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Stamateas, Bernardo

Comunión diaria : la práctica de la intimidad profunda con Dios / Bernardo


Stamateas. - 1a ed . - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Presencia de Dios, 2020.
Libro digital, PDF

Archivo Digital: descarga


ISBN 978-987-1338-57-3

1. Comunión. 2. Crecimiento Espiritual. 3. Espiritualidad Cristiana. I. Título.


CDD 234.163

COMUNIÓN DIARIA
La práctica de la intimidad profunda con Dios

Bernardo Stamateas
- 1ª edición -
2020

Presencia de Dios
Jose Bonifacio 332, Caballito,
Buenos Aires, Argentina
Tél.: (54011) 4924-1690
www.presenciadedios.com

Edición: Silvana Freddi / María Stamateas


Diseño de tapa y diagramación: Creativos Presencia

No se permite la reproducción parcial o total de este libro, en cualquier for-


ma o por cualquier medio, sea electrónico o mecánico, mediante fotocopias,
digitalización u otros métodos, sin el permiso previo y escrito del editor. Su
infracción está penada por las leyes 11.723 y 25.446.
Índice

Bienvenidos 7

Introducción:
“Si lo ves, lo ves. Si no lo ves, no lo ves” 11

Capítulo 1:
Todo se trata de la comunión diaria 15
1. Cómo descubrí lo más importante 15
2. Voy a la reunión en la que disfruto al Señor. Y
luego, cuando me voy a casa, ¿cómo sigue mi
comunión con Él? 20
3. El problema más grande de la vida cristiana es
la falta de comunión diaria con el Señor y la
solución a ella es tener “comunión diaria”. 23

Capítulo 2:
Qué es la comunión 29
1. Comunión es un mutuo disfrute 30
2. Comunión es el fluir de la vida Zoe en mí 31
3. Niveles de comunión 32
4. La profundidad de Dios: “el lugar sercreto”, “Su
recámara”. 36
5. La pregunta clave 39
6. Palabra y experiencia 42

3
Capítulo 3:
Ejercicio 1. Invocar al Señor. Maneras de
disfrutar de Él y fluir en la vida Zoe 47

Capítulo 4:
Ejercicio 2. Compartir cada situación, a cada
instante, con Él 51

Capítulo 5:
Ejercicio 3. Parte A: Adorar al Señor 57
1. Cuando le hablamos a Él de lo que Él es, Él crece
en nosotros 57
2. Antes de hacer algo... 61
3. Hablar adoración 62

Capítulo 6:
Ejercicio 4. Parte B: Adorar al Señor 67
1. Leé unos versículos de La Biblia, agregales
música y cantalos 67
2. Te propongo también que “inventes” una
canción 68
3. Hacer un instrumental 69
4. Cantar la oración 70
5. Meditar orando una poesía 71

Capítulo 7:
Ejercicio 5. El Silencio 75

4
Capítulo 8:
Ejercicio 6. Lo entrego en la cruz para su muerte 81

Capítulo 9:
Ejercicio 7. Respirar y comer la palabra 87
1. Respirar la carga de La Palabra 88
2. Respirar la carga de La Palabra se logra orando
La Palabra 89
3. Ejemplo práctico de cómo respirar y comer La
Palabra 91
4. Comer La Palabra es metabolizarla: entra en mí
y es parte de mí ahora 94
5. Soy tan fuerte como tanta Palabra tenga en mi
corazón 95
6. Te dejo aquí para que practiques y disfrutes de Él 96

Capítulo 10:
Ejercicio 8. Experimentar a Cristo 97
1. Señor, ¿podés darme una experiencia con esto? 98
2. Conocimiento vs. conocimiento de vida 99

Capítulo 11:
Ejercicio 9. La intercesión 101
1. Interceder es que Él me diga por quién y qué 101
2. Ejemplo 103
3. Interceder por situaciones a nivel mundial 105
4. Interceder por el viaje y las condiciones
climáticas 105

5
5. Interceder por compañeros de fe 106
6. Interceder por otros que no conocen al Señor es
entregarlos en sacrificio a Él 108
7. Interceder por nuestra familia 110
8. El secreto de los 47 113
9. Algunos de mis hábitos de comunión diaria en
la oración 115

Capítulo 12:
Ejercicio 10. Contemplar Su hermosura 119
1. Dios levanta gente que “ve” para mostrarles
algo a los que no ven 121
2. Adorar con los ojos 122
3. Al respirar La Palabra, hacerlo con los ojos 123
4. Ver su hermosura en las situaciones y en las
cosas 123
5. Perdernos de ver la hermosura del Señor nos
hizo ver en el alma 125
6. Mirar atentamente 128
7. ¿Cómo lo hacemos prácticamente? 129

Capítulo 13:
Terminando para empezar 137

Bibliografía 143

6
Bienvenidos

¡Hola! ¡Qué lindo este tiempo que vamos a pasar juntos!


Disfrutaremos de Él.
Pero antes te quiero presentar a mi Equipo, el cual me ayu-
dó a fin de que puedas tener este libro en tus manos. Siem-
pre en un prólogo se dice: “Gracias a ... porque ... y a ... que
estuvo... ”. Pero no quiero hacer esto. Quiero presentártelos,
así los conocés. Ellos son María Stamateas, Carlos Somoza
y Silvana Freddi.

Bernardo.—María, ¿cómo estás? Gracias por corregir el li-


bro ¡y varias veces! Te quiero presentar a nuestro amigo
lector que ahora tiene el libro en sus manos. ¿Te gustaría
decirle algo?

María.—Hola, querido lector. Corrigiendo este texto en sus


aspectos formales (expresión, puntuación, etc.), me vi en-
vuelta en una atmósfera tan linda de comunión con el Señor
que tenía que detenerme en la tarea para adorarlo... y luego
continuar. ¡Gracias, Padre, nos bendices a nosotros por lo
que Tú mismo haces!

Bernardo.—¡Qué bueno ! ¡Es verdad! ¿Algo más?


María.—Sí. He corregido muchos libros pero este me co-
rrigió (y lo seguirá haciendo) a mí, a buscar al Señor y Su

7
rostro; a disfrutar de Su presencia cada minuto del día; a
contemplarlo en su hermosura y dejarme abrazar por Él.

Bernardo.—Señor, sos hermoso y digno de alabar.


También te quiero presentar a Carlos Somoza, quien corri-
gió el texto dándome algunas mejoras y comentarios útiles
en la parte bíblica.

Bernardo.—Hola, Carlos. Te presento a mi amigo lector.


¿Algo para decirle?

Carlos.—Para vos que tenés en tus manos este libro, ima-


ginate aquel día en la eternidad futura, en el que todas las
naciones y pueblos de todas las edades y épocas, en mul-
titudes incontables como las estrellas, estemos reunidos.
Toda tempestad ya calmada. Toda rebelión sosegada. Toda
lágrima enjugada. En el que toda lengua ha de adorar con
júbilo profundo, confesando que Jesús es el Señor, para glo-
ria de Dios Padre. ¿No será entonces maravilloso (como nos
exhorta este libro) aprender a hacerlo desde ahora?

Bernardo.—¡Wow! Maravillosa visión de comunión eterna


nos trajiste al espíritu. Gracias, Carlos.

Señor, gracias por la vida eterna.

8
Pastor Bernardo: —Hola, Silvana, ¿querés compartir qué te
sucedió con el libro al editarlo?

Silvana: —Sí, Bernardo. Al comenzar a leer las primeras


hojas de Comunión diaria, vino a mi espíritu y se repetía
una y otra vez una palabra de Dios, la misma palabra que
le dijo Job al Señor: «De oídas te había oído, mas ahora mis
ojos te ven».

Fue entonces cuando vi cómo nos ibas llevando a aprender


a ver al Señor, y la palabra ver se repetía. Y sentí que algo
me faltaba. Había aprendido a orar, a dar gracias a Dios por
todo cada día, pero faltaba algo más: el poder disfrutar tam-
bién del Señor y de Su Presencia. Ese ver es esa comunión
que solo tenemos cuando estamos solos con el Señor y todo
comienza a cobrar vida y sentido.

Bernardo: —¡Cristo crece en nosotros! ¡Él es extraordinario!


Silvana: —Sí querido lector, que aprendamos a disfrutarlo,
que esa plenitud de gozo del estar en la presencia que dice
el salmista esté viva cada día en nuestras vidas, que nos
despojemos de todas las preguntas que seguramente tenés
para hacerle (yo tengo muchas) porque, al disfrutar y al es-
tar con Él, ¡todo lo demás vendrá!

Bernardo: Gracias por tus palabras Silvana. ¡Vida de Dios y


aumento en vos y tu trabajo!

9
Amigo lector, antes de empezar, quiero decirles algo a mis
hijas de parte de Alejandra y mía:

Dami y Stefi, este libro es el regalo más importante para us-


tedes. Lo que escribo acá es lo que vivimos con mamá cada
día y oramos para que ustedes entren aún más profundo
en la práctica de la Presencia de Dios y que, en esa profun-
didad, descubran a Dios en su hermosura y esplendor; y de
a poco se envuelvan y sean una con Él.

Nada es más valioso que su Presencia; por eso, sabemos


que entregarles esta intimidad espiritual puesta en pala-
bras es la ganancia más valiosa. Disfruten de Él, porque Él
ya disfruta de ustedes.

Con amor,
Mamá y Papá

10
Introducción

“Si lo ves, lo ves. Si no lo ves, no lo ves”.


¡No hay nada más glorioso que “estar en Él y Él en noso-
tros”!

Experimentar su vivir en nuestro vivir trae un aumento de


su presencia que nos transforma por completo.
¿Podés hacer un ejercicio? Te pido que mires unos segundos
a tu alrededor y busques tres cosas azules que puedas ver…
¡Adelante!

¿Listo? ¿Podés nombrarlas? ¡Sí! Seguramente.


Vamos entonces al próximo ejercicio. Por favor, hacelo; mirá
nuevamente, pero ahora buscando tres cosas de color rojo.

¡Adelante!
¡Nuevamente tuviste éxito! La percepción es “selectiva”:
vemos aquello en lo que nos enfocamos. Fijaste tu mirada
en cosas de color azul y las viste; luego en las de color rojo
y también viste las de ese color. Así funciona el alma, ve
aquello que quiere ver o que busca.

Ahora te propongo otro ejercicio: mirá a tu alrededor y,


donde veas o a quien veas, buscá a Cristo.
Tomate un tiempo. Si hay una persona cerca, tratá de ver
que Cristo está trabajando en ella de manera misteriosa.

11
Si ves a alguien en un auto, de igual manera. Donde mires,
¡buscalo a Él!

¿Hay cosas cerca de vos? ¿Podés ver al Creador allí?


¿Pudiste verlo o te resultó difícil?

Ejercitaste tu espíritu, ¡felicitaciones! “Si lo ves, lo ves y si no


lo ves,… no lo ves”.

Muchas veces vemos al Señor en medio de un conflicto, una


circunstancia, un familiar, etc. Y otras veces no lo vemos.
Pareciera que “no está”, que se “escondió”.

El aumento de comunión con Él es el objetivo del recorrido


que te propongo a través de este libro porque, a más comu-
nión, disfrute de Él, más lo veremos; tendremos un aumen-
to de luz, más lo disfrutaremos y más lo adoraremos.

Te invito a caminar juntos, hablaré despacio, con lentitud.


Quiero que camines a mi paso dado que mi objetivo no es
darte conocimiento (he obviado referencias, exégesis, lar-
gas explicaciones, etc.) sino un vivir, una experiencia de au-
mento de Cristo.

¿Oramos? “Padre Celestial, te necesitamos, danos luz. ¡Que-


remos verte! Y verte aumentado, experimentar tu vivir en
nuestro vivir. Gracias por hacernos vasos para ser llenos de
tu presencia. En el Nombre de Jesús. Amén”.

12
Te pido si ahora podés orar vos... Te escucho...
¡Amén!

Ya estamos listos... Avancemos.

13
01

Todo se trata de la
comunión diaria

1. Cómo descubrí lo más importante


Hola, qué alegría para mí estar junto a vos en este recorri-
do. Quiero acompañarte para compartir juntos cómo tener
comunión con el Señor, cómo disfrutar de Cristo, cómo ex-
perimentarlo a Él.

¿Qué te parece si oramos nuevamente?

“Padre, qué bueno que estamos juntos. Tu presencia es her-


mosa; abrimos nuestro espíritu a Tu luz; queremos disfru-
tarte en este recorrido. Pedimos que nos transformes a la
imagen de tu Hijo Jesucristo. Amén”.

Te cuento un poco de mí, para entender cómo llegué al des-


cubrimiento más importante de mi vida espiritual. Me con-
vertí a los 17 años; todavía recuerdo la iglesia allí en Cons-
titución de la denominación de los Hermanos Libres. Pasé
adelante y formalmente declaré que Jesucristo era mi Señor
y Salvador.

Pasaron muchos años. Hoy tengo 55. Pasé toda mi vida sir-
viendo al Señor. Fui a decenas de campamentos, prediqué

15
Comunión Diaria

miles de mensajes, viajé por decenas y decenas de países.


Hice todas las actividades que se pueden hacer en una igle-
sia y un poco más.

Estuve en innumerables congresos, recibiendo y exponien-


do. A lo largo de todos estos años, he conocido todo tipo
de iglesias, a creyentes de muchas denominaciones, movi-
mientos, énfasis, teologías. Sin embargo, en esta etapa de
mi vida, en la búsqueda profunda del Señor, me gustaría
compartirte de manera práctica y experencial lo que he des-
cubierto.

Recuerdo que en una oportunidad hace muchos años, yen-


do a un campamento, un joven se sentó a mi lado y me pre-
guntó: “¿Me podrías enseñar cómo llenarme de Él? ¿Cómo
lo hacés vos?”.

La pregunta que me hizo todavía está en mis recuerdos. Es


la gran pregunta. A mí también me dijeron que debía leer
La Biblia y orar. Sin embargo, a pesar de haberlo hecho, la
gran mayoría de las veces no experimenté la vida de Cristo,
el fluir de su presencia. Tuve muchos altibajos; muchas ve-
ces hice y serví en mis propias fuerzas.

Con los años vi a muchos que leían cada día unos versículos
y oraban, pero les sucedía lo mismo que a mí: se sentían
secos. Muchos creyentes cantan canciones, leen pasajes

16
La práctica de la intimidad profunda con Dios

bíblicos, declaran promesas, pero en ellos no hay fluir de


vida. ¿Por qué ocurre esto?

Witness Lee dice en uno de sus libros algo que me llamó la


atención. Él sostiene que en realidad es alrededor de los 40
ó 50 años de estar en el Evangelio cuando entramos en las
profundidades de Dios. Esto me impactó, e inmediatamen-
te vino a mi mente el relato de de Lucas 21, aquella viuda
que dio dos blancas y Jesús, observándola, expresó: “Esta
mujer dio todo lo que tenía”. Los ricos que en este relato die-
ron de lo que le sobraban representan las personas super-
ficiales, los que aún no han entrado en las profundidades
de Dios, los que dan por dar, los que dan de lo que les so-
bra —tiempo, dones, capacidades, ayuda— y únicamente
si pueden o tienen voluntad de hacerlo. La viuda, al ser una
mujer de edad avanzada, simboliza a quien ha alcanzado
la profundidad de Dios. A estas personas no es necesario
pedirles nada, ellas lo dan todo. Los ricos también simboli-
zan en el relato a los “jóvenes” quienes aún están (más allá
de los años que han servido al Señor) en la “superficie del
Espíritu”. Todavía no han descubierto la belleza de Aquel a
quien sirven, ni quién es Él en todo su esplendor.

Cuando una persona es mayor, es decir profunda, madura,


da todo. Esa frase (“40 ó 50 años”) quedó en mi espíritu y
comencé a orar. Pensé:” Señor, yo llevo más de 40 años sir-
viéndote, y hay una búsqueda más profunda”.

17
Comunión Diaria

Por otro lado, leí otro concepto que me trajo luz. Andrew
Murray decía que Dios quiere revelarles cosas a sus hijos, a
la Iglesia. Pero, cuando estos no “ven” o no descubren esas
verdades que Dios quiere revelar a todos, lo que Él hace es
levantar a una persona que sí las ve. Dios lo hace notorio
para que todos vean los resultados extraordinarios de vivir
esas verdades y toda la Iglesia pueda empezar a hacer lo
que ellos hacen.

Entonces comencé a leer las biografías de los grandes hom-


bres de Dios. Hombres y mujeres que pasaron más de 50
años sirviendo al Señor, con el fin de ver qué es lo que ellos
habían aprendido.

El Señor me mostró que, si yo puedo aprender ahora lo que


ellos aprendieron con 50 años de caminar con Él, puedo
ahorrarme esa cantidad de años y empezar a experimen-
tarlo hoy. Así que esto es lo que te quiero compartir. Luego
de analizar la vida de muchísimas personas, llegué a la con-
clusión de que todos aprendieron lo mismo: lo más importan-
te de la vida es la comunión con Dios.

Dice 1 Corintios 1:9: “Fiel es Dios, por el cual fuisteis llama-


dos a la comunión con su Hijo Jesucristo, nuestro Señor”.
Aquí el apóstol Pablo nos dice que fuimos llamados a te-
ner comunión con Jesús. Somos vasos que necesitamos ser
llenos de la vida Zoe, de la presencia del Señor. El término
griego “Zoe” hace alusión a la vida de Dios, a diferencia de

18
La práctica de la intimidad profunda con Dios

la palabra “bios” que hace referencia a la vida biológica o


humana.

Una cosa es “saber” y otra cosa es “ver”. Toda mi vida yo


sabía que mi relación con Dios es clave y lo prediqué, lo en-
señé; pero sucedió algo más profundo: lo pude “ver”.

Sé que experimentaste “saber” verdades divinas pero un


día “viste”, tuviste luz, rhema (revelación), esa verdad se
hizo rhema, esa impresión del Espíritu trajo un cambio pro-
fundo. Eso me sucedió y me sigue sucediendo cada día.

Te confieso que cuando era joven admiraba a las personas


que tenían muchos éxitos y logros; que habían alcanzado
cosas para el Señor; leía sus libros y aprendía de ellos.

Pero luego, a medida que avanzaba, empecé a admirar al


creyente con un gran conocimiento. Aquellos que sabían
La Biblia de tapa a tapa; aquellos que podían comprender
griego y hebreo, hacer exégesis deslumbrantes y traer tal
revelación que uno exclamase: “¡Wow!”. También busqué
aprender de ellos, leer sus libros, estudiar.

Pero, ya crecido, ahora puedo decir que solo admiro a la


gente que tiene una comunión con Dios profunda; a aque-
llos que disfrutan de Él, hombres y mujeres en los que Cris-
to es una realidad y no una “actuación”. Ahora busco apren-
der esto. Ya no me impactan “los logros”, sean cuales sean,

19
Comunión Diaria

ni “el saber”, por más profundo que se manifieste, ni “la


prosperidad” o “los dones”.

Me propuse mirarlo a Él y que solo Él me impacte con su


gloria.

Te invito a que medites en lo que te compartí y oremos jun-


tos:
“Padre, danos luz. Revelanos la importancia de la intimi-
dad con tu persona, que te podamos disfrutar. Que todo
velo caiga y nuestro anhelo mayor sea, a partir de ahora,
nuestra comunión con vos. En el nombre del Señor Jesús.
Amén”.

2. Voy a la reunión en la que disfruto al Señor. Y luego,


cuando me voy a casa, ¿cómo sigue mi comunión con Él?
Qué lindo es cuando nos reunimos; hay un suministro de
vida como cuerpo de Cristo. Cantamos, recibimos de Él y
Cristo aumenta. Pero ¿qué sucede cuando termina la reu-
nión? Nos vamos a casa y al otro día sufrimos luchas y difi-
cultades; y volvemos al próximo encuentro cansados, des-
gastados, con “pies sucios” que necesitan ser lavados. Cada
reunión es como un gran banquete, como un buffet abierto
que nos han preparado. Comemos todo lo que queremos;
sin embargo, no aprendimos a cocinar.

Tener comunión diaria es aprender a cocinar, es alimentar-


nos de Cristo por nosotros mismos.

20
La práctica de la intimidad profunda con Dios

Si somos débiles en nuestra comunión diaria, seremos dé-


biles en todas las áreas.

Te comparto algo más abriéndote mi corazón. Me sucedió


que, buscando el crecimiento del pueblo de Dios, a lo largo
de estos años “probé” muchísimas cosas. Primero pensé
que lo que la gente necesita es una buena educación teológi-
ca, así que me dediqué a estudiar profundamente el griego,
a hacer predicaciones exegéticas, a profundizar en la homi-
lética, transmitiendo conocimiento. Con el tiempo, aunque
vi algunos cambios positivos en algunas personas, mi frus-
tración aumentó al no ver cambios sustanciales.

Entonces pensé que la solución era lo profético, fluir en el


ministerio de la profecía. Indagué en profundidad sobre el
tema, y conversé con grandes profetas de Dios. Incluso es-
cribí un libro al respecto. Armamos un protocolo profético
en nuestro Ministerio y comenzamos un camino que trajo
muchas bendiciones. Sin embargo, percibía en mi espíritu
que aún faltaba algo.

Lo siguiente fue adentrarme en la guerra espiritual. Leí


cuanto pude del tema, hicimos actos proféticos, diseñamos
estrategias y además escribí un libro llamado Los seis nive-
les de la guerra espiritual, para ver, con el tiempo, el mismo
resultado que antes.

21
Comunión Diaria

Me dije que lo que la gente necesitaba era un poco de con-


tacto social: “disfrutar del famoso ágape”, típico de los años
de iglesia en los que crecimos. Más picnics, más salidas, fes-
tejos de cumpleaños, actividades para compartir y cosas
similares, para descubrir que eso tampoco había traído una
solución.

Así que entonces me dediqué al servicio; lo importante era


servir. Empezamos a ministrar sobre cada uno de los dones,
a explorar los talentos y las habilidades, con el fin de servir
al Señor, para descubrir también que eso no funcionaba.

Lo próximo fue buscar la solución en una buena organi-


zación y me dediqué a investigar, a leer todo lo que existía
sobre psicología organizacional, todos los libros de lideraz-
go cristiano, para nuevamente sentir la misma frustración.

Después de un tiempo, en un momento de oración, el Señor


me trajo un recuerdo de mi adolescencia, de un predicador
que dijo: “Podés hacer de todo en la vida cristiana, pero,
hasta que la cruz no te conmueva, nada sucederá”. Este re-
cuerdo traído por el Espíritu Santo produjo un aumento de
luz en mi vida. Me di cuenta de que todos estos temas nom-
brados son hojas del árbol pero que el tronco y la raíz es
Cristo. Cristo para que el cuerpo crezca.

Si pudiera resumir La Biblia, diría que La Palabra habla de


dos temas. El primero es: “Cristo en mí”; y el segundo es:

22
La práctica de la intimidad profunda con Dios

“Para que el cuerpo crezca”. Entonces la comunión diaria


con el Señor es el tronco que alimenta todos los otros temas.
Dice Watchman Nee que no debemos perder tiempo ni dis-
traernos en las hojitas de los árboles, sino volver a aprender
a tener comunión diaria con el Señor. Entonces, ¿cuál sería
el problema más grande que tenemos por delante y cuál
sería su solución? Observemos:

Puedo compartirte el problema más grande y la solución


más grande.

3. El problema más grande de la vida cristiana es la falta


de comunión diaria con el Señor y la solución a ella es
tener “comunión diaria”.
Todos podemos vivir una gran experiencia en la iglesia
como cuerpo de Cristo: una reunión extraordinaria. Pode-
mos saltar, bailar, disfrutar del Señor, comerlo; pero luego
nos vamos. ¿Qué sucede después? Si no hay una vida de co-
munión diaria, nuestra existencia siempre sufrirá pérdidas.

He encontrado, a lo largo de los años, cuatro tipos de cre-


yentes sin comunión:

a) Los cristianos secos: personas que asisten a la reunión


durante mucho tiempo. Cantan, ofrendan, adoran; pero, en
la semana, nada de comunión. Sin fluir, sin vida, sin creci-
miento, sin ver una transformación. “Buena gente” pero sin
aumento de Cristo. Son también los inconstantes: aquellos

23
Comunión Diaria

que van y vienen, que cambian de iglesia. Son también los


agotados: aquellos que vienen desahuciados a cada reu-
nión a pedir oración como si la semana les hubiese dado
una gran paliza.

b) Los activistas: los que sirven, pero no imparten vida;


hacen las tareas bien, ayudan en la congregación, evange-
lizan, pero lo hacen en el alma. Son como robots: cumplen
con las tareas, pero no imparten vida. He llegado a la con-
clusión, después de tantos años, de que los que más sirven
muchas veces son los que menos vida espiritual tienen.
Confunden servir con disfrutar de Cristo; por consiguien-
te, sirven basados en el alma y en sus fuerzas humanas.

c) Los teóricos o los que “actúan”: los que gritan, lloran,


predican, pero no imparten vida. Solo expresan emociones
superficiales. Saben, pero no transmiten la vida Zoe.

d) Los carnales: ¿quién no ha conocido personas que pre-


dican y están en adulterio; o que levantan las manos y con
esas mismas manos les pegan a sus hijos; o creyentes que
viven sirviendo al pecado, aunque hacen grandes oracio-
nes? Son los que critican, hablan mal de otros, reaccionan
con sus emociones, etc.

Alguien dijo: “El que peca es porque perdió el tener comu-


nión diaria con el Señor, ya que el que tiene comunión dia-
ria con Él se mantiene lejos del pecado”.

24
La práctica de la intimidad profunda con Dios

Estos cuatro tipos de personalidades son la consecuencia


de no tener comunión con Cristo. Vuelvo a remarcar, queri-
do hermano, que lo más importante que una persona tiene
es su relación de intimidad con el Señor.

Se enseñan en los institutos bíblicos, seminarios e iglesias,


cantidades de conocimiento, doctrinas, etc. Pero qué poco
se enseña cómo tener comunión con Dios. ¡Necesitamos un
recobro de la vida interior! ¡Del disfrutar a Cristo! ¡De vivir!
¡Sí, vivir!

Todos sabemos, y lo habrás escuchado como yo muchísi-


mas veces, que “hay que tener comunión con Dios”; que
“hay que leer La Biblia”; que “orar es importante”. Lo escu-
chamos miles de veces; sin embargo, ¿por qué nos cuesta
tanto? Si tomamos a un creyente promedio y le pregunta-
mos: “¿Cómo es tu comunión con Dios? ¿Cómo fue hoy tu
intimidad con el Señor?”, seguramente se quedaría callado.
Entonces, ¿por qué “tener comunión con Dios” se convierte
en una tarea difícil y no en algo hermoso?

En este libro quiero acompañarte a construir una relación


profunda con el Señor de manera continua y diaria. Debo
enfatizar que comunión no es una tarea que tengo que ha-
cer; no es tener mi devocional o leer un capítulo bíblico por
día. Es mucho más que eso. Mi tiempo de comunión es un
vivir de 24 h. Si hoy no camino con Él, ¿qué me hace pensar
que mi futuro será mejor?

25
Comunión Diaria

Sé que esta jornada que caminaremos juntos será gloriosa.


Veremos que comunión no es una “tarea” a cumplir sino
una relación hermosa donde Cristo aumentará en esplen-
dor en cada uno. No existe eso de “tengo comunión” un
tiempo y “trabajo” en otro. No es un momento que tengo
y luego se va. Toda nuestra vida debe ser atravesada por el
vivir a Cristo. Durante todo nuestro día con sus actividades
debemos disfrutarlo a Él. Y me alegra compartirte que esto
es posible. Es un error mirar la vida de los hombres de Dios
cuando tuvieron “momentos de gloria o de éxito”. Esa no es
la enseñanza de La Biblia, sino que esos momentos son el
resultado de su caminar diario. Esto es lo que debemos ver:
que los sucesos de victoria son resultados de los procesos
de intimidad diarios. Puede haber una “llave específica”
para lograr cierta victoria, como el dar, el ayunar, el servir,
etc.; pero la llave maestra que abre todas las puertas se lla-
ma intimidad, vivir a Cristo. Él es el árbol de vida; todos los
demás temas son “hojitas”.

Gloria Copeland lo explica así: “No vivir en contacto diario


con Dios no es solo pecaminoso; es tonto”.

Me entusiasmé con lo compartido anteriormente. Pero vol-


vamos a los puntos anteriores: los cristianos secos, los acti-
vistas, los teóricos y los carnales. ¿Te identificás con alguno
de ellos?

26
La práctica de la intimidad profunda con Dios

Es un buen momento para que lo llevemos a la cruz.


Si hay cruz diaria en mí como pastor o líder, habrá cruz
diaria en mis discípulos; las ovejas oyen la voz del pastor y
lo siguen adonde él va: ¡a la cruz!

Oramos:
“Señor, hoy quiero llevar a la cruz para su muerte mi………
Lo entrego en la cruz para su muerte. Más de Ti, menos de
mí. Declaro el poder de la resurrección en mi vida, un nue-
vo fluir de tu vida y un refresco en todo lo que haga. Amén”.

¿Te puedo pedir algo? No leas más en este momento. Dejá


el libro aquí, adorá al Señor y permití un aumento de luz
ahora en tu espíritu. Al compartirte estas revelaciones, sé
que sucedió algo hermoso en vos tal como sucedió en mí
también.

Dijo san Agustín: “Es cierto, la oración completa no es más


que amor”. Él logró ver que orar no es una tarea que hago
“dándole a Dios una lista de cosas”, sino una relación de
amor mutuo.

27
02

Qué es la comunión

¡Hola nuevamente! ¿Cómo va todo? Estoy contento de po-


der estar unidos espiritualmente con vos una vez más.

Te comparto algo: escribí más de cien libros, pero este es


distinto. Le pedí al Señor que nos guíe a ambos en nuestro
caminar hacia lo profundo de Su presencia, de manera sen-
cilla y práctica, y que nuestro diálogo nos permita ver su
hermosura una vez más.

¿Oramos juntos?
“Señor, sos maravilloso. ¡Te amamos!”.
Yo tenía muchas ideas acerca de la “comunión”; pensaba
que era estar quieto en un lugar cerrado sin que nadie me
viera, orando durante muchas horas.

También tuve la idea de que comunión era “cantar fuerte y


llorar al cantar una buena alabanza”.

También pensé que comunión era “compartir con los her-


manos”, al encontrarnos.

29
Comunión Diaria

Y como en este recorrido nos propusimos ser sinceros, tam-


bién tuve mi “devocional” a la mañana y luego por la noche
mi oración antes de ir a dormir.

Nada de eso funcionó. Aunque algunas cosas que mencio-


né son buenas en sí mismas, todavía percibía que faltaba
algo más… Hasta que “lo vi.” ¿Estás listo? Espero que te
impacte como me impactó a mí. (Perdón. Antes de decírte-
lo, te pido que no leas el libro para tener “conocimiento”, o
para ver si “esto lo sé y esto no lo sé”. Te pido que leas con un
espíritu abierto, sencillo, con oración, pensando siempre en
Él). Ahora sí… ¡ahí va!

1. Comunión es un mutuo disfrute


Comunión es la común-unión y lo que tenemos en común
es el disfrute mutuo. Yo disfruto del Señor y el Señor disfru-
ta de mí.

Me contó un papá que vio a su hijo jugar en su habitación


con la PlayStation porque la puerta estaba entreabierta. A
los pocos minutos volvió a pasar y el nene estaba bailando.
El hombre abrió la puerta y le preguntó: “¿Qué estás hacien-
do?”. El hijo, sorprendido, le contestó: “Estoy bailando”. En-
tonces el padre le preguntó: “¿Por qué estás haciendo eso?”.
Y el hijo le respondió: “Porque quiero”.
Ese chico estaba disfrutando, y eso es lo que tenemos que
hacer con el Señor.

30
La práctica de la intimidad profunda con Dios

El Señor anhela estar con nosotros. ¡Cómo me impacta cada


vez que lo digo!

El Señor anhela estar con vos…


Solo cuando estamos en comunión con Él, esta verdad brilla
nuevamente.

2. Comunión es el fluir de la vida Zoe en mí


En este libro quiero acompañarte a medida que nos vaya-
mos acercando a los niveles profundos del disfrute de Cris-
to. Estas tres instancias están representadas en el taberná-
culo y son el Atrio, el Lugar Santo y el Lugar Santísimo. Son
los grados en la comunión con el Señor.  

¿Qué sucede en la comunión? Tiene que haber un fluir.


¿Cómo yo sé que está ese fluir? Porque voy a experimentar
vida y paz. Voy a tener frescura, fuerza, aumento de Cristo.
Voy a entrar en el río que está en mi interior que fluye sin
detenerse. 

Smith Wigglesworth lo expresó así: “Nunca me levanto de


la cama por la mañana sin tener comunión con Dios en el
Espíritu”.  

Quiero que te observes la mano. ¿Lo estás haciendo? Está


circulando sangre, la sangre no está quieta, hay un fluir. Eso
es la comunión con Dios. Fijate si hay alguna luz encendida,
¿ves la luz en esa lámpara? Es el fluir en la electricidad. Cristo

31
Comunión Diaria

siempre está moviéndose. Hay un movimiento cada vez


que lo vivo a Él, y ese movimiento me refresca, me renueva.
¿Qué ocurre si la sangre se detiene? Sobreviene la muerte.
Cristo quiere estar en movimiento permanentemente.
Cristo debe circular en mí. Si Cristo no se mueve en mí, no
circula a través de todo mi ser; entonces mi vida espiritual
está muerta. Tiene que haber un mover de vida.

Algo importante que debemos tener en cuenta es que el


Cristo glorioso que amamos y servimos no tiene límites.
No podemos tocar la profundidad, la anchura, la longitud
y la altura de su amor. Es decir, ¡siempre habrá más de Él
para disfrutar!

3. Niveles de comunión
Observemos ahora los niveles de comunión. Tomemos dos
ejemplos de la Biblia. El primer ejemplo es lo que ocurrió
cuando Dios llamó a Moisés a tener comunión con Él. En el
libro de Éxodo podemos ver de manera clara un escenario
de tres distancias respecto a nuestra relación con Dios.

a. El ejemplo de Moisés:
La Biblia narra que Moisés subió a la cumbre del monte Si-
naí y habló cara a cara con Dios. ¿Qué pasó con el pueblo? A
continuación, tres niveles de intimidad con el Señor:

32
La práctica de la intimidad profunda con Dios

• El pueblo estaba a cierta distancia del monte. Representa


a la gente que estaba lejana, a un nivel distante de la comu-
nión con Dios (Éxodo 20:18).

• Aarón y los setenta ancianos quedaron al pie, pero no lle-


garon a la cumbre. Representan a aquellos que han entrado
un poco más profundo en la búsqueda del Señor (Éxodo
24:1).

• Moisés subió a la cima del monte y habló cara a cara con


Dios. Este es el nivel de la intimidad profunda (Éxodo 24 y
25).

El ejemplo de Moisés es un ejemplo en “la tierra” pero


Ezequiel tiene la misma enseñanza “en agua”. Mirémoslo
juntos… 

b. El ejemplo de Ezequiel:
• El profeta Ezequiel ve en el capítulo 1, el río Quebar, un río
que representa el río, la corriente del sistema mundo. Si con-
tinuamos con la lectura de este libro llegamos al capítulo 37.

• Ezequiel 37 narra que el profeta vio un cementerio lleno


de huesos secos. Estos cadáveres representan lo que ha he-
cho el río del sistema mundo. Este río que arrasa a través
de la cultura, las ideas, los pensamientos, trae sequedad y
muerte. Actualmente muchas personas están atadas a ideas

33
Comunión Diaria

como: “si no soy delgada, no puedo aspirar a …”, “si no tengo


dinero, no valgo”, etcétera.
Analicemos ahora la visión del río de Dios que Ezequiel
relata en el Capítulo 47.

• El profeta ya había visto el río Quebar, el cual represen-


ta el sistema mundo que produce muerte y desazón, pero
ahora Dios le mostrará Su río, el río de la comunión. En esta
visión Ezequiel ve que un joven con un cordel en la mano
empieza a medir las distintas profundidades del río. Obser-
va, también, que estas profundidades van de menor a ma-
yor: la primera llega a los tobillos; luego, llega a las rodillas;
sigue avanzando y ahora la profundidad llega a la cintura;
finalmente de allí en más solo puede continuar nadando.

Analicemos esta visión del río de Dios:

• Cuando nos convertimos y aceptamos a Cristo lo hace-


mos en el nivel del comienzo, es decir, en lo superficial. Sin
embargo, no podemos quedarnos ahí, simplemente moján-
donos los pies, debemos ir más profundo.

• Debemos ir de menos a más. Nadie puede zambullirse di-


rectamente en lo profundo, necesitamos seguir avanzando.
¿Cómo lo hacemos? A través de los ejercicios que profun-
dizan nuestro encuentro con el Señor. Respirar la Palabra,
invocar, adorar, etcétera.

34
La práctica de la intimidad profunda con Dios

• ¿Quién es el joven que tiene el cordel y mide los niveles de


profundidad en la visión? Él es Cristo mismo. A lo largo de
toda nuestra vida cristiana, el Señor nos mira, nos evalúa,
ve si vamos aumentando la profundidad en nuestra comu-
nión con Él.

• A más profundidad, menos fuerza del alma: cuando esta-


mos en la orilla o a la altura de los tobillos podemos correr,
movernos, ejercer nuestras fuerzas. Pero cuando estamos
donde no hacemos pie, nos dejamos llevar por la corriente
de la profundidad. Ya nuestra fuerza no interviene. A más
comunión, menos fuerzas del alma. A menos comunión,
más manejo de nuestra fuerza natural para hacer las cosas. 

Jesús le dijo a Pedro: “Boga mar adentro”. Es mar adentro


donde están los mejores milagros de vida. Dios le dijo a
Moisés que subiera a la montaña. Es interesante que Moisés
estaba en la cima de la montaña. Aarón y los setenta ancia-
nos estaban en la entrada de la montaña; mientras que el
pueblo estaba en el campamento. Todo se mide por niveles;
a más profundidad, más vida de Dios en nosotros. 

Dijo Charles Spurgeon: “¡Con qué excelencia nada nuestro


amigo el Sr. Müller de Bristol! ¡Qué maestro nadador que es!
Ha tenido los pies fuera del fondo muchos años y, mientras
nada, arrastra detrás de sí a unos dos mil niños huérfanos, a
quienes, por la gracia de Dios, está salvando de las inunda-
ciones del pecado y llevando, confiamos, a salvo a la costa”. 

35
Comunión Diaria

4. La profundidad de Dios: “el lugar sercreto”, “Su recá-


mara”.
Pensando en la “profundidad del océano” llamé al pastor
Jorge Nieves, un amigo que es instructor de buceo, profesor
de profesores y un experto en todos estos temas. Me envió
un audio que me dejó pensando y te comparto tal cual lo
recibí:  

“Hola Bernardo. Desde los comienzos de la humanidad, el


hombre siempre se sintió atraído por lo que había debajo
de las profundidades acuáticas. Cuentan que, tímidamente,
los primeros hombres que poblaron la Tierra se acercaron
al río y vieron reflejados sus rostros. Primero les sirvió para
reconocerse, es decir, para mirarse. Así comenzó esa rela-
ción con el agua que se fue ahondando cada vez más. Vieron
que en lo profundo podían hallar comida que no estaba en
la superficie o en el borde; fueron adentrándose, animándo-
se. Observaron que en algunos lugares había animales que
los atacaban mientras que en otros, no. Lentamente, y a me-
dida que fueron pasando los siglos, se fue perfeccionando
la exploración de las profundidades y la tecnología avanzó.
En el siglo pasado comenzó una fiebre por romper récords
de profundidad. Hoy el récord de 530 metros de profun-
didad no ha sido superado. A partir de los 100 metros de
inmersión, la luz solar desaparece; es necesario llevar luz
artificial. La máxima profundidad que existe en el océano
es de 10.900 metros”. 

36
La práctica de la intimidad profunda con Dios

Orando al Señor, Él me dio estas palabras para compartirte: 


Superficie es lo que está ahí, lo que se ve. Profundidad es lo
que no se ve. Allí todo es movimiento. Allí habita Él. Esa es
su “recámara”, su “lugar secreto” al cual nos invita. 

Nuestra parte más profunda es nuestro espíritu y la parte


más profunda de Él es su Espíritu. En ese lugar dos pro-
fundidades se unen, se encuentran, se experimentan, se
disfrutan. 

No confundamos sencillez con superficialidad. Dios es sen-


cillo, pero nunca superficial. 

Él nos invita a ir a lo profundo de Él; a conocerlo, amarlo,


disfrutarlo y compartirlo. 

Defino profundidad como la comunión diaria, el mutuo dis-


frute, el aumento diario de Cristo en nosotros, la vida y la
paz de Él como rectores de nuestra vida. De eso se trata la
profundidad. 

Allí se encuentra el secreto, en la intimidad con Él cada día:


un poco más de Él en mí, y un poco más de mí transforma-
do por Él. 

Dice el Salmo 27:4: “Una cosa he demandado a Jehová, esta


buscaré; que esté yo en la casa de Jehová todos los días de

37
Comunión Diaria

mi vida, para contemplar la hermosura de Jehová, y para


inquirir en su templo”. 

Respiremos esta palabra: “Una cosa… esta buscaré… que


esté yo en su casa… todos los días… para contemplar… su
hermosura… para meditar en su templo”. 

¡Basta de estar en la orilla jugando con la arena y juntando


caracoles! 

Debe haber un momento en nuestras vidas en el que nos


saturemos de lo superficial, de lo externo, para querer ir
a lo profundo, a lo interno: a Él. Dios nos espera en lo pro-
fundo y solo se llega allí “yendo cada día”. Es ahí donde Él
nos dará nuevas experiencias. John Wesley, John Newton,
George Müller y otros anotaban todo lo que recibían del
Señor. Mantené siempre lápiz cerca para escribir. Yo tengo
en mi Biblia siempre papel y lápiz, y cada día mi celular
conmigo para anotar lo que Él me diga (te confieso que esto
es lo que más me gusta de mi celular). 
A medida que uno disfruta de Él, se produce un aumen-
to de búsqueda. A David Livingstone, el misionero en el
África, lo encontraron muerto… ¡de rodillas! La muerte lo
sorprendió en la presencia de Dios. 
Bien lo decía Moody: “El secreto de la oración es la oración
en secreto”. 

38
La práctica de la intimidad profunda con Dios

John Wimber decía: “No buscamos el poder de Dios, bus-


camos su presencia. Su poder y todo lo que necesitamos
siempre se encuentra en su presencia”. 

Brennan Manning y el famoso escritor Larry Crabb conver-


saban después de haber disertado en la misma conferencia: 
—¿Para dónde pretende ir después?— preguntó Larry. 
—De aquí a dos días comienzo un retiro para estar a solas
con el Señor. 
Como él nunca había hecho nada así, curioso, le preguntó: 
—¿Qué hace por usted un tiempo como ese? ¿Cómo Dios
responde a...? Brennan hizo una pausa, pareció un tanto
desconcertado y por fin dijo: 
—Nunca se me ocurrió qué es lo que puedo ganar con eso.
Solamente pienso que a Dios le gusta cuando asisto. 
 
5. La pregunta clave
En estos años me han preguntado una y otra vez: “¿Cómo sé
que tengo comunión? Yo leo La Biblia, oro y voy a la iglesia,
pero ¿me podrías dar algo más concreto?”. Una pregunta
importante que te compartiré en este capítulo es:
¿Cómo sé que estoy teniendo comunión? 
¿Cómo sé que estoy creciendo en mi relación con el Señor?
¿Qué indicadores puedo considerar para no dejarme enga-
ñar por mis emociones? 
La respuesta a esta importante pregunta está en Romanos
8:6 que dice: “Porque la mente puesta en la carne es muerte,
pero la mente puesta en el Espíritu es vida y paz”. 

39
Comunión Diaria

Es experimentar vida y paz. Así yo sé que mi comunión


con el Señor está creciendo. Analicemos cada uno de los
indicadores: 

• Porque tengo vida 


¿Qué significa el aumento de vida? Es el aumento de fuerza,
de hambre, de entusiasmo, de pasión, de deseo por Cristo,
por las cosas del Espíritu. 

Te encontrás teniendo más “ganas” por conocerlo, más de-


seo de congregarte y tu hablar de Él aumentó. ¡Eso es vida! 
No es estar con “gozo” sino estar con “gozo en el Señor”. La
persona lo busca, lo desea, sueña cosas grandes para Él.
Cuando alguien fluye en estas características es porque
su comunión es profunda y sincera. Dijo William Carey:
“Espera grandes cosas de Dios. Intenta grandes cosas para
Dios”. 

Otro aumento de vida es buscar La Palabra cada vez más.


Theodore Austin-Sparks era uno de los discípulos de G.
Campbell Morgan y le preguntó: “¿Cuál es su secreto para
predicar de esa manera? ¿Por qué puede usted abrir La
Palabra de esa manera y dos mil personas en Londres se
reúnen para escucharlo cada viernes?”. El hermano Morgan
dijo: “Cada vez que voy a compartir acerca de un libro de
La Biblia, antes de hacerlo, al menos lo he leído cincuenta
veces”. 

40
La práctica de la intimidad profunda con Dios

• Porque tengo paz 


Esta señal tiene que ver con el comportamiento, con la ma-
nera de actuar. Cuando estás tranquilo, notás que no ma-
nifestás las reacciones que antes tenías. Las conductas han
cambiado y, en situaciones donde antes uno se enojaba,
ahora no se enoja. Este cambio de comportamiento no es
porque yo me propongo mejorar mi conducta sino debido a
la transformación, el aumento de Cristo. 

Cuando en La Palabra dice que seamos “diligentes, esforza-


dos y honestos”, no es algo que yo debo hacer para mejorar
mi conducta. Es el Cristo crecido en mí que me ha transfor-
mado y ha producido esas virtudes en mi conducta. Y eso se
logra mediante la comunión y disfrute con Él. 

Pero no solo tenemos paz por la transformación de nuestro


carácter sino la paz en medio de circunstancias, sean cuales
sean. Recuerdo ahora a Joni Eareckson Tada. Ella es una
mujer que quedó cuadripléjica a los 17 años (al zambullirse
para nadar) y desde su silla de ruedas ha llevado vida y paz
a millones de personas. ¿Cómo puede ser que alguien con
tanta limitación pueda decir algo así? :

“Él ha elegido no curarme, sino abrazarme. Cuanto más in-


tenso es el dolor, más cerca está su abrazo”.  
“Cuando nos duele, Dios no siempre nos da muchas pala-
bras; nos da La Palabra; La Palabra se hizo carne y conoce

41
Comunión Diaria

íntimamente nuestro dolor y sufrimiento. Eso es lo que más


ayuda”. 
Sin lugar a dudas que la comunión con Él nos trae una trans-
formación de paz sobrenatural en cualquier circunstancia. 
 
6. Palabra y experiencia 
Así podríamos decir que el fluir de la vida Zoe es una expe-
riencia. La vida con Cristo está basada en experimentarlo a
Él cada día de la existencia. 

Ya hace varios años que mi oración es: “Señor, mostra-


me por qué hay tantos creyentes apartados, secos, carnales,
etc., frente a otros que vivieron y viven vidas llenas de pa-
sión, fuerza, alegría y frescura”.  

Lo que Él me mostró es que todos los grandes hombres de


Dios tuvieron dos aspectos unidos. Por un lado, conocían
profundamente La Palabra. Ella era su especial “perla pre-
ciosa”; la comían, la oraban y la conocían. Pero esta Palabra,
que es Cristo mismo, era también su experiencia.  
Es decir, ellos experimentaban lo que leían: Palabra y expe-
riencia estaban unidas. La Palabra era su experiencia y su
experiencia era La Palabra. Como dijo Jesús: “El que oye mi
Palabra y la pone por obra...”. 

Con el tiempo ambas se separaron. 

42
La práctica de la intimidad profunda con Dios

La Palabra (sin la experiencia) se transformó en saber-cono-


cimiento-teoría. 

Por el otro lado, algunos buscaron la experiencia sin conocer


La Palabra, sin profundizarla; sus experiencias consistían
en “ver arañas y serpientes, emitir gritos y vivenciar expe-
riencias emocionales, histerias colectivas”. Pero cuando
uno se acercaba, veía la ausencia de La Palabra en sus vidas. 
Así nació “el fundamentalismo teórico” (o religiosidad) y
“la experiencia emocional” vacía y hueca. Uno veía detrás
de “grandes experiencias”, vidas llenas de pecado o super-
ficiales y sin contenido de Cristo.  

Ya lo decía F. Fénelon por el 1700 en su libro Una vida sencilla:


“También quiero advertirte de las personas que aparentan
tener una vida espiritual interior. Es fácil confundir una
viva imaginación con una verdadera experiencia espiritual.
Observa con cuidado y verás que aún están indebidamente
apegados a las cosas externas. Permanece lejos de personas
que suenan bien pero nunca exhiben un verdadero fruto
del caminar interior. Su habla es engañosa y casi siempre
los verás agitados, buscando los defectos, y llenos de sus
propios pensamientos. A estos entrometidos espirituales
les molesta todo, ¡y casi siempre ellos son los molestos!”. 

Ese nunca fue el propósito de Dios. El objetivo de Él es: “Per-


maneced en mí y mis palabras permanezcan en vosotros”;

43
Comunión Diaria

es decir, que Cristo sea una experiencia y la experiencia esté ba-


sada en Su Palabra. 

La oración no es un “informe” de cosas a pedir o de problemas a


narrar, sino una experiencia de mutuo disfrute.

¿Qué te parece si volvemos a orar juntos? 


“Señor, queremos este fluir. Queremos intimidad con vos;
queremos que crezcas en nosotros. Te amamos, Jesús; tu
Nombre es hermoso. Gracias por vivir en nuestro espí-
ritu. Pedimos que cada espacio de nuestro ser reciba la
vida abundante de Tu presencia. Te amamos, Señor Jesús.
Amén”.  

¿Estás listo para ir a los ejercicios? Vamos, pero antes, quiero


darte un consejo importante:

De los ejercicios que veremos a continuación, te pido que


leas uno por día y lo practiques. No leas este libro de corrido
dado que no es un libro de conocimiento teológico (aunque
sí incluye conocimiento) sino un libro de vida interior, de
comunión para experimentar. 

¡Leelo despacio! ¡No te apresures! 

Tener conciencia de Él, mirarlo a Él, es fundamental para no


hacerlo en el alma (la mente, la voluntad y las emociones). 

44
La práctica de la intimidad profunda con Dios

Recordá que cada “ejercicio” no es una “tarea” que hago,


sino un encuentro que tengo con el Rey de Gloria. En cada
ejercicio miralo a Él, disfrutalo a Él. Hacelo de corazón y
verás el fluir de la vida Zoe y, en unos meses, un aumento
exponencial de Cristo en tu vida. 

Viene a mi mente lo que dijo Charles Spurgeon: “Si somos


francos en nuestra comunión con Dios, seremos francos en
todo”. 

Lo que voy a compartirte y vamos a hacer juntos funcio-


na. Estoy muy expectante de lo que Dios hará en tu vida. Así
que, por favor, contame qué sucede a medida que la vida au-
mente en vos; haceme llegar tu testimonio y experiencias. 

Mantené tu comunión de manera simple y sencilla.

No te preocupes por “que Dios me hable” o “que haga algo


en mí” o por experimentar algo en especial. Solo disfruta-
lo a Él. De eso se trata; lo demás lo hará Él. 

¡Comencemos con los ejercicios!

45
03

Ejercicio 1
Invocar al Señor. Maneras de disfrutar
de Él y fluir en la vida Zoe.

No hay nada más maravilloso que experimentar y disfrutar


al Señor y que Él disfrute de nosotros. Dice 1 Tesalonicenses
5:17: “Orad sin cesar”.

Los primeros cristianos, los hombres de Dios, vivían en ora-


ción. ¿Cómo nosotros podemos orar las 24 h? ¿Cómo pode-
mos experimentar esa comunión ininterrumpida?

Le debemos a J. Darby y W. Lee el haber recuperado la im-


portancia de “invocar”, “hablar”, “compartir a Cristo”.
Te propongo que en este día lo hagamos a través de la in-
vocación. Invocar quiere decir “llamar en voz alta”. Es
nombrarlo. Cada vez que decimos: “Señor Jesús” o “Cristo
maravilloso”, un suministro de vida comienza a fluir en
nosotros. Siempre que lo llamamos, Él responde. Invocar
debe hacerse en voz alta y es unir el nombre del Señor con
alguna virtud que Él tiene. Por ejemplo: “Dios eterno” o
“Jesús poderoso”. ¿Qué te parece si en este momento hacés
las invocaciones que salgan de tu corazón?

¡Hacelo de todo corazón! ¡De lo profundo de tu ser! Te es-


cucho...

47
Comunión Diaria

Dice 1 Corintios 1:2: “… a la iglesia de Dios que está en Co-


rinto, a los santificados en Cristo Jesús, llamados a ser san-
tos, con todos los que en cualquier lugar invocan el nombre
de nuestro Señor Jesucristo, Señor de ellos y nuestro”.

Aquí vemos que cualquier lugar es bueno para llamarlo a


Él. Su nombre es hermoso. Dice en Lamentaciones 3:55-56
que el profeta lo invocó en lo profundo de su calabozo y
desde ahí Dios le respondió.

A lo largo del día invocalo, nombralo, diciendo: “Gracias Je-


sús”, “Cristo maravilloso”. En el Reino no hay espectadores.
Todos hablamos, todos somos protagonistas activos. Cada
vez que lo invocamos, los nutrientes de la vida Zoe recorren
nuestro cuerpo y nuestra alma. Cuanto más lo invocamos,
más fuerza tenemos.

Decía el rey David en el Salmo 116:2: “Te invocaré en todos


mis días”.

Podemos estar en el colectivo y decirle: “Señor hermoso”.


Podemos estar caminando y decirle: “Oh, Señor Jesús”. Po-
demos estar comiendo y decirle: “Abba Padre”.

Al principio invocarlo puede costar un poco. Pero, a medi-


da que ejercitemos nuestro espíritu y lo nombremos (lo cual
es poner la mente en el Espíritu como expresa Romanos 8),
el suministro de vida correrá en nosotros y, cuanto más lo

48
La práctica de la intimidad profunda con Dios

invoquemos, más fácil será fluir en el Espíritu. Recordemos


que cada invocación, aunque sea la misma en el contenido,
trae un fluir nuevo de Él, una nueva experiencia con Él. Si lo
hacemos de manera que no haya fluir de vida es porque lo
estamos haciendo en el alma.

Como bien lo dijo Dwight L. Moody: “Dios nunca se repite


a sí mismo. Ninguno de sus pensamientos es exactamen-
te igual, ninguna de las necesidades es exactamente igual,
ninguno de los pecadores va a llegar a Cristo de la misma
precisa manera. En lugar de ver hacia las experiencias de
otros, busque una para usted mismo”.

Qué lindo estar en este nuevo encuentro. ¿Qué te parece si


oramos al Señor e invocamos su nombre? Hacelo en voz alta
ahí donde estás:

“Padre nuestro y Señor maravilloso, digno de gloria, gra-


cias por este nuevo encuentro. Pedimos tu luz para poder
ver tu hermosura; que Cristo crezca; danos una experiencia
de lo que hoy hemos compartido. En el nombre de Jesús.
Amén”.

Percibo en mi espíritu que te compartí todo lo que debía


soltarte en este capítulo. Cierro con una frase de George
Müller: “Vivo en el espíritu de la oración, oro al caminar,
cuando me acuesto y cuando me levanto. Y las respuestas

49
Comunión Diaria

siempre están viniendo. El gran punto es el de nunca ren-


dirse hasta que la respuesta llega”.

Dijo el Conde de Zinzendorf: “Tengo una sola pasión: es Él


y solo Él”.

Te dejo unas invocaciones. ¿Las practicamos en voz alta?

- Señor, ¡eres maravilloso!


- Cristo, Tu amor es eterno.
- Abro mi espíritu a Tu luz.
- Señor, cuán glorioso es Tu nombre en toda la Tierra.
- Mi espíritu se llena de Tu paz.
- Jesucristo, eres maravilloso.
- Jesús, te amo.
- Te disfruto, Señor.
- No hay nadie como Tú.

¡A practicar!

50
04

Ejercicio 2
Compartir cada situación,
a cada instante, con Él

¡Hola nuevamente! ¿Cómo fue la experiencia de invocar?


“Glorioso es el Señor”.

Hoy quiero que experimentemos el compartir con Cristo


todo.

No hay en la Tierra ninguna práctica que pueda producir


lo que genera la comunión íntima con Él. Nada la puede
reemplazar y sus frutos son eternos. La comunión no es
“tareas” para hacer o decisiones a tomar, sino una relación
a tener. A veces pensamos que “si hago tal cosa”, Dios me
dará tal otra. Si ayuno, me volveré más santo y, si oro, Dios
me prosperará. Como si nuestra intimidad con Él fuese un
“toma y dame”. ¡No!

Mi comunión no son las “cosas que hago para Dios”. A Él le


interesa que viva a Cristo en mí. No es por mi esfuerzo sino
por vivirlo a Él, disfrutarlo a Él, mezclarme con Él.

Antes de compartirte más de esta experiencia, el Señor nos


debe dar luz sobre algo trascendental. La vida cristiana no
es:

51
Comunión Diaria

a. “Señor, ayudame a mí”: este modelo de Cristo me da algo


a mí para que yo pueda ir mejorando mi conducta. El Señor
me da un poco de fuerza, un poco de paz, un poco de amor
para que pueda hacerlo. Este modelo es equivocado, no es
bíblico.

b. “Sirvo como Cristo”: no se trata de “imitarlo” o de “¿qué


haría Jesús en mi lugar?”, porque en este nivel sigo siendo
yo con mi esfuerzo y “copio sus conductas”. Pero su vivir no
puede ser imitado.

c. “Algo de Él y algo de mí”: este modelo implica que “Dios


hará lo que yo no puedo y yo debo hacer lo que sí puedo”. Es
decir, mitad y mitad. Este modo de vida cristiana también
es errado.

Entonces ¿cómo es?

d. “No yo sino Cristo en mí: Él vive a través de mí”: “Se-


ñor, nada de mí; todo de Ti. Quiero vivir tu vivir y que, al
crecer, transformes mi alma y cuerpo y te expreses a través
de mí, que hables a través de mí”. No es mi paz ni mi amor
sino Su paz y Su amor los que se expresan en mí. Así ahora,
con Cristo en mi vida, somos uno. Yo vivo su vivir según
Gálatas 2:20.

¡Su vivir no es “parecer”, “copiar” o “ayudarme” sino que es


Cristo, siempre buscándolo de corazón.

52
La práctica de la intimidad profunda con Dios

No es “Él hace algo para mí”, ni “Él está al lado”. Es “Él vive
en mí”. Él no quiere ayudarme sino ser mi vida. Así que mi
foco no es “vivir una vida de éxito o victoriosa” sino vivirlo
a Él. Mi foco no es superar o vencer mis luchas, mejorar mi
carácter, o superar mis frustraciones; sino que ahora yo solo
quiero vivirlo a Él en mi caminar, compartir todo con Él.

¿Oramos?
“Señor, que seas vos a través de nosotros. Nada de nosotros;
todo de Ti. Nada de otros; todo de Ti. Te amamos y te respi-
ramos. Amén”.

Ahora sí, miremos qué significa compartir cada cosa y cada


instante. Consiste en involucrar a “Cristo en mí”, en com-
partir lo que estamos haciendo con Él. Aprendí que George
Müller, cuando hablaba con alguien, paralelamente ha-
blaba con Dios y le decía: “Señor, ¿qué te parece? ¿Cómo lo
haríamos?”. Mientras su alma hablaba con la persona que
tenía adelante, su espíritu compartía con Él buscando su
parecer.

Es involucrarlo a Él:
• Cuando estemos comiendo algo: “Señor, ¿qué te parece
esta comida?”.
• Cuando estemos jugando con nuestros hijos: “Señor, gra-
cias por jugar con nosotros”.

53
Comunión Diaria

• Cuando estés comprando algo, paseando, mirando TV, in-


volucralo a Él; buscá su parecer o sencillamente agradecele
que comparte esa actividad con vos: “Cristo en mi vida, en
mis actividades; quiero que Él crezca en mí en cada tarea,
sea pequeña o grande”.

En una oportunidad le compartí esto a un adorador muy


conocido que ama al Señor. Quedó tan impactado que me
dijo: “Bernardo, llegué a mi casa, llamé a mi hijo y le dije:
‘Vamos a jugar al fútbol, pero vamos con Jesús’; luego fui-
mos a comer y dijimos como familia: ‘Señor, cená con no-
sotros, queremos disfrutarte’. Y así empecé a ver a mi hijo
hacerlo también. Algo hermoso sucedió como familia”.

Ese es el caminar con Él en todas nuestras actividades.

Comunión no es enfocarme en mí, en qué yo puedo hacer


para Él, sino todo lo contrario. Enfocarme en Él, mirarlo
a Él, y dejar que Él haga su obra en mí. Por eso la gente de
grandes profundidades con Cristo siempre vive sorprendi-
da por lo que Él hace.

Leí que Corrie ten Boom, en una oportunidad en el campo


de concentración, se había llenado de piojos y le dijo a su
hermana: “Demos gracias por los piojos”. A lo que ella le
respondió: “¿Cómo haremos eso?”. Al tiempo, como había
tantos piojos, los soldados nazis no querían entrar en esa ca-

54
La práctica de la intimidad profunda con Dios

baña y así ellas pudieron orar, compartir y adorar al Señor


con el resto de las prisioneras.

Puedo tener conocimiento de Dios, servir a Dios y no culti-


var mi relación profunda con Él. Cuando esta se hace más
íntima, no importa el momento ni dónde estamos, lo dis-
frutamos a Él.

Shelly Volkhard cuenta en su libro acerca de un pastor pre-


so en una solitaria cárcel de Filipinas que, teniendo a los
guardias cerca, no podía cantar ni orar abiertamente al Se-
ñor. Así que el preso le pidió a Dios que le permitiera tener el
gozo de alabarlo en voz alta. La cuestión era cómo liberarse
de esos guardias. Un día un guardia lo sacó de su prisión
empujándolo y lo llevó a un lugar de letrinas con un hedor
espantoso. Tapándose la nariz, le dijo: “Regresaré en un par
de horas, limpia todo”. De pronto vio que estaba solo. Nadie
estaba ahora cerca y empezó a cantar el himno: “He venido
al jardín solo…”; así el pastor contó a la audiencia que aquel
asqueroso lugar se había convertido en un jardín por la pre-
sencia de Dios durante su alabanza.

¡Wow! Su presencia transforma cualquier lugar porque nos


libera de este; Él es más grande y está en nosotros en cada
circunstancia.

Mientras te comparto esto, le pido al Señor que guíe cada


palabra y que nos siga hablando. En este día te propongo

55
Comunión Diaria

que, ante cada actividad que realices o cada tema que ha-
bles, le compartas al Señor todo. Seguramente al principio
muchas cosas pasarán de largo; pero, a medida que practi-
ques mirándolo a Él, se hará un “hábito” del espíritu invo-
lucrarlo a Él en todo.

¡Vamos a practicar!

56
05

Ejercicio 3
Parte A: Adorar al Señor

Hola, ¡juntos nuevamente! Cristo está creciendo en noso-


tros. Él es vida, ¡gloria al Señor! ¿Qué te parece si adoramos?
Leamos en voz alta el Salmo 24:10:
“¿Quién es este Rey de la gloria? Es el Señor todopoderoso.
Él es el Rey de la gloria”.

¿Qué te parece si volvemos a adorar? Ahora con lo que Pablo


le escribió a Timoteo en 1 Timoteo 1:17:
“Por tanto, al Rey eterno, inmortal, invisible, al único Dios
sea honor y gloria por los siglos de los siglos, amén”.

1. Cuando le hablamos a Él de lo que Él es, Él crece en


nosotros
Si yo te digo: “Vamos a alabar”, ¿qué es lo primero que viene
a tu mente? Cantar. ¿Y si te digo “fluir en la alabanza”? ¿Qué
es lo primero que se te ocurre? Seguramente cantar algo
nuevo. ¿Y si te digo que vamos a escuchar una alabanza? El
ministerio de adoración o un tema musical. Sin embargo,
adorar no es cantar; adorar es hablar lo que Él es. Sí, por
favor, repitámoslo juntos, porque esto es clave con aquello
que te voy a compartir: adorar es hablar de su grandeza, es
la respuesta a la grandeza de Él. No es hablar de mí, de lo

57
Comunión Diaria

que yo siento, ni de lo que experimento, ni de lo que le en-


trego a Él en adoración. Adoración es mirarlo a Él y hablar
de quién es Él. Es decir, que la adoración empieza en Él y
termina en Él.

El Salmo 34:1-2 dice: “Bendeciré a Jehová en todo tiempo;


su alabanza estará de continuo en mi boca. En Jehová se
gloriará mi alma; lo oirán los mansos, y se alegrarán”.

Es interesante el hecho de que David descubrió este secreto


de la comunión con Dios. Durante mucho tiempo, yo pen-
sé que cantar era adorar, encerrarme en mi habitación, oír
unos buenos temas de adoración y comenzar a cantar. Y,
aunque eso es adoración también, siempre me veía limitado
dado que, cuando estoy en el colectivo, caminando, lavando
los platos, no puedo disponer de la música y del ambiente
propicio. Justamente lo que David descubrió es que alabar
puede ir acompañado de música, de una posición corporal
de rodillas, postrado, acostado, con las manos. Sin embar-
go, la esencia es hablar lo que Él es. Por eso, el Salmo 119:164
dice: “Siete veces al día te alabo a causa de tus justos juicios”.

¿Qué te parece si volvemos a alabar al Señor? Leamos juntos


esta declaración que está en 1 Crónicas 29:11:
“Tuya es, oh, Jehová, la magnificencia y el poder, la gloria, la
victoria y el honor; porque todas las cosas que están en los
cielos y en la tierra son tuyas. Tuyo, oh, Jehová, es el reino, y
Tú eres excelso sobre todos”.

58
La práctica de la intimidad profunda con Dios

Durante mucho tiempo le pregunté al Señor por qué en mi


vida de adoración individual no veía grandes manifesta-
ciones del fluir de su poder. El Señor me dio la respuesta: la
alabanza no es lo que yo experimento ni entrego, sino que
es hablar de los atributos de Él, conocerlo a Él; y cuando yo
lo alabo a Él, Él añade algo de Él en mí. ¿Es que Dios necesita
la alabanza? ¿Tiene problemas de baja estima? ¡De ninguna
manera! Él ha establecido la ley de que, cuando nosotros
le alabamos, Él añade a nosotros aquello que le estuvimos
alabando.

En una oportunidad un niño le comentó a su papá qué pe-


queños eran los aviones al ver uno volar en el cielo. El padre
lo llevó al aeropuerto y, cuando estuvo al lado del avión, le
señaló qué enorme que era. Así, cuando el Señor está lejos,
lo vemos pequeño; pero, cuando está al lado de nosotros,
cuando estamos cerca de Él, vemos su grandeza. Qué im-
presionante el reproche que Dios le hizo a Asaf en el Salmo
50:21: “Vos pensabas que yo era como vos”. El rey David, a lo
largo del día, siete veces se detenía y hablaba de la grandeza
del Señor. De allí que el Salmo 27:4 dice: “Una sola cosa le
pedí a Dios: estar en su casa para contemplar la hermosura
de Jehová”. David quería verlo a Él para hablar de lo que Él
es.

Leí con asombro que existen doscientas cincuenta mil cla-


ses de diferentes plantas con semillas, diez mil especies de
aves, veinte mil especies de peces y millones de estrellas. En

59
Comunión Diaria

el sol caben un millón trescientas mil tierras; en nuestra ga-


laxia entran dos billones de soles y hasta se ha descubierto
que existen dos millones de galaxias. Por eso David decía:
“Cuando miro los cielos, digo: ¿Qué es el hombre para que
tengas de él memoria?”. Y este Dios poderoso y eterno vive
en nosotros. El Salmo 147:4 afirma: “Cuenta el número de
las estrellas; a todas ellas llama por su nombre”. Aquí Da-
vid tiene simbólicamente un telescopio y ve la grandeza de
Dios; pero inmediatamente tiene un microscopio y dice en
el Salmo 147:3: “Él sana a los quebrantados de corazón, y
venda sus heridas”.

En su poema La exuberancia de Dios Dorothy Grimes dice:

Más cielo del que el hombre puede ver,


Más mar del que él puede navegar,
Más sol del que él puede llegar a contemplar,
Más estrellas de las que él puede alcanzar,
Más aliento del que él puede respirar,
Más cosecha de la que él puede recoger,
Más gracia de la que él puede comprender,
Más amor del que él puede conocer.

La adoración es hablar de Él, de su grandeza. Esta es la ma-


nera más plena de experimentar “yo en Cristo”. Cuando le
comparto a Él todo lo que hago y lo involucro en mi vivir,
alcanzo la manera más plena de experimentar a “Cristo en
mí”.

60
La práctica de la intimidad profunda con Dios

2. Antes de hacer algo…


Antes de hacer una tarea, expresá una alabanza. Nehemías
lo primero que hizo fue orar a Dios y hablar de su grandeza.
Josafat y sus soldados, al ir a la guerra, declararon: “Para
siempre es tu misericordia”.

Después de hacer una gran tarea, soltá una alabanza. El


Evangelio cuenta que el leproso volvió y se postró y le adoró
(Mateo 8:2). El ciego le preguntó a Jesús quién era para que
creyera, y Jesús le respondió: “Soy yo” y él creyó y adoró
(Juan 9:38). La encorvada, cuando fue sanada, dice La Pa-
labra que glorificaba a Dios (Lucas 13:13); y así podríamos
seguir con toda La Biblia. Antes, durante y después solte-
mos alabanzas a Dios. Cuando lo alabamos se mezclan la
admiración y el asombro, junto con el gozo y la alegría.

Cuando el profeta Isaías vio la gloria del Señor dice La Pa-


labra que vio ángeles que tenían seis alas. Las alas son para
volar, representan la fuerza. Con dos cubrían su rostro y
con las otras dos cubrían sus pies. Tenían solamente dos
alas libres para volar. Significa que la adoración debe ser
el doble de nuestras fuerzas, el doble de nuestros servicios.
Fui enormemente impactado al leer sobre el hermano Lo-
renzo, un monje del siglo XVII quien, en su lecho de muer-
te, reunido con sus amigos y hermanos, les dijo que él ha-
ría ahora lo que había hecho los últimos cuarenta años y
haría por la eternidad: “Seguir adorando”. Él no se estaba
“muriendo” sino que su tarea principal era adorarlo a Él.

61
Comunión Diaria

Nuestras experiencias también son transformadas en una


adoración.

3. Hablar adoración
Dice el apóstol Pablo que hablemos entre nosotros con Sal-
mos. Te propongo que, cuando saludes a alguien y te pre-
gunte cómo estás, le respondas: “Cristo reina con poder”.
Nosotros no debemos hablar a partir de lo que sentimos, lo
que tenemos o lo que nos sucede; tenemos que hablar entre
nosotros con Salmos. El Salmo es una experiencia. David
escribió el Salmo 23 debido a una vivencia que tuvo. Dios va
a transformar nuestras situaciones en alabanzas.

George Bennard en 1902, leyendo profundamente Las Es-


crituras, tuvo una experiencia con la cruz y entonces escri-
bió el famoso himno que dice: “En el monte Calvario estaba
una cruz, emblema de afrenta y dolor”. El doctor Chisholm
a lo largo de su vida estaba rodeado de enfermedad y po-
breza, pero siempre vio la mano de Dios en él y fue así que
escribió en 1923 un poema que dice: “Oh, tu fidelidad, cada
momento la veo en mí; nada me falta pues todo provees”.
En otra oportunidad, un joven se encontró en medio de una
tormenta atroz, temiendo por su vida, para ver minutos
después un sol radiante. Ese joven escribió: “Al oír tu voz
en los potentes truenos y ver brillar el sol en su cenit, mi
corazón entona la canción, cuán grande es Él, cuán grande
es Él” (Carl Boberg, 1885).

62
La práctica de la intimidad profunda con Dios

Nuestras experiencias serán una canción, una poesía, una


alabanza. Decimos junto con el rey David: “Grande es el
Señor y digno de ser alabado”.

Si miramos los Salmos, encontraremos que David alabó a


Dios por ver su grandeza, algunas de las cosas que vio y por
las cuales le alabó. Cuanto más adoramos, más Él se nos re-
vela. ¿Qué te parece si juntos en voz alta alabamos con estas
declaraciones?

• El Señor es un escudo (Salmo 3:3)


• Mi fuente de seguridad (Salmo 4:8)
• Mi Rey (Salmo 5:2)
• El Juez (Salmo 7:8)
• Mi refugio (Salmo 9:9)
• El ayudante de los huérfanos (Salmo 10:14)
• El Rey para siempre (Salmo 10:16)
• El Señor es justo (Salmo 11:7)
• Dios es mi fortaleza y mi roca (Salmo 18:1-2)
• Mi libertador (Salmo 18:2)
• Mi apoyo (Salmo 18:18)
• Mi Redentor (Salmo 19:14)
• Él es mi pastor (Salmo 23:1)
• El Rey de gloria (Salmo 24:7)
• El Señor de los ejércitos (Salmo 24:10)
• El Dios de mi salvación (Salmo 25:5)
• Mi luz y mi salvación (Salmo 27:1)
• Mi fuerza y escudo (Salmo 28:7)

63
Comunión Diaria

• Él es el Dios de la gloria (Salmo 29:3)


• El Señor Dios de la verdad (Salmo 31:5)
• El Dios viviente (Salmo 42:2)
• Mi ayuda en problemas (Salmo 46:1)
• El Rey sobre toda la Tierra (Salmo 47:2)

Antes de ir a la experiencia quiero contarte que adorar no


es un servicio, ni oír un mensaje, ni arrodillarse en silencio,
ni cantar fuerte soltando una lágrima. Adoración es algo
más profundo que eso. Una de las maneras que dispone-
mos para que la vida fluya y tengamos contacto con Él es
cantándole a Él. Adorar es presentar a Cristo al Padre.

Dice Deuteronomio 16:16 que nadie debía ir a la presencia


del Señor con las manos vacías. Tenían que traer algo de la
tierra de Canaán: vino, aceite, fruta, comida. Es decir, una
ofrenda. Hoy sabemos que la Tierra Prometida es Cristo.
Es decir, que Cristo como la tierra, produce a Cristo como
fruto de la tierra, para que nosotros ofrezcamos a Cristo (el
fruto), al Padre. ¡Gloria al Señor! Adorar entonces es ofrecer
a Cristo al Dios Padre y todos disfrutar mutuamente. Es que
Cristo salga en mi cantar, es expresarlo a Él en mi adoración.
¿Adoramos a Dios juntos?

“¿Quién es este Rey de la gloria? Es el Señor Todopoderoso;


¡él es el Rey de la gloria!” (Sal. 24:10).

64
La práctica de la intimidad profunda con Dios

“Por tanto, al Rey eterno, inmortal, invisible, al único Dios,


sea honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén” (1 Tim.
1:17).

“¡Qué grande eres, Señor omnipotente! Nosotros mismos


hemos aprendido que no hay nadie como Tú, y que aparte
de ti no hay Dios” (2 Sam. 7:22).

“Nadie es santo como el Señor; no hay roca como nuestro


Dios. ¡No hay nadie como él!” (1 Sam. 2:2).

“Tú, oh, Dios, estás sobre los cielos, y tu gloria cubre toda la
tierra” (Sal. 108:5).

“¡Al que está sentado en el trono y al Cordero, sean la ala-


banza y la honra, la gloria y el poder, por los siglos de los
siglos!” (Ap. 5:13).

65
06

Ejercicio 4
Parte B: Adorar al Señor

¡Qué hermosa experiencia vivimos! ¿Adoramos juntos nue-


vamente con el Salmo 145:3?

“Grande es el Señor, y digno de toda alabanza; su grandeza


es insondable”.

Separé este capítulo, recordá que es un libro de experien-


cias y no del “conocimiento del bien”, no del “saber”, sino
del vivir a Cristo. Así entonces vamos a nuevos ejercicios:

1. Leé unos versículos de La Biblia, agregales música y


cantalos
Dice en Isaías 56:7: “Yo los llevaré a mi santo monte, y los
recrearé en mi casa de oración”.

La palabra “oración” en hebreo es tephillah que significa una


oración que ha sido musicalizada y es cantada.

Dejate llevar. Aquí, estos dos versículos son para que les
agregues una melodía y los cantes en el espíritu. (Pensá en
el Señor y soltá tu espíritu; cantalo varias veces con distin-
tas melodías, elaborá tu propia alabanza):

67
Comunión Diaria

• Filipenses 4:13:
“Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”.
¿Cómo te fue? Mientras vos lo hacías, ¡yo también lo hice! (a
solas, por supuesto).

Aquí va el otro para practicar un poco más:


• Filipenses 4:4-5:

Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos!
Vuestra gentileza sea conocida de todos los hombres. El Se-
ñor está cerca”.

Disfrutar del Él, de eso se trata (y Él de nosotros). Estoy se-


guro de que Él sonrió al escucharnos…
“Lo que sucede cuando estamos a solas con el Señor deter-
mina cuán íntima y profunda será la adoración cuando nos
reunimos” (John Wimber).

2. Te propongo también que “inventes” una canción


Dice en Efesios 5:17 que seamos llenos del Señor hablando,
cantando en nuestro espíritu cánticos espirituales. Es lo que
llamábamos el “canto profético”, pero rompé la melodía y la
armonía. Que no tenga lógica esa melodía, que no sea linda,
sin formalismos ni coro, sin necesidad de corregir, sin pen-
sar. Inventá una canción. Por ejemplo: “Cristo, eres grande”.
O: “Señor, te adoro”. Y dejate llevar por la música que sale de
tu espíritu junto con la letra que sale también de tu espíritu.
Colosenses 3:16 habla de cantar con gracia. Y en Apocalipsis
5 dice que los ángeles cantan un cántico nuevo. Siempre

68
La práctica de la intimidad profunda con Dios

asociamos el cántico nuevo con un cántico melodioso como


se escucha en muchas iglesias. Sin embargo, es nuevo porque
rompe todo formalismo y sale de lo profundo del corazón.

Muchos himnos tienen vida de Dios. ¿Por qué? ¿Será por


la “letra profunda” o “la melodía”? ¡No! Tienen vida Zoe
porque nacieron de experiencias con Él. Y el Cristo experi-
mentado se compuso en una canción. Cuando una persona
“compone” una canción con una linda letra y una linda me-
lodía pero que no nació de una experiencia con Él, pasará
al olvido pronto, pues solo puede ministrar de manera leve.
¿Te animarías a hacer una canción con alguna experiencia
donde viste a Cristo y lo experimentaste?

¿Hacemos una canción? ¿Te animás? Que salga espontánea-


mente o “producida”.

3. Hacer un instrumental
Hace un tiempo, cuando estaba meditando en La Palabra,
recibí una melodía y empecé a tararearla. Luego recibí otra
melodía, empecé a tararearla. El Señor me dijo: “Este es un
instrumental”. Comencé a reírme. “¿Qué te parece si me ha-
cés un musical?”. Solo instrumental. No se trata de cantar
un versículo o una canción, sino de soltar una melodía flu-
yendo en el espíritu. Dios busca adoradores que lo adoren
en espíritu y en verdad.

69
Comunión Diaria

4. Cantar la oración
Es añadirle música a nuestra oración. Te propongo que
durante todo este día cantes una canción nueva, que ores
cantando, que leas La Palabra cantando, y hagas un instru-
mental que fluya de tu corazón. Adorar es poderoso porque
es del Espíritu; es disfrutar al Señor. Mi foco no soy yo, mi
foco es Él.

Y quiero terminar con algo glorioso... Hebreos 2:12:


“Anunciaré a mis hermanos tu nombre. En medio de la con-
gregación te alabaré”.

En este versículo Jesús está citando el Salmo 22:1: “¿Por qué


me has desamparado?”. Dice luego en el v. 22: “Anunciaré
a mis hermanos tu nombre”. ¿Cuándo sucedió eso? En la
resurrección. Sabemos que Jesús le dijo a María: “Ve a mis
hermanos”. Sin embargo, quiero detenerme en esta frase:
“En medio de la congregación te cantaré”. Cuando yo estoy
cantando, Jesús canta en mi cantar. ¡Gloria al nombre del
Señor! Qué maravillosa es tu presencia, Señor. Cuando can-
to con mi espíritu, Cristo canta en mi cantar.

Leamos en voz alta lo que dice Apocalipsis 14:2-3:


“Y oí una voz del cielo como estruendo de muchas aguas, y
como sonido de un gran trueno; y la voz que oí era como de
arpistas que tocaban sus arpas. Y cantaban un cántico nue-
vo delante del trono, y delante de los cuatro seres vivientes,
y de los ancianos; y nadie podía aprender el cántico sino

70
La práctica de la intimidad profunda con Dios

aquellos ciento cuarenta y cuatro mil que fueron redimidos


de entre los de la tierra”.
Aquí dice que hay ruido, pero luego dice que hay arpas.
Hay un ruido mezclado con la melodía. Qué impresionan-
te. El ruido es nuestro cantar; la melodía del arpa es la voz
de Cristo. Cristo canta en mi cantar.

5. Meditar orando una poesía


Podemos hacerla nosotros o tomar alguna de alguien que
caminó con Él y meditarla.

Una de mis preferidas es Amy Carmichael. Fue una mujer


que rescató cientos de chicos entregados a la prostitución en
la India. Fundó un Hogar y un hospital que siguen hasta el
día de hoy. Estuvo toda su vida sirviendo al Señor. Tuvo un
accidente que la dejó postrada veinte años y aun así siguió
sirviendo en la India. Fue en esos años que escribió catorce
libros y poemas. Estos son algunos párrafos que nacen de
una comunión íntima con Él:

“No conozco nada del amor del Calvario...

Si puedo criticar fácilmente los defectos y pecados de cual-


quier persona; si puedo hablar con ligereza incluso de las
faltas de un niño, entonces no conozco nada del amor del
Calvario.

71
Comunión Diaria

Si puedo disfrutar un chiste que se hace a expensas de otro;


si puedo, en cualquier forma, despreciar a alguien en una
conversación, o aun en mi pensamiento, entonces no conoz-
co nada del amor del Calvario.

Si puedo decir una palabra áspera o tener un pensamiento


cruel, sin sentir dolor ni vergüenza, entonces no conozco
nada del amor del Calvario.

Si temo decir la verdad por miedo de perder el cariño de


alguien, o porque podría creer que yo no entiendo y que es-
toy equivocado, o porque puede estropear mi reputación de
persona amable; si mi buen nombre está antes que el máxi-
mo bienestar del otro, entonces no conozco nada del amor
del Calvario.

Si me reservo algo en mi entrega a Aquel que tuvo tanto


amor, que dio a quien más amaba, por mí; si en mi oración
existe algún “pero” secreto, o un “cualquier cosa menos eso,
SEÑOR”, entonces no conozco nada del amor del Calvario.

Si me enredo en cualquier pasión desordenada; si hay cosas,


lugares o personas que impiden mi obediencia al SEÑOR,
entonces no conozco nada del amor del Calvario”.

Podemos escribir también una poesía para Él, sin importar


su rima. Dice Wesley L. Duewel: “Cuanto más alabas a Dios,
más te vuelves consciente de Dios y absorto en su grandeza,

72
La práctica de la intimidad profunda con Dios

sabiduría, fidelidad y amor. La alabanza te recuerda todo lo


que Dios puede hacer y las grandes cosas que ya ha hecho”.
Aquí te comparto una poesía de mi papá. La escribió el 30
de enero del 2004. Mientras estaba en el kiosco (trabajaba
con mi mamá desde las 5 a.m. hasta las 12 p.m.), a lo largo
de todo el día, tomaba unos cartones y escribía y escribía.
Como él nos contaba, asistió “un solo día” a primer grado
en su pueblito natal en Grecia, ya que al día siguiente tuvo
que ir a pastorear ovejas, con apenas seis años. Eran muchos
hermanos muy humildes y sin padre. Pero siempre fue un
autodidacta y aprendió español para leer La Palabra y com-
partir con el cuerpo de Cristo en la Argentina. Muchas de
las cosas que escribió no respetan las normas ortográficas,
pues las desconocía, ni “riman”, y nunca estarán en un libro
de poesías; sin embargo, creo que en más de una ocasión el
Señor le sonrió...

Te comparto una de sus poesías:

LLAMAME ERMANO PEDRO


YO TE LLAMARE JUAN
SI ANDAMOS SIEMPRE JUNTOS
DIOS VA ASER TODO LO DEMAS.

PARALITICOS NOS ESPERAN


VAMOS JUNTOS A BUSCAR
SOLO NOMBRA A JESUS CRISTO
SE SALVARÁ Y SE SANARÁ.

73
Comunión Diaria

LLAMAME AVIVAMIENTO
TE LLAMARE A EVANGELISAR
CON AMOR DE DIOS TRIUNFAMOS
EL MUNDO VA A CAMBIAR.

LLAMAME AVIVAMIENTO
LLAMAME EVANGELISAR
CON AMOR DE DIOS SI ANDAMOS
VAMOS POR MEJOR Y MAS.

JUNTOS VAMOS EN EL CAMINO


JUNTOS VAMOS A ADORAR
EN EL CIELO HAY ALEGRIA
HOY ENTRA UNO MAS.

FUERZA HERMANA
FUERZA HERMANO
CRISTO SIEMPRE NOS ACOM AÑIARA.

¡Vamos a practicar!

74
07

Ejercicio 5
El Silencio

¡Qué lindo tiempo que estamos pasando con el Señor! Aun-


que no nos podemos ver físicamente, querido lector, esta-
mos juntos en el espíritu disfrutando de su presencia.

Hoy quiero compartirte otra manera de disfrutar del Señor


y del fluir de la vida Zoe en nosotros: guardar silencio de-
lante de Él.

Podemos acercarnos hoy y decirle:


“Señor, aquí estoy, quiero disfrutarte”.
Y guardar silencio, estar callados, solo disfrutando... per-
mitiendo que su vida fluya en nosotros. No es un silencio
pasivo, sino un silencio activo donde disfruto de Él, lo veo
a Él, olvidándome de lo que Él me puede dar o de lo que yo
necesito.

Dijo el misionero Sadhu Sundar Singh: “La oración no sig-


nifica pedirle a Dios todo lo que necesitamos; es más bien el
deseo vehemente de estar ante su presencia”.
Muchas personas tal vez digan: “Bueno, pero el Señor no
me dijo nada... Y yo tampoco a Él”. Es que, efectivamente,

75
Comunión Diaria

ese es el objetivo. Ni escuchar ni hablar, sencillamente


estar juntos disfrutando. Como dos novios que se miran
sin hablar; solo se observan y disfrutan mutuamente. Es un
silencio que descansa, que se recuesta en Él.

El Sr. G. K. Chesterton andaba en una ocasión por las calles


de Londres, cuando fue abordado por un reportero de pe-
riódico que le dijo: “Señor, sé que recientemente se ha vuel-
to cristiano. ¿Puedo hacerle una pregunta?”. “Ciertamente”,
respondió Chesterton sin vacilar. “Si el Cristo resucitado
apareciera repentinamente, y en ese momento estuviera de
pie detrás del Señor, ¿qué haría?”. “Él ya está; su presencia
me rodea detrás y delante”, dijo Chesterton.

Tenemos algunos pasajes que nos hablan de esto. Nos acer-


camos delante de Él apagando o calmando nuestra mente,
nuestros pensamientos, nuestra lista de oración, y sencilla-
mente guardamos un silencio de vida, disfrutando de Él.
Es importante el hecho de que este silencio es un silencio
“delante de Él”, ante el Señor. Dice el Salmo 62:5: “Todo mi
ser espera en silencio delante de Dios porque en Él está mi
esperanza”. No es un silencio pasivo, es un silencio de dis-
frute delante de Él.

El silencio es una voz que se encuentra con el silencio de


Dios, que es otra voz. Cuando mi vida hace silencio, Él me
habla con el silencio de su presencia.

76
La práctica de la intimidad profunda con Dios

Dijo F. Fénelon en Una vida sencilla: “Puedes oír intermina-


bles sermones sobre una vida perfecta. Puedes saber todo lo
que se predica sobre el tema y aún estar más lejos de la per-
fección que nunca. Tu meta primordial habría de ser hacer
oídos sordos al yo, mientras se escucha a Dios en silencio.
Deberías renunciar a tu orgullo y entregarte a lo que agra-
de a Dios. Habla poco y haz mucho, sin preocuparte de si
te han visto o no. Dios te enseñará más que incluso al más
maduro cristiano”.

Experimentaremos el fluir de la vida, el movimiento de


Cristo en nosotros, el aumento de fuerza y de alegría. Dice
el Salmo 37:7: “Guarda silencio ante Jehová y espera en Él”.
A lo largo del día, procurá en distintos lugares y circuns-
tancias permanecer en silencio y decirle: “Señor, te disfruto
en el silencio para que tu vida fluya en mí”. Notarás con el
tiempo, un aumento de vida extraordinario.

¡Qué difícil es estar en silencio! ¿Hacemos un ejercicio? Mirá


tu reloj y quedate dos minutos en silencio. ¿Listo?...

¿Cómo fue la experiencia? ¿Interminable? ¡Sí! ¡Pero fueron


solo dos minutos!

Sigamos...
Si miramos el libro de Job, veremos que es casi todo un diá-
logo entre Job y sus amigos. Ellos opinan, Job argumenta;
ellos vuelven a opinar y Job vuelve a responder. A lo largo

77
Comunión Diaria

de todo el libro vemos esos ciclos de conversaciones. Solo


cuando Job se calla, cuando hace silencio, ¡es que Dios le
empieza a hablar! Le muestra su grandeza a lo largo de tres
capítulos (Job 38 al 41) y en el capítulo 42 Job declara: “De
oídas te había oído, pero ahora mis ojos te ven”.

Solo el silencio de Job permitió que pudiera escuchar la voz


de Dios.

¡La vida de Dios comienza a fluir! ¿Qué es el fluir de la vida


Zoe? No sé explicar qué es, pero ¡sí sé cuando alguien o yo
mismo lo experimentamos! A un hombre de Dios escocés,
no muy conocido ni de grandes dones que Dios usó de ma-
nera poderosa para ganar a muchos para Cristo, alguien le
preguntó: “¿Cuál es su secreto?”. Él respondió: “El tiempo
que permanezco delante de Dios es mucho más que el tiem-
po que paso delante de los hombres”.

También me bendijo lo que dijo Charles Spurgeon: “Cuan-


do no podamos ver el rostro de Dios, estemos seguros bajo
la sombra de sus alas”.

Madame Guyon lo expresó con hermosura: “Después reco-


mendaría a todos cuando hayáis terminado de orar perma-
necer durante un rato más largo en un silencio respetuoso;
no busquéis nada de Dios durante estos momentos silen-
ciosos excepto amarle y agradarle. Un siervo que coloca
toda su diligencia en su trabajo solo por la recompensa no

78
La práctica de la intimidad profunda con Dios

es digno de tal recompensa. Vete entonces a tu lugar de ora-


ción no solo para disfrutar de los deleites espirituales, sino
simplemente para agradar al Padre. Mantendrá tu espíritu
en tranquilidad y en consolación”.

Mechthild von Magdeburg lo enunció así: “Dios viene a mí


en las horas de silencio, como el rocío matinal a las flores de
verano”.

John Bunyan dijo: “En la oración es mejor tener un corazón


sin palabras que palabras sin corazón”.

¿Realizamos la experiencia? Date un tiempo, viví la expe-


riencia y disfrutá del amor de Él que fluye por todo tu ser.

¡A practicar!

79
08

Ejercicio 6
Lo entrego en la cruz
para su muerte

Hola, ¡qué bueno es estar juntos nuevamente para una ex-


periencia con el Señor! Hoy quiero compartirte el llevar a
la cruz las áreas nuestras que deben morir. Pero volvamos
al comienzo… Cuando nosotros recibimos a Jesús, Él quitó
nuestro espíritu muerto y creó uno nuevo. Dice 2 Corintios
5:17: “Si alguno está en Cristo, nueva creación es”. Es decir,
que tenemos un nuevo ser, un nuevo espíritu, y ese espíritu
es la casa del Señor. Observémoslo en el siguiente gráfico:

81
Comunión Diaria

Le debemos a Watchman Nee el haber recuperado estas


verdades de La Palabra.

Mi espíritu ahora está lleno de la vida de Dios. La vida Zoe,


Cristo mismo, se ha hecho una con mi espíritu. Leemos en 1
Corintios 6:17 que “el que se une al Señor, un espíritu es con
Él”. Ahora Cristo debe crecer para transformar mi alma y
mi cuerpo. Cuando yo recibí a Cristo, nací de nuevo, pero
mi alma y mi cuerpo siguen siendo los mismos y es solo
mediante la entrega al Señor que Él va tomando ambos y
transformándolos. Miremos el segundo gráfico:

El alma representa nuestra vida humana, nuestro propio


gobierno. Antes de recibir a Cristo, nosotros teníamos un
cuerpo y un alma que nos gobernaban y un espíritu muer-
to. Ahora que recibimos a Cristo tenemos un espíritu nuevo

82
La práctica de la intimidad profunda con Dios

con la vida de Dios. Cristo nos gobierna y ya el alma no


ejerce más el control. El alma que antes era “el señor” ahora
es el siervo del espíritu.

Entonces, ¿cómo Cristo va a transformar nuestra alma a su


imagen? Es un proceso que dura toda la vida. ¿Qué es lo
que nosotros debemos entregarle al Señor para que Él lo
transforme?

Nuestra parte carnal o carnalidad (que está en nuestra


alma). El deseo de mentir, engañar, los pecados, etc. A me-
dida que yo entrego este aspecto en oración en la cruz para
su muerte, Cristo lo transforma y Él crece en esa área.
Entonces, ¿qué significa entregar en la cruz para su muerte?
No es que yo le diga: “Señor, ayudame a mejorar mi mal
carácter”, sino que reconozco mi mal carácter (supongamos
que son estallidos de ira) y lo entrego en la cruz para su
muerte mediante una confesión. Así yo permito que el Se-
ñor lo aniquile con el poder de su cruz y, a la vez, resucite
algo de Cristo en mí. Entonces mi alma es transformada en
la mente de Cristo.

Los aspectos buenos que siguen siendo carne


También debemos llevar a la cruz nuestra bondad, nues-
tra alegría, nuestra fuerza. ¿Cómo? Si eso es bueno. Sí, pero
sigue siendo carne y parte de nuestra naturaleza caída,
y es Cristo el que quiere gobernar y transformarnos por
completo. Entonces también debemos entregar en la cruz

83
Comunión Diaria

esas cualidades nuestras, aun nuestro propio amor, para


que Cristo las aniquile y Él forme en nosotros su amor, su
paz, su alegría. Así entrego mis opiniones, que es como se
expresa mi “yo”, dado que sus pensamientos ahora serán
los míos.

El gobierno de nuestro cuerpo


Nuestro cuerpo, con sus pasiones y deseos, tampoco nos
debe gobernar, lo entregamos en la cruz. El poder de la cruz
siempre va unido a la resurrección. No hay resurrección
sin cruz, ni cruz sin resurrección. Cuando yo entrego algo
de mí, Él siempre entrega algo de Él. Cuando algo muere
de mí, siempre algo nuevo nace de Él. Esto es lo que dice 2
Corintios 3:18: “Por tanto, nosotros todos, mirando a cara
descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos
transformados de gloria en gloria en la misma imagen,
como por el Espíritu del Señor”.

Entonces, cuando entregamos nuestros aspectos malos y


buenos, las pasiones y los deseos de nuestra carne, nuestras
manera natural de ser, estamos diciendo: “Señor, ya no me
gobierna esto; yo te pido que me gobiernes vos”.

Te propongo entonces hacer esta magnífica experiencia que


durará toda la vida. Le pedimos al Señor que Él nos mues-
tre qué área de nuestra alma-cuerpo debemos rendir en la
cruz para su muerte y le decimos: “Señor, mostrame qué
aspectos debo entregarte para que los aniquiles y traigas

84
La práctica de la intimidad profunda con Dios

vida en esa área”. Entonces, de pronto el Señor nos muestra


algún pecado, o algún rasgo de carácter. Supongamos que
me muestra mi ansiedad, entonces le digo: “Señor, entrego
en la cruz para su muerte mi ansiedad, declaro que ya no
me gobierna y, donde había ansiedad, ahora hay paz, vida
de Cristo”.

No es que yo hago el esfuerzo para mejorar ni para cambiar


mi carácter. Sencillamente lo que hago es dejar que el espí-
ritu me muestre a qué cosas debo renunciar, para rendirlas
a Él. Cuando las rindo a Él, es el poder de la cruz y la resu-
rrección lo que me transforma.

Esta experiencia de entregar a la muerte puede sonar fuer-


te; en realidad lo es. Dice La Biblia que, si la semilla no cae
y muere, no puede dar fruto. La cáscara de la semilla es el
alma y el fruto, la planta, es la vida de Cristo. Solo cuando
el alma muere, Cristo es liberado. La experiencia de entre-
gar en la cruz puede ser dolorosa. Dios nos muestra algún
pecado, algo que amamos y que debemos llevar a la cruz,
pero en el tiempo resulta ser una de las experiencias más
maravillosas que podemos vivir.

Cada vez que identificamos algo, que algo nos sucede, lo en-
tregamos en la cruz. Automáticamente experimentaremos
la transformación, la vida Zoe, y el Cristo resucitado que
crece en nosotros.

85
Comunión Diaria

Así como un matrimonio se disfruta mutuamente y cons-


truye intimidad, esta se ve “quebrada” cuando hay insultos,
mentiras, engaños, etc. Así nuestra relación con Él es lo que
más debemos “cuidar” para que nada sucio, oscuro y ajeno
a su belleza esté en nosotros.

La intimidad comienza por entregarse a uno mismo. En-


tregarnos a Dios es el mayor regalo de nuestro amor. Derra-
marnos cada día en la cruz, para disfrutar del poder de su
resurrección.

¿Qué te parece si oramos y realizamos la experiencia ahora?

Oremos:
“Señor, gracias por el poder de tu cruz. Pido ahora que me
muestres qué cosas debo entregarte______ (nombralas).
Las entrego en la cruz para su muerte, declaro que ahora el
poder de la resurrección está en mí, continúo transformado
y camino en victoria en el nombre de Jesús. Amén”.

Te animo, a lo largo de estos días, a estar permanentemente


llevando a la cruz y viviendo el poder de la resurrección. Tu
vida nunca más será la misma.

¡A practicar!

86
09

Ejercicio 7
Respirar y comer
la Palabra

Todos nosotros necesitamos que Cristo crezca. Cristo es La


Palabra y La Palabra es Cristo. ¿Cómo podemos hacerlo de
manera práctica? ¿Cómo podemos recibir alimento e ilumi-
nación interior a través de La Palabra?

Muchos cristianos tienen grandes problemas al leer La Bi-


blia: se aburren, no la entienden, les cuesta leerla sistemáti-
camente, desarrollar un hábito. ¿Cómo nosotros podemos
respirar La Palabra?

Te animo a que tengas dos Biblias: una como si fuera nueva,


sin marcar (obviamente en soporte papel o en el celular); y
otra donde subrayes, donde marques (tu Biblia de estudio).
La Biblia “nueva” será con la que vamos a orar y, al leerla, la
vamos a respirar. En esta Biblia vamos a registrar las fechas
cuando recibimos alimento. Y, por otro lado, tenemos La
Biblia de estudio (aquí no vamos a hablar de cómo estudiar
La Palabra sino de cómo respirarla).

Le debemos a G. Muller y W. Lee, entre otros, el haber recu-


perado estas verdades de respirar-orar-leer La Palabra que
detallo a continuación:

87
Comunión Diaria

1. Respirar la carga de La Palabra


¿Dónde encontramos la palabra respirar? Dice 2 Timoteo
3:16 que toda La Escritura es soplada por Dios.

Aquí hay una revelación importante. Si La Palabra está so-


plada, mi tarea es respirar la vida que está en ella. Recorda-
mos que no es una letra escrita; es Cristo. Yo me contacto
y me conecto con Cristo, con una persona, y esto es lo im-
portante. Esta es la diferencia entre leer La Palabra y leer
el diario. Cuando yo leo el diario, lo hago con mis ojos ob-
viamente, con mi entendimiento; pero cuando yo voy a La
Palabra, debo leerla con mi espíritu. Mi espíritu es el órgano
que realiza la conexión con Cristo.

La carga de vida es la carga que menciona el versículo. Por


ejemplo, si Hechos 1:8 dice: “Recibirás poder cuando venga
el Espíritu Santo”, la carga que voy a respirar es “el poder
del Espíritu Santo”.

Esa palabra, que es Cristo, está cargada de poder. Ahora


bien, ¿por qué, si yo la leo, no respiro el poder?
“Somos más que vencedores”: esta palabra está cargada de
victoria y mi tarea es “respirar eso”.
¿Vamos bien? ¿Avanzamos?

88
La práctica de la intimidad profunda con Dios

2. Respirar la carga de La Palabra se logra orando La


Palabra
Podemos programar el celular para que nos envíe un pasaje
por día, o comenzar nosotros con un libro del Nuevo Testa-
mento siguiéndolo ordenadamente como para respirarlo.
Yo puedo leer: “Gozaos en el Señor” y seguir triste. O puedo
leer: “Somos más que vencedores por medio de Aquel que
nos amó” y no tener victoria. ¿Por qué? Porque no lo respiré.

Por eso, Efesios 6:17-18 dice:


“Tomad la palabra que es la palabra del Espíritu orando en
todo tiempo”.

Es decir que nosotros tenemos que respirar La Palabra. He-


chos 6:4 declara: “Permaneced perseverando en la oración y
en el ministerio de la palabra”.

Así que La Palabra y la oración van juntas. George Müller


“descubrió” la vida que le era impartida cuando oraba La
Palabra. Lo expresa así en su biografía: “La diferencia en-
tre lo que hacía anteriormente y lo que hago ahora es la si-
guiente: antes, cuando me levantaba, comenzaba a orar lo
más pronto posible... Pero ¿cuál era el resultado? A menudo
utilizaba un cuarto de hora, o media hora, o hasta una hora
de rodillas antes de ser consciente de recibir consuelo, áni-
mo, humillación de mi alma, etc. y, a menudo, después de
haber sufrido mucho porque mi mente volaba de un sitio
a otro durante los diez primeros minutos o un cuarto de

89
Comunión Diaria

hora, o incluso media hora, antes de comenzar a orar de ver-


dad. Ahora rara vez me pasa esto... Ahora la primera cosa
que hago, después de pedir la bendición del Señor sobre su
Palabra preciosa, es meditar sobre La Palabra de Dios, bus-
cando en cada verso para obtener una bendición en ello... El
resultado que he encontrado casi invariablemente es este:
que después de pocos minutos mi alma ha sido dirigida a
confesión, o acción de gracias, o intercesión, o súplica; hasta
que, a pesar de que no me dedicaba a orar, sino a meditar,
todo se convirtió casi inmediatamente en oración…”.

En realidad, tendríamos que cambiar la expresión “leer La


Biblia” por “orar La Biblia”.

Orar La Escritura es una forma única de leerla. Sé cuidado-


so a medida que leés, tomando suavemente y con cuidado
lo que estás leyendo. Probalo y digerilo mientras leés.

Isaac le preguntó a Abraham: “Padre, ¿dónde está el corde-


ro?”. Y miles de años después, Juan el Bautista le respondió:
“He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mun-
do”. Dios siempre toma en cuenta tus preguntas.

Moisés le pidió a Dios entrar en la tierra y, miles de años


después, Dios le permitió no solo pisar la Tierra Prometida
sino también ver a su Señor en toda su gloria en el monte de
la transfiguración. Dios siempre toma en cuenta nuestras

90
La práctica de la intimidad profunda con Dios

oraciones y nos enseña a no entrar en ansiedad ni por el


tiempo ni por el lugar. ¡Te amamos, Señor!

3. Ejemplo práctico de cómo respirar y comer La Palabra


Dijimos entonces que La Palabra es Cristo y yo la tengo que
respirar; tengo que inhalar la vida de Cristo que está en La
Palabra. No la tengo que leer como leo el diario. ¿Cómo leo
el diario? Con mi mente. ¿Cómo leo La Palabra? Con mi es-
píritu. El espíritu es el órgano que contacta con el Espíritu
de Dios, y entonces hay un suministro de vida.

Ahora bien, ¿qué quiere decir leerla con mi espíritu? Al


percibirla con mi espíritu, mi objetivo no es estudiar ni
aprender; es disfrutar y alimentarme del Señor. Me siento,
me hago preguntas, busco en un diccionario. Mi Biblia es
mi tiempo de estudio, pero necesitamos tener un tiempo
que antes llamábamos devocional y es para comer a Cristo.
Aquí también comemos a Cristo, pero el procedimiento es
otro: lo inhalamos, lo respiramos; mi objetivo es alimen-
tarme. Entonces yo tomo mi Biblia, todos los días y en lo
posible a primera hora, y leo tres o cuatro versículos; no más
que eso. Puedo tener un plan sistematizado. Por ejemplo, yo
estoy ahora con Romanos 12, entonces leo uno o dos versí-
culos como mucho. ¿Qué es lo que voy a hacer cuando lea
estos versículos? Los voy a orar; tengo que orar lo que está
en La Palabra. Así estoy ejercitando mi espíritu. Cuando yo
leo y oro La Palabra, lo que está en ella crece en mí y recibo

91
Comunión Diaria

un suministro de vida, de alimento; no estoy estudiándola,


solo estoy comiendo y disfrutando del Señor.

Por ejemplo, leo:


“Recibirás poder cuando venga el Espíritu Santo”.
Leo el versículo despacio, desde lo profundo de mi corazón,
no lo leo rápido. “Recibirás poder cuando venga el Espíritu
Santo”... ¡No!
¡Lo leo muy despacio!
“Recibirás... recibirás... recibirás...”.
Vuelvo a leer:
“Recibirás poder... poder... poder”.
Vuelvo a leer:
“Cuando venga... venga... el Espíritu Santo”.
Lo leo todo y doy gracias.
“Recibirás, recibiré, Señor, ¡Gracias! Recibo tu poder, Señor.
¡Qué lindo! Vos me das y yo puedo recibir”.

Entonces empiezo a meditar y orar lo que allí dice: estoy


orando lo que acabo de leer. ¿Qué tipo de oración tengo que
hacer? De lo profundo de mi corazón; no tengo que ir de
memoria, ni siquiera ir.

“Recibirás poder cuando venga el Espíritu Santo... Señor,


gracias porque recibiré poder... Señor, recibo... gracias... en
esta hora yo me lleno de este poder... recibirás poder... Se-
ñor, qué grande es tu poder... no hay nada como tu poder,
Señor. Tu poder es maravilloso y lo estoy recibiendo ahora...

92
La práctica de la intimidad profunda con Dios

¡Gloria a tu nombre!... Recibirás poder cuando venga el Es-


píritu... vino... ya vino el Espíritu. Señor, el Espíritu me trajo
poder... ¡Gloria a tu nombre!”.

Otro ejemplo:
Leo despacio: “No os amoldéis a este siglo sino transfor-
maos en la renovación”.

Vuelvo al comienzo:
“No os amoldéis a este siglo... Señor, yo no me hago a la
forma de este siglo; este siglo no me forma a mí. Eso lo can-
celo de mí... No os amoldéis a este siglo sino transformaos...
Gracias, Señor, tu poder me transforma. Ahora estoy sien-
do transformado... estoy siendo transformado por la reno-
vación de mi mente... mi mente está bendecida... Gracias,
Señor”.

Otro ejemplo:
Leo: “Gozaos en el Señor, otra vez os digo: Gozaos”.

“Gozaos... Señor, tu presencia es mi gozo... ¡Gracias! Yo estoy


lleno de gozo ahora... Gozaos en el Señor... Señor, yo no es-
toy en el mundo; estoy en el Señor... Vos sos mi Señor, ¡por
eso tengo gozo!”.

Entonces me dejo llevar y, ¿qué es lo que empieza a suceder?


Recibo un fluir de vida y paz; de pronto, pienso en el nom-
bre de una persona y digo:

93
Comunión Diaria

“Señor… Señor, estoy orando por mis hijas, ahora… Yo de-


claro que este gozo está en ellas… (y de pronto) … oh, Se-
ñor… nuestro país está triste, hay tristeza en nuestro país…
que nuestro país esté lleno del Señor. Nos gozamos. Yo de-
claro gozo para Argentina”.

Vuelvo a leer:
“Gozaos en el Señor, otra vez os digo: Gozaos… Gracias por
repetirme, Señor. Vos me repetís porque me amás… Te ado-
ro y recibo vida, recibo suministro… Amén”.

Algo que a mí me ayudó mucho es no pensar más de lo que


está escrito. Si dice “vencedor”, ¡no le agregues nada! No
pienso más de lo que está escrito.

4. Le debemos a W. Lee el haber recuperado el “comer a


Cristo y disfrutarlo”. Comer La Palabra es metabolizarla:
entra en mí y es parte de mí ahora
Así recibís impartición de vida; esto es: orar, leer La Palabra.
Entonces, tené dos Biblias: una para estudiar y una para
comer y disfrutar del Señor. Cada día pasá cinco, seis o diez
minutos, el tiempo que te lleve leer dos o tres versículos.
Te recomiendo comenzar con Romanos 8 y seguir adelante
para llenarte de vida. Yo te aseguro que en una semana vas
a tener un aumento de revelación, un aumento de Cristo
extraordinario, y vas a disfrutar del Señor. Nosotros no dis-
frutamos del ministerio ni del servicio; nosotros disfruta-
mos de Cristo. Cristo es La Palabra y La Palabra es Cristo.

94
La práctica de la intimidad profunda con Dios

Orar La Escritura es una forma única de leerla. Sé cuidado-


so a medida que leés, tomando suavemente y con cuidado
lo que estás leyendo. Probalo y digerilo mientras leés.

¡A practicar!

5. Soy tan fuerte como tanta Palabra tenga en mi corazón


Nunca tendrá poder una palabra que suelto si primero no
“ha entrado en mí “, si no ha sido metabolizada. Ante cada
pasaje que leo, debo decir: “Señor, dame una experiencia
con esta faceta de Cristo”. Cada palabra que metabolizo
“entra”, separa el alma del espíritu y produce sanidad al
recorrer mi cuerpo.

La experiencia con esa palabra hace que, cuando salga de


mí, sea “viento”, no árbol de conocimiento o un mensaje
atractivo. Cada vez que abro La Palabra, debo encontrarme
con Él; no con versículos, ni con conocimiento, sino con una
Persona. La Palabra y Cristo son lo mismo.

Dijo Charles Spurgeon: “Cuanto más cavamos en Las Es-


crituras, más nos parecen una mina inagotable de verdad”.
No se trata de cuánto leo sino de si toqué a Cristo; porque
podemos leer La Biblia durante diez años sin oír La Pala-
bra. Cuando toco a Cristo, todo se abre, entiendo todo. Me doy
cuenta de que no hay nada fuera de Él. Cristo lo es todo.
Cuando la leas, siempre buscá a Cristo y al cuerpo. Así ten-
drás luz.

95
Comunión Diaria

Uno de los grandes eruditos de La Biblia fue un profesor


alemán llamado Johann Bengel del siglo XVIII. Algunos de
sus alumnos querían conocer el secreto de su vida erudita y
su piedad. Un estudiante fue a su oficina, lo vio abrir su Bi-
blia y orar así: “Amado Señor Jesús, esta es una nueva opor-
tunidad para reunirnos”. ¡Él iba a encontrarse con Cristo en
La Palabra!

Charles Spurgeon cuenta que cierto viajero se paró enfren-


te de la casa de un hombre para preguntarle si sabía dón-
de se encontraban las Cataratas del Niágara en Canadá. El
hombre respondió: “¡Quedan cerca, basta seguir el ruido
de las aguas!”.

6. Te dejo aquí para que practiques y disfrutes de Él


Jeremías 31:3 dice: “Jehová se manifestó a mí hace ya mucho
tiempo, diciendo: Con amor eterno te he amado; por tanto,
te prolongué mi misericordia”.
Disfrutar a Cristo es la clave del aumento de luz.
William Carey expresó: “El futuro es tan brillante como las
promesas de Dios”.

¡A practicar!

96
10

Ejercicio 8
Experimentar
a Cristo

Leemos en 1 Corintios 1:6:


“Así como el testimonio acerca de Cristo ha sido confirma-
do en vosotros…”.

Es interesante que Pablo dice que no fue con la prédica sino


con el testimonio y, ¿qué es el testimonio a diferencia de la
prédica?

En la prédica hablo de Cristo; en el testimonio, de lo que


Cristo hizo en mí. Pablo experimentó a Cristo de muchas
maneras. Observemos algunas en 1 Corintios:
• 1:24: como “poder y sabiduría”
• 1:30: como “justicia y redención”
• 2:7: como “gloria”
• 3:11: como “edificio”
• 5:7-8: como “pascua y pan”
• 10:3: como “alimento”
• 10:4: como “bebida y roca”
• 11:3: como “cabeza”
• 12:2: como “cuerpo”
• 15:2: como “primicias”
• 15:45: como “espíritu vivificante”.

97
Comunión Diaria

Dijo en una ocasión Martín Lutero: “Si uno saca a Cristo


fuera de La Biblia, ¿quedará algo? Es imposible”.

1. Señor, ¿podés darme una experiencia con esto?


Entonces, ¿cómo podemos experimentar a Cristo como
nuestra fuente? No se trata de intentar comprender lo que
leemos de Él doctrinalmente, sino experiencialmente. En-
tonces, te invito a realizar la experiencia. Aquí abajo te daré
una lista de “imágenes” sobre el Señor. Elegí una y, durante
todo el día, orá diciéndole:

“Señor, quiero que me muestres esta faceta tuya en mí. Es


decir, quiero experimentarte como primicias”.

Tomamos uno de estos aspectos y le pedimos al Señor que


se nos revele. Por ejemplo: “Señor, ¿me das una experiencia
de vos como pascua?”. O: “Señor, tu Palabra dice que sos
glorioso. ¿Me darías una experiencia con esta faceta tuya?”.
Y estemos atentos, expectantes, en el transcurso de los días
de la nueva revelación que tendremos.

Una cosa, por ejemplo, es saber que el Señor es luz; y otra


cosa, pedir una experiencia sobre eso y contar como testi-
monio: “Perdí el trabajo, pensé que todo se derrumbaba;
pero de pronto me llamaron de otro lugar y me dieron el
doble de sueldo. Ahora sé que Cristo es mi luz”.
No debemos “actuar” sino “vivir” a Cristo.

98
La práctica de la intimidad profunda con Dios

Dijo Charles Spurgeon: “Deje que el Dios de Daniel sea su


Dios en el cuarto de oración y Él será su Dios en la cueva de
los leones”.

2. Conocimiento vs. conocimiento de vida


Uno puede “saber” de Jesús; de hecho, tengo ahora frente
a mí unos mil libros en mi biblioteca solo de la “vida de
Jesús”. Son obras de todo tipo: viejas, nuevas, de grandes
teólogos, de gente desconocida. Algunas siguen la vida de
Jesús de manera cronológica; otras analizan sus parábolas;
otras, sus milagros; y otras, su relación con los demás.

¡Infinitos temas!

Sin embargo, leerlos es saber “de Jesús” pero eso no implica


conocerlo a Él, tener una experiencia con Él. Los libros pue-
den servir para darme conocimiento, al igual que un audio
o una prédica; pero, si eso no se vive, no se experimenta, es solo
letra muerta.

Descubrí en mi vida que hay revelaciones que me empujan


a tener una experiencia con Él. Algo que “aprendí de Él”
ahora me empuja a querer experimentarlo.

Por ejemplo, aquí compartimos sobre invocar, pero, si eso


no es llevado a la experiencia, solo es “conocimiento”; si lo
aplico, lo experimento a Él, y ahora tendré “conocimien-
to de vida”. Es decir que entenderé con vida el concepto,

99
Comunión Diaria

tendré más luz, más saber. ¡La experiencia y La Palabra van


juntas! Una potencia a la otra.

En una ocasión E. M. Bounds dijo sobre esta verdad: “Aque-


llos que mejor conocen a Dios son a menudo los más ricos y
poderosos en la oración”.

Una cosa es “saber de oración” y otra, orar experimentando


su presencia; ahora “orar” es un conocimiento que nació de
la vida.

Tres predicadores estaban sentados discutiendo cuál era


la mejor posición para la oración, mientras un funcionario
de energía eléctrica trabajaba cerca. “Arrodillarse es la me-
jor forma de orar”, declaró uno de ellos. “No”, expresó uno
de los otros, “yo consigo el mejor resultado de pie con mis
manos extendidas hacia el cielo”. “Ambos están equivoca-
dos”, insistió el tercero, “la posición más eficaz de oración
es postrarse, con el rostro en tierra”. El funcionario, no con-
siguiendo contenerse más, los interrumpió: “Con permiso,
señores, la mejor oración que he hecho fue cuando estaba
colgado boca abajo en una antena de alto voltaje”. A veces,
son los apretones de la vida los que nos llevan a orar.

¿Practicamos? Cuando tengas una experiencia, buscá a al-


guien que no conoce al Señor y… ¡ministrale vida!

100
11

Ejercicio 9
La intercesión

Oro por vos:


“Señor, te pido por mi hermano lector, dale tu luz. ¡Que sea
bendecido en cada área de su vida con un aumento de Cris-
to como jamás tuvo! Gracias por su vida; te ama. Intercedo
por él y su familia y declaro en tu Nombre el mejor tiempo
de su existencia. En el nombre de Jesús. Amén”.

1. Interceder es que Él me diga por quién y qué


Una de las maneras de aumentar a Cristo en nosotros es
intercediendo por otros. ¿Qué significa interceder?
Una imagen que arroja luz es la de “ponerse de pie en la bre-
cha”. Es decir que un intercesor tiene una actitud de guerra,
de soldado. La brecha era un hueco que se abría en un muro;
allí algo estaba destruido y había una abertura. Muchos la-
drones hacían un hueco en el muro para dejarlo debilitado.
El rey enviaba a alguien de su entorno para ver el muro y, si
veían una brecha, colocaban a un soldado a cuidarla. ¡Era
un intercesor!
Ahora bien, no debemos ponernos de pie a “cuidar” a quien
nosotros queramos, o a quien nos pida oración. Debemos
pedirle al Rey, es decir al Señor, que nos revele en nuestro
corazón por qué personas orar. Yo no voy con mi lista, sino

101
Comunión Diaria

que permito que Dios me dé “Su” lista. Miro hacia mi cora-


zón y surgen nombres, por los cuales empiezo a orar.

¿Y qué intercedo por ellos? Dios también me tiene que decir


por qué temas orar. Es decir, no voy yo con una lista de nom-
bres y peticiones, sino que le pregunto a Él.

Romanos 8:34 declara que “Él intercede por nosotros”. Ve-


mos que Cristo intercede por nosotros para que seamos glo-
rificados; así nosotros debemos interceder por quienes Dios
nos indique.

En Efesios 6:18-19 dice: “... velando en ello con toda perse-


verancia y súplica por todos los santos; y por mí”. Aquí el
apóstol nos anima a que, con perseverancia, oremos por los
santos. Nuestras oraciones no deben ser iniciadas por noso-
tros, sino por Dios. Dios debe poner la carga en nosotros de
por quién interceder y por qué asunto interceder. Es decir,
que Dios inicia nuestra propia oración para nosotros. En-
tonces, oramos a Él y recibimos la respuesta.

Dice Ezequiel 22:30: “Y busqué entre ellos hombre que hi-


ciese vallado y que se pusiese en la brecha delante de mí, a
favor de la tierra, para que yo no la destruyese; y no lo hallé”.
Aquí habla de que Dios quería bendecir al pueblo, pero al-
guien debía colocarse en la brecha del muro y no encontró a
nadie para que se interpusiese entre el cielo y la Tierra.

102
La práctica de la intimidad profunda con Dios

Es decir, no encontró a nadie que buscase el corazón de Dios


para recibir el motivo de intercesión.

¿Sabías que los avivamientos de Charles Finney se produ-


cían porque él tenía un intercesor llamado Daniel Nash? Él
llegaba a las ciudades dos semanas antes para orar y cla-
mar. Su biografía relata que, cuando él murió, se acabaron
los avivamientos. ¡Qué poderoso es interceder por otros!
El ejemplo más claro se encuentra en Génesis 18 cuando
Abraham empezó a interceder por Sodoma y así liberó a
Lot. Pero no fue de Abraham de quien partió esta interce-
sión, sino que Dios le mostró que debía interceder para traer
la liberación. Vemos cómo Dios deseaba salvar a Lot, pero Él
no lo hizo hasta que Abraham intercedió por él. Dios puso
la carga de intercesión en Abraham para entonces traer Él
la respuesta.

Dijo Charles Spurgeon: “No fuiste salvo para que te vayas


al cielo sino para que lleves a otras personas contigo allí”.

2. Ejemplo
Le decimos disfrutando de Él:
“Señor, decime por quién interceder y por qué temas”.
Y esperás. Inmediatamente notarás que surgen nombres,
tareas, incluso personas que no conocés o cosas que jamás
habrías pedido, o por las que no habrías intercedido. Em-
pezamos a fluir:

103
Comunión Diaria

“Señor, te pido por Esteban… dale un aumento de finan-


zas... Señor, viene a mi espíritu tal persona, te pido que acla-
res su visión”.

Y mientras estamos fluyendo, notamos un aumento del fluir


de la vida de Dios. Es cuando fluimos así, que recibimos
respuestas y tocamos el corazón de Dios. Cuando dejemos
nuestros conceptos y nos volvamos al Señor, disfrutando de
Él en comunión, Dios pondrá Su corazón en nuestro cora-
zón, nos mostrará Su deseo y nos empujará a orar. Seremos
llenos de Él y fluiremos en Él, y Él en nosotros.

¿Qué te parece si le pedimos al Señor ahora que coloque en


nuestro espíritu nombres y circunstancias, y oramos por
ellos? ¿Lo hacemos?

Puede ocurrir que el Señor nos despierte a la madrugada


con el nombre de alguien o de alguna situación y ponga
en nuestro espíritu la carga de interceder por esa persona.
A veces, Él nos muestra con claridad qué debemos orar y,
otras veces, nos insta a declarar victoria sobre esa persona y
su situación. No necesariamente debemos decirle: “Estuve
orando por vos”. Sencillamente sucede que nos gozamos al
ver bendiciones en esas personas, o en diversas situaciones
por las que hemos orado, quedando así, tal como sucede en
la intercesión, felices de haber sido parte del mover de Dios
en el anonimato.

104
La práctica de la intimidad profunda con Dios

¡Cuánta similitud tenemos con el Señor que es también un


intercesor eterno que intercede por nosotros a la diestra del
Padre! Cuando intercedemos por alguien, algo se constru-
ye en la vida de aquellos por quienes oramos. Muchas veces
también intercedemos por gente que no conocemos, y lo
hacemos en comunión con Dios hasta sentir que la “carga”
que había en nuestro espíritu por dicha persona ha queda-
do liberada.

3. Interceder por situaciones a nivel mundial


En ocasiones, al mirar televisión o escuchar una noticia,
Dios puede colocar en nosotros la carga de interceder por
esas personas. Dick Eastman cuenta en su libro El amor de
rodillas que, en una oportunidad, viendo la noticia de que
153 niños holandeses habían sido tomados como rehenes
en una escuela primaria en Holanda y amenazaban con eje-
cutarlos, él inmediatamente comenzó a orar. Al hacerlo, vio
como si sus propios hijos estuvieran en ese cuadro e inter-
cedió por ellos. Al tiempo, el pastor oyó que todos los niños
habían sido liberados. Esos 153 niños hoy están con vida y
él fue parte del mover de Dios.

4. Interceder por el viaje y las condiciones climáticas


El capitán de un barco transoceánico cuenta que en una
ocasión su navío se vio envuelto en una densa niebla frente
a la costa de Terranova. Era miércoles por la noche y él había
estado en el puente durante 24 horas, cuando alguien lo

105
Comunión Diaria

sobresaltó golpeando su hombro. Se volvió y vio a uno de


sus pasajeros: George Müller.

“Capitán”, dijo Müller, “debo estar en Quebec el sábado por


la tarde”. “¡Eso es imposible!”, respondió el capitán. Müller
sugirió: “Bajemos a la sala de gráficos y oremos”. El capitán
pensó que tenía un lunático a bordo. “¿Sabes lo densa que es
la niebla?”, preguntó. “No”, fue la respuesta, “mi ojo no está
en la densidad de la niebla, sino en el Dios vivo que controla
todas las circunstancias de mi vida”. Una vez en la sala de
gráficos, George Müller se arrodilló y oró: “Oh Señor, si es
consistente con tu voluntad, por favor elimina esta niebla
en cinco minutos. Conoces el compromiso que me hiciste
en Quebec el sábado. Creo que es tu voluntad”. En cuestión
de minutos la niebla se disipó.

5. Interceder por compañeros de fe


William Carey, el padre de las misiones, fue a la India como
misionero donde sirvió a Dios durante 42 años y, además,
tradujo La Biblia a 26 idiomas. Él tenía una hermana in-
válida a la cual le escribía continuamente desde la India,
dándole un panorama completo de todo lo que iba suce-
diendo allí. Ella, semana tras semana, intercedía por él. En
gran parte, el éxito de William fue por la intercesión de su
hermana.

A nivel personal te comparto que he buscado a varias


personas, en general gente mayor, con muchos años en

106
La práctica de la intimidad profunda con Dios

el Evangelio y a quienes admiro y respeto por continuar


amando al Señor en niveles profundos de comunión, y
siempre les pido que oren por mí, mi familia y el ministerio.
No hay nada más hermoso que orar y buscar intercesores
en personas que aman al Señor y han caminado con Él a lo
largo de muchos años.

William Carey dijo: “No puedo ir a la India de pie, pero


puedo ir a la India de rodillas”.

Cuando intercedemos por alguien, no debemos preocupar-


nos por la respuesta sino disfrutar del Señor. Dios nunca
habló de qué hacer si la oración nunca es respondida; nunca
lo consideró, dado que Él nos prometió: “Todo lo que pidan
en mi nombre, el Padre se los dará”. De allí que no debe-
mos cometer el error de pensar o pronosticar cómo Dios nos
responderá; sino sencillamente disfrutar de su presencia.
Siempre las respuestas de Dios son más grandes, mejores y
más sabias que las oraciones que elevamos.

¿Qué te parece si hacemos un alto aquí y oramos juntos para


que el Señor nos muestre por quién debemos interceder?

Oramos:
“Señor, estamos abiertos a tu hermosa presencia; disfruta-
mos de vos. Pedimos que coloques ahora, en nuestro espíri-
tu, a personas y situaciones por las que debemos interceder.
También que nos des el motivo exacto por el que tenemos

107
Comunión Diaria

que orar. Lo hacemos en tu amor… (comencemos a orar


por los nombres que aparecen ahora en nuestro corazón).
Amén”.

¿Cómo fue la experiencia? La mía fue extraordinaria. Oré


por tres personas y una situación, y por una familia que
perdió a un hijo, viendo hoy la noticia en la televisión.
Dios nunca nos da discernimiento o nos muestra una situa-
ción para que critiquemos a alguien; siempre es para inter-
ceder, aun cuando oremos por alguien y nunca sepamos
como continuó el tema.

6. Interceder por otros que no conocen al Señor es entre-


garlos en sacrificio a Él
Dice Romanos 15:16: “... para ser ministro de Jesucristo a
los gentiles, ministrando el evangelio de Dios, para que los
gentiles le sean ofrenda agradable, santificada por el Espí-
ritu Santo”.

Antes de hablarle a la gente de Dios, el apóstol Pablo le ha-


blaba a Dios de la gente. Él tomaba los nombres de las perso-
nas y los entregaba como sacerdote testamentario en el altar
del Señor. Qué interesante. Nosotros somos sacerdotes del
Nuevo Pacto y, antes de evangelizar o llevar La Palabra, de-
bemos entregarlos en sacrificio y luego ir a ellos para com-
partirles lo que el Señor nos diga.

108
La práctica de la intimidad profunda con Dios

Evangelizar no es una actividad, es una manera de vivir.


No es un método, es vivir a Cristo. ¿Qué te parece si volve-
mos a interceder? ¿Oramos?

“¡Señor Dios, qué lindo tiempo estamos pasando! Gracias


por colocar situaciones y personas en nuestro corazón; pero
en esta ocasión queremos entregar en sacrificio a... (mencio-
ná todos los nombres que ahora vengan a tu corazón). Los
entregamos en sacrificio vivo y declaramos que estarán en
tu Reino, conocerán a Cristo y vivirán la vida del Espíri-
tu. Declaramos, Señor, que están listos para que, cuando
les llevemos tu Palabra, la reciban con gozo y alegría. En el
nombre de Jesús. Amén”.

Cuando nos encontremos con las personas que entregamos


al Señor, hablémosles, compartámosles a Cristo de mane-
ra normal. Permitámonos fluir sin tratar de convencer, ni
debatir, ni discutir, ni enseñar, ni explicar. Sencillamente
hablemos vida y demos a Cristo no como una teoría sino
como una Persona que vive.

En su biografía Dwight L. Moody cuenta que se propuso


predicar el Evangelio a una persona por día. En cierta oca-
sión, después de acostarse, se acordó de que ese día todavía
no le había predicado a nadie. Así que se volvió a vestir y
salió a buscar a alguien a quien hablarle. Cuando miró el
reloj, era medianoche. ¿A dónde podría encontrar a alguien
a esa hora? Las calles estaban desiertas y la única persona

109
Comunión Diaria

que encontró fue un policía que estaba de servicio. “Usted


necesita creer en el Señor”, le dijo. El policía, que estaba de
mal humor, le contestó: “¿No tiene usted otra cosa mejor que
hacer, a esta hora de la noche, que tratar de convencerme
para que crea en Jesús?”. Después de compartir unas bre-
ves palabras con él, Moody regresó a casa, pero el policía
fue conmovido por lo que le había dicho. Días más tarde el
policía fue a visitar a Moody y fue salvo.

Dijo Oswald Smith: “Hablamos acerca de la segunda veni-


da de Cristo cuando la mitad del mundo aún no ha escucha-
do acerca de su primera venida”.

7. Interceder por nuestra familia


¿Cómo te sentirías si en una habitación cercana estuviera el
hombre más lleno del Espíritu intercediendo por vos? Bien,
¿no? Bueno, el Rey de gloria está en su habitación celestial
intercediendo por nosotros las 24 h. ¡Gloria a Dios! Te ama-
mos, Señor.

Cuando oramos por otros, ellos son bendecidos y nosotros


siempre obtenemos más de Él también. La intercesión su-
cede, además, cuando ves a alguien y Dios te muestra que
debes orar por esa persona. No le digas: “Oraré por vos”; en
ese momento declará La Palabra y orá por él. La intercesión
por otros sale con fuego cuando las declaraciones por quien
intercedemos son dichas con amor.

110
La práctica de la intimidad profunda con Dios

No recuerdo dónde lo leí, pero quedó grabado en mí:


“Cuando Dios te muestre interceder por alguien de rodillas
es para que un caído se ponga de pie”. Cómo habría cam-
biado la historia de Job si sus amigos, en vez de discutir con
él y hablar tratando de explicar la enfermedad y las pérdi-
das que había tenido, hubiesen orado por él. Probablemen-
te todo habría cambiado y tendríamos cuarenta capítulos
menos de discusiones.

A Hudson Taylor Dios lo llamó a predicar a China. En su


biografía narra: “Mi querida madre había ido a Liverpool
para despedirse de mí. Nunca voy a olvidar ese día ni cómo
fue conmigo a la cabina (que habría de ser mi hogar durante
seis meses en el barco para ir a la China). Con la mano amo-
rosa de una madre acomodó la cama, se sentó a mi lado y
cantó conmigo el último himno que debíamos cantar juntos
antes de la despedida. Nos arrodillamos y ella oró sabiendo
que nunca más nos íbamos a ver”. La madre ya era una mu-
jer mayor y en esos años no existía Internet. Taylor llegó a la
China y estuvo allí 50 años como misionero. Invirtió cinco
años en traducir el Nuevo Testamento al dialecto chino. A
su muerte en 1905 había 205 estaciones de radio fundadas
por él y unos 899 misioneros. Unos 125.000 chinos se convir-
tieron a Cristo durante su ministerio. ¡Eso es profundidad!
Una mamá con profundidad espiritual siempre tendrá hi-
jos en victoria. ¿Sabés cómo se convirtió Taylor? Él cuenta
que un día estaba aburrido en casa y se sumergió en la bi-
blioteca de su padre. La mamá le dijo a Dios: “Señor, voy

111
Comunión Diaria

a entrar en mi habitación a orar y no voy a salir hasta que


me den la noticia de que mi hijo se entregó a Cristo. Has-
ta que no tenga paz, no salgo”. Mientas ella estaba orando,
Taylor, aburrido, tomó un libro que tenía el padre y lo em-
pezó a leer: La obra perfecta de Cristo. Leyó: “Cristo hizo todo,
Cristo es perfecto, ¿qué vas a hacer?”, y ahí mismo recibió a
Cristo. Su madre, que estaba orando, de pronto se levantó
y dijo: “Ya está”. Cuando se encontró con el hijo, él le contó:
“Mamá, no sabés lo que me pasó”. “Ya sé lo que te pasó por-
que me lo dijo el Señor mientras estaba clamando por vos”,
le respondió.

¿Te gustaría tener esa profundidad del espíritu? Recordá


que este libro que estás leyendo es para ser vivido y experi-
mentado; la comunión es una vivencia. ¿Qué te parece si en
esta aventura que estamos experimentando intercedemos
ahora por nuestras familias? ¿Oramos?

“Señor, ¡gracias! Qué privilegio estar con vos. Pedimos aho-


ra que coloques en nuestro espíritu nombres de familiares
y los motivos por los que debemos orar. Lo hacemos en tu
nombre______ (comencemos a orar por todo lo que venga
ahora a nuestro corazón). Amén”.

Cada vez que oramos por nuestros hijos, por nuestras fa-
milias, les estamos dejando un legado de respuestas de
oración. Ese legado los seguirá todos los días de su vida;

112
La práctica de la intimidad profunda con Dios

cosecharán oraciones que hagamos por ellos en el presente


y en el futuro.

¿Cómo fue tu experiencia en la intercesión? Compartime a


quién Dios colocó en tu corazón para orar. ¿Alguna autori-
dad o nación, alguien que trabaja sirviendo al Señor, algún
enfermo, alguien de tu familia, un desconocido? Qué ma-
ravilloso poder ser parte de bendecir a otros a través de la
oración intercesora.

8. El secreto de los 47
David Livingstone (1813-1873) fue pobre de chico. Trabajaba
doce horas en una fábrica de algodón. A los 25 años quedó
cautivado por un llamado dirigido a médicos misioneros a
China. Es así que se inscribió en la carrera de Medicina y se
recibió de médico. Fue pionero en una misión en el sur de
África; se internó allí adentro para evangelizar y ¡construir
caminos para que otros lo siguieran allí! Unió así su trabajo con
las misiones; descubrió ríos, cataratas, etc. Recorrió 48.000
km de junglas y sabanas en situaciones complicadas, sobre-
vivió a todo tipo de percances, como el ataque de un león
que él mismo relató como si nada. La estrategia era ir a un
pueblo a la vez, ganar conversos, construir una iglesia y
seguir adelante solo cuando esa iglesia estuviera bien esta-
blecida. Estuvo más de veintisiete veces postrado en cama
por fiebres, pero pronto recobraba sus fuerzas y continuaba
explorando. En África central allanó el camino para que

113
Comunión Diaria

nuevos misioneros tuvieran una ruta que les permitiera


adentrarse para llevar el Evangelio.

Una de las historias que más vida me impartió está en su


biografía y cuenta que:

“... cuando David Livingstone comenzó su ministerio allí,


algunas de las tribus nativas se le opusieron. Una tribu gue-
rrera en particular dijo que iban a matarlo a él y a todos en
su grupo. Una tarde, cuando estaban preparando el campa-
mento, se corrió la voz de que estos guerreros lo habían es-
tado rastreando todo el día, estaban fuera del campamento
e iban a atacar y matar a todos cuando oscureciera”.

Estas son las palabras que él escribió en su diario personal


esa noche, el 14 de enero de 1856: “Es de noche. Siento
mucha agitación y miedo ante la perspectiva de que todos
mis planes sean golpeados en la cabeza por salvajes que
están justo afuera del campamento”. Los que estudiaron
su escritura dijeron que incluso se podía ver el miedo en la
forma en que escribió la carta. Él escribió también: “Pero
Jesús dijo: ‘Todo el poder me es dado en el cielo y en la tierra,
y he aquí, yo estoy contigo siempre, hasta los confines de
la tierra’. Esta es la palabra de un caballero del honor más
estricto y sagrado, así que ese es el final de mi miedo. Ahora
me siento tranquilo y calmado”. Incluso la escritura de su
carta era recta ahora. No atacaron esa noche. Más tarde, la
tribu fue traída a la fe en Cristo. Un par de años después,

114
La práctica de la intimidad profunda con Dios

Livingstone le preguntó al jefe de la tribu: “¿Recuerdas la


noche en que estabas siguiendo mi rastro?”. “Sí”. “Habíamos
escuchado rumores de que nos ibas a atacar”. El jefe dijo:
“Así es, estábamos listos para atacar el campamento esa
noche y matarte a ti y a todos los demás”. Livingstone quiso
saber: “¿Por qué no atacaste?”. El jefe respondió: “Cuando
nos acercamos al campamento, miramos y vimos a 47
guerreros que lo rodeaban con espadas en sus manos”. Él
estaba desconcertado, pues no tenía guardias ni guerreros.

Más tarde, cuando estaba de baja en Escocia, compartió esta


historia en una iglesia que lo apoyaba. Un hombre se le acer-
có después con su diario de oración. Él le comentó: “Mira,
lo escribí el 14 de enero de 1856, ¿fue esa la noche?”. Livings-
tone dijo: “Sí”. El hombre agregó: “Esa noche un grupo de
hombres vino a orar por ti. Oramos por tu protección. Lo
escribí. Había 47 personas orando esa noche por ti”.
¿A quién trae Dios ahora a tu corazón para interceder?

9. Algunos de mis hábitos de comunión diaria en la


oración
• Antes de levantarme de la cama, lo primero es invocarlo,
saludarlo y declarar su grandeza.

• No repito mi oración nunca. Cada una es fresca y sale de


lo profundo de mi corazón.

115
Comunión Diaria

• En cada encuentro, solo disfrutarlo a Él. No estoy pen-


diente de “qué me dará” o de “darle mi lista de preocupacio-
nes”; solo estar con Él y disfrutarlo es mi recompensa.

Orar bajo la intimidad con Él para disfrutarlo destruye la


relación de trueque, de “dame y dame”, para entrar así en
aguas profundas de experiencias hermosas con Él. Orar no
es hablar, sino abrirme a Él para que Él me llene. Como sé
que no puedo hacer nada solo, me abro a Él para que Él lo
haga a través de mí. Cuando ores, recordá que lo más im-
portante no son las palabras sino disfrutarlo a Él.

• Cuando en mi espíritu percibo orar por algo o por al-


guien, inmediatamente le digo que Él me guíe a cómo hacer
esa intercesión.

• A lo largo del día lo invoco una y otra vez y descanso en


que Él me guía con su mano en todo. La oración a lo largo
del día es la mejor; eso es vivir en “el espíritu de la oración”.

• Le pido constantemente: “Señor, expresate vos a través


de mí, hablá vos, actuá vos”. Me gusta recordar que sin Él
no puedo hacer nada. De allí que la oración de intimidad lo
sea todo.
Vos, ¿qué hábitos tenés? Si te sirven los míos, te los regalo.

Hace muchos años, si alguien me pedía un consejo sobre


“cómo ser un buen líder”, le compartía siete puntos; y si

116
La práctica de la intimidad profunda con Dios

alguien me preguntaba “cómo ser un buen esposo”, le daba


cuatro consejos. Pero, aunque eso no está mal, hoy cambié
mis prioridades y respondo: “Tener comunión diaria con
Él, disfrutarlo, es lo más valioso. Lo demás te lo dará Él”.

Dicen que, cuando Teresa de Ávila se preparaba para al-


canzar el éxito de construir el orfanatorio de sus sueños,
algunas personas le preguntaron: “¿Cómo espera usted
conseguir eso teniendo apenas tres chelines?” (muy poco
dinero). “Con tres chelines, no existe nada que yo pueda
hacer. Pero, con Dios y tres chelines, no hay nada que yo no
pueda hacer”.

• Cuando estemos orando por algo o alguien y sintamos re-


chazo o malestar y le pidamos al Señor una respuesta, casi
siempre escucharemos ¡que Dios nos confirma ese males-
tar! Pero ahora decimos: “Dios me mostró y me confirmó”.
Por ejemplo, yo me siento mal en un lugar y le pido a Dios
una confirmación: recibir varios “¡sí, andate!”. Hemos visto
que muchas personas lo hacen con una gran convicción de
que Dios les habló cuando, en realidad, fueron sus emocio-
nes profundas. Por eso, cuando tengamos un malestar por
algo o alguien, oremos por ese malestar en nosotros y el
aumento de Cristo al punto que no nos afecte. Cuando eso
se disuelva, podremos ser guiados sin ser engañados por
nuestra alma.

117
Comunión Diaria

• Al comenzar a orar, darse un tiempo de silencio para po-


ner la mente en el espíritu y hablar pocas palabras. Hablar
mucho y rápido, muchas veces, hace que solo se active el
alma.

• Cuando una oración no recibe respuesta en lo individual


es porque la respuesta Dios la reservó al hacer la misma
oración en el cuerpo. Muchas de las oraciones que hacemos
en el cuerpo reciben su respuesta en él cada día.

-Mi comunión con Él es lo más importante en mi vida. De


a poco, fui introduciendo estos hábitos y disfruto del au-
mento de Cristo en mí. A medida que uno disfruta de Él, se
produce un aumento de búsqueda.

¡A practicar!

118
12

Ejercicio 10
Contemplar
Su hermosura

Hola de nuevo, querido lector. Estamos disfrutando juntos


este magnífico recorrido. ¿Te cuento una anécdota?

En una oportunidad alguien estaba orando y dijo: “Señor,


quiero ver tu hermosura, muéstrame tu luz”. El Señor in-
mediatamente abrió la puerta y preguntó: “¿Quién está
ahí?”. El hombre respondió: “Soy yo, Señor”. Y Dios le cerró
la puerta. El hombre le gritó: “¡Señor, muéstrame tu her-
mosura, muéstrame tu luz!”. Dios volvió a abrir la puerta y
le dijo: “¿Quién eres? ¿Quién está ahí?”. Y él contestó: “Soy
yo”, sin embargo, volvió a cerrarle la puerta. Al final volvió a
suceder lo mismo. Cuando Dios abrió la puerta y preguntó
quién estaba ahí, él le dijo: “Solo Tú, Señor”. Entonces, la luz
y la hermosura entraron en él.

Dice 2 Corintios 3:18:


“Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta
como en un espejo la gloria del Señor, somos transforma-
dos de gloria en gloria en la misma imagen, como por el
Espíritu del Señor”.

119
Comunión Diaria

Pablo nos está enseñando una nueva manera de tener in-


timidad con el Señor que consiste en mirarlo a cara des-
cubierta, mirarlo a Él, contemplar la gloria del Señor. Esta
experiencia de ver es tan poderosa que lo que vemos nos
transforma. En cada encuentro en el que le decimos: “Señor,
quiero ver tu hermosura”, un velo es quitado y una expe-
riencia mayor que la anterior, más maravillosa, tiene lugar
en nosotros.

Este mirar no es el mirar físico. Jesús mismo expresó: “Tie-


nen ojos, pero no ven; oídos, pero no oyen”. Es un ver del es-
píritu. Tampoco es emocional, pues no es una emoción del
alma. Tampoco es algo razonado de nuestro intelecto. Es el
momento en el que la belleza se hace luz en nuestro espíritu.
Los hombres de Dios tuvieron las mismas experiencias de
intimidad con su belleza. Leemos en Juan 1:14: “Hemos vis-
to su gloria, gloria como la del único, del Padre”. No dice
que la escucharon ni la pensaron, sino que la vieron. De ahí
que Jesús le diga a Felipe en Juan 14:9: “¿Tanto tiempo que
estoy con ustedes y todavía no me conocen?”.

Tomás de Aquino dejó repentinamente de escribir cerca del


fin de su vida. Cuando su auxiliar reclamó que su obra es-
taba incompleta, Tomás respondió: “Hermano Reginaldo,
cuando yo estaba en oración hace algunos meses, experi-
menté algo de la realidad de Jesucristo. En aquel día perdí
todo el apetito por escribir. En verdad, todo lo que escribí
sobre Cristo me parece ahora como hojarasca”.

120
La práctica de la intimidad profunda con Dios

Este ver es lo que genera transformación. Dice 2 Corintios


4:4 que el enemigo no quiere que la luz del Evangelio res-
plandezca en quienes no lo conocen. Él sabe que ver algo de
la hermosura de la gloria del Señor alcanza para transfor-
mar toda una vida.

El apóstol Pablo nos enseña este ejercicio de intimidad con


el Señor en Efesios 1:18. Allí expresa que “Él alumbre los
ojos de nuestros corazones”. Es decir, ¡que el corazón tiene
ojos! El profeta Isaías dice en Isaías 6 que, cuando el rey
Usías murió, “vio al Señor”.

¿Qué es una persona rutinaria, repetitiva, aburrida en las


cosas de Dios? Alguien a quien la familiaridad ha captura-
do su alma y apagado su espíritu porque dejó de ver algo
nuevo del Señor cada día.

1. Dios levanta gente que “ve” para mostrarles algo a los


que no ven
Cuántas veces he oido, desde que empezamos a compartir
el poder de la invocación, de respirar La Palabra, de estar en
silencio, y todos los ejercicios (muchos de ellos que he com-
partido) a muchas personas preguntar: “¿Invocar? ¿De dón-
de salió eso?”. E inmediatamente las fortalezas de la mente,
y aun el desconocimiento de La Palabra, de la cantidad de
fundamento bíblico para cada experiencia, les hacían ce-
rrarse. Sin embargo, discípulos, líderes, al experimentar la
comunión diaria, decían: “Gané a mis padres, a mis hijos, a

121
Comunión Diaria

mis hermanos”. Tenemos aquí en Presencia gente que ganó


hasta 16 familiares para Cristo. ¡Gloria a Dios! Lo que para
unos eran tinieblas, para otros era ver la hermosura del Se-
ñor. Dios levanta muchas veces a personas que viven la glo-
ria del Señor para sacudir y empujar y demostrar que eso
es para todos.

2. Adorar con los ojos


Cada vez que hablamos de lo que vemos, los ojos deben ver
lo que estamos diciendo. Nosotros somos buscadores de Su
belleza. Queremos ver en nuestro espíritu algo de la gloria
del Señor. A fin de cuentas, la visión de Isaías y la de Apo-
calipsis nos anticipan que diremos: “Santo, Santo, Santo”
por la eternidad. Cada vez que lo invocamos, algo de Él se
nos revela. Y ese impacto nos asombra tanto que volvemos
a decirle: “Santo, Santo, Santo”; para nuevamente Dios mos-
trar algo de su hermosura y entonces nuevamente nosotros
responder: “Santo, Santo, Santo”.

El salmista vio al Señor montado en las nubes como si fueran


su carro. El profeta Isaías vio al Santo con una túnica y su gloria
llenaba el templo. Ezequiel vio los cielos abiertos y el Señor se le
apareció brillando como un arco iris. El profeta Daniel vio al Se-
ñor deslumbrar como una joya y su rostro brilló como un rayo.
Habacuc vio destellos de rayos de luz brillante de las manos del
Señor. Saulo vio al Señor como la luz del cielo que brillaba a su
alrededor. El apóstol Juan vio al Cristo resucitado en una larga
túnica con el pelo blanco y el rostro resplandeciente como el sol.

122
La práctica de la intimidad profunda con Dios

¡Wow! Y ahora… ¡nos toca a nosotros!

3. Al respirar La Palabra, hacerlo con los ojos


Cuando leemos una Palabra y la oramos o repetimos lenta-
mente, la respiramos, debemos pedirle al Señor verlo a Él,
dado que La Palabra no es una frase de conocimiento sino
que es Cristo mismo.

En Efesios 3:4 hay algo interesante en el idioma griego. Lite-


ralmente dice que los que leen “perciban Su percepción”. Es
decir, que los está invitando a que vean lo que Pablo les está
escribiendo. ¡Qué extraordinario! Sé que quizás te pueda
parecer un poco místico, quizás digas: “No entiendo”. No
importa. No se trata de entender, sino del anhelo de verlo
a Él.

George Müller dijo: “Percibí, más claramente que nunca,


que la más importante y primera actividad que debía obser-
var cada día era alegrar mi alma en el Señor”.

4. Ver su hermosura en las situaciones y en las cosas


La gloria de Él y Su hermosura no están solamente en la
adoración y en Su Palabra, sino también en nuestras cir-
cunstancias. No porque las circunstancias sean agradables
en sí, ya que no buscamos el aspecto positivo de lo que nos
está sucediendo, sino porque lo buscamos a Él en medio de
lo que estamos viviendo.

123
Comunión Diaria

¿Te acordás de un ejercicio que hicimos antes? En la intro-


ducción de este libro te pedí que miraras a tu alrededor y te
tomaras tiempo para ver la presencia del Señor. ¿Lo hace-
mos de nuevo?

Oramos:
“Señor, queremos ver tu hermosura. ¡Mostranos algo de tu
belleza!”.

Esta experiencia de ver la hermosura del Señor trae un de-


leite, un gustar y ver la gloria de Él. Son algunos destellos
a los cuales tenemos acceso por la obra perfecta de Cristo
en la cruz a nuestro favor. ¡Qué privilegio! Cada vez que lo
contemplamos, que contemplamos su gloria, nuestra vida
se vuelve gloriosa; cada vez que vemos la hermosura de
Él, nuestra vida se vuelve hermosa; cada vez que vemos su
alegría, nuestra vida se vuelve feliz. Todo lo que vemos de
Él se nos añade.

Fanny Crosby, un compositor cristiano ciego desde niño,


escribió más de 5.000 canciones para celebrar la gloria del
Señor. ¿Cómo? Si no veía. Es que nunca se trató de ver con
los sentidos, sino con el espíritu. Este ver es una gracia del
Señor. No es por esfuerzo, no es un ejercicio de relajación
donde respiro despacito y relajo los músculos. No. Tampoco
es un esfuerzo cognitivo, ni entrar en ansiedad. Es el anhelo
del corazón de decirle: “Señor, una cosa te pido y esta

124
La práctica de la intimidad profunda con Dios

buscaré: contemplar tu hermosura e investigar de ella en


mi espíritu”.

¿Se lo decimos juntos?

Esa fue la experiencia de los apóstoles. Leemos en 1 Juan


1:14: “Hemos visto su gloria”. Cada vez que lo buscamos a Él
para verlo, el velo cae, algo hermoso sucede y eso que vemos
de Él nos transforma a su propia hermosura.

Me gusta como expresa Witness Lee lo que le repetía


Watchman Nee a él: “Si lo ves, lo ves; si no lo ves, no lo
ves”. Qué cantidad de personas he visto, a lo largo de estos
casi 40 años de servir al Señor, que oyeron predicaciones,
participaron en congresos, estuvieron en reuniones, vieron
milagros y, a pesar de la hermosura manifiesta, no vieron
absolutamente nada. Quedaron indiferentes mirando
su reloj para ver a qué hora podrían llegar más temprano
a casa. Recorrer tantos países del mundo y ver esto debe
alertarnos acerca de este peligro, porque lo único que nos
va a mantener frescos y vivos es nuestra comunión diaria
con Él.

5. Perdernos de ver la hermosura del Señor nos hizo ver


en el alma
Muchas personas ven demonios, serpientes voladoras, sa-
pos que saltan, etc. He escuchado y recibido, como “voz de
Dios”, innumerables visiones de lo más inverosímiles que

125
Comunión Diaria

puedan existir. Deben ser desechadas. Nuestro llamado


no es a tener una experiencia en el alma, producto de una
emoción profunda, conflicto o trauma. Tampoco es senci-
llamente querer llamar la atención. Deben ser experiencias
vivas con la hermosura del Señor. Cómo me alegro y gozo
cuando veo a alguien leyendo, adorando, experimentando
la comunión diaria con el Señor y esa persona me comparte
lo que ha visto de Él, la experiencia que ha tenido de Él y
con Él. Son experiencias hermosas, profundas, no del alma,
no de una emoción o para llamar la atención; sino más bien
una conmoción profunda en su ser y una alegría indescrip-
tible por seguir buscando más de Él y hablar más de Él.

Me gusta sobremanera esta palabra: “transformados”. No


se trata de un cambio, pues el cambio puede perderse; la
transformación es algo que produce una nueva dimensión.
¿No es acaso que la Tierra está esperando la manifestación
gloriosa de los hijos de Dios? (Romanos 8:19-21). ¿No será
esta la expresión de la gloria, la hermosura que hemos visto
antes? En este momento… ¿oramos juntos?

“Señor, abre mis ojos para que pueda


contemplar las maravillas de tu ley”.

Dice el Salmo 107:23-24: “Los que descienden al mar en na-


ves, y hacen negocio en las muchas aguas, ellos han visto
las obras de Jehová, y sus maravillas en las profundidades”.

126
La práctica de la intimidad profunda con Dios

Los ejercicios significan sencillamente estar con Jesucristo.


Ese es el objetivo: vivirlo a Él. Cuando las personas de hoy
hablan de “experiencias espirituales”, casi siempre tienen
que ver con “lo que sentí”, “lo que me pasó”, como si eso
fuese el centro de una gran experiencia. Sin embargo, la
experiencia de comunión con Él, se centra en Él, lo que vi-
mos, lo que experimentamos de Él. Y eso es tan glorioso que
nosotros y lo que sentimos se desvanece en nuestro relato
y nuestra percepción, aunque disfrutemos profundamente
de la transformación que recibimos.

Cuentan la historia de un periodista que le preguntó a la


Madre Teresa qué es lo que ella hablaba en sus oraciones.
Ella le respondió: “Yo no hablo nada”. Y el periodista, en-
tonces, quiso saber: “Está bien. Pero entonces, ¿qué le dice
Dios?”. “Dios no me dice nada. La oración no tiene nada
que ver con palabras”. Tal vez previendo que había queda-
do duda, ella agregó: “Si usted no entiende eso, yo no seré
capaz de explicarle”. El Salmo 46:10 declara: “Estad quietos,
y conoced que yo soy Dios; seré exaltado entre las naciones;
enaltecido seré en la tierra”.

Madame Guyon dijo: “No busque nada de Dios durante


estos momentos quietos, a no ser amarlo y agradarlo. Dios
será su propia recompensa”.

127
Comunión Diaria

Mi único objetivo es que, al terminar de experimentar todo


lo que está escrito en este libro, puedas decir de corazón:
“No hay nada más importante que su presencia y mi única
pasión es buscarlo cada día más”.

6. Mirar atentamente
Querido amigo, debo compartirte que, cuando escuchaba
acerca de “contemplar”, la primera imagen que venía a mi
mente era la de alguien sentado en posición de loto, quieto
y en silencio todo el día. También me venía la imagen de
personas a las que no les gusta hacer nada y, por eso, viven
“contemplando”. Y también lo relacionaba con innumera-
bles personas que “veían y veían y veían” el cielo, el infier-
no, la ultratumba, los ángeles, etc. etc. etc. Pero tengo una
buena noticia: ¡nada de eso es contemplar en el espíritu!

Contemplar es una mirada cuidadosa, detenida, atenta. Es


decir, no es un ver “así nomás”, sino que uno queda atrapa-
do por aquello que observa. Como le sucedió a María que se
sentó a los pies del Señor, para contemplarlo en lo que decía,
para luego ir a derramar su perfume. Una contemplación
que nos mueve luego. ¡Nos transforma!

No es un mirar que nos detiene sino un mirar que nos de-


tiene en el momento de la contemplación… ¡para luego mo-
vernos a servirlo, a amarlo! No es huir del mundo sino traer
al mundo algo de la belleza de nuestro Señor.

128
La práctica de la intimidad profunda con Dios

Contemplar es conocer por comunión algo de Su belleza.


Cuando “lo vemos”, hay pocas palabras nuestras, poco pen-
samiento y análisis, y mucha admiración, mucho asombro,
mucho placer. Y en ese mirar hay un “conocimiento nuevo”
de Su hermosura que se nos recuerda, o algo nuevo que se
nos agrega y eso nos transforma.

Recordemos que una visión es algo que nos fascina, apa-


siona, cautiva; mientras que el conocimiento es algo que
tenemos que recordar, pensar o saber.

7. ¿Cómo lo hacemos prácticamente?


a. Ver la naturaleza
Una noche, salí a mirar el cielo, las estrellas, a contemplar la
creación. Tomate tu tiempo para ver y recorré todo el cielo,
su color, su inmensidad… recordando que fue un regalo
para nosotros. ¡Verás algo de la hermosura del Señor allí!
Así, en silencio, sin decir nada, solo ser absorbido por Su
presencia. Dijo Martín Lutero: “Dios no escribió el Evange-
lio solamente en La Biblia, sino en los árboles, las flores, las
nubes y las estrellas”.

Dios encerró a todos los seres humanos en el gran libro lla-


mado naturaleza para que todos sin excepción podamos
contemplar su belleza siempre.

En tu próximo viaje separá una tarde para observar extasia-


do un cuadro hermoso de la naturaleza. Date tiempo, mirá

129
Comunión Diaria

con detenimiento cada planta, cada montaña, y recorré ese


paisaje varias veces. ¡Allí verás Su gloria! El cielo, las monta-
ñas, el mar, los árboles, las flores; todo nos dice algo. Dejate
llevar por Su hermosura. Esa belleza de lo que vemos es un
reflejo de Su belleza como Creador. Decía Jules Renard: “En
la tierra no hay cielo, pero hay partes de él”.

Muchas veces sucede, luego de contemplar un tiempo, que


Dios nos trae alguna meditación. Así le sucedía a David, ¡el
contemplador por excelencia!

El Salmo 8:3 dice:


“Cuando veo tus cielos, obra de tus dedos, la luna y las es-
trellas que Tú has establecido, digo: ‘¿Qué es el hombre?’”.
El veía a Dios en la naturaleza y, al contemplarla, veía la
gloria del Señor. “Los cielos cuentan la gloria de Dios…”
(Salmo 19:1). Y la finura del artesano, puesto que son “obras
de tus dedos” (Salmo 8:3).
Thomas Browne dijo en 1635: “La naturaleza es el arte de
Dios”.

Te pido que hoy o mañana salgas a ver a tu alrededor y dis-


frutar de la experiencia. ¡Date tiempo para hacerlo! Recor-
dá que con los sentidos vemos el paisaje; ¡y con el espíritu
nuestro al Creador!

130
La práctica de la intimidad profunda con Dios

Dice Ap.4:11:
“Digno eres, Señor y Dios nuestro, de recibir la gloria y el
honor y el poder, porque Tú creaste todas las cosas, y por tu
voluntad existen y fueron creadas”.
¿Practicamos?

b. Ver un pasaje bíblico


Miguel Ángel vio, en una de las calles de cierto barrio de su
ciudad, un bloque de mármol tirado como si fuera basura. Y
exclamó: “¡Ahí está un ángel!”. Nadie había visto eso. Todos
habían visto un pedazo de mármol sin utilidad. El artista
llevó el mármol a su taller, lo trabajó y, en poco tiempo, ha-
bía “retirado” su ángel del mármol.

Tomar un pasaje y meditarlo lentamente es “verlo en el es-


píritu”. Así empezamos a ver lo que está allí puesto en pa-
labras. El Espíritu producirá imágenes de aquello que otros
vieron y nos dejaron en Las Escrituras para que también
nosotros podamos verlo como ellos. ¡Qué bendición ver lo
que ellos vieron! Y aún más, dado que tenemos todas sus
visiones en La Biblia.

Leer La Palabra y ver… ¡qué gloriosa experiencia! Eso trae


un aumento de leer más y más. Al contemplar La Palabra
quedamos fascinados. Eso hace que volvamos al texto una
y otra vez… ¡y volver a ver Su gloria!

Si leo y no veo, sufriré una gran pérdida.

131
Comunión Diaria

Cuando lo vemos a Él, dejamos de ver todo lo demás.


Qué bueno cuando contamos La Palabra de tal manera que
quien nos oye ve. Ve en su espíritu la gloria y la hermosura
del Señor. Mi hablar es tomado por el Espíritu para tradu-
cirlo en “imágenes” de Su gloria en quien lo oye. No es un
ver al vacío sino un ver de La Palabra para poder admirar
Su amor, Su paz, Su gozo, Su poder, etc.

Un predicador en el siglo XVII predicó un sermón titulado


“Pecadores en las manos de un Dios enojado”. Mientras pre-
dicaba, la gente se sostenía en sus bancos, por miedo de caer
en el infierno, ¡por reflejarse en sus pecados! Sin embargo,
deseamos que Dios nos levante para poder transmitir Su
gloria de tal manera que la gente con gozo lo pueda tocar.
¿Qué te parece si tomamos un pasaje y le pedimos al Señor
que nos dé una visión? Al leer La Palabra debemos “soltar-
nos” a que el Espíritu construya en nosotros las imágenes
de lo que allí está. ¿Lo hacemos?

Te dejo estos dos pasajes de Isaías:


“He aquí que en las palmas de las manos te tengo esculpida;
delante de mí están siempre tus muros” (Is. 49:16).

“Porque yo soy el Señor tu Dios, que sostiene tu diestra, que


te dice: ‘No temas, yo te ayudaré’” (Is. 41:13).

132
La práctica de la intimidad profunda con Dios

c. Verlo en la quietud
En la oración de contemplación nos olvidamos de nosotros
mismos. Este “deshacerse del yo”, olvidarse de uno, permite
que Él nos llene. Solo después de cierto tiempo de esa ex-
periencia, volvemos a nosotros para decir: “¡Me muero, he
visto al Señor!”, como les sucedió a Isaías y al apóstol Juan,
entre otros muchos. Estate en silencio... quieto... Solo estar
con Él en quietud, sin pedirle nada, sin interrupción, sin
distracción trae un aumento de vida Zoe, aun cuando sea
solo por unos minutos. Y le decimos: “Señor, mostrame tu
hermosura una vez más”.

No buscamos nada para nosotros mismos. Toda nuestra


atención estará sobre Él.

Le pedimos al Señor que nos muestre algo de Su gloria, pero


no depende de nosotros. Él por Su gracia puede conceder-
nos una visión mientras oramos, adoramos o estamos ha-
ciendo otra cosa. Cuando esto sucede nos olvidamos del
tiempo, del espacio, de alrededor, ¡porque entramos en la
dimensión de lo eterno! Esta experiencia es rodeada de paz
y quietud. No es un mover emocional sino un mirar la luz
de su gloria. Como la plata que pasa por el fuego y es pu-
rificada hasta que refleja la imagen del orfebre que la está
trabajando.

133
Comunión Diaria

Es por eso que “ver Su hermosura” es la experiencia en el es-


píritu más difícil de describir o explicar y la más “mística”,
dado que nuestra vida queda inundada por Su luz.

Dan Rather le preguntó a la madre Teresa de Calcuta: “¿Qué


le dices a Dios cuando oras?”. La Madre Teresa respondió
suavemente: “Escucho”. Sorprendido, Dan reiteró: “Pues
bien, ¿y qué te dice Dios?”. Ella sonrió y le dijo: “Él escucha”.
¿Tuviste alguna vez una visión de Él? ¿Una imagen que lle-
nó tu ser? Yo tuve y tengo; le pido cada día que me muestre
algo más de Él.

A veces sucede como una “foto”; otras veces, como una


“chispa” de rápido; y otras veces, como observar un “cua-
dro”. Más allá de eso, siempre Su hermosura produce en
nosotros transformación y un refresco de Él en nosotros.
Esta imagen, no es provocada ni por nuestra imaginación,
ni por nuestro esfuerzo, ni por relajación.
Puede suceder mientras oramos, adoramos en quietud o en
cualquier momento haciendo otra tarea.
Solo el anhelo nuestro hace que Él se nos muestre, cuando
Él así lo desea.

Ver algo de Su gloria son los tesoros de los que habla Isaías
en el cap. 45:3 cuando dice: “Te daré los tesoros escondidos,
y las riquezas encubiertas, para que sepas que yo soy el Se-
ñor, el Dios de Israel, que te llama por tu nombre”.

134
La práctica de la intimidad profunda con Dios

¿Oramos?
“Señor, te queremos pedir una visión de tu hermosura, que-
remos contemplarte y adorarte. ¡Pedimos que cada día te
nos reveles! Amén y amén.

¡A practicar!

135
13

Terminando
para empezar

¡Llegamos al final! ¡Qué bueno fue realizar juntos este reco-


rrido por el río de Dios!

Sé que hiciste los ejercicios y experimentaste un aumento


de Cristo. Te comparto lo que estoy viviendo para compro-
bar si es lo mismo que te sucedió a vos:

Hemos experimentado...
• Que cuando le compartimos a Él todo lo que hacemos y
lo involucramos en el diario vivir, resulta la manera más
plena de experimentar a “Cristo en nosotros”.
• Que comunión es el mutuo disfrute de Él en mí y yo en Él.
• Que un día sin comunión es un día perdido.
• Que deberíamos ver el rostro de Dios cada mañana antes
de ver el rostro de otros.

Me gusta como lo dice John Bunyan (1628-1688): “El que


anda huyendo de Dios en la mañana, casi nunca lo encuen-
tra durante el resto del día”.

137
Comunión Diaria

También hemos descubierto...


• Que cuando estamos en comunión con Él, ya estamos en
el lugar secreto y ya se encuentra lista la recompensa en
público.
• Que cuando nos cuesta tener comunión con Él, aún no he-
mos entrado en el disfrute mutuo y que cuando lo vivamos,
la comunión con Él será nuestro máximo deseo.
• Que la comunión con Él no es lo principal en la vida cris-
tiana. ¡Es lo único!
• Que, si mantenemos nuestra comunión diaria con el Se-
ñor, cada vez que miremos hacia atrás, al presente o al futu-
ro, sentiremos paz por lo vivido con Él.
• Que comunión es experimentarlo a Él cuando camina-
mos, trabajamos, nos divertimos.

También hemos comprobado...


• Que orar sin verlo a Él es sencillamente un hablar sin sen-
tido y una pérdida de tiempo.
• Que nada es demasiado grande para que Él no pueda in-
tervenir, ni nada tan pequeño que no le interese. Una señora
vino al gran predicador del siglo pasado Campbell Morgan
y le dijo: “Solo llevo las grandes cosas a Dios. No le llevo las
pequeñas cosas”. Él la miró y le respondió: “Señora, cual-
quier cosa que le lleve a Dios es pequeña”.
• Que en la oración las cosas pueden o no cambiar, pero
siempre, siempre, Cristo aumenta en nosotros y somos
transformados.

138
La práctica de la intimidad profunda con Dios

• Que siempre que tenemos comunión diaria con Él, somos


fuertes en la vida y tenemos paz.

También hemos apreciado...


• Que no se trata de lo que yo puedo hacer por Dios, sino de
lo que Dios puede hacer en mí y a través de mí si lo adoro.
• Que un líder sin comunión no es un líder; es un
sepulturero.
• Que “el que vive una vida sin oración vive sin Dios en el
mundo” (Jonathan Edwards).
• Que “ese santo que avanza de rodillas nunca se retira”
(Jim Elliot).
• Que “vivo en el espíritu de la oración. Oro mientras cami-
no, cuando me acuesto y cuando me levanto. Y las respues-
tas siempre están llegando” (George Müller).
• Que “la oración es el encuentro de la sed de Dios y de la
sed del hombre” (san Agustín).
• Que la comunión no es un acto al estilo de una ficha para
sacar una gaseosa de una máquina, ni un medio de trans-
porte que tomamos cuando queremos ir a un lugar, ni un
medicamento que ingerimos cuando estamos enfermos, ni
una teoría de cómo manejar a Dios para que haga lo que
queremos; comunión es un mutuo disfrute y nosotros lo
amamos porque Él nos amó primero.

Al comienzo de nuestra recorrida te hablé del río de


Ezequiel; de los niveles que él vio cuando el río tocaba la
planta de sus pies, luego sus tobillos, luego sus rodillas y

139
Comunión Diaria

más tarde su cintura, para finalmente entrar en la profun-


didad de su presencia.

En lo profundo el Señor siempre responde de manera pro-


funda; nos encontraremos con otros hombres y mujeres de
Dios que nadan en lo profundo. Dios le dijo al profeta que
“entrara” en lo profundo, pero nunca le dijo que “se saliera”
del río.

Me ministra vida la manera en que lo dice A. Dixon: “Cuan-


do nadamos en lo profundo de la comunión con Él es como
un iceberg: un poco se deja ver a otros, pero la grandeza
siempre está escondida a los demás”.

Ahora que estoy terminando este libro, en una reunión del


domingo, le pregunté al Señor: “Padre, ¿en qué nivel estoy
yo en mi comunión con vos: en los tobillos?”. “No”, me dijo.
“¿En la rodilla?”. “No”. “¿En la cintura?”. “No”. “¿Estoy en lo
profundo?”. “No”, me respondió. “Entonces, Señor… ¡No
entiendo!”. “Te faltó el primero... ¡el de tocar el río con las
plantas de tus pies!”... silencio de mi parte. “¡Pero ya estás
tocando el río! ¡Ánimo! ¡Ya estás disfrutando de mi presen-
cia y yo de la tuya!”.

Querido lector, sé que vivimos cosas gloriosas con cada ex-


periencia con Él, pero debo decirte que... aún estamos em-
pezando. ¡Ánimo!

140
La práctica de la intimidad profunda con Dios

Te animo y oro para que cada día cuides tu comunión con


Dios como tu máximo tesoro. El Señor me preguntó: “Ber-
nardo, ¿sabés cuál es el mejor momento de tu vida?”. “¿Cuál,
Señor?”. “Cuando tenés comunión conmigo. Ese es tu mejor
momento; hacé de tu ahora tu mejor momento”.

Declaro tu mejor momento cada día de tu vida hasta que Él


venga.

Me despido; nos veremos muy pronto.


Amén.

P.D.: Charles Spurgeon se propuso no dejar pasar más de


diez minutos sin orar y buscar al Señor… ¿Lo hacemos
juntos?

141
Bibliografía

Todos los libros de Andrew Murray hablan sobre intimidad y comu-


nión. Debés leerlos también junto a estos otros clásicos:
 
Chafer, L.S., El hombre espiritual, Portavoz, 1948.
 
Guyon, Madame, Torrentes Espirituales, Marrón y azul, 2018.

Guyon, Madame, Cómo experimentar las profundidades de Jesucris-


to, Ed. El faro, 1975.

Guyon, Madame, Experimente las profundidades de Jesucristo, Ed.


Peniel, 1990.

Guyon, Madame, Autobiografía, Marrón y azul, 2018.


 
Henry, M., Cómo incrementar nuestra comunión con Dios, Ed. Clie,
1984.
 
Huegel, Federico, Luces sobre el sendero, C.U.P., 1948.

Huegel, Federico, Vida de su vida, C.U.P., 1950.

Huegel, Federico, Cumbres de redención, C.U.P., 1953.


 
Huegel, Federico, La vida interior, Ed. Vida, 1998.
 
Lee, Witness, El árbol de la vida, L.S.M., 1997.

Lee, Witness, El misterio de Dios y el misterio de Cristo, L.S.M., 2005.

Lee, Witness, La salvación en vida que Dios efectúa, L.S.M.,2003.


 

143
Nee, Watchman, La fe cristiana normal, L.S.M., 2017.

Nee, Watchman, El carácter del obrero de Dios, Peniel, 1988.


 
Paxson, R., Cómo vivir en el plano superior, Portavoz, 1984.

Paxson, R., Ríos de agua viva, C.U.P., 1982.


 
Rosanas, Juan, Historia de la ascética y mística cristiana, Ed. Poelt,
1948.
 
Simpson, A.B., La vida del amor del Señor, Ed. Clie, 1984.
 
Taylor, Hudson, Unión y comunión, Ed. Betania, 1975.
 
Wilson, M. y Volkhardt, S., Cómo formar hábitos saludables, C.L.C.,
1999.
 
Zimmermann, Otto, Teología ascética”, Seminario metropolitano,
1952.

144

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