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Mariana Gomila: (…) vamos a comenzar con el primer punto, que sería la
propuesta de pensar el inconsciente en Lacan como distinto del inconsciente en
Freud, desde la perspectiva de la memoria.
¿Por qué la memoria? Porque tiene, desde los inicios del psicoanálisis, un lugar
central. Ya en los Estudios sobre la histeria, Freud planteaba que el neurótico
padecía de reminiscencias y que su padecimiento estaba vinculado o ligado a
cuestiones de la memoria, de los recuerdos. A partir de esto, la pregunta que
podemos desprender es si nosotros, en nuestra práctica, trabajamos con los datos
de la memoria, es decir, si es ése el material con el que operamos en la clínica
psicoanalítica.
En este sentido, desde la época de la hipnosis -si bien Freud la practicó poco y la
abandonó rápidamente- estaba presente la idea de un pasado causante de un
sufrimiento en el presente. Un pasado paradójico, porque no es concebido como
algo que “ya pasó” sino que tiene actualidad, esto es, que produce hoy sufrimiento
en el síntoma. Es un pasado que no se puede olvidar y que se actualiza en el
síntoma o en el sufrimiento que éste acarrea. Entonces: encontramos el tema de
la memoria como central en los inicios del psicoanálisis, pero que, además, está
presente a lo largo de toda la conceptualización freudiana posterior.
Antes de comenzar a trabajar con el concepto de inconsciente en Freud, querría
leerles un párrafo del escrito de Lacan “El seminario sobre La carta robada”, el
apartado que se titula “Presentación de la continuación”. Allí dice Lacan:
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Lacan, J. (2000). El seminario sobre La carta robada. En Escritos 1. México: Siglo veintiuno editores. P. 35.
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“Nuevas perspectivas sobre el Psicoanálisis por venir” - Lic. Mariana Gomila
Clase N° 7 – Sábado 17-10-09
Quería leerles este párrafo para señalar que, muchas veces, Lacan se expresa de
manera tal que nos da a entender que si “leyéramos bien” a Freud
desembocaríamos directamente en sus propuestas (las de Lacan). Lacan dice: el
descubrimiento de Freud exige que supongamos un lenguaje formal que
determina al sujeto y ahí hay toda una apariencia de memoración en la cadena.
Por más que Lacan diga esto, es decir, que lo que él dice es lo que el
descubrimiento de Freud exige; el pasaje de Freud a Lacan es de ruptura y
requiere de un cambio de paradigma: no es cierto que, si vamos a leer a Freud
vayamos a encontrar allí lo que dice Lacan. Lo que el descubrimiento de Freud
exige, no necesariamente está presente en Freud. De ahí que les propongo
distinguir, entonces, el inconsciente freudiano del inconsciente en Lacan.
Ahora vamos a leer a Freud, donde encontraremos otra cosa. Vamos a poder
advertir que hay que dejar caer determinada concepción de memoria y
determinadas conceptualizaciones freudianas, para poder sostener lo que plantea
Lacan. Los textos que vamos a leer son: la “Carta 52” (de fecha 6-12-1896); “La
interpretación de los sueños”; “Lo inconsciente” y “Más allá del principio del
placer”. Lo que nos interesa rastrear en estos textos es la teoría de la memoria en
Freud y cómo concibe el funcionamiento del inconsciente. Observaremos que dice
lo mismo en 1896 y en 1920. Vamos a leer y comprobar que Freud sigue
manteniendo la misma teoría de la memoria.
Comencemos con la Carta 52, donde le dice a Fliess:
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I II III
P PS IC Prec Coc.
xx ――――xx ――――xx――――xx――――xx
x xx xx xx x Carecen de memoria
Freud supone que hay al menos tres retranscripciones. Dice no saber cuántas
existen pero que al menos son tres, o probablemente más. De esa manera,
2
Freud, S. (1994). Fragmentos de la correspondencia con Fliess. Carta 52. En Obras completas. T. I. Buenos
Aires: Amorrortu. p. 274.
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Ibíd.
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Quiero destacar que las transcripciones que siguen unas a otras, constituyen la
operación psíquica de épocas sucesivas de la vida. Entre dos de estas épocas
tiene que producirse la transcripción del material psíquico.4
Quiere decir que esto va evolucionando con el correr del tiempo y el material
psíquico va sufriendo distintas traducciones. Freud utiliza indistintamente los
términos transcripción, retranscripción, traducción, escritura, reescritura; todos
ellos para indicar los pasajes de un estado a otro de las huellas mnémicas. Cada
vez van haciendo distintas integraciones y se van asociando primero por
simultaneidad, luego por causalidad, etc.
A partir de esto, Freud comienza a plantear -en relación a lo que en esa época
llamaba psiconeurosis y luego neuropsicosis- una falla en estas transcripciones.
Supone que las peculiaridades de las psiconeurosis se deben a una falla en las
transcripciones, a una suerte de anacronismo en este mecanismo. Dice así:
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Ibíd.
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Estamos leyendo la Carta 52. Freud va a explicar que la represión -o lo que llama
también defensa patológica- sucede cuando no se puede traducir un grupo de
material psíquico al estadio siguiente, por llamarlo de alguna manera; habría una
falla en la traducción o en la transcripción. Entonces, ¿qué ocurre?:
Toda vez que la reescritura posterior falta, la excitación es tramitada según las
leyes psicológicas vigentes para el período psíquico anterior.6
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Ibíd.
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Ibíd.
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Esto nos haría suponer, entonces, que en la clínica se trabaja con recuerdos –
tengamos presente que Freud siempre dice que teoriza en base a lo que ha
encontrado en la clínica. Hay un recuerdo que se comporta como si fuese un
acontecimiento actual y genera displacer nuevo.
7
Ibíd.
8
Ibíd.
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Lo que después va a ser el aparato psíquico, en realidad es un aparato perceptivo; siempre parte de la
percepción, es decir, de los estímulos. [M.G.]
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Breuer, J. y Freud, S. (1993). Estudios sobre la histeria. En Freud, S. Obras completas. T. II. Buenos Aires:
Amorrortu. p. 200.
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Ibíd.
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cualidades sensoriales. A la inversa, nuestros recuerdos sin excluir los que se han
impreso más hondo en nosotros son en sí inconscientes. Lo que llamamos nuestro
carácter se basa en las huellas mnémicas de nuestras impresiones y por cierto las
que nos produjeron un efecto más fuerte, son las de nuestra juventud.12
12
Freud, S. (1994). La interpretación de los sueños. En Obras completas. T. V. Buenos Aires: Amorrortu. pp.
532-533.
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Aquí Freud ya utiliza representaciones, pero conserva el mismo funcionamiento: sólo que antes decía
neurona y ahora dice representación. Después vamos a ver que no hace mucha diferencia el que hable de
representación. [ M.G.]
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Freud, S. (1995). Lo Inconsciente. En Obras completas. T. XIV. Buenos Aires: Amorrortu. pp. 169-170.
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Sabemos que estas relaciones existen en lo más grueso. […] Han fracasado de
raíz todos los intentos por colegir desde ahí una localización de los procesos
anímicos.17
Nuestra tópica psíquica, provisionalmente, nada tiene que ver con la anatomía,…
15
Se refiere a la pregunta de la cita anterior.
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Ibíd.
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Ibíd.
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…se refiere entonces a regiones del aparato psíquico donde quieran que estén
situadas dentro del cuerpo.18
Gran parte de lo que estoy presentando hoy está desarrollado por Alfredo
Eidelsztein en los cursos que dictó en la Facultad de Psicología de la UBA en
2004-2006. Los pueden encontrar en la página de Apertura Buenos Aires. Uno de
estos cursos se llama Desarrollos en torno de la dirección de la cura (2004). Allí
Alfredo señalaba que hay otra carta de Freud a Fliess, de 1895, un año antes que
la Carta 52, que no está publicada en las Obras Completas pero sí en la
correspondencia completa de Freud a Fliess. En esa carta, Freud dice que “la
Cosa” funciona como una máquina que marcha sola. El tema es que la máquina,
para Freud, que podría ser ésta por ejemplo (la del esquema en página 3),
funciona de manera lineal. Es decir, entran los estímulos, la máquina es movida
por un quantum energético y se van sucediendo las transcripciones y
retranscripciones, donde se pasa, inmediatamente, de la neurona a signos, o
huellas mnémicas.
Más adelante vamos a poner en cuestión este pasaje de neurona a signo.
Eventualmente, si en lugar de signo hablamos de huella, uno podría decir, como
dice Freud en el “Proyecto de psicología” que es la energía de la neurona que va
abriendo facilitaciones y va dejando surcos. Sí, pero de ahí a que eso implique una
escritura, tenemos que dar un salto (que no está en Freud).
En “Más allá del principio del placer”, Freud vuelve a hacer el mismo planteo en
relación a la teoría de la exclusión entre conciencia y memoria. La base de la
memoria son los restos mnémicos. Esto es lo que quiero destacar: que la teoría de
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Ibíd.
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¿Por qué habla Freud de los otros sistemas? Porque acá está desarrollando la
génesis de la conciencia, que es justamente el sistema que no va a tener huellas.
En la conciencia no habrá memoria, porque se encuentra con el mismo problema
que la percepción: tiene que quedar siempre libre para seguir recibiendo
estímulos. Entonces: las bases de la memoria son las huellas permanentes de las
percepciones recibidas. He ahí la teoría de la memoria en Freud, que sostiene
incluso en 1920.
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Freud, S. (1992). Más allá del principio del placer. En Obras completas. T. XVIII. Buenos Aires: Amorrortu.
p. 25.
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dentro del cuerpo. En función de esto, Lacan va a decir que la memoria que le
interesa al psicoanálisis es diferente de la que hablan los psicólogos.
¿Cuál es la memoria de la que hablan los psicólogos? La memoria del organismo
viviente. Lacan va a distinguir, entonces, la memoria humana −que les propongo
que empecemos a llamar “memoria de lo inconsciente”−, de la memoria de
cualquier organismo viviente o de cualquier ser animado.
Lacan dice que la memoria de la que hablan los psicólogos es aquella que
encuentra su mecanismo en los seres animados como, por ejemplo, el pulpo. Al
pulpo, como a cualquier otro bicho con el que se puede experimentar en los
laboratorios, generalmente se los somete -en los experimentos- a descargas
eléctricas, se le ofrece comida y al acercarse a comer, el animal recibe una
descarga eléctrica, retira los tentáculos, etc. El pulpo tuvo la percepción del
estímulo hostil y, la próxima vez, no va a ir a comer lo que se le ofrece porque
desconfía. Dice Lacan:
Y agrega:
Hoy día se nos ocurre que la memoria del pulpo funciona tal vez como una
maquinita, a saber, que es algo que gira en redondo. Esto que les digo no es tanto
para distinguir al hombre del animal, porque yo enseño que en el hombre también
la memoria es algo que da vueltas. Sólo que está constituida por mensajes, es una
sucesión de pequeños signos más y menos, que se ordenan uno tras otro, y giran,
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Entonces podemos pensar que se ordenan, uno tras otro, y que podemos tener
una sucesión así:
+ − + − − + + − − −
y que van girando, dice Lacan, como los carteles luminosos que tienen lucecitas
que se van prendiendo unas tras otras y que hacen parecer que la luz pega la
vuelta. Son mensajes, que no es lo mismo que registros de excitación. En ese
sentido, la memoria humana es algo que da vueltas: está constituida por mensajes
y es, por ejemplo, una sucesión de signos (+) y (-) que implicaría una alternancia,
que se ordenan uno tras otro, y van girando.
Dice además que la memoria psicoanalítica, la memoria que le interesa al
psicoanálisis -que nosotros podemos seguir llamando memoria del inconsciente-
es algo completamente inaccesible a la experiencia: no la vamos a encontrar si
abrimos un cerebro.
Señala también Lacan en este texto, que la memoria humana no se sitúa como un
continuo de reacciones frente a una realidad que funciona como fuente de
excitaciones, y que lo que hay de nuevo esencialmente en la teoría freudiana, es
que la memoria no es simple sino que está registrada de diversas maneras. El
mismo Freud decía, en su carta a Fliess, que lo novedoso en su teoría era que la
memoria estaba registrada de manera múltiple en distintos lugares. Se trata para
Lacan de retranscripciones de esos mensajes. En Freud también, podríamos
decir. Pero el tema es que en Lacan se trata de mensajes y en Freud se trata de
signos, signos provenientes de estímulos recibidos por la vía perceptiva. En esto
Lacan difiere, porque no considera a la memoria como un continuo que recibe
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Lacan, J. (1997). El Seminario. Libro 3. Buenos Aires: Paidós. pp. 218-225.
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De lo que se trata no podría ser de un simple efecto de la realidad del globo vital
sino de algo que se formula no como simple retorno sino como un pensamiento de
retorno, un pensamiento de repetición.21
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Cuando dice “memoria” aquí, se refiere a la memoria biológica.
23
Lacan utiliza el término francés trait: huella, rasgo, trazo. [M.G.]
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Lacan, J. Op. cit.
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Ibíd.
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Ibíd.
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Aquí Lacan define la repetición como aquello que une lo idéntico con lo diferente y
recordemos que habló de “pensamiento de repetición”. Entiendo que se está
refiriendo a algo que se repite en la medida en que puede ser dicho, que puede
ser pensado. No se trata, entonces, de un estímulo que vuelve a aparecer, no es
un dato que se repite en la realidad estimulante, sino que se trata de un
pensamiento de repetición. Es como si el pulpo pudiera decir: “Otra vez me
electrocutaron con la comida”. Si el pulpo hablara y pudiera tener tal pensamiento,
accedería a la repetición, o sea, a poder contar con la “otra vez…”. Pero el pulpo
no accede a la repetición sino que, directamente, no vuelve a responder frente al
estímulo como lo hizo antes. De volverse a presentar el estímulo, el pulpo huirá,
ya que le ha quedado registro –marca, huella- de que ese estímulo es pernicioso.
Entonces, si nosotros tenemos repetición, si nosotros encontramos la repetición en
la clínica, eso implica que estamos trabajando con otro dominio que no es el de la
memoria ni el de la percepción, entendidas desde un esquema biologizante.
Esa es básicamente la idea, para poder empezar a pensar que, cuando
trabajamos con la historia de un paciente, no estamos proponiéndole que se
interne en las profundidades de sus huellas mnémicas –la historia no está allí- sino
que se trataría de otro tipo de trabajo y otro tipo de material (no se trata de
“marcas de lo vivido”). Lo que une lo idéntico con lo diferente o lo mismo con lo
distinto, podría ser, por ejemplo, cuando alguien dice: “Otra vez me vuelve a pasar
lo mismo”, como el pobre pulpo, si lo pudiera decir: “Otra vez me dieron la
descarga”. Pero no es que se vuelva a repetir el hecho idéntico, tal cual. No es un
“retorno de lo idéntico”, como el eterno retorno de lo mismo, que Freud atribuía a
la compulsión de repetición: se trata de que “otra vez” aparece algo que puedo
identificar –leer- como lo mismo, comparándolo con la vez anterior. Es lo “mismo”
pero “otro”, porque es “otra vez”. Tengamos presente que no estamos hablando de
hechos de la realidad sino de pensamientos sobre nuestra realidad, podríamos
decir.
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Si dijera: “es la segunda vez que me pasa esto”, es recién cuando ubico esta
segunda vez, que puedo decir que la anterior vez había sido la primera. No se
trata entonces de que haya habido una vez “originaria” –traumática- que luego
insiste y retorna, que es la versión freudiana. Si sostenemos esa versión
freudiana, nos quedamos con que la huella es el trauma que insiste y repite en el
síntoma -ya sea porque tuvo mucha carga inicialmente o porque luego recibió más
carga adicional, por el despertar sexual de la adolescencia. Hay una cita del
Fausto de Goethe que Freud utiliza en Más allá del principio del placer para
referirse a la pulsión, al factor pulsionante, es muy conocida, seguro la recuerdan:
“acicatea, indomeñado, siempre hacia adelante”. 27 Para Freud, lo que acicatea e
insiste proviene del cuerpo. Recuerden que Freud venía hablando de la
percepción-respuesta, a eso luego le va a agregar la percepción interna, en el
sentido de que también recibimos estímulos desde adentro (desde el cuerpo)
frente los cuales no se puede huir (la pulsión del ello). Si aparece un rinoceronte
corriendo hacia mí, intentaré escapar. Pero si lo que viene es de mi interior, de la
pulsión, dice Freud que frente a eso no tengo cómo huir, no hay escapatoria.
Entonces, indefectiblemente, tiene que caer toda la teoría del trauma. Ahora bien,
el problema es que, el sentido que por lo general se le da al concepto de goce de
Lacan, es prácticamente el mismo que el que Freud le daba a la pulsión. Se dice
que hay un goce que es imposible de tramitar en su totalidad por lo simbólico: un
goce que viene del cuerpo -una percepción interna- y que, al no poder lo simbólico
tramitarlo del todo, siempre hay un resto que queda e insiste (o repite). Es una
forma de entender el goce de Lacan, de manera tal de hacerlo compatible con la
teoría freudiana de la memoria.
Lo que quiero transmitir es que, muy por el contrario, la propuesta de Lacan es
dejar caer dicha teoría freudiana, pero manteniendo la idea de que hay
transcripción y hay escritura. Lo que ocurre es que no podemos sostener una
escritura con el modelo neuronal, ya que, aunque para Freud luego se trate de
27
Freud, S. (1992). Más allá del principio del placer. En Obras Completas. T. XVIII. Buenos Aires: Amorrortu.
p. 42.
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Bien, retomemos: tenemos entonces que para Lacan la memoria del inconsciente
está compuesta por mensajes, que son signos que se escriben y eventualmente
se transcriben; circulan y tienen como efecto la repetición -a diferencia de lo que
sería una memoria vital, como de hecho funciona en los seres vivos, donde el
efecto es la no-repetición.
La repetición no es propiedad de los organismos vivientes sino del orden
simbólico. No hay que entenderla, como se puede leer en Freud, como el eterno
retorno de esa fuerza corporal indomeñada que insiste, que proviene del Ello, que
nunca va a poder ser tramitada por la palabra; sino que es –para Lacan- una
propiedad del orden simbólico mismo. Creo que cuando Lacan dice “pensamiento
de repetición” es como si dijera un “dicho de repetición”. O sea, si no identifico –o
leo- en mi decir que me está pasando otra vez lo mismo, no sería repetición. Si no
lo puedo pensar, no lo puedo decir. En una oportunidad Alfredo Eidelsztein dio el
siguiente ejemplo: supongamos que alguien, en tratamiento, dice “me estafaron” y,
por lo que ya ha dicho en otras oportunidades, resulta ser la tercera vez que lo
estafan. Pero si esa persona no dice “me volvieron a estafar”, es porque no ha
leído la repetición, es como si no cayera en la cuenta de que ya van tres veces
que lo estafan, por ende, para esa persona, no habría repetición en torno a la
estafa: la repetición tiene que estar en el registro del lenguaje. Es más: los
fenómenos de memoria, dice Lacan –en el Seminario 3, cuando se refiere a la
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Carta 52 de Freud− son fenómenos de lenguaje, sin embargo para Freud eran
fenómenos de las retranscripciones del aparato psíquico a nivel de la neurona.
Volvamos ahora al Seminario 2. Allí Lacan va a insistir –en varios lugares- con que
la memoria que le interesa al psicoanálisis no es la memoria viviente. Dice así:
Llego así al modelo ante el cual quiero dejarlos hoy, de modo que puedan
vislumbrar qué quiere decir en el hombre la necesidad de repetición. Todo está en
la intrusión del registro simbólico.28
La repetición tiene que ver con la intrusión del registro simbólico. Pero dice que
igualmente lo quiere ilustrar, porque siempre necesitamos un modelo, que aunque
el modelo no quiera decir nada, nosotros estamos mejor con un modelo. Y este
modelo que propone es el de la máquina de calcular:
28
Lacan, J. (1997). El Seminario. Libro 2. Buenos Aires: Paidós. pp. 138-140.
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Ibíd.
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Ibíd.
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Para que la máquina se acuerde tiene que haber tenido algo así como una primera
experiencia que circula dentro de la máquina en estado de mensaje. Es como si yo
le enviara un telegrama de aquí a Le Mans, con cargo a Le Mans de remitirlo a
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Entonces, el mensaje no es algo anclado, registrado como huella, sino que circula.
¿Por qué? Por lo que dice. Si yo le digo a ella al oído: “ Vos ahora decile esto
mismo al que está a tu derecha”, y ella se lo dice a él, y él a su vez se lo dice a
quien tiene a su derecha y así sucesivamente, se va armando una cadena en la
que ese mensaje “Vos ahora decile esto mismo al que está a tu derecha” empieza
a circular. No necesita energía, circula por lo que dice el mensaje mismo.
Lacan dice por apertura o no apertura, es decir, por sí o por no, es una alternancia
de símbolos, que podría ser: 0 – 1.
Más adelante sigue:
Es decir, si la memoria viviente sirve para los fines de la adaptación –esto es: para
que el pulpo no vuelva a comer y reciba una descarga eléctrica-, la memoria de la
que estamos hablando, la memoria del inconsciente, por el contrario, no nos
31
Ibíd.
32
Ibíd.
33
Ibíd. p:140
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provee ningún tipo de adaptación; ya que para Lacan es, eventualmente, lo que
anda mal, no es para nada adaptativa.
A continuación de la cita anterior, Lacan va a decir:
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determinada esa falla, ya que no es una falla de las huellas que yo me niegue a
traducir, porque Freud decía: es como si la retranscripción no pudiera producirse
porque me provoca una perturbación del pensar y ese displacer hace que se
reprima. Acá, en tal caso, lo que anda mal es una falla que viene heredada del
Otro, no es un problema mío de retranscripción.
Entonces, la diferencia entre Freud y Lacan tiene que ver no sólo en cómo
conciben la memoria sino también en cómo encaran el problema de lo que anda
mal. Si lo que anda mal está en mí o es algo que a mí me pasa por formar parte –
necesariamente- del circuito del Otro y arrastrar su falla. No estoy diciendo que
haya que salirse del circuito del Otro, pero sí que se podría analizar para ver qué
determinación tiene esto que se repite y se “memoriza” por una propiedad de la
cadena del discurso. Y esta necesidad de repetición, lo que siempre implica, es la
necesidad de lo nuevo, dice Lacan, que hace de lo nuevo su dimensión. O sea,
no es una repetición idéntica –ya se los había comentado al principio−, no es la
misma cosa, el mismo acontecimiento que se vuelve a registrar como idéntico,
sino que es “otra vez”. “Otra vez” implica lo mismo, pero diferente, puesto que es
una vez nueva.
Entonces: diferenciamos la memoria vital de lo que podríamos llamar
rememoración -o memoria del inconsciente. Tenemos memoria, rememoración y
repetición. Podríamos decir que rememoración y repetición van juntas, porque son
propiedad del orden simbólico y la memoria, en cambio, quedaría ligada a la no
repetición, esto es, una memoria orgánica.
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contrario, habida cuenta del punto al que hemos llegado, importa distinguir muy
claramente entre memoria y rememoración, del orden esta última de la historia.35
Nos advierte que hay que tener cautela con el uso de la palabra “memoria”,
porque siempre nos podemos confundir y pensarla “a la freudiana”. Con lo que nos
vamos a encontrar en la clínica, cuando nuestros pacientes hablan de su historia,
es con la rememoración, que no va a ser lo mismo que la memoria en el sentido
del recupero de la huella inscripta en algún lado. Yo puedo hablar de mi historia
sin que esto implique recurrir a datos de mi memoria, no hace falta que yo “me
acuerde”. Incluso podría preguntarle a alguien de mi familia, o me puedo enterar
de algo. No es cierto que estemos trabajando con recuerdos, si por recuerdo
entendemos lo que esta memoria me permite traer: trabajamos con rememoración
de la historia en tanto circuito del discurso del Otro del cual formamos parte. Y la
definición que da Lacan de rememoración es:
35
Ibíd. p: 277
36
Ibíd. p: 278
37
Esto también está en el Seminario 4 en la clase El significante en lo real. (M.G.)
38
Este tema está desarrollado por Alfredo Eidelsztein en el curso “Formalizaciones matematizadas
en psicoanálisis” Clases 4 y 5. Disponible en www.apertura-psi.org. [M.G.]
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+ + + − + +− − +−
Ahora, a su vez –esto lo explica Lacan en “El seminario sobre La Carta Robada”−,
podemos tomar estos signos, sincrónicamente, de a tres, es decir, agrupando tríos
de símbolos. Esto sirve para dar cuenta de por qué hay una memoria en esta
cadena, que funciona independientemente de nosotros y sin necesidad de que
esté escrito en la cabeza de nadie.
+ + + − + +− − + −…
1 2 3…
Vamos a tomar entonces los signos en grupos de a tres. Si salieron tres (+)
seguidos o tres (-) seguidos, podemos anotarlo como un 1. Si salieran alternados
–capicúa-, anotamos como un 3, y si salen disimétricos (por ejemplo: + + - ó - - +),
anotamos 2. Y así, vamos avanzando en la cadena, agrupando en tríos, anotando
debajo de cada trío, los números (1, 2 ó 3) correspondientes a cada grupo.
Lo que Lacan va a decir es que la cadena “va a recordar” que, por ejemplo, no
puedo pasar de un 1 a un 3 sin tener necesariamente primero un 2, o sea: no
podríamos pasar de un 1 a un 3, si los vamos tomando de a tríos y elegimos esta
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palabras, todas, cualesquiera, pero quizá lo que no pueda decir sea, por ejemplo,
que es mi propio hermano quien me volvió a estafar. Esas son las imposibilidades
del decir, pero no porque haya palabras impronunciables (supuestamente
reprimidas) o algo que sea inefable, sino porque no puedo extraer (y habrá que ver
por qué) ciertas consecuencias que se desplegarían si pudiera decir con todas las
letras que mi hermano (del cual sé perfectamente que es un chanta y que ha
engañado ya a otros) me ha estafado a mí, a su propia hermana. Hay una
legalidad operando, una lógica, que no me permite decirlo, tal como está
determinado el discurso. Entonces, la rememoración, en todo caso, es una
propiedad que aparece o que va a aparecer por el hecho de hablar. Por lo tanto,
cuando una persona habla en análisis –con un analista− de lo que se trata no es
de ir a buscar recuerdos reprimidos en las profundidades del alma –o de su
memoria- ya que no pasa por si se acuerda o no. Es de otra índole el material que
aparece y sobre el cual operamos.
CURSANTE: (inaudible)
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Seminario de Posgrado - UNLP
“Nuevas perspectivas sobre el Psicoanálisis por venir” - Lic. Mariana Gomila
Clase N° 7 – Sábado 17-10-09
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“Nuevas perspectivas sobre el Psicoanálisis por venir” - Lic. Mariana Gomila
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