías de desigualdad (origen-etnia, clase, edad,
orientación e identidad sexual…).
Por último, abordamos la representación desde las críticas que la perciben como
individual e intransferible. Nadie, ni sus intereses, ni su identidad pueden ser plenamente
representados por otra persona, como decíamos, sí que puede darse –parcialmente- una
representación a través de ‘demandas’ (Saward, 2009:3). Esta es una visión válida para
nuestra investigación y para la definición de trabajo político. El movimiento de mujeres
presenta formas horizontales de organización, donde la representación adopta una forma
individual e intransferible (como el voto en la democracia liberal). Y también abundan
otros grupos más jerarquizados, donde la representación de sus miembros se realiza por
delegación. Opinamos que la cuestión de la representación individual debe abordarse
ligada a la carga total de trabajo de las personas, a elementos de redistribución y de
reconocimiento. No buscamos sacralizar el trabajo político, pensar si quiera que tenga que
ser obligatorio para todo el mundo. Como en los otros dos, la necesidad de desarrollarlo es
tan patente como frágil. Abre muchas puertas individuales y colectivas y tiene que ser
fomentado para la consecución de personas y sociedades libres e igualitarias. Y una vida
plena no puede entenderse si no es con mucho tiempo para poderlo dedicar a amar, a
actividades de ocio, a estar en relación con las personas, la cultura y la naturaleza.
feminismo una segunda fase de superación dicotómica que hace emerger la crisis del
modelo del male bread winner (Ostner y Lewis, 1995). Se cuestiona a su vez la noción de
dependencia (las mujeres dependientes económicamente de los varones y ellos
dependientes de los cuidados de las mujeres) y la carencia de derechos políticos derivados
del trabajo domestico.
Parte de la literatura de género decide ir más allá del ‘Estado del Bienestar-trabajo
remunerado-no remunerado’ y plantea “modelos más dinámicos que tengan en cuenta el
papel de los actores y las instituciones no estatales en la elaboración y el mantenimiento”
87
Aquí pueden integrarse también las críticas feministas a Los tres mundos del Estado del Bienestar de Gosta Esping-Andersen. Ya
hemos puesto de manifiesto que, a pesar de integrar la familia, permanece centrando en las relaciones Estado de bienestar -capitalismo
y sin tener en cuenta la experiencia vital femenina
185
de medidas sociales (Campillo,2005:18). Además, para su plena democratización la
ciudadanía requiere de la representación de los grupos, necesita la introducción de la
diferencia y la particularidad (Young, 1996:113). La lucha por la ciudadanía es política
(Campillo, 2005). Quien la otorga en la actualidad (Estado) puede ser patriarcal, pero hay
muchas otras esferas donde ésta debe ser desarrollada. Ni el Estado, ni los actores que
sostienen el modelo de gestión del trabajo reflejan los intereses de las mujeres
trabajadoras. El proceso puede, empero, reconstruirse. De ahí la importancia de las luchas
de los movimientos feministas en el campo de la ciudadanía (Campillo, 2005), en espacios
de política no formal, incidiendo en la formal, ampliando el marco a nuevos actores. Se
trata de una ciudadanía que tiene que ser recreada desde la intersección de categorías de
desigualdad; y pensando los derechos políticos, sociales y económicos a partir de todos
los trabajos necesarios. También desde una esfera pública en la que esté presente no sólo
el estado, y el mercado, junto con los núcleos familiares y los individuos, sino también el
ámbito comunitario con todas sus posibilidades de gobierno.
“Repensar las conexiones entre el ingreso y el empleo remunerado, entre el
matrimonio, el empleo y la ciudadanía, entre la división pública y privada del trabajo,
entre el trabajo de cuidados y otros trabajos, y reconsiderar el significado del ‘trabajo’
(Pateman, 2005:41). Retornamos esta cita de Pateman para ilustrar nuestra reflexión
entorno a la ciudadanía y el trabajo. La politóloga plantea estas consideraciones al pensar
el ingreso básico como emblema de la ciudadanía total, como provisor de seguridad para
mantener la política. Una de las muchas lecturas feministas sobre ciudadanía se ha
centrado en la defensa del ingreso básico como elemento garante de ésta. Aunque en este
asunto las divergencias están presentes entre corrientes, resulta también un punto de unión
conceptual crucial entre las economistas y las teóricas políticas, que cuestionan el empleo
como única fuente de ingresos económicos las unas, y de derechos políticos las otras.
Pateman (2005) piensa que el ingreso básico es un elemento democratizador y feminista,
siempre y cuando sea pagado a los individuos y no a los hogares. De esta manera se
solventan dos cuestiones. Por un lado, tiene presente el free-riding de los varones en el
trabajo doméstico – olvidado en la mayoría de propuestas de este ingreso, cuya lectura de
‘dependencia’ es unidireccional y siempre monetaria-.
Por otro lado, permite trascender la racionalidad mercantil, la centralidad del
186
empleo en la sociedad actual. Para Pateman (2005:38-43) la ciudadanía se compone de
muchas otras contribuciones (tareas de cuidado, no remuneradas y realizadas por mujeres)
y afirma que “sólo el empleo ha sido visto como ‘trabajo’, como tareas que señalan al
ciudadano productivo y contribuyente”. Además, el ingreso básico es necesario para la
libertad individual como autogobierno, es “una libertad política” que permite participar
hasta el grado que las personas deseen en la vida cultural, social, económica y política
(Pateman, 2005:30;33). Es la autogestión de las necesidades y de los tiempos. Por tanto,
una ciudadanía activa es aquella que no sólo permite, sino que también facilita a todas las
personas (por nacimiento) su acción política plena. Campillo afirma que el ideal de
ciudadanía no puede regirse porque hombres y mujeres sean tratados como ciudadanos y
ciudadanas trabajadoras y como cuidadores y cuidadoras. La tarea está en trascender el
trinomio: empleo-renta-ciudadanía y esto también podría lograrse a partir de las políticas
del tiempo (Campillo, 2005). Aquí las politólogas confluyen con las sociólogas en la
necesidad de estructurar los tiempos de las personas también alejados de la
centralidad del empleo. La carga total de trabajo, o la libre e igualitaria disposición del
tiempo de las personas es otro eje fundamental en las críticas feministas a la ciudadanía, y
abre vías de reflexión sobre el trabajo político.
4.4.3 Ciudadanía, trabajo cívico y voluntariado
Los tiempos dedicados al trabajo pueden analizarse desde la carga global de
trabajo de cada persona. Al tratar esta carga global, algunos/as teóricos/as hablan de
trabajo cívico y/o de 'cívico-comunitario’ (Torns, 2004:150 y 2005), junto con el empleo
y el doméstico. En similar procedimiento, Treviño et al (2007:11) analizan las pautas de
participación laboral solicitando un reparto de la carga total de trabajo, compuesta por el
trabajo laboral, el doméstico y el cívico. Sin importar la denominación (cívico o político),
interesa saber a qué se refieren estas autoras cuando abordan esta actividad. Una de las
características que se señala es que es un trabajo esencial para todas las personas. Y
además, la literatura busca otorgarle derechos similares a los que proporciona el empleo
(Casas Mínguez,2005). Mediante el trabajo cívico se genera una sociedad cívica
consciente, que se hace plenamente responsable de la cuestión política (Casas Minguez,
2005). Una ciudadanía que desde la perspectiva de género está inacabada si no hay un
equilibrio de las cargas de trabajo laboral, doméstico y cívico entre mujeres y hombres
187
(Vogel-Polski, 2001). La raíz latina de cívico apela a la ‘ciudadanía’, con las exclusiones
que se imponen a la construcción del concepto y su práctica. Y el trabajo cívico parece
ligado a un trabajo por el cambio social y estructural, así como a la vindicación de
derechos. Vogel-Polski (2001) opina que es parte consustancial de una plena ‘ciudadanía
de género’. Por tanto, el trabajo cívico arraiga la ciudadanía.
¿Y es el voluntariado trabajo cívico o político? Reitero que no nos preocupan
tanto las denominaciones concretas, como las actividades asignadas a cada una de ellas, la
forma en la que se desarrollan y los objetivos que persiguen. Así que el voluntariado tiene
muchos rasgos que lo diferencian del trabajo cívico, y su tratamiento en la literatura es
bien distinto. A pesar de esto la voluntariedad es una de las características que comparten
ambos trabajos, y también su desarrollo en entornos parecidos; ambos son cooperativos,
no remunerados, y autoorganizados, pero se distinguen porque el cívico integra un
“margen para la crítica” (Casa Minguez, 2005) . Es decir, incorpora una dimensión
88
88
Cita La Sociedad del Riesgo de Ulrich Beck (1998)
188
indica que las prácticas y las habilidades requeridas son las mismas en distintos puntos del
globo (Benería, 2005:153), bondades altruistas sospechosamente vinculadas una vez más
al sexo femenino.
No buscamos desprender al voluntariado de su parte de generosidad y de su
contribución al bienestar de las personas, pero sí mostrar que es a las mujeres a quiénes se
busca responsabilizar de ello. Además, tal y como sucede con el trabajo doméstico y de
cuidados, el voluntariado genera problemas metodológicos para su medición, por estar
compuesto por múltiples tareas y por su desvinculación de la esfera mercantil (Benería,
2005:152-154). Su categorización se sitúa en un mal cruce en este mundo tan lleno de
trabajos con tan pocos empleos. Es significativo que paro y voluntariado hayan crecido a
la par. Circunstancia que puede entenderse desde dos causas - la desregulación del
mercado laboral y la progresiva despreocupación estatal por el bienestar de las personas –
y un efecto: con el voluntariado se encubre empleos. Muchas de las personas que realizan
tareas de voluntariado lo hacen para insertarse en el mercado laboral, para ir adquiriendo
capital simbólico que pueda serles de utilidad. De hecho, las sociedades más solidarias y
justas cuentan con menos trabajo voluntario (Alonso, 2004).
Se subraya que el voluntariado configura “sucedáneos gratuitos de actividades
que de lo contrario se cubrirían con trabajo remunerado” (Benería, 2005:152). Al
aumentar la precariedad en el mercado laboral, las situaciones de desamparo y pobreza
también lo hacen. La necesidad de servicios de atención a las personas es más pertinente,
y como la respuesta pública es escasa, se promueve el voluntariado. Este trabajo suele
cubrir aquellos sectores orientados a la autonomía y al bienestar de las personas. La Ley
Estatal de Voluntariado 6/96 ley indica que “el Estado necesita de la responsabilidad de
sus ciudadanos (...) en la erradicación de situaciones de marginación” (Pérez Pérez,
2000:510-512). Así se cubren empleos como sucede en los grandes acontecimiencrtos
deportivos o culturales; las Olimpiadas de Barcelona de 1992 fueron paradigmáticas en
este sentido. Pero en fechas recientes parece ser exigencia estatal. Dos discursos de
responsables políticos así lo indican. La Alcaldesa de Madrid, reclamaba que “las
personas devolvieran a la sociedad lo que les había dado”, implicándose de forma
voluntaria en la gestión de espacios y servicios municipales (Botella, 2012). Y el
Conseller d’Interior de la Generalitat de Catalunya responsabilizaba de la expansión de
189
un fuego en la provincia de Tarragona a la poca presencia de ‘bomberos voluntarios’
(Puig, 2012).
Otras veces el voluntariado se desarrolla bajo el amparo de organizaciones
religiosas, desde una perspectiva caritativa y despojadas de cariz político. El voluntariado
no es, por tanto, el trabajo político al que nos referimos en esta investigación. Y ocurre
igual con la denominación de ‘cívico’, que en la mayoría de autoras continua apegado a la
esfera pública. El trabajo político tiene una dimensión de empoderamiento y autogobierno
individual que no observamos tampoco en el trabajo cívico, ni en las acepciones
dominantes de ciudadanía.
El trabajo político tiene también mucho en común con lo que desde la disciplina
de la Ciencia Política se denomina como participación política. Ámbito que también ha
recibido visitas constantes por parte de la teoría feminista (Phillips, 1996:86). Tal y como
sucede con la representación y la ciudadanía, la forma dominante en la que está concebida
la participación política requiere de nuestra atención. Anduiza y Bosch (2004) la definen
como “cualquier acción de los ciudadanos dirigida a influir en el proceso político y en
los resultados. Estas acciones pueden orientarse a la elección de cargo públicos; a la
formulación, elaboración y aplicación de políticas públicas que estos lleven a cabo; o a
la acción de otros actores políticos relevantes. La participación política requiere, por lo
tanto, de un comportamiento observable llevado a cabo en un ámbito público o colectivo
por parte de un ciudadano para poder ser considerado como tal”.
Esta definición es excluyente en varios aspectos. La más relevante es que pervive
una negación de lo privado como espacio político. Y esa omisión se expresa en la acción
que es considerada como política, en las vindicaciones o en los temas que merecen formar
parte de la participación política, y en los actores. Además, el requisito ‘público’ al que
aluden invisibiliza todo lo que sucede en otros espacios que son políticos (núcleos
familiares, individuales, espacios intermedios y los no formales). El uso del lenguaje
89
Ver Ruiz (2007b)
190
sexista no hace más que revelar cómo la participación política, y la noción de ciudadanía
se han construido a partir de la universalidad masculina y la excepcionalidad de las
mujeres como sujeto político. La excepción no confirma la regla, la cuestiona. Así que
cuestionamos las definiciones de participación política sujetas a una democracia
representativa sesgada por múltiples desigualdades inherentes. Lo que está en juego, tal y
como hemos puesto de manifiesto en el Capítulo 1, es el propio significado de
participación política, y de aquello que se entiende por ‘político’ y cómo la política se
construye a partir de diferentes modelos participativos que resignifican el término. La
participación política no puede centrarse tan sólo en los mecanismos dispuestos por las
democracias liberales representativas pensados hace más de doscientos años. Estudios han
puesto de manifiesto como algunos mecanismos en escenarios políticos formales, son más
instrumentos retóricos para ganar legitimidad democrática, que no pasos encaminados a
incluir la participación ciudadana en los procesos de toma de decisión de la democracia
representativa (Lombardo, 2004).
Una parte de la literatura habla en este contexto de sociedad civil. Su definición
ha centrado largos debates y la propuesta de Karl Marx, muy presente en el último siglo,
incluye todas las relaciones sociales fuera del estado – empresas privadas y transacciones
mercantiles incluidas (Marx, 1859 en Lombardo, 2004). Con posterioridad, algunas
autoras destierran las actividades mercantiles de la noción de sociedad civil, y se habla de
tercer sector, ámbito compuesto por asociaciones voluntarias situadas fuera del mercado y
del estado (Habermas, 1992; Young, 2000). No obstante, no todas las definiciones
confluyen en esa dirección y otros autores prefieren incluir al mercado en la definición de
sociedad. En este sentido nos decantamos por abordar lo que sucede en este ‘tercer sector’
como ámbito comunitario, y no guiarnos por la literatura que aborda la sociedad civil. No
obstante, tenemos presentes las alertas sobre la idealización de este espacio como lugar de
expresión democrática por excelencia, ya que en él también se encuentran grupos o
individuos que pueden tener proyectos antidemocráticos (Lombardo, 2004).
En la realidad política actual se lanzan constantes demandas de democratización
de la participación. El sufragio se alza como el nivel de participación política más
191
elemental, y casi como el exclusivo promovido por el estado . Además, con las 90
mismo sucede con otros agentes políticos establecidos, los sindicatos en nuestro caso de
estudio. La participación política en temas de empleo debe ser canalizada desde las
organizaciones sindicales y patronales, o no encuentra interlocutor legítimo . Así, 92
participar en momentos puntuales, y tras ser superadas las situaciones críticas, han sido
expulsadas. Pero no estamos hablando de víctimas, sino de personas con agencia y de
movimientos políticos y sociales organizados. Por tanto, los componentes de
invisibilización, deslegitimación y desvalorización por parte de la literatura especializada
y de las estructuras políticas y agentes dominantes tienen que ser tenidos en
consideración.
90
El estado garantiza el derecho a voto de toda la ciudadanía española, y a pesar del incremento de la criminalización y la prohibición
de la participación ciudadana otras formas de participación están amparadas por la Constitución (manifestación, reunión, afiliación
política…)
91
En la distinción entre participación formal e informal, la segunda es ilegítima en términos de representación democrática tal y como
se entiende en la actualidad. Por ejemplo, al movimiento de indignación, al 15M en el Estado español, muchos le reclaman que se
transforme en partido político. Es desde la mejor de las voluntades que se lanza la petición. Quiénes la realizan votarían a un hipotético
partido del 15M, básicamente porque esa es la única forma de participación política democrática que se permite que sea planteada
como posibilidad de gobierno.
92
La autoorganización en los espacios laborales desde luego está permitida pero se desincentiva y no queda amparada legítimamente en
la misma medida que a través de las centrales sindicales mayoritarias.
93
Historiadoras han mostrado la participación activa de las mujeres en la Revolución Francesa y su expulsión del escenario público
tras los cambios políticos
192
En la política formal ha habido una perseguida y legitimada ausencia de mujeres
en la participación política tradicional desde hace siglos. A las mujeres se les ha negado el
acceso a grupos y organizaciones políticas de toda condición, y también se han
establecido obstáculos en su participación formal. La prohibición se basa en la división
sexual del trabajo, en cómo la divisoria entre lo público y lo privado ha formateado la
participación política. Por tanto, también los usos de los tiempos diferenciados entre sexos
y la diferente carga de trabajo facilita o dificulta la participación política. Los
condicionamientos o los roles de género han construido una cultura política donde las
mujeres han sido socializadas en el no-poder (del Valle, 1997) y en una carencia de
autoestima, desempoderadas.
Los mecanismos formales de promoción política de las mujeres muestran la
tendencia institucional hacia una democracia participativa. La organización de consejos de
mujeres o de igualdad sobre todo en el ámbito local así lo indican. La CEPAL (Comisión
Económica para América Latina y el Caribe), por ejemplo, distingue entre al menos cinco
modelos de participación de las mujeres en el ámbito local: como usuarias y receptoras de
servicios públicos locales; como solicitantes de servicios desde la comunidad a partir de
organizaciones de base, bien sea como dirigentes o bien formando parte de las
organizaciones; como voluntarias en organizaciones; como trabajadoras administrativas o
ejecutivas de un gobierno local y como lideres locales (CEPAL; 1997). Una visión que
tiende a teñir la acción, o el trabajo político de las mujeres en consumidoras pasivas, en
voluntarias o en empleadas. La cuestión del liderazgo, como se plantea aquí tampoco se
asemeja a las redes, a la desjerarquización de los espacios políticos o a la comunidad vital
que busca construir parte del feminismo. Además, no son mecanismos que hayan
proliferado en todos los niveles gubernamentales, como destaca el hecho de que hasta
2010 no se constituyera formalmente un consejo de las mujeres en el ámbito estatal. En
muchos casos, estas estructuras pecan de los mismos problemas esencialistas que
afloraban a la hora de plantear la democracia paritaria o las cuotas. Su posición periférica
en la agenda política como women’s issues, en ocasiones les resta capacidad de acción
transversal y la composición por organizaciones formales restringe la participación de
todos los grupos o personas.
La literatura también ha planteado otras cuestiones que emergen de los canales de
193
relación entre el Estado y el movimiento de mujeres y feminista. Se apunta a la
oportunidad de utilizar instrumentos como el gender mainstreaming para ampliar la
participación a los movimientos sociales, ampliando así la definición de los problemas
políticos y la representación de las demandas y las necesidades de las mujeres (Verloo,
2004). Parte de estas políticas están diseñadas para el empoderamiento, la promoción del
asociacionismo femenino, las mujeres en la toma de decisiones y el prisma de la
democracia paritaria . 94
En resumen, para ser ciudadana plena, una persona requiere de una independencia
económica, desde luego también de un cuidado apropiado y a la vez necesita de una
intervención activa y consciente en la sociedad y en su propia vida. No únicamente desde
el establecimiento de lazos de solidaridad con otras personas, sino asegurando la
representación de sus posiciones en lo colectivo y común, y en las decisiones que afectan
a su vida. El trabajo político afianza la justicia social, porque propicia que diferentes
aportaciones, discursos diversos, también los feministas, desafíen los márgenes de lo
establecido como ámbito de disputa política. Y como ocurre con el trabajo doméstico y de
cuidados, el trabajo político debe ser visibilizado, valorizado en su justa medida y debería
poder generar derechos sociales y económicos. Sin necesidad de ser tamizado por la
mercantilización.
La labor política es un 'trabajo' porque a pesar de que no es remunerada, es una
actividad humana, que requiere energías y perseverancia, por no decir esfuerzos. Se han
puesto de manifiesto sus expresiones fallidas si interseccionan con desigualdades
redistributivas y de reconocimiento. A pesar de no ser visible, tiene un valor fundamental
en la construcción de lo público; y a pesar de no otorgar derecho alguno en la actualidad,
debería ser fomentado para la plenitud de las personas, como su participación y
contribución al mundo. Por otro lado, la vida de las personas requiere que la carga total de
trabajo – laboral, doméstico y político – esté harmonizada.
Para que este equilibrio sea posible – a voluntad – es necesario que las
desigualdades de género, clase, origen, LGTB, etc dejen de tener vigencia. Muchas veces
la acción política de las mujeres se ve obstaculizada por una imposibilidad de
94
En el Capítulo 5 se revisan los planes de igualdad elaborados en el Estado español y en las Comunidades Autónomas de Catalunya y
Vasca. En la mayoría de ellos la participación política y social de las mujeres es un punto destacado
194
compatibilizar tareas cotidianas. Asimismo, pensamos que los tiempos de las personas no
deberían estar dominados por una lógica mercantil desvalorizadora de lo humano. Así
pues, es el trabajo político el que puede asegurar la representación de toda persona en lo
público, en la construcción de una justicia social, y su autogobierno. Es el mecanismo
para vehicular discursos sobre el resto de formas de trabajo: ¿qué modelo de trabajo
remunerado queremos? ¿Qué modelo de trabajo doméstico y de cuidados establecemos?
Es la forma de expresión de las demandas políticas. Y como en el resto de trabajos
presentados, aunque más si cabe en éste, se prefiere dejar una definición abierta. Todo
concepto debe permanecer a la espera de una nueva reflexión crítica que lo enriquezca de
forma permanente. Y en el del trabajo político, la participación, la acción política, en todo
aquello a lo que se determine como político, como objeto de transformación y cambio, se
debe estar atenta a lo que sucede en los márgenes del propio concepto, a la espera de ser
desarrollado por todo proceso, desigualdad, diferencia, disonancia o riqueza que sea
puesta en evidencia.
4.4.4.2 Conclusiones
En este capítulo hemos presentado nuestra definición de trabajo – porosa y en
construcción - como actividad de las personas que genera valor humano, económico y
político. Esta noción formatea la discusión de la literatura feminista sobre el trabajo
doméstico y de cuidados, el empleo y el trabajo político. También se ha teorizado la
noción de trabajo político. De esta suerte, se han fusionado las visiones de las
economistas y de las teóricas políticas que cuestionan el trabajo remunerado como única
fuente de ingresos económicos y de derechos políticos, y se ha sorteado la bifocalidad del
trabajo doméstico y el empleo. El trabajo político es fundamental para profundizar en la
ciudadanía plena: toda persona requiere de una independencia económica, de un cuidado
apropiado y de una intervención activa y consciente en la sociedad y en su propia vida.
Esta revisión de las teorías de género completa el marco teórico y concluye los dos
capítulos asignados al concepto ‘trabajo’ en los que se ha examinado en profundidad la
racionalidad mercantil sexuada que estructura nuestros sistemas económicos y políticos en
la actualidad.
195
5 EVOLUCIÓN HISTÓRICA DEL TRABAJO Y GÉNERO
Este capítulo construye una evolución histórica discursiva sobre trabajo y género en
el Estado español de finales del siglo XIX hasta el año 2012. En ella se presenta la
evolución de los debates sobre trabajo y género a partir de diferentes actores
relevantes y momentos claves. Se muestran los debates dominantes y las prácticas y
discursos de género que los contrarrestan. Los dominantes se expresan en las políticas
públicas de cada periodo y en los discursos que los refuerzan o se alinean. Si bien los
diferentes actores, la maquinaria institucional y el imaginario colectivo imperante
determinan una dirección clara, la fuerza de las medidas legislativas y de los discursos
preponderantes, en ocasiones, suele ser menor de lo estimado (Nielfa, 2003; Borderías,
2006). La línea histórica se inicia con el surgimiento de la legislación laboral. También las
historiadoras feministas coinciden en que el siglo XIX fue el momento en el que
confluyeron diferentes discursos y prácticas que instauraron una nueva división sexual del
trabajo y aparecieron los primeros discursos ‘contemporáneos’ sobre género y trabajos
(Borderías, 2006; Nash, 1993; Scott, 1993; Nielfa, 2003). La incursión histórica se
engarza con los años centrales del análisis de datos de esta tesis (Capítulo 6 y Capítulo 7)
y se ha elaborado a partir de las indicaciones metodológicas sobre la Estructura de
Oportunidad Discursiva que operativiza en el Capítulo 2. Donde corresponda, se
presentan los discursos del Estado y de las élites políticas (partidos), de sindicatos,
patronal y MFM y el alineamiento con el tiempo mundial.
El hecho de situar de forma histórica discursos y prácticas entorno al trabajo y al
género aporta una visión sostenida en el tiempo de las formas y reajustes de las diferentes
perspectivas. Varios son los puntos que abordamos: (1) Indagamos sobre el
establecimiento, refuerzo y mantenimiento de la división sexual del trabajo hasta nuestros
días. (2) Nos preguntamos si el paso de un sistema de salario familiar a la adopción de un
modelo en el que dos sueldos son necesarios en los hogares ‘convencionales’, con el
sostenimiento de los privilegios masculinos domésticos ha terminado con el modelo de
varón ganador de pan. (3) Asimismo, nos aproximamos al concepto de “integración de las
mujeres en el mercado de trabajo” buscando las formas de exclusión, marginación e
invisibilización de las mujeres en el mercado laboral y de otras formas de trabajo más allá
196
del mercantil. (4) Acometemos el estudio de la interseccionalidad del género con otras
categorías (clase, origen, edad, estado civil, ideología…) a lo largo del siglo XX. (5) Y
por último, rastreamos las alianzas estratégicas o los desencuentros del MFM con otros
actores fundamentales en el tema del trabajo y el género a lo largo del tiempo, así como
la unión discursiva y de acción colectiva del propio MFM. Al final de cada uno de los
siete apartados que configuran la línea histórica categorizamos las políticas públicas y la
legislación en relación con el trabajo y el género para cada periodo. A continuación
presentamos cómo realizamos esta clasificación, teniendo en cuenta, que en ocasiones,
una misma norma o práctica puede tener aspectos de diferentes categorías:
95
Carmen de Burgos, La mujer moderna y sus Derechos (1927) citada por Nielfa (2006:335)
197
96
Artículo 6 de la Ley Orgánica 3/2007, de 22 de marzo, para la igualdad efectiva de mujeres y hombres. Artículo 6. Discriminación
directa e indirecta. 1. Se considera discriminación directa por razón de sexo la situación en que se encuentra una persona que sea, haya
sido o pudiera ser tratada, en atención a su sexo, de manera menos favorable que otra en situación comparable. 2. Se reconoce
discriminación indirecta por razón de sexo la situación en que una disposición, criterio o práctica aparentemente neutros pone a
personas de un sexo en desventaja participar con respecto a personas del otro, salvo que dicha disposición, criterio o práctica puedan
justificarse objetivamente en atención a una finalidad legítima y que los medios para alcanzar dicha finalidad sean necesarios y
adecuados.
198
de oportunidades, igualdad de género, las acciones positivas y el gender mainstreaming o
transversalidad de género.
97
Las autoras aquí incluyen los permisos de paternidad y maternidad, y todos los derechos derivados del empleo. Y citan los
documentos QUING, 2007a y 2007b del proyecto QUING.
98
La legislación laboral segregada es un término utilizado por Nielfa (2003)
199
pero las transformaciones industriales se daban con rapidez cambiando el panorama
económico y social del país. Los privilegios gremiales que habían prohibido el acceso a
las mujeres se cancelaron en 1836 abriendo el mercado laboral (Borderías, 2006). Los
talleres familiares convivieron con la progresiva industrialización y el sistema fabril se
expandió, favoreciendo posibilidades laborales para las mujeres. De forma paralela a la
creciente presencia de las mujeres en espacios laborales extradomésticos despuntaron
diferentes discursos por parte de las elites todos ellos vinculados a los “excesos del
industrialismo moderno” (Burguera, 2006:295). La mayoría de mujeres en empresas
fabriles provenían de trabajar como empleadas domésticas, en las tareas agrarias o incluso
como esclavas . Por tanto, los problemas entorno a los que se enmarcó la cuestión
99
femenina durante el siglo XIX no estaban relacionados con el hecho del ‘abandono del
hogar’ y las tareas domésticas, tal y como se quiso argumentar, sino que hubo un traspaso
de la población asalariada femenina de un trabajo a otro (Scott, 1993:431-434).
“Calculando que la mitad de las casadas con labradores arrendatarios de tierras, ayudan
a sus maridos en las faenas del campo, y que toda mujer trabaja más o menos en las
tareas domésticas, se puede deducir la laboriosidad y la utilidad económica y productora
de la mujer española” (Martínez Veiga, 1995:169) . Es decir, la productividad de las
100
mujeres era algo conocido y constatado, otra cosa era querer visibilizarla o promocionarla.
En 1860 las actividades que ejercían las mujeres eran las siguientes:
Ocupación Nº de mujeres
Monjas 18.817
Maestras auxiliares 7.789
Alumnas de las escuelas 434.478
Criadas 416.511
Industria 54.455
Artesanas 114.199
En las fábricas (la mitad en cigarros del Estado) 54.455
99
Scott habla de Inglaterra, Francia y EEUU. Es en este contexto donde recuerda a las esclavas de África o de descendencia africana.
100
Discurso de recepción en la Academia de Ciencias Morales y Políticas del Vizconde de Campo Grande (1882)
101
Elaboración propia a partir de datos que aparecen en el dicurso del Vizconde sobre 1860 y que recoge Martínez Veiga (1995:168)
200
En teoría, los únicos empleos que las mujeres podían desempeñar en aquella
época eran “maestra de niñas, telegrafista, telefonista, estanquera y reina” (Gómez
Trueba, 2002). La descripción se amplía con puestos de baja categoría en el Cuerpo de
Empleados de Cárceles y el de funcionarios, auxiliares de Resguardo, así como el de
comerciantes, sobre todo en Cataluña (García y Roset, 1992). El grupo más numeroso de
mujeres urbanitas trabajaba en la industria y presentaba una enorme ventaja para los
empresarios, ya que cobraban salarios más bajos que sus compañeros. Con el desarrollo
de los sectores industriales, la mano de obra femenina se concentró en el sector del textil y
el de la confección, y se empleó en trabajos domésticos (García y Roset, 1992).
Mientras que en 1900 las mujeres representaban el 18,32% de la población activa
total, unas 1.382.600 asalariadas y el 14,5% de las mujeres en edad de trabajar; en 1920 el
porcentaje había caído al 12,96% esta caída puede explicar debido a la reducción de la
mano de obra agraria femenina, que pasa a representar un 42,7% de las trabajadoras en
1910, viéndose incrementado, a su vez, el sector del servicio doméstico y el de la industria
(Núñez Pérez, 1998:114 en Valiente, 1997:46; Capel, 1999:31-32). No obstante, existen
fundamentos para pensar que hay un voluntario enmascaramiento estadístico de la
participación laboral femenina (Ramos, 1987; Capel, 1999:31; Borderías, 2003). El
sistema estadístico español presentaba un consciente afán por ocultar las actividades
laborales de las mujeres. Este ocultamiento estadístico ha sido una sospecha
historiográfica ya evidenciada bajo el nombre de “subregistro”. Por un lado ocultaba el
trabajo femenino realizado en el mercado y por otro se desconsideraba al trabajo
doméstico, clasificando a las mujeres que lo realizaban como inactivas, dependientes o
improductivas (Borderías, 2006:355). El hecho de que el trabajo extradoméstico de las
mujeres no estuviera bien visto por las elites españolas y sólo fuera tolerado para la clase
obrera, podría ser uno de los factores por los que se maquillaron las estadísticas. Según
censos oficiales, tres son los sectores que concentran la actividad laboral de las mujeres en
1900:
201
Tabla 2: Actividad femenina según censo 1900102
Sector Nº y % de mujeres ocupadas
Agricultura 799.359 ocupadas
57,8% del total de trabajadoras
264.021 ocupadas
Servicio doméstico 19,1% del total de trabajadoras
75% de las ocupadas en el sector terciario
Vestido y tocado
92.974 trabajadoras
Industria 6,7% de las activas
Vestido y tocado Textil
3,7% de las activas y 28,1% del sector
Industria alimentaria
1,5% del total de ocupadas y 11% del sector
Pero la realidad era que el sector del textil y la confección recurrían sobre todo a la
mano de obra femenina, siendo ésta a mediados del siglo XIX el 60% de los obreros de la
confección y el 40% del textil; a inicios del siglo XX ambos sectores se feminizaron por
completo (Borderías, 2006:365). Las condiciones laborales eran extremas. A inicios del
siglo XX, existen datos que corroboran el incremento de abortos entre las cigarreras
(50,09%), y las empleadas en fábricas de productos arsenicales (19,87%), o la
tuberculosis y la hipertrofia cardiaca generada por las condiciones de insalubridad de las
trabajadoras (Ramos, 1987:446). En las poblaciones textiles catalanas un 70% de las
trabajadoras registradas en los Censos obreros figuraban en los padrones municipales ‘sin
profesión’, hecho que también sucedía con otros ámbitos, como el de las cigarreras
sevillanas (Borderías, 2006:363). La Comisión de Reformas Sociales a finales del siglo
XIX advierte que: “Casi todas las mujeres pertenecientes a familias trabajadoras se
dedican, si tienen ocasión, a ganar un jornal fuera del hogar doméstico, ya en la
industria fabril, ya en la industria agrícola” (Nielfa, 2006:322).
El trabajo a domicilio todavía no era considerado empleo, aunque era una
importante fuente de ingresos para muchas familias, labor eminentemente femenina y
102
Elaboración propia a partir de Capel (1999:32).
202
forma común de externalización de costes para las empresas incluso durante el proceso de
industrialización. A pesar de que las estadísticas decían que había menos de 800.000
mujeres ocupadas en tareas agrícolas, otro informe para la Comisión de Reformas
Sociales sobre el trabajo de Vizcaya afirmaba que: “A la mujer Vizcaína se la ve
compartir con los labradores rudas faenas (…) en la clase obrera o atenida a un jornal
no se limita la mujer a vivir dentro de su casa cuidando tan sólo de las labores
domésticas” (Borderías, 2006:361). Es decir, con toda probabilidad las cifras serían
mucho más elevadas que las que se contabilizaban. Hay que tener presente que el
imaginario colectivo trataba también el trabajo rural de las mujeres como complemento o
‘ayuda’ a las labores del cónyuge agricultor. Además, como el salario masculino no era
suficiente para mantener a las familias, no cabía abandonar el mercado laboral al
incrementarse sus cargas reproductivas: “Las mujeres no dejaban el trabajo al casarse o
al tener los primeros hijos; muy al contrario: al tener más bocas que alimentar,
intensificaban su dedicación al mercado de trabajo y se retiraban sólo cuando los hijos
estaban ya en edad de ganar su sustento” (Borderías, 2006:370).
Esta era práctica habitual en la Europa preindustrializada: “si el trabajo entraba en
conflicto con el cuidado de los hijos, las madres, antes que dejar el empleo, preferían
enviar a sus críos a nodrizas u otras personas que se hicieran cargo de ellos” (Scott,
1993:431). Respecto a uno de los sectores de ocupación remunerada más mayoritarios a
inicios del siglo XX, el del servicio doméstico, cabe señalar la ‘doble moral burguesa’ que
regía estas relaciones laborales. Por un lado, las criadas tenían un estatus inferior al de los
criados. Las mujeres no podían relacionarse con el exterior y eran los hombres quienes
realizaban las compras o sacaban de paseo a las criaturas (Sánchez Carrera, 1996). Por
otro lado, los abusos sexuales que sufrían las empleadas domésticas eran comunes y se
denunciaron como prácticas “para que pudiera mantenerse en pie el mundo de la familia
monogámica” (Sánchez Carrera, 1996:223) . La gran mayoría de las mujeres en situación
103
103
La autora cita artículos de denuncia en la ‘Revista Blanca’
203
cataloga de “parias” y como “los seres más pasivos del universo” (Nelken, 1919:63), pues
no buscaban asociarse y luchar por sus derechos. La raíz del problema está en el sistema
de trabajo de las telefonistas, tenderas o mecanógrafas. Sus conocimientos son elevados,
pero sus salarios no les permiten apenas subsistir, porque se supone que no son más que
una mera ‘ayuda’ a la economía familiar (Nelken, 1919).
El ‘no trabajo’, suponer, dar por hecho y no visibilizar el trabajo doméstico,
mayoritaria -o exclusivamente- realizado por las mujeres es tendencia clara. Al revisar
desde una perspectiva de género la ‘Monografía estadística de la clase obrera’ elaborada 104
por Ildefons Cerdà en 1865, se aportan detalles que muestran el ‘no trabajo’ de las
mujeres. Las tareas domésticas durante el siglo XIX y buena parte del XX, eran trabajos
complejos que no incluían tan sólo la elaboración de alimentos, la limpieza de los hogares
y el cuidado de los hijos , sino también la conservación de la vivienda y el transporte de
105
104
La obra de Cerdà conjuga “estructura del mercado de trabajo, salarios y consumo de las clases obreras barcelonesas, y (es) una
estadística que opera como soporte de un discurso social específico sobre la forma idónea de división sexual del trabajo en el mercado
y la familia” (Borderías, 2001:104).
105
Cerdà calcula el recurso que las familias obreras destinaban a ‘la niña o anciana que atendía al ajuar y a la cría’ como medida del
salario de las mujeres incorporadas en el mercado laboral, aunque finalmente no lo incluyera en la partida del gasto familiar (Borderías,
2001:116)
204
obrera y la creación de las primeras instituciones reguladoras del trabajo remunerado
tienen su punto álgido en este periodo. Desde la arena gubernamental, la Conferencia
Internacional sobre Legislación Laboral de Berlín (1880) propuso la prohibición del
trabajo nocturno y subterráneo de las mujeres, las restricciones a trabajos insalubres y el
alejamiento del trabajo para las madres después del parto (Nielfa, 2003; 2006). En estas
medidas, España se abstuvo (Nelken, 1919). En la reunión de Berna de la Asociación
Internacional para la Protección Legal de los Trabajadores de 1906 se aprobó una
convención para prohibir el trabajo nocturno que debía ser validada por los quince países
asistentes, entre ellos España (Nielfa, 2006:319).
La Organización Internacional del Trabajo (OIT) fue creada en 1919. Su fundación
respondía a razones humanitarias y protección de la clase trabajadora, también a
motivaciones de carácter político y económicas. Por su creación poco después de la I
Guerra Mundial, la búsqueda de la paz internacional se encuentra entre sus objetivos
fundacionales.106 La reunión de 1919 de la Conferencia Internacional del Trabajo avaló la
creación de una caja obligatoria de maternidad e influyó en las medidas españolas
(Espuny, 2007). Ese mismo año se firmaron dos convenios sobre las condiciones laborales
de las mujeres: el núm. 3 de protección de la maternidad y el núm. 4 sobre trabajo
nocturno (mujeres)107. El empleo de las mujeres despertaba un gran interés en la OIT que
amparaba medidas proteccionistas y las moralistas. La Constitución de la OIT subrayó la
''protección de los niños, los adolescentes y las mujeres'' y la reglamentación y limitación
del trabajo nocturno de las trabajadoras, se argumentaba ''habida cuenta de su función
exclusiva de procreadora y como responsables de agobiantes obligaciones familiares
tradicionales” (OIT, 2001:2-3). El Preámbulo reconocía ''el principio de salario igual por
un trabajo de igual valor'', si bien no delimitaba que fuera aplicable entre mujeres y
hombres.
Las Internacionales Socialistas fueron foros donde se discutieron las condiciones de
trabajo femeninas. Las conferencias internacionales de las mujeres socialistas se
prodigaron a partir de 1907, como respuesta a la inacción de la Internacional Socialista
106
www.ilo.org.
107
Este convenio ha sido modificado en numerables ocasiones. Así encontramos el Convenio revisado sobre trabajo nocturno de las
mujeres núm41 de 1934; el convenio revisado sobre trabajo nocturno de las mujeres núm 89 de 1948. Por último existe el Protocolo de
1990 relativo al Convenio revisado sobre el trabajo nocturno de las mujeres. Asímismo, en 1925 en el Convenio núm. 20 sobre el
trabajo nocturno (panaderías) en 1925 se hacen alusiones directas al trabajo femenino.
205
sobre el empleo de las mujeres y como contrapunto al movimiento feminista burgués
(Abelló, 1997). En éstas conferencias prevaleció un desacuerdo esencial sobre las ventajas
o desventajas de las medidas proteccionistas. Mientras Clara Zetkin afirmaba la necesidad
de una legislación proteccionista exclusiva y apoyó la prohibición del trabajo nocturno
femenino, representantes obreras de otros países – suecas y danesas, de forma especial –
abogaron por medidas de protección para ambos sexos y se opusieron a la prohibición del
trabajo nocturno de las mujeres, que consideraban una discriminación (Nielfa, 2006). El
III Congreso de la Segunda Internacional de Zurich celebrado en 1893 se pronunció a
favor de una legislación específica y protectora para las mujeres: avaló su jornada máxima
de 8 horas; solicitó la abolición del trabajo nocturno femenino; se determinaron sectores
inadmisibles para la salud de las mujeres y rechazó la enmienda – presentada por la Unión
de Mujeres Obreras Inglesas y Bernard Shaw – que exigía la igual renumeración por un
trabajo igual entre mujeres y hombres (Abelló,1997) Es decir, en la Segunda
Internacional Socialista prevalecieron los criterios proteccionistas y discriminatorios
sobre el trabajo de las mujeres; se veía a las mujeres como competidoras o como seres a
quienes se debía proteger.
empleada dispuso de reposo para la lactancia durante la jornada laboral, por un máximo
de una hora, sin descuento salarial (Valiente, 1997; Nielfa, 2006). No obstante, esta ley
reguló únicamente el permiso y no contó con ningún tipo de subsidio para las madres, que
eran obligadas a abandonar su puesto de trabajo sin percibir salario alguno. Muchas
mujeres incumplieron la ley e incluso hubo voces de diputados conservadores en la
discusión del reglamento que expresaron la necesidad de facilitar medios para la
108
El Reglamento de noviembre de ese año amplió el permiso a cuatro semanas, con certificación facultativa (Espuny, 2007:25). En
1923 por Real Decreto pasó a ser de seis semanas.
207
subsistencia: “nada hay más antihigiénico que el hambre” (Calle, 1989:287-293 en
Nielfa, 2006:326).
Respecto a la salubridad, se exigió a mujeres, niños y niñas una certificación
sanitaria para poder trabajar, lo que identificamos como medida moralizadora. Gran parte
de las tareas descritas como insalubres para mujeres y niños también lo eran para los
trabajadores varones. Por lo que no se dictaron las leyes para protección y seguridad de
las trabajadoras, sino para reducir la mano de obra en ciertos sectores en los que éstas
encontraban empleos. 109
Esta posición fue refrendada por el Real Decreto de 1908 que
indicaba una serie de industrias prohibidas para menores de 16 años y mujeres menores de
edad. Estableció prohibiciones específicas para las ‘muchachas’ menores de 16 años ‘el
trabajo en máquinas de coser (y otras) movidas por pedal’ y para las menores de 14 años
el arrastre de cargas a partir de un determinado peso (Montoya, 2006). Por último, la ley
Dato también estableció el descanso dominical y en días festivos para las ‘fuerzas
medias’. Las tareas agrícolas y aquellas que se desarrollaran en los talleres familiares
quedaban fuera del ámbito de aplicación de la ley (Espuny, 2007:23). Un nuevo decreto
en 1902 situó la jornada laboral de mujeres, niños y niñas en once horas diarias o sesenta
y seis semanales.
El trabajo nocturno fue uno de los temas que generaron un mayor debate entre las
elites políticas. Más adelante veremos las diferentes posiciones de diversos actores sobre
la cuestión. Respecto a la normativa en julio de 1879 se promulgó el Reglamento de
policía Minera que prohibía a los niños y niñas y a mujeres menores de edad (23 años) el
trabajo en el interior de éstas (Montoya, 2006). Pero en 1912 la Ley de 11 de julio
prohibió, con excepciones, el trabajo nocturno femenino. A partir de enero de 1914 se
prohibió el trabajo nocturno de las mujeres de cualquier edad en talleres e industrias. En el
textil no se aplicó con la misma contundencia pues allí el mayor contingente de mano de
obra era femenino. En esa industria primero tenían que dejar de trabajar por la noche las
mujeres casadas y las viudas sin criaturas, reduciéndose, a su vez el trabajo nocturno de
109
Algunas autoras (Valiente, 1997) consideran que las medidas de salubridad se integran dentro de aquellas que buscan proteger la
integridad de las mujeres. Me inclino a pensar más como otras autoras (Nielfa, 2001; 2006) que consideran que en esta época
prevalecía la voluntad del legislador de restringir a las mujeres su acceso a un mercado laboral con derechos plenos, más que la salud
laboral de los trabajadores y trabajadoras.
208
las demás en un 6%, hasta enero de 1920 cuando la prohibición fue absoluta (Valiente,
1997).
Dos consecuencias de esta normativa son reseñables. En primer lugar, la importante
movilización de las mujeres: en 1913 hubo una huelga en el textil catalán por la que
consiguió establecer la jornada máxima de 10 horas, que equiparó las horas laborales de
ambos sexos. Por otro lado, la prohibición del trabajo nocturno de las mujeres trajo
consigo el aumento del domiciliario – con menos derechos y peor remuneración – (Nielfa,
2001). Una ley proteccionista a destacar fue la aprobación de la conocida como "Ley de la
silla" en 1912. Promovida por la inspectora de trabajo y concejal del Ayuntamiento de
Madrid, María Echarri, la ley permitió que las empleadas de la industria y del comercio
dispusieran de una silla para sentarse cuando sus labores se lo permitieran. También se
dieron progresivas restricciones para las mujeres en el acceso al empleo público. La ley de
Bases de 22 de julio de 1918 sobre funcionarios públicos estableció que las mujeres sólo
pudieran trabajar en la categoría de auxiliar y el Real Decreto de 1923 del Tribunal de
Cuentas determinó que las mujeres sólo pudieran ascender a oficial de primera y de
segunda (Valiente, 1997). Por último, cabe destacar la vigencia de la autorización marital
que se basaba en el Código de Comercio de 1885, el Código Civil de 1889 y el Código de
Trabajo de 1926. La autorización marital se refería al requisito de una autorización del
marido para las mujeres casadas para poder firmar contratos de trabajo, de aprendizaje y
ejercer el comercio. Lo mismo sucedía con el régimen ganancial matrimonial, es decir, las
mujeres requerían de una autorización del marido para poder usufructuar su propio sueldo.
Este último punto no regía en Catalunya.
trabajo de las mujeres cuando éste sea poco higiénico o contrario a las buenas
costumbres’’ (Nielfa, 2006:337). En el Congreso fundacional de la Unión General de
Trabajadores (UGT) en 1888 se añadió al programa la demanda de igual salario para
ambos sexos (Nielfa, 2006:338). Estas afirmaciones muestran la visión ambivalente en el
movimiento socialista español, alineado con el espíritu de la época, en la dudosa
argumentación de protección de la salud de las mujeres y la moralidad. Las mujeres son
vistas como seres indefensos que requieren protección y que se deben a una constreñida
imagen maniquea de lo que era ser mujer. En el VIII congreso de UGT celebrado en 1905
hubo por primera vez una mujer delegada, Virginia González, de la sociedad de
110
Antecedente del PSOE, Partido Socialista Obrero Español
210
constructores de Calzado de Bilbao. González solicitó la creación de una Caja de
Asistencia para cubrir los salarios perdidos por las interrupciones laborales a causa de los
partos (Nielfa, 2006). Vindicación que no se consiguió hasta 1931. Los debates sobre la
prohibición del trabajo nocturno de las mujeres que tuvieron lugar en 1912 en las Cortes
españolas y muestran cómo prevaleció el sexismo frente a los intereses de clase. Existían
intereses obreristas para eliminar la competencia femenina en el trabajo y se fue contra de
los intereses de las mujeres trabajadoras. Lo importante era sustituir la mano de obra
femenina por la masculina; reemplazar los ingresos femeninos por los masculinos. Estos
planteamientos fueron defendidos tanto por el entonces diputado socialista Pablo
Iglesias , como por los partidos conservadores y la patronal (Nielfa, 2001: 11-13). La
111
alianza interclasista era clara. Los únicos que no respaldaban la aplicación de la ley fueron
parlamentarios que tenían intereses en la industria textil catalana y que consiguieron un
aplazamiento que respaldaba sus beneficios industriales pues temían que una medida
similar dejara el textil sin mano de obra. Las obreras no tuvieron voz en las discusiones,
pero las empleadas catalanas, que eran uno de los grupos mayoritarios de mujeres que
trabajaban con horario nocturno, solicitaron infructuosamente que se les permitiera
combinar ambos horarios. El turno nocturno era más corto y mejor pagado que el diurno
(Nielfa, 2001).
En el ámbito socialista hubo ejemplos de sindicalismo socialista femenino: en 1900
se creó la Sociedad Feminista de Resistencia y de Socorros Mutuos y tres años más tarde,
el Despertar Femenino – sociedad de resistencia - ambas vinculadas a la industria
alpargatera de Elche. Sus miembras llevaron a cabo importantes movilizaciones y
consiguieron en 1919 la unificación salarial de su sector. Un año más tarde se
incorporarían a la UGT (Nielfa, 2006). A partir de 1902 comienzan a fundarse
agrupaciones femeninas socialistas cuya finalidad era la defensa colectiva de las libertades
civiles de las mujeres, ligadas al problema económico que debía resolver el socialismo
(Cabrera, 2005). En 1906 se creó en Madrid el Grupo Femenino Socialista y en 1911 en
Barcelona, fundado por Amparo Martí (Bizcarrondo, 1990:114). De la acción colectiva
del grupo femenino socialista entre 1906 y 1914 destacan actos organizados para la
111
Pablo Iglesias era el único representante del PSOE en esa legislatura.
211
aprobación por el Senado de la ley de trabajo nocturno de las mujeres (del Moral, 2005),
en la misma perspectiva paternalista que dominaba el partido. En esta misma línea de
pensamientos en el PSOE se encuentra Margarita Nelken, la única mujer que consiguió
las tres actas de Diputada en la II República. Nelken se mostró contraría al voto femenino
ya que pensaba que el escaso acceso de las mujeres a la educación formal iría en contra de
los intereses de los partidos de izquierdas y veía como una necesidad las medidas
laborales protectoras, pues el empleo de la mujer debía ser considerado “sobre todo, con
respecto a su naturaleza” (Nelken, 1919:78). Su postura era singular, a su entender la
legislación laboral debía seguir los mandatos de la naturaleza y la protección moral de las
mujeres en las fábricas. Reprendió a los dirigentes de UGT por olvidar los derechos
laborales de las trabajadoras, a la par que defendía los despidos masivos de mujeres
forzados por los obreros. Asimismo, fue una vivaz luchadora por el feminismo que veía
como “cosa de trabajadoras, de la clase media y de la clase obrera” (Nelken, 1919:15).
Por su parte, el pensamiento y las organizaciones libertarias y anarquistas que tenía
un fuerte arraigo en Catalunya y en Andalucía a finales del siglo XIX tuvieron también
ejemplos de buenas prácticas respecto a las mujeres en el trabajo remunerado. La
Federación de Trabajadores de la Región Española – de mayoría anarquista – adoptó en
1881 una resolución de igualdad de derechos y deberes entre mujeres y hombres. Un año
después en un congreso de la Federación, participaron delegadas obreras y se aprobó
trabajar por la jornada de 8 horas (Nielfa, 2006). En 1910 se fundó la Confederación
Nacional del Trabajo (CNT) fruto de la unión de sociedades obreras arraigadas a
principios anarcosindialistas y a la Primera Internacional. También estos sindicalistas se
debatían entre la protección a las mujeres por su ‘naturaleza’ y la igualdad con los
hombres: “Siendo la mujer lo más hermoso de la creación, con ciertas ocupaciones se
deforma horriblemente” (Núñez Orgaz, 1996:279). 112
5.1.5 El empresariado
La acción del empresariado se caracterizó por la represión sistemática a la clase
obrera y por la negación de sus demandas laborales. El empresariado de Euskadi y de
112
Nuñez Orgaz cita un artículo que bajo el título “La explotación” de Andrés Solana, aparecido en La Revista Blanca, en su nº50 de
15 de julio de 1900.
212
Catalunya no se mostraba a favor de una legislación que limitara la participación de las
mujeres en el mercado laboral, pues creían que se debía aprovechar a fondo la ventaja
comparativa de la abundancia de mano de obra poco cualificada (Valiente, 1997:53).
Además, se alineó junto con el movimiento obrero masculino para acrecentar sus
beneficios promoviendo la retribución diferenciada entre hombres y mujeres partir de la
exclusión de estas últimas del aprendizaje en las fábricas (Borderías, 2006).
113
El pensamiento y la acción de las feministas que militaban en partidos o sindicatos de clase aparecen en el apartado específico sobre
partidos de clase y sindicatos.
213
elementos que las vinculan a todas: son grupos no mixtos y se organizan – en un principio
– de forma autónoma a otros movimientos. Las principales actividades del feminismo
conservador del periodo se englobaron como herederas de las ‘asociaciones de la
caridad’ belgas y francesas cercanas a los círculos católicos reformistas (Marín, 2004:18).
En Catalunya una de las más activas fue el Patronat d’Obreres de l’Agulla fundada en
1909 en Barcelona bajo la dirección de Dolors Monserdà Macià. Su objetivo fue el de
agrupar y coordinar a trabajadoras – en su mayoría obreras a domicilio – para conseguir
mejores condiciones económicas y reunirlas entorno a la cultura doméstica y religiosa. Al
Patronat se le sumará en 1912 la Federació Sindical d’Obreres creada por Maria
Doménech que reforzó la obra de estas mujeres preocupadas por las condiciones laborales
de las trabajadoras. Fueron asociaciones filantrópicas que dieron apoyo a las obreras,
facilitaban encargos, la venta de productos, ejercían una labor de denuncia de los abusos
de la patronal y ofrecían asistencia médica en caso de necesidad (García y Roset, 1992).
Desde una vertiente asistencialista, hicieron una labor de promoción del acceso de las
mujeres a la educación desarrollando sus competencias profesionales (Nash, 1994).
En esta misma línea encontramos los trabajos desarrollados por las Dames
Cooperadores encabezadas por Francesca Bonnemaison. La Biblioteca Popular de la
Dona (1909) y el Institut de Cultura (1910) de Barcelona fueron espacios en los que las
niñas de la pequeña burguesía y las obreras recibían formación de manera gratuita. Su
clara defensa del derecho femenino a un trabajo remunerado para las no casadas, infringía
el presupuesto del monopolio masculino que se buscaba instaurar. Esta fórmula de acción
les permitió acceder a un gran número de alianzas estratégicas entre algunas de las elites
políticas de la época (Iglesia, sectores católicos, partidos conservadores...). En otros
puntos de la geografía española se crearon agrupaciones de mujeres en el sector del textil
que lucharon por la situación de las trabajadoras, sobre todo, de las domiciliarias. Así en
1916 Carmen Entraigües, presidenta del Sindicato de la Aguja de Valencia decía: “Quizás
se diga que el jornal de la mujer es considerado como un auxiliar más que como un
medio de vida familiar, pero el jornal de la mujer es el único sostén de la vida familiar
del pobre, ya que no son pocas las obreras, viudas o esposas abandonadas con hijos a
quienes han de mantener, o solteras con padres enfermos y viejos (…) por lo que debiera
ser suficiente para ello, dentro de la justicia y en igualdad de producción no ser menor
214
que el jornal del obrero varón” (Martínez Veiga, 1995:201) . 114
114
El autor reproduce la página 445 del informe del Instituto de Reformas Sociales de 1918.
115
El autor reproduce la página 299 del informe del Instituto de Reformas Sociales de 1918.
215
condición de trabajadoras (Falcón, 1992). Esto no impidió la organización autónoma de
las obreras. En Barcelona surgió la Societat Autònoma de Dones impulsada por Teresa
Claramunt que trabajó entre 1889 y 1892 reivindicando la emancipación de las mujeres y
realizando acciones de defensa de sus intereses laborales y sociales. En 1891 lograron el
paro de cinco mil obreras. Años más tarde, la misma Claramunt organizó huelgas y
manifestaciones en diferentes partes de España. La que lideró en Zaragoza la llevó a la
prisión (Cabrera, 2005). Sobre todo, en el sector del textil hay referencias a numerosas
huelgas de mujeres desde los últimos decenios del siglo XIX. Por ejemplo, la huelga de
más de diecinueve semanas que tuvo lugar en Igualada en 1881 para conseguir los sueldos
estipulados. Muchas huelguistas sufrieron prisión e incluso algunas pagaron con su vida la
revuelta y los comedores colectivos que habían instaurado. Las obreras de Igualada
volvieron a reivindicar en 1912 el sábado como día de fiesta, lo que también consiguieron
(Nielfa, 2006; Ruiz, 2007a). Un año después hubo una huelga general en el textil catalán
del 30 de julio al 15 de septiembre capitaneada por mujeres que lograron el
establecimiento de la jornada máxima de 10 horas, equiparándose así las horas laborables
entre ambos sexos (Nielfa, 2001; San José, 1987). Al entrar en vigor la prohibición del
trabajo nocturno femenino y los descansos forzosos para las viudas sin hijos y las casadas,
el resto había sufrido una reducción de su trabajo en un 6% (Nielfa, 2001). Por tanto la
consecución de esta disminución de la jornada laboral puede considerarse un éxito.
En 1891 se creó la Agrupación de Trabajadoras Autónomas de Barcelona como
rechazo al control masculino que se ejercería en los sindicatos en los sectores laborales
más feminizados. Las obreras hablaron: “Es sabido que la ‘Asociación Las Tres Clases de
Vapor’ se compone principalmente de mujeres, de las que trabajan en las fábricas y está
dirigida por hombres. Pues bien, las anarquistas dicen que no se dejarán engañar; que
no quieren mantener gandules; que los fondos que se recauden son para socorro mutuo
de las trabajadoras, pero no para que se lo coman y con ello figuren algunos hombres,
bajo el pretexto especioso de que las mujeres necesitan curadores y representantes en sus
pleitos contra el capital” (Bizcarrondo, 1990:108).
La conflictividad laboral protagonizada por mujeres tuvo en esa época dos etapas
diferenciadas. La primera comprendida entre los años 1905 y 1916, donde prevalecieron
las derrotas. A partir de esa fecha se impusieron las negociaciones y las huelgas masivas
216
en los más diversos sectores, con más de 20.000 trabajadoras en paro. En 1918 hicieron
huelga las estuchistas de Málaga y las criadas y las jornaleras de Antequera. Un año
después, en la misma ciudad, hubo cinco huelgas de obreras del textil, coristas y faeneras
de la pasa y la almendra. Las cigarreras de Sevilla hicieron paros en 1918, 1919 y 1920.
Ese último año también hubo paros dirigidos por las alpargateras de Alicante. Entre 1905
y 1921 Barcelona fue la provincia española con mayor número de paros femeninos (185),
le siguió Valencia con 65, en Zaragoza se dieron 55 paros de trabajadoras, 48 en Madrid,
38 en Guipúzcoa y 33 tanto en Vizcaya como en Alicante (Cabrera, 2005; Ramos, 1996).
La movilización de las mujeres, en defensa de sus propios intereses, contradice las
afirmaciones de que las mujeres “carecían de recursos para su movilización, y les faltó
una experiencia amplia de participación en la vida pública” (Valiente, 1997:50). En este
sentido, el hecho de que estas movilizaciones generaran conciencia colectiva, “redes
sociales en mercados, tiendas y patios de vecinos” (Ramos, 2000:717) indica que muchos
elementos que caracterizan a un movimiento social fueron construidos por las mujeres
obreras de la época. Asimismo, la conflictividad laboral femenina fue poco a poco
despertando el interés sindical por las mujeres.
217
Tabla 3: Discursos del Estado, polít1icas públicas y legislación (finales siglo XIX-1923)
Prohibicionistas prohibición trabajo en minas (1887); trabajo dominical y festivos fuerzas medias
(directa) (1900); niños/as y mujeres menores de 23 excluidos de algunos sectores por
salubridad (1908); A partir de 1914 prohibición del trabajo nocturno femenino por
cupos (1912); Ley de bases de funcionarios públicos: las mujeres sólo pueden ser
auxiliares (1918)
Moralistas exigencia de certificado de salubridad para fuerzas medias (1900); reducción de la
(indirecta) jornada femenina a 11 horas diarias (1902)
Proteccionistas 3 (4) semanas de descanso maternal tras el parto con reserva de puesto de trabajo,
sin percepción económica, por tanto, tintes prohibicionistas (1900); 1 hora de
lactancia sin descuento de sueldo (1900); Ley de la silla (comercio e industria)
(1912).
No – trabajo Autorización marital para firmar contratos de trabajo, aprendizaje y ejercer el
comercio. También para usufructuar el salario, a excepción de Catalunya (1885,
1889, 1926).
Enmascaramiento estadístico y subregistro del trabajo remunerado.
Tareas agrícolas y en talleres familiares excluidas de Ley Dato (1900)
Inicio de la desconsideración estadística del trabajo doméstico. El trabajo doméstico
pagado en el mercado suponía entre el 33% - 53% del gasto familiar en el siglo XIX
El final del siglo XIX y los primeros años del XX ofrecen un discurso dominante
sobre trabajo y género con un diagnóstico y un pronóstico en armonía. El de la
institucionalización de una nueva división sexual del trabajo a través de enarbolar la
moral y la inferioridad de las mujeres. El Estado presenta unas políticas que son
refrendadas por actores muy diversos. Destaca la alianza interclasista entre movimiento
obrero y partidos de clase junto con sectores de la patronal para la exclusión y
discriminación de las mujeres en el mercado laboral. La representación política de éstas
no está legitimada. Sectores del incipiente asociacionismo de mujeres también se alinean
en el dominante y sus discursos resuenan con facilidad tanto entre las elites políticas
como entre el movimiento obrero, garantizando los privilegios masculinos en el trabajo
remunerado y en el doméstico. Las mujeres conservadoras están alineadas con las
pequeñas aperturas proteccionistas dominantes. Los discursos de las mujeres obreras son
218
los que retan la dominancia que establece una legislación laboral segregada y
caracterizada por la exclusión y la discriminación de las mujeres del mercado y la
invisibilización y devaluación de sus aportaciones domésticas y públicas.
protección laboral (Martínez Veiga, 1995; Nelken, 1919) que se ha extendido hasta fechas
actuales. Al difuminar la división entre espacio público y privado, el trabajo domiciliario
inquietó a las elites políticas que se preguntaron sobre la idoneidad de una intervención
estatal: “Cómo puede intervenir el estado directamente en los hogares? ¿Debe hacerlo?”
(Martínez Veiga, 1995: 189).
Dos eran las opciones, reglamentarlo o suprimirlo. La primera fue la que prevaleció.
116
Las alusiones a la división entre el espacio privado y el público no aparecieron en los debates sobre el trabajo a domicilio en estos
términos. Esta conceptualización surge con posterioridad en la ciencia política y la teoría feminista, pero muchos de los elementos del
debate de forma explícita hacen referencia a esta división.
117
Demandas similares encontraremos 65 años después entre las empleadas en la ayuda domiciliaria, que no querrán ver sus
vindicaciones asimiladas a las de las empleadas de hogar (d1).
219
Antes se dieron muchas discusiones que llevaron incluso a la convocatoria del Ier
Congrés del Treball a Domicili en 1917 en Barcelona (Martínez Veiga, 1995). Las
trabajadoras de la industria doméstica eran “el ejército (…) que habitan en las ciudades
más grandes, (…) esparcidos sobre la faz del país” (Martínez Veiga, 1995:191). El
trabajo a domicilio persistía porque abarataba costos al empresariado. Los salarios de las
trabajadoras a domicilio eran inferiores a las de los talleres o fábricas. Por ejemplo, en
1914 en Barcelona las costureras domiciliarias cobraban lo equivalente al 60% del salario
de una obrera fabril (Martínez Veiga, 1995:200). Además, permitía el ahorro en materias
primas y en maquinaria. Los productos hechos a mano eran considerados como bienes de
lujo por lo que el beneficio con su venta aumentaba, no así los salarios de las obreras. A
todo esto se sumó el hecho de que la inspección laboral era consciente de que “los
patrones de las industrias de la aguja, a propósito de eludir la inspección de trabajo (…)
limitan cuanto pueden el trabajo en sus talleres, organizando el domiciliario, con lo cual
quedan libres de gastos de explotación, libres de las responsabilidades por jornada
superior a la legal” (Martínez Veiga, 1995:197).
La existencia de máquinas en las fábricas y las terribles condiciones laborales que
118
sufren las obreras domiciliarias son el detonante de las preocupaciones paternalistas de las
elites políticas. Éstas ven la moral de las mujeres y de las familias correr riesgos al llevar
el trabajo productivo a los hogares, haciendo así peligrar la división entre lo que debe ser
público y lo que debe ser privado. Las habilidades productivas de las mujeres también se
cuestionan: “Aún contando con que el trabajo se verifique en inmejorables condiciones de
todo género (…), siempre resultará que la obrera se verá forzada a abandonar el cuidado
minucioso y la educación de sus hijos si ha de atender a aquél” (Martínez, 1995:190). En
1925 se aprobó la Real Orden de 20 de febrero de 1925 que estipuló lo que se entendió
por ‘trabajo fuera del domicilio’ y ‘trabajo a domicilio’. Es decir, se interpretó como:
“aquel que se realiza sin supervisión del patrono”. Otro Real Decreto en 1926 finalmente
reglamentó lo que era el trabajo domiciliario: “aquel que ejecuten los obreros, en el local
en que estuviesen domiciliados por cuenta del patrono el cual recibirán retribución por la
obra adjudicada” (Martínez Veiga, 1955:206). A partir del establecimiento de comités
118
Que las mujeres estuvieran en espacios con maquinaría se veía como una inmoralidad.
220
paritarios (empresarios, trabajadores e institución) para cada sector industrial en cada
municipio, se fijaron las tarifas mínimas de retribución por trabajo domiciliario, idénticas
para mujeres y hombres (Valiente, 1997). La violación sistemática de las disposiciones
sobre el trabajo a domicilio fue una constante (Valiente, 1997) y su reglamentación no
implicó un cambio de estructura en la organización del trabajo. De hecho, un Decreto de
1927 estableció la exclusión del descanso mínimo y continuado de doce horas para las
mujeres dedicadas al servicio doméstico, las que trabajaban a domicilio y las que
trabajaban en talleres de familia (Martínez Veiga, 1995).
5.2.2 El papel de las trabajadoras domiciliarias en los debates
Diferentes problemas sacudieron la acción colectiva de las obreras a domicilio. La
primera fue la desmitificación de que el trabajo doméstico puede ser fácilmente
compaginado con otros trabajos, que ayuda a gestionar el propio tiempo y sobre todo que
otorga ‘autonomía’. Esta independencia es ilusoria cuando gran parte del trabajo a
domicilio estaba organizado y regulado por los propios patronos y además durante largas
temporadas los empresarios no externalizaban trabajo alguno (Martínez Veiga, 1995). La
siguiente cuestión relevante fue la alta competencia. Además de las diferencias salariales
y de que abundaba la mano de obra no cualificada, cabe señalar la presencia de lo que se
identificaba como ‘señoritas’, que eran aquellas mujeres que trabajaban a domicilio no
para paliar una pobreza extrema, sino para complementar ingresos (Nelken, 1919). Su
presencia favoreció que se aceptaran salarios más bajos y la división entre las propias
trabajadoras a domicilio, creándose una subclase ‘lumpen’ (Martínez Viega, 1995) y un
sector prejuzgado y estigmatizado. La tercera es la que directamente atañe a la reducida
capacidad de acción política de las obreras domiciliarias. Su coordinación estaba sujeta a
que trabajaban “cerradas, encapsuladas, sin ninguna información de lo que ocurría más
allá” (Martínez Veiga, 1995:189). Tampoco fueron invitadas a tomar parte en los debates.
Así que, por ejemplo, durante la Semana Trágica catalana hubo quemas de instituciones
religiosas que producían los mismos objetos que las trabajadoras a domicilio. De hecho, a
partir de la regulación del trabajo domiciliario, asilos de monjas solicitaron que sus
espacios fueran considerados como lugares de trabajo, lo que fue concedido (Martínez
Veiga, 1995).
221
5.2.3 Otra legislación y políticas laborales
La dictadura de Primo de Rivera se caracterizó por la continuidad de las medidas
protectoras y moralizadoras para las mujeres en el ámbito laboral. La reglamentación del
trabajo domiciliario conllevó un retorno al hogar para las mujeres. A pesar de esto, en
1929 se amplió el subsidio maternal que afectaba a todas las mujeres asalariadas en el
sector industrial, comercial, de las minas y de la agricultura, y a las trabajadoras a
domicilio, quedando excluidas las del servicio doméstico. También establecía
prestaciones sanitarias y farmacológicas, según el estado de la gestante o parturienta.
Todos los beneficios se pagaban a través de aportaciones empresariales, de las
trabajadoras y del Estado . Además, se instauró un permiso de maternidad, sin prestación,
119
de descanso obligatorio (seis semanas tras el parto) y voluntario (hasta seis semanas
inmediatamente antes del parto) (Valiente, 1997:123). Hay constancia de la existencia de
mutualidades que pagaron los subsidios de maternidad a sus afiliadas en Catalunya
durante el tiempo que duró la prohibición de trabajar después del parto sin derecho a
subsidio económico alguno (Balcells, 1974:44 citada por Nielfa, 2006:333). Se aplicó la
normativa de prohibición del trabajo nocturno femenino y la lista de trabajos considerados
perjudiciales para la salud de las mujeres se amplió a trabajos en el sector de la pintura
industrial (Valiente, 1997:75).
119
Esta normativa fue puesta en marcha por los gobiernos de la II República
222
De nuevo, los datos oficiales ocultan gran parte del trabajo de las mujeres en el
mercado laboral. Sin ir más lejos, el número de inscritas en el seguro de maternidad,
supera las cifras censales (Núñez Pérez, 1998) . En 1930 las mujeres percibían un salario
121
base en un 53% inferior al de los hombres (Morcillo, 1988:66), había ocupaciones en las
que la brecha salarial alcanzaba el 75% (Núñez Pérez, 1998; 1996). El salario de una
jornalera en la recogida de la aceituna era el 50% de lo que cobraba un jornalero; una
120
Elaboración propia a partir de datos Núñez Pérez (1989:133,152) en Valiente (1997) y Núñez Pérez (1998)(1996)
121
Desde octubre de 1931 a diciembre de 1935 habrá 741.771 mujeres inscritas. Recordamos la exclusión de las empleadas en el
servicio doméstico.
224
obrera metalúrgica percibía el 41,3%, y en el sector textil la diferencia era de un 47,6%
(Cobo, 1997). El mayor contingente de obreras con empleos remunerados se encontraba
en el trabajo doméstico, casi una tercera parte del total, más de 300.000 de las censadas no
tuvieron acceso a los derechos laborales que se instituyeron para las mujeres durante la II
República. El sector doméstico fue excluido de las leyes de jornada máxima y jurados
mixtos, así como “del derecho al seguro de maternidad, subsidio de paro, accidentes de
trabajo, descanso dominical y retiro obrero” (Núñez Pérez, 1998:195).
122
El antecesor del Estatuto de los Trabajadores actual
123
Que afectaba al derecho de una mujer casada a ser contratada sin necesidad de tener un permiso marital
226
todo el periodo republicano. Ni la Constitución ni ley alguna terminaron con ella, y se
mantuvo incluso en las empresas colectivizadas durante la Guerra Civil (Nash, 1989). El
ejemplo de las bases de trabajo firmadas por el Jurado Mixto de Ferrocarriles de 1933 así
lo atestigua: “El personal femenino al servicio de la compañía tendrá iguales derechos y
prerrogativas que el masculino sin que por ello implique igualdad en la retribución”
(Núñez Pérez, 1998: 194). En las Bases de trabajo que regularon los salarios en función de
las categorías profesionales se especificaron “remuneraciones iguales o distintas según se
trate de hombres o de mujeres” (Espuny, 2006:2-3).
La II República mantuvo los cuerpos femeninos de funcionarios creados durante la
Restauración y la dictadura de Primo de Rivera, y allí sí que se llevaron a cabo medidas
para la equiparación de salarios entre mujeres y hombres. Destaca el caso del cuerpo de
telégrafos y de correos (Núñez Pérez, 1998). También se crearon nuevos empleos
públicos. El Decreto de 29 de abril de 1931 permitió que las mujeres tuvieran acceso a
posiciones de notaría y como registradoras de la propiedad. Se instauraron cuerpos
especiales de funcionarias femeninas, tales como la sección femenina auxiliar del cuerpo
de prisiones, y la parte del servicio que afectaban a los trabajos y las profesiones de la
mujer, a cargo también de funcionarias en las poblaciones de más de 20.000 habitantes
(Valiente, 1997:129). La Oficina Central de Colocación requirió personas “procedentes
de los oficios o profesiones de la construcción, otra de la metalúrgica, otra del comercio
o la banca, otra de la agricultura y una mujer conocedora de las profesiones peculiares
de su sexo” (Núñez Pérez, 1998:192). En la carrera judicial hubo un primer atisbo de
reforma por parte del gobierno republicano socialista, que en 1931 decretó a favor de la
concesión a las mujeres el derecho a ser miembros de los jurados penales en casos de
‘crímenes pasionales’ (Núñez Pérez, 1998). No obstante, el gobierno de la CEDA en 1934
se negó expresamente a que las mujeres opositaran a la carrera judicial, la fiscal y al
secretariado judicial.
En lo que concernía al despido por matrimonio, el Decreto de 9 de diciembre de
1931 estableció ''la nulidad de las cláusulas que impiden el matrimonio de las obreras'',
práctica habitual para eludir las protecciones por embarazo. Este decreto declaró nulas y
sin valor las cláusulas que en bases, contratos o reglamentos de trabajo establecían la
prohibición de contraer matrimonio para las trabajadoras (Espuny, 2006; Montoya, 2006).
227
A pesar de este decreto, en algunas bases de la agricultura, frente a situaciones de paro
masculino se prohibió el trabajo a las mujeres casadas - e incluso a las solteras – lo que
propició que las mujeres perdieran su empleo por contraer matrimonio (Valiente, 1997).
Durante la Guerra Civil sí que hubo prohibiciones en toda regla. Cuando Largo Caballero
fue Ministro de la Guerra decretó la prohibición de las mujeres de combatir en el frente lo
que produjo un fuerte desánimo entre aquellas que deseaban combatir en primera línea y
actuó como freno en la lucha contra el fascismo. Las mujeres fueron relegadas, de forma
obligatoria, a tareas de retaguardia, labores de cocina, lavandería o enfermería.
124
Cita Tierra y Libertad (1931), Delia 5 de diciembre de 1931
229
gran parte de la legislación de igualdad republicana (Núñez Pérez, 1998). Aunque no era
una postura tan claramente patriarcal como la que mantenían los partidos y asociaciones
conservadoras y católicas, como por ejemplo la CEDA que opinaba que “las
desigualdades de las leyes en materia civil y económica entre los dos sexos deben
gradualmente desaparecer, sin perjuicio de la autoridad marital y la jerarquía familiar”
(Núñez Pérez, 1999:180). 125
La contienda bélica fue un momento en el que surgieron
muchas otras organizaciones de mujeres en el seno de las organizaciones de clase.
Destacó el Secretariado Femenino del POUM (Partido Obrero Unificado Marxista) que
no aprobó la exclusión de las mujeres del frente, y las alentó a continuar luchando.
125
Núñez cita el Programa de la Confederación Española de Derechas Autónomas de febrero – marzo de 1933.
230
1999). En la II República se multiplican las asociaciones claramente feministas o que
propugnan un nuevo estatus para la mujer en la sociedad alejado del modelo conservador
y católico, como el Lyceum Club, la Acción Femenina, la Cruzada Española de Mujeres o
el Club Femenino de Deportes en Barcelona (Núñez Pérez, 1998: 150-151). Ya se ha
presentado a la ANME, que desde su publicación Mundo Femenino denunció la injusticia
de la legislación civil que mantenía que un marido podía cobrar el sueldo de su mujer y no
al revés (Núñez Pérez, 1998). Respecto al empleo femenino sostenía que en épocas de
paro se pudiera restringir el trabajo de la mujer casada y en el caso de supresión del
trabajo a las solteras que no lo necesitasen, lo mismo debía de hacerse con los solteros.
También la revista feminista Cultura integral femenina se declaraba a favor de las
restricciones al empleo de las mujeres siempre que estuvieran casadas y que el marido
ganara lo suficiente para mantener a la familia (Núñez Pérez, 1998).
Los grupos de mujeres autónomos o libertarios vivieron varias olas de movilización.
Hubo una rebelión huelguística contra la forma en la que se quería implantar el seguro de
maternidad. Este movimiento que se dio en el seno de la CNT, finalizó en 1932 y no
consiguió suprimir la cuota del seguro impuesta a las obreras. La segunda se dio en 1936
con el surgimiento de secciones obreras autónomas de las mujeres en los sindicatos
anarcosindicalistas en la industria hotelera con la demanda de las ocho horas de jornada
laboral y la voluntad de “defenderse por sí mismas de los patronos” (Núñez Pérez,
1999:200).
También Mujeres Libres se creó en Madrid en 1936. Propugnaba que la
problemática de la mujer necesitaba de una organización para la lucha por su
emancipación, dentro de un ideario anarquista revolucionario de igualdad entre mujeres y
hombres, basado en el comunismo libertario. Mujeres Libres llegó a contar con más de
200.000 afiliadas y un total de 150 agrupaciones en zona republicana. Las organizaciones
anarquistas del momento – la CNT, la Federación Anarquista Ibérica (FAI) y la
Federación Ibérica de Juventudes Libertarias (FIJL)- no consideraron necesaria la
existencia de una organización específica de mujeres y la demanda de Mujeres Libres de
ser consideradas una rama más del movimiento libertario fue rechazada en 1938
(Morcillo, 1988). Su objetivo fundamental era la liberación de las mujeres en el marco de
la revolución social, insistiendo en la necesidad de desarrollar la conciencia feminista
231
entre las trabajadoras (Nash,1975). En Catalunya su labor reivindicativa se llevó a cabo a
través del Casal de la Dona Treballadora. Allá se instruyó a las mujeres en temáticas
profesionales diversas (enfermera, comercio, peritaje de mecánica y electricidad,
aritmética...), clases de alfabetización, aritmética o economía, formación social, y cursos
de organización sindical (Nash, 1975).
126
Los datos que presenta Valiente son de elaboración propia proporcionados por Gobernando Arribas (1991:267) y Núñez Pérez
(1989:114).
127
Elaboración propia a partir de datos de CFED, 1992:103
128
En 1942 en España había una población entorno a los 23,5 millones de persones.
235
mujeres en el mercado laboral: “la singularidad de la posición de la mujer española es en
gran parte ficticia y se debe a un falseamiento y ocultamiento en las cifras reales de
trabajo” (Durán, 1972:31). Por tanto, hay que señalar el gran número de mujeres que
realizan trabajos agrícolas, a domicilio, que se encuentran en situación de prostitución o
que trabajan sin contrato laboral y no aparecen en las estadísticas (CFED,1992). A estas
ocupaciones hay que sumarle, sobre todo durante el decenio de los cuarenta, el estraperlo,
actividad con gran participación femenina, y que fue una importante contribución de
subsistencia.
129
No hemos encontrado referencias que indiquen que las mujeres eran detenidas o represaliadas por ser feministas. Tal vez la asepsia
antagonista de izquierda-derecha que se impuso a partir de la segunda mitad de la guerra civil no permitió muchas diversidades
ideológicas más allá de la de ganar o perder una guerra señalada como de ‘rojos’ y ‘fascistas’.
237
hay que reseñar la actividad guerrillera de cientos de mujeres en el Estado español. Entre
los años 1944 y 1950 grupos en zonas montañosas y en las ciudades ejercieron una
infructuosa labor de resistencia y ataque a la dictadura. En 1974 la Unión de Mujeres
Antifascistas puso en evidencia la detención y muerte de muchas de estas mujeres (di
Febo, 1979), que fueron puntos de apoyo a la guerrilla o que directamente participaron de
ella.
130
Orden de 3 de mayo de 1962
131
Decreto 2346/1969 de 25 de septiembre
132
Orden del 18 de noviembre
133
Orden de 4 de septiembre
134
En su Art.1 afirmaba: “Velando por la dignidad de la mujer y en interés de la moral social, se declara tráfico ilícito la prostitución”
(CFED, 1992:101)
239
1992:101). A pesar de prohibir toda forma de discriminación laboral en función del
sexo135, y expresamente la salarial, algunas ordenanzas laborales del sector del textil
continuaron estableciendo que en el caso de que las mujeres realizaran
“funciones propias del varón”, recibieran un sueldo del setenta por ciento (Ortiz, 2006:9).
La norma derogó la excedencia forzosa de la mujer al contraer matrimonio y la
mayoría de reglamentaciones y ordenanzas laborales dejaron de presentar cláusulas de
despido por matrimonio. Pero se comenzó a ofrecer a las trabajadoras que contraían
matrimonio la opción de continuar en su empleo, acogerse a una excedencia temporal -de
uno a cinco años para el cuidado de la familia- o bien abandonar tras percibir una
indemnización. Se califica a estas prácticas de “dote” para que la trabajadora modificara
su estatus por el de ama de casa (Durán, 1972:38). Nótese que no es una prima a la
nupcialidad concedida por la Seguridad Social sin distinción de sexo, sino una
reminiscencia de anteriores concepciones patriarcales en las que la dote suponía una
compensación por un despido obligatorio o un trabajo doméstico no remunerado.
Tampoco se abolió la ‘licencia marital’. Cuando el régimen económico del matrimonio
era la sociedad de gananciales, la administración de ambos salarios correspondió al
marido hasta 1981 (Ortiz, 2006:8-9). Hasta 1966 no se permitió a las mujeres ejercer
como magistradas, jueces y fiscales de la Administración de Justicia. Y hasta 1975 el
acceso a algunos empleos permanecía vetado, por ejemplo, en la Policía o las
Fuerzas Armadas. En 1964, el Decreto de 7 de febrero que articuló la ley de Funcionarios
Civiles del Estado, abrió las puertas a que las mujeres participaran en pruebas selectivas
de ingreso en la administración pública (San José, 1987:185).
135
Art.1: “La ley reconoce a la mujer los mismos derechos que al varón para el ejercicio de toda clase de actividades políticas,
profesionales y de trabajo, sin más limitaciones que las establecidas en la presente ley”
136
Decreto de 9 de febrero de 1944
240
adoctrinadores, educativos y asistenciales - se ampliaron a todas las mujeres; tan sólo se
eximió a las enfermeras, las mujeres casadas, viudas con hijos-as o aquellas cuyo salario
fuera necesario para el sostén financiero de la familia - a excepción de las que trabajaban
en fábricas y talleres-. Las obreras que no lo cumplieran podían ser suspendidas de
empleo y sueldo. El desempeño del Servicio Social era imprescindible para tomar parte en
oposiciones y concursos, obtener títulos, tener empleos retribuidos oficiales o empresas
bajo la intervención estatal. Se exigió también para la obtención del pasaporte, el carné de
conducir, las licencias de caza y pesca o la pertenencia a asociaciones de todo tipo (Ortiz,
2006:5). La apropiación por parte del Estado del trabajo de las mujeres era una forma
beneficiosa e inédita en España (Valiente, 1997). La Sección Femenina declaró que hasta
1964 medio millón de mujeres habían realizado la prestación del Servicio Social con el
consiguiente ahorro estatal de 750 millones de pesetas (Ortiz, 2006:5). Otra forma de
apropiarse del trabajo femenino favoreciendo ganancias estatales, se encontraba en las
cárceles: mediante este trabajo se podían acortar los días en prisión. Las mujeres
encarceladas estaban empleadas en ‘trabajos adecuados a su sexo’, y tenían una jornada
de ocho horas bajo un rígido control de monjas y celadoras y sueldos bajísimos (CFED,
1992:109).
137
En 1940 se promulgó la Ley de Unidad Vertical que estableció que empresarios y trabajadores se integraban en un mismo sindicato,
el Sindicato Vertical. El conjunto de los sindicatos verticales – por ámbitos laborales – se denominaba Organización Sindical,
controlada por el Estado.
242
nivel de sindicación femenina eran Barcelona (28% del total), seguida por Girona (27%) y
Valencia (24%) en tercer lugar. A la cola se encontraban Almería con un 4% y tres
provincias que rondaban el 5%: Badajoz, Ciudad Real y Granada (Durán, 1972:46-49).138
A pesar de las trabas legales y culturales, las obreras no tardaron en movilizarse por
cuenta autónoma y lejos del sindicalismo vertical. En 1947 Nuestra Bandera139 se hizo eco
de cómo las obreras de 40 fábricas catalanas habían conseguido aumentos salariales
huelgas mediante. El mismo año en Vigo las conserveras, tras desmontar el Sindicato
Vertical, obtuvieron un aumento de jornal; y en Sevilla hubo paros de mujeres en las
fábricas contra el terror franquista (di Febo, 1979:168). En marzo de 1952 hubo un boicot
a los transportes públicos en Barcelona por el aumento de precios, donde varias mujeres
fueron heridas y detenidas (di Febo, 1979:168). En los años 62 y 63, durante las huelgas
mineras en Asturias, dos mujeres fueron encarceladas por su apoyo a los huelguistas, y
hubo cuarenta detenidas en Madrid en una concentración solidaria con la minería
asturiana. En 1964 las obreras de la fábrica textil de Lovable en Guadalajara llevaron a
cabo una huelga a intervalos para obtener un aumento salarial (di Febo, 1979:172). En
Barcelona se dio la primera gran derrota del Sindicato Vertical, cuando en 1966 varias
trabajadoras del textil pertenecientes a las incipientes Comisiones Obreras (CCOO),
obtuvieron representación (di Febo, 1979:169). En 1968 nueve mujeres fueron detenidas
por su pertenencia a CCOO juveniles en Zarzalejo. Entre 1970 y 1974 hay conflictos en el
sector del textil y la confección madrileñas, en fábricas como Induyco, Pipers, Santa Clara
o Rock (Nielfa, 2004:31). En esos años la detención de miembras de sindicatos y partidos
políticos comienzó a ser una constante.
A partir de inicios de los setenta los conflictos laborales en los sectores feminizados
se recrudecen. En 1973 las 200 obreras de una fábrica de confección local de Morón de la
Frontera denunciaron la falta de contrato y la paga mensual. La empresa despidió a las
tres que llevaron a cabo las negociaciones y cuarenta más se solidarizaron con ellas
abandonando su puesto de trabajo. Ese mismo año las 500 obreras de Hilaturas Pujol en
El Bages catalán pararon la actividad por el bajo salario semanal: la guardia civil entró en
la fábrica obligándolas a trabajar (Di Febo, 1979:171-172). El Semanario de la clandestina
138
Durán cita “Estadísticas de Obras Sindicales, ediciones y publicaciones populares” (1969: 150 y ss)
139
El periódico clandestino del Partido Comunista Español
243
CCOO, Luchas Obreras, en un artículo de 1974 denunciaba que (a las trabajadoras del
textil) “se les paga una miseria, son víctimas de toda clase de atropellos, los topes de las
primas suben y bajan según los intereses de la empresa, no se les da la hoja de salarios y
están mal aseguradas” (di Febo, 1979:172). Las mujeres obreras muy alejadas de los
discursos dominantes poco a poco aumentaron sus alianzas estratégicas con los hombres
de su clase y las mujeres del movimiento feminista.
Moralistas • Nueva regulación del contrato de embarco, aprendizaje, del de mujeres y niños
y del trabajo a domicilio (1944)
• Ampliación del seguro de maternidad (1942)
• Servicios de asistencia para gestantes tuberculosas (1943)
Proteccionistas • Ley de derechos políticos, profesionales y de trabajo de la mujer (1961):
prohíbe expresamente la discriminación salarial (continua en las ordenanzas
laborales del textil y otros sectores)
• Subregistro: ocultamiento de las cifras de mujeres ‘activas’. No aparecen las
tareas agrícolas, ni el estraperlo, ni otros trabajos fundamentales durante años.
• Deslaboralización de las empleadas del hogar en la Ley de Contrato de Trabajo
(1944)
No – trabajo • Trabajo de las mujeres para el Estado: 750millones de Pts hasta 1964
• Interseccionalidad ideología: Trabajo de las mujeres en las cárceles, estraperlo y
trabajos gratuitos
• Patronatos de redención de penas por el trabajo en las cárceles
• Ley de 1961: instaura una ‘dote’: las trabajadoras que se casen pueden acogerse
a una excedencia temporal (de 1 a 5 años para el cuidado de la familia) o bien
abandonar el empleo con una indemnización.
140
Como se explicará, 24 años más tarde España tendrá la tasa de natalidad más baja de la OCDE con un 9.2 por mil.
247
1999:73-77).
La crisis que azotó el país entre 1974 y 1983 situó el desempleo por encima del 20%
y la destrucción de empleos en la cotidianeidad (Babiano, 2004:51). De 1977 a 1983 se
perdieron 400.000 empleos femeninos. Los sectores más afectados fueron el textil, el
calzado y la confección. Las mujeres, los primeros años de crisis, desanimadas dejaron de
buscar empleos. A partir de 1981 la población activa femenina se recuperó y engrosó las
cifras del paro. En 1985 una de cada cuatro mujeres en edad de trabajar se encontraba
desempleada, los hombres eran uno de cada cinco (San José, 1987:67-70; Babiano, 2004).
Los cambios legislativos que terminaron con las prohibiciones de las mujeres en el
mercado laboral propiciaron su resistencia. La formación de las mujeres se incrementó,
hubo cambios paulatinos en el imaginario cultural colectivo, picos de movilización social
internacional y autóctona y cambios económicos. Si en 1964 el 68% de las mujeres
mayores de 15 años estaban dedicadas en exclusividad a ‘sus labores’, en 1980 el
porcentaje se había reducido a la mitad (Caillavet, 1989). En 1977 las mujeres estaban
empleadas una media de 41 horas semanales, frente a las 44 de los varones (Alba, 2000).
Tan pronto como terminaron las prohibiciones en el mercado laboral, comenzaron las
denuncias del MFM por la gran cantidad de mujeres con trabajo marginal, a tiempo
parcial y sufriendo doble jornada (Bilaketan, 1984).
141
El Estatuto de los Trabajadores recibió el aval de UGT y la CEOE (Confederación Española de Organizaciones Empresariales).
CCOO lo rechazó en un principio.
248
toda cláusula impuesta o pactada que implique discriminación por sexo; 2) la
penalización de las prácticas discriminatorias y 3) arbitrar un procedimiento ad hoc de
reclamación y penalización, que incluya la protección de las trabajadoras demandantes
ante las represalias que pudieran derivarse de la acción” (San José, 1987:121). Estas
cuestiones fueron integradas en la redacción del Art. 17 al incluirse ‘el sexo’ como
potencial causa de discriminación. Sin embargo, en la definición de colectivos receptores
de acciones positivas no hubo referencia explícita a las mujeres. Sí la hubo, restringida a
“mujeres con responsabilidades familiares”, en la Ley Básica de Empleo 1980 (San José,
1987:121-122). La igualdad salarial por razón de sexo quedó recogida en el Art.28 del
142
Estatuto.
El documento también trató el tema de la ‘dote’, el trabajo nocturno, las
excedencias, la baja por parto y la lactancia. Las sindicalistas denunciaron que tan sólo en
caso de embarazo necesitaban normativa específica para trabajos insalubres, tóxicos y
peligrosos y tacharon la normativa de protección a las embarazadas de discriminatoria,
pues tan sólo se aplicaba para las casadas (Moreno Seco, 2005:291). La prohibición del
trabajo nocturno de las mujeres en la industria y en los empleos insalubres o penosos fue
excluida de los debates del Estatuto y hasta 1983 no se derogó en su totalidad (San José,
1987:118) . 143
El empleo a tiempo parcial, que será uno de las trabas más importantes de las
mujeres en el mercado laboral en décadas futuras, sí que generó controversias durante los
debates. Las sindicalistas y feministas se opusieron a su institucionalización y
generalización “por considerar que disminuye el empleo y la estabilidad en él y que
discrimina a las mujeres” (San José, 1987:118). El portavoz de UCD pensaba que esta
modalidad posibilitaría la entrada en el mercado de quiénes no podían cumplir con una
jornada completa por tener ‘otras obligaciones’. Por su parte, el PCE abogó por su
supresión, argumentando “que no soluciona, ni alivia el problema estructural de la mujer
trabajadora, por el contrario, facilita su discriminación en el empleo” (San José,
142
Ley 51/1980, de 8 de octubre, Básica de Empleo, vigente hasta el 6 de enero de 2004. En su artículo 10.1 dice: El Gobierno
adoptará programas destinados a fomentar el empleo de los trabajadores con dificultades de inserción en el mercado de trabajo,
especialmente los jóvenes demandantes de primer empleo, trabajadores perceptores de las prestaciones de desempleo, mujeres con
responsabilidades familiares, trabajadores mayores de cuarenta y cinco años de edad y minusválidos.
143
Real Decreto de 1983 sobre la regulación de la jornada de trabajo, jornadas especiales y descansos
249
1987:118-119). Tampoco al PSOE le convino este contrato 144
en las discusiones
estatutarias. Las sindicalistas reclamaron una especial atención al empleo domiciliario
(Moreno Seco, 2005:296), a pesar de que no despertó un gran debate y fue rechazada una
enmienda de Coalición Democrática en la que a éstos empleados y empleadas no se les
aplicaran los derechos dispuestos en los artículos 2 y 3 del texto (San José, 1987:121).
Por su parte, en los permisos se mostraron las diversas corrientes ideológicas. Entre las
cuestiones más comprometidas se encontró la titularidad del tiempo de lactancia. El
PSOE creyó conveniente que el derecho pudiera disfrutarlo indistintamente la madre o el
padre. La posición de UCD fue tachada de machista, pues su portavoz afirmó ola
necesaria adjudicación de ese derecho a la mujer por “considerar que el cuidado
maternal está otorgado por la naturaleza de la mujer” (San José, 1987:125).
A pesar de que la Ley de Relaciones Laborales del 76 introdujo el derecho a
excedencia por maternidad y paternidad, la UCD rechazó que quedara recogido en el
Estatuto la reserva de puesto de trabajo o la garantía de reingreso, así como las enmiendas
de Convergència i Unió (CIU) de extender el derecho a los trabajadores y trabajadoras
con familiares ‘disminuidos’ a su cargo (San José, 1987:126). Finalmente el Art.46.3
otorgó un periodo de excedencia de un máximo de tres años para la atención al cuidado
de cada hijo/a, tan sólo para un progenitor empleado. Tal y como reclamaban las
sindicalistas, en el supuesto de parto, la suspensión con reserva de puesto de trabajo se
situó en las catorce semanas, distribuidas a opción de la interesada. El proyecto establecía
un periodo máximo de descanso de seis semanas antes del parto y ocho después. PCE,
PSUC, PSOE, Euskadiko Eskerra, CIU y PNV defendieron enmiendas que otorgaban a
las mujeres el derecho a decidir cómo iba a disponer de esas 14 semanas. Respecto al
servicio doméstico se solicitó su inclusión en el Estatuto. El PCE también quiso que las
empleadas del hogar aparecieran en el artículo 1º de la Ley, fuera de las “relaciones
laborales de carácter especial”, donde finalmente quedaron situadas (San José, 1987:115).
En 1985 se aprobó el Real Decreto 1424/85 que reguló la situación laboral del servicio
doméstico. La regulación se aplicó sólo sobre quienes realizaban tareas domésticas por
cuenta ajena. No incluyó a las que se efectuaban por amistad, a un familiar o las propias,
144
A pesar de ello, la Ley 3/84 de Reforma del Estatuto de los Trabajadores – en la que apareció la contratación a tiempo parcial - fue
aprobada siendo Ministro el portavoz del PSOE en las discusiones del Estatuto de los Trabajos, Joaquín Almunia.
250
sin que medie remuneración alguna (San José, 1987:115-117). Y además, los trabajos
familiares “salvo que se demuestre la condición de asalariados de quienes los lleven a
cabo” quedaron excluidos del Estatuto de los Trabajadores. Esto representaba en 1980 un
total de 894.200 personas, de las que el 69% eran mujeres, especialmente aquellas que
trabajaban en explotaciones agrarias y pequeños comercios (San José, 1987:115).
En 1984 se aprobó la Ley 3/84 de Reforma del Estatuto de los Trabajadores,
calificada como la gran ruptura de la estabilidad del empleo en España, el inicio de la
desregulación del mercado de trabajo e incluso como el fin del incipiente Estado de
Bienestar (Cachón, 1995; Gómez y Sánchez, 1997; Gálvez, 2004). La reforma redujo las
indemnizaciones por despido y generalizó el empleo temporal fracturando el ‘principio de
causalidad’ . Los resultados fueron la segmentación en el acceso al mercado de trabajo y
145
145
Contrato indefinido para atender las necesidades permanentes de la empresa y contrato eventual para atender a las de carácter
momentáneo y coyuntural
146
Hasta 1995 habrá doce formas de contratos temporales que se pueden agrupar en ‘cinco series’: temporales ‘objetivos’ según las
necesidades productivas de la empresa; temporales de fomento del empleo (‘temporal a la española’); contratos formativos de carácter
temporal, contratación temporal combinada con tiempo parcial y contratación temporal combinada con otras técnicas de empleo
asistido (Cachón,1995:218)
147
Los españoles son iguales ante la Ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión,
opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social
148
Asimismo, tienen derecho a acceder en condiciones de igualdad a las funciones y cargos públicos, con los requisitos que señalen las
Leyes
251
tres supuestos en 1985. Destacada fue también la reforma del Código Civil en 1981
donde se modificaron temas como la filiación, la patria potestad – derechos y deberes
conjuntos sobre los hijos e hijas -, el régimen económico del matrimonio – ambos
cónyuges pueden gestionar conjuntamente los bienes - y los procedimientos de nulidad
matrimonial, separación y divorcio. Las primeras estructuras y políticas públicas de
género comienzan a gestarse en ese momento. En 1977 se creó la Subdirección General
de la Condición Femenina adscrita al Ministerio de Cultura. Aunque no será hasta 1983,
cuando por la Ley 6/83 se instaure el Instituto de la Mujer como organismo autónomo
con rango de Dirección General, también en el Ministerio de Cultura. A partir de 1988,
pasó al Ministerio de Asuntos Sociales. Desde entonces y hasta la actualidad pues se ha
mantenido incluso durante el corto periodo de existencia del Ministerio de Igualdad, el
Instituto de la Mujer ha sido el principal organismo de la administración central,
responsable de velar y promover la efectiva igualdad entre mujeres y hombres (Valiente,
1994).
años de trabajo de la Comisión Jurídica y Social de la Mujer de las NNUU y recogió toda
la normativa precedente respecto a los derechos de las mujeres en varios ámbitos: legales,
culturales, reproductivos y económicos. España la ratificó en 1980 con reservas, pues no
asumió la igualdad en la sucesión monárquica. En 1980 llegó la revisión de los acuerdos
149
El Instituto Internacional de Investigaciones y Capacitación para la Promoción de la Mujer (INSTRAW) y el Fondo de Desarrollo de
las Naciones Unidas para la Mujer (UNIFEM). En 2010 pasarán a englobarse, junto con otras estructuras más, bajo el organismo de
UN Women.
150
Entró en vigor como tratado internacional el 3 de septiembre de 1981
252
adoptados en México DF durante la Segunda Conferencia Mundial de la Mujer en
Copenhague. Se acordaron tres ejes fundamentales de acción para los años siguientes, a
saber: el acceso a la educación, las oportunidades de empleo y el establecimiento de
servicios de atención sanitaria. Entre otras, el plan de acción de Copenhague exhortó a los
gobiernos a que se pusieran en marcha medidas para garantizar el derecho de las mujeres
a la propiedad, la herencia y al control de bienes.
151
El Frente de Liberación de la Mujer fue fundado por Carlota Bustelo, miembro del PSOE que en 1983 se convirtió en la primera
Presidenta del Instituto de la Mujer
253
asociaciones de trabajadores y trabajadoras proliferan. Nos centramos en los dos
sindicatos mayoritarios, UGT y CCOO. La CNT que antes de la dictadura franquista
gozaba de un singular protagonismo, perdió peso los años posteriores a la muerte del
dictador y tampoco contempló las vindicaciones de género como propias. En julio de
1976 se fundó en Barcelona la Confederación Sindical de Comisiones Obreras (CCOO,
2007:50) y en su 1er congreso Confederal de 1978 se constituyó formalmente la
Secretaría Confederal de la Mujer. En aquel congreso, el primer Secretario General,
Marcelino Camacho afirmó: “las mujeres trabajadoras aúnan la doble explotación de los
sistemas capitalista y patriarcal, considerándose prioritaria la lucha contra el
capitalismo: La mujer trabajadora, y la mujer en general, liberándose de la sociedad
capitalista, se libera en gran parte de sus opresiones y desigualdades” (CCOO, 2007:51).
No obstante, la permanencia de la secretaría de la mujer fue discutida en todos los
congresos de CCOO que se dieron hasta los noventa. La ambivalente relación con el
movimiento feminista o con las demandas de las mujeres se inicia en esa época. Por
aquellos tiempos, el MFM era un aliado interesante ya que también era el único
representante de las vindicaciones de las mujeres. En el ese primer congreso se dijo: “el
movimiento feminista debe encontrar en el movimiento obrero y sus organizaciones el
aliado” (CCOO, 2007:51). El uso del verbo ‘deber’ es significativo. La representación de
mujeres en los órganos de dirección del sindicato pasó de un 6,98% en su primer
congreso, a un 10,87% en el segundo (1981). Pero en el 4º, bajó de nuevo (9,26%) y se
rechazó la cuota femenina del 25% (CCOO, 2007: 52 – 55). Además del trabajo que
durante esos años tuvo que desempeñar la Secretaría de la Mujer de CCOO para asegurar
su permanencia en la dirección del sindicato, también mantuvo disensiones importantes
con algunas estructuras, como el ejemplo de la “defensa de las mujeres que solicitaron
trabajar en el interior de las minas de Hunosa de Asturias” (CCOO, 2007:67).
Los principales ámbitos de actuación de la secretaría de la mujer durante esos años
fueron las de atender las situaciones laborales de discriminación y acoso sexual; favorecer
la participación y representación de las trabajadoras en los procesos de elecciones
sindicales; introducir medidas para la igualdad de género en la negociación colectiva con
especial defensa de la corresponsabilidad familiar, la denuncia permanente de la doble
jornada, la atención reproductiva mediante la prevención de riesgos laborales o la
254
formación profesional para mujeres; participar con sus propuestas y seguimiento en la
adaptación de las normativas al principio constitucional de igualdad; y promover
campañas de sensibilización y movilización sobre temas de discriminación que afectaban
a las mujeres en los ámbitos laboral y social (CCOO, 2007:68). En 1981 la Secretaría
Confederal de la Mujer organizó las Jornadas “La mujer, un paro silencioso” y en 1984
“El trabajo de las mujeres ¿cómo, dónde, por qué?” (CCOO, 2007:155 – 157). La revista
Trabajadora de Comisiones Obreras comenzó a editarse en 1984. El tema principal de sus
portadas fue la participación y representación sindical y política de las mujeres (36,7%),
seguido de las políticas y medidas de igualdad de género (15,2%), la discriminación de
género (22%), la violencia de género (6,8%) y en un 5,7% los temas de conciliación de
152
Las mujeres de la UGT hablan del ‘ejército industrial de reserva’ del que hace gala
el capitalismo y que conlleva que las tasas de actividad femenina sean tan bajas, pues las
152
El tema de la violencia de género estará en la portada de Trabajadora ya en 1993 (CCOO, 2007:168)
153
Resoluciones finales aprobadas en las “Jornadas de la Mujer Trabajadora” realizadas por la UGT en Madrid los días 26 y 27 de
febrero de 1977 y que Di Febo reproduce en su libro en las páginas 224 – 230.
255
devuelve a sus hogares en los momentos de recesión. La resolución señala las condiciones
discriminatorias más relevantes a las que deben hacer frente las trabajadoras españolas: la
brecha salarial, la formación profesional precaria o la ocupación sistemática en puestos
poco cualificados. Las consignas y demandas generales que se lanzan en el documento
154
son las de: “A trabajo igual, salario igual”; “igualdad de oportunidades para acceder a
cualquier puesto de trabajo”; “educación laica, gratuita y no discriminatoria”
“condiciones sociales que posibiliten el trabajo de la mujer: guarderías, lavanderías,
comedores públicos, etc” o “flexibilidad en la jornada laboral”. 155
Hasta 1986 las
reivindicaciones de las mujeres de la UGT se centraron en el impulso de un consenso
junto con otras mujeres sindicalistas y la necesidad de crear un espacio propio de acción
(UGT, 2008).
5.5.7 Empresariado
La respuesta patronal a las movilizaciones de las trabajadores tuvo dos componentes
principales aquellos años. Simultaneó elementos similares a los utilizados en la represión
obrera y otros característicos de género. En el nuevo contexto político, prevalecieron los
despidos – junto a sanciones pecuniarias y suspensiones temporales de trabajo-. Casos
concretos hay centenares: en el 74 en Ticino Ibérica de Barcelona fueron despedidas 14
obreras y un varón; en la Mirto de Madrid en el 75 se despidió a 67 obreras ‘por su bajo
rendimiento’ (di Febo, 1979:178-180). La violencia física hacia las obreras también se
dio en sus manifestaciones y huelgas156, pero añadió componentes específicos de crueldad
y de violencia de género (acoso, humillaciones, …): “Dar tortas o puñetazos a una
trabajadora no es algo que pueda suceder en el sector del metal o de la construcción,
pero es el pan de cada día en el sector del textil, junto con insultos y vulgaridades por
parte de hombres ‘muy hombres’ a muchachas de 20, 17 e incluso 14 años (…) Los
índices de producción (…) causan enfermedades que, como son ‘profesionales’, se
consideran ‘típicas de la mujer’: desviación de columna vertebral, náuseas,
154
Resoluciones finales aprobadas en las “Jornadas de la Mujer Trabajadora” realizadas por la UGT en Madrid los días 26 y 27 de
febrero de 1977 y que Di Febo reproduce en su libro en las páginas 224 – 230.
155
Resoluciones finales aprobadas en las “Jornadas de la Mujer Trabajadora” realizadas por la UGT en Madrid los días 26 y 27 de
febrero de 1977 y que Di Febo reproduce en su libro en las páginas 224 – 230.
156
“Detenciones, cargas acompañadas a veces del uso de armas, irrupción en la fábrica por parte de la Guardia civil con el fin de
desalojar a las ocupantes, han sido los métodos más utilizados” (por parte de la patronal) (di Febo, 1979:177)
256
desequilibrios psicológicos” (di Febo, 1979:177-178).157
La Asamblea de Mujeres del País Vasco denunció en 1976 la existencia del ‘aborto
blanco’ provocado por las condiciones de trabajo (Moreno Seco, 2005:18-26). Además, la
patronal no ahorró a las jóvenes largas y duras jornadas laborales, a la vez que recurrió a
la tutela familiar cuando le interesó: “En julio de 1976 la empresa multinacional MASA
(…) enviaba telegramas a las familias de las trabajadoras (casi todas entre 19 y 20 años),
que hacían huelga contra el bajo salario y contra la semana laboral de 45 horas, para
que las obligaran a reemprender el trabajo” (di Febo, 1979:177). Los despidos por
embarazo fueron constantes, y conllevaban un alto grado de humillación y sexismo. Un
artículo de prensa de 1978 señalaba que “los empresarios alegan la debilidad de las
mujeres (…) el doctor Miquel Roig Comas expresó que una mujer embarazada resultaba
‘antiestética’ obligando a la trabajadora a firmar el finiquito en una receta médica”.158
Las prácticas empresariales del momento no pasaban únicamente por el despido sino que
tenían en la reducción de salarios otro de los elementos principales para el abaratamiento
de costos. “En los últimos años los salarios del sector textil registran un aumento muy
inferior respecto a la media nacional, llegando incluso a señalar incrementos negativos
en los años 73 y 74 (menos 3,2 y menos 0,7 respectivamente) con una separación notable
de los incrementos salariales respecto a los demás sectores económicos” (di Febo,
1979:174).
157
Di Febo reproduce un artículo del 1 de marzo de 1977 en “Unidad Obrera”, bajo el título: La violencia contra la mujer
158
Se reproduce un artículo del 13 de febrero de 1978 firmado por Tòmia Etxarri en el Catalunya, Tele/Express: ‘Dos despedidas por
embarazo’
257
los obreros en lucha se dió con mucha asiduidad. Un ejemplo de tantos fue el encierro de
159
Con nuestra incorporación a la lucha y gracias a las experiencias que hemos sacado, hemos visto claro que tenemos que luchar por
nuestras propias reivindicaciones y hemos comenzado un proceso de coordinación y estudio sobre los derechos de la mujer
160
Una trabajadora de Siemens de Cornellà de LLobregat explica que “a partir del 76 (las obreras) han empezado a reunirse en
asamblea discutiendo además de los problemas laborales, problemas culturales, de educación sexual, de familia, etc. (…) En lo que
respecta a la maternidad se ha hecho una propuesta de que también los hombres puedan ausentarse del trabajo cuando la mujer da a luz
o los hijos están enfermos. Sin embargo, sobre muchas cuestiones no siempre encontrado la comprensión de los hombres. Por ejemplo,
se han declarado contrarios a la petición de instalar guarderías en la fábrica, porque ello incidiría en las mejoras salariales. Actualmente
nuestras reivindicaciones han sido hechas precisamente por la Coordinadora de Cornellà que agrupa a las organizaciones femeninas y
feministas el barrio y de la fábrica y que posee un boletín: La mujer en la sociedad (di Febo, 1979:183-184)”.
259
300 mujeres con sus criaturas en la iglesia de Sant Andreu del Palomar en Barcelona para
llamar la atención sobre las demandas de sus maridos o compañeros en Motor Ibérica (di
Febo, 1979:181). “Huelga total o parcial, disminución de ritmos de trabajo, ocupación de
fábricas, manifestaciones, peticiones, encierro en las iglesias” (di Febo, 1979:177) era el
repertorio de lucha de las obreras. Y el boicot a productos un instrumento que se disparó
en esa época , como el organizado en los mercados por las Asociaciones de Amas de
161
Casa de Madrid en el 76 a los mercados como protesta por la carestía de la vida, los
despidos y las condiciones laborales de las mujeres en general (di Febo, 1979:175). Las
movilizaciones femeninas desbordan en muchos aspectos la huelga obrera clásica,
ampliándose al consumo y a otros aspectos a la vida cotidiana. Y sus reivindicaciones
tenían claros tintes de género. Las demandas de las 6000 trabajadoras de Induyco Madrid
(movilizadas entre el 76 y el 77) así lo muestran: “readmisión del personal despedido,
revisión de los ritmos, de los métodos y de las categorías laborales, creación de
comedores y participación de las trabajadoras en las decisiones de la empresa” (di Febo,
1979:179). Es decir la lucha de las mujeres en las estructuras sindicales, y la autónoma en
las fábricas y en la calle recobró fuerza. Pues no eran tan sólo las esposas y compañeras
de los trabajadores de Motor Ibérica quiénes apoyaban a los trabajadores, las propias
empleadas se solidarizaron con los despedidos y también visibilizaron la represión
específica que sufrían como mujeres.
En un folleto de ‘Dones de Motor Ibérica’ se denunció la situación de acoso a las
162
161
El boicot a la compra de productos fue una medida muy utilizada en la época. Otro ejemplo de ello fue el de las trabajadoras de
Induyco de Madrid que se situaban delante de El Corte Inglés (aprovisionados por la empresa) solicitando que no se comprara allí en
solidaridad con las trabajadoras (di Febo, 1979:179)
162
Sin fecha exacta. En el Centro de Documentación de Ca la Dona, Barcelona. Entre 1976 y 1979. En documentación anexa
260
pasó por su representación, por tener voz en todos los espacios en los que se encontraban
o querían estar. El vínculo entre la acción en el ámbito laboral y el resto de las demandas
era potente.
El MFM promocionó la organización autónoma de las mujeres en los espacios
laborales: “exigimos el control por parte de una comisión de mujeres a crear en cada
fábrica”, anunció la Asamblea de Mujeres de Bizkaia en 1976 (Moreno Seco, 2005:18-
26). Las activistas se coordinaron como movimiento con algunos sindicatos para fomentar
la denuncia contra las agresiones laborales. En el pasquín “Vale la pena denunciar ¡No te
cortes!” , la Asamblea de Mujeres de Bizcaya, Egitzan, y los sindicatos ESK, LAB y CNT
163
163
Sin fecha. Entre 1976 y 1980. Pasquín encontrado en el Centro de Documentación de Mujeres de la Asamblea de Mujeres de Bilbao.
261
proyectar nuevas visiones más allá éstas. Lo que predominó en el MFM fue una voluntad
de consenso y de llegar a acuerdos. De todos los primeros encuentros feministas surgen
manifiestos finales, hecho que se ha perdido con el paso de los años. En junio de 1976 vio
la luz el primer número de la revista Vindicación Feminista. Algunas de sus colaboradoras
estaban vinculadas a los Colectivos Feministas de Madrid y Barcelona. Ese mismo año la
revista elabora un monográfico bajo el título : “¿Es trabajo el trabajo doméstico?”. Allí
se plantea cómo el modo de producción dominante se sostiene por el doméstico, que
realizan todas las mujeres, todas de una misma clase social, todas ellas amas de casa, el
patrón es el marido (Bayo, Falcón, Alcalde, 1976:31-32). A esta visión se la puede anclar
en lo que devendrá como feminismo radical, en términos anglosajones, a partir de la
exaltación de las mujeres como clase . Y se preguntaron: “¿debe ese sujeto de trabajo,
164
deben las amas de casa percibir un salario?” (Bayo, Falcón, Alcalde, 1976:31). Las amas
de casa eran todavía una población extensa y mantuvieron relevancia específica en los
165
debates de trabajo. Se retomó el debate todavía a fecha de hoy inconcluso dentro del
feminismo, sobre la idoneidad de que quiénes realizan las tareas domésticas reciban un
salario; principios de redistribución monetaria aplicados al trabajo doméstico.
La Asamblea de Mujeres de Vizcaya en su manifiesto inicial (Moreno Seco,
2005:18;26) 166
puso el foco en la incidencia del sistema capitalista tanto en el trabajo
asalariado como en el que se realiza en los hogares. Su objetivo a largo plazo era “la
desaparición de la familia patriarcal, institución de opresión de mujeres y niños” y ésta
se encuentra “interrelacionada con las restantes estructuras económicas y políticas de
cualquier país”. En otra ponencia presentada en las II Jornadas Feministas Estatales de
1979 el análisis sobre el trabajo se centra en el capitalismo y en la doble desigualdad que
genera: “el Estado capitalista en los momentos de crisis en los que necesita mano de obra
barata recurre a las mujeres, pero no crea las condiciones adecuadas para su inserción
en el mundo laboral, como sería la colectivización del trabajo doméstico (…) y que una
vez pasada la crisis regrese a la familia ante el peso de la doble jornada, la
164
A partir de esa misma lógica se puede constituir un partido político. Parte de las personas que participaron de la revista Vindicación
Feminista, años más parte, constituyeron el Partido Feminista de España.
165
El artículo concluye que el 52% de la población española femenina se dedica a ‘las labores del hogar’, pero que sólo un 13,5% de
las mujeres españolas en edad de trabajar aparece como población activa (Vindicación Feminista nº4, 1976:29).
166
Manifiesto inicial de la Asamblea de Mujeres de Vizcaya, en Moreno Seco (2005:156-164).
262
discriminación sexual y las presiones ejercidas (...)” (FLMM, 1979) . 167
propuesta de solución de lo que ya se veía como un incipiente problema para las mujeres,
la doble jornada.
Contenía además, una formulación sobre el funcionamiento de la esfera del
trabajo, era la expresión de cómo las feministas planteaban en ese momento de
oportunidad, mecanismos de gestión de lo político que pasan por la interrelación de
espacios: el Estado, lo comunitario, lo mercantil y lo personal. Asimismo, entroncó con la
capacidad de actuación del movimiento de mujeres, su fuerte representación como agente
en la Transición, actuando casi en exclusividad sobre los temas de igualdad de género. Y
respondía también a un saber hacer, a una labor de gestión autónoma de las mujeres, como
lo confirma el éxito de la planificación familiar por parte de colectivos feministas de esa
época. En las entrevistas realizadas, mujeres que participaron de esas movilizaciones han
expresado que el objetivo de esa solicitud de 'socialización' no pasaba por lo que en esta
167
En Moreno Seco, 2005
168
En la ponencia del Frente de Liberación de la Mujer de Madrid (FLMM) en 1979
263
tesis entendemos por comunitarizar (Ver Capítulo 1), sino que se expresaba más como
demanda que debía realizarse al Estado. La interpretación puede ser libre en lo referido a
las conclusiones tanto de Madrid y Barcelona, y es de suponer que en los debates que allí
se sostuvieron todavía más.
No obstante, lo que se solicitó en Euskadi (1976) no deja lugar a dudas: “El
estudio, racionalización y socialización del trabajo doméstico, lo que supone: creación de
comedores populares, servicio de limpieza, guarderías, lavanderías como mejoras
sociales inmediatas, que tanto implican al hombre como a la mujer. Las guarderías han
de ser gratuitas, funcionando las 24 horas del día con personal mixto especializado en
barrios y centros de trabajo, euskaldunes, controladas por la comunidad y cuya
educación no reproduzca los esquemas sexistas (...) Hasta que esto no sea una realidad
reivindicamos que los hombres compartan en igualdad de condiciones el trabajo
doméstico y el cuidado de los niños”. Tanto el establecimiento de comedores populares,
como el expreso control de la comunidad sobre estos recursos, refuerza la idea de que
gran parte del movimiento feminista en los 70 apoyaba también una vía de actuación
propia que no pasara – únicamente - por las demandas al Estado, al mercado o que se
resolviera en el espacio privado. La vía comuntaria era una opción que se barajaba con
total asiduidad. Además de plantear la implicación masculina en los hogares, la
comunidad debía tener un rol activo en el trabajo doméstico y de cuidados. En relación
con el sujeto del trabajo para el feminismo, las mujeres en ese se retratan sin fisuras. Se
habla de sistemas (el capitalismo y el patriarcado) que trastocan la vida de todas ellas, por
igual, y apenas se exponen identidades que emanen de cualquier trabajo. Entre los pocos
sujetos concretos de trabajo que se dibujan están las ya mencionadas amas de casa (de
quiénes algunos sectores opinan que son todas las mujeres) y aparecen otras trabajadoras a
las que se les dedica especial atención: las empleadas de hogar. Están omnipresentes en
muchos discursos feministas y se solicita sus derechos sindicales, contrato de trabajo y
otras condiciones fundamentales entre las que está la incorporación en el régimen general
de la seguridad social.
169
EPA, resultados detallados, 2º trimestre, INE. 1998
170
Las desigualdades que durante el Franquismo era exclusión formal y legitimada para las casadas, van a persistir de forma contraria,
pues serán las solteras las que gocen de peores oportunidades en el mercado laboral. Esto fue así entre 1994 y 2001 (Alba, 2000),
aunque pueden constatarse algunas excepciones en Comunidades Autónomas (Castaño, 2004:37).
171
“Las mujeres en España” indica que en 2001 había un total de 16,20% familias monomarentales en España, frente al 6.30% de las
monoparentales. La estadística parece ser, como mínimo, extraña ya que al año siguiente se señala que había un 4,15% frente a un
2,71%. En 2007 es de un 7,55% frente a un 1,4%. Las estadísticas también están extraídas de la Encuesta de calidad de Vida en el
Trabajo, del Ministerio de Trabajo.
172
Soledad Murillo, Secretaria de Estado para las políticas de igualdad de género, en febrero de 2008 en la inauguración del Institut de
Formació Política de les Dones de la Diputació de Barcelona afirmaba que “España era un país de madres solteras”. Así que
seguramente ni el incremento ‘real’ de familias monomarentales puede entenderse ‘de forma estricta’ como una novedad.
269
disponer de métodos anticonceptivos y de planificación familiar.
La entrada en la sociedad de consumo conllevó un aumento de ‘necesidades
subjetivas’ cuya satisfacción requería tanto de los ingresos del varón como los de la mujer
en un núcleo familiar convencional (Capel, 1999:48). Aunque no todo eran necesidades
subjetivas, pues la vivienda, aunque determinada por la Constitución Española como
derecho, era una necesidad objetiva cuyo precio se incrementó de manera desmesurada
obligando a las personas a aumentar sus ingresos para hacer frente a ese derecho
convertido ‘consumible’. Las políticas públicas y la legislación propiciaron la compra por
encima de otros modelos de vivienda (alquiler).En el imaginario colectivo, ocurrió que la
figura del ama de casa se estigmatizó y devaluó, mientras se ensalzó a las mujeres
‘activas’ (Capel, 1999:48) e incluso hiperactivas. En los hogares y en la sociedad, emergió
la crisis de los cuidados, cerrada en falso con la llegada de inmigrantes destinadas, casi en
exclusividad, al servicio doméstico. Un último rasgo definitorio del incremento de la tasa
de actividad femenina fue el nivel de su cualificación en ascenso desde el decenio de los
noventa. En 2000 el 54,01% de la población española que tenía los estudios primarios
completos eran mujeres, también el 50,3% de la población que había finalizado estudios
secundarios y el 48,68% de las personas con título universitario . 173
173
Mujeres en Cifras, EPA, 2000 – 2007
174
Desde 1992, con la libre circulación de personas trabajadoras en los países miembros de la UE ya no requieren de permiso de trabajo
270
sectores irregulares, trabajan sin papeles o ya han obtenido la nacionalidad española
(Parella, 2006:158). La subestimación de la tasa de actividad de las migrantes se constata
a partir de una diferencia de siete puntos porcentuales entre los permisos de trabajo de
mujeres extranjeras en 1999 (35%) y aquellas acogidas el mismo año en el Régimen
General (42%) (Parella, 2006). El 61,3% de las mujeres extranjeras con permiso de
trabajo en 1999 realizaban labores en el servicio doméstico (Parella, 2006:160). De nuevo,
el sector doméstico fue la primera ocupación de las mujeres que emigraban. La casi
obligatoriedad de trabajar en el servicio doméstico vino sancionada por los procesos de
regulación entre 1985 y 2000 a partir de cupos o contingentes, con una proporción
inusitada de regulaciones respecto a otros países europeos (Escribano, 1991 en Parella,
2006:166). Entorno a un 50% de las concesiones anuales lo fueron para el servicio
doméstico. Se estima que el sector dio empleo a prácticamente la mitad de las mujeres no
comunitarias que cotizaban a la Seguridad Social, constituyendo la puerta de entrada al
mercado laboral para la mayoría de las extranjeras (Colectivos IOÉ, 2001c en Parella,
2006:164). Además, este sector fue la principal ocupación de las indocumentadas: el 80%
de las trabajadoras extranjeras empleadas en el servicio doméstico en Madrid y en
Barcelona no tenían contrato de trabajo (Parella, 2006:165;167).
para la realización de actividades económicas en países de la Unión por lo que quedan fuera del Régimen general.
175
Para las mismas franjas de edad los jóvenes tienen unas tasas de paro del 36,64 y del 24,20. En Mujeres en Cifras: Tasas de paro por
edad, a partir de los datos de la EPA, 4º trimestre, 1998 – 2007
271
frustración e imposibilidad de emanciparse abocándolas a la dependencia, con fuertes
restricciones de realización personal.
El inicio de siglo conllevó la aceleración de este proceso, hasta llegar a récords
históricos de desempleo juvenil, el 52% entre las personas menores de 25 años en 2012 y
plusmarcas en inmigración juvenil. El mercado laboral juvenil se ‘naturaliza’ como
vulnerable y precario con una alta siniestralidad laboral (Rocha, 2012:7). A la
determinante temporalidad hay que añadir: (1) las modalidades de trabajo sin relación
laboral (becariado), (2) el aumento de las ‘falsas autónomas’, (3) la presencia creciente de
jóvenes en la economía sumergida, (4) y la constante desprotección y flexibilización de
sus derechos en las últimas reformas laborales (Rocha, 2012:8).
Y la edad propicia otras desigualdades. Entre finales de los ochenta e inicios de los
noventa, el paro disminuyó con la edad, debido, en parte a la baja tasa de mujeres
‘activas’. Muchas, tras buscar y no encontrar o ser despedidas se ‘desanimaban’ y dejaban
de estar apuntadas en las listas del paro (Alberdi, Escario, Matas, 2000:75). A partir de
mediados de los noventa el desempleo comenzó a crecer entre las mujeres mayores de 55
(Castaño, 2004:192). Las obreras del textil en Catalunya, sistemáticamente despedidas a
partir de los 45 años, indicaban que: “la limpieza es la única salida laboral que se nos da,
además de cuidar de los nietos” (Ruiz, 2007a:114). Así que la estructura del trabajo
deparó nuevas tareas para estas mujeres: sumergirse en la irregularidad o una vuelta al
hogar en toda regla. En 2007, el 70% de las abuelas mayores de 65 años habían cuidado o
cuidaban de sus nietos y nietas: un 44% lo hacía a diario, un 30% varias veces durante la
semana y un 25% esporádicamente (ECVPM, 2007) . Es un fenómeno con un síndrome
176
176
En la misma encuesta del 2004 ya aparecen datos similares. Las anteriores del 93, 94, 98 y 99 apenas tienen preguntas relacionadas
con la cuestión que se plantea en este punto. De hecho, se les pregunta a las personas mayores quien les cuida y no al revés.
272
genera a partir de mediados de los años ochenta y su impacto en la vida de personas. Esta
conduce a la precariedad que impregna el mercado de trabajo en general y el trabajo
femenino en particular. La necesidad de acentuar la mirada sobre el trabajo en su totalidad
se hace imperiosa al contemplar el panorama de finales del siglo XX. “El mercado
laboral, tal y como está concebido descansa sobre el trabajo familiar doméstico que
reproduce la fuerza de trabajo y crea las condiciones cotidianas para el desarrollo de la
vida” (Carrasco y Mayordomo, 1999:132). El “permitir la entrada de mujeres” en el
mercado laboral hubiera sido una novedad si no hubiera implicado las desigualdades de
género que conllevó en todas las esferas de la vida. En primer lugar revisamos el sistema
del ‘no trabajo’ y en segundo término observamos al mercado laboral.
5.6.4.1 Tiempos y ‘no trabajos’
La clasificación de ‘actividad e inactividad’ en las estadísticas oficiales aclara
algunos de los problemas que se ciernen sobre las mujeres en el trabajo y representa el
subregistro actual. A pesar del aumento de la tasa de actividad femenina, la categoría de
inactivas situadas en ‘labores del hogar’ apenas remitió y no contaba con hombres. En
1986 casi un tercio de las mujeres clasificadas como ‘amas de casa’ superaban las diez
horas diarias de trabajo doméstico (Izquierdo, del Río, Rodríguez, 1988:31) y la principal
causa de ‘inactividad’ femenina eran las tareas del hogar (Izquierdo, 1993:73) . Doce 177
Hombres Mujeres
Clasificación EPA (16 años y +) (16 años y +) 16,8
177
Según la EPA del cuarto trimestre de 1989, presentada por Izquierdo (1993). El principal factor de ‘inactividad’ masculina es la
jubilación.
178
No nos referimos a los permisos de maternidad, sino a situaciones que pueden alargarlos.
179
Elaborada a partir de la información de Carrasco y Mayordomo, 1999:140
273
15,6 millones millones
Ocupadas a tiempo completo 52% 23%
Ocupadas a tiempo parcial 1% 5%
Paradas 10% 10%
Estudiantes 10% 10%
Jubiladas o retiradas 21% 8%
Labores del hogar 0% 31%
Incapacitada permanente 3% 2%
Perceptora pensión distinta jubilación 1% 10%
Actividad social sin remuneración 0% 0%
Otras 2% 1%
Total 100% 100%
Por tanto, la población femenina seguía siendo tratada como ‘ejército de reserva’
o ‘mano de obra secundaria’. Tanto las tasas de mujeres ‘inactivas’ – determinada por las
tareas del hogar - como las de paro trasladas al sexo opuesto serían muy conflictivas
(Carrasco y Mayordomo, 1999:131- 132). Esa ‘inactividad’ presenta su cara más nociva
en la desprotección. Muchos derechos sociales y sobre todo las prestaciones económicas
están, en gran medida, conectadas al empleo. Además de los derechos derivados del
sistema de Seguridad Social , cuatro son las prestaciones económicas que provienen del
180
empleo: pensión de jubilación, por minusvalía física o psíquica (incapacidad) , viudedad 181
y prestación por desempleo . En 1999 se requerían 15 años cotizados para obtener una
182
180
Los derechos derivados del sistema de seguridad social son tres: asistencia sanitaria, prestación de servicios y prestaciones
económicas. Las dos primeras han sido de carácter universal hasta 2012.
181
Respecto de las incapacidades, hay que distinguir entre la incapacidad temporal (baja médica) y la permanente.
182
Otras prestaciones derivadas de la cotización son: la maternidad, la prestación por riesgo durante el embarazo.
183
La cuantía de las pensiones se establece según un porcentaje de base reguladora y los años previamente cotizados.
274
titulares de la pensión de viudedad son sobre todo mujeres y su lucha ha sido constante y
sorda. A inicios del siglo XXI la pensión por viudedad masculina había experimentado
una mejora del 46%, la de las mujeres tan sólo del 29% (López y Valiño, 2003:395-396).
Además, los subsidios por desempleo, si bien tienen consideración de no contributivos,
para su acceso requieren de una cotización previa, pues se accede a ellos una vez agotadas
las prestaciones por desempleo. La cobertura de personas beneficiarias de algún tipo de
prestación por desempleo 184
ha experimentado un descenso continuado. En 2001, el
importe por desempleo femenino había crecido un 68,85% menos que el de los varones
(López y Valiño, 2003:397).
Por tanto, estadísticas oficiales y dedicación a los trabajos del hogar generan
desigualdad económica y feminización de la pobreza: Como la EPA “confunde la falta de
obtención de dinero con la falta de producción” (Izquierdo, 1993:71) el trabajo de
quienes cuidan queda infravalorado. La flexibilidad temporal del mercado laboral se
mantiene a costa de la sobreexplotación de las mujeres: en beneficio de la productividad
empresarial y el sostenimiento de los privilegios masculinos en el hogar. La realidad de la
participación laboral – precaria, inestable, frágil – de las mujeres tiene la doble jornada
como una de sus consecuencias más generalizadas. El mercado marca los tiempos de las
personas y la doble carga acrecienta el estrés y la vulnerabilidad laboral. En 1986, la
división sexual del trabajo se mantenía estable en todas las franjas de edad (Izquierdo, del
Río, Rodríguez, 1988:29-30). Las mujeres situadas en categorías socioeconómicas altas
dedicaban menos tiempo que el resto, pero sólo dos de cada diez no realizan labor alguna
(Izquierdo, del Río, Rodríguez, 1988:35). Mientras el matrimonio representaba ocuparse
domésticamente para las mujeres, era desocupación doméstica para los hombres
(Izquierdo, del Río, Rodríguez, 1988:30).
Así, el estado civil conllevó una discriminación inversa a la que se vivía en épocas
franquistas, cuando a las mujeres que habían contraído matrimonio se las expulsaba del
mercado laboral. A finales del siglo XX se consolida un nuevo modelo de trabajo en el
que los dos sueldos en un hogar ‘tradicional’ son necesarios para el sostenimiento de las
familias, sin que los varones pierdan supremacía frente a la actividad remunerada de las
184
Hay dos niveles, uno contributivo (necesaria la previa cotización en la Seguridad Social) y otro asistencial (Extremadura, Andalucía
y Renta de inserción laboral para trabajadores desempleados de larga duración en situación de necesidad mayores de 45 años). Este
análisis sólo tiene en cuenta el primer nivel.
275
mujeres ni sus privilegios en el hogar. Además parece que genera una nueva desigualdad
para todas aquellas mujeres que no están ‘debidamente casadas’: en 1998 , la tasa de 185
desempleo de las casadas era del 22% (8,6% para los hombres) y del 32,5% para las
solteras (26% en el caso de los solteros). Aunque por otro lado, las mujeres solteras
trabajaban menos horas en el hogar que las mujeres casadas o en pareja. El 31,4% de las
mujeres le dedicaba entre 3 y 6 horas al día, y el 20,3% invertía entre 6 y 10 horas
(Izquierdo, del Río, Rodríguez, 1988:31). Por su parte, el 61,6% de los hombres no
dedicaban ni una hora a las tareas del hogar (Izquierdo, del Río, Rodríguez, 1988:31) . 186
En 2003, el 92,7% de las mujeres dedican algún tiempo diario a “hogar y familia”, la
media era de 4 horas y 45 minutos. El 70% de los varones participaba con una media de 2
horas y 8 minutos (INE, 2003). Todavía en 2006, más del 95% de las personas
clasificadas como ‘inactivas’ aducían tareas de cuidados como causa de esta situación
(PEIO,2008:32) y más del 90% de los casos de abandono del mercado de trabajo “por
razones familiares” corresponden a mujeres (PEIO, 2008:33). Todo esto hace atisbar
deterioros en el modelo de varón ganador de pan específico de nuestro contexto, sin que
signifique un armonización de responsabilidades en el hogar entre sexos. Ya a inicios de
los noventa algo más de la cuarta parte de los hombres ‘cabeza de familia’ afirmaban que
sus ingresos eran insuficientes para el sostenimiento del hogar. En el caso de las mujeres
‘cabezas de familia’ o de las ‘cónyuges’ la situación era más marcada todavía. Las tres
cuartas partes de las mujeres indicaban que sus ingresos no eran suficientes para el
mantenimiento de un hogar (Izquierdo, 1993:413 – 414).
Afirmaciones que se han ido potenciando con el paso de los años, y que deben
vincularse al fin de las prohibiciones laborales de las mujeres casadas, el aumento de los
problemas para las solteras, las jóvenes o las mujeres en edad reproductiva, el incremento
general de la tasa de actividad femenina y la flexibilización laboral, en derechos y
condiciones, para ambos sexos. Es decir, estamos en un modelo de varones ganadores del
mendrugo de pan y mujeres con doble jornada. En 1994 el perfil de quien llevaba a cabo
una doble jornada era el de una mujer entre los 30 y los 44 años, con estudios secundarios,
urbana, casada o separada y con criaturas a su cargo (Ioé, 1996:163). En 1998, además del
185
EPA, segundo trimestres, 1998
186
Carrasco y Mayordomo ponen de manifiesto el 5% de hombres que en 1998 decían combinar ‘tareas domésticas’ con trabajo
asalariado en la EPA.
276
32% de amas de casa, había un 25% más que combinaban trabajo remunerado y tareas del
hogar (Carrasco y Mayordomo, 1999:149). El análisis de la estructura del trabajo desde
una perspectiva de género no puede desvincularse de los usos del tiempo que hacen las
personas. Autoras apuntan el círculo vicioso al que está abocado el trabajo de las mujeres:
“la desigualdad laboral; la jornada de trabajo más reducida que la de los hombres; la
existencia de más horas de trabajo por la responsabilidad sobre el doméstico; la
dependencia financiera del compañero o padre y la menor dedicación a actividades
públicas” (Izquierdo, 1993:417). ¿Con qué tiempo? Veamos, ahora en qué se plasma la
segregación de género del mercado laboral.
Diferencias retributivas
En 1995 la mayor brecha salarial se situaba entre el 40 y el 44% (Capel, 1992:82) y
aumentaba con la edad (Alba, 2000:113).
187
Las cifras masculinas rondaban el 37% y el 13% respectivamente
188
Mujeres en cifras, asalariados/as según tipo de duración y contrato. Las cifras de 2012 se refieren a la EPA del 1er Trimestre de
2012
189
Sentencia del Tribunal de Justicia (Sala octava) de 22 de noviembre de 2012. Isabel Elbal Moreno contra Instituto Nacional de la
Seguridad Social (INSS) y Tesorería General de la Seguridad Social (TGSS). Petición de decisión prejudicial: Juzgado de lo Social de
Barcelona - España. Artículo 157 TFUE - Directiva 79/7/CEE - Directiva 97/81/CE - Acuerdo marco sobre el trabajo a tiempo parcial -
Directiva 2006/54/CE - Pensión de jubilación contributiva - Igualdad de trato entre trabajadores y trabajadoras - Discriminación
indirecta por razón de sexo. Asunto C-385/11.
190
Tabla de elaboración propia a partir de informaciones de Capel, 1999 y Alba, 2000
278
Servicios 63,5%
Ciencias, matemáticas, ingeniería. Directoras de 67%
empresas
Media empresa privada 73%
Media administración pública 83%
La segregación laboral
Una de las características principales de este nuevo mercado laboral es la intensa
segregación sexual horizontal y vertical. En 1990 la población activa femenina se dividía
en un 10% en el sector primario, un 16,7% en el secundario y el 72,4% en el terciario. En
1995 diez 191
actividades agrupaban al 68,2% de las trabajadoras españolas (Capel,
1999:77-78). Desde 1994, la tendencia de concentración de las mujeres en un menor
número de ocupaciones está en aumento. En el año 2000 siete eran las ocupaciones que
contenían cerca de la mitad de las mujeres, y en 2010 se pasó a seis. En tres de ellas –
empleo doméstico y limpieza edificios; servicios personales y auxiliares administrativas –
el número de mujeres representa más de un 70% del empleo total de cada una (CES,
2012:50-51). Los varones se ocupan preferentemente en trece.
191
Por orden de importancia: comercio; educación; restauración y hostelería; agricultura; sanidad; servicios a las empresas; servicio
doméstico; administración pública; textil, cuero y confección y alimentación, bebida y tabaco
192
Tabla de elaboración propia a partir de datos del Consejo Económico y Social de España (CES) (2012)
279
% de
Ocupación mujeres
ocupadas
Empleadas domésticas y personal de limpieza interior de edificios 14,5
Servicios personales 10,1
Dependientas de comercio y asimiladas 8,4
Gestión administrativa 6,4
Servicios de restauración 6,1
Auxiliares administrativas (atención al público) 4,6
193
Empleos indirectos de alta cualificación: directivos, profesionales y técnicos-as de apoyo. Empleos indirectos de baja cualificación:
administrativos y cualificados de los servicios; Empleos directos de alta cualificación: cualificados de la industria, construcción y
agricultura; Empleos directos de baja cualificación: operarios-as no cualficados-as, que realizan tareas accesorias y poco cualificadas
(Castaño, 2004:282).
194
Mujeres en cifras
280
autónomas eran mujeres , en 2012 la cifra aumentó al 34,51%, más del 13% del conjunto
195
195
Mujeres en Cifras
281
una igualdad en las condiciones laborales, desterrando la jerarquía en sus estructuradas.
trabajos en los márgenes muy presentes en la estructura laboral actual: el trabajo en negro
o sumergido, el trabajo domiciliario, el servicio doméstico, el becariado y el trabajo
sexual. Muchos de ellos altamente feminizados.
en una empresa de menos de seis trabajadores” (de Cabo, González y Roces, 2005:46).
Las ramas de mayor concentración de actividad sumergida eran el servicio doméstico
(60,4%), la confección (42,9%), el calzado (37,8%), los servicios personales (34,5%) y la
196
Tampoco hablamos de lo que se considera como ‘trabajos familiares’ y de los ‘trabajos de subsistencia’, el primero excluido del
Estatuto de los Trabajadores.
197
En esta clasificación excluyo conscientemente el trabajo voluntario, que desde luego también es de gran valor y es llevado a cabo
mayoritariamente por mujeres. Incluyo, por el contrario, el servicio doméstico porque se construye de forma legal desde la exclusión de
derechos laborales en comparación con el resto de empleos.
198
En números totales existe casi la misma cantidad de mujeres que de hombres en el mercado irregular (1.093.000 frente a 1.165.000).
En la situación de ‘personas sin cartilla de la seguridad social’ hay un 83% de mujeres y jóvenes (Sanchís, 2005: 101 – 102).
282
agricultura (30,9%) . El 89% de las trabajadoras eran españolas y el 30% tenía menos de
199
24 años. El 88% de las irregulares percibía un salario inferior a los 600 euros y el 66% de
las menores de 24 años cobraban menos de 300 euros mensuales, el 51% del total de
irregulares (Cabo, González y Roces, 2005:193-196). En los últimos años, se ha
incrementado el número de migrantes en la mano de obra irregular (Machado, 2004:6). En
2012 el Gobierno de España presentó un plan de lucha contra el fraude con el que se
destaparon 91.470 empleos irregulares (MESS, 2013), una nimiedad a tenor de los últimos
acontecimientos, que revelan como la negritud impera en el mercado laboral español . 200
El trabajo a domicilio
El trabajo a domicilio queda recogido en el Art.13 del Estatuto de los Trabajadores
y lo allí establecido no ha sufrido modificación. Es un sector mayoritariamente femenino
(de Cabo, González y Roces, 2005:135-136). Dispone de los mismos derechos que
proporciona un empleo fuera del hogar en el mismo sector y el contrato laboral que se
establezca, aunque la ausencia de relación contractual es un problema frecuente. Frente a
la media de ‘irregularidad’ del 21,9% en el resto de sectores, el trabajo a domicilio
presentaba una proporción de trabajadores en negro del 43,8% (Sanchís, 2005).
Al trabajo domiciliario industrial hay que añadirle las nuevas modalidades de
tareas domiciliarias que emergen a finales del siglo XX. Por un lado, encontramos las
realizadas por personas de alta cualificación – arquitectas, investigadoras, traductoras, etc-
. Y por otro lado, se encuentra el teletrabajo, de una débil y confusa legislación que por
primera vez fue regulado en el Estado Español en la reforma laboral de 2012 . Esta 201
modalidad trata tan sólo “la realización del trabajo, utilizando las tecnologías de la
información en el marco de un contrato o de una relación laboral, en la cual un trabajo
que podría ser realizado igualmente en los locales de la empresa se efectúa fuera de estos
199
Tanto Miguélez como Sanchís se basan en VV. AA. (1986). Condiciones de vida y trabajo en España. Madrid: Secretaría General de
Economía y Planificación. Centro de Investigaciones Sociológicas que puso de manifiesto la gran bolsa de trabajo irregular en la
economía española.
200
En febrero de 2013 hay constancia de que el presidente de la patronal madrileña y vicepresidente de la CEOE, Arturo Fernández,
paga a sus empleados y empleadas las horas extra en negro, y hasta el 50% de algunos sueldos. Si se prueban las acusaciones, se
mostrará un enorme fraude a la Seguridad Social por parte del empresario, además del ninguneo a los derechos laborales de su plantilla.
Fernández llevaba la concesionaria de restauración del Congreso de los Diputados, de varios ministerios y de la cafetería de la sede
central de UGT, por lo que se intuye el beneplácito sindical en estas prácticas.
201
En consonancia con el Acuerdo Marco Europeo sobre Teletrabajo de 2002 y el Acuerdo Interconfederal para la Negociación
Colectiva de 2003
283
locales de forma regular” (AMET, 2002). Es decir, descuida gran parte de ese otro trabajo
domiciliario que se desarrolla en la clandestinidad, en gran parte con herramientas
telemáticas. El teletrabajo ha sido ensalzado por el gobierno como panacea de “la
conciliación, con la diversidad y la flexibilidad que hacen posible adaptar el trabajo a la
vida” (MESS, 2012a), a pesar de ya hace 100 años se pusiera de manifiesto esta falacia
respecto al trabajo domiciliario. Las mujeres, la juventud y las personas jubiladas
conforman los ejércitos de subempleadas domiciliarias hoy en día (Machado, 2004:6), que
sufren las dificultades de organización en su representación laboral.
El empleo en el hogar
El régimen laboral en el que se desarrolla el empleo en el hogar, su composición y
su acción colectiva son esenciales para entender la forma en la que las mujeres interpretan
el trabajo. El Régimen especial del hogar (1985) mantiene muchas de las características
de un modelo esclavista . Tienen un régimen normativo propio, el Estatuto de los
202
202
A finales del siglo XX, para el régimen de internas las vacaciones consistían en 15 días seguidos y otros 15 fraccionados; la
indemnización por despido era de 7 días por año trabajado; la jornada máxima de 9 horas, además de existir periodos en que la
empleada estaba a disposición del empleador. En el caso de las ‘interinas’ se les puede descontar hasta un 45% por alojamiento y
comidas. Un día semanal de descanso y las 12 horas restantes se acuerdan ‘entre las partes’. La cuota a la Seguridad Social era fija sin
importar las horas que se trabajaran y solían pagarlo las propias trabajadoras ya que la empleadora sólo estaban obligada a abonarlo en
caso de tener a alguien contratada más de 20 horas.
284
indefensión de las empleadas del hogar (Peterson, 2011:159; León, 2010:416), la
movilización de sus organizaciones y del MFM ha sido potente, aunque generalmente no
atendida. En 2008 el Plan para los Derechos Humanos del Gobierno de España incluyó la
situación del empleo en el hogar en el área de derechos laborales y su voluntad de
integrarlo en el régimen general (Peterson, 2011:160). De hecho, el empleo en el hogar ha
sido enmarcado como un problema laboral y no tanto de género.
En la LO 3/2007, a pesar de las demandas del MFM el tema se obvió y los planes
de igualdad estatales apenas se han hecho eco. Tan sólo dos planes de igualdad estatales
recogen la problemática, el primero (88-90), pues tocaba evaluar la incidencia del Real
Decreto de 1985 y el cuarto (97-00) que incluyó el estudio y la evaluación del Régimen
Especial. En Euskadi se ha solicitado directamente la cobertura social de las relaciones
laborales del Servicio del Hogar y la equiparación de condiciones laborales en varias
ocasiones (II Plan, 1996 y III Plan, 1999). Y en Catalunya, el Pla d’Actuació de 1994-
1996 solicitó también la equiparación del personal al régimen general aunque destacó la
demanda de disminución de la carga fiscal familiar por costes de personal empleado en el
hogar (Pla, 1994:22;24). Tras un largo olvido, la situación de las empleadas del hogar
vuelve a aparecer en el quinto Plan catalán (2005) desde los derechos de las trabajadoras y
abogando por evitar el trabajo sumergido (Vè Pla, 2005:56). En 2011 se inició un proceso
de transformación del Régimen Especial en el marco de la reforma de las pensiones (Ley
27/2011) que debía concluir el 1 de enero de 2012. Las empleadoras debían regularizar a
sus trabajadoras, aunque se le volvió a colocar bajo un sistema especial y la nueva
situación no otorga desempleo a las trabajadoras (Peterson, 2011:161). Pero a finales de
2012 el Gobierno anunció una nueva normativa que vuelve a descargar a los contratantes
de la obligación de ocuparse de la Seguridad Social de sus empleadas hasta las 60 horas
mensuales . La Asociación de Trabajadoras del Hogar de Vizcaya ha denunciado como la
203
nueva normativa acrecentará las dificultades del sector fomentando el trabajo sumergido
(ATH-ELE, 2013).
203
Real Decreto de 28 de diciembre de 2012
285
académicos se ha generalizado la figura de la persona becaria. Las tareas que se habían
proyectado como apoyo a la formación o como un primer contacto con el mercado
laboral, esconden vínculos laborales y beneficios empresariales por un trabajo gratuito o
remunerado por debajo del salario mínimo interprofesional. Sin límites legales claros, hay
normativa que indica que deben percibir una beca cuyo importe sea como mínimo el 80%
del IPREM204 y deben estar incluidas en la Seguridad Social, pero no tienen contrato
laboral y en demasiadas ocasiones tampoco cuentan con protección frente accidentes,
vacaciones o derechos definidos. Con el becariado se ha generalizado la relación laboral
encubierta y su situación profesional puede extenderse en el tiempo sine die. En 2012 la
Comisión Europea alertó sobre la precariedad e irregularidad del becariado en España
(CE, 2012). A pesar de que sus funciones no pueden ser las propias de una categoría
profesional dentro de una empresa, la juventud es utilizada como mano de obra muy
barata o gratuita. De esta guisa se cubren empleos que deberían ser dignamente
retribuidos, se impide la creación de ocupación real, se fuerza a ser objeto de explotación
laboral, se impide el desarrollo de una vida plena y se rebajan las condiciones laborales de
todas las personas en el mercado de trabajo.
204
Indicador público de renta de efectos múltiples
286
A inicios del siglo XXI se estima que en España hay cerca de 300.000 mujeres que
ejercen la prostitución. Hay un alto porcentaje de mujeres extranjeras y una cifra de
autóctonas que aumenta a la par que crece la crisis económica. En las últimas décadas han
proliferado las asociaciones de meretrices y trabajadoras sexuales en España y en Europa.
En 2006 se creó la Plataforma por los Derechos de las Personas Trabajadoras del Sexo de
Ámbito Estatal que exige derechos laborales y sociales para quiénes ejercen la
prostitución. Rechazan las políticas públicas actuales que califican de beneficencia y
denuncian la represión a la que se ven sometidas. Además, abogan por la persecución de
las mafias y la protección a las víctimas de tráfico de mujeres con fines para la
explotación sexual (PDPTS, 2006).
205
(75/117/CEE), (76/207/CEE), (79/7/CEE), (86/378/CEE) y (86/613/CEE). La 76/207/CEE fue revisada por la 2002/73/CEE
206
COM(96) 88
288
organismo de género, autónomo o con forma de Instituto, una dirección general, un
servicio dentro de una consejería o una comisión interdepartamental (Bustelo y Ortbals,
2007). Los planes de igualdad se convirtieron en herramienta fundamental de política
pública en todos los ámbitos gubernamentales (Bustelo y Ortbals, 2007). Estos son un
conjunto de objetivos y medidas aprobadas que han de llevar a cabo diferentes
departamentos en un periodo concreto de tiempo (Bustelo, 2004: 34). Muchas han sido las
bondades de los planes, si bien una de sus debilidades más importante se encuentra en la
falta de obligatoriedad. Son calificados de ‘soft legislation’ pues su éxito en la
implementación radica en la capacidad persuasiva de aquellas que deben ponerlo en
marcha (Bustelo, 2004).
A partir de los noventa en el marco de la UE comenzaron las restricciones
presupuestarias y de deuda para ajustarse a la Unión Económica y Monetaria (de Pablos y
Martínez, 2008). El Libro Blanco de Delors (1993) puso el acento en las políticas activas
de empleo, mientras el Tratado de Amsterdam (1997) dedicó un Título completo (VIII)
207
al empleo. Ese año también se lanzó la Estrategia Europea de Empleo (EEE). Su objetivo
principal fue la reducción del desempleo y se asentó en cuatro pilares: empleabilidad,
espíritu de empresa, adaptabilidad e igualdad de oportunidades. El Tratado de Amsterdam
también recogió el gender mainstreaming o transversalidad de género en dos artículos del
Tratado (Art.2 y Art.3.2). Esta fue la estrategia que copó la política de igualdad de género
europea durante los siguientes años, y se entiende como una (re)organización y
evaluación de los procesos políticos para incorporar en todas las políticas, a todos los
niveles y en todas las etapas una perspectiva de igualdad de género. En el primer Plan
para la igualdad de oportunidades de las mujeres del Gobierno de España, la tercera área
de actuación se refería al “Empleo y Relaciones laborales” (Plan 88-90, 90:55-77). Seis de
los siete objetivos hacían referencia directa al mercado laboral , promoviendo cambios 208
207
Entró en vigor en 1999
208
Ampliar el conocimiento sobre la situación de las mujeres en el trabajo remunerado, fomento del empleo y de la formación
ocupacional, mejora del empleo en las zonas rurales, impedir la discriminación por razón de género en las relaciones laborales y
medidas para la promoción de la presencia igualitaria de las mujeres en la toma de decisiones tanto en el sector público como en el
privado
289
Tiempos de (des)empleo, acceso y derechos
Uno de los grandes problemas de género del mercado laboral español se encuentra
en la elevada desregulación plasmada en las modalidades contractuales. En 1994 bajo
gobierno del PSOE se llevó a cabo una reforma laboral 209
que le valió al ejecutivo su
tercera huelga general. Creó el contrato de aprendizaje – conocido como ‘contrato
basura’-, y sobre todo reforzó la contratación temporal. Además legalizó las agencias
privadas de colocación y las empresas de trabajo temporal (ETT) (Cachón, 1995:219). Es
decir, se inició la privatización del acceso al mercado laboral marcando un punto de
inflexión en la contratación, pues los contratos ‘por obra o servicio’ suponen una
“anulación del derecho de indemnización” (Malo y Toharia, 1997:165).
Los costes de la reforma recayeron, de forma especial, sobre mujeres y jóvenes,
modificando sus decisiones vitales y generando un grupo que permanece con miedo,
ansiedad o inseguridad (Malo y Toharia, 1997:165-166; Carrasco y Mayordomo,
1999:147). Redujo los costes patronales por despedir, que siempre es discriminación
indirecta, por ejemplo, para las mujeres embarazadas, y la productividad salió lastrada por
la alta temporalidad a la que dio inicio (Malo y Toharia, 1997).
La tercera área de actuación del segundo Plan de igualdad estatal (1993) se centró
en el mercado laboral y desarrolló el acompañamiento y la formación laboral para mujeres
– las políticas activas de empleo comunitarias-, promocionó el autoempleo y el apoyo a la
contratación femenina (II Plan, 1993:57-78). En 1998 el gobierno del Partido Popular
210
209
Mediante la Ley 10/1994
210
Real Decreto Ley 15/1998
290
español, a excepción del último punto. En 2005, el relanzamiento de la Estrategia de
Lisboa propuso un nuevo proceso. Según la directriz integrada nº16 la UE debía lograr
211
una ocupación general del 70%, una tasa de empleo femenino no inferior al 60% y una
tasa de empleo del 50% para las personas trabajadoras mayores de 55 años (de Pablos y
Martínez, 2008:113). El Estado español cumplía pocos puntos. A pesar de ello, las
principales beneficiarias de la creación de empleo desde el lanzamiento de la EEE habían
sido las mujeres. El empleo femenino había aumentado más que el masculino, tanto en
España como en la UE (Plan Estratégico, 2008:23). El problema de género en el mercado
laboral se situaba en los tiempos de empleo y en la progresiva pérdida de derechos de las
trabajadoras. En 2003 se aprobó el cuarto plan de igualdad en el ámbito estatal. Contenía
212
211
Directrices integradas para el crecimiento y el empleo (2005-2008). Comunicación del Presidente de la Comisión, de 12 de abril de
2005, que incluye una propuesta de decisión del Consejo relativa a las directrices para las políticas de empleo de los Estados miembro
(en virtud del artículo 128 del Tratado CE)
212
IV Plan de Igualdad, 2003
213
Medidas para promover la presencia de mujeres en sectores donde estén infrarrepresentadas, la información y capacitación laboral,
planes de acción positiva en las empresas, la introducción de la igualdad en la negociación colectiva y un variado tipo de incentivos
empresariales
214
En consonancia con este acuerdo se elaboró la Ley 43/2006
291
oportunidades” promoviendo la igualdad de oportunidades en la negociación colectiva y
siguió las recetas europeas de empleabilidad y formación a las mujeres (Art. 42 y 43),
para ello buscó “mejorar la permanencia en el empleo de las mujeres” y su
“adaptabilidad a los requerimientos del mercado de trabajo”. Además, identificaba como
materias de los planes de igualdad en las empresas el acceso al empleo, la clasificación
profesional, la promoción y la formación. En la ley, la organización de los tiempos
laborales se hizo siempre en relación a la conciliación. No aparecían referencias expresas
a los problemas de temporalidad y parcialidad que aquejaban a las mujeres en el mercado
de trabajo. En el espíritu de la ley eran las mujeres las que tenían que adaptarse a las
necesidades del mercado.
Estas carencias se vieron, en parte, soslayadas con la elaboración del, hasta la
fecha, último Plan Estratégico de Igualdad de Oportunidades (2008-2011), que difiere en
gran medida de los anteriores. Promociona lo que denomina “modelo de igualdad en
femenino” (PEIO, 2008:25), que se traduce en el mercado laboral en cuatro objetivos.
215
En este punto interesan las medidas contra la precariedad laboral femenina – en sectores
feminizados - y el llamamiento expreso a un uso equilibrado de la contratación a tiempo
parcial o el estudio de cómo la parcialidad genera diferencias en cotización y retribución
en relación a la jornada completa. Sin embargo, el primer objetivo, vuelve a apostar por la
‘empleabilidad’ de las mujeres. Un espíritu utilitarista impregna las políticas laborales en
general y las de las mujeres en particular. Las trabajadoras asalariadas se deben a las
necesidades del mercado y el plan no olvida medidas concretas de apoyo al
emprendimiento femenino y al asociacionismo de mujeres empresarias.
Con el inicio de la crisis comenzó un proceso de destrucción de empleo que hoy en
día parece imparable y que a marchas aceleradas está terminando con la simetría en las
relaciones laborales. El paro es actualmente diagnóstico médico (Forcades, 2012), la Ley
35/2010 también incluyó acciones para amortiguar la contratación temporal. Pero sobre
todo abonó el terreno empresarial para la gratuidad del despido, reduciendo las cantidades
215
“Modelo que tiene como objetivo la calidad de vida de toda la población. Ello requiere la plena integración de los hombres en las
actividades no remuneradas. Dado que estas actividades requieren una dedicación variable a lo largo de la vida activa, la estructura
sociolaboral debe adecuarse a las necesidades de hombres y mujeres que asumen en condiciones de igualdad el trabajo familiar
doméstico, que permita realizar la actividad mercantil y no mercantil, manteniendo un equilibrio armónico para todas las personas”
(PEIO, 2008:114)
292
a abonar por las empresas y posibilitando la opción de fundamentarlo en pérdidas
económicas futuras (despido preventivo), hecho casi imposible de demostrar. Y en la línea
de las recomendaciones de la OIT se reguló la actividad de las agencias de colocación con
ánimo de lucro. En agosto de 2011 un nuevo Decreto-Ley incorporó un contrato para la 216
formación y el aprendizaje ampliando su extensión y la edad del colectivo hasta los treinta
años.
Finalmente, en 2012 y en el marco de la Estrategia de Crecimiento 2020, la UE
aprobó un ‘paquete de empleo’ caracterizado por el apoyo al empresariado –una vez más,
creación de puestos de trabajo a partir de reducciones fiscales y subvenciones a la
contratación-, consolidación de la gobernanza del empleo – es significativo que se deba
reforzar el poder de los Estados sobre las políticas de empleo- y una serie de medidas
entorno a las personas trabajadoras. Éstas abogan por su control y mediatización:
inversión de la capacitación según las necesidades del mercado – no de las personas –,
negociaciones con las partes para la “aplicación de las reformas necesarias” y las
consabidas medidas de flexibilidad y movilidad . Las políticas comunitarias han 217
causas de despido objetivo incluido el de faltar al puesto de trabajo por enfermedad , se 221
216
Real Decreto-ley 10/2011
217
COM(2012) 173
218
Real Decreto-ley 3/2012
219
La norma fomenta la negociación colectiva en el ámbito de las empresas segmentando a trabajadoras de un mismo sector
220
Los salarios de tramitación son los salarios devengados desde la fecha del despido hasta la conciliación o resolución que reconozca
la improcedencia del despido cuando el empresariado opta por la indemnización. En 2002 el Gobierno de Aznar ya hizo lo propio y el
Tribunal Constitucional condenó a pagar esos salarios a las personas que habían sido despedidas y no los habían percibido. Con la
reforma de 2012 los salarios de tramitación sólo desaparecen cuando el empresario opta por la no readmisión (que es la práctica
totalidad de los casos). No obstante, si el empresario opta por la readmisión tiene que abonar los salarios de tramitación
221
20% de jornadas hábiles en dos meses o 25% en cuatro meses
293
autoridad laboral desaparece de la operación. Tanto como la capacidad de negociación de
las personas trabajadoras. La decisión del empresariado queda preconstituida y no
requiere de autorización posterior. El nuevo contrato para personas autónomas y las
PYMES de menos de 50 empleadas introduce el despido ‘libre y gratuito’ . Además, la 222
222
Las personas contratadas pueden estar un año en periodo de pruebas, al final del cual no serán indemnizadas si no se les hace fijas y
pueden compatibilizar el salario con el 25% de su prestación por desempleo. Durante el año de prueba estas personas habrán
consumido seis meses de su cobertura
294
desarrolla, en la exposición de motivos se habla de las carencias que ha presentado la
igualdad formal para abordar las desigualdades en el desempleo. Para contrarrestarlas se
incluye en el ordenamiento jurídico la igualdad de trato y oportunidades en el acceso al
empleo, en la formación y en la promoción profesionales, así como en las condiciones de
trabajo (Art.5), la discriminación directa e indirecta (Art.6), la indemnidad frente a
represalias (Art.9), la tutela judicial efectiva y la carga (Art.12 y Art.13). Asimismo, se
aprueba la obligatoriedad de planes de igualdad en las empresas mayores de 250
trabajadores/as y éstos también tienen que integrar medidas para evitar cualquier tipo de
discriminación laboral (Art.45). Se alude a acciones entorno al acceso al empleo, la
clasificación profesional o la promoción y formación (Art.46).
El criterio de igualdad rige las administraciones públicas (Art.51) y se crea un
distintivo de igualdad para el reconocimiento de las empresas que apliquen medidas de
igualdad (Art.50). A pesar de esto, el Estado español continúa sin transponer las directivas
de no-discriminación (Lombardo, 2004:128). Y le aleja del acervo comunitario y de las
223
223
Tanto la 2000/43/CE como la 2000/78/CE
224
También en la representación política (Disposición adicional segunda)
295
públicos (Art.16). La segregación vertical se combate promocionando el principio de
composición equilibrada en el ámbito educativo (Art.24.2), en la creación y producción
artística e intelectual (Art.26.2), en el Sistema Nacional de Salud (Art.27.3), en la
Corporación de RTVE (Radio Televisión Española) (Art.37.2) y en la Agencia EFE
(Art.38.2). En todos los ámbitos – a excepción del cultural – se trata de una presencia
equilibrada de mujeres y hombres en la toma de decisiones. Esta es la perspectiva que se
aplica también en el Art.75 que promueve el principio de composición equilibrada en los
Consejos de Administración de las sociedades mercantiles. Y es a partir de las acciones
positivas cómo se busca abordar la infrarrepresentación de las mujeres en todos los
sectores y puestos del mercado laboral. La acción positiva fue incorporada así al
ordenamiento español con mucho retraso y más reticencias. El uso de “acciones positivas
para asegurar la participación igualitaria de las mujeres en el mercado laboral” era
también un requerimiento expreso de la Plataforma de Acción de Beijing (1995) en su
área de ‘Mujeres y Economía’ y venía avalada por el acervo comunitario. El Art.43 de la
Ley Orgánica 3/2007 lo incorporó a la negociación colectiva con vistas a favorecer el
acceso de las mujeres al empleo. También la disposición adicional décimo primera las
respalda como herramienta, de nuevo en la negociación colectiva, para favorecer el acceso
de las mujeres a todas las profesionales, mediante reservas y preferencias en las
condiciones de contratación y para el fomento de la contratación del sexo menos
representado en cualquier grupo o categoría profesional. Por su parte, el Capítulo II de la
LO 3/2007 que atañe a la presencia equilibrada de hombres y mujeres en la
Administración General del Estado integra la promoción de una presencia equilibrada de
mujeres y hombres en los órganos de selección y valoración, lo que constituye una
herramienta transversal.
Por último, el PEIO (2008-2011) incide en su Eje 1 de “Participación política y
social” en incrementar la participación de las mujeres en los puestos de representación y
de toma de decisiones en todos los ámbitos, incluido la dirección de las empresas (PEIO,
2008:12-20).
Igualdad retributiva
La transposición de la normativa comunitaria en materia de igualdad retributiva no
296
quedó reflejada en la legislación doméstica hasta 1994 (Lombardo, 2004:122). Y no fue
225
En 2013, UGT denunció que a lo largo del 2012 la Ministra de Sanidad, Servicios
Sociales e Igualdad había realizado 8 anuncios sobre la brecha salarial, sin que ninguna
medida hubiera visto la luz. Muy al contrario, el sindicato evidenció que se ha eliminado
el Plan de Inspección de Trabajo, vigilancia y control en las empresas sobre igualdad de
trato. Además, como la nueva reforma dificulta y casi fulmina la negociación colectiva, el
seguimiento y la aplicación de la igualdad retributiva y del resto de desigualdades de
género, se encuentra en serio peligro (UGT, 2013:4).
225
La Directiva de igualdad salarial (75/117/CEE) y la Ley 11/1994 de 19 de mayo por la que se modifican determinados artículos del
estatuto de los Trabajadores del Texto articulado de la Ley de Procedimiento laboral y de la Ley sobre infracciones y sanciones en el
Orden Social
226
Resolución del Parlamento Europeo, de 18 de noviembre de 2008
227
IV Plan de Igualdad de Oportunidades entre mujeres y hombres (2003-2006)
297
gubernamental para luchar contra el acoso sexual y de género continuó presente en la
normativa española pues su prevención sí que encuentra medidas específicas en esta Ley
orgánica (campañas de sensibilización, códigos de buenas prácticas). Además se otorgó a
la representación sindical un papel predominante como agentes de información y denuncia
en la materia (Art.48).
Protección a la maternidad
En 1995 vio la luz la Ley de prevención de riesgos laborales que no se hizo eco del
listado de sustancias tóxicas para embarazadas tal y como determinaba la Directiva
92/85/CEE (Lombardo, 2004:125). La lista de las sustancias se incorporó al ordenamiento
jurídico con la aprobación de la Ley 39/99 . Además, la Ley Orgánica 3/2007 tipifica
228
como discriminación directa por razón de sexo cualquier trato desfavorable dirigido a
embarazadas o a la maternidad (Art.8). Sucede, no obstante, que existe una elevada
discriminación indirecta a la maternidad en el mercado laboral. Esto ocurre, por ejemplo,
cuando se abarata el coste del despido, sin proteger de forma específica a las trabajadoras
gestantes. La 3/2007 ampara la situación de embarazo al prohibir a cualquier contratante
indagar sobre la situación de embarazo de las mujeres demandantes, salvo en caso de
riesgos laborales. La protección a la maternidad ha tenido un desarrollo importante en la
normativa sobre todo en relación a temas de conciliación de la vida familiar, personal y
laboral, que más adelante abordaremos. La reforma laboral del 2012 volvió a aumentar su
vulnerabilidad.
228
Que traspuso la Directiva 92/85/CEE
298
excedencias han tenido la protección de la maternidad en su centro. En el primer plan
(1988), aparece ya la gestión del tiempo en el área de “Empleo y Relaciones laborales”
buscando “hacer compatible la realización de un trabajo con el ejercicio de la
maternidad y la paternidad”. El ‘trabajo’ engloba aquí tan sólo el empleo, y se
promocionan la ampliación de excedencias y descansos por maternidad y paternidad.
(Plan 88-90, 90:55-77). Así, en 1989 se reforma por primera vez el Art.37 del ET que
229
riesgos laborales (1995) introdujo que los exámenes prenatales y la preparación al parto
podían realizarse dentro de la jornada de trabajo manteniendo la remuneración. En 1989
el Gobierno de la Generalitat de Catalunya aprobó uno de los primeros planes de
igualdad del Estado español . Allí se solicitaba la no discriminación de las trabajadoras
231
229
Ley 3/1989
230
Que volvió a modificarse en 1992 por la Ley 8/1992
231
Pla d’Actuació (1989 – 1992)
299
día, servicios y comedores escolares para criaturas de 0 a 3 años y el estudio de la
adecuación de los horarios laborales y escolares para su racionalización. El segundo plan
catalán (1994) contemplaba acciones de gestión del tiempo para las ‘madres trabajadoras’
(Pla, 1994:22-24). Destacó la que proponía ‘ofrecer un servicio de asistencia y cuidado a
los hijos de madres trabajadoras” facilitando su (re)incorporación laboral. Ante esa
responsabilidad atribuida a las mujeres se proponen medidas asistencialistas y
discriminatorias que pasan por la creación de una bolsa de canguros voluntarias y
altruistas (grupales e individuales) y subvenciones escolares para familias de escasos
recursos económicos. En su segundo plan (1996), Emakunde abandonó el concepto de
corresponsabilidad y se centró en la “Conciliación entre responsabilidades familiares y
profesionales” (II Plan de Euskadi, 1996:75-83). Habló de “trabajo doméstico” (II Plan
Euskadi, 1996:77) como sinónimo de lo que se venía denominando ‘responsabilidades
familiares’. A pesar de que la conciliación se presentaba como área de trabajo
independiente, la relación con el mercado laboral de nuevo era explícita . Emakunde 232
contempló la trasposición de las directivas comunitarias que dio como fruto la Ley 39/99
para promover la conciliación de la vida familiar y laboral de las personas trabajadoras.
De hecho, la Plataforma de Acción de Beijing de las NNUU (1995) ya había instado a los
gobiernos a “reestructurar las políticas de empleo para facilitar el compartir
responsabilidades familiares” (PAB, 1995:71-73). La conciliación entre la vida laboral y
familiar se refiere a una estrategia de política públicas que con rapidez se integró en los
planes de igualdad de instituciones, empresas, y tuvo una considerable asunción social.
La Ley 39/99 modificó el Estatuto de los Trabajadores, la normativa de riesgos laborales y
aspectos de la ley general de seguridad social y de procedimiento laboral. Incidió en
aspectos de organización de los tiempos (permisos de maternidad, paternidad,
232
Se apuesta por el aumento de servicios comunitarios, por la corresponsabilidad de los varones en los hogares y por la adaptación de
las estructuras del mundo del empleo con medidas dirigidas ‘especialmente’ al empresariado.
233
3.5. Conciliar la vida familiar y laboral de hombres y mujeres
300
excedencias) en el empleo (que aparece en la ley como ‘trabajo’ ) y en las actividades 234
234
“La incorporación de la mujer al trabajo ha motivado uno de los cambios sociales más profundos de este siglo”
235
“ (…) en el marco más amplio de política de familia”
301
los temas que más controversias generaron durante el debate de la ley. Se modificó el
Art.34 del ET para incorporar el derecho a adaptar la duración y distribución de la jornada
de trabajo haciendo efectivo el derecho a la conciliación. Se incluyeron dos días para el
cuidado familiares con reposo domiciliario, también se elevó la edad de 6 a 8 años para
poder disponer de la reducción de jornada por menor a cargo, modificando la disminución
proporcional del salario (Art.37 del ET). El periodo de excedencia por cuidado de las
criaturas pasó a un máximo de dos años, con posibilidad de fraccionarse (Art.46 del ET).
Además, varió el periodo de excedencia voluntaria de un plazo no menor de dos años a no
menor de cuatro meses, el máximo, cinco años, se mantuvo igual (Art.46). Respecto a la
protección de la maternidad se incrementó proporcionalmente el periodo de lactancia en
caso de parto múltiple y se dio la posibilidad de acumularlo por jornadas. Pero el punto
que modificaba el Art.48 del ET de suspensión con reserva de puesto de trabajo generó
muchas controversias en el seno del MFM y en otros actores. Respecto a la regulación de
la suspensión en caso de parto (Art.48.4 ET), se modificó el vocabulario de ‘padre’ a
‘progenitor’, buscando asegurar la igualdad entre progenitores de un mismo sexo . E 236
236
En el caso de las parejas de lésbianas esto continúa siendo un problema y se cerró en falso en la Ley 3/2007. En la actualidad sólo se
garantiza la filiación para la madre no gestante si se cumple alguno de estos tres supuestos: 1) que la pareja se haya casado antes del
nacimiento del bebé; 2) acudiendo a una clínica de reproducción asistida legalmente reconocida y estando la madre no gestante
presente durante todo el proceso y 3) en caso de que la madre no gestante haga una instancia de "prefiliación" reconociendo a la
criatura como hija propia. Esta última posibilidad se incluyó en la Ley 3/2007, de 15 de marzo, reguladora de la rectificación registral
de la mención relativa al sexo de las personas.
302
capítulos entraremos en la apreciación sindical y feminista sobre estas discusiones . Cabe 237
mencionar una postura del MFM que no se tuvo en cuenta en las discusiones y que desde
entonces ha sido abanderada por diferentes grupos, la de los permisos iguales e
intransferibles para mujeres y hombres ante cada nacimiento o adopción. Ésta ha sido
llevada al Parlamento Europeo y propuesta como proposición de Ley en el Congreso de
los Diputados. La Plataforma por Permisos Iguales e Intransferibles de Nacimiento y
Adopción opina que debe ponerse fin a la discriminación legal que impide a los varones
asumir y disfrutar del cuidado de sus criaturas y que está generando más precariedad
laboral entre las mujeres (PPINA, 2012). En el último plan de igualdad del Estado español
hasta la fecha (2008) , se desterró la conciliación como área de actuación y el tercer eje
238
237
En la entrevista (e31) la representante sindical indica que las negociaciones sobre el permiso de paternidad fueron las más duras
sostenidas frente a la patronal.
238
Cabe recordar el impacto que tuvo en 2006 la aprobación del primer Plan Concilia para la Administración General del Estado, un
conjunto de medidas que flexibilizan horarios, amplían permisos y hacen posible otras facilidades para la conciliación de la vida
laboral y familiar de los empleados públicos
239
La Ley 3/2012 de la reforma laboral presenta – a destiempo, por cierto – el Real Decreto 1483/2012 de 29 de octubre por el que se
aprueba el Reglamento de los procedimientos de despido colectivo y de suspensión de contratos y reducción de jornada que a su vez
modifica el Real Decreto 801/2011 de 10 de junio. Expertas opinan que es una incitación a que los convenios regulen el disfrute de
esos derechos en función de los criterios empresariales.
303
deberán ahora aplicarla diariamente, rompiendo con lo estipulado desde la LO 3/2007,
que permitía la elección entre disfrutarla a diario o conjuntarla en 15 días seguidos. Esta
modificación representa un desincentivo a aplicar la reducción y a la participación de las
mujeres en el mercado laboral. Además de negar un derecho adquirido.
240
Mujeres y pobreza; educación y formación; salud; violencia contra las mujeres; mujeres y conflictos armados; economía;
mecanismos institucionales para el avance de las mujeres; derechos humanos; medios de comunicación; medio ambiente y mujeres
jóvenes y niñas
241
La LO 3/2007 habla en su exposición de motivos de las desigualdades que aquejan a las mujeres en la pensión de viudedad, las
pensiones y el desempleo. Y la Disposición adicional decimoctava trata las modificaciones de la Ley General de la seguridad Social
(art.38) en los siguientes casos: prestaciones económicas en las situaciones de incapacidad temporal, maternidad, paternidad, riesgo
durante el embarazo, riesgo durante la lactancia natural; invalidez, en sus modalidades contributiva y no contributiva; jubilación
contributiva y no; desempleo, en sus niveles contributivo, asistencial, muerte y supervivencia, así como las que se otorguen por
contingencias y situaciones especiales que reglamentariamente se determinen.
304
agrarias con la Ley 35/2011. Demanda histórica que también resonaba en el plan catalán
de 1989, donde se solicitaba una disposición de ley al Congreso de los Diputados para
regular la cobertura de la Seguridad Social del cónyuge en la agricultura y en los negocios
familiares (Pla, 1989:17-18). Sí que se inició, con más de diez años de retraso el análisis
de los presupuestos generales del Estado a través de los informes de impacto de género,
criticados por las organizaciones feministas por su vaguedad y por no ser vinculantes .242
242
Ver http://impactodegeneroya.blogia.com/
305
momento, el trabajo doméstico y el ‘trabajo’ al que se refiere la ley, es siempre el que se
realiza en el mercado laboral. Por el contrario, el quinto plan catalán (Vè Pla, 2003) en su
introducción plantea “transformaciones profundas en la manera (…) de valorar las
actividades que hombres y mujeres llevan a cabo. (…) desplazar la atención del ámbito
público mercantil a la vida humana y reconocer que ésta es el valor más precioso, y por
tanto, que la atención de las necesidades de las personas y de los cuidados que se derivan
son fundamentales” (Vè Pla, 2005:5). Para el Institut Català de les Dones si se valoraba la
actividad central de las mujeres – el trabajo doméstico y de cuidados-, la producción
sociomercantil sería un simple instrumento al servicio de la vida (Vè Pla, 2005:17). Este
plan en el eje de “Reorganización de tiempos y de trabajos para hacer de la vida
cotidiana un eje vertebrador de las políticas” trata la conciliación como una estrategia
más, no como un fin, pues el objetivo es organizar la sociedad entorno a la vida humana,
al modelo femenino del trabajo de cuidados, la sostenibilidad y los ciclos vitales (Vè Pla,
2005:17).
En 2008 se aprobó el sexto plan catalán en el nuevo contexto normativo del
Estatut de Catalunya (VIè Pla, 2006) donde se había reconocido la igualdad efectiva de
mujeres y hombres y la equidad de género. La definición de trabajo que aportó es de
interés: “Cuando se habla de trabajo no se puede hacer referencia exclusivamente al
trabajo mercantilizado sino también a los trabajos, a menudo invisibilizados y sin
consideración de valor de mercado, que son imprescindibles para la existencia y el
bienestar de las personas, como son el trabajo doméstico y de cuidado de las personas,
ejercidos mayoritariamente por mujeres, y, en otro nivel, el trabajo cívico y social
voluntario” (VIè Pla, 2008:14). El último plan catalán aprobado en 2012 vuelve a hablar
de fomentar la reorganización de los tiempos – esta vez ya sin trabajos -, uniendo
esfuerzos para el crecimiento económico de Catalunya y haciendo uso de los
conocimientos de las cuidadoras y las “gestoras de la vida cotidiana” (VIIè Pla, 2012:43).
Todo el progreso obtenido en los planes anteriores volvió a difuminarse con el retorno de
CIU al Govern en 2010.
Los últimos avances en esta materia en el ámbito estatal se dieron en el Plan
Estratégico de Igualdad de Oportunidades (2008-2011) donde se buscó “adecuar
progresivamente (…) la estructura social y económica (…) a las necesidades humanas de
306
manera que hombres y mujeres puedan asumir en condiciones equitativas el trabajo
doméstico y de cuidados” (PEIO, 2008:25). Allí se recogió el análisis y la medición de la
contribución de las mujeres a la economía. Y esta vez sí, se destinaron medidas concretas
a su consecución: análisis de género de los Presupuestos Generales del Estado,
elaboración de cuentas satélites sobre el Producto Interior Bruto (PIB) y de estadísticas
sobre nuevas formas de organización del tiempo y del trabajo. Por primera vez en el
ordenamiento jurídico del Estado, se puso en liza el concepto de trabajo al afirmarse que
debía ser redefinido “en un sentido más amplio que el empleo remunerado, que
incorporen el concepto de trabajo total y que permitan observar las interrelaciones entre
trabajo remunerado y trabajo familiar y doméstico” (PEIO, 2008:29). Para ello, se
propuso elaborar encuestas sobre el funcionamiento global de la economía y los diferentes
tipos de trabajos, tener en cuenta los ciclos de vida de las personas, las necesidades de
cuidados, los distintos tipos de empresas, las nuevas estructuras de los hogares e integrar
la categoría de ‘nacionalidad’ (PEIO, 2008:29).
Tabla 13: Discursos del Estado, políticas públicas y legislación. De finales del siglo XX a
inicios del XXI
POLÍTICA PÚBLICA / LEGISLACIÓN EXISTENTE
Parcialidad: sin referencias en LO 3/2007; Medidas para frenarla en Plan de igualdad 2008;
Promoción de la parcialidad en reforma laboral 2012; Incorporación directiva 97/81/CE (1998).
Discriminación de género puesta de manifiesto por TEJ.
Indirecta Temporalidad: promoción en reforma de 1994
(prohibida Ley de Conciliación 39/99: aplicación para las mujeres
por ley Permisos y excedencias: LO 3/2007 sin igualdad para los hombres. Dificultades para madres no
3/2007) gestantes lesbianas
Desprotección a la maternidad: sin listado de sustancias tóxicas hasta Ley 39/99; Reforma laboral
2012: desprotección gestantes ante despidos y posible fin de la compactación de la lactancia
Falsas autónomas
Becariado: sin derechos laborales ni de seguridad social. En 2012 la CE alerta sobre la situación de
las personas becarias en explotación laboral en España
Empleadas del hogar: Violación Directiva 79/7/EEC sobre igualdad de trato en los sistemas de
Directa Seguridad Social (1995); Inclusión en Plan para los Derechos Humanos (2008); Fuera de la 3/2007
y presente en pocos planes de igualdad estatales; 2011: empleadoras debían regularizar la situación
– sistema especial sin desempleo -; Nueva normativa sin obligatoriedad hasta las 60 horas
mensuales (2012).
Conciliación vida laboral, familiar y personal: flexibilidad empresarial en la distribución de la
jornada laboral
Igualdad retributiva: Acervo comunitario, en ET y en 3/2007. Violación sistemática. En el textil,
en 65 años no se ha reducido ni 10 puntos. Media de 20% menos del salario base en 2012.
Acoso sexual y de género: reforma ET (1989)y LO 3/2007
Igualdad Principio de no discriminación: Planes de igualdad y LO 3/2007
de género Segregación vertical y horizontal: LO 3/2007:
Protección a la maternidad en mercado laboral: LO 3/2007
Principio de presencia equilibrada: acción positiva en LO 3/2007 y planes de igualdad
Permiso de paternidad: LO 3/2007
Subregistro: actividad : clasificación de actividad / Inactividad en EPA
Derechos derivados: jubilación a 67 (2011); Diferencias de género en las pensiones contributivas,
por incapacidad, viudedad y desempleo
No Contabilidad TD+C: sin contabilización sistemática en el ámbito estatal
trabajo Trabajo sexual: sin reconocimiento en la normativa española
Dedicación TD+C: doble carga femenina y menor dedicación horaria masculina
Trabajo informal y en negro: mujeres, jóvenes y adultos poco cualificados, inmigrantes
Permisos y excedencias: ampliadas en LO 3/2007
5.6.5.3 Conclusiones
Varias son las conclusiones que podemos extraer de esta evolución histórica sobre
el trabajo y el género en el siglo XX.
(1) A partir de la revisión de la legislación, del tiempo mundial y de los discursos
308
de actores fundamentales en el tema del trabajo hemos podido visibilizar cómo se ha
establecido, reforzado y mantenido la división sexual del trabajo hasta nuestros días.
(2) También hemos constatado el paso de un sistema de salario familiar y un fuerte
modelo de varón ganador de pan a la adopción de un modelo en el que dos sueldos son
necesarios en los hogares ‘convencionales’, con el sostenimiento de los privilegios
masculinos en el hogar y la precarización de las condiciones laborales de hombres y
mujeres. En este sentido, respecto al debate planteado en el Capítulo 3, pensamos que en
la actualidad estamos lejos de poder afirmar la cercanía a un modelo de ‘ganador dual’
(León, 2002). Aunque sí que creemos que hay elementos que indican que el tradicional
modelo de varón ganador de pan se encuentra en erosión. En el mercado laboral la
proximidad a un modelo de ‘double loosers’ o de ‘ganadores/as del mendrugo de pan’ es
clara. Desde inicios de los noventa los hombres indican que sus salarios ya no sostienen
monetariamente en solitario la estructura familiar, a pesar de ser superiores a los
femeninos. La lejanía a un sistema dual se acrecienta, si ampliamos la noción de ganancia
a los beneficios del trabajo doméstico, a la carga total de trabajo y a la disposición
temporal. Asimismo, pensar hoy en día en un modelo de varón ganador de pan invisibiliza
la heterogeneidad y la realidad de los núcleos familiares, donde en muchos casos no hay
varón provisor de ninguna clase.
(3) Sostener ‘la integración de las mujeres en el mercado laboral’ a partir de
finales de los años 70, resulta inexacto ya que las mujeres siempre han estado presentes
en el trabajo remunerado, a pesar de las estrategias de exclusión e invisibilización. El
subregistro del trabajo femenino se mantiene hasta nuestros días por ejemplo en las
estadísticas oficiales que delimitan la actividad y la inactividad de la población. También
la problemática con los derechos derivados, los permisos, las excedencias y la no
contabilización del trabajo doméstico y de cuidados de forma sistemática pueden ser
ejemplos de ello. Otras lacras de invisibilización de los trabajos de las mujeres que
detectamos, además del mantenimiento de las responsabilidades domésticas y de
cuidados, son el trabajo sexual y el incremento del trabajo informal o en negro. También
se mantiene una legislación y unas medidas laborales prohibicionistas o de
discriminación directa e indirecta hacia las mujeres. Varios de los puntos anteriores
cabrían en esta clasificación, en la que destacan un siglo más, las empleadas del hogar. A
309
éstas hay que sumarles todas las categorías de desigualdad que pueden interseccionar con
el género para el beneficio empresarial, las nuevas formas de precariedad laboral en las
que abundan las mujeres – falsas autónomas, becariado, etc – y medidas que vienen a
recortar derechos ya adquiridos. Aquí detectamos un inicio de desprotección laboral
hacia la maternidad y recortes en materia de conciliación y usos del tiempo que pueden
ser muy nocivos para la igualdad de género. Por tanto, la evolución histórica discursiva
ha posibilitado señalar las estrategias de marginación de cualquier modelo de trabajo
vinculado a lo reproductivo y al ámbito privado, así como las repercusiones en la
representación política entorno al trabajo.
(4) La interseccionalidad del género con otras categorías (clase, origen, edad,
estado civil, ideología…) a lo largo del siglo XX es fluctuante. Hemos mostrado cómo
ésta se activa o desactiva según contextos y actores clave. La clase o categorías que
reflejan una dimensión económica están presentes a lo largo de todo el periodo, también
el origen, aunque quienes son ‘las otras’ varien en el tiempo. Otras categorías como la
edad y los ciclos vitales son también constantes, si bien pueden ser objeto de
discriminación o favorecer una integración en momentos concretos. Este es el caso del
estado civil cuya posición cambia en el mercado laboral durante el siglo XX.
(7) Por último, apuntamos que la unión discursiva del MFM se ha dado en breves
periodos, sucumbiendo ante otras categorías de desigualdad más allá del género. Las
alianzas estratégicas puntuales han reforzado y enriquecido su acción y han tenido lugar
en momentos de oportunidad política. Las dobles militantes han sido agentes de
interseccionalidad. La relación con el movimiento sindical ha sido tan compleja, como
esperanzadora con otros movimientos sociales.
310
311
6 ¿QUÉ ES EL TRABAJO? VOCES Y SUJETOS, LUGARES Y
CAUSAS. ANÁLISIS DE DATOS (I)
El análisis de datos se plantea en dos capítulos. En éste contextualizamos la
investigación aproximándonos al concepto de trabajo, las voces presentes en los textos y
abordando la interseccionalidad del género en sujetos y sistemas. El siguiente capítulo del
análisis plantea los principales marcos de problemas y soluciones que aportan los
discursos del MFM desde las dimensiones de redistribución, reconocimiento y
representación. Además, se tratan los marcos institucionales en el trabajo y se les sitúa en
discusión con los del movimiento social.
En primer lugar, abordamos las denominaciones principales sobre trabajo y género
y estudiamos su proceso de enmarque. En segundo término, tratamos las voces que
aparecen en los documentos y planteamos el sujeto del trabajo en los discursos del MFM.
Allí la interseccionalidad del género con otras categorías de desigualdad tiene especial
relevancia. Tanto como su análisis aplicado a los sistemas en el último apartado de este
capítulo, donde exploramos la atribución de responsabilidad sistémica – capitalista,
patriarcal, racista, heteronormativa, etc. - que plantean los textos. También mostramos la
localización de los problemas y soluciones sobre el trabajo que aporta el MFM y los
elementos de causalidad que hemos encontramos. De forma transversal, se señalan los
discursos desde las estrategias feministas de inclusión, inversión y desplazamiento.
visión unifocal del trabajo. Ésta perspectiva se despliega desde dos extremos opuestos, y
un tercero que integra a las mujeres. La primera es la hegemónica trabajo = empleo. La
segunda es aquella en la que se denomina trabajo a las actividades de sostenimiento de la
sociedad o de la vida. La tercera es trabajo de las mujeres. Las tres denominaciones
funcionan a la par como marcos del trabajo. Por último, las trifocales abarcan una
perspectiva socio-política del trabajo o amplian la visión bifocal en otros sentidos.
243
En la primera pregunta de las entrevistas se solicita una definición de trabajo.
244
Sobre el debate entorno a las denominaciones del trabajo no remunerado que se realiza en los hogares remitimos al Capítulo 3 de
esta tesis
313
A continuación presentamos una tabla resumen de las denominaciones principales
de trabajo desde su prevalencia dominante, menor o marginal en los textos:
Se han conjugado las denominaciones anteriores con los marcos obtenidos en los textos.
En este proceso prevalece el marco remunerado/no remunerado en las denominaciones
bifocales. El marco de autonomía económica es el dominante en la denominación de
empleo, cuando el trabajo no es más que la actividad remunerada. Sostenimiento de la
vida se expresa en ocasiones como sostenimiento de la sociedad o de las necesidades de
las personas. Mientras que el trabajo de las mujeres se interpreta de forma dominante a
245
(e51) proporcionó dos definiciones. Su denominación se corresponde con una visión bifocal del trabajo, la denominación de trabajo
que aparece en el Pla de Polítiques de Dones (2008-2011) de la Generalitat de Catalunya es trifocal.
246
¿Cuál es la interpretación del problema del trabajo?; ¿Se visibiliza la amplitud del trabajo o se pone acento en algún ámbito?; ¿Qué
visión aporta a la organización del trabajo?, en Anexo III
314
partir de los marcos de no valoración y no reconocimiento. Por último, las
denominaciones trifocales se representan a partir marcos políticos y del marco vida-
precariedad-trabajo. Asimismo, el marco vida resulta fundamental en diferentes
aspectos del análisis de datos. En relación con el proceso de enmarque del trabajo genera
interpretaciones que se contraponen a la dominancia de lo mercantilizado o monetarizado
versus aquello que no lo es. Este marco surge en contraposición a los intereses del
mercado, está en competición en las denominaciones unifocales antagónicas (empleo y
sostenimiento de la vida) y extiende la interpretación del trabajo más allá de su hegemonía
social como trabajo = empleo. Asimismo, es marco constituyente del unifocal
mantenimiento de la vida y del marco compuesto vida-precariedad-trabajo.
A continuación presentamos una tabla en la que se aprecian los marcos
dominantes, menores y marginales en relación con las denominaciones detectadas.
315
Tabla
15:
“Si todas las políticas de carácter social tienen relación con el empleo, (éste)
cada vez más (se) afianza como aspecto que lleva aparejado los derechos de
ciudadanía”(e39).
247
(d3)
317
presente en las dos perspectivas unifocales contrapuestas. Cuando el trabajo se interpreta
tan sólo como empleo, el marco dominante es el de la generación de ingresos, el trabajo
es una actividad que proporciona autonomía e independencia económica. En este
hegemónico trabajo = empleo resuena el marco forma de ganarse la vida. Otros
procesos de enmarque añaden aspectos referidos a la utilidad y la relación social del
trabajo = empleo, al desarrollo personal y a la mejora de la autoestima de quien tiene
un trabajo remunerado:
“El trabajo es una manera de ganarse la vida, de tener recursos (…) ahora más
que nunca pienso que el empleo es una manera de tener autoestima, relacionarse con los
demás y un cauce de inserción social” (e44).
“El trabajo es levantarme muy temprano (…) Cada vida particular y cómo se
organiza no es de nuestra incumbencia (…) (El trabajo doméstico y los cuidados) a
nosotros nos interesa como nicho de mercado” (38).
“Tal vez ni siquiera nos interesaba llamar “trabajo” al trabajo doméstico. Ya que
si era una actividad distinta (…) ¿por qué no designarlo de otra manera? (d9).
Entre finales del siglo XX e inicios del XXI este marco unifocal se consolida en
reto directo al “modelo masculino dominante de trabajo”, el “pretendidamente universal”
anteponiendo el “trabajo doméstico y de cuidados”, “el trabajo de las mujeres” o “los
valores del trabajo doméstico” . Constatamos la inversión en la contraposición de
248
vida, es “el cuidado de la vida (humana)” , con lazos estableces con el respeto del
252
248
Todas las citas (d8)(d9)(d10)
249
(d9)
250
(d8)
251
(d8) (d9) (d10) (d17)
252
(d9)
253
“dimensiones de la vida y de la naturaleza” en (d10)
319
“Ni las mujeres, ni las organizaciones sindicales, ni la sociedad (…) le dan valor
al trabajo de las mujeres” (e39).
254
(e51*)
320
6.1.2.3 Denominación trifocal y enmarque
El enmarcado de las denominaciones trifocales tiene dos componentes. Por un
lado, enmarca trabajos políticos, y por otro se interpreta en conjunción con el marco
trabajo-vida-precariedad . En el primer caso, el enmarcado se distingue de la
255
perspectiva unifocal por el hecho de romper la dicotomía del trabajo entendida como
‘empleo y trabajo doméstico y de cuidados’ y extender la denominación a marcos que
integran las actividades realizadas en el ámbito comunitario, el espacio socio-político o
el activismo:
“Todo lo necesario para hacer funcionar una sociedad. Producir, cocinar y criar.
Hasta el trabajo en el ámbito del voluntariado, eso también es trabajo” (e32).
Asimismo, cuando se relaciona el trabajo político con el marco vida, se cubren aspectos
de las actividades humanas que quedaban ocultas en las visiones unifocales y bifocales:
“Y también hay trabajo socio-político, que es el que de alguna manera tiene que
255
Este es un marco compuesto fundamental en el análisis de los problemas y las soluciones del trabajo desde la redistribución, el
reconocimiento y la representación. Se explica en profundidad en el siguiente capítulo y sus submarcos se relatan en el Anexo 6.
256
Por ejemplo cuando se apela a la “solidaridad en el mercado laboral y en todos los trabajo” (d24)
321
garantizar que las mujeres seamos parte tanto de la vida política y social” (e31).
“los subempleos y las condiciones laborales afectan a las opciones vitales” (d24)
“(…) no pueden llevar adelante una vida plena” (d26)
257
(d20)
258
(d27)
322
259
Ocurre, entre otros, en el caso de SURT y Bagablitza que integran a hombres en sus servicios. En todos los casos la dirección es
femenina en su totalidad.
260
Contamos con una entrevista a un hombre, Ignasi Camós, del Ministerio de Trabajo (2010)
261
Por ejemplo, las que tuvieron lugar en las jornadas estatales de Granada de 2009: mientras que los hombres biológicos no pudieron
participar del encuentro, las personas transexuales y hermafroditas sí. Estos debates y disputas continúan vigentes en la forma en la que
se organizan los grupos entorno a demandas de género y de género en intersección. Ver Cruells y Ruiz, 2012.
262
(d13)
323
varones- y un tercero no asume la distinción hombre – mujer en su texto:
263
263
(d24)
264
El posicionamiento específico respecto a la integración de hombres en los grupos que han elaborado el resto de textos no se ha
estudiado de forma sistemática, aunque muchas son las agrupaciones de las que se conoce que no apuestan por la mixticidad
sexogenérica: Plazandreoak, Dones i Treballs, Prekarias a la Deriva, La Red las Mujeres Cuentan, entre otras. La cita es (d25)
265
(d6)
324
“No éramos un grupo homogéneo, sino que éramos mujeres muy diversas y diferentes
entre sí: diferentes edades, diferentes trayectorias, diferentes experiencias” (d22).
La experiencia de las mujeres es estrategia discursiva feminista, una herramienta
política que se aplica directamente a la construcción de su voz. Algo de lo que aprender,
también para rechazar modelos, aunque en su mayoría se refuerzan las situaciones
comunes desde el hecho de ser mujeres, exaltado como valor positivo, sin dejar de
plantear las desigualdades que conlleva. Aquí destaca la voz experiencial en el trabajo
doméstico y de cuidados, y también hay una voz ‘mujeres’ experiencial en el mercado
laboral:
“¿A qué mujer en una entrevista de trabajo no le han preguntado si tenía novio, si
quería tener hijxs, si pensaba casarse? ¿Qué mujer no ha tenido miedo a perder el
trabajo por quedarse embarazada, miedo a decírselo al jefe, miedo a que se le note el
embarazo?” (d24).
En ocasiones, la voz experiencial tiene tintes relacionales dentro del propio grupo
que elabora el discurso. De nuevo es un modo de estrategia práctica y teórica feminista,
elemento de construcción grupal – definición de quiénes son-, de creación de mecanismos
de representación, de empoderamiento y de traslación de su voz al espacio público
(mercado laboral o político). Allí donde la dimensión de representación es importante, la
voz en los textos se escucha de forma nítida:
Por su parte, la voz relacional destaca por el uso del determinante posesivo
‘nuestro/a’ y del ‘nosotras’, tanto desde posiciones de vindicación de unos derechos
comunes de las agentes del texto, como desde posiciones abiertas o por construir en el
imaginario mujer. Hay llamamientos a la unidad o a la acción conjunta que se hacen desde
esta voz. ‘Mujeres’ deja de ser una categoría evidente para pasar a ser una identidad
creada sobre la base de un reconocimiento de las diferencias de y entre las mujeres (Pérez
Orozco, 2006b:28):
“No disponemos de ninguna garantía para mantener nuestro puesto, a pesar de que
cada vez es mayor la demanda existente de nuestro servicio; cuando se habla de nosotras,
se nos trata de mujeres con una mínima cultura y sin ningún tipo de profesionalidad,
cuando los resultados de nuestra labor llevan cuatro años que los avalan” (d1).
“Tod@s junt@s (…), con papeles o sin papeles todas somos una, somos como un
326
puño’ (d22).
Otro recurso relacional son las citas directas, que refuerzan la voz propia a partir
de referencias a expertas o a mujeres políticas . Aquí sí que aparecen algunos hombres,
266 267
abundante es la cita directa de los grupos que han desarrollado el documento, y también
de aquellos que han sido inspiradores del discurso. Los encuentros discursivos se
celebran:
‘Nos cruzamos con algunas compañeras que venían de una tradición ecologista, (…)
Desde entonces somos compañeras de viaje en este recorrido que nos entusiasma y que se
ha visto enriquecido por el feliz encuentro” (d9).
266
Picchio, Pepa Franco, Haraway, Pateman, Butler, Braidotti, entre otras en (d9)(d7)(d14)
267
(d7)
268
Friedrich Engels, Hardt, Foucault, Morini y Negri o Hobbes, entre otros en (d14)(d10)
327
“(…) esto es lo que nos planteamos las mujeres feministas que trabajamos en los
sindicatos” (d7).
Cultura Prekaria . A partir del anticapitalismo y del origen se conforman nuevas voces
270
Esta voz es común que denote hartazgo. Es una agencia que condena los discursos
dominantes de trabajo. Expresa la necesidad de alianzas estratégicas a través de toda la
fuerza de la acción colectiva feminista, de las mujeres, entre las hermanas:
“Ja tenim prou de posar les nostres esperances en dones…(…) Poder a las hermanas
para parar el mundo y cambiarlo” (d8).
269
(d14)
270
(d13)
328
y el género. El sujeto se analiza desde dos aspectos. En primer lugar presentamos los
sujetos a quiénes los textos adjudican los problemas, así como aquellos sobre los que se
debe actuar. En segundo lugar, abordamos los desplazamientos en los sujetos del trabajo
desde la intersección con las categorías que generan desigualdad, y prestamos atención a
algunos que requieren detalle. De nuevo, las ‘mujeres’ son sujeto omnipresente en todos
los textos . ‘Trabajadoras’ es el segundo sujeto dominante. En éste el desplazamiento
271
se realiza en el ámbito del trabajo, al integrar tanto el trabajo remunerado como el que no
lo es. Y el tercer sujeto dominante es ‘personas’, sujeto emergente que adquiere
notoriedad en gran cantidad de los textos analizados, en el mercado laboral y en el trabajo
doméstico y de cuidados. La gran mayoría de los discursos del movimiento social también
sitúan a las mujeres como las que padecen los problemas. Son las trabajadoras en todas
las esferas. El siguiente grupo para quiénes las desigualdades de género en el trabajo son
un problema son aquellas que reciben cuidados y atención de forma especial: “la
población dependiente, las personas ancianas, las enfermas y sin recursos, los menores
de edad” : 272
“el problema lo tendrán las personas que se benefician de los cuidados de las
mujeres” (d10).
acepciones: “las peor situadas” – donde se integran siempre las mujeres- , las “personas 275
pronósticos, menos abundantes que los diagnósticos, indican que también son las mujeres
y las trabajadoras las principales receptoras de las demandas del MFM sobre el trabajo . 278
271
A excepción de (d13)
272
(d17)(d12)(d1)
273
(d20)(d18)
274
(d3) (d21)
275
(d21)(d26)
276
(d23)
277
(d15)
278
(d1; d5; d12; d17; d18; d20) Teniendo en cuenta colectivos específicos en el mercado laboral: “las mujeres embarazadas”, “mujeres
que desempeñan formas atípicas de trabajo” (d7) o diversas interseccionalidades: “las compañeras sin papeles” (d22).
329
El siguiente colectivo que centra las vindicaciones es, de nuevo, el de las personas
dependientes, ancianas, las criaturas, las discapacitadas o quiénes necesitan cuidados . 279
empresarial, más cercano a posturas liberales que el resto de documentos estudiados. Bien
podemos estar ante un feminismo conservador que utiliza marcos dominantes
empresariales para su expresión. En términos del antagonismo de clases - empleado/a-
trabajador/a vs empresariado-, encontramos a las ‘empresarias’ como sujeto dominante
en sus textos 281
y muy presente en los discursos institucionales. Empresarias y
directivas son objeto de políticas concretas como mujeres trabajadoras que requieren de
282
279
(d1)(d12((d5)(d18)
280
Ambos términos se encuentran en el documento analizado (d15). Otros textos hablan de ‘mano de obra’ (d21)(e54). ‘Personal
cualificado’ es otro de los términos que aparece en (d15).
281
(e34)(e38)
282
En (e44) y (e52) y también como sujeto dominante en las vindicaciones de (e38). Por el contrario, (e33) habla de ‘las obreras’ para
referirse a las trabajadoras.
330
mujeres a unirse a la lucha con ‘el resto de la clase trabajadora’ , incluyendo así a todas
283
las mujeres en esa clase social y extendiendo el sujeto al ámbito privado y no remunerado
también como lugar de trabajo. Una de las causas podría ser la que denuncian algunos
textos: el sujeto central del sindicalismo se mantiene como varón o sin género explícito:
“(…) mujeres de clase alta a quiénes las inmigrantes cuidan sus hijos” (d17).
283
(d27)
284
Entre otros muchos (d4)(d6)
331
laborales, la actividad y el desempleo 285
o la formación . Todas presentan sujetos del
286
Las mujeres pobres son sujetos específicos del trabajo mercantil 287
y del no
remunerado. Aquí a la pobreza se une la desigualdad de origen generando sujetos
específicos en muchos documentos:
Por tanto, la intersección de género y clase social queda difuminada en los sujetos.
A pesar de esta poca consistencia de la clase social, la mayoría de las personas
entrevistadas afirmaron la necesidad de incluirla como categoría fundamental al
considerar las necesidades de las mujeres en el trabajo . Pensamos que la dimensión
288
económica es muy pertinente para el MFM, y aparece en gran parte de los discursos.
Sucede que la clase social ha dado paso a nuevas fórmulas de expresión del problema
económico. En este sentido, el sujeto precario es uno de los emergentes. Si en 1994,
como veremos, los empleos ya eran ‘precarios y poco cualificados’ y son asignados a 289
mujeres; diez años más tarde la precariedad se hace sujeto y agente. Las personas y las
mujeres precarias provienen del mercado laboral, emanan de desigualdades económicas
pero adquieren nuevos significados y anclajes no tan sólo económicos o monetarios. La
285
Entre otros (d24)(d11)
286
(d13)(d20)(d21)
287
(d10)
288
Una de las entrevistadas no lo consideró en absoluto pertinente (e46)
289
(d4)
332
transformación se encuentra en los tintes identitarios, de género y por sus vínculos con
uno los marcos dominantes en los textos, el marco vida:
DOMINANTE
MENOR MARGINAL
Trabajadoras
Empresarias, empleadoras,
Precarias
cooperativistas, obreras.
Clase /desigualdad Pobres
Activas/inactivas Mano de obra,
económica - Doble
carga
Trabajadoras sumergidas, recursos humanos
Género
eventuales, autónomas
Personas sin prestaciones
Mujeres con formación
universitaria
Mujeres (inmigrantes) pobres
análisis, los sujetos ‘nativos’ dan paso a nuevos que obtienen importancia progresiva. Si
en los primeros documentos surge la contribución del sur al sostenimiento de los países
occidentales , más adelante ya se personifica “la aportación de las mujeres en países en
291
vías de desarrollo y del sur” en sujetos que cobran relevancia en el contexto español.
292
Esto se produce por dos vías, la primera que se mantiene hasta el final del análisis es la de
señalarlas como sujetos que sufren desigualdades específicas. Así, a mediados de los
noventa las mujeres ‘migrantes y negras’ 293
emergen en algunos discursos, y van
290
(e38)
291
(d5)
292
(d9)
293
(d6)
334
adquiriendo una presencia estable . De las inmigrantes se señalan, especialmente sus
294
vínculos con el trabajo doméstico remunerado . En los discursos, hay un paso siguiente,
295
que no se refiere tan sólo a su concreción como sujeto del trabajo, sino también a la
creación de la voz propia que ya hemos presentado. Es una identidad que puede ser cierta
o adoptada para aglutinar y personificar luchas:
“Hay una cifra alta de mujeres inmigrantes que buscan empleo pero que no están
registradas. Un limbo entre economía sumergida e inactividad. (…) aún teniendo
estudios, (…) aún teniendo papeles están en la hostelería y en la atención a las personas”
(e48).
294
(d11)(d14)(d21)(d24)
295
(d22)(d17)(d20)
335
A continuación presentamos una tabla resumen sobre los sujetos del trabajo que se
expresan desde la interseccionalidad género – origen:
a las personas transexuales . Tal vez el hecho de no generar un sujeto del trabajo
299
“Ellos y ellas están invisibilizados, sobre todo ellas. Así como en los entornos de
trabajo es muy frecuente hablar de las vidas personales (…) el imaginario social de estas
conversaciones es estándar y eso es un elemento de exclusión” (e37).
296
(d25)
297
(d25)
298
(d14)
299
(e33) (d25)(e50)
336
Los sujetos del trabajo desde la intersección del género con la categoría LGTB se muestra
en la siguiente tabla:
esta línea hay llamamientos a tener en cuenta los ciclos vitales de las personas, de las
302
“ (…) yo creo que la edad te influye para todo menos para fregar” (e32).
“otro sector importante son las mujeres jóvenes con titulaciones y subocupadas,
ahí hay una situación realmente crítica, encuentran trabajos lejos de su perfil
profesional” (e48).
“(…) igual es la edad ligada a la capacidad reproductiva y lo que eso supone” (e32).
El estado civil tampoco produce nuevos sujetos del trabajo y los clásicos ‘casada y
300
(d8)(e32)
301
(e32)(e39)(e24)(e48)
302
(e54)(e32)(e43)(e44)(e41)
337
soltera’ no están presentes en los textos, aunque se han encontrado algunas referencias a
las viudas . La situación de las madres solas con criaturas genera preocupación, y aunque
303
“La legislación no hace reconocimiento alguno a las mujeres solas con hijos. Eres
una especie de paria en el trabajo. Tienes que irte corriendo… te marca los años
centrales de tu vida profesional” (e36).
Por último encontramos otra serie de elementos que en conjunción con el género
producen desigualdades, si bien no producen un sujeto del trabajo específico, a saber, las
críticas al modelo familiar dominante (sin repercusión clara en la organización del
trabajo, ni siquiera el doméstico) , el aspecto físico de las mujeres , las desigualdades
304 305
“El aspecto de una persona, la belleza, por resumirlo de alguna manera, influye,
seguramente más en las mujeres que en los hombres” (e46).
“Al hacer cualquier análisis, se tienen que tener en cuenta el género, la clase y la
nación (e31).
303
En (e30) hay una referencia a la situación especial de las viudas en el mercado laboral.
304
(d25)
305
(e14)(e46)
306
(e39)
307
(e31)
338
A continuación presentamos una tabla resumen de sujetos del trabajo desde la
intersección del género con otras categorías de desigualdad:
Tabla 20: Sujetos desde la intersección del género con otras categorías de desigualdad
trascienden fácilmente a las amigas, las vecinas o las abuelas, todas ellas comparten una
agencia activa en el sostenimiento del mundo y realizan un trabajo fundamental:
“Les que cuiden fora de la llar també són les dones: veïnes, amigues, etc. Les
dones ho sabem fer” (d17).
308
(d3)
339
era tu madre que lo había hecho siempre de manera gratuita o mal remunerada, o si no
tu abuela o hermana” (e22).
“Que la retribución de una cuidadora, un trabajo duro donde los haya sea menos
de la mitad del salario interprofesional es intolerable. Estamos en contra de que se
resuelva en el ámbito del hogar” (e32).
‘Consejos para domésticas poderosas (…) Pensamos que teníamos que llegar a
otras mujeres, invitar a otras trabajadoras a pensar y a organizarse con nosotras’ (d22).
“De hecho si salimos el 1 de mayo, pues decimos que salgan las empleadas del
hogar y nosotras salimos detrás” (e30).
trabajadoras sexuales, que surgen con fuerza en parte de los discursos feministas en 312
309
(d14)
310
(d14)
311
(d6)
312
(d6) (d14)(d25)
341
contraposición con ‘la prostitución’ . La distinción es clara, mientras las primeras lo
313
reclaman como trabajo, como empleo y solicitan “combatir cualquier forma de abuso,
violencia o explotación laboral” 314
o hablan de trabajos afectivos . Las segundas no
315
parece que quieran englobarlo en esa categoría, y lo vinculan tan sólo a la violencia y a
situaciones forzadas, se trata de “mujeres obligadas a prostituirse” . Surge la 316
superwoman desde una posición de rechazo y los cuerpos adquieren tintes de sujeto en
317
hombres permanecían casi en silencio, en el sujeto del trabajo éstos aparecen en múltiples
ocasiones y a lo largo de todo el periodo de estudio. Generalmente se les presenta como
ausentes e inactivos en el trabajo doméstico y a veces son retratados como los que sufren
también el problema de la desigualdad : 319
La siguiente tabla presenta a los nuevos sujetos del trabajo que emergen en los
textos escritos y donde integramos al útimo sujeto que aparece en los textos, el político:
313
(d10)(d24)
314
(d25)
315
“hacerle una paja a un cliente” (d14)
316
(d10)(e33)
317
(e43)(d11)
318
(d25)
319
(d13)(d24)
342
“las mujeres somos necesarias, hoy más que nunca, como trabajadoras y como
ciudadanas” (d21).
“los ciudadanos y las ciudadanas deben ser motor de transformación social” (d16).
Hay sujetos que actúan “como mujeres feministas” . Un sujeto que busca su
320
320
(d8) (d19) (d29)
343
dependientes, sino personas activas, actoras de su propia historia, creadoras de culturas
y valores del trabajo distintos a los del modelo masculino” (d9).
es el progresivo paso del espacio comunitario como lugar en el que se redimensionan las
relaciones de trabajo. El tercer punto aborda los marcos que adquieren los problemas y las
soluciones del trabajo y el género en el espacio doméstico y privado. En cuarto lugar
tratamos los discursos del MFM ante el espacio mercantil y las empresas. Por último,
mostramos la elevada causalidad y responsabilidad sistémica interseccional de los textos
analizados al final del periodo.
Respecto al espacio comunitario, el análisis de datos plantea su progresiva
transformación como lugar de gestión del trabajo. Esto sucede especialmente en los
321
Ver tabla general de marcos en anexo 8
322
En el siguiente apartados del Capítulo 5 se presentan en profundidad los marcos institucionales y las relaciones discursivas entre
movimiento feminista y Estado
344
pronósticos, al retomarse las demandas de socialización del doméstico y de cuidados, y de
todos los trabajos sin distinción de si son remunerados o no. Es el caso de propuestas
vinculadas a la comunitarización: la autogestión del trabajo, el trabajo cooperativo, la
autoorganización, los aspectos de representación propia en los pleitos en el empleo, el
trabajo de cuidados o el político. Los grupos de mujeres incrementan su voluntad de
articular respuestas desde la coordinación con otros movimientos sociales o sindicales y a
partir de su empoderamiento. El Estado no responde o no se le quiere interpelar, por lo
que las soluciones se plantean desde la propia acción del MFM.
Por otro lado, se percibe una transformación progresiva del espacio doméstico y
privado como lugar de trabajo. El papel que juegan mujeres y hombres en los hogares se
reinterpreta. La implicación de los hombres es una demanda de privatización que se
repite a lo largo del estudio y en todas las estrategias discursivas, especialmente desde la
inclusión. Los hombres son los referentes del universal impuesto en el empleo – los
valores masculinos- 323
y en gran medida responsables de la sobrecarga de trabajo
femenina, atribuida también a un reparto desigual de los tiempos de trabajo. Los textos
subrayan la situación masculina de privilegio. Los hombres están muy presentes en la
adjudicación de responsabilidades . Apelados en términos de corresponsabilidad en los
324
“Me dijeron que había una reunión del MDM y si me quería quedar en el
despacho. Es la primera vez que oí hablar a feministas. Había muchas mujeres que eran
líderes del PC o de CCOO y que criticaban a sus maridos. Y les criticaban porque no
323
(d9)(d10)
324
(d3)(d23)(d20)(e37)(e48)
325
(d24)
326
(d24)
345
compartían las responsabilidades con los hijos. Y decían: si pedimos democracia fuera de
casa, dentro también la tenemos que practicar” (e36).
privilegiada y una vez allí, se olvidan de las demás , las jóvenes que piensan que “tener
328
un trabajo es un capricho” y otras mujeres entre las que surgen desigualdades de clase o
329
de origen:
“las (…) europeas se liberan del trabajo doméstico contratando inmigrantes” (d11)
“la responsabilidad (de compartir los permisos) de las mujeres en facilitar que
eso ocurra” (e37).
“también requiere que algunas mujeres nos pongamos duras a la hora de decir:
esto yo sola no lo tengo que hacer” (e33).
El hogar, determinado como lugar político por excelencia por parte del MFM,
adquiere importancia desde lo íntimo y en la acción política: “Esta casa en lucha” . El
331
uso del marco trabajo-precariedad-vida, incorpora la vida como espacio total del
trabajo. Y el cuerpo se alza también como lugar de acción de trabajo, al introducirse
327
(d7)
328
(d8)
329
(e32)
330
(e35)
331
(d27)
346
elementos subjetivos -sexuales, afectivos, relacionales, amorosos, de ciudadanía íntima,
etc– primero en estrecha conexión con lo doméstico y los cuidados, y después ampliado al
resto de actividades mercantiles y políticas:
“Tuve unas broncas en la mesa, con unas organizaciones empresariales (…) por
el permiso de paternidad (…) Tanta virulencia hubo con aquel tema, vamos detrás de eso
el aborto, o delante, o a la par” (e39).
332 (d22)(e29)
347
“hay que discutir la reducción de la jornada laboral con las empresas. Tienen que
contribuir. No son ajenas a la vida social (d9).
“el mercado tiene que hacer que los hombres asuman sus responsabilidades en la
esfera doméstica” (d10).
con el género pero sí entre otras categorías, a saber: las desigualdades económicas y
elementos LGTB en el capitalismo rosa . Por último, el sistema de precariedad
345 346
se
expresa desde la conjunción de todas estas categorías de desigualdad.
338
(d14)
339
(d7)(d10)(d14)(d17)
340
(d14)(d25)
341
(d2)(d3)(d4)(d8)(d9)(d10)
342
(d11)(d26)
343
(d25)
344
(d14)(d25)
345
(d25)
346
(d13)(d14)(d26)(d27)
349
11. Disforia de género
12. Transmaricabollobifobia347
13. Heteronormatividad
14. Sistema precariedad
Conclusiones
El análisis sobre naming y framing del trabajo en los textos del MFM se
caracteriza por una profusión de denominaciones y marcos que apunta a la complejidad y
polisemia de los conceptos de trabajo y género. Destacan los marcos bifocales aunque los
unidimensionales – empleo/ trabajo de las mujeres / sostenibilidad de la vida – están muy
presentes en los discursos. Asimismo, los que plantean visiones tridimensionales también
están en auge. En el proceso de enmarque, el marco vida se encuentra en disputa y resulta
fundamental para gran parte de las interpretaciones dominantes, menores y marginales.
Respecto a los desplazamientos, destacamos aquellos que vinculan el empleo a los
derechos sociales, el de cuidados a nichos de mercado y todos los enmarcados políticos y
347
(d25)
348
(d9)
349
(d7)
350
(d14)(d18)
351
(d9)
352
(d13)
353
(d9)
354
(d10)
355
(d26)
350
vitales que emergen.
Los desplazamientos en el sujeto dominante ‘trabajador’ se constatan
especialmente con el reconocimiento de las labores domésticas y de cuidados como
trabajo, así como del trabajo político. También el marco precariedad reformula el trabajo
en combinación con el marco vida, ampliando las tareas y a los sujetos considerados
como trabajadores a partir de una mutación en las categorías que señalan desigualdades
económicas en relación con el género. Otros desplazamientos significativos del género
provienen de su intersección con el origen (migrantas). El uso de personas desactiva y
profundiza a la vez elementos sexogenéricos en los sujetos. Madre, ama de casa y
empleadas del hogar se mantienen como sujetos del trabajo en los textos referidos al
trabajo doméstico, pagado o no, a los que se les añade el nuevo sujeto cuidadoras. Las
empleadas del hogar encarnan intersecciones (económica-género-origen) de forma
desarmónica. El origen es la intersección en los sujetos que más se detalla y también la
que más tiene en cuenta la pobreza y la desigualdad de clase, esta última en decadencia a
la hora de generar sujetos trabajadores. Destaca la emergencia de los sujetos políticos,
entre los que las feministas no ocupa un espacio relevante, pues en este como en todos los
puntos analizados se mantiene la dominancia de mujeres seguido de trabajadoras.
Los discursos sobre género y trabajo del MFM reinterpretan los espacio del trabajo
a partir de la visibilización de nuevos problemas y la elaboración de vindicaciones que
vienen a transformar el espacio mercantil, el privado y el comunitario. La
interseccionalidad del género con otras categorías es elevada al tratar los aspectos
sistémicos privados de los problemas. La interrelación de sistemas de desigualdad es cada
vez más clara, y la precariedad aúna todos los sistemas. El espacio comunitario se alza
como lugar de acción política, a la par que el Estado es, cada vez más, fuente de
problemas y de pocas soluciones, aunque las demandas a las instituciones se incrementen.
La interacción con el ámbito mercantil es compleja y la solicitud de intervención
masculina en los hogares una constante.
351
352
353
7 LAS DIMENSIONES DE JUSTICIA EN VINDICACIONES Y
POLÍTICAS PÚBLICAS. ANÁLISIS DE DATOS (II)
En este capítulo se plantean los principales marcos de problemas y soluciones que
aportan los discursos del MFM desde las dimensiones de justicia. En primer lugar
abordamos los marcos entorno a la redistribución (marginación económica; explotación
y privación) y el reconocimiento (no reconocimiento, dominación cultural e irrespeto). El
segundo apartado del capítulo trata en profundidad los marcos que explican la tercera
dimensión de justicia en liza, la representación (no representación, desempoderamiento,
deslegitimación). En ambos apartados, se estudian los marcos de diagnóstico y de
pronóstico. Se han combinado las dimensiones de por qué se ve cómo un problema, cómo
se representa la solución y las acciones que se proponen del entramado de preguntas guía
(Ver Anexo 3). A su vez, se tienen en consideración los elementos económicos, culturales
y políticos que emergen, y las atribuciones de causalidad. En el apartado 6.2 se tratan
también las relaciones del MFM con el sindicalismo y con el Estado. Y en el último
apartado, señalamos los principales marcos institucionales sobre trabajo y género, en
discusión con los discursos del movimiento social. De forma transversal, en este capítulo
tratamos otra de las preguntas centrales de esta investigación, la relativa al diferente
enmarque discursivo de las estrategias de género (inclusión, inversión y
desplazamiento) del MFM.
356
En el Anexo 5 se introducen las tablas de los diez marcos con los submarcos correspondientes desde las dimensiones de
redistribución y reconocimiento.
355
Tabla 23: Marcos principales Redistribución – Reconocimiento
DIAGNÓSTICO PRONÓSTICO
Organización de tiempos y de trabajos (1) Reorganización de tiempos y de trabajo (1)
No reconocimiento (2) Reconocimiento (2)
No redistribución (7) Redistribución (7)
Desigualdad y discriminación laboral (3)
Modelo dominante de trabajo masculina (4)
Mantenimiento de la vida (5)
Valor/Valoración (6)
Políticas públicas y normativa (8)
Trabajo-precariedad-vida (9)
Crisis de los cuidados (10)
2. (No) reconocimiento
El marco de (no) reconocimiento está presente en todos los diagnósticos a lo
largo del periodo y en todas las estrategias discursivas. En el pronóstico no aparece en la
estrategia de inclusión y en otras ocasiones se subsume en el marco valor/valoración. No
debe confundirse con la dimensión de reconocimiento, aunque esté vinculado a ésta de
forma clara. El marco expresa problemas de marginación, irrespeto o falta de
reconocimiento y las soluciones o demandas concretas para solventarlas. A veces los
problemas de reconocimiento se muestran desde la dimensión de redistribución, sobre
todo a inicios del periodo, cuando el reconocimiento todavía se encuentra en proceso de
356
articulación.
5. Mantenimiento de la vida
Este marco es junto con el marco valor/valoración el pronóstico del anterior, por
lo que se inscribe también en la estrategia de inversión. Comparte con éste algunos
submarcos, siendo el más destacado el de la satisfacción de las necesidades humanas.
Representa, además, un marco de trabajo en sí mismo. Junto con el marco de
valor/valoración indica las alternativas concretas sobre el modelo dominante de trabajo.
Es decir, es un marco de cambio de paradigma. De ahí surge la concreción del submarco
357
cuidadanía, que se expresa desde las tres dimensiones de justicia. Los vínculos con el
marco de trabajo-precariedad-vida son explícitos y la denominación/marco del trabajo
cuidado se encuentra de forma intrínseca en la construcción del mantenimiento de la
vida.
6. Valor/Valoración
Este marco indica el problema del valor y de la valoración de las actividades y de
las propias mujeres, un marco sobre todo de pronóstico que indica qué trabajos deben
valorarse y cómo. No está presente en la estrategia de inclusión. Por sus características
comparte submarcos con el no reconocimiento, como es el caso de las estadísticas
oficiales o la devaluación. En el tiempo de análisis surge junto con la expansión de la
dimensión de reconocimiento, y los esfuerzos discursivos por descentrar al empleo como
marco hegemónico de trabajo. También se expresa de forma prolífera desde la
redistribución, pues viene a proponer diferentes estrategias de terminar con los problemas
relacionados con la devaluación de todo el trabajo realizado por las mujeres.
7. (No) Redistribución
Este marco tampoco debe confundirse con la dimensión de justicia de
redistribución, aunque estén vinculados. El marco de (no) redistribución expresa
problemas de explotación, marginación económica y privación y las soluciones para
terminar con ellos. En el análisis se ciñe a los problemas estructurales de gestión –
generalmente estatal- del trabajo y a soluciones que proponen cambios en las formas en
las que ésta opera o al refuerzo de sus premisas. Excluye los problemas y las propuestas
sobre desigualdades y discriminaciones laborales que ya toman forma a través de ese
marco y se ciñe a las cuestiones sistémicas o macro de la gestión del trabajo, es decir, se
guía por los marcos de sistemas-causas y los problemas derivados del actual modelo
redistributivo y a su pronóstico. Por tanto, comparte submarcos redistributivos con el
marco de (re)organización de tiempos y de trabajos. Está presente en las estrategias de
inclusión y de desplazamiento, a inicios y sobre todo a finales del periodo de estudio. Es
entonces cuando incorpora problemas de falta de reconocimiento, pero no expresa
soluciones en esa dimensión.
358
9. Trabajo-Precariedad-Vida
Este es un marco que surge con fuerza a inicios del siglo XX. Es también un
marco de trabajo en sí mismo, que proviene de una causalidad sistémica de precariedad y
adopta también la forma de sujeto del trabajo. Su versión laboral se encuentra en todo el
periodo de estudio bajo el marco de desigualdades y discriminaciones laborales, por lo
que se desarrolla desde la dimensión redistributiva, aunque su dominancia en el periodo
final del estudio no se entiende si no es interpretado, a la par, desde el reconocimiento y la
representación. Su configuración holística viene determinada por el marco vida y por
integrar todo tipo de trabajos en su enmarcado, sin distinción alguna. Por tanto, comparte
submarcos con la no redistribución y el no reconocimiento, y a pesar de que sólo se ha
detectado en los diagnósticos, también está muy relacionado con el marco de
mantenimiento de la vida. Este marco es central en los discursos de la estrategia de
desplazamiento y su concreción apunta a problemas novedosos en todas las dimensiones
de justicia.
357
(d3)(d4)(d6)
358
(d1)(d2)(d5)(d6)
360
Irrespeto (d1)
Precariedad en el mercado (d2)
Fragilidad en el mercado (d3)
Fragilidad en el mercado (d3)
Organización de Doble presencia (tiempos) (d2)(d3)(d6) Doble presencia (no
tiempos y trabajos No corresponsabilidad (masculina y social) reconocimiento trabajo hogar)
(d2)(d3)(d4)(d6) (d2)(d3) (d2)(d3)(d5)(d6)
Empleo a tiempo parcial (d2)(d4)
No reconocimiento Falta de redistribución y privación de bienes Socialización del género (d2)
trabajo mujeres (d5) (d6)
(d1)(d2)(d5)(d6) No reconocimiento trabajo
mujeres (d5)
REDISTRIBUCIÓN RECONOCIMIENTO
MARCOS
PRONÓSTICO
Redistribución
La entrada de los usos de los tiempos en los debates feministas viene a trastocar la
dimensión redistributiva en los diagnósticos y los pronósticos de los textos. El marco
(re)organización del trabajo 359
entre hombres y mujeres es un problema en si mismo
expresado en el submarco de la falta de corresponsabilidad masculina (y social) en el 360
trabajo doméstico. Lo mismo sucede con la redistribución de los tiempos . Los 361
discursos indagan en las posibilidades y proponen nuevas fórmulas que pasan por la
perspectiva de la inclusión: de los hombres en las tareas del hogar o del trabajo doméstico
en el ciclo laboral. La reorganización atañe así a otros recursos, no únicamente los
monetarios. Las dudas se ciernen sobre las propuestas de concreción de una nueva
359
(d3) (d4)
360
(d2)(d3)
361
(d3)(d4)(d6)
361
organización de tiempos y trabajos:
“(…) una nueva organización de los tiempos de trabajo que sustituya a la división
sexual del trabajo (…) hay que reconocer que el tiempo dedicado a las tareas domésticas
es un tiempo social, incluirlo en el ciclo laboral y repartirlo entre mujeres y hombres”.
(d3)
362
(d2)(d3)
363
Recortes, privatizaciones y reformas (d5)(d3). La “crisis empresarial y el desempleo” se solucionan con el empleo a tiempo parcial
de las mujeres (d2) y el “capitalismo, la sociedad industrial hiperproductivista y el consumismo” (d4) son sistemas que despuntan de
forma marginal relacionados con la dimensión de redistribución.
364
(d1)(d2)(d3)(d4)(d5)(d6)
365
Situamos este submarco dentro del marco general ‘desigualdades y discriminaciones en el mercado laboral’ pero bien podría
colocarse dentro de la organización de tiempos. En (d2)(d4)
366
(d3)(d6)
367
(d4)
368
(d3)
362
el empleo:
Reconocimiento
En este periodo constatamos que la dimensión de reconocimiento se encuentra
todavía en proceso de construcción respecto a la potencia que adquirirá en años
posteriores. El sistema-causa de la socialización de género , ayuda a entender los dos
370
Este no reconocimiento del trabajo de las mujeres y “de los saberes femeninos” 372
“producimos dos tercios del trabajo mundial” . E incide en el mercado laboral ya que:
374
“(el trabajo) antes realizado sin remuneración por las mujeres en el hogar ahora
se pasa al mercado con baja cualificación” (d6).
369
(d1)(d3)(d4)
370
(d2) (d6)
371
(d2)(d3)(d6)
372
(d6)
373
(d5)
374
(d6)
363
SUBMARCOS
O
D
C
T
S
I
375
(d6)(d5)
376
(d5)
377
(d6)
378
(d5)
364
Desigualdad y Igualdad de oportunidades en el empleo (d15)
discriminación laboral Trabajo gratuito mercado laboral (d7)
Acoso, falta de promoción (d7)
(d7) (d12) (d15) desigualdad salarial, segmentación, empleo a
tiempo parcial (d7)
Precariedad en el empleo (d7)
No reconocimiento trabajo Trabajo doméstico sin
mujeres/doméstico (d12)(d7) Gratuidad del trabajo familiar (d12) contraprestaciones sociales (d12)
No reconocimiento de la
feminización de la pobreza (d7)
MARCOS
REDISTRIBUCIÓN RECONOCIMIENTO
Compartir TD entre mujeres y hombres (d12)(d16) Sensibilización e implicación
Reorganización de tiempos Creación de servicios (cuidado y atención) (d12) empresarial y social (d12)
y de trabajos Buena distribución de los tiempos (d7) Igualdad de trato y oportunidades
(d7)(d12)(d16)(d15) Conciliación de la vida familiar, laboral y personal (d15) (d16)
(d15)
PRONÓSTICO
Flexibilidad (d15)
Formación y orientación laboral para mujeres Ley de igualdad (d16)
Políticas públicas y contratación igualitaria (d12) Planificación pública del trabajo
normativa sanciones a empresas, acceso a sectores con reproductivo (d12)
(d7) (d12) (d15)(d16) infrarrepresentación (d12) Sensibilización e implicación
Ley de igualdad (d16) empresarial y social igualdad (d12)
Igualdad de trato y oportunidades
(d15) (d16)
Reconocimiento de la plena
igualdad (d16)
Redistribución
El marco desigualdades y discriminaciones laborales es dominante en el
diagnóstico centrado en condiciones laborales, de acceso, mantenimiento y promoción . 379
379
(d7) (d12) (d15)
380
(d7)
381
(d7)
382
(d15)(D16)
383
(d10)
384
(d12)
365
sociales, que apunta a un pronóstico en el que se desdibuja una redistribución
monetarizada apelando a otros recursos. El marco precariedad , marginal en esta 385
“Con esta Ley, tanto Mujeres como Hombres, están más próximos a compartir
responsabilidades familiares, trabajo y poder” (d16).
385
(d7)
386
Los textos aquí analizados engloban un programa político de un grupo de mujeres que concurre a las elecciones locales, textos de
sindicalistas o el Manifiesto de apoyo a la Ley de igualdad.
387
(d12)(d16)
388
(d7)
389
(d12)
390
(d15)
391
Especialmente para la población dependiente. Proponen la creación de servicios ‘innovadores’ de atención domiciliaria, de
comedores, de ayuda a la dependencia y cuidado… (d12)
366
compone el marco redistribución porque la atribución de causalidad y los sistemas-
causas no son explícitos. Para los discursos alineados en la estrategia de inclusión las
bases legislativas son sólidas, la normativa ampara la igualdad , pero se opina que no son 392
Reconocimiento
Aunque en menor medida, la dimensión de reconocimiento ocupa también su
espacio en los discursos en los que prevalece la inclusión. El reconocimiento se aplica de
forma especial al trabajo doméstico y de cuidados , a pesar de que se rememora el
396
esfuerzo feminista histórico por visibilizar a las trabajadoras asalariadas . Asimismo, 397
392
(d7)
393
(d12)
394
(d12). La infrarrepresentación femenina en sectores laborales también puede expresar problemas de reconocimiento y de
representación.
395
(d16)
396
(d12)
397
(d7)
398
En (d7) se le atribuye a los conflictos armados y a las políticas de ajuste estructural, es decir, parece mantenerse en la escala
internacional. En (d14) (d24) (d26) es un problema local. Y(d2) se habla de pobreza feminizada.
399
(d12)
367
hacia la construcción de una sociedad más justa y equilibrada” (d16).
SUBMARCOS
O
R
C
T
P
I
368
Valor/Valoración Medición en contabilidades Visibilizar tareas mujeres (d17)
(d8) (d9) (d10) (d17) nacionales (d8) No desde parámetros mercantiles
Aumento subsidios para (d9)(d10)(d17)
madres (d8) dependencia (d9)(d17)
Dinero para madres que libertad (d9)(d17)
han sufrido Violencia (d8) necesidades humanas (d10) (d9) –
Salario para cuidar y otras necesidad cotidiana y real del
crianzas (d8) cuidado (d17)-
Prestación específica deseos (d17)(d10) – de las mujeres e
cuidadoras (d8) impuestos (d17)
derechos -de cuidar y de ser cuidada-
(d17)
Mantenimiento de “Cuidar la vida” (d9)
la vida cuidado en el centro de la sociedad
(d9)(d10)(d17) Cuidadania (d17) (d17)
sostenimiento vida humana (d9)
Sostenimiento vida planeta
(d9)(d10)(d17)
Satisfacción de las necesidades
humanas (d9)(d10)
Cuidadanía (d17)
Reorganización de Socializar y (politizar) el Reorganización de tiempos siguiendo
tiempos/trabajos cuidado (d17) el modelo femenino de trabajo
(d17) Reparto equitativo entre (priorización trabajo doméstico sobre
mujeres y hombres del laboral) (d9)(d10)
trabajo doméstico (d17)
Reconocimiento
Mientras en discursos presentados con anterioridad el marco desigualdades y
discriminaciones laborales se corresponde con una enumeración de problemas y trabas
de las mujeres en el mercado, en los discursos de inversión el marco similar es el modelo
masculino dominante de trabajo. Si el primero apenas tiene una causalidad, este último
destaca por todo lo contrario. Los documentos subrayan que la hegemonía de este modelo
se encuentra enraizada en la división sexual del trabajo generada por la sociedad
369
patriarcal (valores masculinos) y capitalista:
400
los hombres en las tareas domésticas , tensión interior en las mujeres , violencia
402 403
desvalorización 410
de las mujeres y de sus tareas. Los problemas se presentan desde un
marco que promueve el reconocimiento de un nuevo fenómeno promocionado por la
globalización, la crisis de los cuidados . Marco que se utiliza durante el resto del
411
análisis, y sitúa el foco en los cuidados remunerados que realizan las mujeres inmigrantes
en territorio español.
400
(d9)(d10)
401
(d9)(d10)(d17)
402
(d9)(d10) (d17)
403
(d9) “Contradicción permanente” en documentos anteriores
404
(d8) (d10)
405
En (d17) estos marcos se aplican a la situación de las mujeres en el mercado laboral y especialmente a las cuidadoras remuneradas
406
(d8) (d9) (d10) (d17)
407
(d9)(d10)
408
(d9)(d8)
409
(d8)
410
(d9)(d17)
411
(d9)(d10)(d17)
370
“(hay que) visibilizar tareas que tradicionalmente han desarrollado las mujeres
en la sociedad y en la economía”(d17)
412
(d10)
413
(d10)
414
(d9)
415
(d9)
416
(d9)
371
“plantear una libertad viviendo y satisfaciendo las necesidades” (d9), pues “el
capitalismo nos expropia de nuestros deseos”(d17)
“el centro de los objetivos sociales, políticos y económicos debería ser la vida
humana y las diversas actividades deberían girar en torno a este objetivo y estar a su
servicio” (d9).
417
(d9)(d17)
418
(d9)(d17)
419
(d10) (d9) (d17)
420
(d17)
421
(d17)(d10)
422
(d10) (d17)
423
(d17)
424
(d8)
425
(d9)(d10)(d17)
426
(d9)
372
tiempos/trabajos. Desde el reconocimiento, la óptica de la inversión prioriza el modelo
femenino:
Redistribución
Bajo el marco modelo dominante de trabajo masculino se engloban los
problemas redistributivos de las mujeres en el mercado laboral. Capitalismo y patriarcado
generan exclusiones en el mercado laboral. Cuando se prioriza el sostenimiento de la vida,
ocurre que
“el análisis del trabajo asalariado toma(ba) otra perspectiva (…) las actividades
mercantiles no podrían subsistir sin este otro trabajo, que crea las condiciones necesarias
para (…) adquirir (…) el capital humano. El trabajo doméstico y de cuidados) influye en
la forma en la que las mujeres acceden al mercado laboral” (d9)
427
(d10)
373
como única alternativa de trabajo remunerado para muchas mujeres. Además se señala el
submarco de flexibilidad como generador de problemas, mientras que en la estrategia de
432
428
(d8)
429
(d10)
430
(d10)
431
(d10)(d17)
432
(d17)
433
(d8)
434
(d8)
435
(d8)
436
(d8)(d10)(d17)
374
submarco de reparto equitativo entre mujeres y hombres 437
aplicado al trabajo
doméstico y de cuidados como marginal en esta estrategia feminista. Por último,
señalamos el submarco cuidadania, en construcción y por ello permeable a todo tipo de
dimensiones y estrategias, aunque promovido por la inversión. Éste se trata en
profundidad en apartado 7.3. También el marco de acción colectiva huelga aparece en los
pronósticos de inversión y se analiza en el apartado 7.2.
437
(d17)
438
Señalamos que los textos vascos analizados en este punto (d18)(d19) comparten con el documento (d17) el hecho de haber sido
elaborados en encuentros feministas. Pensamos que la redacción conjunta ayuda a una elaboración rica en enfoques. Constatamos que
en las conclusiones de las jornadas de Euskalerria, la estrategia de inversión está más cercana al feminismo radical que al de la
diferencia que emana de algunos puntos de (d17). Si bien los pactos entre mujeres son también fundamentales para las vascas, la
agencia se sitúa en el movimiento feminista, y no tanto en las propias mujeres. Por otro lado, percibimos desplazamientos en el
tratamiento que se da al cuidado y se comparte con los discursos de inversión la voluntad por centrarlo en las ‘necesidades de las
personas”, y se opta a su vez por ‘humanizarlo’ (d19).
375
Tabla 27: Redistribución y reconocimiento desde el desplazamiento (2000-2008)
SUMBARCOS
Reconocimiento
376
El reconocimiento en los discursos situados en la estrategia de desplazamiento
arroja luz donde había sombras: se indaga en la existencia del ‘autocuidado’ , en “los
439
trabajos invisibles” (remunerados o no) , en las propias mujeres, “invisibles para unas
440
estadísticas patriarcales (…) nos matan a trabajar y nos llaman inactivas” 441
o en las
“experiencias (laborales) de precarios y precarias” . El abanico del reconocimiento se
442
amplia con nuevos sujetos del trabajo y a “nuevos trabajos”. De forma especial se
reconoce, la situación de las personas inmigrantes , a la que se añaden las que sufren
443
439
(d19)
440
(d14)
441
(d11)
442
(d14)
443
(d11)(d14)
444
(d14)
445
(d11)(d14)
446
(d11)(d13)(d14)
447
(d14)
377
capitalismo y patriarcado. Y a su vez surgen la división sexual e internacional del
448
Redistribución
La redistribución aparece en estos diagnósticos situada en la carencia de derechos
en el mercado laboral y se amplia a todo lo que conlleva la precariedad en el trabajo,
que tal y como se ha señalado es vital . Por tanto viene determinada desde el marco
451
“pensar el reparto del tiempo entre los diversos recursos: comunitarios, privados,
externos a la familia, provenientes de personas del entorno…” (d19).
448
También neoliberalismo en (d18) y (d14)
449
(d11)
450
(d14)
451
(d13)(d14)(d18)(d11)
452
(d11)(d13)(d14)(d18)
378
2009 tuvo lugar el hasta la fecha último gran encuentro feminista en el Estado español y
para entonces se formaliza la crisis económica y de representación que azota el país desde
años antes. El análisis desde la inclusión, la inversión y el desplazamiento es complejo en
estos discursos .453
Además, del marco dominante trabajo-precariedad-empleo
(submarcos: mercantilización, cosificación), la crisis económica propicia el nuevo marco
(no) redistribución, del que emanan submarcos novedosos de diagnóstico
(privatización, recortes, derechos derivados) y el de redistribución en el pronóstico
(submarco: universalización). Otros marcos conocidos se mantienen en menor medida, a
saber: reorganización de tiempos y de trabajos, no reconocimiento y desigualdades y
discriminaciones laborales. A continuación exponemos una tabla con los marcos más
destacados y sus submarcos según hagan referencia a la redistribución o al
reconocimiento:
SUBMARCOS
MARCOS REDISTRIBUCIÓN RECONOCIMIENTO
No Recortes y privatizaciones (d24)
redistribución Disminución derechos sociales y TD invisible (d27)
(d20)(d21)(d24)(d27) derivados (d24)(d20)(d21) Empleadas del hogar, no
DIAGNÓSTICO
453
A excepción de (d25), claramente situado en el desplazamiento, el resto de los documentos presentan elementos que pueden situarse
en las tres estrategias
379
domésticas (mal remunerado)
(d20)(d22)(d24)(d26)
Mercantilización y cosificación
(d24)(d25)
Reorganización Falta de corresponsabilidad masculina
de tiempos y de en hogares (d22)
trabajos
Valor/Valoració Estadísticas oficiales
n (d20)(d24)
No No reconocimiento
reconocimiento situaciones particulares
(d21)(d22)(d23)(d24) (d21)(d22)(d23)(d24)
(d25)(d26) (d25)(d26)
Estigma de la prostitución
(d25)
normativa
(d20)(d21)(d22)(d24)
(d26)
En este periodo observamos desplazamientos del género que inciden en las voces
y en los sistemas-causas. Surgen sujetos y agencias antes no presentes , hecho que lejos 454
la socialización del género que implica la obligatoriedad del trabajo doméstico impuesta a
las mujeres, se mantiene, pero destaca un pronóstico en el que se busca la “eliminación de
los roles de género” y “generar modelos masculinos distintos a los tradicionales” . La
456 457
454
Una característica general reseñable es que se trata de un periodo en el que los discursos han sido elaborados por grupos de hombres
(AHIGE), grupos mixtos (Asamblea Laboral de Arganzuela, Madrid) y grupos que rechazan la adscripción mujeres-hombres
(Asamblea Transmaricabollo).
455
(d25)(d24)(d23)(d21)
456
La cita es de (d24) también presente en (d25)
457
(d23)
458
(d25)
381
colectivo heterogéneo – sigue siendo alta y clara . Por su parte, en los sistemas-causa
459
Redistribución
En este periodo, la causalidad apunta sobre todo a nociones de redistribución,
teniendo en su punto de mira a los gobiernos y al modelo económico actual:
“la crisis económica que evidencia el fracaso del modelo económico actual” (d21)
A partir de la causalidad de “las políticas erróneas de los gobiernos” 464
que
carecen de una perspectiva de género y son perjudiciales para las mujeres, se despliegan
los marcos de no redistribución, y también el de desigualdades en el mercado laboral,
el marco trabajo-precariedad-vida, y en menor medida en el diagnóstico la
459
(d20) Y los diagnósticos y los pronósticos abordan, de forma marginal, tanto el empleo como el trabajo doméstico - con acento en
este último - desde la perspectiva de ‘las mujeres’.
460
(d25)
461
(d20)(d27)(d24)
462
“brutalidad capitalista” (d25)
463
La cita es (d24) y es “ofensiva patriarcal y capitalista” en (d27)
464
(d21) se han elaborado “para paliar situaciones que afectan más a los hombres” y fomentan el empleo a tiempo
parcial
382
reorganización de tiempos y de trabajos. Este periodo dibuja un contexto en el que la
redistribución de recursos se hace cada vez más desigual:
“los recursos para las mujeres disminuyen y los nuevos están dirigidos
únicamente a los hombres” (d21).
“se sostiene a costa del trabajo invisible que estamos obligadas a hacer las
mujeres” (d27).
465
(d20) (d21) (d24)
383
“que nuestras pensiones y jubilaciones sean las más bajas de la seguridad social
a pesar de haber cuidado, educado y atendido a nuestras familias durante toda nuestra
vida” (d20).
“Queda mucho por hacer para conseguir un reparto proporcional de las tareas
domésticas” (d26).
se cierne sobre las mercantiles. La crisis hace emerger labores marginales: “mendicidad”,
“venta ambulante”, “prostitución”, “trabajo sexual” , que son retratadas como
471
conduce a ampliar las desigualdades entre “los ricos (y) las pobres” 473
y se expresa
466
(d20)(d21)(d24)
467
(d20)(d22)(d24)(d26)
468
(d20)(d23)(d21)(d24)(d26)
469
(d23)(d21)(d24)
470
(d26)
471
(d20)(d26)(d24)(d25)
472
(d26)
473
(d26)
384
también a través del submarco de la creciente feminización de la pobreza , aunque en
474
“Sus tasas de pobreza son mucho mayores (…) Las personas peor situadas son las
que más la sufren” (d21)
474
(d24)(d26)(d27)(d21)
475
(d20)(d21)(d24)
476
(d20)(d21)(d22)(d24)(d26)
385
En ocasiones no hace diferencias entre trabajos, aunque sí que solicita una disminución de
los tiempos laborales en favor de otras tareas. Los permisos de cuidados , sin asignación
478
“La justicia social pasa por la solidaridad en el mercado laboral y en todos los
trabajos (…) requiere de una transformación económica a un modelo donde aumente el
peso de la gestión comunitaria y del trabajo autogestionado” (d24).
477
(d20)(d23)(d24)
478
(d21)(d24)
479
(d24)
480
(d24)(d26)
386
El último marco dominante de pronóstico, el de redistribución, está relacionado
con el anterior en su faceta transformativa, pues hay recetas expresadas en el submarco
cambio de las reglas de juego en las que se proponen nuevos modelos económicos y de la
gestión del trabajo. Ante los ataques diagnosticados al Estado de Bienestar, el pronóstico
acentúa lo “socialmente necesario” y se quieren potenciar los recursos de los que había
481
hecho gala ese Estado social en declive. Así desde la estrategia de inclusión, destaca el
submarco universalización:
Reconocimiento:
La dimensión de reconocimiento en el diagnóstico y en el pronóstico es menos
profusa que la redistribución, aunque mantiene su espacio. Destacan los marcos de no
reconocimiento y de valor/valoración. El primero abarca la no visibilización de una
amplitud de antiguas y nuevas situaciones particulares o comunes, tales como el acoso
482
trabajos de cuidados de las personas” , éstos se tratan desde una falta de asignación
486
481
(d21)
482
Las de las “inmigrantes, personas sin papeles, extranjeras, amas de casa, mujeres con alta formación, victimas de violencia, las
mujeres en todos los países; monoparentales, personas transmaricabollos, los padres” (d21)(d22)(d23)(d24)(d25)(d26)
483
(d24) También se expresa como submarco de políticas y legislación laboral
484
(d20)
485
(d25)
486
(d26)
387
sexuada, y por no resaltar si se realizan “de forma remunerada o gratuita” , el pronóstico
487
requiere:
“Se otorga valor social a las realizadas por los hombres, negando derechos y
487
(d22)
388
ciudadanía a las mujeres” (d20).
488
(d2)
489
(d26)
390
masculino presenta dos submarcos: tensión en las mujeres y el universal masculino
490
representación desde los tres aspectos en los que ésta se expresa, encontramos los
señalados y otros de interés:
490
(d9)
491
(d10)
492
(d14)
493
(d13)(d14)
494
(d13)
495
(d3)(d10)
496
(d7)(d9)(d10)(d14)
497
(d7)(d9)(d10)(d14)
498
(d10)
499
(d3)(e54)(d9)(d17)(e33)(d13)
500
(d13)(d14)
501
(d13)(d14)
502
(d13)(d14)
503
(e25)
504
(d26)
505
(d27)
506
(d3)(e54)(d9)(d17)(e33)(d13)
391
análisis, y cuando se expresan desde el marco trabajo-precariedad-vida se incide en un
diagnóstico de estrés, sumisión y merma de la capacidad de protesta . Se apunta a que
507
“el ciudadano global sigue siendo el mismo ciudadano ilustrado (…)” (d10).
“No se nos tiene en cuenta a hora de dar soluciones, pero sí para pagar las
consecuencias” (d27).
507
(d13)(d14)
508
(d7)(d9)(d10)(d14)
509
(d10)
510
(d3)(d10)
392
reconocimiento, varios presentan directamente marcos de acción colectiva (MAC). La
desigualdad y la discriminación laboral, a pesar de ser un marco de diagnóstico da pie a
la autoorganización . Por su parte, la reorganización de tiempos y de trabajos es
511
511
(d1)(d13)(d22)
512
(d5)
513
(d7)(d16)
514
(d6)
515
(d27)
516
(d7)
393
• Poder
de
negociación
(d6)
• Empoderamiento
(d22)
• Comunicar
(d20)
(d14)
Legitimación • Huelga
(d8)(d14)(d22)(d27)
• Politización
(d17)
• Humanización
(d19)
• Agenda
propia
(d9)(d10)(d5)(d22)
Antes de abordar los dos MAC dominantes, presentamos los que aportan aspectos
de legitimación. Las causas de la no representación del MFM en el trabajo se sitúan en las
instituciones que deberían dar cauce a sus demandas, en la creciente crisis de
representación democrática , y en una entente entre el Estado y el mercado - que
517
517
(d10)
394
y empresas 518
como principales responsables de la falta de autoridad discursiva de los
movimientos sociales. Estos marcos son los de agenda propia y la politización de
elementos del trabajo, también el doméstico y de cuidados. La demanda de paridad sufre
un desplazamiento de la esfera pública a la privada:
La ‘redistribución de tiempos y de trabajos’ es la “agenda de las mujeres para el
siglo XXI (trabajar menos por más)” (d5)
518
(d25)
519
(d12) es el programa político de Plazandreoak
395
“Salir a la calle a protestar haciendo acciones o manifestaciones (…) hacer una
campaña con la que difundir nuestras demandas, comunicárselas a la sociedad y
hacernos visibles” (d22).
(las mujeres) “ya no son personas secundarias y dependientes, sino activas (…)
creadoras de (…) valores distintos a los del modelo masculino” (d9).
“El poder reside en la capacidad contractual y ésta a su vez en los cargos que se
ostentan en las organizaciones sindicales”(d7)
“No queremos una parcela del poder en los espacios oficiales” (d11)
520
(d9)
396
Además, esta no participación en la representación formal se relaciona bien con
el submarco modelo de participación de las mujeres, bien con el de autoorganización.
Éste último submarco es dominante en los textos analizados y expresa diversas soluciones
al problema de la no representación del MFM en el trabajo. La autoorganización es un
MAC porque se articula desde la necesidad de control del trabajo que realizan las
empleadas. Es decir, también desde el empoderamiento como seres políticos, integrando
aspectos de legitimación al tratar la necesidad de creación de una agenda propia. A su vez,
inscribe a quiénes lo articulan como las representantes genuinas de sus demandas. En gran
medida, aquí se integran los discursos de quienes plantean directamente sus pleitos
entorno al trabajo y al género ante instituciones y empresas y los colectivos que formulan
soluciones desde la autogestión, al margen de canales formales. Además, la dominancia
del marco autoorganización está determinada por los aspectos de transformación de la
dimensión de redistribución que ya se han señalado, a saber: impregna la vida, - el hogar y
lo individual, además de la esfera pública - y se entiende como parte de esa potenciación
del espacio comunitario que hemos detectado. Señala a la capacidad propia del
movimiento social y del espacio comunitario para la creación de alternativas de gestión
del trabajo:
un MAC que debe ser útil, entre otras, para crear “centros infantiles, acceso al agua
potable” 522
y reconocer “la tarea biológica de las mujeres” . Desde el desplazamiento, la
523
huelga ‘laboral’ no satisface a las activistas por no reconocer las experiencias en el trabajo
doméstico y de cuidados y también en muchos trabajos remunerados. Y por no tener
presente la explotación y la marginación existente en estas tareas:
las amas de casa, los inmigrantes o los precarios” . El proceso de transformación del
525
521
(d8)
522
(d8)
523
(d8)
524
(d14)
525
(d14)
526
(d22)
398
sitúa en el contexto de las huelgas generales clásicas , buscando visibilizar: “el trabajo
528
527
Aunque no es una huelga, en (d20) se plantea una manifestación de mujeres para el 1 de mayo
528
(d14)(d27)
529
(d27)
530
(d27)
399
explica y sigue presente en los discursos. Por parte de las activistas, influye el apreciar a
las sindicalistas como feministas o no. Además, constatamos que la unidad de acción está
condicionada territorialmente. En el feminismo vasco es potente, mientras que en otros
puntos del Estado se ha ido difuminando. Por su parte, el sindicalismo persigue alianzas
con el feminismo, aunque tampoco hay unanimidad respecto a que las secretarías de
igualdad o de las mujeres de los sindicatos se consideren a si mismas parte del
movimiento:
531
(d6)(d19)
532
(e36)(d12)
401
“Nosotras creemos que las secretarias de mujer de los sindicatos son parte del
movimiento feminista, y nos coordinamos con ellas muchas veces …y en la medida que
ellas dicen (…) hemos ido a fábricas donde estaban despidiendo a mujeres” (e30).
“No trabajamos mucho con las mujeres en sindicatos (…) tan sólo en cuestiones
puntuales” (e9).
“No nos consideramos movimiento feminista, somos una organización mixta, pero
participamos en la coordinadora feminista, en la del 8 de marzo, del 25 de noviembre (…)
creemos fundamental las alianzas” (e31).
“Hay mujeres que se arrogan lo que es ser feminista y son muy radicales (…) se
participa en las jornadas feministas, pero somos vistas por el movimiento como un ajeno.
También por nuestra parte ha habido recelos, se han priorizado diferentes temas” (e50).
533
(e30)
402
MFM como actor en cuestiones de empleo y de trabajo en general:
Aquí también se integran las asociaciones que presentan directamente sus vindicaciones
laborales a través de las mujeres sindicalistas:
“Nosotras hacemos llegar nuestras demandas a los sindicatos, que las acogen porque
tienen una secretaría de la mujer e igualdad. Son mujeres feministas” (e35).
534
(d19)(e39)(e29) entre otros
535
Los llamamientos desde las activistas se han detectado de forma especial en Euskadi, en menor medida en Madrid y a inicios del
periodo también en Catalunya.
403
colectiva. Ésta añade dificultades y muestra la complejidad de interlocución en el espacio
mercantil. En la negociación colectiva la representación la ostentan los sindicatos, y
además, es soberana, sin posibilidad de influencia de actores externos. Esto evidencia
como la estructura actual de las relaciones laborales traba las vindicaciones del MFM. En
la negociación colectiva se reclama la participación activa de las mujeres, no del
movimiento social. Por tanto, la propuesta pasa por la integración de las mujeres en las
estructuras sindicales, pues son las que tienen los canales privilegiados de representación:
“Hay una necesidad de pacto entre mujeres para presionar en los convenios, en la
negociación colectiva (…) de ser sujetas socio-políticas en el mundo sindical” (d19).
“Ningún sindicato quiere defender a las trabajadoras del hogar porque lo que se
puede reclamar es siempre muy poco (…) También tenemos escritos de denuncia a
algunos sindicatos, hay una denuncia a CCOO” (e29).
“Cuando (el MF) se ha preocupado (por el empleo) ha sido precisamente por las
trabajadoras que desempeñan su actividad en el doméstico. Esto refleja una
preocupación por un tipo de trabajo muy vinculado a la reproducción y los cuidados”
(e39).
“Resulta que los sindicatos han entrado en el cupo de gobierno del Consejo de la
Mujer. Hasta el punto que el Consejo de Estado ha tenido que llamarles la atención”
(e36).
7.3.2 Relaciones entre Estado y MMF
En este apartado presentamos la relación entre el Estado y el movimiento social en
materia de trabajo y género. Analizamos aspectos de representación, interlocución y
atribución de responsabilidades. Para ellos nos hemos basado en las dimensiones de
atribución y responsabilidades y localización del problema del entrelazado de preguntas
536
(e29)(e30)(e22)(e24)
405
guía (Anexos 3 y 5) y las preguntas específicas sobre alianzas estratégicas que aparecen
en las entrevistas (Anexo 7). Gran parte de los discursos institucionales analizados
adjudican una significativa influencia al MFM en el diseño y la elaboración de políticas
de género. En ocasiones se afirma que ambos discursos confluyen. La colaboración
resulta muy estrecha, sobre todo desde la perspectiva de los organismos de género, a pesar
de no estar exenta de complicaciones. No sucede lo mismo con los discursos que
provienen de los organismos de empleo, donde las organizaciones sindicales tienen la
interlocución:
“el poder público es el que debe actuar, y es lo más patriarcal que hay” (e32).
537
“buena parte de los cambios se deben a que existe el movimiento feminista, el hecho de existir en la diversidad es lo que permite que
los cambios se den” (e48)
406
Y los discursos del MFM señalan a las instituciones públicas como las
principales responsables de los problemas en el trabajo y el género. Esta atribución es
constante durante todo el periodo y se incrementa con la crisis económica y de
representación a partir del 2009. El Estado es responsable directo de generar, sostener y
ahondar en los problemas. La atribución abarca diferentes niveles administrativos:
ayuntamientos , diputaciones , gobiernos autonómicos , gobierno central , Unión
538 539 540 541
• Omisión
de
responsabilidades
(d3)(e33)
• Vulneración
de
derechos
de
las
trabajadoras
/
explotación
(d1)(d13)
• Oposición
a
la
medición
del
trabajo
doméstico
(d5)
No • No
reconocimiento
de
la
contribución
mujeres
(d8)
reconocimiento • Represión
colectivos
vulnerables
(d26)
No • Carencias
democráticas
(d1)
representación • No
representación
(d8)
• No
cuestionamiento
mecanismos
de
poder
(d11)
538
(d1)(d12)(d13)(d20)(d26)
539
(d1)(d12)
540
(e33)
541
(d21)(d24)
542
(d5)
543
(d5)
544
(d20)(d12)(d16)(d21)(d24)
407
se les solicitan medidas en el mercado laboral, la otorgación de derechos, y su actuación
en el espacio privado:
“Los gobiernos deben dar una respuesta a las demandas de las mujeres” (d5).
“Los poderes públicos deben incidir en la discriminación que sufren las mujeres”
(d17).
Aunque la estatalización es compartida por todas las estrategias, son los discursos
alineados en la inclusión aquellos que dirigen de forma mayoritaria sus demandas al
Estado. También se busca la participación activa de las mujeres en los organismos
públicos . Y buena parte del movimiento social tiene a las instituciones como
545
545
(d16)(d21)
408
presión electoral (…) Cuestiono mucho la representatividad de la CEOE y CEPYME,
pero la administración los mantiene como el Oráculo de la Delfos de la economía” (e36).
Las críticas más acuciantes a las instituciones afloran, de forma especial, en los
discursos guiados por la estrategia de inversión y la de desplazamiento. Abundan los
marcos entorno a la política institucional y las políticas de género retratadas como fraude
o falacia:
“De aquí que sosteníamos que las políticas de igualdad (…) pierden sentido, no
son ciertas” (d9).
Brecha salarial
Ciclos vitales, maternidad
Desigualdad y (e46)(e44)
(e32)(e43)(e44)(e52)
discriminación (e52)(e43)(e54)
Discriminación
en el mercado Toma de
directa/indirecta Convenios colectivos
laboral decisiones /
(e43)(e52)(e51) (e52)(e43)
techo de cristal
Precariedad/vulnerabilidad en
(e46)
la contratación
(e43)(e44)(e52)
(e52)(e46)(e47)
(e54)
Temporalidad, No corresponsabilidad Renuncias personales
Organización parcialidad masculina mujeres
DIAGNÓSTICO
No Empleo/desem
reconocimiento pleo /actividad
(e43)(e44)(e52)
(e33) (e47)
Valor/Valoraci Estadísticas oficiales
ón (e43)(e51)(e52)
546
(e46)
412
submarcos dominantes, la brecha salarial , retratada como una injusticia que conlleva
547
discriminaciones en el mercado laboral designan problemas tales como los ciclos vitales
y la maternidad , la discriminación indirecta/directa
550 551
y la precariedad y
vulnerabilidad en la contratación . Marginal es el submarco de convenios colectivos :
552 553
547
(e46)(e44) (e52)(e43)(e54)
548
(e43)(e52)
549
(e46) (e43)(e44)(e52) (e54)
550
(e32)(e43)(e44)(e52)
551
(e43)(e52)(e51)
552
(e52)(e46)(e47)
553
(e52)(e43)
554
(e42)(e43)(e52)(e46). Bien podría integrarse en el marco desigualdad y discriminaciones en el mercado, pues afecta a la calidad de
la contratación femenina
413
contrato temporal” (e42);
“El número de mujeres en empleos a tiempo parcial, también con empleo temporal
o eventual, más trabajos precarios es muy elevado” (e46).
en los hogares, junto con la doble jornada femenina y las desigualdad estructural . 556
555
(e33)(e52)(e51)
556
(e44)(e47)(e54)
557
(e54)
414
Respecto al marco de no reconocimiento, de forma dominante se encuentra el
submarco de empleo/desempleo/actividad. Éste se presenta desde dos discursos que
difieren entre sí. La crisis se vincula a ambos. Mientras por un lado se expresa la
neutralidad de género del empleo/desempleo/actividad. Por otro lado, hay discursos en
los que este submarco genera riesgos específicos en las mujeres y se visibilizan sus
relaciones de género:
“La crisis está igualando las tasa de paro entre mujeres y hombres. Creo que la
destrucción de empleo sí que es neutra, así como la creación de empleo puede ser más
discriminatoria” (e43).
“Hay aspectos de la EPA que no me parecen muy rigurosos (…) el gran elemento
de lucha está en el trabajo no visible. El contrato es una figura prevista para unos
determinados tipos de relaciones laborales, pero no para todas” (e43).
Corresponsabilidad
(e32)(e42)(e44)(e54)(e51)
(e47)(e52) convenios
colectivos
(e52)
“Hicimos una demanda al servicio catalán de empleo y a la EPA para que cambie
sus nomenclaturas en relación con la inactividad” (e52).
“De la misma manera que se ha incluido a los autónomos que no tienen contrato,
cabría la posibilidad de tener en cuenta el sector de actividad doméstica o de cuidados”
(e43).
558
(e51)
559
(e51)(e52)(e54)
560
(e52)
561
A modo de ejemplo, el primer plan de acción positiva de Emakunde habla de corresponsabilidad en el hogar, en el segundo ya se
integra el término conciliación.
417
menor medida se usa el submarco conciliación y marginalmente el de sincronía .
562 563
“Mientras no haya una corresponsabilidad real por parte de los hombres, las
políticas de conciliación lo que nos van a traer es que la carga del cuidado y la gestión
del hogar siga recayendo en nosotras y que ganemos menos” (e33).
562
(e32)(e47)(e46)(e44)
563
(e51)
564
(d9)
565
Como el caso de la flexibilidad en el mercado laboral como exponente de la igualdad de oportunidades, que deja entrever una
perspectiva conservadora o liberal
566
Esta distinción podemos realizarla a efectos analíticos, pero entendemos el marco como no divisible.
418
submarcos en los que se expresa este metamarco: conciliación y cuidadanía. Además,
mostramos los acercamiento y enfrentamientos discursivos más significativos entre
discursos institucionales y del MFM. Mientras que conciliación es un marco institucional
que parte del movimiento social acaba adoptando, la cuidadanía es un ejemplo de
submarco que proviene del movimiento feminista y que durante el periodo analizado no
adquiere la resonancia esperada. Una entrevistada afirma:
“La conciliación surgió como una propuesta de la derecha para ayudar a las
mujeres a que pudieran ser madres” (e54).
567
La información de los marcos institucionales procede de los textos orales. Las entrevistas fueron realizadas entre mediados del 2009
e inicios del 2010.
419
“Deberíamos dejar atrás el término conciliación, porque muchas veces se
entiende que son las mujeres las que tienen que ver cómo organizarse porque parece que
no estén bien organizadas” (e52).
“El tiempo de empleo es el que lo marca todo y eso es lo que hay que cambiar (…)
tenemos que cambiar la concepción clásica del trabajo de horas a objetivos” (e54).
“Hay que poner en el centro de la política la vida cotidiana. Esto debe hacerse sin
renunciar al trabajo remunerado. Pero estos espacios tienen que hacerse compatibles. El
centro debe de dejar de situarse en el trabajo remunerado ” (e51).
Por su parte, en los discursos de diagnóstico del MFM sobre conciliación los
dominantes son los submarcos que la retratan como problema también por su
obligatoriedad y como riesgo para las mujeres, por estar excesivamente centrada en el
trabajo doméstico:
“El concepto de conciliación debe ser superado porque se nos atribuye en exclusiva a
las mujeres y al ámbito privado” (e35);
“Cada vez hablamos menos de conciliación, aunque hay que hablar del tema
porque está encima de la mesa, pero tal y como se ha aplicado tiene muchos riesgos. Hay
que cuestionar la conciliación. Ha esto muy enfocada al cuidado y a las tareas
420
domésticas y nosotras reclamamos otras funciones, más allá de la familia tradicional”
(e48);
“Creo que toda la cuestión de la conciliación surge por una necesidad del
mercado” (e37).
“La conciliación es un avance (…) hasta ahora ha sido una cuestión de mujeres,
pero cada vez más como una cuestión de ambos” (e36);
568
Tanto conciliación como corresponsabilidad
422
A continuación presentamos una tabla donde situamos los discursos institucionales
y los del movimiento. El diagnóstico se centra en la conciliación, y el pronóstico se abre a
nuevos marcos que emergen:
“va más allá de la ciudadanía (…) considera igualmente como derecho el hecho
de que las personas sean cuidadas” (d17).
Por tanto, cuidadanía transforma el concepto de ciudadanía, pues integra los
derechos derivados y propios del cuidado, y desplaza el significado que portaba el
originario ‘ciudadanía’. No es por menos que busque ‘politizar el tema del cuidado’ . No 569
a las que deben hacer frente nuevos términos: “hay intentos de resignificar el lenguaje
que no siempre son exitosos; no calan, no llegan a la ciudadanía” (e37). O incluso se
muestran en contra: “no me gusta el concepto de cuidadanía. Si son ciudadanas que
cuidan, sí, si es que el cuidado es un derecho, eso ya lo tenemos” (e54). Por tanto, el
submarco cuidadanía, por ahora no adquiere resonancia ni en el marco feminista, ni en
el institucional.
En breve, discursos institucionales y activistas coinciden en que el desarrollo del
marco de la conciliación ha supuesto un encogimiento, una restricción de la voluntad
inicial con la que había sido creado. Tampoco conlleva la esencia transformativa que
requiere una intervención con perspectiva de género, en la distribución de los usos de los
tiempos y de los trabajos de las personas. La corresponsabilidad adquiere protagonismo
de nuevo tanto en el ámbito institucional, como en el feminista. En el primero perviven o
569
(d17)
570
(e51)
424
se desarrollan marcos alternativos, formales como el ‘nuevo contrato social’, mientras que
por parte del movimiento feminista se busca indagar en otros marcos como es el de la
cuidadanía.
La pugna discursiva por el metamarco organización de tiempos y de trabajos
indica que marcos institucionales y activistas no difieren tanto. El análisis entorno a
conciliación y cuidadanía indica que las influencias entre estos actores son mutuas. La
potencia del discurso estatal se muestra en la pervivencia de la conciliación, a pesar de
que tan sólo marcos conservadores del movimiento se adhieran a él sin vicisitudes en el
momento del análisis. Cabe destacar que las críticas que recibe la conciliación por parte
de las instituciones son transversales a la asignación política. Cómo se lleva a cabo la
reorganización de tiempos y de trabajos es lo que está en liza en gran los discursos
analizados.
7.5.1.1 Conclusiones
En los dos capítulos que se corresponden con el análisis de datos se han mostrado
los marcos fundamentales sobre trabajo y género durante el periodo de estudio. Se han
evidenciado los desplazamientos más significativos en el trabajo y el género, así como en
sus sujetos y en los sistemas de desigualdad.
En este último apartado hemos analizado las relaciones discursivas entre MFM,
sindicatos y Estado, así como las posibles confluencias y alianzas estratégicas entre los
diferentes agentes. Asimismo, se ha comprobado la hipótesis de investigación y hemos
constatado la interrelación de las dimensiones de justicia de redistribución,
reconocimiento y representación. Las tres dimensiones son necesarias para visibilizar y
terminar con las desigualdades de género en el trabajo en la actualidad. Los discursos
desde la inclusión, la inversión y el desplazamiento abordan la riqueza de los
posicionamientos feministas y de género en el Estado español. El marco vida y el marco
precariedad, en combinación con el resto de marcos dominantes – la (re)organización de
tiempos y de trabajos de forma especial-, indican nuevas aproximaciones al tema de
estudio por parte del MFM. Las principales conclusiones de este análisis en combinación
con el resto de nuestros hallazgos se plantean a continuación.
425
8 CONCLUSIONES
En esta tesis se ha planteado qué aportan los discursos del movimiento feminista y
de mujeres al debate sobre el ‘trabajo’. El objetivo principal ha sido el de contribuir a
clarificar desde una perspectiva de género el actual sistema de trabajo que se genera a
partir de finales del siglo XX. Para ello hemos analizado los discursos sobre trabajo y
género del MFM en el Estado español entre 1988 y 2012, además de elaborar una
evolución histórica sobre el tema que engloba todo el siglo XX.
Como ya se ha dicho, nuestra hipótesis afirma que los discursos sobre trabajo y
género producidos por el MFM en el Estado español entre 1988 y 2012 han
privilegiado elementos de reconocimiento sobre reivindicaciones relacionadas con la
redistribución. Las preguntas que han guiado la investigación son las siguientes:
d) Articulaciones y Estrategias
La representación formal del MFM en temas de trabajo es fallida. Las alianzas con
actores estratégicos en temas de trabajo resultan complejas, tanto con las instituciones,
como con las organizaciones sindicales y la patronal. La división entre trabajo
427
remunerado y no remunerado sostiene parte de los problemas de la acción colectiva del
MFM en temas de trabajo. En la generación de articulaciones, en las relaciones con
diversos agentes, las tres estrategias discursivas presentan opciones divergentes.
571
Marcos presentes en las tres dimensiones: (re)organización de tiempos y de trabajos, valor/valoración, modelo dominante de trabajo
masculino, no-reconocimiento, trabajo-precariedad-vida, desigualdad y discriminación laboral, políticas públicas y normativa y
mantenimiento de la vida
430
en la teoría de movilización colectiva. El establecimiento de comedores colectivizados,
los boicots a productos y otras formas de expresión y representación han sido
característica de las luchas políticas de las mujeres y del género. Durante la Transición
esas acciones sentaron las bases para una unión entre diferentes grupos del MFM. Ya
entonces, la politización de lo cotidiano – del entorno, de los barrios, de la vida - se
relacionó con a la esfera laboral y los derechos políticos.
El sujeto del trabajo está presente en varias preguntas de investigación y las teorías
de interseccionalidad han sido útiles para nuestro estudio empírico. Hemos observado
como antiguos y nuevos sujetos generan desplazamientos en el sujeto hegemónico del
MFM, ‘mujeres’; en el sujeto hegemónico del trabajo ‘obrero/ trabajador varón’ y en los
sistemas de desigualdad (Roth, 2011; Bilbao, 1993; Engels, 1845; Letamendia, 2009;
(Yuval-Davis, 2006, 2012; Lombardo y Verloo, 2010; Marx Ferrée, 2009).
Por último, el marco teórico nos ha situado en un mundo plagado de trabajos sin
empleos, donde impera la racionalidad mercantil y hay una imposición del
trabajo=empleo. La Evolución Histórica (Capítulo 5) ha mostrado que la división sexual e
internacional del trabajo es constituyente de este sistema económico, político y cultural y
ha presentado las estrategias de invisibilización e infravaloración de las actividades no
mercantiles (Alonso, 2000; Benerías, 2005; Gorz, 1995; Prieto, 2011; Offe, 1984;
Carrasco, 2006 ; Federicci, 2004; Scott, 1993). Al considerar la literatura de género sobre
el trabajo doméstico y de cuidados, el empleo, el cívico-político y sus vínculos y al
ponderar las dimensiones de justicia, hemos planteado una definición que integra como
actividades humanas la lógica expresada en esas triadas (Borderías, et al, 1994;
Carrasco,1999,2006,2009; Dalla Costa, 1974; Dex, 1991; Durán, 2001; 2003; Izquierdo,
1998; Mayordomo,2004; Pateman, 1992,2005; Pazos, 2009; Pérez-Orozco, 2006; Torns,
2000; 2001 Waring, 1988; Wood, 1997). De esta suerte, aportamos una noción de trabajo
- en construcción y porosa- que alude a todas las actividades de las personas que
generan valor económico, político y humano. Nuestra contribución pretende arrojar
luz sobre un trabajo que da cabida a actividades necesarias para el desarrollo
personal y público; para vivir una existencia plena.
La acción del MFM de situar en el centro los cuidados, las personas y el planeta
puede completarse con la inclusión del trabajo político en esta operación de extensión. En
431
diferentes puntos de la investigación hemos suscrito la perspectiva unifocal younguiana de
trabajo como cualquier tarea o actividad que la sociedad defina como necesaria (Young,
1980). Ésta nos sigue pareciendo pertinente, por sus vínculos con las necesidades,
cruciales en toda la reflexión sobre el trabajo. No obstante, nuestra definición también está
regida por una voluntad doble: dedicar energías a la descentralización de la visión
dominante - y unifocal- del trabajo como empleo, y reconocer ese trabajo político que
intuimos como necesario, pero que por ahora, no acabamos de percibir en la literatura
académica.
572
Una explicación detallada de estos marcos se encuentra al inicio del Capítulo 7 y también pueden consultarse cada uno de ellos con
sus submarcos en el Anexo 8
433
(1) Redistribución y reconocimiento están mutuamente relacionadas,
condicionadas e interaccionan de forma continuada tanto en la interpretación de
problemas como en las soluciones. Esto se constata por dos vías. La primera es que hay
problemas de redistribución que requieren de un reconocimiento para terminar con las
injusticias que generan, y viceversa. La segunda es que, durante todo el periodo, la
intersección de ambas dimensiones se concreta en problemas en el trabajo interpretados
desde una carencia de redistribución y de reconocimiento a la par. Por tanto, las dos
dimensiones reformulan los problemas que hay hoy en día hasta el punto de
difuminar los límites entre ambas. Tengan o no una raíz mercantil, los sujetos
feministas dicen: “¡Basta de esclavitud! Exigimos que el trabajo doméstico y de cuidados
sea tratado como tal” (d26). El análisis de la redistribución y el reconocimiento puede
llevarse a cabo por separado, es decir, cada uno por su cuenta. Este enfoque es pertinente
pues hay problemas y vindicaciones que, casi en exclusividad se expresan desde la
dimensión de redistribución - las de la clase social- y existen otras tantas trabas y
propuestas que quedarían invisibilizadas si únicamente se trataran desde esa dimensión. El
reconocimiento se expresa en el trabajo doméstico y de cuidados – visibilizándolo como
actividad humana fundamental – en el empleo -el acoso sexual y de género, la
infrarrepresentación, etc-. Y en todos los casos puede acarrear deficiencias económicas.
(2) Todos los marcos de diagnóstico de las tres estrategias feministas de
inclusión, inversión y desplazamiento señalan problemas vinculados a un no
reconocimiento. En su primer impulso en el tiempo, el reconocimiento visibiliza lo
doméstico como trabajo generador de riqueza. En esta labor aúnan esfuerzos la estrategia
de inclusión y la de inversión. La socialización del género como causa es compartida y
también lo es la dominancia de los sujetos mujeres - hombres. Aunque desde
planteamientos diversos, ambas estrategias se asemejan en el diagnóstico y el pronóstico
por integrar el uso de los tiempos de las personas. La voluntad de visibilizar el problema
de la doble carga femenina es constante. La estrategia de inclusión busca el
reconocimiento de las tareas domésticas desde la integración de los hombres en sus
responsabilidades y la corresponsabilidad social y estatal en la solicitud de recursos
públicos (servicios de atención y cuidado). Por su parte, la estrategia de la inversión, con
el marco valor/valoración desdobla el pronóstico del reconocimiento. Por un lado, en
434
menor medida alude al Estado, y cuando lo hace, sugiere la traducción del trabajo
doméstico y de cuidados en términos monetarios. Esto ocurre con claros impactos en la
redistribución pues se solicita la inclusión en las contabilidades macroeconómicas
nacionales y sueldos para quiénes cuidan o realizan tareas domésticas. Por otro lado, la
inversión también muestra las conexiones entre capitalismo y patriarcado en la esfera
pública y en la privada y antepone el marco mantenimiento de la vida al marco empleo
como marco del trabajo hegemónico en nuestras sociedades. De forma expresa, una parte
de la inversión rechaza la asimilación monetarizada del trabajo doméstico y de
cuidados como solución. Así desde las necesidades humanas y del planeta, se
plantean marcos alternativos del reconocimiento tales como la cuidadanía y se aleja
la dimensión de reconocimiento de una rápida y única asimilación en la
redistribución mercantilizada.
(3) La dominancia del marco vida inaugurada por la estrategia de inversión
explica, en parte, la segunda expansión de la dimensión de reconocimiento. En los
discursos alineados en el desplazamiento, el diagnóstico de los problemas del trabajo se
complejiza por elementos estructurales e identitarios. Constatamos que en su primera
etapa de expansión (inversión) el reconocimiento peca de una jerarquización (trabajo de
las mujeres más importante que el trabajo de los hombres) o dicotomía identitaria
(hombres-mujeres), hecho que se difumina con posterioridad. En su segunda expansión,
la multiplicidad de sistemas-causa (capitalismo, patriarcado, la división sexual e
internacional del trabajo, la heternormatividad, la globalización…) y la visibilización de
diversos sujetos más allá de las mujeres, inciden en una mutación de la dimensión de
reconocimiento desde el marco trabajo-precariedad-vida. Si con anterioridad el foco del
reconocimiento se había situado en los trabajos de las mujeres y en el doméstico y de
cuidados, con la emergencia de la estrategia del desplazamiento, los límites se desdibujan.
Cuando la vida es precaria, todas las tareas que la constituyen y todas las personas
que las realizan son visibilizadas así.
(4) Los problemas de redistribución se encuentran confinados en los trabajos
remunerados del mercado laboral hasta que esta dimensión vuelve a ser presentada de
forma estructural con la emergencia de la actual crisis económica y política. La expansión
y prevalencia del reconocimiento sucede con la permanencia durante todo el periodo de
435
los discursos que enarbolan problemas y soluciones redistributivas, sobre todo desde los
discursos de la inclusión. El diagnóstico de la redistribución se mantiene recluido en el
mercado laboral durante gran parte del periodo por la escasez de alusiones a los
sistemas económicos, y por la baja intensidad con la que se utiliza la categoría de
clase social. Sucede que con la crisis, sobre todo desde la inclusión y el desplazamiento,
la causalidad apunta a los gobiernos con firmeza, y se vale de la interseccionalidad
sistémica y de sujetos del trabajo para representar nuevos problemas que generan
marginación, privación o explotación. En esta ebullición interseccional del final del
periodo, la clase social reaparece – especialmente en combinación con el origen (etnia,
raza) – aunque sobre todo se subsume en la feminización de la pobreza, en las clásicas
diferencias entre ricos y pobres y en la emergencia de la precariedad.
Los marcos de acción colectiva (MAC) presentan propuestas para subsanar los
problemas de representación del MFM, empoderar a sus activistas y legitimizar sus
vindicaciones. Los de empoderamiento son paso previo de adquisición de agencia, tratan
lo individual y apuntan a lo colectivo abarcando todos los trabajos -posibilidad de
comunicar demandas o poder de negociación-. Hacen de las activistas representantes
genuinas de sus demandas en el trabajo. Los MAC que buscan contrarrestar la
deslegitimación del MFM en temas de trabajo apuntan a las instituciones, partidos
políticos y sindicatos. Es decir, a los agentes que concentran toda capacidad de acción
formal en la estructura del trabajo en la actualidad. Y como hay propuestas en todas las
estrategias discursivas, perduran cauces tradicionales junto con desplazamientos que
transitan nuevas vías.
Entre los primeros se mantienen las manifestaciones, las firmas de manifiestos, la
participación en las instituciones, la acción en la vida cotidiana, la agenda propia del
MFM. En los últimos tiempos también se potencia la autoorganización. En ella se
inscriben todas las activistas que dirimen sus pleitos en el empleo de forma directa con la
patronal y las que plantean formas de autogestión de cualquier trabajo.
Respecto a los desplazamientos, se propone la politización y humanización del
cuidado. Se traslada la herramienta de la paridad a la esfera privada. En la huelga se
plasman cambios que explican los derroteros de la interpretación del trabajo por parte del
573
Similar a cuando la Delegada del Gobierno en Madrid, la Sra Cifuentes, vincula a la Plataforma de Afectados por la Hipotéca con
grupos proetarras o el Ministro del Interior, Sr. Fernández Diaz hace lo propio, relacionando el aborto con ETA. En
http://www.lavanguardia.com/politica/20130325/54370653400/cristina-cifuentes-ada-colau-apoyar-grupos-proetarras.html y
http://politica.elpais.com/politica/2013/05/07/actualidad/1367926859_705406.html
438
MFM los años del periodo de estudio. Desde la inversión la herramienta clásica del
movimiento sindical pasa a ser ‘de mujeres’, incluyendo sus tareas biológicas y al trabajo
doméstico y de cuidados. Más adelante, tratada desde el desplazamiento, muta a huelga de
cuidados – también en lo remunerado y sin determinación sexuada – y a huelga precaria,
por lo que amplia el sujeto de acción política a todos los excluidos en las huelgas
clásicas laborales – en lo doméstico, en lo remunerado y a las que no pueden participar
políticamente - y llega también a tener a los hogares como sujeto de lucha.
distintas, en ambas encontramos una pugna sobre el marco vida. Esta tensión indica que
es allí donde se resuelven las luchas económicas, políticas y humanas actuales. Aunque
seguro que las contiendas discursivas que la tienen en su centro son tan inmemoriales
como ella misma. El ejemplo de los grupos ‘pro-vida’ es paradigmático y tan arraigado
que algunas sensibilidades progresistas muestran reticencias al uso de vida. El estudio
sistemático de ambos marcos rivales indica que vida, para el hegemónico en nuestro
contexto (trabajo = empleo) se limita a lo mercantil, mientras que en el marco del
574
Recordamos que quiénes plantean el trabajo tan sólo como empleo, suelen unirlo con ‘una forma de ganarse la vida’.
439
sostenimiento, se refiere al cuidado de la vida, tanto de las personas como del planeta.
Por su parte, el marco trabajo-precariedad-vida cuando aparece impregna todos
los trabajos y todas las esferas de la existencia humana. Desborda la dicotomía del trabajo
remunerado y el no pagado. La precariedad está enraizada en el mercado laboral pero
acaba proyectándose como subjetiva y vital. En este sentido, abarca todos los trabajos, las
tres dimensiones y se muestra en la intersección de los sistemas de desigualdad. Con la
precariedad sucede como con la mercantilización (de sujetos, de identidades, de tareas,
de la vida): proyecta nuevos obstáculos en todas las actividades y para todas las personas
trabajadoras. Esto tiene una incidencia especial en la dimensión de redistribución, pues
hay procesos y categorías que la redefinen y que no se retratan tan sólo por la categoría de
clase social. En los discursos del MFM, hemos podido comprobar como la precariedad
no está en contradicción con la categoría universal precedente de la dimensión de
redistribución, la clase social. No la niega, sino que la integra y está en parte incluida
en ella, dando significado a las limitaciones que ésta presenta en el contexto actual.
Además, vida y precariedad relatan las confluencias del MFM con movimientos
antiguos – ecologismo – y emergentes – precariado y nuevas movilizaciones sociales
(15M) -. A la par que subrayan el distanciamiento de gran parte de las organizaciones
sindicales.
Por último, desde el inicio del análisis, encontramos el meta marco de la
(re)organización de tiempos y de trabajos. Este es el gran problema y el reto
fundamental que emana de los discursos del MFM. El MFM sitúa en el centro del debate
político el repensar los tiempos que las personas dedican a las diferentes tareas. Sus
submarcos son la expresión ideológica de esa necesidad reorganizativa y de cómo llevarla
a cabo. La idea es asimilada en los años noventa por las instituciones que lanzan el marco
conciliación que con posterioridad sufre un proceso de desvirtualización, entre otros por
alejarse de objetivos que expresa la mayoría del MFM cuando habla de (re)organización
de los trabajos y los tiempos . Esto comporta el desgaste y el desuso de la conciliación
575
incluso por parte de las instituciones que, en nuestro momento de la investigación, lanzan
propuestas alternativas para esa reorganización de los tiempos y los trabajos (nuevo
575
Con la salvedad de que su fundamento principal fuera el beneficio empresarial como opina gran parte del MFM y podemos llegar a
sostener. Sin rechazar el hecho de que en algún aspecto haya contribuido a la igualdad de género
440
contrato social y nueva organización del tiempo, políticas del tiempo, corresponsabilidad,
sincronía). El MFM por su parte sigue en esta tarea, centro de los quehaceres de muchos
grupos. La (re)organización de tiempos y de trabajo es constituyente de las tres
dimensiones de justicia, a pesar de que por su posibilidad de ser repartido, es elemento
intrínseco de la redistribución. El tiempo es un recurso no monetario, aunque sí que puede
utilizarse como una variable de medición de lo económico. Es la tabla sobre la que se
mueven las piezas que son los trabajos en el juego de las dimensiones de justicia. El
equilibrio entre trabajo remunerado, trabajo doméstico y de cuidados y trabajo político no
es sencillo, pero se alza como la situación deseada: el tres en ralla.
576
Recordamos que se ha entrevistado a personas responsables políticas del Ministerio de Trabajo, de la Unidad Igualdad del
Ministerio de Economía y Hacienda, del departamento de promoción de Empleo para la igualdad de oportunidades y la conciliación del
Área de Familia y Servicios Sociales del Ayuntamiento de Madrid y de Igualdad de Oportunidades en el Trabajo, del Departament de
Treball de la Generalitat de Catalunya
445
problemas. Esta es una atribución constante durante todo el periodo que se incrementa con
la crisis sistémica. El Estado es responsable directo de generar, sostener y ahondar en los
problemas de trabajo y género (Capítulo 7). La atribución abarca todos los niveles
administrativos; son trabas que profundizan la no redistribución -falta de recursos,
reformas laborales contraproducentes, omisión de responsabilidades, vulneración directa
de derechos laborales, oposición a la medición del trabajo doméstico-, el no
reconocimiento -de la contribución de las mujeres, del trabajo doméstico, represivas
hacia colectivos o vulneración de derechos-. Y la no representación - carencias
democráticas, no permitir la representación de los intereses de género, sostenimiento de
mecanismos de poder contra las mujeres-. Esto no exime de que buena parte del MFM
tenga al Estado como interlocutor privilegiado. Son los discursos enmarcados en la
estrategia de la inclusión los que dirigen sus demandas al Estado con mayor regularidad y
contundencia. Además, buscan la participación activa de las mujeres en las instituciones.
Mientras que los discursos alineados en la inversión y el desplazamiento se distancian de
las instituciones públicas, organismos de género incluidos, cuyas políticas son a menudo
calificadas de fraude.
Por otro lado, los marcos institucionales de problemas son similares a los que
expresan las feministas de la inclusión. También presentan un equilibrio entre la
redistribución y el reconocimiento. Las instituciones sitúan el foco en las desigualdades y
discriminaciones laborales (brecha salarial o mujeres en la toma de decisión), en la
organización de tiempos y de trabajos acentuando los problemas de temporalidad y
parcialidad femenina que, no suelen tener traducción en propuestas concretas. La
reformulación estadística y en menor medida el reconocimiento de otros trabajos más allá
del empleo sí que se materializan en políticas concretas. Los marcos institucionales
comparten con los feministas la importancia de la (re)organización de tiempos y de
trabajos. Para las responsables políticas es un elemento estructural que plantea carencias
redistributivas (tiempos y empleo), de reconocimiento (trabajo doméstico y no
corresponsabilidad masculina) y de representación (menor participación política de las
mujeres). En este sentido, el análisis de la conciliación y la cuidadanía nos permite
concluir las coincidencias discursivas entre Estado y MFM. Todas opinan que la forma en
la que se ha desarrollado la conciliación ha supuesto un encogimiento de su voluntad
446
inicial. Aunque las activistas son más contundentes, la mayoría de marcos institucionales
y del MFM concurren al calificar la conciliación de riesgo y de obligatoriedad para las
mujeres, excusa y confusión deliberada. Muchos discursos del MFM expresan que la
conciliación ha sido creada para beneficiar a los mercados. La corresponsabilidad de
hombres en los hogares, estatal y social se retoma como marco alternativo a la
conciliación para reorganizar tiempos y trabajos entre las activistas y entre las
responsables políticas. La cuidadanía, en construcción desde elementos de redistribución,
reconocimiento y representación, es un marco que desplaza el significado originario de
ciudadania en combinación con los cuidados, pero que no termina de resonar en gran parte
del MFM, a pesar de los esfuerzos discursivos realizados. La práctica totalidad de las
instituciones durante el periodo de estudio lo desconocía o lo rechazaba.
franquista el MFM abogó por la participación activa de las mujeres en pie de igualdad en
el mercado laboral aludiendo a su necesidad de autonomía e independencia económica. Se
mostró cómo su intervención activa en el ámbito mercantil favorecía la implicación en la
esfera pública política y otorgaba un empoderamiento en el espacio privado. Hoy en día el
salario sigue siendo el sustento económico principal de la mayoría de la población
occidental, pero la erosión del trabajo – empleo implica una pérdida de su fuerza a la
hora de determinar las relaciones y las identidades de las personas. Además, el aumento
de la pobreza incluso entre aquellas personas que cuentan con un empleo – working
poors- es cierta.
Una parte importante de la teoría política ha puesto de manifiesto que no sólo lo
mercantil tiene valor, apreciando las contribuciones fundamentales de otras tareas. No
podemos obviar el estigma social, los problemas económicos, el desamparo y la exclusión
de quiénes carecen de un trabajo remunerado formal, así como el sufrimiento de quiénes
realizan otras tantas actividades de gran valía para la humanidad, sin reconocimiento
alguno, sin percepción económica y sin derechos sociales o políticos. Aunque la
necesidad de sustento monetario es real, no queremos jerarquizar su importancia por
encima de otras necesidades humanas. Nos encontramos ante el requisito de un sustento
económico – determinado en su mayoría por el trabajo asalariado - y la realidad de que los
derechos sociales y de ciudadanía tan sólo provengan de ese trabajo degradado y algo
degradante hoy en día. El resto de actividades humanas no están valoradas. La lógica
mercantil ha querido poner a su servicio a la reproducción humana y entreteje alianzas
con el poder político encarnado en la actualidad en el Estado y en sus principales agentes,
partidos políticos, sindicatos y patronal en nuestro caso de estudio.
El análisis del naming y el framing del trabajo y el género en los discursos del
MFM también ha mostrado que el trabajo cívico-político esclarece tareas que la práctica
577
La cita es de http://elpais.com/diario/2011/06/12/eps/1307860014_850215.html
449
feminista considera esenciales para el desarrollo pleno de la vida de las personas. En este
sentido, sirve para alejarnos del dilema dicotómico que encontramos tanto en la
redistribución y el reconocimiento, como en los planteamientos de un trabajo que se
mueve en las arenas movedizas de lo remunerado y lo no pagado. Territorio en el que en
ocasiones, la teoría feminista y la teoría política en general, quedan engullidas y en la que
es frecuente que se borren huellas de otras actividades y propuestas que podrían ser
esclarecedoras en caso de ser rastreadas.
El MFM ha valorado las actividades domésticas, de cuidado, afectivas y de respeto
al planeta y a quienes aquí viven. Lo ha hecho tanto desde un prisma mercantilizado o
monetario, como desde otros enfoques, unos jerarquizados respecto a las actividades
mercantiles y otros no. Proponemos otorgar valor neto a las tres dimensiones
fundamentales para el bienestar de las personas: el sustento monetario, los cuidados y la
participación política. Lo estimamos, no en función del precio, medido en términos
mercantiles, sino desde la necesidad específica de cada persona en cada contexto. Esto
puede variar según las categorías de desigualad (género-sexo, clase u otras categorías que
incidan en aspectos económicos monetarios, origen-raza-etnia, orientación e identidad
sexual, edad y ciclos vitales, etc, ideología, creencias, etc…). También lo estructural debe
tenerse en consideración. Al pensar las actividades humanas en una triada, lo hacemos
desde la interacción de la esfera de la reproducción y de la producción, pero también la
vislumbramos a partir de su relación con los sistemas de desigualdad pertinentes según
aspectos históricos y geográficos. Así las necesidades de las personas y su satisfacción, las
que cada cual determina como importantes – en coalición, mediación o negociación con
los intereses generales - son las que rigen el valor de cada trabajo. Pensamos en este
sentido, en la garantía de ingresos suficientes – bien a partir de una cantidad/renta
universal y suficiente para cada persona, bien desde nuevas fórmulas-. También en
respaldar unos derechos sociales y de cuidado, sin que éstos dependan de tener o no un
empleo formal –atención sanitaria, educación, desempleo, pensiones, subsidios,
dependencia – y menos una familia o una mujer cerca que vaya a sostenerlos. Y en
asegurar unos derechos de ciudadanía que trasciendan la representación formal actual
hacia canales de participación más directa, no determinados por la acotada ciudadanía
actual, que integren el empoderamiento personal en la esfera privada y aseguren un
450
espacio de presentación de la voz propia legitimada.
Los diferentes planteamientos del MFM proponen transformaciones mediante la
estatalización, es decir, otorgando un papel importante a las instituciones públicas en la
regulación del trabajo. Se demandan reformas y políticas públicas, intervención en el
mercado laboral y en ocasiones una mercantilización por vía estatal. Sectores tan
dispares como la Sección Femenina y una parte importante del MFM comparten la
solicitud de un salario para las amas de casa. También se da la exigencia de una medición
monetaria del trabajo doméstico y de cuidados en las contabilidades nacionales. Las
políticas del tiempo o la corresponsabilidad social y estatal son otros exponentes de la
demanda de estatalización. Los poderes públicos, a partir de su acción o inacción,
contribuyen al malestar de las mujeres en el trabajo o a paliarlo.
La entente nada cordial con el mercado que se ha puesto de manifiesto por parte de
algunos discursos es una llamada de alerta. También el servicio que las instituciones
políticas han realizado en beneficio del capital se ha constatado a lo largo de la historia de
la legislación laboral. En la actualidad esto se ha reforzado por diferentes vías. Los
marcos institucionales – que provienen de estructuras internacionales como la comunitaria
- de flexibilidad y de empleabilidad tan vinculados a las personas asalariadas en general y
a las mujeres en especial, sitúan a las empleadas y empleados a merced de los beneficios
empresariales. Así constatamos igualmente un proceso de mercantilización del mercado
laboral – valga la redundancia – avalado por las instituciones públicas, a quiénes
correspondía su gestión. Desde la reforma laboral de 1994 la ‘privatización’ del mercado
laboral español es una realidad acrecentada en los últimos tiempos.
Asimismo, en los discursos del MFM no hemos detectado solicitud alguna de
‘domestizar’ – que entendemos como que un asunto debe resolverse en el ámbito
privado, al entorno personal o familiar - más allá de la demanda de implicación masculina
o del resto de los miembros de un hogar. Durante años el MFM ha trabajado porque los
problemas que se derivaban de una carga injusta de trabajo dejaran de resolverse en el
seno doméstico – a partir del sobreesfuerzo de las mujeres - y que pasaran a ser
responsabilidad estatal. Esta vía reformista estatal, con la crisis, entra en descrédito,
especialmente desde las estrategias de la inversión y el desplazamiento. Y toma forma la
opción de la comunitarización o la socialización como alternativa también a la
451
mercantilización. Son nuevas formas de gestión del trabajo que todavía deben ser
perfiladas, aunque resuenan a épocas pasadas. Nos preguntamos si desde ese ámbito
comunitario también pueden reformularse los derechos de ciudadanía, los derechos
políticos y los sociales que penden del trabajo- empleo. Comienzan a darse iniciativas que
plantean fórmulas colectivizadas y comunitarizadas en temas de consumo, de sanidad y de
educación. Proyectos que parecen ideológicamente coherentes, pero que corren el riesgo
de ser exclusivos, elitistas o que no lleguen a la mayoría de la ciudadanía. Propuestas
sobre las que se ciernen otros riesgos: recordemos lo que sucedió con la estatalización de
los centros de planificación familiar tras su paso por la gestión del MFM. La
universalización, tan positiva en muchos aspectos, conllevó la pérdida de fuerza del
proyecto feminista. ¿Debe mantenerse ese dilema? ¿Existen opciones para solventarlo?
Además, hoy en día, la comunitarización puede extenderse de lo local a lo global. Las
tareas de reenmarque y de reapropiación de la acción colectiva de los movimientos
sociales también toman forma en el marco internacional. Las opciones de gestión de lo
colectivo y de lo común deberían pasar por el apoyo mutuo, la solidaridad y la
cooperación para que las propuestas para soslayar la racionalidad mercantil tengan una
oportunidad.
(ii) Una de las aportaciones más significativas del MFM a la descentralización del
trabajo = empleo proviene de la práctica de la vida cotidiana desde la que se revalorizan
las tareas domésticas y de cuidados. Esta es una acción que sortea la racionalidad
mercantil. Pensamos que puede ser más efectiva si se incluyen los elementos de los que
hace gala el trabajo político. Entre otras, la crisis que azota nuestras sociedades se basa en
la progresiva degradación del sistema de representación política que se inició entorno al
1789. La representación política tal y como está establecida hace aguas, y parte de
ciudadanía así lo expresa y denuncia, en muchas zonas del globo. El repensarla es tarea de
todas.
La práctica política del MFM en cuestiones de trabajo también certifica este
agotamiento. En la labor de descentralización del trabajo-empleo hay tareas que
conllevan, forzosamente, el desplazamiento de los sujetos de acción política dominantes
hasta la actualidad, permitiendo así que emanen nuevos agentes. No ensalzamos la
aportación del MFM, es una pieza más en las transformaciones discursivas. Pensamos que
452
si arrojamos luz sobre otras actividades necesarias para el desarrollo personal y público,
para vivir una existencia plena, abundamos en esa tarea contestataria y creativa. Esto
permite aflorar actividades que hasta el momento no habían tenido estima y
consideración, sean de voluntariado, de apoyo mutuo, de cooperación vecinal o de
subsistencia. El trabajo político asegura la representación de toda persona en lo público,
en la construcción de una justicia social y de su autogobierno. Asimismo, es el vehículo
para proponer modelos de gestión de la redistribución, del reconocimiento y de la
representación. A lo personal es político se le otorga fuerza a partir de la necesaria
apreciación de las transformaciones individuales y colectivas, internas, subjetivas y
personales en la ecuación política. Las revoluciones holísticas requieren de cambios
interiores profundos, de la consideración de lo personal como constituyente de las
mutaciones sociales.
En lo concreto en el ámbito del trabajo, las instituciones políticas han refrendado
de forma férrea la capacidad de acción y de representación de las organizaciones
sindicales y patronales en exclusiva. El reconsiderar este modelo es una labor urgente. Las
instituciones sancionan la hegemonía sindical/patronal en el ámbito laboral, pero por
omisión, también sobre el resto de trabajos y el modelo se traspasa a otras políticas, las de
género, por ejemplo, hiperlegitimando a estos ‘actores sociales’, los agentes clásicos del
trabajo-empleo . Sin poner en tela de juicio su posibilidad de intervención en el mundo
578
578
No se cuestiona la participación de los llamados ‘agentes sociales’ - patronal y sindicatos - en los consejos de igualdad o de la
mujer existentes. No nos mostramos en contra, tan sólo planteamos la cuestión. Por ejemplo, es curioso que el forum de personas
expertas del EIGE (European Institute for Gender Equality) de la UE se constituya asegurando la representación de la patronal y de los
sindicatos.
453
tesis e ideas para futuros estudios que han surgido a lo largo de su elaboración.
En materia de trabajo, más allá de los nuestros hallazgos en la teoría y en la
práctica del MFM, creemos conveniente analizar si la definición de trabajo que hemos
aportado, y en concreto la de trabajo político, es útil para profundizar en nuevos aspectos
de la justicia social y la igualdad de género. La invisibilización de toda tarea no mercantil
debería continuar siendo objeto de escrutinio de las Ciencias Sociales, así como sus
vínculos con los tiempos de las personas. También hemos detectado una carencia
empírica para la categoría LGTB, sobre todo en relación con el trabajo doméstico y de
cuidados. Análisis sobre el empleo y otras actividades humanas, así como estudios desde
la intersección con otras categorías de desigualdad pueden ser de especial interés para el
avance de los estudios de interseccionalidad, de género, LGTB y trabajo. Además nos
parece relevante dedicar esfuerzos a estudiar la erosión de la clase social en la actualidad,
la permanencia o cambios en el modelo ‘patrón-obrero’ y sus vínculos con el género,
tanto en las relaciones de trabajo, como en otras esferas de la vida de las personas.
Asimismo, los vínculos entre mercado e instituciones y la representación política en estos
espacios nos parecen asuntos clave para la Ciencia Política.
En este sentido, pensamos que es necesario continuar indagando en las relaciones
entre MFM y sindicalismo, en el marco de una articulación más amplia entre antiguos y
nuevos agentes sociales. Tanto la literatura de movimientos sociales, como la de trabajo y
la de género se verán beneficiadas si se ponen en común las diferentes aproximaciones
que contempla cada subdisciplina. Igualmente, la práctica política se enriquecerá con
nuevos estudios empíricos sobre fortalezas y debilidades entre nuevos y antiguos actores
y las confluencias en el contexto de las movilizaciones actuales y futuras. En este punto
la interseccionalidad sobre sujetos y sistemas de desigualdad puede ser explorada.
Por último, alentamos nuevas investigaciones sobre los marcos que en esta tesis
retan la dominancia de conceptos fuertemente establecidos. Nos referimos a futuros
estudios en los que la organización de tiempos y de trabajos, la precariedad y la vida
continúen conjugándose para esbozar sociedades más justas, sin desigualdades y en
armonía.
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teletrabajo
como
fórmula
para
conciliar
la
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• Constitución Española de 1931
• Contrato de Trabajo de noviembre de 1931
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(Última visita: junio de 2013)
- Vale la pena denunciar ¡No te cortes! (Euskadi, sin fecha), la Asamblea de
Mujeres de Bizcaya, Egitzan, y los sindicatos ESK, LAB y CNT
INDICE DE ANEXOS
ANEXO
I:
LISTADO
DE
TEXTOS
ANALIZADOS ................................................................................................1
ANEXO
II:
LISTADO
DE
ENTREVISTAS
ANALIZADAS
Y
REALIZADAS ............................................. 14
ANEXO
III
:
ENTRELAZADO
PARA
EL
ANÁLISIS
DE
DOCUMENTOS
ESCRITOS........................... 17
ANEXO
IV:
EJEMPLO
DE
ANÁLISIS
DE
TEXTOS
ESCRITOS
................................................................... 21
ANEXO
V:
ENTRELAZADO
PARA
EL
ANÁLISIS
DE
DOCUMENTOS
ORALES.................................. 29
ANEXO
VI
:
EJEMPLO
ANÁLISIS
DE
TEXTOS
ORALES
(ENTREVISTAS) ........................................... 31
ANEXO
VII:
MODELO
ENTREVISTA .................................................................................................................. 39
ANEXO
VIII:
MARCOS
Y
SUBMARCOS
PRINCIPALES
DE
REDISTRIBUCIÓN,
RECONOCIMIENTO
Y
REPRESENTACIÓN ..................................................................................................... 42
ANEXO
IX:
TEXTOS
ANALIZADOS...................................................................................................................... 50
1
ANEXO I: LISTADO DE TEXTOS ANALIZADOS
(*) Número indicativo de cita en análisis
* Año Título Autoría Procedencia
(d1) 1988 Auxiliares del hogar: una Asamblea de Auxiliares Bilbao, Euskadi
labor social en duras domiciliarias
condiciones
(d2) 1993 Reinas y segregadas. Trabajo Grupo de trabajo de Barcelona,
doméstico y asalariado. Una Barcelona (CCOO secretaría Catalunya
contradicción para las de la mujer, de la
mujeres coordinadora feminista, y
trabajadoras del INEM)
(d3) 1993 El tiempo del empleo y el Secretaría Confederal de Estatal
empleo del tiempo de las Comisiones Obreras (Neus
mujeres Pont Chafer)
(d4) 1994 Taller sobre reparto de Centro de Documentación y Bilbao, Euskadi
trabajo Estudios de la Mujer de la
Asamblea de Mujeres de
Bilbao
(d5) 1995 Contando el trabajo de las Red las mujeres cuentan. Red Barcelona,
mujeres en el camino a internacional por un salario Catalunya
Beijing para el trabajo sin sueldo
(d6) 1996 Espai de treballs: la realitat Secretaria de la dona de la
de la jornada completa de les CONC, grup de dones i
dones de treball assalariat i treballs de Ca la dona,
no assalariat Campanya internacional per
al salari per al treball a la llar
(coordinadora de la ‘xarxa las
mujeres cuentan’) y grup de
dones de la facultat de
ciències econòmiques de la
UB
(d7) 2000 Feminismo, trabajo y Secretaria de la mujer de Estatal
sindicalismo. ¿Una relación administraciones públicas de
2
imposible? CC.OO (Inma Bernabé y
Begoña Marugán)
(d8) 2000 Vaga mundial de les dones 8 Vaga Mundial de Dones Barcelona,
de març 2000 Catalunya
(d9) 2000 Repensar desde el feminismo Dones i Treballs Barcelona,
los tiempos y trabajos en la Catalunya
vida cotidiana
(d10) 2000 Ella para él, él para el estado Chusa Lamarca Lapuente Estatal
y los tres para el mercado:
Globalización y Género
(d11) 2002 No volem ser com les dones Coordinadora Feminista de Barcelona,
del poder Barcelona Catalunya
(d12) 2003 Programa electoral. Plazandreok. Emakumeen Donosti, Euskadi
Elecciones generales y juntas Plataforma Politikoa.
municipales 2003. Apartado (Mujeres de la Plaza,
2. Trabajo y empleo Plataforma Política de
Mujeres)
(d13) 2004 Cultura prekaria Ctrl+i Barcelona,
Catalunya
(d14) 2004 Primeros balbuceos del Prekarias a la Deriva Madrid
laboratorio de trabajadoras.
El proyecto de precarias a la
deriva. El piquete-encuesta.
En los márgenes. Del
laboratorio de trabajadoras a
la deriva
(d15) 2006 Organización flexible del Fundación Mujeres Madrid
trabajo: una nueva empresa
para una nueva sociedad.
Apartado: ¿Qué es la
organización flexible del
trabajo?
(d16) 2007 Manifiesto de apoyo a la ley Federación de mujeres Estatal
3
de igualdad progresistas
(d17) 2007 Cuidadania: concepte i Ca la Dona, Asamblea Estatal
dimensions. Apartados: Feminista de Madrid, Dones i
Cuidadania i politiques Treballs, Ewaiso E’pola
publiques; Cuidadania i
sostenibilitat; Cuidadania i
immigració
(d18) 2008 Jardunaldi Feministak: Conclusiones jornadas. Euskadi
Precariedad y Trabajo Bilbunge Feminista y LAB
(d19) 2008 Jardunaldi Feministak: No Conclusiones jornadas. Euskadi
habrá igualdad sin servicios Zaitza
públicos y reparto del
cuidado
(d20) 2009 ¡Estamos hartas! Queremos Consejo de Mujeres de Donosti, Euskadi
un sistema económico social Donostia-San Sebastián por
y feminista la Igualdad
(d21) 2009 Igualdad de género frente a la Varias asociaciones y Estatal
crisis económica personas individuales
(d22) 2009 Derivas colectivas en un Territorio Doméstico Madrid
taller singular: la biografía de
Territorio doméstico
(e51) 2010 Institut Català Anna Solà, Directora del Organismo público.
de les Dones Pla de Polítiques de Barcelona, ámbito
Dones autonómico
Diagnóstico
• Resumen
• ¿De qué trabajo se habla? / ¿Cómo se nombra qué trabajo? (naming / framing)
• ¿Por qué se ve cómo un problema?
• Atribución de causalidad: ¿Cuál es la causa del problema?
18
• ¿Qué dimensiones de género se encuentran en la interpretación del problema?
• ¿Qué dimensiones económicas se encuentran en la interpretación del problema?
• ¿Quiénes son los sujetos del trabajo que aparecen en el diagnóstico?
• ¿Cómo se trata la interseccionalidad? En sujetos y en sistemas de desigualdad
o Interseccionalidad: clase, origen (étnico-racial-territorial), edad y/o estado civil.
o Interseccionalidad: Otras posibles desigualdades
o Interseccionalidad: aditiva / competitiva / jerárquica / interseccional – constituida mutuamente
/ inarticulada
• ¿El problema es de falta de redistribución, de reconocimiento o de representación?
• Atribución de roles en el diagnóstico: ¿Quién tiene el problema?
• Atribución de roles en el diagnóstico: ¿Quién es responsables de haber causado el
problema?
• Localización diagnóstico: ¿Dónde queda localizado el problema? Mercado, individuo,
Estado, ámbito comunitario o familiar
Pronóstico
• Resumen
• ¿De qué trabajo se habla? / ¿Cómo se nombra qué trabajo? (naming / framing)
• ¿Cómo se representa la solución del problema?
• ¿Cuál es la acción colectiva sobre qué trabajo?
• ¿Qué acción colectiva es prioritaria (si la hay)?
• ¿Qué dimensiones de género se activan en la solución del problema?
• ¿Qué dimensiones económicas se activan en la solución del problema?
• ¿Quiénes son los sujetos del trabajo en el pronóstico?
• ¿Cómo se trata la interseccionalidad? En sujetos y en sistemas de desigualdad
o Interseccionalidad: clase, origen (étnico-racial-territorial), edad y/o estado civil.
o Interseccionalidad: Otras posibles desigualdades
o Interseccionalidad: aditiva / competitiva / jerárquica / interseccional – constituida mutuamente
/ inarticulada
• ¿El problema es de falta de redistribución, de reconocimiento o de representación?
• Atribución de roles en el pronóstico: ¿Quién/es debe/n actuar o no actuar para
19
solucionar el problema? (Actores activos)
• Atribución de roles en el pronóstico: ¿Sobre quién/es se debe actuar o no actuar?
(Actores pasivos)
• Localización del pronóstico: ¿en qué ámbito se debe incidir? Mercado, individuo,
Estado, ámbito comunitario o familiar
MARCOS
20
21
I. Descripción genérica
Título completo del texto: Auxiliares de hogar: una labor social en duras condiciones.
‘El trabajo sumergido institucionalizado’. Subtítulo: ‘Udal-langileal gara!’ (‘Somos
trabajadorxs del Ayuntamiento’ – en Euskera el plural comparte el género para mujeres y
hombres.
Lugar de procedencia: Euskadi
Año: 19 de noviembre de 1988
Autoría: Asamblea de Auxiliares domiciliarias (Bilbao)
Tipo de texto: escritos. Es una especie de ‘revista’ o de recopilación de escritos del grupo
del que se ha seleccionado uno de ellos
Partes seleccionadas del texto: Cuatro páginas (1-4). No se analiza la 5ª página con una
tabla sobre condiciones laborales
Detalles de elaboración del texto y contexto:
Localización: Centro de Documentación y Estudio de la Mujer de Bilbao
III. DIAGNÓSTICO
IV. PRONÓSTICO
V. NORMATIVIDAD
Normatividad:
¿Cuáles son las normas que emergen?
ideal:
Ideología
Visión feminista:
- Mujeres. Poca perspectiva de género. Con escasas o ninguna referencia al feminismo
I. Descripción genérica
• Persona entrevistada
• Lugar entrevista
• Fecha
• Descripción del grupo / contexto
• Definición de trabajo
II. Diagnóstico
• Resumen
• ¿De qué trabajo se habla?
• Diagnóstico del problema
• ¿Por qué se ve cómo un problema?
• Atribución de causalidad: ¿Cuál es la causa del problema?
• ¿Qué dimensiones de género se encuentran en la interpretación del problema?
• ¿Qué dimensiones económicas se encuentran en la interpretación del problema?
• ¿Quiénes son los sujetos del trabajo que aparecen en el diagnóstico?
• ¿Cómo se trata la interseccionalidad? En sujetos y en sistemas de desigualdad
o Interseccionalidad: clase, origen (étnico-racial-territorial), edad y/o estado civil.
o Interseccionalidad: Otras posibles desigualdades
o Interseccionalidad: aditiva / competitiva / jerárquica / interseccional – constituida mutuamente
/ inarticulada
• ¿El problema es de falta de redistribución, de reconocimiento o de representación?
• Atribución de roles en el diagnóstico: ¿Quién tiene el problema?
• Atribución de roles en el diagnóstico: ¿Quién es responsables de haber causado el
problema?
• Localización diagnóstico: ¿Dónde queda localizado el problema? Mercado, individuo,
30
Estado, ámbito comunitario o familiar
III. Pronóstico
• Resumen
• ¿De qué trabajo se habla? / ¿Cómo se nombra qué trabajo? (naming / framing)
• ¿Cómo se representa la solución del problema?
• ¿Cuál es la acción colectiva sobre qué trabajo?
• ¿Qué acción colectiva es prioritaria (si la hay)?
• ¿Qué dimensiones de género se activan en la solución del problema?
• ¿Qué dimensiones económicas se activan en la solución del problema?
• ¿Quiénes son los sujetos del trabajo en el pronóstico?
• ¿Cómo se trata la interseccionalidad? En sujetos y en sistemas de desigualdad
o Interseccionalidad: clase, origen (étnico-racial-territorial), edad y/o estado civil.
o Interseccionalidad: Otras posibles desigualdades
o Interseccionalidad: aditiva / competitiva / jerárquica / interseccional – constituida mutuamente
/ inarticulada
• ¿El problema es de falta de redistribución, de reconocimiento o de representación?
• Atribución de roles en el pronóstico: ¿Quién/es debe/n actuar o no actuar para
solucionar el problema? (Actores activos)
• Atribución de roles en el pronóstico: ¿Sobre quién/es se debe actuar o no actuar?
(Actores pasivos)
• Localización del pronóstico: ¿en qué ámbito se debe incidir? Mercado, individuo,
Estado, ámbito comunitario o familiar
MARCOS
31
I. Descripción genérica
II. DIAGNÓSTICO
• Resumen
- España
es
el
último
de
los
países
de
la
UE
que
tienen
a
las
trabajadoras
domésticas
fuera
del
Régimen…
32
- No
hay
ningún
régimen
tan
horrendo
como
este
en
todo
el
sistema
español.
- La
obtención
de
derechos
laborales
sería
el
primer
paso
fundamental
para
cuestionar
toda
la
tramitación
del
cuidado.
- Una
plataforma
que
trata
de
las
reivindicaciones
de
las
trabajadoras
domésticas.
- Cuando
se
habla
de
‘las
reivindicaciones
de
las
trabajadoras
domésticas’
se
está
haciendo
feminismo.
- Que
se
corra
la
voz,
eso
es
la
asociación
III. PRONÓSTICO
IV. RELACIONES
SUBMARCOS
Redistribución Reconocimiento Representación
• Doble
presencia/carga/jornada
• Doble
• Contradiccio
Diagnóstic • No
corrresponsabilidad
masculina
/
presencia/jorna nes
o social
da
personales
• Empleo
a
tiempo
parcial
• No
• Explotación
y
reparto
injusto
del
reconocimiento
trabajo
TD+C
• Reestructuración
global
de
los
• Crisis
cuidados
cuidados
• Inclusión
hombres
en
TD;
Inclusión
• Sensibilización
• agenda
del
TD
en
tiempo
laboral;
buena
e
implicación
movimiento
distribución
tiempos;
Permisos
empresarial
y
feminista
marentales
y
parentales;
Compartir
social
• pelea
sin
responsabilidades
domesticas
entre
• Igualdad
de
tregua
del
sexos/entre
miembros
hogar;
trato
y
MF
Pronóstico Corresponsabilidad;
Creación
oportunidades
• Cuidadanía
servicios
públicos
cuidado;
• Reorganización
Conciliación
de
la
vida
familiar,
de
tiempos
s/
laboral
y
personal;
Flexibilidad;
modelo
Socializar
el
cuidado;
femenino
de
Autoorganización
y
autogestión;
trabajo
economía
social
y
trabajo
(priorización
cooperativo;
Comunitarizar
el
trabajo
trabajo
de
cuidados;
Proveer
doméstico
recursos
privados
cuidados
sobre
laboral)
(externo
familia);
Trabajo
• Necesidades
de
comunitario;
solidaridad
y
apoyo
las
personas
en
mutuo.
el
centro
de
la
• Cuidadanía
reorganización
• Cuidadanía
42
2. (No) reconocimiento
SUBMARCOS
Redistribución Reconocimiento Representación
• Falta
de
• Socialización
género;
redistribución
No
reconocimiento
• Privación
bienes
trabajo
mujeres;
• Gratuidad
Feminización
pobreza;
Diagnóstico trabajo
familiar
TD
sin
• No
contraprestaciones
remuneración
sociales;
Invisibilización;
Devaluación;
Desvalorización;
Autocuidado;
Experiencias
laborales
precarias;
estadísticas
oficiales;
No
reconocimiento
situaciones
particulares
(aspecto
físico,
homosexualidad,
origen,
edad;
precariedad;
amas
de
casa);
Dominación
cultural;
estigma
de
la
prostitución
• Reconocimiento
trabajo
• poder
de
mujeres
negociación
Pronóstico • Visibilizar
trabajo
• huelga
mujeres
• Dignificar
trabajo
cuidados
(remunerados
y
no)
• Violencia
• Prostitución
43
3. Desigualdad y discriminación laboral
SUBMARCOS
Redistribución Reconocimiento Representación (MAC)
• Fragilidad
laboral
• Socialización
• autoorganización
• Brecha
salarial
género
Diagnóstico • Falta
de
igualdad
de
• Falta
de
oportunidades
promoción
• Trabajo
gratuito
en
• Irrespeto
mercado
• Fragilidad
laboral
• Tasa
de
desempleo
• Acoso
sexual
• Marginación
en
el
mercado
laboral
• Empleo
a
tiempo
parcial
• Segmentación
horizontal
y
vertical
• Deslaborización
de
las
mujeres
• Explotación
empleadas
hogar
• Precariedad
del
mercado
laboral
• Reformas
laborales
• Explotación
trabajadoras
domésticas
(mal
remunerado)
SUBMARCOS
Redistribución Reconocimiento
• Brecha
salarial
• Violencia
• Hombres
ausentes
del
TD+C
• Doble
Diagnóstico • Desempleo
femenino
carga/jornada/presencia
• Techo
de
cristal
• Valores
contrapuestos
• Prostitución
• Vulnerabilidad
y
• Mercantilización
del
espacio
fragilidad
público
44
5. Mantenimiento de la vida
SUBMARCOS
Redistribución Reconocimiento Representación
• Cuidadanía
• Cuidar
la
vida
• Práctica
de
la
• Cuidado
en
el
centro
vida
cotidiana
Pronóstico de
la
sociedad
• Sostenimiento
vida
humana
• Sostenimiento
vida
planeta
• Satisfacción
de
las
necesidades
humanas
• Cuidadanía
6. Valor/Valoración
SUBMARCOS
Redistribución Reconocimiento Representación
• Mercantilización
• Estadísticas
capitalista
del
oficiales
Diagnóstico trabajo
de
las
• Devaluación
trabajo
mujeres
mujeres/TD+C
• Devaluación
mujeres
• Medición
en
• Visibilizar
tareas
• Huelga
contabilidades
mujeres
no
desde
Pronóstico nacionales
parámetros
• Aumento
mercantiles,
subsidios
para
económicos,
de
madres
mercado
• Dinero
para
• dependencia
madres
que
han
• libertad
sufrido
violencia
• necesidades
• Salario
para
humanas
–
necesidad
cuidar
y
otras
cotidiana
y
real
del
crianzas
cuidado‐
• Prestación
• deseos–
de
las
mujeres
e
impuestos
específica
• derechos
‐de
cuidar
cuidadoras
y
de
ser
cuidada‐
• Inclusión
empleo
hogar
en
régimen
general
de
la
seguridad
social
45
7. (No) Redistribución
SUBMARCOS
Redistribución Reconocimiento
• Recortes
• TD
invisible
• Privatizaciones
• empleadas
hogar
no
Diagnóstico • Reformas
(no
laborales)
reconocimiento,
• Crisis
empresarial
y
desempleo
infravaloración
• Disminución
derechos
sociales
y
derivados
empleo
• Feminización
de
la
pobreza
• No
contabilización
productiva
TD
• Modelo
social
y
económico
• Cambios
gestión
económica
• Universalización
Pronóstico • Terminar
explotación
cuidados
• Terminar
explotación
trabajo
sexual
• Creación
servicios
públicos
cuidado
• Socializar
y
comunitarizar
el
cuidado
• Autoorganización
y
autogestión
• Economía
social
y
trabajo
cooperativo
• Recursos
privados
cuidados
(externo
familia)
• Trabajo
comunitario
• Solidaridad
y
apoyo
mutuo
• Acceso
y
redistribución
de
servicios,
derechos
y
recursos
SUBMARCOS
Redistribución Reconocimiento Representación (MAC)
• Formación
y
• Sensibilización
e
• Intervención
orientación
implicación
sindical
de
las
Pronóstico laboral
para
empresarial
y
mujeres
mujeres
social
igualdad
• contratación
• Igualdad
de
trato
igualitaria
• Reconocimiento
• sanciones
a
plena
igualdad
empresas
• Planificación
• acceso
a
sectores
pública
del
con
trabajo
infrarrepresenta reproductivo
ción
• Ley
de
igualdad
46
• Ley
de
igualdad
• Visibilizar
tareas
• Acceso
y
tradicionales
redistribución
mujeres
de
servicios,
derechos
y
recursos
• Medición
en
contabilidades
nacionales
• Políticas
laborales
de
género
• Inclusión
empleo
hogar
en
régimen
general
de
la
seguridad
social
• Reforma
ley
de
extranjería
8. TrabajoPrecariedadVida
Redistribución Reconocimiento Representación
(MAC)
• Desregulación
• Precarización
de
la
• Huelga
• Flexibilidad
vida
Diagnóstico • Falta
derechos
• Precarización
de
la
laborales
realidad
• Marginación
• Infravaloración
• Explotación
(doble
(empleo)
presencia)
• Identidades
• Feminización
precarias
pobreza
(empleo,
• Sin
atención
(td+c)
TD,
vital)
• Cuidados
y
• jornadas
laborales
precariedad
• Mercantilización
• Necesidades
• Cosificación
humanas
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9. Crisis
de
los
cuidados
SUBMARCOS
Redistribución Reconocimiento
• Reestructuración
global
de
los
• Cuidado
transatlántico
cuidados
• Cuidados
y
precariedad
Diagnóstico • Globalización
cuidados
48
49
Esta introducción recoge el contenido del debate que hemos realizado en el Grupo «Dones i
Treballs». A lo largo del mismo han ido apareciendo ideas tan nuevas y desconcertantes para
nosotras que nos han obligado, una y otra vez, a repensar todo desde el principio. La
diversidad de nuestras experiencias, el diferente bagaje intelectual de cada una, los variados
instrumentos disciplinarios de que disponíamos y, sobre todo, la libertad de pensamiento que
nos hemos permitido y reconocido unas a otras han hecho posible un recorrido intelectual
arriesgado pero fructífero. Para nosotras, ha sido importante la precisión conceptual, pero aún
más nos ha preocupado hallar palabras capaces de transmitir conceptos que, aun siendo
abstractos, pudieran vibrar al ritmo de la vida, fueran capaces de decir la vida misma.
Para explicar cuáles fueron nuestros puntos de partida debemos remontarnos a los orígenes de
los debates sobre el trabajo doméstico. Tales orígenes hay que situarlos en los primeros años
setenta. Tanto desde el movimiento como desde la academia, el trabajo doméstico se
analizaba con relación al trabajo remunerado. Este último era la actividad que tenía valor y
reconocimiento social, tanto que se identificaba trabajo con empleo. De ahí que, si se quería
otorgar reconocimiento al trabajo doméstico, hubiera que demostrar que era una actividad
análoga al trabajo de mercado. Dada la tradición marxista de la mayoría de las personas que
participaban en los debates, no es de extrañar que los intentos de analizar el trabajo doméstico
se realizaran con las categorías marxianas utilizadas para el trabajo asalariado masculino. Es
decir, se analizaba el trabajo doméstico teniendo como referente un tipo de trabajo
socialmente asignado a los varones que mantiene características de organización y realización
propias y específicas.
En las primeras jornadas feministas de los años 75 y 76 manteníamos incluso la idea de que el
trabajo doméstico se iba a abolir. Éramos la generación de mujeres, la mayoría de clase
media, que nos estábamos integrando de forma creciente al trabajo remunerado (proceso que
se vio postergado en este país en relación con otros países europeos por la presencia de la
dictadura), con lo cual dábamos por sentado que parte del trabajo doméstico lo adquiriríamos
en el mercado, otra parte sería proporcionada por el sector público y el resto –algo marginal–
lo compartiríamos con los varones, ya que nosotras habríamos accedido al trabajo de
mercado. Asumíamos también que el trabajo doméstico no tenía valor (comparado con el
remunerado) y muchas proclamábamos con un cierto orgullo que no queríamos aprender los
saberes tradicionales de nuestras madres y abuelas.
La conclusión obvia era que, a medida que el proceso continuase, iríamos abandonando cada
vez más nuestras supuestas obligaciones domésticas, nos iríamos incorporando al trabajo
remunerado en condiciones similares a los varones y, por tanto, iríamos conquistando la
soñada igualdad.
84
Con ello, se había producido una ruptura importante. Como es habitual, el modelo masculino
dominante generaliza sus características transformándose pretendidamente en un universal,
bajo el cual, lo diferente desaparece. Así, el trabajo de las mujeres –ahora recuperado– había
desaparecido al identificarse con el supuesto universal masculino.
Las ideas anteriores tomaron cuerpo en el llamado «esquema producción-reproducción», que
simboliza la existencia de dos trabajos, con características propias aunque interrelacionados,
que participan con el mismo grado de importancia en la reproducción del sistema global.
El concepto de trabajo
Lo anterior generó una discusión sobre el concepto de trabajo. Por una parte, el término
«trabajo doméstico», que remitía a una idea de actividades tradicionales (lavar, coser, cocinar,
planchar,...) realizadas en el interior del hogar, se sustituyó por «trabajo familiar doméstico»,
a fin de incorporar una serie de actividades de gestión y organización que tienen lugar fuera
del ámbito doméstico y que han ido en aumento con el desarrollo de los servicios y del sector
público.
85
Por otra parte, el término genérico de trabajo, que habitualmente se identifica con empleo,
ofrecía una definición muy precisa pero absolutamente estrecha y sesgada del término. Si se
optaba por una definición más amplia que incluyera todo tipo de actividades que participaran
en la producción de bienes o servicios para satisfacer necesidades humanas, además de
enfrentarnos con el problema de las «necesidades humanas», con ello se abrían unas fronteras
tan amplias que «casi todo» pasaba a ser trabajo; por tanto, era una definición poco útil. Vistas
así las cosas, pensamos que tal vez «trabajo» era un concepto demasiado amplio, que se le
había pedido demasiado a una sola palabra y en este proceso se la había vaciado de contenido.
Tal vez ni siquiera nos interesaba llamar «trabajo» al trabajo doméstico. Ya que si era una
actividad distinta, con otras características, ¿por qué no designarlo de otra manera?
Bien, en cualquier caso, la discusión venía provocada por un debate que estaba en la sociedad:
la valoración (en términos monetarios) del trabajo familiar doméstico. Esto exigía especificar
qué actividades debían considerarse trabajo doméstico y, por tanto, susceptibles de
cuantificación y valoración. Pero la cuestión era si se podía poner un precio de mercado al
trabajo doméstico, con lo cual se estaba implicando que dicho trabajo podía tener un sustituto
de mercado.
En este contexto, la reflexión nos llevó a plantear que las necesidades de las personas que se
satisfacen a través del trabajo tienen una dimensión objetiva y otra subjetiva, es decir, los
requerimientos humanos no son sólo materiales sino también de afectos y relaciones.
Por otra parte, en muchas actividades –una parte importante de las realizadas en el hogar–
resulta imposible separar la relación personal de la actividad misma, por la componente
afectiva que implican. Por tanto, estas actividades no tienen sustituto de mercado ni sustituto
público y, en consecuencia, no pueden ser valoradas a precios de mercado. En definitiva, no
todo es reducible a precios de mercado y, en particular, no la componente subjetiva de la vida
humana.
Un punto de inflexión
La identificación de los aspectos subjetivos del trabajo familiar doméstico que tenían que ver
con las relaciones afectivas, las actividades de cuidados y la calidad de vida nos planteó cada
vez más la necesidad de valorar esta actividad por sí misma. Por otra parte, los estudios sobre
usos del tiempo fueron determinantes para hacer visible su dimensión cuantitativa. En
definitiva, tanto en contenido –el cuidado de la vida humana– como en cuantía, el trabajo no
remunerado realizado fundamentalmente por las mujeres se nos presentaba como más
importante que el trabajo remunerado. Más aún, esta actividad no reconocida era de hecho la
que permitía que funcionara el mercado y el resto de las actividades. Veíamos que el tiempo
que se dedica a las personas desde el hogar es determinante para que éstas crezcan y se
desarrollen como personas sociales, con capacidad de relación, con seguridades afectivas, etc.,
todas aquellas características que nos convierten en «personas». Las actividades mercantiles
no podrían subsistir sin este otro trabajo, que crea las condiciones necesarias para
posteriormente adquirir, entre otras cosas, el «capital humano».
Estas reflexiones nos fueron llevando a un punto de inflexión en nuestra perspectiva: lo
fundamental no era el trabajo asalariado, ni siquiera ambas actividades podían situarse en el
mismo nivel de importancia (el esquema producción-reproducción que nos había sido tan útil,
ahora perdía validez), sino que el eje central de la sociedad y, por tanto, del análisis debería
86
ser esta actividad compleja realizada en el hogar que permite a las personas crecer,
desarrollarse y mantenerse como tales. Esto significaba un cambio de paradigma, representaba
otra manera de mirar, entender e interpretar el mundo y, por tanto, de analizarlo. Era para
nosotras un cambio simbólico importante y, además, casi de sentido común: el centro de los
objetivos sociales, políticos y económicos debería ser la vida humana y las diversas
actividades deberían girar en torno a este objetivo primero y estar a su servicio.
Llegadas a este punto de nuestras reflexiones, nos encontramos con algunas compañeras que
venían de una tradición ecologista, con las que conectamos inmediatamente –como es obvio–
en la idea básica del cuidado de la vida como objetivo central. Desde entonces somos
compañeras de viaje en este recorrido que nos entusiasma y que se ha visto enriquecido por el
feliz encuentro.
Por otra parte, la «superación» de la necesidad de los varones significa una total dependencia
en las mujeres. Tradicionalmente se ha dicho que las mujeres éramos dependientes de los
varones y que conseguíamos independencia al incorporarnos al trabajo asalariado.
Seguramente esto en parte es verdad; es un tipo de dependencia: la económica. Pero
normalmente no se ha mencionado que los varones mantienen otro tipo de dependencia de las
mujeres: la afectiva, la de cuidados, la de relaciones.
Las distintas formas de participación en los trabajos y las diferentes maneras de entender las
necesidades y las dependencias entre mujeres y hombres nos llevó a analizar los modelos de
uso del tiempo masculino y femenino. El modelo masculino de «hombre proveedor»
presupone que los varones se incorporan al mercado de trabajo al alcanzar la edad laboral y
permanecen en él hasta la edad de jubilación, dedicando a ello todo el tiempo a lo largo de su
vida activa. Mientras que las mujeres se incorporan o abandonan el mercado laboral según las
exigencias del momento del ciclo vital en que se encuentren. En general, las tareas de cuidado
que asumen las mujeres (criar hijos e hijas, atender a personas enfermas y ancianas) les
condicionan el tiempo destinado al mundo laboral. Y aunque este modelo ha cambiado un
poco, acercándose al masculino, sigue siendo diferente, incluso en los países nórdicos donde
las mujeres se incorporaron antes de forma masiva al mercado laboral. La diferencia de
modelos se debe a que, en las actuales condiciones, la prioridad que establecen las mujeres no
está en el trabajo de mercado.
Paralelamente, vimos que el modelo femenino de dedicación a las tareas de cuidado durante el
ciclo vital equivale al modelo masculino en el mercado laboral; es decir, las mujeres se
incorporan a edades tempranas a estas tareas y no las abandonan mientras la salud se lo
permita. Los hombres, en cambio, tienen una participación en las mismas que, además de ser
minoritaria y de baja intensidad, no se ve afectada por el ciclo vital. Su prioridad, por tanto,
no son en absoluto las tareas de cuidado.
Si las mujeres adoptáramos dicho modelo de trabajo, ¿quién asumiría las tareas de cuidados?
¿Qué sucedería con las personas dependientes por razones de edad o de salud?
De ahí que sostuviésemos que las políticas de igualdad –entendidas como la asunción por
parte de las mujeres del modelo masculino de comportamiento–, independientemente de que
nos interese o no imitar dicho modelo, pierden sentido, no son ciertas.
Por otra parte, desde esta nueva forma de mirar el mundo, la experiencia femenina de trabajo
se nos presentaba como un modelo que convendría más imitar o, al menos, aprender de él. La
cuestión que se nos planteaba era simple, casi de sentido común: del total de población, una
parte importante de personas requieren atención específica, por razones de edad (niños y
niñas, personas mayores) o de salud (personas enfermas o con algún tipo de minusvalía),
además de la atención cotidiana que necesitamos todo el resto de población. Esto exige una
gran cantidad de tiempo y energías. Pero además, la atención de estas necesidades no es una
actividad que siga una trayectoria lineal a lo largo de la vida, sino que depende básicamente
del momento del ciclo vital que se esté viviendo. Cuando entre los miembros del hogar haya
alguna criatura pequeña o alguna persona anciana o enferma, se requerirán más horas de
actividades de cuidados. En cambio, habrá otros momentos del ciclo vital en que las personas
activas dispondrán de mucha libertad para elegir su dedicación laboral.
Pues bien, esto es la realidad humana. Y dado que además estábamos sosteniendo que la vida
humana debería ser el objetivo básico de la sociedad, la conclusión directa era obvia: para
hombres y mujeres, las jornadas laborales, el tiempo de trabajo remunerado, los asuntos de
flexibilidad, las «conciliaciones», etc. deberían discutirse tomando como base los
requerimientos de la vida humana, deberían ajustarse a las necesidades humanas y no al revés.
Para ello, la experiencia histórica femenina de continuas y complicadas «conciliaciones»
podía servir como referencia. De no ser así, se estaría aceptando que el tema de los cuidados
no es un problema social sino un problema específico de las mujeres. Con lo cual,
continuaríamos haciendo de variable de ajuste del sistema e interiorizando las continuas
tensiones provocadas por considerar que la vida humana es una cuestión marginal y no, como
dijo la economista italiana Antonella PICCHIO (1999a), un bien precioso que hay que cuidar.
Manos a la obra
Los textos que hemos escrito para esta publicación intentan recoger y desarrollar algunas de
las ideas que han ido apareciendo en la reflexión colectiva de nuestro grupo acerca de las
tareas y trabajos de las mujeres. Con ellos hemos comenzado a desarrollar el conjunto de
89
ideas que hemos dado a luz, conscientes de que éste algo recién nacido debe crecer y madurar.
Como el proceso ha resultado útil para nosotras, queremos comunicarlo y compartirlo, pues
entendemos que es así como fructifican las ideas y se enriquece el pensamiento.
La visión multidisciplinar de la realidad que supone repensar el mundo a partir de la propia
experiencia puede revertir también en un enriquecimiento de la disciplina en el marco de la
cual se expresa el conocimiento adquirido.
En el artículo de Cristina Carrasco, la autora demuestra la existencia de una contradicción
básica entre la lógica del cuidado y la lógica del beneficio, y con ello aporta nuevos
instrumentos al estudio de la economía, cuestionando algunos de sus planteamientos pero
ampliando su horizonte.
En el estudio de Neus Moreno se detectan y evidencian los graves costes que supone para la
salud de las mujeres la doble jornada y, especialmente, el desgaste que representa asumir y
elaborar la tensión entre trabajo doméstico y trabajo remunerado que la economía externaliza.
En el texto de Anna Bosch, María Inés Amoroso y Hortensia Fernández se reflexiona sobre
las consecuencias que tiene, para las mujeres, el actual modelo de relación entre la sociedad
humana y la naturaleza, y cómo se ha construido esta relación de manera interrelacionada con
la desvalorización de las mujeres y de sus tareas.
Aunque las autoras son responsables de los textos escritos y reflejan sus particulares
visiones del debate desarrollado, la publicación es el resultado de la reflexión colectiva
del Grupo «Dones i Treballs», que ha sido el magma donde han tomado cuerpo las ideas.
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CULTURA PREKARIA
http://www.sindominio.net/ctrl-i/cultura_prekaria.html
Vivim a una ciutat on el panorama artístic i cultural es considerat cada cop més una de les parts més
importants del sector terciari. Tenint en compte el context barceloní i els aconteixements que aquest any es
pretenen portar a terme, creiem necessari donar a conèixer sobre que estructures es construeix la cultura
institucional i sobre quines bases s'està creant una Barcelona que no és més que una postal sense text.
És sorprenent com grans institucions culturals amb tant de renom, com el Macba, el CCCB, la Fundació
Miró, el Guggenheim, el Ivam,... deleguin les seves tasques de visites guiades, informació i atenció al públic
a empreses intermediàries que molt llunyanament reproduiran els discursos que des de les activitats i les
exposicions el museu intenta trasmetre al públic.
Existeixen nombroses empreses a Barcelona, que són subcontractades per entitats i institucions culturals per
realitzar tasques educatives, encara que la més críticada per les seves treballadores és sempre ciut'art. Serà
per que és la que retribueix els honoraris més baixos i tracta de manera més denigrant a les seves
treballadores?.
El col·lectiu ctrl+i (1) sorgeix de l'experiència comú de moltes estudiants en haver treballat per aquesta
mateixa empresa de gestió cultural anomenada ciut'art. Les precàries condicions laborals que ofereix aquesta
empresa, que monopolitza a nivell local la majoria dels museus de Barcelona, ens han unit més que les
tasques comunes i la nostra funció dins qualsevol dels centres on hem treballat.
Estructures com la d'aquesta empresa s'extenen cada cop més dins del sector cultural de tot l'estat espanyol,
arribant a un punt en el que el capital es genera no a partir de la nostra força física o capacitat de producció
d'objectes, sinó a partir de "les nostres qualitats comunicatives i informatives, els nostres sabers, la nostra
disposició a l'aprenetatge i la nostra facultat de llenguatge"(2).
La majoria de les treballadores venim del camp de les Humanitats i de les Ciencies Socials: llicenciades en
Història, Història de l'art, Belles arts, Filología,... Quan acabem els estudis intentem trobar feina en el camp
en el qual hem invertit els anys d'Universitat.
Un dels factors que propicia la nostra precarietad és la falaç informació i formació laboral que rebem en les
nostres facultats: aterrem en el mercat laboral sense saber quins són els nostres drets, quins els nostres
recursos per defensar-nos i quines les nostres capacitats de resistència cap a una precarització agressiva i
progressiva de la nostra vida.
El que intentem, és recuperar el control de la informació sense veure'ns obligades a fer visites guiades
contradictòries amb la nostra situació dins l'empresa i dins el museu, a defensar exposicions que es
desmonten únicament intuint les estructures que es fomenten internament...
També volem recollir experiències personals de precarietat al sector de la cultura per poder informar d'allò
que sempre queda invisible en les exposicions i no deixar que la informació sigui sempre parcial.
(1) ctrl+i, aquest és el nom que vam utilizar per signar la primera carta que vam escriure en comú,
108
denunciant aquesta situació. Es va escollir aquest nom perqué inclou la paraula control, però abreviada com
al teclat de l'ordinador. També apareix la nostra apreciada "i" la qual lluïem durant la nostra estada a la
empresa, doncs ens l'apropiem per aprofitar-la de veritat. Juntes, ctrl+i formen el 'comando' que en alguns
programes informàtics de manipulació d'imatges i disseny, s'usa com a 'short cut' per a la inversió de la
imatge. Pensem que aquesta és també la nostra tasca, invertir la informació que hem donat fins ara als
Museus i centres Culturals.
(2) "Política de la inteligencia colectiva" Amador Fernández Savater, citant a Paolo Virno.(Apareguda en el
Babelia, el dia 13 de Decembre del 2003).
109
d14
EL PIQUETE-ENCUESTA
Precarias a la Deriva es un proyecto de investigación-acción que estamos llevando a cabo distintas mujeres
que o bien ya habíamos iniciado una trayectoria de reflexión y práctica en torno a las transformaciones del
mundo del trabajo en grupo (Trabajo Zero, Sexo, Mentiras y Precariedad) o individualmente, o bien
deseaban comenzarla. Las inquietudes de las integrantes de este proyecto abierto convergen el 20J de 2002,
día de la Huelga General convocada por los sindicatos. En este día y en los precedentes nos juntamos para
pensar una intervención «acorde a nuestros tiempos», conscientes de que la huelga laboral, como la
expresión cultiminante de un proceso de lucha, no nos satisfacía fundamentalmente por tres motivos: (1) por
no recoger –y esto no es ninguna novedad– la experiencia de explotación y reparto injusto del trabajo
doméstico y de cuidado mayoritariamente realizado por mujeres en el ámbito «no productivo» de las
unidades de convivencia, (2) por la marginación a la que desde los presupuestos y formas de acción que
generalmente la animan se condena a la invisibilidad de determinados trabajos cada vez más extendidos y
comunmente agrupados bajo la etiqueta de «precarios» y (3) por no conceder atención alguna al trabajo
precario, flexible, invisible e infravalorado específicamente feminizado y/o migrante (sexual, doméstico,
atención, escucha, etc.). Tal y como ha vuelto a señalar recientemente una compañera a propósito de la
reciente convocatoria de huelga «política» contra la guerra del 10 de abril de 2003, «¿cómo inventar nuevas
formas de huelga cuando la producción se fragmenta y se deslocaliza, cuando está organizada de tal modo
que dejar de trabajar por unas horas (aunque sean 24) no afecta necesariamente al proceso de producción, y
cuando nuestra posición contractual es tan frágil que una huelga supone poner en riesgo la posibilidad de
110
Entendíamos que muchos de estos trabajos en los márgenes: trabajos invisibles, desregulados, desanclados,
no se veían interrumpidos o alterados mediante una huelga de este tipo, y que la precarización del mercado
laboral se había ampliado de tal modo que la mayor parte de las personas trabajadoras ya ni tan siquiera se
veían afectadas por las nuevas reformas contra las que se celebraba la mencionada huelga. Tratamos
entonces de pensar en un nuevo modo de transitar ese día de lucha, un modo que sirviese para ponernos en
comunicación con esas nuevas realidades, y decidimos transformar el clásico piquete de cierre por un
piquete-encuesta. Francamente, no nos veíamos con cuerpo para increpar a una precaria contratada por
horas en un super o para cerrar el pequeño comercio de frutos secos de una inmigrante porque, al fin y al
cabo, a pesar de los muchos motivos que existían para parar y protestar, ¿a quién se había convocado en esta
huelga? ¿en quién se había pensado? ¿existía un mínimo interés sindical por la realidad de los precarios, de
los inmigrantes, de las amas de casa? ¿acaso el paro detenía el proceso productivo de las trabajadoras
domésticas, de las traductoras, diseñadoras, programadoras, de todas las trabajadoras autónomas cuya
interrupción o no de ese día no haría más que duplicar su trabajo del día siguiente? Nos pareció más
interesante dado el desfase entre experiencia de trabajo y práctica de lucha intentar abrir un espacio de
intercambio con algunas de las mujeres que trabajaban o consumían durante aquel día y con las que
circulaban por la calle. Este pequeño y discreto esbozo de investigación fue el punto de inicio del proyecto
de las derivas.
El intercambio de aquel 20J resultó muy fructífero. No tanto por lo que nos iban contando aquí y allá, por
lo que íbamos haciendo visible para nosotras, para otras, sino por el espacio de apertura que vislumbramos,
por las potencialidades de encuentros no codificados que se avecinaban, por el placer de un diálogo en lo
social-no-catalogado sin la mediación de aparato alguno que no fuera la grabadora, la cámara de video y de
EN LOS MARGENES
111
Estas y otras preguntas surgían, como hemos dicho, de reflexiones que de uno u otro modo ya llevaban
tiempo circulando en nuestro entorno. En primer lugar, también nosotras nos situamos ante algunas líneas
de continuidad y cambio en los procesos productivos y ante el nuevo contexto laboral en el que éstos tienen
lugar, un contexto fuertemente marcado por el neoliberalismo.
Una tendencia dominante señalada por buena parte de las reflexiones neomarxistas es la emergencia del
llamado trabajo inmaterial (trabajo afectivo, comunicativo, creativo, de manipulación de códigos…)[1].
Este trabajo, que tiene que ver con procesos cognitivos, de producción de saberes, lenguajes y vínculos no
es, a pesar de lo que se desprende de muchos análisis, homogéneo y esto se debe fundamentalmente al valor
social que se le asigna, y que es el que establece una diferencia irreductible entre hacerle una paja a un
cliente y diseñar una página web.
Bien, esto es importante para el debate, sobretodo porque las cuestiones que atañen a la «reproducción» en
un sentido estrecho, es decir, como trabajo doméstico y de cuidado (pagado o no) y en un sentido amplio,
como comunicación, gestión, socialización, producción de bienestar, de estilos de vida, etc. en el entorno
doméstico extenso, es decir, de acuerdo con una formulación que va más allá de la «producción y la
reproducción de la vida inmediata» de Engels[2], quedan habitualmente a la sombra. En su visión más
estrecha esto se justifica debido a que estos trabajos no responden a la denominada «tendencia
hegemónica», sino que se interpretan simplemente como el legado de un desequilibrio histórico que
establece una continuidad e interrelación entre el trabajo con y sin salario, en casa propia y en casa ajena,
que desarrollan las mujeres y que, por extensión, determina la posición de éstas en el mercado laboral (¿o es
a la inversa?), tanto en lo que se refiere al tipo de puestos de trabajo que desempeñan (trabajo de oficina, de
atención al público, de enfermería y cuidados, modelo, etc.) como en lo que respecta a las diferencias
salariales y laborales en general. La emergencia del Tercer Sector, con una transferencia precarizada de
algunas actividades reproductivas de unas mujeres a otras, también a escala global, introduce aquí un
elemento novedoso que conviene tener presente. En su visión más amplia, si es que aceptamos esta
distinción, la reproducción de la vida inmediata como vínculo afectivo resulta un campo extremadamente
difuso que rápidamente se confunde con la vida («la vida puesta a trabajar», «reapropiación del tiempo de
vida»…), desdibujando los aspectos de dominación que hacen de la vida, la cooperación, las relaciones
afectivas, los gustos, el saber y la sexualidad un terreno extremadamente resbaladizo cuya «naturalidad»
permanece incuestionada.
112
En este sentido, entendemos que algunas de las orientaciones que inciden sobre el trabajo inmaterial hacen
oídos sordos o no toman verdaderamente en serio la cuestión de la reproducción y su vinculación con la
dominación patriarcal y racial. Frente a esto, nos reclamamos parte de un debate de largo recorrido en el
feminismo que justamente sí elabora la idea marxista de la reproducción en un sentido amplio atravesado
por múltiples relaciones de poder. Esta orientación entronca con las ideas de Foucault sobre el poder y los
procesos de subjetivación, es decir, sobre las formas modernas de la dominación, que en su mayor parte no
están basadas en el ejercicio directo de la violencia sino en la producción activa de sumisión; una idea que
ha sido ampliamente desarrollada bajo distintos enfoques por pensadoras como Butler o Pateman. Entronca
también con muchos de los enfoques radicales, materialistas y psicoanalíticos en el feminismo, desde los
que se da un peso importante a cuestiones como la división sexual del trabajo, el control de la sexualidad, la
heterosexualidad normativa o la socialización en la familia.
Los debates en torno a la reproducción que salpicaron toda la década de los 70 cuentan hoy con nuevas
aportaciones que es preciso sacar a la luz[3]. De ellas rescatamos un análisis sobre la reproducción, sobre la
articulación del capitalismo, el patriarcado, la dominación basada en la raza y, ahora más que nunca, la
historia del colonialismo, de las asimetrías geográficas de las que también son producto las desigualdades
que tienen atenazados los desplazamientos de la población de las últimas décadas. Rescatamos también un
pensamiento y una práctica política que tematizan el cuerpo como lugar y expresión de la dominación y la
explotación, y pensamos el «cuerpo productivo» o la «producción de cuerpo (sexuado)» como un proceso
continuo de encarnación de subjetividades que se encuentra simultáneamente sujetadas y en pugna por
determinar sus condiciones de desarrollo. Rescatamos, así mismo, la teorización feminista sobre lo público
y lo privado como una forma de abordar las continuidades y discontinuidades entre lo que sucede en el
entorno de las relaciones y los hogares y lo que sucede en el ámbito socialmente más valorado del empleo,
el Estado y la políticia. La creciente integración de estos ámbitos, por ejemplo, de la vida y el empleo, pero
también de la formación y el empleo o de lo personal y el empleo, como proceso histórico que produce
diferenciaciones y como crítica política a las segmentaciones de la modernidad nos parece una vía de
indagación fundamental.
En segundo lugar, las elaboraciones sobre el trabajo inmaterial, a cuya homogeneización nos resisitimos,
dan cuenta de otros modos de organización del trabajo que se nutren de las propias características de las
actividades que se agrupan bajo esta etiqueta, pero sobretodo de las estrategias de la reestructuración
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neoliberal, que consisten básicamente en recortar costes en derechos y salarios y en acrecentar el ejercicio
de mando sobre una fuerza de trabajo cada vez más fragmentada y móvil, que en la actualidad trabaja (acaso
haciendo lo mismo) bajo un régimen de sobra conocido por muchas mujeres: por obra, con horarios
flexibles e imprevisibles, con jornadas extensivas y periodos de inactividad sin renta, por horas, sin
contrato, sin derechos, como autónomo, en casa, etc. Así pues, su desarrollo tiene que ver con cuestiones
claves sobre las que volveremos más adelante como la reordenación del tiempo, el espacio, el contrato, la
renta o las condiciones. Las consecuencias de estas modalidades son de todas conocidas: aislamiento e
incapacidad de organizarse la vida «como dios manda», estrés, cansancio, imposibilidad de desarrollar una
sociabilidad autodeterminada, de protestar, control social, miedo a «salir del armario» y a expresarse
libremente en todo tipo de cuestiones, etc.
En tercer lugar, todo esto ha de vincularse, además, a otros aspectos de la vida social que favorecen que
determinados sujetos ocupen determinadas posiciones de desventaja, siendo su movilidad muy limitada o
incluso nula. Esto es lo que sucede cuando alguien carece de papeles, decide embarazarse, es madre o
sencillamente mujer, tiene una presencia «inapropiada/ble», por ejemplo, por ser transexual, de color, tener
pluma, por su constitución física, etc. La articulación de todos estos elementos resulta una fuente constante
de diferenciación y jerarquización que hace que determinados grupos sean sistemáticamente más pobres y
tengan menos oportunidades y posibilidades de elección. De modo que la llamada feminización del trabajo
como dimensión servil cada vez más extendida o como generalización de la precariedad se produce sobre
una topografía tremendamente irregular refuerzando, reproduciendo y modificando las jerarquías sociales
ya existentes en el patriarcado y el orden racista legado del colonialismo. Es precisamente en este
transfondo en el que hoy se dirimen simultáneamente los cambios en las formas de los hogares y las
familias, la reestructuración global de los cuidados o las actuaciones y retóricas del género.
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Manifiesto de apoyo a la Ley de Igualdad
3 de abril de 2007
FORO POR LA IGUALDAD (MANIFIESTO)
Las mujeres y organizaciones abajo firmantes, entendiendo que:
A los poderes públicos corresponde promover las condiciones para que la libertad y la igualdad del
individuo y de los grupos en que se integra sean reales y efectivas; remover los obstáculos que impidan o
dificulten su plenitud y facilitar la participación de toda la ciudadanía en la vida política, económica,
cultural y social. (Artículo 9, 2 de la Constitución de 1978).
La igualdad entre mujeres y hombres es un principio jurídico universal, reconocido en diversos textos
internacionales sobre derechos humanos, ratificados por España.
La igualdad es, asimismo, un principio fundamental en la Unión Europea que desde la entrada en vigor
del Tratado de Amsterdam, el 1 de mayo de 1999, constituye un objetivo que debe integrarse en todas las
políticas y acciones de la Unión y de los Estados miembros.
Con amparo en el antiguo artículo 111 del Tratado de Roma, se ha desarrollado un acervo comunitario
sobre igualdad de sexos de gran amplitud e importante calado, a cuya adecuada transposición se dirige, la
Ley de Igualdad Efectiva entre Mujeres y Hombres.
Las mujeres y los hombres son iguales en dignidad humana e iguales en derechos y deberes.
La Ley de Igualdad Efectiva entre Mujeres y Hombres, que se aprobará próximamente en el Congreso,
tiene por objeto hacer efectivo el derecho de igualdad de trato y de oportunidades entre mujeres y hombres,
en particular mediante la eliminación de la discriminación de las mujeres, sea cual fuere su circunstancia o
condición, en cualesquiera de los ámbitos de la vida y singularmente, en las esferas política, civil, laboral,
económica, social y cultural para, en el pleno desarrollo de los artículos 9,2 y 14 de la Constitución,
alcanzar una sociedad más democrática, más justa y más solidaria.
Manifestamos que: apoyamos el contenido de la LEY ORGÁNICA PARA LA IGUALDAD EFECTIVA DE
MUJERES Y HOMBRES, porque:
Nos sitúa en el pleno ejercicio de la democracia corrigiendo fallos de representatividad de las mujeres.
Desarrolla y consolida los valores de justicia y de igualdad en todas las relaciones humanas.
Despeja amenazas de involución política y social al contribuir a completar la democracia.
Reafirma la necesidad de promover políticas públicas de igualdad con instrumentos como la acción
positiva, que tanto nos ha costado conseguir desde los movimientos asociativos.
Nos encontramos en un momento histórico de conquista de derechos de ciudadanía para las mujeres. La Ley
de Igualdad Efectiva entre mujeres y hombres supone el reconocimiento de la plena igualdad entre sexos y
un paso imparable hacia la construcción de una sociedad más justa y equilibrada.
No podemos permitirnos dar pasos hacia atrás, ni consentir posturas reaccionarias contra leyes que trabajan
por mejorar la calidad democrática del país con la participación de toda la ciudadanía en igualdad de
condiciones: hombres y mujeres.
Con esta Ley, tanto Mujeres como Hombres, están más próximos a compartir responsabilidades familiares,
trabajo y poder. Es por ello que consideramos fundamental el apoyo explícito de ambos sexos a la misma, y
como forma de ejercer tus derechos y deberes de ciudadanía en una democracia participativa, te pedimos
que "firmes" tu apoyo a la misma.
La fórmula es fácil:
Entra en:
http://www.fmujeresprogresistas.org/formularioigual.htm
y rellena el formulario, enviándolo a la dirección de correo que ponemos a tu disposición en la misma
página.
No sólo podemos hacer oír nuestras voces cuando disentimos de algo, o cuando negamos nuestro voto, sino
que como ciudadanas y ciudadanos debemos dejar constancia de nuestra aprobación a aquello en lo que
creemos que va a ser, como en este caso, un motor de transformación social.
Hazte oír. Hazte ver.
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Las feministas indignadas queremos hacer llegar nuestra solidaridad al barrio del
lo están haciendo) una Barcelona para ricos y turistas (la millor botiga del mon!),
Uno de los sectores más atacados por las medidas económicas del gobierno y por la
ya que hoy en día son muchas las mujeres inmigrantes que son sujetas activas de los
presente.
La división sexual e internacional del trabajo hace que sean las mujeres más pobres
las que se ocupen del trabajo de hogar y del cuidado de los hijos de otras mujeres.
Al hecho de ser mujeres migrantes, se suman otros factores que actúan en los
discriminación.
las mujeres representan entre 40 al 56% del total. Vivimos en una comunidad donde
el índice de paro femenino es mucho más elevado y los sueldos para una misma
categoría profesional siguen sin equipararse; una sociedad donde queda mucho por
ambulante en la
ciudad. Todos estos temas, que nada tienen que ver con el civismo, se abordan a
imaginario colectivo, ya esta realidad se suman todas las dificultades originadas por
Nuestro mayor repudio a todas las acciones relacionadas con las redadas y la
Salud y rebeldía!
http://feministesindignades.blogspot.com.es/2011/10/declaracion-del-grupo-de-trabajo-de.html
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