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8. El siglo XVII: la crisis de la monarquía de los Austrias.

1. La decadencia del siglo XVII


El siglo XVII es un periodo de decadencia, especialmente para el imperio español y la Casa de
Austria.
1.1. La despoblación y la crisis económica. En buena parte de Europa, durante el siglo XVII se
produjo una enorme crisis demográfica, económica y social que se tradujo en un gran malestar
entre la población y en una inestabilidad política que afectó a la monarquía.
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a) La crisis demográfica: A lo largo del siglo XVII la población se estancó. Castilla se vio más
afectada. Los factores que contribuyeron a ello fueron: Las sucesivas crisis de subsistencia (malas
cosechas, hambre), las constantes guerras, Las epidemias como la peste favorecida por la
desnutrición, la expulsión de los moriscos: unos 300.000. A estos factores hay que añadir la
emigración a América, que, aunque no fue decisiva, sí incidió de forma significativa en lugares
como Andalucía y Castilla.
b) Los problemas económicos: La producción agrícola disminuyó; menos mano de obra,
enormes cargas fiscales sobre los agricultores, y reducción de la demanda. La propiedad tendió a
concentrarse: aumentan los latifundios. Muchos campesinos tuvieron que convertirse en
jornaleros para sobrevivir. En otras zonas se acusó la expulsión de los moriscos (Valencia y
Aragón). Como positivo ha de destacarse la introducción de nuevos cultivos procedentes de
América, patata y maíz, decisivos en algunas zonas del norte y en épocas posteriores.
La exportación de lana siguió siendo la más rentable para el comercio español, aunque se resintió
a causa de la situación de guerras permanentes. La industria y el comercio: no existía un mercado
importante para los productos industriales. Sólo las elites sociales tenían acceso a artesanía de
calidad suministrada por los gremios o importada. Los beneficios que se obtenían del campo no
se invertían en empresas industriales y comerciales incompatibles con la hidalguía y la limpieza
de sangre. Se adquirían inmuebles (casas, tierras), préstamos al Estado, cargos, títulos de nobleza,
buscaban ser rentistas sin necesidad de trabajar. Ante estas dificultades y la revolución de los
precios del siglo XVI, la artesanía castellana entró en recesión: falta de competitividad por los
altos precios. El comercio interior se veía dificultado por las aduanas interiores entre reinos
(puertos secos) además de peajes municipales y señoriales. El comercio exterior exportaba
materias primas e importaba manufacturas: déficit de la balanza de pagos que se cubría con el oro
y la plata de América, más necesario que nunca.
1.2. Inmovilismo y polarización social. La sociedad seguía siendo estamental con dos
estamentos privilegiados, clero y nobleza, y el tercer estamento que era el que producía y
trabajaba.
• Los nobles: Eran el 10% de la población. Se concentraba sobre todo en el norte donde la mitad
de la población se consideraba noble, aunque modesta. La alta nobleza ya no era rural, vivía en
ciudades y había dejado de ser guerrera. Muchos nobles tenían tal condición por haber comprado
el título al Rey. El número de nobles se incrementó y aumentó su poder social y político. Muchas
personas enriquecidas pagaban para que les elaborasen o fabricasen “probanzas”, documentos
que “probaban” que eran nobles. También existían certificados de limpieza de sangre,
imprescindibles para obtener cargos.
• El clero: era menos numeroso, pero no dejó de crecer en el siglo XVII. El alto clero era
generalmente de origen noble, pues para los segundones la Iglesia ofrecía una buena posición

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económica y social. Los conventos eran además uno de los pocos sitios donde vivir con dignidad
a mujeres solteras y viudas. El bajo clero era de origen humilde, aunque sin problemas
económicos gracias a las exenciones tributarias, el cobro del diezmo, rentas de sus propiedades,
los ingresos obtenidos de sus servicios y donativos particulares.
• El tercer estado: formado por los que no eran ni nobles ni eclesiásticos. El grupo predominante
era el de los campesinos, sujeto a impuestos directos (diezmo, rentas señoriales). Su posición
dependía de si eran o no propietarios de tierras. La mayoría de los artesanos y comerciantes de
las ciudades estaban organizados en gremios. Dada la escasa relevancia que tenía el artesanado y
el comercio, el papel de la burguesía de negocios era reducido. Prestamistas y comerciantes eran
mayoritariamente extranjeros. La burguesía española se apresuraba a ennoblecerse, abandonando 2
negocios para convertirse en rentistas y no pagar impuestos. En las grandes ciudades vivía un
numeroso grupo de mendigos, pobres, delincuentes y pedigüeños a la búsqueda de dinero fácil.
1.3. El triunfo de la mentalidad aristocrática y religiosa. La sociedad española del XVII
continuó apegada a los mismos valores aristocráticos y religiosos que regían la mentalidad
colectiva del siglo anterior. El ansia de ennoblecimiento hizo que los conceptos de dignidad y
honor, que se asociaban a la nobleza, fueran reivindicados por todos los grupos sociales. Lo
mismo ocurrió con el rechazo a los trabajos manuales, considerados “viles”, lo que tuvo un fuerte
impacto negativo en el desarrollo económico. Quienes poseían bienes gastaban buena parte de
sus ingresos en casas suntuosas, ricos vestidos o coches de caballos para mostrarlos a los demás.
Quien no poseía medios prefería la pobreza y la mendicidad antes de mancharse las manos y su
fama con el trabajo. Consecuencia de esta mentalidad fue el abandono de las inversiones
productivas, por lo que, salvo en Barcelona o en Cádiz, no podemos hablar de una clase de
mercaderes o fabricantes con espíritu empresarial que pudiera promover un desarrollo económico
similar al que empezaba a darse en otros países europeos.
2. El gobierno de los validos y los “Austrias menores”.
2.1. EL REINADO DE FELIPE III (1598-1621).
POLÍTICA INTERIOR:
a) El gobierno de los validos: La aparición de la figura del valido no puede achacarse únicamente
al desinterés por el poder y a la debilidad de carácter de los sucesores de Felipe II, sino que
intervinieron otros factores como la creciente complejidad de las tareas de gobierno, la
complicada maquinaria administrativa y la afluencia de documentos y personas llegados a la
corte, que hacía imposible que el monarca se ocupara personalmente de todos los asuntos.
El valido no era exclusivamente un secretario, sino que estaba unido al rey por la confianza y por
una relación de amistad personal. Los validos compartieron una serie de rasgos comunes; eran los
protectores del poder real y los mediadores entre el rey y los reinos, pertenecían a la aristocracia,
crearon una red de clientelas familiares y amigos sobre la que se apoyaron para incrementar su
poder.
La aparición del valido supuso también la sustitución de los consejos tradicionales por las juntas.
Los consejos eran difíciles de coordinar, por lo que se mostraban incapaces de hacer frente a
situaciones inesperadas. Las juntas, en cambio, resultaban más ágiles en la toma de decisiones y
se convirtieron en el elemento esencial de la administración española.
Felipe III inauguró la costumbre de delegar el ejercicio del poder en un valido con Francisco
Gómez de Sandoval, duque de Lerma. La influencia ilimitada que dicho valido ejerció quedó
demostrada mediante la creación de una amplia red de familiares y amigos situados en los

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principales cargos del Estado y el hecho de trasladar la corte del reino de Madrid a Valladolid en
1600, cerca de sus posesiones. No obstante, la corrupción generalizada terminó por obligar al rey
a sustituirle por su hijo el duque de Uceda.
b) La expulsión de los moriscos (1609). Un hecho destacado del reinado de Felipe III fue el
decreto de expulsión de los moriscos de los reinos de Aragón, Valencia y la Corona de Castilla.
Por una parte, se acusaba a los moriscos de seguir practicando la religión musulmana y de
mantener sus costumbres, a pesar de su forzada conversión. Por otro lado, se les suponía
colaboradores de la piratería turca y beréber en el Mediterráneo. Alrededor de 300.000 moriscos
fueron obligados a salir de los reinos.
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Fue necesario el despliegue de una gran fuerza militar para lograr su expulsión, que suscitó
resistencias y rebeliones en todas las zonas afectadas: Castilla, Extremadura, Andalucía, Cataluña
y, sobre todo, Aragón y Valencia. Este éxodo tuvo grandes repercusiones en los territorios
aragoneses y valencianos, más del 20% de la población, con las consiguientes repercusiones
económicas negativas.

POLÍTICA EXTERIOR:
La política exterior de Felipe III ha sido calificada de pacifista por comparación con la actividad
bélica de su padre, Felipe II, y de su hijo, Felipe IV. Contribuyeron a ello, no obstante, una serie
de coincidencias, manifestadas en la muerte de dos tradicionales enemigos: Isabel I de Inglaterra
y Enrique IV de Francia. Los ejes de su política fueron:
■ Paz con Francia: Enrique IV desarrolló una guerra “subterránea” basada en el apoyo a los
rebeldes holandeses y los sectores descontentos con el dominio español en Italia. Su muerte en
1610 supuso años de paz, ya que su viuda, María de Médicis, se mostró partidaria de la amistad
española.
■ Paz con Inglaterra: La muerte de Isabel I de Inglaterra permitió la firma del Tratado de Londres
de 1604 por el que se ponía fin a la prolongada guerra marítima anglo-española.
■ Tregua de los Doce Años en los Países Bajos (1609-1621) La abdicación de Felipe II en su hija
Isabel Clara Eugenia y su marido el archiduque Alberto de Austria, como regentes de aquellos
territorios, no puso fin al problema, ya que los holandeses no la reconocieron como soberana. El
agotamiento entre los contendientes, con la hegemonía marítima de los holandeses y terrestre de
los españoles derivó en tregua provisional que no impidió una guerra económica soterrada ya que
del acuerdo quedaban excluidas las colonias. En 1616, ante la evidencia de que los regentes no
tendrían descendencia, Felipe III se hizo jurar fidelidad. En 1621 moría Alberto sin herederos y
los territorios regresaron a la Corona española.
2.2. EL REINADO DE FELIPE IV (1621-1665)
Con tan solo dieciséis años Felipe IV accedió al poder. Fue un monarca que ejerció una importante
labor de mecenazgo a la cultura y, aunque poco constante en las tareas de gobierno, mostró mayor
preocupación por las cuestiones políticas que su padre.
POLÍTICA INTERIOR:
Felipe IV entregó durante veinte años el poder a su valido, Gaspar de Guzmán y Pimentel, conde-
duque de Olivares, quien se entregó a las tareas de gobierno con un programa político que
combinaba la recuperación del prestigio exterior con la reforma interior.

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Su programa político lo plasmó en el Gran Memorial que presentó al rey en 1624. Entre sus
objetivos estaba mantener la reputación y el patrimonio de la monarquía hispánica ante sus
enemigos: principalmente Holanda y Francia; pero la mayor novedad era el intento de lograr una
mayor uniformidad legal en los diversos territorios y la contribución a las cargas de la monarquía
por parte de todos los reinos, siguiendo el modelo fiscal y legal castellano.
Para llevar a cabo su tarea sustituyó el sistema de gobierno tradicional de los consejos por unas
juntas, que se ocupaban de diversos asuntos de la Administración pública. La más importante de
todas fue la Junta Grande de Reformación.
Una de las ideas fundamentales de Olivares era implicar a todos los reinos por igual en los 4
esfuerzos bélicos, que hasta ese momento recaían principalmente en Castilla. Para ello, promovió
el intercambio de autoridades entre los diversos reinos y planteó la denominada en 1626 la Unión
de Armas que establecía un sistema de cuotas por la que cada reino contribuiría con un
determinado número de hombres armados y pagados en caso de guerra. El resultado pretendía la
formación de un ejército de 140.000 soldados costeados por todos los territorios.
Los conflictos internos: Las reformas de Olivares y la presión fiscal provocaban malestar entre
los diversos territorios de la monarquía traduciéndose la situación en motines como los de 1631
en Vizcaya y 1637 en Portugal. Otros conflictos fueron:
a) La sublevación de Cataluña. La guerra contra Francia desde 1635 convertirá a los Pirineos
en un frente de guerra. Esta situación fue considerada por Olivares como una oportunidad para
involucrar a Cataluña en la lucha por la hegemonía que mantenía la monarquía hispánica. Se
iniciaron reclutamientos forzosos de hombres para la guerra o la obligación de dar estancia y pago
a las tropas españolas. En un ambiente de gran descontento se produjo el Corpus de Sangre de
Barcelona de 1640 y la denominada “Guerra de los Segadores” que acabaría con el asesinato del
virrey Santa Coloma. Por su parte, Paul Claris, proclamó la República catalana y buscaron la
protección del rey francés Luis XIII al que reconocieron conde de Barcelona. Los ejércitos franco-
catalanes derrotaron a las tropas de Felipe IV en la batalla de Montjuic (1641) y Lérida (1642).
Ahora era a los ejércitos franceses a los que había que sostener y avituallar. En 1651 el
descontento ante el carácter subordinado de su unión con Francia y el temor de las oligarquías
catalanas a no controlar el descontento social propiciaron que un ejército dirigido por Juan José
de Austria rindiera Barcelona en 1652. Felipe IV mantuvo una actitud conciliadora, indultando a
los rebeldes y manteniendo los fueros y legislación catalana, a cambio de su ayuda en la guerra
contra Francia.
b) La independencia de Portugal. La revuelta de Portugal presenta algunas similitudes con la
de Cataluña, incluso el detonante, la orden de Olivares de reclutar tropas portuguesas para
intervenir en Cataluña. Sin embargo, la portuguesa se caracterizó por su mayor cohesión y
voluntad nacionalista. Estuvo propiciada por varios factores: la aplicación de la Unión de Armas,
la introducción de nuevos impuestos y especialmente por la incapacidad de la monarquía
hispánica de repeler los ataques holandeses a sus colonias. En 1640 fue depuesta la virreina y el
duque de Braganza fue proclamado monarca con el nombre de Juan IV.
La decisión de concentrar todo el esfuerzo bélico en Cataluña y atender el conflicto con Francia
e Inglaterra demoró la situación e hizo imposible la reconquista de Portugal. La independencia
desató una guerra de casi treinta años en la que Portugal tuvo el apoyo de Francia e Inglaterra. En
1665 la batalla de Montes Claros dejaba sentenciada la independencia. La regente, Mariana de
Austria, viuda de Felipe IV, reconoció la independencia de Portugal y sus colonias, salvo Ceuta
que pasó a ser posesión española, en el Tratado de Lisboa de 1668.

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c) Rebeliones de Nápoles y Sicilia (1647). Empezaron como motines de subsistencia “Viva el
rey y abajo los impuestos y el mal gobierno” frente a la creciente presión fiscal derivada de la
multitud de guerras a las que hacía frente la Monarquía hispánica. Pero las malas cosechas, la
aplicación de la Unión de Armas y el intervencionismo de Francia en favor de la secesión de estos
territorios provocó la intervención militar de Juan José de Austria, la suspensión de los impuestos
y una amplia amnistía.
d) Aragón, Navarra y Andalucía. Algunos nobles conspiraron para proclamarse soberanos
como había hecho el duque de Braganza en Portugal. Un caso significativo fue el supuesto intento
del duque de Medina Sidonia de proclamarse rey de Andalucía, aunque finalmente fracasó al ser
descubierto por los agentes de Olivares. 5
En 1643, Olivares, agotado políticamente, tuvo que ceder el puesto a su sobrino Luis de Haro.
POLÍTICA EXTERIOR:
La política exterior del reinado de Felipe IV se enmarca en el escenario de la guerra de los
Treinta Años (1618-1648). Estuvo orientada a recuperar el poderío de la monarquía hispánica
frente a otras potencias, especialmente Francia, Holanda, Inglaterra y Suecia. En dicho contexto
deben entenderse también las guerras particulares con Holanda y Francia. Los escenarios de dicha
política exterior, pese a su complejidad, fueron los siguientes:
- Imperio alemán. Participación en la Guerra de los Treinta Años en apoyo de rama austriaca de
los Habsburgo contra los estados protestantes (especialmente Bohemia) que cuestionan su
autoridad. Por tanto, una guerra religiosa, pero de perfil geopolítico: conflicto por la hegemonía
en Europa. Dos fases:
- Primera fase (1618-1635). Etapa favorable con victorias del bando católico-imperial (apoyo de
los tercios de Spínola). Esta situación derivó en la intervención de otros países protestantes como
Dinamarca y Suecia, ambas derrotadas. Francia liderada por Richelieu apoya al bando protestante
sin entrar en la guerra.
- Segunda Fase (1635-1648). Entrada de Francia en la guerra. Pese a ser un país católico Richelieu
consideraba inaceptable para los intereses de Francia el fortalecimiento de los Habsburgo. La
guerra se generalizó, abriéndose más frentes. Así los holandeses recibieron el apoyo francés en
su ofensiva (batalla de las Dunas, 1639). El cambio de equilibrio se confirma en 1643 al
imponerse los franceses en la batalla de Rocroi. Los Habsburgo austriacos firman la Paz de
Westfalia en 1648 lo que significaba para la monarquía hispánica la independencia de las
Provincias Unidas (Países Bajos).
- Francia. El enfrentamiento con este país se enmarca dentro de dos contextos: la Guerra de los
Treinta Años y la rebelión de Cataluña desde 1641. Ambos intentan atraerse la ayuda de
Inglaterra, que finalmente apoyó a Francia (victoria francesa de las Dunas en 1658) e inclinó la
balanza hacia la supremacía francesa en el continente y, por su parte, el incremento de la
influencia inglesa en América, apoderándose de Jamaica. En 1659 Felipe IV y Luis XIV firman
la Paz de los Pirineos quedando concertado el matrimonio de la infanta María Teresa, hija de
Felipe IV, con el rey francés, que recibió como dote diversas plazas en Flandes y los territorios
catalanes del Rosellón y la Cerdaña.
- Provincias Unidas (Holanda). En 1621 termina la Tregua de los Doce Años que había ocultado
una latente guerra económica por parte de la flota y corsarios holandeses al tráfico marítimo con
América y a las colonias portuguesas. Por tanto, a las motivaciones religiosas del conflicto se
suma la pugna por frenar el poderío comercial holandés. La primera fase es favorable, Ambrosio

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de Spínola toma la ciudad holandesa de Breda en 1626 y se rechaza un ataque holandés al Brasil
portugués. En una segunda fase, la guerra será básicamente naval y comercial, concluyendo en la
derrota de la armada española en la batalla naval de Las Dunas en 1639. La Paz de Westfalia
reconocería la independencia de las Provincias Unidas, quedando los Países Bajos bajo control
de la Monarquía hispánica.
2.3. EL REINADO DE CARLOS II (1665-1700).
El reinado de Carlos II, un monarca débil y crónicamente enfermo, fue largo y difícil. En él se
diferencian dos etapas:
-1º FASE: REGENCIA DE MARIANA DE AUSTRIA (1665-1675): A la muerte de Felipe IV, 6
Carlos II tenía cuatro años. El poder fue encomendado a su madre, Mariana de Austria y a una
Junta de Gobierno. La reina confió sus tareas gubernativas a su confesor, el jesuita austriaco
Everardo Nithard. Su nombramiento como Inquisidor General y, por tanto, miembro de la Junta
de Gobierno, concitó la oposición casi unánime entre el pueblo llano y la aristocracia, logrando
su sustitución por Fernando Valenzuela.
-2º FASE: GOBIERNO PERSONAL DE CARLOS II (1675-1700): Proclamado rey en 1675 su
incapacidad le obligó a ceder el gobierno efectivo a su hermanastro, Juan José de Austria, hijo
ilegítimo de Felipe IV. Tras su muerte, el poder de los nobles y la camarilla de la Corte impone
como primeros ministros al duque de Medinaceli y, posteriormente el conde de Oropesa. La
nobleza ha recuperado el poder y multiplica el reparto de cargos y prebendas, incluso se subastan
los puestos más importantes de la Corona, como los virreinatos.
Finalmente será su segunda esposa, Mariana de Neoburgo, fue haciéndose con las riendas del
poder. En medio de una crisis generalizada, la principal preocupación sería la sucesión de la
monarquía, al ser incapaz de tener hijos. Un sector de la Corte abogaba por nombrar heredero a
un príncipe francés, Felipe de Borbón, nieto de Luis XIV, para evitar el desmembramiento de los
territorios de la monarquía. Por su parte, Mariana de Neoburgo, Inglaterra, Holanda y Austria
propusieron un candidato austriaco que garantizaba la continuidad de la dinastía, el Archiduque
Carlos. La falta de acuerdo desembocó en la guerra de Sucesión española (1700-1713), que fue,
al tiempo, una guerra civil y una guerra europea.
POLÍTICA EXTERIOR: La debilidad y situación de crisis permitieron a Luis XIV atacar las
posesiones de la monarquía hispánica. Francia presionó sobre los Países Bajos (Guerra de
Devolución) provocando la alianza de dos viejos enemigos: monarquía hispánica y Provincias
Unidas. Francia conseguía importantes plazas. El expansionismo francés provocó la alianza (Liga
de Augsburgo, 1688) de las principales potencias europeas contra ellos. En 1697, tras nueve años
de guerra y la invasión de los Países Bajos y Cataluña, se firmó el Tratado de Rijswijk. Luis XIV
devolvió las conquistas realizadas a la Corona española, un gesto calculado para situar a su nieto
como candidato al trono español, situación que alarmó al resto de potencias.
3. LA CULTURA DEL BARROCO
Buena parte del siglo XVII constituyó la época dorada de la cultura española, especialmente en
los ámbitos artístico y literario. Destacar figuras como Velázquez, Ribera o Zurbarán en pintura,
pero sobre todo grandes nombres de las letras españolas y universales como Cervantes, Lope de
Vega, Quevedo y Góngora o Tirso de Molina.
Este gran esplendor artístico contrasta con el atraso en materia científica, que está viviendo una
revolución en otros lugares con personajes como Copérnico, Galileo o Newton.

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