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1. La soberanía de la Constitución
El primer principio sobre el que se asienta el ordenamiento jurídico español es el de la
soberanía de la Constitución.
Este concepto de soberanía se relaciona con la idea de un poder último, pues no existe
ningún poder por encima de él y un poder legítimo, ya que es un poder aceptado por su
origen y desarrollo.
Este principio hace referencia, principalmente, a la supremacía de la Constitución sobre
todos los poderes constituidos, siendo el poder constituido toda ley o reglamento que
emana del poder constituyente.
Esto se ve representado en la pirámide de Kelsen, que establece una jerarquía de poderes
(normas):
La Constitución es soberana, pues todos los poderes públicos sin excepción están sometidos
a ella, y son susceptibles de ser controlados o anulados si no se adecuan a lo que ella
determina.
Por tanto, la Constitución es documento político, pero también norma jurídica. Es una
norma inmediatamente aplicable y alegable ante los Tribunales de Justicia como fuente
de derechos y obligaciones.
En lo que afecta al momento político del problema, la soberanía del Estado, la unidad del
poder estatal que no admite competidores, es algo que se afirma de manera inequívoca y
que deja de ser una cuestión debatida en cuanto el Estado Constitucional se impone como
forma política.
Este tema quedaría zanjado al terminar la Primera Guerra Mundial. En las Constituciones
europeas contemporáneas se hará una mención expresa a la fundamentación democrática
del poder y al lugar de residencia de la soberanía. Por lo general, la fórmula que se ha
seguido es la de la afirmación pura y simple de la soberanía popular (todos los poderes
derivan del pueblo).
Sin embargo, la Constitución de 1978, siguiendo el modelo francés, opta por una solución
que combina la soberanía popular con la soberanía nacional. Esto se puede ver en el art.
1.2 CE: “La soberanía nacional reside en el pueblo español del que emanan los poderes
del Estado”. Este principio de legitimidad democrática es la base de toda nuestra
ordenación jurídico-política.
En cuanto a la soberanía popular, ésta está íntimamente relacionada con la idea de poder
constituyente, instrumento a través del cual la nación decide organizarse políticamente y
ordenarse jurídicamente, reclamando para sí misma la posición de centro de poder
originario, autónomo e incondicionado.
Dicho esto, la titularidad del poder constituyente va a corresponder al pueblo (“no puede
existir otro elemento soberano más que el pueblo español”).
El poder constituyente es un poder originario y único, pues su fundamento está en sí
mismo. Está vinculado a la idea de contrato social, ya que renunciamos a parte de nuestra
autonomía para obtener, a cambio, seguridad. El Estado nos va a reconocer y garantizar
ciertos derechos (libertad, igualdad ante la ley, etc) a cambio de que renunciemos a parte
de nuestra autonomía.
Es un poder incondicionado frente al cual no existen límites y es legítimo, pues es aceptado
por todos/as (surge del pueblo y su ejercicio está controlado por el mismo). Es un poder,
por tanto, previo al Derecho, transforma la Política en Derecho.
Es una fórmula compleja compuesta por dos fórmulas simples: Estado democrático de
Derecho y Estado social de Derecho. Es conveniente, e incluso imprescindible, descomponer
la fórmula y analizar separadamente los dos elementos de la misma.
Aunque conceptualmente el Estado ha sido siempre un producto del “contrato social” entre
todos los ciudadanos, históricamente, fue durante toda la fase de su imposición inicial un
poder representativo de solo una parte de la sociedad (manipulación electoral, sufragio
censitario, etc).
El Estado Social de Derecho puede definirse como un Estado con capacidad para
intervenir en la esfera social y económica, tanto para atender necesidades sociales, como
para armonizar la economía a través de las políticas de bienestar. El Estado asume el
cumplimiento de ciertos fines de justicia social (igualdad, solidaridad ...), desarrollando
una actuación positiva de carácter intervencionista.
Posteriormente, el Welfare state sufrirá una crisis con tres dimensiones: crisis fiscal
(estrictamente financiera, más gasto social que ingresos públicos disponibles), crisis de
legitimación (el aumento del intervencionismo público no va acompañado del de la
participación ciudadana) y crisis de racionalidad (incapacidad del Estado para responder a
la enorme complejidad del sistema).
En la CE:
- España se constituye en un Estado social y democrático de Derecho que propugna como
valores superiores de su ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el
pluralismo político.
- Corresponde a los poderes público promover las condiciones para que la libertad y la
igualdad del individuo y de los grupos en que se integra sean reales y efectivas... y facilitar
la participación de todos los ciudadanos en la vida política, económica, cultural y social”.
A lo largo del proceso constituyente de 1978 hubo numerosos puntos de encuentro entre
las diferentes formaciones políticas que en él participaron. Uno de ellos tenía que ver con la
estructura del Estado, pues la Constitución tenía que hacer compatible el poder central del
Estado con el de unidades territoriales de ámbito inferior.
Para ser una cuestión decisiva, hay que reconocer que el constituyente no la dejó
claramente resuelta, por lo que se hace referencia a la ambigüedad del Título VIII de la
Constitución: “De la organización territorial del Estado”. Lo que sí sabía con certeza es lo
que NO quería: el mantenimiento de la estructura unitaria y centralista del Estado español
de los dos últimos siglos.
Buena prueba de ello es que, al iniciarse el proceso constituyente, el Gobierno aprueba por
Decreto-Ley regímenes provisionales de autonomía (Preautonomías), lo que anunciaba el
régimen de autonomía que iban a tener las regiones de España una vez aprobada la
Constitución.
Tipos de Estado según la ordenación jurídica del poder entorno al elemento territorio:
1. Unitario: Se produce una unificación del poder, suprimiéndose todos los poderes
políticos ajenos a la estructura estatal unitaria, unificación de la población,
suprimiéndose todas las diferencias jurídicas entre los ciudadanos y unificación del
territorio, suprimiéndose las divisiones y aduanas internas.
2. Descentralizado:
2.1 Federal: articulado en unidades territoriales que presentan un alto grado de autonomía,
estas unidades participan en la formación de la voluntad de la Federación a través de una
2a cámara parlamentaria, elementos garantizados en una Constitución rígida y presenta un
mecanismo organizado de resolución de conflictos territoriales. Ejemplo: Estados Unidos.
En el mundo cada vez existen más Estados soberanos e independientes. Pero dichos Estados
son cada vez más dependientes en su vida real de las relaciones con los demás Estados
(interdependencia estatal).
Las relaciones internacionales se han convertido en un elemento de vital importancia para
el avance y prosperidad de los Estados contemporáneos.
A pesar de que las Constituciones sean normas que se centran en la ordenación jurídica del
Estado hacia el interior, es cada vez más frecuente que éstas tengan en cuenta la “posición
internacional del Estado” y contemplen las posibles limitaciones a la soberanía, derivadas
de la necesaria convivencia con los demás Estados en el ámbito internacional.
Lo importante en esto es que la Constitución española contiene una fórmula que permite al
legislador orgánico (LO) limitar la soberanía del Estado español mediante la transferencia
de una parte de la misma a una organización supranacional.
5. El estado aconfesional
La gran tensión que puede llegarse a dar entre el Estado y la Iglesia Católica nace de la
propia naturaleza social del hombre, integrado simultáneamente en una comunidad política
necesaria (el Estado) y en una comunidad religiosa opcional (la Iglesia Católica). Las
exigencias de una y otra pueden ser contradictorias.
Aprender a convivir con dicha tensión ha sido un proceso particularmente difícil en España.
Por ello, el constituyente español de 1978 ha intentado alcanzar un equilibrio en la materia
estableciendo una serie de principios:
-La libertad religiosa, que permite el reconocimiento de las confesiones no católicas.
-La no confesionalidad del Estado, que exige la neutralidad religiosa de los poderes
públicos.
-La igualdad jurídica, que excluye toda discriminación o privilegio basado en la religión.
- El establecimiento de relaciones de cooperación con “la Iglesia Católica y demás
confesiones religiosas”.
Haciendo referencia a las relaciones con la Iglesia Católica, debemos mencionar los cuatro
acuerdos entre el Estado español y la Santa Sede, que prevén una serie de espacios de
colaboración en asuntos jurídicos, económicos, culturales y religiosos.
1. La lengua como seña de identidad (art. 3 CE): “el castellano es la lengua oficial del
Estado”, siendo las demás lenguas españolas oficiales en sus respectivas Comunidades
Autónomas.
2. La bandera como seña de identidad (art. 4 CE): “...está formada por tres franjas
horizontales, roja, amarilla y roja...”.
3. El escudo de España no ha sido constitucionalizado como seña de identidad del Estado,
aunque sí ha sido objeto de regulación por Ley Orgánica.
4. Y, finalmente, la capitalidad del Estado (art. 5): “La capital del Estado es la villa de
Madrid”.