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SAN ROQUE GONZALEZ DE SANTA CRUZ

Roque Gonzalez de Santa Cruz nació en Asunción en 1576 en una familia de clase alta de origen español.
Fue ordenado sacerdote a los 22 años y nombrado párroco en una iglesia del centro de su ciudad.
Podría haber “hecho carrera” eclesiástica fácilmente, pues en su entorno todos ten{ían vinculaciones
políticas que les facilitaban ocupar puestos de importancia a nivel civil, militar o eclesial. No obstante, el
prefirió dar un paso más en el seguimiento de Jesús y dedicarse a anunciar el evangelio a quienes no lo
conocían, los más necesitados de su época que eran los guaraníes y otros pueblos originarios. Para ello,
ingresó en la Compañía de Jesús y se convirtió en un misionero itinerante que iba fundando nuevos
poblados donde reunir a los aborígenes para que pudieran vivir pacíficamente, garantizar la satisfacción
de sus necesidades y conocer la Palabra de Dios.

Las ciudades de Posadas (Argentina) y Encarnación (Paraguay) lo consideran su fundador, al igual que
varias más, entre ellas Yapeyú, en la provincia de Corrientes, donde mucho tiempo después nacería el
libertador de América José de San Martíin.

Roque Gonzalez vivía en un contexto de conquista y colonización, en una sociedad donde se aceptaban
las desigualdades entre las personas y donde se consideraba normal que unos ejercieran poder y
autoridad sobre otros y tuvieran mayores derechos. Toda la sociedad, incluída la Iglesia, aceptaban esa
situación. No obstante, este gran misionero era capaz de superar lo que en su época era “el sentido
común” y mirar más allá de lo acostumbrado, mirar desde las enseñanzas del Evangelio. En una carta a
su hermano escribía: "Nosotros trabajamos por la justicia. Los indios necesitan estar libres de la
esclavitud y de la dura servidumbre personal en la que ahora se encuentran. En justicia ellos están
exentos de esto por ley natural, divina y humana". Por otra parte, los guaraníes eran víctimas frecuentes
de las expediciones de cazadores de esclavos que provenían de San Pablo y que los atrapaban para
venderlos en territorios portugueses. Los jesuitas usaron todos los recursos a su alcance para detenerlos
y eso les valió el odio de estos hombres dispuestos a sacrificar vidas humanas para obtener ganancias.
Ellos intentaban enfrentarlos con los pueblos originarios que aún no los conocían y predisponer en su
contra a los que vivían en los lugares que los misioneros iban a recorrer.

Nada de eso podía apagar el entusiasmo de Roque por hacer conocer a Jesús. Siguió fundando nuevas
misiones y enseñando el evangelio a los pueblos originarios . A pocos días de haber fundado la misión
de Todos los santos del Caaró (en territorio actualmente brasileño), el 15 de noviembre de 1628, fue
asesinado de un golpe en la cabeza por un grupo encabezado por el cacique Ñezú. La tradición dice que ,
tras su muerte, su cuerpo fue arrojado al fuego y de su corazón, que se mantuvo incorrupto, surgió una
voz que daba testimonio de que su muerte lo llevaría al cielo, que permanecería junto al pueblo y que
los invitaba a arrepentirse del homicidio cometido porque era un pecado.

Fue beatificado en 1934 y canonizado en 1988 junto a dos compañeros que murieron junto a él.

Este santo fue un gran misionero de quien podemos aprender la generosidad para renunciar a
privilegios y la capacidad de pensar en los derechos de los demás, aún a riesgo de no ser comprendido o
parecer “fuera de lugar”, su gran dinamismo, su incansable actividad al servicio de la misión y la
generosidad de ser capaz de pensar aún en el bienestar de sus enemigos y asesinos.
Aunque no lleguemos a dar la vida o no vayamos de pueblo en pueblo, todos podemos entregar nuestra
vida para compartir la Buena Noticia de Jesús con todos nuestros hermanos.

Gabriela Peña
gabriepena@yahoo.com.ar

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