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Hablemos de María
Anunciación a María
Lc 1, 28-35 “El Angel entró en su casa y la saludó, diciendo: « ¡Alégrate!, llena de gracia, el
Señor está contigo».
Al oír estas palabras, ella quedó desconcertada y se preguntaba qué podía significar ese
saludo.
Pero el Angel le dijo: «No temas, María, porque Dios te ha favorecido.
Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús; él será grande y será
llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre
la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin».
María dijo al Angel: « ¿Cómo puede ser eso, si yo no tengo relaciones con ningún
hombre?».
El Angel le respondió: «El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te
cubrirá con su sombra. Por eso el niño será Santo y será llamado Hijo de Dios.”
Inmaculada Concepción
María fue “dotada por Dios con dones a la medida de una misión importante”. Como
hemos visto en la lectura, el Ángel Gabriel le dice: “llena de gracia” (Lc 1, 28). La Iglesia
toma conciencia de María “llena de gracia” ya que por Dios había sido redimida desde su
concepción, es decir, liberada de la mancha del pecado.
María es llamada “la Toda Santa”, inmune a toda mancha de pecado, por la gracia de
Dios, María ha permanecido pura de todo pecado personal a lo largo de toda su vida.
Encuentro del día 16/05
El sí de María
“Hágase en mí según tu palabra”
Estas son las palabras de si firme hacia el angel Gabriel, sobre el anuncio de la concepción.
María responde por “la obediencia de la fe”, segura de que nada es imposible para Dios.
Así dando su consentimiento a la palabra de Dios, María llego a ser Madre de Jesús y,
aceptando de todo corazón la divina voluntad de salvación, se entregó a si misma por
entero a la persona y a la obra de su Hijo, para servir por la gracia de Dios, el misterio de
la Redención.
La virginidad de María
La Iglesia afirma que Jesús fue concebido por el seno virgen de María, por obra y
gracia del Espíritu Santo, afirmando el aspecto corporal de este suceso: Jesús concebido
sin semilla de un varón, solo por obra del Espíritu.
Los relatos evangélicos presentan esta concepción virginal como una obra divina que
sobrepasa toda comprensión y posibilidad humanas. Cumpliéndose la promesa divina del
profeta Isaías: “He aquí que la virgen concebirá y dará a luz un hijo”.
Jesús es el único hijo de María, que nació de su vientre. Pero la maternidad espiritual
de María se extiende a todos los hombres, a los cuales Él vino a salvar: “Dio a luz al Hijo,
al que Dios constituyó el mayor de muchos hermanos, es decir, de los creyentes, a cuyo
nacimiento y educación colabora con amor de madre”.
María es virgen porque su virginidad es el signo de su fe “no adulterada por duda
alguna” y de la entrega total a la voluntad de Dios. “Más bienaventurada es María al
recibir a Cristo por la fe que al concebir en su seno la carne de Cristo”.
María es virgen y madre a la vez porque ella es la figura y la más perfecta realización
de la Iglesia.
Conclusión: María es virgen en la concepción, virgen durante el embarazo, virgen en el
parto, virgen después del parto y virgen siempre. Ella con todo su ser es “la esclava del
Señor”.
No le hacía falta entender todo lo que pasaba porque confiaba en Aquel que un día la
había elegido y la había hecho madre de Jesús.
No le hacía falta saber todo lo que sucedería porque tenía la certeza de que Dios todo
lo hace bien.
Virtudes de María.
2. La humildad
La Virgen María nos enseña a reconocer nuestra pequeñez en la presencia de Dios; nos
invita a moderar el apetito desordenado de la propia excelencia, a remover la soberbia y la
vanagloria que obstaculizan la gracia, con el objetivo de hacer fructificar los talentos que el
Señor nos ha concedido (Mt 25,14).
“He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según su palabra”
Encuentro del día 16/05
4. Obediencia generosa
Por orgullo y amor propio, los hombres experimentamos una cierta repugnancia en
obedecer a otros. Pero la Madre bendita de Jesús nos ha dado muestras de que la
obediencia nos proporciona ventajas inestimables: a) impide los malos efectos del amor
propio; y b) nos aleja de las dudas y perplejidades a que uno está siempre expuesto cuando
quiere conducirse por sí mismo.
5. Caridad solícita
Muchos creen que tener caridad con el prójimo es no desearle mal alguno; pero esa es una
caridad defectuosa; pues, para que la caridad sea perfecta no basta el no desear el mal a
nuestros hermanos; es necesario que nos sacrifiquemos por ellos.
María estuvo pronta a servir con generosidad como lo vemos en el relato de la visita a su
prima Santa Isabel, cuando acude presurosa a prestar su caridad, porque en sus entrañas
Jesús era la caridad misma que la impulsaba a realizar un servicio (Lc 1,39-45).
6. Sabiduría reflexiva
Uno de los grandes valores que el mundo de hoy ha perdido es el amor al silencio y a la
reflexión profunda. El espíritu de retiro que admiramos en María es necesario en todo
cristiano, para conservar el precioso tesoro de la gracia. Procuremos, pues, amar el silencio,
huir del contagio del mundo, ya que en el silencio es donde Dios penetrara hasta nuestro
corazón y nos hará oír sus palabras de vida eterna.
7. Piedad de María
La oración y la lectura de los libros santos formaban las delicias de María. Ella siempre
estuvo pronta al cumplimiento de sus deberes religiosos (Lc 2,21-22): adoraba al Señor en
espíritu y verdad, le alababa y glorificaba con los sentimientos del más profundo respeto…
Por eso, así como María, hemos de conservar y aumentar el espíritu de piedad para unirnos
con Dios.
Magnificat
La oración de la Virgen María, en su Fiat y en su Magnificat, se caracteriza por la
ofrenda generosa de todo su ser en la fe. El Magnificat, es como si fuera el “Padre
Nuestro” pero de la Virgen.
Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi
salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitaran todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho grandes
obras por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en
generación.
Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los
poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos
los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia –como lo había prometido a
nuestros padres– en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.