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TEMA 4. CLIMAS Y ZONAS BIOCLIMÁTICAS.

EL TIEMPO Y EL CLIMA COMO


CONDICIONANTES DE LAS ACTIVIDADES HUMANAS

ÍNDICE
INTRODUCCIÓN
1. CLIMAS
1.1. ELEMENTOS Y FACTORES CLIMÁTICOS
1.2. Elementos climáticos
1.2.1. Temperatura
1.2.2. Presión atmosférica
1.2.3. Vientos
1.2.4. Humedad y precipitaciones
2. ZONAS BIOCLIMÁTICAS. CLASIFICACIÓN DE KÖPPEN Y MARTONNE
3. ZONAS FRÍAS
3.1. Climas polares (EF, ET)
3.2. Climas subárticos (Dwd, Dfc)
4. ZONA TEMPLADA
4.1. Húmedos de fachada occidental (Cfc, Cfb)
4.2. Húmedos de fachada oriental (Cfa)
4.3. Mediterráneos (Csa, Csb)
4.4. Continentales de fachada occidental y oriental (Dwa, Dfb)
5. ZONA ÁRIDA
5.1. Desiertos cálidos (BW wh, BS wh)
5.2. Desiertos templados-fríos (BW sk, BS sk)
5.3. Desiertos costeros (BW n-n’)
6. ZONA CÁLIDA (Af, Am, Aw)
7. CLIMAS DE MONTAÑA (Cfb, BS sk, Cw)
8. EL TIEMPO Y EL CLIMA COMO CONDICIONANTES DE LAS ACTIVIDADES
HUMANAS

INTRODUCCIÓN

Podemos definir sucintamente el clima como los valores meteorológicos medios de cualquier lugar
de la superficie terrestre. Esta definición sirve como base a la climatología analítica, la cual perfila
caracterizaciones a partir de la yuxtaposición de estos valores. Estos valores pueden ser la
temperatura, los vientos, la humedad y la presión, a merced de cuya interacción entendemos la
dinámica atmosférica.
El presente tema puede dividirse en tres bloques: en el primero delimitaremos los factores
atmosféricos que dan lugar a un clima. En el segundo explicaremos la distribución de los distintos
climas en los distintos lugares de la superficie terrestre, así como su interacción con la biocenosis.
Por último, hablaremos de la influencia del clima en el desarrollo de las actividades humanas.

1. FACTORES Y ELEMENTOS CLIMÁTICOS


1.1. Tiempo y clima
Los fenómenos meteorológicos se producen en la atmósfera, concretamente en la troposfera – capa
más cercana a la superficie terrestre- de ahí que la relación entre climatología y topografía sea tan
estrecha. La atmósfera, en tanto a mezcla de gases (nitrógeno, oxígeno) condiciona, al igual que
ocurre con la superficie terrestre, factores como el nivel de absorción y refracción de la radiación
solar. Es por ello que los climas son siempre fenómenos zonales, resultado de la interacción de
variables observables.
Cabe distinguir entre tiempo y clima, y por lo tanto entre meteorología y climatología. La
meteorología se encarga de ofrecer observaciones en todo el mundo (o al menos en un amplia área),
elaborando un mapa sinóptico que nos habla del estado de la atmósfera en un momento dado. Por lo
tanto, es capaz de predecir el tiempo a corto plazo, además de explicarlo atendiendo a la dinámica
de la atmósfera.
El clima, por su parte, se considera atendiendo a la sucesión de estados atmosféricos - “tiempos”- en
un lugar concreto durante un periodo lo suficientemente largo, usualmente de 30 o 50 años. La
climatología por tanto explica y analiza los efectos de la sucesión de tiempos atmosféricos, en
interacción con otras variables de la Tierra, lo que le permite establecer predicciones a largo plazo.
Como hemos dicho, además elabora perfiles característicos atendiendo a la yuxtaposición de
variables atmosféricas.

1.2. Factores y elementos climáticos


En las variables que condicionan la fisionomía de los climas diferenciaremos principalmente en
elementos y factores. Los elementos son, someramente, aquellas variables susceptibles de medición
relacionadas con la meteorología inmediata. Estas son: la temperatura, la humedad, la presión los
vientos, la humedad y las precipitaciones, elementos que veremos de manera pormenorizada.
Los factores son variables globales que afectan a los elementos. Pueden ser de ámbito
astronómico: radiación solar, posición de la tierra respecto al Sol, circulación atmosférica… etc, o
de ámbito geográfico como la latitud, el relieve o las corrientes marinas.
A continuación analizaremos uno por uno los distintos elementos que influyen en la configuración
de los distintos climas de la Tierra.

1.2.1. Temperatura
Definimos la temperatura como la cantidad de calor que hay en el aire en un momento y lugar
determinado, la cual representamos sobre un mapa en isotermas. A continuación veremos cuáles son
los principales factores que le afectan.
En primer lugar, la altitud. Si tenemos en cuenta la temperatura del aire en reposo, tenemos el
gradiente térmico, que suele ser de 0’6ºC cada 100 metros (a veces el aire seco acentúa esta
relación, encontrándonos con un gradiente adiabático; y viceversa con el aire húmedo, resultando
un gradiente pseudoadiabático). Aparte del gradiente térmico, en relación a la altura ocurren otros
fenómenos que condicionan la temperatura: los relacionados con las distintas vertientes
montañosas, sobre todo el latitudes medias. La diferencia de exposición a los rayos solares y a los
vientos dominantes configura zonas de solana y umbría, de barlovento y sotavento. En las vertientes
de sotavento se produce el efecto Foëhn, por el cual se disipa la nubosidad y nos encontramos con
zonas donde predomina el aire seco y los gradientes térmicos se acentúan (Desierto de Tabernas).
Otro factor importante es la cantidad de luz solar reflejada por la atmósfera y la superficie terrestre,
reteniendo mayor temperatura en aquellas zonas donde hay menor reflexión. Es por ello que hemos
de considerar la latitud: a mayor oblicuidad dan los rayos de sol, mayor es la reflexión y viceversa.
En resultado a esto, se han dividido las distintas latitudes en zonas térmicas. Las cálidas tienen una
menor amplitud térmica, mientras que en las frías la AT es mucho mayor.
Tampoco la acumulación de calor es la misma en toda la Tierra. El suelo es un mal conductor del
calor, por lo que acumula calorías durante el día y se enfría durante la noche o el invierno. Lo
contrario sucede en la superficie marina, que conduce bien el calor y suaviza la temperatura del aire
circundante. El mayor o menor índice de refracción de las superficies se denomina efecto albedo, y
va desde el 90% de la nieve al 1% de algunos bosques.
Otros factores que condicionan la temperatura son la influencia de las corrientes marinas, la
penetración de masas de aire de otras latitudes o la injerencia en altura de fenómenos como las
DANAS o la circulación de los alisios.

1.2.2. Presión atmosférica


La presión atmosférica es, a grandes rasgos, el peso de una columna de aire desde la superficie
terrestre al límite superior de la atmósfera, por unidad de superficie. Lo común es medirla a partir
de la densidad de una columna de mercurio (mm de mercurio) con un barómetro, en milibares
(mb) o hectopascales (hPa). La presión normal se considera 1013 mb, así por encima de esta
cantidad tenemos un anticiclón y por debajo una borrasca.
A la hora de extrapolar esto a un mapa tenemos dos niveles de interés: los mapas de superficie, en
los que la presión se representa en isobaras que unen puntos con la misma presión, siendo el
gradiente de presión la diferencia entre estos puntos. En altura, lo que se representa en un mapa es
la altitud geopotencial, es decir, la cantidad de trabajo necesaria en ese punto para elevar una
columna de aire a 750, 500 o 300 hPa, según la tipología del mapa.

En definitiva, podemos hablar de cinturones de presión generales que circundan la Tierra desde
el Ecuador hasta los Polos. Así, en el Ecuador tenemos bajas presiones ecuatoriales; en los trópicos
las altas presiones subtropicales; el cinturón de bajas presiones de las latitudes templadas y, por
último, los anticiclones polares.
Dentro de estos cinturones de presión nos encontramos con centros de acción que pueden ser
térmicos y dinámicos. Los térmicos se forman por las causas susodichas, una baja constante
provoca un anticiclón térmico y viceversa. Hay que decir que cuando los centros de acción son
térmicos en superficie, en altura crean el centro de acción opuesto.
Los centros de acción dinámicos se forman, aparte de por la temperatura, por otros fenómenos
como la advección, es decir, la convergencia y divergencia de las masas de aire en
desplazamiento horizontal. Esto es común en las zonas templadas donde existe una mayor
amplitud térmica y por lo tanto mayor diferencia y yuxtaposición de masas de aire diferentes, algo
que no ocurre en las zonas ecuatoriales. La continuidad de las altas temperaturas y la escasa
amplitud térmica provoca fenómenos de termoconvección, por lo que la zona se denomina
“chimenea ecuatorial”.

Debemos entender los centros de acción como masas de aire que en el plano horizontal poseen
cualidades homogeneas de presión y temperatura. Las zonas limítrofes entre masas de aire se
denominan frentes. Estos frentes se desplazan de acuerdo al movimiento de las masas de aire,
tomando las características superficiales de las zonas por las que van pasando. Es por ello que los
frentes se asocian a inestabilidad térmica.
Los frentes ocupan centenares o miles de km², y en su trayectoria toman rasgos de zonas oceánicas
o continentales que van a determinar su carácter. También es importante su orientación, de ahí el
contraste entre las fachadas orientales y occidentales de los continentes.

El resultado es la clasificación de las masas de aire en función de su temperatura, su región


manantial y su zona de influencia. Polar o tropical, marítima o continental, fría o cálida, seca o
húmeda.

1.2.3. Vientos
Básicamente el viento es la circulación de aire de las zonas de altas presiones a las de bajas
presiones. Fruto de la rotación y el magnetismo terrestre, hemos de tener en cuenta dos efectos:
primero, el efecto Coriolis, por el que los fluidos se desvían hacia la derecha en el hemisferio norte
y a la izquierda en el sur; efecto mayor en los polos y menor en el ecuador. Segundo, el torbellino
absoluto: explica el movimiento del aire en sentido giratorio en una masa de aire mayor, como los
centros de acción.
Fruto de esta dinámica, un mapa esquemático de la circulación atmosférica general en superficie
nos ofrece el siguiente panorama. Dividiendo la Tierra en seis hemisferios (polos, zona templada,
trópico, ecuador, trópico, zona templada y polos) nos encontramos con una alternancia de altas y
bajas presiones en estos hemisferios. En los polos dominan las altas presiones, para bajar a las bajas
presiones de las latitudes templadas, los anticiclones tropicales y la continua baja ecuatorial.
Esto nos da un Hemisferio Norte dominado por la circulación de los vientos del Oeste. En los
trópicos dominan los alisios (del noreste en el norte, del sureste en el sur) y en el Ecuador un
cinturón propio de vientos y calmas. Allá donde se convergen las A polares con las B templadas
surge el Frente Polar en ambos hemisferios. Una variedad estacional importante es el monzón,
fruto de las potentes depresiones térmicas del Índico y el Pacífico.
En altura la dinámica es distinta. Casi la totalidad de las zonas están dominadas por la circulación
de los vientos del Oeste, excepto el Ecuador, donde dominan los del Este. Es importante señalar
el surgimiento entre los 35-45º, fruto de la convergencia de la Tropopausa polar con la tropical, de
la corriente en chorro o jet stream, vientos del Oeste muy rápidos.
Aparte de en la meteorología y en el clima, los vientos ejercen una enorme influencia sobre las
masas marinas, siendo resultado de los flujos anticiclónicos las corrientes superficiales. Existen
frías (Labrador, Groenlandia, Humboldt…) y cálidas (Corriente del Golfo, de Capricornio…). Estas
corrientes marinas influyen a su vez en los climas zonales, ya que son las principales responsables
de arrastrar masas de aire frío o cálido (y por tanto general centros de acción térmicos) y de acelerar
o retrasar las precipitaciones.

1.2.4. Humedad y precipitaciones


La humedad es la cantidad de agua en cualquier estado que contiene el aire. Hay distintos
métodos de medición: humedad relativa, humedad absoluta, cantidad de humedad en relación al
máximo potencial… etc. El aire admite una cantidad limitada de agua, valor que está directamente
relacionado con la temperatura. Así es en tanto en que los cambios de volumen (y por tanto de
temperatura) del aire llevan a distintos grados de humedad y a precipitaciones.
En este punto debemos valorar sobre todo el fenómeno de la CONDENSACIÓN. El cambio de
estado del agua en la atmósfera depende del equilibrio entre humedad, temperatura (volumen del
aire) y presión. El parámetro más importante es la pérdida de temperatura, ya que el aire frío
permite un grado de humedad menor, lo que permite que el líquido se sature y de lugar a
fenómenos como el rocío, la niebla, la helada o las nubes.
Entonces, las precipitaciones son la caída del volumen de agua en el aire, una vez condensado, a la
superficie terrestre en estado sólido o líquido. Para que ocurra se producen estos cinco pasos: 1)
evaporación, 2) ascendencia y enfriamiento, 3) saturación alcanzado el punto de rocío, 4)
condensación formando gotas de agua o hielo y 5), precipitación por gravedad. Los tipos de
precipitación que vamos a ver pueden ser frontales, termoconvectivas u orográficas.
Las precipitaciones frontales ocurren fundamentalmente en zonas templadas, fruto de la
convergencia de masas de aire de cualidades distintas. Cuando dos masas de aire de distinta
temperatura se encuentran, la más fría penetra en cuña bajo la cálida, causando que el aire de esta
última ascienda y se enfríe, provocando nubes y eventualmente precipitación.
Las precipitaciones termoconvectivas son más frecuentes en el cinturón de bajas presiones
ecuatoriales (Zona de Convergencia Intertropical ZCIT), donde el ascenso del aire propiciado por
los vientos alisios se ve reforzado por efecto de la “chimenea ecuatorial”. También ocurren en
latitudes templadas debido, sobre todo, a la generación de borrascas térmicas por calentamiento del
suelo o la superficie del mar, generalmente asociadas a aguaceros intermitentes y a cúmulos o
cumulonimbos.
Las precipitaciones orográficas son el opuesto directo al efecto Foëhn anteriormente descrito.
Ocurren cuando una masa de aire es forzada a ascender por una ladera de barlovento.

Si combinamos estacionalmente todos los factores que dan lugar a las precipitaciones o a su
ausencia (estabilizadores o dinamizadores marinos como las corrientes, posición de los principales
frentes, corrientes aéreas dominantes… etc) tenemos el régimen de precipitaciones. El régimen
generalmente se mide de manera anual, y partiendo de él establecemos el régimen mediterráneo, el
oceánico de fachada atlántica, el ecuatorial… etc, que posteriormente veremos de manera
pormenorizada.
La distribución global del régimen de precipitaciones está ligado, entre otros factores, a la
circulación general atmosférica de la que hemos hablado anteriormente. En general, podemos
señalar el cinturón de continuas precipitaciones que es el Ecuador, alimentado tanto por los
alisios como por los chorros de aire caliente que continuamente están ascendiendo. En las latitudes
medias las precipitaciones son provocadas por las ascendencia de aire acaecidas en el frente polar
y las áreas del viento del oeste.
Por el efecto contrario, es decir, por el movimiento descendente del aire en lugares anticiclónicos,
se producen cinturones secos en las latitudes 30 NyS (desierto del Sahara, Arabia, Kalahari…),
tan solo suavizados por el influjo de corrientes marinas frías.

2. CLASIFICACIONES CLIMÁTICAS
Vistos los elementos que condicionan el clima, la convergencia de los mismos nos lleva a realizar
una clasificación global de los climas de la Tierra. Para explicar las distintas zonas bioclimáticas y
sus distintos climas recurriremos a la clasificación climática de Köppen y Geiger de 1936 en
relación a la bioclimática de Martonne de 1921. La clasificación de Köppen se establece con una o
dos letras mayúsculas iniciales (E, A, C, D, B) que indican la catalogación general del clima,
seguida de una o dos letras minúsculas (w, m, s, f…) relativas a las temperaturas y al régimen de
precipitaciones. La relacionaremos con la clasificación de Martonne que simplemente da el nombre
al clima con el gentilicio del lugar más característico.
Para la clasificación introducimos el concepto de zona bioclimática, haciendo referencia a grandes
espacios geográficos en los que confluyen aspectos geomorfológicos, climáticos y bióticos,
afectados por la misma dinámica atmosférica y con subtipos o dominios dependientes dentro de
ella. Hemos clasificado cada tipo de clima en una zona bioclimática fría (60-75º), templada (35-
60º), zona árida, zona cálida (23º) y dominio de montaña.

3. ZONAS BIOCLIMÁTICAS FRÍAS


Podemos establecer una variante climática polar absoluta (ET) caracterizada por la
autoconservación de las bajas temperaturas, la sequedad y la estabilidad constante, para ir bajando
de latitud hacia las zonas de tundra (EF) (75-60º) y por último a las zonas subárticas (60-50º)
colindantes con las zonas templadas, donde se difuminan las características polares más bruscas.

3.1. Climas polares


El clima EF es el propio de los casquetes polares. La autoconservación de las bajas temperaturas se
debe a la latitud, donde la incidencia de la energía solar es mínima por oblicuidad, donde además la
energía es reflejada por el elevado efecto albedo de la nieve y el hielo. La baja capacidad
higrométrica del aire y la extrema continentalidad provoca una sequedad también constante, como
lo son las altas presiones polares, que canalizan aire muy frío hasta las bajas presiones
circumpolares, provocando un viento constante reforzado por la ausencia de relieve.
El clima ET es el propio de las zonas de tundra, en latitudes de 75 a 60º al Norte y al Sur
(Groenlandia, Ártico, península Antártica…). Es precisamente su situación en la intersección entre
las grandes masas de aire polar y ártica lo que provoca una gran turbulencia atmosférica, con el
paso frecuente de borrascas oceánicas que aportan un mayor índice de precipitaciones, aunque con
la incidencia de violentos temporales con vientos de más de 100 km/h. El océano tiende a suavizar
la temperatura, pero el verano sigue siendo testimonial.
El dominio de tundra da cabida a una fitocenosis en forma de cubierta de líquenes y musgos, sobre
un suelo de permafrost, y colindando con el dominio subártico pueden aparecer praderas y plantas
criófitas.

3.2. Climas subárticos


A medida que nos encontramos entre los paralelos 70-50º al Norte aparecen los climas subárticos.
Se caracterizan por unas altas amplitudes térmicas debido a la presencia de verano, aunque no
propiamente un verano térmico, y un aporte generoso de precipitaciones anuales (con la excepción
del Dwd semiárido del Atlantico Norte). Los climas del Norte de Escandinavia, Norte de Canadá y
Finlandia son un ejemplo de clima ártico “suavizado” (Dfc). En algunas zonas las amplitudes
térmicas anuales pueden ser hasta de 40ºC, lo cual no elimina la extrema rigurosidad del invierno y
los minúsculos veranos, que son además relativamente frescos. Es en estos veranos donde los Dfc
reciben la mayoría de aporte pluviométrico.
La biocenosis de las zonas más húmedas es la típica de la taiga, asentada sobre suelos podzólicos
pardos y grises. A medida que se produce la continentalización, la fitocenosis toma rasgos
subárticos y aparecen las praderas de gramínea.

4. ZONAS BIOCLIMÁTICAS TEMPLADAS

Estas zonas bioclimáticas acogen la mayor diversidad del planeta. Pero como generalidades
podemos decir que son zonas bajo la influencia de la advección del Oeste, a 60-35º Norte y Sur, en
la zona donde se produce el intercambio de energía entre las masas de aire polares y subtropicales.
Son las zonas con más contrastes anuales del planeta en lo térmico y lo pluviométrico, es decir, de
marcada estacionalidad. Esta estacionalidad se explica por la presencia de los centros de acción
dinámicos que experimentan desplazamientos según la época del año, así como la influencia de la
dinámica de altura (vaguadas del jet stream), también en movimiento y configurando los distintos
climas zonales. El resto de características de cada clima van a estar regidas por la latitud (cercanía o
lejanía del polo o los trópicos) o por la influencia ejercida por las masas marinas cercanas.

4.1. Húmedos de fachada occidental


En esta tipología entran los climas denominados “oceánicos” presentes en los alrededores de la
costa centroeuropea, Chile, Norteamérica y Nueva Zelanda. La exposición constante a las borrascas
oceánicas y a las perturbaciones estacionales del frente polar aseguran un aporte pluviométrico
holgado (+800mm anuales), al igual que ocurre con los vientos, que se agudizan en invierno. La
amplitud térmica es baja (10ºC de media) debido a que la influencia marítima suaviza los rigores
del invierno y la canícula estival.
A medida que nos alejamos de la costa van apareciendo los climas denominados “oceánicos de
transición”, entremezclados con rasgos continentales o montañosos que además serán configurados
por la latitud. Podemos citar el clima Cfb (clima Bretón/ Lorenés según Martonne) y el Cfc
(Patagónico). La biocenosis se caracteriza por una flora en forma de árboles caducifolios, que se
asientan sobre suelos podzólicos pardos y grises, ricos en humus. La degradación antrópica o
meteorológica produce el paisaje de landa oceánica.

4.2. Húmedos de fachada oriental


Hablamos sobre todo del tipo Cfa (Danubiense) localizado en franjas costeras templadas de Asia y
América, aunque también en algunas zonas del Mar Negro. Presentan veranos más cálidos debido a
que la advección del Oeste maximiza la influencia de los anticiclones subtropicales, aunque los
inviernos no son ajenos a las perturbaciones que traen las borrascas marítimas polares. La mayor
calidez de estos lugares respecto al Cfa y el Cfb permite la coexistencia de especies propias de
latitudes templadas con especies subtropicales, con suelos que tienden a la laterilización.

4.3. Aridez estival (Mediterráneos)


Llamamos climas mediterráneos a los propios de la franja costera de dicho mar, además de a zonas
localizadas de Chile, California, la costa occidental de Australia y también de Suráfrica. De nuevo,
las características son variadas y van a estar sujetas a la cercanía con el trópico, a la
continentalización y a la influencia de los centros de acción estacionales de cada lugar. Por lo
general, podemos decir que presenta lluvias mediocres, tendencia cálida y más de dos meses de
aridez anuales.
El clima mediterráneo paradigmático es el Csa (Portugués/ Heleno según el máximo estacional de
precipitaciones), aunque también podemos citar el Csb (de verano más fresco, llamado Californiano
por Martonne). Csa y Csb están sujetos a la incidencia anticiclónica subtropical durante el verano,
para pasar a un otoño-invierno (y a veces primavera) en el que penetran borrascas frontales de
origen diverso.
La fitocenosis característica se asocia a especies perennifolias con mayor o menor xeromorfia en
función de la sequedad del lugar. La tipología edáfica es variada, destacando los suelos tipo ránker,
ácidos y poco evolucionados. La litología condiciona el paisaje, encontrándonos con maquis en
terrenos silíceos y garriga en los calizos, ya que se trata de un paisaje por lo general muy degradado.

4.4. Continentales de fachada oriental


Otra tipología que da cabida a una gran variedad: desde las aisladas tierras centrales de Rusia, que
colindan con los dominios subárticos de Siberia y al Sur con los Istanes, hasta los diversos climas
locales de la región de los Grandes Lagos e incluso el antiguamente denominado “clima chino”.
Tienen como característica general la tendencia a las bajas temperaturas, con largos inviernos secos
dominados por los Anticiclones. Es en verano cuando alcanzan la mayor pluviometría, debido a la
incidencia de las borrascas del Oeste y a los procesos termoconvectivos que permite la subida de
temperaturas.
Citamos por un lado el clima frío típico de Manchuria y el Norte de China (Dwa), pero de veranos
muy calurosos y húmedos que lo acercan al régimen monzónico. También el Dfb, clima de este tipo
paradigmático y denominado por Martonne Ruso-Polaco. Se extiende desde el Vístula a los Urales,
pasando por el Norte de Suecia y el Oeste de los Grandes Lagos.
No podemos precisar una biocenosis ni una edafología típica, ya que son climas que estos rasgos
responden más bien a la latitud o a los dominios de transición donde se encuentren. Al norte nos
encontramos con las características coníferas de filiación boreal y con suelos donde la
podzolización es el proceso típico. En latitudes más meridionales, sobre todo en las asiáticas, se
mezcla el bosque caducifolio con el bambú sobre suelos lateríticos con la ferralitización como
proceso típico.

5. ZONA ÁRIDA

Siguiendo a Köppen hablamos de los climas tipo B, siendo BW el desierto absoluto y el BS el


desierto estepario. Algunas de las variaciones de los climas BW, siguiendo a Martonne, son el
sahariano, el turcomano, el aralés o el peruano; siendo BS el senegalés, el sirio o el tibetano. Como
vemos se extienden tanto por latitudes cálidas como templadas, y su rasgo característico es que la
evaporación es mayor que la precipitación, llegando en los BW a extremos en los que las
precipitaciones son irrelevantes.
La fitocenosis en las zonas semiáridas está representada por estepas herbáceas y vegetación
discontinua con grado máximo de xeromorfia, siendo el suelo de horizonte AC. En los desiertos
absolutos puede darse la ausencia de vegetación y el horizonte edáfico es C, es decir, ausencia de
formación de suelo. Los flujos de agua son siempre endorreicos, discontinuos en BS y muy
ocasionales en BW.

5.1. Desiertos tropicales y subtropicales


Son los climas B bajo la influencia de los anticiclones subtropicales: Sahara, Kalahari, Arabia, Irán,
desierto australiano… etc. Las temperaturas diurnas son siempre excesivas tanto por la insolación
como por la pureza del aire, para acabar dando unas impresionantes bajas nocturnas. El viento es
casi constante, más temible por su sequedad y por la polvareda (recordemos que hay ausencia de
vegetación) que por su violencia.
Siendo BW wh el clima desértico paroxístico, de tipo sahariano, va perdiendo fuerza a medida que
avanza hacia el Este, donde el clima del desierto sirio (BS sh) es prácticamente un clima
mediterráneo degradado por el desierto. Hacia el Sur del Sahara en torno a la zona del Senegal, el
clima del desierto se va degradando al recibir unas pocas precipitaciones veraniegas (BS wh).
5.2. Desiertos templados y fríos
Esta variedad se explica más por la continentalidad y la orografía de los terrenos que por la latitud.
Básicamente son climas de tendencia árida y fría de acusada continentalidad, por lo que las
amplitudes térmicas anuales son sorprendentes. Es el clima característico de las estepas
euroasiáticas (BW sk, turcomano; BS sk, tibetano), que también se da con variaciones en el desierto
del Oeste americano. Aquí podemos clasificar la variante local de BS sk que se da en el desierto de
Tabernas, con una acusada aridez que provoca el efecto Foëhn sobre las laderas de sotavento de la
Cordillera Bética, que aísla al área almeriense de la mayoría de borrascas atlánticas.

5.3. Desiertos costeros


Se trata de los desiertos costeros que se dan en el margen occidental de los continentes. En términos
generales se producen, entre otros factores, por la subsidencia del borde oriental de los anticiclones
oceánicos y a la presencia de corrientes marinas frías que tienden a estabilizar el aire. Con lo cual
tienden a la “suavidad” y a la humedad típica de las áreas oceánicas pero con una acusada aridez,
por lo que es frecuente la ausencia de precipitaciones aún formándose neblinas. Köppen los
clasifica como BW n-n’, y se da por ejemplo en la costa marroquí y en el desierto de Atacama, que
reciben la influencia de la corriente de las Canarias y la corriente de Humboldt respectivamente.

6. ZONA CÁLIDA Y HÚMEDA


Corresponde a las áreas bajo la influencia de la célula de Hadley, 23º Norte y Sur, exceptuando las
zonas anteriormente analizadas por su aridez. Estos climas tienden a darse en el borde oriental de
los continentes, presentando temperaturas cálidas todo el año y una pluviometría anual siempre
superior a los 1000 mm.
Lo que explica estos oasis de vida es la exposición a los vientos oceánicos inestables del Este. Así,
durante una parte del año están bajo el influjo de la vaguada ecuatorial y durante otra bajo la
influencia de los alisios o el monzón. Esto ocurre en las costas orientales de África, Brasil, Caribe o
Indochina.
Sin embargo, en el caso de los alisios, no todas las zonas de la latitud reciben las mismas
precipitaciones, ya que sus lluvias tienen un carácter orográfico. Así, su influencia disminuye de
Oeste a Este, creándose una barrera conocida como la inversión de los alisios que impide las
precipitaciones en las zonas más orientales.
Los principales , siguiendo a Köppen son: el de pluvisilva (Af), el de sabana (Aw) y el monzónico
(Am).
El clima Af (guineano, según Martonne) se sitúa en la franja de los 10º al Norte y al Sur, y es el
clima paradigmáticamente ecuatorial con precipitaciones anuales superiores a los 2000mm (aunque
con un mes algo más seco). La edafología se compone de suelos ferralíticos lavados y rojizos, sobre
los que se alza una exuberante masa herbácea y arborícola que alberga la mayor biodiversidad del
planeta.
El Aw (sudanés) puede decirse que es una especie de clima ecuatorial “degradado”. Se encuentra
entre los 5-25º Norte y Sur y se caracteriza por la estacionalidad de las precipitaciones, debido a que
la incidencia anticiclónica subtropical produce aridez en invierno. Las amplitudes térmicas no
superan los 10ºC. En función de la latitud de la sabana esta alcanza valores climáticos más o menos
ecuatoriales. Los suelos son arcillosos y lateríticos, con formaciones de gramíneas y árboles
espaciados como el baobab.
Los climas tropicales monzónicos (Am, bengalí), por su parte, deben su pluviosidad al mecanismo
del monzón, que se detiene en invierno. Típico de Madagascar y el África oriental.

7. CLIMAS DE MONTAÑA

Llamados climas zonales por producir características no relativas a la latitud en la que se


encuentran. Sus características vienen dadas por las consecuencias que trae la altitud y por las
disimetrías orográficas. La altitud trae consigo una menor temperatura al disminuir la densidad del
aire y por lo tanto su capacidad para retener calor; así como un calentamiento diurno mayor del
suelo que trae mayores amplitudes térmicas. Las disimetrías son de varios tipos: de pluviometría y
humedad en las laderas de barlovento y sotavento por el efecto Foëhn, la de las zonas de solana y
umbría… etc.
La biocenosis en montaña aparece escalonadamente en pisos y ligada a la propia latitud, así como
se produce la proliferación de especies distintas en función de sus preferencias de calor y humedad,
pudiendo además aparecer especies propias de zonas más boreales en pisos superiores.
Los climas de montaña se dan en cualquier latitud. Así, en la zona templada tenemos los climas tipo
alpino con valores que los clasifican como un ET o un D. Las montañas secas de tipo mediterráneo
(clima atlásico, según Martonne) pueden presentar un clima Cfb. Las montañas áridas asiáticas
pueden responder a valores propios del clima tiberano (BS sk) anteriormente explicado, al igual que
ocurre en las americanas que presentan proverbiales fríos invernales.
En las zonas cálidas las montañas presentan valores propios de climas C. Así ocurre con el llamado
clima anamita (Cw) y el clima malayo, que se extiende por Tailandia, Laos y Camboya.

8. EL TIEMPO Y EL CLIMA COMO CONDICIONANTES DE LAS ACTIVIDADES


HUMANAS
Desde la Prehistoria el tiempo y el clima han supuesto bien ventajas o bien limitaciones al
desarrollo de estas actividades. Las condiciones climáticas y la propensión a ciertas inclemencias
meteorológicas de cada lugar han constituido un “techo” a tener en cuenta para desarrollar la
agricultura y la ganadería, y más recientemente la industria y el sector terciario.
Bien es cierto que desde el siglo XVIII se generaliza la selección artificial de ciertas especies
vegetales y animales para superar el techo ecológico y climático. Un proceso tan antiguo como la
sedentarización, pero que nunca alcanzó hasta el momento tales grados de planificación e
ingeniería.
Otros ejemplos de actividades humanas destinadas a superar los límites inmediatos impuestos por el
tiempo y el clima han sido la estabulación y la transhumancia del ganado, la construcción de diques,
presas y canales, la siembra de setos en lugares estratégicos, entre otras. En la actualidad estos
procesos han alcanzado tal grado de desarrollo que en muchos casos el techo climático ha sido
prácticamente superado: agricultura de invernaderos, hidroponismo y hasta se planea llevar a cabo
procesos de geoingeniería y bioingeniería atmosférica para paliar los efectos más catastróficos del
clima.
No es hasta el siglo XIX cuando la meteorología adquiere un carácter de Estado, cuando las
necesidades del capitalismo industrial demandan el estudio científico del tiempo atmosférico y su
incorporación a la planificación de actividades estatales y privadas. Se crean organismos como el
Servicio Meteorológico Español (hoy AEMET) en España y todos los países desarrollados. La
previsión meteorológica marca las líneas de actuación de las actividades primarias y terciarias en un
futuro próximo, y adquiere especial relevancia en zonas dadas a catástrofes como la Costa Este de
los EEUU.

Sin embargo, las repercusiones socioeconómicas del clima no entran en la palestra política hasta
finales del siglo pasado, cuando tras décadas de estudios se alcanza cierto consenso internacional (al
menos en Occidente) de la realidad del calentamiento global y su catalogación como amenaza a la
seguridad internacional (1988). Se acepta que una subida paulatina de la TM global podría tener
efectos catastróficos, y que este calentamiento está causado por la emisión humana de gases de
efecto invernadero como el metano, el CO2 y los Clorofluorocarburos (CFC). El efecto invernadero
viene dado por la capacidad de estas moléculas para reflectar la radiación infrarroja, presentes en la
atmósfera con unos valores insólitos en la historia.
No se debe confundir calentamiento global con cambio climático. El primero hace referencia al
efecto de los gases de efecto invernadero en la atmósfera y el segundo abarca más cuestiones.
Ciertamente se han sucedido varios cambios climáticos a lo largo de la historia de manera natural,
pero todo indica que el presente tiene un origen antrópico. Recientemente se ha demostrado que hay
más causas detrás de la subida de la TM global, entre ellas la desaparición de la biodiversidad
natural, el derretimiento paulatino del permafrost y la reducción de microfauna marina.
En cualquier caso, la lucha contra el calentamiento global se ha convertido en el desafío más
importante de nuestro tiempo, siendo a comienzos de este siglo cuando los gobiernos han empezado
a proyectar políticas públicas de reducción de emisiones. Pero esto también es un problema
geopolítico.
En el Occidente desarrollado hay cierta disparidad. Si bien la urgencia de tomar acciones a gran
escala contra el calentamiento global es prácticamente un consenso en Europa, en EEUU y
Sudamérica existen divergencias entre grupos políticos y megacorporaciones. Las posturas en estos
casos van desde el escepticismo hasta el negacionismo, posturas también presentes en países
emergentes (China, Taiwán, Singapur…) o países en vías de desarrollo, que ven en las políticas
climáticas obstáculos a su desarrollo o a su influencia mundial.

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