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B E R N A R D O STAMAT E A S

L A P R Á C T I C A
D E L A I N T I M I D A D
P R O F U N D A
C O N D I O S
COMUNIÓN DIARIA
LA PRÁCTICA DE LA INTIMIDAD PROFUNDA CON DIOS

Bernardo Stamateas
- 1ª edición -
2020

Presencia de Dios
Jose Bonifacio 332,
Caballito, Buenos Aires,
Argentina Tél.: (54011) 4924-
1690
www.presenciadedios.com

Edición: Silvana Freddi / María Stamateas


Diseño de tapa y diagramación: Creativos PDD

Impreso en: ARTES GRAFICAS DEL SUR SRL - Av. Australia 2924 - 1296
- CABA - Buenos Aires, Argentina. En Marzo de 2020. La cantidad de 1000
ejemplares.

No se permite la reproducción parcial o total de este libro, en cualquier


for- ma o por cualquier medio, sea electrónico o mecánico, mediante
fotocopias, digitalización u otros métodos, sin el permiso previo y escrito
del editor. Su infracción está penada por las leyes 11.723 y 25.446.
Índice

Bienvenidos 7

Introducción:
“Si lo ves, lo ves. Si no lo ves, no lo ves” 11

Capítulo 1:
Todo se trata de la comunión diaria 15
1. Cómo descubrí lo más importante 15
2. Voy a la reunión en la que disfruto al Señor.
Y luego, cuando me voy a casa, ¿cómo sigue
mi co-
munión con Él? 20
3. El problema más grande de la vida cristiana es
la falta de comunión diaria con el Señor y la
solución
a ella es tener “comunión diaria”. 23

Capítulo 2:
Qué es la comunión 29
1. Comunión es un mutuo disfrute 30
2. Comunión es el fluir de la vida Zoe en mí 31
3. Niveles de comunión 32
4. La profundidad de Dios: “el lugar sercreto”, “Su
recámara”. 36
5. La pregunta clave 39

3
6. Palabra y experiencia 42

Capítulo 3:
Ejercicio 1. Invocar al Señor. Maneras de disfru-
tar de Él y fluir en la vida Zoe 47

Capítulo 4:
Ejercicio 2. Compartir cada situación, a cada ins-
tante, con Él 51

Capítulo 5:
Ejercicio 3. Parte A: Adorar al Señor 57
1. Cuando le hablamos a Él de lo que Él es, Él crece
en nosotros 57
2. Antes de hacer algo… 61
3. Hablar adoración 62

Capítulo 6:
Ejercicio 4. Parte B: Adorar al Señor 67
1. Leé unos versículos de La Biblia, agregales músi-
ca y cantalos 67
2. Te propongo también que “inventes” una can-
ción 68
3. Hacer un instrumental 69
4. Cantar la oración 70
5. Meditar orando una poesía 71

Capítulo 7:

4
Ejercicio 5. El Silencio 75

5
cli
Capítulo 8: má
Ejercicio 6. Lo entrego en la cruz para su ti-
muerte cas

Capítulo 9:
Ejercicio 7. Respirar y comer la palabra
1.Respirar la carga de La Palabra
2. Respirar la carga de La Palabra se logra
orando La Palabra
3. Ejemplo práctico de cómo respirar y comer
La Palabra
4. Comer La Palabra es metabolizarla: entra en
mí y es parte de mí ahora
5. Soy tan fuerte como tanta Palabra tenga en
mi corazón
6. Te dejo aquí para que practiques y disfrutes de
Él

Capítulo 10:
Ejercicio 8. Experimentar a Cristo
1. Señor, ¿podés darme una experiencia con esto?
2. Conocimiento vs. conocimiento de vida

Capítulo 11:
Ejercicio 9. La intercesión
1. Interceder es que Él me diga por quién y qué
2. Ejemplo
3. Interceder por situaciones a nivel mundial
4. Interceder por el viaje y las condiciones

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5. Interceder por compañeros de fe
106
6. Interceder por otros que no conocen al Señor
es entregarlos en sacrificio a Él
108
7.Interceder por nuestra familia
110
8. El secreto de los 47
113
9.Algunos de mis hábitos de comunión diaria
en la oración
115

Capítulo 12:
Ejercicio 10. Contemplar Su hermosura
119
1. Dios levanta gente que “ve” para
mostrarles algo a los que no ven
121
2. Adorar con los ojos
122
3. Al respirar La Palabra, hacerlo con los ojos
123
4. Ver su hermosura en las situaciones y en las
co- sas
123
5. Perdernos de ver la hermosura del Señor
nos hizo ver en el alma
125
6. Mirar atentamente
128
7.¿Cómo lo hacemos prácticamente?
129

Capítulo 13:
Terminando para empezar
137
Bienvenidos

¡Hola! ¡Qué lindo este tiempo que vamos a pasar juntos!


Disfrutaremos de Él.
Pero antes te quiero presentar a mi Equipo, el cual me
ayu- dó a fin de que puedas tener este libro en tus
manos. Siem- pre en un prólogo se dice: “Gracias a ...
porque ... y a ... que estuvo... ”. Pero no quiero hacer esto.
Quiero presentártelos, así los conocés. Ellos son María
Stamateas, Carlos Somoza y Silvana Freddi.

Bernardo.—María, ¿cómo estás? Gracias por corregir el


li- bro ¡y varias veces! Te quiero presentar a nuestro
amigo lector que ahora tiene el libro en sus manos. ¿Te
gustaría decirle algo?
María.—Hola, querido lector. Corrigiendo este texto en
sus aspectos formales (expresión, puntuación, etc.), me
vi en- vuelta en una atmósfera tan linda de comunión
con el Señor que tenía que detenerme en la tarea para
adorarlo... y luego continuar. ¡Gracias, Padre, nos
bendices a nosotros por lo que Tú mismo haces!

Bernardo.—¡Qué bueno ! ¡Es verdad! ¿Algo más? María.


—Sí. He corregido muchos libros pero este me co- rrigió
(y lo seguirá haciendo) a mí, a buscar al Señor y Su

7
rostro; a disfrutar de Su presencia cada minuto del día; a
contemplarlo en su hermosura y dejarme abrazar por Él.
Bernardo.—Señor, sos hermoso y digno de alabar.
También te quiero presentar a Carlos Somoza, quien
corri- gió el texto dándome algunas mejoras y
comentarios útiles en la parte bíblica.

Bernardo.—Hola, Carlos. Te presento a mi amigo lector.


¿Algo para decirle?

Carlos.—Para vos que tenés en tus manos este libro,


ima- ginate aquel día en la eternidad futura, en el que
todas las naciones y pueblos de todas las edades y
épocas, en mul- titudes incontables como las estrellas,
estemos reunidos. Toda tempestad ya calmada. Toda
rebelión sosegada. Toda lágrima enjugada. En el que
toda lengua ha de adorar con júbilo profundo,
confesando que Jesús es el Señor, para glo- ria de Dios
Padre. ¿No será entonces maravilloso (como nos exhorta
este libro) aprender a hacerlo desde ahora?

Bernardo.—¡Wow! Maravillosa visión de comunión


eterna nos trajiste al espíritu. Gracias, Carlos.

Señor, gracias por la vida eterna.


Pastor Bernardo: —Hola, Silvana, ¿querés compartir qué
te sucedió con el libro al editarlo?

Silvana: —Sí, Bernardo. Al comenzar a leer las primeras


hojas de Comunión diaria, vino a mi espíritu y se
repetía una y otra vez una palabra de Dios, la misma
palabra que le dijo Job al Señor: «De oídas te había oído,
mas ahora mis ojos te ven».

Fue entonces cuando vi cómo nos ibas llevando a


aprender a ver al Señor, y la palabra ver se repetía. Y
sentí que algo me faltaba. Había aprendido a orar, a dar
gracias a Dios por todo cada día, pero faltaba algo más:
el poder disfrutar tam- bién del Señor y de Su Presencia.
Ese ver es esa comunión que solo tenemos cuando
estamos solos con el Señor y todo comienza a cobrar
vida y sentido.

Bernardo: —¡Cristo crece en nosotros! ¡Él es


extraordinario! Silvana: —Sí querido lector, que
aprendamos a disfrutarlo, que esa plenitud de gozo del
estar en la presencia que dice el salmista esté viva cada
día en nuestras vidas, que nos despojemos de todas las
preguntas que seguramente tenés para hacerle (yo tengo
muchas) porque, al disfrutar y al es- tar con Él, ¡todo lo
demás vendrá!

Bernardo: Gracias por tus palabras Silvana. ¡Vida de


Dios y aumento en vos y tu trabajo!

9
Amigo lector, antes de empezar, quiero decirles algo a
mis hijas de parte de Alejandra y mía:

Dami y Stefi, este libro es el regalo más importante para


us- tedes. Lo que escribo acá es lo que vivimos con
mamá cada día y oramos para que ustedes entren aún
más profundo en la práctica de la Presencia de Dios y
que, en esa profun- didad, descubran a Dios en su
hermosura y esplendor; y de a poco se envuelvan y
sean una con Él.

Nada es más valioso que su Presencia; por eso, sabemos


que entregarles esta intimidad espiritual puesta en pala-
bras es la ganancia más valiosa. Disfruten de Él, porque
Él ya disfruta de ustedes.

Con amor,
Mamá y Papá

1
0
Introducción

“Si lo ves, lo ves. Si no lo ves, no lo ves”.


¡No hay nada más glorioso que “estar en Él y Él en noso-
tros”!

Experimentar su vivir en nuestro vivir trae un aumento


de su presencia que nos transforma por completo.
¿Podés hacer un ejercicio? Te pido que mires unos
segundos a tu alrededor y busques tres cosas azules que
puedas ver…
¡Adelante!

¿Listo? ¿Podés nombrarlas? ¡Sí! Seguramente.


Vamos entonces al próximo ejercicio. Por favor, hacelo; mirá
nuevamente, pero ahora buscando tres cosas de color rojo.

¡Adelante!
¡Nuevamente tuviste éxito! La percepción es “selectiva”:
vemos aquello en lo que nos enfocamos. Fijaste tu
mirada en cosas de color azul y las viste; luego en las de
color rojo y también viste las de ese color. Así funciona
el alma, ve aquello que quiere ver o que busca.

Ahora te propongo otro ejercicio: mirá a tu alrededor y,


donde veas o a quien veas, buscá a Cristo.
Tomate un tiempo. Si hay una persona cerca, tratá de
ver que Cristo está trabajando en ella de manera
misteriosa.
Si ves a alguien en un auto, de igual manera. Donde mires,
¡buscalo a Él!

¿Hay cosas cerca de vos? ¿Podés ver al Creador allí?


¿Pudiste verlo o te resultó difícil?

Ejercitaste tu espíritu, ¡felicitaciones! “Si lo ves, lo ves y


si no lo ves,… no lo ves”.

Muchas veces vemos al Señor en medio de un conflicto,


una circunstancia, un familiar, etc. Y otras veces no lo
vemos. Pareciera que “no está”, que se “escondió”.

El aumento de comunión con Él es el objetivo del


recorrido que te propongo a través de este libro porque,
a más comu- nión, disfrute de Él, más le veremos;
tendremos un aumen- to de luz, más lo disfrutaremos y
más lo adoraremos.

Te invito a caminar juntos, hablaré despacio, con


lentitud. Quiero que camines a mi paso dado que mi
objetivo no es darte conocimiento (he obviado
referencias, exégesis, lar- gas explicaciones, etc.) sino un
vivir, una experiencia de au- mento de Cristo.

¿Oramos? “Padre Celestial, te necesitamos, danos luz.


¡Que- remos verte! Y verte aumentado, experimentar tu
vivir en nuestro vivir. Gracias por hacernos vasos para
ser llenos de tu presencia. En el Nombre de Jesús.

12
Amén”.

13
Te pido si ahora podés orar vos… Te escucho…
¡Amén!

Ya estamos listos… Avancemos.


01

Todo se trata de la
comunión diaria

1. Cómo descubrí lo más importante


Hola, qué alegría para mí estar junto a vos en este
recorri- do. Quiero acompañarte para compartir juntos
cómo tener comunión con el Señor, cómo disfrutar de
Cristo, cómo ex- perimentarlo a Él.

¿Qué te parece si oramos nuevamente?

“Padre, qué bueno que estamos juntos. Tu presencia es


her- mosa; abrimos nuestro espíritu a Tu luz; queremos
disfru- tarte en este recorrido. Pedimos que nos
transformes a la imagen de tu Hijo Jesucristo. Amén”.

Te cuento un poco de mí, para entender cómo llegué al


des- cubrimiento más importante de mi vida espiritual.
Me con- vertí a los 17 años; todavía recuerdo la iglesia
allí en Cons- titución de la denominación de los
Hermanos Libres. Pasé adelante y formalmente declaré
que Jesucristo era mi Señor y Salvador.

Pasaron muchos años. Hoy tengo 55. Pasé toda mi vida


sir- viendo al Señor. Fui a decenas de campamentos,
prediqué
15
Comunión Diaria

miles de mensajes, viajé por decenas y decenas de


países. Hice todas las actividades que se pueden hacer
en una igle- sia y un poco más.

Estuve en innumerables congresos, recibiendo y


exponien- do. A lo largo de todos estos años, he
conocido todo tipo de iglesias, a creyentes de muchas
denominaciones, movi- mientos, énfasis, teologías. Sin
embargo, en esta etapa de mi vida, en la búsqueda
profunda del Señor, me gustaría compartirte de manera
práctica y experencial lo que he des- cubierto.

Recuerdo que en una oportunidad hace muchos años,


yen- do a un campamento, un joven se sentó a mi lado y
me pre- guntó: “¿Me podrías enseñar cómo llenarme de
Él? ¿Cómo lo hacés vos?”.

La pregunta que me hizo todavía está en mis recuerdos.


Es la gran pregunta. A mí también me dijeron que debía
leer La Biblia y orar. Sin embargo, a pesar de haberlo
hecho, la gran mayoría de las veces no experimenté la
vida de Cristo, el fluir de su presencia. Tuve muchos
altibajos; muchas ve- ces hice y serví en mis propias
fuerzas.

Con los años vi a muchos que leían cada día unos


versículos y oraban, pero les sucedía lo mismo que a mí:
se sentían secos. Muchos creyentes cantan canciones,
leen pasajes bí-
La práctica de la intimidad profunda con Dios

blicos, declaran promesas, pero en ellos no hay fluir de vida.


¿Por qué ocurre esto?

Witness Lee dice en uno de sus libros algo que me llamó


la atención. Él sostiene que en realidad es alrededor de
los 40 ó 50 años de estar en el Evangelio cuando
entramos en las profundidades de Dios. Esto me
impactó, e inmediatamen- te vino a mi mente el relato
de de Lucas 21, aquella viuda que dio dos blancas y
Jesús, observándola, expresó: “Esta mujer dio todo lo
que tenía”. Los ricos que en este relato die- ron de lo que
le sobraban representan las personas super- ficiales, los
que aún no han entrado en las profundidades de Dios,
los que dan por dar, los que dan de lo que les so- bra —
tiempo, dones, capacidades, ayuda— y únicamente si
pueden o tienen voluntad de hacerlo. La viuda, al ser
una mujer de edad avanzada, simboliza a quien ha
alcanzado la profundidad de Dios. A estas personas no
es necesario pedirles nada, ellas lo dan todo. Los ricos
también simboli- zan en el relato a los “jóvenes” quienes
aún están (más allá de los años que han servido al
Señor) en la “superficie del Espíritu”. Todavía no han
descubierto la belleza de Aquel a quien sirven, ni quién
es Él en todo su esplendor.

Cuando una persona es mayor, es decir profunda,


madura, da todo. Esa frase (“40 ó 50 años”) quedó en mi
espíritu y comencé a orar. Pensé:” Señor, yo llevo más de
40 años sir- viéndote, y hay una búsqueda más

17
profunda”.

18
Comunión Diaria

Por otro lado, leí otro concepto que me trajo luz.


Andrew Murray decía que Dios quiere revelarles cosas a
sus hijos, a la Iglesia. Pero, cuando estos no “ven” o no
descubren esas verdades que Dios quiere revelar a
todos, lo que Él hace es levantar a una persona que sí las
ve. Dios lo hace notorio para que todos vean los
resultados extraordinarios de vivir esas verdades y toda
la Iglesia pueda empezar a hacer lo que ellos hacen.

Entonces comencé a leer las biografías de los grandes


hom- bres de Dios. Hombres y mujeres que pasaron
más de 50 años sirviendo al Señor, con el fin de ver qué
es lo que ellos habían aprendido.

El Señor me mostró que, si yo puedo aprender ahora lo


que ellos aprendieron con 50 años de caminar con Él,
puedo ahorrarme esa cantidad de años y empezar a
experimen- tarlo hoy. Así que esto es lo que te quiero
compartir. Luego de analizar la vida de muchísimas
personas, llegué a la con- clusión de que todos
aprendieron lo mismo: lo más importan- te de la vida es la
comunión con Dios.

Dice 1 Corintios 1:9: “Fiel es Dios, por el cual fuisteis


llama- dos a la comunión con su Hijo Jesucristo, nuestro
Señor”.
Aquí el apóstol Pablo nos dice que fuimos llamados a te-
ner comunión con Jesús. Somos vasos que necesitamos
ser llenos de la vida Zoe, de la presencia del Señor. El
término griego “Zoe” hace alusión a la vida de Dios, a
diferencia de
La práctica de la intimidad profunda con Dios

la palabra “bios” que hace referencia a la vida biológica


o humana.

Una cosa es “saber” y otra cosa es “ver”. Toda mi vida


yo sabía que mi relación con Dios es clave y lo prediqué,
lo en- señé; pero sucedió algo más profundo: lo pude
“ver”.

Sé que experimentaste “saber” verdades divinas pero un


día “viste”, tuviste luz, rhema (revelación), esa verdad se
hizo rhema, esa impresión del Espíritu trajo un cambio
pro- fundo. Eso me sucedió y me sigue sucediendo cada
día.

Te confieso que cuando era joven admiraba a las


personas que tenían muchos éxitos y logros; que habían
alcanzado cosas para el Señor; leía sus libros y aprendía
de ellos.

Pero luego, a medida que avanzaba, empecé a admirar


al creyente con un gran conocimiento. Aquellos que
sabían La Biblia de tapa a tapa; aquellos que podían
comprender griego y hebreo, hacer exégesis
deslumbrantes y traer tal revelación que uno exclamase:
“¡Wow!”. También busqué aprender de ellos, leer sus
libros, estudiar.

Pero, ya crecido, ahora puedo decir que solo admiro a la


gente que tiene una comunión con Dios profunda; a

19
aque- llos que disfrutan de Él, hombres y mujeres en los
que Cris- to es una realidad y no una “actuación”. Ahora
busco apren- der esto. Ya no me impactan “los logros”,
sean cuales sean,

20
Comunión Diaria

ni “el saber”, por más profundo que se manifieste, ni “la


prosperidad” o “los dones”.

Me propuse mirarlo a Él y que solo Él me impacte con


su gloria.

Te invito a que medites en lo que te compartí y oremos


jun- tos:
“Padre, danos luz. Revelanos la importancia de la
intimi- dad con tu persona, que te podamos disfrutar.
Que todo velo caiga y nuestro anhelo mayor sea, a
partir de ahora, nuestra comunión con vos. En el
nombre del Señor Jesús. Amén”.

2. Voy a la reunión en la que disfruto al Señor. Y luego,


cuando me voy a casa, ¿cómo sigue mi comunión con
Él? Qué lindo es cuando nos reunimos; hay un
suministro de vida como cuerpo de Cristo. Cantamos,
recibimos de Él y Cristo aumenta. Pero ¿qué sucede
cuando termina la reu- nión? Nos vamos a casa y al otro
día sufrimos luchas y difi- cultades; y volvemos al
próximo encuentro cansados, des- gastados, con “pies
sucios” que necesitan ser lavados. Cada reunión es como
un gran banquete, como un buffet abierto que nos han
preparado. Comemos todo lo que queremos; sin
embargo, no aprendimos a cocinar.

Tener comunión diaria es aprender a cocinar, es


alimentar- nos de Cristo por nosotros mismos.
La práctica de la intimidad profunda con Dios

Si somos débiles en nuestra comunión diaria, seremos


dé- biles en todas las áreas.

Te comparto algo más abriéndote mi corazón. Me


sucedió que, buscando el crecimiento del pueblo de
Dios, a lo largo de estos años “probé” muchísimas cosas.
Primero pensé que lo que la gente necesita es una buena
educación teológi- ca, así que me dediqué a estudiar
profundamente el griego, a hacer predicaciones
exegéticas, a profundizar en la homi- lética,
transmitiendo conocimiento. Con el tiempo, aunque vi
algunos cambios positivos en algunas personas, mi frus-
tración aumentó al no ver cambios sustanciales.

Entonces pensé que la solución era lo profético, fluir en


el ministerio de la profecía. Indagué en profundidad
sobre el tema, y conversé con grandes profetas de Dios.
Incluso es- cribí un libro al respecto. Armamos un
protocolo profético en nuestro Ministerio y comenzamos
un camino que trajo muchas bendiciones. Sin embargo,
percibía en mi espíritu que aún faltaba algo.

Lo siguiente fue adentrarme en la guerra espiritual. Leí


cuanto pude del tema, hicimos actos proféticos,
diseñamos estrategias y además escribí un libro llamado
Los seis nive- les de la guerra espiritual, para ver, con el
tiempo, el mismo resultado que antes.

21
Comunión Diaria

Me dije que lo que la gente necesitaba era un poco de


con- tacto social: “disfrutar del famoso ágape”, típico de
los años de iglesia en los que crecimos. Más picnics, más
salidas, fes- tejos de cumpleaños, actividades para
compartir y cosas similares, para descubrir que eso
tampoco había traído una solución.

Así que entonces me dediqué al servicio; lo importante


era servir. Empezamos a ministrar sobre cada uno de los
dones, a explorar los talentos y las habilidades, con el fin
de servir al Señor, para descubrir también que eso no
funcionaba.

Lo próximo fue buscar la solución en una buena organi-


zación y me dediqué a investigar, a leer todo lo que
existía sobre psicología organizacional, todos los libros
de lideraz- go cristiano, para nuevamente sentir la
misma frustración.

Después de un tiempo, en un momento de oración, el


Señor me trajo un recuerdo de mi adolescencia, de un
predicador que dijo: “Podés hacer de todo en la vida
cristiana, pero, hasta que la cruz no te conmueva, nada
sucederá”. Este re- cuerdo traído por el Espíritu Santo
produjo un aumento de luz en mi vida. Me di cuenta de
que todos estos temas nom- brados son hojas del árbol
pero que el tronco y la raíz es Cristo. Cristo para que el
cuerpo crezca.
Si pudiera resumir La Biblia, diría que La Palabra habla
de dos temas. El primero es: “Cristo en mí”; y el
segundo es:
La práctica de la intimidad profunda con Dios

“Para que el cuerpo crezca”. Entonces la comunión


diaria con el Señor es el tronco que alimenta todos los
otros temas. No debemos perder tiempo ni distraernos
en las hojitas de los árboles, sino volver a aprender a
tener comunión diaria con el Señor. Entonces, ¿cuál sería
el problema más grande que tenemos por delante y cuál
sería su solución? Observe- mos:

Puedo compartirte el problema más grande y la


solución más grande.

3. El problema más grande de la vida cristiana es la


falta de comunión diaria con el Señor y la solución a
ella es tener “comunión diaria”.
Todos podemos vivir una gran experiencia en la iglesia
como cuerpo de Cristo: una reunión extraordinaria.
Pode- mos saltar, bailar, disfrutar del Señor, comerlo;
pero luego nos vamos. ¿Qué sucede después? Si no hay
una vida de comunión diaria, nuestra existencia
siempre sufrirá pér- didas.

He encontrado, a lo largo de los años, cuatro tipos de


cre- yentes sin comunión:

a) Los cristianos secos: personas que asisten a la reunión


durante mucho tiempo. Cantan, ofrendan, adoran; pero
en la semana, nada de comunión. Sin fluir, sin vida, sin
creci- miento, sin ver una transformación. “Buena gente”
pero sin

23
Comunión Diaria

aumento de Cristo. Son también los inconstantes:


aquellos que van y vienen, que cambian de iglesia. Son
también los agotados: aquellos que vienen
desahuciados a cada reu- nión a pedir oración como si
la semana les hubiese dado una gran paliza.

b) Los activistas: los que sirven, pero no imparten vida;


hacen las tareas bien, ayudan en la congregación,
evange- lizan, pero lo hacen en el alma. Son como
robots: cumplen con las tareas, pero no imparten vida.
He llegado a la con- clusión, después de tantos años, de
que los que más sirven muchas veces son los que menos
vida espiritual tienen. Confunden servir con disfrutar
de Cristo; por consiguien- te, sirven basados en el alma
y en sus fuerzas humanas.

c) Los teóricos o los que “actúan”: los que gritan, lloran,


predican, pero no imparten vida. Solo expresan
emociones superficiales. Saben, pero no transmiten la
vida Zoe.

d) Los carnales: ¿quién no ha conocido personas que


pre- dican y están en adulterio; o que levantan las
manos y con esas mismas manos les pegan a sus hijos; o
creyentes que viven sirviendo al pecado, aunque hacen
grandes oracio- nes? Son los que critican, hablan mal de
otros, reaccionan con sus emociones, etc.
La práctica de la intimidad profunda con Dios

Alguien dijo: “El que peca es porque perdió el tener


comu- nión diaria con el Señor, ya que el que tiene
comunión dia- ria con Él se mantiene lejos del pecado”.

Estos cuatro tipos de personalidades son la


consecuencia de no tener comunión con Cristo. Vuelvo a
remarcar, queri- do hermano, que lo más importante
que una persona tiene es su relación de intimidad con el
Señor.

Se enseñan en los institutos bíblicos, seminarios e


iglesias, cantidades de conocimiento, doctrinas, etc. Pero
qué poco se enseña cómo tener comunión con Dios.
¡Necesitamos un recobro de la vida interior! ¡Del
disfrutar a Cristo! ¡De vivir!
¡Sí, vivir!

Todos sabemos, y lo habrás escuchado como yo


muchísi- mas veces, que “hay que tener comunión con
Dios”; que “hay que leer La Biblia”; que “orar es
importante”. Lo escu- chamos miles de veces; sin
embargo, ¿por qué nos cuesta tanto? Si tomamos a un
creyente promedio y le pregunta- mos: “¿Cómo es tu
comunión con Dios? ¿Cómo fue hoy tu intimidad con el
Señor?”, seguramente se quedaría callado. Entonces, ¿por
qué “tener comunión con Dios” se convierte en una
tarea difícil y no en algo hermoso?

En este libro quiero acompañarte a construir una

25
relación profunda con el Señor de manera continua y
diaria. Debo enfatizar que comunión no es una tarea
que tengo que ha-

26
Comunión Diaria

cer; no es tener mi devocional o leer un capítulo bíblico


por día. Es mucho más que eso. Mi tiempo de comunión
es un vivir de 24 h. Si hoy no camino con Él, ¿qué me
hace pensar que mi futuro será mejor?

Sé que esta jornada que caminaremos juntos será


gloriosa. Veremos que comunión no es una “tarea” a
cumplir sino una relación hermosa donde Cristo
aumentará en esplen- dor en cada uno. No existe eso de
“tengo comunión” un tiempo y “trabajo” en otro. No es
un momento que tengo y luego se va. Toda nuestra vida
debe ser atravesada por el vivir a Cristo. Durante todo
nuestro día con sus actividades debemos disfrutarlo a Él.
Y me alegra compartirte que esto es posible. Es un error
mirar la vida de los hombres de Dios cuando tuvieron
“momentos de gloria o de éxito”. Esa no es la enseñanza
de La Biblia, sino que esos momentos son el resultado de
su caminar diario. Esto es lo que debemos ver: que los
sucesos de victoria son resultados de los procesos de
intimidad diarios. Puede haber una “llave específica”
para lograr cierta victoria, como el dar, el ayunar, el
servir, etc.; pero la llave maestra que abre todas las
puertas se lla- ma intimidad, vivir a Cristo. Él es el árbol
de vida; todos los demás temas son “hojitas”.

Gloria Copeland lo explica así: “No vivir en contacto


diario con Dios no es solo pecaminoso; es tonto”.
La práctica de la intimidad profunda con Dios

Me entusiasmé con lo compartido anteriormente. Pero


vol- vamos a los puntos anteriores: los cristianos secos,
los acti- vistas, los teóricos y los carnales. ¿Te identificás
con alguno de ellos?

Es un buen momento para que lo llevemos a la cruz.


Si hay cruz diaria en mí como pastor o líder, habrá cruz
diaria en mis discípulos; las ovejas oyen la voz del
pastor y lo siguen adonde él va: ¡a la cruz!

Oramos:
“Señor, hoy quiero llevar a la cruz para su muerte
mi……… Lo entrego en la cruz para su muerte. Más de
Ti, menos de mí. Declaro el poder de la resurrección en
mi vida, un nue- vo fluir de tu vida y un refresco en
todo lo que haga. Amén”.

¿Te puedo pedir algo? No leas más en este momento.


Dejá el libro aquí, adorá al Señor y permití un aumento
de luz ahora en tu espíritu. Al compartirte estas
revelaciones, sé que sucedió algo hermoso en vos tal
como sucedió en mí también.

Dijo san Agustín: “Es cierto, la oración completa no es


más que amor”. Él logró ver que orar no es una tarea
que hago “dándole a Dios una lista de cosas”, sino una
relación de amor mutuo.

27
02

Qué es la comunión

¡Hola nuevamente! ¿Cómo va todo? Estoy contento de


po- der estar unidos espiritualmente con vos una vez
más.

Te comparto algo: escribí más de cien libros, pero este es


distinto. Le pedí al Señor que nos guíe a ambos en
nuestro caminar hacia lo profundo de Su presencia, de
manera sen- cilla y práctica, y que nuestro diálogo nos
permita ver su hermosura una vez más.

¿Oramos juntos?
“Señor, sos maravilloso. ¡Te amamos!”.
Yo tenía muchas ideas acerca de la “comunión”; pensaba
que era estar quieto en un lugar cerrado sin que nadie
me viera, orando durante muchas horas.

También tuve la idea de que comunión era “cantar


fuerte y llorar al cantar una buena alabanza”.

También pensé que comunión era “compartir con los


her- manos”, al encontrarnos.

29
Comunión Diaria

Y como en este recorrido nos propusimos ser sinceros,


tam- bién tuve mi “devocional” a la mañana y luego por
la noche mi oración antes de ir a dormir.

Nada de eso funcionó. Aunque algunas cosas que


mencio- né son buenas en sí mismas, todavía percibía
que faltaba algo más… Hasta que “lo vi.” ¿Estás listo?
Espero que te impacte como me impactó a mí. (Perdón.
Antes de decírte- lo, te pido que no leas el libro para
tener “conocimiento”, o para ver si “esto lo sé y esto no
lo sé”. Te pido que leas con un espíritu abierto, sencillo,
con oración, pensando siempre en Él). Ahora sí… ¡ahí
va!

1. Comunión es un mutuo disfrute


Comunión es la común-unión y lo que tenemos en
común es el disfrute mutuo. Yo disfruto del Señor y el
Señor disfru- ta de mí.

Me contó un papá que vio a su hijo jugar en su


habitación con la PlayStation porque la puerta estaba
entreabierta. A los pocos minutos volvió a pasar y el
nene estaba bailando. El hombre abrió la puerta y le
preguntó: “¿Qué estás hacien- do?”. El hijo, sorprendido,
le contestó: “Estoy bailando”. En- tonces el padre le
preguntó: “¿Por qué estás haciendo eso?”. Y el hijo le
respondió: “Porque quiero”.
Ese chico estaba disfrutando, y eso es lo que tenemos
que hacer con el Señor.

30
La práctica de la intimidad profunda con Dios

El Señor anhela estar con nosotros. ¡Cómo me impacta


cada vez que lo digo!

El Señor anhela estar con vos…


Solo cuando estamos en comunión con Él, esta verdad
brilla nuevamente.

2. Comunión es el fluir de la vida Zoe en mí


En este libro quiero acompañarte a medida que nos
vaya- mos acercando a los niveles profundos del disfrute
de Cris- to. Estas tres instancias están representadas en
el taberná- culo y son el Atrio, el Lugar Santo y el Lugar
Santísimo. Son los grados en la comunión con el Señor.

¿Qué sucede en la comunión? Tiene que haber un fluir.


¿Cómo yo sé que está ese fluir? Porque voy a
experimentar vida y paz. Voy a tener frescura, fuerza,
aumento de Cristo. Voy a entrar en el río que está en mi
interior que fluye sin detenerse.

Smith Wigglesworth lo expresó así: “Nunca me levanto


de la cama por la mañana sin tener comunión con Dios
en el Espíritu”.

Quiero que te observes la mano. ¿Lo estás haciendo?


Está circulando sangre, la sangre no está quieta, hay un
fluir. Eso es la comunión con Dios. Fijate si hay alguna
luz encendida,
¿veslaluzenesalámpara? Eselfluirenlaelectricidad. Cristo

31
Comunión Diaria

siempre está moviéndose. Hay un movimiento cada vez


que lo vivo a Él, y ese movimiento me refresca, me
renueva.
¿Qué ocurre si la sangre se detiene? Sobreviene la
muerte. Cristo quiere estar en movimiento
permanentemente. Cristo debe circular en mí. Si Cristo
no se mueve en mí, no circula a través de todo mi ser;
entonces mi vida espiritual está muerta. Tiene que haber
un mover de vida.

Algo importante que debemos tener en cuenta es que el


Cristo glorioso que amamos y servimos no tiene límites.
No podemos tocar la profundidad, la anchura, la
longitud y la altura de su amor. Es decir, ¡siempre habrá
más de Él para disfrutar!

3. Niveles de comunión
Observemos ahora los niveles de comunión. Tomemos
dos ejemplos de la Biblia. El primer ejemplo es lo que
ocurrió cuando Dios llamó a Moisés a tener comunión
con Él. En el libro de Éxodo podemos ver de manera
clara un escenario de tres distancias respecto a nuestra
relación con Dios.

a. El ejemplo de Moisés:
La Biblia narra que Moisés subió a la cumbre del monte
Si- naí y habló cara a cara con Dios. ¿Qué pasó con el
pueblo? A continuación, tres niveles de intimidad con el
Señor:
La práctica de la intimidad profunda con Dios

• El pueblo estaba a cierta distancia del monte.


Representa a la gente que estaba lejana, a un nivel
distante de la comu- nión con Dios (Éxodo 20:18).

• Aarón y los setenta ancianos quedaron al pie, pero no


lle- garon a la cumbre. Representan a aquellos que han
entrado un poco más profundo en la búsqueda del
Señor (Éxodo 24:1).

• Moisés subió a la cima del monte y habló cara a cara


con Dios. Este es el nivel de la intimidad profunda
(Éxodo 24 y 25).

El ejemplo de Moisés es un ejemplo en “la tierra” pero


Ezequiel tiene la misma enseñanza “en agua”.
Mirémoslo juntos…

b. El ejemplo de Ezequiel:
• El profeta Ezequiel ve en el capítulo 1, el río Quebar,
un río que representa el río, la corriente del sistema
mundo. Si con- tinuamos con la lectura de este libro
llegamos al capítulo 37.

• Ezequiel 37 narra que el profeta vio un cementerio


lleno de huesos secos. Estos cadáveres representan lo
que ha he- cho el río del sistema mundo. Este río que
arrasa a través de la cultura, las ideas, los pensamientos,
trae sequedad y muerte. Actualmente muchas personas
están atadas a ideas

33
Comunión Diaria

como: “si no soy delgada, no puedo aspirar a …”, “si no


tengo dinero, no valgo”, etcétera.
Analicemos ahora la visión del río de Dios que Ezequiel
relata en el Capítulo 47.

• El profeta ya había visto el río Quebar, el cual


represen- ta el sistema mundo que produce muerte y
desazón, pero ahora Dios le mostrará Su río, el río de la
comunión. En esta visión Ezequiel ve que un joven con
un cordel en la mano empieza a medir las distintas
profundidades del río. Obser- va, también, que estas
profundidades van de menor a ma- yor: la primera llega
a los tobillos; luego, llega a las rodillas; sigue avanzando
y ahora la profundidad llega a la cintura; finalmente de
allí en más solo puede continuar nadando.

Analicemos esta visión del río de Dios:

• Cuando nos convertimos y aceptamos a Cristo lo


hace- mos en el nivel del comienzo, es decir, en lo
superficial. Sin embargo, no podemos quedarnos ahí,
simplemente moján- donos los pies, debemos ir más
profundo.

• Debemos ir de menos a más. Nadie puede zambullirse


di- rectamente en lo profundo, necesitamos seguir
avanzando.
¿Cómo lo hacemos? A través de los ejercicios que
profun- dizan nuestro encuentro con el Señor. Respirar
la Palabra, invocar, adorar, etcétera.
La práctica de la intimidad profunda con Dios

• ¿Quién es el joven que tiene el cordel y mide los


niveles de profundidad en la visión? Él es Cristo mismo.
A lo largo de toda nuestra vida cristiana, el Señor nos
mira, nos evalúa, ve si vamos aumentando la
profundidad en nuestra comu- nión con Él.

• A más profundidad, menos fuerza del alma: cuando


esta- mos en la orilla o a la altura de los tobillos
podemos correr, movernos, ejercer nuestras fuerzas.
Pero cuando estamos donde no hacemos pie, nos
dejamos llevar por la corriente de la profundidad. Ya
nuestra fuerza no interviene. A más comunión, menos
fuerzas del alma. A menos comunión, más manejo de
nuestra fuerza natural para hacer las cosas.

Jesús le dijo a Pedro: “Boga mar adentro”. Es mar


adentro donde están los mejores milagros de vida. Dios
le dijo a Moisés que subiera a la montaña. Es interesante
que Moisés estaba en la cima de la montaña. Aarón y los
setenta ancia- nos estaban en la entrada de la montaña;
mientras que el pueblo estaba en el campamento. Todo
se mide por niveles; a más profundidad, más vida de
Dios en nosotros.

Dijo Charles Spurgeon: “¡Con qué excelencia nada


nuestro amigo el Sr. Müller de Bristol! ¡Qué maestro
nadador que es! Ha tenido los pies fuera del fondo
muchos años y, mientras nada, arrastra detrás de sí a
unos dos mil niños huérfanos, a quienes, por la gracia

35
de Dios, está salvando de las inunda- ciones del pecado
y llevando, confiamos, a salvo a la costa”.

36
Comunión Diaria

4. La profundidad de Dios: “el lugar sercreto”, “Su


recá- mara”.
Pensando en la “profundidad del océano” llamé al
pastor Jorge Nieves, un amigo que es instructor de
buceo, profesor de profesores y un experto en todos
estos temas. Me envió un audio que me dejó pensando y
te comparto tal cual lo recibí:

“Hola Bernardo. Desde los comienzos de la humanidad,


el hombre siempre se sintió atraído por lo que había
debajo de las profundidades acuáticas. Cuentan que,
tímidamente, los primeros hombres que poblaron la
Tierra se acercaron al río y vieron reflejados sus rostros.
Primero les sirvió para reconocerse, es decir, para
mirarse. Así comenzó esa rela- ción con el agua que se
fue ahondando cada vez más. Vieron que en lo profundo
podían hallar comida que no estaba en la superficie o en
el borde; fueron adentrándose, animándo- se.
Observaron que en algunos lugares había animales que
los atacaban mientras que en otros, no. Lentamente, y a
me- dida que fueron pasando los siglos, se fue
perfeccionando laexploración de las profundidades y la
tecnología avanzó. En el siglo pasado comenzó una
fiebre por romper récords de profundidad. Hoy el
récord de 530 metros de profun- didad no ha sido
superado. A partir de los 100 metros de inmersión, la
luz solar desaparece; es necesario llevar luz artificial. La
máxima profundidad que existe en el océano es de
10.900 metros”.
La práctica de la intimidad profunda con Dios

Orando al Señor, Él me dio estas palabras para


compartirte: Superficie es lo que está ahí, lo que se ve.
Profundidad es lo que no se ve. Allí todo es movimiento.
Allí habita Él. Esa es su “recámara”, su “lugar secreto” al
cual nos invita.

Nuestra parte más profunda es nuestro espíritu y la


parte más profunda de Él es su Espíritu. En ese lugar
dos pro- fundidades se unen, se encuentran, se
experimentan, se disfrutan.

No confundamos sencillez con superficialidad. Dios es


sen- cillo, pero nunca superficial.

Él nos invita a ir a lo profundo de Él; a conocerlo,


amarlo, disfrutarlo y compartirlo.

Defino profundidad como la comunión diaria, el mutuo


dis- frute, el aumento diario de Cristo en nosotros, la
vida y la paz de Él como rectores de nuestra vida. De
eso se trata la profundidad.

Allí se encuentra el secreto, en la intimidad con Él cada


día: un poco más de Él en mí, y un poco más de mí
transforma- do por Él.

Dice el Salmo 27:4: “Una cosa he demandado a Jehová,


esta buscaré; que esté yo en la casa de Jehová todos los
días de

37
Comunión Diaria

mi vida, para contemplar la hermosura de Jehová, y


para inquirir en su templo”.

Respiremos esta palabra: “Una cosa… esta buscaré…


que esté yo en su casa… todos los días… para
contemplar… su hermosura… para meditar en su
templo”.

¡Basta de estar en la orilla jugando con la arena y juntando


caracoles!

Debe haber un momento en nuestras vidas en el que


nos saturemos de lo superficial, de lo externo, para
querer ir a lo profundo, a lo interno: a Él. Dios nos
espera en lo pro- fundo y solo se llega allí “yendo cada
día”. Es ahí donde Él nos dará nuevas experiencias. John
Wesley, John Newton, George Müller y otros anotaban
todo lo que recibían del Señor. Mantené siempre lápiz
cerca para escribir. Yo tengo en mi Biblia siempre papel
y lápiz, y cada día mi celular conmigo para anotar lo
que Él me diga (te confieso que esto es lo que más me
gusta de mi celular).
A medida que uno disfruta de Él, se produce un aumen-
to de búsqueda. A David Livingstone, el misionero en el
África, lo encontraron muerto… ¡de rodillas! La muerte
lo sorprendió en la presencia de Dios.
Bien lo decía Moody: “El secreto de la oración es la
oración en secreto”.
La práctica de la intimidad profunda con Dios

John Wimber decía: “No buscamos el poder de Dios,


bus- camos su presencia. Su poder y todo lo que
necesitamos siempre se encuentra en su presencia”.

Brennan Manning y el famoso escritor Larry


Crabbconver- saban después de haber disertado en la
misma conferencia:
—¿Para dónde pretende ir después?— preguntó Larry.
—De aquí a dos días comienzo un retiro para estar a
solas con el Señor.
Como él nunca había hecho nada así, curioso, le preguntó:
—¿Qué hace por usted un tiempo como ese? ¿Cómo
Dios responde a...? Brennan hizo una pausa, pareció un
tanto desconcertado y por fin dijo:
—Nunca se me ocurrió qué es lo que puedo ganar con
eso. Solamente pienso que a Dios le gusta cuando asisto.

5. La pregunta clave
En estos años me han preguntado una y otra vez:
“¿Cómo sé que tengo comunión? Yo leo La Biblia, oro y
voy a la iglesia, pero ¿me podrías dar algo más
concreto?”. Una pregunta importante que te compartiré
en este capítulo es:
¿Cómo sé que estoy teniendo comunión?
¿Cómo sé que estoy creciendo en mi relación con el Señor?
¿Qué indicadores puedo considerar para no dejarme
enga- ñar por mis emociones?
La respuesta a esta importante pregunta está en
Romanos 8:6 que dice: “Porque la mente puesta en la

39
carne es muerte, pero la mente puesta en el Espíritu es
vida y paz”.

40
Comunión Diaria

Es experimentar vida y paz. Así yo sé que mi comunión


con el Señor está creciendo. Analicemos cada uno de los
indicadores:

• Porque tengo vida


¿Qué significa el aumento de vida? Es el aumento de
fuerza, de hambre, de entusiasmo, de pasión, de deseo
por Cristo, por las cosas del Espíritu.

Te encontrás teniendo más “ganas” por conocerlo, más


de- seo de congregarte y tu hablar de Él aumentó. ¡Eso
es vida! No es estar con “gozo” sino estar con “gozo en el
Señor”. La persona lo busca, lo desea, sueña cosas
grandes para Él. Cuando alguien fluye en estas
características es porque su comunión es profunda y
sincera. Dijo William Carey: “Espera grandes cosas de
Dios. Intenta grandes cosas para Dios”.

Otro aumento de vida es buscar La Palabra cada vez


más. Theodore Austin-Sparks era uno de los discípulos
de G. Campbell Morgan y le preguntó: “¿Cuál es su
secreto para predicar de esa manera? ¿Por qué puede
usted abrir La Palabra de esa manera y dos mil
personas en Londres se reúnen para escucharlo cada
viernes?”. El hermano Morgan dijo: “Cada vez que voy a
compartir acerca de un libro de La Biblia, antes de
hacerlo, al menos lo he leído cincuenta veces”.
La práctica de la intimidad profunda con Dios

• Porque tengo paz


Esta señal tiene que ver con el comportamiento, con la
ma- nera de actuar. Cuando estás tranquilo, notás que
no ma- nifestás las reacciones que antes tenías. Las
conductas han cambiado y, en situaciones donde antes
uno se enojaba, ahora no se enoja. Este cambio de
comportamiento no es porque yo me propongo mejorar
mi conducta sino debido a la transformación, el
aumento de Cristo.

Cuando en La Palabra dice que seamos “diligentes,


esforza- dos y honestos”, no es algo que yo debo hacer
para mejorar mi conducta. Es el Cristo crecido en mí que
me ha transfor- mado y ha producido esas virtudes en
mi conducta. Y eso se logra mediante la comunión y
disfrute con Él.

Pero no solo tenemos paz por la transformación de


nuestro carácter sino la paz en medio de circunstancias,
sean cuales sean. Recuerdo ahora a Joni Eareckson
Tada. Ella es una mujer que quedó cuadripléjica a los 17
años (al zambullirse para nadar) y desde su silla de
ruedas ha llevado vida y paz a millones de personas.
¿Cómo puede ser que alguien con tanta limitación
pueda decir algo así? :

“Él ha elegido no curarme, sino abrazarme. Cuanto más


in- tenso es el dolor, más cerca está su abrazo”.
“Cuando nos duele, Dios no siempre nos da muchas

41
pala- bras; nos da La Palabra; La Palabra se hizo carne y
conoce

42
Comunión Diaria

íntimamente nuestro dolor y sufrimiento. Eso es lo que


más ayuda”.
Sin lugar a dudas que la comunión con Él nos trae una
trans- formación de paz sobrenatural en cualquier
circunstancia.

6. Palabra y experiencia
Así podríamos decir que el fluir de la vida Zoe es una
expe- riencia. La vida con Cristo está basada en
experimentarlo a Él cada día de la existencia.

Ya hace varios años que mi oración es: “Señor, mostra-


me por qué hay tantos creyentes apartados, secos,
carnales, etc., frente a otros que vivieron y viven vidas
llenas de pa- sión, fuerza, alegría y frescura”.

Lo que Él me mostró es que todos los grandes hombres


de Dios tuvieron dos aspectos unidos. Por un lado,
conocían profundamente La Palabra. Ella era su especial
“perla pre- ciosa”; la comían, la oraban y la conocían.
Pero esta Palabra, que es Cristo mismo, era también su
experiencia.
Es decir, ellos experimentaban lo que leían: Palabra y
expe- riencia estaban unidas. La Palabra era su
experiencia y su experiencia era La Palabra. Como dijo
Jesús: “El que oye mi Palabra y la pone por obra...”.

Con el tiempo ambas se separaron.


La práctica de la intimidad profunda con Dios

La Palabra (sin la experiencia) se transformó en saber-


cono- cimiento-teoría.

Por el otro lado, algunos buscaron la experiencia sin


conocer La Palabra, sin profundizarla; sus experiencias
consistían en “ver arañas y serpientes, emitir gritos y
vivenciar expe- riencias emocionales, histerias
colectivas”. Pero cuando uno se acercaba, veía la
ausencia de La Palabra en sus vidas. Así nació “el
fundamentalismo teórico” (o religiosidad) y “la
experiencia emocional” vacía y hueca. Uno veía detrás
de “grandes experiencias”, vidas llenas de pecado o
super- ficiales y sin contenido de Cristo.

Ya lo decía F. Fénelon por el 1700 en su libro Una vida


sencilla: “También quiero advertirte de las personas que
aparentan tener una vida espiritual interior. Es fácil
confundir una viva imaginación con una verdadera
experiencia espiritual. Observa con cuidado y verás que
aún están indebidamente apegados a las cosas externas.
Permanece lejos de personas que suenan bien pero
nunca exhiben un verdadero fruto del caminar interior.
Su habla es engañosa y casi siempre los verás agitados,
buscando los defectos, y llenos de sus propios
pensamientos. A estos entrometidos espirituales les
molesta todo, ¡y casi siempre ellos son los molestos!”.

Ese nunca fue el propósito de Dios. El objetivo de Él es:


“Per- maneced en mí y mis palabras permanezcan en

43
vosotros”;

44
Comunión Diaria

es decir, que Cristo sea una experiencia y la experiencia esté


ba- sada en su Palabra.

La oración no es un “informe” de cosas a pedir o de


problemas a narrar, sino una experiencia de mutuo disfrute.

¿Qué te parece si volvemos a orar juntos?


“Señor, queremos este fluir. Queremos intimidad con
vos; queremos que crezcas en nosotros. Te amamos,
Jesús; tu Nombre es hermoso. Gracias por vivir en
nuestro espí- ritu. Pedimos que cada espacio de nuestro
ser reciba la vida abundante de Tu presencia. Te
amamos, Señor Jesús. Amén”.

¿Estás listo para ir a los ejercicios? Vamos, pero antes,


quiero darte un consejo importante:

De los ejercicios que veremos a continuación, te pido


que leas uno por día y lo practiques. No leas este libro
de corrido dado que no es un libro de conocimiento
teológico (aunque sí incluye conocimiento) sino un libro
de vida interior, de comunión para experimentar.

¡Leelo despacio! ¡No te apresures!

Tener conciencia de Él, mirarlo a Él, es fundamental para


no hacerlo en el alma (la mente, la voluntad y las
emociones).
La práctica de la intimidad profunda con Dios

Recordá que cada “ejercicio” no es una “tarea” que hago,


sino un encuentro que tengo con el Rey de Gloria. En
cada ejercicio miralo a Él, disfrutalo a Él. Hacelo de
corazón y verás el fluir de la vida Zoe y, en unos meses,
un aumento exponencial de Cristo en tu vida.

Viene a mi mente lo que dijo Charles Spurgeon: “Si


somos francos en nuestra comunión con Dios, seremos
francos en todo”.

Lo que voy a compartirte y vamos a hacer juntos funcio-


na. Estoy muy expectante de lo que Dios hará en tu vida.
Así que, por favor, contamequé sucede a medida que la
vida au- mente en vos; haceme llegar tu testimonio y
experiencias.

Mantené tu comunión de manera simple y sencilla.

No te preocupes por “que Dios me hable” o “que haga


algo en mí” o por experimentar algo en especial. Solo
disfruta- lo a Él. De eso se trata; lo demás lo hará Él.

¡Comencemos con los EJERCICIOS!

45
03

Ejercicio 1
Invocar al Señor. Maneras de disfrutar
de Él y fluir en la vida Zoe.

No hay nada más maravilloso que experimentar y


disfrutar al Señor y que Él disfrute de nosotros. Dice 1
Tesalonicenses 5:17: “Orad sin cesar”.

Los primeros cristianos, los hombres de Dios, vivían en


ora- ción. ¿Cómo nosotros podemos orar las 24 h?
¿Cómo pode- mos experimentar esa comunión
ininterrumpida?

Te propongo que en este día lo hagamos a través de la


in- vocación. Invocar quiere decir “llamar en voz alta”.
Es nombrarlo. Cada vez que decimos: “Señor Jesús” o
“Cristo maravilloso”, un suministro de vida comienza a
fluir en nosotros. Siempre que lo llamamos, Él responde.
Invocar debe hacerse en voz alta y es unir el nombre del
Señor con alguna virtud que Él tiene. Por ejemplo:
“Dios eterno” o “Jesús poderoso”. ¿Qué te parece si en
este momento hacés las invocaciones que salgan de tu
corazón?

¡Hacelo de todo corazón! ¡De lo profundo de tu ser! Te


es- cucho…

47
Comunión Diaria

Dice 1 Corintios 1:2: “… a la iglesia de Dios que está en


Co- rinto, a los santificados en Cristo Jesús, llamados a
ser san- tos, con todos los que en cualquier lugar
invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo, Señor de
ellos y nuestro”.

Aquí vemos que cualquier lugar es bueno para llamarlo


a Él. Su nombre es hermoso. Dice en Lamentaciones
3:55-56 que el profeta lo invocó en lo profundo de su
calabozo y desde ahí Dios le respondió.

A lo largo del día invocalo, nombralo, diciendo: “Gracias


Je- sús”, “Cristo maravilloso”. En el Reino no hay
espectadores. Todos hablamos, todos somos
protagonistas activos. Cada vez que lo invocamos, los
nutrientes de la vida Zoe recorren nuestro cuerpo y
nuestra alma. Cuanto más lo invocamos, más fuerza
tenemos.

Decía el rey David en el Salmo 116:2: “Te invocaré en


todos mis días”.

Podemos estar en el colectivo y decirle: “Señor


hermoso”. Podemos estar caminando y decirle: “Oh,
Señor Jesús”. Po- demos estar comiendo y decirle: “Abba
Padre”.

Al principio invocarlo puede costar un poco. Pero, a


medi- da que ejercitemos nuestro espíritu y lo
nombremos (lo cual es poner la mente en el Espíritu
como expresa Romanos 8), el suministro de vida correrá
en nosotros y, cuanto más lo
La práctica de la intimidad profunda con Dios

invoquemos, más fácil será fluir en el Espíritu.


Recordemos que cada invocación, aunque sea la misma
en el contenido, trae un fluir nuevo de Él, una nueva
experiencia con Él. Si lo hacemos de manera que no
haya fluir de vida es porque lo estamos haciendo en el
alma.

Como bien lo dijo Dwight L. Moody: “Dios nunca se


repite a sí mismo. Ninguno de sus pensamientos es
exactamen- te igual, ninguna de las necesidades es
exactamente igual, ninguno de los pecadores va a llegar
a Cristo de la misma precisa manera. En lugar de ver
hacia las experiencias de otros, busque una para usted
mismo”.

Qué lindo estar en este nuevo encuentro. ¿Qué te parece


si oramos al Señor e invocamos su nombre? Hacelo en
voz alta ahí donde estás:

“Padre nuestro y Señor maravilloso, digno de gloria,


gra- cias por este nuevo encuentro. Pedimos tu luz para
poder ver tu hermosura; que Cristo crezca; danos una
experiencia de lo que hoy hemos compartido. En el
nombre de Jesús. Amén”.

Percibo en mi espíritu que te compartí todo lo que


debía soltarte en este capítulo. Cierro con una frase de
George Müller: “Vivo en el espíritu de la oración, oro al
caminar, cuando me acuesto y cuando me levanto. Y las

49
respuestas

50
Comunión Diaria

siempre están viniendo. El gran punto es el de nunca ren-


dirse hasta que la respuesta llega”.

Dijo el Conde de Zinzendorf: “Tengo una sola pasión: es


Él y solo Él”.

Te dejo unas invocaciones. ¿Las practicamos en voz alta?

- Señor, ¡eres maravilloso!


- Cristo, Tu amor es eterno.
- Abro mi espíritu a Tu luz.
- Señor, cuán glorioso es Tu nombre en toda la Tierra.
- Mi espíritu se llena de Tu paz.
- Jesucristo, eres maravilloso.
- Jesús, te amo.
- Te disfruto, Señor.
- No hay nadie como Tú.

¡A practicar!
04

Ejercicio 2
Compartir cada situación,
a cada instante, con Él

¡Hola nuevamente! ¿Cómo fue la experiencia de invocar?


“Glorioso es el Señor”.

Hoy quiero que experimentemos el compartir con Cristo


todo.

No hay en la Tierra ninguna práctica que pueda


producir lo que genera la comunión íntima con Él. Nada
la puede reemplazar y sus frutos son eternos. La
comunión no es “tareas” para hacer o decisiones a
tomar, sino una relación a tener. A veces pensamos que
“si hago tal cosa”, Dios me dará tal otra. Si ayuno, me
volveré más santo y si oro, Dios me prosperará. Como si
nuestra intimidad con Él fuese un “toma y dame”. ¡No!

Mi comunión no son las “cosas que hago para Dios”. A


Él le interesa que viva a Cristo en mí. No es por mi
esfuerzo sino por vivirlo a Él, disfrutarlo a Él,
mezclarme con Él.

51
Comunión Diaria

Antes de compartirte más de esta experiencia, el Señor


nos debe dar luz sobre algo trascendental. La vida
cristiana no es:

a. “Señor, ayudame a mí”: este modelo de Cristo me da


algo a mí para que yo pueda ir mejorando mi conducta.
El Señor me da un poco de fuerza, un poco de paz, un
poco de amor para que pueda hacerlo. Este modelo es
equivocado, no es bíblico.

b. “Sirvo como Cristo”: no se trata de “imitarlo” o de


“¿qué haría Jesús en mi lugar?”, porque en este nivel sigo
siendo yo con mi esfuerzo y “copio sus conductas”. Pero
su vivir no puede ser imitado.

c. “Algo de Él y algo de mí”: este modelo implica que


“Dios hará lo que yo no puedo y yo debo hacer lo que sí
puedo”. Es decir, mitad y mitad. Este modo de vida
cristiana también es errado.

Entonces ¿cómo es?

d. “No yo sino Cristo en mí: Él vive a través de mí”: “Se-


ñor, nada de mí; todo de Ti. Quiero vivir tu vivir y que,
al crecer, transformes mi alma y cuerpo y te expreses a
través de mí, que hables a través de mí”. No es mi paz ni
mi amor sino Su paz y Su amor los que se expresan en
mí. Así ahora,
La práctica de la intimidad profunda con Dios

con Cristo en mi vida, somos uno. Yo vivo su vivir


según Gálatas 2:20.

¡Su vivir no es “parecer”, “copiar” o “ayudarme” sino


que es Cristo, siempre buscándolo de corazón.
No es “Él hace algo para mí”, ni “Él está al lado”. Es “Él
vive en mí”. Él no quiere ayudarme sino ser mi vida. Así
que mi foco no es “vivir una vida de éxito o victoriosa”
sino vivirlo a Él. Mi foco no es superar o vencer mis
luchas, mejorar mi carácter, o superar mis frustraciones;
sino que ahora yo solo quiero vivirlo a Él en mi caminar,
compartir todo con Él.

¿Oramos?
“Señor, que seas vos a través de nosotros. Nada de
nosotros; todo de Ti. Nada de otros; todo de Ti. Te
amamos y te respi- ramos. Amén”.

Ahora sí, miremos qué significa compartir cada cosa y


cada instante. Consiste en involucrar a “Cristo en mí”, en
com- partir lo que estamos haciendo con Él. Aprendí
que George Müller, cuando hablaba con alguien,
paralelamente ha- blaba con Dios y le decía: “Señor,
¿qué te parece? ¿Cómo lo haríamos?”. Mientras su alma
hablaba con la persona que tenía adelante, su espíritu
compartía con Él buscando su parecer.

Es involucrarlo a Él:

53
Comunión Diaria

-Cuando estemos comiendo algo: “Señor, ¿qué te parece


esta comida?”.
-Cuando estemos jugando con nuestros hijos: “Señor,
gra- cias por jugar con nosotros”.

-Cuando estés comprando algo, paseando, mirando TV,


in- volucralo a Él; buscá su parecer o sencillamente
agradecele que comparte esa actividad con vos: “Cristo
en mi vida, en mis actividades; quiero que Él crezca en
mí en cada tarea, sea pequeña o grande”.

En una oportunidad le compartí esto a un adorador


muy conocido que ama al Señor. Quedó tan impactado
que me dijo: “Bernardo, llegué a mi casa, llamé a mi hijo
y le dije: ‘Vamos a jugar al fútbol, pero vamos con Jesús’;
luego fui- mos a comer y dijimos como familia: ‘Señor,
cená con no- sotros, queremos disfrutarte’. Y así empecé
a ver a mi hijo hacerlo también. Algo hermoso sucedió
como familia”.

Ese es el caminar con Él en todas nuestras actividades.

Comunión no es enfocarme en mí, en qué yo puedo


hacer para Él, sino todo lo contrario. Enfocarme en Él,
mirarlo a Él, y dejar que Él haga su obra en mí. Por eso
la gente de grandes profundidades con Cristo siempre
vive sorprendi- da por lo que Él hace.
La práctica de la intimidad profunda con Dios

Leí que Corrie ten Boom, en una oportunidad en el


campo de concentración, se había llenado de piojos y le
dijo a su hermana: “Demos gracias por los piojos”. A lo
que ella le respondió: “¿Cómo haremos eso?”. Al tiempo,
como había tantos piojos, los soldados nazis no querían
entrar en esa ca- baña y así ellas pudieron orar,
compartir y adorar al Señor con el resto de las
prisioneras.

Puedo tener conocimiento de Dios, servir a Dios y no


culti- var mi relación profunda con Él. Cuando esta se
hace más íntima, no importa el momento ni dónde
estamos, lo dis- frutamos a Él.

Shelly Volkhard cuenta en su libro acerca de un pastor


pre- so en una solitaria cárcel de Filipinas que, teniendo
a los guardias cerca, no podía cantar ni orar
abiertamente al Se- ñor. Así que el preso le pidió a Dios
que le permitiera tener el gozo de alabarlo en voz alta.
La cuestión era cómo liberarse de esos guardias. Un día
un guardia lo sacó de su prisión empujándolo y lo llevó
a un lugar de letrinas con un hedor espantoso.
Tapándose la nariz, le dijo: “Regresaré en un par de
horas, limpia todo”. De pronto vio que estaba solo. Nadie
estaba ahora cerca y empezó a cantar el himno: “He
venido al jardín solo…”; así el pastor contó a la audiencia
que aquel asqueroso lugar se había convertido en un
jardín por la pre- sencia de Dios durante su alabanza.

55
Comunión Diaria

¡Wow! Su presencia transforma cualquier lugar porque


nos libera de este; Él es más grande y está en nosotros
en cada circunstancia.

Mientras te comparto esto, le pido al Señor que guíe


cada palabra y que nos siga hablando. En este día te
propongo que, ante cada actividad que realices o cada
tema que ha- bles, le compartas al Señor todo.
Seguramente al principio muchas cosas pasarán de
largo; pero, a medida que practi- ques mirándolo a Él, se
hará un “hábito” del espíritu invo- lucrarlo a Él en todo.

¡Vamos a practicar!
05

Ejercicio 3
Parte A: Adorar al Señor

Hola, ¡juntos nuevamente! Cristo está creciendo en


noso- tros. Él es vida, ¡gloria al Señor! ¿Qué te parece si
adoramos? Leamos en voz alta el Salmo 24:10:
“¿Quién es este Rey de la gloria? Es el Señor
todopoderoso. Él es el Rey de la gloria”.

¿Qué te parece si volvemos a adorar? Ahora con lo que


Pablo le escribió a Timoteo en 1 Timoteo 1:17:
“Por tanto, al Rey eterno, inmortal, invisible, al único
Dios sea honor y gloria por los siglos de los siglos,
amén”.

1. Cuando le hablamos a Él de lo que Él es, Él crece


en nosotros
Si yo te digo: “Vamos a alabar”, ¿qué es lo primero que
viene a tu mente? Cantar. ¿Y si te digo “fluir en la
alabanza”? ¿Qué es lo primero que se te ocurre?
Seguramente cantar algo nuevo. ¿Y si te digo que vamos
a escuchar una alabanza? El ministerio de adoración o
un tema musical.

Sin embargo, adorar no es cantar; adorar es hablar lo


que Él es. Sí, por favor, repitámoslo juntos, porque esto
57
es clave con aquello que te voy a compartir: adorar es
hablar de su

58
Comunión Diaria

grandeza, es la respuesta a la grandeza de Él. No es


hablar de mí, de lo que yo siento, ni de lo que
experimento, ni de lo que le entrego a Él en adoración.
Adoración es mirarlo a Él y hablar de quién es Él. Es
decir, que la adoración empieza en Él y termina en Él.

El Salmo 34:1-2 dice: “Bendeciré a Jehová en todo


tiempo; su alabanza estará de continuo en mi boca. En
Jehová se gloriará mi alma; lo oirán los mansos, y se
alegrarán”.

Es interesante el hecho de que David descubrió este


secreto de la comunión con Dios. Durante mucho
tiempo, yo pen- sé que cantar era adorar, encerrarme en
mi habitación, oír unos buenos temas de adoración y
comenzar a cantar. Y, aunque eso es adoración también,
siempre me veía limitado dado que, cuando estoy en el
colectivo, caminando, lavando los platos, no puedo
disponer de la música y del ambiente propicio.
Justamente lo que David descubrió es que alabar puede
ir acompañado de música, de una posición corporal de
rodillas, postrado, acostado, con las manos. Sin embar-
go, la esencia es hablar lo que Él es. Por eso, el Salmo
119:164 dice: “Siete veces al día te alabo a causa de tus
justos juicios”.

¿Qué te parece si volvemos a alabar al Señor? Leamos


juntos esta declaración que está en 1 Crónicas 29:11:
“Tuya es, oh, Jehová, la magnificencia y el poder, la
gloria, la victoria y el honor; porque todas las cosas que
están en los
La práctica de la intimidad profunda con Dios

cielos y en la tierra son tuyas. Tuyo, oh, Jehová, es el


reino, y Tú eres excelso sobre todos”.

Durante mucho tiempo le pregunté al Señor por qué en


mi vida de adoración individual no veía grandes
manifesta- ciones del fluir de su poder. El Señor me dio
la respuesta: la alabanza no es lo que yo experimento ni
entrego, sino que es hablar de los atributos de Él,
conocerlo a Él; y cuando yo lo alabo a Él, Él añade algo
de Él en mí. ¿Es que Dios necesita la alabanza? ¿Tiene
problemas de baja estima? ¡De ninguna manera! Él ha
establecido la ley de que, cuando nosotros le alabamos,
Él añade a nosotros aquello que le estuvimos alabando.

En una oportunidad un niño le comentó a su papá qué


pe- queños eran los aviones al ver uno volar en el cielo.
El padre lo llevó al aeropuerto y, cuando estuvo al lado
del avión, le señaló qué enorme que era. Así, cuando el
Señor está lejos, lo vemos pequeño; pero, cuando está al
lado de nosotros, cuando estamos cerca de Él, vemos su
grandeza. Qué im- presionante el reproche que Dios le
hizo a Asaf en el Salmo 50:21: “Vos pensabas que yo era
como vos”. El rey David, a lo largo del día, siete veces se
detenía y hablaba de la grandeza del Señor. De allí que
el Salmo 27:4 dice: “Una sola cosa le pedí a Dios: estar en
su casa para contemplar la hermosura de Jehová”. David
quería verlo a Él para hablar de lo que Él es.

59
Comunión Diaria

Leí con asombro que existen doscientas cincuenta mil


cla- ses de diferentes plantas con semillas, diez mil
especies de aves, veinte mil especies de peces y millones
de estrellas. En el sol caben un millón trescientas mil
tierras; en nuestra ga- laxia entran dos billones de soles
y hasta se ha descubierto que existen dos millones de
galaxias. Por eso David decía: “Cuando miro los cielos,
digo: ¿Qué es el hombre para que tengas de él
memoria?”. Y este Dios poderoso y eterno vive en
nosotros. El Salmo 147:4 afirma: “Cuenta el número de
las estrellas; a todas ellas llama por su nombre”. Aquí
Da- vid tiene simbólicamente un telescopio y ve la
grandeza de Dios; pero inmediatamente tiene un
microscopio y dice en el Salmo 147:3: “Él sana a los
quebrantados de corazón, y venda sus heridas”.

En su poema La exuberancia de Dios Dorothy Grimes dice:

Más cielo del que el hombre puede ver,


Más mar del que él puede navegar,
Más sol del que él puede llegar a
contemplar, Más estrellas de las que él
puede alcanzar, Más aliento del que él
puede respirar, Más cosecha de la que él
puede recoger, Más gracia de la que él
puede comprender, Más amor del que él
puede conocer.

La adoración es hablar de Él, de su grandeza. Esta es la


ma- nera más plena de experimentar “yo en Cristo”.
Cuando le
La práctica de la intimidad profunda con Dios

comparto a Él todo lo que hago y lo involucro en mi


vivir, alcanzo la manera más plena de experimentar a
“Cristo en mí”.

2. Antes de hacer algo…


Antes de hacer una tarea, expresá una alabanza.
Nehemías lo primero que hizo fue orar a Dios y hablar
de su grandeza. Josafat y sus soldados, al ir a la guerra,
declararon: “Para siempre es tu misericordia”.

Después de hacer una gran tarea, soltá una alabanza. El


Evangelio cuenta que el leproso volvió y se postró y le
adoró (Mateo 8:2). El ciego le preguntó a Jesús quién era
para que creyera, y Jesús le respondió: “Soy yo” y él
creyó y adoró (Juan 9:38). La encorvada, cuando fue
sanada, dice La Pa- labra que glorificaba a Dios (Lucas
13:13); y así podríamos seguir con toda La Biblia. Antes,
durante y después solte- mos alabanzas a Dios. Cuando
lo alabamos se mezclan la admiración y el asombro,
junto con el gozo y la alegría.

Cuando el profeta Isaías vio la gloria del Señor dice La


Pa- labra que vio ángeles que tenían seis alas. Las alas
son para volar, representan la fuerza. Con dos cubrían
su rostro y con las otras dos cubrían sus pies. Tenían
solamente dos alas libres para volar. Significa que la
adoración debe ser el doble de nuestras fuerzas, el doble
de nuestros servicios. Fui enormemente impactado al
leer sobre el hermano Lo- renzo, un monje del siglo XVII

6
1
quien, en su lecho de muer-

6
2
Comunión Diaria

te, reunido con sus amigos y hermanos, les dijo que él


ha- ría ahora lo que había hecho los últimos cuarenta
años y haría por la eternidad: “Seguir adorando”. Él no
se estaba “muriendo” sino que su tarea principal era
adorarlo a Él. Nuestras experiencias también son
transformadas en una adoración.

3. Hablar adoración
Dice el apóstol Pablo que hablemos entre nosotros con
Sal- mos. Te propongo que, cuando saludes a alguien y
te pre- gunte cómo estás, le respondas: “Cristo reina con
poder”. Nosotros no debemos hablar a partir de lo que
sentimos, lo que tenemos o lo que nos sucede; tenemos
que hablar entre nosotros con Salmos. El Salmo es una
experiencia. David escribió el Salmo 23 debido a una
vivencia que tuvo. Dios va a transformar nuestras
situaciones en alabanzas.

George Bennard en 1902, leyendo profundamente Las


Es- crituras, tuvo una experiencia con la cruz y entonces
escri- bió el famoso himno que dice: “En el monte
Calvario estaba una cruz, emblema de afrenta y dolor”.
El doctor Chisholm a lo largo de su vida estaba rodeado
de enfermedad y po- breza, pero siempre vio la mano
de Dios en él y fue así que escribió en 1923 un poema
que dice: “Oh, tu fidelidad, cada momento la veo en mí;
nada me falta pues todo provees”. En otra oportunidad,
un joven se encontró en medio de una tormenta atroz,
temiendo por su vida, para ver minutos después un sol
radiante. Ese joven escribió: “Al oír tu voz
La práctica de la intimidad profunda con Dios

en los potentes truenos y ver brillar el sol en su cenit, mi


corazón entona la canción, cuán grande es Él, cuán
grande es Él” (Carl Boberg, 1885).

Nuestras experiencias serán una canción, una poesía,


una alabanza. Decimos junto con el rey David: “Grande
es el Señor y digno de ser alabado”.

Si miramos los Salmos, encontraremos que David alabó


a Dios por ver su grandeza, algunas de las cosas que vio
y por las cuales le alabó. Cuanto más adoramos, más Él
se nos re- vela. ¿Qué te parece si juntos en voz alta
alabamos con estas declaraciones?

• El Señor es un escudo (Salmo 3:3)


• Mi fuente de seguridad (Salmo 4:8)
• Mi Rey (Salmo 5:2)
• El Juez (Salmo 7:8)
• Mi refugio (Salmo 9:9)
• El ayudante de los huérfanos (Salmo 10:14)
• El Rey para siempre (Salmo 10:16)
• El Señor es justo (Salmo 11:7)
• Dios es mi fortaleza y mi roca (Salmo 18:1-2)
• Mi libertador (Salmo 18:2)
• Mi apoyo (Salmo 18:18)
• Mi Redentor (Salmo 19:14)
• Él es mi pastor (Salmo 23:1)
• El Rey de gloria (Salmo 24:7)

63
Comunión Diaria

• El Señor de los ejércitos (Salmo 24:10)


• El Dios de mi salvación (Salmo 25:5)
• Mi luz y mi salvación (Salmo 27:1)
• Mi fuerza y escudo (Salmo 28:7)
• Él es el Dios de la gloria (Salmo 29:3)
• El Señor Dios de la verdad (Salmo 31:5)
• El Dios viviente (Salmo 42:2)
• Mi ayuda en problemas (Salmo 46:1)
• El Rey sobre toda la Tierra (Salmo 47:2)

Antes de ir a la experiencia quiero contarte que adorar


no es un servicio, ni oír un mensaje, ni arrodillarse en
silencio, ni cantar fuerte soltando una lágrima.
Adoración es algo más profundo que eso. Una de las
maneras que dispone- mos para que la vida fluya y
tengamos contacto con Él es cantándole a Él. Adorar es
presentar a Cristo al Padre.

Dice Deuteronomio 16:16 que nadie debía ir a la


presencia del Señor con las manos vacías. Tenían que
traer algo de la tierra de Canaán: vino, aceite, fruta,
comida. Es decir, una ofrenda. Hoy sabemos que la
Tierra Prometida es Cristo. Es decir, que Cristo como la
tierra, produce a Cristo como fruto de la tierra, para que
nosotros ofrezcamos a Cristo (el fruto), al Padre. ¡Gloria
al Señor! Adorar entonces es ofrecer a Cristo al Dios
Padre y todos disfrutar mutuamente. Es que Cristo salga
en mi cantar, es expresarlo a Él en mi adoración.
¿Adoramos a Dios juntos?
La práctica de la intimidad profunda con Dios

“¿Quién es este Rey de la gloria? Es el Señor Todopoderoso;


¡él es el Rey de la gloria!” (Sal. 24:10).

“Por tanto, al Rey eterno, inmortal, invisible, al único


Dios, sea honor y gloria por los siglos de los siglos.
Amén” (1 Tim. 1:17).

“¡Qué grande eres, Señor omnipotente! Nosotros


mismos hemos aprendido que no hay nadie como Tú, y
que aparte de ti no hay Dios” (2 Sam. 7:22).

“Nadie es santo como el Señor; no hay roca como


nuestro Dios. ¡No hay nadie como él!” (1 Sam. 2:2).

“Tú, oh, Dios, estás sobre los cielos, y tu gloria cubre


toda la tierra” (Sal. 108:5).

“¡Al que está sentado en el trono y al Cordero, sean la


ala- banza y la honra, la gloria y el poder, por los siglos
de los siglos!” (Ap. 5:13).

65
06

Ejercicio 4
Parte B: Adorar al Señor

¡Qué hermosa experiencia vivimos! ¿Adoramos juntos


nue- vamente con el Salmo 145:3?

“Grande es el Señor, y digno de toda alabanza; su


grandeza es insondable”.

Separé este capítulo, recordá que es un libro de


experien- cias y no del “conocimiento del bien”, no del
“saber”, sino del vivir a Cristo. Así entonces vamos a
nuevos ejercicios:

1. Leé unos versículos de La Biblia, agregales música y


cantalos
Dice en Isaías 56:7: “Yo los llevaré a mi santo monte, y
los recrearé en mi casa de oración”.

La palabra “oración” en hebreo es tephillah que significa


una oración que ha sido musicalizada y es cantada.

Dejate llevar. Aquí, estos dos versículos para que les


agre- gues una melodía y los cantes en el espíritu.
(Pensá en el Señor y soltá tu espíritu; cantalo varias
veces con distintas melodías, elaborá tu propia
67
alabanza):

68
Comunión Diaria

-Filipenses 4:13:
“Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”.
¿Cómo te fue? Mientras vos lo hacías, ¡yo también lo hice! (a
solas, por supuesto).

Aquí va el otro para practicar un poco más:


-Filipenses 4:4-5:

Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo:
¡Regocijaos! Vuestra gentileza sea conocida de todos los
hombres. El Se- ñor está cerca”.

Disfrutar del Él, de eso se trata (y Él de nosotros). Estoy


se- guro de que Él sonrió al escucharnos…
“Lo que sucede cuando estamos a solas con el Señor
deter- mina cuán íntima y profunda será la adoración
cuando nos reunimos” (John Wimber).

2. Te propongo también que “inventes” una canción


Dice en Efesios 5:17 que seamos llenos del Señor
hablando, cantando en nuestro espíritu cánticos
espirituales. Es lo que llamábamos el “canto profético”,
pero rompé la melodía y la armonía. Que no tenga
lógica esa melodía, que no sea linda, sin formalismos ni
coro, sin necesidad de corregir, sin pen- sar. Inventá una
canción. Por ejemplo: “Cristo, eres grande”. O: “Señor, te
adoro”. Y dejate llevar por la música que sale de tu
espíritu junto con la letra que sale también de tu
espíritu. Colosenses 3:16 habla de cantar con gracia. Y en
Apocalipsis 5 dice que los ángeles cantan un cántico
nuevo. Siempre
La práctica de la intimidad profunda con Dios

asociamos el cántico nuevo con un cántico melodioso


como se escucha en muchas iglesias. Sin embargo, es
nuevo porque rompe todo formalismo y sale de lo
profundo del corazón.

Muchos himnos tienen vida de Dios. ¿Por qué? ¿Será


por la “letra profunda” o “la melodía”? ¡No! Tienen
vida Zoe porque nacieron de experiencias con Él. Y el
Cristo experi- mentado se compuso en una canción.
Cuando una persona “compone” una canción con una
linda letra y una linda me- lodía pero que no nació de
una experiencia con Él, pasará al olvido pronto, pues
solo puede ministrar de manera leve.
¿Te animarías a hacer una canción con alguna
experiencia donde viste a Cristo y lo experimentaste?

¿Hacemos una canción? ¿Te animás? Que salga


espontánea- mente o “producida”.

3. Hacer un instrumental
Hace un tiempo, cuando estaba meditando en La
Palabra, recibí una melodía y empecé a tararearla.
Luego recibí otra melodía, empecé a tararearla. El Señor
me dijo: “Este es un instrumental”. Comencé a reírme.
“¿Qué te parece si me ha- cés un musical?”. Solo
instrumental. No se trata de cantar un versículo o una
canción, sino de soltar una melodía flu- yendo en el
espíritu. Dios busca adoradores que lo adoren en
espíritu y en verdad.

69
Comunión Diaria

4. Cantar la oración
Es añadirle música a nuestra oración. Te propongo que
durante todo este día cantes una canción nueva, que
ores cantando, que leas La Palabra cantando, y hagas un
instru- mental que fluya de tu corazón. Adorar es
poderoso porque es del Espíritu; es disfrutar al Señor.
Mi foco no soy yo, mi foco es Él.

Y quiero terminar con algo glorioso… Hebreos 2:12:


“Anunciaré a mis hermanos tu nombre. En medio de la con-
gregación te alabaré”.

En este versículo Jesús está citando el Salmo 22:1: “¿Por


qué me has desamparado?”. Dice luego en el v. 22:
“Anunciaré a mis hermanos tu nombre”. ¿Cuándo
sucedió eso? En la resurrección. Sabemos que Jesús le
dijo a María: “Ve a mis hermanos”. Sin embargo, quiero
detenerme en esta frase: “En medio de la congregación
te cantaré”. Cuando yo estoy cantando, Jesús canta en
mi cantar. ¡Gloria al nombre del Señor! Qué maravillosa
es tu presencia, Señor. Cuando can- to con mi espíritu,
Cristo canta en mi cantar.

Leamos en voz alta lo que dice Apocalipsis 14:2-3:


“Y oí una voz del cielo como estruendo de muchas
aguas, y como sonido de un gran trueno; y la voz que oí
era como de arpistas que tocaban sus arpas. Y cantaban
un cántico nue- vo delante del trono, y delante de los
cuatro seres vivientes, y de los ancianos; y nadie podía
aprender el cántico sino
La práctica de la intimidad profunda con Dios

aquellos ciento cuarenta y cuatro mil que fueron


redimidos de entre los de la tierra”.
Aquí dice que hay ruido, pero luego dice que hay arpas.
Hay un ruido mezclado con la melodía. Qué
impresionan- te. El ruido es nuestro cantar; la melodía
del arpa es la voz de Cristo. Cristo canta en mi cantar.

5. Meditar orando una poesía


Podemos hacerla nosotros o tomar alguna de alguien
que caminó con Él y meditarla.

Una de mis preferidas es Amy Carmichael. Fue una


mujer que rescató cientos de chicos entregados a la
prostitución en la India. Fundó un Hogar y un hospital
que siguen hasta el día de hoy. Estuvo toda su vida
sirviendo al Señor. Tuvo un accidente que la dejó
postrada veinte años y aun así siguió sirviendo en la
India. Fue en esos años que escribió catorce libros y
poemas. Estos son algunos párrafos que nacen de una
comunión íntima con Él:

“No conozco nada del amor del Calvario…

Si puedo criticar fácilmente los defectos y pecados de


cual- quier persona; si puedo hablar con ligereza incluso
de las faltas de un niño, entonces no conozco nada del
amor del Calvario.

71
Comunión Diaria

Si puedo disfrutar un chiste que se hace a expensas de


otro; si puedo, en cualquier forma, despreciar a alguien
en una conversación, o aun en mi pensamiento, entonces
no conoz- co nada del amor del Calvario.

Si puedo decir una palabra áspera o tener un


pensamiento cruel, sin sentir dolor ni vergüenza,
entonces no conozco nada del amor del Calvario.

Si temo decir la verdad por miedo de perder el cariño


de alguien, o porque podría creer que yo no entiendo y
que es- toy equivocado, o porque puede estropear mi
reputación de persona amable; si mi buen nombre está
antes que el máxi- mo bienestar del otro, entonces no
conozco nada del amor del Calvario.

Si me reservo algo en mi entrega a Aquel que tuvo tanto


amor, que dio a quien más amaba, por mí; si en mi
oración existe algún “pero” secreto, o un “cualquier cosa
menos eso, SEÑOR”, entonces no conozco nada del amor
del Calvario.

Si me enredo en cualquier pasión desordenada; si hay


cosas, lugares o personas que impiden mi obediencia al
SEÑOR, entonces no conozco nada del amor del
Calvario”.

Podemos escribir también una poesía para Él, sin


importar su rima. Dice Wesley L. Duewel: “Cuanto más
alabas a Dios, más te vuelves consciente de Dios y
absorto en su grandeza,
La práctica de la intimidad profunda con Dios

sabiduría, fidelidad y amor. La alabanza te recuerda


todo lo que Dios puede hacer y las grandes cosas que ya
ha hecho”. Aquí te comparto una poesía de mi papá. La
escribió el 30 de enero del 2004. Mientras estaba en el
kiosco (trabajaba con mi mamá desde las 5 am hasta las
12 pm), a lo largo de todo el día, tomaba unos cartones y
escribía y escribía. Como él nos contaba, asistió “un solo
día” a primer grado en su pueblito natal en Grecia, ya
que al día siguiente tuvo que ir a pastorear ovejas, con
apenas seis años. Eran muchos hermanos muy humildes
y sin padre. Pero siempre fue un autodidacta y aprendió
español para leer La Palabra y com- partir con el cuerpo
de Cristo en la Argentina. Muchas de las cosas que
escribió no respetan las normas ortográficas, pues las
desconocía, ni “riman”, y nunca estarán en un libro de
poesías; sin embargo, creo que en más de una ocasión el
Señor le sonrió...

Te comparto una de sus poesías:

LLAMAME ERMANO PEDRO


YO TE LLAMARE JUAN
SI ANDAMOS SIEMPRE JUNTOS
DIOS VA ASER TODO LO
DEMAS.

PARALITICOS NOS ESPERAN


VAMOS JUNTOS A BUSCAR
SOLO NOMBRA A JESUS CRISTO

73
SE SALVARÁ Y SE SANARÁ.

74
Comunión Diaria

LLAMAME AVIVAMIENTO
TE LLAMARE A EVANGELISAR
CON AMOR DE DIOS TRIUNFAMOS
EL MUNDO VA A CAMBIAR.

LLAMAME AVIVAMIENTO
LLAMAME EVANGELISAR
CON AMOR DE DIOS SI
ANDAMOS VAMOS POR MEJOR Y
MAS.

JUNTOS VAMOS EN EL
CAMINO JUNTOS VAMOS A
ADORAR
EN EL CIELO HAY ALEGRIA
HOY ENTRA UNO MAS.

FUERZA HERMANA
FUERZA HERMANO
CRISTO SIEMPRE NOS ACOM AÑIARA.

¡Vamos a practicar!
07

Ejercicio 5
El Silencio

¡Qué lindo tiempo que estamos pasando con el Señor!


Aun- que no nos podemos ver físicamente, querido
lector, esta- mos juntos en el espíritu disfrutando de su
presencia.

Hoy quiero compartirte otra manera de disfrutar del


Señor y del fluir de la vida Zoe en nosotros: guardar
silencio de- lante de Él.

Podemos acercarnos hoy y decirle:


“Señor, aquí estoy, quiero disfrutarte”.
Y guardar silencio, estar callados, solo disfrutando... per-
mitiendo que su vida fluya en nosotros. No es un
silencio pasivo, sino un silencio activo donde disfruto de
Él, lo veo a Él, olvidándome de lo que Él me puede dar o
de lo que yo necesito.

Dijo el misionero Sadhu Sundar Singh: “La oración no


sig- nifica pedirle a Dios todo lo que necesitamos; es más
bien el deseo vehemente de estar ante su presencia”.
Muchas personas tal vez digan: “Bueno, pero el Señor
no me dijo nada... Y yo tampoco a Él”. Es que,
efectivamen-
75
Comunión Diaria

te, ese es el objetivo. Ni escuchar ni hablar, sencillamente


estar juntos disfrutando. Como dos novios que se miran
sin hablar; solo se observan y disfrutan mutuamente. Es
un silencio que descansa, que se recuesta en Él.

El Sr. G. K. Chesterton andaba en una ocasión por las


calles de Londres, cuando fue abordado por un
reportero de pe- riódico que le dijo: “Señor, sé que
recientemente se ha vuel- to cristiano. ¿Puedo hacerle
una pregunta?”. “Ciertamente”, respondió Chesterton sin
vacilar. “Si el Cristo resucitado apareciera
repentinamente, y en ese momento estuviera de pie
detrás del Señor, ¿qué haría?”. “Él ya está; su presencia
me rodea detrás y delante”, dijo Chesterton.

Tenemos algunos pasajes que nos hablan de esto. Nos


acer- camos delante de Él apagando o calmando nuestra
mente, nuestros pensamientos, nuestra lista de oración,
y sencilla- mente guardamos un silencio de vida,
disfrutando de Él. Es importante el hecho de que este
silencio es un silencio “delante de Él”, ante el Señor. Dice
el Salmo 62:5: “Todo mi ser espera en silencio delante de
Dios porque en Él está mi esperanza”. No es un silencio
pasivo, es un silencio de dis- frute delante de Él.

El silencio es una voz que se encuentra con el silencio


de Dios, que es otra voz. Cuando mi vida hace silencio,
Él me habla con el silencio de su presencia.
La práctica de la intimidad profunda con Dios

Dijo F. Fénelon en Una vida sencilla: “Puedes oír


intermina- bles sermones sobre una vida perfecta.
Puedes saber todo lo que se predica sobre el tema y aún
estar más lejos de la per- fección que nunca. Tu meta
primordial habría de ser hacer oídos sordos al yo,
mientras se escucha a Dios en silencio. Deberías
renunciar a tu orgullo y entregarte a lo que agra- de a
Dios. Habla poco y haz mucho, sin preocuparte de si te
han visto o no. Dios te enseñará más que incluso al más
maduro cristiano”.

Experimentaremos el fluir de la vida, el movimiento de


Cristo en nosotros, el aumento de fuerza y de alegría.
Dice el Salmo 37:7: “Guarda silencio ante Jehová y
espera en Él”. A lo largo del día, procurá en distintos
lugares y circuns- tancias permanecer en silencio y
decirle: “Señor, te disfruto en el silencio para que tu vida
fluya en mí”. Notarás con el tiempo, un aumento de
vida extraordinario.

¡Qué difícil es estar en silencio! ¿Hacemos un ejercicio?


Mirá tu reloj y quedate dos minutos en silencio. ¿Listo?...

¿Cómo fue la experiencia? ¿Interminable? ¡Sí! ¡Pero


fueron solo dos minutos!

Sigamos…
Si miramos el libro de Job, veremos que es casi todo un
diá- logo entre Job y sus amigos. Ellos opinan, Job

77
argumenta; ellos vuelven a opinar y Job vuelve a
responder. A lo largo

78
Comunión Diaria

de todo el libro vemos esos ciclos de conversaciones.


Solo cuando Job se calla, cuando hace silencio, ¡es que
Dios le empieza a hablar! Le muestra su grandeza a lo
largo de tres capítulos (Job 38 al 41) y en el capítulo 42
Job declara: “De oídas te había oído, pero ahora mis ojos
te ven”.

Solo el silencio de Job permitió que pudiera escuchar la


voz de Dios.

¡La vida de Dios comienza a fluir! ¿Qué es el fluir de la


vida Zoe? No sé explicar qué es, pero ¡sí sé cuando
alguien o yo mismo lo experimentamos! A un hombre
de Dios escocés, no muy conocido ni de grandes dones
que Dios usó de ma- nera poderosa para ganar a
muchos para Cristo, alguien le preguntó: “¿Cuál es su
secreto?”. Él respondió: “El tiempo que permanezco
delante de Dios es mucho más que el tiem- po que paso
delante de los hombres”.

También me bendijo lo que dijo Charles Spurgeon:


“Cuan- do no podamos ver el rostro de Dios, estemos
seguros bajo la sombra de sus alas”.

Madame Guyon lo expresó con hermosura: “Después


reco- mendaría a todos cuando hayáis terminado de
orar perma- necer durante un rato más largo en un
silencio respetuoso; no busquéis nada de Dios durante
estos momentos silen- ciosos excepto amarle y
agradarle. Un siervo que coloca toda su diligencia en su
trabajo solo por la recompensa no
La práctica de la intimidad profunda con Dios

es digno de tal recompensa. Vete entonces a tu lugar de


ora- ción no solo para disfrutar de los deleites
espirituales, sino simplemente para agradar al Padre.
Mantendrá tu espíritu en tranquilidad y en
consolación”.

Mechthild von Magdeburg lo enunció así: “Dios viene a


mí en las horas de silencio, como el rocío matinal a las
flores de verano”.

John Bunyan dijo: “En la oración es mejor tener un


corazón sin palabras que palabras sin corazón”.

¿Realizamos la experiencia? Date un tiempo, viví la


expe- riencia y disfrutá del amor de Él que fluye por
todo tu ser.
¡A practicar!

79
08

Ejercicio 6
Lo entrego en la cruz
para su muerte

Hola, ¡qué bueno es estar juntos nuevamente para una


ex- periencia con el Señor! Hoy quiero compartirte el
llevar a la cruz las áreas nuestras que deben morir. Pero
volvamos al comienzo… Cuando nosotros recibimos a
Jesús, el quitó nuestro espíritu muerto y creó uno nuevo.
Dice 2 Corintios 5:17: “Si alguno está en Cristo, nueva
creación es”. Es decir, que tenemos un nuevo ser, un
nuevo espíritu, y ese espíritu es la casa del Señor.
Observémoslo en el siguiente gráfico:

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Comunión Diaria

Mi espíritu ahora está lleno de la vida de Dios. La vida


Zoe, Cristo mismo, se ha hecho una con mi espíritu.
Leemos en 1 Corintios 6:17 que “el que se une al Señor,
un espíritu es con Él”. Ahora Cristo debe crecer para
transformar mi alma y mi cuerpo. Cuando yo recibí a
Cristo, nací de nuevo pero mi alma y mi cuerpo siguen
siendo los mismos y es solo mediante la entrega al
Señor que Él va tomando ambos y transformándolos.
Miremos el segundo gráfico:

El alma representa nuestra vida humana, nuestro


propio gobierno. Antes de recibir a Cristo, nosotros
teníamos un cuerpo y un alma que nos gobernaban y
un espíritu muer- to. Ahora que recibimos a Cristo
tenemos un espíritu nuevo con la vida de Dios. Cristo
nos gobierna y ya el alma no ejerce más el control. El
alma que antes era “el señor” ahora es el siervo del
espíritu.
La práctica de la intimidad profunda con Dios

Entonces, ¿cómo Cristo va a transformar nuestra alma a


su imagen? Es un proceso que dura toda la vida. ¿Qué
es lo que nosotros debemos entregarle al Señor para que
Él lo transforme?

Nuestra parte carnal o carnalidad (que está en nuestra


alma). El deseo de mentir, engañar, los pecados, etc. A
me- dida que yo entrego este aspecto en oración en la
cruz para su muerte, Cristo lo transforma y Él crece en
esa área.
Entonces, ¿qué significa entregar en la cruz para su
muerte? No es que yo le diga: “Señor, ayudame a
mejorar mi mal carácter”, sino que reconozco mi mal
carácter (supongamos que son estallidos de ira) y lo
entrego en la cruz para su muerte mediante una
confesión. Así yo permito que el Se- ñor lo aniquile con
el poder de su cruz y, a la vez, resucite algo de Cristo en
mí. Entonces mi alma es transformada en la mente de
Cristo.

Los aspectos buenos que siguen siendo carne


También debemos llevar a la cruz nuestra bondad,
nues- tra alegría, nuestra fuerza. ¿Cómo? Si eso es
bueno. Sí, pero sigue siendo carne y parte de nuestra
naturaleza caída, y es Cristo el que quiere gobernar y
transformarnos por completo. Entonces también
debemos entregar en la cruz esas cualidades nuestras,
aun nuestro propio amor, para que Cristo las aniquile y
Él forme en nosotros su amor, su paz, su alegría. Así

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entrego mis opiniones, que es como se

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Comunión Diaria

expresa mi “yo”, dado que sus pensamientos ahora


serán los míos.

El gobierno de nuestro cuerpo


Nuestro cuerpo, con sus pasiones y deseos, tampoco
nos debe gobernar, lo entregamos en la cruz. El poder de
la cruz siempre va unido a la resurrección. No hay
resurrección sin cruz, ni cruz sin resurrección. Cuando
yo entrego algo de mí, Él siempre entrega algo de Él.
Cuando algo muere de mí, siempre algo nuevo nace de
Él. Esto es lo que dice 2 Corintios 3:18: “Por tanto,
nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un
espejo la gloria del Señor, somos transformados de
gloria en gloria en la misma imagen, como por el
Espíritu del Señor”.

Entonces, cuando entregamos nuestros aspectos malos y


buenos, las pasiones y los deseos de nuestra carne,
nuestras maneras de ser naturales, estamos diciendo:
“Señor, ya no me gobierna esto; yo te pido que me
gobiernes vos”.

Te propongo entonces hacer esta magnífica experiencia


que durará toda la vida. Le pedimos al Señor que Él nos
mues- tre qué área de nuestra alma-cuerpo debemos
rendir en la cruz para su muerte y le decimos: “Señor,
mostrame qué aspectos debo entregarte para que los
aniquiles y traigas vida en esa área”. Entonces, de pronto
el Señor nos muestra algún pecado, o algún rasgo de
carácter. Supongamos que me muestra mi ansiedad,
entonces le digo: “Señor, entrego
La práctica de la intimidad profunda con Dios

en la cruz para su muerte mi ansiedad, declaro que ya


no me gobierna y, donde había ansiedad, ahora hay paz,
vida de Cristo”.

No es que yo hago el esfuerzo para mejorar ni para


cambiar mi carácter. Sencillamente lo que hago es dejar
que el espí- ritu me muestre a qué cosas debo renunciar,
para rendirlas a Él. Cuando las rindo a Él, es el poder de
la cruz y la resu- rrección lo que me transforma.

Esta experiencia de entregar a la muerte puede sonar


fuer- te; en realidad lo es. Dice La Biblia que, si la
semilla no cae y muere, no puede dar fruto. La cáscara
de la semilla es el alma y el fruto, la planta, es la vida de
Cristo. Solo cuando el alma muere, Cristo es liberado. La
experiencia de entre- gar en la cruz puede ser dolorosa.
Dios nos muestra algún pecado, algo que amamos y que
debemos llevar a la cruz, pero en el tiempo resulta ser
una de las experiencias más maravillosas que podemos
vivir.

Cada vez que identificamos algo, que algo nos sucede, lo


en- tregamos en la cruz. Automáticamente
experimentaremos la transformación, la vida Zoe, y el
Cristo resucitado que crece en nosotros.
Así como un matrimonio se disfruta mutuamente y
cons- truye intimidad, esta se ve “quebrada” cuando hay
insultos, mentiras, engaños, etc. Así nuestra relación con
Él es lo que

85
Comunión Diaria

más debemos “cuidar” para que nada sucio, oscuro y


ajeno a su belleza esté en nosotros.

La intimidad comienza por entregarse a uno mismo.


En- tregarnos a Dios es el mayor regalo de nuestro amor.
Derra- marnos cada día en la cruz, para disfrutar del
poder de su resurrección.

¿Qué te parece si oramos y realizamos la experiencia

ahora? Oremos:
“Señor, gracias por el poder de tu cruz. Pido ahora que
me muestres qué cosas debo entregarte………
(nombralas). Las entrego en la cruz para su muerte,
declaro que ahora el po- der de la resurrección está en
mí, continúo transformado y camino en victoria en el
nombre de Jesús. Amén”.

Te animo, a lo largo de estos días, a estar


permanentemente llevando a la cruz y viviendo el poder
de la resurrección. Tu vida nunca más será la misma.
¡A practicar!
09

Ejercicio 7
Respirar y comer
la Palabra

Todos nosotros necesitamos que Cristo crezca. Cristo es


La Palabra y La Palabra es Cristo. ¿Cómo podemos
hacerlo de manera práctica? ¿Cómo podemos recibir
alimento e ilumi- nación interior a través de La Palabra?

Muchos cristianos tienen grandes problemas al leer La


Bi- blia: se aburren, no la entienden, les cuesta leerla
sistemáti- camente, desarrollar un hábito. ¿Cómo
nosotros podemos respirar La Palabra?

Te animo a que tengas dos Biblias: una como si fuera


nueva, sin marcar (obviamente en soporte papel o en el
celular); y otra donde subrayes, donde marques (tu Biblia
de estudio). La Biblia “nueva” será con la que vamos a
orar y, al leerla, la vamos a respirar. En esta Biblia vamos
a registrar las fechas cuando recibimos alimento.

Y, por otro lado, tenemos La Biblia de estudio (aquí no


va- mos a hablar de cómo estudiar La Palabra sino de
cómo respirarla).

87
Comunión Diaria

1. Respirar la carga de La Palabra


¿Dónde encontramos la palabra respirar? Dice 2 Timoteo
3:16 que toda La Escritura es soplada por Dios.

Aquí hay una revelación importante. Si La Palabra está


so- plada, mi tarea es respirar la vida que está en ella.
Recorda- mos que no es una letra escrita; es Cristo. Yo
me contacto y me conecto con Cristo, con una persona,
y esto es lo im- portante. Esta es la diferencia entre leer
La Palabra y leer el diario. Cuando yo leo el diario, lo
hago con mis ojos ob- viamente, con mi entendimiento;
pero cuando yo voy a La Palabra, debo leerla con mi
espíritu. Mi espíritu es el órgano que realiza la conexión
con Cristo.

La carga de vida es la carga que menciona el versículo.


Por ejemplo, si Hechos 1:8 dice: “Recibirás poder cuando
venga el Espíritu Santo”, la carga que voy a respirar es
“el poder del Espíritu Santo”.

Esa palabra, que es Cristo, está cargada de poder. Ahora


bien, ¿por qué, si yo la leo, no respiro el poder?
“Somos más que vencedores”: esta palabra está cargada
de victoria y mi tarea es “respirar eso”.

¿Vamos bien? ¿Avanzamos?


La práctica de la intimidad profunda con Dios

2. Respirar la carga de La Palabra se logra orando La


Pa- labra
Podemos programar el celular para que nos envíe un
pasaje por día, o comenzar nosotros con un libro del
Nuevo Testa- mento siguiéndolo ordenadamente como
para respirarlo. Yo puedo leer: “Gozaos en el Señor” y
seguir triste. O puedo leer: “Somos más que vencedores
por medio de Aquel que nos amó” y no tener victoria.
¿Por qué? Porque no lo respiré.

Por eso, Efesios 6:17-18 dice:


“Tomad la palabra que es la palabra del Espíritu orando
en todo tiempo”.

Es decir que nosotros tenemos que respirar La Palabra.


He- chos 6:4 declara: “Permaneced perseverando en la
oración y en el ministerio de la palabra”.

Así que La Palabra y la oración van juntas. George


Müller “descubrió” la vida que le era impartida cuando
oraba La Palabra. Lo expresa así en su biografía: “La
diferencia en- tre lo que hacía anteriormente y lo que
hago ahora es la si- guiente: antes, cuando me levantaba,
comenzaba a orar lo más pronto posible... Pero ¿cuál era
el resultado? A menudo utilizaba un cuarto de hora, o
media hora, o hasta una hora de rodillas antes de ser
consciente de recibir consuelo, áni- mo, humillación de
mi alma, etc. y, a menudo, después de haber sufrido
mucho porque mi mente volaba de un sitio a otro

89
durante los diez primeros minutos o un cuarto de

90
Comunión Diaria

hora, o incluso media hora, antes de comenzar a orar de


ver- dad. Ahora rara vez me pasa esto ... Ahora la
primera cosa que hago, después de pedir la bendición
del Señor sobre su Palabra preciosa, es meditar sobre La
Palabra de Dios, bus- cando en cada verso para obtener
una bendición en ello... El resultado que he encontrado
casi invariablemente es este: que después de pocos
minutos mi alma ha sido dirigida a confesión, o acción
de gracias, o intercesión, o súplica; hasta que, a pesar de
que no me dedicaba a orar, sino a meditar, todo se
convirtió casi inmediatamente en oración…”.

En realidad, tendríamos que cambiar la expresión “leer


La Biblia” por “orar La Biblia”.

Orar La Escritura es una forma única de leerla. Sé


cuidado- so a medida que leés, tomando suavemente y
con cuidado lo que estás leyendo. Probalo y digerilo
mientras leés.

Isaac le preguntó a Abraham: “Padre, ¿dónde está el


corde- ro?”. Y miles de años después, Juan el Bautista le
respondió: “He aquí el Cordero de Dios que quita el
pecado del mun- do”. Dios siempre toma en cuenta tus
preguntas.

Moisés le pidió a Dios entrar en la tierra y, miles de años


después, Dios le permitió no solo pisar la Tierra
Prometida sino también ver a su Señor en toda su gloria

90
en el monte de la transfiguración. Dios siempre toma en
cuenta nuestras

91
La práctica de la intimidad profunda con Dios

oraciones y nos enseña a no entrar en ansiedad ni por el


tiempo ni por el lugar. ¡Te amamos, Señor!

3. Ejemplo práctico de cómo respirar y comer La Palabra


Dijimos entonces que La Palabra es Cristo y yo la tengo
que respirar; tengo que inhalar la vida de Cristo que
está en La Palabra. No la tengo que leer como leo el
diario. ¿Cómo leo el diario? Con mi mente. ¿Cómo leo
La Palabra? Con mi es- píritu. El espíritu es el órgano
que contacta con el Espíritu de Dios, y entonces hay un
suministro de vida.

Ahora bien, ¿qué quiere decir leerla con mi espíritu? Al


percibirla con mi espíritu, mi objetivo no es estudiar ni
aprender; es disfrutar y alimentarme del Señor. Me
siento, me hago preguntas, busco en un diccionario. Mi
Biblia es mi tiempo de estudio, pero necesitamos tener
un tiempo que antes llamábamos devocional y es para
comer a Cristo. Aquí también comemos a Cristo, pero el
procedimiento es otro: lo inhalamos, lo respiramos; mi
objetivo es alimen- tarme. Entonces yo tomo mi Biblia,
todos los días y en lo posible a primera hora, y leo tres o
cuatro versículos; no más que eso. Puedo tener un plan
sistematizado. Por ejemplo, yo estoy ahora con Romanos
12, entonces leo uno o dos versí- culos como mucho.
¿Qué es lo que voy a hacer cuando lea estos versículos?
Los voy a orar; tengo que orar lo que está en La Palabra.
Así estoy ejercitando mi espíritu. Cuando yo leo y oro
La Palabra, lo que está en ella crece en mí y recibo

91
Comunión Diaria

un suministro de vida, de alimento; no estoy


estudiándola, solo estoy comiendo y disfrutando del
Señor.

Por ejemplo, leo:


“Recibirás poder cuando venga el Espíritu Santo”.
Leo el versículo despacio, desde lo profundo de mi
corazón, no lo leo rápido.
“RecibiráspodercuandovengaelEspíritu- Santo”… ¡No!
¡Lo leo muy despacio!
“Recibirás… recibirás…
recibirás…”. Vuelvo a leer:
“Recibirás poder… poder… poder”.
Vuelvo a leer:
“Cuando venga… venga… el Espíritu Santo”.
Lo leo todo y doy gracias.
“Recibirás, recibiré, Señor, ¡Gracias! Recibo tu poder, Señor.
¡Qué lindo! Vos me das y yo puedo recibir”.

Entonces empiezo a meditar y orar lo que allí dice:


estoy orando lo que acabo de leer. ¿Qué tipo de oración
tengo que hacer? De lo profundo de mi corazón; no
tengo que ir de memoria, ni siquiera ir.

“Recibirás poder cuando venga el Espíritu Santo…


Señor, gracias porque recibiré poder… Señor, recibo…
gracias… en esta hora yo me lleno de este poder…
recibirás poder… Señor, qué grande es tu poder… no
hay nada como tu po- der, Señor. Tu poder es
maravilloso y lo estoy recibiendo
La práctica de la intimidad profunda con Dios

ahora… ¡Gloria a tu nombre!... Recibirás poder cuando


ven- ga el Espíritu… vino… ya vino el Espíritu. Señor, el
Espíritu me trajo poder… ¡Gloria a tu nombre!”.

Otro ejemplo:
Leo despacio: “No os amoldéis a este siglo sino transfor-
maos en la renovación”.

Vuelvo al comienzo:
“No os amoldéis a este siglo…. Señor, yo no me hago a la
for- ma de este siglo; este siglo no me forma a mí. Eso lo
cancelo de mí… No os amoldéis a este siglo sino
transformaos… Gracias, Señor, tu poder me transforma.
Ahora estoy sien- do transformado… estoy siendo
transformado por la reno- vación de mi mente… mi
mente está bendecida… Gracias, Señor”.

Otro ejemplo:
Leo: “Gozaos en el Señor, otra vez os digo: Gozaos”.

“Gozaos… Señor, tu presencia es mi gozo… ¡Gracias! Yo


estoy lleno de gozo ahora… Gozaos en el Señor… Señor,
yo no estoy en el mundo; estoy en el Señor… Vos sos mi
Señor, ¡por eso tengo gozo!”.

Entonces me dejo llevar y, ¿qué es lo que empieza a


suceder? Recibo un fluir de vida y paz; de pronto,
pienso en el nom- bre de una persona y digo:

93
Comunión Diaria

“Señor… Señor, estoy orando por mis hijas, ahora… Yo


de- claro que este gozo está en ellas… (y de pronto) …
oh, Se- ñor… nuestro país está triste, hay tristeza en
nuestro país… que nuestro país esté lleno del Señor.
Nos gozamos. Yo de- claro gozo para Argentina”.

Vuelvo a leer:
“Gozaos en el Señor, otra vez os digo: Gozaos… Gracias
por repetirme, Señor. Vos me repetís porque me amás…
Te ado- ro y recibo vida, recibo suministro… Amén”.

Algo que a mí me ayudó mucho es no pensar más de lo


que está escrito. Si dice “vencedor”, ¡no le agregues
nada! No pienso más de lo que está escrito.

4. Comer La Palabra es metabolizarla: entra en mí y


es parte de mí ahora
Así recibís impartición de vida; esto es: orar, leer La
Palabra. Entonces, tené dos Biblias: una para estudiar y
una para comer y disfrutar del Señor. Cada día pasá
cinco, seis o diez minutos, el tiempo que te lleve leer
dos o tres versículos. Te recomiendo comenzar con
Romanos 8 y seguir adelante para llenarte de vida. Yo te
aseguro que en una semana vas a tener un aumento de
revelación, un aumento de Cristo extraordinario, y vas a
disfrutar del Señor. Nosotros no dis- frutamos del
ministerio ni del servicio; nosotros disfruta- mos de
Cristo. Cristo es La Palabra y La Palabra es Cristo.
La práctica de la intimidad profunda con Dios

Orar La Escritura es una forma única de leerla. Sé


cuidado- so a medida que leés, tomando suavemente y
con cuidado lo que estás leyendo. Probalo y digerilo
mientras leés.

¡A practicar!

5. Soy tan fuerte como tanta Palabra tenga en mi


corazón Nunca tendrá poder una palabra que suelto si
primero no “ha entrado en mí “, si no ha sido
metabolizada. Ante cada pasaje que leo, debo decir:
“Señor, dame una experiencia con esta faceta de Cristo”.
Cada palabra que metabolizo “entra”, separa el alma del
espíritu y produce sanidad al recorrer mi cuerpo.

La experiencia con esa palabra hace que, cuando salga


de mí, sea “viento”, no árbol de conocimiento o un
mensaje atractivo. Cada vez que abro La Palabra, debo
encontrarme con Él; no con versículos, ni con
conocimiento, sino con una Persona. La Palabra y Cristo
son lo mismo.

Dijo Charles Spurgeon: “Cuanto más cavamos en Las


Es- crituras, más nos parecen una mina inagotable de
verdad”. No se trata de cuánto leo sino de si toqué a
Cristo; porque podemos leer La Biblia durante diez años
sin oír La Pala- bra. Cuando toco a Cristo, todo se abre,
entiendo todo. Me doy cuenta de que no hay nada fuera
de Él. Cristo lo es todo. Cuando la leas, siempre buscá a
95
Cristo y al cuerpo. Así ten- drás luz.

96
Comunión Diaria

Uno de los grandes eruditos de La Biblia fue un


profesor alemán llamado Johann Bengel del siglo XVIII.
Algunos de sus alumnos querían conocer el secreto de
su vida erudita y su piedad. Un estudiante fue a su
oficina, lo vio abrir su Bi- blia y orar así: “Amado Señor
Jesús, esta es una nueva opor- tunidad para reunirnos”.
¡Él iba a encontrarse con Cristo en La Palabra!

Charles Spurgeon cuenta que cierto viajero se paró


enfren- te de la casa de un hombre para preguntarle si
sabía dón- de se encontraban las Cataratas del Niágara
en Canadá. El hombre respondió: “¡Quedan cerca, basta
seguir el ruido de las aguas!”.

6. Te dejo aquí para que practiques y disfrutes de Él


Jeremías 31:3 dice: “Jehová se manifestó a mí hace ya
mucho tiempo, diciendo: Con amor eterno te he amado;
por tanto, te prolongué mi misericordia”.
Disfrutar a Cristo es la clave del aumento de luz.
William Carey expresó: “El futuro es tan brillante como las
promesas de Dios”.

¡A practicar!
10

Ejercicio 8
Experimentar
a Cristo

Leemos en 1 Corintios 1:6:


“Así como el testimonio acerca de Cristo ha sido
confirma- do en vosotros…”.

Es interesante que Pablo dice que no fue con la prédica


sino con el testimonio y, ¿qué es el testimonio a
diferencia de la prédica?

En la prédica hablo de Cristo; en el testimonio, de lo que


Cristo hizo en mí. Pablo experimentó a Cristo de
muchas maneras. Observemos algunas en 1 Corintios:

-1:24: como “poder y sabiduría”


-1:30: como “justicia y redención”
-2:7: como “gloria”
-3:11: como “edificio”
-5:7-8: como “pascua y pan”
-10:3: como “alimento”
-10:4: como “bebida y roca”
-11:3: como “cabeza”
-12:2: como “cuerpo”
-15:2: como “primicias”

97
Comunión Diaria

-15:45: como “espíritu vivificante”.


Dijo en una ocasión Martín Lutero: “Si uno saca a Cristo
fuera de La Biblia, ¿quedará algo? Es imposible”.

1. Señor, ¿podés darme una experiencia con esto?


Entonces, ¿cómo podemos experimentar a Cristo como
nuestra fuente? No se trata de intentar comprender lo
que leemos de Él doctrinalmente, sino
experiencialmente. En- tonces, te invito a realizar la
experiencia. Aquí abajo te daré una lista de “imágenes”
sobre el Señor. Elegí una y, durante todo el día, orá
diciéndole:

“Señor, quiero que me muestres esta faceta tuya en mí.


Es decir, quiero experimentarte como primicias”.

Tomamos uno de estos aspectos y le pedimos al Señor


que se nos revele. Por ejemplo: “Señor, ¿me das una
experiencia de vos como pascua?”. O: “Señor, tu Palabra
dice que sos glorioso. ¿Me darías una experiencia con
esta faceta tuya?”. Y estemos atentos, expectantes, en el
transcurso de los días de la nueva revelación que
tendremos.

Una cosa, por ejemplo, es saber que el Señor es luz; y


otra cosa, pedir una experiencia sobre eso y contar como
testi- monio: “Perdí el trabajo, pensé que todo se
derrumbaba; pero de pronto me llamaron de otro lugar
y me dieron el doble de sueldo. Ahora sé que Cristo es
mi luz”.
No debemos “actuar” sino “vivir” a Cristo.
La práctica de la intimidad profunda con Dios

Dijo Charles Spurgeon: “Deje que el Dios de Daniel sea


su Dios en el cuarto de oración y Él será su Dios en la
cueva de los leones”.

2. Conocimiento vs. conocimiento de vida


Uno puede “saber” de Jesús; de hecho, tengo ahora
frente a mí unos mil libros en mi biblioteca solo de la
“vida de Jesús”. Son obras de todo tipo: viejas, nuevas,
de grandes teólogos, de gente desconocida. Algunas
siguen la vida de Jesús de manera cronológica; otras
analizan sus parábolas; otras, sus milagros; y otras, su
relación con los demás.

¡Infinitos temas!

Sin embargo, leerlos es saber “de Jesús” pero eso no


implica conocerlo a Él, tener una experiencia con Él. Los
libros pue- den servir para darme conocimiento, al igual
que un audio o una prédica; pero, si eso no se vive, no se
experimenta, es solo letra muerta.

Descubrí en mi vida que hay revelaciones que me


empujan a tener una experiencia con Él. Algo que
“aprendí de Él” ahora me empuja a querer
experimentarlo.

Por ejemplo, aquí compartimos sobre invocar, pero, si


eso no es llevado a la experiencia, solo es
“conocimiento”; si lo aplico, lo experimento a Él, y ahora

99
tendré “conocimiento de vida”. Es decir que entenderé
con vida el concepto, ten-

99
Comunión Diaria

dré más luz, más saber. ¡La experiencia y La Palabra van


juntas! Una potencia a la otra.

En una ocasión E. M. Bounds dijo sobre esta verdad:


“Aque- llos que mejor conocen a Dios son a menudo los
más ricos y poderosos en la oración”.

Una cosa es “saber de oración” y otra, orar


experimentando su presencia; ahora “orar” es un
conocimiento que nació de la vida.

Tres predicadores estaban sentados discutiendo cuál era


la mejor posición para la oración, mientras un
funcionario de energía eléctrica trabajaba cerca.
“Arrodillarse es la me- jor forma de orar”, declaró uno
de ellos. “No”, expresó uno de los otros, “yo consigo el
mejor resultado de pie con mis manos extendidas hacia
el cielo”. “Ambos están equivoca- dos”, insistió el tercero,
“la posición más eficaz de oración es postrarse, con el
rostro en tierra”. El funcionario, no con- siguiendo
contenerse más, los interrumpió: “Con permiso, señores,
la mejor oración que he hecho fue cuando estaba
colgado boca abajo en una antena de alto voltaje”. A
veces, son los apretones de la vida los que nos llevan a
orar.

¿Practicamos? Cuando tengas una experiencia, buscá a


al- guien que no conoce al Señor y… ¡ministrale vida!

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11

Ejercicio 9 La
intercesión

Oro por vos:


“Señor, te pido por mi hermano lector, dale tu luz. ¡Que
sea bendecido en cada área de su vida con un aumento
de Cris- to como jamás tuvo! Gracias por su vida; te
ama. Intercedo por él y su familia y declaro en tu
Nombre el mejor tiempo de su existencia. En el nombre
de Jesús. Amén”.

1. Interceder es que Él me diga por quién y qué


Una de las maneras de aumentar a Cristo en nosotros es
intercediendo por otros. ¿Qué significa interceder?
Una imagen que arroja luz es la de “ponerse de pie en la
bre- cha”. Es decir que un intercesor tiene una actitud de
guerra, de soldado. La brecha era un hueco que se abría
en un muro; allí algo estaba destruido y había una
abertura. Muchos la- drones hacían un hueco en el muro
para dejarlo debilitado. El rey enviaba a alguien de su
entorno para ver el muro y, si veían una brecha,
colocaban a un soldado a cuidarla. ¡Era un intercesor!
Ahora bien, no debemos ponernos de pie a “cuidar” a
quien nosotros queramos, o a quien nos pida oración.
Debemos pedirle al Rey, es decir al Señor, que nos revele
en nuestro corazón por qué personas orar. Yo no voy
con mi lista, sino
Comunión Diaria

que permito que Dios me dé “su” lista. Miro hacia mi


cora- zón y surgen nombres, por los cuales empiezo a
orar.

¿Y qué intercedo por ellos? Dios también me tiene que


decir por qué temas orar. Es decir, no voy yo con una
lista de nom- bres y peticiones, sino que le pregunto a
Él.

Romanos 8:34 declara que “Él intercede por nosotros”.


Ve- mos que Cristo intercede por nosotros para que
seamos glo- rificados; así nosotros debemos interceder
por quienes Dios nos indique.

En Efesios 6:18-19 dice: “… velando en ello con toda per-


severancia y súplica por todos los santos; y por mí”.
Aquí el apóstol nos anima a que, con perseverancia,
oremos por los santos. Nuestras oraciones no deben ser
iniciadas por nosotros, sino por Dios. Dios debe poner
la carga en noso- tros de por quién interceder y por qué
asunto interceder. Es decir, que Dios inicia nuestra
propia oración para nosotros. Entonces, oramos a Él y
recibimos la respuesta.

Dice Ezequiel 22:30: “Y busqué entre ellos hombre que


hi- ciese vallado y que se pusiese en la brecha delante de
mí, a favor de la tierra, para que yo no la destruyese; y
no lo hallé”. Aquí habla de que Dios quería bendecir al
pueblo, pero al- guien debía colocarse en la brecha del

102
muro y no encontró a nadie para que se interpusiese
entre el cielo y la Tierra.

103
La práctica de la intimidad profunda con Dios

Es decir, no encontró a nadie que buscase el corazón de


Dios para recibir el motivo de intercesión.

¿Sabías que los avivamientos de Charles Finney se


produ- cían porque él tenía un intercesor llamado
Daniel Nash? Él llegaba a las ciudades dos semanas
antes para orar y cla- mar. Su biografía relata que,
cuando él murió, se acabaron los avivamientos. ¡Qué
poderoso es interceder por otros!
El ejemplo más claro se encuentra en Génesis 18 cuando
Abraham empezó a interceder por Sodoma y así liberó
a Lot. Pero no fue de Abraham de quien partió esta
interce- sión, sino que Dios le mostró que debía
interceder para traer la liberación. Vemos cómo Dios
deseaba salvar a Lot, pero Él no lo hizo hasta que
Abraham no intercedió por él. Dios puso la carga de
intercesión en Abraham para entonces traer Él la
respuesta.

Dijo Charles Spurgeon: “No fuiste salvo para que te


vayas al cielo sino para que lleves a otras personas
contigo allí”.

2. Ejemplo
Le decimos disfrutando de Él:
“Señor, decime por quién interceder y por qué temas”.
Y esperá. Inmediatamente notarás que surgen nombres,
tareas, incluso personas que no conocés o cosas que
jamás habrías pedido, o por las que no habrías
intercedido. Em- pezamos a fluir:
Comunión Diaria

“Señor, te pido por Esteban… dale un aumento de


finan- zas… Señor, viene a mi espíritu tal persona, te
pido que aclares su visión”.

Y mientras estamos fluyendo, notamos un aumento del


fluir de la vida de Dios. Es cuando fluimos así, que
recibimos respuestas y tocamos el corazón de Dios.
Cuando dejemos nuestros conceptos y nos volvamos al
Señor, disfrutando de Él en comunión, Dios pondrá su
corazón en nuestro cora- zón, nos mostrará su deseo y
nos empujará a orar. Seremos llenos de Él y fluiremos
en Él, y Él en nosotros.

¿Qué te parece si le pedimos al Señor ahora que coloque


en nuestro espíritu nombres y circunstancias, y oramos
por ellos? ¿Lo hacemos?

Puede ocurrir que el Señor nos despierte a la


madrugada con el nombre de alguien o de alguna
situación y ponga en nuestro espíritu la carga de
interceder por esa persona. A veces, Él nos muestra con
claridad qué debemos orar y, otras veces, nos insta a
declarar victoria sobre esa persona y su situación. No
necesariamente debemos decirle: “Estuve orando por
vos”. Sencillamente sucede que nos gozamos al ver
bendiciones en esas personas, o en diversas situaciones
por las que hemos orado, quedando así, tal como sucede
en la intercesión, felices de haber sido parte del mover
de Dios en el anonimato.

104
La práctica de la intimidad profunda con Dios

¡Cuánta similitud tenemos con el Señor que es también


un intercesor eterno que intercede por nosotros a la
diestra del Padre! Cuando intercedemos por alguien,
algo se constru- ye en la vida de aquellos por quienes
oramos. Muchas veces también intercedemos por gente
que no conocemos, y lo hacemos en comunión con Dios
hasta sentir que la “carga” que había en nuestro espíritu
por dicha persona ha queda- do liberada.

3. Interceder por situaciones a nivel mundial


En ocasiones, al mirar televisión o escuchar una noticia,
Dios puede colocar en nosotros la carga de interceder
por esas personas. Dick Eastman cuenta en su libro El
amor de rodillas que, en una oportunidad, viendo la
noticia de que 153 niños holandeses habían sido
tomados como rehenes en una escuela primaria en
Holanda y amenazaban con eje- cutarlos, él
inmediatamente comenzó a orar. Al hacerlo, vio como si
sus propios hijos estuvieran en ese cuadro e inter- cedió
por ellos. Al tiempo, el pastor oyó que todos los niños
habían sido liberados. Esos 153 niños hoy están con vida
y él fue parte del mover de Dios.

4. Interceder por el viaje y las condiciones climáticas


El capitán de un barco transoceánico cuenta que en una
ocasión su navío se vio envuelto en una densa niebla
frente a la costa de Terranova. Era miércoles por la
noche y él había estado en el puente durante 24 horas,
cuando alguien lo
Comunión Diaria

sobresaltó golpeando su hombro. Se volvió y vio a uno


de sus pasajeros: George Müller.

“Capitán”, dijo Müller, “debo estar en Quebec el sábado


por la tarde”. “¡Eso es imposible!”, respondió el capitán.
Müller sugirió: “Bajemos a la sala de gráficos y oremos”.
El capitán pensó que tenía un lunático a bordo. “¿Sabes
lo densa que es la niebla?”, preguntó. “No”, fue la
respuesta, “mi ojo no está en la densidad de la niebla,
sino en el Dios vivo que controla todas las
circunstancias de mi vida”. Una vez en la sala de
gráficos, George Müller se arrodilló y oró: “Oh Señor, si
es consistente con tu voluntad, por favor elimina esta
niebla en cinco minutos. Conoces el compromiso que
me hiciste en Quebec el sábado. Creo que es tu
voluntad”. En cuestión de minutos la niebla se disipó.

5. Interceder por compañeros de fe


William Carey, el padre de las misiones, fue a la India
como misionero donde sirvió a Dios durante 42 años y,
además, tradujo La Biblia a 26 idiomas. Él tenía una
hermana in- válida a la cual le escribía continuamente
desde la India, dándole un panorama completo de todo
lo que iba suce- diendo allí. Ella, semana tras semana,
intercedía por él. En gran parte, el éxito de William fue
por la intercesión de su hermana.

A nivel personal te comparto que he buscado a varias


personas, en general gente mayor, con muchos años en

10
6
La práctica de la intimidad profunda con Dios

el Evangelio y a quienes admiro y respeto por continuar


amando al Señor en niveles profundos de comunión, y
siempre les pido que oren por mí, mi familia y el
ministerio. No hay nada más hermoso que orar y buscar
intercesores en personas que aman al Señor y han
caminado con Él a lo largo de muchos años.

William Carey dijo: “No puedo ir a la India de pie, pero


puedo ir a la India de rodillas”.

Cuando intercedemos por alguien, no debemos


preocupar- nos por la respuesta sino disfrutar del Señor.
Dios nunca habló de qué hacer si la oración nunca es
respondida; nunca lo consideró, dado que Él nos
prometió: “Todo lo que pidan en mi nombre, el Padre se
los dará”. De allí que no debe- mos cometer el error de
pensar o pronosticar cómo Dios nos responderá; sino
sencillamente disfrutar de su presencia. Siempre las
respuestas de Dios son más grandes, mejores y más
sabias que las oraciones que elevamos.

¿Qué te parece si hacemos un alto aquí y oramos juntos


para que el Señor nos muestre por quién debemos
interceder?

Oramos:
“Señor, estamos abiertos a tu hermosa presencia;
disfruta- mos de vos. Pedimos que coloques ahora en
nuestro espíri- tu, a personas y situaciones por las que
debemos interceder. También que nos des el motivo
exacto por el que tenemos
Comunión Diaria

que orar. Lo hacemos en tu amor… (comencemos a orar


por los nombres que aparecen ahora en nuestro
corazón). Amén”.

¿Cómo fue la experiencia? La mía fue extraordinaria.


Oré por tres personas y una situación, y por una familia
que perdió a un hijo, viendo hoy la noticia en la
televisión.
Dios nunca nos da discernimiento o nos muestra una
situa- ción para que critiquemos a alguien; siempre es
para inter- ceder, aun cuando oremos por alguien y
nunca sepamos como continuó el tema.

6. Interceder por otros que no conocen al Señor es


entre- garlos en sacrificio a Él
Dice Romanos 15:16: “… para ser ministro de Jesucristo
a los gentiles, ministrando el evangelio de Dios, para
que los gentiles le sean ofrenda agradable, santificada
por el Espí- ritu Santo”.

Antes de hablarle a la gente de Dios, el apóstol Pablo le


ha- blaba a Dios de la gente. Él tomaba los nombres de
las perso- nas y los entregaba como sacerdote
testamentario en el altar del Señor. Qué interesante.
Nosotros somos sacerdotes del Nuevo Pacto y, antes de
evangelizar o llevar La Palabra, de- bemos entregarlos
en sacrificio y luego ir a ellos para com- partirles lo que
el Señor nos diga.

108
La práctica de la intimidad profunda con Dios

Evangelizar no es una actividad, es una manera de


vivir. No es un método, es vivir a Cristo. ¿Qué te parece
si volve- mos a interceder? ¿Oramos?

“¡Señor Dios, qué lindo tiempo estamos pasando!


Gracias por colocar situaciones y personas en nuestro
corazón; pero en esta ocasión queremos entregar en
sacrificio a… (men- cioná todos los nombres que ahora
vengan a tu corazón). Los entregamos en sacrificio vivo
y declaramos que estarán en tu Reino, conocerán a
Cristo y vivirán la vida del Espí- ritu. Declaramos,
Señor, que están listos para que, cuando les llevemos tu
Palabra, la reciban con gozo y alegría. En el nombre de
Jesús. Amén”.

Cuando nos encontremos con las personas que


entregamos al Señor, hablémosles, compartámosles a
Cristo de manera normal. Permitámonos fluir sin tratar
de convencer, ni con- vencer, ni debatir, ni discutir, ni
enseñar, ni explicar. Sen- cillamente hablemos vida y
demos a Cristo no como una teoría sino como una
Persona que vive.

En su biografía Dwight L. Moody cuenta que se


propuso predicar el Evangelio a una persona por día. En
cierta oca- sión, después de acostarse, se acordó de que
ese día todavía no le había predicado a nadie. Así que se
volvió a vestir y salió a buscar a alguien a quien
hablarle. Cuando miró el reloj, era medianoche. ¿A
dónde podría encontrar a alguien a esa hora? Las calles
estaban desiertas y la única persona
Comunión Diaria

que encontró fue un policía que estaba de servicio.


“Usted necesita creer en el Señor”, le dijo. El policía, que
estaba de mal humor, le contestó: “¿No tiene usted otra
cosa mejor que hacer, a esta hora de la noche, que tratar
de convencerme para que crea en Jesús?”. Después de
compartir unas bre- ves palabras con él, Moody regresó
a casa, pero el policía fue conmovido por lo que le había
dicho. Días más tarde el policía fue a visitar a Moody y
fue salvo.

Dijo Oswald Smith: “Hablamos acerca de la segunda


veni- da de Cristo cuando la mitad del mundo aún no ha
escucha- do acerca de su primera venida”.

7.Interceder por nuestra familia


¿Cómo te sentirías si en una habitación cercana
estuviera el hombre más lleno del Espíritu intercediendo
por vos? Bien,
¿no? Bueno, el Rey de gloria está en su habitación
celestial intercediendo por nosotros las 24 h. ¡Gloria a
Dios! Te ama- mos, Señor.

Cuando oramos por otros, ellos son bendecidos y


nosotros siempre obtenemos más de Él también. La
intercesión su- cede, además, cuando ves a alguien y
Dios te muestra que debes orar por esa persona. No le
digas: “Oraré por vos”; en ese momento declará La
Palabra y orá por él. La intercesión por otros sale con
fuego cuando las declaraciones por quien intercedemos

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0
son dichas con amor.

11
1
La práctica de la intimidad profunda con Dios

No recuerdo dónde lo leí, pero quedó grabado en mí:


“Cuando Dios te muestre interceder por alguien de
rodillas es para que un caído se ponga de pie”. Cómo
habría cam- biado la historia de Job si sus amigos, en
vez de discutir con él y hablar tratando de explicar la
enfermedad y las pérdi- das que había tenido, hubiesen
orado por él. Probablemen- te todo habría cambiado y
tendríamos cuarenta capítulos menos de discusiones.

A Hudson Taylor Dios lo llamó a predicar a China. En


su biografía narra: “Mi querida madre había ido a
Liverpool para despedirse de mí. Nunca voy a olvidar
ese día ni cómo fue conmigo a la cabina (que habría de
ser mi hogar durante seis meses en el barco para ir a la
China). Con la mano amo- rosa de una madre acomodó
la cama, se sentó a mi lado y cantó conmigo el último
himno que debíamos cantar juntos antes de la
despedida. Nos arrodillamos y ella oró sabiendo que
nunca más nos íbamos a ver”. La madre ya era una mu-
jer mayor y en esos años no existía Internet. Taylor llegó
a la China y estuvo allí 50 años como misionero. Invirtió
cinco años en traducir el Nuevo Testamento al dialecto
chino. A su muerte en 1905 había 205 estaciones de
radio fundadas por él y unos 899 misioneros. Unos
125.000 chinos se convir- tieron a Cristo durante su
ministerio. ¡Eso es profundidad! Una mamá con
profundidad espiritual siempre tendrá hi- jos en
victoria. ¿Sabés cómo se convirtió Taylor? Él cuenta que
un día estaba aburrido en casa y se sumergió en la bi-
blioteca de su padre. La mamá le dijo a Dios: “Señor,
voy
Comunión Diaria

a entrar en mi habitación a orar y no voy a salir hasta


que me den la noticia de que mi hijo se entregó a Cristo.
Has- ta que no tenga paz, no salgo”. Mientas ella estaba
orando, Taylor, aburrido, tomó un libro que tenía el
padre y lo em- pezó a leer: La obra perfecta de Cristo. Leyó:
“Cristo hizo todo, Cristo es perfecto, ¿qué vas a hacer?”,
y ahí mismo recibió a Cristo. Su madre, que estaba
orando, de pronto se levantó y dijo: “Ya está”. Cuando se
encontró con el hijo, él le contó: “Mamá, no sabés lo que
me pasó”. “Ya sé lo que te pasó por- que me lo dijo el
Señor mientras estaba clamando por vos”, le respondió.

¿Te gustaría tener esa profundidad del espíritu?


Recordá que este libro que estás leyendo es para ser
vivido y experi- mentado; la comunión es una vivencia.
¿Qué te parece si en esta aventura que estamos
experimentando intercedemos ahora por nuestras
familias? ¿Oramos?

“Señor, ¡gracias! Qué privilegio estar con vos. Pedimos


aho- ra que coloques en nuestro espíritu nombres de
familiares y los motivos por los que debemos orar. Lo
hacemos en tu nombre……… (comencemos a orar por
todo lo que venga ahora a nuestro corazón). Amén”.

Cada vez que oramos por nuestros hijos, por nuestras


fa- milias, les estamos dejando un legado de respuestas
de oración. Ese legado los seguirá todos los días de su
vida;

11
2
La práctica de la intimidad profunda con Dios

cosecharán oraciones que hagamos por ellos en el


presente y en el futuro.

¿Cómo fue tu experiencia en la intercesión? Compartime


a quién Dios colocó en tu corazón para orar. ¿Alguna
autori- dad o nación, alguien que trabaja sirviendo al
Señor, algún enfermo, alguien de tu familia, un
desconocido? Qué ma- ravilloso poder ser parte de
bendecir a otros a través de la oración intercesora.

8. El secreto de los 47
David Livingstone (1813-1873) fue pobre de chico.
Trabajaba doce horas en una fábrica de algodón. A los 25
años quedó cautivado por un llamado dirigido a
médicos misioneros a China. Es así que se inscribió en
la carrera de Medicina y se recibió de médico. Fue
pionero en una misión en el sur de África; se internó allí
adentro para evangelizar y ¡construir caminos para que
otros lo siguieran allí! Unió así su trabajo con las misiones;
descubrió ríos, cataratas, etc. Recorrió 48.000 km de
junglas y sabanas en situaciones complicadas, sobre-
vivió a todo tipo de percances, como el ataque de un
león que él mismo relató como si nada. La estrategia era
ir a un pueblo a la vez, ganar conversos, construir una
iglesia y seguir adelante solo cuando esa iglesia
estuviera bien esta- blecida. Estuvo más de veintisiete
veces postrado en cama por fiebres, pero pronto
recobraba sus fuerzas y continuaba explorando. En
África central allanó el camino para que
Comunión Diaria

nuevos misioneros tuvieran una ruta que les permitiera


adentrarse para llevar el Evangelio.

Una de las historias que más vida me impartió está en


su biografía y cuenta que:

“… cuando David Livingstone comenzó su ministerio


allí, algunas de las tribus nativas se le opusieron. Una
tribu gue- rrera en particular dijo que iban a matarlo a él
y a todos en su grupo. Una tarde, cuando estaban
preparando el campa- mento, se corrió la voz de que
estos guerreros lo habían es- tado rastreando todo el
día, estaban fuera del campamento e iban a atacar y
matar a todos cuando oscureciera”.

Estas son las palabras que él escribió en su diario


personal esa noche, el 14 de enero de 1856: “Es de
noche. Siento mucha agitación y miedo ante la
perspectiva de que todos mis planes sean golpeados en
la cabeza por salvajes que están justo afuera del
campamento”. Los que estudiaron su escritura dijeron
que incluso se podía ver el miedo en la forma en que
escribió la carta. Él escribió también: “Pero Jesús dijo:
‘Todo el poder me es dado en el cielo y en la tierra, y he
aquí, yo estoy contigo siempre, hasta los confines de la
tierra’. Esta es la palabra de un caballero del honor más
estricto y sagrado, así que ese es el final de mi miedo.
Ahora me siento tranquilo y calmado”. Incluso la
escritura de su carta era recta ahora. No atacaron esa

11
4
noche. Más tarde, la tribu fue traída a la fe en Cristo. Un
par de años después,

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5
La práctica de la intimidad profunda con Dios

Livingstone le preguntó al jefe de la tribu: “¿Recuerdas


la noche en que estabas siguiendo mi rastro?”. “Sí”.
“Habíamos escuchado rumores de que nos ibas a
atacar”. El jefe dijo: “Así es, estábamos listos para atacar
el campamento esa noche y matarte a ti y a todos los
demás”. Livingstone quiso saber: “¿Por qué no
atacaste?”. El jefe respondió: “Cuando nos acercamos al
campamento, miramos y vimos a 47 guerreros que lo
rodeaban con espadas en sus manos”. Él estaba
desconcertado, pues no tenía guardias ni guerreros.

Más tarde, cuando estaba de baja en Escocia, compartió


esta historia en una iglesia que lo apoyaba. Un hombre
se le acer- có después con su diario de oración. Él le
comentó: “Mira, lo escribí el 14 de enero de 1856, ¿fue
esa la noche?”. Livings- tone dijo: “Sí”. El hombre
agregó: “Esa noche un grupo de hombres vino a orar
por ti. Oramos por tu protección. Lo escribí. Había 47
personas orando esa noche por ti”.
¿A quién trae Dios ahora a tu corazón para interceder?

9. Algunos de mis hábitos de comunión diaria en la


ora- ción
-Antes de levantarme de la cama, lo primero es
invocarle, saludarlo y declarar su grandeza.

-No repito mi oración nunca. Cada una es fresca y sale


de lo profundo de mi corazón.
Comunión Diaria

-En cada encuentro, solo disfrutarlo a Él. No estoy


pendien- te de “qué me dará” o de “darle mi lista de
preocupaciones”; solo estar con Él y disfrutarle es mi
recompensa.

Orar bajo la intimidad con Él para disfrutarlo destruye


la relación de trueque, de “dame y dame”, para entrar
así en aguas profundas de experiencias hermosas con
Él. Orar no es hablar, sino abrirme a Él para que Él me
llene. Como sé que no puedo hacer nada solo, me abro a
Él para que Él lo haga a través de mí. Cuando ores,
recordá que lo más im- portante no son las palabras
sino disfrutarlo a Él.

-Cuando en mi espíritu percibo orar por algo o por


alguien, inmediatamente le digo que Él me guíe a cómo
hacer esa intercesión.

-A lo largo del día lo invoco una y otra vez y descanso


en que Él me guía con su mano en todo. La oración a lo
largo del día es la mejor; eso es vivir en “el espíritu de la
oración”.

-Le pido constantemente: “Señor, expresate vos a través


de mí, hablá vos, actuá vos”. Me gusta recordar que sin
Él no puedo hacer nada. De allí que la oración de
intimidad lo sea todo.
Vos, ¿qué hábitos tenés? Si te sirven los míos, te los regalo.

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Hace muchos años, si alguien me pedía un consejo
sobre “cómo ser un buen líder”, le compartía siete
puntos; y si

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7
La práctica de la intimidad profunda con Dios

alguien me preguntaba “cómo ser un buen esposo”, le


daba cuatro consejos. Pero, aunque eso no está mal, hoy
cambié mis prioridades y respondo: “Tener comunión
diaria con Él, disfrutarlo, es lo más valioso. Lo demás te
lo dará Él”.

Dicen que, cuando Teresa de Ávila se preparaba para al-


canzar el éxito de construir el orfanatorio de sus sueños,
algunas personas le preguntaron: “¿Cómo espera usted
conseguir eso teniendo apenas tres chelines?” (muy
poco dinero). “Con tres chelines, no existe nada que yo
pueda hacer. Pero, con Dios y tres chelines, no hay nada
que yo no pueda hacer”.

-Cuando estemos orando por algo o alguien y sintamos


re- chazo o malestar y le pidamos al Señor una
respuesta, casi siempre escucharemos ¡que Dios nos
confirma ese males- tar! Pero ahora decimos: “Dios me
mostró y me confirmó”. Por ejemplo, yo me siento mal
en un lugar y le pido a Dios una confirmación: recibir
varios “¡sí, andate!”. Hemos visto que muchas personas
lo hacen con una gran convicción de que Dios les habló
cuando, en realidad, fueron sus emocio- nes profundas.
Por eso, cuando tengamos un malestar por algo o
alguien, oremos por ese malestar en nosotros y el
aumento de Cristo al punto que no nos afecte. Cuando
eso se disuelva, podremos ser guiados sin ser
engañados por nuestra alma.
Comunión Diaria

-Al comenzar a orar, darse un tiempo de silencio para


poner la mente en el espíritu y hablar pocas palabras.
Hablar mu- cho y rápido, muchas veces, hace que solo se
active el alma.

-Cuando una oración no recibe respuesta en lo


individual es porque la respuesta Dios la reservó al
hacer la misma oración en el cuerpo. Muchas de las
oraciones que hacemos en el cuerpo reciben su
respuesta en él cada día.

-Mi comunión con Él es lo más importante en mi vida.


De a poco, fui introduciendo estos hábitos y disfruto del
au- mento de Cristo en mí. A medida que uno disfruta
de Él, se produce un aumento de búsqueda.
¡A practicar!

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8
12

Ejercicio 10
Contemplar Su
hermosura

Hola de nuevo, querido lector. Estamos disfrutando


juntos este magnífico recorrido. ¿Te cuento una
anécdota?

En una oportunidad alguien estaba orando y dijo:


“Señor, quiero ver tu hermosura, muéstrame tu luz”. El
Señor in- mediatamente abrió la puerta y preguntó:
“¿Quién está ahí?”. El hombre respondió: “Soy yo,
Señor”. Y Dios le cerró la puerta. El hombre le gritó:
“¡Señor, muéstrame tu her- mosura, muéstrame tu luz!”.
Dios volvió a abrir la puerta y le dijo: “¿Quién eres?
¿Quién está ahí?”. Y él contestó: “Soy yo”, sin embargo,
volvió a cerrarle la puerta. Al final volvió a suceder lo
mismo. Cuando Dios abrió la puerta y preguntó quién
estaba ahí, él le dijo: “Solo Tú, Señor”. Entonces, la luz y
la hermosura entraron en él.

Dice 2 Corintios 3:18:


“Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta
como en un espejo la gloria del Señor, somos
transforma- dos de gloria en gloria en la misma imagen,
como por el Espíritu del Señor”.
Comunión Diaria

Pablo nos está enseñando una nueva manera de tener


in- timidad con el Señor que consiste en mirarlo a cara
des- cubierta, mirarlo a Él, contemplar la gloria del
Señor. Esta experiencia de ver es tan poderosa que lo
que vemos nos transforma. En cada encuentro en el que
le decimos: “Señor, quiero ver tu hermosura”, un velo es
quitado y una expe- riencia mayor que la anterior, más
maravillosa, tiene lugar en nosotros.

Este mirar no es el mirar físico. Jesús mismo expresó:


“Tie- nen ojos, pero no ven; oídos, pero no oyen”. Es un
ver del es- píritu. Tampoco es emocional, pues no es una
emoción del alma. Tampoco es algo razonado de
nuestro intelecto. Es el momento en el que la belleza se
hace luz en nuestro espíritu. Los hombres de Dios
tuvieron las mismas experiencias de intimidad con su
belleza. Leemos en Juan 1:14: “Hemos vis- to su gloria,
gloria como la del único, del Padre”. No dice que la
escucharon ni la pensaron, sino que la vieron. De ahí
que Jesús le diga a Felipe en Juan 14:9: “¿Tanto tiempo
que estoy con ustedes y todavía no me conocen?”.

Tomás de Aquino dejó repentinamente de escribir cerca


del fin de su vida. Cuando su auxiliar reclamó que su
obra es- taba incompleta, Tomás respondió: “Hermano
Reginaldo, cuando yo estaba en oración hace algunos
meses, experi- menté algo de la realidad de Jesucristo.
En aquel día perdí todo el apetito por escribir. En
verdad, todo lo que escribí sobre Cristo me parece ahora

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0
como hojarasca”.

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1
La práctica de la intimidad profunda con Dios

Este ver es lo que genera transformación. Dice 2


Corintios 4:4 que el enemigo no quiere que la luz del
Evangelio res- plandezca en quienes no le conocen. Él
sabe que ver algo de la hermosura de la gloria del Señor
alcanza para transfor- mar toda una vida.

El apóstol Pablo nos enseña este ejercicio de intimidad


con el Señor en Efesios 1:18. Allí expresa que “Él
alumbre los ojos de nuestros corazones”. Es decir, ¡que el
corazón tiene ojos! El profeta Isaías dice en Isaías 6 que,
cuando el rey Usías murió, “vio al Señor”.

¿Qué es una persona rutinaria, repetitiva, aburrida en


las cosas de Dios? Alguien a quien la familiaridad ha
captura- do su alma y apagado su espíritu porque dejó
de ver algo nuevo del Señor cada día.

1. Dios levanta gente que “ve” para mostrarles algo a los


que no ven
Cuántas veces he oido, desde que empezamos a
compartir el poder de la invocación, de respirar La
Palabra, de estar en silencio, y todos los ejercicios
(muchos de ellos que he com- partido) a muchas
personas preguntar: “¿Invocar? ¿De dón- de salió eso?”.
E inmediatamente las fortalezas de la mente, y aun el
desconocimiento de La Palabra, de la cantidad de
fundamento bíblico para cada experiencia, les hacían
ce- rrarse. Sin embargo, discípulos, líderes, al
experimentar la comunión diaria, decían: “Gané a mis
padres, a mis hijos, a
Comunión Diaria

mis hermanos”. Tenemos aquí en Presencia gente que


ganó hasta 16 familiares para Cristo. ¡Gloria a Dios! Lo
que para unos eran tinieblas, para otros era ver la
hermosura del Se- ñor. Dios levanta muchas veces a
personas que viven la glo- ria del Señor para sacudir y
empujar y demostrar que eso es para todos.

2. Adorar con los ojos


Cada vez que hablamos de lo que vemos, los ojos deben
ver lo que estamos diciendo. Nosotros somos buscadores
de Su belleza. Queremos ver en nuestro espíritu algo de
la gloria del Señor. A fin de cuentas, la visión de Isaías y
la de Apo- calipsis nos anticipan que diremos: “Santo,
Santo, Santo” por la eternidad. Cada vez que lo
invocamos, algo de Él se nos revela. Y ese impacto nos
asombra tanto que volvemos a decirle: “Santo, Santo,
Santo”; para nuevamente Dios mos- trar algo de su
hermosura y entonces nuevamente nosotros responder:
“Santo, Santo, Santo”.

El salmista vio al Señor montado en las nubes como si


fueran su carro. El profeta Isaías vio al Santo con una
túnica y su gloria llenaba el templo. Ezequiel vio los cielos
abiertos y el Señor se le apareció brillando como un arco
iris. El profeta Daniel vio al Se- ñor deslumbrar como una
joya y su rostro brilló como un rayo. Habacuc vio destellos
de rayos de luz brillante de las manos del Señor. Saulo vio
al Señor como la luz del cielo que brillaba a su alrededor.
El apóstol Juan vio al Cristo resucitado en una larga

122
túnicaconelpeloblancoyelrostroresplandecientecomoelsol.

123
La práctica de la intimidad profunda con Dios

¡Wow! Yahora…¡nostocaanosotros!

3. Al respirar La Palabra, hacerlo con los ojos


Cuando leemos una Palabra y la oramos o repetimos
lenta- mente, la respiramos, debemos pedirle al Señor
verlo a Él, dado que La Palabra no es una frase de
conocimiento sino que es Cristo mismo.

En Efesios 3:4 hay algo interesante en el idioma griego.


Lite- ralmente dice que los que leen “perciban su
percepción”. Es decir, que los está invitando a que vean
lo que Pablo les está escribiendo. ¡Qué extraordinario!
Sé que quizás te pueda parecer un poco místico, quizás
digas: “No entiendo”. No importa. No se trata de
entender, sino del anhelo de verlo a Él.

George Müller dijo: “Percibí, más claramente que


nunca, que la más importante y primera actividad que
debía obser- var cada día era alegrar mi alma en el
Señor”.

4. Ver su hermosura en las situaciones y en las cosas


La gloria de Él y su hermosura no están solamente en la
ado- ración y en su Palabra, sino también en nuestras
circuns- tancias. No porque las circunstancias sean
agradables en sí, ya que no buscamos el aspecto positivo
de lo que nos está sucediendo, sino porque lo buscamos
a Él en medio de lo que estamos viviendo.
Comunión Diaria

¿Te acordás de un ejercicio que hicimos antes? En la


intro- ducción de este libro te pedí que miraras a tu
alrededor y te tomaras tiempo para ver la presencia del
Señor. ¿Lo hace- mos de nuevo?

Oramos:
“Señor, queremos ver tu hermosura. ¡Mostranos algo de tu
belleza!”.

Esta experiencia de ver la hermosura del Señor trae un


de- leite, un gustar y ver la gloria de Él. Son algunos
destellos a los cuales tenemos acceso por la obra
perfecta de Cristo en la cruz a nuestro favor. ¡Qué
privilegio! Cada vez que lo contemplamos, que
contemplamos su gloria, nuestra vida se vuelve gloriosa;
cada vez que vemos la hermosura de Él, nuestra vida se
vuelve hermosa; cada vez que vemos su alegría, nuestra
vida se vuelve feliz. Todo lo que vemos de Él se nos
añade.

Fanny Crosby, un compositor cristiano ciego desde


niño, escribió más de 5.000 canciones para celebrar la
gloria del Señor. ¿Cómo? Si no veía. Es que nunca se
trató de ver con los sentidos, sino con el espíritu. Este
ver es una gracia del Señor. No es por esfuerzo, no es un
ejercicio de relajación donde respiro despacito y relajo los
músculos. No. Tampoco es un esfuerzo cognitivo, ni
entrar en ansiedad. Es el anhelo del corazón de decirle:
“Señor, una cosa te pido y esta

124
La práctica de la intimidad profunda con Dios

buscaré: contemplar tu hermosura e investigar de ella


en mi espíritu”.

¿Se lo decimos juntos?

Esa fue la experiencia de los apóstoles. Leemos en 1


Juan 1:14: “Hemos visto su gloria”. Cada vez que lo
buscamos a Él para verlo, el velo cae, algo hermoso
sucede y eso que vemos de Él nos transforma a su
propia hermosura.

Me gusta como expresa Witness Lee lo que le repetía


Watchman Nee a él: “Si lo ves, lo ves; si no lo ves, no lo
ves”. Qué cantidad de personas he visto, a lo largo de
estos casi 40 años de servir al Señor, que oyeron
predicaciones, participaron en congresos, estuvieron en
reuniones, vieron milagros y, a pesar de la hermosura
manifiesta, no vieron absolutamente nada. Quedaron
indiferentes mirando su reloj para ver a qué hora
podrían llegar más temprano a casa. Recorrer tantos
países del mundo y ver esto debe alertarnos acerca de
este peligro, porque lo único que nos va a mantener
frescos y vivos es nuestra comunión diaria con Él.

5. Perdernos de ver la hermosura del Señor nos hizo


ver en el alma
Muchas personas ven demonios, serpientes voladoras,
sa- pos que saltan, etc. He escuchado y recibido, como
“voz de Dios”, innumerables visiones de lo más
inverosímiles que
Comunión Diaria

puedan existir. Deben ser desechadas. Nuestro llamado


no es a tener una experiencia en el alma, producto de
una emoción profunda, conflicto o trauma. Tampoco es
senci- llamente querer llamar la atención. Deben ser
experiencias vivas con la hermosura del Señor. Cómo
me alegro y gozo cuando veo a alguien leyendo,
adorando, experimentando la comunión diaria con el
Señor y esa persona me comparte lo que ha visto de Él,
la experiencia que ha tenido de Él y con Él. Son
experiencias hermosas, profundas, no del alma, no de
una emoción o para llamar la atención; sino más bien
una conmoción profunda en su ser y una alegría
indescrip- tible por seguir buscando más de Él y hablar
más de Él.

Me gusta sobremanera esta palabra: “transformados”.


No se trata de un cambio, pues el cambio puede
perderse; la transformación es algo que produce una
nueva dimensión.
¿No es acaso que la Tierra está esperando la
manifestación gloriosa de los hijos de Dios? (Romanos
8:19-21). ¿No será esta la expresión de la gloria, la
hermosura que hemos visto antes? En este momento…
¿oramos juntos?

“Señor, abre mis ojos para que pueda


contemplar las maravillas de tu ley”.

Dice el Salmo 107:23-24: “Los que descienden al mar en

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na- ves, y hacen negocio en las muchas aguas, ellos han
visto las obras de Jehová, y sus maravillas en las
profundidades”.

127
La práctica de la intimidad profunda con Dios

Los ejercicios significan sencillamente estar con


Jesucristo. Ese es el objetivo: vivirlo a Él. Cuando las
personas de hoy hablan de “experiencias espirituales”,
casi siempre tienen que ver con “lo que sentí”, “lo que
me pasó”, como si eso fuese el centro de una gran
experiencia. Sin embargo, la experiencia de comunión
con Él, se centra en Él, lo que vi- mos, lo que
experimentamos de Él. Y eso es tan glorioso que
nosotros y lo que sentimos se desvanece en nuestro
relato y nuestra percepción, aunque disfrutemos
profundamente de la transformación que recibimos.

Cuentan la historia de un periodista que le preguntó a


la Madre Teresa qué es lo que ella hablaba en sus
oraciones. Ella le respondió: “Yo no hablo nada”. Y el
periodista, en- tonces, quiso saber: “Está bien. Pero
entonces, ¿qué le dice Dios?”. “Dios no me dice nada. La
oración no tiene nada que ver con palabras”. Tal vez
previendo que había queda- do duda, ella agregó: “Si
usted no entiende eso, yo no seré capaz de explicarle”. El
Salmo 46:10 declara: “Estad quietos, y conoced que yo
soy Dios; seré exaltado entre las naciones; enaltecido seré
en la tierra”.

Madame Guyon dijo: “No busque nada de Dios durante


estos momentos quietos, a no ser amarle y agradarle.
Dios será su propia recompensa”.
Comunión Diaria

Mi único objetivo es que, al terminar de experimentar


todo lo que está escrito en este libro, puedas decir de
corazón: “No hay nada más importante que su
presencia y mi única pasión es buscarlo cada día más”.

6. Mirar atentamente
Querido amigo, debo compartirte que, cuando
escuchaba acerca de “contemplar”, la primera imagen
que venía a mi mente era la de alguien sentado en
posición de loto, quieto y en silencio todo el día.
También me venía la imagen de personas a las que no
les gusta hacer nada y, por eso, viven “contemplando”. Y
también lo relacionaba con innumera- bles personas que
“veían y veían y veían” el cielo, el infier- no, la
ultratumba, los ángeles, etc. etc. etc. Pero tengo una
buena noticia: ¡nada de eso es contemplar en el espíritu!

Contemplar es una mirada cuidadosa, detenida, atenta.


Es decir, no es un ver “así nomás”, sino que uno queda
atrapa- do por aquello que observa. Como le sucedió a
María que se sentó a los pies del Señor, para
contemplarlo en lo que decía, para luego ir a derramar
su perfume. Una contemplación que nos mueve luego.
¡Nos transforma!

No es un mirar que nos detiene sino un mirar que nos


de- tiene en el momento de la contemplación… ¡para
luego mo- vernos a servirlo, a amarlo! No es huir del
mundo sino traer al mundo algo de la belleza de nuestro
Señor.
128
La práctica de la intimidad profunda con Dios

Contemplar es conocer por comunión algo de Su belleza.


Cuando “lo vemos”, hay pocas palabras nuestras, poco
pen- samiento y análisis, y mucha admiración, mucho
asombro, mucho placer. Y en ese mirar hay un
“conocimiento nuevo” de su hermosura que se nos
recuerda, o algo nuevo que se nos agrega y eso nos
transforma.

Recordemos que una visión es algo que nos fascina,


apa- siona, cautiva; mientras que el conocimiento es
algo que tenemos que recordar, pensar o saber.

7.¿Cómo lo hacemos prácticamente?


a. Ver la naturaleza
Una noche, salí a mirar el cielo, las estrellas, a
contemplar la creación. Tomate tu tiempo para ver y
recorré todo el cielo, su color, su inmensidad…
recordando que fue un regalo para nosotros. ¡Verás algo
de la hermosura del Señor allí! Así, en silencio, sin decir
nada, solo ser absorbido por Su presencia. Dijo Martín
Lutero: “Dios no escribió el Evange- lio solamente en La
Biblia, sino en los árboles, las flores, las nubes y las
estrellas”.

Dios encerró a todos los seres humanos en el gran libro


lla- mado naturaleza para que todos sin excepción
podamos contemplar su belleza siempre.

En tu próximo viaje separá una tarde para observar


extasia- do un cuadro hermoso de la naturaleza. Date
tiempo, mirá
Comunión Diaria

con detenimiento cada planta, cada montaña, y recorré


ese paisaje varias veces. ¡Allí verás Su gloria! El cielo, las
monta- ñas, el mar, los árboles, las flores; todo nos dice
algo. Dejate llevar por su hermosura. Esa belleza de lo
que vemos es un reflejo de su belleza como Creador.
Decía Jules Renard: “En la tierra no hay cielo, pero hay
partes de él”.

Muchas veces sucede, luego de contemplar un tiempo,


que Dios nos trae alguna meditación. Así le sucedía a
David, ¡el contemplador por excelencia!

El Salmo 8:3 dice:


“Cuando veo tus cielos, obra de tus dedos, la luna y las
es- trellas que Tú has establecido, digo: ‘¿Qué es el
hombre?’”. El veía a Dios en la naturaleza y, al
contemplarla, veía la gloria del Señor. “Los cielos
cuentan la gloria de Dios…” (Salmo 19:1). Y la finura del
artesano, puesto que son “obras de tus dedos” (Salmo
8:3).
Thomas Browne dijo en 1635: “La naturaleza es el arte
de Dios”.

Te pido que hoy o mañana salgas a ver a tu alrededor y


dis- frutar de la experiencia. ¡Date tiempo para hacerlo!
Recor- dá que con los sentidos vemos el paisaje; ¡y con el
espíritu nuestro al Creador!

13
0
La práctica de la intimidad profunda con Dios

Dice Ap.4:11:
“Digno eres, Señor y Dios nuestro, de recibir la gloria y
el honor y el poder, porque Tú creaste todas las cosas, y
por tu voluntad existen y fueron creadas”.
¿Practicamos?

b. Ver un pasaje bíblico


Miguel Ángel vio, en una de las calles de cierto barrio
de su ciudad, un bloque de mármol tirado como si fuera
basura. Y exclamó: “¡Ahí está un ángel!”. Nadie había
visto eso. Todos habían visto un pedazo de mármol sin
utilidad. El artista llevó el mármol a su taller, lo trabajó
y, en poco tiempo, ha- bía “retirado” su ángel del
mármol.

Tomar un pasaje y meditarlo lentamente es “verlo en el


es- píritu”. Así empezamos a ver lo que está allí puesto
en pa- labras. El Espíritu producirá imágenes de aquello
que otros vieron y nos dejaron en Las Escrituras para
que también nosotros podamos verlo como ellos. ¡Qué
bendición ver lo que ellos vieron! Y aún más, dado que
tenemos todas sus visiones en La Biblia.

Leer La Palabra y ver… ¡qué gloriosa experiencia! Eso


trae un aumento de leer más y más. Al contemplar La
Palabra quedamos fascinados. Eso hace que volvamos al
texto una y otra vez… ¡y volver a ver Su gloria!

Si leo y no veo, sufriré una gran pérdida.


Comunión Diaria

Cuando lo vemos a Él, dejamos de ver todo lo demás.


Qué bueno cuando contamos La Palabra de tal manera
que quien nos oye ve. Ve en su espíritu la gloria y la
hermosura del Señor. Mi hablar es tomado por el
Espíritu para tradu- cirlo en “imágenes” de Su gloria en
quien lo oye. No es un ver al vacío sino un ver de La
Palabra para poder admirar su amor, su paz, su gozo, su
poder, etc.

Un predicador en el siglo XVII predicó un sermón


titula- do “Pecadores en las manos de un Dios enojado”.
Mientras predicaba, la gente se sostenía en sus bancos,
por miedo de caer en el infierno, ¡por reflejarse en sus
pecados! Sin embar- go, deseamos que Dios nos levante
para poder transmitir su gloria de tal manera que la
gente con gozo lo pueda tocar.
¿Qué te parece si tomamos un pasaje y le pedimos al
Señor que nos dé una visión? Al leer La Palabra
debemos “soltar- nos” a que el Espíritu construya en
nosotros las imágenes de lo que allí está. ¿Lo hacemos?

Te dejo estos dos pasajes de Isaías:


“He aquí que en las palmas de las manos te tengo
esculpida; delante de mí están siempre tus muros” (Is.
49:16).

“Porque yo soy el Señor tu Dios, que sostiene tu diestra,


que te dice: ‘No temas, yo te ayudaré’” (Is. 41:13).

132
La práctica de la intimidad profunda con Dios

c. Verlo en la quietud
En la oración de contemplación nos olvidamos de
nosotros mismos. Este “deshacerse del yo”, olvidarse de
uno, permite que Él nos llene. Solo después de cierto
tiempo de esa ex- periencia, volvemos a nosotros para
decir: “¡Me muero, he visto al Señor!”, como les sucedió a
Isaías y al apóstol Juan, entre otros muchos. Estate en
silencio… quieto… Solo estar con Él en quietud, sin
pedirle nada, sin interrupción, sin distracción trae un
aumento de vida Zoe, aun cuando sea solo por unos
minutos. Y le decimos: “Señor, mostrame tu hermosura
una vez más”.

No buscamos nada para nosotros mismos. Toda nuestra


atención estará sobre Él.

Le pedimos al Señor que nos muestre algo de su gloria,


pero no depende de nosotros. Él por su gracia puede
conceder- nos una visión mientras oramos, adoramos o
estamos ha- ciendo otra cosa. Cuando esto sucede nos
olvidamos del tiempo, del espacio, de alrededor, ¡porque
entramos en la dimensión de lo eterno! Esta experiencia
es rodeada de paz y quietud. No es un mover emocional
sino un mirar la luz de su gloria. Como la plata que pasa
por el fuego y es pu- rificada hasta que refleja la imagen
del orfebre que la está trabajando.
Comunión Diaria

Es por eso que “ver su hermosura” es la experiencia en


el es- píritu más difícil de describir o explicar y la más
“mística”, dado que nuestra vida queda inundada por su
luz.

Dan Rather le preguntó a la madre Teresa de Calcuta:


“¿Qué le dices a Dios cuando oras?”. La Madre Teresa
respondió suavemente: “Escucho”. Sorprendido, Dan
reiteró: “Pues bien, ¿y qué te dice Dios?”. Ella sonrió y le
dijo: “Él escucha”.
¿Tuviste alguna vez una visión de Él? ¿Una imagen que
lle- nó tu ser? Yo tuve y tengo; le pido cada día que me
muestre algo más de Él.

A veces sucede como una “foto”; otras veces, como una


“chispa” de rápido; y otras veces, como observar un
“cua- dro”. Más allá de eso, siempre Su hermosura
produce en nosotros transformación y un refresco de Él
en nosotros. Esta imagen, no es provocada ni por
nuestra imaginación, ni por nuestro esfuerzo, ni por
relajación.
Puede suceder mientras oramos, adoramos en quietud o
en cualquier momento haciendo otra tarea.
Solo el anhelo nuestro hace que Él se nos muestre,
cuando Él así lo desea.

Ver algo de Su gloria son los tesoros de los que habla


Isaías en el cap. 45:3 cuando dice: “Te daré los tesoros
escondidos, y las riquezas encubiertas, para que sepas

134
que yo soy el Se- ñor, el Dios de Israel, que te llama por
tu nombre”.

135
La práctica de la intimidad profunda con Dios

¿Oramos?
“Señor, te queremos pedir una visión de tu hermosura,
que- remos contemplarte y adorarte. ¡Pedimos que cada
día te nos reveles! Amén y amén.

¡A practicar!
13

Terminando
para empezar

¡Llegamos al final! ¡Qué bueno fue realizar juntos este


reco- rrido por el río de Dios!

Sé que hiciste los ejercicios y experimentaste un


aumento de Cristo. Te comparto lo que estoy viviendo
para compro- bar si es lo mismo que te sucedió a vos:

Hemos experimentado…
• Que cuando le compartimos a Él todo lo que hacemos
y lo involucramos en el diario vivir, resulta la manera
más plena de experimentar a “Cristo en nosotros”.
• Que comunión es el mutuo disfrute de Él en mí y yo en Él.
• Que un día sin comunión es un día perdido.
• Que deberíamos ver el rostro de Dios cada mañana
antes de ver el rostro de otros.

Me gusta como lo dice John Bunyan (1628-1688): “El que


anda huyendo de Dios en la mañana, casi nunca lo
encuen- tra durante el resto del día”.

137
Comunión Diaria

También hemos descubierto…


• Que cuando estamos en comunión con Él, ya estamos
en el lugar secreto y ya se encuentra lista la recompensa
en público.
• Que cuando nos cuesta tener comunión con Él, aún no
he- mos entrado en el disfrute mutuo y que cuando lo
vivamos, la comunión con Él será nuestro máximo
deseo.
• Que la comunión con Él no es lo principal en la vida
cris- tiana. ¡Es lo único!
• Que, si mantenemos nuestra comunión diaria con el
Se- ñor, cada vez que miremos hacia atrás, al presente o
al futu- ro, sentiremos paz por lo vivido con Él.
• Que comunión es experimentarlo a Él cuando camina-
mos, trabajamos, nos divertimos.

También hemos comprobado…


• Que orar sin verlo a Él es sencillamente un hablar sin
sen- tido y una pérdida de tiempo.
• Que nada es demasiado grande para que Él no pueda
in- tervenir, ni nada tan pequeño que no le interese. Una
señora vino al gran predicador del siglo pasado
Campbell Morgan y le dijo: “Solo llevo las grandes cosas
a Dios. No le llevo las pequeñas cosas”. Él la miró y le
respondió: “Señora, cual- quier cosa que le lleve a Dios
es pequeña”.
• Que en la oración las cosas pueden o no cambiar, pero
siempre, siempre, Cristo aumenta en nosotros y somos
transformados.
La práctica de la intimidad profunda con Dios

• Que siempre que tenemos comunión diaria con Él,


somos fuertes en la vida y tenemos paz.

También hemos apreciado…


• Que no se trata de lo que yo puedo hacer por Dios,
sino de lo que Dios puede hacer en mí y a través de mí
si le adoro.
• Que un líder sin comunión no es un líder; es un
sepultu- rero.
• Que “el que vive una vida sin oración vive sin Dios en
el mundo” (Jonathan Edwards).
• Que “ese santo que avanza de rodillas nunca se
retira” (Jim Elliot).
• Que “vivo en el espíritu de la oración. Oro mientras
cami- no, cuando me acuesto y cuando me levanto. Y las
respues- tas siempre están llegando” (George Müller).
• Que “la oración es el encuentro de la sed de Dios y de
la sed del hombre” (san Agustín).
• Que la comunión no es un acto al estilo de una ficha
para sacar una gaseosa de una máquina, ni un medio de
trans- porte que tomamos cuando queremos ir a un
lugar, ni un medicamento que ingerimos cuando
estamos enfermos, ni una teoría de cómo manejar a
Dios para que haga lo que queremos; comunión es un
mutuo disfrute y nosotros lo amamos porque Él nos
amó primero.

Al comienzo de nuestra recorrida te hablé del río de


Ezequiel; de los niveles que él vio cuando el río tocaba

13
9
la planta de sus pies, luego sus tobillos, luego sus
rodillas y

14
0
Comunión Diaria

más tarde su cintura, para finalmente entrar en la


profun- didad de su presencia.

En lo profundo el Señor siempre responde de manera


pro- funda; nos encontraremos con otros hombres y
mujeres de Dios que nadan en lo profundo. Dios le dijo
al profeta que “entrara” en lo profundo, pero nunca le
dijo que “se saliera” del río.

Me ministra vida la manera en que lo dice A. Dixon:


“Cuan- do nadamos en lo profundo de la comunión con
Él es como un iceberg: un poco se deja ver a otros, pero
la grandeza siempre está escondida a los demás”.

Ahora que estoy terminado este libro, en una reunión


del domingo, le pregunté al Señor: “Padre, ¿en qué nivel
estoy yo en mi comunión con vos: en los tobillos?”. “No”,
me dijo. “¿En la rodilla?”. “No”. “¿En la cintura?”. “No”.
“¿Estoy en lo profundo?”. “No”, me respondió.
“Entonces, Señor… ¡No entiendo!”. “Te faltó el primero...
¡el de tocar el río con las plantas de tus pies!”... silencio
de mi parte. “¡Pero ya estás tocando el río! ¡Ánimo! ¡Ya
estás disfrutando de mi presen- cia y yo de la tuya!”.

Querido lector, sé que vivimos cosas gloriosas con cada


experiencia con Él, pero debo decirte que… aún estamos
empezando. ¡Ánimo!

14
0
La práctica de la intimidad profunda con Dios

Te animo y oro para que cada día cuides tu comunión


con Dios como tu máximo tesoro. El Señor me preguntó:
“Ber- nardo, ¿sabés cuál es el mejor momento de tu
vida?”. “¿Cuál, Señor?”. “Cuando tenés comunión
conmigo. Ese es tu mejor momento; hacé de tu ahora tu
mejor momento”.

Declaro tu mejor momento cada día de tu vida hasta


que Él venga.

Me despido; nos veremos muy


pronto. Amén.

P.D.: Charles Spurgeon se propuso no dejar pasar más


de diez minutos sin orar y buscar al Señor… ¿Lo
hacemos jun- tos?

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bernardoresponde@gmail.com
www.stamateas.com

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