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El indigenismo contemporáneo.

Gumercindo Tun Ku.

A mediados de la segunda década del siglo XXI seguimos siendo testigos de

muchos aspectos desfavorables en la vida de un sector de la población mexicana,

el de los más golpeados, de los olvidados, de aquellos desalojados y despojados

de su riqueza cultural; desde la época de la mal llamada Conquista, pasando por

la Colonia y hasta la actualidad; los pueblos indígenas.

Desde nuestros pueblos autóctonos hasta el mestizaje, la vejación sobre las

tierras que trabajan, sobre su fe y su propia vida, siguen latentes a través de la

segregación y discriminación, una constante evolutiva que los deja como los más

desfavorecidos del país y en algunas regiones en especial.

Hablar la lengua materna, vivir las tradiciones y las costumbres, vestir los colores

de nuestras vestimentas hechas artesanalmente, es mantener viva una cultura,

una identidad, la nuestra, la de los mexicanos; es necesario entender la

pluriculturalidad, no como significado, sino, como el engranaje contextual para

seguir preservando nuestro patrimonio.

Entender y comprender, la influencia del indigenismo contemporáneo en los

ámbitos, social, político y económico de la sociedad mexicana, es entonces

ineludible.

Antes de continuar, aquí conviene también, hacer una pequeña aclaración, los

habitantes de una población rural, no necesariamente son indígenas, aunque la

mayoría de las comunidades indígenas, sí son asentamientos rurales, hago

mención de esto porque en ocasiones se trata de usar ambas palabras en un


mismo contexto, lo cual no debe ser bajo ningún precepto, cada una tiene sus

propias particularidades.

Es fundamental comprender esta situación, sobre todo las autoridades de los tres

niveles de gobierno, para tener en claro las situaciones y poder implementar

políticas públicas en su dimensión real, y conforme a sus derechos, ciertamente

una población rural sufre igual como cualquier otro grupo indígena, el rezago

social en los principales rubros como la salud y la educación, por su ubicación

geográfica en muchos de los casos, aunque hay otros factores.

Creo necesario que hagamos una detenida reflexión para abordar este tema con

gran sensibilidad y responsabilidad, porque los pueblos indígenas luchan por

sobrevivir, notamos que a pesar de los proclames de la asamblea general de la

ONU de la inclusión en materia de programas y políticas públicas para

salvaguardar su integridad cultural, sus tradiciones y estilos de vida; todavía no se

ven reflejados en la realidad; esa visión de equidad en la diversidad cultural y

lingüística, solo ha sido hasta ahora materia política publicitaria en México.

El Estado mexicano, debe estar convencido plenamente, de que una priorización

en la atención a los pueblos indígenas dentro de sus propios territorios, es una

manera de hacerlos parte del desarrollo social y económico del país, la

focalización de acciones concretas sobre sus necesidades, contribuirá

enormemente a su integración existencial como sujetos en la pluriculturalidad; nos

asiste la razón conforme al artículo 2º de nuestra Carta Magna, para exigir esta

demanda.

El indigenismo mexicano, nos ha dado identidad como nación, hemos sido celosos

guardianes de los legados de nuestros antepasados, los símbolos, los vestigios,


las costumbres y las tradiciones que han perdurado desde nuestros abuelos hasta

nuestros días, condiciones que nos han permitido actuar y forjar un sentimiento de

pertenencia dentro de la misma diversidad.

Mencioné antes, que es necesario hacer una seria reflexión, indiscutiblemente, ya

que el indigenismo siempre ha contribuido y ha jugado un papel muy importante

en la construcción del presente que vivimos, sin embargo, algo está sucediendo,

algo que inquieta negativamente.

Cada día que pasa es un riego para la desaparición de todo lo relacionado a lo

indígena, se ha estado confundiendo las políticas de Estado para defender lo

nuestro en el espejo de la interculturalidad, solo por el hecho de estar en la

globalización, descuidando la parte más fundamental, el fortalecimiento y la

difusión en las nuevas generaciones.

Somos un país con una sociedad cambiante, en donde los mexicanos debemos

ser más analíticos, críticos y reflexivos, que el respeto, la tolerancia y la equidad,

sean los valores enarbolados para comprender que tener sangre de descendencia

indígena es motivo de orgullo, que nuestra lengua, nuestra forma de vestir, no nos

hace ser objetos de burla y menosprecio en medio de esta época denominada de

la tecnología y la modernidad.

Esta disyuntiva ha marcado la identidad y la vida de los pueblos indígenas, los ha

marginado, las leyes existentes, parece que nunca lo llegarán a conocer los

verdaderos beneficiarios, no hay otra forma de verlo, es una aterradora injusticia

humana, ese miedo al rechazo, ese miedo que se ha sembrado en la conciencia,

los hace vulnerables a la explotación.


Los discursos existentes, de ahí no han pasado, los indígenas, no vemos

consolidado las aspiraciones de mantener ni siquiera nuestras lenguas maternas,

mucho menos vislumbramos el interés por preservarlo en las nuevas

generaciones, parecer ser entonces, que la sobrevivencia étnica solo es cuestión

de unos pocos activos, nosotros que pugnamos por mejores escuelas para

nuestros niños, pero con una verdadera educación bilingüe, la lengua materna y el

español, intercultural como se dice, sumando una lengua extranjera, que quizás es

necesaria pero no prioritaria.

Desgraciadamente, también hay que decirlo, quizás es una utopía más, ya que los

maestros encargados de la Educación Indígena, lejos de coadyuvar a mantener la

lengua, parecen ser los jinetes apocalípticos para desaparecerla, porque ni

siquiera saben hablar la lengua materna de los educandos. Es decir, la misma

educación que exigimos, nos pone en jaque.

No hay que olvidar la historia, aunque el indigenismo fue factor importante para la

construcción de la nación desde sus inicios, también desde esa época se ha

buscado su erradicación, pues pasan los años y vemos aún una sociedad

mexicana racista y discriminatoria.

Si nos percatamos y analizamos las condiciones de orden social y cultural de

nuestra nación, habremos de ver que son realmente pocas las influencias que

pueden detectarse como legado indígena, y eso, solo en fechas predispuestas,

siendo, un país “pluricultural”.

Esta situación genera una condición socio-política minoritaria, que podemos decir

orquestada desde la época “invasora” y que conviene a muchos intereses actuales


mantenerlos así, es un rompimiento de estructura social para poder ejercer una

verdadera dominación y proceder a la explotación de los indígenas.

Sin embargo, esta minoría, es la raíz del origen histórico de cada comunidad, la

esencia de la cultura, aunque se quiera recordar solo mediante fechas

determinadas como es el 9 de agosto, “Día Internacional de las Poblaciones

Indígenas”, en este día se organizan actividades conmemorativas en cada

Municipio, Estado, que reconoce tener un pueblo indígena, que debe tener como

propósito fundamental en el país, la concientización sobre la igualdad y la

inclusión.

Lamentablemente se queda de manera protocolaria para justiciar un programa

gubernamental de contenido vacío, nada que ver con el desarrollo social y

humanitario a través de las libertades fundamentales de la diversidad.

Las carencias de las comunidades rurales e indígenas, son innumerables, es

necesario que las autoridades vean realmente las necesidades, focalizar cada una

para una mejor atención; establecer ejes de desarrollo y mecanismos para su

cumplimiento.

Las poblaciones con arraigo indígena nos han dado la cultura que mostramos

como rostro al mundo, hemos quizás caído en el plano folclorizado, para que nos

tomen en cuenta, para que vean que estamos vivos, mucho de esta parte nuestra,

en vez de ser utilizada para un mejor desarrollo, se queda sólo en un recordatorio

artístico, sin una valorización que dignifique.

Los pueblos indígenas están allí, presentes en la vida diaria de cada lugar con sus

costumbres, tradiciones, lengua y vestimenta.


A lo largo de nuestro devenir histórico hemos observado patrones y elementos

propios de las culturas indígenas de nuestro país; México, tiene una inmensa

riqueza cultural en la suma de todos los aspectos de las 68 lenguas, costumbres,

tradiciones, gastronomía, vestuarios, etc. Y que han sobrevivido dentro de todos

los movimientos étnicos desde la llamada “conquista” hasta nuestro presente.

La espada avallasadora y la cruz de madera, dominante, en manos de los

invasores impuso sobre las voluntades, nuevos conceptos del hombre, de dios y

del universo; la cosmovisión indígena se desplazaba diametralmente irremediable;

la invasión atacaba la médula espiritual étnica dando paso a la composición de un

nuevo mundo, de un nuevo orden espiritual-religioso que complementaba su

balanza, social.

Decía en párrafos anteriores, de nuestro folklor, que los gobiernos toman como

cultura y que de legado indígena nada en la estructura político social del país, es

punto importante de debate; nuestras autoridades actuales han tomado el

indigenismo como banderas políticas con programas superficiales, hay que

decirlo. Nuestros pueblos no son dignificados como sujetos, al contrario se les

sigue explotando como materiales y objetos turísticos; que vengan más turistas a

gastar su dinero, que el gobierno se engañe con sus estadísticas, para decir que

se está trabajando, mientras que el indígena sigue laborando en el campo de sol a

sol y ni siquiera sabe que los vestigios arquitectónicos que deslumbran al mundo,

fueron hechos por sus antepasados, que seguramente él, nunca tendrá la

posibilidad de verlos de cerca.

Aunque quisiera yo decir lo contrario no puedo, yo veo una realidad diferente a la

del gobierno, sobre la vida indígena, los discursos de ideología educativa, de


antropología, de arqueología, de política, igualmente de las artes, exaltando las

culturas indígenas como origen de la nacionalidad mexicana.

El indígena está muy lejos de ser parte como ente social en el ejercicio del poder

público, asumir de nueva cuenta el control de sus usos y costumbres, aún de sus

formas de vida, en consecuencia de su desarrollo socio - económico; necesario e

imperativo es implementar los mecanismos propios para mantener y fortalecer sus

identidades.

Desde hace muchos años los programas de apoyo se convirtieron en un

paternalismo gubernamentales que frenan el verdadero desarrollo de la

interculturalidad, se han viciado los esquemas; al indígena no se le debe regalar,

se le debe de pagar lo justo por su trabajo, por la productividad del campo, de sus

artesanías y de sus espacios explotados por el turismo.

Existen convenios, comisiones, leyes y acuerdos relacionados con la materia, mas

no se aplican como tales, son productos de ejercicios de gestión pública, de

cumplimiento normativo institucional. Los que caminamos a diario entre nuestros

pueblos podemos dar razón de la vida indígena; el rescate y el fortalecimiento de

la identidad es imperativamente urgente.

La conciencia indígena debe resurgir en medio de esta modernidad globalizada,

con instituciones educativas que garanticen esa libertad de expresión cultural.

Desde cualquier enfoque que le demos hoy a la vida rural, sobre todo cuando es

étnica, siempre hemos de ver la gran desproporción existente entre las

sociedades, una desigualdad que a lo largo de nuestra historia ha generado

movimientos de masas en aras de los derechos y la libertad.


Se han gestado hechos heroicos y trascendentales de sublevación, de resistencia

indígena; un movimiento social contra el dominio invasor, un ¡no! a la sumisión de

los descendientes de las civilizaciones, como la maya, por ejemplo, una lucha de

sobrevivencia que según los historiadores le llamaron "guerra de castas".

Líderes indígenas que se levantaron para salvaguardar sus orígenes, una guerra

que habría de durar casi medio siglo; durante estos años de lucha, los hombres

blancos desacreditaban a los líderes del movimiento alzado, haciendo de ellos

enemigos del progreso; la imposición del sistema español era de orden imperativo,

un fenómeno que dio lugar a la separación de una nación por razas y a la creación

del mestizaje.

Muchos pueblos nativos del territorio mexicano fueron sometidos por el dominio

español, sin embargo, también existieron pequeños grupos que hicieron valer su

autodeterminación, es de esos grupo que sobreviven hasta nuestros días, grupos

indígenas que hoy en día son menospreciados por la sociedad e ignorados por el

estado.

La insurrección indígena de entonces solo buscaba el respeto a lo propio y exigía

su integración a la sociedad mexicana como tal, lo mismo que exigimos hasta el

día de hoy, en pleno siglo XXI, cuando vemos una sociedad dividida.

Sin duda, los contextos sociales del pasado son diferentes con la actualidad, sin

embargo, recordar estas hazañas nos permite llegar a una conclusión, los

indígenas, seguimos vivos y seguimos luchando por lo que es nuestro, nuestras

tierras, nuestras costumbres y nuestras tradiciones, en busca de esa justicia social

basada en la libertad y la igualdad.


En los últimos años, las esperanzas políticas, sociales y económicas de los

pueblos rurales e indígenas se han sumido en el estatismo, razón que invita a

resurgir como fuerza social y cultural a través de las letras de unos cuantos

escritores, investigadores, creadores y poetas, porque es ya impostergable la

emancipación cultural indígena contemporánea.

Cierto es, que vivimos un tiempo totalmente cambiante, desde los distintos

ángulos y ópticas que la propia vida nos da para comprender la realidad de este

mundo, donde cada ser humano forma sus propios pensamientos y actos

conforme su existencia va avanzando, donde la culturas de origen se van

perdiendo en el vacío que el espiral del modernismo genera a diario.

A pesar de estar cada día nadando contra corriente, no todo está perdido, pero

tampoco podemos cruzarnos de brazos y esperar que por inercia propia llegue,

tenemos que actuar en consecuencia.

La educación y el conocimiento, nos da la oportunidad de rehacer el tejido

indígena, de rescatar cada rasgo que por ignorancia han querido desterrar de

nuestra vida cotidiana, y fortalecer nuestras raíces; es la oportunidad para

reidentificar y reivindicar nuestra existencia en la sociedad, es una deuda

pendiente con nuestro origen histórico.

Los mexicanos, muy especialmente los que habitamos una región con alguna

población indígena, como es el Estado de Campeche en la península de Yucatán,

sabedores de la grandezas y magnificencias que nos trasmitieron nuestros

ancestros, nos sentirnos orgullosos por mantenerlos vivos, somos la puerta de

entrada al reencuentro con los conocimientos y herencias culturales que nos

fueron legados.
Ya no hay existencia de temores ni incertidumbres para defender lo que por

derecho nos corresponde, solo la plena seguridad de que, quienes nos

antecedieron eran verdaderos conocedores de los ciclos de la madre naturaleza

para sobrevivir, ahí está la esencia de ser indígena.

Muchos llevamos en nuestra sangre el ADN de las grandes civilizaciones, no

negamos nuestro origen indígena, seamos Tarahumara, Náhualt, Zapoteco o

Maya, podemos proclamar con nuestras costumbres, nuestras tradiciones y

nuestra lengua, que la raza indígena, está más viva que nunca.

No cejamos de luchar día a día, minuto tras minuto, debemos lograr el

reconocimiento real de las aportaciones de los hombres y mujeres indígenas al

país, que los niños y jóvenes crean en esta posibilitad, vivir como un país con una

composición heterogénea, multicultural y plurilingüe, precepto fundamental

asentada en la Constitución Política Mexicana. Romper el estigma de la

discriminación.

Es un reto, sí, pero hay que seguir hacia adelante, vislumbrar un futuro en un

presente de trabajo, sin dejar en el olvido nuestro pasado histórico. No podemos

concebir que algunos piensen que saben hacia donde van, sin ver el camino

recorrido hasta su presente, conocer nuestros orígenes, nos reconstruye y

fortalece; si, se destruye su pasado o insiste en negarse con un origen, restándole

importancia para su presente, la especie estará condenada a su decadencia.

Con el orgullo de defender la causa indigenista, tenemos en nuestras manos la

estafeta para el impulso a la revaloración de lo nuestro, hagamos valer nuestra

herencia milenaria en cada uno de nuestros valores culturales, tradiciones,


costumbres y nuestra lengua. Que el presente y el futuro, sea de luz y de progreso

para nuestros pueblos.

Las lenguas maternas son todas aquellas que se aprenden desde el primer

contacto social del individuo, que no necesitaron de una pedagogía, de una

didáctica y de una gramática para aprenderlas o enseñarlas. Son aquellas que se

aprenden, que se enseñan desde el seno de la familia y se adquiere de forma

natural por la interacción con el entorno social más cercano.

Las lenguas maternas, las voces indígenas, hay que reconocer que han ido

desapareciendo al paso de los años, muchas voces se han callado y muerto, las

causas o factores han sido varios, el miedo, la vergüenza, la marginación, la

discriminación, la falta de oportunidades, entre unos, pero nunca por su falta de

valor.

Además, podemos considerar también, la falta de aplicación de las leyes que se

han creado, como la Ley General de Derechos Lingüísticos de los Pueblos

Indígenas (LGDLPI), o la falta de un trabajo serio de la Coordinación General de

Educación Intercultural y Bilingüe de la SEP. Pues parecen ser más

contradictorias que positivas, podemos observar que la balanza de las políticas de

gestión, se inclinan más con un movimiento lingüístico de lo indígena al español,

en vez de suceder lo contrario para fortalecer las lenguas, es decir, el proceso de

castellanización después de casi cinco siglos, aún no termina.

La falta de conciencia, la falta de cultura, la ignorancia en ocasiones del individuo

han sido determinantes en esta decadencia de las lenguas maternas, cierto es,

que necesitamos de acciones que permitan “la revalorización de las lenguas


maternas”; a través de la promoción cultural, el arte, la literatura y

fundamentalmente el ámbito educativo.

Las instituciones educativas juegan un papel muy importante en este aspecto,

sobre todo las indigenistas, reencausar su trabajo objetivamente, de tal manera

que el bilingüismo sea el eje principal.

La sociedad tiene que entender y asimilar la potencialidad cultural de nuestra

lengua materna dentro de este nuevo contexto del mundo intercultural, sin

embargo, la exigencia no solo es a la sociedad en general, sino el Gobierno

mismo, para que ejerza las políticas públicas decretadas y firmadas en minutas y

acuerdos para la atención integral de los pueblos indígenas, que no seamos el

folclor turístico de comercialización, sino el orgullo de un pueblo con identidad

sólida.

Las lenguas maternas son los elementos de mayor alcance para la preservación y

el desarrollo de nuestro patrimonio cultural, y toda iniciativa para promover su

difusión, servirá para impulsar la diversidad lingüística y la implementación de la

educación multilingüe que por derecho constitucional tiene nuestro país.

Se debe crear mayor conciencia sobre su uso en la vida cotidiana de las

comunidades, como esencia y patrimonio humano, erradicar para siempre el

fantasma peyorativo y discriminatorio a todo lo indígena. Es papel de todos,

pugnar por mayores espacios para revalorizar y dignificar la descendencia, actuar

fomentando acciones ágiles y concretas que lleguen hasta el corazón de nuestra

razón de ser, sobre todo, hacia nuestros pueblos, para combatir el ente de la

marginalidad.
Es lamentable, que existan todavía individuos que se avergüenzan de su origen

indígena, que han sepultado su lengua, sus tradiciones y costumbres en la falsa

identidad de ser moderno y adoptando extranjerismos baratos. La sangre no se

cambia como cambiar de camiseta, es sempiterna.

La cultura viva es a través del indigenismo, día con día se practica en cada

pueblo; pero día con día, sufre también la transformación de la transculturación

rapaz y violenta que vulnera la identidad de todo pueblo; regresemos a nuestro

origen, a nuestra esencia.

La riqueza pluricultural de nuestro País, es tan extensa que se manifiesta en

muchas acciones de la vida de las poblaciones indígenas como parte de su

cosmovisión; la medicina tradicional indígena aún juega un papel muy importante,

porque representa el conocimiento milenario sobre la madre tierra y el uso de sus

plantas; un resguardo activo y de incalculable valor cultural para el fortalecimiento

de la identidad. Que sin duda es un orgullo.

La práctica herbolaria está presente como una muestra de que la cultura indígena

está viva y vigente.

Una enseñanza transmitida de generación en generación, aunque en este siglo

XXI, tenemos que aceptar lamentablemente, cómo poco a poco se va perdiendo

entre la niebla de la modernidad; las generaciones actuales son cegadas por la

subculturización extranjera del que son objetos, algunos ingenuamente y otros con

conocimiento y causa.

Sin embargo, a pesar de las adversidades que la actualidad nos presenta, la

medicina tradicional persiste en las comunidades más arraigadas como opción de


prevención y curación, pues en muchos de los casos éstas carecen de servicios

de salud o la falta de recursos los obliga a usarlos.

La medicina tradicional está presente en las parteras, los hierbateros, los hueseros

y los sobadores; hombres y mujeres a quienes no se les ha dado el

reconocimiento real como representantes de una cultura que nos identifica; hasta

ahora, han faltado gestiones de ejercicio público para que pueda darse una

verdadera valoración a estas personas.

Practicar la medicina tradicional indígena, no sólo compete saber y conocer las

plantas; la parte espiritual en relación con el universo siempre ha de estar

presente, la gran Cosmovisión. Actualmente se ha soslayado su efectividad, y aún

contra esto y la marginación a la que está expuesta, la medicina tradicional lucha

por mantenerse viva, con sus gente.

Ante todo esto, las nuevas políticas que toman el indigenismo como bandera,

deben destacar que la medicina, la lengua, las tradiciones y costumbres, desde

siempre han venido a engrandecer a México.

Podemos concluir entonces; que todo lo antes expuesto, nos permite reflexionar

sobre nuestro génesis cultural y de nuestra propia vida, razón que nos asiste para

decir que es necesaria e imprescindible la redefinición de políticas de desarrollo a

favor del indigenismo, con programas, proyectos y recursos presupuestales con

objetivos específicos de sustentabilidad, en el marco normativo de los derechos

humanos encaminados a su protección, que por sus condiciones a las que han

sido orillados, son los más vulnerables.

Se necesita elevar el desarrollo, el bienestar y la justicia social de los pueblos

indígenas, a través de la preservación, fortalecimiento y difusión de los rasgos


culturales que los distinguen, logrando así, avanzar hacia el mejoramiento de sus

vidas.

Orientar políticas de acción gubernamental para su interactuación en un mundo

intercultural, eliminar definitivamente todo adjetivo de denigración y discriminación,

garantizar el respeto a sus derechos lingüísticos y de identidad, lo que nos llevará

a ser una sociedad más sólida y competente.

Existe una deuda con nuestro origen histórico, debemos cumplirla.

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