Los procesos políticos y el entorno económico en el que se desarrolló la
segunda etapa de la democratización en estos países. En esta, los conflictos armados internos habían concluido o estaban en la fase final de resolución; la economía parecía haber pasado el peor momento y, aunque no crecía en la misma proporción que en la post segunda guerra mundial, si mostraba signos de recuperación. ¿Cuál fue el impacto de estos procesos en las condiciones de vida de las personas? ¿Trajo la democracia y la paz una disminución de la pobreza y la desigualdad? Y en su caso, qué papel desempeñó la política y la política democrática en estos resultados sociales. Para problematizar estas interrogantes en este apartado se tomarán en cuenta diversos tipos de información. La primera corresponde a los resultados "netos" en materia de pobreza y desigualdad, tratando de entender cómo se han movido estos indicadores durante este período. Esto permitirá tener el trazo grueso de estos resultados: qué porcentaje de personas salieron de la pobreza o la extrema pobreza en este período de tiempo, independientemente de si estos resultados son atribuibles a la democracia. El siguiente paso será observar si el Estado, objeto principal de la disputa política por su capacidad de movilizar recursos económicos y políticos especialmente impulsó políticas orientadas a la igualdad, tomando como indicador los cambios en lo que se ha venido denominando el gasto social. A partir de esto es posible indagar con la información disponible si este gasto ha tenido consecuencias para las condiciones de vida de las personas, constando cambios en indicadores de bienestar de las personas, particularmente educación y salud. Finalmente, se considerará, por las razones que se expondrán en su momento, el cambio en los temas tributarios y fiscales, que constituyen las principales arenas en la disputa del poder. Los actores políticos, de una u otra manera, participan de una democracia de posguerra política. ¿Alarmismo? Durante los dos años de la administración PPK, la disyuntiva que solían enfrentar a los peruanos era vacancia presidencial o disolución del Congreso. A entender del suscrito, el establishment nadinista que controlaba el Estado desde el nacionalismo demostró habilidad al empujar a la administración PPK a esta absurda confrontación. El remanso político que se ha instalado ha sorprendido a propios y extraños. Fuerza Popular quedó diezmada por la cruenta guerra Ejecutivo y Legislativo y, al parecer, ha llegado a la conclusión de que la mejor manera de llegar al 2021 es evitando hacer olas políticas y retornando al trabajo de bases en las provincias. Si las cosas son así, resulta una enorme noticia para la democracia. Sin embargo, lo relevante para la política y para el futuro del país es que la administración Vizcarra, de una u otra manera, está subestimando el respaldo político del Congreso. Si se asumiera esta variable, quizá en el sector pro inversión del Ejecutivo se llegaría a la conclusión de que es la hora de lanzar reformas estructurales, sobre todo considerando que Vizcarra no está en el juego hacia el 2021. Si el Gobierno emprende reformas parece muy difícil que el Legislativo se oponga, exceptuando la izquierda parlamentaria antisistema.
El presidente Vizcarra debería descartar la tesis de que su Gobierno es uno de
transición. Los tres años y medio que restan se acercan a un periodo en otras democracias. En realidad, la administración de transición fue la de PPK, una transición del nadinismo que envileció el espacio público con una extrema polarización hacia algo diferente: formas de colaboración política, sin las cuales la democracia y la economía de mercado carecen de viabilidad.
Por todas estas consideraciones no es exagerado sostener que a Vizcarra le falta
ambición política, y que el jefe de Estado está subestimando la circunstancia que le ofrece la reciente historia. El presidente no solo puede ser el primer jefe de Estado que acabe con la polarización fujimorismo versus anti fujimorismo de la última década y media, sino el mandatario de la segunda generación de reformas, pero en democracia.