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Encuentro del día 16/05

Hablemos de María

En el CATIC se habla de que el


nombre Cristo en su traducción griega
viene de “Mesías” lo cual esto significa
“ungido”. Partiendo acá, Cristo es ungido
por el Espíritu Santo, en Santa María, que
es concebido como santo en su seno
virginal.

Partiendo de estas ideas podremos


seguir hablando de nuestra querida
Virgen María.

Anunciación a María
Lc 1, 28-35 “El Angel entró en su casa y la saludó, diciendo: « ¡Alégrate!, llena de gracia, el
Señor está contigo».
Al oír estas palabras, ella quedó desconcertada y se preguntaba qué podía significar ese
saludo.
Pero el Angel le dijo: «No temas, María, porque Dios te ha favorecido.
Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús; él será grande y será
llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre
la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin».
María dijo al Angel: « ¿Cómo puede ser eso, si yo no tengo relaciones con ningún
hombre?».
El Angel le respondió: «El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te
cubrirá con su sombra. Por eso el niño será Santo y será llamado Hijo de Dios.”

María es invitada a concebir a quien en quien habitará “corporalmente la plenitud divina”.


En esta cita de Lucas, el Espíritu Santo es quien actúa, es enviado para santificar el seno de
María y fecundar por obra divina, él que es “el Señor que da la vida”, haciendo que ella
conciba al Hijo eterno del Padre en una humanidad tomada de la suya.
El hijo único del Padre, concebido como hombre en el seno de la Virgen María, es
“Cristo”, el ungido por el Espíritu Santo, desde el principio de su existencia humana.
Dios para “formarle un cuerpo” quiso la libre concepción de una criatura. Dios escogió
para ser la Madre de su hijo a una hija de Israel, joven judía de Nazaret en Galilea, “a una
virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David.”

Inmaculada Concepción
María fue “dotada por Dios con dones a la medida de una misión importante”. Como
hemos visto en la lectura, el Ángel Gabriel le dice: “llena de gracia” (Lc 1, 28). La Iglesia
toma conciencia de María “llena de gracia” ya que por Dios había sido redimida desde su
concepción, es decir, liberada de la mancha del pecado.
María es llamada “la Toda Santa”, inmune a toda mancha de pecado, por la gracia de
Dios, María ha permanecido pura de todo pecado personal a lo largo de toda su vida.
Encuentro del día 16/05

El sí de María
“Hágase en mí según tu palabra”
Estas son las palabras de si firme hacia el angel Gabriel, sobre el anuncio de la concepción.
María responde por “la obediencia de la fe”, segura de que nada es imposible para Dios.
Así dando su consentimiento a la palabra de Dios, María llego a ser Madre de Jesús y,
aceptando de todo corazón la divina voluntad de salvación, se entregó a si misma por
entero a la persona y a la obra de su Hijo, para servir por la gracia de Dios, el misterio de
la Redención.

La virginidad de María
La Iglesia afirma que Jesús fue concebido por el seno virgen de María, por obra y
gracia del Espíritu Santo, afirmando el aspecto corporal de este suceso: Jesús concebido
sin semilla de un varón, solo por obra del Espíritu.
Los relatos evangélicos presentan esta concepción virginal como una obra divina que
sobrepasa toda comprensión y posibilidad humanas. Cumpliéndose la promesa divina del
profeta Isaías: “He aquí que la virgen concebirá y dará a luz un hijo”.
Jesús es el único hijo de María, que nació de su vientre. Pero la maternidad espiritual
de María se extiende a todos los hombres, a los cuales Él vino a salvar: “Dio a luz al Hijo,
al que Dios constituyó el mayor de muchos hermanos, es decir, de los creyentes, a cuyo
nacimiento y educación colabora con amor de madre”.
María es virgen porque su virginidad es el signo de su fe “no adulterada por duda
alguna” y de la entrega total a la voluntad de Dios. “Más bienaventurada es María al
recibir a Cristo por la fe que al concebir en su seno la carne de Cristo”.
María es virgen y madre a la vez porque ella es la figura y la más perfecta realización
de la Iglesia.
Conclusión: María es virgen en la concepción, virgen durante el embarazo, virgen en el
parto, virgen después del parto y virgen siempre. Ella con todo su ser es “la esclava del
Señor”.

Meditaba todo en su corazón


Dos veces repite el evangelio según san Lucas esta frase:
“María, por su parte, guardaba todas estas cosas, y las meditaba en su corazón” (Lucas 2,
19).
“Su madre conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón” (Lucas 2, 51b)
Guardar en el corazón es guardar en el lugar de los sentimientos, en el lugar de las
emociones, en donde nace y crece el amor, que es el principio de la vida.
Guardar en el corazón es guardar en el lugar donde se desarrolla la vida interior; donde
se cree, donde se ama, donde se espera.
María guardaba las palabras, los gestos, las acciones de Jesús, en su corazón de mujer,
de virgen y de madre, y allí las conservaba como un gran tesoro, su tesoro. Meditaba en
ellos una y otra vez. Los repasaba uno a uno, hasta en sus detalles más pequeños, con
todo el amor de que era capaz; así, poco a poco, ese amor se hacía más grande, más
hondo, más intenso. Poco a poco iba penetrando en su misterio, el misterio de Dios
hecho hombre, para salvar a los hombres.
Los guardaba en su corazón, los meditaba en silencio, oraba, creía. Repetía su “SÍ” a
Dios, una y otra vez, amaba. Oraba y esperaba.
Encuentro del día 16/05

No le hacía falta entender todo lo que pasaba porque confiaba en Aquel que un día la
había elegido y la había hecho madre de Jesús.
No le hacía falta saber todo lo que sucedería porque tenía la certeza de que Dios todo
lo hace bien.

Mediadora de todas las gracias.


«María, que en vísperas de Pentecostés intercedió para que el Espíritu Santo descendiera
sobre la Iglesia naciente, interceda también ahora. Para que ese mismo Espíritu produzca
un profundo rejuvenecimiento cristiano en España. Para que ésta sepa recoger los
grandes valores de su herencia católica y afrontar valientemente los retos del
futuro» (Juan Pablo II en España).
El oficio de la Santísima Virgen es conducirnos con toda seguridad a Jesucristo, asi
como Éste nos conduce al Padre con toda seguridad. María es el medio por el cual
debemos servirnos para ir a Él; uno de los santos Padres, Buenaventura, nos dice que la
Santísima Virgen es el camino para llegar al Señor.
Después de su Asunción a los cielos las gracias se conceden a los hombres por medio
de su intercesión. Desde el cielo participa en la difusión de las gracias con su intercesión
maternal. Esta intercesión es inferior a la de Cristo, pero superior a la de todos los otros
santos. los últimos Papas han enseñado la doctrina ya antigua de que todas las gracias se
conceden por medio de la Santísima Virgen.
Por este motivo, la Santísima Virgen es invocada en la Iglesia con los títulos de
Abogada, Auxiliadora, Socorro, Mediadora.

María es Madre de la Iglesia


«María es la Madre de la Iglesia, es decir, madre de todo el Pueblo de Dios, una
madre de todos los que creyeron en su Hijo. Ha colaborado y sigue colaborando
en la obra de la Salvación y se preocupa constantemente de los hermanos de su
Hijo que están aún peregrinando por el mundo»

Virtudes de María.

1. Amor ardiente de María a Dios


El amor a Dios es la principal virtud que hemos de imitar de María. Porque la caridad es la
madre de todas las virtudes. ¿Y cómo imitar esta virtud? Hay que ejercitar este santo amor,
observando los mandamientos, huyendo de la culpa mortal y evitando también toda caída
en el pecado venial.

2. La humildad
La Virgen María nos enseña a reconocer nuestra pequeñez en la presencia de Dios; nos
invita a moderar el apetito desordenado de la propia excelencia, a remover la soberbia y la
vanagloria que obstaculizan la gracia, con el objetivo de hacer fructificar los talentos que el
Señor nos ha concedido (Mt 25,14).
“He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según su palabra”
Encuentro del día 16/05

3. Fe y aceptación de la Palabra de Dios


La Virgen Santísima fue un modelo de fe. Así nosotros, para nuestra salvación, hemos de
prestar obediencia al don divino de la fe: a) para la gloria de Dios, b) para ser conducidos
por la luz divina, y c) para ser fieles al proyecto de amor para el cual hemos sido creados.

4. Obediencia generosa
Por orgullo y amor propio, los hombres experimentamos una cierta repugnancia en
obedecer a otros. Pero la Madre bendita de Jesús nos ha dado muestras de que la
obediencia nos proporciona ventajas inestimables: a) impide los malos efectos del amor
propio; y b) nos aleja de las dudas y perplejidades a que uno está siempre expuesto cuando
quiere conducirse por sí mismo.

5. Caridad solícita
Muchos creen que tener caridad con el prójimo es no desearle mal alguno; pero esa es una
caridad defectuosa; pues, para que la caridad sea perfecta no basta el no desear el mal a
nuestros hermanos; es necesario que nos sacrifiquemos por ellos.
María estuvo pronta a servir con generosidad como lo vemos en el relato de la visita a su
prima Santa Isabel, cuando acude presurosa a prestar su caridad, porque en sus entrañas
Jesús era la caridad misma que la impulsaba a realizar un servicio (Lc 1,39-45).

6. Sabiduría reflexiva
Uno de los grandes valores que el mundo de hoy ha perdido es el amor al silencio y a la
reflexión profunda. El espíritu de retiro que admiramos en María es necesario en todo
cristiano, para conservar el precioso tesoro de la gracia. Procuremos, pues, amar el silencio,
huir del contagio del mundo, ya que en el silencio es donde Dios penetrara hasta nuestro
corazón y nos hará oír sus palabras de vida eterna.

7. Piedad de María
La oración y la lectura de los libros santos formaban las delicias de María. Ella siempre
estuvo pronta al cumplimiento de sus deberes religiosos (Lc 2,21-22): adoraba al Señor en
espíritu y verdad, le alababa y glorificaba con los sentimientos del más profundo respeto…
Por eso, así como María, hemos de conservar y aumentar el espíritu de piedad para unirnos
con Dios.

8. Paciencia y fortaleza en el dolor


María fue la Madre que nos dio un verdadero ejemplo de paciencia y serenidad en el
cumplimiento del plan divino (Heb 10,36). Ella, con un verdadero espíritu de fortaleza y
paciencia, afrontó las penalidades de la vida… Así nosotros hemos de guardar paciencia en
las dificultades y ejercer la fortaleza ante la calamidad.

9. Pobreza y confianza en el Señor


María entendió hasta su máxima consecuencia aquellas palabras de Jesús: “Si quieres ser
perfecto, vende lo que tienes y sígueme” (Lc 19,21). María se entregó sin reservas al plan de
Dios, y su pobreza la hizo plenamente rica (Lc 1,48)… Su ejemplo de vida nos llama a no
guardar demasiado afecto a las cosas temporales, con el objetivo de hacernos más libres
en nuestra entrega a Dios.
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10. Esperanza de María


La esperanza es una virtud sobrenatural que Dios infunde en el alma del cristiano para
que confiemos en el auxilio del cielo. Es una virtud que puso en práctica la Madre de Dios.
Por eso, debemos alimentarnos siempre de esperanza, cuyo fundamento es la bondad
divina. Esta firme y generosa esperanza debe servirnos de ejemplo en todas las
tribulaciones de la vida, por grandes y sensibles que puedan ser.

Magnificat
La oración de la Virgen María, en su Fiat y en su Magnificat, se caracteriza por la
ofrenda generosa de todo su ser en la fe. El Magnificat, es como si fuera el “Padre
Nuestro” pero de la Virgen.
Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi
salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitaran todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho grandes
obras por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en
generación.
Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los
poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos
los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia –como lo había prometido a
nuestros padres– en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

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