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Exper¡encia y

IV conocimiento
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IV.I. MARCO GENERAL

Los tres capítulos precedentes pueden considerarse como una introduc'


ción a la teoría dei conocimiento. Comenzamos por acercarnos al hecho
del conocimienro, con el fin de alumbrar la posibilidad de someter ese
hecho a estudio dentro de una disciplina filosófica. Tras esto, hemos trata'
do, con la exposición de la acrirud crítica, de configurar el tipo de refle'
xión con el que debemos acercarnos a tal estudio. Y, en tercer lugar, hemos
sometido a análisis descriptivo los actos o procesos de conocimiento, tra'
tando de fi¡ar unos perfiles que orienten nuestro camino a partir de ahora.
Desde estos perfiles incluso hemos adelantado unas nociones con carácter
de absoluta provisionalidad. Si algo interesa especialmente destacar en este
momento de todo lo expuesto, es la interacción entre sujeto y objeto en los
procesos de conocimiento, una interacción que deja abiertas rutas muy
diversas para discutir qué le corresponde al sujeto y qué al objeto, pero
dando por descontado que hay que contar con los dos.
Ha llegado, pues, el rlomento de iniciar análisis y estudios porrnenoriza-
dos de las principales formas y factores del conocimiento. Pero en este inicio
se impone una advertencia importante: todos los factores y elernentos del
conocimiento se coimplican hasta tal punto que no cabe estudiar ninguno,
al menos de los importantes, sin tener en cuenta los otros. Por ejernplo, al
habiar de la experiencia, que es el tema de este capítulo' aparecerán el suje-
to, el objeto, la conciencia, la intencionalidad, etc., como deberá aparecer
también el carácter no azaroso de los procesos de conocimiento, ya que
habremos de ver legalidades cualificantes de los actos de experiencia'

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Acaso contribuiremos mejor a centrar el tema de ia experiencia si adelan-
tamos que su estudio lo consideramos como planteamier'.'--: exle.riencial del cono-
cer, en el sentido de que cabe un estudio crítico del c".aoc:miento tomando
como punto de enfoque la experiencia. Al
lado de es:e planreamiento,
hábremos de ver también el planteamiento desde la perspectiv a trascendental,
tal como aparecerá al estudiar los elementos apriorr o la ¡eoría del sujeto.
Siendo estas dos perspectivas fundamentales, con ellas sola. no quedaría com-
pleta la panoplia de planteamienros de la teoría del conocimienro en la filo-
sofía actual. En efecto, ranro las filosofías lingüísricas como la sociología del
conocimiento han traído nuevos enfoques a la teoría del conocimrenro, y con
ambos se habrá de contar. Sólo cuando nos hayamos asomaCo a todas estas
perspectivas contaremos con horizonte suficiente para tratar, en buena medi-
da como conclusión de ellas, el tema de la objetividad en el conocimienro.
Todo esto será el núcleo central de nuestro estudio, aunque será preci-
so completarlo con otros temas, como el de verdad, certeza y criterio, con
el tema de Ia racionalidad y, finalmenre, como cierre, con los remas de los
límites del conocimiento y de lo irracional.
El motivo que nos induce a hacernos cargo, en primer lugar, del tema de
la experiencia radica tanto en la importancia y riqueza del tema cuanto en
su carácter privilegiado como primer campo de estudio de la interacción
entre el sujeto y los datos del ojeto/cosa.

IV.2. IMPORTANCIA DE LA EXPERIENCIA COMO DIMENSIÓN HUMANA


Y COMO SUSTRATO DEL CONOCER

Sobre la importancia de la experiencia se ha escrito mucho en diversos


momentos del pensar filosófico. Hacemos nuestrasr a este respecto, las afirma-
ciones de un estudioso contemporáneo: "La filosofía parte de la experiencia
natural y vuelve a ella. El saber y el pensar aclaran la experiencia natural. Esta
es confusa porque tiene el anhelo y el impulso de conocer el todo de la expe-
riencia. Este mismo anhelo impulsa al hombre a llevar a claridad y distinción
eso oscuro que experimenta por su actirud natural... Si el saber y el pensar, si la
filosofía, no aclaran la experiencia natural confusa y no hacen inteligibles los
ámbitos por medio de la diferenciación; si, por ranro, la filosofía no rransmire
al enrendimiento común, en forma enriquecida y esclarecida, lo experimentado,
entonces ella no es la ocupación más natural.,., sino un juego arbitrario"r.
Esta importancia de la experiencia se ha convertido en tópico para la
filosofía actual y, muy especialmente, para la gnoseología. Hasta tal punto
es así que, con frecuencia, constituimos a la experiencia en árbitro deciso-
rio de problemas. Pero es un árbitro que, como el dios Jano, tiene varias
caras. Por eso el uso tópico puede degenerar en abuso. En efecto, no basta
acudir a la experiencia para dar por zanjada la solución de un problema, si
antes no analizamos qué significa experiencia y qué exigencias implica el
recro uso y la apelación a la misma. Sólo tras esta determinación cabe aco-
gerse al aval de la experiencia. Por otra parte, el recurso a la experiencia
no puede ser un escape para negarse a la reflexión y a la ta4alAglong!¿a-
dora que se eleva sobre la experiencia, sino que debe ser como un constan-
te recordatorio de que la gnoseología debe mantener un oído pegado a la
tierra fecunda de la experiencia, si no quiere perderse en vericuetos espe-
culativos alejados de la realidad, muy especialmenre de la realidad del
hombre como ser corporal mundanizado.
* Con este capítulo no pretendemos defender un empirismo chato, ya que
una de nuestras conclusiones debe ser que ninguna experiencia es expe-
riencia pura, sino que, como dejamos dicho en el capítulo anterior, el
carácter unitario e integrador de todo acto de conocimiento implica los
diversos niveles y factores del conocer. Es decir, en eso que llamamos expe-
riencia hay integrados elementos no empíricos, o sea intelectuales o racio-
nales. Esto, sin embargo, no impide reconocer la deuda que todo conoci-
miento tiene, mediata o inmediatamente, con la experiencia. La base y
substrato de todo nuestro conocer está en la experiencia. En ella tenemos
la fuente original de los contenidos de nuestro conocimiento, a los que, en
niveles superiores del conocer, enriqueceremos sometiéndolos a ulteriores
elaboraciones. Esta fidelidad a la experiencia será la mejor vacuna contra
ten[aciones de exagerados idealismos.
Si, además, recordamos que el que conoce es cada hombre concreto
mediante la función subjetual, esto nos obliga a referirnos a la experiencia
como dimensión básica en el desarrollo del hombre, muy concretarrente
en el desarrollo de su actividad cognoscitiva como ser corpóreo integrado
en el mundo, del cual forma parte','al que se enfrenta por el conocimiento.
Subrayó Ortega y Gasset que el hombre es un ser in.fieri y "una entidad
infinitamente ptástica de la que puede hacer lo que se quiera"'. Es un ser
inacabado y en estado de apertura. Como inacabado y abierto, es receptor

z Historia como sistema, en Obras Completos de Ortega y Gasset. Rev. de Occidente, vol. VI,
5.9 edic., Madrid, 1961, p. 34.

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de estímulos, y no simplemente de estímulos instintivamente restrins:j:.
como es el caso del animal, sino de una sobreabundancia de estímu^:..
sobreabundancia que debe dominar y sobre la que tiene que ejerc:: '::.'
selección. En ese comercio y actuación ante la sobreabundancia ie :':.-
mulos el hombre va configurando y "acabando" su modo de ser \ su f :::'.:-
dad, concretamente su actividad cognoscitiva.
Y hay que tener en cuenta que los estímulos que recibe no prcceje:. --:.:
del mundo natural, sino también de la sociedad y de la culrura er- l¿ :-=
está inserto, con lo cual ese nivel experiencial de recepción le:s:í¡r.*.:.
se amplía y se hace más complejo. La "digestión" ordenalora r' ;era¡:--::=-
dora de todos esos estímulos es lo que constituye la base v pun:c Je ¡art:ia
de la auténtica experiencia humana. Una experiencia que. sienj.- in:',-l:.-
blemente individual y personal, es una experiencia enriquec:Ja '.' c.-::.:r:-
tida con los otros miembros de la comunidad histórica v cul:ural a i= :--:
pertenecemos, porque, por fuerte que sea nuestra inicia¡i'. a pers::.:1. i-.: i=
estar acorde con las pau[as culturales de nuestra sociedal. Dl;i:: j: ::::
manera: necesitamos contar con esas pautas para aprenCer a :e:r.e: a'-::é:.::-
cas experiencias hunanas.
Ahora bien, la última articulación de la experiencia es:':¡a le:"j:
individuo en función del entramado y nervatura de los ccn.-cimie::,:.-s i-=
a partir de esa experiencia, va adquiriendo. Toda experienci: es una er:.-
riencia míaen cuanto asumo unos datos a los que yo dov rni pers.-rai lr^i::-
pretación, por muchos que sean los condicionamientos a qu: e:I.',--.--::r:-
tido. Sólo las experiencias científicas, a las que llamarían--s cr-n lr.ás
propiedad experimentos, se pueden substraeér casi del todo a e':e c,-eii;i¿:.-
re de individualidad.

IV.3. HACIA LA NOCIÓN DE EXPERIENCIA. CARACTERES


DE LA EXPERIENCIA

Es obvio que la experiencia humana no tiene como ún:c: ánf ::: .-


campo del conocimiento: hay experiencias morales, estéticas, r.í.:::.. e::.
En nuestro caso, como es obvio, nos limitamos al marco dei c:::::::-:.:.:-.
Sin desconocer la importancia de la experiencia en otros árnb::::. :.: :.r:=-
ce haber duda de que su terreno preferente es el del conociir,:::.:-.
/El tema de la experiencia deviene verdadero problerna :-.:-i: .= .:
plantea en relación directa con el conocer, sóbre todo atenji=:.i - . .' :=.-''
pectiva de considerar a la experiencia como origen y, en est3 :::-:-: -- : - -.-
fundamento del conocirnientoJl o incluso como una moda-ij.j j= :::-::.-
miento investida de unos caracteres oue la diferencian Ce c::': -.-:=-.:'-
des. Sin embargo, tampoco en esre ámbito acotado se torna fácil acuñar
una acertada noción de experiencia. Basta tener en cuenta que, en el todo
de una situación experiencial, es necesario conjugar, por una parte, el acto
experiencianre del sujeto y, por otra, Io experienciado. (Pedimos excusas por
el uso de los términos "experienciante" y "experienciado", pero, a nuestro
juicio, se hacen necesarios para evitar el reduccionismo científico al que
han sido llevados "experimentante" y "experimentado"). La noción habrá
de recoger la especificidad y complejidad que rienen en esra forma de cono-
cimiento sujeto y objeto como elementos de la relación cognoscitiva.
En la respuesta a la pregunta ¿qué es la experiencia?, vamos a prescindir
del recurso erudito a un muestreo histórico de nociones que nos llevarían
de Aristóteles a nuestros días, encontrándonos con el desengaño de oscu-
ridades imprevisibles incluso en los llamados empiristas clásicos. parece
más rentable empezar por determinar los caracteres de la experiencia para,
i
desde ellos, intentar proponer una noción.
I Se puede empezar, con ideas de Parain-Vial, afirmando que toda expe-
riencia supone siempre la adquisición de un cierto conocimiento en virtud
de la presencia inmediata ante nuestro espíritu de un dato o de una reali-
dad que no se identifica con el espíritu mismo r. Veamos: en toda expe-
riencia hay un encuentro entre nuestro espíritu o mente y algo ',otro,'. y de
ello surge que en toda experiencia haya una cierta adquisición o recepción.
Con el término "recepción" es[amos señalando como inevitable un cierto
grado de sumisión del yo o sujeto a los elementos o datos que recibe.
IPero, para hablar de experiencia, no basta cualquier tipo de recgpg!21t,
sino que tal recepción riene que poder calificarse de inmediata, es decir, ha
de haber i?mediateT o inmediación. Cabría añadir, como consecuencia de los
anteriores, un tercer carácter: Ia concreción. Casi parece innecesarior pero
debe quedar fuera de duda que toda experiencia ha de ser de algo parricular
y concreto.l
Se hace preciso someter a análisis estos caracteres, pero ello no es posi-
ble sin algunas observaciones previas. En primer lugar, hay que rener en
cuenta que estos tres caracteres inmediatez, concreción- no
-recepción,
son mutuamente independientes, ya que el modo de entender cada uno de
ellos condiciona la comprensión de los demás. Esto se aplica de modo espe-
cial a los dos caracteres fundamentales, es decir, la recepción y la inmedia-
tez. Hay que tenerlos presentes de conjunto, porque si, por ejemplo, no hay
una inmediatez pura en la experiencia, sino que toda experiencia, como

TCfT.PARAIN-VIAL,J.,Lanaanedut'aitdarc lesscienceshwnaines.PUF,París,
1966,p.2.

47
I
il
ni Ia:
habremos de ver, implica una cierta mediación, enronces la recepción tam- adrni:
poco puede ser pura, sino que también estará sometiia a una cie¡ta media- sin e.'
ción, aunque se trate sólo de una mediación selecrir.a. Es d-:
LlEn segundo lugar, de acuerdo con 1o ya expuesro, la experiencia no es re cc::
'nunca experiencia pura, sino que en elia {
se integran eiementos de otras I
't
I-
modalidades de conocimienro.l 1

junt::
En tercer lugar, y en concordancia con lo que acabamos de decir, la r,\F !. .

experiencia no puede explicarse de una manera autónoma. Queremos decir diare:


que Ia experiencia, en su enfoque gnoseológico, está en indisoluble cone- rienc:,,
xión con otras nociones, por ejemplo, la conciencia, el yo-sujeto, etc. Hay vama:
que destacar en especial la correlación enrre ia noción y funciones de la el c,-.r.:
experiencia con la noción y funciones de la conciencia. Esta correlación es COfl! ir- l

una especie de ley que se curnple en los más diversos sistemas filosóficos. nir,-l:
Veamos: siempre que en la gnoseología de un determinado sisrerra se con. disrrr,:
cibe a la conciencia como vacía y como preferente o exclusivamente pasi-
va, se da, en paraielo, una potenciación de la experiencia. Recuérdese el ningtiL
caso de Locke: para una conciencia explicada como "papel en blanco" se nosc i::'.
necesita una experiencia absolutamente enfatizada. Y, al revés, cuando la COñO : -
conciencia es concebida como "cargada" o activa, la experiencia queda compl.'
devaluada, porque su función de aportación de conrenidos es prácticamen- diato.=
te innecesaria. Piénsese en el innatismo de la conciencia cartesiana y la bién l::
consiguiente rninusvaloración de la experiencia. A veces no se trata tanto facto re,
de una conciencia "cargada" cuanto de una conciencia dotada de estructu- un iCe:..
ras conformadoras desde su actividad. En estos casos ia experier-rcia ha de
estar también subordinada a ella. No otro es el caso de Kant. nr]r Pii:
Vayamos ya al análisis de los caracteres de la experiencia, comenzando Toda e ::
por la recepción. Obviamente no basta con decir que hay recepción, sino Pero 1.. :

que hay que decir de qué recepción se trara e inrenrar determinar qué es lo creta, :
que se recibe. Se pueden señalar tres modelos típicos, admiriendo, por
supueslo' que caben otras formas intermedias: a) En los empirisrnos estric- eclipse:
tamente tales Ia recepción consiste en que la conciencia vacía se somete cientíti;
totalmente a los estímulos de la daticidad externa, suministrándosenos en Hul .

esa recepción los contenidos de conocimiento, 1o que Locke llamaba los der pcr
"materiales de conocimiento". La conciencia reduce su función a acusar
Pucua::--
-..^J^
recibo de ellos, reflejándolos como en un espejo, según expresión del el proce
mismo Locke. b) En los innatismos la recepción se reduce a una esrimula- correspc
ción que pone en marcha la actualización de los contenidos innaros. Los oice an
contenidos propios que la experiencia pueda aportar son de valor inferior, debe ser
como las ideas oscuras y confusas de Descartes, tan alejados deL vaior de las ser indel
ideas claras y distintas. c) En los rrascendenralismos, por ejernplo en Kanr,

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ni la recepción es de total sumisión, ni tampoco de mera estimulación. Se
admite la estimulación o "afección", con un cierto grado de recepción, pero
sin estricta sumisión al estímulo afectante, cuya naturaleza desconocemos.
Es decir, se recibe un contenido "bruto" cuya configuración objetiva ha de
recorrer un complicado camino de estructuración y síntesis.
La explicación de lo que recibimos en la experiencia ha de hacerse con-
juntamente con la del carácter de [a inmediatez. Parece obvio que en toda
experiencia el sujeto que la realiza o "sufre" ha de tener una cierta inme-
diatez "contactual" con el objeto y circunstancias que provocan tal expe-
riencia. Pero, desde una perspectiva gnoseológica, esta inmediatez, según
vamos a ver, se convierte en muy problemática o incluso en imposible. Por
el contrario, hay que aceptar que la inmediatez propia de la experiencia se
convierte en una mediación mínima o simplernente inferior a la que es pro'
pia de otras modalidades de conocimiento, Para aclararlo, comencemos por
distinguir entre conocimiento directo y conocimiento inmediato. En el
conocimiento directo se capta el objeto o los datos sin interposición de
ningún otro conocimiento que actúe de intermedio en[re la intención cog-
nosciriva del sujeto y el conocimiento formal del objeto o de los datos, tal
como sucede, por ejemplo, en un proceso inferencial o discursivo o en una
compleja operación de abstracción. En cambio, en el conocimiento inme-
diato se elimina no sólo la interposición de otros conocimientos, sino tam-
bién los procesos psicológicos o de otro tipo que, sin ser conocimientos, son
factores intervinientes en el conocimiento. Pero esto, a nuestro juicio, es
un ideal irrealizable.
Centrándose en el caso concreto de la experiencia, hay que empezar
por establecer una clara distinción entre el dato y la experiencia del dato.
Toda experiencia ha de contar con un dato o con un cornplejo de datos.
Pero la presencia de los datos no basta para hablar de una experiencia con'
creta, por cuanto diversos sujetos frente a datos idénticos pueden tener
experiencias distintas, cotno sucede, por ejemplo, con los datos de un
eclipse para un astrónomo o para la persona desprovista de conocimientos
científicos.
Hay que empezar por señalar que no está muy claro qué debemos enten-
der por lo dado o por el daro o datos. ¿Qué se debe exigir a algo para que
pueda ser considerado como dato? En primer lugar, debe anteceder a todo
el proceso, porque se supone que el proceso arranca de é1. Segundo, debe
corresponderle una primariedad no sólo ternporal, sino también gnoseoló-
gica, en el orden de los factorei que se integran en el proceso' Tercero,
debe ser irreductible al pensamiento o dinamismo del sujeto, es decir, debe
ser independiente de dicho pensamiento o dinamismo. Esta irreductibili-

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dad conlleva su imposición al sujeto experienciar.l3. v--r. ciras palabras:
los datos tienen que ser aceptados en grado mavor c r:.e:.J:. Ce¡nstituyen el
origen genético de nuestros contenidos de conocir'ie:.::'" se iocalizan en
el nivel senso-perceptual.
Si se repara, cuanto estamos diciendo sobre lo dalo s'ii¡ aCquiere senti-
do considerando al dato en forzosa referencia al sujeto para quien el dato es
dato. No hay datos puros, ya que en la experiencia ios da¡os, Fara que se con-
viertan en portadores de sentido cognoscitivo, han le inteErarse en el co¡r-
plejo estructural de la mente del sujeto que los asume dánColes un sentido
o significación. Y es esta asunción o estructulación de los datos por parte
del sujeto lo que convierte en problemática la inmediatez. Incluso la consi-
deración del dato como dato constituye ya una efectiva mediación cognosci-
tiva. Es decir, la experiencia no es pura daticidad, sino que hay que enten-
derla desde la correlación del dato frente a alguien a quien el dato se da.
Aunque parezca fuerte, los datos sólo son tales y sólo adquieren sentido en
la interpreración que de ellos lleva a cabo un sujeto. Lo dice muy bien
Merleau-Ponty: "El menor dato sensible no se nos ofrece más que integrado
en una cOnfiguración y ya'puesto en forma'"4, como las notas musicales
sólo adquieren sentido integradas en una melodía. No se quiere decir con
ello que el daro esté absolutamente supeditado a algo ajeno a é1, o sea, a una
conciencia o sujeto, sino que el dato sólo funciona significativatnente inte'
grado en una estructura cognoscitiva, concretalnente en la estructura del
acto experiencial. ¿Resultado? Admitir que la inmediatez de la experiencia
es una inmediatezmediada, por más que debe ser con mediación mínima.
Digamos, como conclusión de este punto, que la experiencia sólo es
posible y adquiere sentido desde el sistema conceptual del experienciante,
por referencia al cual adquiere significación. Cada experiencia concreta
debe vertebrarse en el conjunto de la experiencia total del sujeto, conjun-
to que se enhebra en el cañamazo de su Sistema de conceptos, por ser éstos
los aglutinantes y los puntos nucleares de referencia de donde dimana, en
última instancia, la significación.

IV.4. PRINCIPALES MEDIACIONES EN LOS PROCESOS EXPERIENCIALES

Acabamos de ver que el sentido o significación de la experiencia no es


inmanente al dato, sino que tal significación resulta de la interpretación
mediadora del dato. Repitamos que 9l dato sólo es significativo frente al

{ MERLEAU-PONTY, \l,.,Phénoménolog¡e delaPerception. Gallimard, París, 1945, p' 186.

50
F*-
sujeto que lo interpreta. Por ejemplo, una página impresa está llena de
datos-letras-manchas: estos datos sólo se hacen significativos frente a un
sujeto en posesión de un código de desciframiento e interpretación, es
decir, por ejemplo, el código delalfabeto, que le haga capaz de leer. Ahora
bien, si la mediación interpretativa del sujeto es la clave última, resulta
oportuno referirse a algunos cauces por los que tal interpretación se lleva a
cabo. Tres son los que nos parecen fundamentales: el pensamiento, el cuer-
po y el lenguaje. Son los vehículos básicos de la aportación interpretativa
del sujeto.
Por lo que se refiere al pensamiento, hay que tener en cuenta que la expe-
riencia puede ser considerada como un tráfico de ida y vuelta entre nuestro
mundo interior o contenido de concienia y los datos o hechos con que nos
enfrentamos en las situaciones exp.rieniiales. Con ideas de C. I. Lewis, en
toda experiencia hay unos datos, por ejemplo, los sensoriales, que son pre-
sentados o dados a la mente, pero, con ellos, tiene que darse una forma,
construcción o interpretación que proviene de la actividad del pensamien-
to. Caben diversas interpretaciones de esa actividad, pero no cabe ignorar-
la. Negarla vendría a ser como afirmar que, para la significación de la expe-
riencia, basta la presencia de los datos, actitud que resulta absolutamente
inaceptable5. Basta reflexionar en que el dato es siempre dato de y dato
para. Pues bien, completar ese de y ese parano es atribuible al dato o datos,
sino al sujeto que, medianre su actividad pensante, pone el plus de signifi.
cación que convierte la recepción de datos en una efectiva experiencia
cognoscitiva.
La mediación del cuerpo resulta innegable para una modalidad de cono-
cimiento que tiene su lugar en el plano senso-perceptual, ya que nuestras
experiencias, con posibles excepciones como la mística, son fundamental-
mente experiencias de base sensorial. Y en todo lo sensorial no cabe negar-
le un protagonismo al cuerpo. A él le corresponde observar y recibir, en pri-
mera instancia, los datos. Y su papel no se agota en esto, sino que le
compete también un importante papel en la donación de sentido o signifi-
cación a esos datos.lSi por el cuerpo somos mundo y estamos en el mundo,
también por el cuerpo vamos, en buena medida, estructurando el mundo
humano como mundo de significaciones que el cuerpo va construyendo con
y sobre los datosJEl olvido o desprecio del cuerpo, en el que tanta respon-
sabilidad tiene buena oarte de la filosofía moderna, ha tenido fuerte inci-

5
Cfr. LEWIS, C. I., Mind andth¿Vorld Orde¡. Dover Publications, Nueva York, 1956,
pp, 38-39.

5l
mos de i
dencia en la incomprensión de la experiencia y en las deficientes explica- los deno
ciones de la misma. La división del hombre en alma-conciencia descorpo-
ralizada y el cuerpo como una simple realidad físico-biológica desconcien-
EXF
ciada convertía en imposible la comprensión de Ia exgeriencia.@l cuerpo
es cuerpo conciengiadf y, .o.o dice Merieau-Ponry,
[n nudo d-e signifi- ILd^ ;-l-
IJI
caciones vivientes"! a partir de las cuales convierte en significativa la opa-
ha afirm
cidad de los datos brutos.
veces sln
En ese nudo de significaciones que es mi cuerpo se van enhebrando los
cer que i
datos, con lo cual su recepción queda inevitablemenre mediada por mi cor-
ción de i
poralidad. Un ejemplo: los datos designados con la palabra "calor" no sig-
da com.-
nifican lo mismo en un frío día de invierno que en un día de verano, y la
la intuic
diferencia de matiz significativo hay que atribuirla a la vivencia acrual del
inrnediar
cuerpo, que se convierte así en mensurante de la significación. Si a todo
de una ir:
esto sumamos que muchos de los datos de la experiencia se originan en
nismo en
nuestro propio cuerpo, se enfatiza la importancia de éste. Súmese a ello que
de ejerci<
ei cuerpo es nuestro centro y punto cero entre las cosas del mundo. En fun-
Y esr¡
ción de ese centro, las cosas están arriba, abajo, a la derecha o a la izquier.
sobre la :
da; si me giro, estos daros cambian. Y algo semejanre cabe decir de los datos
cotno ei r
temporales periodicidad, ritmo- originados en las vivencias
-sucesión, como un
de nuestra corporalidad. En una palabra, si, como muy bien señaló Kant,
bien, des
espacio y tiempo son las coordenadas de nuestra experiencia sensible, esa
sorial sin
experiencia está férreamente marcada por nuestra corporalidad.
tuales, h,
Por fin, entre lenguaje y experiencia se entretejen unas relaciones a las
conocimi
que cabe considerar como ejemplo del entrelazamiento entre conocimien.
cSrj_e-!'!i
to y lenguaje. En efecto, el lenguaje se constituye en una mediación impor-
nios auto
tante en la estructuración significativa y objetiva de la experiencia y, por
citiva cc:
supuesto, en la intersubjetivación comunicativa de la rnisma, ya que, al
existen i,
comunicarla, el lenguaje nos permite, al menos en cierta medida, sobrepa-
objetos C
sar la privaticidad de la experiencia de cada uno. La incidencia del lenguaje
observac:
aparece ya en la originación de los daros, que se nos presenran y perfilan
se llama s
en las palabras con que los designamos. Dado que la mayoría de los datos
Pero nadz
son senso-perceptuales, tales datos están, con frecuencia, sometidos a una
riencia I'
labilidad extrema, la cual se ve contrarrestada por la incorporación y cris-
rniento sr
talización de los datos en palabras y, mediante ellas, en el lenguaje que
ciones o :
üansfiere a los datos Ia estructuración de cada lenguaje y su integración en
sino que :
la concepción del mundo propia del mismo. Dicho en pocas palabras, pose-
emos y organizamos los datos, al menos en buena medida, porque nos vale-
i RYLE,
8
MERL!
6
MERLEAU-PONTY, M., o.c., p. 177,

52
Y'

mos de un lenguaje en el que tales datos cuentan con unos términos que
los denominan, los estructuran, los clasifican y los categorizan.

IV.5. EXPERIENCIA Y CONOCIMIENTO SENSO_PERCEPTUAL

La identificación entre experiencia y conocimiento senso-perceptual se


ha afirmado en más de un período de la historia, y es algo que se hace a
veces sin demasiado sentido crítico. Si llamamos experiencia a todo cono-
cer que reúna los caracteres que acabamos de explicar, entonces la reduc-
ción de la experiencia al conocimiento senso-perceptual debe ser califica-
da como apriorística. No cabe negar, por ejemplo, que para un defensor de
la inruición del tipo que sea- como un conocimiento directo e
inmediato, la
-sea
intuición podría tener carácter experiencial, aunque se trate
de una intuición intelectual. Sin embargo, aun huyendo de todo reduccio-
nismo en el modo de entender la experiencia, no hay duda de que su campo
de ejercicio primordial es el del conocimiento senso-percepual.
Y esto nos obliga a algunas reflexiones, tanto sobre la sensación como
sobre la percepción. Por lo que se refiere a la primerafbien se la entienda
como el mero "sentir" algo subjetivo, o náusea, por ejemplo-, bien
-sed
como un proceso mecánicamente explicable por la ley estímulo-reacción, o
bien, desde una perspectiva psico-gnoseológica, como una respuesta sen-
sorial sin irrtervención de elementos de memoria, de imágenes o intelec-
tuales, hay unanimidad en negarle a la sensación el estatuto de genuino
conocimiento: no hay nin-gún conocimiento humano que pueda identifi-
carse sin residuo con la simole sensación. Hacemos nuestros dos testimo-
.ioi"ülorirados: "Tene, urr" ,".rr.ión no es estar en una relación cognos-
citiva con un objeto sensible. Tales objetos no existen, como tampoco
existen tales relaciones. No sólo es falso que las sensaciones puedan ser
objetos de observación, sino que también es falso que sean, en sí mismas,
observación de objetos"?. Por su parte, Merleau-Ponty afirma que "lo que
se llama sensación no es otra cosa que la más simple de las percepciones"s.
Pero nada de esto implica negar la intervención de sensaciones en la expe-
riencia y en el conocimiento, concretamente en lo que llamamos conoci-
miento senso-perceptual. Lo que sucede es que eso que Ilamamos sensa-
ciones o datos sensoriales no son nuestros primeros conocirnientos simples,
sino que son algo a lo que llegamos en un proceso resolutivo-analítico de

?
RYLE, G., EI concepto d¿ lo mental. Trad. de E. Rabossi. Paidós, Buenos Aires, 1967, p. 189.
' MERLEAU-PONTY, M., o.c., p. 279.

53
i los dat:
nuestros auténticos conocimientos originarios, que s¡n las percepciones.
que apc
Sólo por virtud de este análisis sabemos que en nuesr¡as percepciones hay
habla: .
que contar con un cierto "antes", que son las sensaciones. Es decir, la sen-
de lo q'
sación, desde el punto de vista noético y experiencial, se reduce a una
tante: a
impresión aportadora de un dato que ha de ser inregrado en un objeto de
nos en:
conocimiento, superior a la sensación y no reductible a ella.
evioi¡-
Por el conrrario, la percepción es un terna básico de la gnoseología
de lo c.',
actual, ya sea porque algunos ven en ella la mejor expresión del sentido
Enc
unitario del conocer humano, dado su carácter inregrador de múitiples ele-
los d:: -
mentos imaginativos e intelectuales-, y? sea, en el tema
-sensoriales,
concreto que nos ocupa, como ejemplo del conocimiento más inmediato,
.11.stll1l>:
mien:.:
prescindiendo de problemáticas intuiciones intelectuales. proponemos
como punto de partida la definición explicariva de Merleau-ponty:
sob¡e -.
"Percibir no es experimentar una multitud de impresiones que llevarían
inmei:.
consigo recuerdos capaces de completarlas; es ver brotar, de una constela-
.^r lr '-
ción de datos, un sentido inmanente, sin el cual es irnposible recurso algu-
fundan:
no a los recuerdos" o. Es decir, al percibir, entramos en conocimiento de
como f
algo concreto que se nos ofrece y que captamos investido de un sentido o
significación. Esta sumaria noción nos deja ver que la percepción cuenta
con los caracteres que hemos visto corno propios de la experiencia. lV.6 ¿U
Importa dejar sentado que la percepción no sólo incluye, como es obvio,
elementos sensoriales, sino que, además, uno de esos elementos se constl- Es i:
tuye en eje de cada percepción, corno se echa de ver por el rnodo de expre- abusirr.:
sarlas (r,eo un lápiz, huelo una naranja, oigo un timbre, etc.). percibimos sofía q:;
fodos concretos y estructurados en una unidad de significación. Lo cual ambiEu,
debe evitar la reducción de la percepción a la capración de elemenros sen- de defr:
soriales: siempre hay un plus puesto por el sujeto, como son los recuerdos, aquí. \
imágenes e incluso elementos conceptuales. Ello quiere decir que una per- tiva o e:
cepción totalmente empírica, si se nos permite ia expresión, en el sentido con La :-'
de que todos sus elementos sean dados hic et nunc, no es la percepción Rec:
humana. de Ia ir.
Toda percepción del hombre normal es la percepción de un sulero o incisc "
conciencia que está preparada y ha madurado en el tiempo y que, por expue::
supuesto, ha madurado en conforrnidad con las estructuras q'.re le son pro- nociór:
pias. Por tanto, al percibir esos datos, nuestra conciencia opera necesaria- r" áo .-

mente con toda la carga propia, con lo cual subrayamos de nuevo la media- por unl
ción a que están sometidos los datos de toda experiencia hunana. Es decir,

'O RU:
o
O.c., p. 30.

54
,?
"F
I
Ios datos en la percepción necesitan de ios complementos y "suplencias"
que aporta el sujeto. B. Ruseli pone un ejemplo ilustrativo: "Cuando oímos
hablar a una persona, nuestras sensaciones efectivas pierden una gran parte
de lo que dice, supliendo nosotros su hueco nediante una inferencta cons-
tante; en un idioma extranjero, caso en el que este proceso es más difícil,
nos encontramos apa¡enlenente como si nos hubiésernos vuelto sordos,
exigiendo, por ejemplo, estar mucho más cerca del escenario en un teatro
de lo que sería preciso en nuestro propio país"'0.
En conclusión, la percepción es un conocimiento sensible debido a que
los datos sensibles son necesarios y funcionan como eje de obj etivación.
i Asimismo, sin iugar a dudas, el conocimiento perceptual es un conoci-
miento de experiencia, ya que crtcnta con los caracteres rcqueridos por Ia
experiencia. Sin embargo, también ha quedado claro lo que se ha expuesto
sobre la pretendida inrnediatez de la experiencia, es decir, que no se da
I inmediatez absoiuta, porque los datos sensibles han de recibir su sentido
por la integración en el Codo perceptual. Y en ese toclo corresponde un papel
fundamental a elementos presentes anteriormente en la conciencia, así
como a las estructura con que el sujeto confortna cuanto recibe.
I

tV.6. ¡UNA DEFINICIÓN DE LA EXPERIENCIA?

Es indudable que del rérmino "experiencia" se ha abusado y se sigue


abusando en la acrualidad: prescindiendo del recurso a la historia de ia filo'
sofía que, co1no hemos dicho, bien podría incrementar las confusiones y
ambigtiedades de uso, resulta oportuno cerrar este capítulo con un intento
de definición, la cual debe atender con coherencia a lo expuesto hasta
aquí. Nuestra propuesta de definición, que no aspira a rnás que ser descrip-
tiva o explicativa, es la siguienre: Experiencia cognoscitiqta es eI conocinúento,
con Ia maJor inmediatez, de algo concreto clado '
Reconocernos que esta definición no nos deja muy satisfechos. La ¡azón
de la insatisfacción radica en una cierta falta de precisión. En efecto, el
inciso "con la mayor inrnediatez" adolece de imprecisión. Pero, tras todo lo
eKpuesro, no vepos forgra de preciszrrlo rnás, salvo que se propong¿l una
noción de gabinete, que puede ser rnuy clara, pero poco ajustada a ia lri¿lne-
ra de producirse los conocimientos que calificarnos como experiencia. Si,
por una parte, hernos visto que no cabe hablar de inrnediatez sin más; por

'o RUSSELL, B., Our knowledge of externaL world as field for scíentific method in phrlosophy'
George Allen and Unwin, Londres, 1961,pp.75-76.

55
otra, hemos señalado también que la mediación que ir:eri'iene en tal cono-
cimiento es mucho menor de la que se da en otros ccnJcimienros, como en
el conceptual o en el discursivo, ya que en éstos, se:ún'erenlos en capítu-
Ios posteriores, hay que dar cabida a procesos de ccnsri¡ución más com-
plejos en los que interviene en mayor grado el dinarnisrno del sujeto y las
estructuras que éste pone en juego en los procesos de objerivación.
Podríamos explicarlo de esta suerte: en la experiencia La intencionali-
dad cognoscitiva está dirigida al dato, es decir, no al vo, no a los procesos
del yo, sino a los datos. Y no a cualesquiera datos, sino a los datos-ahí, tal
como se me presentan y tal como los recibo en sumisión a ellos. En la expe-
riencia me siento cerca de los datos, me siento en inrnediatez sumisa a
ellos' por más que la reflexión crítica descubra que esa impresión de inme-
diatez es engañosa.
Sin embargo, la definición propuesta no permrre rrazar una clara raya
divisoria entre la experiencia y algunos otros conocimientos que pueden sus- v. t. t\
ñ
citar dudas sobre si son o no estrictamente experienciales. Evidentemente,
se podrían intentar ulteriores precisiones, pero los iímítes y rnetodología de
Er.
este libro no 1o hacen aconseiable ".
oris r:-
n^i :-
a^" - _

rrPara un estudio más amplio sobre [a experiencia, puede verse


nuestro Libro Expenencia, cuer-
po y conocimiento. Consejo Superior de investigaciones Científicas, Madrid, 1985, especialmei-r-
r.e oo.79-776.

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