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El Incendio.
Seudónimo
Rachel
Personajes:
Ella/Carolina
Él/Andrés
Joven/Malena
Psiquiatra
Hombre: (Al público) El hombre mira la tarjeta… (Para él) Miro la tarjeta. (Al
público) Se da cuenta que el camión arranca. (Para él) Me doy cuenta que se
alejan. (Al público) Queda solo con una gata sola, en una casa sola. (Para él) Me
quedo solo…
Se mueve lento, dentro de la casa, como tratando de reconocer ese nuevo lugar.
Hombre: (Sigue) En una casa sola, en medio de este caos, con una gata blanca.
Y le grito a esa gata que acariciaba mi hijo mirando por la ventana hacia la pileta
del barrio, con las manos llenas de manteca y dulce de leche. Y busco esa gata
porque sino la casa queda vacía, y no hay nada de lo que fue… Y la obra
comienza, en un momento justo donde el mundo sigue girando y el sueño termina.
(Para el público) Toma unas pastillas. ¿Por qué vuelve a tomar unas pastillas?
Se enciende la luz sobre uno de los laterales, dibujando un círculo sobre el
Psiquiatra. El Hombre se sienta en el sillón, como si estuviera en una consulta.
Psiquiatra: ¿Qué va a hacer cuando la abogada lo llame por teléfono.
Hombre: Cuando la abogada me llame por teléfono… ¿Usted habló con Carolina?
Psiquiatra: ¿Con quién?
Hombre: Con Carolina. Mi mujer.
Psiquiatra: Lo que hablamos queda en la consulta. ¿Quiere contar cómo se
siente?
Hombre: No empecemos…
Psiquiatra: Usted dijo que le dejaron la tarjeta de una abogada que lo iba a llamar.
¿No se lo vio venir?
Hombre: Las cosas no salieron como habían prometido. Y ellos no se pudieron ir,
y acá todo estaba cerrado, y nadie quiere… ¿Sabe lo que son las listas negras?
Si todo se terminaba… Pasé un año sin un abrazo.
Psiquiatra: Ahora está en este lugar ahora… ¿Para qué volver? ¿Pensó que
pasaría cuando llegara?
Hombre: Hablábamos todos los días por teléfono. Pero en octubre se olvidaron de
mi cumpleaños. Y esa noche le dije a mi hijo que se había olvidado de mí, y me
dijo que soy chiquito papá.
Psiquiatra: ¿Tiene familia en la ciudad?
Hombre: ¿Cuántas debo tomar? ¿Un medio?
El psiquiatra anota en una libretita.
Psiquiatra: Le voy a recomendar una terapeuta para que lo acompañe.
Hombre: Quiero estar solo.
La luz sobre el psiquiatra disminuye lentamente, hasta dejarlo en la oscuridad.
Psiquiatra: (Casi a oscuras) Tome una pastilla completa.
El hombre se levanta del sillón, y busca por detrás, y en lugares cercanos. Va
hacia la heladera y saca una botella de agua casi vacía.
Hombre: Toma la pastilla. Se descubre todo sucio, vacío, una cama grande, la
botella de agua en la heladera. La pastilla y el círculo ese donde come la gata.
Prende un cigarrillo.
El hombre busca un cigarrillo y lo enciende mecánicamente.
Hombre: Tiene que salir de su casa, se lleva una botella y la comida del gato.
Apagón
La piscina rodeada de una cerca perimetral. Una boya con el cloro flota detenida
junto a un costado. Malena busca en su mochila, toma la llave y el candado y los
guarda.
Andrés se detiene junto a ella, tratando de identificar hacia dónde va toda la
situación.
Malena: Ya te dije, el cuidador está enamorado de mí. Le gusta que lo vea
limpiando la pileta por la tarde. Pasa siempre el limpiador de un lado al otro, como
solamente moviendo las hojas, sacándolas a pasear. Por eso el agua sigue sucia
todo el verano.
Se arrima junto a la pileta, manteniendo el cigarrillo en su boca. Ella se detiene
junto a la botella, y la levanta tomando un trago de golpe, aunque algo se escapa
de la boca, mientras mete un pie al agua, tanteando la temperatura. Junto a él, se
sienta para quitarse el buzo ante una mirada atenta, interesada súbitamente en la
proximidad. Malena saca el brazo vendado con dificultad, corriéndose un poco sus
vendas. Luego se quita las zapatillas y el pantalón.
Malena: (Mientras se quita la ropa) Vos sos de los que no miran…
Meten los pies en la pileta. Andrés busca los cigarrillos apretados en su bolsillo.
Le pasa uno y se lo enciende, con cierta comodidad.
Malena: … Por eso se te escapa la gata en medio de la noche.
Se moja los brazos, y se huele el agua media podrida. Descubre que Andrés la
mira con cierta extrañeza y perturbación.
Malena: (Volviéndose hacia él) Tengo treinta años, pero no le digas a nadie… Y
un brazo de ochenta. Se va a morir antes que yo. Tengo que aprovechar de tocar
todo lo que pueda en estos meses, antes de que…, pummm (gestualiza una gran
caída del brazo, como si fuera una bomba).
Andrés la mira sin saber qué decir, en una mezcla de extrañeza e incomodidad.
Malena: (descubriéndolo) No hace falta todo el teatro de miradas. Sé cómo se
siente que tengan lástima de vos.
Él se levanta, y se vuelve hacia la pileta.
Malena: (Jugando) Oh, Oh, no tengas lástima de mí, Agamenón. (Sonando
artificial) Tengo un cuchillo escondido para cuando estés dentro del agua.
Andrés: (Fumando) ¿Por qué razón sentiría lástima por vos?
Malena: (Prende su cigarrillo) Tenés más o menos cuarenta. Sos parte de la
generación de la culpa. (Volviendo al tono anterior) Solamente quería ver qué cara
ponías… ¿Esa botella es propiedad privada?
Ven detrás de la pileta una sombra y luego se escucha la gata. Malena se pone
de pie, deja la botella a un costado, buscando detrás de unos arbustos. Levanta
una gata blanca, cubierta de mugre y pasto.
Apagón.
ESCENA 5 – EL FUEGO