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18 de agosto: San Alberto Hurtado

El 18 de agosto se recuerda a San Alberto Hurtado, jesuita chileno nacido en 1901 en una familia de
clase media alta que sufrió la pérdida de su status y debió vivir de la ayuda de sus parientes.

Desde la adolescencia se despertó su profunda conciencia social que orientaría su manera de vivir la fe a
lo largo de toda la vida. Trabajando en su parroquia conoció la realidad del mundo obrero. A los 17 años
empezó a estudiar abogacía, realizando su tesis de bachillerato sobre el trabajo infantil y la de
licenciatura acerca del trabajo a domicilio de las costureras. Ambos textos constituían verdaderas
denuncias de la injusta situación que se vivía en los sectores más vulnerables, que conmovían a un joven
fuertemente atraído por el Evangelio de Jesús. Mientras estudiaba militaba activamente en un partido
político, trabajaba para mantener a su familia y continuaba su labor pastoral en los barrios marginales
de Santiago.

Después de recibirse y cumplir el servicio militar ingresó en la Compañía de Jesús. Estudió en varios
países (incluyendo Argentina, donde vivió en la residencia jesuita de Córdoba) y obtuvo su doctorado en
Psicologia y pedagogía.

Desde 1936, nuevamente en su patria, se dedicó a la pastoral juvenil, invitando a los jóvenes a compartir
la fe con las comunidades más pobres y a comprometerse en el cambio profundo de la sociedad. Alberto
combinaba la enseñanza y el acompañamiento juvenil con la escritura y la predicación de ejercicios.

En 1941 publicó su libro más famoso “¿Es Chile un país católico?” en el que intentaba despertar la
conciencia de sus compatriotas acerca de la contradicción de considerarse cristianos y convivir con la
injusticia y la pobreza sin intentar cambiarlas.

Como hombre de gran formación intelectual, pero también con un profundo conocimiento directo de las
realidades de pobreza, que había adquirido desde la época escolar, procuró por todos los medios apoyar
la organización de los obreros y estudiantes porque estaba seguro de que solo se pueden mejorar las
condiciones de vida de quienes más sufren en la sociedad a través del esfuerzo compartido. En 1947
creo la Asociación Sindical Chilena, buscando promover el sindicalismo a partir de la DSI y escribió
numerosos libros y artículos en ese mismo sentido. Su preferencia por los trabajadores, su constante
esfuerzo por su formación, concientización y organización y su aprecio por la militancia social y política
de los cristianos le valieron calumnias por parte de los sectores privilegiados de la sociedad chilena, que
lo acusaron de comunista (grave difamación en tiempos de la posguerra), aún cuandotoda su acción y su
prédica se fundamentaban explícitamente en la Doctrina social de la Iglesia.

LA inspiración para crear el Hogar de Cristo, su obra más conocida, le llegó cuando predicaba un retiro
espiritual y decidió invitar a sus oyentes a compadecerse de la miseria de tantos hermanos y poner
manos a la obra para solucionarlos. Con la colaboración de muchas personas abrió un hogar de acogida
para niños y poco después uno para mujeres y otro para hombres. Allí las personas sin hogar
encontraron un lugar para vivir y una familia que los recibió, aceptó y acompañó en el camino de la
vida. Esta obra se extendió por todo su país y también por otros y continúa hasta hoy manifestando el
amor de Dios a tantas personas desamparadas.
San Alberto Hurtado fue un hombre profundamente unido a Dios, cuyo amor lo impulsó a
comprometerse con sus hermanos. La docencia, la escritura, el periodismo, la dirección espiritual, la
creación y dirección de organizaciones y la asistencia directa a los más pobres fueron algunos de los
medios que eligió para hacerlo. En él no tuvieron cabida las contradicciones entre “trabajar en el
terreno” y “hacer cambios estructurales en las organizaciones”, pensar o actuar, dirigir o acompañar.
San Alberto Hurtado fue un hombre apasionado por comprender las características de su sociedad y de
su tiempo (desde la pedagogía, la psicología, el derecho) y vivir los desafíos propios de su época para
poder impregnarlos del Evangelio y discernir en la vida cotidiana de voluntad de Dios y aceptarla con
alegría.

Murió víctima de un cáncer de pancreas el 18 de agosto de 1952 y fue beatificado en 1994 y canonizado
en 2005.

Que , como él, sepamos comprometernos con la realidad que nos toca vivir, encontremos a Dios en las
personas y situaciones concretas de nuestra vida y trabajemos para impregnarlos de los valores del
Evangelio de Jesús.

Gabriela Alejandra Peña

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