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SEGUNDA PRUEBA DE EVALUACIÓN A DISTANCIA

(Curso académico 2018-2019)

Grado en Geografía e Historia


Asignatura: Historia Contemporánea I

Fecha de entrega: 9 de enero de 2019

LECTURA Y ANÁLISIS DE LOS SIGUIENTES DOCUMENTOS:

- Olympe de Gouges: Declaración de derechos de la mujer y la


ciudadana, 1791
- Declaración de Seneca Falls, 1848

Apellidos: Sanchez Castro

Nombre: Jose Javier

Dirección postal: 39470

Correo electrónico: jjavier.sanchezcastro@hotmail.es


jsanchez3866@alumno.uned.es

Teléfono: 691820529

Centro Asociado: Cantabria

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METODOLOGÍA DE TRABAJO.

RESPONDA LAS SIGUIENTES CUESTIONES:

1. Presente cada uno de los textos y sus autores dentro de su contexto histórico, sus
diversos referentes constitucionales y el diferente impacto de los mismos.

2. Analice ambas declaraciones, sus lenguajes y conceptos. Explique de qué


manera estos textos exponen las paradojas fundamentales del individualismo
liberal con respecto a las mujeres y a su exclusión. Reflexione en torno a la idea
de nación, familia y ciudadanía.

3. ¿Cómo enfocan estos textos el acceso de las mujeres a la esfera pública (por
oposición a la esfera privada o doméstica)? ¿Qué reflexión hacen en torno a la
capacidad intelectual, la educación y la proyección pública de las mujeres en
términos de derechos constitucionales y representación política? Reflexione
sobre la lucha por los derechos sociales, civiles y políticos de las mujeres en el
contexto de la primera mitad del siglo XIX.

4. Compare ambos textos entre sí. Como textos fundacionales del feminismo
histórico, y antecedentes del sufragismo occidental contemporáneo, valore sus
puntos en común, la singularidad e importancia histórica de los mismos dentro
del feminismo y del movimiento sufragista, en concreto. ¿Se articulan ambos
textos en torno a una supuesta igualdad entre hombres y mujeres? ¿Lo hacen en
torno la idea de que hombres y mujeres son diferentes por naturaleza? Explique.

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1. Olympe de Gouges presenta su “Declaración de los derechos de la mujer y la
ciudadana” en 1791, en plena Revolución Francesa, precisamente en el año en el que la
Asamblea Nacional Constituyente redactaba la primera Constitución de la historia de
Francia. Su referente directo fue la previa “Declaración de los derechos del hombre y
del ciudadano” aprobada dos años antes, sobre la que pretendía influir en el sentido de
reconocer a las mujeres, que tan activas habían sido durante la revolución, los mismos
derechos que a los hombres. La autora provenía de los círculos enciclopedistas e
ilustrados y fue firme partidaria de la abolición de la esclavitud, tema sobre el que llegó
a publicar algunas obras de teatro y que dan idea de sus sólidas convicciones contra la
injusticia social y su firme y valerosa defensa de ellas. Su trayectoria vital (hija
ilegítima y con un matrimonio infeliz) reafirmaron probablemente sus ideas sobre la
injusta situación de la mujer en la sociedad de la época, pero fue su apasionada defensa
de la igualdad el verdadero soporte ideológico de su declaración y su activa defensa de
los derechos de la mujer. Partidaria de los Girondinos, demostró una vez más su coraje
al escribir a su favor tras la caída en desgracia de estos, por lo que fue guillotinada en
1793. Su ejecución como “contrarrevolucionaria”, unida al tradicional menosprecio
hacia las mujeres de su siglo, tuvieron como consecuencia que su “Declaración”, pese a
ser tan radicalmente moderna o quizás por ello, no tuviese la repercusión que merecía.

La “Declaración de Séneca Falls” se dio en un escenario radicalmente distinto. Más de


sesenta años después de la llamada “Revolución Americana”, los EE. UU. de América
estaban más volcados en su expansión económica y territorial que en el desarrollo de las
ideas revolucionarias. Sus autoras provenían de ámbitos muy diferentes y quizás por
ello el texto de su “Declaración”, sin llegar a ser contradictorio, mezcla elementos muy
modernos con otros que podríamos considerar más tradicionales. Lucretia Mott
provenía de una familia de religión quaquera, muy conservadora en lo moral, y llegó al
feminismo a través del movimiento abolicionista que estaba en auge en los Estados del
Norte de la Unión; su referente fundamental era, pues, el cristianismo primitivo, sencillo
e igualitario que practican los quaqueros. La postura de Elizabeth Cady Stanton, de
formación intelectual más sólida, era de carácter claramente político y tenía su referente
en la Constitución y la Carta de Derechos. Sus ideas se acercan más a las de Olympe de
Gouges al tratar y defender asuntos como las relaciones parentales, el divorcio, la
propiedad y, en general, la sumisión institucionalizada de la mujer al hombre. Ambas
mujeres coincidían en su activa lucha por la abolición de la esclavitud. La mayor
libertad de su país y la época en que se escribió dio a su “Declaración” una difusión e
influencia mucho mayores del que tuvieron los escritos de De Gouges y se la cataloga
como el más importante referente histórico del moderno feminismo.

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2. La “Declaración de los derechos de la mujer y la ciudadana”, de Olympe de Gouges es
un texto de carácter estrictamente político, social y laico, basado en los preceptos de la
ilustración y que toma forma, en palabras de la propia autora,” bajo los auspicios del
ser supremo”, es decir: La Razón. No se trata de un mero poner en femenino los
enunciados previos de la “Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano”,
sino de una exigencia de reconocimiento de derechos “naturales e inalienables”. No se
solicita que se concedan derechos a la mujer, sino que se reconozca que los tiene y le
han sido arrebatados por el hombre: se exige la devolución de lo robado. Y lo hace
porque, según la autora, no se puede hablar de verdadera nación si no hay igualdad
plena entre todos los miembros que la componen, hombres y mujeres.
De Gouges, en lo que parece un verdadero alarde de modernidad, comprende que la
igualdad entre hombres y mujeres no es meramente una cuestión política, de plena
participación de las mujeres en las tareas de gobierno, decisión y legislación, sino una
cuestión social que afecta a su posición en la familia y a su libertad para disponer de sí
misma con idéntica libertad a la del hombre. No se puede concebir razonablemente que
habiendo conseguido el hombre liberarse de la tiranía mediante la Revolución, la ejerza
a su vez contra las mujeres que tan decisivamente han contribuido al triunfo
revolucionario. Con una claridad de ideas que ahora nos parece natural, pero que era
completamente novedosa en 1791, Olympe de Gouges ve la enorme contradicción
existente entre la creación de un estado liberal basado en la libertad, igualdad y
fraternidad, que excluya a la mitad de la población. Su concepto de la igualdad y la
justicia no admite matices y pide para la mujer las mismas obligaciones que tiene el
hombre, porque tanto deben contribuir uno y otra al bienestar del estado, como deben
tener derecho a recibir sus beneficios y a tomar las decisiones.
La “Declaración de Séneca Falls”, o “Declaración de sentimientos”, es el reflejo de
una sociedad establecida en fundamentos liberal-cristianos y del diverso origen
intelectual de sus dos principales autoras: Lucretia Mott, en la que el pensamiento
cristiano quaquero es determinante, y Elizabeth Cady Stanton, de formación más sólida
y cosmopolita. Inspirada en los “Comentarios” de Blackstone, se basa en la Ley
Natural “dictada por Dios” y sostiene la fuerza fundamental de su argumento en que
“ninguna ley humana puede tener valor si la contradice”. Es un documento con una
gran carga moral, lo que no es sorprendente en el ambiente de fuerte influencia puritana
del Norte de Estados Unidos. Significativamente el punto más extenso de la
declaración, el 11, está dedicado casi en su totalidad a la reivindicación de la igualdad
de hombre y mujer “… en los grandes temas religiosos y morales...”. Pese a ser una
declaración clara respecto de la igualdad entre hombres y mujeres, no es contundente en
cuanto a los objetivos que persigue, si se exceptúa la petición del derecho al voto. Es
notable la influencia de la Constitución de los EE. UU, pero dando más peso a la
búsqueda de la felicidad que a la igualdad y la libertad. En lo social, parece querer
someter al hombre a las mismas limitaciones que la mujer (punto 6), en lugar de pedir la
liberación de la mujer de ellas. Teniendo en cuenta el contexto se la podría calificar de
una valiente reivindicación de ciudadanía activa, aunque sin entrar en las cuestiones
importantes para la consecución de la verdadera igualdad de hombres y mujeres.

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3. A pesar de que los presupuestos ideológicos de las dos declaraciones son muy
diferentes, por no decir contrapuestos, ambos enfocan la cuestión del derecho de las
mujeres a la participación en lo público como algo acorde con la Ley Natural. No se
trata de introducir una “novedad”, sino de restituir a las mujeres los derechos que le
corresponden como iguales a los hombres. Al limitar la esfera de acción de la mujer
a lo doméstico, el hombre le ha arrebatado la capacidad de decisión que
legítimamente le pertenece. Esta discriminación es tan contraria a la igualdad
esencial entre mujeres y hombres que, de hecho, convierte en ilegítimas las leyes
que la sostienen. De modo claro y contundente en el caso de Olympe des Gouges, y
más suavemente, aunque con igual firmeza, en Lucretia Mott y Elizabeth Cady
Stanton, la mujer exige participar en lo público en igualdad de condiciones que el
hombre, y lo exige porque es suyo y ha sido desposeída de ese derecho ilícitamente.
Tanto en 1791, como en 1848, las declarantes afirman la igual o superior capacidad
de la mujer, tanto en el aspecto intelectual como moral y racional, para compartir
con el hombre las obligaciones y derechos inherentes a la condición de ciudadana de
pleno derecho. Las limitaciones aparentes vienen dadas por la falta de información,
la presión social, la mayor exigencia moral que sufren y el modo específico en que
eran educadas para asumir un papel de inferioridad consentida, y en este sentido,
hacen un llamamiento a las mujeres a ser plenamente conscientes de si mismas y a
no dejarse convencer por el sistema establecido de las aparentes bondades de una
situación de inferioridad impuesta de modo antinatural por la moral y la costumbre.
Es difícil de estimar la dificultad y esfuerzo a que suponía a principios del siglo XIX
enfrentarse a una inercia cultural de siglos. Sin duda debió ser enorme en 1791 en
Francia, en donde a pesar de los aires de igualdad y libertad que aparentemente
estaban librando a la sociedad de la intrínseca injusticia del Antiguo Régimen, el
hombre continuaba asumiendo como un hecho natural y casi incontrovertible la
injusticia ejercida contra la mujer (“así, el ejercicio de los derechos naturales de la
mujer sólo tiene por límites la tiranía perpetua que el hombre le opone”). Y sin
duda así debió ser también en 1848 en EE. UU., el país que se consideraba cuna de
la libertad y la igualdad.
Las mujeres que iniciaron el movimiento sufragista y por la igualdad de la mujer
debieron hacer frente, además de a la negativa de los hombres a reconocerles sus
derechos, a la oposición de muchas mujeres a quienes el sistema patriarcal había
convencido de la idoneidad de su situación (la propia reina Victoria de Inglaterra,
Jefa de Estado, escribía furibundas cartas a “The Times” atacando a las mujeres
sufragistas).
Por todo ello, la “Declaración de los derechos de la mujer y la ciudadana” y la
“Declaración de Séneca Falls” deben ser consideradas no solo los documentos
fundamentales del moderno feminismo, sino hitos en la batalla del ser humano
contra la desigualdad y la injusticia.

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4. Nos encontramos ante dos textos que abordan la misma cuestión desde puntos de vista
radicalmente distintos: Dios y La Razón. Mientras que Lucretia Mott y Elizabeth Cady
Stanton basan su argumentación en el hecho sostenido por la religión de que hombre y
mujer son iguales porque así lo dispuso Dios, Olympe des Gouges declara que es
precisamente la luz de la razón la que ha hecho evidente la antinatural discriminación de
la mujer. Precisamente por ello, y pese a que ha tenido más peso específico en la
creación del movimiento feminista la “Declaración de Séneca Falls”, los
planteamientos de Gouges parecen más cercanos a la forma actual de abordar y entender
el feminismo. Lucretia Mott y Elizabeth Cady Stanton hablan como mujeres; Olympe
des Gouges lo hace como ciudadana.
La “Declaración de los derechos de la mujer y la ciudadana” plantea una radical
igualdad entre hombres y mujeres. Hombres y mujeres son igualmente capaces de
contribuir al bien común con su esfuerzo y ambos tienen la obligación de hacerlo en un
plano de igualdad sin matices. Los puntos 7, 9 y 13 reclaman las mismas
responsabilidades penales, fiscales o de cualquier otro tipo en el que las mujeres
pudiesen estar disfrutando de alguna ventaja por razón de su sexo. Todos iguales en
derechos, todos iguales en responsabilidades, todos iguales bajo el imperio de la ley.
La “Declaración de Séneca Falls” (llamada también “Declaración de sentimientos”),
parece rebajar el tono de la reivindicación hasta casi el ruego, no aborda de igual
manera la cuestión de los dos sexos. Pese a decir en su punto 3 que hombres y mujeres
son iguales “porque así lo pretendió el Creador”, los puntos 5, 6 y 7 parecen dar por
sentada una diferencia intrínseca entre hombres y mujeres, que los hombres deben
eliminar en algunos casos. Especialmente en el punto 5, resulta chocante el modo en el
que se pide apoyo para que “la mujer predique en todas las reuniones religiosas”,
basándose precisamente en el criterio discriminatorio imperante en la época de que el
hombre es superior en lo intelectual y la mujer lo es en lo moral.
Es indudable que los tiempos radicales que vivió Olympe des Gouges poco tenían que
ver con los del conservadurismo puritano asentado en la sociedad norteamericana de
1848. En ese sentido podría decirse que la “Declaración de Seneca Falls” fue un acto
de mayor valentía, lo que probablemente explique también su mayor repercusión, pero
la “Declaración de los derechos de la mujer y la ciudadana” parece ser portadora de
una mayor modernidad y claridad de planteamientos.

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