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Por lo tanto, resulta fundamental para el profesor no sólo conocer las representaciones
que poseen los alumnos sobre lo que se les va a enseñar,
sino también analizar el proceso de interacción entre el conocimiento nuevo
y el que ya poseen. De esta manera, no es tan importante el producto final
que emite el alumno como el proceso que le lleva a dar una determinada respuesta.
Por ejemplo, esto puede aplicarse a las situaciones de examen o
evaluación. A menudo, los docentes sólo prestamos atención a las respuestas
correctas de los alumnos. De hecho, son éstas las que utilizamos para
otorgar una calificación en términos cuantitativos. Sin embargo, no solemos
considerar los errores que son, precisamente, los que nos informan sobre cómo
se está reelaborando el conocimiento que ya se posee a partir de la nueva información que se
recibe. Efectivamente, la mayoría de los docentes sabemos
que los errores que cometen los alumnos tienen una clara regularidad
y se deben a procesos de comprensión inadecuada que se suceden curso
tras curso.
El aporte de Ausubel implica una visión del aprendizaje basada en los
procesos internos del alumno y no sólo en sus respuestas externas.
Uno de los conceptos claves de Ausubel es el que se refiere a los denominados
organizadores previos. Se trata de presentaciones que hace el profesor
con el fin de que el alumno establezca relaciones adecuadas entre el
conocimiento nuevo y el que ya posee. En definitiva, se trata de “puentes
cognitivos” para pasar de un conocimiento menos elaborado o incorrecto a
un conocimiento más elaborado. Dichos organizadores previos tienen como
finalidad facilitar la enseñanza receptivo-significativa. Es decir, esta postura
argumenta que la exposición organizada de contenidos puede ser un instrumento
bastante eficaz para conseguir una comprensión adecuada por parte
de los alumnos.
Para que el aprendizaje sea significativo el nuevo material debe ser significativo
lógica y psicológicamente. Sin embargo, estas condiciones no alcanzan
si el alumno no tiene una actitud favorable, si no se siente motivado para
aprender significativamente.
La motivación es un elemento esencial para la buena marcha del aprendizaje
escolar y es inherente a la posibilidad de otorgar sentido y significado
al conocimiento. Sin motivación, el alumno no realizará ningún trabajo adecuadamente;
no sólo el de aprender un determinado concepto, sino el de poner
en marcha las estrategias que le permitan resolver problemas similares
a los aprendidos. Existe un acuerdo general que lleva a pensar que se da una
relación muy estrecha entre la eficacia de los modos de enseñar y aprender
y los aspectos motivacionales del comportamiento del alumno.