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AUTORES
LUIS MOISSET DE ESPANÉS / GUILLERMO LOHMANN LUCA DE TENA / JUAN ESPINOZA ESPINOZA
ALFREDO BULLARD GONZÁLEZ / JAIRO CIEZA MORA / FRANCISCO AVENDAÑO ARANA
LEYSSER LEÓN HILARIO / VICENTE WALDE JÁUREGUI / HÉCTOR E. LAMA MORE
ANA MARÍA VALCÁRCEL SALDAÑA / CARLOS E. POLANCO GUTIÉRREZ / RENÉ CERVANTES LÓPEZ
PRIMERA EDICIÓN
OCTUBRE 2015
4,480 ejemplares
PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN
TOTAL O PARCIAL
DERECHOS RESERVADOS
D.LEG. Nº 822
ISBN: 978-612-311-296-7
DIAGRAMACIÓN DE CARÁTULA
DIAGRAMACIÓN DE INTERIORES
Impreso en:
EL EDITOR
Primera parte
ACTO JURÍDICO
EL ERROR EN EL CÓDIGO CIVIL
I. INTRODUCCIÓN
En el dictado del curso universitario dedicado a la parte general del
Derecho Civil llega siempre un momento que los profesores quisieran evitar
para sí mismos y para el alumnado. Es cuando, con esfuerzos redoblados y
anuncio previo a los discentes de que la lectura de una norma les provocará,
tal vez, confusión y aturdimiento, se tiene que descifrar el significado del
artículo 226 del Código Civil: “La incapacidad de una de las partes no
puede ser invocada por la otra en su propio beneficio, salvo cuando es
indivisible el objeto del derecho de la obligación común”.
El trance no se supera informando, como consuelo para el auditorio,
que la oscuridad del precepto, coincidentemente subrayada por nuestros
autores(1), es inocua, dada su escasa aplicación práctica. No se falta a la
verdad, desde luego, si se realza la poca fortuna de esta disposición en la
jurisprudencia, pero en un ateneo se espera y exige del profesor mucho más
que un refugio en el insignificante o nulo desenvolvimiento de las reglas
estudiadas en el plano de lo concreto(2). Bien vistas las cosas, casos como el
del artículo que analizaré representan –confío en poder demostrarlo–
ocasiones valiosas para reflexionar sobre la técnica legislativa y la
necesidad de abandonar para siempre modalidades de elaboración
normativa que combinan, trágicamente, la incomprensión del problema de
fondo resuelto con las leyes foráneas que se trasplantan al Perú, los males
de la codificación civil inorgánica e incoherente y la informalidad en la
traducción y redacción de las normas jurídicas.
Cuando se ha alcanzado este punto en las lecciones sobre actos y
negocios jurídicos, los estudiantes saben ya –o deberían saber– que en el
Libro I de nuestro Código Civil se presta más atención a la “incapacidad”
que a la “capacidad” de las personas(3), y que por una desafortunada e
inexplicable fragmentación de la “parte general” (personas, actividad
jurídica, prescripción y caducidad) en libros independientes y escritos por
legisladores distintos, resulta sumamente complicada la reconstrucción de la
exacta incidencia de la “capacidad” en el plano de la validez de los
negocios jurídicos.
¿Acaso no se sigue lamentando en estos días, cercanos al trigésimo
aniversario del Código, el pronunciamiento del Quinto Pleno Casatorio
Civil(4), donde los magistrados de la Corte Suprema, instrumentalizando la
“seguridad jurídica” e invocando cierto “principio de especialidad
normativa”(5), han dictaminado que la “impugnación” de los acuerdos de
asociaciones civiles (según el art. 92 del Código Civil) constituye el camino
exclusivo para cuestionar la validez de estas manifestaciones colectivas de
voluntad?
Es indudable que la incongruencia entre las secciones del Código Civil
ha sido uno de los factores determinantes de una conclusión tan
clamorosamente equivocada como la del Pleno Casatorio, pero es
obligatorio anotar que el yerro se habría podido evitar con un esfuerzo
interpretativo mínimo de los jueces que participaron en él.
La norma sobre cuyo contexto de origen, vicisitudes y perspectivas
versarán mis apuntes integra una regulación diseñada con descuido, pero
presenta, en no menor medida, defectos intrínsecos que hacen difícil su
interpretación hasta transformarla en un precepto inane. Así lo demuestran
las interrogantes que se pueden proponer con respecto al artículo 226. ¿A
qué “capacidad” (del Libro I del Código Civil) se refiere la disposición
(anclada en el Libro II)? ¿Cuál es el significado de la expresión “invocar en
propio beneficio” la “incapacidad de la otra” parte y quién es “la otra”
parte? ¿Es concebible la “indivisibilidad del objeto del derecho de una
obligación común”? ¿Ayuda para esclarecer esta última cuestión algún
precepto del Libro VI, dedicado al derecho de las relaciones de obligación?
I. PRESENTACIÓN
1. El caso J.A. Suter. La propiedad sin posesión
Johann August Suter (J.A. Suter)(1), inmigrante suizo de 31 años, llegó
en julio de 1834 a Nueva York, dejando atrás a los tribunales europeos en
bancarrota, acusado de robar y de falsificar moneda; abandona a su esposa y
sus tres hijos. Trabaja unos años con relativo éxito en esta ciudad, luego en
Missouri; y, finalmente, en 1838, se dirige al inexplorado Oeste, rumbo al
Pacífico; luego de 3 meses de viaje, se instala en un lugar denominado
Sacramento; la autoridad de Monterrey –a cargo de México– le reconoce el
derecho sobre el fértil valle de Sacramento.
En 1839, funda Nueva Helvecia; su proyecto “Nueva Helvecia” llegó a
tener 25 000 hectáreas, 1 000 trabajadores, un ejército privado, 12 000
cabezas de ganado, etc(2). El éxito fue contundente, J.A. Suter se convirtió
en el terrateniente más rico de California; hizo que desde Europa fueran con
él, su esposa y tres hijos y compartan su riqueza; tiene crédito y cuenta
corriente en los grandes bancos de Inglaterra y Francia. Se conoce que si
bien se hizo ciudadano mexicano, no obstante, impulsó la anexión de
California a los Estados Unidos.
Diez años después, en enero de 1948, uno de sus empleados se
presenta –temblando de excitación– y le informa que en la Granja de
Coloma, lugar –de propiedad de J.A. Suter– donde había ordenado se
construya un aserradero, habían encontrado en la arena abundantes pepitas
de oro, prácticamente en la superficie; constituyéndose en la citada granja,
J.A. Suter hizo jurar a los pocos que se encontraban en ese lugar mantener
el secreto hasta que termine el aserradero. En tierra que era suya, se había
encontrado oro del modo más fácil de obtener, tan abiertamente en la tierra.
Era el hombre más rico del mundo.
1.1. Invasión y despojo. Zweig, refiere: “¿El hombre más rico del
mundo? No. El más pobre, el más digno de compasión, el mendigo
más desilusionado del mundo”; efectivamente, tras ocho días, una
mujer reveló el secreto, lo que provocó que todos los hombres de J.A.
Suter dejaran de trabajar de inmediato; los herreros dejaron la fragua,
los pastores los rebaños, los vinateros las cepas, los soldados las
armas; todos –que parecen poseídos– corren al aserradero a extraer el
oro de la arena; las vacas nadie las ordeña, los bueyes rompen los
rediles y pisotean los sembríos, las queserías se paran, los graneros se
viene abajo; los telégrafos difunden la noticia; llega la gente, de
ciudades y puertos, los marineros abandonan los barcos, los
funcionarios abandonan sus puestos; largas colas humanas van del Este
al Oeste, a pie, a caballo o en carreta. “Una horda desbocada, brutal,
que no conoce más ley que la de su puño, ni más dictado que la de su
revólver, se desparrama sobre la floreciente colonia”; derriban los
graneros de J.A. Suter para construir casas, pisotean sus sembrados,
roban sus máquinas; de la noche a la mañana J.A. Suter se convierte en
un pobre mendigo, “ahogado como el rey Midas, en su propio oro”.
En bancarrota, se retira lejos del maldito río y la maldita arena, y se
instala en su granja de Eremitage; su esposa fallece por efecto del viaje
y continúa su vida con sus tres hijos; se dedica a la agricultura y
vuelve a enriquecerse.
1.2. El juicio. En 1850 California, incorporada a Estados Unidos,
vuelve a la tranquilidad, tras la riqueza llega el orden; la anarquía ha
sido reprimida; de nuevo impera la ley. J.A. Suter vuelve con sus
reivindicaciones y reclama, ante el incorruptible juez Thompson, toda
la tierra sobre la cual se ha edificado la ciudad de San Francisco, pues
le pertenece a él por derecho; demanda a diecisiete mil doscientos
veintiún granjeros, que se han establecido en sus plantaciones y les
exhorta a que desalojen el suelo que le habían robado; y al Estado a
que repare el robo que había sufrido en su propiedad; reclama todo el
oro que había sido extraído de su tierra; exige que el Estado de
California le pague veinticinco millones de dólares por haberse
apropiado de los caminos, canales, puentes, presas y molinos
construidos por él; a la Unión otros veinticinco millones de dólares,
como indemnización por su destrozada hacienda y el oro extraído.
Finalmente, luego de cinco años, el 15 de marzo de 1855, el juez
Thompson, primer magistrado de California, dicta sentencia y
reconoce los derechos de J.A. Suter sobre el suelo como totalmente
legítimos e inapelables.
J.A. Suter, no solo contaba ahora con sus títulos de propiedad, sino
además, con la sentencia de un juez que le reconocía ese derecho, y
accedía a sus reclamos. ¿Volvía a ser el hombre más rico de mundo?
No.
1.3. Final. Tras conocerse el fallo, refiere Zweig, en San Francisco y
por todo el mundo, estalla el tumulto. Cientos de miles se amotinan,
todos los “propietarios” amenazados; “el populacho de la calle, la
chusma siempre deseosa de entregarse al pillaje. Asaltan el Palacio de
Justicia, incendiándolo. Buscan al juez para lincharlo, y se ponen en
camino, un rebaño inmenso, con la intención de saquear todas las
propiedades de Johann August Suter”; su hijo mayor, acosado por los
bandidos, se suicida; el segundo es asesinado; y, el tercero huye y se
ahoga en el camino de regreso a su casa; las granjas de J.A. Suter son
reducidas a cenizas. Sus muebles, sus colecciones, su dinero, robados;
sus posesiones quedan convertidas en un desierto.
Zweig narra que durante años, este hombre viejo con la mente
debilitada y mal vestido vaga en torno al Palacio de Justicia en
Washington; reclama ante el Senado y ante el Congreso. “Se confía a
todo tipo de asistentes, que tomando con ostentación las riendas del
asunto, le colocan un ridículo uniforme de general y arrastran al
espantajo de una oficina a otra, de delegado en delegado”; durante 20
años de mendicidad, de 1860 a 1880, pasa día tras día su vida en torno
al Palacio del Congreso, blanco de burlas de todos los funcionarios;
hasta que el 17 de junio de 1880 muere, de un ataque al corazón en las
escaleras del palacio del Congreso, como un pordiosero. “Un
pordiosero muerto que en el bolsillo lleva un escrito que, de acuerdo
con todas las leyes de este mundo, garantiza tanto sus derechos como
la de sus herederos sobre la fortuna más grande de la historia
universal”.
VII
I. CONCLUSIONES
1. Si lo que se busca es el goce y disfrute de los bienes, y la posesión
permite ello, entonces la posesión es la finalidad. La propiedad es
el medio que proporciona el Derecho para asegurar la posesión.
Propiedad sin posesión es derecho vacío, es solo ilusión.
2. Nuestro ordenamiento jurídico se ha adherido acertadamente –
desde el CC de 1936– a la teoría objetiva de la posesión y
reconoce al poseedor aun sin que este tenga animus domini, no
obstante exige que tenga el bien en interés propio. Nuestro CC
ubica a la posesión como un supuesto en el libro de los derechos
reales.
3. La posesión en nuestro país es un derecho subjetivo que permite al
poseedor mantener el estatus quo posesorio, es decir a mantener en
su poder el bien, en tanto no exista decisión judicial que determine
a quién le corresponde ejercer la posesión; tal derecho subjetivo
del poseedor le permite hacer uso de la autotutela posesorio –
defensa posesoria extrajudicial– y de la tutela judicial –
interdictos–, sin tener que justificar la causa de la posesión.
4. Si el poseedor tiene el bien en virtud de otro derecho real –
propiedad, usufructo, etc.– que da sustento o justifica
jurídicamente la posesión, entonces agregará a su derecho
posesorio las prerrogativas que el ordenamiento confiere a ese otro
derecho real, con el objeto de excluir a terceros.
5. La posesión y el registro son medios de publicidad de derechos
reales. En consecuencia la adquisición de algún derecho real sobre
inmuebles no puede estar ajena a dichos medios de publicidad; en
razón de que tal adquisición se tornaría en insegura.
6. Nuestro modelo consensualista de transmisión de la propiedad
inmobiliaria, si bien permite un ágil tráfico de bienes, no obstante
se torna, en la actualidad, inseguro –por estar ausente en él la
posesión o el registro–; nuestro ordenamiento civil en esta materia
debe incluir al contrato –consenso entre las partes– traslativo, la
inscripción en el registro a efectos de que la propiedad quede
constituida a favor del adquiriente; ello permitirá un ágil y seguro
tráfico inmobiliario.
7. En tanto lo expuesto en el punto anterior no se haga realidad, la
buena fe a que se refiere el numeral 2014 del CC debe incluir la
debida diligencia que debe tener el tercero, respecto de la
verificación de la situación de hecho en que se encuentra el
inmueble materia de la adquisición del derecho.
(1)(*) Abogado por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM). Magíster en Derecho
Civil por la Pontificia Universidad Católica del Perú y con estudios concluidos de doctorado en
Derecho por la UNMSM. Profesor universitario en la UNMSM, la Universidad de San Martín
de Porres y la Academia de la Magistratura (AMAG). Magistrado del Poder Judicial.
ZWEIG Stefan. Momentos estelares de la humanidad. Catorce miniaturas históricas. Traducción de
Berta Vais Mahou, 1ª edición, Barcelona, 2002, Acantillado, octubre 2002. Entre las páginas
169 a 179, el autor narra, bajo el título “El descubrimiento de El Dorado”. J.A. Suter,
California. Enero 1948, de modo breve la historia de este inmigrante europeo, al que se le
atribuye la propiedad sobre el cual se levanta la ciudad de San Francisco. Lo que expongo en
esta parte ha sido tomado de la obra citada.
(2) Véase: <http://www.zumalakarregimuseoa.net/blog/johann-august-suter-y-la-fiebre-del-oro-en-
california>.
(3) HERNÁNDEZ GIL, Antonio.�La función social de la posesión (ensayo de teorización
sociológica jurídica). Libro de bolsillo, Alianza Editorial, Madrid, 1969. pp. 56-57.
(4) DÍEZ-PICAZO, Luis. Fundamentos del Derecho Civil Patrimonial. Relaciones jurídico-reales. El
registro de propiedad. La posesión. Tomo III, 5ª edición, Thomson Civitas, 2008, p. 336.
Explica el autor que el problema de la protección de la apariencia jurídica es un problema que
pertenece a la parte general del Derecho Civil; pero tratándose de relaciones jurídico-reales la
protección de la apariencia jurídica reviste gran importancia, pues dichas relaciones son básicas
para el tráfico de bienes y debe tenerse en cuenta por los terceros a quienes este tráfico ocupa,
como por ejemplo el adquiriente de una cosa o el que presta dinero con garantía.
(5) Ibídem, p. 337.
(6) GALIANO, José. De las cosas. La posesión y las acciones posesorias. Jesús Menéndez e hijo.
Libreros editores, Buenos Aires, 1923, p. 41.
(7) RUSSOMANNO, Mario C. La posesión en los principales Códigos Civiles contemporáneos.
Abeledo-Perrot, Buenos Aires, p. 9.
(8) Nació en Beaune en 1855 y falleció en 1912. Raymond Saleilles fue de familia acomodada, de
terratenientes y viticultores. Estudió Leyes en la Universidad de París, donde posteriormente fue
profesor. Guardando distancia sobre lo expuesto por Jhering, es identificado como una de las
variantes de la teoría objetiva que este impulsó. Comentarios hechos por el editor de su obra La
posesión de bienes muebles. Estudios de Derecho alemán y Derecho francés. Librería General
de Victoriano Suárez. Madrid, 1927, p. 2.
(9) RUSSOMANNO, Mario C. Ob. cit., p. 31.
(10) GALINDO GARFIAS, Ignacio. “Algunas consideraciones sobre la posesión en el Código Civil
peruano”. Ponencia presentada en el Congreso Internacional celebrado en Lima del 9 al 11 de
agosto de 1985; publicado en el Libro de ponencias: El Código Civil peruano y el sistema
jurídico latinoamericano. Cultural Cuzco Editores, Lima, 1986, p. 307.
(11) Ver en <http://www.infoleg.gov.ar/wp-content/uploads/2013/11/8842012.pdf>.
(12) DÍEZ-PICAZO, Luis y GULLÓN, Antonio. Sistema de Derecho Civil. Volumen III, 5ª edición.
Editorial Tecnos S.A., España, 1995.
(13) PUIG PEÑA, Federico. Tratado de Derecho Civil Español. Tomo III Derechos reales, Volumen
I. Teoría General de los Derechos Reales. 8ª edición actualizada en legislación y jurisprudencia.
Editorial Revista de Derecho Privado. Madrid. 1972, pp. 215-216.
(14) DÍEZ-PICAZO, Luis. Fundamentos del Derecho Civil Patrimonial. Relaciones jurídico-reales.
El registro de propiedad. La posesión. Ob. cit., p. 870.
(15) Ibídem, p. 865.
(16) PLANIOL, Marcelo, RIPERT Jorge. Tratado práctico de Derecho Civil francés. Traducido al
español por don Mario Díaz Cruz. Tomo III. Los Bienes, Cultural S.A., Habana. 1946. pp. 535-
536. Señalan que los espíritus filosóficos sacrificaron el principio antiguo que exigía la
tradición y atribuyeron a la voluntad de las partes expresada en los contratos el poder suficiente
para transmitir la propiedad.
(17) WOLFF, Martín. “Derecho de cosas”, 10ª revisión efectuada por Martín Wolff y Ludwing
Raiser. Volumen primero –Posesión, derecho inmobiliario, propiedad–. 3ª edición. Esta obra es
el Tercer Tomo Derecho de cosas I, del Tratado de Derecho Civil, por ENNECCERUS Ludwig,
KIPP, Theodor. WOLFF Martín. Bosh. Barcelona, 1971, pp. 321-323.
(18) WESTERMANN, Harrry; WESTERMANN, Haem Peter; GURSKY, Karl-Heinz y
EICKMANN, Dieter. Derechos Reales. Volumen I, 7ª edición, Europa Nihil Prius Fide Notario,
Fundacion Cultural del Notario. 2007. España. pp. 302 y 305.
(19) WOLFF, Martín. Ob. cit., p. 391.
(20) Ibídem, Ob. cit., pp. 425-426.
(21) WESTERMANN, Harrry; WESTERMANN, Haem Peter; GURSKY, Karl-Heinz y
EICKMANN, Dieter. Ob. cit., p. 481.
(22) Ibídem, p. 485.
(23) Ibídem, p. 975.
(24) MANZANO SOLANO, Antonio y MANZANO FERNÁNDEZ, Ma. del Mar. Instituciones del
Derecho Registral Inmobiliario. Centro de Estudios - Colegio de Registradores de la Propiedad
y Mercantiles de España, 2008, Fundacion Registral, p. 45.
(25) Ibídem, p. 46.
(26) MONSERRAT, Antonio. Derecho Inmobiliario Registral. Civitas Ediciones S.L. 1ª Edición
España. 2000, pp. 24 y 25. Las referencias históricas que se describen, han sido tomadas por el
autor de las obras de ROCA SASTRE. Derecho Hipotecario y de LA CRUZ. Derecho
inmobiliario…
(27) DÍEZ-PICAZO, Luis. Fundamentos del Derecho Civil Patrimonial. Relaciones jurídico-reales.
El registro de propiedad. La posesión. Ob. cit., p. 347.
(28) Ibídem, p. 349.
(29) ALBALADEJO, Manuel. Derecho Civil. Tomo III. Derecho de bienes. Volumen segundo.
Derechos reales en cosa ajena y Registro de Propiedad. 8ª edición, José María Bosch,
Barcelona, 1994. pp. 405 y 406.
(30) CHICO Y ORTIZ , José María. Estudios sobre Derecho Hipotecario. Tomo II, 4ª edición
actualizada. Marcial Pons, Ediciones Jurídicas y Sociales. S.A. Madrid, Barcelona, 2000, p.
887.
(31) Ibídem, pp. 887-888. En este caso el autor pone en una misma descripción la posesión en
general, creo que, en el caso de la posesión, según la naturaleza que atribuye nuestro
ordenamiento jurídico –teoría objetiva de la posesión–, debe abordarse distinguiendo entre la
posesión que se ejerce con derecho –o en virtud de un título–, de la que se ejerce sin derecho –o
que se ejerce sin título alguno–.
(32) CHICO Y ORTIZ , José María. Ob. cit., pp. 885-886.
(33) DÍEZ-PICAZO, Luis. Ob. cit., p. 393.
(34) WESTERMANN, Harrry; WESTERMANN, Haem Peter; GURSKY, Karl-Heinz y
EICKMANN, Dieter. Ob. cit., p. 926.
(35) Transferencia de propiedad de bien inmueble.- Artículo 949 del CC.- La sola obligación de
enajenar un inmueble determinado hace al acreedor propietario de él, salvo disposición legal
diferente o pacto en contrario.
(36) En la Cas. N° 1974-2000-Cusco, publicada en El Peruano el 1 de marzo de 2000, la Corte
Suprema señala que: “En el caso de la transferencia de inmuebles, la inscripción en los
Registros Públicos no es constitutiva de derechos”.
Asimismo, en la Cas. N° 1930-2001-La Libertad, publicada en El Peruano el 2 de febrero de
2002, la Corte Suprema señala que: “De acuerdo a su naturaleza jurídica las inscripciones
registrales pueden ser declarativas o constitutivas, siendo las primeras aquellas que sirven para
reconocer un estado jurídico constituido previamente, y las segundas son aquellas con las que se
constituye o nace el derecho”. Tomado de “Código Civil”. Edición actualizada. Jurista Editores,
marzo, 2012. pp. 239 y 427, respectivamente.
(37) Principio de publicidad. Artículo 2012 del CC.- Se presume, sin admitirse prueba en
contrario, que toda persona tiene conocimiento del contenido de las inscripciones.
(38) Principio de Buena Fe Registral. Artículo 2014 del CC.- El tercero que de buena fe adquiere
a título oneroso algún derecho de persona que en el registro aparece con facultades para
otorgarlo, mantiene su adquisición una vez inscrito su derecho, aunque después se anule,
rescinda o resuelva el del otorgante por virtud de causas que no consten en los Registros
Públicos. La buena fe del tercero se presume mientras no se pruebe que conocía la inexactitud
del registro.
Nota del editor: Con posterioridad a la elaboración de este comentario, la primera disposición
complementaria modificatoria de la Ley N° 30313 (26/03/2015) modificó el texto del artículo
2014 del Código Civil, el cual quedó redactado de la siguiente manera: “El tercero que de buena
fe adquiere a título oneroso algún derecho de persona que en el registro aparece con facultades
para otorgarlo, mantiene su adquisición una vez inscrito su derecho, aunque después se anule,
rescinda, cancele o resuelva el del otorgante por virtud de causas que no consten en los asientos
registrales y los títulos archivados que lo sustentan. La buena fe del tercero se presume mientras
no se pruebe que conocía la inexactitud del registro”.
(39) Oponibilidad de derechos sobre inmuebles inscritos. Artículo 2022 del CC.- Para oponer
derechos reales sobre inmuebles a quienes también tienen derechos reales sobre los mismos, es
preciso que el derecho que se opone esté inscrito con anterioridad al de aquel a quien se opone.
Si se trata de derechos de diferente naturaleza se aplican las disposiciones del derecho común.
(40) CHICO Y ORTIZ, José María. Ob. cit., p. 888.
EL DENOMINADO MEJOR DERECHO DE
PROPIEDAD EN OPOSICIÓN A LA ACCIÓN
REIVINDICATORIA
I. INTRODUCCIÓN
Analizaré dos temas que no son nuevos: el efecto retroactivo de la
prescripción adquisitiva de dominio y la prescripción contra el registro.
En el caso de la prescripción contra el registro, ha habido una
propuesta de modificación del Código Civil de 1984, pero no fue aprobada.
Recientemente los dos temas han sido abordados por la jurisprudencia.
Sin embargo, no hay una posición clara y menos única.
La doctrina nacional, por su lado, trata muy poco estas materias.
En las siguientes líneas explicaré la problemática y propondré
modificaciones al Código Civil.
I. INTRODUCCIÓN
El Código Civil peruano de 1984 es una suerte de “Nuevo Testamento”
hecho por varios apóstoles. Me explico, mediante D.S. Nº 95, del
01/03/1965, se creó una Comisión Reformadora que elaboró un proyecto de
Código Civil, presidida por el profesor Carlos Fernández Sessarego.
Posteriormente, por Ley Nº 23403, del 28/05/1982, se creó la Comisión
Revisora de dicho proyecto y, mediante el D. Leg. Nº 295, del 25/07/1984,
se promulgó el actual Código Civil peruano. En 1965, se llamó a los juristas
más calificados de la comunidad científica peruana, y en 1976 se encargó a
cada uno de ellos, la elaboración de un proyecto de Libro del Código(1). Los
grandes códigos decimonónicos latinoamericanos, eran fruto de la
elaboración de un solo jurista, como es el caso del Código Civil argentino
de 1869, obra de Dalmacio Vélez Sarsfield, inspirado en el Esboço del
Código Civil brasileño, que diseñara Augusto Texeira de Freitas, o del
Código Civil chileno ideado por Andrés Bello. El actual Código civil
peruano si bien es el resultado de los aportes de insignes juristas, encuentra
ciertas dificultades a nivel de interpretación sistemática, por cuanto cada
libro es tributario de modelos jurídicos que no siempre son coincidentes.
Siguiendo la metáfora inicial: cada evangelio tiene una percepción diversa
de lo divino. Es el caso del Libro V, de Las Obligaciones, que tiene una
marcada influencia de la versión original de Code civile francés (para
muestra, basta decir que el Código Civil peruano mantiene el principio de
mutabilidad parcial de la cláusula penal)(2) y el Libro VII, Fuentes de las
Obligaciones, que ha recogido en sustancia el Codice civile italiano de
1942.
A ello se suma la irrupción del Código de Protección y Defensa del
Consumidor, Ley Nº 29571, del 01/09/2010, por el cual también han
surgido una serie de problemas a propósito de la interpretación sistemática
y armoniosa de sus disposiciones con las del Código Civil y leyes
especiales. Este nuevo código ha introducido, incluso, nuevas categorías,
como la del consumidor equiparado. Ello ha originado una situación que
ha sido calificada magistralmente por Erik Jayme como un diálogo de
fuentes.
Dado que el ámbito de comprensión del Derecho de las Obligaciones y
los Contratos es sumamente amplio, me centraré en algunas de las figuras
materia de estas jornadas.
V. EL DAÑO
En los Fundamentos del Anteproyecto del Código Civil y Comercial
de la República Argentina del año 2012, la Comisión ha expresado que
“en el derecho civil latinoamericano ha sido muy citado el Código Civil
peruano que contiene dos textos”(29). Estos son los artículos 1984 y 1985. El
primero de ellos regula que:
“El daño moral es indemnizado considerando su magnitud y el
menoscabo producido a la víctima o a su familia”.
El artículo 1985 del CC establece que:
“La indemnización comprende las consecuencias que deriven de la
acción u omisión generadora del daño, incluyendo el lucro cesante, el
daño a la persona y el daño moral, debiendo existir una relación de
causalidad adecuada entre el hecho y el daño producido. El monto de
la indemnización devenga intereses legales desde la fecha en que se
produjo el daño”.
El artículo 1738 del Código Civil y Comercial de la República
Argentina del año 2012, que entrará en vigencia en el 2016, establece que:
“La indemnización comprende la pérdida o disminución del
patrimonio de la víctima, el lucro cesante en el beneficio económico
esperado de acuerdo a la probabilidad objetiva de su obtención y la
pérdida de chances.
Incluye especialmente las consecuencias de la violación de los
derechos personalísimos de la víctima, de su integridad personal, su
salud psicofísica, sus afecciones espirituales legítimas y las que
resultan de la interferencia en su proyecto de vida”.
Calificada doctrina francesa distingue el daño del perjuicio. Así, “el
daño es la lesión a la integridad de una persona o a una cosa, mientras que
el perjuicio se encuentra dentro de las consecuencias patrimoniales o
extrapatrimoniales de dicha lesión”(30). Esta posición coincide en su
contenido con aquella, proveniente de la experiencia jurídica italiana, de
daño-evento (lesión del interés tutelado) y daño-consecuencia (daño
emergente, lucro cesante, daño a la persona y daño moral) (31). Estas dos
acepciones de daño pueden, como no, coincidir. Sin embargo, confundir
estos conceptos diversos de daño equivale a mezclar problemas jurídicos
diversos: el problema de la injusticia de la lesión, aquel de la
individualización del responsable o el de la selección de los perjuicios
resarcibles(32).
Si bien es cierto que el concepto de daño “es un concepto destinado a
variar en el tiempo”(33), la clasificación del daño que ha asumido la doctrina
nacional a partir del Código Civil es la siguiente:
1. Daño patrimonial: Consiste en la lesión de derechos de
naturaleza económica, que debe ser reparada. Este, a su vez, se
clasifica en:
1.1. Daño emergente: Es la pérdida que sobreviene en el
patrimonio del sujeto afectado por el incumplimiento de un
contrato o por haber sido perjudicado por un acto ilícito, o como
sostiene un sector autorizado de la doctrina italiana, “la
disminución de la esfera patrimonial”(34) del dañado.
1.2. Lucro cesante: Se manifiesta por el no incremento en el
patrimonio del dañado (sea por el incumplimiento de un contrato o
por un acto ilícito). Es “la ganancia patrimonial neta dejada de
percibir”(35) por el dañado.
2. Daño extrapatrimonial o subjetivo: Tradicionalmente, esta voz
de daño era entendida como aquella en la que se “lesiona a la
persona en sí misma, estimada como un valor espiritual,
psicológico, inmaterial”(36) entendiéndose como sinónimo de daño
moral. Dentro de la actual sistemática del Código Civil peruano, la
categoría de daño extrapatrimonial o subjetivo (concebido como
daño no patrimonial a los sujetos de derecho) comprende el daño
a la persona, entendido como la lesión a los derechos
existenciales o no patrimoniales de las personas y al daño moral,
definido como “el ansia, la angustia, los sufrimientos físicos o
psíquicos, etc.”, padecidos por la víctima, que tienen el carácter de
“efímeros y no duraderos”(37). Dentro de la categoría de daño
moral, se distingue el daño moral subjetivo, que lo sufre de
manera directa el propio sujeto, del daño moral afectivo,
entendido como la lesión a la relación afectiva respecto de sujetos,
animales o bienes(38). En el primer supuesto, piénsese en la pérdida
del cónyuge, o del conviviente, de un hijo o un padre; en el
segundo, la de una mascota particularmente vinculada con una
persona anciana y sola. Mayor problema se encuentra en el daño
moral por pérdida o deterioro de bienes, por cuanto el
resarcimiento, vía daño emergente o lucro cesante, podría
compensar dicha pérdida o deterioro. Sin embargo, no se escapa la
posibilidad de configurarse el daño moral, por ejemplo, si una
persona deja la única fotografía de su madre ya fallecida en un
estudio fotográfico para una ampliación y se pierde.
Evidentemente el daño moral en este caso, sobrepasa el valor
económico del bien perdido. La lógica y la justicia aconsejan que
no se puede ser tan expansivo en admitir el resarcimiento en este
tipo de daños, por cuanto llegaríamos a situaciones inverosímiles,
como el caso aislado y sumamente criticado de un joven que
compró con su primer sueldo una moto y al ver que la robaban,
solicitó una indemnización por daño moral, no obstante la
recuperó(39).
La doctrina nacional no se manifiesta uniforme respecto del
significado de los términos “daño a la persona” y “daño moral”. Unos
opinan que se tratan de categorías sinónimas, otros las distinguen. Así, se
expresa que el “daño moral es el daño no patrimonial, es el inferido en
derechos de la personalidad o en valores que pertenecen más al campo de la
afectividad que al de la realidad económica”(40). Otro sector de la doctrina
los distingue, afirmando que: “en esta materia observamos que la doctrina y
la jurisprudencia general y tradicionalmente han considerado al daño moral
como un dolor, un sentimiento de pena, un sufrimiento, un turbamiento”(41).
En conclusión, si bien daño a la persona y daño moral son idénticos en
cuanto su contenido extra-patrimonial, ambos difieren, puesto que la
relación entre el primero y el segundo es de género a especie.
A propósito de la denominación “daño a la persona”, se opina que
“resulta más propio referirse al ‘daño subjetivo’, esto es, al daño ocasionado
al sujeto de derecho, en sustitución a las expresiones ‘daño a la persona’ o
‘daño personal’, que resultan estrechas para incluir todas las situaciones que
pueden configurarse. Al daño subjetivo se le opondría el daño no subjetivo.
De este modo se colocaría al sujeto de derecho como punto medular de
referencia para formular la distinción entre uno y otro daño, alejándonos de
la clasificación que distingue al daño en patrimonial y no patrimonial y que
tiene como eje al patrimonio”(42).
En verdad, la introducción de la voz “daño a la persona” ha sido
motivo de una larga discusión y cuestionamiento por cierto sector de la
doctrina. Así, en la propia exposición de motivos del Código Civil se afirma
que “no se explica porqué en el artículo 1985 se habla usándose el giro de
“el daño a la persona”(43). Se opina que es “innecesario”(44) y que su
inserción ha sido “coyuntural”(45) a la ideología humanista del Código Civil.
Quisiera poner de relieve, como “punto de contacto” entre esta posición y la
que afirma la diferencia conceptual entre daño moral y daño a la persona,
que todos los códigos civiles que siguen el modelo jurídico francés optan
por la voz “daño moral” y la entienden como sinónimo de daño no
patrimonial: entonces, (casi) todos estamos de acuerdo que hay un tipo de
daño fuera de la esfera patrimonial que debe ser resarcido. La discusión se
centra no en el objeto de protección, sino en el nomen iuris a adoptarse.
Es cierto que los miembros de la Comisión Revisora del Código
Civil de 1984 (en verdad, más por distracción, que por convicción) se
“compraron el pleito” de la experiencia jurisprudencial italiana (que se
inició en la década de los setenta) de tener que crear una voz distinta al
daño moral, para librarse de la camisa de fuerza interpretativa del artículo
2059 del Código Civil italiano. Así, como autorizadamente se sostiene, el
daño biológico se convirtió en una suerte de “cláusula refugio” del daño a la
persona(46). En efecto, “si la responsabilidad civil se ha convertido en la
institución de primera y quizá de insoportable afirmación de nuevos
derechos en las relaciones entre sujetos privados, el daño a la salud
representa la punta extremadamente avanzada de la tutela de la persona. La
lesión o la ofensa de esta última, como sea que se verifique y en cualquier
forma, genera inmediatamente la perspectiva del remedio resarcitorio, en
función del cual se trata sólo de individualizar el derecho
constitucionalmente garantizado o de crearlo ad hoc para después encontrar
la norma de protección en la Carta fundamental. Así la expresión “daño
biológico” o “daño a la salud” parece desenvolver el rol de cláusula general
jurisprudencial, el recurso que se convierte en el pasaje necesario hacia la
relevancia jurídica resarcitoria”(47).
En la actualidad, la Corte Constitucional italiana, ya superó este
impasse; pero mantiene la distinción del daño a la persona (llamado
también daño biológico o daño a la salud) y el daño moral. La nota
particular es que, en materia de inejecución de las obligaciones, se cuenta
con el artículo 1322 del CC, el cual reconoce que:
“El daño moral, cuando él se hubiera irrogado, también es susceptible
de resarcimiento”.
Como puede observarse, en este numeral sólo se reconoce
expresamente el daño moral y no el daño a la persona. Esta aparente
contradicción se resuelve con una interpretación a simili y sistemática de
los artículos 1322 y 1985 del CC. Adicionalmente a ello, sostener que solo
cabe el daño a la persona en la responsabilidad extracontractual y no en la
contractual, afecta manifiestamente el principio de la igualdad entre los
dañados, principio que está consagrado (si bien como derecho) en el
artículo 2.2 de la Constitución Política del Perú de 1993.
¿Podemos prescindir de la voz de “daño a la persona” y
subsumirla en la de “daño moral”? La respuesta, necesariamente, es la
afirmativa; pero creo que también podemos mantener la diferencia
conceptual, al menos, por dos motivos:
a) La voz “daño a la persona” no sólo está regulada en el artículo
1985 del CC: también la encontramos (en su momento) en el
artículo 32 de la Ley de Protección al Consumidor, en materia de
responsabilidad civil por productos defectuosos (al lado del daño
moral) (D. Leg. Nº 716, del 09/11/1991, ordenado por el TUO,
aprobado por D.S. Nº 039-2000-ITINCI, del 11/12/2000) y ahora
en el artículo 103 del Código de Protección y Defensa del
Consumidor, Ley Nº 29571, del 02/09/2010 (relativo a los daños
indemnizables); en el artículo 345-A del CC, (incorporado por la
Ley Nº 27495, del 07/07/2001) que se refiere, en su segundo
párrafo, al “daño personal”; así como en el D. Leg. Nº 1029, del
24/06/2008, que modificó el artículo 238 de la Ley del
Procedimiento Administrativo General, en el cual también
reconoce (al lado del daño moral) la voz daño a la persona a
efectos de indemnizar por los daños provenientes de la
administración pública o de los servicios que presta esta.
b) No me parece exacto decir que la jurisprudencia desconoce la voz
“daño a la persona”. En una investigación he constatado que,
lamentablemente, los abogados piden y los jueces fallan
indemnizaciones por todo concepto, por lo cual, también se podría
decir lo mismo respecto de la voz “daño moral”. Lo que he podido
comprobar es que en la poca jurisprudencia que individualiza los
daños no patrimoniales, existen las mismas posiciones que hay en
la doctrina nacional.
La Corte Suprema de Justicia de la República, emitió, con fecha
18/03/2011 (Cas. Nº 4664-2010-Puno), el Tercer Pleno Casatorio Civil,
dictando (en atención al art. 400 del CPC) en calidad de doctrina
jurisprudencial, que “El daño moral es indemnizable y se halla
comprendido en el daño a la persona”. Se precisa lo siguiente:
“Es pertinente puntualizar que el daño a la persona debe comprender al
daño moral. Este viene a estar configurado por las tribulaciones,
angustias, aflicciones, sufrimientos psicológicos, los estados
depresivos que padece una persona. En el caso que nos ocupa, estos
padecimientos los sufre fundamentalmente el cónyuge más
perjudicado, sin que ello obste que el otro cónyuge también pueda
padecerlos en grado menor”.
Ahora bien: El hecho que el daño moral esté comprendido dentro del
daño a la persona, no implica que no deban ser individualizados. Quien los
invoca, tiene la carga de acreditar en qué consistieron los hechos que
generaron el daño a la persona (como por ejemplo, la lesión a la reputación)
y los que generaron el daño moral (dolor, sufrimiento, pena, aflicción), así
como las consecuencias dañosas que se derivaron. Por ello, al final de este
considerando, se cita a una doctrina que afirma que el daño psíquico es
“susceptible de diagnóstico por la ciencia médica”.
En materia de daño a la persona en las personas jurídicas, a raíz de un
caso en el cual una asociación (Club Departamental Ayacucho)
demanda por “daño moral” a un asociado que se hizo pasar por
presidente de la misma “sembrando el caos institucional”, el Segundo
Juzgado Especializado en lo Civil de Lima, con Resolución Nº 17, del
27/09/1995, declaró infundada la demanda. Sin embargo, la Cuarta Sala
Civil, con Resolución del 06/02/1996, revocando la sentencia apelada,
declaró fundada la demanda, en atención a que:
“el denominado ‘daño moral’ doctrinariamente constituye el agravio
no patrimonial, de sufrimiento o molestia, a la persona humana, y lleva
al autor a la obligación de repararlo, sea su fuente u origen contractual
o extracontractual; (…) Que la doctrina asimismo admite, y la realidad
lo confirma, la posibilidad de un daño no patrimonial a la persona
jurídica, causado por inconductas que entrañan agresiones a
determinados derechos, tales como el honor, la buena reputación, la
libertad, el crédito social y comercial, entre otros, que pueden
engendrar o no perjuicios económicos, englobando el daño no
patrimonial tanto a la persona humana cuanto a la persona
jurídica dentro de un universo genérico que ha venido en
denominar ‘daño subjetivo’; (…) Que el artículo mil novecientos
ochenticinco del Código Civil, aunque con una terminología poco
feliz, permite columbrar la voluntad legislativa de amparar a la persona
colectiva o jurídica frente a las agresiones que lesionan cualquiera de
los derechos que la ley le reconoce” (el resaltado es nuestro).
Resulta importante rescatar el criterio del órgano colegiado que, si bien
reconoce el resarcimiento por el daño subjetivo a la persona jurídica (ya que
considera una “terminología poco feliz” la del daño a la persona), no lo
admite por daño moral, en atención a la especial naturaleza de la persona
jurídica. Respecto del caso concreto, la Sala precisó que:
“aparece concluyente de la documental que cita el a quo, en la
resolución recurrida, que el demandado Farfán Espinoza, asociado del
accionante Club Departamental Ayacucho, lejos de impugnar
judicialmente los actos que al interior de dicha institución consideró
anormales, para lo que el numeral noventidós del cuerpo legal antes
citado prevé la forma y la oportunidad pertinentes, procedió a una
suerte de golpe de Estado, desconociendo la representatividad de los
miembros que integran la Junta Directiva de dicho club, y, asumiendo
vía procedimiento irregular la denominación de presidente, sembró el
caos institucional con hechos que trascendieron públicamente con
visos de escándalo”.
En verdad, un aspecto que pasa desapercibido, tanto para la primera
como para la segunda instancia es que se solicitó indemnización no sólo por
el daño moral a la asociación, sino también a sus genuinos personeros.
Sin embargo, ¿qué derecho no patrimonial se le ha lesionado a la asociación
al presentarse una persona como su presidente, no siéndolo? Creo que el
derecho lesionado es, en este supuesto, el de la identidad personal. En
efecto, se trata de una afirmación inexacta respecto de quiénes son
verdaderamente los representantes de la asociación. La proyección social la
tienen tanto las personas naturales como las jurídicas. En mi opinión, la
resolución de la Sala no se debió limitar a precisar que no se trataba de un
daño moral y que, en realidad se configuró un daño subjetivo: este daño
subjetivo surgió por la lesión al derecho de la identidad de la persona
jurídica. Por lo demás, creo que la voz de “daño a la persona” es la que se
hubiera aplicado en este caso, por ser más precisa.
El modelo jurídico diseñado por el Código Civil en el cual se
diferencia el daño a la persona del daño moral circula desde hace treinta
años en nuestros operadores jurídicos y guste o no, ha calado también en
ellos. En mi opinión, la realidad demuestra que, no obstante las
coordenadas establecidas en el Código Civil, tanto la doctrina como la
jurisprudencia admiten ambas posiciones: ello revela que no es un problema
el nombre que se le dé al daño no patrimonial, sino que los operadores
jurídicos internalicen el derecho a brindarle una tutela efectiva. Prueba de
ello, es que en un sonado caso de mala praxis médica que se produjo en el
año 2010, en el cual se le amputó la pierna equivocada a un paciente de 86
años, en un proceso arbitral, con fecha 19/06/2012, se fijó la cantidad de S/.
1 100 000.00 por concepto de daños extrapatrimoniales (S/. 100 000.00 por
daño moral subjetivo y S/. 1 000 000.00 por daño a la persona).
VI. LA CAUSALIDAD
Si se hace una interpretación literal de los textos, se puede afirmar que
en materia de responsabilidad civil extracontractual o aquiliana se acoge la
teoría de la causa adecuada (art. 1985 del CC) y en inejecución de las
obligaciones se asume la teoría de la causa próxima (art. 1321 del CC,
segundo párrafo), el cual establece que:
“el resarcimiento por la inejecución de la obligación o por su
cumplimiento parcial, tardío o defectuoso, comprende tanto el daño
emergente como el lucro cesante, en cuanto sean consecuencia
inmediata y directa de tal inejecución” (el resaltado es nuestro).
Sin embargo, la doctrina nacional llega a una interpretación
sistemática de ambos textos y es posible aplicar la causalidad adecuada,
incluso en supuestos de responsabilidad contractual. Así, se tiene en
cuenta que, a propósito del artículo 1223 del CC italiano (que, al igual que
el artículo 1321 del nuestro, se ha inspirado en el artículo 1151 del Code y,
de alguna manera, en el artículo 100 del proyecto franco-italiano del código
de obligaciones y contratos de 1927), se sostiene que esta fórmula se refiere
a la “determinación del daño” y no a la inmediatez de la causa(48). En efecto,
“una cosa es emplear la causalidad con el fin de imputar un hecho a un
sujeto, en el concurso de otros factores, como la culpa, el dolo, la
preposición (de un tercero), el ejercicio de una actividad riesgosa, la
custodia, el ser propietario (aquí se debe responder a la pregunta: ¿quién ha
sido?) y otra cosa es emplear la causalidad para estimar el daño
patrimonial, es decir, para determinar la relevancia jurídica de las
consecuencias económicamente desfavorables dependientes del hecho
ilícito (aquí se debe responder a la pregunta: ¿cuánto debe pagar el
responsable?)”(49).
En atención a ello, a propósito de la redacción del artículo 1223 del
c.c. italiano, autorizada doctrina sostiene que “es claro que se trata de
fórmulas metafóricas, las cuales no pueden ser tomadas al pie de la letra”(50).
Un sector de la doctrina italiana sostiene que a lo que se quiere hacer
referencia en el artículo 1223 del c.c.ita. es “a las hipótesis en las cuales el
hecho hipotético dado por la ley, como fuente de responsabilidad, aunque
no produzca en línea directa el daño, cree una situación tal, que a falta del
mismo, no se habría producido”. En consecuencia, “en estos casos, parece
justo, teniendo en cuenta la finalidad de la ley, vincular a dicho acto, más
allá de toda consideración sobre su proximidad, el evento dañino”(51). Ello
se ve respaldado por una doctrina que afirma que “la función del artículo
1223 del Código Civil es solamente descriptiva y está contenida en la
norma simplemente para indicar la directiva del legislador, según la cual la
reintegración del patrimonio del acreedor debe ser integral y atenerse a
todos los perjuicios económicos sufridos por el damnificado”(52). En
jurisprudencia, a propósito de la aplicación del artículo 1223 del c.c.ita., no
obstante su redacción, se prefiere hablar de “regularidad causal” (o
causalidad adecuada), en el sentido que son considerados resarcibles los
daños que entran dentro de las consecuencias normales y ordinarias del
hecho dañoso(53).
De ello se desprende que el objeto del nexo causal tiene doble
relevancia(54):
a) Para el aspecto del evento lesivo (causalidad de hecho o fáctica),
se procede a la reconstrucción del hecho a los efectos de
imputación de la responsabilidad.
b) Para el aspecto del daño resarcible (causalidad jurídica), se
determinan las consecuencias dañosas que el responsable deberá
resarcir(55).
Como correlato de ello, la finalidad de la causa es doble: “imputar al
responsable el hecho ilícito y establecer la entidad de las consecuencias
perjudiciales del hecho que se traducen en el daño resarcible”(56). Sin
embargo, se afirma que este binomio sólo se trata de un uso lingüístico
aceptable, porque tanto la causalidad natural como la jurídica, son “criterios
de calificación normativa”(57).
¿Se puede proponer una interpretación sistemática de los artículos
1321 y 1985 del CC? En efecto: el artículo 1321 del CC se refiere al
quántum indemnizatorio (causalidad jurídica), mientras que el artículo 1985
a la causalidad como elemento constitutivo del supuesto de responsabilidad
civil (causalidad de hecho). Como lógica consecuencia, no habría
inconveniente para emplear la teoría de la causalidad adecuada (como
elemento constitutivo de la responsabilidad civil), incluso, en la
responsabilidad por inejecución de las obligaciones. En mi opinión, no es
correcta la fórmula que obliga al operador jurídico a emplear una teoría
determinada de causalidad, sino el modelo legislativo adoptado por el
Código Civil debería limitarse a prescribir que el demandante tiene la carga
de acreditar el nexo causal (en ambos tipos de responsabilidad) y como
consecuencia de ello, este utilizará la teoría más idónea al caso en
particular. Curiosamente, las diferencias entre las mismas, no resultan ser
tan antagónicas. Así, si bien se afirma que la interrupción del nexo causal
reduce las distancias entre la teoría de la equivalencia y la de la causalidad
adecuada(58), lo mismo sucedería con la teoría de la causalidad adecuada y la
de la causa próxima. Incluso, no se debe olvidar el principio básico de
reintegración del patrimonio en beneficio del dañado y, de ello se deriva,
que el enunciado del artículo 1321 del CC no debe ser entendido como
taxativo (en cuanto al límite del resarcimiento), sino de tipo descriptivo. De
otra manera, se mantendría una injustificada disparidad de tratamiento
frente a lo prescrito en el artículo 1985 del CC. En esta posición, se
encuentra quien sostiene que “si bien el artículo 1321 segundo párrafo,
parece adherirse a la teoría de la causa próxima por la referencia a
“consecuencia inmediata”, esta debe entenderse como la que ocurre de
acuerdo al orden normal de los acontecimientos, lo que nos aleja de la
literalidad del término “inmediato” y así de la concepción de “causa
próxima”, facilitando este razonamiento una interpretación sistemática y
teleológica de las normas del Código Civil, asumiéndose en general la
“tesis de la causalidad adecuada”(59).
El siguiente caso resulta ilustrativo para demostrar que los operadores
jurídicos emplean la teoría de la causalidad adecuada en la responsabilidad
contractual: el día 15/09/2001 a las 13:00 horas aproximadamente, un
consumidor se acercó al local de un banco, ubicado en el Centro
Comercial Jockey Plaza, con la finalidad de abrir una cuenta de ahorros de
fondos mutuos. Una vez que había recibido la información sobre la cuenta
que pretendía abrir y luego de llenar los formularios correspondientes, se
acercó a una de las ventanillas a efectuar un depósito de US$ 1 000;
poniendo el dinero a disposición de la cajera, la misma que al no saber si
dicha operación se podía realizar, se retiró a efectuar las consultas del caso,
y una vez que regresó le solicitó nuevamente la entrega del dinero, alegando
que no se lo había entregado antes. El banco, en su descargo, ofreció como
prueba un video en el que se puede apreciar, que personas inescrupulosas
que no tienen vínculo alguno con su institución se apropiaron del dinero del
denunciante. La Comisión de Protección del Consumidor, ante la denuncia
del consumidor, con Resolución Final Nº 883-2002-CPC, del 13/11/2002,
precisó que:
“En este sentido, correspondería analizar si todas las conductas
señaladas anteriormente pudieron causar el hurto del dinero del señor
Gutiérrez o, si por el contrario, alguna de ellas debe ser considerada
como una condición y no como una causa. Así, es menester señalar
que las conductas tanto del denunciante como de la cajera del Banco
deben ser consideradas como condiciones y no como causas del efecto,
en la medida que facilitaron el acto delictivo pero no lo causaron;
mientras que la conducta del Banco sí debe ser considerada como
la causa adecuada y directa, dado que al infringir el deber legal de
adoptar determinadas medidas de seguridad, permitió que
terceras personas tuvieran acceso a la zona de las ventanillas del
Banco y que hurtaran el dinero del denunciante.
Por lo tanto, habiendo quedado acreditado que el Banco incumplió la
obligación legal que tenía de adoptar determinadas medidas de
seguridad, y en tanto ha quedado acreditado que dicho hecho posibilitó
que terceras personas se apropiaran del dinero del denunciante, la
Comisión considera que el Banco no brindó un servicio idóneo al
señor Gutiérrez, correspondiendo declarar fundado este extremo de la
denuncia por infracción al artículo 8 de la Ley de Protección al
Consumidor” (el resaltado es mío).
Hay quien ha criticado la aplicación de la teoría de la causalidad
adecuada en materia de incumplimiento de las obligaciones, calificándola
de “arbitraria”(60). Desde esa posición sólo cabría emplear un solo concepto
de causalidad a la responsabilidad civil extracontractual y aquella derivada
del incumplimiento de las obligaciones. Sin embargo, no explica cómo se
podía utilizar la causalidad próxima en este caso concreto. Observo que
además, se confunde la causalidad jurídica con la de hecho cuando se
pretende justificar la diferencia entre ambos regímenes basándose en el
criterio de la previsibilidad. Para concluir: en materia contractual no se debe
limitar el análisis sólo a la causa próxima e, incluso, no se debe
circunscribirse a emplear sólo la causa adecuada en ambos regímenes, sino
aquella teoría causal que sea idónea al caso concreto.
VII
I. CONCLUSIONES
a) El actual Código Civil peruano de 1984 si bien es el resultado de
los aportes de insignes juristas, encuentra ciertas dificultades a
nivel de interpretación sistemática, por cuanto cada libro es
tributario de modelos jurídicos que no siempre son coincidentes.
Es el caso del Libro V, de Las Obligaciones, que tiene una
marcada influencia de la versión original de Code civile francés
(para muestra, basta decir que el Código Civil peruano mantiene el
principio de mutabilidad parcial de la cláusula penal) y el Libro
VII, Fuentes de las Obligaciones, que ha recogido en sustancia el
Codice civile italiano de 1942.
b) El artículo 1398 del Código Civil peruano, siguiendo al artículo
1341 del Código Civil italiano de 1942, regula a las cláusulas
vejatorias. Este dispositivo se aplica tanto para los contratos de
adhesión como para las cláusulas generales de contratación no
aprobados administrativamente.
c) También el artículo 49.1 del Código de Protección y Defensa del
Consumidor, Ley Nº 29571, del 02/09/2010 define a las cláusulas
abusivas. Siguiendo el modelo de la Directiva Comunitaria Nº
93/13/CEE, el Código de Protección y Defensa del Consumidor se
alinea dentro de los países que asimilan una tutela (que a su vez,
se inspira en el modelo jurídico alemán) basada en una lista negra
y en una lista gris. La lista negra (art. 50) contiene un elenco de
cláusulas que están afectas de ineficacia absoluta y la lista gris
(art. 51) de ineficacia relativa. Esta última es un númerus apertus
(son ejemplificativas, no taxativas). Evidentemente, sólo la
autoridad judicial puede declararlas ineficaces, mientras que la
autoridad administrativa (según el art. 52.1) puede inaplicarlas.
d) Debe recalcarse que tanto el Código de Protección y Defensa del
Consumidor y la Directiva Comunitaria Nº 93/13/CEE toman de la
disciplina francesa, una tutela que sólo se centra en la relación de
consumo.
e) Debemos de partir de la premisa que el universo de la contratación
por adhesión no coincide simétricamente con la contratación
masiva con los consumidores. Pueden haber casos de contratos por
adhesión (con cláusulas vejatorias) en la cuales el adherente no es
un consumidor. Es el caso de la contratación que haría un banco
para representar sus valores en anotaciones en cuenta con una
empresa que ofrece este servicio.
f) El principio de la buena fe, si bien no ha sido acogido en el
Título Preliminar del Código Civil peruano, como lo ha hecho el
homólogo español (con la reforma de 1973), es invocado en no
pocos artículos. Siguiendo las tres vías de concreción del principio
de la buena fe, lo encontramos:
i. En el Libro de Acto Jurídico, en el artículo 168 del CC, como un
canon o criterio hermenéutico.
ii. En el Libro de Fuentes de Obligaciones, en el artículo 1362 del
CC, como un criterio de conducta conforme al cual deben ser
cumplidas las obligaciones.
iii. Como un canon o criterio al que debe someterse el ejercicio de los
derechos subjetivos. Un límite de estos derechos es la prohibición
del abuso de derecho, invocado en el artículo II del Título
Preliminar, el cual debe ser interpretado sistemáticamente, con el
artículo 1971.1 del CC (ubicado en la Sección de Responsabilidad
Extracontractual), el cual establece que no hay responsabilidad en
“en el ejercicio regular de un derecho”.
g) El principio de la buena fe también es reconocido en el artículo
V.5 del Título Preliminar de la Ley Nº 29571, Código de
Protección y Defensa del Consumidor.
h) Si bien el principio de buena fe es frecuentemente empleado por
jueces y árbitros en la interpretación de los actos jurídicos, no es
extraña la invocación de sus derivaciones, como es el caso de los
actos propios o de la apariencia.
i) En materia de responsabilidad civil, el Código Civil peruano
adopta un sistema binario: tenemos regulada la responsabilidad
contractual en el Libro VI, Las Obligaciones, Sección Segunda,
Efectos de las Obligaciones. Título IX, Inejecución de las
Obligaciones, y la responsabilidad extra-contractual, en el Libro
VII, Fuentes de las Obligaciones, Sección Sexta.
j) Sin embargo, tanto la doctrina como la jurisprudencia peruanas
están encaminadas hacia una interpretación sistemática de ambos
regímenes.
k) La jurisprudencia nacional, en materia de responsabilidad civil por
mala praxis médica está admitiendo el derecho de opción: en ello
encontramos un aspecto positivo, por cuanto ello es una muestra
que el operador jurídico está ampliando sus horizontes
interpretativos. Sin embargo, no se está reconociendo el derecho
de opción en un supuesto adecuado: la responsabilidad médica
(salvo, en mi opinión, en el caso de la mala praxis derivada de la
atención en emergencia) es un típico supuesto de responsabilidad
contractual.
l) Lamentablemente, los jueces peruanos ven zonas grises (vale
decir, cuando dentro de una relación jurídica obligatoria, se
produce un daño que exhorbita los derechos y deberes inherentes a
dicha relación y por ende, también se configura un supuesto de
responsabilidad extracontractual) en supuestos donde no se
configuran.
m) Independientemente del problema de las “zonas grises”, los
modelos jurídicos tienden hacia la unificación: piénsese en el caso
de la responsabilidad civil por productos defectuosos. Si
observamos con atención, el artículo 101 de la Ley Nº 29571,
Código de Protección y Defensa del Consumidor, del 01/09/2010,
supera la distinción entre la responsabilidad civil contractual y la
extracontractual al establecer que la responsabilidad civil de los
proveedores es solidaria (téngase en cuenta que el proveedor
puede ser tanto el que vende el producto como el que lo fabrica).
n) Dentro de la actual sistemática del Código Civil peruano, la
categoría de daño extrapatrimonial o subjetivo (concebido como
daño no patrimonial a los sujetos de derecho) comprende, en
materia extracontractual, el daño a la persona (art. 1985 c.c.),
entendido como la lesión a los derechos existenciales o no
patrimoniales de las personas y al daño moral (art. 1984 c.c.),
definido como “el ansia, la angustia, los sufrimientos físicos o
psíquicos, etc.”, padecidos por la víctima, que tienen el carácter de
“efímeros y no duraderos”. Esta diferenciación ha sido tenida en
cuenta en el Anteproyecto del Código Civil y Comercial de la
República Argentina del año 2012.
o) En materia de inejecución de las obligaciones, se cuenta con el
artículo 1322 del CC, el cual reconoce que: “El daño moral,
cuando él se hubiera irrogado, también es susceptible de
resarcimiento”. Como puede observarse, en este numeral sólo se
reconoce expresamente el daño moral y no el daño a la
persona. Esta aparente contradicción se resuelve con una
interpretación a simili y sistemática de los artículos 1322 y 1985
del CC. Adicionalmente a ello, sostener que sólo cabe el daño a la
persona en la responsabilidad extracontractual y no en la
contractual, afecta manifiestamente el principio de la igualdad
entre los dañados, principio que está consagrado (si bien como
derecho) en el artículo 2.2 de la Constitución Política del Perú de
1993.
p) En materia de causalidad, si se hace una interpretación literal de
los textos, se puede afirmar que en materia de responsabilidad
civil extracontractual o aquiliana se acoge la teoría de la causa
adecuada (art. 1985 del CC) y en inejecución de las obligaciones
se asume la teoría de la causa próxima (art. 1321 del CC, segundo
párrafo, inspirado en el art. 1223 del CC italiano, el cual recoge lo
contenido en el art. 1151 del Code y, de alguna manera, en el art.
100 del proyecto franco-italiano del código de obligaciones y
contratos de 1927).
q) Sin embargo, la doctrina nacional y la jurisprudencia
administrativa de tutela del consumidor, llegan a una
interpretación sistemática de ambos textos y es posible aplicar la
causalidad adecuada, incluso en supuestos de responsabilidad
contractual.
r) En materia de reparación del daño derivada de responsabilidad
civil contractual, el Code civil en sus artículos 1150 y 1151,
establece topes. Este modelo ha sido seguido por el Código Civil
argentino vigente (arts. 519 a 522) y el Código civil peruano en su
artículo 1321. Urge una interpretación inspirada en el principio de
reparación integral del daño.
s) Apartándose de lo establecido en los modelos argentino, francés y
peruano, el Anteproyecto del Código Civil y Comercial de la
República Argentina del año 2012 y el Código Civil Comercial
de la República Argentina de 2014 asimilan el modelo de la
reparación plena tanto a nivel contractual como extracontractual.
t) No puedo más que estar de acuerdo: tanto en responsabilidad por
incumplimiento de las obligaciones como en aquella
extracontractual, el principio que debe primar es el de reparación
integral de la víctima. El establecer límites (daño previsible para
la responsabilidad por culpa leve; daño que sea consecuencia
inmediata y directa, para la responsabilidad por dolo o culpa
inexcusable) es aún un rezago de la percepción de la
responsabilidad civil en función del dañante y no del dañado.
(1)(*) Profesor de Derecho Civil en las facultades de Derecho de la Universidad Nacional Mayor de
San Marcos y de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Académico correspondiente de la
Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales de Córdoba.
Para un detalle de los miembros y asesores que integraron la Comisión Reformadora desde 1965
hasta 1979, ver VIDAL RAMÍREZ, Fernando. El Derecho Civil en sus conceptos
fundamentales. Gaceta Jurídica, Lima, 1992, pp. 93-98.
(2) Como se sabe, tanto el artículo 1152 como el 1231 se reforman por la Ley Nº 597, del
09/07/1975, de reforma de la disciplina del Code civil en materia de cláusula penal, (regulando
la posibilidad que el juez aumente la penalidad, cuando esta sea diminuta) y la Ley Nº 1097, del
11/10/1985, que establece limitadamente la posibilidad que el juez intervenga de oficio. La
reforma del 75 “ha sido, no en su adopción formal, sino en su inspiración sustancial, una
adecuación normativa (casi una interpretación auténtica) de la elaboración histórico-doctrinal y
del trabajo aplicativo-judicial que ha caracterizado constantemente la cultura jurídica francesa”
(Silvio MAZZARESE, Clausola penale Artt. 1382-1384, Il Codice Civile. Commentario,
dirigido por Piero SCHLESINGER, Giuffrè, Milano, 1999, p. 103).
(3) Artículo 1398: “En los contratos celebrados por adhesión y en las cláusulas generales de
contratación no aprobadas administrativamente, no son válidas las estipulaciones que
establezcan en favor de quien las ha redactado, exoneraciones o limitaciones de
responsabilidad; facultades de suspender la ejecución del contrato, de rescindirlo o de
resolverlo; de prohibir a la otra parte el derecho de oponer excepciones o de prorrogar o de
renovar tácitamente el contrato”.
(4) Los cuales son definidos como “una manera de contratar en la cual, sin perderse la autonomía
privada manifestada por la libertad de conclusión del contrato, la determinación de las
condiciones del mismo es hecha unilateral y exclusivamente por una de las partes y plasmada en
su oferta, para que la otra parte, o sea el destinatario, decida a su solo criterio contratar o no en
tales condiciones. En el primer caso, aceptará la oferta; en el segundo, la rechazará” (DE LA
PUENTE Y LAVALLE. “El contrato en general. Comentarios a la Sección Primera del Libro
VII del Código Civil”. En: Biblioteca para leer el Código Civil, Vol. XI, Primera Parte, Tomo
III, 3ª Edición, PUCP, Fondo Editorial, Lima, 1996, p. 26).
(5) Definidas por el artículo 1392 del CC como “aquellas redactadas previa y unilateralmente por una
persona o entidad, en forma general y abstracta, con el objeto de fijar el contenido normativo de
una serie indefinida de futuros contratos particulares, con elementos propios de ellos”. Sostiene
que se trata de fenómenos muy similares BULLARD GONZÁLEZ, cuando afirma que “resulta
difícil imaginar un ejemplo en el que, la adhesión no se dé a cláusulas generales. Por el
contrario, el fenómeno de las cláusulas generales resulta teniendo un espectro de cobertura más
amplio, permitiendo que la ‘adhesión’ se produzca no a la integridad del contenido contractual,
sino a algunas condiciones particulares” (“Contratación en masa ¿Contratación?”. En: Thémis,
Segunda Época, Nº 15, Lima, 1989, p. 54).
(6) DE LA PUENTE Y LAVALLE. Ob. cit., p. 202.
(7) El texto original consideraba como vejatoria la estipulación de fijar cláusulas compromisorias y
sometimiento a arbitraje. Este ha sido derogado por la Primera Disposición Modificatoria del
Código Procesal Civil. Esta supresión ha sido criticada, por cuanto “si el sometimiento a
arbitraje resulta de una manifestación libre, reflexiva y consciente, en el marco de un equilibrio
negocial de las partes, no hay ningún inconveniente. Empero no puede descartarse la imposición
de esta vía, en el caso de las CGC, para beneficio del predisponente, quien estará en aptitud de
definir el tipo de arbitraje, el lugar en que se desarrollará y aún el procedimiento al que estará
sometido” (CÁRDENAS QUIRÓS. “Las cláusulas generales de contratación y el control de las
cláusulas abusivas”. En: Ius et Veritas, Nº 13, Lima, 1996, p. 24).
(8) Cfr. ESPINOZA ESPINOZA, Juan. “Las cláusulas vejatorias en los contratos estipulados
unilateralmente”. En: Thémis, Revista de Derecho, Segunda Época, Nº 38, 1998.
(9) En Francia regía la Ley Nº 78-23, del 10/01/1978. En 1993 se reformó esta ley por el Code de la
Consommation, aprobado por Ley Nº 93-949, del 26/07/1993; pero como se advierte “esta
ocasión no sirvió de punto de partida para la unificación de estas dos leyes, por lo que los
artículos relativos a las cláusulas abusivas en los contratos de consumo de la Ley Nº 78-23
fueron incorporados sin modificaciones a los artículos L. 132-1 hasta 134-1 del Code de la
Consommation” (LOZANO BLAS, Giancarlos. “Las cláusulas abusivas en los contratos
celebrados con consumidores. Análisis del régimen europeo y su futura adaptación en el
ordenamiento jurídico peruano. En: Actualidad Jurídica. Nº 134, Gaceta Jurídica, Lima, enero,
2005, p. 289). Posteriormente se promulga la Ley Nº 95-96, del 01/02/1995, a efectos de
adecuarse a la Directiva Comunitaria 93/13/CEE del 05/04/1993 y se modifica así el Code de la
Consommation. Ello ha llevado a decir que, en esta materia, se ha producido en Francia una
mélange législaltif.
(10) Como pone en evidencia, LLOVERAS DE RESK, María Emilia. Tratado teórico-práctico de
las nulidades. Reimpresión, Depalma, Buenos Aires, 1991, p. 4.
(11) ESPINOZA ESPINOZA, Juan. Acto Jurídico Negocial. Análisis doctrinario, legislativo y
jurisprudencial, Editorial Rhodas, Lima, 2012, p. 475 y ss.
(12) GHESTIN, Jacques e MARCHESSAUX, Isabelle. “L’applicazione in Francia della direttiva
rivolta ad eliminare le clausole abusive”. En: Le clausole abusive nei contratti stipulati con i
consumatori. L’attuazione della direttiva comunitaria del 5 aprile 1993, a cura de BIANCA,
Massimo y ALPA, Guido. CEDAM, Padova, 1996, p. 92.
(13) DÍEZ-PICAZO, Luis. Fundamentos del Derecho Civil Patrimonial, I, Introducción, Teoría del
Contrato, 5ª edición, Civitas, Madrid, 1996, p. 50. Aunque refiriéndose al régimen jurídico de
las relaciones de carácter patrimonial.
(14) El cual establece: “El acto jurídico debe ser interpretado de acuerdo con lo que se haya
expresado en él y según el principio de la buena fe”.
(15) CRISCUOLI, Giovanni. Il contratto. Itinerari normativi e riscontri giurisprudenziali.
Reimpresión actualizada, CEDAM, Padova, 1996, 339.
(16) Que norma: “Los contratos deben negociarse, celebrarse y ejecutarse según las reglas de la
buena fe y común intención de las partes”.
(17) ROPPO, Vincenzo. Il contratto. Giuffrè, Milano, 2001, 497. Es importante tenerse en cuenta, en
materia contractual, que la “reafirmación de la buena fe como principio de integración del
contenido del contrato, que extiende sus alcances a todo el iter contractual (comprensivo de los
periodos precontractual, contractual propiamente dicho e –incluso– postcontractual), fue posible
gracias a la labor de reconstrucción de nuestra tradición jurídica (que condujo a una ‘nueva
transfusión’ del Derecho Romano) y de armonización con las demás Codificaciones
latinoamericanas llevada a cabo pacientemente por la doctrina y la jurisprudencia” de países
como Argentina y Brasil (Así, ESBORRAZ, David Fabio. Contrato y Sistema en América
Latina, Centro di Studi Giuridici Latinoamericani - Università di Roma “Tor Vergata”/CNR,
Rubinzal-Culzoni, Buenos Aires, 2006, 136).
(18) El cual regula que: “La ley no ampara el ejercicio ni la omisión abusivos de un derecho. Al
demandar indemnización u otra pretensión, el interesado puede solicitar las medidas cautelares
apropiadas para evitar o suprimir provisionalmente el abuso”.
(19) DÍEZ-PICAZO, Luis. Ob. cit., p. 51.
(20) LOPEZ MESA, Marcelo. La doctrina de los actos propios en la jurisprudencia. La utilidad de
las normas abiertas, el ocaso del legalismo estricto y la nueva dimensión del juez. Depalma,
Buenos Aires, 1997, p. 192.
(21) En el Código Civil de 1852 dentro del Libro tercero, de las Obligaciones y Contratos, Sección
primera, Título Cuarto, De los efectos de los contratos, estaba regulada la responsabilidad
contractual y en la Sección Séptima, de las obligaciones que nacen del consentimiento presunto,
Título tercero, De las obligaciones que nacen de los delitos o de cuasidelitos, se trató la
responsabilidad extracontractual.
En el Código Civil de 1936, en el Libro Quinto, del Derecho de las Obligaciones, Sección Primera,
de los actos jurídicos, Título IX, de los actos ilícitos, se reguló a la responsabilidad
extracontractual y en la Sección Tercera, De los efectos de las obligaciones, Título IX, De la
inejecución de las obligaciones, se prescribió sobre responsabilidad contractual.
(22) ESPINOZA ESPINOZA, Juan. “Reflexiones en torno a la unificación de los regímenes de la
responsabilidad civil contractual y extracontractual”. En: Revista de Derecho y Ciencias
Políticas. Vol. 48, Lima, Años 1990-1991, p. 166. También en Revista del Foro, Año LXXIX,
Nº 2, Lima, julio-diciembre, 1991, p. 234.
(23) ARIAS-SCHREIBER PEZET, Max. Luces y sombras del Código Civil. Tomo II, Studium,
Lima, 1991, 173, quien afirma que “ambas responsabilidades tienen la misma naturaleza” (cit.).
En este mismo sentido, FERNÁNDEZ SESSAREGO, Carlos, quien advierte “un movimiento
creciente que tiende a unificar las diversas acepciones de responsabilidad civil por daños,
superando en este sentido la tradicional distinción entre daño contractual y daño
extracontractual, por cuanto no es relevante para el resarcimiento” (Un Nuovo modo di fare
Diritto, traducción a cura de CABELLA PISU, Luciana y ESPINOZA ESPINOZA, Juan. En: Il
Diritto dei Nuovi Mondi. CEDAM, Padova, 1994, p. 270) y VIDAL RAMÍREZ, Fernando
“nosotros tomamos partido por la unidad de la responsabilidad civil y creemos que debe ser
estudiada en un plano único y que las reformas en la codificación civil se orienten en ese
sentido. Las diferencias existentes en los dos aspectos con los que es tratada por la actual
codificación civil no son, a nuestro juicio, fundamentales. La responsabilidad civil, contractual
o extracontractual, se funda en acciones y en omisiones, porque tanto la una como la otra
resultan de la violación de obligaciones de hacer o de dar, o de obligaciones de no hacer. No
debe perderse de vista que ambas especies de responsabilidad son el resultado de la violación
del deber jurídico del neminen laedere” (La responsabilidad civil, en Derecho. Nº 54, PUCP,
Lima, diciembre 2001, p. 399). Este último autor, precursoramente, afirmó que “no obstante, se
debe reconocer que cualesquiera que sean las diferencias existentes entre las normas que rigen
la responsabilidad contractual (sic), la responsabilidad civil debe y puede conservar su unidad,
pese a que su estudio, así planteado, nos lleve a la consideración de que la responsabilidad
contractual es un efecto de las obligaciones contractuales, mientras que la responsabilidad
extracontractual constituye una fuente de obligaciones sin vínculo previo entre la persona que
debe reparar el daño y la que a cuyo favor debe otorgarse la reparación” (Consideraciones
Preliminares al Estudio de la Responsabilidad Civil Extracontractual. En: Thémis. Nº 6, Año 4,
PUCP, Lima, Primer Semestre de 1968, p. 36).
(24) FERNÁNDEZ CRUZ, Gastón. “Los supuestos dogmáticos de la responsabilidad contractual: la
división de sistemas y la previsibilidad”. En: Scribas, Año I, Nº 2, INDEJ, Arequipa, 1996, p.
74. En este mismo sentido, SEMINARIO STULPA, Eduardo, quien afirma que “el tratamiento
unitario de la materia no sólo se justifica por razones de orden práctico sino fundamentalmente
de orden conceptual” (en “Responsabilidad civil: breves comentarios acerca de la propuesta de
enmienda”. En: Diez Años. Código Civil peruano. Tomo II, Universidad de Lima, WG Editores,
1995, p. 333; VEGA MERE, Yuri, quien sostiene que “quizá la más importante de las razones
que abogan por un pronto cambio se encuentra en el injustificado mantenimiento de las
diferencias que favorecen un tratamiento de compartimientos estancos, pese a que, en cualquier
caso, la puesta en escena de la responsabilidad civil –cualquiera sea su origen– proviene de la
necesidad de reparar un daño injustamente sufrido” (“La reforma de la responsabilidad civil en
el Derecho Peruano. El Proyecto de Código Civil Argentino como fuente ineludible de
consulta”. En: Revista de Responsabilidad Civil y Seguros. Año 1, Nº 6, La Ley, Buenos Aires,
1999, pp. 2-3); SOTOMARINO CÁCERES, Roxana, afirma “la necesidad y la posibilidad de
tratar los temas del fenómeno resarcitorio bajo un criterio de unificación de la responsabilidad
civil, lo que, además, aportaría simplicidad y uniformidad al análisis” (Responsabilidad civil
por productos defectuosos. ARA Editores, Lima, 2007, p. 60); sostiene que el principio iura
novit curia posibilita la compatibilización judicial de ambos regímenes de responsabilidad “a
fin de evitar sentencias inhibitorias y nuevas demandas, y a efecto de resolver definitivamente el
conflicto de intereses”, CARREÓN ROMERO, Francisco, con la colaboración de
TORREBLANCA GONZÁLES, Luis Giancarlo. Responsabilidad civil contractual y
extracontractual: hacia la unificación del sistema, en Homenaje a Fernando de Trazegnies
Granda. Tomo II, Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima, 2009,
p. 458.
En sentido contrario, DE TRAZEGNIES GRANDA, Fernando, cuando separa ambos
regímenes “si se quiere seguir de cerca y entender el verdadero proceso psicológico y lógico de
juzgamiento. La identificación global de los dos tipos de responsabilidad oscurece estas
diferencias en el entorno conceptual y en el état d’ésprit del juez y no permite aprehender la
naturaleza profunda e íntima de cada una de estas situaciones” (La responsabilidad
extracontractual, Vol. IV, Tomo II, PUCP, Lima, 1988, pp. 451-452). También LEÓN
HILARIO, Leysser. Weak legal culture & legal transplants unificación de la responsabilidad
civil y otras importaciones de los años noventa; MORALES HERVIAS, Rómulo. La
responsabilidad en la norma jurídica privatística a propósito de la responsabilidad por
incumplimiento de obligaciones y de la responsabilidad civil (aquiliana o extracontractual),
ambos en Responsabilidad Civil. Nuevas tendencias, unificación y reforma. Veinte años
después, dirigido por ESPINOZA ESPINOZA, Juan. Palestra, Lima, 2005; ESCOBAR
ROZAS, Freddy y VELARDE, Luis Miguel. Alegato en contra de la unificación de los
regímenes de responsabilidad civil, Revista Latinoamericana de Responsabilidad Civil. Nº 1,
Bogotá, 2011. Sobre esta posición, se advierte que: “lo importante de destacar como
consecuencia del reconocimiento de una unidad ontológica conceptual y funcional de la
responsabilidad civil toda –contra lo que muchos piensan– no es necesariamente el de justificar
la existencia de un único sistema de responsabilidad civil (esta es una consecuencia extrema y –
admitámoslo– debatible), desde que pueden existir criterios que, desde un punto de vista
práctico, determinen la utilidad de mantener ciertas diferencias.
Pero el reconocimiento de una unidad ontológica conceptual permitirá siempre, cuando menos,
justificar (…) la aplicación extensiva o analógica de las disposiciones de un régimen a otro, en
lo que no se oponga a la naturaleza especial de cada sistema; y esto, no es ni una falacia, ni una
quimera” (FERNÁNDEZ CRUZ, Gastón. De la culpa ética a la responsabilidad subjetiva: ¿el
mito de Sísifo? (Panorámica del concepto y del rol de la culpa en el Derecho Continental y en el
Código Civil Peruano). En: Thémis, Segunda Época. Nº 50, Lima, agosto 2005, pp. 254-255).
(25) Solo por citar dos casos: Resolución del 17/02/2000, de la Sala Civil Transitoria de la Corte
Suprema de Lima (Cas. Nº 344-2000-Lima), por un caso de mal servicio por cambio de aceite y
Resolución número cuarenta, del 01/10/2003, de la Segunda Sala Especializada en lo Civil de
Piura, porque un banco hizo figurar como deudor a un cliente que ya había pagado su deuda.
(26) BRUN, Philippe. Responsabilité civile extracontractuelle. Segunda edición, Lexis Nexis-Litec,
París, 2009, p. 56.
(27) VINEY, Geneviève. Introduction à la Responsabilité. Librairie Générale de Droit et de
Jurisprudence, 3a. Edición, París, 2008, p. 669.
(28) VINEY, Geneviève. Ob. cit., p. 670.
(29) Anteproyecto del Código Civil y Comercial de la República Argentina. Fundamentos, 2012, 232.
(30) BRUN, Philippe. Ob. cit., p. 114.
(31) DE MATTEIS, Raffaella. Danno biologico e patrimonialità della lesione: due sentenze a
confronto, Separata de Giurisprudenza italiana. Disp. 10ª, Parte I, Sez. 1ª, UTET, Torino, 1985.
Así, la autora sostiene que “el daño-evento alude a la lesión del interés, mientras la otra
acepción identificada con las consecuencias dañosas, es decir, con el daño emergente y el lucro
cesante, es aquella respecto a la cual está encaminado el discurso clasificatorio de los efectos
patrimoniales” (Ob. cit., p. 38).
(32) VISINTINI, Giovanna. “Il danno ingiusto”. En: La civilistica italiana dagli anni ‘50 ad oggi tra
crisi dogmatica e riforme legislative, CEDAM, Padova, 1991, p. 707.
(33) BUSNELLI, Francesco. Il danno biologico. Dal “diritto vivente” al “diritto vigente”,
Giappichelli, Torino, 2001, p. 21.
(34) BIANCA, Massimo. Diritto Civile, 5, La Responsabilità, Giuffrè, Milano, 1994, p. 116.
(35) BIANCA, Massimo. Ob. cit., p. 120.
(36) FERNÁNDEZ SESSAREGO, Carlos. Derecho de las Personas. Exposición de motivos y
comentarios al Libro Primero del Código Civil Peruano. Librería Studium Editores, Lima,
1986, p. 67.
(37) Así, la Corte Constitucional italiana, con resolución del 14.07.86, Nº 184, en: Giurisprudenza di
Diritto Privato, anotada por Guido ALPA, vol. I, Giappichelli, Torino, 1991, p. 5.
(38) Como hace ver, del análisis de la jurisprudencia italiana, ARRIGO, Tommaso. “Il furto della
moto nuova”. En: Dalla disgrazia al danno, a cura de Alexandra BRAUN, Giuffrè, Milano,
2002, p. 576.
(39) Como hace ver ARRIGO, Tommaso. Ob. cit.
(40) OSTERLING PARODI, Felipe con la colaboración de CÁRDENAS QUIRÓS, Carlos.
“Exposición de Motivos y Comentarios al Libro VI del Código Civil (Las Obligaciones)”. En:
COMISIÓN ENCARGADA DEL ESTUDIO Y REVISIÓN EL CÓDIGO CIVIL, Código Civil.
V, Exposición de Motivos y Comentarios, compilado por REVOREDO DE DEBAKEY, Delia
s/e, Lima, 1985, p. 449. En este mismo sentido, quien suscribe “la tendencia a considerar el
daño moral como categoría opuesta al daño material (y en modo alguno relacionado con la
moralidad), esto es, entendiéndolo en su más amplia dimensión conceptual, lo cual incluye el
tradicional pretium doloris y todas las posibilidades no patrimoniales que tiene el sujeto para
realizar en plenitud su vida de relación y proyecto de vida” (JIMÉNEZ VARGAS-MACHUCA,
Roxana. “Los daños inmateriales: una aproximación a su problemática”. En: Thémis, Segunda
Época. Nº 50, Lima, agosto 2005, p. 277).
(41) FERNÁNDEZ SESSAREGO, Carlos. Ob. cit., p. 213.
(42) CÁRDENAS QUIRÓS, Carlos. “Apuntes sobre el denominado Daño a la Persona, en Código
Civil del Perú de 1984”. En: Aequitas, Revista de Derecho y Ciencia Política, Año 1, Nº 1,
Lima, 1989, p. 78.
(43) LEON BARANDIARAN, José. “Exposición de Motivos y Comentarios. Responsabilidad
Extracontractual”. En: Código Civil. VI, Exposición de Motivos y Comentarios, COMISIÓN
ENCARGADA DEL ESTUDIO Y REVISIÓN DEL CÓDIGO CIVIL, compilada por
REVOREDO DE DEBAKEY, Delia. Okura Editores, Lima, 1985, p. 807.
(44) DE TRAZEGNIES GRANDA, Fernando. La responsabilidad extracontractual. Ob. cit., p. 107,
quien sostiene que “el daño a la persona no es sino una subespecie del daño moral” (cit.). En
este sentido, LEÓN HILARIO, Leysser. La responsabilidad civil. Líneas fundamentales y
nuevas perspectivas. Editora Normas Legales, Trujillo, 2004, p. 290.
(45) PAZOS HAYASHIDA, Javier. “Indemnización del daño moral”, Comentario al artículo 1322 del
CC. En: Código Civil Comentado. Tomo VI, Derecho de Obligaciones, Gaceta Jurídica, Lima,
2004, p. 926.
(46) CASTRONOVO, Carlo. Danno biologico. Un itinerario di diritto giurisprudenziale. Giuffrè,
1998, p. 151.
(47) Ibídem, pp. 151-152.
(48) SCOGNAMIGLIO, Renato. Ob. cit.
(49) FRANZONI, Massimo. Fatti Illeciti. Zanichelli- Il Foro Italiano, Bologna-Roma, 1993, p. 86.
(50) TRIMARCHI, Pietro. Causalità e danno. Giuffrè, Milano, 1967, p. 20. En este sentido, DE
CUPIS, Adriano. Ob. cit., p. 260.
(51) SCOGNAMIGLIO, Renato y SCOGNAMIGLIO, Renato voz. Responsabilità contrattuale ed
extracontrattuale, Novísimo Digesto Italiano. XV, UTET, Torino, 1968, p. 651.
(52) VISINTINI, Giovanna. Trattato breve della responsabilità civile. CEDAM, Padova, 1996, ahora
en español, en Tratado de la responsabilidad civil, traducido por Aída Kemelmajer De Carlucci,
con la colaboración de ATIENZA NAVARRO, María Luisa; BOSSIO, Paz; ESPINOZA
ESPINOZA, Juan; LONGHIN, Fabricio y WOOLCOTT OYAGÜE, Olenka. Tomo 2, Astrea,
Buenos Aires, 1999, p. 208. En este mismo sentido, se afirma que “la interpretación histórica y
la ubicación sistemática del artículo 1223 c.c. demuestran, en definitiva, que el criterio de las
consecuencias inmediatas y directas, está dirigido a disciplinar el problema del quantum
respondeatur, para establecer un límite a la resarcibilidad de los perjuicios, comprendidos en
una única serie causal dañina vinculada al acto ilícito o al incumplimiento, por consiguiente, es
extraño a la disciplina del concurso de causas y a la imputación del evento dañino a su autor”
(PINORI, Alessandra. “Il criterio legislativo delle conseguenze immediate e dirette”. En:
Risarcimento del danno contrattuale ed extracontrattuale, a cura de VISINTINI, Giovanna.
Giuffrè, Milano, 1999, p. 78).
(53) Casación Nº 4186, del 23/04/1998, en Responsabilità civile e previdenza, con Nota de
PELLECCHIA, Enza. Giuffrè, Milano, 1998, p. 1409.
(54) SALVI, Cesare. La Responsabilità Civile. Giuffrè, Milano, 1998, p. 171.
(55) Esta posición también es seguida por CASTRO TRIGOSO, Nelwin. “La poca fortuna de la
responsabilidad solidaria y la causalidad. A propósito de una sentencia”. En: Diálogo con la
Jurisprudencia, Año 10/Nº 79, Gaceta Jurídica, Lima, abril 2005, p. 131.
(56) FRANZONI, Massimo. Ob. cit., p. 89.
(57) SALVI, Cesare. Ob. cit., p. 172.
(58) Ibídem, p. 174.
(59) WOOLCOTT OYAGUE, Olenka. La responsabilidad civil de los profesionales, ARA, Lima,
2002, p. 553.
(60) Así, “pensamos que la responsabilidad por incumplimiento de obligaciones busca la
realizabilidad de la función económico-individual del contrato mediante la distribución de los
riesgos previsibles por las propias partes en caso de incumplimiento de obligaciones. Lo
imprevisible será materia de responsabilidad civil (extracontractual o aquiliana). En este
sentido, la teoría de la relación de la causa próxima se adapta mejor a la programación de las
partes mediante el contrato.
Por consiguiente, es arbitrario aplicar un solo concepto de relación de causalidad a la
responsabilidad por incumplimiento de las obligaciones y a la responsabilidad civil
(extracontractual o aquiliana)” (MORALES HERVIAS, Rómulo. “La responsabilidad en la
norma jurídica privatística a propósito de la responsabilidad por incumplimiento de
obligaciones y de la responsabilidad civil (aquiliana o extracontractual)”. En: Responsabilidad
Civil. Nuevas tendencias, unificación y reforma. Veinte años después, edición bajo la dirección
de ESPINOZA ESPINOZA, Juan. Palestra, Lima, 2005, p. 344).
(61) Artículo 1150: El deudor sólo estará obligado al pago de daños e intereses previstos o que
hubieran podido ser previstos en el momento del contrato, cuando en el incumplimiento de la
obligación no existiera dolo por su parte.
(62) Artículo 1151: En caso de que el incumplimiento de lo acordado resulte del dolo del deudor, los
daños y perjuicios sólo deberán comprender con relación a la pérdida que hubiera sufrido el
acreedor y la ganancia de la que hubiera sido privado, las que se hubieran producido como
consecuencia inmediata y directa del incumplimiento del acuerdo.
(63) Así: Artículo 519. Se llaman daños e intereses el valor de la pérdida que haya sufrido, y el de la
utilidad que haya dejado de percibir el acreedor de la obligación, por la inejecución de ésta a
debido tiempo.
Artículo 520. En el resarcimiento de los daños e intereses sólo se comprenderán los que fueren
consecuencia inmediata y necesaria de la falta de cumplimiento de la obligación.
Artículo 521. Si la inejecución de la obligación fuese maliciosa los daños e intereses
comprenderán también las consecuencias mediatas.
En este caso, no será aplicable el tope porcentual previsto en el último párrafo del artículo 505.
(Párrafo incorporado por artículo 2 de la Ley N° 24.432 B.O. 10/1/1995).
(Artículo sustituido por artículo 1 de la Ley N° 17.711 B.O. 26/4/1968. Vigencia: a partir del 1°
de julio de 1968).
Artículo 522. En los casos de indemnización por responsabilidad contractual el juez podrá
condenar al responsable a la reparación del agravio moral que hubiere causado, de acuerdo con
la índole del hecho generador de la responsabilidad y circunstancias del caso.
(Artículo sustituido por artículo 1 de la Ley N° 17.711 B.O. 26/4/1968. Vigencia: a partir del 1°
de julio de 1968).
(64) GNANI, Alessandro. Sistema di responsabilità e prevedibilità del danno. Giappichelli, Torino,
2008, p. 4, quien cita a MOLINEAUS, Carolus. Tratactus de eo quod interest, Venezia, 1574.
(65) Ibídem, p. 4-5.
(66) Ibídem, p. 5.
(67) Ibídem, p. 6.
(68) POTHIER, Robert Joseph. Traité des Obligations. Bruxelles, 1831, n. 160, citado por GNANI,
Alessandro. Ob. cit., p. 8.
(69) GNANI, Alessandro. Ob. cit., p. 8.
(70) Ibídem, p. 11.
(71) Ibídem, p. 12.
(72) P. A. FENET. Recueil Complet des Travaux Préparatoires du Code Civil, Tomo 13, Paris, 1827,
p. 56.
(73) POTHIER, Robert-Joseph. Traité des Obligations. Nueva Edición, por BERNARDI, Tomo I,
Letellier, Paris, 1805, pp. 106-107.
(74) GNANI, Alessandro. Ob. cit., pp. 16-17.
(75) MAZEAUD, Henri y Léon. Traité théorique et pratique de la responsabilité civile délictuelle et
contractuelle, III, París, 1934, p. 406, citados por GNANI, Alessandro. Ob. cit., p. 13.
(76) MAZEAUD, Henri y Léon. Ob. cit.
I. INTRODUCCIÓN
1. Mora del acreedor. Concepto
En la vida de la relación jurídica obligatoria, desde su nacimiento hasta
su completa extinción, pueden presentarse una serie de alternativas, en las
cuales se haga menester que acreedor y deudor –antes de que se llegue al
cumplimiento– observen conductas positivas o se abstengan de ciertos
comportamientos para facilitar que el vínculo se desenvuelva de manera
normal y culmine con el cumplimiento. Esa serie de conductas se va
eslabonando, y si uno de los sujetos niega su colaboración, dicha actitud
provocará un retardo en el cumplimiento de la prestación debida.
Cuando es el acreedor quien no cumple con su deber de cooperación,
de manera culposa, nos encontraremos frente a lo que jurídicamente se
llama mora creditoris, uno de cuyos aspectos es la mora accipiendi(1), o sea
el retraso que se produce como consecuencia de la negativa injustificada a
recibir la prestación debida(2).
2. Su tratamiento legislativo
La mora del acreedor no fue legislada de manera expresa en los
códigos americanos del siglo XIX, que solían limitarse a regular el pago por
consignación, es decir la posibilidad del deudor de liberarse cuando faltaba
la colaboración del acreedor, especialmente en casos de mora accipiendi;
recién en el siglo XX vemos aparecer en la legislación iberoamericana
normas que de manera sistemática procuran determinar cuando cae en mora
el acreedor, y cuales son los efectos de esa situación de mora creditoris(3).
Insistimos, no solamente el deudor puede caer en mora, sino también el
acreedor. Esta situación se presenta cuando obstaculiza el cumplimiento de
la obligación, sea negándose a recibir el pago de lo que se le debe, sea
omitiendo la cooperación que el deudor necesita para ejecutar su prestación.
Podemos mencionar como ejemplo de conductas exigibles al acreedor el
que debe encontrarse presente en el lugar de pago, para recibirlo; o bien, en
las obligaciones alternativas tiene que hacer la elección, cuando le
corresponda; en otros casos debe impartir las instrucciones a que ha de
sujetarse el deudor en el cumplimiento de su obligación, especialmente en
el caso de obligaciones de hacer (color de pintura a emplear en las paredes,
tono de las puertas, etc.); o, incluso, prestar su colaboración personal
posando para el artista que debe ejecutar su retrato(4).
Cuando el acreedor no presta la colaboración debida, dificulta el
cumplimiento de la prestación y la ley concede al deudor los medios legales
tendientes a obtener esa colaboración y constituir en mora al acreedor
renuente.
Esta materia, conocida por la doctrina como mora accipiendi, por
oposición a la mora del deudor, o solvendi, suele ser tratada junto con lo
relativo al pago; así lo hace Windscheid en Alemania, y Bibiloni en su
Anteproyecto de Reformas al Código Civil argentino. Nosotros pensamos
que debe tratarse junto con la mora del deudor, en la parte correspondiente a
las obligaciones en general, camino que ha seguido el nuevo Código Civil
peruano, dedicándole los artículos 1338 a 1340.
2. Códigos latinoamericanos
Durante el siglo XIX los codificadores americanos no consideraron
necesario detener su atención en la mora del acreedor sino que se limitaron
a mencionarla en normas aisladas(39).
Esto sucede no solamente en el primer Código de Bolivia que es una
mera traducción al castellano del Código Civil francés, sino también en el
Código de Chile, obra de Andrés Bello, que tanta influencia ejercitó sobre
el resto de la codificación americana de la época, pues fue adoptado en
muchos países de nuestro continente(40), entre los cuales se cuentan
Colombia, Ecuador, El Salvador y Honduras, influencia que se extendió al
primer Código de Venezuela, que data del siglo XIX.
Tampoco el Código uruguayo contiene normas específicas sobre la
mora del acreedor y la doctrina suele estudiar el problema vinculándolo con
la “oblación y consignación”(41). Esto no significa que los autores confundan
la mora del acreedor con el pago por consignación pues como bien dice
Gamarra, “la mora del acreedor (a diferencia de la oblación y
consignación), carece de efectos liberatorios”(42).
La perspectiva cambia al comenzar el siglo XX y de ello nos
ocuparemos en los próximos apartados. Sin embargo es menester destacar
que la falta de normativa provoca notorias discrepancias entre los autores
uruguayos –y lo mismo sucede en otros países– a la hora de caracterizar el
instituto, definir su concepto y establecer los efectos que esta actitud del
acreedor provoca sobre la vida de la obligación.
Hemos anticipado que al comenzar el siglo XX la visión de este
problema por el legislador americano cambia, aunque todavía encontramos
algún cuerpo legal, como el Código Federal de México de 1931, que
continúa con la óptica anterior y se reduce a vincular la mora del acreedor
con el pago por consignación. Dedicaremos los próximos apartados a
estudiar la evolución producida en el derecho de Iberoamérica.
V. CÓDIGO DE BOLIVIA
Ya hemos dicho que el primer Código de Bolivia fue apenas una
traducción al castellano del Código Civil francés. Pero ese Código ha sido
reemplazado en 1975 por un nuevo cuerpo legal, cuya gestación comienza
en 1962 con la designación de una Comisión que elaboró las “Bases y un
plan general”, para un nuevo Código Civil. Posteriormente en 1972 se
designó una nueva Comisión, integrada por Hugo Sandoval Saavedra,
Pastor Ortiz Matos, Raúl Romero Linares y Oscar Frerking Salas, para
redactar el Proyecto de Código, que fue presentado a fines de 1974,
aprobado en agosto de 1975 por decreto-ley Nº 12.700, y entró en vigencia
el 2 de abril de 1976(53).
El actual Código boliviano, dentro de la Primera Parte del Libro
Tercero, dedicada a las obligaciones en general, al tratar del cumplimiento
de las Obligaciones (Capítulo II), destina la Sección III, dividida en tres
subsecciones, a “las ofertas de pago y las consignaciones”. La primera de
esas subsecciones (arts. 327 y 328), se ocupa específicamente de “la mora
del acreedor”. En las restantes se trata de “las ofertas de pago” (subsección
II, arts. 329 y 330) y de “las consignaciones” (subsección III, arts. 331 a
338).
Las condiciones para constituir en mora al acreedor se establecen en el
artículo 327, que expresa:
“El acreedor se constituye en mora cuando sin que haya motivo
legítimo rehusa recibir el pago que se le ha ofrecido o se abstiene de
prestar la colaboración que es necesaria para que el deudor pueda
cumplir la obligación”.
La lectura de la norma pone de relieve que comprende tanto los casos
de mora accipiendi, que pueden presentarse en las obligaciones de dar,
como el resto de hipótesis en que exista falta de “colaboración”, en
cualquier tipo de obligaciones. Pero, ¿qué debe hacer el deudor para
constituir en mora a su acreedor? En la subsección II se exige, para las
obligaciones de dar, que efectúe una “oferta de pago” y se fijan las
condiciones que deben reunir esas ofertas(54). Incluso en el apartado II del
artículo 330 se menciona una hipótesis en que la oferta se haga por medio
de una intimación al acreedor para que reciba la cosa(55), pero toda esta
normativa se reduce a la forma de constituir en mora al acreedor frente a su
falta de aceptación de la cosa en las obligaciones de dar, y nada se prevé en
relación con el resto de las obligaciones.
Estimamos que este vacío deberá cubrirse interpretando de manera
extensiva la norma que establece la forma de constituir en mora al deudor y
exige para ello la intimación(56). En consecuencia, doctrina y jurisprudencia
deberán inclinarse a interpretar que la mora del acreedor, cuando no se trate
de obligaciones de dar, y no sea posible efectuar una “oferta real”, se
obtendrá “mediante intimación o requerimiento judicial u otro acto
equivalente”, pero en este caso emanado del deudor.
Los efectos de la mora del acreedor se regulan en el artículo 328:
“Cuando el acreedor está en mora, se producen los efectos siguientes:
1. Pasan a su cargo los riesgos de la cosa debida.
2. No tiene derecho a los intereses ni a los frutos que no hayan sido
percibidos por el deudor.
3. Debe resarcir los daños provenientes de la mora.
4. Soporta los gastos de custodia y conservación de la cosa debida”.
Por supuesto que a los efectos enumerados en la norma que hemos
transcripto debe agregarse que la mora del acreedor abre las puertas para
que el deudor pueda liberarse de la obligación consignando(57), aspecto que
–como ya hemos dicho– se regula en la subsección III.
Las previsiones contenidas en los incisos 1 y 4, respecto al traslado de
los riesgos y a soportar los gastos de conservación y custodia de la cosa
debida no necesitan mayores comentarios, pues son aceptados de manera
unánime por la doctrina y legislación comparadas.
En lo que respecta a los intereses, la forma amplia en que está
redactada la norma, lleva a la conclusión de que, a partir de la mora del
acreedor no correrá ningún tipo de intereses, punto en el que suelen
presentarse discrepancias doctrinarias pues hay quienes piensan que solo
debe suspenderse el curso de los intereses moratorios (que de ninguna
manera podrían pretenderse, porque no hay mora del deudor), pero que los
intereses compensatorios convencionales recién deberán cesar si se procede
a consignar la suma debida. Al no establecerse ninguna distinción
entendemos que en el sistema boliviano no correrá ningún tipo de intereses,
como sucede en la mayor parte del derecho comparado.
Finalmente, con relación al inciso 3 que impone el deber de resarcir los
daños provenientes de la mora crediticia, ello sólo procederá si
efectivamente el retardo del acreedor ocasiona daño al deudor, porque hay
hipótesis en que eso no sucede. En efecto, tratándose de obligaciones de dar
sumas de dinero, en épocas de estabilidad monetaria, el deudor puede
incluso verse beneficiado por la actitud del acreedor, ya que podrá seguir
usando ese dinero, sin pagar intereses, mientras perdure la situación de
mora del acreedor; y en otras obligaciones en que la conservación de la cosa
que se debía entregar no ocasiona molestias al deudor, tampoco sufre daño
alguno por la mora del acreedor, como sucedería en el viejo ejemplo que
nos da Pomponio en el Digesto, del acreedor que debe retirar las piedras de
una cantera, y no lo hace(58), aunque en este caso como la venta ha originado
obligaciones recíprocas, pueda ejercitar la acción de venta, para que las
retire y las pague, pero en tal hipótesis estaríamos frente a una mora del
adquirente de su obligación de pagar las piedras adquiridas. Con más
claridad vemos casos en que la demora del acreedor no ocasiona daños,
cuando el pago de la obligación recíproca ya se ha efectuado; o en
obligaciones de hacer, como posar ante un artista para que este pinte un
cuadro, donde el retraso no suele originar daños, porque el artista está
recargado de tareas y le resulta indiferente la conducta del acreedor, pues su
demora no le ocasiona preocupación, sino a lo mejor alivio pues le permite
atender con tranquilidad otros compromisos.
VII.CÓDIGO DE PARAGUAY
En un primer momento, a fines del siglo XIX, Paraguay adoptó el
Código que Vélez había redactado para Argentina, que en su artículo 509
consagraba la necesidad de interpelar para constituir en mora y no legislaba
sobre la mora del acreedor, pero en 1986 lo reemplazó por un nuevo cuerpo
legal(60).
El Derecho Comparado nos muestra que en los sistemas que establecen
la interpelación para constituir en mora al deudor, es frecuente que no se
legisle la mora del acreedor, ya que la aplicación analógica de estos
preceptos lleva a la conclusión de que, por su parte, para constituir en mora
al acreedor habrá que interpelarlo, ofreciéndole el pago. Se opera así el
juego armónico del mismo principio, tanto para el deudor como para el
acreedor.
Pero si un código opta por el sistema de mora automática, ya no es
fácil aplicar analógicamente este principio a la mora del acreedor. En
efecto, ¿puede concebirse que el mero transcurso del plazo haga caer
automáticamente en mora a deudor y acreedor? Por ello casi todas las
legislaciones que adoptan el principio de la mora automática se preocupan
por tratar expresamente la mora del acreedor. Citaremos solamente como
ejemplo el moderno código portugués que, después de establecer la mora
automática del deudor en las obligaciones a plazo, dedica los artículos 813 a
816 a la mora del acreedor, diciendo que se produce cuando no acepta, sin
motivo justificado, la prestación que le es ofrecida en los términos legales,
o no practica los actos necesarios para el cumplimiento de la obligación.
Siguiendo esta línea de pensamiento el artículo 428 del nuevo Código
paraguayo dispone que “el acreedor caerá en mora si rehusare recibir la
prestación ofrecida, a pesar de reunir esta los requisitos del pago; o cuando,
intimado al efecto, no realizare los hechos que le incumben para verificarlo,
(...)”.
Se contempla primeramente la falta de colaboración en las
obligaciones de dar, que resulta de la negativa del acreedor a recibir la cosa,
cuya entrega le ha sido ofrecida; en segundo lugar prevé la hipótesis de
omisión de aquellos deberes secundarios de conducta a que hacíamos
referencia más arriba, es decir los hechos previos, sin los cuáles el deudor
no está en condiciones de ejecutar la prestación debida.
El mismo artículo 428 agrega que también habrá mora del acreedor
“siempre que no estuviere en condiciones de cumplir su contraprestación”.
Se coloca aquí en la hipótesis de que existan obligaciones recíprocas, y el
acreedor de una de ellas es moroso respecto a la otra, de la que es deudor.
Decide el caso sumándole a la mora solvendi, la mora accipiendi.
Finalmente el mismo artículo aclara que aunque el deudor interpele al
acreedor, no provocará su mora si “no pudiese ejecutar el pago en esa
oportunidad”, solución correcta, pues el ofrecimiento de pago para producir
el efecto jurídico de constituir en mora al acreedor, debe ser un ofrecimiento
serio y no una mera expresión verbal de buenas intenciones.
VII
I. ALGUNOS PROYECTOS AMERICANOS DE
REFORMA
Para culminar estas notas procuraremos ver qué actitud se ha adoptado
al elaborar proyectos de reforma a la legislación vigente en los países de
América latina.
2. Argentina
Nos ocuparemos ahora con algún detalle de los numerosos intentos de
Reforma del Código Civil, incluyendo la ley 17.711, que introdujo
numerosos cambios y, en especial, modificó el régimen de la mora del
deudor.
IX. CONCLUSIONES
Debemos confesar que nuestra investigación ha excedido el marco que
nos había trazado originariamente, reducido al estudio de lo sucedido en los
códigos civiles iberoamericanos a partir de comienzos del siglo XX.
Al efectuar una búsqueda de antecedentes tuvimos la primera sorpresa,
pues creíamos que el tratamiento legislativo de la mora del acreedor se
remontaba a las disposiciones que contiene el B.G.B., pero pudimos
advertir que estaba precedido por el primer Código Suizo de las
Obligaciones, y acompañado por la recepción de esta figura en países de
África, como Túnez, Marruecos y Egipto.
Para no extendernos excesivamente procuramos limitarnos a brindar
los datos básicos de cada uno de esos cuerpos legislativos, sin ahondar en el
análisis de su contenido, lo que sin duda limita nuestro estudio de derecho
comparado(86). Creemos, sin embargo, poder extraer las siguientes
conclusiones:
1. La mora del acreedor no se reduce a la mora accipiendi, propia de
las obligaciones de dar.
2. La falta de cooperación, en otro tipo de obligaciones, es también
causa de mora crediticia.
3. La consignación no es el único efecto de la mora del acreedor,
aunque tradicionalmente se unen ambas figuras.
4. La mora del acreedor pone a su cargo los riesgos de pérdida de la
cosa o imposibilidad de cumplimiento de la prestación debida.
5. Cuando la mora del acreedor ocasiona daños al deudor, deberá
indemnizarlos, pero esto no sucede en todas las hipótesis.
6. La situación de mora provocada por el acreedor puede tener
distintos desenlaces, desde el incumplimiento definitivo, a la
ejecución forzada de la prestación, pasando por la purga de la
mora.
7. El legislador moderno ha cobrado conciencia de la necesidad de
legislar sobre “mora del acreedor”, pero no siempre lo hace de
manera satisfactoria y suele dejar sin contemplar algunos de los
problemas que hemos señalado.
(1)(*) Abogado y doctor en Derecho por la Universidad Nacional de Córdoba. Académico de número
de la Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales de Córdoba.
Decimos que la mora accipiendi es solo uno de los aspectos de la mora creditoris, porque la falta de
colaboración del acreedor no se reduce a los casos de obligaciones de dar, en que no acepta
recibir la prestación; sino que comprende una gama mucho más amplia de hipótesis en las
cuales el acreedor puede tener que cooperar con el deudor, como sería “posar” ante el pintor;
dar acceso al inmueble a quien debe repararlo o efectuar construcciones en él; suministrar los
materiales en algunas locaciones de obra, etc.
(2) Conf. OSTERLING PARODI, Felipe y CASTILLO FREYRE, Mario. Tratado de las
Obligaciones. Tomo XIV, p. 2301, donde dicen: “Creemos firmemente que la culpa es requisito
indispensable para que haya mora del acreedor”.
(3) Posiblemente el primero haya sido el Código de Brasil, aprobado por ley 3071, del 1 de enero de
1916, y en vigencia desde el 1 de enero de 1917.
(4) Algunas de estas conductas omisivas del acreedor están contempladas en el inciso segundo del
nuevo texto del artículo 1251 del Código civil peruano, en materia de pago por consignación,
que reproducimos en nota más adelante.
(5) Agradecemos al profesor Carlos Cárdenas Quirós el ejemplar que nos obsequió de la reimpresión
de ese cuerpo legal efectuada por la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad
de Lima.
(6) “El Proyecto contempla la mora del acreedor, la del deudor, la mora bilateral y su posible
compensación”, (frase reproducida por Fernando Guzmán Ferrer, Código Civil, Lima, 1977,
Tomo III, p. 843).
(7) Ver por ejemplo lo previsto en el artículo 766 del Código Civil argentino.
(8) Vemos así, por ejemplo, que el artículo 428 del Código de Paraguay dispone en su parte final que
aunque el deudor interpele al acreedor, no provocará su mora si “no pudiese ejecutar el pago en
esa oportunidad”, solución correcta, pues el ofrecimiento de pago para producir el efecto
jurídico de constituir en mora al acreedor, debe ser un ofrecimiento serio y no una mera
expresión verbal de buenas intenciones.
(9) Código Civil del Perú: “Artículo 1340.- El acreedor en mora asume los riesgos por la
imposibilidad de cumplimiento de la obligación, salvo que obedezca a dolo o culpa inexcusable
del deudor”.
(10) El Código Civil paraguayo, en el inciso b del artículo 429, prevé que “si se debieren cosas
inciertas, los riesgos serán a cargo del acreedor mientras no cumpla la intimación para recibir la
cosa elegida”.
(11) Código Civil del Perú: “Artículo 1140.- El deudor no queda eximido de pagar el valor del bien
cierto, aunque este se haya perdido sin culpa, cuando la obligación proviene de delito o falta.
Esa regla no se aplica si el acreedor ha sido constituído en mora”.
(12) Código Civil del Perú: “Artículo 1568.- En el caso del artículo 1567 el riesgo de pérdida pasa al
comprador antes de la entrega de los bienes si, encontrándose a su disposición, no los recibe en
el momento señalado en el contrato para la entrega”.
“Artículo 1569.- En el caso de compraventa de bienes por peso, número o medida, se aplicará el
artículo 1568 si, encontrándose los bienes a su disposición, el comprador no concurre en el
momento señalado en el contrato o determinado por el vendedor para pesarlos, contarlos o
medirlos, siempre que se encuentren a su disposición”.
(13) Código Civil del Perú: “Artículo 1251.- Si el acreedor a quien se hace el ofrecimiento de pago se
niega a admitirlo, el deudor queda libre de responsabilidad si consigna la prestación debida. Es
necesario, en este caso, que el ofrecimiento se haya efectuado concurriendo las circunstancias
requeridas para hacer válidamente el pago.
Procede también la consignación en los casos en que el deudor no puede hacer un pago válido”.
(14) Código Civil del Perú: “Artículo 1339.- El acreedor en mora queda obligado a indemnizar los
daños y perjuicios derivados de su retraso”.
(15) Ver, por ejemplo, el artículo 429, inciso d), del Código Civil paraguayo:
“(...) el deudor tendrá derecho a que se le indemnicen los gastos de conservación o guarda, así
como los motivados por requerimientos infructuosos”.
(16) Los autores tuvieron como antecedente un proyecto alemán, elaborado en Dresde en 1866.
(17) Artículos 106 a 109 del Código de las Obligaciones de 1881.
(18) “Art. 91.- Demeure du créancier.- I. Conditions.-
Le créancier est en demeure lorsqu’il refuse sans motif légitime d’accepter la prestation qui lui est
régulièrement offerte, ou d’accomplir les actes préparatoires qui lui incombent et sans lesquels
le débiteur ne peut exécuter son obligation”.
(19) “Art. 92.- II. Effets.-
1. Quand l’objet de l’obligation consiste en une chose
a. Droit de consigner
1 Lorsque le créancier est en demeure, le débiteur a le droit de consigner la chose aux frais et
risques du créancier et de se libérer ainsi de son obligation.
2 Le juge décide du lieu de la consignation; toutefois les marchandises peuvent, même sans
décision du juge, être consignées dans un entrepôt”.
(20) “Art. 93.- b. Droit de vendre
1. Si la nature de la chose ou le genre d’affaires met obstacle à une consignation, si la chose est
sujette à dépérissement ou si elle exige des frais d’entretien ou des frais considérables de
dépôt, le débiteur peut, après sommation préalable et avec l’autorisation du juge, la faire
vendre publiquement et en consigner le prix.
2. Si la chose est cotée à la bourse, si elle a un prix courant, ou si elle est de peu de valeur
proportionnellement aux frais, il n’est pas nécessaire que la vente soit publique, et le juge
peut l’autoriser même sans sommation préalable”.
(21) “Art. 95.- 2. Quand l’objet de l’obligation n’est pas une chose Lorsque l’objet de l’obligation ne
consiste pas dans la livraison d’une chose, le débiteur peut, si le créancier est en demeure,
résilier le contrat en conformité des dispositions qui régissent la demeure du débiteur”.
(22) Ver: HINESTROSA, Fernando. Tratado de las Obligaciones. Univ. del Externado, Bogotá,
2002, p. 659, nota 242:
Código Civil alemán (B.G.B.).- “§ 294.- La prestación ha de ser ofrecida al deudor conforme ha
de ejecutarse.
§ 295.- Si el acreedor declaró previamente que no aceptaría la prestación, o si para la ejecución
de la prestación es indispensable un acto del deudor, especialmente cuando el acreedor ha de
recoger la cosa debida, basta un ofrecimiento verbal del deudor. El requerimiento al acreedor
para que ejecute el acto necesario equivale al ofrecimiento de la prestación.
§ 297.- El acreedor no incurre en mora si al tiempo del ofrecimiento (...) el deudor no está en
condiciones de ejecutar la prestación.
§ 300.- Durante la mora del acreedor el deudor solo responde por dolo y culpa grave.
§ 301.- Durante la mora del acreedor el deudor no tiene que pagar intereses de obligación
pecuniaria.
§ 304.- En caso de mora del acreedor el deudor puede exigir del acreedor el resarcimiento de
los mayores gastos del ofrecimiento fallido, así como los de la conservación y mantenimiento
de la cosa debida”.
(23) Ver ALBIEZ DOHRMANN, Klaus Jochem. Un nuevo Derecho de Obligaciones. La reforma
2002 del B.G.B. A.D.C. 2002-III, pp. 1133-1227.
(24) “B.G.B.- § 296.- Innecesariedad de la oferta.- Si se hubiera previsto una fecha del calendario
para que el acreedor realice un acto, entonces se exige una oferta solamente si el acreedor
realiza el acto en el momento debido. Lo mismo rige cuando el acto se haga depender de un
aviso precedente y el transcurso de un tiempo prudencial, de tal modo que, a partir del aviso, se
pueda hacer el cómputo por el calendario” (traducción al castellano de María Luisa Vives
Montero, A.D.C., 2002-III, p. 1243).
(25) “Art. 1206.- Condizioni.
Il creditore è in mora quando, senza motivo legittimo, non riceve il pagamento offertogli nei
modi indicati dagli articoli seguenti o non compie quanto è necessario affinché il debitore possa
adempiere l’obbligazione).
“Art. 1207. Effetti.
Quando il creditore è in mora, è a suo carico l’impossibilità della prestazione sopravvenuta per
causa non imputabile al debitore (cfr. 1256, 1673). Non sono più dovuti gli interessi né i frutti
(cfr. 820) della cosa che non siano stati percepiti dal debitore.
Il creditore è pure tenuto a risarcire i danni derivati dalla sua mora e a sostenere le spese per la
custodia e la conservazione della cosa dovuta.
Gli effetti della mora si verificano dal giorno dell’offerta, se questa è successivamente
dichiarata valida con sentenza passata in giudicato o se è accettata dal creditore”.
(26) Este Código fue sancionado en 1940 y debía entrar en vigencia en julio de 1941 pero la
ocupación de Grecia durante la Segunda Guerra Mundial hizo que recién se lo pudiera poner en
vigor el 23 de febrero de 1946.
En su contenido existe una marcada influencia del B.G.B. y, a semejanza de este, dedica doce
normas a la mora del acreedor, reunidas en un Capítulo que comprende los artículos 349 a 360.
(Existe traducción al francés de Pierre Mamopooulos, publicada en Atenas, 1956).
(27) El nuevo Código Civil de Portugal, sancionado en 1966 y en vigor desde el 1 de junio de 1967,
se ocupa de la mora del acreedor en la última subsección del incumplimiento, artículos 813 a
816. Lo interesante de la primera de esas normas es que indica con claridad que además de la
mora accipiendi, el acreedor incurre en mora cuando no presta la colaboración debida,
cualquiera sea el tipo de obligaciones:
“Artículo 813.- Requisitos.- El acreedor incurre en mora cuando, sin motivo justificado, no
acepta la prestación que le es ofrecida en los términos legales, o no practica los actos necesarios
para el cumplimiento de la obligación”.
(28) Los artículos 813 a 816 reproducen lo dispuesto en Portugal.
(29) El Código Civil de las islas de Cabo Verde entró en vigencia en 1997, y trata el problema en sus
artículos 813 a 816, que son una reproducción casi textual de las normas del Código de
Portugal.
(30) El Código de Macao, vigente desde 1999, tiene la misma estructura que el código portugués,
pero se han modificado varias normas. Dedica a la mora del acreedor los artículos 802 a 806.
(31) El Código Civil de Timor Leste fue aprobado el 14 de septiembre de 2011; mantiene el plan
estructural del Código portugués, dedicando a la mora del acreedor los artículos 747 a 750.
(32) Código Civil de Angola:
“Art. 400. A mora do credor subtrai o devedor isento de dolo à responsabilidade pela
conservação da coisa, obriga o credor a ressarcir as despesas empregadas em conservá-la, e
sujeita-o a recebê-la pela estimação mais favorável ao devedor, se o seu valor oscilar entre o dia
estabelecido para o pagamento e o da sua efetivação”.
“Art. 401. Purga-se a mora:
I.- por parte do devedor, oferecendo este a prestação mais a importância dos prejuízos
decorrentes do dia da oferta;
I.- por parte do credor, oferecendose este a receber o pagamento e sujeitando-se aos efeitos da
mora até a mesma data”.
(33) El Código Civil polaco de 1966, al tratar de los efectos de la inejecución de las obligaciones,
prevé en el último de los artículos de esa parte:
“Artículo 486.- § 1.- En caso de mora del acreedor el deudor puede demandar la reparación del
daño que ella le ocasiona; puede igualmente consignar el objeto de la prestación, en depósito
judicial.
§ 2.- El acreedor incurre en mora cuando, sin motivos legítimos, elude aceptar la prestación
ofrecida, o rehusa efectuar un acto sin el cual la prestación no puede cumplirse y si declara al
deudor que no aceptará la prestación”.
(34) El Código Civil húngaro, aprobado en 1959 y en vigencia desde el 1 de mayo de 1960, destina
tres artículos a la mora del acreedor (302 a 304). Creemos de interés reproducir el primero de
ellos:
“Artículo 302 (Código Civil de Hungría).- Se considera que el acreedor está en mora:
a) Cuando rehusa aceptar la ejecución de conformidad con el contrato;
b) Cuando omite tomar las medidas o realizar las declaraciones necesarias para que el deudor
puede ejecutar su obligación de una manera conveniente;
c) Cuando no da recibo o no restituye el documento en el que consta la obligación”.
(35) Código de las Obligaciones y Contratos de Túnez (Libro I, Título V, los efectos de las
obligaciones; Capítulo: De la inejecución de la obligación y de sus efectos; Sección 3: La mora
del acreedor:
“Art. 284.- Le créancier est en demeure lorsqu’il refuse, sans juste cause, de recevoir la
prestation que le débiteur ou un tiers agissant en son nom, offre d’accomplir de la manière
déterminée par le titre constitutif ou par la nature de l’obligation.
Le silence ou l’absence du créancier, dans les cas où son concours est nécessaire pour
l’exécution de l’obligation, constituent un refus.
Art. 285.- Le créancier n’est pas constitué en demeure lorsque, au moment où le débiteur offre
d’accomplir son obligation, ce dernier n’est réellement pas en état de l’accomplir.
Art. 286.- Le créancier n’est pas constitué en demeure par le refus momentané de recevoir la
chose:
1) Lorsque l’échéance de l’obligation n’est pas déterminée; 2) Ou lorsque le débiteur a le droit
de s’acquitter avant le terme établi.
Cependant, si le débiteur l’avait prévenu, dans un délai raisonnable, de son intention d’exécuter
l’obligation, le créancier serait constitué en demeure même par un refus momentané de recevoir
la chose qui lui est offerte.
Art. 287.- A partir du moment où le créancier est constitué en demeure, la perte ou la
détérioration de la chose sont à ses risques, et le débiteur ne répond plus que de son dol et de sa
faute lourde.
Art. 288.- Le débiteur ne doit restituer que les fruits qu’il a réellement perçus pendant la
demeure du créancier, et il a, d’autre part, le droit de répéter les dépenses nécessaires qu’il a dû
faire pour la conservation et la garde de la chose, ainsi que les frais des offres par lui faites”.
(36) El Código de las Obligaciones y Contratos de Marruecos dedica a la mora del acreedor los
artículos 270 a 274, también en una sección del capítulo destinado a las obligaciones en el Libro
I, con textos muy similares a los del Código de Túnez.
(37) “Art. 334.- Si le créancier refuse, sans juste raison, de recevoir le paiement qui lui est
régulièrement offert, ou d’accomplir les actes sans lesquels le paiement ne peut pas être
effectué. Ou s’il déclare qu’il n’acceptera pas le paiement, il sera constitué en demeure dès le
moment où son refus aura été constaté par une sommation signifiée para la voi légale.”
“Art. 335. Lorsque le créancier est en demeure, la perte et la détérioration de la chose sont à ses
risques, les intérêts de la dette cessent de courir, et le débiteur acquiert le droit de consigner la
chose au frais de créancier et de réclamer la réparation du prejudice qu’il épreuve de ce fait”.
Tomamos el texto de estas normas de la edición en francés efectuada por el Ministerio de
Justicia, Imp. Nationale, El Cairo, 1952.
(38) El proyecto Gandolfi dedica una sección a la mora del acreedor. Nos parece de interés
reproducir el primero de sus artículos:
“Artículo 103.- Noción de mora del acreedor.- Hay mora del acreedor si este, sin motivo válido,
no recibe, o rechaza, o impide o estorba la ejecución por parte del deudor, o no efectúa la
opción prevista por el artículo 87 inciso 2 por un crédito alternativo si la otra parte no quiere
hacerlo ella misma, o no procura –estando obligada a ello– la presencia de un tercero o la
autorización o la licencia de la autoridad pública prevista en el artículo 76 inciso 2 o, en todo
caso, adopta un comportamiento activo u omisivo que no permite al deudor ejecutar la
obligación.
(39) Ver: Por ejemplo, para el derecho argentino lo que exponemos en el Capítulo destinado a “Mora
del acreedor y pago por consignación”.
(40) Sobre este tema puede consultarse la muy interesante obra de GUZMÁN BRITO, Alejandro. La
codificación civil en Iberoamérica. Siglos XIX y XX. Ed. Jurídica de Chile, Santiago, 2000. En
la página 607 hay un cuadro sinóptico muy ilustrativo.
Ver también nuestro Codificación civil y derecho comparado. Ed. Zavalía, Buenos Aires, 1994
(en especial p. 111 y siguientes).
(41) Ver: Por ejemplo, GAMARRA, Jorge. Tratado de Derecho Civil Uruguayo. Tomo XVII, Vol. 1,
2ª edición, Fundación de Cultura Universitaria, Montevideo, 1992, p. 264.
(42) Ob. cit., p. 266, donde dedica un título a la “Diferencia entre mora del acreedor y oblación y
consignación”.
(43) Augusto Teixeira de Freitas fue un fino jurista que, por encargo del gobierno brasileño elaboró
primero la “Consolidación de las leyes civiles”, y luego encaró la confección de un proyecto de
Código Civil que, lamentablemente, dejó inconcluso.
(44) “Artículo 1070 (Esboço de Freitas).- Quedará constituído en mora, el deudor que no hiciere el
pago, y el acreedor que no lo quisiere recibir en tiempo oportuno”.
Freitas, en la nota a ese artículo, acota: “Tomamos la palabra mora en su sentido natural, tanto
por parte del deudor –mora solvendi–, como por parte del acreedor –mora accipiendi– (...)”.
(45) Sin embargo Vitor F. KÚMPEL sostiene que la entrada en vigor se produjo el primer segundo
del día 13 (ver su artículo titulado “A entrada en vigor do novo Código civil”, en São Paulo:
Complexo Jurídico Damásio de Jesus, set. 2003. Disponível em:
<www.damasio.com.br/novo/html/frame_artigos.htm>).
(46) “Art. 394 (Código Civil brasileño de 2003).- Considera-se em mora o devedor que nâo quiser
recebê-lo no tempo, lugar e forma que a lei ou a convençâo estabelecer”.
(47) “Art. 400 (Código Civil brasileño de 2003).- A mora do credor subtrai o devedor isento de dolo
à responsabilidade pela conservaçâo da coisa, obriga o credor a ressarcir as despesas
empregadas em conservá-la, e sujeita-o a recebé-la pela estimaçâo mais favorável ao devedor,
se o seu valor oscilar entre o dia estabelecido para o pagamento e o da sua efetivaçâo”.
(48) Ver: LOHBAUER, Armin. Mora e inadempimento (puede consultarse en Internet); casi toda la
bibliografía en la que apoya sus conclusiones es anterior a la vigencia del nuevo Código.
(49) Ver: Ob. cit., en el primer párrafo del apartado que dedica a la mora del acreedor y también
BARROS MONTEIRO, Washington de. Curso de Direito Civil, vol. 4, 1ª parte, p. 267, 30ª
edición, Saraiva, San Pablo, 1999.
En igual sentido Sílvio de Salvo Venosa, para quien la mora del acreedor, o accipiendi, es un
simple hecho o acto, independiente de la culpa (Direito Civil. Teoria Geral das Obrigações e
Teoria Geral dos Contratos. SP: Atlas, 3ª edición, 2003, p. 238).
(50) Conf. TARTUCE, Flavio. O Inadimplemento absoluto e a mora no Código Civil de 2002,
trabajo que puede consultarse en: <www.juristas.com.br>, o en <www.diex.com.br>.
(51) Ver: DINIZ, María Helena. Curso de Direito Civil Brasileiro. 2º Volumen, Teoria Geral das
Obrigaçôes, ed. Saraiva, San Pablo, 2002, 16ª edición, p. 374 (citada por TARTUCE).
(52) Ver TARTUCE, Flavio. Ob. cit.
(53) Los datos sobre la elaboración del Código boliviano de 1975 pueden consultarse en la excelente
obra de GUZMÁN BRITO, Alejandro. La codificación civil en Iberoamérica. p. 322, Ed.
Jurídica de Chile, Santiago, 2000.
(54) “Artículo 329 (Requisitos). I. Para que la oferta de pago sea válida, se precisa que:
1) Se haga al acreedor capaz de recibir, o a quien lo represente o esté autorizado a recibir el
pago.
2) Se haga por persona capaz de cumplir válidamente.
3) Comprenda la totalidad de la suma adeudada o de las cosas debidas, y de los frutos o
intereses, así como de los gastos líquidos y una suficiente para los no líquidos, con protesta del
suplemento que pudiera ser necesario.
4) El término esté vencido, si se fijó a favor del acreedor, o que la condición esté cumplida, si la
obligación fuese condicional.
5) La oferta se haga en el lugar donde corresponda efectuar el cumplimiento.
6) La oferta se haga por medio de la autoridad judicial competente.
II. La oferta puede estar subordinada al consentimiento del acreedor para redimir las garantías
reales u otros vínculos sobre los bienes, que limitan su libre disponibilidad.
(55) “Artículo 330 (Oferta real y oferta con intimación).- I. (...)
II. En cambio, si se trata de cosas muebles a entregarse en lugar diverso, la oferta se hace con
intimación al acreedor para que las reciba previa su notificación en forma legal.
(56) “Artículo 340 (Constitución en mora).- El deudor queda constituido en mora mediante
intimación o requerimiento judicial u otro acto equivalente del acreedor”.
(57) “Artículo 331 (Consignación y efectos liberatorios).- En caso de que el acreedor rehuse aceptar
la oferta real, o habiéndosele intimado, no se presente a recibir las cosas ofrecidas, el deudor
puede realizar la consignación”.
(58) Ver D. 19.1.9.
(59) “Artículo 253 (Código de Cuba).- Durante la mora del acreedor, el deudor debe conservar en
buen estado el bien objeto de la prestación”.
“Artículo 254 (Código de Cuba).- 1. En caso de mora del acreedor, el deudor tiene el derecho
de consignar el bien a cuenta y riesgo de aquel y se libera de la deuda. La autoridad competente
decide sobre la procedencia de la consignación. (...)”.
(60) Los antecedentes de la renovación de la legislación civil en Paraguay pueden verse en la
excelente obra de GUZMÁN BRITO que ya hemos citado (La codificación civil en
Iberoamérica), pp. 526 a 528.
(61) Esta obra, que lleva el título de “Proyecto de Código de Derecho Privado”, está acompañada de
una extensa Exposición de Motivos, y fue publicada por la Superintendencia de Notariado y
Registro, Bogotá, 1980.
(62) Ver publicación citada en nota anterior, p. 63.
(63) Es el Capítulo IV, artículos 537 y 538.
(64) “Artículo 537 (Proyecto de Valencia Zea - Colombia).- Si el acreedor se constituye en mora de
recibir la prestación, el deudor tiene derecho a ser indemnizado por los gastos hechos para la
conservación de la cosa debida. Si esta sufriere daños, el deudor solo responde por dolo o culpa
grave.
Las deudas de dinero no producen interés durante la mora del acreedor”.
(65) “Artículo 1187 (Anteproyecto Bibiloni).- El deudor, una vez constituido en mora el acreedor, no
responde sino de su hecho intencional, y de su culpa grave. Si se tratase de una deuda de cosas
inciertas, los riesgos no quedan a cargo del acreedor sino después de hecha la intimación al
acreedor para que reciba la cosa elegida”.
“Artículo 1189 (Anteproyecto Bibiloni).- Cuando el deudor debiese restituir los productos de
una cosa, o abonar su valor, su obligación se limita, durante la mora del acreedor, a los
percibidos”.
“Artículo 1190 (Anteproyecto Bibiloni). El deudor, en caso de mora del acreedor, podrá pedir
una indemnización por el aumento de los gastos que ha debido hacer por razón del
requerimiento infructuoso, y por la detención y conservación de la cosa adeudada”.
(66) D. 22.1.7.
(67) Ver “Reforma del Código Civil. I. Antecedentes. II. Informe. III. Proyecto”, ed. Kraft, Buenos
Aires, 1936, Tomo I, p. 86.
(68) “Artículo 710 (Proyecto de 1936).- La mora del acreedor producirá los efectos que siguen:
1) El deudor solo responderá por su propio dolo y por su culpa, que el juez apreciará con
arreglo al artículo 569.
2) Cuando se tratare de cosas inciertas, los riesgos no pasarán al acreedor, mientras no se
cumpla la intimación para recibir la cosa elegida.
3) La obligación del deudor de restituir los productos de una cosa, o abonar el importe de los
mismos, queda limitada a los que hubiere percibido efectivamente.
4) El deudor tendrá derecho a que se le indemnicen los gastos de conservación, o guarda, así
como los motivados por el requerimiento infructuoso”.
(69) En la nota correspondiente al primer artículo se dice:
“(...) La ubicación que rige la mora del acreedor, es objeto de distintas soluciones en la
legislación comparada. Creemos, sin embargo, que el capítulo referido al tiempo del pago es el
más adecuado para contener las disposiciones que nos ocupan.
En cuanto al contenido del artículo, se inspira en la preceptiva del Anteproyecto y del Proyecto
de 1936; y sigue la línea de los códigos extranjeros más moderno”.
(70) “Nota al artículo 981 (Anteproyecto de 1954).- (...) Es evidente que el tema que nos ocupa se
relaciona, directamente, con el pago por consignación, a que da lugar la actitud del acreedor
moroso.
El sistema de nuestro Código no ha exigido las llamadas “ofertas reales” como un presupuesto
de la consignación, apartándose así del sistema seguido por el código francés. Esta circunstancia
hace desusadas entre nosotros a las ofertas reales, y nos induce a no exigirlas para constituir en
mora al acreedor”.
(71) En nuestro primer trabajo sobre el nuevo artículo 509, escrito en junio de 1968 y publicado en
los primeros días del mes de octubre, señalamos esa falencia de la ley de reformas.
(72) “Artículo 507 (Proyecto Federal).- El acreedor incurre en mora y es responsable frente al
deudor, cuando se niega en forma injustificada a aceptar el pago o a prestar la colaboración
indispensable para que este se efectúe, o cuando interpelado al efecto no realizare los hechos
que le incumbe para que se verifique el referido pago”.
(73) La Comisión fue designada por decreto 468/92 y estaba integrada por Augusto César Belluscio,
Salvador Darío Bergel, Aída Rosa Kemelmajer de Carlucci, Sergio Le Pera, Julio César Rivera,
Federico N. Videla Escalada y Eduardo A. Zannoni.
(74) La nota de elevación del proyecto lleva fecha 26 de marzo de 1993, y puede consultarse en
“Reformas al Código Civil”, Astrea, Buenos Aires, 1993, p. 17.
(75) Ver publicación citada en nota anterior, artículos 717 y 718.
(76) En nota se manifiesta que el texto recoge “las enseñanzas generalmente aceptadas, y que
consagran diversos códigos (así, art. 813 del Código Civil portugués de 1966)”.
(77) Ver: Título IV (de otras fuentes de las Obligaciones), del Libro IV. Ese título tiene un primer
capítulo dedicado a la responsabilidad civil, y la segunda sección de ese capítulo trata de la
mora (artículos 1592 a 1599).
(78) Los fundamentos se ocupan de la “responsabilidad civil” en los números 259 a 266.
(79) El artículo 677 del Proyecto se refiere al deber de cooperación en los siguientes términos: “Tanto
el deudor como el acreedor deben cooperar, de buena fe, para que el interés de este sea
satisfecho mediante la prestación”.
(80) Ver Recomendación N° 6: “Interpretar de lege lata: ... 7°) Que lo dispuesto acerca de la mora del
deudor es extensivo analógicamente a la mora del acreedor”, “Cuarto Congreso... Actas”, Tomo
II, p. 831, Imp. Univ. Nacional, Córdoba, 1971.
(81) Ver: nuestro “Mora del acreedor y pago por consignación”, Jurisprudencia Argentina, 1977-II-
707, y el capítulo correspondiente de este libro.
(82) Ver: “Cuarto Congreso... Actas. Tomo I, p. 284, punto 3 de la ponencia, donde se recomienda
que “sobre iguales fundamentos e idénticos principios debe legislarse expresamente la mora
creditoria”.
(83) Ver: “Cuarto Congreso... Actas”. Tomo II, p. 833.
(84) Ver: “Cuarto Congreso... Actas. Tomo I, p. 301 in fine y 302.
(85) En los fundamentos del proyecto nada se dice sobre la mora del acreedor ni se brinda una
justificación de las razones tenidas para apartarse de lo previsto en el Proyecto de 1998.
(86) No hemos tenido tiempo tampoco para brindar un panorama de lo que sucede en la totalidad de
los estados federales de México, cada uno de los cuales tiene su legislación civil propia.
NOTAS DE INTERÉS Y PROHIBICIÓN DEL
ANATOCISMO
Benjamín Franklin
2. El interés
El Código Civil de 1984 (CC de 1984) si bien regula los intereses, no
contiene alguna definición al respecto. El interés, en una primera acepción
jurídica, es el fruto civil del dinero, derivado de su goce o privación. El
artículo 891 del CC de 1984, señala que los frutos civiles son los que un
bien produce como consecuencia de una relación jurídica; en tal sentido
para algunos autores (por ejemplo Von Thur), lo que es criticado por otros,
que estiman que es el rendimiento en proporción al importe o valor de un
capital del cual uno se priva temporalmente en favor de otro (Ennecerus).
Más allá de su naturaleza jurídica, que muy bien desarrolla Gastón
Fernández Cruz en su trabajo “La naturaleza jurídica de los intereses: punto
de conexión entre el Derecho y Economía”(5), el cobro de los intereses
siempre ha sido un problema a lo largo de la historia de la humanidad; por
ejemplo en la Sagrada Biblia, los rentistas de capital no tuvieron espacio ya
que el Libro del Éxodo, Capítulo XXII, versículos 22 a 26, establece, entre
otras prohibiciones, la del cobro de intereses a los conciudadanos y a los
pobres (peccatum usurae)(6). Desde sus inicios hasta el siglo XIV la postura
de la Iglesia fue inflexible en su postura sobre los intereses, lo que
cambiaría por el año 1543(7) en la que admitía préstamos con intereses,
siempre que exista una causa que los justifique.
Si los intereses y quienes los percibían eran mal vistos por la Iglesia
Católica, el hecho que los intereses dieran origen a nuevos intereses, es
decir se capitalizaran, era una idea mucho más repudiable para las
sociedades, pese a que en el Derecho Romano se permitió ello, luego de que
una deuda tuviera más de un año de impaga; sin embargo, el cobro de
intereses fue casi un tema prohibido, hasta la revolución francesa, en la que
se permite el cobro de intereses en los préstamos, con la posibilidad de que
sean las partes quienes libremente fijen estos. El lucro, a lo largo de la
historia, también ha sido condenado, pese a que ha sido el motor del
desarrollo social.
Pero, como quiera que la importancia del dinero, trasciende un
contenido jurídico y se sitúa en un plano económico, además, de la
acepción simple, de que el interés es el fruto civil que produce el dinero(8);
en términos económicos, es el pago que efectúa un tercero por utilizar un
dinero ajeno (precio del dinero). Gastón Fernández señala en el trabajo
mencionado, la importancia de añadir una concepción económica al
concepto de intereses(9). Luis Díez-Picazo, define al interés tanto en su
acepción jurídica como económica:
“(…) en términos económicos se denomina ‘interés’ al precio o
remuneración que una persona ha de pagar por la utilización o disfrute
de bienes de capital de pertenencia ajena (...). En términos jurídicos,
sin embargo, el concepto de interés es un concepto más estricto.
Jurídicamente, son intereses las cantidades de dinero que deben ser
pagadas por la utilización y el disfrute de un capital consistente
también en dinero”(10).
Se puede afirmar que el interés es un costo que tiene que asumir un
deudor, por obtener un dinero en préstamo y/o por incumplir con la
devolución oportuna del dinero debido y/o no cancelar una obligación. En
términos jurídicos, desde el punto de vista de un deudor, el interés es la
contraprestación que paga por usar un capital ajeno, independientemente
del título por el cual lo haya recibido; en términos económicos es el precio
que debe pagar por utilizar un dinero ajeno. Para el acreedor el interés es la
contraprestación que se recibe por la privación temporal del uso o goce de
un dinero entregado a tercero; económicamente es el rendimiento que tiene
de su capital.
No es lo mismo tener dinero en un momento determinado y cuando es
necesario, que tenerlo con posterioridad. El tener o no tener dinero en un
momento determinado hace que apreciemos en mayor grado el costo de
oportunidad.
Cuando una persona tiene dinero en su poder, apreciará que tiene
varias alternativas por elegir para que aprovecharlo: sea depositándolo en
un Banco como ahorro, esperando que tenga un rendimiento; sea
prestándolo a un tercero a una tasa de interés o sea invirtiendo en algún
negocio esperando un retorno que justifique la privación momentánea.
También, las personas saben que con el tiempo el dinero, producto de la
inflación, suele perder parte de su valor de intercambio (poder adquisitivo),
por ello el derecho además de reconocer teorías nominales sobre el valor
del dinero, reconoce la teoría valorista(11), tratando de que el dinero
mantenga su precio en el tiempo(12); es decir que se puede afirmar que al
derecho le preocupa que una contraprestación no pierda su valor en el
tiempo, para lo cual puede utilizarse mecanismos legales que van más allá
de la aplicación de un interés simple.
Cuando uno es privado de un dinero, por cualquier razón, sufre de
manera clara un perjuicio que tiene que ser compensado y si no le
devuelven el dinero dentro del plazo pactado, deberá ser indemnizado. Si la
privación de un dinero se debe a que lo entregó a un deudor, se compensará
tal hecho (interés compensatorio), empero si el deudor incumple con el
pago oportuno, se indemnizará tal demora (interés moratorio), en ambos
casos, el obligado a responder será el deudor. En resumen, todo acreedor
tiene derecho a cobrar intereses a su deudor, como compensación o
retribución a su costo de oportunidad o como indemnización por la demora
en el pago. Un ejemplo de ello, es el artículo 1663 del Código Civil
inclusive, y a diferencia de su predecesor Código Civil de 1936, toma como
presunción juris tantum, la obligación de abonar intereses compensatorios
por parte del mutuatario al mutante.
La clasificación de intereses es amplia y conforme a diversos criterios,
por ejemplo la función, como voluntarios o convencionales y legales,
lucrativos y punitorios, simple y compuesto, de cuota fija o al rebatir, etc.,
para efectos de este artículo, solamente se hará la referencia a los intereses
compensatorios y moratorios y a las tasas de interés nominal y efectiva.
8. Interés nominal
1 10 000.00 5% 10 500.00
2 10 000.00 5% 11 000.00
3 10 000.00 5% 11 500.00
4 10 000.00 5% 12 000.00
5 10 000.00 5% 12 500.00
6 10 000.00 5% 13 000.00
7 10 000.00 5% 13 500.00
8 10 000.00 5% 14 000.00
9 10 000.00 5% 14 500.00
10 10 000.00 5% 15 000.00
Fuente: Elaboración propia.
9. Interés efectivo
1 10 000.00 5% 10 500.00
2 10 500.00 5% 11 025.00
3 11 025.00 5% 11 576.25
4 11 576.25 5% 12 155.06
5 12 155.06 5% 12 762.82
6 12 762.82 5% 13 400.96
7 13 400.96 5% 14 701.00
8 14 701.00 5% 14 744.55
9 14 744.55 5% 15 513.28
10 15 513.28 5% 16 288.95
III. EL ANATOCISMO
El anatocismo es la capitalización de intereses, es decir, es la figura por
la que los intereses que se devengan pasan a formar parte del capital y
generan nuevos intereses (versura), denominados anatocistas. El término
anatocismo proviene del vocablo griego: ana-tokismós o anatokós (ana-
ava, de nuevo, una segunda vez, y tókos y tokismós, interés acción de dar
interés, usura) que representaba el interés del interés o el interés de nuevo.
Medina Alcoz, señala que para los griegos, los tokoi (intereses) eran los
frutos del dinero, pese a que filosóficamente se sostenía la infertilidad de
este(36), la práctica estableció un interés anual entre el 12 % al 25 % y
cuando el deudor no pagaba los intereses, estos se añadían al capital
adeudado.
En los primeros años del Derecho Romano, no se mencionó el pacto
anatocista; empero sí en el Derecho Romano clásico en los que solamente
se permitió el anatocismo, una vez que haya transcurrido un año de una
deuda impaga, lo que fue conocido con el nombre de anatocismus
anniversarius, Justiniano acabó con el anatocismo, prohibiendo tanto el
anatocismus coniunctus (intereses de los intereses devengados añadidos al
capital), como del separatus (intereses prestados de nuevo al deudor que
generaban, a su vez, intereses): ut nullo modo usurae usurarum a
debitoribus exigantur.
Como se explicó anteriormente, en principio la Iglesia no permitió el
cobro de intereses y luego lo aceptó siempre que medie causa justificada
(siglo XVI), por lo que no consideró la posibilidad del anatocismo, sino
hasta el siglo XIX.
El anatocismo por principio fue prohibido en el Derecho peruano, tanto
el Código Civil del año 1852 (art. 249), así como por el artículo 1586 del
anterior Código Civil derogado de 1936 estipulaba que: “No puede pactarse
la capitalización de intereses. Sin embargo, ella puede hacerse cada dos
años de atraso por convenios escritos”.
En el Derecho Comparado existen dos teorías sobre la prohibición del
anatocismo: a) Una absolutista, como por ejemplo el caso del Código Civil
alemán, que sanciona con nulidad la convención estipulada para que los
intereses vencidos puedan producir a su vez intereses, y b) Una relativista,
que admite el anatocismo en determinadas circunstancias, como por
ejemplo en la legislación peruana: pacto posterior y retraso no menor al año
en el incumplimiento de pago de intereses adeudados; es decir que para el
Derecho peruano el anatocismo no es malo, lo malo es que se aplique desde
el primer momento en que se contrajo la obligación.
Fernando Vidal(37), señala que los griegos fueron los primeros que se
dieron cuenta de lo peligroso y usurario que era la capitalización de
intereses, peligro que fue advertido por los romanos recién en la Ley de las
XII Tablas en las que se empezó a imponerse topes a los intereses que se
cobran. El Corpus Iuris Civilis de Justiniano, influenciado por el
cristianismo proscribe la usura y el anatocismo; sin embargo fue permitido
por los artículos 1154 y 1155 del Código Civil Napoleónico, pero siempre
que ello derive de una demanda judicial o que exista un convenio entre
acreedor y deudor y luego de vencido un año de atrasos en el pago de
intereses.
Si bien es cierto que el Código Civil de 1852 siguió los postulados
franceses, el Código de Comercio de 1902 permitió la capitalización de
intereses que ocasionó una “alarmante práctica usuraria”(38), que derivó en
la dación de normas expresas que prohibieran la capitalización de intereses,
que fueron flexibilizadas por el Código Civil de 1936 para los contratos de
mutuo.
El actual Código Civil establece en el artículo 1249 que: “No se puede
pactar la capitalización de intereses al momento de contraerse la obligación,
salvo que se trate de cuentas mercantiles, bancarias o similares”; por su
parte el artículo 1250 señala que: “es válido el convenio sobre
capitalización de intereses celebrado por escrito después de contraída la
obligación, siempre que medie no menos de un año de atraso en el pago de
los intereses”.
De una interpretación armónica de ambas normas puede concluirse
que:
• En una primera aproximación a los 2 artículos anteriores
podemos concluir que en el Derecho peruano no estarían
permitidos los pactos originarios sobre capitalización de intereses,
a no ser que se trate de cuentas corrientes mercantiles, bancarias o
similares; así como tampoco está prohibido el anatocismo.
• En el caso de las personas que no pertenezcan al Sistema
Financiero, la capitalización de los intereses vencidos, procederá,
siempre que medie pacto escrito, celebrado luego de contraída la
obligación, solo con relación a los intereses vencidos y no futuros.
• No obstante lo anterior, la Ley Orgánica del BCRP, señala que es
posible el anatocismo en la celebración de un mutuo dinerario u
otra obligación, al establecer que las tasas de interés de quienes no
pertenecen al sistema financiero, guardan relación con las tasas de
interés del Sistema financiero, ergo capitalizando intereses (art. 51
y Circular Nº 021-2007-BCRP). No se comparte la afirmación del
maestro Max Arias-Schreiber “(…) por la indivisibilidad de la
cuenta corriente, pues toda suma ingresada a ella pierde su
individualidad y se encuentra sometida a un régimen único, que es
la producción de intereses de pleno derecho”(39), porque
independientemente de su individualidad o régimen al que se
someta determinada cantidad de dinero, el dinero debe producir
réditos y si quiere que su valor no disminuya en relación al costo
de vida, por lo menos debe capitalizar los intereses ya generados.
En la jurisprudencia se han encontrado fallos que indican que el
artículo 1249 Código Civil permite la capitalización de deudas de cuentas
corrientes bancarias y no sobre créditos que otorga una institución bancaria,
pero ello no es del todo correcto, porque la Circular Nº 041-94-EF-90 del
BCRP, de fecha 20 de diciembre del año 1994, dispuso que las tasas de
interés de las operaciones activas y pasivas de las empresas y entidades del
sistema financiero se expresen en términos efectivos anuales (Tasa Activa
de Mercado en Moneda Nacional - TAMN y Tasa de Interés Pasiva
Promedio Ponderada en Moneda Nacional - TIPMN); es decir, en toda
operación realizada con una institución financiera, el BCRP permite la
capitalización de intereses.
• Los particulares que no pactaron intereses, en aplicación de la tasa
de interés legal que publicita el BCRP, estarían cobrando intereses
capitalizados y pactada convencionalmente, también perciben
intereses capitalizados. Esto se afirma porque las tasas de interés
legal que publicita la Superintendencia de Banca y Seguros y
Administradoras del Fondo de Pensiones (SAFP), por encargo del
BCRP, están fijadas en términos efectivos; es decir capitalizando
la obligación.
• Es importante en todo caso, tener en cuenta que las tasas de interés
publicitadas están en términos efectivos anuales, es decir que el
periodo de capitalización es al año, por lo que durante el primer
año, el interés se calcula en términos nominales. Si no existe pago
de interés, este se sumará al capital para producir nuevo interés.
Esta lógica, que se parece a la fórmula financiera, es la del artículo
1250 del CC de 1984, es decir que aún si no existiera esta norma,
si se pactara el pago de intereses capitalizables, desde el primer
día de contraída la obligación, por el sistema de tasas de interés
que en términos anuales fija el BCRP, la capitalización se
produciría sobre el interés impago, recién al vencimiento del año;
lo que significa que para efectos del anatocismo, la prohibición del
artículo 1250 del CC 1984, es la fórmula matemática que lo
permite.
Cuando el deudor es el Estado, en una primera intención, el Tribunal
Constitucional en la sentencia recaída en el Expediente Nº 05430-2006-
PA/TC (que contiene precedentes vinculantes), establece en el fundamento
23 que “En cuanto al pago de las pensiones devengadas e intereses,
habiéndose precisado el ámbito de aplicación del fundamento 15 d) del
Caso Sánchez-Lagomarcino Ramírez (STC Exp. Nº 2877-2005-HC), este
Tribunal ordena el pago de las pensiones devengadas conforme a lo
establecido en el artículo 81 del Decreto Ley 19990 (desde 12 meses
anteriores a la presentación de la solicitud a la ONP) y el pago de los
intereses generados conforme a la tasa establecida por el artículo 1246
del Código Civil” (el resaltado es nuestro).
Entonces, el Tribunal Constitucional ha dado la respuesta a la
interrogante si el Estado tiene que capitalizar los intereses cuando paga sus
deudas: se aplica el artículo 1246 del Código Civil, es decir, la tasa de
interés legal y como la tasa de interés legal efectiva supone capitalización
de intereses; dicho de otra manera el Tribunal Constitucional permite y ha
ordenado la capitalización de intereses en las deudas que tenga el Estado
con un pensionista (como se verá más adelante la Casación Nº 5128-2013-
Lima, dice todo lo opuesto). Para el Tribunal Constitucional no le preocupa
en algo que el artículo 1249 o el 1250, ambos del CC de 1950, y sus
prohibiciones.
• Sobre esto último, si el Código Civil restringe la capitalización de
intereses, cómo es posible que la tasa de interés legal fijada por el
BCRP, en términos efectivos permita dicha capitalización. Mario
Castillo(40), sostiene que el cambio se produjo en 1991, cuando
mediante Aviso del BCRP, de fecha doce de marzo de 1991, se
estableció la aplicación de tasas de interés efectivas; por lo que a
su opinión los artículos 1249 y 1250 del Código Civil se
convirtieron en inaplicables. Téngase presente que como
consecuencia de la hiperinflación con que concluyó la década de
los ochenta del siglo pasado, ya los civilistas se preguntaban sobre
la necesidad de que el dinero no siga perdiendo demasiado valor
de intercambio, por lo que Fernando Vidal(41) en el año 1988
reclamaba “la capitalización de intereses o está demás en el
Código Civil o debe usarse entre deudor y acreedor dándole valor
constante a las prestaciones”. La protesta de Fernando Vidal, es
válida si es que el interés vale 1 o vale 50, porque la tasa de interés
representa, en todo caso el costo del dinero en un momento
determinado, por lo que no sería correcto señalar que ahora no se
justifica la capitalización de intereses porque hogaño no hay
inflación. En épocas de inflación de la década de los ochenta del
siglo pasado, lo que se pedía capitalizar eran intereses mensuales
que superaban el 30 %, a fin de no perder valor; lo que ahora
puede representar un 20 % anual, en ambos casos se pretende
mantener un valor.
Existen hasta tres posturas, la primera es que al establecer el artículo
1243 y siguiente del Código Civil, la autoridad del BCRP para fijar las tasas
máximas de interés, así como el interés legal, es una autorización otorgada
por el propio Código Civil, para que se procede de tal manera, por lo que
cuando regula las tasas de interés el BCRP en términos efectivos, no es
necesaria una norma expresa para modificar los artículos 1249 y 1250 del
CC 1984, ello en concordancia con el artículo 51 del Decreto Ley 26123
(Ley Orgánica del BCRP), al ser la entidad autorizada para fijar los
intereses(42).
La segunda postura es que la tasa de interés legal que señala el
Código Civil, para no infringir el artículo 1249 de dicha norma, debe ser
convertida en términos nominales y no efectivos, teniendo cuidado de no
superar la tasa máxima establecida por el BCRP conforme al Código Civil.
Líneas arriba se ha visto cómo una tasa de interés nominal se convierte en
efectiva (o viceversa), lo que supone, paradójicamente “un perjuicio para el
deudor”.
La tercera postura y a criterio personal, que tiene menos solidez, es la
prevalencia ciega de los artículos 1249 y 1250 del CC de 1984 sobre
cualquier regulación del BCRP siendo inconstitucional las tasas fijadas por
esta institución cuando lo hace en términos efectivos. Hay dos razones
esenciales, que desbaratan esta última postura. La primera es que cómo
también se ha señalado, para el CC de 1984, no existe problema en la
capitalización de intereses, solo que impone sus reglas: por escrito, luego de
contraída la obligación, por los intereses vencidos impagos por más de un
año; es decir, que el anatocismo no es malo, solamente es malo que se fije al
contraerse la obligación y por intereses futuros; la segunda es que la
capitalización de intereses vencidos al año, se asemejan en mucho a la
fórmula financiera de capitalización de intereses en periodos anuales (como
lo es el Derecho peruano).
Por la función que tiene el dinero, desde un enfoque financiero la
primera postura es la adecuada, aunque suene impopular y ello debe ser
reconocido por el Derecho. Si alguien celebra un mutuo y le obligan que el
rendimiento del dinero el año 10 sea igual que el año 1, prestará solamente
año tras año; empero si se permite capitalizar intereses, el año 10 el
rendimiento del dinero será mayor, por lo que se tendrá mayor disposición a
prestar por tiempos más largos, lo que a la larga beneficia al deudor, que
supuestamente se pretende proteger al prohibir el anatocismo. Eso sí, debe
rechazarse toda práctica usuaria y abuso.
V. A MANERA DE CONCLUSIÓN
La Casación Nº 5128-2013-Lima, al establecer la prohibición de
anatocismo de las deudas del Estado frente a sus pensionistas, solamente
aplica la Ley Nº 29951; pero lo confuso de su argumentación sobre la
aplicación de los artículos 1249 y 1250 del CC de 1984, perjudicará a
futuro el sistema de obligaciones de personas ajenas al sistema financiero.
La aplicación del nuevo precedente jurisdiccional vinculante del Sexto
Pleno Casatorio, que omite pronunciarse sobre la vigente Circular Nº 021-
2007-BCRP, que permite la capitalización de intereses en las obligaciones
de personas ajenas al Sistema Financiera y aplica los artículos 1249 y 1250
del Código Civil, desde una perspectiva histórica, también ocasionará
problemas a todo el sistema de créditos.
Es momento propicio para iniciar un diálogo sobre la conveniencia de
determinar si el artículo 51 de la Ley Orgánica del BCRP y la Circular Nº
012-2007-BCRP, modificaron la prohibición del anatocismo regulado por el
artículo 1249 del Código Civil, lo que es necesario, en una sociedad
moderna que requiere de seguridad jurídica para abaratar el costo del
crédito, lo que beneficia a acreedores, deudores y operadores del sistema de
justicia.
El reto del diálogo es que más allá de prejuicios iniciales, se
encuentren soluciones que beneficien a todos, reconociendo que los tiempos
cambiaron y en el caso de los intereses la realidad del año 1984 es
completamente diferente a la del año 2014, de lo que al parecer no se han
percatado en las casaciones que originan este trabajo.
(1) MENGER, Carl. “El origen del dinero”. En: Revista de Economía y Derecho. Vol. Nº 3, Editorial
UPC, Lima 2006, pp. 85-95.
(2) SAMUELSON, Paul y NORDHAUS William. Economía. 17ª Edición, Editorial McGraw-
Hill/Inter-americana de España S.A.U. Madrid 2002, p. 443.
(3) GARCÍA AMIGO, Manuel. Teoría General de las Obligaciones y Contratos. Editorial McGraw-
Hill, Madrid 1995, p. 494.
(4) BARCHI VELAOCHAGA, Luciano. “Las Obligaciones Dinerarias en el Código Civil Peruano”.
En: Revista Athina. Nº 2, Lima, 2007, pp. 83-123.
(5) FERNÁNDEZ CRUZ, Gastón. “La naturaleza jurídica de los intereses: punto de conexión entre
el Derecho y la Economía”. En: Derecho. Revista de Derecho publicada por el Fondo Editorial
de la PUCP, Nº 45, Lima, 1991, pp. 178-202. En el indicato trabajo, al maestro Fernández Cruz,
señala que se puede concebir al interés como: a) Fruto de un capital; b) Precio del dinero; c)
Remuneración por el sacrificio de la privación de un Capital; d) Compensación por el no uso
del dinero propio; e) Indemnización por su no disfrute; f) Rédito o rendimiento a favor del
dueño del dinero por la privación temporal del dinero.
(6) “(…) Si prestas dinero a uno de mi pueblo, a un pobre que habita contigo, no será con él un
usurero, cargándole intereses. Si tomas en prenda el manto de tu prójimo, se lo devolverás antes
de ponerse el Sol, porque no tiene otro vestido para cubrir su cuerpo, ¿y dónde, sino, se va a
acostar? Si grita a mí, yo lo escucharé, porque yo soy compasivo”.
(7) Demás está decir, que ello ocasionaría formas de préstamo encubierta o creación de nuevas
figuras contractuales, como el caso de la Sociedad en comandita.
(8) Como bien precisa Luciano Barchi, si bien es cierto que los intereses son frutos civiles, no
podemos confundir y asumir que todo fruto civil es interés; ello debido a que el término “frutos
civiles” son el género y el interés es una especie de dicho género.
(9) FERNÁNDEZ CRUZ, Gastón. Ob. cit.
(10) DÍEZ-PICAZO, Luis. Fundamentos del Derecho Civil Patrimonial. Volumen l, 2ª edición,
Editorial Tecnos, Madrid, 1983, p. 488.
(11) Ambas teorías se hallan en los artículos 1234 y 1235 del CC de 1984:
Artículo 1234.- El pago de una deuda contraída en moneda nacional no podrá exigirse en
moneda distinta, ni en cantidad diferente al monto nominal originalmente pactado.
Artículo 1235.- No obstante lo establecido en el artículo 1234, las partes pueden acordar que el
monto de una deuda contraída en moneda nacional sea referido a índices de reajuste automático
que fije el Banco Central de Reserva del Perú, a otras monedas o a mercancías, a fin de
mantener dicho monto en valor constante. El pago de las deudas a que se refiere el párrafo
anterior se efectuará en moneda nacional, en monto equivalente al valor de referencia, al día del
vencimiento de la obligación. Si el deudor retardara el pago, el acreedor puede exigir, a su
elección, que la deuda sea pagada al valor de referencia al día del vencimiento de la obligación
o al día en que se efectúe el pago.
(12) El dinero es una mercancía más.
(13) Las que se sujetan a la Directiva Nº 021-2007-BCRP, por tanto no puede afirmarse que las tasas
de interés en operaciones por personas ajenas al sistema financiero, no tienen topes; excepto en
las entidades financieras que se regulan por la oferta y demanda.
(14) Tomado de FERNÁNDEZ, César. Código Civil Comentado por los 100 mejores especialistas.
Tomo VI, Editorial Gaceta Jurídica, Lima 2004, p. 555.
(15) Artículo 1324 del CC de 1984.- “Las obligaciones de dar sumas de dinero devengan el interés
legal que fija el Banco Central de Reserva del Perú, desde el día en que el deudor incurra en
mora, sin necesidad de que el acreedor pruebe haber sufrido daño alguno. Si antes de la mora se
debían intereses mayores, ellos continuarán devengándose después del día de la mora, con la
calidad de intereses moratorios.
Si se hubiese estipulado la indemnización del daño ulterior, corresponde al acreedor que
demuestre haberlo sufrido el respectivo resarcimiento”.
(16) FERRERO, Raúl. Curso de Derecho de las Obligaciones. 3ª edición, 2ª reimpresión, Editorial
Grijley, Lima, 2004, p. 192.
(17) CÁRDENAS QUIROZ, Carlos. Hacia la reforma del Libro VI del Código Civil. Themis Nº 30,
Lima, 1994, pp. 141-148.
(18) Este argumento también es utilizado por quienes defienden que pueden coexistir el interés
compensatorio y el moratorio en forma simultánea.
(19) FERRERO, Raúl. Ob. cit., p. 193.
(20) Al efecto revisar la Circular Nº 021-2007-BCRP, vigente a partir del 1 de octubre del año 2007.
Título I: Tasas de Interés en Moneda Nacional, Capítulo C: Tasa de Interés Moratorio,
numeral 2. Operaciones entre personas ajenas al sistema financiero “La tasa máxima de interés
convencional moratorio es equivalente al 15 % de la tasa promedio del sistema financiero para
créditos a la microempresa y se aplica de forma adicional a la tasa de interés convencional
compensatorio o, de ser el caso, a la tasa de interés legal” (el resaltado es nuestro).
(21) FUEYO, Fernando. Cumplimiento e Incumplimiento de las Obligaciones. Editorial Jurídica de
Chile, Santiago de Chile 1991. p. 427.
(22) TIAE = Tasa de Interés Anual Efectiva.
(23) Artículo 1374 del Código Civil: “La oferta, su revocación, la aceptación y cualquier otra
declaración contractual dirigida a determinada persona se consideran conocidas en el momento
en que llegan a la dirección del destinatario, a no ser que este pruebe haberse encontrado, sin su
culpa, en la imposibilidad de conocerla. Si se realiza a través de medios electrónicos, ópticos u
otro análogo, se presumirá la recepción de la declaración contractual, cuando el remitente reciba
el acuse de recibo”. Esta norma que recoge el sistema de la recepción de la oferta y se estima
aplicable a las obligaciones.
(24) CÁRDENAS QUIROZ, Carlos. El pago de intereses en el Código Civil. El Código Civil
peruano y el Sistema Jurídico Latinoamericano, Editorial Cuzco, Lima, 1986, pp. 331-346.
(25) OSTERLING, Felipe y CASTILLO Mario. Tratado de las Obligaciones. Tomo V. Fondo
Editorial Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima, 1996, p. 356 y ss.
(26) GÓMEZ APAC, Hugo y BOZA ALZAMORA, Sandy. “Pago de intereses en la legislación
peruana”. En: Revista Advocatus Nueva Epoca. Nº 7, Universidad de Lima, 2002, pp. 451-467.
(27) Una diferencia significativa en la tasa máxima de interés moratorio, es que a diferencia de la
aplicable a deudas en moneda nacional, es equivalente no al 15 %, sino al 20 % o se sugiere
revisar la siguiente dirección: <http://www.bcrp.gob.pe/docs/Transparencia/Normas-
Legales/Circulares/2007/Circular-021-2007-BCRP.pdf>.
(28) Un ejemplo de tasas de interés que funciona adecuadamente es el caso de Grammen Bank (un
banco social para pobres, quienes a su vez son dueños, del 94 % de la compañía). Al principio
el interés del crédito fue cero y ahora ya se cobran tasas de interés similares a las de la Banca
Comercial, lo que es impresionante, pues al ser pobres los prestatarios, el riesgo debería ser alto.
Su creador el Premio Nóbel de la Paz 2006 Muhammad Yunus cifra su éxito en que la mayoría
de sus préstamos son a mujeres jefas de hogar (96 %) que cumplan la condición de ser pobres y
no tener con qué avalarse un crédito. La recuperación es un éxito: 98.85 % (Dato a agosto de
2006, según la Enciclopedia virtual Wikipedia), pues existe un control social y una sanción no a
quien incumple sus pagos, sino al grupo que pertenece, que queda suspendido para seguir
recibiendo mayores créditos. Imaginen que a Blangadesh (lugar donde se originó el Banco, en
plena hambruna de 1974) hubiera llegado un juez que diga que no es posible sancionar al grupo
negándoles un crédito por el incumplimiento de uno de sus integrantes, esta historia y esfuerzo
por salir de la pobreza no se hubiera conocido; aun cuando el juez hubiera actuado con apego a
la norma sin entender las costumbres sociales, les habría causado un perjuicio, por ello, siempre
debe verse más allá del expediente y si su consciencia le indica que existe alguna norma
inconstitucional, pues que no la guarde solamente en sus sentencias, sino que promueva los
cambios legislativos necesarios.
(29) Artículo 9 de la Ley Nº 26702.- Libertad para fijar intereses, comisiones y tarifas.- “Las
empresas del sistema financiero pueden señalar libremente las tasas de interés, comisiones y
gastos para sus operaciones activas y pasivas y servicios. Sin embargo, para el caso de la
fijación de las tasas de interés deberán observar los límites que para el efecto señale el Banco
Central, excepcionalmente, con arreglo a lo previsto en su Ley Orgánica. La disposición
contenida en el primer párrafo del artículo 1243 del Código Civil no alcanza a la actividad de
intermediación financiera. Las empresas del sistema de seguros determinan libremente las
condiciones de las pólizas, sus tarifas y otras comisiones. Las tasas de interés, comisiones, y
demás tarifas que cobren las empresas del sistema financiero y del sistema de seguros, así como
las condiciones de las pólizas de seguros, deberán ser puestas en conocimiento del público, de
acuerdo con las normas que establezca la Superintendencia”.
(30) CHU, Manuel. Fundamentos de Finanzas, un enfoque peruano. 2ª edición, Colegio de
Economistas de Lima, Lima, 2003, p. 114.
(31) BACA, Gabriel. Fundamentos de Ingeniería Económica. Editorial McGraw-Hill, Interamericana
de México, México, 1994. p. 9.
(32) Aunque en justicia debe mencionarse que también es de B. Franklin la frase: “De aquel que
opina que el dinero puede hacerlo todo, cabe sospechar con fundamento que será capaz de hacer
cualquier cosa por dinero”.
(33) En el trabajo “Un artículo de interés o una historia del sin querer queriendo”, de este autor,
publicado en: Revista Jurídica del Perú. Nº 102, pp. 238-249, agosto 2009, Editorial Gaceta
Jurídica, Lima, se ejemplifica de manera numérica la diferencia entre ambas tasas de interés.
(34) BLANK, Leland y TARQUIN, Anthony. Ingeniería Económica. 3ª Edición. Editorial McGraw-
Hill. Bogotá, 1992, p. 61.
(35) CASTILLO, Mario y VÁSQUEZ, Ricardo. Analizando el análisis, autopsia del análisis
económico del Derecho por el Código Civil. Fondo Editorial Pontificia Universidad Católica
del Perú. Lima, 2004, p. 157.
(36) Se atribuye a Aristóteles la frase estuvo sintetizada en el principio “pecuri non parir pecuniam”,
que los tratadistas traducen como “el dinero no produce dinero”.
(37) VIDAL, Fernando. La capitalización de intereses. Tendencias actuales y perspectivas del
Derecho Privado y el Sistema Jurídico Latinoamericano. Editorial Cuzco, Lima, 1990, pp. 315-
322.
(38) Ibídem. p. 318.
(39) Tomado de FERNÁNDEZ, César. Código Civil Comentado por los 100 mejores especialistas.
Tomo VI, Editorial Gaceta Jurídica, Lima, 2004, p. 577.
(40) CASTILLO, Mario y VÁSQUEZ Ricardo. Ibídem, p. 158.
(41) VIDAL, Fernando. Ob. cit., p. 322.
(42) Artículo 51, D.L. Nº 26123.- “El Banco establece de conformidad con el Código Civil, las tasas
máximas de interés compensatorio, moratorio, y legal, para las operaciones ajenas al Sistema
Financiero. Las mencionadas tasas, así como el Índice de Reajuste de Deuda y las tasas de
interés para las obligaciones sujetas a este sistema, deben guardar relación con las tasas de
interés prevalecientes en las entidades del Sistema Financiero”.
(43) Este Decreto Supremo reglamenta las Leyes Nºs 28266 y 28798.
(44) POLANCO GUTIÉRREZ, Carlos. “Un artículo de interés o una historia del sin querer
queriendo”. Publicado en: Revista Jurídica del Perú. Nº 102, pp. 238-249, agosto, 2009,
Editorial Gaceta Jurídica, Lima, 2009.
(45) JIMÉNEZ VARGAS-MACHUCA, Roxana. “Intereses, tasas, anatocismo y usura”. En: Revista
Jurídica del Perú. Año LI Nº 21, Trujillo, abril 2001, tomado del portal electrónico
<http://dike.pucp.edu.pe>.
LOS TÍTULOS VALORES PERJUDICADOS Y
LA UNIFICACIÓN CONTRACTUAL DEL
ARTÍCULO 2112 DEL CÓDIGO CIVIL
V. ALTERNATIVAS A CONSIDERAR EN LA
APLICACIÓN DEL ARTÍCULO 1233 DEL CÓDIGO
CIVIL
Hay algunas otras alternativas que se podrían considerar en la
aplicación de lo normado por el artículo 1233 del Código Civil; como las
mencionaremos a continuación:
1. Que cuando se entregan títulos valores como consecuencia de las
relaciones comerciales entre las partes, esto significa que tales
títulos solo expresan la obligación pero de ninguna manera que
han sido entregados en pago de la obligación primitiva, los títulos
valores, se rigen por las leyes de la materia y puede el deudor
ejercer la acción cambiaria o la acción causal.
2. La acción causal en el caso de que se hubiera entregado título
valor se debe considerar ejercitada si se ha interpuesto la acción
para la ejecución de las garantías.
3. El ejercer la acción causal y no promover la acción cambiaria en el
plazo de ley no implica perder la posibilidad de la acción
cambiaria. Ello es así no solo porque no se desprende del artículo
1233 del Código Civil esta posibilidad, sino porque además si así
fuera nos llevaría a la equivoca conclusión de que el no ejercicio
de la acción cambiaria importaría la reducción del plazo para
ejercer la acción causal lo que no resultaría atendible, porque en el
caso que promueva la acción referida el acreedor habría ejercido
su derecho dentro del plazo de ley.
4. Debe considerarse que el artículo 1233 del Código Civil está
ubicado en la parte relativa al pago de obligaciones. Entonces debe
apreciarse que el término entrega no solo se circunscribe al pago,
realmente lo que se hace, es regular los efectos de la entrega de los
títulos valores que son aspectos de puro derecho que deben ser
adecuadamente motivados.
I. INTRODUCCIÓN
Quizás el fenómeno jurídico más relevante en términos de la expansión
de la influencia y presencia de una institución en la vida del ser humano,
sea el crecimiento de los contratos. Un ser humano promedio celebra
decenas de contratos todos los días (comprar en el supermercado, hacer una
llamada telefónica, matricularse en la universidad, etc.) recibe la influencia
de manera indirecta (cuando usamos la calle construida gracias a un
contrato celebrado entre una municipalidad y una empresa constructora o
volamos en un avión comprado por la aerolínea a su fabricante).
El Derecho Contractual se está volviendo no solo en el centro del
Derecho Privado, sino de todo el Derecho, incluyendo las ramas del
Derecho Público. El concepto de interés público va cediendo frente al
concepto de autonomía privada.
La administración de justicia, usualmente pensada como una actividad
pública, es cada vez confiada más en un mecanismo contractual: el
arbitraje.
La actividad regulatoria estatal incluyendo decisiones tan públicas
como controles tarifarios o regulaciones de servicios públicos, se han
contractualizado a nivel tal que hoy los contratos de concesión o de
inversión se han vuelto más importantes que la Ley y las regulaciones
mismas.
Cada día todo es más contrato y menos otra cosa. Por ello voy a
abordar en este trabajo algunos ejemplos de este crecimiento y de lo que
creo (con una suerte de “bola de cristal” en mano), va a ocurrir con áreas
que hoy excluyen o limitan seriamente la contratación privada, pero que
quedarán comprendidas bajo su manto en un futuro nada lejano.
1. ¿Por qué con los contratos las partes ganan y nadie pierde?
¿Por qué la contratación es, en principio buena para las partes y, a su
vez, buena para la sociedad? La respuesta no nos la da un abogado, sino un
economista: Wilfredo Pareto. Él explicó cómo hacen los mercados para
generar eficiencia, que no es otra cosa que mayor bienestar. Para ello acuña
dos conceptos que son centrales.
El primero de esos conceptos es conocido como el Óptimo de Pareto, y
señala que una situación será óptima si no es posible mejorar la situación de
alguien sin empeorar necesariamente la situación de otro. Esto quiere decir
que los recursos disponibles han sido usados de manera tan eficiente que
toda mejora individual tiene una consecuencia necesariamente
redistributiva, pero no mejora la situación en términos sociales o agregados.
Si alguien gana algo es porque alguien perdió algo. Este principio, permite
a los economistas identificar una situación ideal bajo la cual se ha
alcanzado una auténtica y plena eficiencia económica ante una dotación de
recursos limitada.
Pero también Pareto nos permite identificar cuándo una situación
nueva es mejor que una situación anterior. En términos paretianos, una
situación es mejor que la anterior cuando alguien ha mejorado y nadie ha
empeorado. Bajo tal circunstancia el cambio de situaciones nos ha hecho
ganar algo en eficiencia, es decir, que la nueva situación es más eficiente
que la anterior. Este es conocido como el criterio de Pareto(2).
Estos conceptos fueron afinados por Kaldor y Hicks. Según ellos una
situación nueva también es mejor que una anterior si quienes han mejorado
lo han hecho en un grado mayor de lo que lo han empeorado aquellos que
terminan estando peor. Así, los que han ganado con el cambio lo han hecho
en un grado mayor que quienes han perdido con el cambio(3).
Quizás la mejor manera de comprender estos conceptos sea con un
ejemplo. Imaginemos que tenemos encerrados en un cuarto a cuarenta
personas. Asimismo, los únicos bienes existentes son 20 caramelos de fresa
y 20 caramelos de limón. Estos han sido distribuidos entre los ocupantes del
cuarto al azar, esto es, sin utilizar como criterio el gusto de las personas por
un sabor u otro. Así resultan con caramelos de fresa algunas personas que
hubieran preferido caramelos de limón, y con caramelos de limón algunos
que hubieran preferido caramelos de fresa.
Imaginemos también que un amante de la fresa, que tiene un caramelo
de limón, ofrece a un amante del limón un trueque (es decir, un contrato de
permuta) por un caramelo de fresa. Ambos aceptarán gustosos, mejorando
la situación en la que se encontraban antes de la transacción. Los dos han
mejorado y nadie ha empeorado. Según el criterio de Pareto la situación
resultante es más eficiente que la anterior, aunque debe reconocerse que es
una situación subóptima, es decir, que aún es posible que algunos sigan
mejorando sin empeorar la situación de otros(4).
Como se podrá ver, en términos generales, Kaldor y Hicks no
describen una situación contractual sino una extracontractual. Dos personas
libres, actuando razonablemente, no sujetas a coacción y con información
adecuada no contratarán para perder. Por eso es que se dice que el
intercambio significa que ambos ganan, es decir que estamos en una
situación win win. Pero Kaldor y Hicks hablan de una situación no
contractual. Por ejemplo si la autoridad decide que una empresa puede
contaminar a pesar que genera algunos daños a los vecinos, lo que en el
fondo está diciendo es que los beneficios de la fábrica superan los daños
que causa y justifican que desde un punto de vista de eficiencia es mejor
que siga operando. Nótese que en el ejemplo no hay contratos sino
regulación, precisamente el supuesto más típico de la aplicación del criterio
Kaldor y Hicks(5).
Regresemos al criterio paretiano y la atmósfera contractual. Si los
ocupantes de la habitación, disconformes con el sabor que les tocó, siguen
realizando trueques, irán paulatinamente aumentando la eficiencia. Cada
intercambio mejora a los dos involucrados en el mismo y no empeora a
nadie con lo que la situación de esta sociedad, conformada por sólo 40
individuos, mejora en términos agregados con cada contrato.
Llegará sin embargo un momento en que ya no será posible mejorar
más. Un grupo de amantes de caramelos de limón o un grupo de amantes de
caramelos de fresa se quedarán con sabores no deseados por ellos(6). Ya no
será posible que nadie mejore, salvo que empeore la situación de otro (por
ejemplo quitándole un caramelo de fresa a una persona para dárselo a otra
que le gusta ese sabor pero que se quedó con un caramelo de limón).
Estaremos entonces frente a una situación óptima, en términos de Pareto.
Nótese que ello no implica que todos estén contentos. Algunos se han
quedado con sabores que no les gustan. Sin embargo, dados los recursos
existentes, se ha logrado la mejor distribución posible, maximizándose el
bienestar individual y con ello el del grupo en su conjunto(7).
El lector perspicaz podrá advertir que el ejemplo no es otra cosa que
una simplificación del funcionamiento de un sistema de mercado o, en otros
términos, del Derecho de Contratos. En el mercado existe una determinada
cantidad de bienes y servicios disponibles que son adquiridos por sus
consumidores a cambio del pago de precios o contraprestaciones. Es así
como el mercado nos va llevando, paulatinamente, a situaciones más y más
eficientes, a través de una serie de operaciones de intercambio. El resultado
es una mejora paulatina en el bienestar general, consecuencia natural de la
sumatoria de la mejora en los bienestares individuales. Por ello el Derecho
Contractual ha sido tan exitoso: por su capacidad de conducirnos a
soluciones eficientes.
Si todo funciona bien, el sistema de mercado (y los contratos que le
sirven de base para su funcionamiento) se configura como la mejor manera
de llegar, o al menos acercarnos todo lo posible, al óptimo de Pareto. Bajo
tal circunstancia el rol de Estado casi se reduce a asegurar los derechos de
propiedad (evitar el robo de caramelos) y hacer exigibles los contratos
(hacer que quienes se comprometieron a cambiar caramelos cumplan sus
promesas). En esta perspectiva la intervención del Estado se reduce de
manera sustancial, y por el contrario los contratos se convierten en la
institución central del sistema jurídico. Bastarían intercambios libres y sin
limitaciones para que todos estemos mejor.
Si el Estado va más allá puede crear distorsiones. Si considera que
quienes tienen caramelos de limón están equivocados porque los de fresa
son más sabrosos (los de limón serían una suerte de “producto de mala
calidad”, donde la calidad no la determina cada contratante según cual sea
su caso, sino el Estado en general), y por tanto impide a los amantes del
limón entregar en intercambio sus caramelos de fresa, estará creando una
distorsión que reducirá la posibilidad de los agentes involucrados de ganar
en eficiencia y con ello aumentar su bienestar. En otras palabras la elección
del sabor de los caramelos no parece tener ninguna base en la existencia de
razones de interés social, público o ético, y por tanto la intervención estatal
en los contratos parece innecesaria. Nadie mejor que uno mismo para saber
qué sabor le gusta más.
Si el Estado considerara, equivocadamente, que algunos de los
ocupantes del cuarto son tontos (como muchos que empujan políticas
erradas de protección al consumidor) y por ello no les permite participar en
el intercambio para evitar que sean víctimas de los inteligentes, estará
también estorbando la eficiencia. Nótese que si en el mercado un individuo
elige comprar un producto de mala calidad, debemos presumir que ello
mejora tanto su situación como la del proveedor que se lo vende, salvo,
claro está, que por alguna falla de mercado esté produciendo una mala
asignación de los recursos existentes.
En el fondo de estos conceptos descansa un justificativo ético, que
podríamos identificar con uno de los conceptos de justicia, como bien dice
el célebre contractualista norteamericano Alan Schwartz:
“Por justicia entiendo dos cosas. Un aspecto (...) se deriva de las
premisas utilitarias y básicamente sostiene que los resultados justos
son los que surgen cuando se permite a las personas hacer lo mejor que
pueden, dadas sus circunstancias. Esto es porque (...) las personas son
los mejores jueces de aquello que maximiza su propia utilidad; en
consecuencia, dejando que ellos realicen elecciones sin restricciones es
más probable maximizar la utilidad para el individuo y para la
sociedad en su conjunto. El segundo aspecto de la justicia, que
discutiré brevemente más adelante, es la justicia considerada como
distribución equitativa. (...)
Quisiera iniciar esta discusión sobre el derecho de los contratos usando
el primer concepto: esa noción utilitaria y kantiana que señala que
resultados justos resultan de dejar a las personas hacer las cosas lo
mejor que ellas puedan”(8).
3. La política
¿Pueden los contratos servir como herramienta para disciplinar la
política? ¿Podemos mejorar los gobiernos usando contratos? ¿Podemos
concesionar el gobierno mediante contrato en lugar de usar sistemas
electorales? ¿Por qué no dejamos de lado a los García, los Toledo o los
Fujimori? ¿Por qué no pensar en un esquema en el que nos gobierne un
equivalente a la Coca-Cola, Microsoft o Sony? ¿Se puede privatizar
mediante contratos al presidente o a los congresistas? Creo no solo que es
perfectamente posible, sino que en poco tiempo será una realidad y ya hay
indicios que nos movemos en ese sentido.
La idea es relativamente simple. Usualmente partimos del principio
que el Estado (entendido como gobierno) no es privatizable. Y al no ser
privatizable no está sujeta a la libre contratación y a la autonomía privada.
Sobre lo público, se suele decir, no se contrata.
Pero ello es un error. El Estado no sólo es privatizable, sino que ya está
totalmente privatizado. Los funcionarios (partiendo por el Presidente
mismo, los congresistas, los jueces o los ministros) son individuos privados.
Tienen su familia, sus amigos y sus propios intereses. Y cuando surge el
conflicto entre su interés privado y el interés público suelen preferir el
primero.
Ello explica la corrupción, el compadrazgo, los favores y la
ineficiencia del Estado. Estamos condenados a elegir privados como
gobernantes porque sea quien sea el candidato no será nunca un “individuo
público” porque esos no existen.
Como diría el premio Nobel de Economía James M. Buchanam, se
estaría asumiendo una visión romántica de la política.
La teoría del Public Choice ha desmitificado esa idea y ha demostrado
que los individuos actúan reaccionando a los incentivos de manera similar
cuando actúan en su esfera privada a cuando actúan como funcionarios
públicos, es decir buscan maximizar sus beneficios(18). En otras palabras los
incentivos individuales que mueven a los políticos son los mismos que
mueven a los comerciantes. Pero los límites y restricciones que enfrentan
no son los mismos.
Como bien dice Buchanan, refiriéndose a lo que nos ha ayudado a
describir la teoría del Public Choice:
“El romance se ha ido, quizás para no volver nunca. El paraíso
socialista se ha perdido. Los políticos y los burócratas son vistos como
personas comunes y corrientes como todo el resto de nosotros, y la
política es vista como un conjunto de arreglos, un juego si quieren, en
el que muchos jugadores cuyos muy diversos objetivos interactúan
para generar resultados que podrían no ser ni internamente consistentes
ni eficientes bajo cualquier estándar”(19).
Por ello la pregunta no es si privatizamos o no. La pregunta es ¿Cómo
privatizamos para crear los incentivos adecuados? Las elecciones son, por
tanto, un sistema de privatización, sólo que bastante imperfecto. Es mejor
usar contratos.
Cuando hemos privatizado empresas públicas, o concesionamos una
actividad, seguimos un sistema de privatización diferente al electoral. En
primer lugar establecemos una calificación de los postores.
En segundo lugar negociamos y suscribimos un contrato, con objetivos
y metas establecidas y con pagos por el cumplimiento de dichas metas y
penalidades por su incumplimiento, algo a los que los políticos no están
sujetos. ¿Dónde está el contrato del Presidente por el que asume las
obligaciones que debe cumplir y los objetivos a los que se ha
comprometido? Si una empresa concesionaria no cumple con una meta (por
ejemplo entregar las obras en un plazo o conseguir un estándar de calidad
determinado) simplemente no se le paga o se le aplica una penalidad. Pero
con el Presidente no pasa lo mismo.
En tercer lugar, solemos rechazar entregar concesiones a personas
naturales. Preferimos empresas porque tienen una estructura legal, contable
y económica, que nos asegura un mejor cumplimiento de metas y un control
más minucioso. Es más fácil fiscalizar a una persona jurídica y ello hace
que todo sea más transparente. Y por ello no es mala idea contratar a un
presidente persona jurídica antes que a un presidente persona natural.
En realidad, el quid de la solución es utilizar contratos en los que se
alinea el interés público de la ciudadanía con el interés individual de la
empresa que proveerá el bien público “gobierno” tal como lo hacemos con
ciertos contratos de concesión en los que el negocio y la rentabilidad del
mismo están sujetos al cumplimiento de ciertas metas de “política pública”.
La actuación correcta de los funcionarios depende de la existencia de
incentivos adecuados. John Stuart Mill decía que “La oficina pública
perfectamente constituida es aquella en la que el interés del funcionario es
enteramente coincidente con su deber”(20). Y todo para constatar que eso no
se cumple o se cumple en situaciones muy excepcionales. Mientras los
comerciantes tienen como límites la propiedad y la libertad de contratar de
sus contrapartes, los funcionarios públicos enfrentan límites ambiguos y
criterios poco claros para limitar su poder de acción.
Un problema es cómo asegurar la “transitividad” entre la voluntad
popular y la gestión privada en la generación de los bienes públicos, es
decir cómo asegurarse que lo que la empresa proveerá sea lo que los
votantes quieren.
Las posibilidades para lograr un esquema que asegure la transitividad
pueden ser muy variadas. Una es votar directamente por empresas. Estas
deberán presentar no promesas electorales, sino un proyecto contrato en que
nos dicen qué metas ofrecen cumplir y cuánto cobrarán por hacerlo: tasa de
inflación, crecimiento del PBI, reducción de la mortalidad infantil o del
analfabetismo, etc. Y no con palabras de esas que se las lleva el viento, sino
con números que se vuelven parte de sus obligaciones contractuales. Si el
elegido no cumple no le pagas.
Otra posibilidad, con un carácter más técnico, es que la elección
popular con votos de los ciudadanos sería no de quién gestiona, sino de
quién fija las “Bases de Licitación”, es decir quién evalúa y determina en
base a qué compiten los postores a gobernar, y velará por el cumplimiento
del contrato. La transitividad entre la voluntad popular y la producción de
los bienes públicos deseados se dará por medio de la elección de la
contraparte contractual, no de la elección de quién ejecuta el contrato en
base a metas precisas y claras. Toda la parte pública del Estado se reduciría
a un órgano como Proinversión mezclado con un organismo regulador (un
Osigobierno) que vele porque se cumplan los compromisos de la empresa
gobernante. Bastaría elegir al Directorio de esta entidad (no más de 12
personas), que contratarán a los técnicos que se encargarán de diseñar y
ejecutar las licitaciones. Dirán qué metas se deben cumplir y cuáles son las
penalidades y precios a pagarse por el cumplimiento de metas. Se habría
contractualizado al gobierno mismo y lo que hoy son simples promesas
electorales, se convertirían en obligaciones contractuales. Si la empresa
gana la “licitación” su oferta se incorpora al contrato. Si no cumple con su
obligación no se le paga, se le aplican penalidades o se le resuelve el
contrato. Los incentivos para cumplir estarían dados gracias a la magia del
Derecho Contractual.
Y miremos algunas de las ventajas. La contabilidad de las empresas
permite rastrear de mejor manera actos de corrupción o ineficiencias en la
gestión. Estados financieros auditados es más claro y explicativo que el
simple patrimonio de un político.
Los accionistas de estas empresas, que quieren obtener utilidades,
buscarán administradores que consigan cumplir las metas de las que
depende el pago.
Las empresas estarían sujetas a cumplir sus ofertas publicitarias, y
podrán ser sancionadas por el Indecopi si mintieron, algo que no pasa con
los políticos. Si la empresa ofreció reconstruir el sur luego de un terremoto,
habrá infracción a la ley si no lo hace.
Si el sistema se difunde en varios países, aparecerán empresas
prestigiadas especializadas en administrar gobiernos. La competencia
generará mejoras en la gestión y marcas bastante menos efímeras y más
prestigiadas que la de los caudillos o políticos de turno.
Y para quienes creen que el afán de lucro no es una buena alternativa
para guiar a un gobierno, hay que considerar que ese afán ya existe en los
gobernantes y políticos actuales. Y que, por otro lado, ese incentivo de
lucrar explica buena parte de los productos o servicios que las empresas
privadas nos ofrecen con calidad muy superior a los bienes o servicios que
nos ofrece el Estado.
4. La congestión de tránsito
¿Cree que podríamos arreglar el kafkiano tráfico limeño mediante
contratos? Creo que en relativamente poco seremos testigos de esa solución.
Imagínense una pastura pública y al frente de la pastura una vaca
sujetada por su propietario. El dueño de la vaca debe decidir si la lleva a
pastar. Si lo hace, su vaca come gratis y se engorda. No hay costo y hay
beneficio. Resultado: lleva a la vaca a pastar. Pero todos los dueños de
vacas hacen lo mismo y llevan todas las vacas que pueden a pastar gratis.
Por supuesto que ya sabemos lo que pasará: el terreno se llenará de
vacas que consumirán los pastos hasta depredarlos por el sobre pastoreo. Y
como el terreno no es de nadie (o es del Estado, que es lo mismo) no hay
quien invierta en regarlo y resembrarlo. El resultado es el desastre. El uso
de la pastura no está regulado contractualmente.
Cambiemos la figura: privaticemos la pastura. Ahora hay un dueño que
sólo deja entrar a quienes le pagan por pastar, es decir quienes contratan con
él. No pondrá un precio demasiado bajo porque no quiere demasiadas
vacas, pero tampoco pondrá un precio muy alto porque perderá negocio.
Ahora el número de vacas es racionado por el precio, no hay ni demasiadas,
ni tan pocas. Y el propietario invierte en regar y resembrar porque desea
que su negocio sea sostenible.
La avenida Abancay, a las 5 y 30 de la tarde, es la pastura sin dueño.
Los propietarios de combis y carros somos como el dueño de la vaca. Si
sacamos nuestro vehículo, usar la calle es gratis y te da un beneficio. No
hay que contratar con nadie para usarla. Todos entramos a la misma hora. Y
nadie tiene interés (salvo el alcalde antes de las elecciones) de arreglar la
calle y administrar el tránsito. La avenida Abancay es depredada como la
pastura.
Moraleja: El mercado no funciona porque no se han creado derechos
de propiedad que permitan su funcionamiento y reglas contractuales que
permitan asignar recursos escasos. Si las calles tuvieran dueño, tendríamos
que pagar por usarlas y ellos racionarían su uso con precios, reduciendo la
congestión. Los precios subirían en las horas punta, motivando a la gente a
conducir a otras horas o a compartir autos o a usar más transporte público
masivo que ocupa menos espacio y reparte el mismo costo entre varios.
Claro que el lector se preguntará cómo puede funcionar algo así. Si
llenamos Lima de casetas de peaje habrá más congestión que antes. Pero no
es necesario hacer eso. Actualmente hay sistemas satelitales o mecanismos
electrónicos a bajo costo que nos permiten registrar exactamente por dónde
circula un auto. A fin de mes nos llega la factura por las calles que hemos
usado. El uso razonable de la calle reduce congestión, accidentes y
contaminación. Un esquema contractual se encargará de racionalizar el
tráfico.
¿Le suena a ciencia ficción? No lo es. En Londres. Singapur y Chile se
han implementado versiones limitadas con singular éxito. La propiedad
sobre las calles hace que aparezca un mercado de tránsito que antes no
existía. Y las relaciones contractuales de usuarios y titulares de la calle se
encargan del resto. Decir que el caos del tránsito es por mucho mercado, es
falso. Mercado no es un sistema sin reglas. Es todo lo contrario, es un
sistema de reglas claras y simples que, como la propiedad o los contratos,
organizan la conducta humana.
¿Difícil de aprobar un sistema así en el Congreso? Hay países que ya
lo tienen en su legislación. Les cito algunos textos:
“Con el fin de inducir racionalidad en las decisiones de uso de la
infraestructura vial, el Estado procura que los costos asociados a la
escasez de espacio vial se transfieran mediante el cobro de tasas a
quienes generan la congestión vehicular”.
Con esa norma se puede cobrar a los conductores por el uso de la calle
y así racionalizar su conducta.
Y veamos esta otra norma:
“El Estado procura que las personas naturales o jurídicas, públicas o
privadas que con motivo de obras o trabajos en las vías interfieran el
normal funcionamiento del tránsito asuman un costo equivalente al que
generan sobre el conjunto de la comunidad afectada, durante la
realización de tales trabajos, a través del pago de tasas calculadas en
función de las áreas y tiempos comprometidos”.
¿Se imaginan cuántos dolores de cabeza nos ahorraríamos si las
personas que ejecutaron las obras hubieran tenido que pagar por el costo
que generaron en congestión, pérdida de tiempo y accidentes? Las obras se
hubieran hecho mucho más rápido y de una manera más eficiente y menos
invasiva.
¿Qué país del mundo tiene ese tipo de legislación tan moderna? Pues
nada más ni nada menos que el Perú. Acabo de citar la Ley de Transporte y
Tránsito Terrestre aprobada por el Congreso de la República en 1999 (hace
ya más 15 años) y que nunca ha sido puesta en práctica a pesar de que está
vigente.
¿Y por qué? Porque los reguladores, que debían crear el marco para
que esto funcionara, siguen creyendo en la regulación convencional, en
subir multas que serán reemplazadas por corrupción a la policía, y se
olvidan de la regulación inteligente que podemos obtener por marcos
contractuales bien definidos.
Regulaciones que crean derechos de propiedad, o refuerzan los
contratos y hacen posible que sistemas que creen incentivos adecuados
funcionen pueden ser más efectivas de lo que creemos.
5. El medio ambiente
Hace años que los diarios y noticieros nos hablan de la extinción de las
vicuñas. Víctimas de cazadores furtivos que quieren obtener su lana, su
número se reduce sin que aparezca una solución.
¿Se pueden usar esquemas contractuales para proteger a las especies
animales y vegetales y a nuestro medio ambiente?
Aunque le suene curioso, el problema podría resolverse con contratos
de caza o de explotación de las vicuñas. Y lo mismo podría hacerse con
otras especies animales o con recursos de nuestro medioambiente. ¿Pero
cómo la existencia de contratos para cazar o explotar a las vicuñas puede
proteger a los animales en peligro de extinción? La siguiente cita responde
a esa pregunta:
“La privatización de especies, también conocida como cría silvestre, es
la transferencia de cierta especie o especies animales de propiedad
pública o gubernamental a empresas privadas. Este tipo de
privatización esta basado en la idea de que la fauna es un commodity,
que como tal, puede ser privatizada. No tenemos que preocuparnos del
ganado extinguiéndose, porque su valor como propiedad privada nos
anima a cuidarlos y criarlos. Después de todo, ¿Están las ovejas y los
pollos en peligro de extinción? Este tipo de privatización eleva el
turismo y la población de animales, ya que estos son cuidados de
cazadores furtivos e incendios forestales por sus dueños.
Según el brillante artículo sobre la privatización de especies de
Stephen Weaver: “El Mejor Amigo del Elefante”: “Esta estimado que
un cazador deportivo gasta por lo menos 14 veces la cantidad de
dinero que el turista observador (…)” “(…) y aunque el cazador
generalmente sí mata algo, ¿cuantos turistas deben de pasar por el
mismo animal en orden para igualar la cantidad gastada por el
cazador? El cazador prefiere una apariencia más natural, lo que
significa menos impacto para el hábitat”. Así que la privatización atrae
turistas, y por ende, dinero, lo que significa un enorme beneficio para
los países que la ponen en práctica. Los permisos de caza son un
poderoso incentivo para criar y cuidar animales salvajes. Un cazador
pagará más de quince mil dólares por un rinoceronte, así que más
personas querrán producirlos. Un propietario privado no dará una gran
cantidad de permisos de caza para proteger su propiedad, ayudando así
a aumentar su número.
Especies que nunca podrían ser cazadas, o no son lo suficientemente
visibles o interesantes para atraer turistas también pueden obtener
beneficios de la privatización. Ya que los propietarios protegen a su
tierra y animales, otras especies que comparten los mismos hábitats, se
benefician con las mejoras. Por ejemplo, como dice Weaver: “Hábitats
óptimos para el desarrollo de un toro kudu (animal valorado como
trofeo de caza) también apoyan al ratel, animal parecido al tejón, el
mandril, la tórtola de Cape y numerosas otras especies. ‘De este modo,
especies que no son valoradas como trofeos disfrutan de un enorme
beneficio aliado. Para tratar de proteger su propiedad de cazadores
furtivos, el propietario contrata guardabosques y cerca sus tierras. Se
ha visto que los propietarios privados también controlan incendios
forestales mejor que el gobierno’”(21).
Los resultados de estas políticas que usan propiedad privada y
contratos para asignar derechos de caza o derechos de explotación han sido
asombrosos. En Zimbabue –la mayoría de las especies deseadas incluyendo
el 94 por ciento de elands, 64 por ciento de kudus, 63 por ciento de jirafas,
56 por ciento de guepardos y 53 por ciento de impalas y antílopes– se
encuentra en ranchos comerciales privados. La población animal de
Namibia ha crecido en 80 % desde que se privatizó y se reguló el acceso a
la misma mediante contratos. En Sudáfrica, las manadas de elefantes están
creciendo a tasas de 5 % anual mientras se extinguen en países donde no se
les ha privatizado. En Kenia, la población de elefantes cayó drásticamente
de sesenta y cinco a diecinueve mil entre 1979 a 1989, mientras que en
Namibia, con derechos de propiedad y contratos, creció de treinta mil a
cuarenta y tres mil en el mismo periodo(22).
La explicación es relativamente simple y se asemeja al caso de la
pastura o del tránsito en la avenida Abancay. La propiedad hace que los
costos y beneficios de la conservación de las especies recaigan en los
propietarios o dicho en otros términos, que se internalicen las
externalidades. La contratación asigna los animales a usos más valiosos,
incluida la caza, que deja de ser furtiva y se convierte en contractual. Con
ello se ponen en valor los animales y se crean incentivos para conservarlos
y darle sostenibilidad al negocio. El dueño no quiere que se sobre cace por
que si los animales se extinguen se acaba el negocio. Solo asignara un
número de derechos de caza que hagan sostenible el recurso. Lo mismo se
puede hacer con bosques para explotación maderera, reservas naturales,
lagos y ríos o uso de agua. Incluso se puede crear derechos de propiedad
transables sobre cuotas de contaminación.
Recientemente en el Perú aprobamos una Ley de Cuotas de Pesca para
anchoveta que se basa en la misma combinación propiedad/contratos, de
manera que se asigna un volumen de pesca por barco. Al transferirse el
barco se transfiere el derecho sobre el recurso mediante un mecanismo
contractual. Con ello se ha mejorado la eficiencia del recurso haciendo, de
paso, sostenible su explotación.
Los contratos de nuevo nos dan soluciones donde la regulación
convencional fracasa.
V. CONCLUSIÓN
La contratación tiene la capacidad de identificar los mejores usos de
recursos de todo tipo. Ayuda a una correcta asignación y uso de lo
patrimonial y de lo no patrimonial.
Y cuando algo presenta ventajas sobre otras alternativas de solución es
esperar que se use cada vez más. El crecimiento de los contratos sobre áreas
en las que tradicionalmente se les excluía es y continuará siendo un
fenómeno de que seremos testigos, por más que los ejemplos nos suenen a
ciencia ficción.
Nos espera, por tanto, un futuro más contractual que nuestro presente,
como nuestro presente es más contractual que nuestro pasado. Contratar no
solo será cada vez más fácil, gracias a la reducción de costos de transacción,
sino cada vez más útil. Y con ello esta área se volverá, a no dudarlo, el área
más importante de todo el Derecho.
(1)(*) Profesor en la Facultad de Derecho de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Socio del
Estudio Bullard, Falla, Ezcurra Abogados.
KRONMAN, Anthony y POSNER, Richard. The Economics of Contract Law. Little, Brown and
Company, 1979, p. 2.
(2) Para una mejor y más detallada explicación de estos criterios consultar (TORRES LÓPEZ, Juan.
Análisis Económico del Derecho. Tecnos, Madrid, 1987, pp. 30-34; PASTOR, Santos. “Una
Introducción al Análisis Económico del Derecho”. En: Hacienda Pública Española. Madrid,
1984, Nº 89, pp. 158-160; COOTER y ULEN. Law and Economics. Harper Collins: 1988, pp.
16-18, 44-45, 49-50, 229-232, 497-499; MISHAN, E.J. “Pareto Optimality and the Law”.
Oxford Economics Papers, 19, pp. 247-287, citado por TORRES LÓPEZ. Ob. cit.).
(3) En realidad Kaldor y Hicks nos dicen algo que es prácticamente obvio. Lo que ocurre es que las
definiciones paretianas son más precisas, porque cuando se presenta una situación en la que
alguien ha mejorado y nadie ha empeorado tenemos la certeza de que la sociedad en su conjunto
está mejor. En cambio cuando alguien ha mejorado y otro ha empeorado, no es sencillo ni
certero saber si la mejoría es superior al detrimento. Ello porque mejorías y detrimentos
obedecen principalmente a preferencias subjetivas de las personas, algo que para el observador
es muy difícil, sino imposible, de identificar en numerosos casos. Por eso es que penamos el
robo y permitimos el contrato. Un ladrón no podría eximirse de culpa si es que demuestra que
aprecia subjetivamente la pintura robada más de lo que la apreciaba su anterior propietario. Ello
depende de cuánto aprecia el arte uno y otro. No se puede descartar la hipótesis de que el robo
pudiera ser eficiente, pero no lo aceptamos, entre otras razones, porque no hay forma de llegar
realmente a demostrarlo. Pero si el mismo cuadro es vendido, sabemos que su comprador está
mejor (porque si no, no hubiera realizado el gasto) y el vendedor está mejor (porque si no, no
hubiera recibido el precio a cambio de la pintura). Los dos han mejorado y nadie ha empeorado,
por lo que el contrato debe ser respetado al constituirse una vía para llegar a la eficiencia.
(4) Según Kaldor y Hicks el robo del caramelo podría maximizar la eficiencia aún más, pero el juez
que deba decidir la controversia tendría que tener medios para determinar que el ladrón ama un
sabor más que la víctima del robo, es decir, que el robo es eficiente. En todo caso, se ha
asumido que las preferencias son estándares entre todos, con lo que tal posibilidad queda
descartada en el ejemplo colocado.
(5) En principio podría haber una solución contractual si la fábrica se pone de acuerdo con los
vecinos para compensarlos o comprar sus terrenos para no causarles daños. En ese caso los
vecinos no aceptarán contractualmente menos del daño que sufren, con lo que la solución si será
win win, es decir una solución en la que los dos lados ganan.
(6) Salvo que existieran 20 amantes de la fresa y 20 amantes del limón. Pero si los números no
coinciden con el número de caramelos disponibles de cada sabor, entonces siempre habrá un
grupo disconforme entre los que amaban el sabor de mayor preferencia.
(7) Nótese además que estamos asumiendo que la preferencia por un sabor es estándar u homogénea.
En la práctica pueden haber algunos amantes del limón que deseen mucho más dicho sabor que
otros amantes del mismo sabor. Pero para simplificar el ejemplo hemos asumido que la
preferencia se da en el mismo grado entre todos los que quieren un sabor determinado.
(8) SCHWARTZ, Alan. “Justice and the Law of Contracts: a Case for the Traditional Aproach”. En:
Harvard Journal of Law & Public Policy. Vol. 9, Nº 1, p. 107. Según indica el mismo autor en
una nota a pie de página del texto citado, el utilitarismo justifica la autonomía de la voluntad en
la contratación si uno acepta el punto de vista según el cual las personas son los mejores jueces
sobre que maximiza su utilidad si es que consideramos que dicha utilidad se maximiza dejando
a las personas celebrar los contratos que eligen y ejecutarlos. El pensamiento kantiano justifica
la autonomía privada en la contratación porque sostiene que la autonomía de la persona debe ser
respetada permitiéndose que aflore libremente. Un aspecto de esta autonomía es la realización
de transacciones que una persona cree redundará en su mejor o mayor interés.
(9) Las ideas de Becker desarrolladas a continuación, se encuentran resumidas en BECKER, Gary.
“El enfoque económico del comportamiento humano”. En: Información Comercial Española. Nº
557, enero 1980, pp. 11-18.
I. INTRODUCCIÓN
A treinta años de vigencia del Código Civil resulta ser un momento
oportuno para reflexionar sobre la funcionalidad y aplicación de algunas
instituciones del Derecho Civil; la importancia de esta reflexión radica en
que la utilidad de las conclusiones puede servir válidamente para poder ser
aplicadas en las demás ramas del derecho; nada hay en el mundo del
derecho, que escape al Derecho Civil, he allí la importancia de hacer una
pausa en el camino y tratar de ver hacia atrás y a nuestro alrededor sobre
cómo venimos aplicando las instituciones del Derecho Civil o Común.
El tema que nos llama la atención al revisar el Código Civil, trata sobre
las relaciones jurídicas contractuales pero no desde una perspectiva sobre su
constitución o ejecución, sino sobre su eficacia sobre terceros ajenos al
contrato; mucho creo que nos hemos ocupado sobre la ineficacia de los
actos jurídicos vista desde su estructura o cumplimiento (tema por cierto
apasionante e inacabable); pero que debido a la profusa teoría sobre cómo
hacer un contrato práctico y eficaz, hemos dejado de lado los efectos que
pudieran surgir para lo demás, es decir, para con nosotros que no
intervinimos en el contrato y que por cierto no nos vincula por lo que
normalmente no nos interesa hasta que puede perjudicarnos; ¿cómo el
Derecho me protege respecto de estas situaciones en las que no he
intervenido? El Derecho Civil debe decir algo al respecto.
El problema que nos planteamos está evidentemente abordado en el
Código Civil, aunque muchas veces hemos pasado por ésas normas
protectoras sin darnos cuenta, incluso creo que algunas veces las hemos
invocado pero sin reparar sobre su naturaleza, normalmente bajo el móvil
de “hacer justicia”.
Lo que queremos (por lo menos eso pretendo) es revisar y de ser
posible proponer una perspectiva adicional sobre cómo interpretar las
normas del Código Civil desde el punto de vista de la oponibilidad que
generan las relaciones jurídicas a los terceros y la inoponibibilidad como
mecanismo de defensa de estos mismos; no se trata pues de expurgar la
verdadera voluntad de los otorgantes de un contrato ni valorar la seguridad
jurídica que pudiera generar la objetividad de las declaraciones, sino de
poder neutralizar los efectos jurídicos del contrato cuando se pretende
oponer dichos derechos a mis derechos.
Para lograr este objetivo, me valdré en esta oportunidad, del estado de
la cuestión sobre la ineficacia y en base a ello trataré de reconstruir las
características de la categoría jurídica materia de estudio y finalmente
verificaré un caso sobre cómo se viene aplicando en la jurisprudencia esta
categoría jurídica.
V. CONCLUSIONES
La primera, el tema de la ineficacia en nuestro Código Civil no está
sistematizada y al no estarlo genera confusión entre diversas categorías
jurídicas como de nulidad, anulabilidad, rescisión o resolución; aquí es
necesario que a través de la doctrina se logre una interpretación correcta.
En segundo lugar, la protección de los terceros ajenos a la relación
jurídica, hace que nos encontremos frente a la categoría jurídica de la
inoponibilidad como causal de ineficacia del acto jurídico. La misma que
guarda características especiales que la diferencias de las otras causales de
ineficacia como serían la nulidad, la anulabilidad, la resolución, la
rescisión, la revocación y otras.
Finalmente, el comportamiento del tercero ajeno a la relación jurídica
que se le pretende oponer, puede generar la nulidad de su derecho si actúa
de mala fe con el transferente (finalidad ilícita), lo que no puede ser
subsanado o convalidado de modo alguno por el Sistema Registral Peruano
que se caracteriza por tratarse de un registro no convalidante de vicios. Pero
si este comportamiento solo alcance a la mala fe de su propio accionar
(adquiere sabiendo que no es el propietario) o de falta de buena fe (por
encontrarse en la posibilidad razonable de saber que el transferente no era el
propietario), debería aplicarse el remedio de la inoponibilidad como
supuesto de ineficacia que puede invocar el tercero.
(1) RUBIO CORREA, Marcial. La invalidez del acto jurídico. (1990). Lima, PUCP, p. 13.
(2) Resulta pertinente la lectura de la glosa: “Los problemas con la ineficacia en el Código Civil”.
En: Actualidad Jurídica, publicado por el Dr. Nelson RAMÍREZ JIMÉNEZ, en el diario oficial
El Peruano con fecha 16 de setiembre del 2014.
(3) De la Puente y Lavalle, señala: “Son efectos directos aquellos que recaen en las partes del
contrato, por ser el contenido de la relación jurídica creada por este. Los efectos directos dan
lugar a que los contratantes tengan un status, constituido por el ser acreedores o deudores de los
derechos u obligaciones contractuales (…) Son efectos Indirectos del contrato los que surgen
por razón de haberse producido los efectos directos, en el sentido que al haber adquirido las
partes sendos status, los demás, terceros, deben reconocerlos y, en lo que corresponda,
respetarlos” (DE LA PUENTE Y LAVALLE, Manuel. El Contrato en General. Comentarios a
la Sección Primera del Libro VII del Código Civil. Tomo II, PUCP, Lima, 1991, p. 108.
(4) Gonzáles Barrón nos habla de los terceros “indeterminados” como aquellos que no tienen interés
directo sobre la cosa y los terceros “protegidos o cualificados” como aquel que no intervino en
el negocio pero que derivó su derecho de dicho negocio y por su confianza en el registro es
protegido (GONZALES BARRÓN, Gunther. Tratado de Derecho Registral Inmobiliario.
Jurista Editores, Lima, 2002, pp. 918-920).
(5) Mientras que Díez-Picazo explica que la oponibilidad significa simplemente la posibilidad de que
las partes funden eficazmente en su propio contrato una pretensión dirigida contra el tercero
(DÍEZ-PICASSO, Luis. Fundamentos de Derecho Civil Patrimonial. (1979), Tomo I, Madrid,
Ed. Tecnos S.A., p. 268).
(6) El Fallo del Plenario de la Cámara Nacional de Argentina en lo Civil del 2 de octubre del 2001
definió que “la inoponibilidad consiste en una facultad ajena concedida por ley a una persona,
por el hecho de ser ajena a una actuación perfectamente válida, para que, sin necesidad de
impugnarla, pueda actuar en defensa de sus intereses como si tales actos no se hubieran
producido” (cita de RAGEL SÁNCHEZ, Luis Felipe. La inoponibilidad. Revista de Derecho de
los alumnos de la Universidad de Lima Athina, N° 03, Año 2, (2007), Lima, Grijley, p. 40.
(7) Señala Ragel Sánchez, Luis que: “El tercero no está obligado a ejercitar la inoponibilidad, porque
siempre tiene la opción entre la inoponibilidad y la utilizabilidad, que consiste en actuar
conforme a la nueva realidad, es decir, podrá acogerse voluntariamente a los efectos de la
oponibilidad (…) No puede ser acogida por el juez, porque no hay interés público que proteger.
(RAGEL SÁNCHEZ, Luis Felipe. Ob. cit., p. 41.
(8) Debe notarse claramente aquí que el tercero registral, tiene que ser tercero, valga la redundancia,
respecto de otro contrato o acto jurídico, porque respecto de su propio título o contrato no es
tercero, es por ello que si adolece su título de un defecto estructural es nulo y no puede ser
convalidado por el Registro.
(9) Vidal Ramirez señala que: “El acto nulo, pues, no requiere de pronunciamiento judicial. Solo si
una de las partes que lo celebró no acepta su invalidez corresponderá al juez declararla, sin que
la sentencia que reconozca la nulidad tenga un carácter constitutivo, sino meramente
declarativo” (VIDAL RAMÍREZ, Fernando. El acto jurídico en el Código Civil peruano.
Cultural Cuzco Editores S.A., Lima, 1989, p. 407). Por su parte, Taboada Córdova precisa:
“Conviene insistir en que mientras el acto nulo nace muerto y por ende en ningún momento
produce ninguno de los efectos jurídicos que tendría que haber producido, por haber nacido sin
vida, …” (TABOADA CÓRDOVA, Lizardo. Nulidad del acto jurídico. 2da. Ed., Editora
Jurídica Grijley, Lima, 2002, p. 91). Finalmente, Torres Vasquez, señala: “El acto nulo no
produce efecto negocial alguno: no constituye, modifica o extingue relaciones jurídicas, es
decir, no constituye, transfiere, modifica o extingue derechos reales o de crédito, y no constituye
causa eficiente justificativa de las prestaciones que se han podido ejecutar, razón por la que
deben restituirse” (TORRES VÁSQUEZ, Aníbal. Acto Jurídico. (2ª Edición 2001), Lima,
Editora Idemsa, p. 705). La posición de
la Corte Suprema se afirma en estos conceptos y conviene que los actos jurídicos celebrados en
base a un acto jurídico declarado nulo, per se, también devienen en nulos. Al respecto, De
Castro y Bravo señala: “De modo que la nulidad de un negocio puede originar una reacción en
cadena de nulidades; su caída arrastrará la de titularidades, derechos, nuevos negocios,
enajenación y transmisión de derechos, obligaciones y cargas, en fin la de todo aquello que en el
negocio tuviera su fundamento, se apoyara en él o de él se derivase” (DE CASTRO Y BRAVO,
Federico. El negocio jurídico. Editorial Civitas, Madrid, 1997, pp. 477-478).
(10) Aquí es pertinente aplicar las reglas de la experiencia. Las reglas o máximas de experiencia son
juicios hipotéticos obtenidos de hechos o circunstancias concluyentes, determinantes de
conclusiones razonables en el orden normal de convivencia que el juez, sin excederse o
sobrepasar el principio de aportación de hecho por las partes, puede utilizar, con la
consecuencia de serle aplicable en última instancia la doctrina de su inatacabilidad si la
aplicación o inferencia es razonable.
Contents
1. PRESENTaCIÓN
2. Primera parte
3. ACTO JURÍDICO
4. El error en el Código Civil
5. La posibilidad de una modificación legislativa
1. Jairo Cieza Mora
2. I.EL ERROR VICIO, EL ERROR OBSTATIVO Y EL
DISENSO EN LA DOCTRINA COMPARADA. UNA
TOMA DE POSICIÓN CON RESPECTO A LA
INDEMNIZACIÓN EN CASO DE ANULACIÓN POR
ERROR
3. II.EL ERROR DIRIMENTE EN LA DOCTRINA
NACIONAL Y LA REGULACIÓN DE NUESTRO
CÓDIGO CIVIL
4. III.SOBRE LA NECESIDAD DE INDEMNIZAR EL
DAÑO EN CASO DE PRODUCIRSE LA ANULACIÓN
POR ERROR
6. Parte subjetivamente compleja, indivisibilidad y anulabilidad
por incapacidad relativa
7. La norma más oscura del Código Civil también cumple treinta
años (¿y dice adiós?)
1. Leysser León Hilario
2. I.INTRODUCCIÓN
3. II.ANÁLISIS HISTÓRICO-COMPARATIVO
4. III.PRIMER PROBLEMA: LA “INCAPACIDAD DE
UNA DE LAS PARTES”
5. IV.SEGUNDO PROBLEMA: LA “INVOCACIÓN EN
BENEFICIO PROPIO”
6. V.QUINTO PROBLEMA: LA “INDIVISIBILIDAD DEL
OBJETO DEL DERECHO DE LA OBLIGACIÓN
COMÚN”
7. VI.PERSPECTIVAS DE REFORMA (¿O DE
DEROGATORIA?)
8. SEGUNDA PARTE
9. DERECHO DE SUCESIONES
10. Libro de Sucesiones del Código Civil
11. Evaluación crítica y algunas propuestas
1. Guillermo Lohmann Luca De Tena
12. Tercera parte
13. DERECHOS REALES
14. La posesión en la propiedad y en el registro
15. Problemática en la transmisión inmobiliaria
1. Héctor E. Lama More(*)
2. I.PRESENTACIÓN
3. 1.El caso J.A. Suter. La propiedad sin posesión
4. 2.Reflexiones y enseñanzas del caso; acerca de la
necesidad de abordar transversalmente los derechos sobre
la posesión, la propiedad y el registro, respecto de bienes
5. 3.La publicidad: necesidad de proteger la apariencia
jurídica en materia de derechos reales
6. II.LA POSESIÓN COMO APARIENCIA JURÍDICA DE
UN DERECHO REAL
7. III.LOS RIESGOS EN LA DINÁMICA DE LOS
DERECHOS DE PROPIEDAD
8. IV.REGISTRO PÚBLICO INMOBILIARIO
9. V.LA POSESIÓN Y EL REGISTRO DE LA
PROPIEDAD
10. VI.ROL DE LA POSESIÓN FRENTE A LA
PROPIEDAD Y EL REGISTRO. PROBLEMÁTICA EN
LA TRANSMISIÓN INMOBILIARIA
11. VII.LA POSESIÓN DEL BIEN, COMO MEDIO DE
PUBLICIDAD, PUEDE DESVIRTUAR LA “BUENA
FE” DEL ADQUIRIENTE
12. VIII.CONCLUSIONES
16. El denominado mejor derecho de propiedad en oposición a la
acción reivindicatoria
1. Ana María Valcárcel Saldaña
2. I.¿CÓMO SE ADQUIERE LA PROPIEDAD
INMUEBLE?
17. Efecto retroactivo de la prescripción y su eficacia contra el
registro
1. Francisco Avendaño Arana(*)
2. I.INTRODUCCIÓN
3. II.EFECTO RETROACTIVO DE LA PRESCRIPCIÓN
4. III.PRESCRIPCIÓN CONTRA EL REGISTRO
18. Cuarta parte
19. DERECHODE LAS OBLIGACIONES
20. Las perspectivas de modernización del Derecho de las
Obligaciones
21. El estado de la cuestión en la experiencia jurídica peruana
1. Juan Espinoza Espinoza
2. I.INTRODUCCIÓN
3. II.LA PROTECCIÓN DE LA PARTE DÉBIL: LAS
CLÁUSULAS ABUSIVAS
4. III.EL ROL DE LA BUENA FE
5. IV.LA RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL Y
EXTRACONTRACTUAL: ¿UNIDAD O DUALIDAD?
6. V.EL DAÑO
7. VI.LA CAUSALIDAD
8. VII.EL PRINCIPIO DE REPARACIÓN INTEGRAL DEL
DAÑO
9. VIII.CONCLUSIONES
10. I.INTRODUCCIÓN
11. 1.Mora del acreedor. Concepto
12. 2.Su tratamiento legislativo
13. II.LEGISLACIÓN PERUANA
14. 1.Los Códigos de 1852 y 1936
15. 2.El Código de 1984
16. III.DERECHO COMPARADO
17. 1.Antecedentes europeos y africanos
18. 2.Códigos latinoamericanos
19. IV.CÓDIGO CIVIL BRASILEÑO
20. 1.Los códigos de 1917 y de 2003
21. 2.Condiciones. Culpa del acreedor. Oferta. Deuda exigible
22. 3.Efectos de la mora del acreedor
23. 4.Fin de la mora del acreedor
24. V.CÓDIGO DE BOLIVIA
25. VI.CÓDIGO DE CUBA
26. VII.CÓDIGO DE PARAGUAY
27. 1.Efectos de la mora del acreedor
28. VIII.ALGUNOS PROYECTOS AMERICANOS DE
REFORMA
29. 1.Colombia (Valencia Zea)
30. 2.Argentina
31. IX.CONCLUSIONES
22. Notas de interés y prohibición del anatocismo
23. ¡No estaba muerta, andaba descansando!
1. Carlos E. Polanco Gutiérrez(*)
2. I.PRESENTACIÓN DEL TEMA
3. II.CONCEPTOS PREVIOS
4. 1.El dinero
5. 2.El interés
6. 3.Los intereses compensatorios y moratorios
7. 4.Compensatorio más moratorio
8. 5.La tasa de interés y el Banco Central de Reserva
9. 6.La tasa de interés legal nominal y efectiva
10. 7.Diferencia numérica entre la tasa de interés nominal y
efectiva
11. 8.Interés nominal
12. 9.Interés efectivo
13. III.EL ANATOCISMO
14. IV.LA CORTE SUPREMA Y LOS NUEVOS
PRECEDENTES SOBRE INTERESES
15. 1.El precedente de la Sala Constitucional y Previsional de
la Suprema
16. 2.El precedente del Sexto Pleno Casatorio
17. V.A MANERA DE CONCLUSIÓN
24. Los títulos valores perjudicados y la unificación contractual
del artículo 2112 del Código Civil
1. Vicente Walde Jáuregui
2. I.LOS TÍTULOS VALORES PERJUDICADOS
3. II.RESURGIMIENTO DE LAS ACCIONES
CAMBIARIAS
4. III.LA ACCIÓN CAMBIARIA Y LA ACCIÓN CAUSAL
5. IV.CONSIDERACIONES EN EL ÁMBITO DE LA
BUENA FE CARTULAR Y SUS CONSECUENCIAS
6. V.ALTERNATIVAS A CONSIDERAR EN LA
APLICACIÓN DEL ARTÍCULO 1233 DEL CÓDIGO
CIVIL
7. VI.RÉGIMEN UNIFICADO: PROPUESTA EN EL
CÓDIGO CIVIL DE 1984 (14/11/84)
25. Quinta parte
26. DERECHO DE LOS CONTRATOS
27. La expansión de los contratos
28. (o de por qué no podemos vivir sin ellos)
1. Alfredo Bullard González
2. I.INTRODUCCIÓN
3. II.¿POR QUÉ USAMOS CONTRATOS?
4. 1.¿Por qué con los contratos las partes ganan y nadie
pierde?
5. 2.¿Y funcionan siempre los contratos?
6. III.LOS CONTRATOS Y EL DESPERDICIO DE
RECURSOS
7. IV.LAS NUEVAS FRONTERAS DE LOS CONTRATOS
8. 1.La familia
9. 2.Los trasplantes de órganos
10. 3.La política
11. 4.La congestión de tránsito
12. 5.El medio ambiente
13. V.CONCLUSIÓN
29. La inoponibilidad como categoría jurídica de ineficacia y su
aplicación en la jurisprudencia
1. René Cervantes López
2. I.INTRODUCCIÓN
3. II.LA TEORÍA DE LA INEFICACIA EN EL CÓDIGO
CIVIL
4. III.LA OPONIBILIDAD E INOPONIBILIDAD DE LOS
DERECHOS
5. IV.LA APLICACIÓN DE LA INOPONIBILIDAD EN
LA JURISPRUDENCIA
6. V.CONCLUSIONES
Landmarks
1. Cover