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UVAS
De Mateo Vázquez.
Personajes.
Él. Ella.
La obra está escrita entre diálogos y una narrativa que ayude al lector, director o
actores a imaginar los espacios, atmosferas y todo lo que rodea la puesta en escena.
12 UVAS.
Ella y El están sentados uno frente al otro, en cada extremo de la mesa. Podemos
ver los restos de una cena que se antojaba deliciosa; sin embargo el tedio sepulta
cualquier expresión de cariño o amor. Ella limpia delicadamente la comisura de
sus labios, cada movimiento en ella es cuidado, preciso, sin margen de error al
doblar una servilleta, acomodar los cubiertos, incluso su sentado la hace parecer
una escultura viviente.
Ella recibe su silencio como una aguja que se clava en medio de su pecho. Una
punzada que recorre su espina dorsal y al final sale disfrazada de una sonrisa
discreta.
Ella: Seguramente si, sé que es tu favorita.
Ella mecánicamente recoge los platos y todo lo que está en la mesa, con orden
impecable sabe acomodarlos, hace una especie de pirámide físicamente perfecta,
todo está en equilibrio, todo está perfectamente trazado para ser llevado a lavar.
Sale a la cocina. Se escuchan los trastes colocándose en el lavavajillas. Sale de la
cocina, se sienta de nuevo en su silla e inmediatamente adopta la postura con la
que el público la vio por vez primera.
Ella dispone a servirse de nuevo una copa de vino, sin embargo, Él no la deja; basta
solo un pequeño roce de su mano contra la de ella para detenerla en su intento de
seguir bebiendo. Ella baja la mirada, acomoda su vestido, su peinado, acomoda lo
poco que queda de ella.
Ella se sienta una vez más en la silla, totalmente abatida por el hartazgo.
Ella: Supongo que lo bueno es que ya está por acabarse este año.
Silencio largo, como si el silencio fuera quién les está gritando en su cara.
Ella revisa su reloj, están a punto de dar las doce. Sale rápidamente hacia la cocina
y cuando regresa trae consigo un par de copas con doce uvas.
Ella: Ven amor, ya casi sonarán las campanas.
Él se sienta al otro lado del comedor, extiende su mano hacia ella como
obligándola a cumplir con esta tradición.
Suenan las campanas… haciendo eco y delatando el vacío que hay entre los dos.
Ambos se miran mientras se escuchan las primeras campanadas.
Él le ha ganado y comenzó a comer sus uvas mientras ella decía la frase. Las come
una por una, sin prisa. Ella al verlo comienza a hacer lo propio. Se detiene en la
tercera.
Ella: Pero…
Esas palabras hacen eco dentro de Ella, la congelan, la dejan al borde de soltar una
lágrima.
Ella: No importa, anda, tenemos que hacer algo para salir de todo este aislamiento.
Ella: No, hazlo mejor tú. Quiero escucharte. Quiero saber qué piensas.
Él: Madura.
Ella no le hace caso y saca de su bolso una moneda, la cual la echa a volar y la
atrapa en el aire.
Ella: Águila.
Ella: ¿Qué?
Ella duda en seguir con la dinámica, pero toma un suspiro de valor y continúa.
ÉL: Concedido.
Ella: ¿Qué?
Ella: Cállate.
ÉL: Deseo que mi mujer tenga los huevos para confesarme que me ha engañado
por meses con su jefe.
Él: ¿Por qué? Solo te estoy diciendo mis deseos, estoy haciendo lo que me pediste.
Ella: ¿Una puta? Tú eres un hijo de la chingada, Te imaginas estar con una persona
que nunca muestra el menor rastro de gratitud por todo lo que haces por ella. He
estado los mejores años de mi vida a tu lado, sacrificando todo para hacerte feliz.
Ella: No, solo soy una mujer que reaccionó ante lo que la vida le ponía enfrente.
Él: Y preferiste quedarte con esa persona que arruinó tu vida, a seguir delante por
ti misma.
Ella: Por amor. Es una estupidez claro, pero lo hice por amor. Por amor aguanté
cada día de silencio, cada momento de soledad durmiendo a tu lado. Por amor
busque sexo con alguien más, por amor decidí seguir contigo, porque a pesar de
todo no dejo de quererte, llámame estúpida, llámame como quieras. Tuve un
amante un par de meses, cogimos como adolescentes, lo hicimos en todos los
lugares de esta casa, me hizo suya en los mejores moteles, me trató como quiso.
Pero al final me hartó. No es eso lo que me hace quedarme con una persona. No
solo se trata de sexo. Te elegí porque creí que eras un buen hombre, que serías
buen esposo y buen padre. Porque estaba orgullosa de ti.
Él ahora queda impávido por la respuesta de ella, no sabe si creer o no, así que lo
único que puede hacer es tomar una uva más y comérsela lentamente.
ÉL la mira incrédulamente.
Ella: Deseo que nos llevemos bien, que formemos una nueva relación los tres.
Ella: ¿Ahora quien no tiene huevos? Por qué no le dices a Bárbara que venga a
cenar, que venga y disfrute una copa de vino con nosotros.
Él: Ya basta.
Ella: Por Dios, ¿Que no era lo que querías? Que al final se destapara la cloaca.
Felicidades, lo has logrado, ahora sabemos lo que queremos, lo que tenemos,
sabemos lo que realmente somos. ¿Qué más podemos desear?
Ambos se sientan en sus sillas. Ambos están devastados. Ambos están petrificados
por todo lo que ha sucedido.
Ella toma su última uva, la mira como si se tratara de un espejo. Al final se la come
de un bocado
Ella: Bueno si ya no hay más deseos, creo que es todo. Con permiso.
Él queda congelado. Mira su copa, mira la mesa que había dispuesto ella, mira
todo lo que han formado al paso del tiempo, mira el retrato de su boda, mira su
anillo de compromiso. Todo este tiempo y espacio es solo para él.
Ella regresa con una pequeña maleta y abrigada, lista para marcharse.
Él: No te vayas.
Ella: ¿Perdón?
Ella: ¿Ahora sí? Por favor, no te engañes, ni intentes engañarme, siempre has sido
poco detallista, incluso poco afectivo, pero desde hace semanas te comportas como
si hubieras perdido al amor de tu vida. Y parece ser que así fue ¿no? Bárbara está
de viaje en Brasil, quizá allá consiga a alguien más para poder exprimirle el dinero.
Ella: Mira, las mujeres nos enteramos de todo, no necesita explicación. Llegué a
sentirme culpable ¿sabes? Pero ahora que lo pienso, mi deseo también te
beneficiará a ti. Al irme de aquí, puedes hacer lo que más necesites, puedes ir a
buscarla, puedes ir tras el verdadero amor.
Él: ¿Para qué? El verdadero amor lo estoy perdiendo justo en este momento.
Él: No lo hago, esa mujer solo estuvo conmigo por el dinero, me quitó todo lo que
tenía; ahora veo que se llevó lo más valioso.
Él: Estuve un año con una mujer que me complacía en la cama, hizo todo lo que le
pedí; pero tenías razón. No lo es todo. No me ama, nunca lo hizo y lo que
realmente me hizo tanto daño, fue darme cuenta que no dejaba de sentirme solo.
Me sentí solo también cuando estaba aquí contigo, pero no era tu culpa. Te miraba
y pensaba que justamente me habías dejado los mejores años de tu vida. No supe
reaccionar ante eso, no supe pedirte perdón, no supe asumir mi culpa. Fui un
idiota al culparte. Que te vaya bien.
Ella solamente termina de abrir la puerta y se despide con una mirada de él.
Ella: No tengo idea, tal vez solo quieras cogerme y mañana correr tras de ella…
ÉL: No digas tonterías, me gustas más que cuando te conocí. Sí, soy un pendejo,
pero tengo la fortuna de tenerte a mi lado.
Ella: Creo que aún quedan uvas… ¿Quieres pedir otros doce deseos?
Él: Solo si me dejas cumplir primero los tuyos.
Oscuro.