Los fármacos no producen sus efectos por mecanismos desconocidos para
las células sino que se limitan a estimular o inhibir procesos propios de las células.
Para que un fármaco produzca un efecto farmacológico es necesario que
interactúe con receptores específicos del organismo. Se denominan receptores a las macromoléculas celulares encargadas de la señalización química entre y dentro de las células. Cuando una sustancia se combina con uno de estos receptores a través de un sitio de unión específico, se produce un cambio en la función celular.
Generalmente, los receptores, son de naturaleza proteica. Pueden
encontrarse en la membrana, el citoplasma o el núcleo. Por extrapolación, se utiliza en término receptor en un sentido más general para referirse a dianas macromoleculares capaces de unirse a fármacos, aunque estas no desempeñen un papel en la transducción de señales mediadas por mensajeros, como es el caso de determinadas enzimas.
Para que un fármaco se una a un receptor este debe presentar afinidad
elevada por el fármaco y especificidad para distinguir entre moléculas similares.
Generalmente la unión fármaco – receptor es reversible, aunque pueden
darse casos de uniones irreversibles. Para estudiar la unión de fármacos a sus receptores suelen usarse radioligandos y curvas específicas de unión fármaco – receptor.
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