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“Nuevas perspectivas sobre el Psicoanálisis por venir” - Lic. Mariana Gomila


Clase N° 7 – Sábado 17-10-09

Mariana Gomila: (…) vamos a comenzar con el primer punto, que sería la
propuesta de pensar el inconsciente en Lacan como distinto del inconsciente en
Freud, desde la perspectiva de la memoria.
¿Por qué la memoria? Porque tiene, desde los inicios del psicoanálisis, un lugar
central. Ya en los Estudios sobre la histeria, Freud planteaba que el neurótico
padecía de reminiscencias y que su padecimiento estaba vinculado o ligado a
cuestiones de la memoria, de los recuerdos. A partir de esto, la pregunta que
podemos desprender es si nosotros, en nuestra práctica, trabajamos con los datos
de la memoria, es decir, si es ése el material con el que operamos en la clínica
psicoanalítica.
En este sentido, desde la época de la hipnosis -si bien Freud la practicó poco y la
abandonó rápidamente- estaba presente la idea de un pasado causante de un
sufrimiento en el presente. Un pasado paradójico, porque no es concebido como
algo que “ya pasó” sino que tiene actualidad, esto es, que produce hoy sufrimiento
en el síntoma. Es un pasado que no se puede olvidar y que se actualiza en el
síntoma o en el sufrimiento que éste acarrea. Entonces: encontramos el tema de
la memoria como central en los inicios del psicoanálisis, pero que, además, está
presente a lo largo de toda la conceptualización freudiana posterior.
Antes de comenzar a trabajar con el concepto de inconsciente en Freud, querría
leerles un párrafo del escrito de Lacan “El seminario sobre La carta robada”, el
apartado que se titula “Presentación de la continuación”. Allí dice Lacan:

A saber, que la memoración de que se trata en el inconsciente –freudiano, se


sobreentiende− no es del registro que suele suponérsele a la memoria, en la
medida en que sería propiedad de lo vivo. […] Mientras salta a la vista que, de
prescindir de ese sujetamiento, [se refiere a estar sujetos a lo vivo, o a la
memoria concebida como biológica] podemos, en las cadenas ordenadas de un
lenguaje formal, encontrar toda la apariencia de una memoración: muy
especialmente de la que exige el descubrimiento de Freud.1

1
Lacan, J. (2000). El seminario sobre La carta robada. En Escritos 1. México: Siglo veintiuno editores. P. 35.

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Quería leerles este párrafo para señalar que, muchas veces, Lacan se expresa de
manera tal que nos da a entender que si “leyéramos bien” a Freud
desembocaríamos directamente en sus propuestas (las de Lacan). Lacan dice: el
descubrimiento de Freud exige que supongamos un lenguaje formal que
determina al sujeto y ahí hay toda una apariencia de memoración en la cadena.
Por más que Lacan diga esto, es decir, que lo que él dice es lo que el
descubrimiento de Freud exige; el pasaje de Freud a Lacan es de ruptura y
requiere de un cambio de paradigma: no es cierto que, si vamos a leer a Freud
vayamos a encontrar allí lo que dice Lacan. Lo que el descubrimiento de Freud
exige, no necesariamente está presente en Freud. De ahí que les propongo
distinguir, entonces, el inconsciente freudiano del inconsciente en Lacan.
Ahora vamos a leer a Freud, donde encontraremos otra cosa. Vamos a poder
advertir que hay que dejar caer determinada concepción de memoria y
determinadas conceptualizaciones freudianas, para poder sostener lo que plantea
Lacan. Los textos que vamos a leer son: la “Carta 52” (de fecha 6-12-1896); “La
interpretación de los sueños”; “Lo inconsciente” y “Más allá del principio del
placer”. Lo que nos interesa rastrear en estos textos es la teoría de la memoria en
Freud y cómo concibe el funcionamiento del inconsciente. Observaremos que dice
lo mismo en 1896 y en 1920. Vamos a leer y comprobar que Freud sigue
manteniendo la misma teoría de la memoria.
Comencemos con la Carta 52, donde le dice a Fliess:

Tú sabes que trabajo con el supuesto de que nuestro mecanismo psíquico se ha


generado por estratificación sucesiva, pues de tiempo en tiempo el material
preexistente de huellas mnémicas experimenta un reordenamiento según nuevos
nexos, una retranscripción. Lo esencialmente nuevo en mi teoría es la tesis de que

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la memoria no preexiste de manera simple, sino múltiple, está registrada en


diversas variedades de signos.2

Hay huellas mnémicas que están inscriptas y que van sufriendo un


reordenamiento y una retranscripción de manera tal que queda registrada en
diversos lugares. El esquema que hace Freud allí es el siguiente, donde supone
que las diversas transcripciones están separadas también según sus portadores
neuronales:

I II III
P PS IC Prec Coc.
xx ――――xx ――――xx――――xx――――xx
x xx xx xx x Carecen de memoria

Simultaneidad Causalidad Anudamiento con representación-palabra

Aquí tenemos los portadores neuronales y las transcripciones mnémicas.


Entonces Freud va a establecer que:

P: son neuronas en las cuales aparecen las percepciones a que se anuda


conciencia, pero que en sí no conservan huella alguna de lo acontecido. Es que
conciencia y memoria se excluyen entre sí.
Ps: signos de percepción. Es la primera transcripción.3

Freud supone que hay al menos tres retranscripciones. Dice no saber cuántas
existen pero que al menos son tres, o probablemente más. De esa manera,

2
Freud, S. (1994). Fragmentos de la correspondencia con Fliess. Carta 52. En Obras completas. T. I. Buenos
Aires: Amorrortu. p. 274.

3
Ibíd.

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tenemos neuronas y signos de percepción. Sería la primera transcripción, que es


insusceptible de conciencia y se asocia por simultaneidad.
Pasamos a la segunda transcripción: son las huellas inconscientes, que tampoco
son susceptibles de conciencia y quizás tengan otros nexos que las vinculan, que
pueden ser causales, pero ya no por simultaneidad.
La tercera transcripción es la preconsciencia y recién aquí hay anudamiento con
representaciones-palabras. Por último, tenemos otra vez neuronas-conciencia,
que también serían neuronas-percepción, que carecen de memoria. Es decir, en
los dos extremos del gráfico, tendríamos conciencia sin memoria y, en el medio (I,
II, III), ya hay al menos tres transcripciones.
Es muy similar al esquema del peine de “La interpretación de los sueños”, sólo
que allí, en el otro extremo, Freud pone la motilidad y, en el medio, las huellas
mnémicas. Dice así:

Quiero destacar que las transcripciones que siguen unas a otras, constituyen la
operación psíquica de épocas sucesivas de la vida. Entre dos de estas épocas
tiene que producirse la transcripción del material psíquico.4

Quiere decir que esto va evolucionando con el correr del tiempo y el material
psíquico va sufriendo distintas traducciones. Freud utiliza indistintamente los
términos transcripción, retranscripción, traducción, escritura, reescritura; todos
ellos para indicar los pasajes de un estado a otro de las huellas mnémicas. Cada
vez van haciendo distintas integraciones y se van asociando primero por
simultaneidad, luego por causalidad, etc.
A partir de esto, Freud comienza a plantear -en relación a lo que en esa época
llamaba psiconeurosis y luego neuropsicosis- una falla en estas transcripciones.
Supone que las peculiaridades de las psiconeurosis se deben a una falla en las
transcripciones, a una suerte de anacronismo en este mecanismo. Dice así:

4
Ibíd.

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La denegación de la traducción se llama clínicamente, represión.5

Estamos leyendo la Carta 52. Freud va a explicar que la represión -o lo que llama
también defensa patológica- sucede cuando no se puede traducir un grupo de
material psíquico al estadio siguiente, por llamarlo de alguna manera; habría una
falla en la traducción o en la transcripción. Entonces, ¿qué ocurre?:

Toda vez que la reescritura posterior falta, la excitación es tramitada según las
leyes psicológicas vigentes para el período psíquico anterior.6

Esto sería el antecedente de la fijación, en el sentido de algo que quedó fijado y no


pudo evolucionar a la etapa siguiente. Y ya está en juego el factor energético,
porque para Freud todo este aparato funciona a través de la energía corporal que
portan las neuronas.
Más adelante continúa diciendo Freud que toda traducción, por sí, produce un
desprendimiento de displacer, lo que implicaría una defensa normal. Pero ¿qué
significa una defensa “normal”? Que se produce cierta inhibición del
desprendimiento de displacer a medida que esto se va elaborando: si se parte de
un suceso A, la transcripción en A1 o A2 irá inhibiendo el desprendimiento de
displacer que el suceso A generaba. Ahora bien: cuando hay una falla en la
traducción, el recuerdo desprende más displacer de lo que desprendió en el
momento en el que ocurrió el acontecimiento o la experiencia vivida. Entonces si
lo que pasó efectivamente, es decir, si la vivencia desprendió displacer, hay
algunos casos en que no se puede inhibir el desarrollo de dicho displacer y ahí
sobreviene la defensa patológica. ¿Cuáles son esos casos? Para Freud, los
episodios sexuales en los que la inhibición no basta, y se produce en la actualidad
–vía el recuerdo− un displacer igual o mayor al que produjo la vivencia. Se los leo:

5
Ibíd.
6
Ibíd.

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¿Cuál es el caso en que no se puede inhibir? El episodio sexual. Si A , cuando era


actual, desprendió cierto displacer y al despertar desprende un displacer nuevo,
entonces no es inhibible. El recuerdo se comporta en tal caso como algo actual.7

Esto nos haría suponer, entonces, que en la clínica se trabaja con recuerdos –
tengamos presente que Freud siempre dice que teoriza en base a lo que ha
encontrado en la clínica. Hay un recuerdo que se comporta como si fuese un
acontecimiento actual y genera displacer nuevo.

Eso solamente es posible en los sucesos sexuales, porque las magnitudes de


excitación que ellos desprenden crecen por sí solas con el tiempo.8

Aquí, en esta cita que acabamos de leer, encontramos el antecedente de la


concepción del trauma en dos tiempos. ¿Se acuerdan del caso Emma, la del
pastelero y los empleados de la tienda? Allí Freud explicaba que el despertar
sexual de la pubertad aportaría una energía extra a los recuerdos de aquellos
acontecimientos que, en su momento, no tuvieron significación sexual por haber
ocurrido en tiempos muy tempranos de la vida.
Esta teoría freudiana de que la memoria y la percepción se excluyen, o de que
tienen que corresponder a dos sistemas distintos, Freud la tomó de Breuer. En
“Estudios sobre la histeria”, en la parte teórica, que es el punto 3, hay una nota a
pie de página donde Breuer dice:

El aparato de la percepción9 incluidas las esferas sensoriales de la corteza tiene


que ser diferente del órgano que conserva y reproduce las impresiones sensoriales
como imágenes mnémicas. La condición básica para el funcionamiento del aparato

7
Ibíd.
8
Ibíd.
9
Lo que después va a ser el aparato psíquico, en realidad es un aparato perceptivo; siempre parte de la
percepción, es decir, de los estímulos. [M.G.]

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de la percepción es la rápida restitución al estado anterior, de lo contrario no


podría producirse ninguna otra percepción correcta.10

Es decir, la percepción no puede acumular, porque se saturaría y dejaría de


percibir, se produciría un cuello de botella, entonces siempre tiene que quedar
libre para poder seguir recibiendo estímulos. Por lo tanto, es necesario que haya
otro sistema que sea el que registre y el que produzca las huellas de eso que se
percibió, y ese es el sistema de la memoria. Esto es importante: la restitución al
estado anterior quiere decir que, al percibir, se recibe el estímulo, éste pasa y
luego se vuelve al estado previo, es decir, se vuelve a quedar disponible para
seguir recibiendo estímulos nuevos. Si se registra la huella, ya no se puede volver
al estado anterior; no puede haber restitución al estado anterior porque la huella
implica una marca, una transformación:

La condición de la memoria, en cambio, es que no se produzca esta restitución,


sino que cada percepción produzca una alteración verdadera.11

Entonces, se concibe que la percepción siempre tiene que volver al estado


anterior para poder seguir recibiendo, en las mismas condiciones, los estímulos
externos y eventualmente los internos, los que vienen de la pulsión y del cuerpo.
Por el contrario, la memoria tiene que ser necesariamente otro sistema, porque
tiene que registrar y dejar marcas duraderas que hacen que ya no se pueda volver
al estado anterior. Esto lo vamos a retomar luego.
Bien, esta misma concepción la vamos a encontrar en 1900-1901 en “La
interpretación de los sueños”, allí Freud dice:

El sistema P que no tiene capacidad ninguna para conservar alteraciones y por


tanto memoria ninguna brinda a nuestra conciencia toda la diversidad de las

10
Breuer, J. y Freud, S. (1993). Estudios sobre la histeria. En Freud, S. Obras completas. T. II. Buenos Aires:
Amorrortu. p. 200.
11
Ibíd.

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cualidades sensoriales. A la inversa, nuestros recuerdos sin excluir los que se han
impreso más hondo en nosotros son en sí inconscientes. Lo que llamamos nuestro
carácter se basa en las huellas mnémicas de nuestras impresiones y por cierto las
que nos produjeron un efecto más fuerte, son las de nuestra juventud.12

Nuevamente, memoria y cualidad para la conciencia se excluyen entre sí.


También va a plantear la misma teoría de la memoria en “Lo inconsciente” de
1915. Pero allí Freud plantea un problema, que quedará sin resolver:

Si un acto psíquico de la índole de una representación 13 experimenta una


transposición del sistema inconsciente al sistema preconsciente o consciente,
¿debemos suponer que a ella se enlaza una fijación nueva a la manera de una
segunda transcripción de la representación correspondiente, la cual entonces
puede contenerse también en una nueva localidad psíquica, subsistiendo además
la transcripción originaria inconsciente? ¿O más bien debemos pensar que la
transposición consiste en un cambio de estado que cumple en idéntico material y
en la misma localidad?14

Al principio decía que la memoria estaba registrada en distintos lugares, múltiples;


pero después se pregunta: ¿vamos reescribiendo y acumulando distintas opciones
nuevas, o es el mismo material que se transforma permaneciendo en el mismo
lugar? Freud no sabe cómo resolver esta cuestión.
Lo que viene a continuación es muy interesante de tener en cuenta, porque es lo
que vamos a discutir luego. Observen lo que dice Freud, porque es algo bastante
conocido por todos, seguramente, sin embargo hay un detalle que no es menor:

12
Freud, S. (1994). La interpretación de los sueños. En Obras completas. T. V. Buenos Aires: Amorrortu. pp.
532-533.
13
Aquí Freud ya utiliza representaciones, pero conserva el mismo funcionamiento: sólo que antes decía
neurona y ahora dice representación. Después vamos a ver que no hace mucha diferencia el que hable de
representación. [ M.G.]
14
Freud, S. (1995). Lo Inconsciente. En Obras completas. T. XIV. Buenos Aires: Amorrortu. pp. 169-170.

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Esta pregunta15, es una pregunta que tenemos que planteárnosla si queremos


formarnos una idea más precisa de la tópica psíquica, de la dimensión de lo
psíquico profundo. Es difícil porque rebasa lo puramente psicológico y roza las
relaciones del aparato psíquico con la anatomía.16

Siempre se destaca que, para Freud, el aparato psíquico es virtual y no se


corresponde con ninguna localización anatómica del sistema nervioso. Sin
embargo, acá está diciendo que esto rebasa lo puramente psicológico y roza las
relaciones del aparato psíquico con lo anatómico.

Sabemos que estas relaciones existen en lo más grueso. […] Han fracasado de
raíz todos los intentos por colegir desde ahí una localización de los procesos
anímicos.17

Es decir que: se intentó comprobar que esto estaba efectivamente en la corteza,


se trató de ubicar en qué parte del cerebro se hallaba, pero ese intento fracasó.
Ahora observen lo que dice más adelante:

Nuestra tópica psíquica, provisionalmente, nada tiene que ver con la anatomía,…

Freud dice que no se pudo demostrar la localización anatómica de la tópica


psíquica, pero no está diciendo que no la haya. Si no se lo pudo demostrar,
entonces, no le queda más remedio que decir “provisionalmente”, (y noten que
Freud escribió esta palabra en itálicas, destacada), sólo porque no hay manera de
demostrarlo todavía. El aparato psíquico no tendría nada que ver con la anatomía,
provisionalmente, o sea, mientras no se lo pueda demostrar.

15
Se refiere a la pregunta de la cita anterior.
16
Ibíd.
17
Ibíd.

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…se refiere entonces a regiones del aparato psíquico donde quieran que estén
situadas dentro del cuerpo.18

Entonces, si bien no se puede demostrar que haya una localización anatómica


precisa, el aparato psíquico está, para Freud, dentro del cuerpo y, en todo caso,
no tiene nada que ver con la anatomía en forma provisional.

Gran parte de lo que estoy presentando hoy está desarrollado por Alfredo
Eidelsztein en los cursos que dictó en la Facultad de Psicología de la UBA en
2004-2006. Los pueden encontrar en la página de Apertura Buenos Aires. Uno de
estos cursos se llama Desarrollos en torno de la dirección de la cura (2004). Allí
Alfredo señalaba que hay otra carta de Freud a Fliess, de 1895, un año antes que
la Carta 52, que no está publicada en las Obras Completas pero sí en la
correspondencia completa de Freud a Fliess. En esa carta, Freud dice que “la
Cosa” funciona como una máquina que marcha sola. El tema es que la máquina,
para Freud, que podría ser ésta por ejemplo (la del esquema en página 3),
funciona de manera lineal. Es decir, entran los estímulos, la máquina es movida
por un quantum energético y se van sucediendo las transcripciones y
retranscripciones, donde se pasa, inmediatamente, de la neurona a signos, o
huellas mnémicas.
Más adelante vamos a poner en cuestión este pasaje de neurona a signo.
Eventualmente, si en lugar de signo hablamos de huella, uno podría decir, como
dice Freud en el “Proyecto de psicología” que es la energía de la neurona que va
abriendo facilitaciones y va dejando surcos. Sí, pero de ahí a que eso implique una
escritura, tenemos que dar un salto (que no está en Freud).

En “Más allá del principio del placer”, Freud vuelve a hacer el mismo planteo en
relación a la teoría de la exclusión entre conciencia y memoria. La base de la
memoria son los restos mnémicos. Esto es lo que quiero destacar: que la teoría de
18
Ibíd.

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la memoria en Freud está presentada como la huella de las percepciones, eso es


lo importante. Dice:

Adoptamos la hipótesis de que todos los procesos excitatorios de los otros


sistemas le dejan como secuela huellas permanentes que son la base de la
memoria, restos mnémicos que nada tienen que ver con el devenir consciente.19

¿Por qué habla Freud de los otros sistemas? Porque acá está desarrollando la
génesis de la conciencia, que es justamente el sistema que no va a tener huellas.
En la conciencia no habrá memoria, porque se encuentra con el mismo problema
que la percepción: tiene que quedar siempre libre para seguir recibiendo
estímulos. Entonces: las bases de la memoria son las huellas permanentes de las
percepciones recibidas. He ahí la teoría de la memoria en Freud, que sostiene
incluso en 1920.

Ahora vamos a pasar a los textos de Lacan. Veremos esta cuestión de la


memoria, la rememoración y la repetición.
Comenzaremos con el Seminario 3, clase 11. Allí Lacan retoma la Carta 52 de
Freud. Dice que en esa carta, Freud no busca explicar cualquier estado psíquico
sino los fenómenos de memoria, que es de donde partió. Los fenómenos de
memoria, dice Lacan, como aquello que “anda mal”. Recordarán que Lacan
siempre hace referencia a “lo que cojea”, “lo que no anda”, bien, esos son, según
Lacan, los fenómenos de memoria en Freud. En este seminario veremos cómo
está leyendo Lacan a Freud. En la teoría de Freud −para explicar las
psiconeurosis− lo que andaba mal aludía a un cortocircuito en la traducción y su
consecuente desprendimiento de displacer. Pero para Freud, lo que anda mal era
el funcionamiento de esa máquina que, como leímos en “Lo Inconsciente”, se
trataba de huellas que dejaban las percepciones y que estaban en algún lugar

19
Freud, S. (1992). Más allá del principio del placer. En Obras completas. T. XVIII. Buenos Aires: Amorrortu.
p. 25.

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dentro del cuerpo. En función de esto, Lacan va a decir que la memoria que le
interesa al psicoanálisis es diferente de la que hablan los psicólogos.
¿Cuál es la memoria de la que hablan los psicólogos? La memoria del organismo
viviente. Lacan va a distinguir, entonces, la memoria humana −que les propongo
que empecemos a llamar “memoria de lo inconsciente”−, de la memoria de
cualquier organismo viviente o de cualquier ser animado.
Lacan dice que la memoria de la que hablan los psicólogos es aquella que
encuentra su mecanismo en los seres animados como, por ejemplo, el pulpo. Al
pulpo, como a cualquier otro bicho con el que se puede experimentar en los
laboratorios, generalmente se los somete -en los experimentos- a descargas
eléctricas, se le ofrece comida y al acercarse a comer, el animal recibe una
descarga eléctrica, retira los tentáculos, etc. El pulpo tuvo la percepción del
estímulo hostil y, la próxima vez, no va a ir a comer lo que se le ofrece porque
desconfía. Dice Lacan:

Entonces lo disecamos, y descubrimos en lo que le sirve de cerebro un nervio


considerable, no sólo por su aspecto, sino considerable por el diámetro de sus
neuronas tal como podemos apreciarlas en el microscopio. Ese nervio le sirve de
memoria, es decir, que si lo cortamos en el pulpo vivo, pues bien, la aprehensión
de la experiencia no funcionará bien, provocamos una alteración de los registros
de la memoria, razón por la cual pensamos que es sede de su memoria.

Y agrega:

Hoy día se nos ocurre que la memoria del pulpo funciona tal vez como una
maquinita, a saber, que es algo que gira en redondo. Esto que les digo no es tanto
para distinguir al hombre del animal, porque yo enseño que en el hombre también
la memoria es algo que da vueltas. Sólo que está constituida por mensajes, es una
sucesión de pequeños signos más y menos, que se ordenan uno tras otro, y giran,

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como en la plaza de la Opera las lucecitas eléctricas que se encienden y se


apagan.20

Entonces podemos pensar que se ordenan, uno tras otro, y que podemos tener
una sucesión así:

+ − + − − + + − − −

y que van girando, dice Lacan, como los carteles luminosos que tienen lucecitas
que se van prendiendo unas tras otras y que hacen parecer que la luz pega la
vuelta. Son mensajes, que no es lo mismo que registros de excitación. En ese
sentido, la memoria humana es algo que da vueltas: está constituida por mensajes
y es, por ejemplo, una sucesión de signos (+) y (-) que implicaría una alternancia,
que se ordenan uno tras otro, y van girando.
Dice además que la memoria psicoanalítica, la memoria que le interesa al
psicoanálisis -que nosotros podemos seguir llamando memoria del inconsciente-
es algo completamente inaccesible a la experiencia: no la vamos a encontrar si
abrimos un cerebro.
Señala también Lacan en este texto, que la memoria humana no se sitúa como un
continuo de reacciones frente a una realidad que funciona como fuente de
excitaciones, y que lo que hay de nuevo esencialmente en la teoría freudiana, es
que la memoria no es simple sino que está registrada de diversas maneras. El
mismo Freud decía, en su carta a Fliess, que lo novedoso en su teoría era que la
memoria estaba registrada de manera múltiple en distintos lugares. Se trata para
Lacan de retranscripciones de esos mensajes. En Freud también, podríamos
decir. Pero el tema es que en Lacan se trata de mensajes y en Freud se trata de
signos, signos provenientes de estímulos recibidos por la vía perceptiva. En esto
Lacan difiere, porque no considera a la memoria como un continuo que recibe

20
Lacan, J. (1997). El Seminario. Libro 3. Buenos Aires: Paidós. pp. 218-225.

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estímulos de la realidad. Ahí ya tenemos una diferencia. Parece que están


diciendo lo mismo, pero no es así: para Freud la memoria se compone de signos
recibidos de estímulos perceptivos, mientras que para Lacan, se trata de
mensajes.
Ahora pasemos al Seminario 2, la clase que se llama Par o impar. Aquí Lacan va a
decir que, generalmente, se utiliza la noción de memoria para distinguir la
sustancia viviente como tal, en el sentido de que, se supone, que lo viviente es
algo dotado de memoria que, tras sufrir una experiencia, queda modificada de tal
manera que ya no va a volver a reaccionar como lo hizo la vez primera, frente a la
misma experiencia. Está tratando de diferenciar –como ya dijimos- la memoria,
que para él es la memoria que le interesa al psicoanálisis, de la memoria
entendida como biológica u orgánica, que tendrían todos los seres vivos. Todos
los seres vivos tienen una memoria que aparentemente funciona como la memoria
que planteaba Freud: recibe estímulos y registra huellas pero, dice Lacan, esas
huellas -que son duraderas y definitivas- no permiten que se vuelva a un estado
anterior. Por ende, siguiendo a Lacan, la teoría de la memoria planteada por Freud
correspondería -o en tal caso sería la misma- que la teoría de la memoria de
cualquier ser vivo.
Vamos a detenernos ahora en el Seminario XIV, La lógica del fantasma, en la
clase del 15 de febrero de 1967. Lacan aquí introduce la cuestión de la repetición.
Dice:

De lo que se trata no podría ser de un simple efecto de la realidad del globo vital
sino de algo que se formula no como simple retorno sino como un pensamiento de
retorno, un pensamiento de repetición.21

De lo que se trata entonces, no es de un efecto de la realidad sobre el ser viviente,


sino de un pensamiento de repetición, de algo que se presenta como un
pensamiento de repetición. Lo que está tratando de explicar aquí Lacan, es la
21
Lacan, J. Seminario XIV, La lógica del fantasma. Clase del 15 de febrero de 1967. Inédito.

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enfermedad o, en todo caso, el fracaso: qué enfermedad o qué fracaso. Quien


consulta quiere solucionar padecimientoss vinculados a su neurosis, podríamos
decir, aquello con lo que Freud se encontró, el fracaso, eso que anda mal. Bien,
entonces aquí dice “pensamiento de repetición”. ¿Qué es lo que deberíamos
considerar como pensamiento de repetición?

Un pensamiento de repetición es de otro dominio que el de la memoria. 22 La


memoria sin duda evoca la huella, 23 pero la huella de la memoria, en que tiene por
efecto la no repetición.24

Entonces, la memoria implica la no repetición. ¿Por qué? Lacan vuelve a referirse


al microorganismo, al viviente:

Si está dotado de memoria lo vamos a ver en esto, en que no va a reaccionar


frente a un estímulo como lo hizo la primera vez.25

Por ese motivo, la huella de la memoria implica la no repetición: porque si quedó


registrado, ya no se vuelve al estado anterior ni se vuelve a reaccionar de la
misma manera, es decir, como lo hizo la primera vez. La memoria implica un
cambio de estado y no permite la repetición. La repetición, dice entonces Lacan,
es otra cosa:

Si hacemos de la repetición el principio rector de un campo en tanto que es


propiamente subjetivo, no podemos dejar de formular eso que une de hecho, a
manera de cópula, lo idéntico con lo diferente.26

22
Cuando dice “memoria” aquí, se refiere a la memoria biológica.
23
Lacan utiliza el término francés trait: huella, rasgo, trazo. [M.G.]
24
Lacan, J. Op. cit.
25
Ibíd.
26
Ibíd.

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Aquí Lacan define la repetición como aquello que une lo idéntico con lo diferente y
recordemos que habló de “pensamiento de repetición”. Entiendo que se está
refiriendo a algo que se repite en la medida en que puede ser dicho, que puede
ser pensado. No se trata, entonces, de un estímulo que vuelve a aparecer, no es
un dato que se repite en la realidad estimulante, sino que se trata de un
pensamiento de repetición. Es como si el pulpo pudiera decir: “Otra vez me
electrocutaron con la comida”. Si el pulpo hablara y pudiera tener tal pensamiento,
accedería a la repetición, o sea, a poder contar con la “otra vez…”. Pero el pulpo
no accede a la repetición sino que, directamente, no vuelve a responder frente al
estímulo como lo hizo antes. De volverse a presentar el estímulo, el pulpo huirá,
ya que le ha quedado registro –marca, huella- de que ese estímulo es pernicioso.
Entonces, si nosotros tenemos repetición, si nosotros encontramos la repetición en
la clínica, eso implica que estamos trabajando con otro dominio que no es el de la
memoria ni el de la percepción, entendidas desde un esquema biologizante.
Esa es básicamente la idea, para poder empezar a pensar que, cuando
trabajamos con la historia de un paciente, no estamos proponiéndole que se
interne en las profundidades de sus huellas mnémicas –la historia no está allí- sino
que se trataría de otro tipo de trabajo y otro tipo de material (no se trata de
“marcas de lo vivido”). Lo que une lo idéntico con lo diferente o lo mismo con lo
distinto, podría ser, por ejemplo, cuando alguien dice: “Otra vez me vuelve a pasar
lo mismo”, como el pobre pulpo, si lo pudiera decir: “Otra vez me dieron la
descarga”. Pero no es que se vuelva a repetir el hecho idéntico, tal cual. No es un
“retorno de lo idéntico”, como el eterno retorno de lo mismo, que Freud atribuía a
la compulsión de repetición: se trata de que “otra vez” aparece algo que puedo
identificar –leer- como lo mismo, comparándolo con la vez anterior. Es lo “mismo”
pero “otro”, porque es “otra vez”. Tengamos presente que no estamos hablando de
hechos de la realidad sino de pensamientos sobre nuestra realidad, podríamos
decir.

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Si dijera: “es la segunda vez que me pasa esto”, es recién cuando ubico esta
segunda vez, que puedo decir que la anterior vez había sido la primera. No se
trata entonces de que haya habido una vez “originaria” –traumática- que luego
insiste y retorna, que es la versión freudiana. Si sostenemos esa versión
freudiana, nos quedamos con que la huella es el trauma que insiste y repite en el
síntoma -ya sea porque tuvo mucha carga inicialmente o porque luego recibió más
carga adicional, por el despertar sexual de la adolescencia. Hay una cita del
Fausto de Goethe que Freud utiliza en Más allá del principio del placer para
referirse a la pulsión, al factor pulsionante, es muy conocida, seguro la recuerdan:
“acicatea, indomeñado, siempre hacia adelante”. 27 Para Freud, lo que acicatea e
insiste proviene del cuerpo. Recuerden que Freud venía hablando de la
percepción-respuesta, a eso luego le va a agregar la percepción interna, en el
sentido de que también recibimos estímulos desde adentro (desde el cuerpo)
frente los cuales no se puede huir (la pulsión del ello). Si aparece un rinoceronte
corriendo hacia mí, intentaré escapar. Pero si lo que viene es de mi interior, de la
pulsión, dice Freud que frente a eso no tengo cómo huir, no hay escapatoria.
Entonces, indefectiblemente, tiene que caer toda la teoría del trauma. Ahora bien,
el problema es que, el sentido que por lo general se le da al concepto de goce de
Lacan, es prácticamente el mismo que el que Freud le daba a la pulsión. Se dice
que hay un goce que es imposible de tramitar en su totalidad por lo simbólico: un
goce que viene del cuerpo -una percepción interna- y que, al no poder lo simbólico
tramitarlo del todo, siempre hay un resto que queda e insiste (o repite). Es una
forma de entender el goce de Lacan, de manera tal de hacerlo compatible con la
teoría freudiana de la memoria.
Lo que quiero transmitir es que, muy por el contrario, la propuesta de Lacan es
dejar caer dicha teoría freudiana, pero manteniendo la idea de que hay
transcripción y hay escritura. Lo que ocurre es que no podemos sostener una
escritura con el modelo neuronal, ya que, aunque para Freud luego se trate de
27
Freud, S. (1992). Más allá del principio del placer. En Obras Completas. T. XVIII. Buenos Aires: Amorrortu.
p. 42.

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representaciones, el funcionamiento siguió siendo el mismo que el de la neurona.


Es preciso abandonar la teoría del trauma radicalmente y no como se suele decir:
que Freud “dejó caer la teoría del trauma”, porque, aunque haya pasado de la
neurona a la representación, el tratamiento que le da es el mismo, sólo se
cambiaron las palabras. Y hoy tenemos que, en lugar de trauma, se dice –de
manera casi hegemónica- que “hay un goce” –un goce que funciona con la misma
lógica freudiana del trauma. Habría que cambiar la forma de concebir esto.

Bien, retomemos: tenemos entonces que para Lacan la memoria del inconsciente
está compuesta por mensajes, que son signos que se escriben y eventualmente
se transcriben; circulan y tienen como efecto la repetición -a diferencia de lo que
sería una memoria vital, como de hecho funciona en los seres vivos, donde el
efecto es la no-repetición.
La repetición no es propiedad de los organismos vivientes sino del orden
simbólico. No hay que entenderla, como se puede leer en Freud, como el eterno
retorno de esa fuerza corporal indomeñada que insiste, que proviene del Ello, que
nunca va a poder ser tramitada por la palabra; sino que es –para Lacan- una
propiedad del orden simbólico mismo. Creo que cuando Lacan dice “pensamiento
de repetición” es como si dijera un “dicho de repetición”. O sea, si no identifico –o
leo- en mi decir que me está pasando otra vez lo mismo, no sería repetición. Si no
lo puedo pensar, no lo puedo decir. En una oportunidad Alfredo Eidelsztein dio el
siguiente ejemplo: supongamos que alguien, en tratamiento, dice “me estafaron” y,
por lo que ya ha dicho en otras oportunidades, resulta ser la tercera vez que lo
estafan. Pero si esa persona no dice “me volvieron a estafar”, es porque no ha
leído la repetición, es como si no cayera en la cuenta de que ya van tres veces
que lo estafan, por ende, para esa persona, no habría repetición en torno a la
estafa: la repetición tiene que estar en el registro del lenguaje. Es más: los
fenómenos de memoria, dice Lacan –en el Seminario 3, cuando se refiere a la

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Carta 52 de Freud− son fenómenos de lenguaje, sin embargo para Freud eran
fenómenos de las retranscripciones del aparato psíquico a nivel de la neurona.
Volvamos ahora al Seminario 2. Allí Lacan va a insistir –en varios lugares- con que
la memoria que le interesa al psicoanálisis no es la memoria viviente. Dice así:

Llego así al modelo ante el cual quiero dejarlos hoy, de modo que puedan
vislumbrar qué quiere decir en el hombre la necesidad de repetición. Todo está en
la intrusión del registro simbólico.28

La repetición tiene que ver con la intrusión del registro simbólico. Pero dice que
igualmente lo quiere ilustrar, porque siempre necesitamos un modelo, que aunque
el modelo no quiera decir nada, nosotros estamos mejor con un modelo. Y este
modelo que propone es el de la máquina de calcular:

Es algo que se dice, ustedes lo oyen y no lo creen: la máquina de calcular tiene


una memoria. Les divierte decirlo, pero no lo creen. Desengáñense. Tiene una
forma de memoria que está destinada a poner en tela de juicio todas las imágenes
que hasta entonces nos habíamos hecho de la memoria.29

Está diciendo, claramente, que la memoria de la máquina de calcular va a echar


por tierra todas las imágenes que tenemos de la memoria, no porque no existan,
sino porque no es la que le interesa al psicoanálisis. No está diciendo que no
existan las neuronas o que el pulpo no tenga memoria. La tiene, pero no es esa
con la que tenemos que trabajar. Y agrega:

Lo mejor que se había encontrado para imaginar el fenómeno de la memoria es el


sello de cera babilónico, una cosa con unos relieves pequeños y unas rayas, que
se hace rodar sobre una plancha de cera, lo que llaman un engrama.30

28
Lacan, J. (1997). El Seminario. Libro 2. Buenos Aires: Paidós. pp. 138-140.
29
Ibíd.
30
Ibíd.

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Traje una definición de engrama que tomé de Wikipedia. No sé si conocen o


escucharon hablar de Cienciología (en inglés: Scientology). Es como una iglesia
de Estados Unidos a la que pertenecen algunos famosos como John Travolta y
Tom Cruise, entre otros –un poco de farándula, para amenizar. Esta agrupación,
Cienciología, tiene una técnica terapéutica que se llama “auditación”, que consiste
en algo similar a la hipnosis, pero conservando el estado de conciencia mediante
la cual localizan y borran los engramas. Esta agrupación sostiene que lo que hay
que “destrabar” –o cancelar- para librarse de cierto orden de sufrimiento, vía la
auditación, son justamente engramas negativos que quedaron registrados en la
memoria, que se grabaron allí cuando la persona estaba en estado de
inconsciencia. Sería algo similar a la teoría de los estados hipnoides de Breuer,
planteada en los “Estudios sobre la histeria”.
Les leo la definición de engrama, de Wikipedia: “huellas mnémicas, restos de
excitación neurofisiológica que la sensación y la percepción consciente dejan
hipotéticamente en el sistema nervioso una vez desaparecida, que influencia de
modo transitorio y duradero el transcurso posterior de excitaciones similares. Los
engramas forman la base de la memoria”.

Observen que, de todos modos, dice “hipotéticamente”, porque no se puede


demostrar que la neurona contenga una huella, se lo supone, es hipotético.
Lo que Lacan plantea, en la cita que leímos antes, es que con el modelo de la
máquina de calcular quiere demostrar que hay una memoria pero que no funciona
como reservorio de engramas. Dice Lacan:

Para que la máquina se acuerde tiene que haber tenido algo así como una primera
experiencia que circula dentro de la máquina en estado de mensaje. Es como si yo
le enviara un telegrama de aquí a Le Mans, con cargo a Le Mans de remitirlo a

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Tours, de allí a Sens, de allí a Fontainebleau, y de allí a Paris, y así


indefinidamente.31

Entonces, el mensaje no es algo anclado, registrado como huella, sino que circula.
¿Por qué? Por lo que dice. Si yo le digo a ella al oído: “ Vos ahora decile esto
mismo al que está a tu derecha”, y ella se lo dice a él, y él a su vez se lo dice a
quien tiene a su derecha y así sucesivamente, se va armando una cadena en la
que ese mensaje “Vos ahora decile esto mismo al que está a tu derecha” empieza
a circular. No necesita energía, circula por lo que dice el mensaje mismo.

¿Qué es un mensaje en el interior de una máquina? Es algo que procede por


apertura o no apertura, como una máquina electrónica por sí o por no. Es algo
articulado, del mismo orden que las oposiciones fundamentales del registro
simbólico.32

Lacan dice por apertura o no apertura, es decir, por sí o por no, es una alternancia
de símbolos, que podría ser: 0 – 1.
Más adelante sigue:

…les sugiero, en perspectiva, concebir la necesidad de repetición, tal como se


manifiesta concretamente en el sujeto, por ejemplo en análisis, bajo la forma de un
comportamiento montado en el pasado reproducido en el presente de manera
poco conforme con la adaptación vital.33

Es decir, si la memoria viviente sirve para los fines de la adaptación –esto es: para
que el pulpo no vuelva a comer y reciba una descarga eléctrica-, la memoria de la
que estamos hablando, la memoria del inconsciente, por el contrario, no nos

31
Ibíd.
32
Ibíd.
33
Ibíd. p:140

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provee ningún tipo de adaptación; ya que para Lacan es, eventualmente, lo que
anda mal, no es para nada adaptativa.
A continuación de la cita anterior, Lacan va a decir:

Aquí reaparece lo que ya les señalé, a saber, que el inconsciente es el discurso


del otro. Este discurso del otro no es el discurso del otro abstracto, del otro en la
díada de mi correspondiente ni siquiera simplemente de mi esclavo: es el discurso
del circuito en el cual estoy integrado. Soy uno de sus eslabones. Es el discurso de
mi padre por ejemplo, en tanto que mi padre ha cometido faltas que estoy
absolutamente condenado a reproducir […] no simplemente porque soy su hijo
sino porque la cadena del discurso no es cosa que alguien pueda detener, y yo
estoy precisamente encargado de transmitirlo en su forma aberrante a algún otro.
Tengo que plantearle a algún otro el problema de una situación vital con la que
muy posiblemente él también va a toparse de tal suerte que este discurso forma un
pequeño circuito en el que quedan asidos toda una familia, toda una camarilla,
todo un bando, toda una nación o la mitad del globo. Esto es la necesidad de
repetición […] Sólo es introducida por el registro del lenguaje, por la función del
símbolo por la problemática de la pregunta en el orden humano.34

Entonces, se trata de un circuito de mensajes en el cual uno está atrapado como


un eslabón de la cadena y que, si hay algo que anda mal −vean las diferencias−
son las fallas heredadas de mi padre o de mi madre, que estoy condenado a
reproducir (y que, en todo caso, ellos también heredaron a su vez). Qué diferente
del modelo freudiano, donde lo que andaba mal era una falla en la retranscripción
de este mecanismo que está alojado dentro del cuerpo de cada uno, es una falla
adjudicable a la propia persona. En cambio, lo que anda mal en este modelo de
Lacan, es algo que ya viene desde antes: estoy metido en este circuito que porta
una falla, en el cual también fue metido mi padre y estará metida mi descendencia
también y no es algo que yo pueda detener a fuerza de buena voluntad. En tal
caso, se lo podrá trabajar en un psicoanálisis y ver cómo está constituida y
34
Ibíd.

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determinada esa falla, ya que no es una falla de las huellas que yo me niegue a
traducir, porque Freud decía: es como si la retranscripción no pudiera producirse
porque me provoca una perturbación del pensar y ese displacer hace que se
reprima. Acá, en tal caso, lo que anda mal es una falla que viene heredada del
Otro, no es un problema mío de retranscripción.
Entonces, la diferencia entre Freud y Lacan tiene que ver no sólo en cómo
conciben la memoria sino también en cómo encaran el problema de lo que anda
mal. Si lo que anda mal está en mí o es algo que a mí me pasa por formar parte –
necesariamente- del circuito del Otro y arrastrar su falla. No estoy diciendo que
haya que salirse del circuito del Otro, pero sí que se podría analizar para ver qué
determinación tiene esto que se repite y se “memoriza” por una propiedad de la
cadena del discurso. Y esta necesidad de repetición, lo que siempre implica, es la
necesidad de lo nuevo, dice Lacan, que hace de lo nuevo su dimensión. O sea,
no es una repetición idéntica –ya se los había comentado al principio−, no es la
misma cosa, el mismo acontecimiento que se vuelve a registrar como idéntico,
sino que es “otra vez”. “Otra vez” implica lo mismo, pero diferente, puesto que es
una vez nueva.
Entonces: diferenciamos la memoria vital de lo que podríamos llamar
rememoración -o memoria del inconsciente. Tenemos memoria, rememoración y
repetición. Podríamos decir que rememoración y repetición van juntas, porque son
propiedad del orden simbólico y la memoria, en cambio, quedaría ligada a la no
repetición, esto es, una memoria orgánica.

Memoria orgánica no repetición


Rememoración Repetición

En el Seminario 2, dice Lacan:

No hay que confundir la historia en que se inscribe el sujeto inconsciente con su


memoria, palabra cuyo confuso empleo no seré el primero en señalar. Por el

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contrario, habida cuenta del punto al que hemos llegado, importa distinguir muy
claramente entre memoria y rememoración, del orden esta última de la historia.35

Nos advierte que hay que tener cautela con el uso de la palabra “memoria”,
porque siempre nos podemos confundir y pensarla “a la freudiana”. Con lo que nos
vamos a encontrar en la clínica, cuando nuestros pacientes hablan de su historia,
es con la rememoración, que no va a ser lo mismo que la memoria en el sentido
del recupero de la huella inscripta en algún lado. Yo puedo hablar de mi historia
sin que esto implique recurrir a datos de mi memoria, no hace falta que yo “me
acuerde”. Incluso podría preguntarle a alguien de mi familia, o me puedo enterar
de algo. No es cierto que estemos trabajando con recuerdos, si por recuerdo
entendemos lo que esta memoria me permite traer: trabajamos con rememoración
de la historia en tanto circuito del discurso del Otro del cual formamos parte. Y la
definición que da Lacan de rememoración es:

Agrupamiento y sucesión de acontecimientos simbólicamente definidos y que


engendra una sucesión.36

¿Qué sería la rememoración? ¿Qué sería un agrupamiento y sucesión de


acontecimientos simbólicamente definidos? 37 ¿Qué sería un acontecimiento
definido simbólicamente? Para tomar el ejemplo que da Lacan en “El seminario
sobre La Carta Robada”, sería la sucesión de los signos (+) y (-). 38
Lo que presenta Lacan es que, si nosotros vamos a tomar un acontecimiento,
como podría ser la tirada de una moneda, y fuéramos registrando y agrupando ese
acontecimiento, la moneda podría caer de un lado o del otro, o podría caer de
canto o podríamos perderla, si saliera rodando. Tendríamos, por lo tanto, cuatro

35
Ibíd. p: 277
36
Ibíd. p: 278
37
Esto también está en el Seminario 4 en la clase El significante en lo real. (M.G.)
38
Este tema está desarrollado por Alfredo Eidelsztein en el curso “Formalizaciones matematizadas
en psicoanálisis” Clases 4 y 5. Disponible en www.apertura-psi.org. [M.G.]

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resultados posibles. Si nosotros pensamos que la tirada de la moneda es un


acontecimiento que ocurre “en lo real”, entre comillas, ese acontecimiento lo
vamos a registrar simbólicamente y lo vamos a agrupar escribiéndolo de esta
manera: si sale cara, anoto un más (+) y si sale ceca anoto un menos (-), si cae de
canto no vale y si la perdemos, tampoco cuenta, en estos dos últimos casos no
escribimos nada. De lo que puede llegar a acontecer “en la realidad”, vamos a
decir así, nosotros vamos a registrar -a simbolizar- solamente dos posibilidades:
cara o ceca; de canto no vale, no se registra, “no existe” podríamos decir.
Entonces, vamos tirando la moneda y anotando los resultados con estos signos:

+ + + − + +− − +−

Ahora, a su vez –esto lo explica Lacan en “El seminario sobre La Carta Robada”−,
podemos tomar estos signos, sincrónicamente, de a tres, es decir, agrupando tríos
de símbolos. Esto sirve para dar cuenta de por qué hay una memoria en esta
cadena, que funciona independientemente de nosotros y sin necesidad de que
esté escrito en la cabeza de nadie.

+ + + − + +− − + −…
1 2 3…

Vamos a tomar entonces los signos en grupos de a tres. Si salieron tres (+)
seguidos o tres (-) seguidos, podemos anotarlo como un 1. Si salieran alternados
–capicúa-, anotamos como un 3, y si salen disimétricos (por ejemplo: + + - ó - - +),
anotamos 2. Y así, vamos avanzando en la cadena, agrupando en tríos, anotando
debajo de cada trío, los números (1, 2 ó 3) correspondientes a cada grupo.
Lo que Lacan va a decir es que la cadena “va a recordar” que, por ejemplo, no
puedo pasar de un 1 a un 3 sin tener necesariamente primero un 2, o sea: no
podríamos pasar de un 1 a un 3, si los vamos tomando de a tríos y elegimos esta

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convención. Es como si nosotros dijéramos: vamos a jugar a lanzar la moneda y a


anotar los resultados cara o ceca, luego los agrupamos de a tríos y los
reescribimos con números: esas serían las leyes del juego. Es arbitrario, por
convención, sí, pero una vez que está dicho, es ley que rige el juego. Esa ley va a
decir que si tengo un 1, y voy avanzando de a uno armando tríos con los (+) y los
(-),necesariamente voy a tener primero un 2 antes de tener un 3. Si seguimos esa
secuencia de tríos, podemos escribir una nueva cadena debajo, en la que, dice
Lacan, la cadena “se va a acordar” de que nunca va a haber un 3 inmediatamente
después de un 1. Por cómo están ordenados según esta ley, siempre me va a
aparecer un 2 adelante, no puedo pasar de 1 a 3, esa es una imposibilidad que la
ley le impone a esta sucesión. Esto significa que no se puede escribir 3 después
de 1 y esa imposibilidad, ese imposible, es lo real para Lacan, concebido como
una propiedad de la cadena significante.

En el Seminario 4, Lacan plantea la introducción de un significante en lo real, que


se introduce simplemente cuando se habla. Cuando se habla, ¿qué quiere decir?
Que vamos a anotar cara con (+), ceca con (-), no vamos a anotar nada si cae de
canto; y después vamos a agrupar de a tres y vamos a escribir 1, 3 ó 2 según si el
trío es simétrico, capicúa o disimétrico. El establecer estas convenciones, el
decirlas, es introducir un significante en lo real. Introduzco la ley y, cuando se
introduce la ley −esto lo encontramos en “El seminario sobre La Carta Robada”− la
memoria va a depender de esa ley que se aplicó desde lo simbólico y que produce
un real. Sólo por haber aplicado una ley, tendremos una memoria que va a decir –
y recordar- cuáles son las posibilidades y las imposibilidades que se van a ir
repitiendo: 2 puede venir después de 1 siempre; pero para que aparezca un 3,
necesariamente voy a tener un 2 antes del 1. Habrá que analizar todas estas
determinaciones y, eventualmente, cambiar las reglas del juego si queremos que
esto deje de repetirse de este modo.

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CURSANTE: ¿dijiste que cuando se introduce la ley, el significante en lo real, eso


habilita que haya rememoración?

M.G.: exactamente. Porque la memoria está sujeta a la ley. Incluso lo simbólico


también genera el azar, porque lo que nosotros decimos que son tiradas al azar -y
el cálculo de probabilidades, en el sentido de qué probabilidades tengo de que
salga cara o ceca- eso también es propiedad de lo simbólico, ya que, en lo real,
tengo siempre las mismas posibilidades de que salga una u otra.
Las historias con la que nosotros tratamos en la clínica, la historia de cada
paciente, tiene esta estructura. Aquí hemos tomado un modelo reducido, para
explicar mínimamente cómo funciona, pero hacen falta otros niveles de
transcripciones para dar cuenta de la determinación en una cadena significante,
en un discurso. Hay más determinaciones y justamente lo que las caracteriza es
que ya no se pueden ver a simple vista. En esta cadena de (+) y (-) y su
transcripción en 1, 2 y 3, salta a la vista el por qué no aparece un 3 sin que haya
un 2 antes del 1, es evidente esa imposibilidad. Pero en la cadena significante –el
discurso- la determinación tiene opacidad, es opaca, porque al nivel del
significante estamos en un sistema de cuatro elementos, mientras que en nuestro
ejemplo sólo teníamos tres. En el nivel de la cadena significante, es bastante más
complejo, porque estaríamos trabajando con 4 elementos y las leyes
determinantes de posibilidades e imposibilidades no se deducen a simple vista,
requieren –justamente- un análisis. Pero, al menos la cadena de los (+) y los (-),
aunque no hayamos hecho las otras transcripciones hasta llegar a tener una
cadena de 4 elementos-39 igualmente nos sirve para darnos ya una idea de que, si
la historia tiene una memoria, es una memoria de este tipo, es decir, una
rememoración simbólica, que ya la cadena se acuerda tanto de lo que se puede
como de lo no se puede decir; lo que equivale a que después de 1 no puede venir
3, sin que haya antes un 2. Pero, cuidado: no estamos diciendo que el 3 esté
reprimido, porque efectivamente está escrito en la cadena. Puedo decir las
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Tal como Lacan la despliega en “El seminario sobre La cara robada”, es la cadena L.

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palabras, todas, cualesquiera, pero quizá lo que no pueda decir sea, por ejemplo,
que es mi propio hermano quien me volvió a estafar. Esas son las imposibilidades
del decir, pero no porque haya palabras impronunciables (supuestamente
reprimidas) o algo que sea inefable, sino porque no puedo extraer (y habrá que ver
por qué) ciertas consecuencias que se desplegarían si pudiera decir con todas las
letras que mi hermano (del cual sé perfectamente que es un chanta y que ha
engañado ya a otros) me ha estafado a mí, a su propia hermana. Hay una
legalidad operando, una lógica, que no me permite decirlo, tal como está
determinado el discurso. Entonces, la rememoración, en todo caso, es una
propiedad que aparece o que va a aparecer por el hecho de hablar. Por lo tanto,
cuando una persona habla en análisis –con un analista− de lo que se trata no es
de ir a buscar recuerdos reprimidos en las profundidades del alma –o de su
memoria- ya que no pasa por si se acuerda o no. Es de otra índole el material que
aparece y sobre el cual operamos.

CURSANTE: (inaudible)

M.G.: porque lo puedo escribir. Porque si a la cadena le aplicamos la represión tal


como la entendemos corrientemente, implicaría que no tendría que aparecer el 3
nunca (por estar reprimido), y el 3 sin embargo aparece. La idea general que se
tiene de la represión, según Freud, es que lo reprimido está olvidado y no es
accesible. En realidad esto no es así ni siquiera en Freud, ya que para la neurosis
obsesiva Freud advertía que lo que estaba reprimido eran los nexos causales, ya
que las representaciones advenían a la conciencia del obsesivo –cosa que se
asemeja más a lo que estamos planteando. Pero, por lo general, se piensa que lo
reprimido es lo que no se puede decir por estar olvidado o porque nunca fue
consciente, etc. Entonces, lo que está reprimido en esta cadena es el circuito 1-3.

CURSANTE: ¿eso sí sería represión?

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M.G.: sería lo real en esta cadena, lo que no se puede escribir y, justamente, no


aparece escrito. No puedo escribir 3 después de 1. Pero, la lógica freudiana se
basa en el paradigma neuronal –a pesar de que Freud haya hablado de escritura y
retranscripciones, cosa que sí tomó Lacan. Para pensar en la propuesta de Lacan,
es preciso abandonar este modelo freudiano, pero no sólo porque tenga que ver
con el cuerpo biológico −Lacan decía que la cuestión no era diferenciar al hombre
del animal, ya que podemos tener el mismo sistema nervioso o parecido−, sino
que la cuestión es que, cuando nosotros hablamos, lo que está en juego es la
cadena del Otro, no es un discurso individual. El modelo de Freud es
individualista, porque se refiere a “mi versión”, la de cada uno, de la cual habría
que responsabilizarse: por ejemplo, seguro que yo “inscribí mal” las cosas y no
eran así; según mi versión, mi mamá era mala y mi papá bueno, pero mi hermano
tiene su propia versión en la que el malo era mi papá, etc. No se trata de cómo
registremos las cosas cada uno en forma individual. El tema con Freud es que es
si se plantea una escritura a partir de huellas mnémicas, ese escrito no se podría
leer porque, si son las neuronas o las huellas de la percepción las que escriben
signos, sería una escritura individual. Para poder leer hace falta manejar el código
que es del Otro, que es compartido. Por ejemplo: si no me quiero olvidar de que el
jueves tengo que llamar al médico, puedo hacer en la agenda un asterisco en el
día jueves, para no olvidarme. Llega el jueves y abro la agenda: veo el asterisco
allí pero no recuerdo qué quería decir y me pregunto ¿Para qué habré puesto el
asterisco, de qué me tenía que acordar? La marca, la huella individual (en este
caso, el asterisco) no quiere decir nada para nadie, salvo para mí misma, pero
hasta yo misma me puedo olvidar qué quería decir. Es preciso que esté escrito:
“llamar al médico”, porque si me olvido de que lo tenía que hacer, entonces puedo
leer en la agenda (y lo puedo leer tanto yo como cualquiera, y saber que el jueves
yo tenía que llamar al médico). Pero si es una marca individual, un chirimbolo que
yo hice para no olvidarme, probablemente no pueda leerlo –porque me olvidé de lo

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que significaba- y menos aún podrá leerlo otro. Si pensamos en un análisis, es


claro que el material con el que trabajan el analizante y el analista, nunca podría
ser algo de la índole de una escritura basada en huellas mnémicas individuales.
Bueno, hasta aquí lo que quería presentarles. Muchas gracias.-

30

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