Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
20171160076
21 de febrero de 2018
Y el artículo 10:
Nadie debe ser molestado por sus opiniones incluso fundamentales; si la
mujer tiene el derecho de subir al cadalso, debe tener también igualmente el
de subir a la Tribuna con tal que sus manifestaciones no alteren el orden
público establecido por la Ley.
Así pues, es evidente la forma como los asuntos aparentemente más relevantes
de la época opacaron luchas importantes y reivindicaciones que ni siquiera el
socialismo había tenido en cuenta en su agenda programática. Estaba claro, de
todos modos, cuál debía ser la percepción que se tenía de las mujeres: negación de
su categoría de individuos; objetos o cosas subordinadas a los varones, obligadas a
permanecer dentro de la esfera privada de sus esposos, de sus padres y de sus
hermanos, tanto en la clase burguesa como en el proletario, vivían siempre aisladas
en sus hogares e impedidas de poder actuar en la vida social, cultura, económica y
política; sumado a esto, la opresión la legitimaba un arbitrario <<contrato
sexual>>.
Sin embargo, tendríamos que detenernos y examinar mejor algunas cuestiones
que se presentan según lo que se ha dicho hasta el momento: ¿cómo era la vida de
las mujeres proletarias en el siglo XIX? ¿Y por qué estaban obligadas a permanecer
en la esfera privada de sus maridos?
Para responder a la primera cuestión empezaremos citando un fragmento del
ensayo Por qué menciono a las mujeres de Flora Tristán escrito en 1843:
Supuesto esto, podemos inferir que la mujer del siglo XIX no pudo garantizar su
propio estatuto de realidad, es decir, estaba atada a la no- existencia en que la
sociedad, desde la supuesta autoridad del sacerdote, del filósofo, del legislador y del
obrero la habían condenado; y peor aún, el imaginario que se tenía de ella estaba
lleno de prejuicios, estereotipos y presupuestos que la cultura patriarcal había
configurado en las mentes de todos, haciendo que su resignificación pareciera
imposible pues “la sanción del tiempo tiene mucha autoridad sobre la multitud” (p.
23). Al mismo tiempo, este constructo social arraigado en la mente de las personas,
a partir del cual se afirmaba que la mujer no era un sujeto epistemológico y político,
y que además la relega a ser solo objeto decorativo de su casa, justificaba una
forma de opresión y conquista de su libertad que se manifiesta claramente en la
siguiente cita igualmente de Flora Tristán:
Creyendo que la mujer, por su organización, carecía de fuerza, inteligencia,
capacidad y era inepta para el trabajo serio y útil, se llegó muy lógicamente a
la conclusión que era una pérdida de tiempo darle una educación racional,
sólida, rigurosa, capaz de convertirla en un miembro útil de la sociedad. Así se
la ha educado para ser una dulce muñequita y una esclava destinada a
entretener y servir a su amo (p. 24).
Conclusiones:
Referencias: