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¿Qué és una falacia?

Por Nicolas Péréz

Primero veamos qué no es una falacia. Una falacia no es una


mentira. Una mentira es un engaño intencional de un
hablante. Tampoco es un error, un hablante puede cometer
errores que no sean engaños, pueden ser imprecisiones o
directamente falsedades, nada de esto es una falacia. Sin
embargo se escucha comúnmente decir “es una falacia”
cuando alguien dice una falsedad o mentira. La razón de que
no sean falacias reside en un detalle importante: las falacias
son argumentos, razonamientos, no son enunciados. Una
mentira o una falsedad es un enunciado falso, y enunciados
aislados no son argumentos. Si bien es cierto que un
argumento está formado por enunciados, lo que hace a un
argumento tal no son las verdades o falsedades de los
enunciados sino su trabazón o estructura interna, un
argumento tiene virtud por su forma, más no por su
contenido. Entonces, si no hay argumento no hay falacia,
recuerde siempre esto. Si yo ataco a un interlocutor, ya sea
injuriándolo o insultándolo, no es una falacia ad hominem,
porque no es un argumento.

La lógica es una disciplina formal que estudia la forma de los


argumentos con el propósito de identificar argumentos
válidos, y de este modo usarlos en los discursos. En nuestro
discurso usamos razonamientos todo el tiempo, sin embargo,
si no sabemos de lógica muchas de nuestras conclusiones
van a ser falaces porque usaremos razonamiento o inválidos o
inatinentes.

La validez es una propiedad de ciertos argumentos que


aseguran la verdad de la conclusión en virtud solo de su
forma y no del contenido material de las premisas. La
atinencia es una propiedad de los argumentos que asegura la
verdad de la conclusión no solo en base a la forma de las
premisas sino también a su contenido material asegurando
que la conclusión sea verdadera siempre que sus premisas lo
sean también, Si los argumentos no cumplen con estas
propiedades se los llama inválidos o inatinentes.

Ahora podemos definir una falacia: una falacia es un


argumento psicológicamente persuasivo pero lógicamente
inválido o inatinente.

A veces se confunden falacias con sofismas, un sofisma: es


una estratagema discursiva hecha deliberadamente o no, que
tiene como fin lograr un convencimiento en otros en algún
debate, sin tener en cuenta la validez de los argumentos.

Por supuesto que una falacia es un sofisma, pero no todo


sofisma es una falacia, si me burlo de mi oponente, si uso
sarcasmos, si no dejo hablar, o si desvío el tema no
contestando sus preguntas, o llevando la discusión hacia
lugares convenientes, todas esas estratagemas son sofismas,
pero ninguna de ellas es una falacia. Muchas de las
consideradas falacias en realidad no lo son, son sofismas
como el strawman (hombre de paja) que justamente deforma
la propuesta del oponente convirtiéndola en una propuesta
distinta más refutable, incluso este hombre de paja puede no
ser falaz en su reconversión, pero es un sofisma porque no
estaría refutando la propuesta original.

Volviendo a la definición de falacia, es importante resaltar la


primera parte de la definición en donde se menciona lo
“psicológicamente persuasiva”, esto es interesante ya que
justifica su uso. Pensemos que, si las falacias no
convencieran a nadie, pues nadie las usaría, pero la
investigación de la persuasión sugiere que, no solo son
persuasivas sino que lo son aún más que los argumentos no
falaces. Muchos sofismas, entre ellos la falacia, tienen un
fuerte contenido emocional, como el ad hominem, o el
strawman, así como el obtener conclusiones apocalípticas
como en el caso de la falacia de pendiente resbaladiza, en la
cual se desprende una conclusión catastrófica por medio de
premisas no demostradas o directamente falsas. Es común
que en los discursos religiosos o políticos se apele
constantemente a los sentimientos, a la culpa o al
patriotismo, todos ellos buscan impactar y convencer al
oyente desviando el curso racional para tocar la pura
emoción, porque saben que somos persuadidos más por un
sofisma que por un argumento lógicamente correcto.

La segunda parte de la definición refiere a los conceptos de


invalidez y de inatinencia, ya definidos. Hay dos grandes
clases de falacias: formales e informales. Se diferencian en
que las formales son argumentos inválidos, mientras que las
informales pueden ser argumentos válidos o inválidos, pero
son siempre inatinentes. Otra característica de las falacias es
que pueden formalizarse para mostrar su invalidez o su
inatinencia. Yo sospecharía fuertemente de una falacia que
no pueda formalizarse en un argumento típico que muestre
su inatinencia.

Las falacias formales son aquellas que son inválidas, es decir,


son incorrectas en su forma, y no son tan importantes para el
estudio de las falacias en general porque la inmensa mayoría
de las falacias en los discursos son informales, aunque sí
existen falacias formales coladas en los razonamientos que
son comunes, como la falacia de afirmación del consecuente
que pasaremos a analizar.

Vamos a diferenciar entre proposición y enunciado. Un


enunciado es un trozo de lenguaje con sentido que reviste la
forma de una afirmación, y por lo tanto puede ser verdadero o
falso. Los enunciados desde un punto de vista ontológico son
objetos materiales, como manchas de tinta en un papel, o
sonidos articulados por un aparato fonador humanos, o
señas consecutivas de un agente al comunicarse con lenguaje
de señas. En este sentido un enunciado puede ser: un
sistema de grafemas, un sistema de fonos, o un sistema de
señemas. Las proposiciones son objetos no físicos, sino
lógicos, son entidades conceptuales. Puede definirse como lo
afirmado en diferentes enunciados de una misma clase,
digamos que si tenemos diversos enunciados, por ejemplo:
“hoy llueve”, “llueve”, “está lloviendo”, u “hoy está lloviendo”,
todos aseveran lo mismo, eso que aseveran se puede
simbolizar con una letra proposicional como “p”, y eso es la
proposición.

Sabiendo esto vamos a la falacia de afirmación del


consecuente. La lógica contiene muchas tautologías,
razonamientos cuya estructura asegura que la conclusión del
resultado sea siempre verdadera en una tabla de verdad, y
por lo tanto se puede usar con cualquier contenido fáctico.
Vamos a ver dos de estas tautologías. EL modus ponendo
pones (1) y el modus tollendo tollens (2). La forma que tienen
es esta:

1) AB 2) A B
A -B
______ _______
B -A

En términos coloquiales podemos leer al modus ponens del


siguiente modo: “Si A entonces B, se da A , por lo tanto se da
B” , de igual modo el modus tollens queda: “Si A entonces B,
no se da B, por lo tanto no se da A”. Si reemplazamos “A” por
“es santiagueño”, y “B” por “es argentino”, entonces tenemos:

“Si es santiagueño entonces es argentino, es santiagueño, por


lo tanto es argentino” (modus ponens)
“Si es santiagueño entonces es argentino, no es argentino,
por lo tanto no es santiagueño” (modus tollens)

Si analizamos los enunciados veremos que en el condicional


AB, la ocurrencia de A es suficiente para obtener B, es
suficiente con ser santiagueño para que sea argentino, y
también podemos ver que es necesario que si no ocurre B,
necesariamente no ocurra A, si sabemos que alguien no es
argentino, pues ya sabemos necesariamente que tampoco es
santiagueño. Ahora, qué pasa si razono del siguiente modo:

AB
B
_______
A
Aquí vemos que concluyo A porque ocurre B, concluyo que es
santiagueño porque es argentino, pero inmediatamente se
darán cuenta de que estoy razonando mal, porque el hecho
de ser argentino no implica necesariamente de que sea
santiagueño , porque podría ser tucumano o salteño, o de
cualquier otra provincia. Si razonamos de esta manera
estaremos cometiendo la falacia de afirmación del
consecuente, y si otro la comete pueden llamarle la atención
y lograr de ese modo que se anule el argumento usado. Es
una falacia formal porque se puede demostrar con símbolos,
como lo hice arriba, que es un argumento inválido, y es
suficiente para desestimarlo. Si lo analizamos salta a la vista
que, un condicional, representado aquí con una flecha no
puede ir en los dos sentidos, es decir, si yo afirmo A, el
antecedente, debe darse B, el consecuente, pero no puede ser
válido al revés, la afirmación de B no implica necesariamente
que se dé A. Claro que puede darse, puede darse que al
encontrar a un argentino en Miami, yo pueda afirmar con
verdad de que es santiagueño, pero estaría simplemente
adivinando, si uso esta forma de razonamiento, podría
acertar a veces, pero la probabilidad es baja debido a que hay
23 distritos más en el país. De este modo, las falacias no
aseguran la verdad necesaria en la conclusión debido a que
su forma es inválida. Y se comete la falacia de afirmación del
consecuente cuando alguien afirma que necesariamente se da
A en la conclusión al afirmar B, otra cosa es que el que
razona lo afirme en términos de probabilidad, si esto
ocurriere no estaría cometiendo la falacia.

Hay otras falacias formales pero de menor incidencia en el


discurso, por lo que no voy a entrar en otros ejemplos, baste
saber que una falacia formal lo es en tanto que su forma es
inválida.

Un problema distinto se da con las falacias informales, en


éstas el problema no es la validez sino la atinencia, de hecho
hay falacias informales que pueden ser válidas pero no
atinentes. Si formulo el siguiente razonamiento:

“Todos los santiagueños comen pescado


Luis es santiagueño,

Por lo tanto Luis come pescado”

Si bien se mira el razonamiento es válido en la silogística, y


de hecho puede reestructurarse como un modus ponens,
pero algo va mal, ya que sabemos que ser santiagueño no
implica que coma pescado, eso no es cierto, por lo tanto el
valor de verdad de la primera premisa es falso. Ahora voy a
valerme de la silogística para mostrar que una falacia
informal puede formalizarse en este ámbito y mostrar así que
es inatinente ya que no conserva el valor de verdad de la
conclusión necesariamente. La diferencia más importante de
una falacia informal, es que en la informal para llegar al valor
de verdad de las premisas yo debo analizar los enunciados y
establecer su verdad por correspondencia con un estado de
cosas, y a partir de allí formalizar el argumento con sus
valores de verdad. Pero vamos por partes.

La silogística es la parte de la lógica más antigua, la usada


por Aristóteles, a la que también se llama “lógica tradicional”,
y su estudio requiere de identificar algunos términos como:
silogismo, modo, figura, enunciados categóricos, etc. Yo voy a
definir algunos que me serán necesarios para llegar a la
formalización de las falacias informales. Conservo el nombre
de “informales” porque es útil y lo van a encontrar en
diversos textos de estudio, pero mi aproximación implica que
aun las falacias informales se pueden formalizar, aunque por
medio del contenido de los enunciados, algo que no ocurre en
las falacias formales. Un silogismo categórico es un tipo de
razonamiento deductivo que contiene tres enunciados, dos
premisas y una conclusión y cuyos enunciados son
enunciados categóricos. Los enunciados categóricos son
cuatro:

Todo S es P

Ningún S es P

Algún S es P

Algún S no es P

“S” y “P” pueden ser reemplazados con cualquier término o


términos, por ejemplo: santiagueños y argentinos

Todos los santiagueños son argentinos

Ningún santiagueño es argentino

Algún santiagueño es argentino

Algún santiagueño no es argentino

A partir de aquí y siguiendo la reglas del silogismo, algo en lo


que no voy a entrar, se puede saber cuáles son las formas
válidas de un silogismo, un estudio que si quieren emprender
lo van a encontrar en cualquier libro de lógica. Lo importante
es hacer notar lo siguiente. Si usamos una forma válida de
silogismo como por ejemplo:

Todo los M son P

Algún S es M
Por lo tanto, algún S es P

Allí vemos tres términos: M, S y P. A “M” lo llamamos término


medio, porque es el término por medio del cual se relacionan
los otros dos términos. “S” es el término menor, y “P” es el
término “mayor”. Fíjense que en la conclusión siempre va
“Algún S es P” y no hay manera de que esto cambie. Si se
respeta la forma lo único que tienen que hacer es cambiar los
términos por palabras de contenido, por ejemplo: M=
santiagueño, S=Luis, y P= argentino, entonces,

Todos los santiagueños son argentinos

Luis es santiagueño

Por lo tanto, Luis es argentino

Si bien miran, el término medio, “santiagueño” no aparece en


la conclusión, porque es el término por medio del cual se
relaciona “Luis” con “argentino”. Si se entendió hasta aquí,
ahora llego al tema principal.

Si consideramos siempre argumentos válidos, como el de


arriba, hay una manera de formalizar el argumento usando
solo los valores de verdad colocando una “V” o una “F”
indicando que son verdaderos o falsos por correspondencia
con la realidad de un estado de cosas. Y haciendo variar las
posibilidades de silogismos válidos podemos tener las
siguientes estructuras:
V F F V

F V F V

VóF VóF VóF V

Lo que salta a la vista es que si un silogismo es válido y se


colocan dos premisas verdaderas no puede haber conclusión
falsa, la conclusión en estos casos es siempre verdadera.

Distinto es el caso de los otros razonamientos ahí podemos


distinguir que con un silogismo válido la conclusión no es
necesariamente falsa si se coloca al menos una premisa falsa.
Dicho de manera más directa si al razonar ponemos una
premisa falsa, entonces ya no podemos estar seguros de que
lo conclusión sea verdadera. Para obtener una conclusión
necesariamente verdadera debemos razonar de forma válida y
colocar premisas verdaderas.

Coloco un ejemplo de razonamiento con una premisas falsa y


muestro que se puede obtener, tanto una conclusión
verdadera, como una falsa:

“Todo animal acuático es un pez” F

“el tiburón es un animal acuático” V

“Por lo tanto, el tiburón es un pez” V

Ahí vemos como obtenemos una conclusión verdadera por


medio de premisas falsa y verdadera.

“Todo animal acuático es un pez” F


“el pulpo es un animal acuático” V

“Por lo tanto, el pulpo es un pez” F

Y otro ejemplo con las mismas premisas falsa y verdadera,


pero con una conclusión falsa.

Esto nos muestra que no podemos confiar en que nuestra


conclusión sea necesariamente verdadera si colocamos una
premisa falsa, podremos acertar a veces, pero en otras no, y
entonces ese tipo de razonamiento no es confiable.

Muestro un ejemplo con conclusión verdadera a partir de dos


premisas falsas

“Todos los gatos son frutas” F

“esta banana es un gato” F

“Por lo tanto, esta banana es una fruta” V

Si alguien razona de manera inválida comete una falacia


formal, asimismo si alguien razona de manera válida pero
coloca premisas falsas, al menos una, y afirma que su
conclusión es necesariamente verdadera, entonces comete
una falacia informal porque su conclusión es inatinente.

Cuando pensamos en falacias no debemos pensar que por


haberse cometido una falacia la conclusión es
necesariamente verdadera, eso también es una falacia (ad
logicam) ya que vimos que se pueden obtener conclusiones
verdaderas incluso con dos premisas falsas.
Al pensar en falacias debemos pensar en la estructura del
razonamiento general no en la verdad de la conclusión.

Mi propuesta consiste en formalizar con un diagrama de


valores de verdad bajo la forma de un silogismo categórico
para dejar en evidencia la falacia informal. Esto requiere
muchas veces, casi todas, reconstruir el argumento con dos
premisas y una conclusión, bajo la forma típica de un
silogismo categórico, incluso requiere añadir premisas
implícitas que no están de manera evidente en el
razonamiento. Está claro que cuando argumentamos
nuestros razonamientos no tienen una estructura ordenada,
a veces ni siquiera contienen todas las premisas. Se llaman
entimemas a los argumentos a los cuales les falta una
premisa o la conclusión, y ésta es la manera habitual de
presentación de los razonamientos cotidianos.

“Consuma Licor Texas, lo compra todo el pueblo”

Lo de arriba es un entimema, y es una falacia, la falacia ad


populum, pero visto así en su forma original es difícil de
darse cuenta, pero debemos hacer lo que dije arriba,
reconstruir el argumento en una forma típica de silogismo
válido y formalizarlo con un diagrama de valores de verdad.

Para comenzar veamos qué nos quiere decir la publicidad.


Obviamente está promocionando un Licor y sin decirlo, nos
queda la sensación de que es un buen licor, pero ¿en base a
qúe llegamos a esta conclusión?, solo tenemos una razón y es
que “lo compra todo el pueblo”.
Vamos a reconstruir el argumento que quedaría así:

“Todo lo que compra el pueblo es bueno” F

“al licor Texas lo compra el pueblo” V

“Por lo tanto, el Licor Texas es bueno” F o V

Es una falacia si encontramos en el diagrama de valores de


verdad una premisa falsa, nuestra candidata es la primera
premisa, no podemos afirmar que algo es bueno solo porque
lo compra mucha gente, eso sabemos que no es cierto. Es
más, si mucha gente decide tomar veneno, o dejar de vacunar
a sus hijos, esta conducta no es buena, y no va serlo por la
cantidad de personas que la ejecuten. La bondad o la certeza
de algo no están sujetas a la cantidad de gente que haga algo
o que crea algo. Yo no puedo establecer la cantidad de lunas
de Marte por encuestas. Entonces, si la primera premisa es
falsa, ya no puedo afirmar que necesariamente la conclusión:
“el licor Texas es bueno”, sea verdadera, porque la razón que
se da para ello contiene una premisa falsa. Incluso podría
resultar que el licor sea realmente bueno, pero es una falacia
igual porque su aptitud y buenas propiedades son debidas a
otras razones y no a que sea comprado por el pueblo. Si
alguien afirma esto, comete una falacia que se llama ad
populum, o apelación al pueblo.

De este modo, con un poco de ingenio podría formalizarse


toda falacia informal y mostrar en dónde fallan, al hallar una
premisa falsa. Un último ejemplo:
“Estas pastillas homeopáticas curan, pues me las dio mi
médico que es muy bueno”

Otro entimema, en la cual falta una premisa, la conclusión es


que “las pastillas homeopáticas curan”, pero ¿cuál es la
razón?, bueno, se nos dice que es así porque se las recetó un
médico bueno, es decir competente. Debemos reconstruir el
argumento y buscar una relación que permita deducir la
conclusión. Si nos preguntamos ¿de dónde se deduce que los
médicos competentes recetan siempre medicamentos que
curan? Pues de la primera premisa reconstruida:

“Todos los médicos competentes recetan siempre


medicamentos que curan” F

“Estas pastillas homeopáticas me las recetó un médico


competente” V

“Por lo tanto, estas pastillas homeopáticas curan” F

Otra vez, sabemos que la primera premisa es falsa, porque si


bien es cierto que los médicos competentes suelen recetar
medicamentos que curan, esto no hace que sea imposible que
receten otros supuestos medicamentos que curan, de hecho
los homeópatas son médicos, por lo tanto es falso que
siempre receten medicamentos que curan. Un medicamento
tiene la propiedad de curar una enfermedad en virtud de
estudios científicos que se realizaron, y los preparados
homeopáticos no pasaron la prueba en estudios científicos.
Esto es lo que debemos aducir para decir si algo cura o no, y
no la palabra de una autoridad como un médico. La falacia de
autoridad es un argumento que intenta establecer la verdad
de la conclusión por medio de los dichos de una autoridad en
el campo aludido. Debemos entender lo siguiente, ninguna
autoridad, ni título, ni premio Nobel sirven para establecer
que algo sea verdadero, la verdad de un enunciado se verifica
de acuerdo a las evidencias científicas y no de acuerdo a
dichos de científicos u otras autoridades en el campo de la
ciencia.

Y así es como nos damos cuenta de que es una falacia, me


parece un método sencillo y rápido de mostrar sin lugar a
dudas de lo falaz de un razonamiento. No pretendo decir que
es la única manera ni la mejor, pero si pienso que es la más
rápida y sencilla.
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