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por
Santiago de Arena
PERSONAJES
ELLA / ÉL
1
ACTO ÚNICO
PENUMBRA
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Ella: ¡Te digo que ya estaba por dormirme! (Se enciende la luz) Cancelaron una
cita y me quedó la tarde libre. Ya no pensaba salir a esta hora; pero, de
pronto, recordé que tenía que bajar a la tienda. Hasta dejé puesto el café…
Él: ¡Oye, qué pena! ¿Y qué es lo que ibas a buscar? Ya no dejé que terminaras
con tus compras… Si quieres te acompaño a conseguir lo que…
Él entrega sus prendas y Ella, luego de ofrecerle una toalla, las coloca en los
respaldos de las sillas que no serán ocupadas.
Gracias. ¡Oye, qué linda está tu casa! ¿Dices que apenas te mudaste para
acá?
Ella: Justo la tarde del día de San Juan. Fue decisión de última hora, aunque
creo que tuve suerte al conseguir arrendamiento en esta época del año.
Pero, ¿a ti que te trae por estos rumbos?
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Él: (Sin reparar en lo que dice) Vine a afinar unos detalles del… (Luego de una
pausa en la que ha cobrado conciencia de sus palabras)…del banquete.
Él: (Buscando no marcar una intensión en sus palabras) A fin de mes. ¿Cómo
lo sabes?
Él: (Contrariado) Oye, gracias por todo, pero creo que esto no está
funcionando. (Hace ademán de retirarse).
Él se detiene.
Ella: Por favor. (Sirviendo una copa de tinto) Yo prefiero una copa de tinto, ésta
es una ocasión especial.
Él: (Con acento distraído, mientras busca en la alacena) ¿No será que no
quieres probar de tu propio veneno?
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Ella: (Visiblemente ofendida por las palabras de Él) Prefiero el vino.
Él: (Por primera vez establece contacto físico con Ella y la toma de brazo) Por
favor, olvida lo que dije. Espero puedas comprender que no es sencillo
asimilar este momento que parece como un vuelco en el tiempo, como el
guión de un drama extraño. ¿Te das cuenta? Después de casi un año de no
vernos coincidimos de repente a nuestras vidas como náufragos sujetos a
la tabla de una mesa, intentando protegernos de la lluvia y mezclando
nuevamente a los aromas de tu vino y mi café. (Reflexionando) Como lo
hicimos aquel día…
PENUMBRA
Una tarde de lluvia tres años atrás. Ella y Él se encuentran sentados a la mesa de
servicio de algún café.
Ella: (Tomando asiento en la mesa que Él ocupa) ¡Qué vergüenza! Pero te juro
que tan solo será mientras que llega la persona a la que espero.
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Él: No te apures, no iba a dejar que te quedaras salpicándote en la entrada
cada vez que se abriera la puerta.
Ella: No va a llegar.
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Él: ¿No iban a verse?
Ella: (Después de llevar nuevamente la copa a sus labios para poder dominar su
emoción) Terminamos hace un mes. Vas a pensar que estoy demente, pero
hoy hubiéramos cumplido ya medio año de estar juntos. Yo había planeado
celebrar en este sitio, aunque no pude reservar ninguna mesa. Al final es
que no quise renunciar a la esperanza en que quizá nos volveríamos a
encontrar viniendo aquí.
Ella: (Con una risa resignada) Sé que es mentira, pero gracias por mostrarte
solidario.
Él: Ya no lo hago. He aprendido que lo que una vez imaginamos que era amor
puede volverse la evidencia más tangible de su ausencia.
Ella: Pues te ves bastante bien para cargar con el peso de un duelo.
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Él: Todo ha sido obra del tiempo, la distancia nos enseña a domar la pasión, el
silencio nos resigna a querer sin deseo.
Él: Un verano.
Él: Descubrí que cuando entregas tu existencia sin buscar guardarte nada para
dar en un futuro que tal vez nunca se cumpla, no existe cosa que se seque
más pronto que el llanto.
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Él: (Después de volver a beber) Tú lo has dicho.
Ella: ¡Qué maduro! Y supongo que después de haberte dado por completo no te
quedan emociones que añorar.
Él: Pues creo que el justo y necesario para no querer estarlo más.
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Él: Pues creo que es obvio, la belleza verdadera siempre llega a nuestra vida
con cartilla de imprevista. (Reaccionando al gesto de aprobación de Ella)
No es frase mía, la leí en una novela.
Él: ¡Claro que no! Además ese es un tema demasiado subjetivo; aunque
supongo que para alguien como tú no deberá significar ningún problema.
Ella: (Abierta, provocativa) Con el riesgo de que suene subjetivo, ¿cuáles son los
requisitos que le exiges a quien quieres para ti?
Él: En cuanto al físico no creo, a veces basta con mirar al resultado de la suma
de los rasgos de algún gesto para hallarte de repente enamorado. Aunque
me agradan las personas que conocen lo que son, que están seguras de
saber qué es lo que quieren y que saben lo que deben realizar para
alcanzarlo.
Él: Nunca somos responsables del amor que provocamos, aunque tenemos
que dar cuentas del amor que nos toca entregar.
Él: En realidad siento que no. Me angustia más no estar seguro si las cosas
que ahora tengo que ofrecer son del nivel de lo que puedo recibir de quien
se atreva a estar conmigo.
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Ella: (Despectiva, terminando el contenido de su copa) Creo que ya no tiene
caso el recordarlo. (Mirando alrededor) ¿Te has dado cuenta? Ahora ya
casi estamos solos.
Ella: (Con cierta inquietud) ¿Ya tienes que irte? ¿Ya no quieres más café?
Él: (Como en secreto) No es que tenga que marcharme, pero creo que ya se
encuentran por cerrar este lugar.
Él: Sería genial, ya nada más deja que pida la cuenta. (Se levanta de su
asiento e intenta retirarse)
PENUMBRA
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taza de café y Ella una copa de tinto. En el centro de la mesa, como intentando
reforzar el equilibrio del espacio, hay una jarra cafetera del lado de Ella y una
botella descorchada del lado de Él.
Ella: (Apenada) ¡Claro que no! Fue algo más serio. Mucho más verdadero.
Ella: Deberías de recordar que las mujeres mantenemos una extraña relación
con las verdades, sobre todo con aquellas que permiten descifrar nuestros
más íntimos deseos.
Él: (Con marcada ironía) ¿Por qué será que no puedo creerte?
Ella: (Conciliadora, después de llevarse la copa a los labios) Fue algo más fuerte
que nosotros.
Él: (Sarcástico) ¡Pero, acababas de llegar! Además, fue la primera vez que
hablamos.
Él se lleva la taza a los labios mientras intenta seguir atentamente las palabras de
Ella.
Ella: (Conmovida) Fue tal vez que no estuvimos a su altura. (Después de una
pausa) ¿Más café?
PENUMBRA
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Noche después de una tarde lluviosa. Habitación de un hotel. Ella y Él entran a la
habitación intentando eludir las circunstancias que los han llevado hasta ese lugar.
Él se encuentra más nervioso que Ella, quien parece dominar mucho mejor la
situación. De cuando en cuando se escucha el rumor de los autos llegar desde
lejos y los ruidos apagados y distantes de la noche en la ciudad humedecida por la
lluvia.
Ella: (Aproximándose a Él, intentando acortar la distancia que los separa) Oye…
Ella: Oye…
Él: ¡Mira! Esas seis que están juntitas son la reina Casiopea. ¿No conoces su
leyenda? Era una reina vanidosa que…
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Ella: (Tratando de tranquilizarlo) ¡Oye! Te prometo que conozco la ciudad…
Ella: Y que no vine aquí contigo solamente para ver constelaciones vanidosas
que me observan desde el cielo.
Ella: Tranquilo.
Ella: ¡Tranquilo!
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Él: (Avergonzado) Perdóname, pero es que hace mucho que yo no…
Él: (Angustiado) ¡No! ¡No me digas que está bien cuando sabemos que es
mentira!
Él: (Se levanta y enciende la luz) ¡No me digas que al menos podemos…! ¡No
caigamos en absurdos conformismos!
Ella: ¿Qué?
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Ella: ¡Ajá!
PENUMBRA
Él: ¿Entonces?
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Ella: Me llamaste la atención desde el momento en que te vi.
Ella: Pues aunque no te has dado cuenta me has mostrado los aspectos más
auténticos de ti.
Ella: Por supuesto. Las personas son más francas en la mesa y en la cama. Sin
darte cuenta me has dejado contemplar tu desnudez.
Él: Y… ¿Y te ha gustado?
Él: Por decir esas cosas de mí. Por estar aquí conmigo.
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Él: ¿Él o tú?
Ella: No lo sé. Aunque ahora tengo más que claro que hay variantes del amor
que no se hicieron para mí.
Ella: Yo tampoco busco nada. (Con intensión provocativa) Porque sospecho que
ya lo encontré.
Se besan nuevamente y se dejan llevar por un juego de caricias cada vez más
intenso hasta el momento en que el timbre de un teléfono móvil los pone en alerta.
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Él: ¿Eres tú?
PENUMBRA
Él: Pues te llevaste un año entero intentando terminar con ese amor.
Ella: Ya no era amor, eran las últimas cenizas de una insana dependencia.
Debía sanar mi corazón.
Ella: (Complacida) Sin duda es una de tus frases más logradas. (Después de
dudarlo un momento) ¿Más café?
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Ella: (Sorprendida) ¿En serio? Pues ese plagio te logró abrir muchas puertas en
su tiempo.
Él: Es sencillo en un lugar en donde nadie acostumbra leer más que las cosas
que no tienen importancia. La mitad del mundo vive sumergida en la
ignorancia, la mitad restante ignora que lo ignora. (Lleva la taza a sus labios
mientras Ella lo observa conmovida)
Él: ¿Tú que piensas? Nuestras vidas se reducen a una eterna sucesión de
antiguos plagios, al final de cada historia descubrimos que no somos más
que el eco de palabras que remiten a palabras ya emitidas.
Ella: (Alargando su copa hacia Él) ¡Pues salud por el autor que más admiro!
Ella: (Atenta a los movimientos de Él) ¿Entonces aún sigues dudando que se
puedan cerrar ciclos?
Él: (Tomando asiento nuevamente) Creo que esa es una realidad casi
imposible de alcanzar. No estoy seguro de que tal sea su objetivo, pero la
ausencia nos redime de las cosas que una vez pudimos ser.
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Él: (Con firmeza) Como antes.
Él: (Retomando la calma después de una pausa) Me gustaría que fuera el fin
de nuestra historia.
Ella: (Con dignidad) ¿El fin? ¿Así de fácil? ¿No recuerdas cuántas veces
repetimos un encuentro sin podernos atrever a terminar?
Él: Creo que ahora puedo confesarlo, tu presencia me causaba una adicción.
Él: (Con firmeza) Pero yo no. (Retomando la calma después de una pausa)
Sabes que falta solamente una semana para...
Él: Sabes que soy un anticuado. De no ser por el azar que hubo esta tarde…
Nuestro acuerdo era guardar a la distancia que acordamos mantener entre
nosotros. Yo he cumplido con mi parte al limitar mis movimientos sin salir de
la ciudad. No sabía que ahora vivieras nuevamente por aquí.
Ella: ¿En verdad crees que nuestro encuentro ha sido fruto del azar?
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Él: (Reflexivo) Es curiosa la forma en que puede cambiar una historia con tan
solo variar un detalle.
Él: Sabes bien que yo no creo que haya un destino establecido, nuestras vidas
se construyen a partir de las costumbres que aceptamos adquirir.
Ella: Creo que de tanto conjurar al desamor éste termina por llamar a nuestra
puerta.
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Él: ¿Lo supiste?
Él: (Después de llevarse la taza a los labios) Pues entonces, creo que ha sido
muy injusta mi victoria. Nunca hubo créditos directos para ti.
Ella: (Conteniendo alguna mueca de amargura) No digas eso, tal vez me puedas
compensar de otra manera. (Después de una pausa) ¿Más café?
Él: Me alejé porque debajo de esa dicha germinaba la semilla de un viejo dolor.
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Él: Nunca pude superar el temor de perderte de nuevo.
Ella: (Intentando contener su emoción) ¿Para quién? ¿Para quién fue lo mejor?
Ella: (Incorporándose con emoción) ¿Y tú que sabes del destino? ¿Quién eres tú
para afirmar que eras el único en sufrir? ¡Por una vez di la verdad! Tuviste
miedo de aceptar que eras feliz. Te negaste a mantener aquella dicha que
pensabas que no merecías.
Él: (Casi con un hilo de voz) Me negué a que nos siguieran asfixiando los
detalles que no estábamos dispuestos a cambiar.
Él: (Con violencia) ¡Porque pensé que eso ocurría! (Vuelve el rostro con un
dejo de amargura)
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Ella: (Con un tono de reproche) Odio tu forma de evadir la madurez.
Él: (Cerrando los ojos, luchando por seguir en pie) Y tu completa irreverencia.
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Él: Ya ha dejado de llover. Debo marcharme.
Ella: (Intentando resignarse) Alguna vez me lo dijiste: “Jamás esperes ver volar a
quien se espanta de sus alas.”
Él: (Con firmeza) Creo que no es justo causarnos un nuevo dolor, es un riesgo
que no merecemos.
Ella: (Con absoluta frialdad) Tienes razón, llegó el momento de asumir nuestro
destino.
Él busca recoger su abrigo pero al momento de dar el primer paso sus piernas
vacilan.
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Él tropieza nuevamente, intenta en vano liberarse del veneno que le quema la
garganta.
Él se desploma. Ella baja lentamente la mirada, da dos pasos hacia atrás, mete la
mano en el bolsillo de su saco y observa el frasco que escondió mientras los cubre
la penumbra.
FIN
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