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CONSTRUIR Y CELEBRAR
13 días experimentando el libro de Nehemías
Bernardo Stamateas
- 1° edición -
Presencia de Dios
José Bonifacio 332, Caballito,
Buenos Aires, Argentina.
Tél.: (54011) 4924-1690
www.presenciadedios.com
Introducción 5
Capítulo 1
Un hombre común que trabaja para el rey 7
Ejercicio N.°1 13
Capítulo 2
La reconstrucción de la Casa y del muro 14
Primera parte: Los muros caídos 16
Segunda Parte: La carne 26
Capítulo 3
Cuando la Presencia cae sobre todos, hay una
coordinación celestial 32
Ejercicio N.°2 42
Capítulo 4
Velar. Estar siempre atento 43
Capítulo 5
Nehemías se enojó e interpeló a sus hermanos 49
3
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Capítulo 6
Maquinaciones de los adversarios 55
Capítulo 7
Las puertas de nuestra vida 60
Capítulos 8-9-10-11
Una reunión para restaurar la alegría 67
Capítulos 12
La dedicación del muro 72
Capítulos 13
Reformas de Nehemías 80
Conclusión 86
4
INTRODUCCIÓN
¡Hola! ¡Qué bueno volver a estar juntos otra vez! Hemos compartido
muchos días con Él a través de los libros. Ahora te invito a que cami-
nemos junto a Nehemías. ¡Será glorioso!
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Capítulo 1
UN HOMBRE COMÚN
QUE TRABAJA PARA EL REY
“1
Palabras de Nehemías hijo de Hacalías. Aconteció en el
mes de Quisleu, en el año veinte, estando yo en Susa, capital
del reino, 2 que vino Hanani, uno de mis hermanos, con
algunos varones de Judá, y les pregunté por los judíos que
habían escapado, que habían quedado de la cautividad, y
por Jerusalén. 3 Y me dijeron: El remanente, los que queda-
ron de la cautividad, allí en la provincia, están en gran mal y
afrenta, y el muro de Jerusalén derribado, y sus puertas que-
madas a fuego. 4 Cuando oí estas palabras me senté y lloré, e
hice duelo por algunos días, y ayuné y oré delante del Dios
de los cielos. 5 Y dije: Te ruego, oh Jehová, Dios de los cielos,
fuerte, grande y temible, que guarda el pacto y la misericor-
dia a los que le aman y guardan sus mandamientos; 6 esté
ahora atento tu oído y abiertos tus ojos para oír la oración de
tu siervo, que hago ahora delante de ti día y noche, por los
hijos de Israel tus siervos; y confieso los pecados de los hijos
de Israel que hemos cometido contra ti; sí, yo y la casa de mi
padre hemos pecado. 7 En extremo nos hemos corrompido
contra ti, y no hemos guardado los mandamientos, estatutos
y preceptos que diste a Moisés tu siervo. 8 Acuérdate ahora de
la palabra que diste a Moisés tu siervo, diciendo: Si vosotros
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Entró por las puertas mirándolo a Él: “Tú eres grande fuerte y
temible”.
Entrar es verlo a Él. Nehemías no habló de su dolor ni de su proble-
ma. Solo lo vio a Él y descubrió Su grandeza.
Entró en el santuario celestial a ver a un Dios poderoso y majestuoso.
Estaba deshecho, era pequeño; pero, al verlo a Él, Su gloria lo in-
vadió. Una vez que traspasó “las puertas”, le dijo lo que percibía de
Su grandeza, para luego dirigirse al Altar del sacrificio (vv. 6-9).
“Hemos pecado”. Él mismo fue al Altar, porque Nehemías sabía que
los escombros que debía sacar del camino eran los pecados. Y esos
escombros estaban en su vida, no en la de los demás.
Hizo a continuación algo poderoso: “una oración de Altar identi-
ficatorio”. Se identificó con los pecados de la nación y los llevó en
sí mismo; todos fueron echados al Altar como un símbolo. “Señor,
cargo con todo; traigo los pecados de todos aquí al Altar. Tu Altar
es lo suficientemente grande como para darle fin a todas nuestras
maldades”.
Es verdad que el pecado es un tema individual, pero Nehemías sim-
bólicamente dijo: “Cargo con todos aquí; los dejaré en tu Cruz para
que les des fin”.
Él no explicó, no pidió respuestas, no se preguntó por qué, sino que
fue directo al Altar. Un líder es alguien que va al Altar porque sabe
que el pecado es el peor escombro.
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EJERCICIO N.º 1
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Capítulo 2
LA RECONSTRUCCIÓN
DE LA CASA Y DEL MURO
“1
Sucedió en el mes de Nisán, en el año veinte del rey Arta-
jerjes, que estando ya el vino delante de él, tomé el vino y
lo serví al rey. Y como yo no había estado antes triste en su
presencia, 2 me dijo el rey: ¿Por qué está triste tu rostro? pues
no estás enfermo. No es esto sino quebranto de corazón.
Entonces temí en gran manera. 3 Y dije al rey: Para siem-
pre viva el rey. ¿Cómo no estará triste mi rostro, cuando la
ciudad, casa de los sepulcros de mis padres, está desierta, y
sus puertas consumidas por el fuego? 4 Me dijo el rey: ¿Qué
cosa pides? Entonces oré al Dios de los cielos, 5 y dije al rey:
Si le place al rey, y tu siervo ha hallado gracia delante de ti,
envíame a Judá, a la ciudad de los sepulcros de mis padres,
y la reedificaré. 6 Entonces el rey me dijo (y la reina estaba
sentada junto a él): ¿Cuánto durará tu viaje, y cuándo vol-
verás? Y agradó al rey enviarme, después que yo le señalé
tiempo. 7 Además dije al rey: Si le place al rey, que se me den
cartas para los gobernadores al otro lado del río, para que
me franqueen el paso hasta que llegue a Judá; 8 y carta para
Asaf guarda del bosque del rey, para que me dé madera para
enmaderar las puertas del palacio de la casa, y para el muro
de la ciudad, y la casa en que yo estaré. Y me lo concedió el
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PRIMERA PARTE:
LOS MUROS CAÍDOS
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¡ese viaje duró tres meses! Tres largos meses y no dice nada al respec-
to. Nada absolutamente.
No importa el viaje, la distancia, los problemas, el clima, que “Hay
mucho trabajo”, que “Mi pareja no me deja”, que “Tengo muchas
cosas que hacer” y tantas otras decenas de excusas.
Cuando Cristo nos llena, no hay más distancia ni tiempo. Sencilla-
mente, decimos “Llegué”. Nada es difícil, duro o cansador. Senci-
llamente vamos y llegamos.
Sí. Nehemías es un libro para los que ya están en aguas profundas,
donde las excusas ya no existen. Han matado sus “distancias” en el
fuego del amor divino.
Cuando llegó, solo descansó tres días. El día de la resurrección, se
volvió a levantar, lleno de fuerzas divinas.
8. Observa los muros caídos, pero hazlo sin que nadie se entere
Luego de que Nehemías llegó allí, salió a recorrer los muros, pero
dice La Palabra que no se lo dijo a hombre alguno. Hay cosas que no
debemos decírselas a nadie; tienen que ser una experiencia interna,
privada, “de noche”, mía, a solas.
Él observó los muros rotos, las distintas puertas del muro, y las nom-
bró (se tomó su tiempo). Nadie sabía dónde había ido Nehemías, ni
qué había hecho.
Mientras todos dormían, él estaba despierto.
Mientras todos estaban acostados, él estaba en movimiento.
Los muros son el Cristo “externo” que aún falta construir. Todos
tenemos aspectos de Cristo que están “derribados”, sin levantar. Na-
die ha llegado a la meta. Ni siquiera Pablo. Él escribió: “Aún no he
llegado, pero sigo”. Cuanto más lo vemos en Su hermosura, más nos
percatamos de cuánto aún nos falta de Él. Cuanto más potente es la
luz, más se ven las cosas sucias. Nehemías estaba bien con el “Cristo
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Volvamos a Nehemías….
Luego de que Nehemías vio los muros y ahora tenía la experien-
cia personal, sí le habló al pueblo. Les declaró (con firmeza) cómo
Dios guiaba todo. Ellos respondieron a una voz: “¡Levantémonos y
edifiquemos!”.
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SEGUNDA PARTE:
LA CARNE
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Fíjate cómo repiten el mismo discurso, cual en eco; los tres se han
unido, mente, voluntad y emociones, contra el Espíritu. ¡Y van por
más ahora! Cada uno de ellos recurrió a sus “ejércitos” para cuidarse.
Esto simboliza cómo la carne busca apoyo en el mundo, en el siste-
ma, en la cultura, en otros, en voces que nos quieran convencer de
cesar de construir a Cristo.
Mi amigo, cuando identifiques esto en tu vida ¡ve al Altar! Nehe-
mías hizo una oración “fuerte” sobre ellos. Les habló con firmeza.
Les contestó: “Nos levantaremos y edificaremos. El Dios de los cie-
los nos prosperará”. Él, bajo la fuerza del Espíritu, les puso un límite
a ellos. Ese límite se llama Altar.
Fíjate, mi amigo, que Nehemías, cuando les respondió, no les mos-
tró las cartas del rey, ni hizo alusión alguna, ni ostentación de los
permisos. ¡No! Él les habló del “Dios de los cielos”.
La carne no necesita esas cosas, sino una sola: el fuego de la Cruz.
El veredicto para la carne es siempre el mismo y único: la Cruz.
La carne no tiene mejora, redención, ayuda, crecimiento, educación.
¡Debe morir! Debo caminar bajo la Cruz. La más grande dificul-
tad para el Señor es mi vida natural. Tanto lo malo como lo bueno
para Dios no sirven. Sigue siendo “vida natural”, o “viejo hombre”.
Cuando mi vida natural muere, la vida divina se manifiesta.
Dice Romanos 8:13: “Porque si vivís conforme a la carne, habréis
de morir; mas si por el Espíritu hacéis morir los hábitos del cuerpo,
viviréis”.
La carne no tiene derecho a entrometerse en nada del Espíritu.
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Capítulo 3
“1
Entonces se levantó el sumo sacerdote Eliasib con sus her-
manos los sacerdotes, y edificaron la puerta de las Ovejas.
Ellos arreglaron y levantaron sus puertas hasta la torre de
Hamea, y edificaron hasta la torre de Hananeel. 2 Junto a ella
edificaron los varones de Jericó, y luego edificó Zacur hijo de
Imri. 3 Los hijos de Senaa edificaron la puerta del Pescado;
ellos la enmaderaron, y levantaron sus puertas, con sus ce-
rraduras y sus cerrojos. 4 Junto a ellos restauró Meremot hijo
de Urías, hijo de Cos, y al lado de ellos restauró Mesulam
hijo de Berequías, hijo de Mesezabeel. Junto a ellos restau-
ró Sadoc hijo de Baana. 5 E inmediato a ellos restauraron
los tecoítas; pero sus grandes no se prestaron para ayudar
a la obra de su Señor. 6 La puerta Vieja fue restaurada por
Joiada hijo de Paseah y Mesulam hijo de Besodías; ellos la
enmaderaron, y levantaron sus puertas, con sus cerraduras y
cerrojos. 7 Junto a ellos restauró Melatías gabaonita, y Jadón
meronotita, varones de Gabaón y de Mizpa, que estaban
bajo el dominio del gobernador del otro lado del río. 8 Junto
a ellos restauró Uziel hijo de Harhaía, de los plateros; junto al
cual restauró también Hananías, hijo de un perfumero. Así
dejaron reparada a Jerusalén hasta el muro ancho. 9 Junto a
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• Los maldecidos
Empezaron a edificar y dice el texto que “Edificaron los varones
de Jericó y luego edificó Zacur hijo de Imri (1-2)”. Jericó era una
ciudad que estaba maldecida. Ellos estaban maldecidos. Pero esa
gente ahora estaba construyendo la ciudad bendecida. Aquí hay una
revelación muy hermosa: todos los que han vivido maldición en
su historia son bienvenidos a construir Cristo. Tal vez viviste bajo
maldición, pero ahora el Padre te colocó en la bendición. “A mí me
rechazaron, me abandonaron, me intentaron matar, me maldijeron,
no me quisieron, no me desearon, no me amaron, pero ahora con
todo y eso Jehová me ha recogido”. ¡Aleluya! ¡Hay lugar en el muro
para los ex maldecidos!
• Los “sueltos”
“… Luego edificó Zacur”. Y pensé ¿por qué aparece en la historia
bíblica? El hecho es que los de Jericó empezaron a hacer el muro y
había entre ellos personas perdidas o desorientadas; entre ellos un
tal Zacur que se encontraba mirando. Tal vez pensó: “Estos estaban
maldecidos y están edificando; me voy a sumar”. Ese hombre tal
vez es como tu pareja, tu hijo, un amigo que ahora te ve edificando
y pregunta: “A ver cómo es…”. Te están observando. Siempre existe
un Zacur cerca de ti que conoce tu historia, sabe lo que sucede y
observa.
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• Uno solo
“La puerta del muladar, Malaquías”. ¡Uno solo! Sin apoyo, sin com-
pañero, puso manos a la obra. Sabía que, en realidad, no estaba solo;
era parte de un gran equipo. Y se pusieron a trabajar. ¿Y sabes qué
lograron todos ellos? En cincuenta y dos días terminaron el muro.
Lo que en noventa años no se había logrado lo alcanzó un grupo
humano de quienes tenemos los nombres, y sabemos que trabajaron
y levantaron puertas para que Cristo saliera. Trabajaron, y en menos
de dos meses, alcanzaron lo que no se había logrado en varias genera-
ciones. En el capítulo tres, ¿sabes cuántas veces aparece el nombre de
Nehemías? Ninguna. Los nombra a todos, pero a sí mismo, no. “Se
hizo invisible” y esa es una señal de la llenura del Espíritu.
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• Dos personas
“La puerta vieja fue restaurada por Joaida, hijo de Paseah y Mesu-
lam hijo de Besodías. Ellos la enmaderaron y levantaron sus puertas
con sus cerraduras y sus cerrojos”. Solamente dos personas, pero
¡mira todo lo que hicieron! Dios te va a conectar con gente que ama
a Cristo y, entre los dos, van a colocar cerraduras, van a construir
puertas, van a levantar muros, van a sanar enfermos, van a echar al
enemigo, van a caminar en victoria, van a ganar a miles de personas.
Si dos personas se ponen de acuerdo, todo lo que le pidamos al Padre,
Él nos lo dará.
• Cuatro personas
“Junto a ellos restauró Melatías gabaonita, y Jadón meronotita, va-
rones de Gabaón y de Mizpa, que estaban bajo el dominio del gober-
nador del otro lado del río”. Allí había cuatro juntos. Cuatro perso-
nas. Dios te va a unir con otras personas, como ya lo está haciendo,
de otras naciones. Él está reuniendo gente para edificar a Cristo.
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• Zaccur: “Consciente”
• Mesulam, hijo de Berequías: “Amigo”
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EJERCICIO N.º2
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Capítulo 4
VELAR.
ESTAR SIEMPRE ATENTO
“1
Cuando oyó Sanbalat que nosotros edificábamos el muro,
se enojó y se enfureció en gran manera, e hizo escarnio de
los judíos. 2 Y habló delante de sus hermanos y del ejército de
Samaria, y dijo: ¿Qué hacen estos débiles judíos? ¿Se les per-
mitirá volver a ofrecer sus sacrificios? ¿Acabarán en un día?
¿Resucitarán de los montones del polvo las piedras que fue-
ron quemadas? 3 Y estaba junto a él Tobías amonita, el cual
dijo: Lo que ellos edifican del muro de piedra, si subiere una
zorra lo derribará. 4 Oye, oh Dios nuestro, que somos objeto
de su menosprecio, y vuelve el baldón de ellos sobre su cabe-
za, y entrégalos por despojo en la tierra de su cautiverio. 5 No
cubras su iniquidad, ni su pecado sea borrado delante de ti,
porque se airaron contra los que edificaban. 6 Edificamos,
pues, el muro, y toda la muralla fue terminada hasta la mi-
tad de su altura, porque el pueblo tuvo ánimo para trabajar.
7
Pero aconteció que oyendo Sanbalat y Tobías, y los ára-
bes, los amonitas y los de Asdod, que los muros de Jerusalén
eran reparados, porque ya los portillos comenzaban a ser
cerrados, se encolerizaron mucho; 8 y conspiraron todos a
una para venir a atacar a Jerusalén y hacerle daño. 9 Entonces
oramos a nuestro Dios, y por causa de ellos pusimos guarda
contra ellos de día y de noche. 10 Y dijo Judá: Las fuerzas de
los acarreadores se han debilitado, y el escombro es mucho,
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2. El arma más poderosa que utiliza la carne cuando las demás
fallan
Leemos en el v.12 que “Hasta diez veces” enviaban personas para
decirles que habría un ataque de muerte. El arma más poderosa de
la carne es el TEMOR de que nos sobrevendrá algo terrible y que ni
Dios podrá contra eso; que nuestro futuro está trazado, determina-
do, y es la muerte.
Ellos, los enemigos, ahora trabajaban con la “imaginación carnal”;
les hacían visualizar que, “en cualquier momento”, algo terrible su-
cedería. Eso se llama ansiedad, miedo y angustia, todo junto. Miedo
al futuro. Por eso, cada vez que te encuentres allí, y la carne te domi-
ne, identifícala y “ármate” para vencerla.
3. Cómo destruir el miedo al futuro
Dice Nehemías 4:13:
“Entonces por las partes bajas del lugar, detrás del muro, y en los
sitios abiertos, puse al pueblo por familias, con sus espadas, con sus
lanzas y con sus arcos”.
a. Identifica tus “partes bajas” en Cristo
¿Dónde hay poco Cristo en tu vida? ¿En qué áreas tienes menos
comunión? ¿En qué momentos tienes poca comunión? Las partes
bajas son los momentos en los que debes aumentar la intimidad con
Él. Son las áreas donde tu intimidad con Él es poca.
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Dice el v. 23:
“Y ni yo ni mis hermanos, ni mis jóvenes, ni la gente de guardia que
me seguía, nos quitamos nuestro vestido; cada uno se desnudaba
solamente para bañarse”.
¿Estás en el muro? ¿Estás armado? ¿Estás unido al Cuerpo? ¿Estás
listo para ver a Dios pelear por nosotros?
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Capítulo 5
NEHEMÍAS SE ENOJÓ
E INTERPELÓ A SUS HERMANOS
“1
Entonces hubo gran clamor del pueblo y de sus mujeres
contra sus hermanos judíos. 2 Había quien decía: Nosotros,
nuestros hijos y nuestras hijas, somos muchos; por tanto,
hemos pedido prestado grano para comer y vivir. 3 Y había
quienes decían: Hemos empeñado nuestras tierras, nuestras
viñas y nuestras casas, para comprar grano, a causa del ham-
bre. 4 Y había quienes decían: Hemos tomado prestado dine-
ro para el tributo del rey, sobre nuestras tierras y viñas. 5 Aho-
ra bien, nuestra carne es como la carne de nuestros herma-
nos, nuestros hijos como sus hijos; y he aquí que nosotros
dimos nuestros hijos y nuestras hijas a servidumbre, y algu-
nas de nuestras hijas lo están ya, y no tenemos posibilidad
de rescatarlas, porque nuestras tierras y nuestras viñas son
de otros. 6 Y me enojé en gran manera cuando oí su clamor y
estas palabras. 7 Entonces lo medité, y reprendí a los nobles
y a los oficiales, y les dije: ¿Exigís interés cada uno a vuestros
hermanos? Y convoqué contra ellos una gran asamblea, 8 y
les dije: Nosotros según nuestras posibilidades rescatamos
a nuestros hermanos judíos que habían sido vendidos a las
naciones; ¿y vosotros vendéis aun a vuestros hermanos, y
serán vendidos a nosotros? Y callaron, pues no tuvieron qué
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Este estilo de personas son los que se sirven “de” la iglesia y no bus-
can servir “a” la iglesia. Aquellos que toman ventaja y especulan a
ver qué provecho pueden sacarle a la gente espiritual, qué pueden
obtener de ellos.
Recordemos que, cuando el pueblo llegó a Jerusalén, lo hizo con
dinero (Esdras 1:5-11); aún los judíos que quedaron en Babilonia
enviaron mucho dinero a quienes regresaban a Jerusalén. El mismo
rey Ciro abrió sus arcas del tesoro y les dio dinero (Esdras 2:64-67).
Incluso algunos vivían en casas artesonadas, lujosas en gran extre-
mo (Hageo 1:4). Entonces, ¿por qué la usura? El muro que estaban
edificando bendeciría a todos. ¿Por qué, entonces, algunos cobraban
tanto interés al hacer sus préstamos?
Los que trabajaban necesitaban granos, ya sea porque les tocaba se-
quía, o porque estaban todo el tiempo haciendo el muro. Así, pedían
a sus hermanos más ricos, grano para comer y sembrar, pero estos
aprovechaban para cobrarles intereses exorbitantes. De modo que
comenzaron a estar endeudados y las hipotecas y los intereses por
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de otros lugares que venían a su mesa, les daba a costa de sus propios
fondos. Y nunca le faltó nada (16-18).
Todos los hijos de Dios tenemos que ser capaces de hacer esa oración,
al actuar bajo Su temor, siendo llenos de Cristo y experimentando la
alegría de poder orar así.
¿Cómo era el hablar de Nehemías?
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Capítulo 6
MAQUINACIONES DE
LOS ADVERSARIOS
“1
Cuando oyeron Sanbalat y Tobías y Gesem el árabe, y
los demás de nuestros enemigos, que yo había edificado el
muro, y que no quedaba en él portillo (aunque hasta aquel
tiempo no había puesto las hojas en las puertas), 2 Sanbalat
y Gesem enviaron a decirme: Ven y reunámonos en alguna
de las aldeas en el campo de Ono. Mas ellos habían pensado
hacerme mal. 3 Y les envié mensajeros, diciendo: Yo hago
una gran obra, y no puedo ir; porque cesaría la obra, deján-
dola yo para ir a vosotros. 4 Y enviaron a mí con el mismo
asunto hasta cuatro veces, y yo les respondí de la misma ma-
nera. 5 Entonces Sanbalat envió a mí su criado para decir lo
mismo por quinta vez, con una carta abierta en su mano, 6 en
la cual estaba escrito: Se ha oído entre las naciones, y Gas-
mu[a] lo dice, que tú y los judíos pensáis rebelaros; y que por
eso edificas tú el muro, con la mira, según estas palabras,
de ser tú su rey; 7 y que has puesto profetas que proclamen
acerca de ti en Jerusalén, diciendo: ¡Hay rey en Judá! Y ahora
serán oídas del rey las tales palabras; ven, por tanto, y con-
sultemos juntos. 8 Entonces envié yo a decirle: No hay tal
cosa como dices, sino que de tu corazón tú lo inventas. 9 Por-
que todos ellos nos amedrentaban, diciendo: Se debilitarán
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Capítulo 7
LAS PUERTAS
DE NUESTRA VIDA
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LAS PUERTAS
Las puertas fueron colocadas. Estas son símbolo de Cristo que sale
de mí hacia el mundo, hacia la gente. El muro me protege, la puerta
me permite dar a Cristo.
Cristo es el muro, pero también, las puertas. Estas brindan acceso
para “entrar y salir”. Todos debemos construir puertas en nuestra
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Leemos que puso allí a Hanani, símbolo del Espíritu Santo, ¿recuer-
das? ¡Es el Espíritu de Dios el que vigila qué entra y qué sale de noso-
tros! Y quien hace la obra de “abrir y cerrar”. Él es “Varón de verdad”.
Debemos vigilar qué entra y qué sale de nuestras vidas a cada mo-
mento; estar alertas a una conversación, una opinión, una idea que
nos puedan ensuciar.
El Señor puso allí porteros que decidían quién entraba y quién no.
Mantén vigilancia en tu vida acerca de qué ingresa y qué sale.
En las puertas siempre hay adoración
Nehemías puso adoradores y levitas. Ellos vieron que aún había gen-
te que vivía “fuera de Jerusalén”. ¡Cuánta gente debe aún venir a vivir
a Su Presencia!
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C a p í t u l o s 8 - 9 -10 -11
Nació del pueblo reunirse como un solo hombre. Eran unas cin-
cuenta mil personas. Prácticamente asistieron todos y lo hicieron en
la puerta de las Aguas. El anhelo de reunirse, de estar en el Cuerpo
con otros, es algo que se manifiesta en gente llena del Señor.
Ellos le pidieron a Esdras que trajera la Palabra. Ellos querían oír,
no a Esdras, sino a Dios. Allí mismo comenzaron a experimentar
un anhelo de más Palabra; había hambre en sus corazones. Todos
los que podían entender estaban allí. Recordemos que la gente no
tenía, como nosotros hoy, La Biblia en su casa; había pocas copias
de Las Escrituras.
La reunión comenzó. No hacía falta nada más. Duró desde las seis
de la mañana hasta las doce del mediodía. ¡Seis horas! Cuando no
hay tiempo cronos es porque estamos en la dimensión de lo eterno.
Esdras estaba en un púlpito hecho especialmente para la ocasión y,
con él, trece levitas.
Empezó a leer y lo hizo durante seis horas. Todos estaban atentos.
No existía nada más que la Presencia de Dios. Todo lo demás había
desaparecido: la gente, la hora, todo. Luego comenzaron a adorar,
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Esos trece levitas le daban sentido a lo que Esdras leía. Es decir que
él leía en hebreo, pero los levitas traducían al arameo que era el idio-
ma que el pueblo hablaba. Recordemos que todo ese pueblo había
nacido en Babilonia. Así que traducían la revelación y la explicaban;
le daban sentido.
El pueblo empezó a llorar, producto de todo el trabajo realizado, de
lo que significaba vivir en su tierra, ver los muros terminados, oír la
Palabra y entenderla. La tristeza les ganó. Así que, inmediatamente,
Esdras, Nehemías y los levitas detuvieron todo y les dijeron que
fueran a comer y a beber. Que les dieran de comer a otros y que no
se entristecieran porque “El gozo del Señor es nuestra fortaleza”. Y
el pueblo hizo caso. Entonces, el espíritu de gozo inundó a todos.
Dice el v. 12 que estaban con gozo “porque habían entendido las
palabras que les habían enseñado”.
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Nueva reunión
Terminaron la fiesta de los Tabernáculos y dos días después se vol-
vieron a reunir.
Una nueva reunión, pero ahora de Altar, para llevar allí los pecados.
Como un “yadah”, levantaron las manos entregando sus pecados.
Una nueva limpieza sucede en nuestro aumento de Cristo (9:2). Esta
reunión duró seis horas. Pasaron tres horas oyendo La Palabra y tres
horas confesando sus pecados (9:3).
Hubo un desborde. Los muros que habían construido eran un lími-
te hacia el afuera. Sin embargo, el Cristo que nos separa del mundo
produce que, dentro de los muros, no haya límites.
Hay un momento cuando el Altar ha crecido en nosotros. La luz es
tan potente que vemos todas las imperfecciones de la carne y para-
lelamente surge una búsqueda de Cristo-Palabra. Los capítulos 8 y
9 son una exaltación de la grandeza de Dios, y de cómo Él los guió
históricamente en cada circunstancia.
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cada año, para quemar sobre el Altar de Jehová nuestro Dios, como
está escrito en la ley”.
Ahora las familias debían traer leña para la casa de Dios (una cosa
era cortar leña para el fuego del hogar y otra era cortar leña para
mantener el fuego santo).
Esta leña era una ofrenda de adoración. No todos eran sacerdotes
o levitas, pero sí TODOS PODÍAN Y DEBÍAN TRAER ALGO
DE LEÑA para mantener el fuego encendido.
La leña es Cristo. Traes algo de Él a tu vida cada día y Él mantiene
el Altar de tu corazón bajo Su fuego que nunca se apaga. La leña es
Cristo. Traes algo de Él a la vida de alguien y Él mantiene el Altar de
ese discípulo encendido con Su fuego divino.
Cansados, estresados, ansiosos, sin fuerzas, sin ganas de congregar-
nos, sin vida… Debe leerse como “sin fuego”. El fuego se mantiene
encendido con leña mañana y tarde.
Nuestra oración debe ser: “Señor, que podamos llevarte a cada vida
y así enciendas Tu fuego en nuestra vida y en nuestra nación”.
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Capítulo 12
LA DEDICACIÓN DEL MURO
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Dedicaron algo que hacía cien años nadie había logrado hacer
Dedícale a Dios algo que hace cien años nadie hace. Ese muro ha-
cía un siglo que estaba destruido. Y la generación de Nehemías lo
reconstruyó y lo dedicó a Dios. Lograrás cosas que nunca nadie
jamás ha logrado. Y lo vas a celebrar y a ver con tus ojos en el Nombre
poderoso del Señor.
Prepárate, porque Dios te va a usar para edificar algo inédito,
sorprendente.
Dedicar algo que empezó con escombros y ahora es una victoria
Ellos comenzaron sacando la basura del muro, poniendo piedras y
terminaron cantando victoria. Prepárate para caminar arriba del
muro, porque todos los que te dijeron que ese muro lo derribaba una
zorra te verán cantando, bailando, saltando arriba de este celebran-
do el Nombre del Señor.
“¡Señor, úsame!”.
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Capítulo 13
REFORMAS DE NEHEMÍAS
“1
Aquel día se leyó en el libro de Moisés, oyéndolo el pueblo,
y fue hallado escrito en él que los amonitas y moabitas no
debían entrar jamás en la congregación de Dios, 2 por cuan-
to no salieron a recibir a los hijos de Israel con pan y agua,
sino que dieron dinero a Balaam para que los maldijera; mas
nuestro Dios volvió la maldición en bendición. 3 Cuando
oyeron, pues, la ley, separaron de Israel a todos los mezclados
con extranjeros.
4
Y antes de esto el sacerdote Eliasib, siendo jefe de la cá-
mara de la casa de nuestro Dios, había emparentado con
Tobías, 5 y le había hecho una gran cámara, en la cual guar-
daban antes las ofrendas, el incienso, los utensilios, el diez-
mo del grano, del vino y del aceite, que estaba mandado dar
a los levitas, a los cantores y a los porteros, y la ofrenda de
los sacerdotes. 6 Mas a todo esto, yo no estaba en Jerusalén,
porque en el año treinta y dos de Artajerjes rey de Babilonia
fui al rey; y al cabo de algunos días pedí permiso al rey 7 para
volver a Jerusalén; y entonces supe del mal que había hecho
Eliasib por consideración a Tobías, haciendo para él una cá-
mara en los atrios de la casa de Dios. 8 Y me dolió en gran
manera; y arrojé todos los muebles de la casa de Tobías fuera
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Las mezclas
Algunos de ellos se habían casado con integrantes de pueblos enemi-
gos, paganos, de los mismos adversarios; a tal punto que esa mezcla
los llevó a perder el “idioma santo”, su propio idioma.
Dice el relato que Nehemías les arrancó el cabello. Era un tipo de
castigo de aquel entonces, símbolo de quitarle “la fuerza” a toda
asociación pagana, a toda mezcla carnal. Las alianzas con gente del
sistema incluso a Salomón lo hicieron caer.
Todo este capítulo es sobre la limpieza de la carne, del mundo, de las
alianzas con el pecado.
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CONCLUSIÓN
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