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Réquiem por un campesino español (Ramón J.

Sender)

3.1. Contextualización del fragmento en el movimiento al que pertenece el autor y su obra.

En los años 30, la literatura va evolucionando desde la deshumanización del arte propuesta por
Ortega y Gasset a la literatura social, de manera que en la novela los protagonistas empiezan a ser
obreros o campesinos, esto es: la literatura se subordina a la política. El fin de la Guerra Civil Española
(1936-1939) llevó a muchos intelectuales al exilio y sus obras no se pudieron difundir hasta los años
70. Características comunes a estos novelistas del exilio son el conservadurismo formal y la temática
sobre la historia reciente de España y su experiencia en el exilio. Las novelas sobre la Guerra Civil se
clasifican en i) las de carácter de crónica documental o propaganda; ii) las que se van distanciando de
la guerra y centrando en motivos morales, didácticos o autobiográficos y iii) las que narran el conflicto
a través de los niños que lo padecieron.
En este panorama se sitúa la obra de Ramón J. Sender, que nació en el seno de una familia
acomodada en 1901, en un pueblo de Huesca. En su juventud su orientación política estuvo vinculada
al anarquismo y al comunismo, de manera que al iniciarse la Guerra Civil Española un hermano suyo y
su mujer fueron fusilados por los sublevados. Además, participó en el frente de batalla y luego en la
defensa de Madrid, pero poco antes del fin de la guerra se exilió -primero en México y luego en
Estados Unidos-, donde trabajó como profesor universitario hasta su muerte en 1982. Su ideología
sufre una evolución desde el anarquismo y el comunismo a la defensa del estilo de vida
norteamericano y anticomunista convencido, pero siempre fue un gran individualista.
Su creación literaria se clasifica en tres períodos: i) hasta 1939, centrada en el afán testimonial y
de denuncia social, con notas autobiográficas, como Imán; ii) hasta 1965, cuando se vuelca en la
recreación filosófica y existencial del pasado inmediato español, como El lugar del hombre y iii) desde
1965, con novelas que llegan a caer en lo trivial

Réquiem por un campesino español (1952) pertenece al segundo grupo, y dentro de él, a las
novelas sobre la guerra civil española. Sender escribió varias sobre el conflicto, como Contraataque
(1937), al servicio de sus ideas comunistas o El rey y la reina (1949).

3.2. Localización del fragmento en la estructura externa e interna de la obra.

(El siguiente
esquema podéis
utilizarlo para aclarar
un poco la estructura
y como plantilla en la
que anotar
acontecimientos y
contextualizar
fragmentos. Para
desarrollar esta
pregunta en el
examen, será
necesario explicarlo y
no servirá de nada
reproducirlo.)

Se dice que
la estructura es
circular porque la
historia comienza y termina en el mismo punto: con la espera de Mosén Millán en la sacristía de la
iglesia del pueblo para celebrar una misa de réquiem (esta misa corresponde al oficio de difuntos, en
el que en el introito –primeras palabras- comienza con la siguiente frase en latín referida a los
fallecidos: requiem aeternam dona eis domine, que significa “concédeles señor el descanso eterno”. En
esta novela se trata, además, de una misa de cabo de año, la que se celebra un año después de la
defunción de Paco).

En un intervalo de tiempo de algo más de media hora (tiempo presente), Mosén Millán va
recordando la vida del joven desde el bautizo hasta su fallecimiento (tiempo del recuerdo). Todo está
contado en pasado y organizado sin capítulos ni apartados, en secuencias de espera que se alternan con
las del recuerdo. Una de éstas, la de la boda, sirve de transición entre una primera parte, más idílica y
alegre, de ritmo más lento, y otra segunda más dramática, agitada y violenta, en la que los
acontecimientos históricos cobran mayor relevancia. En las secuencias de la espera, el monaguillo está
recordando un romance que conocía todo el pueblo sobre los últimos momentos de la vida de Paco. Su
figura aparece mitificada, como en las leyendas, e interviene intensificando los recuerdos de Mosén
Millán. El poema, que se va desvelando progresivamente en fragmentos, sirve para enfrentar la
presencia de la muerte con los recuerdos de una vida que se resisten a desaparecer de la memoria del
sacerdote. Además, conviene señalar a este respecto que hay otras dos muestras más de poesía popular
muy vital en las canciones que les cantan a los novios en la boda.

La materia narrativa se organiza secuenciando las distintas etapas de la vida de Paco por
medio de los recuerdos de Mosén Millán. Esta organización en forma de intercalación de casi una
veintena de secuencias que van del presente al pasado y viceversa constituye la estructura interna de la
novela.

En las secuencias que se desarrollan en el presente, se repiten ciertos motivos. Uno de ellos es la
pregunta del cura acerca de si ha llegado algún feligrés para la misa y la constante negativa del
monaguillo. Otro es la imagen reiterada del cura con los ojos cerrados. El tercero es la intención
mostrada por los tres ricos del pueblo de pagar la misa (el último da la información del precio: diez
pesetas, que multiplicado por los tres da como resultado treinta monedas, las mismas que entregaron a
Judas por la traición a Cristo). Estas reiteraciones dan como resultado una impresión de estatismo, de
intemporalidad, como si el tiempo no avanzase.

En las secuencias que se desarrollan en el pasado la narración es más ágil que en las anteriores.
Entre estas secuencias del pasado podemos observar dos partes bien diferenciadas. Las
correspondientes a la infancia y adolescencia de Paco son más parsimoniosas porque el narrador
aprovecha para ofrecer un panorama del pueblo y sus habitantes. En esta parte el fondo histórico que
subyace a los hechos narrados apenas aparece y se da una visión idealizada de una comunidad rural y
feliz. La segunda parte, formada por las secuencias que recogen la vida de Paco a partir de su boda,
presenta un ritmo narrativo progresivamente acelerado. Los acontecimientos históricos que provocan
los hechos narrados van adquiriendo mayor relieve y el mundo feliz anterior se llena de miedo,
violencia y muerte.

3.3. Tema o temas del fragmento en relación con los temas de la obra.

Los temas tratados en el Réquiem responden a varios tipos.

Los de CARÁCTER POLÍTICO-SOCIAL se resumen en la confrontación entre pobres y ricos


en el contexto de la Guerra Civil española. El propio Sender afirma (en Conversaciones con Ramón J.
Sender, de M.C.Peñuelas):
“[la novela] es simplemente el esquema de toda guerra civil nuestra, donde unas gentes que se consideraban
revolucionarias lo único que hicieron fue defender los derechos feudales de una tradición ya periclitada en el resto del
mundo”.

Las condiciones de vida de gran parte de la población española en el primer tercio del siglo XX
dejaban mucho que desear: había miseria y hambre por doquier, apenas existía seguridad social ni
medicina preventiva y el analfabetismo estaba muy extendido. En el mundo rural, la injusticia social
predominaba porque seguía imperando el régimen de los señoríos. La aristocracia terrateniente (el
duque) apoyada por los caciques (D. Valeriano) se resistía a cualquier intento de cambio. Para ello
contaba con dos poderosos aliados: las fuerzas de orden público, en lo que se refiere al poder político,
y la Iglesia, como mantenedora del orden moral. Los campesinos estaban disconformes con este estado
de las cosas, pero apenas podían hacer más que lamentarse, como se ve en la primera charla que Paco
tiene con su padre como adulto, en la que hablan de los arrendamientos de pastos y de lo que pagaban
cada año al duque, que nunca había aparecido por la aldea. Aquello a Paco “no le parecía cabal.” Por
eso, cuando en la aldea ganan los concejales republicanos, su primer objetivo será el de liberarse del
pago de los arrendamientos, asunto éste que, para Paco, está íntimamente ligado al de las cuevas:

«En el carasol se decía que con el arriendo de pastos, cuyo dinero iba al municipio, se hacían planes para mejorar la vida de
la aldea [ ... ]. En el pueblo de al lado estaban canalizando el agua potable y llevándola hasta la plaza. Paco el del Molino
tenía otro plan -su pueblo no necesitaba ya aquella mejora- y pensaba en las cuevas.»

Cuando los terratenientes se dan cuenta de que por la legalidad no van a conseguir mantener sus
privilegios eligen otro camino: el pronunciamiento militar contra el sistema democrático. En la aldea
de Paco, la rebelión se saldó en menos de dos semanas devolviendo los montes al duque, nombrando
alcalde a don Valeriano y matando a todos los que habían pasado por ser adeptos a la República. La
ferocidad de la represión se hace más evidente por la espontaneidad, entusiasmo y solidaridad con que
la aldea había acogido las reformas de Paco y del resto de los concejales. El sentido de la justicia con
el que actuaban hacía innecesario cualquier planteamiento teórico-político: hacían lo que creían justo y
bastaba.

OTROS TEMAS SON DE ÍNDOLE MORAL. La responsabilidad ética y el peso de la culpa


están planteados con extraordinaria complejidad. El carácter involuntario de la complicidad de Mosén
Millán en lo sucedido no apacigua su conciencia ni aligera la sensación de culpa que le atormenta en la
conmemoración de la misa, porque sabe que su intervención contribuyó, de algún modo, a acelerar los
acontecimientos.

Los protagonistas simbolizan las dos fuerzas enfrentadas en toda situación injusta (en este caso,
la de una guerra civil): el valor del héroe popular frente a la indignidad de los poderosos. Paco
representa lo más positivo del pueblo español respetuoso con las tradiciones, sincero, valiente,
decidido, que no se somete al poder arbitrario del duque, tampoco a la hipocresía de los ricos del
pueblo ni a las componendas de quienes los aceptan, como Mosén Millán. El cura es el
colaboracionista que se inhibe con tal de mantener su situación de privilegio aún cuando pueda temer
que lo que está presenciando es injusto.

Por último, se puede hablar también de un TEMA TÍPICO DEL COSTUMBRISMO: la


idealización de la vida en el campo. La novela trata de la historia anónima de una colectividad
campesina —ni siquiera sabemos el nombre del pueblo, sólo que está en la raya de Lérida—, con sus
propias reglas, comportamiento y mitos que se ven trastocados por la llegada de unos señoritos que
imponen la violencia y la destrucción.

«El cuadro de la vida campesina es tan fuerte en sí mismo y tan conmovedor, y estaba yo tan lleno de intenciones de
tipo humano elemental y de tipo también artístico, porque todo iba junto, que lo social se desprende solo. El libro no
gustaría tanto como parece que gusta si no fuera así... No pensé en otra dimensión, sino en la expresión literaria directa de
un problema en torno a una aldea. El problema tiene derivaciones sociales que se desprenden solas como se desprende la
neblina de un paisaje húmedo, esta vez húmedo de sangre.»

Como es propio del costumbrismo, gran parte de los personajes son presentados sin profundizar
demasiado en sus motivaciones y componiendo un coro de caracteres tópicos, muy del gusto de la
literatura tradicional o popular. En el carasol o el lavadero, por ejemplo, donde se cuenta
exageradamente lo que pasa en el pueblo entre bromas, chismes y frases de doble sentido, se refugia un
grupo borroso de mujeres que representan la supervivencia del poder matriarcal de las comunidades
antiguas frente a la autoridad. Entre ellas sobresale la Jerónima, símbolo de la tradición y la
superstición frente al cura, por un lado, hombre de orden, representante de la fe, y frente al joven
médico, por otro, que está preparado para incorporar el conocimiento científico en la vida del pueblo.

3.4. Técnica narrativa en el fragmento y relación con la técnica de la obra.

[A modo de contextualización, es necesario tener presente que, en este momento, se produce LA CRISIS DE LA
NOVELA TRADICIONAL:

Desde sus comienzos hasta bien entrado el siglo XX, la mayoría de las novelas había pretendido contar
fundamentalmente una historia verosímil, con el fin de entretener a los lectores y organizada como género literario de la
siguiente manera:

Contenido: Se contaba la vida (o los episodios significativos) de un personaje principal y la de otros relacionados
con el protagonista.

Tiempo: Se seguía una cronología estricta, hacia adelante, sucediéndose los acontecimientos sin vuelta atrás.

Espacio: Es donde se podían dar alternancias, de modo que, por ejemplo, pudiera haber una ciudad o un pueblo con
otros dos o tres a los que se desplazaba la acción.

Organización: En capítulos o partes, con un final claro, normalmente la muerte, el éxito o el fracaso del
protagonista.

Punto de vista: El de un narrador omnisciente, que escribe en tercera persona e interviene como un dios en la
historia, o el de un narrador protagonista que da fe de lo que se cuenta. A veces, era el propio autor el que se postulaba
como narrador y, en primera persona, daba cuenta de toda la ficción.

Lector: Pasivo, llevado de la mano (incluso expresamente por el autor) por el camino de la adecuada interpretación
de los acontecimientos o de la intención de la novela.

Pero, a lo largo del siglo XX, sobre todo después de autores como HENRY JAMES (estadounidense, nacionalizado
inglés 1843-1916), MARCEL PROUST (francés, 1871-1922), y JAMES JOYCE (irlandés, 1882-1941), esta manera
tradicional de contar ha ido sufriendo importantes modificaciones, de modo que muchas de las mejores novelas del siglo
pasado rara vez cumplen alguno de los requisitos que hemos visto. Más que centrarse en el qué de la historia, como en las
anteriores, los autores se van a interesar por el cómo transmitirla para dotar de mayor sentido al texto. Este cambio
demandó mayor colaboración por parte del lector, que había de ser más activo y mostrarse más interesado por esas formas
nuevas del relato. ]

PROCEDIMIENTOS NARRATIVOS DE ESTA NOVELA:

**Narradores:

En las secuencias del presente, el narrador es omnisciente y cuenta el relato en 3ª persona.


Describe no sólo los espacios físicos y la apariencia de los personajes, sino también el carácter, las
expectativas, los sentimientos. En las secuencias del pasado, hay una diferencia de matiz: es el mismo
narrador pero reproduciendo solamente las evocaciones de Mosén Millán, como si fuera este quien nos
contara la historia realmente. Es una especie de narrador disfrazado que contribuye a diversificar el
relato y, sobre todo, a reforzar el sentimiento de culpa del protagonista En cuanto al Romance del
monaguillo, el que cuenta cumple tres funciones: la del narrador del pasado, anónimo y colectivo,
típico de la literatura tradicional; la de quien separa lo legendario de lo verosímil y la de quien muestra
la fuerte personalidad del héroe que permanece en la conciencia de las gentes del pueblo más allá de la
muerte y, por supuesto, de los crueles intentos de los poderosos por acallarla.

**El tratamiento del tiempo:

Analizarlo sirve para distinguir no sólo entre los contenidos del presente y los del recuerdo, sino
también, dentro de éstos, para diferenciar a los de la primera época de los de la segunda. Es lo que
hemos señalado en el apartado de la estructura y debe ser repetido aquí (el párrafo sobre el tiempo del
presente y el tiempo del pasado). En los cambios alternativos de presente a pasado y viceversa, el
ensamblaje de las secuencias es perfecto porque, a medida que ambas historias se van completando,
vamos adentrándonos en la comprensión total de la situación límite a que han llegado los personajes,
así como en las razones que les han movido a comportarse de esa manera. De modo que, así como el
valor épico de Paco no adquiere su auténtica dimensión hasta el momento final de entrega absoluta,
tampoco la angustia de Mosén Millán se capta en todo su tamaño hasta que no llegamos a los últimos
momentos con la denuncia, el prendimiento, la confesión, la extremaunción y el fusilamiento. Por lo
que al tiempo de la misa respecta, mientras el juego presente-pasado se va acelerando para acrecentar
nuestro interés, la aparición progresiva de los tres caciques y el desvelamiento paulatino del texto del
romance, dirigen la atención al desarrollo de la intriga, al progreso de la acción. De esta forma,
haciendo coincidir la desesperante lentitud de la espera con la agitación del final de la vida de Paco,
podemos captar en toda su extensión el dramatismo de fondo en la celebración de semejante misa, a
cargo de tal sacerdote y con tales feligreses.

3.5. Análisis de los personajes de la obra presentes en el fragmento.

El apodo "el del Molino", aplicado a PACO, recuerda al epíteto épico con que solía calificarse de
forma ritual a los héroes de la literatura grecolatina y medieval ("buen Campeador", para el Cid; "el de
los pies ligeros”, para Aquiles, etc.). El protagonista representa la búsqueda de la dignidad humana
por encima de las barreras injustamente preestablecidas. Es el representante del pueblo, luchador nato,
que, hasta cierto punto, posee una psicología primaria con tres o cuatro ideas fundamentales que le
mueven a actuar sin mayores problemas de conciencia. Casi nunca duda de lo que hace: defiende de
niño su ocultación del revólver con el mismo aplomo con el que de joven ronda a la novia, o de adulto
utiliza las tierras del duque para el bien del pueblo. Paco se mueve por planteamientos sencillos y
acaba convertido en la esperanza del pueblo sin habérselo propuesto. Aunque actúa como un líder
político, no es un político en el sentido tradicional. Un político podría haber sido el zapatero o, en el
campo opuesto, el mismo don Valeriano, que acaba como alcalde. Paco no sabía de comunismo o
anarquismo, ni era capaz de grandes discusiones dialécticas. Sólo sabía que había llegado la hora de
que bajaran la cabeza los ricos y a ello se dedicó, convencido de que el pueblo estaría con él, como así
ocurrió. Esto le va a costar la vida y su muerte constituirá un sacrificio, en cierto modo como el de
Cristo, víctima señera de los poderosos cuando la proclamación de la verdad y la justicia no responde a
sus intereses.

MOSÉN MILLÁN es una personalidad mucho más compleja: desde la primera hasta la última
página del libro lo vemos vacilante, indeciso, con una conciencia de culpabilidad que lo abate. En las
secuencias del pasado se van a dar las claves de esa angustia, así como otros rasgos de su personalidad.
El más significativo de ellos es su aceptación resignada del estado de cosas, por más que se le revele
como injusto: el episodio de las cuevas y las discusiones con Paco acerca de las tierras del duque lo
definen claramente. El estallido de la guerra y la llegada de los señoritos violentos de ciudad (nunca
llamados fascistas o falangistas) van a ponerle a prueba y lo van a convertir en culpable, al menos ante
su propia conciencia. Porque hasta ese momento, Mosén Millán era un personaje querido, que confiaba
en la fuerza y el respeto de su ministerio y predicaba la comprensión y esperanza cristianas. Sin
embargo, las circunstancias de 1936 no le van a permitir permanecer al margen. Cuando el centurión le
dice que «quien no está con nosotros está en contra», Mosén Millán cede y, en vez de enfrentarse a la
injusticia, que ya es insostenible, revela el escondite de Paco, rebajándose de este modo hasta la
cobardía, pues no en vano, como buen conocedor del alma humana, tenía que haber supuesto hasta
dónde iba a llegar la sevicia de los pijaítos. Aquí está la clave de su remordimiento. Él mismo se lo
repite angustiosamente cuando recuerda las últimas palabras de Paco: «Él me denunció... Mosén
Millán, Mosén Millán». Él salvará el pellejo, pero el sentimiento de culpabilidad por su traición (Paco,
al fin y al cabo, se había entregado confiado, porque él se lo había pedido) no lo abandonará nunca.
Por eso no salía de casa sino para decir la misa y no había llevado aún el reloj y el pañuelo de Paco a
sus familiares, porque «la muerte de Paco estaba tan fresca que Mosén Millán creía tener todavía
manchas de sangre en sus vestidos».

La relación de confianza que habían mantenido ambos a todo lo largo de la novela (a pesar del
progresivo alejamiento de Paco de la Iglesia, el sacerdote estuvo presente en todos los acontecimientos
importantes del joven, incluso administrándole los últimos sacramentos), esa relación privilegiada,
estalla en el definitivo encuentro de la confesión final en el coche del señor Cástulo. Es la escena más
patética de la novela y la que mejor revela la complejidad de los personajes: Paco, que se rebela contra
su injusto final («¿Por qué me matan? ¿Qué he hecho yo?»), lo hace sin dejar de preocuparse por los
demás y sin renegar definitivamente del cura, mientras éste, egoístamente, pretende consolarle con
estériles palabras de arrepentimiento. Una vez más, se actualiza la famosa leyenda negra sobre España
como país en el que la Iglesia es cómplice de la impiedad de los poderosos.

Los TRES CACIQUES del pueblo, buenos representantes de ésta última, han propiciado la
muerte de Paco y, lejos de sentirse culpables, van apareciendo sucesivamente en la iglesia para pagar
la misa de réquiem sin ningún escrúpulo. Mosén Millán los va recibiendo y, como ellos son los que
mandan, no es capaz de reprocharles lo más mínimo de su actitud, a pesar de conocer bien su grado de
participación en el asesinato (lo sabía, él estuvo allí, lo vio todo y encima lo bendijo, de la misma
manera que ahora va a sancionar tamaña vileza con su bendición).

OTROS PERSONAJES: frente a Mosén Millán, que representa un elemento de orden, la


Jerónima es un ejemplo de un modo de vivir más ancestral y primitivo, en constante oposición con el
sistema: era «partera y saludadora» y se la tenía por medio bruja que recitaba extraños conjuros en
«latinajos». Con sus habladurías «agitaba un poco las aguas mansas de la aldea» y tenía sorprendentes
capacidades de adivinación. En la primera escena de la vida de Paco ya se enfrenta con el cura
(episodio de los amuletos y el escapulario) y manifiesta claramente su voluntad de convertirse en la
«madre espiritual» de Paco: «El chico será lo que tenga que ser. Cualquier cosa menos cura». Cuando
ve que, a pesar de todo, Paco sigue la huella del cura, no deja de lanzar puyas contra el sacerdote. Y
cuando contempla el distanciamiento de los dos hombres no puede sino alegrarse. Mosén Millán y la
Jerónima tienen cada uno su propio feudo (al que el otro nunca se acerca), en el que ofician de
sacerdote y sacerdotisa, con sus fieles y su público: la iglesia es del dominio del cura y el carasol, de la
Jerónima. El uno oficia en el centro del pueblo como representante del poder establecido (masculino) y
la otra en la zona marginal, refugio de los humildes y de los que alientan esperanzas de cambio de vida
(femenino). Este personaje es una gran creación de Sender por su fuerza y valentía. El zapatero es el
otro loco, deslenguado e infeliz, que sirve de chanza y escarnio a la opinión común. Es otro "hombre
de ideas" que va a pagar con su vida (no sin antes haber sido torturado) su cinismo y socarronería con
el poder. Por último, el potro de Paco es el símbolo de la esperanza truncada, que contrasta vivamente
con el encanallamiento victorioso de los poderosos, culpables del desamparo del animal por el
asesinato de su amo.

3.6. Análisis del estilo del fragmento en relación con la obra a la que pertenece.

El estilo de Sender suele ser directo, sencillo, conciso y natural, con total ausencia de adornos
retóricos.

En cuanto a los MODOS DE ELOCUCIÓN UTILIZADOS, apenas hay descripciones y las que
aparecen se integran en la narración para potenciar la tensión de la historia. Los dos únicos lugares que
se describen con cierta detención son la sacristía, buena muestra del mundo que rodea a Mosén Millán,
y la cueva, lugar cuya visita va a determinar el rumbo del protagonista. Otros lugares descritos de
forma muy rápida son el carasol, el lavadero, la casa de la novia, la de don Valeriano y la plaza del
pueblo. Y de quienes hay descripciones, pero rápidas, es de Mosén Millán, don Valeriano ("una gruesa
cadena de oro con dijes que sonaban al andar", "satisfecho de sí, como siempre"), don Gumersindo
("con botas, vestido de negro"), el señor Cástulo ("ojos fríos y escrutadores"), el zapatero ("era
pequeño y, como casi todos los del oficio, tenía anchas las caderas", "tenía que estar contra el que
mandaba") y la Jerónima ("partera y saludadora", "con fama de darle al jarro").

En cuanto a la narración, hay diferencias entre las secuencias de la espera, en las que no hay
casi acción, sino más bien reflexiones de Mosén Millán y diálogos con el monaguillo (con predominio,
por lo tanto, de los elementos dramáticos), y las secuencias del recuerdo, dentro de las cuales podemos
encontrar también diferencias entre la primera parte, donde se detiene más en cada uno de los
acontecimientos, y la segunda, donde se distancia para poder avanzar con más agilidad en la
exposición descarnada de los hechos, que predominan con toda su crudeza.

La mayoría de los diálogos son breves y todos sirven para acercar al lector al momento de la
narración proporcionando mayor inmediatez. En todos ellos sigue la técnica tradicional de introducir
las palabras de los personajes con un verbo dicendi (verbo de los llamados declarativos o “de decir”,
como, por ejemplo: afirmó, admitió, aseguró, confirmó, contó, dijo, declaró, explicó, gritó, indicó,
manifestó, puntualizó, recalcó, reconoció, respondió…).

Sobre el LÉXICO, podemos señalar algunos aspectos: léxico de tipo religioso, por ejemplo
referido a vestidos y ropas litúrgicos, lugares sagrados, personajes, fiestas religiosas, objetos de culto,
expresiones latinas, sacramentos de la Iglesia Católica. casulla, roquete, santolio, alba, crisma, ecce
homo... Léxico rural: faenas del campo, sonidos de animales, árboles, frutos, animales: estopa…
Aragonesismos y catalanismos: mosén, nen, fuineta, birlas, cotovías, aliaga, ontina... Vulgarismos y
coloquialismos: algareras, zagal, galopín, saludadora, moniaco, patas puercas, dijendas, latinajos,
cambalaches, badulaque... Frases hechas, refranes: con permiso, salvo mejor parecer, salir de quintas,
como mi difunto padre, que Dios me castigue si miento, soltera y con la llave en la gatera...

Y, en cuanto a la MORFOSINTAXIS, las construcciones gramaticales suelen ser sencillas, sin


rebuscamiento. Algunos aspectos en los que podemos fijarnos son: orden de las palabras, pues puede
aparecer alteración del orden lógico. Con el verbo al principio, para darle mayor rapidez a la acción
(iba y venía el monaguillo, estaba seguro Mosén Millán, vivía todavía la Jerónima...) o al final,
posiblemente por influencia del inglés (era el zapatero como un viejo gato, ni amigo ni enemigo de
nadie, aunque con todos hablaba; nadie más que el padre de Paco sabía dónde su hijo estaba... Doble
complemento: Le daba al muchacho estampas de colores Algunas construcciones poco claras o
incorrectas: los otros ricos no se atrevían a hacer nada contra él esperando echarle mano al hijo / oía el
ruido de las birlas chocando entre sí y las monedas de cobre cayendo al suelo / al dirigirse al cura antes
de decir lo que se proponía hacía un preámbulo / el ruido de las cadenas resonaba más, bajo las
bóvedas / sus carabinas fueron a parar a un rincón del salón de sesiones, y los ganados entraban en los
montes / la mayor parte de los invitados habían salido a la calle /...

Las FIGURAS LITERARIAS aparecen para intensificar el dramatismo de la historia y nunca


para presumir de escritor culto. Algunas de ellas son: comparaciones (el enfermo tenía los pies de
madera como los de los crucifijos, el pueblo entero estaba callado y sombrío como una inmensa tumba,
las hojas estaban muy secas y parecían de metal), símbolos y metonimias (iba y venía con el romance
de Paco entre los dientes, esas gigantescas matracas producían un rumor de huesos agitados...)

3.7. Valoración personal del fragmento.

VOCABULARIO

ACÓLITO: Monaguillo que sirve al altar en la iglesia.


ALBA: Vestidura de lienzo blanco que se ponen los sacerdotes y diáconos sobre el hábito o la ropa.
ALCANFOR: Bola o pastilla aromática que se utiliza para proteger las telas de las polillas.
ALGARERA: adj. Voceadora, parlera.
ALIAGA: Aulaga, planta espinosa que se utiliza para alimento del ganado.
ATRICIÓN: Pesar / contrición: arrepentimiento
ATRIO: Espacio que hay delante de algunos templos y palacios.
BÁCULO: Palo o cayado que usan los obispos cristianos como pastores espirituales del pueblo
creyente.
BADULAQUE: Persona necia, inconsistente.
BAPTISTERIO: Sitio donde está la pila bautismal.
BREVIARIO: Libro de oraciones.
CABAL: Ajustado a peso o medida.
CABARRÚS: Financiero y político español de origen francés (1752-1810) que promovió la emisión
del primer papel moneda.
CAPA PLUVIAL: La que se ponen los prelados en actos de culto divino. Lleva una cenefa ancha en
los bordes delanteros y escudo por la espalda.
CASULLA: Vestidura con una abertura en el centro para pasar la cabeza que se pone el sacerdote
sobre las demás para celebrar la misa.
CENEFA: Dibujo de ornamentación que se pone a lo largo de muros o pavimentos.
CHIRIGAITA: espacie de calabaza
CIMBAL: Cimbalillo, campana pequeña de iglesia.
CONTRICIÓN: Arrepentimiento / atrición: pesar.
COTOVÍA: Especie de alondra.
CRISMA: Aceite y bálsamo mezclados para ungir // cabeza.
CROTORAR: Producir la cigüeña con su pico su ruido peculiar.
DIJES: Adorno, joya o relicario.
ECCE HOMO: Imagen de Jesucristo como lo presentó Pilatos al pueblo. Significa “he aquí el
hombre”.
ENSALMADORA: Persona de quien se creía que curaba con ensalmos (modo supersticioso de curar
con oraciones y aplicación de medicinas).
ESTAFERMA: Muñeco giratorio que se golpea y tira a su vez a los que no pasan ligeros a su lado.
Persona parada y embobada.
ESTERTOR: Respiración anhelante, ronca o silbosa, propia de la agonía.
ESTOLA: Ornamento sagrado que consiste en una banda larga de tela con tres cruces, una en el centro
y otra en cada extremo.
ESTOPA: Parte basta del lino o del cáñamo que queda en el rastrillo cuando se peina.
EX PROFESO: De propósito, con intención.
FALIBLE: Que puede engañarse o engañar.
FUINA: arag. garduña // pequeño carnívoro que destruye crías de otros // ladrona.
GALOPÍN: Muchacho mal vestido, sucio, desharrapado. Pícaro.
GLERA: aragonesismo, cascajar, terreno con mucho guijo.
GRIMORIO: Libro de fórmulas mágicas usado por los antiguos hechiceros.
HANEGA: Fanega. Medida de capacidad de unos 55 litros.
IMBERBE: Que todavía no tiene barba.
JARAL: Sitio poblado de jaras (arbustos siempre verdes con ramas de color pardo rojizo)
MALQUERENCIA: Mala voluntad.
MALQUISTAR: Indisponer o enemistar a una persona con otra u otras.
MAULA: Trampa, engaño.
MITRA: Toca alta y apuntada con que se cubren la cabeza en las grandes ocasiones los arzobispos,
obispos y algunos otros eclesiásticos.
MOCARRA: mocoso (a), que se atreve a intervenir en cosas de mayores
OFICIOS: Funciones de iglesia, y más particularmente las de Semana Santa.
ONTINA: Planta con flores de olor agradable.
PRESBITERIO: Área del altar mayor hasta las gradas que suelen dar acceso a él.
PROCACIDADES: Desvergüenzas.
RÉQUIEM: misa de difuntos.
REQUINTOS: Clarinetes pequeños. (echar)
RONCAS: Bravatas, amenazas
RONDÓN: Sin llamar y pedir permiso.
ROQUETE: especie de sobrepelliz (vestidura blanca de lienzo fino que llevan sobre la sotana los
eclesiásticos) cerrada y con mangas
ROSADA: Rocío.
SALAZ: Muy inclinado a la lujuria.
SALIR DE QUINTAS: Salir de la edad de cumplir el servicio militar
SALUDADORA: Persona que se dedica a curar la rabia u otros males con el aliento, la saliva y ciertas
deprecaciones (ruegos, súplicas) o fórmulas.
SAN MARTÍN: fig. Al que vive placenteramente le llegará algún día el sufrimiento.
SANTOLIO: vulg. Santo Óleo
SASO: Terreno pedregoso y seco.
SAULO: Nombre de San Pablo antes de su conversión.
SEÑORÍO: Territorio perteneciente al señor.
SOLIMÁN: Cloruro mercúrico utilizado en medicina como desinfectante, muy venenoso.
SORNA: Ironía o tono burlón con que se dice algo.
TALARES: Trajes o vestiduras que llegan hasta los talones
TAHONA: Molino de harina. Panadería.
VERGAS: Varas.
VERÓNICA(S): Personaje de la pasión de Jesucristo que enjugó su rostro con un paño.
ZALEMAS: Reverencia o cortesía humilde en muestra de sumisión.
ZURRAPA: Vil, despreciable // pelillo, brizna posada en los líquidos.

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