Está en la página 1de 4

TEMAS NOVENA NUESTRA SEÑORA DE LAS MISERICORDIAS

Día 1: María, madre de Dios: el concilio de Éfeso en el 431 proclamó este


dogma de fe, según el cual María Santísima es verdadera Madre de Dios. Ella
engendró por el poder del Espíritu Santo y dio a luz a Jesucristo en cuanto a su
naturaleza humana, no en cuanto a su naturaleza divina. Sin embargo, se llama
madre de Dios, porque Jesucristo es una sola persona divina.

En la Iglesia, la maternidad tiene un puesto preeminente porque es la máxima


expresión y realización de la vida como don de Dios. Esto permite que se
fortalezca la institución familiar, santuario de la vida e Iglesia doméstica.
Puesto que el evangelio de la familia debe ser proclamado con la finalidad de
nutrir a la sociedad con los valores que la constituyen como tal.

Día 2: María, la siempre virgen: este dogma de fe proclama a María como


virgen antes, durante y después del parto. Significa que María concibió a Jesús
sin perder su virginidad.

El mundo actual requiere con urgencia la construcción de valores que lo


rescaten del individualismo y la indiferencia. Uno de esos pilares
fundamentales es la virtud de la rectitud, que se consolida desde la pureza de
vida, la recta intención y la pulcritud en el comportamiento. A partir de la
vivencia de este paradigma, se transformarían completamente las actuales
dinámicas de la vida social.

Día 3: María, la inmaculada concepción: Este dogma fue proclamado por el


Papa Pío IX, el 8 de diciembre de 1854 en la bula Ineffabilis Deus. Enseña que
María fue concebida sin pecado original y que su existencia terrena estuvo
libre de pecado.

El pecado es un no a Dios, al hombre, a los otros y a la naturaleza, que rompe


las relaciones e impide la comunicación. Se necesita para superar el pecado ,
la apertura del ser a la gracia de Dios, que es la unión transformante y
divinizante de la criatura con Dios Padre, por su Hijo Jesucristo, en el Espíritu
Santo. Una vida de gracia conlleva a una renovación profunda de la vida
personal y comunitaria desde la plena vivencia del evangelio.

Día 4: María, la asunta al cielo: Este dogma declara que terminado el curso
de su vida terrena María Santísima fue asunta al cielo en cuerpo y alma. Lo
proclamó el Papa Pío XII el 1 de noviembre de 1950 en la constitución
apostólica Munificentissimus Deus.

Hoy la sociedad tiene sed de trascendencia, porque vive encerrada en la


inmanencia del consumismo y el placer. Hay que mirar más allá, hay que ir
más allá, hay que superar las barreras de lo meramente provisorio, efímero y
pasajero, para pensar en lo eterno, lo inefable y lo que da sentido a la vida. En
último término, se trata de encontrar la razón de ser de la existencia en Dios,
que regala como don la eternidad.

Día 5: María, la mujer elegida que acepta generosamente el querer de


Dios: “Queriendo Dios, infinitamente sabio y misericordioso, llevar a cabo la
redención del mundo, «al llegar la plenitud de los tiempos, envió a su Hijo,
nacido de mujer, ... para que recibiésemos la adopción de hijos» (Ga 4, 4-5).
«El cual, por nosotros los hombres y por nuestra salvación, descendió de los
cielos y por obra del Espíritu Santo se encarnó de la Virgen María». Este
misterio divino de la salvación nos es revelado y se continúa en la Iglesia, que
fue fundada por el Señor como cuerpo suyo, y en la que los fieles, unidos a
Cristo Cabeza y en comunión con todos sus santos, deben venerar también la
memoria «en primer lugar de la gloriosa siempre Virgen María, Madre de
nuestro Dios y Señor Jesucristo» (LG 52).

María Santísima da un sí generoso a la vocación a la cual Dios la llamó,


aceptó irrevocablemente la misión. En el sí de María, se encuentra el sí de la
humanidad a la revelación de Dios. María lleva a pensar en el misterio de la
encarnación como el gran acto de amor de Dios Padre por el ser humano.
María es la primera creyente en Jesucristo, verdadero Dios y verdadero
hombre. En María, la persona tiene el modelo de creyente que le permite
implementar en su existencia la vivencia auténtica de la fe en el misterio de
Dios encarnado.

Día 6: María discípula, miembro excelentísimo y enteramente singular de


la Iglesia

“Efectivamente, la Virgen María, que al anuncio del ángel recibió al Verbo de


Dios en su alma y en su cuerpo y dio la Vida al mundo, es reconocida y
venerada como verdadera Madre de Dios y del Redentor. Redimida de modo
eminente, en previsión de los méritos de su Hijo, y unida a El con un vínculo
estrecho e indisoluble, está enriquecida con la suma prerrogativa y dignidad de
ser la Madre de Dios Hijo, y por eso hija predilecta del Padre y sagrario del
Espíritu Santo; con el don de una gracia tan extraordinaria aventaja con creces
a todas las otras criaturas, celestiales y terrenas. Pero a la vez está unida, en la
estirpe de Adán, con todos los hombres que necesitan de la salvación; y no
sólo eso, «sino que es verdadera madre de los miembros (de Cristo)..., por
haber cooperado con su amor a que naciesen en la Iglesia los fieles, que son
miembros de aquella Cabeza». Por ese motivo es también proclamada como
miembro excelentísimo y enteramente singular de la Iglesia y como tipo y
ejemplar acabadísimo de la misma en la fe y en la caridad, y a quien la Iglesia
católica, instruida por el Espíritu Santo, venera, como a madre amantísima,
con afecto de piedad filial,” (LG 53).

La Iglesia es la comunidad de fe congregada por el Dios Trinidad para


caminar hacia la santidad. María Santísima es el supremo ejemplo, entre todas
las criaturas, de santidad, puesto que asumió en actitud de humildad y servicio
la vocación para la cual fue elegida desde toda eternidad. Ella es un estímulo
para que todo el pueblo de Dios oriente su vocación y misión hacia la meta
fundamental de vivir la santidad en el dinamismo de la vida eclesial.

DÍA 7: María, la mujer que sobresale entre los pobres y los humildes del
Señor

“Los libros del Antiguo y del Nuevo Testamento y la Tradición venerable


manifiestan de un modo cada vez más claro la misión de la Madre del
Salvador en la economía de la salvación y vienen como a ponerla delante de
los ojos. En efecto, los libros del Antiguo Testamento narran la historia de la
salvación, en la que paso a paso se prepara la venida de Cristo al mundo.
Estos primeros documentos, tal como se leen en la Iglesia y tal como se
interpretan a la luz de una revelación ulterior y plena, evidencian poco a poco,
de una forma cada vez más clara, la figura de la mujer Madre del Redentor.
Bajo esta luz aparece ya proféticamente bosquejada en la promesa de victoria
sobre la serpiente, hecha a los primeros padres caídos en pecado (cf. Gen 3,
15). Asimismo, ella es la Virgen que concebirá y dará a luz un Hijo, que se
llamará Emmanuel (cf. Is 7,14; comp. con Mi 5, 2-3; Mt1, 22-23). Ella
sobresale entre los humildes y pobres del Señor, que confiadamente esperan y
reciben de El la salvación. Finalmente, con ella misma, Hija excelsa de Sión,
tras la prolongada espera de la promesa, se cumple la plenitud de los tiempos
y se instaura la nueva economía, al tomar de ella la naturaleza humana el Hijo
de Dios, a fin de librar al hombre del pecado mediante los misterios de su
humanidad” (LG 55).

Se vive en una sociedad que descarta a los más pobres, lo que el Papa
Francisco ha llamado “la cultura del descarte”. Sin embargo, en María
Santísima está representado el amor maternal que abraza a los pobres y
humildes, los acoge y los integra. La Iglesia ha hecho una opción preferencial
por los pobres; es su tarea primordial anunciar el evangelio a toda la
humanidad y despertar en todos un corazón humilde y pobre que se abra a la
acción de Dios en los diversos momentos de la existencia.

DÍA 8: María, la llena de gracia

“Pero el Padre de la misericordia quiso que precediera a la encarnación la


aceptación de la Madre predestinada, para que de esta manera, así como la
mujer contribuyó a la muerte, también la mujer contribuyese a la vida. Lo cual
se cumple de modo eminentísimo en la Madre de Jesús por haber dado al
mundo la Vida misma que renueva todas las cosas y por haber sido adornada
por Dios con los dones dignos de un oficio tan grande. Por lo que nada tiene
de extraño que entre los Santos Padres prevaleciera la costumbre de llamar a
la Madre de Dios totalmente santa e inmune de toda mancha de pecado, como
plasmada y hecha una nueva criatura por el Espíritu Santo. Enriquecida desde
el primer instante de su concepción con el resplandor de una santidad
enteramente singular, la Virgen Nazarena, por orden de Dios, es saludada por
el ángel de la Anunciación como «llena de gracia» (cf. Lc 1, 28), a la vez que
ella responde al mensajero celestial: «He aquí la esclava del Señor, hágase en
mí según tu palabra» (Lc 1, 38) (LG 56).

Las personas entre sí se comunican a través del amor y generan vínculos de


amistad y cercanía. De la misma manera, la gracia es la unión profunda con la
Trinidad que origina la amistad personal y comunitaria con Dios. María
Santísima es el testimonio más sublime de unión con Dios, por eso se le
denomina la llena de gracia. Este tiene que ser un aliciente para que el
cristiano en todo momento aspire a esa comunión íntima con Dios, que solo
puede proporcionar la gracia divina.

Día 9: María, modelo de fe (Madre y figura de la Iglesia) …

“Así María, hija de Adán, al aceptar el mensaje divino, se convirtió en Madre


de Jesús, y al abrazar de todo corazón y sin entorpecimiento de pecado alguno
la voluntad salvífica de Dios, se consagró totalmente como esclava del Señor a
la persona y a la obra de su Hijo, sirviendo con diligencia al misterio de la
redención con El y bajo El, con la gracia de Dios omnipotente. Con razón,
pues, piensan los Santos Padres que María no fue un instrumento puramente
pasivo en las manos de Dios, sino que cooperó a la salvación de los hombres
con fe y obediencia libres. Como dice San Ireneo, «obedeciendo, se convirtió
en causa de salvación para sí misma y para todo el género humano». Por eso
no pocos Padres antiguos afirman gustosamente con él en su predicación que
«el nudo de la desobediencia de Eva fue desatado por la obediencia de María;
que lo atado por la virgen Eva con su incredulidad, fue desatado por la virgen
María mediante su fe»; y comparándola con Eva, llaman a María «Madre de
los vivientes», afirmando aún con mayor frecuencia que «la muerte vino por
Eva, la vida por María» (LG 56).

El ser humano se entrega en sus tareas cotidianas a través del trabajo y las
relaciones fraternas. La fe también es una entrega total, personal y libre a ese
Dios Padre, que se revela por su Hijo Jesucristo, en el Espíritu Santo. La vida
de María Santísima es un testimonio de fe. Ella como humilde esclava se donó
totalmente a la misión y vocación que Dios la llamó. María es, por lo tanto, el
modelo de fe para los creyentes de todos los tiempos. El papel de María en la
historia de la salvación se muestra en su respuesta generosa.

También podría gustarte