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PSICOLOGIA SOCIAL

MODULO 1

1) ¿Una Psicología Social? Debates desde la tensión individuo sociedad


hacia la construcción social histórica de la producción de subjetividad.

De Brasi, J. (1990). A modo de Introducción. Crítica del Dualismo. En: La


Problemática de la Subjetividad. Un ensayo, una conversación. (Pp. 13 - 27).
Buenos Aires; Búsqueda Grupo Cero.

Me parece correcto empezar dejando en claro que la idea principal de este


texto, la conclusión que deja muy en claro el autor a lo largo del texto, es el
mensaje de buscar más allá de las dualidades, ya que éstas están instaladas
en nuestra sociedad.

Estos dualismos están naturalizados (por ejemplo, alma/cuerpo,


adentro/afuera, objetivo/subjetivo) debido a que cuando los seres humanos
instalamos estas producciones, crean un lugar desde el cual parece que estos
conceptos siempre hubiesen estado (como si fuera sentido común).

A lo largo del texto toca muchos dualismos existentes, explica que lo más
complicado de entender de nuestras reflexiones, es separar lo objetivo de los
subjetivo. Hoy por hoy, lo objetivo prevalece, tiene más “verdad” que lo
subjetivo, por lo tanto, más valor. Este dualismo se asume y transmite como si
no fuera lo que hay que poner en duda.

También habla de la dicotomía adentro – afuera (interior – exterior), esta


separación entraña cortes en las continuidades espacio-temporales, las cuales
permiten analizar, estimar y captar los fenómenos, ordenarlos, construir los
objetos que diseñarán territorios científicos acotados, métodos, instrumentos,
procedimientos, formas de intervención en situaciones y estructuras complejas.
Fuera de ellos, queda un horizonte, que no vas más allá de una línea
imaginaria que hay ante nuestra vista.

Los horizontes de un sujeto humano, son objetos de figuración,


imaginarización, modelización; pero básicamente son producidos en una
formación social-histórica particular donde el sujeto singular está implicado de
miles de formas conocidas y desconocidas. La discriminación de si alguien/

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algo está adentro o afuera termina siendo irrelevante para los sujetos, debido a
que hay más énfasis en los impedimentos que en la urgencia de su despeje.

Este dualismo tiene la existencia imaginaria de un límite, como bien podría ser
la piel. La piel separa uniendo y une separando. Para correr esta línea
imaginaria hay que deslizar la mirada.
La mirada contorna el propio cuerpo o el del otro, ocupa una posición en el
espacio, un transcurrir temporal, que genera una separación: lo que está de
este lado (mío) y lo que está del otro. Solo porque me pertenezco puedo
reconocerme como yo mismo, mi pertenencia se termina basando en mi
pertenencia constante. No siempre estuvimos divididos, los mapuches, por
ejemplo, no tenían concepción de la piel como un límite ya que se sentían parte
de la tierra; le pertenecían a ella y no al revés. El límite imaginario de la
existencia es la aceptación por parte del hombre de su finitud.
Las diferencias de si es mío o no, surgen por comparación, negación,
semejanza de lo que ya ha sido separado anteriormente, la barrera
adentro/afuera está instalada. Instalamos la distinción adentro/fuera partiendo
de nuestra forma de vernos y concebir al mundo, que nos lleva a diferenciar
primitivamente entre lo mío y lo del otro.
La última dualidad en la que profundiza el autor, corresponde a arriba/abajo. Da
un ejemplo muy claro de la muy usada frase “bajar el cielo”, se usa como algo
inalcanzable, un techo, cuando en realidad el cielo no es techo, ni está arriba,
ni está abajo. Es la mirada la que pone los límites y divisiones. Arriba tiene
connotación de alto y abajo de hundido, teniendo también una estatura ética
“Altos valores” vs “Bajeza moral”.

Resumiendo, la Psicología Social surge como respuesta articuladora en base a


las dualidades que la hegemonía nos ha instalado.

Fernández, A. (1999). Notas para la constitución de un campo de


problemas de la subjetividad, En: A. Fernández (Ed.). Instituciones
Estalladas. Buenos Aires: EUDEBA

El individuo no solo ha sido uno de los modos de subjetivación de la


modernidad (el visible), sino también un dominio de objeto alrededor del cual se
ha constituido, en complemento/suplemento con su antinómico “la sociedad” el
conjunto de las disciplinas que constituyeron las llamadas ciencias humanas
y/o sociales. Una vez que ambos se han separados como territorios
disciplinarios, se ha intentado tejer puentes que los unan. Las diferentes
corrientes de la psicología se dan cuenta de los límites de articular aquello que
se “supone” pertenece a áreas diferentes. Se han brindado herramientas desde
el psicoanálisis (Lacan – Freud) para pensar esta cuestión por fuera de la
antinomia individuo-sociedad, sin embargo, las aperturas conceptuales de esta

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corriente suelen cerrarse a través de diversos modos de sustancializar lo
inconsciente.

Las territorializaciones disciplinarías han generado la construcción de certezas


en relación a cuestiones que siempre deberían quedar abiertas a la
interrogación. Otra cuestión de importancia ha sido ligar las disciplinas “psi” y
las sociales al modo de la interdisciplina donde los corpus producidos son
tomados en bloque en su totalidad conceptual, donde no quedan lugar para las
fisuras (dudas) de la tan anhelada relación.

El trabajo con los sectores marginales, mujeres, homosexuales, jóvenes, etc.,


hablan de los límites de pensar en un modo universal de subjetivación. Las
nuevas formas de violencia, la caída del deber, las crisis de los contratos
conyugales estarían dado cuenta de significativas transformaciones en el lazo
social en función de una mutación, aun en curso, de las significaciones
imaginarias sociales fundantes de la modernidad. Tal vez hayamos tenido el
espejismo de universalizar aquello que puede conservar un enorme valor si se
puede re- situarse en su localidad.

Para que aquello que se universalizó pueda particularizarse es necesario


realizar dos operaciones en estrecha relación:

1. Una elucidación critica de las nociones universalizadas, es decir,


desesencializar

2. Trabajar una dimensión socio-histórica en la noción de subjetividad.

Para la desesencialización, han sido importantes instrumentos conceptuales las


nociones de elucidación crítica, deconstrucción y análisis genealógico. La
importancia de abrir visibilidad y por ende crear condiciones de enunciabilidad
de las dimensiones socio históricas de la subjetividad y sus nociones derivadas
es al menos doble:

1. Permite ejemplificar sobre el abordaje de criterio multirreferenciales. Los


criterios unidisciplinarios se habían vuelto reductivos para pensar lo grupal.

2. Permitiría pensar de otro modo la relación entre lo individual y lo social, de


forma que no queden en territorios separados que luego se vuelvan difíciles de
articular.

Caja de herramientas- Deconstrucción, genealogía y relatos únicos-

J. Derrida, Castoriadis y Foucault son tres autores (sin excluir otros) que
pueden ser de utilidad en la construcción teórica y metodología de un campo
de problemas de la subjetividad.

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Derrida ha puesto en marcha la llamada “estrategia general de la
deconstrucción”. Esto es desmontar, problematizar la relación inmediata y
“natural” del pensamiento unido a la verdad y al sentido. Supone una rigurosa
problematización de los supuestos hegemónicos que legitiman la búsqueda y
garantía del origen como fundamento último de la razón patriarcal. Implica
analizar en los textos las operaciones de la diferencia, y las formas en que se
hace trabajar a los significados. Articula la inversión y el desplazamiento de las
oposiciones binarias, de manera tal de hacer visible la interdependencia en
términos aparentemente dicotómicos y como su significado se relaciona con
una historia genealógica y particular construida para “propósitos particulares en
contextos particulares” Hace visible que las oposiciones no son naturales sino
construidas. Se desnaturalizan patrones de significado que son utilizados
diariamente y que los cuerpos teóricos incorporan sin advertir sus implicancias
epistémicas y políticas.

Otra herramienta es el análisis genealógico, que permite encontrar los puentes


entre las narrativas teóricas y los dispositivos histórico-sociales-políticos-
subjetivos que sostienen. Indaga sobre las condiciones de posibilidad, los
principios de ordenamiento, las formas de enunciabilidad y los regímenes de
verdad de sus producciones teóricas.

El criterio de elucidación crítica es otra herramienta útil y necesaria para la


construcción de un campo teórico de la subjetividad.

Con estas tres herramientas podemos:

Institucionar regímenes de verdad en las teorías

Permiten desmontar las teorías que se han cristalizado en cuerpos de


doctrina

Abren visibilidad y consiguiente enunciabilidad, permitiendo nuevas


teorizaciones

Permiten pensar problemas y no dejan instituir sistemas

Permiten pensar con criterios multirreferenciales y no unidisciplinarios

No anulan los campos unidisciplinarios, sino que relativizan los efectos de


verdad que estos instituyen.

Aunque no estén claros los caminos para la constitución de un campo teórico


de la subjetividad, parece observarse la tendencia a construir espacios
transdisciplinarios donde las teorías intervinientes aporten problemas, más que
sus sistemas.

Se ha vuelto necesario repensar la noción de subjetividad de modo tal de


superar su inscripción en las oposiciones clásicas binarias de:
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Sujeto-objeto

Individuo-sociedad

Interioridad-exterioridad

Inconsciente-consciente

La subjetivad es plural, polifónica, el pensar desde la diversidad de distintos


modos de producción subjetiva, sitúa en una reflexión crítica los efectos de
sustancialización de los relatos de interioridad psíquica estructurada
básicamente en la infancia, el inconsciente, el deseo. En suma, lo que hoy día
está puesto en cuestión de la existencia de un mecanismo universal de
estructuración del sujeto.

Un modo de crítica: la elucidación

Castoriadis dice que Elucidar es el trabajo por el cual los hombres intentan
pensar lo que hacen y saber lo que piensan, este modo de producción de
pensamiento evitará adhesión u oposición a los autores con los que se trabaje.
Problematizar es abrir a la crítica, desde sus respuestas reconstruir preguntas,
para poder así indagar impensables. Desde sus respuestas construir sus
preguntas, desde sus enunciados teóricos inferir las condiciones de posibilidad
(teórico-epistémicas, pero también institucionales y/o socio-históricas),
desplegar sus enunciados para poder sostener el desafío de pensarlos desde
otro modo. No se intenta legitimizar lo que ya se sabe, sino abrir
interrogaciones sobre los enunciados y sus prácticas, que permita pensar el
problema de otro modo. Se debe des dogmatizar el cuerpo teórico y erradicar
la “teoría completa”. Se deberá des-totalizar los sistemas teóricos.

Los criterios transdisciplinarios

Hay una fuerte tensión entre las epistemologías de objeto discreto y la


producción de redes transdisciplinarios que permitan crear nuevos pasajes de
lo visible o enunciable. Es necesario interrogar críticamente la epistemología de
las ciencias positivas que fundamentaban tramos de las ciencias humanas. Tal
epistemología supone un objeto discreto autónomo, reproducible, no
contradictorio y unívoco. Implica una lógica de Lo Uno- donde la singularidad
del objeto no se vea afectada por eventuales aproximaciones disciplinarias. Las
lógicas de objeto discreto tienden a dificultar transferencias entre diferentes
territorialidades.

La aparición de propuestas transdisciplinarias dan cuenta de otras formas de


abordaje de las cuestiones, así como la necesidad de utilizar criterios
epistemológicos pluralistas. Los atravesamientos disciplinarios mueven a
ciertos objetos “científicos” de su referencialismo dogmático e invita a construir
una red epistemológica a partir de intercambios locales y no globales, donde

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las transferencias se realizan según el eje de la metáfora y no según el de la
analogía.

Un criterio transdisciplinario significa replantear cuestiones: en primer lugar, un


trabajo de elucidación crítica sobre los cuerpos teóricos involucrados.
Abandona aquellas disciplinas “reinas” con sus postulados y códigos. Los
sistemas teóricos funcionan como cajas de herramientas, aportan instrumentos
y no sistemas conceptuales. Los criterios transdisciplinarios se sustentan a
partir de una elucidación critica, buscando nuevas formas de articular lo uno y
lo múltiple.

(otro texto)

Introducción

El individuo no solo ha sido uno de los modos de subjetivación de la


modernidad (el visible), sino también un dominio de objeto alrededor del cual se
ha constituido, en complemento/suplemento con su antinómico “la sociedad” el
conjunto de las disciplinas que constituyeron las llamadas ciencias humanas
y/o sociales. Una vez que ambos se han separados como territorios
disciplinarios, se ha intentado tejer puentes que los unan. Las diferentes
corrientes de la psicología se dan cuenta de los límites de articular aquello que
se “supone” pertenece a áreas diferentes.

Se han brindado herramientas desde el psicoanálisis (Lacan – Freud) para


pensar esta cuestión por fuera de la antinomia individuo-sociedad, sin
embargo, las aperturas conceptuales de esta corriente suelen cerrarse a través
de diversos modos de sustancializar lo inconsciente.

Las territorializaciones disciplinarían han generado la construcción de certezas


en relación a cuestiones que siempre deberían quedar abiertas a la
interrogación.

Otra cuestión de importancia ha sido ligar las disciplinas “psi” y las sociales al
modo de la interdisciplina donde los corpus producidos son tomados en bloque
en su totalidad conceptual, donde no quedan lugar para las fisuras (dudas) de
la tan anhelada relación.

El trabajo con los sectores marginales, mujeres, homosexuales, jóvenes, etc,


hablan de los límites de pensar en un modo universal de subjetivación. Las
nuevas formas de violencia, la caída del deber, las crisis de los contratos
conyugales estarían dado cuenta de significativas transformaciones en el lazo
social en función de una mutación, aun en curso, de las significaciones
imaginarias sociales fundantes de la modernidad. Tal vez hayamos tenido el

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espejismo de universalizar aquello que puede conservar un enorme valor si se
puede re-situarse en su localidad.

Para que aquello que se universalizó pueda particularizarse es necesario


realizar dos operaciones en estrecha relación:

1. Una elucidación critica de las nociones universalizadas, es decir,


desesencializar

2. Trabajar una dimensión socio-histórica en la noción de subjetividad.

Para la desesencialización, han sido importantes instrumentos conceptuales las


nociones de elucidación crítica, deconstrucción y análisis genealógico.

La importancia de abrir visibilidad y por ende crear condiciones de


enunciabilidad de las dimensiones socio históricas de la subjetividad y sus
nociones derivadas es al menos doble:

1. Permite ejemplificar sobre el abordaje de criterio multirreferenciales. Los


criterios unidisciplinarios se habían vuelto reductivos para pensar lo grupal.

2. Permitiría pensar de otro modo la relación entre lo individual y lo social, de


forma que no queden en territorios separados que luego se vuelvan difíciles de
articular.

Guattari, F. y Rolnik, S. (2006). Subjetividad e historia (Apartados 1, 2 y 3).


En: Micropolítica. Cartografías del deseo. (pp. 39- 52). Madrid: Traficantes
de sueños.

Subjetividad e historia- Subjetividad: superestructura —ideología—


representación versus producción

En lugar de ideología prefiero hablar siempre de subjetivación, de producción


de subjetividad. El sujeto, según toda una tradición de la filosofía y de las
ciencias humanas, es algo que encontramos como un être-là, algo del dominio
de una supuesta naturaleza humana. Propongo, por el contrario, la idea de una
subjetividad de naturaleza industrial, maquínica, esto es, esencialmente
fabricada, modelada, recibida, consumida. Las máquinas de producción de
subjetividad varían. En los sistemas tradicionales, por ejemplo, la subjetividad
es fabricada por máquinas más territorializadas, a escala de una etnia, de una
corporación profesional, de una casta. En el sistema capitalista, la producción
es industrial y se da a escala internacional. Todas estas cuestiones de la
economía colectiva del deseo dejan de parecer utópicas a partir del momento
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en el que dejamos de considerar la producción de subjetividad como un caso
particular de superestructura, dependiente de las pesadas estructuras de
producción de las relaciones sociales; a partir del momento en el que
consideramos la producción de subjetividad como materia prima de la
evolución de las fuerzas productivas en sus formas más «desarrolladas» (los
sectores de vanguardia de la industria). La materia prima del propio movimiento
que anima la actual crisis mundial, esa especie de voluntad de potencia
productiva que revoluciona la propia producción a través de las revoluciones
científicas y biológicas, a través de la incorporación masiva de la telemática, de
la informática y de la ciencia de los robots, a través del peso cada vez mayor
de los equipamientos colectivos y de los medios de comunicación de masas. Si
los marxistas y progresistas de todo tipo no comprendieron la cuestión de la
subjetividad porque se encerraron en un dogmatismo teórico, esto no es lo que
ha sucedido con las fuerzas sociales que hoy administran el capitalismo. Estas
fuerzas han entendido que la producción de subjetividad tal vez sea más
importante que cualquier otro tipo de producción, más esencial que el petróleo
y que las energías. Es el caso de Japón que no tiene petróleo, pero tiene —¡y
cómo!— producción de subjetividad. Es esta producción la que permite a la
economía japonesa afirmarse en el mercado mundial, hasta el punto de recibir
la visita de centenares de delegaciones patronales que pretenden «japonizar»
las clases obreras de sus países de origen.

Tales mutaciones de la subjetividad no funcionan sólo en el registro de las


ideologías, sino en el propio corazón de los individuos, en su manera de
percibir el mundo, de articularse con el tejido urbano, con los procesos
maquínicos del trabajo y con el orden social que soporta esas fuerzas
productivas.

Si eso es verdad, no es utópico considerar que una revolución, una


transformación a nivel macropolítico y macrosocial, concierne también a la
producción de subjetividad, lo que deberá ser tomado en cuenta por los
movimientos de emancipación. No considero que haya una teoría o una
cartografía general de la forma en la que son semiotizadas esas problemáticas.
Este punto es fundamental, pues la representación teórica e ideológica es
inseparable de una praxis social, inseparable de las condiciones de esa praxis:
es algo que se busca en el propio movimiento, incluyendo ahí los retrocesos,
las reapreciaciones y las reorganizaciones de las referencias que fueren
necesarias. Desde mi punto de vista, es la condición para que elementos de
apreciación como los orixás del candomblé sean tomados en consideración en
el modo de cartografía, de semiotización, de comprensión de las problemáticas
en Brasil. Todo lo que es producido por la subjetivación capitalística —todo lo
que nos llega por el lenguaje, por la familia y por los equipamientos que nos
rodean— no es sólo una cuestión de ideas o de significaciones por medio de
enunciados significantes. Tampoco se reduce a modelos de identidad o a

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identificaciones con polos maternos y paternos. Se trata de sistemas de
conexión directa entre las grandes máquinas productivas, las grandes
máquinas de control social y las instancias psíquicas que definen la manera de
percibir el mundo. Las sociedades «arcaicas» que aún no se han incorporado
al proceso capitalístico, los niños aún no integrados en el sistema o las
personas que están en los hospitales psiquiátricos y que no consiguen (o no
quieren) entrar en el sistema de significación dominante, tienen una percepción
del mundo completamente diferente de la que se acostumbra a tener desde la
perspectiva de los esquemas dominantes. Eso no quiere decir que la
naturaleza de su percepción de los valores y de las relaciones sociales sea
caótica. Corresponden con otros modos de representación del mundo, sin duda
muy importantes para las personas que se sirven de ellos para poder vivir, pero
no sólo para ellas, su importancia se podría extender a otros sectores de la
vida social en una sociedad de otro tipo.

No contrapongo las relaciones de producción económica a las relaciones de


producción subjetiva. Me parece que, al menos en las ramas más modernas,
más avanzadas de la industria, se desarrolla un tipo de trabajo al mismo tiempo
material y semiótico. Pero esa producción de competencia en el dominio
semiótico depende de su confección por el campo social como un todo: es
evidente que para fabricar un obrero especializado no existe sólo la
intervención de las escuelas profesionales. Existe todo lo que pasó antes, en la
escuela primaria, en la vida doméstica, toda una suerte de aprendizaje que
consiste en habitar la ciudad desde la infancia, ver televisión, en definitiva,
estar inmerso en todo un ambiente maquínico. En realidad, la producción de un
bien manufacturado no se restringe a una esfera, a la esfera de la fábrica.

La división social del trabajo implica una cantidad enorme de trabajo asalariado
fuera de la entidad productiva (en los equipamientos colectivos, por ejemplo), y
de trabajo no asalariado, sobre todo el trabajo hecho por las mujeres. Aquello
que llamé producción de subjetividad del CMI no consiste únicamente en una
producción de poder para controlar las relaciones sociales y las relaciones de
producción. La producción de subjetividad constituye la materia prima de
toda y cualquier producción.

La noción de ideología no nos permite comprender esta función, literalmente


productiva, de la subjetividad. La ideología permanece en la esfera de la
representación, cuando la producción esencial del CMI (capital monetario
internacional ¿) no es sólo la de la representación, sino la de una modelización
de los comportamientos, la sensibilidad, la percepción, la memoria, las
relaciones sociales, las relaciones sexuales, los fantasmas imaginarios, etc. La
producción de subjetividad se encuentra, y con un peso cada vez mayor, en el
seno de aquello que Marx llama infraestructura productiva.

Es algo muy fácil de verificar.

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Cuando una potencia como Estados Unidos quiere implantar sus posibilidades
de expansión económica en un país del llamado Tercer Mundo, comienza,
antes que nada, a trabajar los procesos de subjetivación. Sin un trabajo de
formación previa de las fuerzas productivas y de las fuerzas de consumo, sin
un trabajo sobre todos los medios de semiotización económica, comercial,
industrial, las realidades sociales locales no podrían ser controladas.

La problemática micropolítica no se sitúa en el nivel de la representación, sino


en el nivel de la producción de subjetividad. Se refiere a los modos de
expresión que pasan no sólo por el lenguaje, sino también por niveles semió-
ticos heterogéneos. Por lo tanto, no se trata de elaborar una especie de
referente general interestructural, una estructura general de significantes del
inconsciente al cual se reducirían todos los niveles estructurales específicos.
Se trata de hacer exactamente la operación inversa, que a pesar de los
sistemas de equivalencia y de traducibilidad estructurales va a incidir en los
puntos de singularidad, en los procesos de singularización que son las raíces
productoras de la subjetividad en su pluralidad. Todos los fenómenos
importantes de la actualidad implican alguna dimensión del deseo y de
subjetividad. Algunos de los fenómenos religiosos que se están dando
actualmente —como aquello que reúne al pueblo de Afganistán en su lucha
contra el opresor soviético o lo que está sucediendo en Irán— no pueden ser
explicados únicamente en términos de ideología. En mi opinión, se trata de
procesos de constitución de la subjetividad colectiva que no son el resultado de
la sumatoria de las subjetividades individuales, sino de la confrontación con las
maneras con las que hoy se fabrica la subjetividad a escala planetaria.

Estamos embarcados en este proceso de división social general de la


producción de subjetividad y no hay vuelta atrás. Pero, por eso mismo,
debemos interpelar a todos aquellos que ocupan una posición docente en las
ciencias sociales y psicológicas, o en el campo del trabajo social, todos
aquellos cuya profesión consiste en interesarse por el discurso del otro. Se
encuentran en una encrucijada política y micropolítica fundamental. O hacen el
juego a esa reproducción de modelos que no nos permiten crear salidas a los
procesos de singularización o, por el contrario, trabajan para el funcionamiento
de esos procesos en la medida de sus posibilidades y de los agenciamientos
que consigan poner a funcionar. Eso quiere decir que no hay objetividad
científica alguna en ese campo, ni una supuesta neutralidad en la relación,
como la supuesta neutralidad analítica. En realidad, esas teorías sirven para
justificar y legitimar la existencia de esas profesiones especializadas, de esos
equipamientos discriminadores y, por lo tanto, de la marginalidad de algunos
sectores de la población.

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Las personas que, en los sistemas terapéuticos o en la universidad, se
consideran simples depositarias de un saber científico o simples canales de
transmisión del mismo, sólo por eso, ya hicieron una opción reaccionaria. Sea
cual sea su inocencia o su buena voluntad, ocupan efectivamente una posición
de refuerzo de los sistemas de producción de la subjetividad dominante.

Para el profesional de lo social, todo dependerá de su capacidad de articularse


con los agenciamientos de enunciación que asuman su responsabilidad en el
plano micropolítico. Cualquier revolución a nivel macropolítico concierne
también a la producción de subjetividad.

Subjetividad: sujeto (individual o social) versus agenciamientos colectivos de


enunciación

En lugar de sujeto, de sujeto de enunciación o de las instancias psíquicas en


Freud, prefiero hablar de «agenciamiento colectivo de enunciación». El
agenciamiento colectivo no corresponde ni a una entidad individuada, ni a una
entidad social predeterminada. La subjetividad es producida por
agenciamientos de enunciación.

Los procesos de subjetivación o de semiotización no están centrados en


agentes individuales (en el funcionamiento de instancias intrapsíquicas,
egoicas, microsociales), ni en agentes grupales. Esos procesos son
doblemente descentrados. Implican el funcionamiento de máquinas de
expresión que pueden ser tanto de naturaleza extrapersonal, extra-individual
(sistemas maquínicos, económicos, sociales, tecnológicos, icónicos,
ecológicos, etológicos, de medios de comunicación de masas, esto es sistemas
que ya no son inmediatamente antropológicos), como de naturaleza
infrahumana, infrapsíquica, infrapersonal (sistemas de percepción, de
sensibilidad, de afecto, de deseo, de representación, de imagen y de valor,
modos de memorización y de producción de ideas, sistemas de inhibición y de
automatismos, sistemas corporales, orgánicos, biológicos, fisiológicos, etc.).

Toda la cuestión está en elucidar cómo los agenciamientos de enunciación


reales pueden poner en conexión esas diferentes instancias. Está claro que no
estoy inventando nada: esa posición puede aún no estar verdaderamente
teorizada, pero, con certeza, está plenamente en acción en todo el desarrollo
de la sociedad.

Producción de subjetividad e individualidad

Sería conveniente disociar radicalmente los conceptos de individuo y de


subjetividad. Para mí, los individuos son el resultado de una producción en
masa. El individuo es serializado, registrado, modelado. Freud fue el primero en
mostrar hasta qué punto es precaria esa noción de totalidad de un ego. La
subjetividad no es susceptible de totalización o de centralización en el

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individuo. Una cosa es la individuación del cuerpo. Otra la multiplicidad de los
agenciamientos de subjetivación: la subjetividad está esencialmente fabricada y
modelada en el registro de lo social.

Descartes quiso unir la idea de subjetividad consciente a la idea de


individuo (unir la conciencia subjetiva a la existencia del individuo) y
hemos estado envenenándonos con esa ecuación a lo largo de toda la
historia de la filosofía moderna. No por eso deja de ser verdad que los
procesos de subjetivación son fundamentalmente descentrados en relación con
la individuación Podría citar otros ejemplos. En el modo de subjetivación del
sueño, es fácil constatar una explosión de la individuación de la subjetividad.
En el acto de conducir un automóvil, no es la persona en tanto individuo, en
tanto totalidad egoica la que lo está conduciendo; la individuación desaparece
en el proceso de articulación servomecánica con el automóvil.

Por lo tanto, fundar sobre otras bases una micropolítica de transformación


molecular pasa por un cuestionamiento radical de esas nociones de individuo,
como referente general de los procesos de subjetivación.

Parece oportuno partir de una definición amplia de subjetividad, como la que


estoy proponiendo, para, en seguida, considerar como casos particulares los
modos de individuación de la subjetividad: momentos en los que la subjetividad
dice yo, o superyo (ego o superego), momentos en los que la subjetividad se
reconoce en un cuerpo o en una parte de un cuerpo, o en un sistema de
pertenencia corporal colectiva. Pero ahí también estaremos delante de una
pluralidad de abordajes del ego y, por lo tanto, la noción de individuo va a
continuar expandiéndose. El lucro capitalista es, fundamentalmente, producción
de poder subjetivo. Eso no implica una visión idealista de la realidad social: la
subjetividad no se sitúa en el campo individual, su campo es el de todos los
procesos de producción social y material. Lo que se podría decir, usando el
lenguaje de la informática, es que, evidentemente, un individuo siempre existe,
pero sólo en tanto terminal; esa terminal individual se encuentra en la posición
de consumidor de subjetividad. Consume sistemas de representación, de
sensibilidad, etc., que no tienen nada que ver con categorías naturales
universales.

Parto de la idea de una economía colectiva, de agenciamientos colectivos de


subjetivación que, en algunas circunstancias, en algunos contextos sociales,
pueden individualizarse. Para ilustrar eso, tomemos el ejemplo particular y
obvio del lenguaje. Ferdinand de Saussure fue uno de los primeros lingüistas
que estableció el carácter fundamentalmente social del lenguaje, su carácter
de hecho social que se encarna en lenguas y agentes individuados. Está claro
que no son dos individuos, un emisor y un receptor, los que inventan el
lenguaje en el momento en el que están hablando. Existe el lenguaje como

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hecho social y existe el individuo hablante. Lo mismo ocurre con todos los
hechos de subjetividad.

La subjetividad está en circulación en grupos sociales de diferentes tamaños:


es esencialmente social, asumida y vivida por individuos en sus existencias
particulares. El modo por el cual los individuos viven esa subjetividad oscila
entre dos extremos: una relación de alienación y opresión, en la cual el
individuo se somete a la subjetividad tal como la recibe, o una relación de
expresión y de creación, en la cual el individuo se reapropia de los
componentes de la subjetividad, produciendo un proceso que yo llamaría de
singularización. Si aceptamos esa hipótesis, vemos que va más allá de la
circunscripción de los antagonismos sociales a los campos económicos y
políticos, la circunscripción del objeto a la lucha por la reapropiación de los
medios de producción o de los medios de expresión política. Es preciso entrar
en el campo de la economía subjetiva y no restringirse al de la economía
política. Frente a ese sistema de mediación intrínseco a los procesos de deseo
por el lenguaje, pienso que es necesario elaborar otra concepción de lo que es
efectivamente la producción de subjetividad, la producción de enunciados en
relación a esa subjetividad. Una concepción que no tenga nada que ver con
postular instancias intrapsíquicas o de individuación (como en las teorías del
ego), ni instancias de modelización de semióticas icónicas (como encontramos
en todas las teorías relativas a las funciones de la imagen en el psiquismo).

Un ejemplo de estas últimas es la teoría freudiana: Freud quiso construir


una economía social de la subjetividad a partir de los sistemas de
identificación y de toda la problemática de los ideales del ego. No es
verdad lo que dicen los estructuralistas: no son los hechos de lenguaje ni
los de comunicación los que producen subjetividad.

La subjetividad es manufacturada como lo son la energía, la electricidad o


el aluminio. Un individuo es el resultado de un metabolismo biológico del
cual participan su padre y su madre. Podríamos ver las cosas de esa
manera, pero, en realidad, la producción del individuo ahora depende
también de la industria bioló-gica y hasta de la ingeniería genética. Y es
evidente que, si esa industria no se hubiese lanzado en una carrera
permanente para responder a las oleadas de virus que atraviesan regularmente
el planeta, la vida humana habría sido destruida. Es el caso de la expansión del
sida que lleva a una caza del tesoro de inmenso alcance, a una carrera
permanente para encontrar la respuesta. Actualmente, el perfeccionamiento y
la producción de respuestas inmunológicas forman parte de la creación de la
vida en este planeta.

No existe una subjetividad del tipo «recipiente» donde se colocarían cosas


esencialmente exteriores, que serían «interiorizadas». Tales «cosas» son
elementos que intervienen en la sintagmática de la subjetivación inconsciente.

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Son ejemplos de «cosas» de este tipo: cierta manera de utilizar el lenguaje, de
articularse con el modo de semiotización colectiva (sobre todo de los medios de
comunicación de masas); una relación con el universo de las tomas de
corriente eléctrica, en las cuales uno puede electrocutarse; una relación con el
universo de circulación en la ciudad. Todos éstos son elementos constitutivos
de la subjetividad.

El individuo, a mi modo de ver, está en la encrucijada de múltiples


componentes de subjetividad. Entre esos componentes algunos son
inconscientes. Otros son más del dominio del cuerpo, territorio en el cual
nos sentimos bien. Otros son más del dominio de aquello que los
sociólogos americanos llaman «grupos primarios» (el clan, el grupo, la
banda). Otros, incluso, son del dominio de la producción de poder: se
sitúan en relación con la ley, la policía e instancias de género. Mi
hipótesis es que existe también una subjetividad aún más amplia: es lo
que llamo subjetividad capitalística. Sería conveniente definir de otro modo
la noción de subjetividad, renunciando totalmente a la idea de que la sociedad,
los fenómenos de expresión social son la resultante de un simple aglomerado,
de una simple sumatoria de subjetividades individuales.

Pienso, por el contrario, que es la subjetividad individual la que resulta de un


entrecruzamiento de determinaciones colectivas de varias especies, no sólo
sociales, sino económicas, tecnológicas, de medios de comunicación de
masas, entre otras.

GUATTARI.

Un hecho subjetivo es siempre engendrado por un agenciamiento de niveles


semióticos heterogéneos. El engendramiento histórico de las modelizaciones
del inconsciente corresponde a un fenómeno de inmensa transformación de los
modos de territorialización subjetiva. Algunos modos de referencia subjetiva o
modos de producción de subjetividad fueron literalmente barridos del planeta
con el ascenso de los sistemas capitalistas. Se puede decir que existe un
movimiento general de desterritorialización de las referencias subjetivas. Hasta
la Revolución Francesa y el romanticismo, la subjetividad permaneció ligada a
modos de producción territorializados —en la familia extensa, en los sistemas
corporativos, de castas, de segmentación social— que no reconducían la
subjetividad operativa al nivel específico del individuo. La noción de
responsabilidad individuada es una noción tardía, así como las nociones de
error y de culpabilidad interiorizada. En cierto momento, se asistió a un
confinamiento generalizado de las subjetividades, a una separación de los
espacios sociales y a una ruptura de todos y cada uno de los antiguos modos
de dependencia.

Con la Revolución Francesa, no sólo todos los individuos se volvieron de


derecho, y no de hecho, libres, iguales y hermanos (y, perdieron sus
14
adhesiones subjetivas a los sistemas de clan, de grupos primarios), sino que
también tuvieron que rendir cuentas a leyes transcendentales, leyes de la
subjetividad capitalística.

En esas condiciones, fue necesario fundar el sujeto y sus relaciones sobre


otras bases: la relación del sujeto con el pensamiento (el cogito cartesiano), la
relación del sujeto con la ley moral (el numen kantiano), la relación del sujeto
con la naturaleza (otro sentimiento con respecto a la naturaleza y otra
concepción de naturaleza), la relación con el otro (la concepción del otro como
objeto).

En esa deriva general de los modos territorializados de la subjetividad se


desarrollaron no sólo teorías psicológicas referentes a las facultades del alma,
sino también una reescritura permanente de los procedimientos de
subjetivación en el campo general de las transformaciones sociales. Los
sistemas de modelización presentes en las concepciones de la organización de
las luchas sociales están relacionados con los sistemas de modelización del
psiquismo. Basta pensar en los tipos de producción subjetiva engendrados por
el movimiento obrero, a través de la IIInternacional, del leninismo o del
maoísmo. Tal vez se trate de algo mucho menos palpitante que las expresiones
ficcionales del sentimiento, pero sin duda alguna nos remiten a un modo de
expresión que no tiene nada que ver con referirse directamente a la evolución
de la subjetividad burguesa. De algún modo, las producciones artísticas y
científicas proceden de agenciamientos de enunciación que a la vez atraviesan
no sólo las instituciones y las especialidades, sino además países y hasta
épocas. Hay siempre una suerte de multicentrismo de los puntos de
singularización en el campo de la creación. Esto no impide que haya, en un
momento o en otro, un individuo creador o una escuela —pero siempre es
retomado por un phylum de producción que se cruza con otro phylum (esto es
una categoría de botánica y tiene que ver con una categoría taxonómica que se
sitúa entre el reino, animal, vegetal, y la clase).

Sólo en la cabeza de los generales y de los déspotas de la cultura existe la


idea de que se pueda planear una revolución, aunque ésta sea cultural. Por
esencia, la creación es siempre disidente, transindividual, transcultural.

15
Ibáñez, T. (2004). El cómo y el porqué de la psicología social.
En: T. Ibáñez (comp.) Introducción a la psicología social.

Introducción

Desde el nacimiento de la psicología social se perfilan dos grandes


perspectivas: la psicología social psicológica (PSP) y la psicología social
sociológica (PSS). (Ibáñez apuesta a una psicología social sociológica)

La PSS sostiene que lo psicológico y lo social son una suerte de tejido sin
costuras, por lo que resulta difícil poner un límite que marque dónde empieza
un fenómeno y dónde el otro. En consecuencia, la relación que se postula entre
procesos psicológicos y sociales es de mera interioridad y se apuesta por el
uso de métodos interpretativos para entenderla. Para esta perspectiva, la
dimensión simbólica de la realidad es crucial a la hora de comprender cómo
lo psicológico se constituye a partir de lo social.

En la aproximación a la disciplina se enfatiza la importancia que tiene la


historicidad de los fenómenos sociales y del conocimiento que podemos
elaborar sobre ellos, ya que muestra el carácter cambiante de la realidad social
y se aleja de la necesidad de considerar los fenómenos psicosociales como
acontecimientos universales prefijados y propios de una naturaleza humana
que transcendería sus determinantes culturales. En segundo lugar,
encontramos que se acepta sin ninguna reserva que los fenómenos
psicológicos están socialmente construidos, de manera que lo social y lo
psicológico son las dos caras de una misma moneda. Finalmente, encontramos
que a la hora de explicar y comprender la relación entre lo social y lo
psicológico, la dimensión simbólica aparece como factor determinante.

Por su parte, la PSP admite que es posible proporcionar definiciones


diferenciadas tanto de los fenómenos psicológicos como de los sociales,
admite que entre estos fenómenos hay relación, pero que es de mera
exterioridad y, finalmente, mantiene que es posible utilizar los métodos de las
ciencias positivas para analizar esta relación y encontrar leyes generales que la
regulen. La realidad social que describe la psicología social psicológica se
caracteriza por:

1) No manifestar su aspecto simbólico,

2) Constituir un mundo percibido antes que interpretado en relación con los


otros.

16
3) Mostrar personas que se guían por pequeños indicadores estimulantes que
observan en el ambiente o en las otras personas como si fueran meros
receptáculos llenos de normas y sin capacidad de agencia.

4) Creer que los grupos elaboran normas de convivencia para que cada uno de
ellos encuentre su función social en un universo armonioso en el cual no hay

lugar para el conflicto.

5) Eludir las relaciones de poder determinantes que imponen presiones y


generan estructura social y determinación de la identidad.

Y los presupuestos metodológicos que se manejan:

1) Obedecen a criterios completamente positivistas.

2) Depositan toda la acción de producción de conocimiento en el experimento


de laboratorio.

3) Se asume que el conocimiento es acumulativo.

4) Se aspira a formular leyes generales del comportamiento social del


individuo.

El problema todavía se complica más si pensamos que incluso las


presentaciones que se pueden hacer de la psicología social dentro de una
misma perspectiva varían ostensiblemente. Por ejemplo, para Martin Baró lo
simbólico pasa a un segundo plano y nos plantea una psicología social como
compromiso político, como herramienta de crítica del status quo y como
apuesta por una liberación de la conciencia ideológicamente enajenada de los
individuos. Otro ejemplo es la introducción de Aronson, que exhibe una
disciplina que aspira a constituirse en una suerte de tecnología que gestione la
relación individuo-sociedad.

1. La dimensión social

“Yo soy yo y mis circunstancias”. La progresiva concienciación de la


diferenciación social en el seno de una misma sociedad y de la variabilidad de
las culturas entre las diversas sociedades fue dejando constancia de la
inseparabilidad que hay entre la persona y sus circunstancias o, cosa
equivalente, entre lo psicológico y lo social. Aquello que hoy nos parece
evidente, posiblemente dejará de serlo en un futuro próximo, como dejó de
serlo la evidencia de que las personas nacen, ya, como aquello que son. Tanto
los fenómenos psicosociales como el conocimiento que tenemos son
provisionales y cambiantes. Se forman mediante prácticas determinadas y se
17
modifican con la evolución de estas prácticas. Las respuestas aportadas por la
ciencia psicosocial resultan de una actividad investigadora que se encuentra
enmarcada en un contexto social y cultural particular y situada históricamente.
Estas respuestas están marcadas por esta actividad y por este contexto
particular. No podemos decir, por lo tanto, que son literalmente objetivas y
definitivas.

1.1. La separación entre lo social y lo psicológico

Aunque nadie pone en duda la importancia y la influencia que tienen los


factores sociales en la configuración psicológica de los seres humanos, no
existe, en cambio, ningún consenso en el grado en el que la dimensión social
incide sobre los procesos psicológicos y todavía menos en la manera en que
esta incidencia se produce.

La polémica innato-adquirido (o psicológico- social) duró muchos años antes de


llegar a la conclusión de que era imposible separar ambos componentes para
ver cuál era el impacto de cada uno. Aun así, hay muchos que consideran que
existen, dos realidades bien diferentes: la realidad psicológica, por un lado, y la
realidad social, por el otro. Se trata de la idea de que la parte psicológica es
primera y constituye la materia básica, mientras que la social viene después y
alimenta la psicológica con contenidos concretos y dándole formas particulares.

1.2. El impacto de los estímulos sociales sobre los procesos psicológicos

A partir de diversos experimentos se ha llegado a la conclusión de que los


factores sociales inciden en todos los procesos psicológicos que configuran el
ser humano.

La idea según la cual los factores sociales impactan en los procesos


psicológicos está en la base de una concepción de la psicología social que la
sitúa como disciplina complementaria de la propia psicología. Según esta
concepción, la psicología estudia los procesos psicológicos básicos que se dan
en el individuo, mientras que la psicología social estudia la manera como estos
procesos psicológicos se ven afectados por los fenómenos sociales.

1.3. La intersección entre sociología y psicología

La psicología social se sitúa en la intersección entre estas dos disciplinas.

1.4. La fusión entre lo social y lo psicológico


18
La importancia creciente que se ha concedido al lenguaje en el desarrollo de la
persona ha contribuido decisivamente a difuminar la separación entre lo
psicológico y lo social.

El lenguaje es un objeto eminentemente social, que se presenta al mismo


tiempo como un producto y como un elemento constitutivo de la cultura en la
cual se desarrolla la persona. Pieza clave para el desarrollo del pensamiento, el
lenguaje es aquello que proporciona al niño las categorías que le servirán para
estructurar la percepción del mundo, para estructurar la afectividad y para
desarrollar las relaciones con los otros.

1.5. La construcción social de lo psicológico

Podemos afirmar que es por medio de la propia relación con los otros como lo
social interviene desde el primer momento en la construcción de los procesos
psicológicos. La dimensión social no corre paralelamente a la dimensión
psicológica, sino que es constitutiva de ésta. Desde esta perspectiva, el objeto
que define la psicología social como disciplina deja de ser el estudio del
impacto que tienen los factores sociales en los procesos psicológicos y pasa a
definirse como el estudio de la construcción social de los procesos
psicológicos.

2. La genealogía de la psicología social

2.1. Los antecedentes: Vico y los significados compartidos

Para Ibañez la obra Vico constituye un punto de partida interesante para ubicar
los primeros pasos de la disciplina. Vico desarrolló la idea según la cual las
sociedades presentan una dimensión histórica ineludible: se constituyen,
evolucionan y cambian en el transcurso de la historia. Vico insistió, también, en
el carácter construido de la sociedad. Para él, la sociedad es un producto
puramente humano que resulta de la actividad desarrollada por los individuos.
Investigó la manera en que se iban constituyendo las significaciones
compartidas a partir de las reacciones comunes que tenían los seres humanos
ante los acontecimientos naturales, significaciones que constituyen el
fundamento de una sociedad y sin las cuales no sería posible la interacción
entre los que la integran.

2.2. La formación de la psicología social en la Europa del siglo XIX

19
Se entrevén dos grandes orientaciones: una centrada en el individuo y en los
determinantes innatos de las conductas sociales y otra centrada en las grandes
colectividades humanas y en los determinantes culturales de las mencionadas
conductas. En el marco de la primera de estas orientaciones se enfatizan los
instintos sociales que empujan al individuo a desarrollarse como ser social,
buscando el contacto con sus congéneres (instinto gregario) y aprendiendo las
pautas del comportamiento social (instinto de imitación). La otra orientación
pone el acento en los factores culturales que regulan la socialización de las
personas y que marcan la vida social, prestando una atención muy particular a
la sedimentación de la historia de los pueblos en sus lenguas, en sus creencias
y en sus tradiciones culturales.

2.3. El desarrollo de la psicología social en los Estados Unidos

La psicología social psicológica conocerá un importante desarrollo en Estados


Unidos durante el siglo XX he influirá a partir de este momento sobre la
psicología social desarrollada en otros lugares del mundo. Paralelamente a la
psicología social psicológica, se desarrollará, también en Estados Unidos, una
psicología social sociológica pero que no alcanzará un grado de difusión como
el de la psicológica y quedará circunscrita básicamente al ámbito de la
sociología.

Mientras que en la primera de estas dos orientaciones se toman los fenómenos


sociales y los individuos como unidad de análisis y se estudian sobre todo la
conducta social y el impacto de los estímulos sociales en los procesos
psicológicos, en la otra orientación se toman la interacción social y la dimensión
social como unidad de análisis y se estudian sobre todo las características de
la vida colectiva y su repercusión en la configuración social de las personas.
Junto a estas diferencias de naturaleza teórica, también se manifiestan
diferencias metodológicas: mientras que la PSP recurre con frecuencia a la
experimentación en laboratorio o a diseños experimentales en situaciones
naturales, la PSS se inclina por los estudios de campo, la observación
sistematizada y la recogida de datos en situaciones de la vida cotidiana.

La separación y a veces el enfrentamiento entre estas dos perspectivas se ha


atenuado después de la importante crisis por la que pasó la PSP a finales de
los años sesenta. Como consecuencia de esta crisis surge la psicología social
construccionista (PSC).

2.4. Los temas fundacionales: instintos sociales, imitación, sugestión y


fenómenos colectivos

20
1) Los instintos

En el siglo XIX bajo la influencia de Darwin, la psicología social se enfocaba en


la cuestión de los instintos e intentaba explicar la conducta de los seres
humanos en términos de diferentes instintos sociales que mueven a las
personas.

2) La imitación

La observación de la conducta de los niños conduce a los primeros psicólogos


sociales a ver en el fenómeno de la imitación la explicación de la manera en
que los seres humanos aprenden a desarrollar las conductas consideradas
como "normales" y deseables en su sociedad permitiendo que, generación tras
generación, se mantengan y se reproduzcan las características básicas de la
sociedad.

3) La sugestión

Con el fenómeno de la sugestión, lo que se estudiaba era la manera como la


sociedad consigue imponer las pautas de actuación socialmente establecidas
sin que las personas sean realmente conscientes de esta imposición y así
puedan conservar, por lo tanto, el sentimiento de que las asumen por ellas
mismas.

Posteriormente, la psicología social sustituyó el término sugestión por el


término influencia social. Los estudios sobre influencia social abrazaron
progresivamente todas las situaciones en las que las personas adoptan el
punto de vista expresado por los otros o se aproximan a él, y también las
situaciones en las que las personas adoptan tanto las conductas desarrolladas
por los otros como su manera de ser o se aproximan a ellas.

4) Los fenómenos colectivos

El estudio de los fenómenos colectivos dio lugar a la preocupación por conocer


las producciones colectivas de los pueblos, como las tradiciones culturales, las
peculiaridades lingüísticas, los mitos y las creencias colectivas, los hábitos de
todo tipo. Como parte del interés por los fenómenos colectivos, también se
manifestó una notable preocupación por estudiar las conductas de las masas.

3. Las grandes orientaciones teóricas de la psicología social

21
3.1. El interaccionismo simbólico

El interaccionismo simbólico (lS) es la corriente dominante en la PSS y se


asienta sobre tres premisas básicas:

1) La importancia de los significados: el ser humano actúa sobre la base


del significado que atribuye a los objetos.

2) La importancia de la interacción social: los significados emergen a


partir de la interacción con otras personas.

3) La importancia del carácter activo de la persona: somos nosotros


quienes elaboramos el significado de los objetos, aunque necesitemos de
la interacción con el otro.

En el marco de la PSP reseñaremos ahora tres orientaciones cuya influencia


ha variado según las épocas

3.2. El socioconductismo

La orientación conductista estudia comportamientos observables de las


personas y los explica en función de fenómenos que sean también
observables. Los conductistas interesados en la psicología social se enfocan
en dilucidar los procesos de aprendizaje social mediante los que las personas
consiguen desarrollar las pautas de comportamiento adecuadas a su vida
social.

3.3. La orientación psicoanalítica

El principal aporte del psicoanálisis a la psicología social proviene


principalmente de las huellas que las formulaciones de Freud han dejado en los
conocimientos de todos los psicólogos sociales y en el conocimiento culto en
general.

3.4. La teoría de la Gestalt y el sociocognitivismo

Mucho antes de que se produjera la revolución cognitiva en psicología, la


psicología social prestaba ya una atención particular a los procesos cognitivos
y participaba de unas formulaciones de indudable carácter cognitivista. Esto se
debe, posiblemente, en parte, al impacto que tuvo la teoría de la Gestalt.
22
La orientación cognitiva se centra en el estudio de los procesos inferenciales
que caracterizan el pensamiento humano y, en el campo de la psicología
social, analiza el impacto que tienen los factores sociales en los mecanismos y
en los resultados de la actividad intelectiva.

3.5. El socioconstruccionismo

El construccionismo social pone atención en el hecho de que la realidad social


y todo aquello que la compone se construye literalmente mediante las prácticas
sociales concretas que desarrollan las personas y los colectivos en la vida
cotidiana. Al mismo tiempo, la realidad social construida por estas prácticas
revierte en ellas mismas y define el marco de posibilidad. La insistencia en el
papel constructivo de las prácticas sociales desemboca inmediatamente en el
reconocimiento de la historicidad de lo social, ya que éste emerge de unas
prácticas que se modifican necesariamente en el transcurso de los
acontecimientos sociales. Dicho de una manera lapidaria, nuestras costumbres
producen cosas y estas cosas modifican las costumbres que las han producido.
Desde esta perspectiva que va adquiriendo una influencia creciente en la
psicología social, queda claro que, cambiando las costumbres, los seres
humanos tienen la posibilidad de cambiar a la sociedad que resulta y
cambiarse ellos mismos.

4. ¿Para qué sirve la psicología social?

4.1. La intervención en los problemas sociales

Se ha manifestado una preocupación prácticamente constante a lo largo de


toda la historia de la psicología social por facilitar la reducción de la hostilidad
entre los grupos humanos y para atenuar los fenómenos de discriminación que
nacen de los prejuicios sociales.

El conflicto entre los grupos:

Los psicosociólogos han intentado conocer los mecanismos que conducen al


enfrentamiento entre los grupos para poder articular, a partir de este
conocimiento, los procedimientos susceptibles de reducir los conflictos.

Una de las observaciones más interesantes al respecto es que, si se


establecen relaciones de competición entre los grupos, aunque sea sobre la
base de actividades puramente lúdicas, pronto se fortalece la cohesión interna

23
de los grupos y pronto se desarrollan descalificaciones y prejuicios mutuos que
multiplican las ocasiones de fricciones y de agresiones.

Objetivos compartidos:

Henri Tajfel, demostró que ni siquiera era necesario introducir una relación
competitiva para que naciera la hostilidad entre los grupos, basta crear el
sentimiento de pertenencia.

4.2. Las aplicaciones de la psicología social

Los conocimientos sobre la dinámica de los grupos humanos permiten incidir


sobre el fortalecimiento de la cohesión de los grupos, o decidir cuáles son los
modelos de liderazgo más adecuados a los objetivos que se marquen los
grupos, o indicar qué mecanismos de toma de decisión pueden ayudar a
conseguir los mejores resultados. Por su parte, los estudios sobre la influencia
social han permitido diseñar las actuaciones más adecuadas para persuadir a
las personas a adoptar puntos de vista más de acuerdo con las normas de una
convivencia social que no discriminen a aquellos que son diferentes de la
mayoría (racismo, estereotipos, prejuicios, etc.), aunque también se pueden
utilizar, y lógicamente se utilizan de hecho, para convencer a la gente de que
tal marca es mejor que la otra o de que tal candidato merece más confianza
que tal otro. En otros ámbitos, las investigaciones sobre los fenómenos
colectivos han proporcionado indicaciones para intervenir sobre los efectos del
pánico que adquiere consecuencias de gravedad extrema cuando se produce
en situaciones de gran amontonamiento o para actuar en el seno de las
poblaciones que, muchas veces por causas naturales (terremotos,
inundaciones, etc.), se encuentran en situaciones dramáticas. Finalmente, los
conocimientos acumulados sobre las relaciones interpersonales permiten
ayudar a mejorarlas y desactivar las agresiones, lo que favorece la atracción
entre los individuos o suscitando los comportamientos de ayuda mutua. No hay
que decir que también se pueden utilizar para manipular a los otros con la
finalidad de satisfacer intereses particulares.

4.3. El conocimiento de la realidad social y los efectos del saber psicosocial

Nuestro conocimiento no incide de ninguna manera sobre fenómenos


naturales, lo único que podría incidir en ellos eventualmente serían
determinadas aplicaciones de este conocimiento. No pasa lo mismo con
nuestro conocimiento de los fenómenos humanos. Si una persona se entera de
que su conducta obedece a una influencia u otra, porque así lo ha establecido
el conocimiento producido por los psicólogos sociales, esta persona puede
tomar las medidas oportunas para que dichas influencias no tengan los efectos
24
esperados, y contradecir, de esta manera, las leyes establecidas por la
psicología social. A su vez, el mismo conocimiento producido por los
investigadores puede engendrar efectos sobre el fenómeno estudiado, sin que
haya que recurrir a ningún procedimiento de aplicación. El psicólogo social
Kenneth Gergen ha desarrollado las implicaciones de esta característica
peculiar de los saberes psicosociales que él denomina Enlightenment
('Ilustración') y que tendría que incitamos a reflexionar sobre la responsabilidad
de los investigadores en ciencias humanas y sociales, no sólo en cuanto a los
tipos de aplicaciones en las que pueden dar lugar los conocimientos que
producen, sino también -y, sobre todo- en cuanto al conocimiento que son
capaces de producir.

Conclusiones

La presentación que hemos hecho aquí de la psicología social se ha ordenado


en torno a tres presupuestos fundamentales:

1) En primer lugar, la importancia que reviste la historicidad de los fenómenos


sociales y del conocimiento que somos capaces de elaborar sobre estos
fenómenos. La historicidad de los fenómenos sociales llama la atención sobre
el carácter evolutivo y cambiante de la realidad social y, por lo tanto, sobre la
necesidad de alejamos de una vez de toda visión que tienda a considerar los
fenómenos psicosociales como fenómenos universales prefijados y propios de
una naturaleza humana que trascienden sus determinantes culturales.
Asimismo, la historicidad del conocimiento sobre los fenómenos sociales
obliga, por una parte, a la máxima prudencia en cuanto a la confianza que
conviene conceder a los conocimientos instituidos, y obliga, por la otra, a
prestar siempre la máxima atención a la genealogía de cualquier disciplina para
entender debidamente sus características presentes.

2) En segundo lugar, este capítulo pone énfasis en la naturaleza socialmente


construida de los fenómenos psicológicos. Ante la idea bastante generalizada
según la cual los aspectos sociales impactan sobre un entramado psicológico
más fundamental, dándole forma y contenidos particulares, señalamos la
dificultad de separar lo social y lo psicológico y apuntamos hacia la necesidad
de considerar estos dos aspectos unidos de manera tan inextricable como
pueden ser las dos caras de una misma hoja.

3) Finalmente, el tercer presupuesto fundamental gira en torno a esta


peculiaridad del conocimiento sobre lo social que, con el término
Enlightenment, hace referencia a las repercusiones que tiene la propia
investigación sobre los fenómenos investigados

25
Psicología social- Modulo 2

2) Interaccionismo Simbólico y Teoría de las Representaciones Sociales.

Miranda, M. (2003) Apartados 4.5 a 4.11 En: Pragmatismo, Interaccionismo


simbólico y Trabajo Social. De cómo la caridad y la filantropía se hicieron
científicas.

Monferrer, J., González, Mª J. y Díaz, D. (2009). La influencia de George


Herbert Mead en las bases teóricas del paradigma constructivista.

Mora, M. (2002). La teoría de las representaciones sociales de Serge


Moscovici.

Moscovici, S. (1979). La representación social: un concepto perdido.

Miranda, M. (2003)

4.5. Mead y Watson. Conductismo y Conductismo social.

Hablará del conductismo. El libro más conocido de Mead lleva el subtítulo


siguiente: “Desde el punto de vista del Conductismo social”. Desde las primeras
líneas, Mead establece algunas diferencias:

“Por lo general, la psicología social ha encarado varias fases de la experiencia


social desde el punto de vista psicológico de la experiencia individual. La forma
de enfoque que yo sugiero es la de tratar la experiencia desde el punto de vista
de la sociedad, por lo menos desde el punto de vista de la comunicación en
cuanto esencial para el orden social (...). La psicología social se interesa
especialmente en el efecto que el grupo social produce en la determinación de
la experiencia y la conducta del miembro individual.”

El campo de la Psicología Social, que sería una rama de la Psicología general,


no sería otro que el estudio de la experiencia y la conducta de un organismo
individual o personal, como dependiente del grupo social a que pertenece.

Mead critica a Watson:

“El conductismo que utilizaremos nosotros es más adecuado que el que


emplea Watson. Conductismo, en este sentido más amplio, es sencillamente,
una aproximación al estudio de la experiencia del individuo desde el punto de

26
vista de su conducta, y especial, pero no exclusivamente, de su conducta tal
como es observable por otros.”

Esta perspectiva, Mead la plantea como más perfecta que la que plantean los
conductistas como Watson, y también lo introspeccionistas, es decir, los
psicoanalistas.

“Nosotros, dice Mead, queremos acercarnos al lenguaje, no desde el punto de


vista de las significaciones internas que se expresen (como haría el
psicoanálisis) sino desde el contexto más amplio de la cooperación que se lleva
a cabo en el grupo mediante los signos y los gestos. La significación aparece
dentro de ese proceso. Nuestro conductismo es un conductismo social. (...)
Intentamos explicar la conducta del individuo en términos de la conducta
organizada del grupo social en lugar de explicar la conducta organizada del
grupo social en términos de la conducta de los distintos individuos que
pertenecen a él.”

Para Mead, la sociedad es anterior al individuo.

“Nuestro ángulo de enfoque es conductista, pero, a diferencia del


conductismo watsoniano, reconoce las partes del acto que no aparecen a
la observación externa, y pone el acento sobre el acto del individuo
humano en su situación social natural”

Otra crítica a Watson:

Deja a un lado, como errónea, la idea de “espíritu” o “conciencia”, e intenta


reducir todos los fenómenos “mentales” a reflejos condicionados y similares
mecanismos psicológicos, en resumen a términos puramente conductistas. Nos
encontramos aquí con un problema relacionado con la traducción de Mind, Self
and Society. En todo caso, el mismo autor utiliza varios sinónimos. Conciencia,
mente, fenómenos mentales. Se refiere a algo que está más allá del campo de
observación directa.

“La conciencia es un emergente de tal conducta; que, lejos de ser una


precondición del acto social, el acto social es una precondición de ella. El
mecanismo del acto social puede ser rastreado sin necesidad de introducir en
él la concepción de la conciencia como un elemento separable dentro de dicho
acto; de ahí que el acto social, en sus etapas o formas más elementales, sea
posible fuera o aparte de alguna forma de conciencia”

En el apartado titulado “El programa del conductismo” y tras un recorrido por


diferentes terrenos de los que se preocupa la psicología, Mead concluye:

“una psicología objetiva no trata de librarse de la conciencia, sino que trata de


explicar la inteligencia del individuo en términos que nos permitan ver cómo se
ejerce dicha inteligencia, y cómo puede mejorársela. Es natural, pues, que esta

27
psicología busque una explicación que aproxime entre sí, tanto como sea
posible, esas dos fases de la experiencia, o que las traduzca a un lenguaje que
sea común para ambos campos. No queremos dos idiomas, uno de ciertos
hechos físicos y otro de ciertos hechos conscientes. (...) La psicología no es
algo que trate de la conciencia; trata de la conciencia del individuo en su
relación con las condiciones en las cuales la experiencia se da. Es psicología
social cuando las condiciones son sociales. Es conductista cuando el enfoque
de la experiencia se hace a través de la conducta.”

Así pues, Mead defiende un “conductismo social” que efectivamente, tal y como
señala Morris se diferencia del conductismo de Watson en aspectos
importantes. Él señala cuatro. En primer lugar, dice Morris, Mead consideraba
los puntos de vista de Watson excesivamente simplificados, ya que habían
abstraído el segmento del acto del individuo, separándolo del acto completo, o
social. Por el contrario, para Mead el lenguaje es un fenómeno objetivo de
interacción dentro de un grupo social, una complicación de la situación del
gesto, y aun subjetivizado para constituir el fuero interno del espíritu del
individuo, sigue siendo social”, una “complicación de la situación gestual", en
palabras de Caballero. La segunda diferencia reside en el tratamiento de lo
privado. Mead tiene esto en cuenta, considerando que el conductismo no
significa la negación de lo privado ni el olvido de la conciencia, sino el
acercamiento a toda experiencia en términos de conducta”. La tercera
diferencia surge del hecho de que Mead subraya la correlatividad de estímulo y
reacción. Los aspectos del mundo se convierten en partes del ambiente
psicológico, se hacen estímulos, sólo en el grado en que efectúan la posterior
liberación de un impulso en marcha. Por último “una diferencia básica se refleja
en la circunstancia de que el watsonismo ha aparecido a muchos, no sólo que
negaba la experiencia privada, sino que vaciaba a la “experiencia” misma de
todo significado no poseído en la "reacción”, dice Morris. Y en la “respuesta”,
afirma Caballero. Esta posición no puede ser aceptada por un pragmatista
como Mead por lo que implica para el empirismo, propio de la perspectiva
científica.

Mead reconocía la importancia de la conducta observable, pero también creía


que había aspectos encubiertos de la conducta ignorados por los conductistas
radicales. Pero como asumía el empirismo básico del conductismo, Mead no se
contentó con filosofar en torno a estos fenómenos encubiertos. Intentó, pues
extender la ciencia empírica del conductismo a ellos, es decir, a lo que ocurre
entre el estímulo y la respuesta

4.6. Mead y el Trabajo Social.

Mead considera el acto social como la “unidad más primitiva” de su teoría, es el


concepto–base. “El acto social no es explicado construyéndolo a partir de
estímulo más reacción” afirma Mead. “Un acto social puede ser definido como

28
un acto en que la ocasión o estímulo que libera a un impulso se encuentra en el
carácter o conducta de un individuo vivo que pertenece al ambiente específico
del individuo que experimenta un impulso” El acto social tiene componentes
externos e internos. Una parte del acto es observable y en esto coincide con el
conductismo de Watson. El acto externo que observamos constituye una parte
del proceso que se ha iniciado en el interior.(...) La conducta objetivamente
observable encuentra expresión dentro del individuo, no en el sentido de
encontrarse en otro mundo, un mundo subjetivo, sino en el sentido de hallarse
dentro de un organismo. Parte de esta conducta aparece en lo que podemos
denominar “actitudes”, los comienzos de los actos. (...)

Siguiendo el reciente análisis de Ritzer (1995:221 y ss.), Mead identificó cuatro


fases fundamentales e interrelacionadas del acto social: las cuatro representan
un todo orgánico; en otras palabras, están interrelacionadas dialécticamente.
La primera fase es la del impulso, la necesidad de hacer algo como respuesta.
El hambre nos proporciona un buen ejemplo El impulso del hambre puede estar
motivado por la presencia de comida en el entorno o por lo contrario, es decir,
por su escasez o falta de disponibilidad. En suma, subraya Ritzer, como en los
demás elementos de la teoría de Mead, están implicados tanto el actor como el
entorno. La segunda fase del acto es la percepción. Las personas perciben a
través de los sentidos, pero implica no sólo estímulos como las imágenes
mentales que crean. No se trata de una respuesta automática, existe un
proceso de selección entre todos los estímulos, de elección entre todos que se
perciben. Es el acto de percibir un objeto lo que hace que sea un objeto para la
persona; la percepción y el objeto, (dialécticamente relacionados) no pueden
separarse uno de otro. La tercera es la fase de la manipulación. Es la acción
que la persona emprende con respecto al objeto que ha sido percibido. Esta
fase supone una pausa durante la cual los humanos estudian elegir una
respuesta entre varias. Tras esta pausa que supone un proceso en el que se
decide sobre posibles alternativas está la fase de la consumación del acto, que
equivale a emprender la acción que satisface el impulso original. El animal
inferior puede utilizar el método de prueba y error en sus decisiones mientras
que los humanos pueden pensar mientras actúan.

A pesar de esta presentación del concepto de acto social en fases sucesivas,


Mead mantenía que existía una relación dialéctica entre ellas. Impulso,
percepción, manipulación y consumación.

Dicho todo lo anterior tendríamos que distinguir entre acto y acto social. Como
señala Ritzer (223) mientras el acto implica una sola persona, el acto social
implica dos o más personas. El gesto es, para Mead, el mecanismo básico del
acto social en particular y del proceso social en general”. Tal y como él afirma,

“El gesto representa cierta resultante del acto social, una resultante con
respecto a la cual existe una reacción definida por parte de los individuos

29
involucrados en ella; de modo que la significación es dada o expresada en
términos de reacción” (Mead, 1993:114).

Para continuar con esta línea explicativa necesitamos hacer mención a otros
conceptos que Mead utiliza: la inteligencia, la comunicación y la significación.

“Nos referimos especialmente a la inteligencia en el plano humano, es decir, a


la adaptación mutua de los actos de los distintos individuos humanos dentro del
proceso social humano; adaptación que se lleva a cabo gracias a la
comunicación. Por medio de gestos en los planos inferiores de la evolución
humana y por símbolos significantes (gestos que poseen significación y, por lo
tanto, son algo más que meros estímulos sustitutos) en los niveles superiores
de la evolución humana” (Mead, 1993:114).

El factor central es la significación. Por último, los gestos pueden ser


significantes si son conscientes y no significantes si son inconscientes. Para
que una conversación de gestos sea significante ha de ser humana, porque por
debajo de este nivel no hay conciencia, es decir, no hay conciencia de sí,
aunque sea consciente en el sentido de involucrar sentimientos o sensaciones.

En un artículo que Mead escribe en 1925: The genesis of the Self and Social
Control, se vincula el acto social al principio de organización humana y propone
esta definición del acto social:

“Puede definirse como aquel en el que la ocasión o estímulo que libera un


impulso se encuentra en el carácter o conducta de una forma viviente que
pertenece al propio entorno de la forma viviente cuyo impulso es liberado.
Deseo, sin embargo, restringir el acto social a la clase de actos que implican la
cooperación de más de un individuo, y cuyo objeto, tal como aparece definido
por el acto, en el sentido de Bergson, es un objeto social."

La sociedad humana se organiza sobre un principio distinto del de las


sociedades de insectos que se basan sobre la diferenciación fisiológica,
aunque

“Naturalmente, en cierto sentido, una base fisiológica para la sociedad humana,


a saber: en el desarrollo del sistema nervioso central, tal como corresponde a
los vertebrados y que alcanza su más alto desarrollo en el hombre.” (Mead,
1993:261).

Pero el ser humano es social en forma distintiva. Para Mead, fisiológicamente,


es social en relativamente pocas reacciones

El ser humano se distingue de los animales (de los otros animales) en su


capacidad para utilizar gestos significantes, es decir, gestos que requieren la
reflexión por parte del individuo antes de que se produzca la reacción. Dice
Mead:

30
“La especialización del animal humano dentro de este campo del gesto ha sido
responsable, en definitiva, del origen y desarrollo de la actual sociedad humana
y de sus conocimientos, con todo el dominio sobre la naturaleza y sobre el
medio humano que hace posible la ciencia.” (Mead,1993:60). De entre todos
los gestos significantes, los gestos vocales son particularmente importantes. Es
el lenguaje el factor más importante que hizo posible el desarrollo de la vida
humana en sociedad.

“El lenguaje es parte de la conducta social” (Mead, 1993:60). (...) “He estado
considerando el lenguaje como un principio de organización social, que ha
hecho posible a la sociedad distintivamente humana (...) Lo que el lenguaje
parece expresar es una serie de símbolos que responden a cierto contenido
mensurablemente idéntico en la experiencia de los distintos individuos. Si ha de
haber comunicación como tal, el símbolo tiene que significar lo mismo para
todos los individuos involucrados.” (Mead,1993:96).

Pero las peculiaridades de la comunicación específicamente humana son las


causantes solamente de la organización social del ser humano, sino también
de la aparición de lo que Mead denominó el self y la mente. Mead se muestra
convencido de que el mecanismo de la comunicación es el principio y base
estructural de la emergencia del self (sí mismo) y de la “mente” y a la vez, que
es la base de la socialidad natural tal como ésta aparece en el nivel humano de
conducta.

Las páginas anteriores nos llevan a plantearnos la posición de Mead respecto a


las relaciones de estas dos realidades: Individuo y Sociedad.

“Nosotros afirmamos que la mente jamás puede encontrar expresión, y jamás


habría podido tener existencia sino en términos de un medio social; que una
serie o pauta organizada de relaciones e interacciones sociales (especialmente
las de la comunicación por medio de gestos que funcionan como símbolos
significantes y que, de tal modo, crean un universo de raciocinio) es
necesariamente presupuesta por él e involucrada en su naturaleza. Y esta
teoría o interpretación completamente social de la mente –esta afirmación o
interpretación completamente social de que la mente se desarrolla y tiene su
ser sólo en el proceso social de la experiencia y la actividad ( y en virtud de él),
al cual, por lo tanto, presupone, y de que en ninguna otra forma puede
desarrollarse y tener su ser- deber ser claramente distinguida del punto de vista
parcialmente (pero solo parcialmente) social de la mente” (Mead, 1993:245).

En el pensamiento de Mead habría así un peso del evolucionismo de Darwin,


pero con una diferencia fundamental: Mead le añade el factor de interacción
social como otro de los responsables de dicha evolución.

El estudio de las experiencias individuales tendrá sentido dentro de los grupos


sociales y no de forma totalmente aislada. De esta forma, será fundamental la

31
génesis de la propia identidad mediante la interacción social y mediante las
acciones que realiza el individuo en el grupo del que forma parte.

De esta manera, uno de los principales objetivos del pensamiento de Mead, y


posteriormente de los Interaccionistas es la identificación entre individuo y
sociedad, la superación de la tradicional dicotomía supondría una posibilidad
para la unión de dos puntos de vista: el de la Sociología y el de la Psicología.
En Mead, el ser humano adquiere conciencia de sí mismo a través de la
comunicación lingüística, del intercambio de gestos significativos, con
otros seres humanos. Así, lo social queda indudablemente ligado a lo
individual, de tal manera que sin la presencia y la contribución de los
otros individuos sería difícil adquirir la autoconciencia.

Esta postura de Mead estaría cerca de la de Aristóteles. El hombre es un ser


sociable por naturaleza.

4.7. Los procesos mentales y la mente.

Para Mead, mind, la mente, no es algo biológico, o un órgano determinado del


cuerpo, sino un proceso a través del cual mediante significados de percepción
y comunicación, los seres humanos seleccionan e interiorizan el significado.

En este contexto de las relaciones entre mente y cuerpo, o mente y naturaleza


es en el que hay que situar lo que Mead entiende por “mind”.

Pero en Mead podemos encontrar otra acepción de “mind”. Se trata de la


inteligencia reflexiva o conciencia reflexiva. Es la forma más alta de
conciencia que aparece a través del uso de símbolos significantes. Este tipo de
conciencia es además la que nos permite unir pasado, presente y futuro dado
que, aprovechamos las experiencias del pasado, adoptamos una decisión entre
varias, tendiendo en cuenta sus implicaciones para el futuro. Además esta
capacidad de prever las consecuencias de nuestras decisiones en el futuro,
puede modificar nuestras decisiones en el presente. Así pues, para Mead y
para los interaccionistas simbólicos, la mente deriva de la interacción en el
siguiente sentido: a través del proceso interactivo de socialización, el individuo
desarrolla el lenguaje y la habilidad de tomar el rol de los otros, y de tratar al sí-
mismo como objeto. Así pues, la mente debe ser entendida como proceso y
no como una estructura. Para Mead es algo funcional, que se encuentra en la
relación del individuo y su entorno, es una fase del proceso social y no es algo
que se puede situar simplemente en el cerebro.

Queda claro pues el rechazo de Mead a cualquier concepción de la mente


como algo espiritual o como algo físicamente localizable. Ritzer
(1995:213), concluye que como la conciencia, la mente, que para Mead es un
proceso y no una cosa, se define como una conversación interna con nosotros
mismos, no se encuentra dentro del individuo; no está ubicada en el cerebro,

32
sino que es un fenómeno social. Surge y se desarrolla dentro del proceso
social y es una parte fundamental del mismo. Así el proceso social precede a la
mente y no es, como muchos creen un producto suyo.

Mead criticó sus posiciones: respecto a Wundt, en el sentido de que


presuponía que la mente existe con anticipación para explicar los fenómenos
mentales. En cuanto a Watson, que no podía explicar los fenómenos
específicamente mentales y por lo que se refiere a sus colegas pragmatistas
James y Dewey criticó que no aislaban el mecanismo por el cual aparecen la
mente y el yo.

4.8. El self.

Al afirmar que posee un “sí mismo”, Mead quiso decir simplemente que la
persona es un objeto para sí misma. Puede percibirse, tener conceptos,
actuar y comunicar consigo misma. En suma, la posesión de “sí mismo” dota al
ser humano de un mecanismo de interacción consigo mismo que le permite
afrontar el mundo, y que utiliza para conformar y orientar su propia conducta.

Úriz señala las diferencias entre los conceptos de mind y de self en la obra de
Mead. Según esta autora, el significado de mente y sí mismo es diferente,
aunque no por ello se trata de ámbitos totalmente separados e independientes,
ni tampoco de dos estructuras mentales de las que se pueda decir –
físicamente- que hasta ahí llega la mente y aquí empieza la autoconciencia.
Mente significa incluso la organización de nuestras experiencias, de nuestras
actitudes... pero aún no significa la conciencia de sí, la autoconciencia de sí
mismo o el hacerse a sí mismo objeto para sí. La mente es esencial al sí-
mismo, es una condición para su surgimiento, pero ambos términos no son
idénticos. Sí mismo significa la capacidad de verse desde los otros, de integrar
las perspectivas de los otros en un objeto para sí mismo (Úriz, 1993:141).

Los interaccionistas simbólicos entienden que el self se puede asociar a


la autoimagen, a la identidad. Para el Interaccionismo Simbólico el sí
mismo es un producto social, sería la interiorización de la imagen que los
otros tienen de uno mismo, sería una especie de espejo de cómo nos ven
los otros. Mead es el máximo representante del interaccionismo
simbolico.

Sí mismo, dice Mead, significa ser capaz de ir cambiando en ese continuo


proceso social que es el ir tomando el rol de los otros individuos (Mead, p:144).

4. 9. “Mí” y “yo”.

Ahora, escribe Mead, podemos plantearnos explícitamente la duda en cuanto a


la naturaleza del “yo” consciente, del “mí” social.

33
“El “yo” es la reacción del organismo a las actitudes de los otros; el “mí”
es la serie de actitudes organizadas de los otros que adopta uno mismo.
Las actitudes de los otros constituyen el “mí” organizado, y luego uno
reacciona hacia ellas como un “yo”. (...) El “yo” es la acción del individuo
frente a la situación social que existe dentro de su propia conducta, y se
incorpora a su experiencia sólo después de que ha llevado a cabo el acto.
Entonces tiene conciencia de éste. Tuvo que hacer tal y cual cosa, y la hizo.
Cumple con su deber y puede contemplar con orgullo lo ya hecho. El “mi” surge
para cumplir tal deber: tal es la forma en que nace en su experiencia. Tenía en
sí todas las actitudes de los otros, provocando ciertas reacciones; ése era el
“mí” de la situación, y su reacción es el “yo”. (...) El yo, pues, en esta relación
entre el “yo” y el “mí”, es algo que, por decirlo así, reacciona a una situación
social que se encuentra dentro de la experiencia del individuo. Es la respuesta
que el individuo hace a la actitud que otros adoptan hacia él., cuando él adopta
una actitud hacia ellos. (...) Siempre hay esa distinción entre el “yo” y el “mí”, el
“yo” provoca al “mí” y al mismo tiempo reacciona a él. El “mí” representa una
organización definida dada la comunidad, presente en nuestras propias
actitudes y provocando una reacción, pero la reacción es algo que simplemente
sucede... (...) Tomados juntos, constituyen una personalidad, tal como ella
aparece en la experiencia social. La persona es esencialmente un proceso
social que se lleva a cabo, con esas dos fases distinguibles. Si no tuviera
dichas dos fases, no podría existir la responsabilidad consciente, y no
habría nada nuevo en la experiencia.” (Mead, 1993:208).

“Lo que aparece en la conciencia es siempre un objeto, es decir, un “mí”. El


“mí”, sin embargo, es inconcebible sin un “yo”, sin un sujeto para el cual aquél
pueda ser un objeto. Pero ya que este “yo” no puede ser una presentación de
la conciencia, tiene que ser una presuposición” (Mead, 1913:374).

Teniendo en cuenta el planteamiento general de Mead de que el individuo es


un ser activo frente a su entorno, se puede deducir que el yo representa el
elemento más activo de nuestro propio self, es decir, la reacción activa del
sujeto a las actitudes de los otros recibidas a través de su mí. Este último,
representaría, las actitudes organizadas de los otros que son adoptadas por el
sujeto. El yo es así, en opinión de Úriz, el aspecto creativo del sujeto, mientras
que el mí refleja más bien los valores sociales vigentes o la propia estructura
social. El “me” sería así el “deber ser”, la manera de concretarse el control
social puesto que cada sujeto va interiorizando las actitudes que el “yo
generalizado” proyecta hacia él. El “me”, como el superego de Freud, censura,
pero yo decide y actúa una vez valorada la influencia del me. La conducta final
del individuo sería el resultado de la interacción del yo y del mí. Para Sánchez
de la Yncera (1994:302) el “otro generalizado” en Mead no es otra cosa que la
organización de las expectativas normativas generales que constituyen una
comunidad.

34
4.10. Comunicación, sociedad humana y democracia.

El terreno propio del ser humano es la interacción social. Es aquí donde


el hombre se hace consciente de sus actos, interpretándolos,
cargándolos de sentido al ponerlos en relación con la conducta del grupo
al que pertenece.

“El principio que he sugerido como básico para la organización social humana
es el de la comunicación que implica participación en el otro. Esto requiere la
aparición del otro en la persona, la identificación del otro con la persona, la
obtención de la conciencia de sí a través del otro. Esta participación es
posibilitada gracias al tipo de comunicación que el animal humano está en
condiciones de llevar a cabo –un tipo de comunicación distinto del que tiene
lugar entre otras formas que no poseen ese principio en sus sociedades”
(Mead, 1993:271).

“La diferencia entre la comunicación animal y la comunicación autoconsciente


(propia del ser humano) es evidente. El animal no conoce que está teniendo
lugar esa comunicación con el otro, este nivel de comunicación se da en
formas de sociedad de tipo inferior a la de la organización social humana” En el
grupo humano se da además otra comunicación: “aquella en la que la persona
que hace el gesto y comunica de ese modo, además de causar la actitud en el
individuo, adopta él mismo esa actitud del otro. Está el mismo en el papel del
otro a quien está excitando e influyendo. Es capaz de volverse hacia sí y dirigir
su propio proceso de comunicación, precisamente en virtud de ese adoptar el
papel del otro” (Mead, 1993:271y ss.).

“Entonces, el perfeccionamiento de la inteligencia de la forma vertebrada en la


sociedad humana depende de esa clase de reacción social en la que el
individuo puede influir sobre sí como influye sobre los demás (...). En el
hombre, la diferenciación funcional proporcionara por el lenguaje presenta un
principio de organización que produce, no sólo un tipo enteramente distinto de
individuo, sino también una sociedad diferente”

En Mead, la teoría de la comunicación es la base sobre la que se


construye la comunidad, la sociedad. Es precisamente la comunicación la
que permite alcanzar una organización social desarrollada en la que sea
posible la aparición de las mentes individuales, unos individuos que
puedan compartir objetivos y metas.

Estas concepciones tienen también sus consecuencias en el terreno de la


Ética. Cuando el individuo actúa puede generar consecuencias en los demás,
su comportamiento es un comportamiento social. El individuo descubre que no
está sólo en el mundo y que en gran medida su supervivencia depende de los
otros y por tanto debo colaborar con los otros. Es esta base social la que a
juicio de Mead fundamenta la moralidad y no en ningún idealismo moral. Existe

35
cierta identificación entre el orden social y el orden moral: “somos seres
sociales como seres morales”, dice Mead. Se aleja así del imperativo
categórico de Kant y de la búsqueda del deber por el deber. El deber no es
algo abstracto e inalterable, es simplemente la interiorización de las leyes

Mead ¿es un conservador o un revolucionario? se plantea Úriz. La respuesta


podía ser que estamos ante un demócrata radical frente a cualquier forma
política concreta, de derechas o de izquierdas, un vocero filosófico del ideal
democrático, junto con Dewey, como dice Morris en su prólogo. Pero no
simplemente partidario de un sistema político formalmente democrático, sino
del ejercicio real y cotidiano de la democracia a todos los niveles de la vida en
sociedad y con el ideal de una sociedad donde sea posible la fraternidad entre
los hombres éticas del grupo social que además van cambiando.

Mead está de acuerdo en este punto con la concepción de Hegel: las


instituciones surgen dentro de los procesos sociales y se expresan dentro de
su propio periodo histórico concreto. La evolución social implica también la
evolución de las instituciones. Las instituciones que mejor pueden contribuir a
perfeccionar la organización social y a reducir la hostilidad son la economía y la
religión. Por lo que se refiere a la religión, también puede ser considerada una
institución que contribuye al perfeccionamiento social cuando no se comporta
como una institución opresiva.

Como se vio de manera muy patente, tales expectativas eran bastante


infundadas, pero antes de que la realidad acabara con tales esperanzas, Mead,
contracorriente, propone una filosofía de la Filantropía. Un punto esencial de
esta propuesta es la obligación de ayudar a los que sufren y la obligación de
trabajar en la mejora del orden social.

Mead plantea la necesidad de una evolución desde la caridad hasta la justicia,


o si se quiere hacia un ideal de una hermandad universal.

La Filosofía de la Filantropía de Mead, puede resumirse en dos puntos: la


obligación de ayudar al que sufre, incluso dentro de un sistema social que
intenta perpetuar las injusticias ya existentes, por lo que aún se hace más difícil
la tarea de ser generoso, y la obligación de trabajar en búsqueda de un orden
social en el que la justicia suplante al servicio social, al igual que éste ha
suplantado también a la caridad. No se propone aquí que los pobres
desaparezcan cuanto antes y a ser posible sin reproducirse, ni tampoco se
reclama del Estado, o incluso de las organizaciones filantrópicas su pasividad
ante la pobreza y la miseria y a éstas últimas, incluso su desaparición. Por el
contrario se plantea la necesidad de situarse en la posición del otro y de
entender su posición y su reacción, se plantea la necesidad de un orden social
justo y para ello es necesario que exista una mayor organización de los
programas de mejora social, una organización política diferente y una situación
en la que se puedan conseguir todas las aspiraciones éticas. Se entiende pues
36
el compromiso intelectual y personal de Mead con la reforma social, concretado
en su participación militante en diferentes batallas contra distintos problemas
sociales. La sociedad ideal que plantea Mead es aquella en la que se realizarán
toda una serie de aspiraciones éticas, en la que los individuos cooperarán entre
sí para alcanzar mayores cotas de perfección. Mediante la mejora de los
programas de intervención social hay que disminuir la distancia entre la
realidad social en la que existen los problemas sociales y aquella situación que
se considera deseable, entre lo que es y lo que se querría que fuese. Para ello
no siempre será el Estado o las instituciones, las organizaciones más eficaces
sino que se trata de estar en primera línea de los problemas, en la realidad
social práctica y también es necesario modificar hábitos sociales y costumbres.
Lo que sí debe hacer el Estado es intentar desviar las actitudes que en
principio parezcan hostiles hacia unos intereses comunes definidos por el
conjunto de individuos de la comunidad. Una vez definidos los intereses
comunes, el Estado ha de ser el encargado de protegerlos y conservarlos. Es
imprescindible que el individuo sepa ubicarse en el lugar del otro, adoptar las
actitudes del otro a quien afecta con su conducta.

Conviene recoger aquí la definición que hace Mead del término personalidad,
una definición que nos será muy útil también más adelante. Para él, “El término
“personalidad” implica que el individuo tiene ciertos derechos y valores
comunes, obtenidos en él y por él; pero por encima de esa clase de dotes
sociales del individuo existe lo que le distingue de cualquier otro, lo que le hace
como es. Es la parte más preciosa del individuo.” (Mead, 1993:333).

Mead ve las posibilidades del desarrollo individual y el desarrollo global de la


comunidad como partes del mismo proceso.

4.11. Algunas críticas al pensamiento de Mead.

Se critica también a Mead en el sentido de que no concede importancia a los


elementos emocionales e inconscientes de la conducta humana.

Está claro que Mead dialoga, critica, modifica el Conductismo; el suyo dice él,
es otro tipo de conductismo, un conductismo social, pero no sucede lo mismo
con el Psicoanálisis.

Una tercera crítica sería la referente a cuestiones metodológicas. No quedan


claros los procedimientos de investigación y los caminos para verificar todo su
armazón conceptual y en consecuencia, se nota la ausencia de una
contrastación empírica sistemática.

Mead es reconocido como uno de los padres de la Psicología Social.

37
Monferrer- La influencia de George Herbert Mead en las
bases teóricas del paradigma constructivista
La decisión de centrar esta comunicación en George H. Mead (1863-1931)
obedece a la constatación de que, si bien su obra es de obligada referencia
para entender desarrollos teóricos multidisciplinares, su impacto ha quedado
relegado en psicología a fundador de la escuela del interaccionismo simbólico.

El interés en Mead se ha reducido a su consideración de formar parte de la


historia del desarrollo de un campo, el de la psicología social, cuando no
injustamente olvidado, mientras autores con líneas argumentales comparables
siguen siendo citados, mantienen sus obras vivas y son fuente de inspiración.
Si entramos a valorar sus contribuciones particulares, Mead aporta en sus
trabajos una de las más acabadas propuestas del pragmatismo
norteamericano, con su señera comprensión del carácter intersubjetivo y
creador de la acción humana.

Este es el encuadre imprescindible para entender el recorrido que realiza en su


ensayo sobre el origen del self y el control social, y para interpretar su
pragmatismo, su conductismo social o su particular adscripción al
interaccionismo simbólico. Mead se constituye en autor clave para esta
corriente, caracterizada por su profundo interés en la comprensión de la acción
social desde el punto de vista del actor, y la naturaleza simbólica de la vida
social.

Tras la muerte de Mead el interaccionismo simbólico se expande por las


universidades norteamericanas donde ejercen su magisterio sus seguidores
directos. Un papel destacado en esta difusión será protagonizado por Herbert
Blumer (1900-1987), quien reconoce en el primer capítulo de El interaccionismo
simbólico: perspectiva y método, su fundamentación teórica en la obra de Mead
(Blumer, 1982). Su punto de partida se sostiene en tres sencillas premisas: el
ser humano orienta sus actos hacia las cosas en función de lo que estas
significan para él; el significado de estas cosas surge como consecuencia de la
interacción social; y los significados se manipulan y modifican mediante un
proceso interpretativo desarrollado por la persona al enfrentarse con las cosas
que va hallando a su paso.

Blumer subrayará, además, que la objetividad social no debe disociarse nunca


de la subjetividad de los actores. El enfoque metodológico que se deriva de
estos planteamientos para la psicología consiste en la aplicación de un
paradigma interpretativo, según el cual «el investigador debería enfocar el
mundo a través de los ojos del actor», y no suponer que aquello que él observa
«es idéntico a lo que el actor observa en la misma situación» (Blumer, 1982). El
interaccionismo simbólico ha dejado una profunda huella en la psicología
social. El objetivo básico de esta disciplina ha sido estudiar la conducta o

38
comportamiento de un conjunto de individuos, en los que la acción de cada uno
está condicionada por la acción de los otros. De ahí que la influencia
interaccionista se haya concretado en que dentro de su espacio conceptual, lo
«social» se refiere directamente a la interacción –ya sea entre sujetos y
entorno, ya sea entre sujetos–, en tanto que el comportamiento humano
siempre implica a otros. Aunque no podemos abordarlo aquí en detalle, es
posible rastrear la huella teórica de Mead en esta disciplina en las áreas de
socialización, actitudes y conducta, identidad social, relaciones sociales,
comunicación interpersonal y cognición social (Acosta, 2006; Rizo, 2008). No
se puede obviar, en este sentido, la aportación de Mead a la fundamentación
temprana de la teoría de roles con su concepto de «Role-taking», a partir de su
razonamiento de que el individuo se convierte en un yo en el proceso de
desempeñar un rol, de desempeñar el rol del otro en una situación de
interacción.

En su versión meadiana, el interaccionismo simbólico ha tenido también la


relevancia de haber sido considerada la primera teoría comunicativa de la
sociedad. Su gran aportación, en este sentido, es haber puesto de manifiesto la
importancia del lenguaje y la comunicación como factores antropogenéticos
esenciales, tanto para la especie como para el individuo, así como haber
mostrado los mecanismos para tal socialización. Mead es también básico para
comprender la sociología fenomenológica de Alfred Schütz (18991959). Si en
un primer momento éste se inspira en la obra de Bergson y Husserl, su
teorización encuentra nuevas potencialidades a través del diálogo intelectual
con autores de orientación pragmática como Dewey y el propio Mead.

Para Schütz, el individuo es un actor que reproduce su entorno a partir de sus


interacciones cotidianas. La reflexión vuelve a centrarse aquí en las relaciones
intersubjetivas bajo el ángulo de la interacción, otorgándose un rol relevante a
los elementos de negociación y comunicación en la construcción de los
contextos de sentido. Supone volver a hablar de la relación entre el yo y el otro,
no tanto en la línea de reflexión antropológica de construcción de identidades y
alteridades, cuanto como punto de partida para la construcción social de la
realidad.

La contribución de Schütz y Mead, a su vez, ha dejado profunda huella en la


teoría psicosociológica contemporánea, especialmente a partir del enfoque
etnometodológico de Garfinkel y Cicourel, y muy especialmente en los trabajos
de Berger y Luckmann. Uno de sus ejes básicos será, precisamente, el
concepto de intersubjetividad meadiano: el encuentro por parte del sujeto de
otra conciencia que va constituyendo el mundo en su propia perspectiva.

Si nos centramos ahora en los enfoques que destacan cómo la realidad es


construida por el sujeto, podemos diferenciar dos corrientes teóricas,
constructivismo y construccionismo, epistemológicamente compatibles y cuya

39
denominación tiende a utilizarse indistintamente, si bien difieren en su foco de
atención.

El constructivismo parte del marco teórico de la Gestalt y del


sociocognitivismo, y se centra en los procesos de construcción individual
de la realidad a partir de las estructuras perceptivas o cognitivas,
mientras que el construccionismo se sustenta en la teorización ligada
directamente al interaccionismo simbólico, la etnometodología y la teoría
del acto social y del otro generalizado de Mead.

El centro de atención son aquí los procesos de interacción y elaboración social


de significados que permiten la construcción social de la realidad (Munné,
1999). Ambas corrientes trabajan bajo un mismo paradigma teórico, que
aglutina una amplia variedad de propuestas teóricas que tratan de explicar la
permanente (re)construcción social de la mente. Sus presupuestos teóricos
vienen aplicándose a ámbitos muy diversos que van de la epistemología a la
psicología del aprendizaje o del desarrollo.

El hecho más significativo para nuestro análisis radica en que los autores que
investigan bajo este paradigma comparten fuertes vínculos con las bases de
los postulados meadianos: parten de la convicción de que los seres humanos
son producto de su capacidad para adquirir conocimientos y para reflexionar
sobre sí mismos, lo que les ha permitido anticipar, explicar y controlar
propositivamente la naturaleza y construir la cultura.

Si nos centramos en el ámbito de la psicología, un dato que explicaría la


escasez de trabajos interpretativos sería el carácter parcial en que fueron
recogidos sus desarrollos dentro del interaccionismo simbólico de la Escuela de
Chicago. Atrapada por el peso de los lugares comunes, su obra habría
quedado reducida al corsé de esta corriente, tal y como fue formulada por
Blumer. Pero también las propias bases teóricas de la psicología social ayudan
a entender el olvido de Mead. La psicología social se ha venido interesando por
un amplio abanico de fenómenos abordados también por otras disciplinas, y su
espacio conceptual integra una amplia variedad de teorías. Su particular
clasificación habría dado lugar a que, mientras la mayor parte de ellas pueden
ser asimiladas al marco general de una psicología social «experimental», el
interaccionismo simbólico hunde sus raíces en los orígenes de una psicología
social «cualitativista», próxima al área sociológica y fenomenológica. Mead
habría sido incluido –con mayor o menor fortuna– dentro del grupo de autores
clasificados bajo esta última rúbrica, lo cual habría oscurecido su impacto en
nuestra disciplina. Mead habría sido observado como un conductista tibio entre
watsonianos, mientras desde el cognitivismo era contemplado como un
conductista más.

40
La teoría de las representaciones sociales de Serge Moscovici-
Mora

Hablar de la Psicología es, de entrada, un asunto difícil debido al inevitable


encuentro con una disciplina científica versátil y en construcción. Cuando se
aborda lo que ha sido denominado como Psicología Social, este problema se
matiza aún más por la inclusión de los elementos ideológicos de lo
aparentemente subjetivo.

En este sentido, resulta interesante estudiar uno de los modelos relativamente


recientes en Psicología social: las "Representaciones Sociales", de Serge
Moscovici. Si se agrega además que dicha propuesta teórica esboza un
planteamiento metodológico interesante y renovador dentro del análisis del
sentido común y de lo cotidiano, podrá valorarse como una explicación útil en el
estudio de la construcción social de la realidad.

En este escrito se describe y analiza el modelo de las representaciones


sociales desde el punto de vista del propio Moscovici, así como desde la
perspectiva de investigadores que han trabajado en esta línea, procurando
apuntar algunas notas acerca de la teoría como su metodología.

Basado en el trabajo de tesis de licenciatura en Psicología en la Universidad


de Guadalajara, México, este documento fue escrito en colaboración con la
psicóloga Martha Elba Lares Gutiérrez y puede considerarse como una
introducción al pensamiento de Serge Moscovici para aquellos interesados en
la investigación de las representaciones sociales, así como para quienes
resulta atractiva la teoría dentro de las ciencias sociales contemporáneas.

Siempre que se hace referencia a la Psicología, se consideran sus inicios a


partir de la instauración de esta disciplina como ciencia experimental. El dato
más conocido habla que fue en 1879 con la fundación del Instituto de
Psicología en Leipzig, cuando inicia la Psicología como ciencia experimental de
laboratorio, correspondiendo a Wilhelm Wundt dicho mérito. Wundt era un
pensador alemán que dictaba cátedra de filosofía en Leipzig, enfatizando en
problemas psicológicos que hasta entonces eran resueltos mediante la
especulación.

Motivado por ese problema, se dio a la tarea de instalar un laboratorio de


Psicología experimental en el que, utilizando métodos derivados en gran
medida de la fisiología, trataba de abordar problemas psicológicos. De esa
manera, la Psicología dejaba de ser materia de especulación dentro de la
filosofía para iniciar su historia como ciencia experimental.

41
Conviene señalar que alrededor del proyecto del Instituto se publicaron
algunas revistas bajo la dirección del propio Wundt. Entre 1873 y 1874 apareció
su Grundzüge der physiologischen psychologie, que fue tomada casi como
texto de la nueva ciencia psicológica que construía.

Al fundarse el laboratorio de Leipzig se crea el órgano oficial de la Psicología


experimental, los Philosophische Studien, que aparecen publicados entre los
años de 1881 y 1904. Atraídos por la nueva ciencia, por sus métodos y por las
cátedras dictadas por Wundt, un considerable número de estudiantes del
extranjero -especialmente norteamericanos- estuvo en Leipzig aprendiendo
todo lo posible con el propósito de fundar laboratorios en sus respectivos
países. De manera tangencial pueden mencionarse los nombres de algunos de
dichos estudiantes quienes más tarde aportaría ideas a la incipiente Psicología:
Hall, Cattell, Wolfe; Pace, Scripture, Angell; Titchener y Witmer, especialmente.

Sin embargo, según dice Robert Farr (1983), estos académicos muy
probablemente no fueron sensibles a los aspectos filosóficos y culturales de la
tradición alemana de la investigación y regresaron a sus países impresionados
más bien por los deslumbrantes instrumentos utilizados por la Psicología
experimental alemana.

Miopía científica que generaría el posterior auge de la Psicología de


laboratorio, individual y de tipo conductista, favorecida por el positivismo de
Mach y de Avenarius y por la particular manera de interpretar la idea de Wundt
por parte del gran difusor americano de esta Psicología, Titchener, y de su
discípulo Boring, autor de la ya clásica obra A History of Experimental
Psychology.

Las preocupaciones de Wundt no estaban totalmente ubicadas en su proyecto


de Psicología experimental, sino que a la par iba construyendo modelos de
explicación de otros fenómenos a los que no se respondía en su laboratorio.
Señala Farr (1983) que Wundt, desde principios de 1862, el el prefacio de su
Beiträge zur Theorie der Sonneswarhnemung, se propone llevar a cabo tres
tareas: la creación de una Psicología experimental, de una metafísica científica
y de una Psicología social. En consecuencia, Wundt establecía una distinción
entre Psicología experimental y Psicología social.

Al asignarle un lugar a cada una de ellas, siguiendo la distinción básica


alemana entre ciencias naturales y ciencias sociales, diferencia por un lado a la
Psicología fisiológica y experimental y por el otro, a la social o etnopsicología:
la völkerpsychologie.

La ciencia de laboratorio de Wundt tenía como idea metodológica central la


experiencia de la persona que brindaba el reporte introspectivo, siendo
necesario acudir a otras formas que dieran cuenta de fenómenos más
complejos en donde el individuo no podía ser fiel testigo por su implicación en

42
el proceso. Desprende, por tanto, una metodología apropiada para los
procesos cognoscitivos superiores del hombre: la interpretación de los
productos de la experiencia colectiva. Los diez volúmenes publicados entre
1900 y 1920, fueron el intento de estructurar esta tendencia.

Buscó trazar la evolución de la mente en el hombre, consciente de la


importancia del lenguaje en este proceso y en su relación con el pensamiento y
sus producciones. Influenciado por las observaciones de Lazarus y de Steinthal
sobre los pueblos; por Herder y su noción de cultura; y por Hartmann en su
idea acerca de lo inconsciente en la colectividad; Wundt siguió a Darwin en su
análisis de la evolución del gesto animal para desembocar en la dirección del
habla y del lenguaje humanos. Echando mano de las versiones antropológicas
a las que tenía acceso, Wundt parte del análisis de la acción humana.

Debajo de ese nivel de acción deliberada y voluntaria existe un primitivo


movimiento de impulso que implica expresiones afectivas espontáneas y que
generan respuestas de otros individuos. Aclara Kurt Danziger (1980) que existe
una respuesta mimética innata a las expresiones de otros por lo que es posible
la transferencia de los estados mentales del individuo. Según Wundt, este
mecanismo de “comunicación de gestos” proveía las bases indispensables de
la vida social, sin la cual, los individuos humanos nunca podrían empezar a
entenderse.

Esta comunicación de los gestos origina productos culturales con existencia


concreta: el lenguaje, proporciona un medio para la operación de la actividad
cognoscitiva superior; los mitos, surgidos de esa base dan forma a la
capacidad humana para imaginar; y las costumbres, enmarcan la referencia
dentro de la cual operan las opciones individuales y la voluntad. Con el tiempo,
estos productos culturales van cambiando regular y lentamente de tal suerte
que, para Wundt, la observación del proceso permitía hacer inferencias acerca
de lo subyacente en la Psicología de los individuos, que pudieran contrastarse
con sus hallazgos de laboratorio. Como puede deducirse, estas aportaciones
de Wundt influyeron más de lo que se supone en buena parte de los
pensadores de este siglo. Robert Farr (1983) menciona entre otros a
Malinowski, Saussure y Mead; a Thomas, Durkheim, Boas y Freud. Además, es
observable su influencia en una amplia diversidad de ciencias sociales.

Dentro de la Psicología alienta a dos vertientes fundamentales, a saber:

1) la tradición de Mead con el interaccionismo simbólico en la sociología


estadounidense; y

2) a través de Durkheim, la investigación sobre representaciones sociales por


parte de Moscovici.

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En conclusión y siguiendo a Pablo Fernández Christlieb (s.f.a), es posible decir
que, junto con Le Bon y Tarde, Wundt construye con su Psicología de los
pueblos el basamento de la Psicología social en este siglo y particularmente de
la Psicología colectiva.

Siguiendo con la incipiente teorización acerca del espacio disciplinar de la


Psicología social que Wundt inaugurara, surge un movimiento filosófico en
Norteamérica con fuertes implicaciones en la pedagogía, la comunicación y la
propia Psicología: el pragmatismo. Con William James, pero más
concretamente con John Dewey y George Herbert Mead, el pragmatismo se
define como una filosofía de la acción. En su crítica al modelo del arco reflejo
que supone como objeto la formulación de relaciones causa- efecto entre
estímulos ambientales y reacciones de organismos, John Dewey propone un
entredicho que busca diluir ese mecanismo causal: es la acción del propio
individuo lo que determina la relevancia de los estímulos dentro del contexto
delimitado de la misma acción. No es una reacción organísmica refleja sino una
decisión activa la que proyecta los actos de los individuos.

Con esa aportación, Dewey critica la solvencia teórica de los modelos


psicológicos simplistas que aparecían como la novedad en los primeros
decenios del siglo XX. Este pragmatismo -que suele confundirse inexactamente
con el utilitarismo-, intenta una superación del dualismo cartesiano, según
apunta Hans Joas (1987). Al desarrollar el concepto de acción, queda
transformada toda la relación entre conocimiento y realidad: El concepto de
verdad ya no expresa una correcta representación cognoscitiva de la realidad,
sino un aumento del poder para actuar en relación con un entorno.(Joas, 1987
p. 118)

Esta influencia del pragmatismo en la sociología se hace más decisiva al


establecerse la Escuela de Chicago, como una vía de realización de esta
filosofía social, encabezada por Dewey y Mead. En este ambiente, Mead
empieza a integrar en un cuerpo teórico las ideas de Royce sobre la
colectividad, y las ideas de Charles S. Peirce acerca del signo, para entablar el
diálogo con un concepto fundamental dentro de la Psicología social: la
intersubjetividad.

George Mead basa su Psicología social en una esmerada lectura de Darwin y


de la etnopsicología de Wundt, escudriñando desde el gesto animal el proceso
evolutivo de la comunicación humana.

Si Wundt realza el papel del lenguaje como catalizador de la relación del


hombre con su colectividad y con la cultura como su producto, Mead aborda a
la comunicación en esta forma de interacción.

Inicialmente, rechaza analizar el espacio interior de los individuos planteando la


pertinencia de un espacio de realidad en las mediaciones; un espacio

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interactivo no biológico sino social que es percibido en términos de
significaciones, puesto que su materia es el símbolo. Mead toma como unidad
de análisis lo que denomina el acto social. Aquí, el símbolo y su significado son
propiedad de la situación interactiva, no están fuera. Cabe decir que la
existencia de tal significado no implica necesariamente la consciencia del
mismo, puesto que ello sólo se consigue a través de la simbolización.

El argumento básico de Mead es que en este espacio interactivo radican los


símbolos y sus significados, por lo que sólo ahí puede formarse el espíritu
(Mind), conformado en el proceso de la comunicación. Los individuos no
existen como tales sino como la persona (Self), cuyo tamaño abarca su espacio
social teniendo a la sociedad (Society) como fondo.

En consecuencia, Mead enfatiza dos características de esta interacción: a)


quien se comunica puede comunicarse consigo mismo, y b) esta comunicación
crea la realidad.

Ampliando acerca del habla significante, Mead puntualiza: Cuando hablamos


del habla significante, queremos siempre decir que el individuo que escucha
una palabra emplea, en cierto sentido, esa misma palabra con referencia a sí
propio. El proceso de dirigirse a otra persona es un proceso de dirigirse
también a uno mismo, y de provocar en sí la reacción que provoca en el otro.

En consecuencia, Mead coloca a la intersubjetividad dentro de lo que llama


conversación interior, el pensamiento, constituido por tres interlocutores: el Yo,
el Mí y el Otro: El Yo que actúa, que se aparece, que emerge de repente y sin
aviso; el Mí, que constituye el percatamiento de lo que hizo el yo; y el Otro, que
es el bagaje de criterios con que cuenta el mí para evaluar los actos
espontáneos de ese yo... por eso el otro de Mead es un Otro Generalizado, que
corresponde a la colectividad, a la realidad social, a la comunicación en la cual
el yo y el mí existen.(Fernández Christlieb, s.f.a, p. 15) En síntesis, el mí
supone asumir el punto de vista colectivo con respecto a uno mismo, y el otro
generalizado es la gran colectividad con la que uno se relaciona y que tiende a
ser interiorizada: la sociedad crea a los individuos. Parafraseando a Carlo
Donolo (1981), puede decirse que gracias a esa “reflexividad” de la experiencia
a través del lenguaje, el individuo se relaciona con su propio pasado, asume la
actitud de los otros respecto a sí mismo y se integra al proceso social en forma
dinámica.

Todas esas reflexiones hechas por Mead y manejadas en sus cátedras, serían
publicadas de manera póstuma (en 1934) en un libro titulado Mind, Self and
Society, editado por la prensa de la Universidad de Chicago y bautizadas por
Herbert Blummer como interaccionismo simbólico. A manera de recapitulación,
pueden acotarse las aportaciones más significativas de Mead a las ciencias
sociales, incluyendo a la Psicología:

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a) Enfatiza la noción de una realidad simbólica distinta de una probable
realidad natural; susceptible de creación, de transformación y de destrucción.

b) Anticipa la visión epistemológica que cuestiona lo que es o no científico por


medio del consenso significativo y el criterio de objetividad científica como una
construcción simbólica.

c) Su análisis de la sociedad contempla la posibilidad de la incorporación total


del individuo a un universo de razón, actividad consciente y voluntaria, hacia
una esfera pública no restrictiva (v.g. los teóricos de la Escuela de Frankfurt y
de la teoría crítica, como Habermas).

d) La naturaleza social del lenguaje y la naturaleza simbólica de la sociedad,


dejan de ser objeto de especulación filosófica haciéndose accesibles al análisis
empírico.

Las lagunas que George Mead dejó dentro de sus supuestos teóricos, han
dado pie a muy diversas disciplinas: sociología fenomenológica del
conocimiento (Schutz, Berger y Luckmann); etnometodología (Garfinkel); teoría
de las representaciones sociales (Moscovici).

Tal y como Berger y Luckmann (1967) han señalado al referirse a su deuda


teórica con Mead, eslabonar esta sociología del conocimiento sugiere la
posibilidad de la existencia de una Psicología sociológica, es decir, una
Psicología social con perspectiva sociológica y una notoria preocupación por lo
simbólico, por su papel en lo colectivo y por la construcción social de la
realidad.

Émile Durkheim, uno de los fundadores de la sociología científica, visitó entre


1885 y 1886 varias universidades alemanas, entre las cuales se encontraba la
de Leipzig donde Wundt dictaba sus cátedras y tenía su laboratorio de
Psicología experimental. El rigor con que Wundt realizaba sus experimentos,
así como el hecho de que contara con una publicación oficial de su propio
laboratorio, fueron motivos para que Durkheim se mostrara interesado en esas
propuestas tanto de la Psicología experimental como de la etnopsicología.

Al igual que Wundt, Durkheim (1898) estableció diferencias entre las


representaciones individuales y las representaciones colectivas, explicando que
lo colectivo no podía ser reducido a lo individual. Es decir, que la conciencia
colectiva trasciende a los individuos como una fuerza coactiva y que puede ser
visualizada en los mitos, la religión, las creencias y demás productos culturales
colectivos.

Al respecto, Ignacio Martín-Baró señala: Una sociedad mantiene su unidad


debido a la existencia de una conciencia colectiva. La conciencia colectiva
consiste en un saber normativo, común a los miembros de una sociedad e
irreductible a la conciencia de los individuos, ya que constituye un hecho social.
46
Fundamentado en su visión teórica, Durkheim se atreve a hacer la diferencia
entre sociología y Psicología: a la primera le correspondía analizar todo acerca
de las representaciones colectivas y a la segunda lo propio de las
representaciones individuales. En consecuencia, Durkheim (1895) definía el
campo de la Psicología social argumentando que debía estudiar cómo las
representaciones sociales se llaman y se excluyen, se fusionan o se hacen
distintas unas de otras. Sin embargo, estrecha el ámbito de estudio de la
Psicología poniendo en la mira de la sociología una buena cantidad de
fenómenos que atañían más a una especie de Psicología social o colectiva.

Tuvieron que pasar varias décadas para que Serge Moscovici retomara estos
planteamientos y desarrollara una teoría en Psicología social con marcada
tendencia sociológica cuando el común denominador de las investigaciones en
Psicología era lo individual, por la influencia norteamericana. Con su teoría de
las representaciones sociales, Moscovici integra en una Psicología social las
aportaciones de diversas disciplinas, dentro de un contexto europeo de rápida
expansión.

LA REPRESENTACIÓN SOCIAL: UN CONCEPTO


PERDIDO Serge Moscovici-

Las representaciones sociales son entidades casi tangibles. Circulan, se cruzan


y se cristalizan sin cesar en nuestro universo cotidiano a través de una palabra,
un gesto, un encuentro.

La mayor parte de las relaciones sociales estrechas, de los objetos producidos


o consumidos, de las comunicaciones intercambiadas están impregnadas de
ellas. Sabemos que corresponden, por una parte, a la sustancia simbólica que
entra en su elaboración y, por otra, a la práctica que produce dicha sustancia,
así como la ciencia o los mitos corresponden a una práctica científica y mítica.

Si, en estos textos, Durkheim simplemente quería decir que la vida social es la
condición de todo pensamiento organizado –y más bien la recíproca-, su actitud
no está libre de objeciones. Sin embargo, en la medida en que no aborda de
frente ni explica la pluralidad de formas de organización del pensamiento,
aunque todas sean sociales, la noción de representación pierde nitidez.

Quizás haya que buscar ahí otra de las razones de su abandono. Desde luego
se comprende que las huellas, tanto sociales como intelectuales, de
representaciones formadas en sociedades donde la ciencia, la técnica y la
filosofía están presentes, sufren la influencia de estas y se constituyen en su

47
prolongación o se oponen a ellas. A continuación veremos cuáles son esas
huellas.

Entre tanto, identificar mito y representación social, transferir las propiedades


psíquicas y sociológicas del primero a la segunda, sin más, significa
contentarse con metáforas y aproximaciones falaces, justamente allí donde, por
el contrario, se necesita delimitar una zona especial de la realidad. Esta
aproximación cómoda, generalmente desprecia nuestro “sentido común”,
mostrando su carácter inferior, irracional y, en última instancia, erróneo; no por
ello el mito resulta realzado hasta su verdadera dignidad.

No merece que uno se demoró en él. Por lo tanto tenemos que encarar la
representación social como una textura psicológica autónoma y a la vez como
propia de nuestra sociedad, de nuestra cultura.

En forma más general, la noción de opinión implica: - una reacción de los


individuos ante un objeto dado desde afuera, acabado, independientemente del
actor social, de su intención o sus características; - un lazo directo con el
comportamiento; el juicio se refiere al objeto o el estímulo y de alguna manera
constituye un anuncio, un doble interiorizado de la futura acción. En ese sentido
se considera tanto una opinión, como una actitud, únicamente del lado de la
respuesta y como “preparación de la acción”, comportamiento en miniatura. Por
esta razón se le atribuye una virtud predicativa, puesto que, después de lo que
dice un sujeto, se deduce lo que va a hacer. El concepto de imagen no está
muy separado del de opinión, por lo menos en lo que concierne a los supuestos
básicos.

Se lo ha utilizado para designar una organización más compleja o más


coherente de juicios o de evaluación. En un librito apasionado, Boulding
reclama la creación de una ciencia, “eikonics”, dedicada al tema. Esta
proposición indica una laguna evidente de la psicología social, de cuya
competencia debería ser el estudio de estas imágenes.

Es preciso tomar la preocupación como signo de un renovado interés por los


fenómenos simbólicos y un estado de insatisfacción frente a la manera como
se los ha abordado. Sin embargo, todo el que lo mira de cerca forzosamente
comprueba que las ideas a las que se ha recurrido son muy poco satisfactorias.

Si se trata de la imagen, se la concibe como reflejo interno de una realidad


externa, copia fiel en el espíritu de lo que se encuentra fuera de él. Por lo tanto,
es la reproducción pasiva de un dato inmediato.

Podemos suponer que estas imágenes son una especie de “sensaciones


mentales”, impresiones que los objetos y las personas dejan en nuestro
cerebro. Al mismo tiempo, mantienen vivas las huellas del pasado, ocupan
espacios de nuestra memoria para protegerlos contra el zarandeo del cambio y

48
refuerzan el sentimiento de continuidad del entorno y de las experiencias
individuales y colectivas. Con este fin se las puede recordar, revivificar en el
espíritu, así como conmemoramos un acontecimiento, evocamos un paisaje o
contamos un encuentro que se produjo hace tiempo. Siempre operan como un
filtro y provienen de filtrar informaciones que el sujeto posee o ha recibido en
vista del placer que busca o de la coherencia que necesita. Así es posible
observar que una imagen está determinada por fines y que su función principal
es seleccionar lo que viene del interior, pero sobre todo del exterior: “Las
imágenes desempeñan el papel de una pantallas selectiva que sirve para
recibir nuevos mensajes, y a menudo dirigen la percepción y la interpretación
de estos entre los mensajes que no son completamente ignorados, rechazados
o reprimidos”.

Si partimos de que una representación social es una “preparación para la


acción”, no lo es solo en la medida en que guía el comportamiento, sino
sobre todo en la medida en que remodela y reconstituye los elementos
del medio en el que el comportamiento debe tener lugar. Llegar a dar un
sentido al comportamiento, a integrarlo en una red de relaciones donde
está ligado a su objeto. Al mismo tiempo proporciona las nociones, las
teorías y el fondo de observaciones que hacen estables y eficaces a estas
relaciones.

Los conceptos de imagen, de opinión, de actitud no tienen en cuenta esas


vinculaciones, ni la apertura que las acompaña. Se considera a los grupos en
forma estática, no por lo que crean y comunican, sino porque utilizan y
seleccionan una información que circula en la sociedad.

Por el contrario, las representaciones sociales son conjuntos dinámicos, su


característica es la producción de comportamientos y de relaciones con el
medio, es una acción que modifica a ambos y no una reproducción de estos
comportamientos o de estas relaciones, ni una reacción a un estímulo exterior
dado.

En resumen, aquí vemos sistemas que tienen una lógica y un lenguaje


particulares, una estructura de implicaciones que se refieren tanto a valores
como a conceptos, un estilo de discurso que le es propio. No los consideramos
“opiniones sobre” o “imágenes de”, sino “teorías” de las “ciencias colectivas” sui
generis, destinadas a interpretar y a construir lo real. Constantemente van más
allá de lo que está inmediatamente dado en la ciencia o la filosofía, de la
clasificación dada de los hechos y los acontecimientos. En ellos podemos
distinguir un corpus de temas, de principios, que tienen unidad y se aplican a
zonas de existencia y de actividad particulares: la medicina, la psicología, la
física, la política, etcétera. Inclusive en estas zonas, lo que se recibe está
sometido a un trabajo de transformación, de evolución, para convertirse en un
conocimiento que la mayoría de nosotros emplea en su vida cotidiana.

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Exagerando apenas, cada uno de nosotros puede decir que fue testigo directo,
en una generación, de muchas ocasiones en las que la palabra y el interés
públicos se manifestaron en una escala y con una intensidad semejantes.

Volveremos sobre el significado de esta conversación en el funcionamiento de


la sociedad. Pero era necesario indicar el lugar al cual una persona o un grupo
se acercan e interiorizan los temas y los objetos de su mundo y hacen como un
clínico que acumula muchos signos, los comunica y los verifica con su paciente
para emitir un juicio sobre su enfermedad. Solo realiza análisis
secundariamente. Confía en lo que el enfermo le dice, en los casos que ha
visto y estudiado, en lo que otros clínicos le han transmitido, y extrae las
conclusiones que le parecen válidas. Por una especie de hábito, que es una
segunda naturaleza, a través de los síntomas y las descripciones, esa persona
o ese grupo descubren un orden para cuya reproducción experimental carecen
de medios y que no desean demostrar mediante fórmulas o estadísticas.

Los individuos, en su vida cotidiana, no son únicamente máquinas pasivas que


obedecen a aparatos, registran mensajes y reaccionan a los estímulos
exteriores; los trata de ese modo una psicología social sumaria, reducida a
recoger opiniones e imágenes. Por el contrario, poseen la frescura de la
imaginación y el deseo de dar un sentido a la sociedad y al universo que les
pertenecen. Se podría decir que así se constituyen “ciencias” o “filosofías” de la
experiencia indirecta o de la observación. ¿Qué es lo específico de este modo
de pensar?

La psicología clásica, que acordó mucha atención a los fenómenos de la


representación, nos proporciona útiles indicaciones como punto de partida. Los
concibió como procesos mediadores entre concepto y percepción. Al lado de
estas dos instancias psíquicas, una de orden puramente intelectual y la otra
predominantemente sensorial, las representaciones constituyen una tercera
instancia, de propiedades mixtas. Propiedades que permiten pasar de la esfera
sensorio-motriz a la esfera cognoscitiva, del objeto percibido a distancia a una
toma de conciencia de sus dimensiones, formas, etcétera. El traspaso del
exterior hacia el interior, el traslado desde un espacio alejado hacia un espacio
cercano son operaciones esenciales de este trabajo cognoscitivo particular.

Pero no nos debemos limitar a este modo de ver. Para nosotros, la


representación no es una instancia intermediaria, sino un proceso que
hace que el concepto y la percepción de algún modo sean
intercambiables, porque se engendran recíprocamente. Así, el objeto del
concepto puede tomarse por objeto de una percepción y el contenido del objeto
ser “percibido”. Se comprueba que la representación expresa de golpe una
relación con el objeto y que desempeña un papel en la génesis de esta
relación. Uno de sus aspectos, el aspecto perceptivo, implica la presencia del
objeto: el otro, el espíritu conceptual, su ausencia. Desde el punto de vista del

50
concepto, la presencia del objeto, incluso su existencia, es inútil; desde el punto
de vista de la percepción, su ausencia o inexistencia es una imposibilidad. La
representación mantiene esta oposición y se desarrolla a partir de ella: re-
presenta un ser, una cualidad, a la conciencia, es decir, las presenta una vez
más, las actualiza a pesar de su ausencia y aun de su no existencia eventual.

Al mismo tiempo, las aleja suficientemente de su contexto material para que el


concepto pueda intervenir y modelarlas a su modo. Por un lado, la
representación sigue las huellas de un pensamiento conceptual, puesto que la
condición de su aparición es la desaparición del objeto o de la entidad
concreta; pero, por otra parte, esta desaparición no puede ser total y, a
instancias de la actividad perceptiva, debe recuperar el objeto o la entidad y
hacerlos “tangibles”. Del concepto, retiene el poder de organizar, de relacionar
y de filtrar lo que va a ser retomado, reintroducido en el campo sensorial. De la
percepción, conserva la aptitud de recorrer, de registrar lo inorgánico, lo no
conformado, lo discontinuo, la variedad de caminos y el desplazamiento que
suponen entre lo que se “toma” y lo que se “reenvía” a lo real.

Se deja entrever que la representación de un objeto es una representación


diferente del objeto. La percepción engendrada por el concepto se distinguirá
necesariamente de la percepción que al comienzo ha sobreentendido el
concepto.

El “complejo de timidez”, del que se dice que una persona sufre, comprende los
índices psicológicos habituales –rubor, voz baja, temblor-, pero a esto se
agregan índices de tipo afectivo –temor, duda, conductas de preocupación-
que, al parecer, traducen experiencias de la infancia y provienen de la
represión de deseos de naturaleza sexual. Representar una cosa, un estado,
no es simplemente desdoblarlo, repetirlo o reproducirlo, es reconstituirlo,
retocarlo, cambiarle el texto. La comunicación que se establece entre el
concepto y la percepción, mediante la penetración de uno en la otra,
transformando la sustancia concreta común, da la impresión de “realismo”, de
materialidad de las abstracciones, porque podemos actuar con ellas, y de
abstracción de las materialidades, porque expresan un orden preciso.

Las representaciones individuales o sociales hacen que el mundo sea lo


que pensamos que es o que debe ser. Nos muestran que a cada instante
una cosa ausente se agrega y una cosa presente se modifica. Pero este juego
dialéctico tiene un significado mayor. Si algo ausente nos choca y desencadena
toda una elaboración del pensamiento y del grupo, no sucede por la naturaleza
del objeto sino en primer lugar porque es extraño, y después porque se halla
fuera de nuestro universo habitual. En efecto, la distancia nos ofrece la
sorpresa que nos capta y la tensión que lo caracteriza. El psicoanálisis, al
hablar de la infancia, de los sueños, del inconsciente, no solo se introduce en

51
un campo alejado de la vida humana adulta, sino que igualmente echa una luz
que asombra, que golpea.

Los descubrimientos científicos o técnicos golpean, en el sentido propio de la


palabra. La tensión a la que aludimos revela constantemente su origen. Revela
la existencia de una incongruencia, de una incompatibilidad entre las
posibilidades lingüísticas e intelectuales para dominar las partes de lo real a lo
que el contenido, extraño por lo alejado, alejado por lo extraño, se refiere.

Comúnmente carecemos de informaciones, de palabras, de nociones, para


comprender o describir los elementos que aparecen en determinados sectores
de nuestro medio ambiente. En cambio, poseemos otras que está prohibido
emplear, tomarlas en cuenta para definir o indicar la presencia de fenómenos o
comportamientos encubiertos, ocultos en nuestro mundo circundante. Por el
contrario, existen sectores en los que disponemos de demasiada información y
de palabras, donde resulta legítimo el uso y el abuso.

Los grupos, así como los individuos, experimentan a la vez la abundancia y la


penuria de saberes y de lenguajes que no tienen cómo asociar a realidades, y
realidades para las que no encuentran o a las que no deben asociar saberes y
lenguajes. La elipse, por un lado, y el verbalismo, por otro, expresan este
estado de desequilibrio. Cuando un objeto proveniente de afuera penetra en
nuestro campo de atención, trátese de cohetes o de relatividad, este
desequilibrio se acrecienta, porque el contraste entre lo lleno de la elipse y lo
hueco del verbalismo aumenta. Para reducir conjuntamente tensión y
desequilibrio, es preciso que el contenido extraño se desplace al interior de un
contenido corriente y que él está fuera de nuestro universo penetre en su
interior.

Más exactamente, hay que hacer familiar lo insólito e insólito lo familiar,


cambiar todo el universo conservándolo como nuestro universo. Esto solo es
posible haciendo pasar como a través de vasos comunicantes, lenguajes y
saberes, desde las regiones donde hay abundancia hacia las regiones donde
hay escasez, y recíprocamente.

En consecuencia, los elementos que pertenecen a distintas regiones de la


actividad y del discurso sociales se trasponen unos en los otros, sirven como
signos y /o medios de interpretación de los otros. Los esquemas y el
vocabulario políticos se mezclan con la clasificación o el análisis de los
fenómenos psíquicos; concepciones o lenguajes psicológicos describen o
explican procesos políticos, y así siguiendo. Las teorías y los significados
particulares respectivos se unen y pasan de un campo al otro. En un comienzo,
estas asociaciones parecen arbitrarias, convencionales. Pero pronto se hacen
orgánicas, motivadas. Creatividad y redundancia de las representaciones
descubren su gran plasticidad y su no menor inercia, propiedades
contradictorias, ciertamente, pero contradicción inevitable. Solo con esta
52
condición el mundo mental y real se hace siempre otro y queda un poco el
mismo: lo extraño penetra en la fisura de lo familiar y lo familiar fisura lo
extraño.

La noción de representación todavía se nos escapa. Sin embargo, nos estamos


acercando a ella de dos maneras. En primer lugar, al precisar su naturaleza de
proceso psíquico apto para volver familiar, situar y hacer presente en nuestro
universo interno lo que se halla a cierta distancia de nosotros, lo que de alguna
manera está ausente.

Resulta una “apropiación” del objeto y se mantiene tanto tiempo como la


necesidad de hacerlo se hace sentir. Desaparece en el laberinto de nuestra
memoria o se afina en un concepto cuando pierde su necesidad o su vigor.
Esta impresión –o figura- mezclada en cada operación mental, como un punto
del que se parte y al que se vuelve, da su especificidad a la forma de
conocimiento intelectual o sensorial.

Por esta razón, con frecuencia se ha dicho, toda representación es la


representación de una cosa. Al re-presentar una cosa nunca se sabe si se
moviliza un índice de lo real o un índice convencional, social o afectivamente
significante. Tan sólo una evolución ulterior, un trabajo consciente dirigido más
allá de lo convencional, hacia el intelecto o más allá de lo figurativo, hacia lo
real, permite superar la incertidumbre.

Por ese motivo, estas formas de conocimiento que son las representaciones,
cuya función y estructura acabamos de ver, son, por lo menos en lo que
concierne al hombre, primeras. Los conceptos y las percepciones son
elaboraciones y estilizaciones secundarias; los primeros a partir del sujeto, y
las otras, a partir del objeto.

Cualquiera que conozca la historia de las ciencias sabe que la mayoría de las
teorías y nociones más abstractas primero llegaron al espíritu de los sabios o a
la ciencia en una forma figurativa, cargadas de valores simbólicos, religiosos,
políticos o sexuales.

Así ha sido respecto de los fenómenos que permitieron la evolución de la


biología, de la química o de la electricidad. Sólo por medio de una serie de
destilaciones sucesivas llegamos a recibir una traducción abstracta y formal.
Esta destilación nunca es completa ni acabada. Muchos investigadores y
muchas teorías presentan a los atómos como bolas coloreadas de dimensiones
variadaas y ningún físico –a pesar de esfuerzos seculares- podría hablar de
fuerza sin referirse a la imagen original de un esfuerzo ejercido por alguien
sobre algo que se resiste. De manera que, cuando un individuo o un grupo se
hace una representación de una teoría o de un fenómeno científico, se
reencuentra en verdad con un modo de pensar y de ver que existe y subsiste,
retoma y recrea lo que fue ocultado o eliminado. En una palabra, la produce

53
una vez más, recorriendo un camino inverso al que ella recorrió. Este hecho,
que es muy conocido, sin embargo, no ha sido suficientemente apreciado ni
desde el punto de vista psicológico ni desde el punto de vista sociológico. Si no
fuera así, se comprendería que, al hacer presente lo ausente, habitual lo
inhabitual, los mecanismos representativos descomponen lo que es
inmediatamente evidente y reconstruyen la unidad en el universo entre los
vestigios de universos aislados y separados. Son, sin duda, “arcaicos” o
“primitivos”. Justamente por eso permiten superar y retomar mecanismos que,
por muy “recientes” o muy “refinados”, pierden contacto con lo vivido del sujeto
y el flujo de lo real.

En el origen de esta superación se encuentra la separación entre lo que se


sabe y lo que existe, la diferencia que separa la proliferación de lo imaginario,
del rigor de lo simbólicos.

El modelo de Moscovici- Definición del concepto de representación


social

Con respecto a las representaciones sociales, Serge Moscovici ha señalado en


El psicoanálisis, su imagen y su público, las siguientes consideraciones: La
representación social es una modalidad particular del conocimiento, cuya
función es la elaboración de los comportamientos y la comunicación
entre los individuos. La representación es un corpus organizado de
conocimientos y una de las actividades psíquicas gracias a las cuales los
hombres hacen inteligible la realidad física y social, se integran en un
grupo o en una relación cotidiana de intercambios, liberan los poderes de
su imaginación. (Moscovici, 1979 pp. 17-18)

Dicho en términos más llanos, es el conocimiento de sentido común que tiene


como objetivos comunicar, estar al día y sentirse dentro del ambiente social, y
que se origina en el intercambio de comunicaciones del grupo social.

Es una forma de conocimiento a través de la cual quien conoce se coloca


dentro de lo que conoce. Al tener la representación social dos caras -la
figurativa y la simbólica- es posible atribuir a toda figura un sentido y a todo
sentido una figura.

Por otra parte, Denise Jodelet, estudiosa que se ha interesado también por el
tema de las representaciones sociales ha dicho que el campo de
representación designa al saber de sentido común, cuyos contenidos hacen
manifiesta la operación de ciertos procesos generativos y funcionales con
carácter social. Por lo tanto, se hace alusión a una forma de pensamiento
social. Uno de quienes más ha estudiado la teoría de Moscovici y que ha
indagado acerca de sus antecedentes teóricos es Robert Farr, quien ofrece su
versión de la noción de representaciones sociales señalando que, desde una
perspectiva esquemática, aparecen las representaciones sociales cuando los

54
individuos debaten temas de interés mutuo o cuando existe el eco de los
acontecimientos seleccionados como significativos o dignos de interés por
quienes tienen el control de los medios de comunicación.

Agrega además que las representaciones sociales tienen una doble


función: "hacer que lo extraño resulte familiar y lo invisible perceptible",
ya que lo insólito o lo desconocido son amenazantes cuando no se tiene una
categoría para clasificarlos. Parafraseando a Moscovici, Farr escribe una
definición sumaria de las representaciones sociales: Sistemas cognoscitivos
con una lógica y un lenguaje propios. No representan simplemente
opiniones acerca de, “imágenes de”, o “actitudes hacia” sino “teorías o
ramas del conocimiento” con derechos propios para el descubrimiento y
la organización de la realidad. Sistemas de valores, ideas y prácticas con
una función doble: primero, establecer un orden que permita a los
individuos orientarse en su mundo material y social y dominarlo;
segundo, posibilitar la comunicación entre los miembros de una
comunidad proporcionándoles un código para el intercambio social y un
código para nombrar y clasificar sin ambigüedades los diversos aspectos
de su mundo y de su historia individual y grupal. (Farr, 1983 p. 655)

María Auxiliadora Banchs es otra de las investigadoras que ha trabajado sobre


esta temática y apuntado con respecto a las representaciones sociales su
propia definición, en la que remarca el doble carácter de éstas como contenido
y como proceso: en tanto que una particular forma de conocimiento y también
una estrategia de adquisición y comunicación del mismo conocimiento. Por lo
tanto, son una forma de reconstrucción mental de la realidad generada en el
intercambio de informaciones entre sujetos. Aprovechando estos indicadores,
Banchs (1984) elabora una interpretación de la idea de representación social,
mostrándola como una forma del conocimiento de sentido común que
caracteriza a las sociedades modernas “bombardeadas” de manera constante
por la información que los medios de comunicación divulgan. Siguen, por tanto,
una lógica propia que es diferente, pero no inferior, a la lógica científica y que
encuentran su expresión en un lenguaje cotidiano propio de cada grupo social.

Es posible encontrar otras exposiciones acerca de lo que son las


representaciones sociales en autores como Di Giacomo (1987) quien resalta su
papel práctico en la regulación de los comportamientos intra e intergrupales; y
Páez (1987) quien las observa como una expresión del pensamiento natural,
no formalizado ni institucionalizado. En Acosta y Uribe (s.f.), se alude a la doble
modalidad de la representación social. Por un lado como modo de
conocimiento, es decir, como actividad de reproducción de las características
de un objeto; de su reconstrucción mental. Por el otro como una forma de
pensamiento social que estructura la comunicación y las conductas de los
miembros de un grupo.
Finalmente, el propio Darío Páez ofrece una caracterización de las

55
representaciones sociales en un esquema sintético que habla de las funciones
que cumplen como forma de pensamiento natural. Cuatro son las
características esenciales:

1) Privilegiar, seleccionar y retener algunos hechos relevantes del discurso


ideológico concernientes a la relación sujeto en interacción, o sea
descontextualizar algunos rasgos de este discurso.

2) Descomponer este conjunto de rasgos en categorías simples naturalizando y


objetivando los conceptos del discurso ideológico referente al sujeto en grupo.

3) Construir un `mini-modelo' o teoría implícita, explicativa y evaluativa del


entorno a partir del discurso ideológico que impregna al sujeto.

4) El proceso reconstruye y reproduce la realidad otorgándole un sentido y


procura una guía operacional para la vida social, para la resolución de los
problemas y conflictos. (Páez, 1987 pp. 316- 317)

1. Condiciones de emergencia de una representación social Según


Moscovici,

Las representaciones sociales emergen determinadas por las condiciones


en que son pensadas y constituidas, teniendo como denominador el
hecho de surgir en momentos de crisis y conflictos.

De manera convergente, Tajfel propone que las representaciones sociales


requieren responder a tres necesidades: a) clasificar y comprender
acontecimientos complejos y dolorosos; b) justificar acciones planeadas
o cometidas contra otros grupos; y c) para diferenciar un grupo respecto
de los demás existentes, en momentos en que pareciera desvanecerse
esa distinción.

En suma, causalidad, justificación y diferenciación social. (cfr. Páez, 1987 p.


300) A raíz de las comprobaciones hechas en su investigación, Moscovici
infiere tres condiciones de emergencia: la dispersión de la información, la
focalización del sujeto individual y colectivo y la presión a la inferencia del
objeto socialmente definido. a) Dispersión de la información.

Según Moscovici, la información que se tiene nunca es suficiente y por lo


regular está desorganizada:

Los datos de que disponen la mayor parte de las personas para responder a
una pregunta, para formar una idea a propósito de un objeto preciso, son
generalmente, a la vez, insuficientes y superabundantes (Moscovici, 1979 pp.
176-177) Por su parte, la diversidad de autores que han trabajado en esta
teoría, interpretan la noción de variadas formas aunque predomina el hecho de
que se considera que hay desniveles en cantidad y calidad de la información al

56
interior de un grupo, y parcialidad y desfase en relación con lo requerido para
constituir el fundamento sólido del conocimiento. Es decir, nunca se posee toda
la información necesaria o existente acerca de un objeto social que resulte
relevante. Moscovici (1979) concluye afirmando que la multiplicidad y
desigualdad cualitativa entre las fuentes de información con relación a la
cantidad de campos de interés, vuelven precarios los vínculos entre los juicios
y, por ende, compleja la tarea de buscar todas las informaciones y
relacionarlas. b) Focalización. Una persona o una colectividad -dice Moscovici
(1979)- se focalizan porque están implicadas en la interacción social como
hechos que conmueven los juicios o las opiniones. Aparecen como fenómenos
a los que se debe mira detenidamente.

En palabras de otros investigadores como Banchs (1984, 1990) y Herzlich


(1979), la focalización es señalada en términos de implicación o atractivo social
de acuerdo a los intereses particulares que se mueven dentro del individuo
inscrito en los grupos de pertenencia. La focalización será diversa y casi
siempre excluyente. c) Presión a la inferencia. Socialmente se da una presión
que reclama opiniones, posturas y acciones acerca de los hechos que están
focalizados por el interés público:

En la vida corriente, las circunstancias y las relaciones sociales exigen del


individuo o del grupo social que sean capaces, en todo momento, de estar en
situación de responder. (Moscovici, 1979 p. 178) Para Banchs (1984) las
exigencias grupales para el conocimiento de determinado evento u objeto se
incrementan a medida que su relevancia crezca. El propósito crucial es no
quedar excluido del ámbito de las conversaciones sino poder realizar
inferencias rápidas, opiniones al respecto y un discurso más o menos
desarrollado. Citando a Moscovici, Claudine Herzlich (1979) anota que las
exigencias sobre el individuo o grupo social que las circunstancias y las
relaciones sociales imponen, provocan una actuación, una estimación o una
comunicación. "Las informaciones deben llegar a ser, sin dilación, fundamento
de conducta, instrumento de orientación" (p. 397).

Según María Auxiliadora Banchs (1990), la presión a la inferencia quiere


describir un hecho significativo en la dinámica colectiva que alude al hecho de
que frecuentemente existe la obligación de emitir opiniones, sacar conclusiones
o fijar posiciones respecto a temas controversiales, considerados de actualidad
en los círculos sociales de pertenencia. Estas tres condiciones de emergencia -
dispersión de la información, grado de focalización y presión a la inferencia-
constituyen el pivote que permite la aparición del proceso de formación de una
representación social y, en mayor o menor grado, al conjuntarse hacen posible
la génesis del esquema de la representación.

El común denominador de esta relación sería la traducción de la disparidad de


posiciones frente a un objeto significativo en términos sociales y recuperado de

57
un contexto dinámico, cambiante y conflictivo. Con el movimiento de tales
condiciones de emergencia quedaría determinada tanto la naturaleza de la
organización cognoscitiva de la representación, es decir, su estructuración
como esquema cognoscitivo; así como su misma existencia y grado de
estructuración.

Las representaciones sociales definidas por Moscovici como "universos de


opinión", pueden ser analizadas con fines didácticos y empíricos en tres
dimensiones: la información, el campo de representación y la actitud.

a) La información. Es la organización o suma de conocimientos con que cuenta


un grupo acerca de un acontecimiento, hecho o fenómeno de naturaleza social.
Conocimientos que muestran particularidades en cuanto a cantidad y a calidad
de los mismos; carácter estereotipado o difundido sin soporte explícito;
trivialidad u originalidad en su caso: Dimensión o concepto, se relaciona con la
organización de los conocimientos que posee un grupo respecto a un objeto
social. (Moscovici, 1979 p. 45) Por lo tanto, esta dimensión conduce
necesariamente a la riqueza de datos o explicaciones que sobre la realidad se
forman los individuos en sus relaciones cotidianas.

b) El campo de representación. Expresa la organización del contenido de la


representación en forma jerarquizada, variando de grupo a grupo e inclusive al
interior del mismo grupo. Permite visualizar el carácter del contenido, las
propiedades cualitativa o imaginativas, en un campo que integra informaciones
en un nuevo nivel de organización en relación a sus fuentes inmediatas:

Nos remite a la idea de imagen, de modelo social, al contenido concreto y


limitado de las proposiciones que se refieren a un aspecto preciso del objeto de
representación. (ibid., 1979 p. 46) Banchs (1984) hace suya la definición de
Moscovici aunque agrega que "debe analizarse en función de la totalidad del
discurso sobre un objeto y no sólo en un párrafo o en una frase" (p. 9). Enfatiza
así el carácter global del campo de representación y la dificultad metodológica
para abarcarlo (problema siempre presente en las investigaciones que hemos
analizado y que dicen utilizar este modelo teórico). Además, según Herzlich
(1979), deben considerarse los factores ideológicos en la estructuración del
campo de representación.

c) La actitud. Es la dimensión que significa la orientación favorable o


desfavorable en relación con el objeto de la representación social. Se puede
considerar, por lo tanto, como el componente más aparente, fáctico y
conductual de la representación, y como la dimensión que suele resultar más
generosamente estudiada por su implicación comportamental y de motivación.

Si bien esta clasificación no sustenta ninguna jerarquía o prioridad, el propio


Moscovici lanza la hipótesis de su cronología que, al verse en conjunto,
completa la estructura de la representación en términos de contenido y de

58
sentido. Señala Moscovici: Se deduce que la actitud es la más frecuente de las
tres dimensiones y, quizá, primera desde el punto de vista genético. En
consecuencia, es razonable concluir que nos informamos y nos representamos
una cosa únicamente después de haber tomado posición y en función de la
posición tomada. (Moscovici, 1979 p. 49)

Si la actitud significa una especie de componente motivacional afectivo en la


conformación de una representación social, resulta pertinente la observación
de Herzlich (1979) respecto a hacer estudios comparativos sobre la fisura o
diferencia de los grupos en función de sus representaciones sociales, ya que
éstas contribuyen a definir con cierta precisión tanto a los grupos como a sus
tendencias. La investigación de Moscovici buscaba estudiar el proceso de
penetración de una ciencia -el psicoanálisis- en la sociedad francesa de los
años cincuenta.

Pudo distinguir dos procesos básicos que explican cómo lo social transforma
un conocimiento en representación colectiva y cómo ésta misma modifica lo
social: la objetivación y el anclaje. Estos conceptos se refieren a la elaboración
y al funcionamiento de una representación social mostrando la
interdependencia entre lo psicológico y los condicionantes sociales, así como
su difícil esclarecimiento en términos exhaustivos.

Sin embargo, Moscovici esboza este proceso evitando en lo posible su


inapropiada descomposición o la simplicidad. Con esta advertencia, puede
esquematizarse en los siguientes trazos.

a) Objetivación: selección y descontextualización de los elementos, formación


del núcleo figurativo y naturalización. El proceso de objetivación va desde la
selección y descontextualización de los elementos hasta formar un núcleo
figurativo que se naturaliza enseguida. Es decir, lo abstracto como suma de
elementos descontextualizados debe tornarse una imagen más o menos
consistente en la que los aspectos metafóricos ayuden a identificarla con mayor
nitidez. Se constituye así un edificio teórico esquematizado. La objetivación
lleva a hacer real un esquema conceptual, a duplicar una imagen con una
contrapartida material. El resultado, en primer lugar, tiene una instancia
cognoscitiva: la provisión de índices y de significantes que una persona recibe,
emite y toma en el ciclo de las infracomunicaciones, puede ser
superabundante. Para reducir la separación entre la masa de las palabras que
circulan y los objetos que las acompañan (...) los `signos lingüísticos' se
enganchan a estructuras materiales' (se trata de acoplar la palabra a la cosa).
(Moscovici, 1979 p. 75) El modelo figurativo o esquema que resulta, cumple
muchas funciones: a) constituye punto común o mediador entre la teoría
científica inicial y su representación social; b) aquí se realiza el cambio de lo
que en la teoría es exposición general, abstracta e indirecta de una serie de
enómenos, en una traducción inmediata y funcional de la realidad que sirve al

59
hombre común y corriente; c) el modelo asocia diversos elementos en un foco
explicativo con una dinámica propia y suficiente; y d) permite a la
representación social convertirse en un marco cognoscitivo estable y orientar
tanto las percepciones o los juicios sobre el comportamiento, como las
relaciones interindividuales. En un primer momento, la concepción científica se
confronta con el sistema de valores sociales resultando una elección de entre
sus elementos. La naturalización otorga a la representación social el carácter
de evidencia válida: se convierte en una "teoría profana" autónoma que sirve
para categorizar las personas y sus comportamientos. Moscovici concluye con
su análisis de la objetivación apuntando hacia la realización del objeto de
representación en sus nexos con los valores, la ideología y los parámetros de
la realidad social. La actividad discriminativa y estructurante que se va dando
por medio de la objetivación, se explica precisamente por sus tintes normativos:
la representación social adquiere una armazón de valores. En estas
combinaciones incipientes de experiencias y estructuras simbólicas puede
percibirse un realismo semejante al de los niños que dibujan no sólo lo que ven
de un objeto, sino también lo que saben de él. La imagen es objetivada junto
con una carga de afectos, valores y condiciones de naturalidad. Los conceptos
así naturalizados se transforman en auténticas categorías del lenguaje y del
entendimiento. Como puede apreciarse, Moscovici (1979) presenta un análisis
complejo y sistemático del proceso de objetivación que, en muchos casos,
parece denso pero que se explica por esa preocupación constante para no
desarticular inapropiadamente un fenómeno global que no sigue una secuencia
rígida ni causal. De igual manera, tanto Jodelet (1984), como Herzlich (1979) y
Banchs (1984), señalan que la importancia de un proceso como el de la
objetivación reside en que pone a disposición del público una imagen o
esquema concreto, a partir de un ente abstracto o poco tangible como lo es una
teoría o concepción científica. Para concluir con la objetivación de una
representación social, conviene recordar que todas las definiciones intentan
explicar el paso de un conocimiento científico al dominio público (el
psicoanálisis, en la investigación de Moscovici), y que el segundo proceso de
formación de una representación social -el anclaje- se liga al primero en forma
natural y dinámica.

b) Anclaje. Con el anclaje la representación social se liga con el marco de


referencia de la colectividad y es un instrumento útil para interpretar la realidad
y actuar sobre ella. Designa la inserción de una ciencia en la jerarquía de los
valores y entre las operaciones realizadas por la sociedad. En otros términos, a
través del proceso de anclaje, la sociedad cambia el objeto social por un
instrumento del cual puede disponer, y este objeto se coloca en una escala de
preferencia en las relaciones sociales existentes. (Moscovici, 1979 p. 121)

60
Al insertarse el esquema objetivado dentro de una red de significaciones, la
representación social adquiere una funcionalidad reguladora de la interacción
grupal, una relación global con los demás conocimientos del universo simbólico
popular. Las figuras del núcleo de la representación son teñidas de significados
que permiten utilizar a la representación como un sistema interpretativo que
guía la conducta colectiva.

Además, el anclaje implica la integración cognitiva del objeto de


representación dentro del sistema preexistente del pensamiento y sus
respectivas transformaciones. Se trata, en suma, de su inserción orgánica
dentro de un pensamiento constituido. Señala Denise Jodelet (1984), que el
anclaje genera conclusiones rápidas sobre la conformidad y la desviación de la
nueva información con respecto al modelo existente y proporciona marcos
ideológicamente constituidos para integrar la representación y sus funciones.
De manera sintética, Moscovici (1979) aclara ambos procesos argumentando
que la objetivación traslada la ciencia al dominio del ser y que el anclaje la
delimita en el de el hacer (p. 121); así como la objetivación presenta cómo los
elementos de la ciencia se articulan en una realidad social, el anclaje hace
visible la manera en que contribuyen a modelar las relaciones sociales y
también cómo se expresan.

Además de las dimensiones, de la dinámica y de las condiciones de


emergencia de una representación social, existen formas de determinación
social: la central y la lateral. Estas han sido nombradas por Moscovici en
trabajos posteriores a su estudio sobre el psicoanálisis, e incluidos por sus
epígonos en reflexiones sobre la teoría.

En el caso de Herzlich, encontramos diferenciadas dichas determinaciones que


buscan responder a la pregunta que se hace respecto a la forma en que la
estructura social determina los aspectos de una representación. Comenta
Herzlich (1979) que también Moscovici propone distinguir a la determinación
social central que regularía el surgimiento de la representación y su contenido,
de la determinación social lateral, menos directa y dirigida hacia aspectos
propiamente cognoscitivos y expresivos. Agrega que debe entenderse por un
lado la determinación que produce la totalidad de las circunstancias y por el
otro una orientación más psicológica, combinación de experiencias y factores
motivacionales. Se expresa así la manera como el individuo toma conciencia y
responde socialmente.

Banchs (1984) conceptualiza a sendas determinaciones puntualizando que la


influencia de las condiciones socioeconómicas e históricas de una sociedad
aluden a la determinación social central; mientras que la huella del individuo, su
aporte como sujeto de una colectividad se traduce en la determinación social
lateral. La importancia de la distinción estriba en que permite clarificar los
61
papeles que tanto la sociedad como el individuo juegan en la construcción de
las representaciones sociales. Como la misma Banchs expone: La
determinación lateral cobra importancia en la medida en que aumenta el grado
de democracia y de movilidad dentro de una sociedad; mientras que la
determinación central adquiere mayor relevancia en la medida en que aumenta
el grado de totalitarismo e inmovilidad dentro de una sociedad. En su
investigación sobre la penetración del psicoanálisis en la sociedad francesa,
Serge Moscovici utilizó algunos procedimientos metodológicos que consideraba
convenientes para su objeto de estudio. Empleó cuestionarios estructurados y
semiestructurados aplicados en distintas muestras de la población así como un
minucioso análisis de contenido de todos los artículos relacionados con el
psicoanálisis aparecidos en periódicos, revistas y diarios entre el 11 de enero
de 1952 y el 11 de marzo de 1953. Los resultados fueron publicados en el libro
La Psychanalyse, son image et son public, el año de 1961.

Cabe aclarar que Moscovici no recomendó ningún método en particular sino


que sugirió la utilización de las técnicas que abarcaran las dimensiones que
constituyen una representación social. Dice Moscovici : Los sondeos no son un
medio adecuado para evaluar el impacto de la ciencia en la opinión pública (...)
Para comprender el impacto de la difusión de los conocimientos científicos y
tecnológicos, y los trastornos que esto produce a niveles lingüísticos,
intelectuales, culturales, simbólicos, se requieren otros métodos que los
empleados normalmente y otros enfoques teóricos. (Moscovici, 1963, citado en
Farr, 1986 p. 505)

Usar entrevistas abiertas o en profundidad, la observación participante de


tendencias etnológicas o el análisis minucioso del lenguaje de los individuos,
son algunas de las técnicas para la recolección y el análisis de la información
que permiten develar las contradicciones que ocultan a la ideología.

De igual manera, las preguntas proyectivas de frases incompletas le han


permitido a Banchs el estudio de las contradicciones internas en los
entrevistados. En su estudio sobre las representaciones sociales como una
alternativa teórica para la Psicología social en Latinoamérica, María Auxiliadora
Banchs (s.f.) reseña en forma breve tres técnicas de análisis que han sido
utilizadas: análisis de procedencia de la información, análisis de los actos
ilocutorios y análisis gráfico de los significantes.

Con la advertencia respecto a la existencia de otras muchas técnicas de


análisis empleadas en el tratamiento de las representaciones sociales, las
describimos siguiendo muy de cerca a Banchs. Análisis de procedencia de la
información (Jodelet)- La autora ideó esta técnica para analizar
independientemente del contenido temático, las fuentes de información de las
cuales el sujeto obtenía sus datos.

62
Al estudiar la representación social del cuerpo humano (1976), encontró cuatro
fuentes globales de procedencia de la información extendidas desde lo más
personal hasta lo más impersonal: la vivencia del propio sujeto, lo que piensa el
sujeto sobre sí, lo adquirido a través de la comunicación social y la observación
(refranes y creencias populares), y los conocimientos adquiridos a través de los
medios más bien formales como estudios, lecturas, profesión.

Distinguir entre un contenido y una fuente de procedencia de información


requiere de un criterio establecido y presenta un alto grado de dificultad. Sin
embargo, es una técnica muy valiosa porque al reflejar la distancia que el
sujeto toma frente al objeto de conocimiento permite discriminar el grado de
implicación personal y el arraigo social de dicho conocimiento.

Análisis de los actos ilocutorios (Flahault)- Es una técnica que analiza los
diálogos recogidos en textos, medios de comunicación o en observaciones. Se
buscan detectar los actos explícitos como órdenes o peticiones que definen la
relación existente entre los interlocutores, así como los actos implícitos que
claramente señalan las posiciones respectivas entre los interlocutores. Se
analizan las relaciones de poder, las reglas explícitas e implícitas, la dureza
actitudinal de la representación social. De alguna manera se establece una
fotografía de los actos de poder, sugestión o intercambio a través del lenguaje
y, sobre todo, de sus usos.

Análisis gráfico de los significantes (Friedman)- Los materiales grabados son


transcritos y enumeradas las unidades de significación (en general, sujeto y
predicado) de acuerdo con su orden de aparición en el discurso y se identifican
las palabras que más se repiten. Por último, se reproducen gráficamente cono
en un sociograma todas las palabras señalando por medio de flechas la
relación que tenían en el discurso original. Se trata de conseguir la forma
gráfica más ilustrativa de las relaciones entre las palabras: núcleos de
pensamiento equivalentes a lo que Moscovici llama el núcleo figurativo. Debido
a su laboriosidad es un método recomendado en investigaciones con un
número reducido de sujetos de prueba. Su ventaja está en que no fragmenta el
discurso y, como señala Banchs, el uso de categorías lógicas sigue teniendo la
ventaja de hacer surgir los núcleos de estructuración de las representaciones
del propio discurso de los sujetos, sin la mediación del investigador. Aunque el
estilo de este trabajo se basa en la exposición que hacen distintos autores,
quisiéramos señalar, sin mayores intenciones polémicas, que vemos dicha
afirmación con gran reserva y escepticismo. De igual manera, Tomás Ibáñez
(1988) ha descrito una de las intervenciones metodológicas más
frecuentemente usadas en la investigación de las representaciones sociales:

Análisis de correspondencias (Di Giacomo) Se trata de un análisis


multidimensional de tipo factorial que presenta un alcance eminentemente
descriptivo. Basándose en el diferencial semántico, se selecciona una serie de

63
palabras-estímulo que aluden al objeto social a indagar. Se pide a una muestra
de sujetos que efectúe una asociación libre a partir de cada palabra hasta
desembocar en una especie de "diccionario de asociaciones" o algo parecido a
los "campos semánticos" (en realidad se trata, según Ibáñez, de "campos
lexicales"). Estos datos ayudan a la construcción de la dimensión información
de la representación. Lo siguiente consiste en recurrir al análisis de
correspondencias para establecer el grado de similitud que existe entre los
diversos campos semánticos y así generar unas representaciones gráficas en
donde es posible visualizar el grado de solapamiento o de independencia entre
los campos, según sea la zona gráfica de aglutinamiento. Lo conveniente,
como en cualquiera de las vías metodológicas, es complementarla con otros
métodos que permitan una perspectiva dinámica y no sólo una fotografía de la
representación o una mera tipología. Por su parte, Di Giacomo (1987) hace
consideraciones sobre el problema de la metodología y lo que a su juicio debe
orientar los estudios: los procesos antes que los contenidos en sí. Además,
señala tres criterios para identificar a una representación social: que esté
estructurada, que comparta elementos emocionales con el nuevo elemento que
la reactiva y que el conjunto de opiniones esté unido a comportamientos
específicos. En consecuencia, Di Giacomo extrae algunas conclusiones
metodológicas: 1) no se puede prejuzgar sobre la extensión posible del campo
figurativo del objeto; 2) las representaciones mismas son las que guían para
reconocer a grupos ideológicos diferentes o antagónicos; 3) debe disponerse
de métodos que hagan visible la estructura de opiniones en un sistema más o
menos definido; 4) toda investigación acerca de las representaciones sociales
debe contar con criterios establecidos relativos a la existencia y consistencia de
la representación, con el fin de poder enmarcarla y analizarla; y 5) deben existir
criterios mínimos: la relación de los aspectos emotivos y actitudinales y la
capacidad del modelo para integrar nuevos elementos (carácter modélico), y la
relación entre los comportamientos (carácter funcional).

En otro sentido de análisis, Jodelet (1984) señala que a medida que fue
precisándose como teoría, en las representaciones sociales se han delimitado
campos de investigación con ópticas diferentes. El énfasis en cada una de ellas
está en la manera de formular cómo se elabora la construcción psicológica y
social de la representación. La primera perspectiva, se limita a la actividad
cognitiva con la que el sujeto construye su representación. En la segunda
óptica, se considera que el sujeto es un "productor de sentido", por lo que se
acentúan los aspectos significantes de la actividad representativa. El tercer
enfoque trata a la representación como una forma de discurso y obtiene sus
características de la práctica discursiva de sujetos en la sociedad. La cuarta
visión, considera la práctica social del sujeto en tanto que derivada de las
ideologías o posiciones relacionadas con el lugar que ocupa en la sociedad.

64
Para la quinta corriente, es el juego de las relaciones intergrupales el que
determina la dinámica de las representaciones. En la sexta perspectiva, más
sociologizante, convierte al sujeto en portador de determinaciones sociales y de
visiones estructuradas por las ideologías dominantes (cfr. Jodelet, 1984 pp.
479-480).

Estas visiones suelen coincidir y plantearse idénticos problemas, aunque con


matices, de tal suerte que abordan la doble cuestión que se halla en la base de
la teoría: cómo lo social interviene en la elaboración psicológica de la
representación social y cómo influye ésta construcción psicológica en lo social.
La misma Jodelet, hace la distinción y ubicación de los distintos investigadores
de la teoría y encuentra sectores clave de aplicación, en la comunicación
social, la difusión y asimilación de conocimientos, en el campo educativo, en la
genética de las representaciones, la formación de distintas concepciones sobre
la realidad dentro de un grupo, entre otras. En cualquier caso, no debiera
olvidarse que las directrices metodológicas marchan de la mano de los objetos
estudiados y de las creencias asumidas por los mismos investigadores.

Conviene mantener en un punto de discusión algunas de las críticas que se


han hecho al modelo de las representaciones sociales y que según Ibáñez
(1988) a veces son escamoteadas: la función mistificadora del concepto de
representación social, las falacias conceptuales del modelo de las
representaciones y la inadecuación metodológica. Finalmente, para ilustrar la
amplia gama de investigaciones sobre las representaciones sociales, se anotan
algunos de los temas que tenemos conocimiento de que han sido abordados: la
salud y la enfermedad (Herzlich, 1969 Y 1973); el cuerpo humano y la
enfermedad mental (Jodelet, 1983); la infancia (Chombart de Lauwe, 1971 y
1978); contacto con la cultura francesa de estudiantes venezolanos (Banchs,
1982); la deuda externa (Dobles y otros, s.f.c.). Como tesis de grado: la locura
(Duarte y Rodríguez, 1983); la depresión (Espinoza y Topetta, 1983); el
feminismo (Espina y Patiño, 1984); la maternidad (Lomely, 1984); los valores
transmitidos por los medios masivos de comunicación (Gómez y Chacón,
1984); el cuerpo de los alumnos visto por las maestras (Gutiérrez y Salazar,
1984); la Psicología social (Banchs, 1984 y 1985) el cuerpo (Miguez y Villegas,
1984); el rol de la mujer (Gómez y Velazco, 1984); la pareja (Valencia, 1995).
Asimismo, se tiene conocimiento acerca de investigadores que trabajan en
temas diversos tanto de las representaciones sociales como sobre conducta
moral, construccionismo social, Psicología colectiva y conocimiento cotidiano,
quienes integran la Social Representations Comunication Network, con sede en
el Institut für Psychologie de la Universität Linz en Austria.

1. La hipótesis de la polifasia cognitiva


65
Moscovici encuentra en la base de la forma de pensamiento que estudia en su
investigación, dos principios que correlaciona con aspectos de la
representación social: la analogía y la compensación.

a) la analogía, corresponde a la agrupación de nociones en una misma


categoría, a la génesis de un nuevo contenido; b) la compensación, se
refiere a la organización de las relaciones entre los juicios.

La analogía contribuye a fundar las características representadas del objeto, es


decir, se centra en el objeto; y la compensación edifica las significaciones y
enlaces que le corresponden, esto es, con el marco de referencia que controla
y guía el razonamiento. Asimismo, Moscovici se topa con interesantes aspectos
en la génesis del sentido común y su utilización como guía de conducta social.
Señala tres observaciones que le hicieron detenerse con el fin de sugerir
algunas propuestas útiles para una Psicología social del conocimiento: la
primera, es la similitud entre la forma de pensamiento descrita en su libro y la
que caracteriza a la inteligencia concreta; la segunda, es el parentesco que une
a la analogía y la compensación con el sincretismo infantil; y la tercera
observación es la de que coexisten en el individuo varios modos de
pensamiento.

Para Moscovici, en la Psicología genética existe un estrecho paralelismo entre


socialización y sucesión cronológica. Entonces, es posible hablar de escalas de
socialización y de estructuras intelectuales superiores a otras puesto que
puede definirse lo que se entiende por socialización. Sin embargo, cuando se
analizan situaciones globales, los criterios muestran su insuficiencia y la
Psicología social no tiene posibilidad de recurrir a un paralelismo análogo al de
la Psicología genética.

En consecuencia, Moscovici observa un fenómeno que la Psicología genética


de Piaget no explica con suficiencia: Una vez que ha dominado el universo
físico e ideológico, el niño, el adolescente, están muy lejos de llegar a un
empleo general de su instrumento intelectual. Por otra parte, la sociedad no se
lo pide. La capacidad de hacerlo no está asegurada (...) la coexistencia de
diversos sistemas cognitivos se convierte más en la regla que en la excepción
(Moscovici, 1979 p. 201). Los mismos individuos o grupos, son capaces de
emplear lógicas variables de acuerdo a los distintos dominios de su actividad.
Registros lógicos que dependen, según dice Moscovici, del grado de dominio y
profundidad del medio ambiente objetivo, de la naturaleza de las
comunicaciones, las acciones y resultados buscados y de la interacción entre
colectividad y medio social físico. Visto de manera global, se puede estimar la
coexistencia de modos distintos del conocimiento que corresponden a
relaciones definidas del hombre y de su medio: un estado de polifasia cognitiva.
Al entender que génesis y evolución cronológica no deben confundirse,
Moscovici (1979) sugiere dos vías de estudio: la primera, sería la de analizar

66
las correspondencias entre situación social y modalidades de conocimiento; y
la segunda, partiendo de la hipótesis de la polifasia cognitiva, llevaría al estudio
de la transformación de esas modalidades de conocimiento, las relaciones que
se establecen entre ellas y su adaptación. La polifasia cognitiva pareció ser uno
de los hallazgos más estimulantes para Moscovici y sus colaboradores, por lo
que señalaba que convenía ocuparse del tema en algunas de las
investigaciones, hecho que ha sido explorado por la escuela suiza de las
representaciones y la cognición social con Gabriel Mugny y Willem Doise a la
cabeza.

2. La representación social y otros conceptos cognitivos

Uno de los temas en que coincide la mayoría de los estudiosos de las


representaciones sociales es el de la necesidad de clarificarlas y distinguirlas
de otros conceptos cognitivos que suelen ser confundidos o utilizados como
sinónimos en forma inexacta. En primer lugar, conviene enfatizar el aspecto
social en la representación puesto que muestra, de entrada, una diferencia
clave en relación con otros conceptos. Según Jodelet (1984), en las
representaciones sociales interviene lo social de diversas maneras: por el
contexto en el cual se sitúan personas y grupos; por la comunicación que
establecen entre ellas; por las formas de aprehensión que les brinda su bagaje
cultural; por los códigos, valores e ideologías ligados a posiciones o
pertenencias sociales específicas (citada en Banchs, 1984 p. 4).

También la representación social es ubicada como un constructo teórico


intermedio entre lo psicológico y los social. Sin embargo, no es algo
definido y contundente. El propio Moscovici aclara que la representación
no es una mediadora sino un proceso que hace que concepto y
percepción de algún modo sean intercambiables porque se engendran
recíprocamente. Herzlich (1979) comenta que resulta más justo decir que,
elaborándose a un nivel concreto, la representación social se presenta al
individuo como un dato perceptivo. Moscovici claramente señala este carácter
intermedio aparente de la representación social cuando dice que ocupa una
posición intermedia entre el concepto que abstrae el sentido de lo real y la
imagen que reproduce lo real. Las percepciones y los conceptos son productos,
modos de conocer derivados de lo icónico y de lo simbólico respectivamente.
En consecuencia, se expresa esta relación como de interacción social: Es bajo
la forma de representaciones sociales como la interacción social influye sobre
el comportamiento (o el pensamiento) de los individuos implicados en ella, y es
al tratar de poner en práctica sus reglas cuando la sociedad forja las relaciones
que deberá haber entre sus miembros individuales (Moscovici, 1979 p. 69).

La representación social es una teoría natural que integra conceptos cognitivos


distintos como la actitud, la opinión, la imagen, el estereotipo, la creencia, etc.,
de forma que no sea una mera suma de partes o aglomeración acrítica de

67
conceptos. Definidas las representaciones sociales como una forma de
conocimiento de sentido común, estructural y funcionalmente se distinguen de
otras nociones cognitivas. Con la intención de clarificar dichas diferencias, se
muestran las definiciones de cada concepto cognitivo en su limitación,
siguiendo de nueva cuenta a Banchs (1984):

La actitud. Uno de los componentes (junto con la información y el campo de


representación) de toda representación social; es la orientación global positiva
o negativa de una representación. La opinión. Para Moscovici la opinión es una
fórmula a través de la cual el individuo fija su posición frente a objetos sociales
cuyo interés es compartido por el grupo.Los estereotipos. Son categorías de
atributos específicos a un grupo o género que se caracterizan por su rigidez.
Las representaciones sociales, por el contrario, se distinguen por su dinamismo
(aunque tienen una estructura o núcleo figurativo relativamente estable).

La percepción social. El término no se refiere a las características físicas


observables sino a rasgos que la persona le atribuye al blanco de su
percepción. La percepción es descrita como una instancia mediadora entre el
estímulo y el objeto exterior y el concepto que de él nos hacemos. La
representación social no es una intermediaria sino un proceso que hace que
concepto y percepción sean intercambiables puesto que se engendran
recíprocamente.

La imagen. Es el concepto que suele utilizarse más como sinónimo de


representación social. Sin embargo, la representación no es un mero reflejo del
mundo exterior, una huella impresa mecánicamente y anclada en la mente; no
es una reproducción pasiva de un exterior en un interior, concebidos como
radicalmente distintos, tal como podrían hacerlo suponer algunos usos de la
palabra imagen.

De esa diferenciación se desprende que las representaciones sociales se


presentan en varias formas con mayor o menor grado de complejidad.
Imágenes que condensan un conjunto de significados; sistemas de referencia
interpretativa y que dan sentido a lo inesperado; categorías para clasificar
circunstancias, fenómenos, individuos; teorías naturales que explican la
realidad cotidiana. Conocimiento de sentido común o bien pensamiento natural
(por oposición al pensamiento científico), que se construye a partir de
experiencias, informaciones, conocimientos y modelos de pensamiento
recibidos y trasmitidos a través de la tradición, la educación y la comunicación
social: un conocimiento socialmente elaborado y compartido.

Por otro lado, entre quienes se han propuesto analizar la teoría de las
representaciones sociales haciendo distinciones con respecto a la cognición

68
social, está Darío Páez, quien hace una caracterización de las
representaciones sociales a nivel de estilo de presentación de sus contenidos.

Las representaciones sociales muestran:

1) Una especie de formalismo; un empleo sistemático de estereotipos


lingüísticos e intelectuales (clichés, juicios, etc.). 2) La conclusión, ya conocida
y definida normativamente a partir de las relaciones grupales, prima sobre el
resto del razonamiento. 3) Un tipo de causalidad fenoménica simple y mixta
caracteriza también a la representación social a un nivel formal. 4) La base del
funcionamiento cognitivo anteriormente descrito es el razonamiento por
analogía y con economía de medios. 5) A nivel de contenido las
representaciones sociales se caracterizan por ser: una actitud hacia el objeto,
un conjunto de conocimientos sobre este objeto social, y una serie de temas
organizados jerárquicamente en un campo de representaciones sociales. 6)
Por último, el lenguaje de la representación social retoma de los discursos
filosóficos (ideológico y científico) algunas palabras y conceptos. (cfr. Páez,
1987 pp. 303-306).

3. Nuevos rumbos en las investigaciones de Serge Moscovici

En sus investigaciones acerca del psicoanálisis en Francia, Moscovici mostró


interés por el sentido común, su conformación a partir de una ciencia y lo que
se ha denominado pensamiento profano y epistemología popular. Había
contemplado también investigar al marxismo en condiciones similares a como
lo hizo con el psicoanálisis, suponiendo que las teorías económicas y políticas
(como el marxismo) provocaban repercusiones sociales suficientemente ricas
como para merecer la exploración. Trataba de complementar lo que había
realizado con una teoría científica (el psicoanálisis). Según dice Farr (1983), es
hasta los años ochenta cuando Moscovici se planteó nuevamente la idea de
investigar la representación social del marxismo en la Francia contemporánea.
Actualmente y luego del derrumbe del llamado "socialismo real", no se tiene
conocimiento sobre publicación de resultados al respecto. A lo largo de las
últimas décadas, Moscovici ha trabajado en distintas líneas de investigación
con aparente desinterés del tema de las representaciones sociales tal cual las
ideó. Esta situación permitiría cuestionar si el modelo de las representaciones
sociales sigue siendo la punta de lanza de la escuela de Moscovici, cosa que
parece no ser ya tan contundente. Digamos mejor que sus derivaciones van
desde el intento de dar cuerpo a la visión de Gabriel Tarde sobre la Psicología
social como "estudio comparativo de conversaciones", hasta el fenómeno de la
influencia social y la Psicología de las minorías activas. A Moscovici le
interesan -dice Farr (1983)- los mecanismos por los que las ideas y
pensamientos de un individuo llegan a influir sobre el pensamiento de la
mayoría de los demás: la influencia minoritaria. Es decir, la forma en que unos
69
pocos individuos muy creativos llegan a influir sobre la opinión pública e
inclusive a conformarla. Estudios que apuntan hacia lo que es la ideología y el
poder político.

Al respecto Moscovici ha hecho interesantes hallazgos en contraste con las


clásicas afirmaciones de la influencia social, la contaminación y la sugestión a
través de los medios de información. Moscovici habla de una "rebelión de las
minorías" relacionada con la elevación general del nivel de intrucción y con la
importancia de las escuelas; con la consciencia social facilitada por las
comunicaciones y el crecimiento de lo individual o minoritario como reacción a
la masificación social consecuencia de la planeación centralizada y racional.
Señala Serge Moscovici: Hoy en día, las minorías son un componente normal
de la vida social. Los estudiosos deberían mirar el mundo desde el punto de
vista de las minorías y ya no exclusivamente desde el punto de vista de las
mayorías de las masas unitarias, como lo han hecho hasta ahora (Moscovici,
1980 p. 690). Esto significa para Moscovici que la Psicología de las masas
surgida en Europa bajo ciertas condiciones, no puede explicar con precisión los
fenómenos de las minorías que han surgido en las últimas décadas. Moscovici
busca comprender esta influencia de la minoría, distinguiendo varias
condiciones: a) representa una postura desviante o prohibida que es
socialmente conveniente en cierto momento

b) puede provocar un conflicto, aunque la mayoría evite o rechace dicha crisis


de cambio;

c) como la minoría muestra una ausencia de compromiso tácito su negativa a


ceder genera que el conflicto sea resuelto sólo a través de una concesión de la
mayoría;

d) el éxito de la influencia minoritaria se cifra especialmente en estilos de


comportamiento. Se persuade más por el comportamiento y la convicción sobre
un punto de vista, que por el hecho de representar a un gran número de
personas, ser especialista o gozar de prestigio.

La influencia de la minoría desfasa la actitud de las mayorías: quizá se maneje


un mensaje dictado por el consenso, pero las opiniones asociadas al mismo -lo
subjetivo, la intimidad del individuo- serán las más moldeadas por la influencia
de la minoría a través de la comunicación interpersonal y, más precisamente,
de las conversaciones: modalidad de la comunicación social cuya influencia es
igualmente capital pero que no ha recibido, ni de lejos, la misma atención que
los medios de comunicación de masas (cfr. Ibáñez, 1988). A estos rumbos
teóricos que Moscovici ha enfilado después de su estudio sobre las
representaciones sociales, debe incluirse lo que ha visto en perspectiva: la
verdadera reconstitución de una Psicología colectiva entendida como una
Psicología de las masas, de la muchedumbre, del comportamiento colectivo, de
las comunicaciones de masas, de los estilos de comportamiento, de la
70
"conversión", de la "criptomnesia social", entre otros temas; que se dejaron
hace tiempo para la sociología y para la antropología. Paralelamente, preludia
el nacimiento de tendencias psicológicas fuera de la especialidad propiamente
dicha y un "mestizaje metodológico" entre la experiencia y la observación: la
hermenéutica.

4. Representaciones sociales: Ciencia e ideología

Las representaciones sociales aparecen en las sociedades modernas en donde


el conocimiento está continuamente dinamizado por las informaciones que
circulan bastamente y que exigen ser consideradas como guías para la vida
cotidiana.

A diferencia de los mitos, las representaciones sociales no tienen la posibilidad


de asentarse y solidificarse para convertirse en tradiciones ya que los medios
de información de masas exigen el cambio continuo de conocimientos y la
existencia de un receptor típico de nuestro tiempo al que Moscovici llama el
*sabio aficionado o amateur+. Éste, es el aficionado consumidor de ideas
científicas ya formuladas y que convierte en sentido común cuanta información
recibe: como forma desacralizada y vital de conocimiento científico. Además de
distinguirse de la ciencia, el conocimiento de sentido común tiene rasgos que lo
diferencian de la ideología.

Apunta Moscovici: La ciencia se preocupa por controlar la naturaleza o por


decir la verdad sobre ella; (la ideología) se esfuerza más bien por proporcionar
un sistema general de objetivos o por justificar los actos de un grupo humano.
Subsecuentemente reclaman conductas y comunicaciones adecuadas
(Moscovici, 1979 p. 52). Significa entonces que la representación social
contribuye exclusivamente al proceso de formación de conductas y a la
orientación de las comunicaciones. Resolver problemas, dar forma a las
interacciones sociales, proporcionar un patrón de conductas son motivos para
constituir una representación y separarse de lo que es la ciencia y lo que es la
ideología. Por otra parte, la ciencia se liga ideológicamente con el poder de
"quien sabe", y el sentido común es vilipendiado porque significa la
vulgarización y la caída de ese saber. Tal menosprecio se explica por la
desigual valoración de los conocimientos: por un lado la ciencia y por el otro el
sentido común. En efecto, se olvida que así como el conocimiento científico es
incorporado al lenguaje de la vida cotidiana constituyendo una auténtica red de
opiniones, válida para la convivencia social, el conocimiento popular de sentido
común aporta -a la larga, quizá- los sustentos que la ciencia requiere para ser
ideada. Indagando sobre la doble dirección de flujo dada en este proceso,
Moscovici y Hewstone plantean al sentido común como una especie de
conocimiento de menor jerarquía científica (aunque no por ello menos
complejo), y que suele aparecer en dos formas: Primero, en tanto que cuerpo
de conocimientos producido de forma espontánea por los miembros de un

71
grupo, basado en la tradición y el consenso. Siendo un conocimiento de
primera mano, es un terreno donde nace y prospera la ciencia. Segundo, en
tanto que suma de imágenes mentales y de lazos de origen científico,
consumidos y transformados para servir en la vida cotidiana (Moscovici y
Hewstone, 1984 p. 685).

Cuando el sentido común ha sido estructurado en forma tal que el rigor lo


pueda hacer ciencia, se producen desequilibrios y tomas de posición
contradictorias que se traducen en el lenguaje. El mismo vocabulario tiende a
asimilarse al nuevo implicando reemplazo y desmantelamiento simultáneos de
las cadenas lingüísticas existentes. Inversamente, la formación de una
representación social y su generalización entrañan la injerencia de la propia
lengua en la teoría, a manera de una jerga científica que se convierte en una
versión socialmente autorizada de un modo de acceso al saber y a los
fenómenos que son inaccesibles a la colectividad. Mediante lo que Moscovici y
Hewstone (1984) denominan positividad, es decir, la repetición afirmativa de
una información para minimizar sus aspectos negativos y sus particulares
cualidades, se facilita que circulen dentro del grupo las nociones que la
representación social estructura como explicación de lo cotidiano. En este
amplio dominio de la ideología, las representaciones sociales se refieren a
entidades más concretas, aprehensibles cognitiva y comportamentalmente, así
como a unidades de significado en las cuales se cuela mucho de lo ideológico.
Para Darío Páez (1987) las representaciones sociales son la forma
presistematizada o vulgarizada, en el discurso del sentido común, de las
ideologías.

Son un auténtico discurso ideológico no institucionalizado: la ideología es el


discurso social de la legitimación de la hegemonía sustentada en la división del
trabajo y en el lenguaje. Además, la ideología no se concreta a un conjunto de
representaciones, sino que implica una serie de instituciones productoras del
discurso de legitimación y de las prácticas sociales que lo concretizan. De esta
manera, llegamos a la consideración de la ideología y de las representaciones
sociales como aspectos que la Psicología social debe examinar en sus
funciones. Como lo ha señalado Martín-Baró (1983), analizar la acción humana
en cuanto ideológica, es decir, en cuanto determinada por factores sociales
vinculados a los intereses de clase grupal. Acción en la que se pretende que el
sujeto tome conciencia de esos determinismos y pueda asumirlos
(aceptándolos o rechazándolos) mediante una praxis consecuente. Según el
mismo Martín-Baró (1983), resulta significativo constatar que la Psicología
social se ha dispuesto bajo la óptica de la ideología imperante al atender a
procesos como la sumisión, la obediencia y el conformismo, e investigar muy
excepcionalmente sobre la desobediencia, la inconformidad y el cambio social.

Cuando Moscovici complementa su teoría de las representaciones sociales con


sus trabajos acerca de las minorías activas y la influencia social, da dimensión

72
al descubrimiento de la ideología que subyace y domina, al sentido común
como una forma de pensamiento social que puede resultar valiosa para el
análisis, descripción y desmantelamiento de la ideología como discurso de
dominación. En suma, hacer una auténtica Psicología política. Consideramos
que un primer acercamiento sería dado si se valorara el sentido común mismo,
ya que pareciera ser una máscara pública, idea o coartada a la que se aspira o
tras la que se suele esconder. No se trata de quedar en el simple
reconocimiento del sentido común, ni en su elevación a categoría moral de
comunicación popular o "de la gente". Ni se trata tampoco de dibujar las
supuestas imágenes de las representaciones, apelando a una tecnología de
investigación que desprecia el espíritu metodológico que Moscovici estableció y
que la mayoría de sus epígonos conocidos por nosotros parece ignorar o al
menos enfocarlo con el punto ciego de la retina. Lo que sí conviene es
descubrir su trasfondo para detectar las ideologías que lo utilizan como
explicaciones acríticas de la realidad. Tal como lo sugiere Fernández Christlieb
(s.f.), a la sombra del sentido común existe la colectividad efervescente en
privado. Es decir, partiendo de esta hipótesis o creencia puede argumentarse,
junto con Fernández Christlieb, que "la Psicología colectiva debe dedicarse a
romper el sentido común".

73
Psicología Social Modulo 3

Perspectivas socioconstruccionistas en Psicología Social

Gergen, K. (2007). El Construccionismo Social y la Práctica Pedagógica

Las prácticas educativas normalmente están ligadas a una red de supuestos,


es decir, un discurso compartido acerca de la naturaleza de los seres humanos,
sus capacidades y su relación con el mundo y los otros. En el caso de la
educación, tal vez el concepto fundamental es el del conocimiento mismo.

Las creencias acerca del conocimiento, entonces, informan, justifican y


sostienen nuestras prácticas educativas.

Dado este interés por los supuestos fundamentadores, primero deseamos


esbozar dos concepciones centrales del conocimiento preciadas por la tradición
occidental, concepciones que hoy continúan informando a la gran mayoría de
prácticas educativas en las que participamos. Después hemos de delinear una
alternativa a estas visiones, derivada del punto de vista socioconstruccionista.

El conocimiento: tradiciones exogénica y endogénica

A pesar de que hay muchas formas de analizar nuestras tradiciones histó-


ricas, es muy útil señalar dos antiguas y significativas orientaciones hacia el
conocimiento: la exogénica (centrada en el mundo) y la endogénica (centrada
en la mente).

Ambas orientaciones acogen un dualismo mente/mundo, en el cual la


existencia de un mundo externo (típicamente una realidad material) se
contrapone a la existencia de un mundo psicológico (cognitivo, subjetivo,
simbólico).

Desde el punto de vista exogénico, sin embargo, el conocimiento se obtiene


cuando los estados internos del individuo reflejan o representan de manera
precisa (o sirven como espejo de) los estados existentes del mundo exterior.
Para el exogenista, entonces, el mundo es primariamente dado, y la mente
opera mejor cuando lo refleja de manera precisa.

La tradición endogénica es similar a la exogénica en sus fundamentos


dualistas y su énfasis en la neutralidad valorativa. Sin embargo, mientras que la
tradición exogénica trata la cuidadosa observación del mundo como si fuera la
clave para adquirir conocimiento, el endogenista pone el énfasis principal en los

74
poderes de la razón individual. Donde el educador exogénico tiende a centrarse
en el arreglo de los inputs ambientales necesarios para construir una
representación exacta, el educador endogénico pone el énfasis principal en las
capacidades intrínsecas del ser humano para el desarrollo intuitivo, lógico o
conceptual.

En este sentido, el teórico exogénico tiende a ver el mundo externo o material


como algo dado. Por lo general, la orientación exogénica respecto al
conocimiento está centrada en el currículo o la materia de estudio. Desde la
perspectiva exogénica, el estudiante es visto como una tabula rasa sobre la
cual el proceso educativo debe inscribir los rasgos esenciales del mundo. Más
concretamente, la perspectiva favorece un énfasis sobre la observación directa
del estudiante o el enriquecimiento experimental de la experiencia. La visión
exogénica favorece los procedimientos de examen en los cuales el énfasis
principal está puesto en la evaluación de los niveles del conocimiento
individual.

Por contraste, la perspectiva endogénica está centrada en el niño o el


estudiante. El currículo endogénico pone el énfasis primario en las capacidades
racionales del individuo. Lo importante no es tanto la cantidad de información
en la mente de uno sino la forma en que uno delibera acerca de ella. Así, se
puede poner un fuerte énfasis en las matemáticas, la filosofía o los idiomas
extranjeros, todas ellas materias que mejoran las propias capacidades para
pensar. Se favorece la discusión en clase sobre las conferencias, puesto que a
través de la participación activa se potencian más plenamente las habilidades
cognitivas. Se prefieren los exámenes de ensayo y los artículos, en vez de las
pruebas estandarizadas.

Por cierto, han existido intentos por unir ambas tradiciones. La teoría de Piaget
es ejemplar, ya que plantea dos procesos opuestos del desarrollo cognitivo, la
acomodación cognitiva a los objetos del mundo real (tributo a la tradición
exogénica) y la asimilación cognitiva del mundo a las estructuras cognitivas
(sosteniendo la tradición endogénica).

El deceso del conocimiento como Posesión Individual

Desde estas dos perspectivas, los filósofos jamás han podido resolver la
pregunta fundamental de la epistemología: de qué manera adquiere la mente el
conocimiento de un mundo externo a ella. Los filósofos del presente siglo han
abandonado en gran medida la metafísica dualista, en favor del análisis lógico
de proposiciones. Y como lo argumentó Richard Rorty , el problema del
conocimiento como una relación entre la mente y el mundo no puede
resolverse, debido a que está mal concebido desde el principio. Si
comenzamos con una distinción entre lo que está afuera y adentro de la mente

75
del individuo, creamos un problema inherentemente insoluble para determinar
la manera en que la mente registra de forma precisa al mundo.

Tanto la tradición exogénica como la endogénica localizan al conocimiento


dentro de las mentes de los individuos singulares. Es el individuo el que
observa y piensa, y también a quien se reta para adquirir conocimiento. Ver el
conocimiento como posesión de las mentes individuales resulta consistente con
otras proposiciones que sostienen que los individuos son los dueños de sus
propios motivos, emociones o esencias fundamentales. Como lo argumentan
los críticos, dichas creencias no sólo favorecen una disposición narcisista o de
“primero yo” hacia la vida, sino que puede poner a los otros (junto con el
ambiente físico) en un rol secundario o instrumental.

La construcción social del conocimiento

A medida que estos problemas con las visiones tradicionales del conocimiento
se han hecho evidentes, ha habido un creciente interés en los posibles
proyectos sucesores. Es también precisamente en este punto que los diálogos
socioconstruccionistas adquieren su significado contemporáneo. Muchas crí-
ticas posfundacionales se han centrado en devolver a la cultura aquello que se
ha declarado natural, es decir, reemplazar el supuesto de la verdad verificada
mediante la naturaleza por la verdad creada en comunidad. En términos de los
argumentos anteriores, esto es ver al conocimiento no como producto de las
mentes individuales sino de las relaciones comunitarias. O, más en general,
todas las proposiciones con sentido acerca de lo real y de lo bueno tienen sus
orígenes en las relaciones.

Siguiendo a Wittgenstein , no existe un lenguaje privado (un momento anterior


a la relación en el cual el individuo formule un significado); en cambio, el
lenguaje (y otras acciones) gana su inteligibilidad en su uso social, cuando se
coordina con las acciones de los otros. Los individuos aislados no dejan de ser
inteligibles, sin embargo, esto es rastrear la inteligibilidad de sus acciones
privadas a una inmersión que antecede las relaciones. Los individuos pueden
llevar a cabo acciones que tradicionalmente se categorizan como
“pensamiento” o “sentimiento”; sin embargo, estas acciones pueden verse
propiamente como formas relacionales llevadas a cabo en el sitio del individuo.

Habiendo mencionado estos supuestos orientadores, estamos en posición para


explorar varios corolarios significativos:

Indeterminación

La inteligibilidad nunca está completa. Cualquier significado establecido está


abierto a infinitas resignificaciones. No existe un punto en el que el proceso de
generar inteligibilidad se consume. No existe una fijación de las palabras, de tal
manera que pudiéramos garantizar lo que una conferencia o texto llegará a

76
significar, incluso si el estudiante domina los complementos apropiados dentro
de los escenarios locales de la escuela.

Polivocalidad

A medida que los interlocutores entran en nuevas relaciones e intentan crear


una inteligibilidad juntos, se apoyarán en las prácticas anteriores que dan
sentido. Y, puesto que normalmente han sido parte de muchas relaciones,
dispersas a través del tiempo y las circunstancias, traerán al presente un
vocabulario sustancial de palabras y acciones. En efecto, entramos en cada
relación co0mo polivocales: cargamos con nosotros numerosas voces que
hemos apropiado del pasado.

Contextualización

La generación relacional de significado emplea mucho más que las palabras y


acciones de los interlocutores. Su coordinación frecuentemente usará varios
tipos de objetos y tendrá lugar dentro de condiciones materiales específicas.
Metafóricamente, la vida se puede aproximar a una serie de conciertos de jazz
en donde un arreglo continuo de nuevos compañeros y lugares requiere de una
improvisación sin final.

Pragmática

La visión relacional desarrollada aquí no sólo contrasta con la visión tradicional


del lenguaje como expresión externa de un estado interno, sino con el
ampliamente aceptado supuesto de que el lenguaje sirve como “imagen” o
“mapa” exacto de la realidad (“que puede decir la verdad”). En cambio, el
lenguaje funciona principalmente como rasgo constitutivo de las relaciones.
Desde esta perspectiva, también podemos ver la importancia de evaluar las
prácticas educativas en términos de sus implicaciones pragmáticas. ¿En qué
medida varios discursos de la academia están inmersos dentro de (o son
relevantes para) los patrones más amplios de acción cultural?, ¿cuáles son los
potenciales pragmáticos de las formas de vida a las que están expuestos los
estudiantes en sus escuelas? La pragmática es una parte de la lingüística que
estudia el lenguaje en relación con los usuarios y sus circunstancias.

Variedades de construcción

Las ideas construccionistas han tomado muchas formas a lo largo del tiempo y
han sido usadas de varias maneras. Será útil explorar las diferencias entre el
construccionismo social como se lo delineó anteriormente y dos orientaciones
alternativas: constructivismo radical y socioconstructivismo. El constructivismo
radical de Von Glasersfeld está fuertemente influenciado por la teoría
piagetiana y tiene mucho en común con las orientaciones cognitivas de la
educación en general. Sin embargo, a diferencia de los cognitivos (que
irónicamente permanecen atados a una visión empirista de la ciencia), los
77
constructivistas comparten con el socioconstruccionismo fuertes dudas
respecto a la epistemología exogénica y su fuerte énfasis en el conocimiento
como reflejo exacto del mundo. El constructivismo radical suscribe un dualismo
mente/mundo y pone su interés en el proceso cognitivo (endogénico) Según
Von Glasersfeld, “la función de la cognición es adaptativa y sirve a la
organización que el sujeto tiene del mundo experiencial” (p. 83). O de nuevo,
“sin vergüenza alguna el constructivismo radical es instrumentalista... El
concepto de adaptación que se pretende aquí es el concepto biológico básico
en la teoría de la evolución. Se refiere a la adaptación al ambiente...” (p. 87).
Sin embargo, para sostener esta posición se requieren dos reconocimientos. El
primero, que hay un mundo real separado de las experiencias que uno tenga
de él, reiterando así la presunción dualista. Y el segundo, que una versión
endogénica del conocimiento es insuficiente; debe complementarse con una
preocupación exogénica por el mundo real al cual el individuo se adapta. Como
lo plantea Von Glasersfeld: “el significado de las señales, los signos, los
símbolos y el lenguaje no puede ser otra cosa que subjetivos”

En ciertos aspectos, el construccionismo social encuentra un aliado mucho más


cercano en los trabajos que se pueden llamar constructivismo social. Me-
diante el constructivismo social intentamos delinear un cuerpo de trabajo en el
que son centrales los procesos cognitivos y el entorno social. Las
formulaciones vygotskianas y otras teorías de la acción son ejemplares
(Holzman, Kozulin,El constructivismo social también estaría representado en el
trabajo educativo de los psicólogos culturales (Colte, Seeger et al.; Wertsch y
Toma, y está ejemplificado en muchos de los escritos contemporáneos de
Jerome Bruner). El construccionismo social es bastante compatible con estas
indagaciones sobre la importancia dada a la esfera social. En cierto sentido,
ambos miran al conocimiento o a la racionalidad humanos como un producto
de lo social. En ambos casos, las relaciones anteceden al individuo. Y aunque
el rol específico del profesor es diferente, ambos ven la relación entre el
profesor y el estudiante como central para el proceso educativo. Aún
permanece atada a la epistemología dualista y a todos los problemas filosóficos
que de ella hereda. Los enigmas epistemológicos acerca de cómo la realidad
externa y la interna se conectan siguen estando allí. En este sentido, el
constructivista social frecuentemente hará de los procesos mentales, por
oposición a los sociales, el objeto principal de investigación. Los escritos
socioconstruccionistas se centrarán en el discurso, el diálogo, la coordinación,
la construcción conjunta de significado, el posicionamiento discursivo, y
similares. Para el construccionista social, las implicaciones pragmáticas tanto
de la interpretación teórica como de la implementación metodológica son
consideraciones críticas. No obstante, en su interés por el carácter relacional
del proceso de aprendizaje, los construccionistas y constructivistas sociales
son completos aliados.

78
Políticas educativas y la Práctica PedagógIca

El reto sigue siendo explorar las implicaciones de la alternativa construccionista


para las políticas y prácticas educativas. Como se enfatizó en capítulos
anteriores, el construccionismo no proclama ser una filosofía primera, un
fundamento sobre el cual puede erigirse un nuevo mundo. En cambio, la
esperanza es aumentar y expandir los recursos existentes en servicio del
bienestar del planeta. Este punto está estrechamente relacionado con otro: no
existen políticas ni pedagogías que no puedan entenderse a través del lente del
construccionismo social Todas las prácticas tradicionales —para bien o para
mal y con variada eficacia— sirven para construir mundos de lo real y lo bueno.
En este sentido, también encontramos que muchas innovaciones existentes
son compatibles con la inteligibilidad construccionista. Sin embargo, a medida
que sus afinidades se articulan, también podemos localizar nuevos horizontes
de inteligibilidad.

De la jerarquía a la heterarquía:

Una jerarquía de conocimiento se presta al totalitarismo. O, en términos de


Foucault, la diseminación del conocimiento expande las relaciones de poder en
las que el usuario sirve, en últimas, como peón. En un nivel más sutil, el
construccionista encuentra el modelo jerárquico deficiente en su tendencia a
suprimir las condiciones contextuales y pragmáticas que dan al lenguaje
autorizado su relevancia. Desde el punto de vista construccionista, “las
proposiciones informadas” ganan su significado dentro de contextos
particulares de uso y funcionan como formas de coordinar la acción dentro de
estos contextos. Los discursos autorizados reciben el trato de sacrosantos —
los productos de “nuestras mejores mentes”—, tienden a desplazarse a través
de la jerarquía en forma aislada. Es decir, no van de las comunidades de
administradores a los profesores, a los estudiantes, como invitaciones para la
complementación de la conversación. Los receptores pueden aclarar, ordenar y
empacar, pero los discursos autorizados permanecen, con bastante frecuencia,
intactos. Además de los problemas de poder y descontextualización, el
construccionista señala los problemas de los procesos monológicos vs.
dialógicos de creación de sentido. Al receptor de un monólogo —como en el
caso del conocimiento autorizado— se le niega una voz propia. Otros han
argumentado similarmente que el modelo jerárquico “inhabilita” al estudiante.
Jackson ha descrito cómo las relaciones jerárquicas en las escuelas
desaniman la creatividad y la innovación entre los estudiantes. Wood y otros
han extendido este análisis, argumentando que los estudiantes son moldeados
para “tomar su lugar sin pensar en un mundo que opera más allá de su control
y sin interés en sus necesidades” Dados los problemas inherentes del
conocimiento basado en la autoridad, ¿qué alternativas sugiere el
construccionismo? El presente análisis llama a una desacralización del
conocimiento profesional. En vez de asumir que los creadores del conocimiento

79
tradicional proveen la “mejor” o la “última” palabra, démonos cuenta de que
todas las aseveraciones sobre el conocimiento crecen a partir de tradiciones
histórica y culturalmente situadas. Así, más que monólogos que deben
dominarse, podemos pensar en las disciplinas como ofreciendo recursos que
pueden o no ser valiosos, dependiendo de una condición de vida particular. Al
situar el conocimiento de esta manera estamos invitando a un cambio del
monólogo al diálogo, de la jerarquía a la heterarquía. Otros están invitados a
deliberar acerca de la materia de estudio de la educación, su valor y relevancia.
John Dewey una vez sentó fuertes razones para ver la educación como un
suelo de germinación para la democracia. Sin embargo, estas visiones fueron
presentadas en un tiempo en el que generalmente se creía que el conocimiento
real era objetivo y políticamente neutral. Desde una perspectiva
construccionista, todo el conocimiento es perspectivo y está saturado de
valores. En este sentido, los argumentos presentes prestan un fuerte apoyo a
los movimientos actuales hacia la plurivocalidad en la educación, los intentos
de empoderar a aquellos que tradicionalmente han sido excluidos de la
producción del conocimiento. En vez de aceptar las versiones de los expertos
para enseñar y aprender, los profesores entrenados en investigación acción
buscan sus propios datos y abordan las preguntas educativas por sí mismos.
En muchos casos, esto conduce a una utilización del conocimiento más
específica del contexto.

En conclusión, podemos seguir la admonición de Lather de que abandonamos


las pretensiones de un currículo general adecuado al conocimiento universal, y
nos movemos hacia inteligibilidades contextuales específicas que incluyen las
preocupaciones de todas las partes involucradas en la situación educativa
específica.

Más allá de las disciplinas del conocimiento

Es tradicional ver los términos de nuestro lenguaje como ganando su


significado por su conexión con los referentes del mundo real. Tenemos
palabras como “león”, “conejo” o “elefante” porque queremos distinguir tres
distintas especies de animales. Sin embargo, el construccionista abandona
esta imagen del lenguaje, en favor de una concepción basada en el uso, en la
cual el significado de las palabras se rastrea hasta las relaciones activas en las
que cumplen un papel. Así, el significado del término “agresivo” no se deriva de
un dato específico en el mundo, sino de los contextos lingüísticos en los que
las personas lo usan para hacer cosas entre sí (por ejemplo, categorizar la
acción, culpar, preparar una respuesta). En la misma forma, “león” puede
significar cosas bastante diferentes, dependiendo de si uno está hablando de
selvas, estrellas o representaciones teatrales de El rey León. Es este carácter
polisémico de las palabras, su capacidad para ser usadas en múltiples
contextos de las relaciones, el que inyecta flexibilidad al lenguaje y permite la
matización sutil de la acción en cualquier escenario dado.

80
Usher y Edwards lo han dicho: “las disciplinas como cuerpos sistemáticos de
conocimiento también son regímenes regulatorios... a través de los cuales se
ejerce poder”. A medida que los estudiantes confrontan los mayores problemas
de las diversas épocas no se verán restringidos por las pocas herramientas de
una materia restringida de estudio. En cambio, serán libres de deambular a
través de cualesquiera dominios que sean necesarios en términos de sus
objetivos: escudriñar, pedir prestado, desenredar, anexar, combinar, refor-
mular y amalgamar en cualquier forma necesaria para lograr el resultado más
efectivo. Así, los estudiantes pueden trabajar individualmente o en grupos para
resolver problemas complejos y de pasos múltiples, recoger información,
analizar, integrar, interpretar y reportar sus resultados a audiencias reales.
Según los educadores, estas tareas permiten a los estudiantes “construir
significado y estructurar investigaciones” para audiencias particulares. El
énfasis de enseñanza cambia de preparar a los estudiantes para la mera
repetición de discursos reglamentados y estandarizados, al desarrollo de
habilidades para confrontar circunstancias complejas y siempre cambiantes,
por fuera de la esfera educativa. Estos argumentos a favor de “una evaluación
auténtica” —relacionados con las habilidades que, de hecho, se necesitan en el
mundo de modo general— están estrechamente relacionados con un énfasis
sobre el significado en la práctica.

Hacia el significado en la Práctica

Según las versiones tradicionales, la educación funciona para producir


individuos informados, que, ya sea a fuerza de lo que saben y/o de sus
habilidades racionales, están equipados para actuar efectivamente en cualquier
situación que la vida tenga para ofrecer. El profesor habla acerca de la realidad
como si fuera inmóvil, estática, compartimentada y predecible.

Como se anticipó anteriormente, el lenguaje adquiere su valor social y su


significado por la forma en que la gente lo usa en contextos específicos. El reto
del proceso educativo no es, entonces, almacenar datos, teorías y heurística
racional en las mentes de los individuos, sino generar contextos en los cuales
el discurso y la práctica puedan unirse, contextos en los cuales los diálogos se
puedan ligar a las continuas búsquedas prácticas de las personas, las
comunidades o las naciones.

En cambio, el construccionista favorecería prácticas en las cuales el


estudiante trabaje junto a los profesores y otros para decidir sobre
asuntos de importancia, y sobre el tipo de actividades que mejor puedan
dar lugar a una participación significativa.

Por ejemplo, si los estudiantes están interesados en la ecología, la tensión


racial, el aborto, las drogas, la industria de la música rock, las exigencias

81
impuestas por la industria de la moda, las formas de estilo propio, etcétera, ¿es
posible desarrollar proyectos que generen las habilidades requeridas?,
¿pueden interactuar con aquellos involucrados en estos dominios, recolectar
materiales relevantes, leer libros y artículos relacionados, discutir entre sí, y, en
últimas, formular visiones que llamen la atención de los padres, la policía, los
líderes de negocios, los funcionarios gubernamentales, y similares? Para el
construccionista, entonces, los diálogos educativos deberían estar
estrechamente ligados, en lo posible, a las circunstancias de aplicación. Bruner
(ha adelantado la visión de “conocer cómo hacer”. Argumenta que, para este
fin, “sobre la base de lo que hemos aprendido en años recientes acerca del
aprendizaje humano [lo hacemos mejor] cuando es participativo, proactivo,
comunal, colaborativo y dedicado a construir significado, más que cuando lo
recibimos”.

Estamos completamente de acuerdo.


Pero, en otros términos, ¿por qué debería la educación prepararnos para
una existencia comunitaria, en vez de que la existencia comunitaria
determine los contornos de la educación adecuada? En este sentido, el
construccionismo favorece tanto los programas de aprendizaje basados
en la comunidad como los procesos de aprendizaje en la educación.

Hacia una deliberación reflexiva

A medida que las comunidades profesionales se funden alrededor de visiones


de lo real y lo bueno, tienden a aislarse de aquello que se encuentra por fuera
de sus límites.

De manera consistente con el anterior énfasis de moverse en el escenario


educativo desde un monólogo con autoridad hacia un diálogo, se requieren me-
dios para abrir los lenguajes con autoridad a la deliberación reflexiva. Es decir,
los discursos con autoridad deben abrirse a evaluación desde puntos de vista
alternativos, incluidos los respetados y los informales.

Este interés por la deliberación reflexiva adiciona una dimensión a las antiguas
discusiones del “currículo oculto”, un término que se refiere a las creencias y
valores que las escuelas enseñan implícitamente. Como lo sugiere el
argumento del currículo oculto, todas las prácticas discursivas cargan consigo
un rango de valores y prácticas asociados. Así, incorporar un discurso
profesional (y los modos a través de los cuales se enseña) es también absorber
indirectamente sus clasificaciones implícitas de la vida cultural. Las escuelas
producen trabajadores preparados para subordinarse a los juicios de
otros. La mayoría de quienes están preocupados con los efectos del currículo
oculto ha puesto un fuerte énfasis en una pedagogía de la crítica. La reflexión
crítica sirve a funciones emancipadoras. La crítica ciertamente es muy
bienvenida; es a través de este medio que los grupos, de otro modo
marginalizados, adquieren seguridad en sus propias posiciones.
82
Además de las pedagogías de la apreciación y la crítica, entonces, resulta
esencial desarrollar nuevos modos de intercambio creativo, prácticas que
permitan que las amalgamas creativas reemplacen al conflicto y la hostilidad.

Hacia relaciones generativas

Las visiones tradicionales del conocimiento como estando “dentro de las


mentes individuales” favorecen divisiones distintivas entre el profesor y el
estudiante. El profesor “sabe” y los estudiantes son puestos en el lugar de
objetos sobre los cuales se opera: mentes a ser llenadas con contenidos o
racionalidades. Desde el punto de vista construccionista, el individuo no
posee contenidos ni racionalidades, sino que participa en ellos. Las
declaraciones informadas y racionales no son expresiones externas de la
mente interna sino logros relacionales. Lo que aparece como razón, memoria,
motivación, intención, y similares, es el resultado de una acción y negociación
coordinada dentro de una comunidad.

Para el educador construccionista, el principal reto es contribuir a las relaciones


generativas a partir de las cuales el estudiante emerge con un potencial
ampliado para relacionarse efectivamente. El rol del estudiante deja de ser el
de objeto, y pasa a ser un sujeto dentro de relaciones.

Más importante aún, sin embargo, es la pregunta sobre la forma en que


enfocarse en las relaciones puede enriquecer el proceso pedagógico. En vez
de una clase centrada en la materia de estudio o en el niño, ¿cómo se
constituirían los procesos pedagógicos si las relaciones fueran lo
primario? En este contexto, uno aprecia más plenamente las limitaciones de la
conferencia o la presentación monológica del profesor.

Todos los construccionistas localizan el sitio de aprendizaje dentro de la matriz


relacional. Sin embargo, tal vez el resultado más visible del pensamiento
construccionista hasta ahora es el surgimiento del aprendizaje cooperativo o
colaborativo. Como lo ha dicho Kenneth Bruffee, el aprendizaje colaborativo es
un proceso en el cual el intercambio continuo entre estudiantes sirve como el
medio educativo principal. Uno aprende involucrándose, incorporando y
realizando exploraciones críticas, junto a otros. Idealmente, a través del
intercambio social se desarrollan habilidades sociales de articulación y
respuesta, y se abren nuevas posibilidades de construcción del mundo. El
aprendizaje se convierte en un “cambio en nuestras relaciones, constituidas en
el lenguaje con otros”. Sólo estamos comenzando a apreciar los horizontes de
una educación plenamente relacional.

83
Conclusión

A pesar de que frecuentemente resultan polémicos, no hay nada dentro de


estos argumentos que favorezca de modo general el abandono de las prácticas
educativas tradicionales. Todas las prácticas construyen al mundo en su propia
forma, cargan con valores de cierto tipo y se prestan para ciertos futuros a
expensas de otros. Lo que se propone es una alternativa a la epistemología
tradicional, que abre posibilidades para la práctica educativa. Como se propuso
aquí, una visión socioconstruccionista del conocimiento discute fuertemente a
favor de una mayor democracia en la negociación de lo que cuenta en la
práctica educativa, la fundamentación local de los currículos, la ruptura de los
límites disciplinares, el lugar de los discursos disciplinarios en las prácticas
socialmente relevantes, la práctica educativa en problemas sociales y un
cambio en los modos educativos centrados en el sujeto y el niño, hacia una
focalización en las relaciones. Muchos de estos énfasis no son nuevos para los
diálogos sobre la educación. Y, en este sentido, el construccionismo social
presta un fuerte apoyo a ciertas iniciativas existentes. Sin embargo, desde
nuestro punto de vista, aún tenemos que abrir la puerta a la plenitud de
potencialidades de una epistemología construccionista.

84
La construcción social del socioconstruccionismo:
retrospectiva y perspectivas- Ibañez
A lo largo de estos últimos años la orientación socioconstruccionsita se ha
afianzado de manera muy notable en el seno de la psicología social, y esto se
evidencia de múltiples formas.

Valga como botón de muestra el volumen ya considerable alcanzado por las


publicaciones generadas desde esta orientación, o el importante número de
investigadores/as que se reclaman de ella en distintos países. Valga también el
hecho de que nadie, en la disciplina, puede pasar por alto su existencia y que
no haya otra alternativa que la de estudiarla y conocerla, con mayor o menor
detalle, aunque sea para probar que conviene ignorarla. Pero lo más llamativo
es quizás que algunos de sus presupuestos están influyendo, y se van
incorporando aunque sea en dosis en el seno de las demás orientaciones.

Repaso histórico- sus antecedentes se hayan en el fuerte cuestionamiento


interno al que fue sometida la propia disciplina hacia fines de los 60 y 70, en el
periodo de la crisis de la psicología social. Se desarrolló entonces un doble
cuestionamiento de los principales supuestos metodológicos, teóricos y
también prácticos de la disciplina.

La primera vertiente de este doble cuestionamiento, que podríamos calificarlo


como nuncia (representante) de la asunción acrítica de los postulados
positivistas y neo positivistas por parte de la disciplina.

La segunda vertiente, de naturaleza más política se dirigía a la nula implicación


social y a la escasa utilidad práctica de las aportaciones realizadas por la
investigación pisco sociológica.

El cuestionamiento político conectaba muy directamente con el clima


contestatario que se había extendido por numerosos campos universitarios, así
como con una agitación social que encontraba en la juventud a uno de sus
principales protagonistas, y con el inicio de una profunda recomposición de los
movimientos sociales. A principios de los 80, la intensa actividad crítica
desarrollada en los años anteriores desemboque finalmente sobre unas
propuestas mucho más elaboradas que prefiguran ya el construccionismo
social.

Kenneth Gergen en las formulaciones de estas propuestas publica un libro de


un rigor epistemológico y de una densidad filosófica poco habituales en el
ámbito de la psicología social, que testimonia de la seriedad y de la solidez de
la nueva agenda que se estaba elaborando. Bien es cierto que la expresión
construccionismo social aún no se utiliza en ese libro para denominar la
propuesta teórica que en él se presenta, y que será preciso esperar a la

85
publicación 0en 1985 de un sonado artículo “the social construccionist
movement in modern psychology”.

El socioconstruccionismo no habría conseguido consolidarse, ni presentaría las


características que lo definen actualmente si el clima intelectual de fines de los
70 y principios de los 80 no hubiese estado marcado por un conjunto de
aportaciones que, pese a su diversidad, presentaban un inequívoco aire de
familia.

Me estoy refiriendo a Foucault, a los desarrollos del segundo giro lingüístico


protagonista por la escuela de Oxford, por otra parte, pero también al resurgir
del pragmatismo de la mano de Richard Rorty, así como el auge del post
estructuralismo, sin olvidar la constitución del paradigma de la complejidad, ni
tampoco la creciente atención prestada a la discursividad y a los
planteamientos post modernos.

Es decir, en definitiva, a la construcción de un contexto intelectual que permitió


enriquecer considerablemente la segunda teórica inicialmente propuesta por el
construccionismo social, al mismo tiempo que facilitaba su aceptación por parte
de quienes, dentro de la disciplina, se mostraban sensibles a una o varias de
las mencionadas aportaciones contemporáneas.

El acierto consistió en privilegiar la dimensión instituyente del


socioconstruccionismo por encima de su dimensión instituida, o su carácter de
proceso en desarrollo por encima de su carácter de producto más o menos
acabado. Simple diferencia de énfasis, si se quiere, pero diferencia de énfasis,
si se quiere, pero diferencia consonante con los propios supuestos
epistemológicos que nutrían al construccionismo social y que inducía a pensar
esta orientación mediante la metáfora de un archipiélago más o menos
disperso en lugar de recurrir a la metáfora de un macizo continente teórico.

Tras mucho es correcto atribuir al socioconstruccionismo los siguientes


resultados y efectos:

- El haber conseguido alentar una permanente incisiva sensibilidad critica en


relación a los diversos procedimientos de auto legitimación articulados por las
Corrientes tradicionales y dominantes de la psico Social. Cuando esta
sensibilidad crítica se nutre además de un fuerte bagaje de conocimientos
epistemológicos y filosóficos, se torna muy difícil no solamente desembocar
dichos procedimientos sino también argumentar convincentemente la propia
aceptabilidad de los mismos.

- El haber forzado, ensanchándolos considerablemente, los espacios de


legitimación de la propia disciplina, para así dar cabida a metodologías de
investigación a planteamientos teóricos, y a intereses investigadores que no
hace tanto tiempo habrían sido vehementemente descalificados. Gracias en

86
parte al socioconstruccionismo, los grados de libertad de los que se dispone
para producir conocimientos legítimos en psico. Social se han incrementado
notablemente.

- El haber contribuido a tornar más permeables las fronteras disciplinarias,


impulsando flujos de intercambio con la sociología, etc.

- El haber realizado aportaciones substantivas en la investigación de un amplio


conjunto de fenómenos psicosociales, entre los cuales solo mencionare ej: la
identidad, subjetividad, discriminación o las relaciones interpersonales.

- El haber elevado el grado de sensibilidad hacia la dimensión política de las


diversas prácticas, de investigación u otras, que se desarrollan en y desde la
propia psico. Social. º

- El haber constituido una importante red de soporte de publicaciones


susceptible de acoger los textos que no encajan en los parámetros estándar de
la disciplina.

Una de las principales debilidades del construccionsimo social proviene de


aquello mismo que le ha dado parte de su fuerza y que ha realizado el interés
que presenta. Me estoy refiriendo a su flexibilidad a su carácter abierto y a su
configuración como un movimiento más que como una doctrina teórica dotada
de una fuerte coherencia interna. En efecto, la capacidad que ha tenido, para
acoger en su seno formulaciones y planteamientos tan diversos, ha generado
varios efectos problemáticos. Primero el adquirir poco a poco cierta apariencia
de cajón de sastre, donde casi todo tiene cabida.

La propia especificidad de las diversas orientaciones que conforman el


socioconstruccionismo genera unas tensiones entre ellas que cuestionan la
cohabitación en un mismo marco teórico y amenazan con hacerlo estallar en
islotes inconexos.

Otra debilidad de aquello mismo que hizo su fuerza, me refiero a su rápida y


fuerte consolidación en el seno de la disciplina y a su reconocimiento como una
de las corrientes legítimas de la psico. Social.

No faltan argumentos para considerar de forma eminentemente crítica las


actuales limitaciones del socioconstructivismo, la primera se relaciona con el
énfasis que supo poner el construccionismo social sobre la incuestionable
importancia del lenguaje, y sobre la naturaleza discursiva de una entidades y
de unos fenómenos psicológicos que convenía des-naturalizar, desesencializar
y arrancar a la supuesta interioridad del individuo. El problema radica más bien
en que la necesaria atención prestada al ámbito de la discursividad no haya ido
de la mano de un igual interés por el campo, amplísimo, de las prácticas de
carácter no discursivo.

87
Se han dejado de lado los objetos que ejercen sus efectos por medio
esencialmente no lingüísticos tales como con el cuerpo, tecnologías, etc., esta
parcialidad no es grave porque nos haya privado de ciertos conocimientos
sobre objetos interesantes sino porque por decirlo de alguna manera, ha
desequilibrado el socioconstruccionismo haciéndose olvidar la importancia de
las condiciones materiales de existencia. No solo se ha ignorado aquello que
actúa con independencia del discurso, sino que se le ha invisibilizado con todas
las consecuencias que se desprenden de este tipo de operación. La segunda
línea tiene que ver con la incapacidad, las resistencias para extraer las
consecuencias explícitamente políticas de sus propios presupuestos y para
desarrollar una intervención en el plano teórico y en el de las prácticas, que
estuviese en consonancia con el carácter insoportable de las condiciones de
existencia que nuestro modelo de sociedad impone a la inmensa mayoría de
los seres humanos y con la insoslayable urgencia de construir un mundo
distinto.

Ibáñez, T. (2001) La psicología social como dispositivo


desconstruccionista
Según el supuesto ontológico, se ha ido consolidado progresivamente la idea
de que la realidad social no es independiente de las prácticas humanas, y de
que constituye precisamente un resultado de estas prácticas. Este
reconocimiento no deja otra opción más que la de resaltar la insoslayable
dimensión histórica de los fenómenos sociales, con todo lo que ello implica,
todos los fenómenos sociales son producciones históricamente situadas, y por
lo tanto son, por naturaleza, cambiantes con las épocas. La modificación de los
fenómenos sociales resulta inevitable si se piensa que las prácticas humanas
que los constituyen presentan, precisamente, la peculiaridad de ser unos
procesos que crean en el transcurso de su desarrollo las condiciones para su
propia transformación.

El conocimiento que elabora la psicología social sobre sus objetos de estudio


no es un conocimiento que cambia, al igual que los conocimientos de otras
ciencias, únicamente porque se hace más preciso, rico o acertado, sino que es
un conocimiento que también es cambiante porque cambian las características
de los objetos sobre los que versa. Es conveniente por lo tanto, que el
psicólogo social adquiera la mentalidad de un constructor de obras efímeras,
aunque solo sea porque no tiene sentido utilizar los mismos materiales y

88
métodos para realizar una construcción a prueba de los siglos o para realizar
un puente provisional.

Se puede considerar que todo fenómeno social lleva incorporada la memoria


de las relaciones sociales que lo instituyeron como tal y que han visto los
postestructuralistas, entre otros, no se puede dar cuenta satisfactoriamente de
un fenómeno sino se dilucida también su proceso de constitución.

La genealogía de un fenómeno social cambia a medida que se producen


acontecimientos posteriores y por otra parte, nunca se puede acceder a un
conocimiento total de esa genealogía. Las consecuencias, si para conocer un
fenómeno es preciso conocer su genealogía, si esta es cambiante, entonces
también debe ser cambiante el conocimiento del fenómeno, la genealogía de
un fenómeno no es nunca totalmente cognoscible, tampoco lo es el fenómeno,
con lo cual el conocimiento psicosocial es necesariamente incompleto.

Entre los científicos quizá sean los psicólogos sociales, junto con los
sociólogos, los antropólogos e historiadores, quienes tengan, o deberían tener,
una conciencia más aguda del carácter socio históricamente situado, de las
categorías de pensamiento a las que recurren para dar cuenta de la realidad. El
conocimiento que podemos producir en un período histórico dado es
dependiente del entramado sociocultural que caracteriza ese periodo. Esos
conocimientos son intrínsicamente provisionales, puesto que ninguna forma
sociocultural es invariante. Los conocimientos deben ser permanentemente
desconstruidos para poder hacer aflorar las determinaciones socioculturales
implícitas que vehiculan de forma acrítica. La combinación entre la dimensión
simbólica de la realidad social, por una pate, por otra, la dimensión agencial del
ser social, se traduce por lo que Gergen ha llamado el efecto de ilustración, es
decir por el hecho de que los conocimientos producidos acerca de su
determinado fenómeno social revisten sobre ese fenómeno, modificándolo.

Sea cuáles sean sus opciones políticas, el psicólogo social se encuentra en la


necesidad de interrogar permanentemente los conocimientos que produce para
saber cuáles son las formas sociales que contribuye a reforzar o a subvertir y
para saber en definitiva cuáles son los intereses que está sirviendo. Hay una
provisionalidad intrínseca de los conocimientos psicosociales y de la
correspondiente necesidad de proceder a deshacerlos con cierta frecuencia.
Uno de los instrumentos más eficaces, y que el psicólogo social debe recurrir a
la desconstrucción sistemática como método básico para producir
conocimientos relevantes en el marco de su disciplina.

En la actualidad lo único que se está afirmando aquí es que ya no se puede


ignorar la dimensión hermenéutica de los hechos sociales, como tampoco se
puede pasar por alto la dimensión hermenéutica de las explicaciones que
ofrecen las ciencias sociales. La nueva psico. Social debe situarse de lleno en
el periodo posrepresentacionista y que esto constituye una condición necesaria
89
para la construcción de la nuevas orientaciones que están emergiendo en la
actualidad.

Para avanzar a una psicología social post positivista:

Reconocimiento de la naturaleza simbólica de la realidad social, no significa


que se agota en dicha realidad simbólica, sino que esta dimensión es
insoslayablemente constitutiva de los fenómenos sociales. Lo social se
construye efectivamente, al igual que los significados y la intersubjetividad, en
la interacción entre las personas. Pero no significa que sea suficiente con que
exista una interacción o relación interpersonal para que también exista la
dimensión social, como lo ha considerado tradicionalmente la psicología social.
En efecto, la interacción es tan solo una condición, necesaria pero no suficiente
para que emerja lo social.

Reconocimiento de la naturaleza histórica de la realidad social. La idea según


la cual la sociedad constituye una producción humana, que se modifica a través
del tiempo es ella misma una idea que ha sido producir en un periodo
sociohistórico determinado, y por cierto, en un periodo relativamente reciente.

En el plano reconocimiento de la naturaleza histórica de la realidad social, y por


tanto del conocimiento producir sobre esa realidad, es otro de los puntos que
figuran como postulados de partid de la agenda de una nueva psicología social.
Con todas las consecuencias que esto implica para la identidad de la disciplina,
y con el estatus privilegiado que se otorga de esta manera a los procedimientos
genealógicos o arqueológicos, en el sentido de Foucault.

Reconocimiento de la importancia que revista el concepto y el fenómeno de la


reflexividad, la capacidad que tiene el ser humano de romper la disyunción
objeto/ sujeto y de fundir ambos términos en una relación circular lo que
posibilita la construcción de la naturaleza social de ese mismo ser humano. Es
porque el sujeto es capaz de tomarse a sí mismo como objeto de análisis por lo
que puede constituirse un mundo de significados compartidos y un espacio
intersubjetivo sin los cuales la dimensión social no podría constituirse como tal.

La psicología social debe tomarse a sí misma como objeto de análisis, y se


quizá porque empezó a hacerlo por lo que estalló la famosa crisis que la
sacudió tan profundamente. La cuestión de la reflexividad no es fácil, pero no
deja de constituir por ello otro de los puntos básicos a partir de los cuales cobra
sentido la elaboración de una agenda de trabajo para una psicología social de
nuevo cuño.

Reconocimiento de la agencia humana. La idea según la cual la conducta


humana es en buena medida, de naturaleza propositiva ya estaba presente en
los inicios de la psicología moderna, pero esta idea pasó a ser letra muerta por
obra del hegemonismo conductista. El reconocimiento del carácter intencional

90
de la conducta dibujaba de esta forma un concepto del ser humano como
agente capaz de constituirse en fuente de determinación última de sus propias
conductas, es decir, capaz de autodirigir sus conductas con base en unas
decisiones internamente elaboradas.

El ser humano cumple con cierta propiedades que lo excluyen del tipo de
objetos susceptibles de ser tratados desde los supuestos de las ciencias
galileo-newtonianas, es decir, desde el ideal de inteligibilidad de la ciencia
moderna que ha inspirado hasta el presente a las ciencias sociales .la plena
asunción de la agencia humana constituye otro de los puntos de arranque de la
nueva psicología social y la obliga a situarse en la perspectiva del ideal de
inteligibilidad de las ciencias posmodernas.

Reconocimiento del carácter dialéctico de la realidad social- la concepción


dialéctica de la realidad social enfatiza especialmente dos aspectos: la
naturaleza relacional de los fenómenos sociales y el carácter procesual de
estos fenómenos. No tiene cabida la dicotomía ontológica entre individuo y
sociedad, puesto que ninguno de los dos es definible con independencia del
otro: la sociedad solo adquiere un estatus de existencia a través de las
prácticas desarrolladas por los individuos, a la vez que estos no existen como
seres sociales si no es mediante su producción por la sociedad.

Es un proceso de mutua construcción, en el que las causas y efectos


intercambian continuamente su estatus.

Lejos de estar constituidos de una vez por todas, los objetos sociales se
encuentran en un proceso de constante devenir, de continua creación y
recreación, de constante reproducción y transformación. El concepto de
dualidad estructural, que da cuenta del carácter simultáneamente estructurado
y estructurante de la sociedad y de prácticas sociales, debe unirse en la
agenda de la nueva psicología social, a la concepción según la cual es en el
proceso mismo de su desarrollo donde se va configurando cualquier fenómeno
social de una forma que no se encuentra enteramente predefinida por las
condiciones antecedentes. Lo ya hecho abre, pero no determina, las posibles
líneas de desarrollo de lo que acontecerá.

Reconocimiento de la adecuación de la perspectiva construccionista para dar


cuenta de la realidad social. Una de las tereas de la psicología social consiste
en poder de manifiesto el papel que desempeñan las construcciones culturales
y las convenciones lingüísticas en la generación de una serie de evidencias
que se imponen a nosotros con toda la fuerza de las cosas mismas.

Existen ciertos conflictos: Las cosas son como son con independencia de lo
que podamos imaginar acerca de ellas. Esto es cierto y falso a la vez- el simple
hecho de que no se pueda sobrevivir si no se actúa de acuerdo con esa
proposición es un buen argumento para considerarla como cierta. Pero ya

91
hemos visto que en el ámbito de la realidad social nuestra imaginación tiene
una eficacia causal, o si se prefiere, que las cosas son, en parte, el resultado
de la forma en que las vemos. Otra de las proposiciones realistas: el criterio de
aceptibilidad del conocimiento científico es que dé cuenta de la realidad tal y
como es por lo menos bajo una de sus descripciones posibles. El realista
puede admitir perfectamente que no tiene ningún sentido hablar de un
supuesto acceso independiente a la realidad para comprobar si es
efectivamente como se la describe, pero seguir afirmando, no obstante que la
aceptación de la proposición arriba mencionada es necesaria para explicar de
forma inteligible el hecho de que se pueda incidir propositiva y eficazmente
sobre la realidad a partir del conocimiento científico. El problema es que esta
argumentación pone sobre pie de igualdad las teorías aceradas, las que son
falsas pero que conducen sin embargo a predicciones acertadas y a
consecuencias prácticas eficaces

Este repaso esquemático de algunas de las proposiciones que me parecen


más interesantes es tanto en el marco del realismo como en el del
neopragmatismo ha dejado entrever algunos aspectos que no acaban de ser
plenamente convincentes. Las dos reproducen en cierta medida el movimiento
cíclico que caracteriza desde la época griega hasta hoy el pensamiento sobre
el conocimiento. La alternancia histórica entre el énfasis puesto sobre el objeto
de conocimiento, y el énfasis puesto sobre el sujeto del conocimiento. Es obvio
que el realismo se enmarca en la tradición que privilegia el papel desempeñado
por las características del objeto en la confrontación del conocimiento “válido”,
mientras que el neopragmatismo acentúa el papel desempeñado por el otro
polo.

Con respecto a la nueva psicología social, se trata concretamente del


reconocimiento de que la realidad social constituye un sistema autoorganizativo
con todas las consecuencias que esto implica a nivel ontológico y
epistemológico. Estas se caracterizan por su propiedad de eludir el segundo
principio de la termodinámica con base en una serie de mecanismos internos
que generan por sí mismos procesos negatrópicos. Conducen hacia
incrementos de complejidad interna autogenerada. Se trata de sistemas
dotados entre otras cosas, de la suficiente redundancia, o variabilidad interna
para transformar los inputs provenientes del entorno en procesos
estructurantes. Significa que se trata de sistemas que mantienen su estructura
y la complejidad gracias a las propias fuerzas y energías que actúan en contra
del mantenimiento del sistema. No hay autoorganización posible sino es a
través de la presencia simultánea de fuerzas antagonistas y de elementos
mutuamente incompatibles, es decir, que un sistema que no produce errores en
su funcionamiento, que no experimenta ruidos y que no pueda nutrirse
precisamente de esos errores y de ese ruido es incapaz de realizar por sí

92
mismo cambios internos negantópicos, mostrando también la impredictibilidad
de los cambios efectivos que experimentará el sistema.

Nuevos debates, nuevas ideas y nuevas prácticas en la


psicología social de la era- Iñiguez
Hay algunos problemas, pero creo que desde el construccionismo se pueden
aventurar algunas de las claves que se encuentran en el paisaje post-
construccionista una vez sentidos algunos desasosiegos, algunos malestares,
algunos problemas incluso, que pueden derivarse de la “época dorada”
construccionista.

En todo caso, se trata de mantener en permanencia una perspectiva crítica en


Psicología social. Perspectiva crítica en lo teórico, pero también el estudio
específico de procesos sociales y, por qué no también, en la intervención. Lo
que habría que hacer sería perfilar un panorama dónde aún tengan cabida
aportaciones que subviertan el carácter instituido y objetivo de las ciencias
sociales partiendo del posicionamiento de que la autoridad científica es, en
estos momentos, la autoridad con mayor poder a la hora de justificar el
mantenimiento de un orden social, de legitimar órdenes sociales con efectos de
sujeción y dominación de las personas.

Creo honestamente que nunca ha estado demasiado claro, sobre todo entre
sus críticos, qué es o en qué consiste eso que se llama “construccionismo”. La
crítica fácil, que ha dominado desde el inicio, lo ridiculiza desde la estrambótica
idea de que su esencia misma no es sólo que afirme que todo es una
construcción social, sino, sobretodo, que es una construcción lingüística. Tal
ridiculización utiliza como tropo retórico la celebrada idea de que los/as
construccionistas desatienden las limitaciones y constricciones que impone la
realidad material.

Pero el construccionismo, o mejor –para no reificar- la perspectiva


construccionista no es exactamente eso. Lo que quiero decir es que al decir
esto, el sufijo “ismo” tiene el efecto discursivo de reificar un proceso, haciendo
aparecer algo como una “escuela” de pensamiento, o una “nueva teoría”. Esta
perspectiva es algo más complejo, con bastantes más matices que convendría
señalar y tener en cuenta. A pesar de ello, es bien cierto que no se puede
ofrecer una definición única de “construccionismo social”. Mas bien, se pueden
detallar ciertos elementos y supuestos que, vistos en conjunto, podrían
representar esa “perspectiva”, o como ha dicho Tomás Ibáñez (1994) ese
“movimiento”.

93
Los elementos y supuestos de esta “perspectiva” o “movimiento” constituyen
una amplia y abierta lista. Y, además, contra lo que se puede suponer a partir
de las críticas “desde fuera”, nada homogénea pues como dice Vivian Burr
(1997), no se puede afirmar que haya ningún elemento sine qua non que
determine la adscripción de un autor o autora al “construccionismo social”.

Si hay algo que se pueda identificar como característica principal, ésta sin duda
es su posición crítica, su posición de continuo cuestionamiento de aquello que
venimos considerando como obvio, correcto, natural o evidente.

Podríamos decir que los elementos que definen una posición construccionista
son: antiesencialismo(las personas y el mundo social somos el resultado, el
producto, de procesos sociales específicos); relativismo (la “Realidad” no existe
con independencia del conocimiento que producimos sobre ella o con
independencia de cualquier descripción que hagamos de ella); el
cuestionamiento de las verdades generalmente aceptadas (el continuo
cuestionamiento de la “verdad”, poniendo en duda sistemáticamente el modo
cómo hemos aprendido a mirar el mundo y a mirarnos a nosotros mismos);
determinación cultural e histórica del conocimiento, y el papel conferido al
lenguaje en la construcción social (La realidad se construye socialmente y los
instrumentos con los que se construye son discursivos).

En primer lugar hay que extraer consecuencias del carácter histórico del
conocimiento. Asumir plenamente el sentido de la historicidad y que el papel de
las ciencias y de sus objetos no se reduce a una propuesta de explicación
lineal de la constitución del presente, abre la posibilidad de pensar el presente
pero también la de construir futuros distintos.

Por ello, enfocar genealógicamente el estudio de un objeto de conocimiento


nos permite comprender nuestro presente, resaltando al mismo tiempo que su
repetición no es obligatoria en el futuro. En segundo lugar, hay que subrayar el
carácter interpretativo del ser humano. Ningún proceso social, y
específicamente ni la Ciencia ni el sujeto pueden darse sin interpretación, pues
nuestro conocimiento del mundo y de nosotros/as mismos/as está vinculado a
la interpretación que realizamos desde el marco lingüístico y cultural en el que
nos desenvolvemos. No es posible entonces delimitar la objetividad del sujeto
sin la interpretación y sin que medie el juego hermenéutico.

Desde mi punto de vista, algunos supuestos constitutivos del construccionismo


pueden mantenerse. Otros deben atender a las críticas que se le han hecho en
los últimos años. Pueden asumirse perspectivas nuevas. Y, finalmente, puede
re-hacerse la agenda política para adaptarla a los nuevos desafíos que plantea
las nuevas formas de estructuración y organización social y contribuir a la
construcción de un mundo más justo y más igualitario. Se trataría, en definitiva,
de revitalizar el debate, de romper definitivamente fronteras disciplinares, de

94
colocar de una vez por todas a la Psicología Social en la mesa donde se
debaten los temas de nuestro tiempo.

La teoría de la actriz-red ha reconocido el valor positivo de las aportaciones del


socioconstruccionismo pero argumenta que ha comportado como efecto un
“esencialismo social” que ha asumido de forma acrítica la dicotomía
natural/social, humano/no-humano y la separación de lo natural por un lado y lo
social por otro (Doménech, 1998). Atribuye también al socioconstruccionismo
desatención a cuestiones como las relativas a en qué consiste exactamente lo
social, cuál es el papel de las ciencias en su constitución y por qué ha devenido
objeto de estudio y conocimiento.

En el nuevo panorama post-construccionista la ANT nos descubre las


implicaciones que el dualismo natural-social tiene y nos abre un campo nuevo
de posibilidades de conceptualización de agentes, sujetos u objetos. Entre
otras, nos permite equilibrar el balance entre lo natural-social recolocando lo
material y creando una nueva hibridación conceptual alejada de esencialismos
culturalistas o materialistas.

Tal como sostiene Evelyn Fox Keller (1985), la presunta neutralidad y


objetividad de la ciencia, en sus aspectos psicológicos y cognitivos, es una
construcción masculina. Un sujeto de conocimiento es un sujeto con una
preconcepción del mundo, no un individuo abstracto, ahistórico e incorpóreo.
Por tanto, la subjetividad está situada y se encuentra tanto en el sujeto como
en el objeto, así como en la relación que se establece entre ellas. La
perspectiva epistemológica feminista critica toda teoría que se pretenda
universal. Para ello, se basa en la subjetividad y la concepción fragmentada de
las subjetividades (Donna Haraway, 1991), lo que en el ámbito de la
epistemología significa tener en cuenta las particularidades de los sujetos de
conocimiento y del propio objeto del mismo. Así pues, utilizar las producciones
y formulaciones de la epistemología feminista implica considerar que cualquier
teoría de la ciencia no puede establecer de manera estándar la comprensión de
su objeto de estudio sin reflexionar acerca de quién es el sujeto de
conocimiento, qué posición ocupa, cómo está influyendo el género en los
métodos utilizados y, una cuestión central, qué podemos entender por ciencia.

La riqueza de la epistemología feminista radica en su claro posicionamiento de


crítica social. Los principios orientadores de las teorías y prácticas feministas
se han materializado en duras críticas hacia los procesos sociales, políticos,
históricos de desigualdad y dominación.

No hay problema en reconocer que al enfatizar la importancia del lenguaje y la


naturaleza discursiva de las prácticas sociales, el socioconstruccionismo ha
contribuido a desencializar, denaturalizar y des-psicologizar al individuo y a los
procesos psico-sociales. Pero seguramente eso también le ha llevado a
desatender lo que podría ser llamado “prácticas no lingüísticas”. No es el caso
95
de todo el construccionismo, pues una lectura foucaultiana del discurso y la
práctica discursiva no anula ni desprecia la materialidad, sino que más bien la
re-coloca en otro lugar del escenario.

No obstante, siempre se puede decir que quizás se ha ignorado en demasía el


efecto de objetos y materialidades que generan sus efectos utilizando medios
no estrictamente lingüísticos. La emergencia del llamado “pensamiento queer”
o “teoría queer” y específicamente el enfoque de la performatividad de Judith
Butler, ayuda a subsanar este problema y a abrir un campo nuevo de interés,
cual es la subjetivación y las prácticas de subjetivación y a ofrecer nuevos
elementos en una agenda política radical.

Judith Butler ha perfilado la noción de performatividad. Máxima representante


de la “teoría queer”, su planteamiento viene a revolucionar las nociones de
identidad, subjetividad y prácticas de subjetivación que se ilustra en su análisis-
propuesta en torno a la producción preformativa de la identidad sexual. Se trata
de una posición antiesencialista que niega tanto el carácter natural de la
identidad como su carácter fijo y estable. La identidad es una construcción
social, efectivamente, pero una construcción que debe entenderse como un
proceso abierto a constantes transformaciones y redefiniciones.

En efecto, siguiendo a Butler, la cuestión no es si todo es una construcción


social o si todo se construye discursivamente, porque cuando se plantean las
cosas así, se está negando la fuerza constitutiva de la performance. Lo que
Butler está proponiendo es una noción de construcción que implica una especie
de “vuelta” a la materia. Pero una materia que no es sitio o superficie como ella
misma dice, sino materia como “proceso de materialización que se estabiliza a
través del tiempo para producir el efecto frontera, de permanencia y de
superficie que llamamos materia” (Butler, 1993:28). Paralelamente, la
construcción no es vista como un acto único o como un proceso de tipo causal
iniciado por un sujeto del cual se deriven efectos. Más bien, la construcción “no
sólo se realiza en el tiempo, sino que es en sí mismo un proceso temporal que
opera a través de la reiteración de normas.

Todo ello permite, creo, rediseñar la caja de herramientas para una


“refundación” de una perspectiva crítica. En este sentido, pretende ser una
contribución más a una perspectiva que ha sido etiquetada unas veces como
“Psicología Social Crítica”.

Una “Psicología social crítica” sería la consecuencia de un continuo


cuestionamiento y problematización de las prácticas de producción de
conocimiento y por tanto tiende a recoger la mayor parte de las características
que he enunciado, es decir, la historicidad del conocimiento, el carácter
interpretativo del ser humano, un punto de vista construccionista, la reflexividad
del conocimiento, las aportaciones de la epistemología feminista y del
conocimiento situado, la eclosión de los estudios sociales de la ciencia y la
96
tecnología, la performatividad, etc. Sin embargo, si hasta hace poco tanto en lo
que se refiere a las asunciones ontológicas, como epistemológicas,
metodológicas, políticas, etc.

Esta perspectiva se integraba en ese movimiento de tipo general que podemos


denominar “construccionista”, hoy se puede decir que se expande en la
eclosión de perspectivas del nuevo paisaje postconstruccionista y que se
enrola en el proyecto/intento de permeabilización de las disciplinas científico-
sociales, convirtiéndose en un magma informe que impregna lugares y
recovecos en el ámbito genérico de las humanidades y las ciencias sociales.
Hoy día, además de todo eso, se puede decir que los ejes ya no son tales, sino
más bien una malla donde los nudos son acontecimientos y posicionamientos
inestables y sus hilos, conceptos híbridos de difícil si no imposible etiquetación.
.

97
Psicología social módulo 4

Psicología Comunitaria Latinoamericana

Víctor Giorgi. La psicología social comunitaria en


Uruguay: Herencias y rupturas en relación con su
historia.
En Uruguay, el reconocimiento de la PC como subdisciplina es relativamente
reciente y tiene una impronta singular. Para que una subdisciplina sea
reconocida como campo de saberes y prácticas definidas dentro de una
profesión, debe alcanzar cierta intensidad y autonomía relativa en cuatro ejes:

1. Prácticas profesionales basadas en instrumentos técnicos y socialmente


reconocidos

2. Cuerpo teórico que se reconozca como propio de esa orientación

3. Criterios epistemológicos

4. Aspectos filosóficos e ideológicos que contienen definiciones acerca de


elementos mediadores para asumir un posicionamiento ante los fenómenos
emergentes en su campo de conocimiento.

En la PC en Uruguay, estos ejes no se desarrollan de forma armónica ni


acompasada. Esto dificulta el reconocimiento de un punto de partida en su
historia.

Caracterización y delimitación temporal de las fases históricas:

Fase 1. Los orígenes de una identidad. Desde los orígenes hasta 1973 Esta
primera etapa se extendió desde los orígenes hasta el inicio de la dictadura.
Los primeros acercamientos a lo que llamamos PC se asocian a la extensión
Universitaria. Consiste en el desarrollo de intervenciones sistemáticas que
buscan contribuir a la solución de problemas de interés social. Se caracteriza
por el dialogo con los agentes sociales involucrados, generando un intercambio
de saberes. Por primera vez se utiliza la expresión PC en un artículo publicado
por Carrasco.

Fase 2. Represión y silencio (1973-1980) Es la etapa de la dictadura. Las


actividades en el campo de lo comunitario se caracterizaron por su baja
visibilidad y quedaron limitadas a los espacios de las ONG donde comenzaron
las influencias en la educación popular latinoamericana, que tendrá relevancia

98
en las etapas posteriores. Terminó en 1980 con la derrota en las urnas del
proyecto constitucional propuesto por el gobierno dictatorial.

Fase 3. La primavera instituyente (1980-1989) Esta fase incluyó el periodo de


debilitamiento de la dictadura, la restauración democrática en 1985 y el primer
gobierno postdictadura. Muchos desarrollos que permanecían invisibles del
período anterior salieron a la luz. El retorno de muchos universitarios del exilio
movilizó el ambiente cultural y académico. Fue el momento de reorganización
de las organizaciones populares. La recuperación de la institucionalidad
democrática se caracterizó por la tensión entre la restauración de las lógicas
organizativas predictadura y las propuestas institucionales que se habían
insinuado en las últimas etapas de la lucha antidictatorial.

Fase 4. Neoliberalismo y crisis (1990 – 2004) Período de auge neoliberal en la


región. La atmósfera cultural y social se caracterizó por la resignación, el
descrédito de las iniciativas colectivas, el auge del consumismo, la
fragmentación y la competencia. El estado redujo su intervención en el campo
de las políticas públicas. Los espacios académicos fueron atravesados por la
controversia acerca del conocimiento como bien de mercado o como derecho
humano universal. Fue el momento del surgimiento de distintas universidades
privadas. El período se cerró con la crisis de 2002, cuando el modelo se
resquebrajó definitivamente. Resurgieron las iniciativas colectivas y
autogestivas como forma de afrontar la situación de adversidad que enfrentaba
la población.

Fase 5. Esperanza: entre los cambios y la continuidad (2005 a la actualidad) En


el año 2005 asumió un gobierno de izquierda que se propone recuperar el
papel del Estado en la sociedad y recomponer la malla de protección social,
para lo cual realiza fuertes inversiones. Este es un momento de desarrollo de
las políticas sociales y de la elaboración de planes en los cuales se incorporan
concepciones propias de la PC. Se abre un escenario donde la actividad
profesional y la académica tuvieron un renovado impulso y enfrenta nuevos
desafíos.

Dimensiones para el análisis

Para orientarnos en la reconstrucción histórica de las diferentes fases,


tomemos en cuenta las siguientes dimensiones:

1. Las prácticas psicológicas en la comunidad

2. Aspectos ideológicos, éticos y de cosmovisión

3. Desarrollo académico y su reconocimiento

4. Marcos y referentes teóricos

99
5. Relación con el Estado y sus instituciones

Las prácticas psicológicas en la comunidad

Haremos una breve descripción de las diferentes modalidades que fueron


adoptando las prácticas psicológicas, en relación a las fases antes
comentadas.

Fase 1: los comienzos de los psicólogos en las comunidades son de mediados


del siglo XX. Los orígenes de la profesión en nuestro país tiene dos fuentes: el
sector educativo (fundamentalmente la enseñanza primaria) y la clínica
hospitalaria. De un primer momento se intentó romper con la importación de
modelos de intervención, teorías y técnicas elaboradas en los países centrales
y generar una impronta propia. Se trataba de colocar a la universidad lo más
cerca posible de los sectores de la población con menos capacidad de
satisfacción de sus necesidades. Las prácticas no dejaban de ser más o menos
tradicionales, sin embargo, había una característica en el posicionamiento
desde el que se realizaban que hoy asociamos a lo comunitario. Se subraya la
actitud de permanente búsqueda de acercamiento a los códigos, necesidades y
características de la población, así como de las formas de aportar el cambio y
con una cierta tendencia tecnocrática, pero siempre con una vocación
autocrítica que permitió que se evolucionase hacia formas más participativas,
como por ejemplo, el trabajo con sindicatos. El énfasis en la práctica tuvo como
faceta complementaria una carencia de registros, falta de sistematización y
escasa producción teórica publicada y difundida.

Fase 2: Se distinguen 2 momentos: el primero hasta que comenzó la dictadura,


que atentó contra la población universitaria y contra los intentos de promover
actividades e iniciativas culturales. Si hubo trabajo comunitario en éste período
no hay registros de ello. En el segundo momento se produjo un refuerzo de la
resistencia y resurgimiento de los movimientos sociales. Aparecen las
actividades colectivas y los psicólogos en ellas. La actividad de los psicólogos
estuvo marcada por el modelo clínico, a la vez que se proponían trascenderlo.
La mayor parte de la experiencia se caracterizó por una traslación de lo
asistencial al consultorio barrial, identificando trabajo comunitario con una
mayor proximidad y mejor accesibilidad al servicio, o con descentralización y
ubicación en zonas periféricas. Consulta, diagnóstico y psicoterapia fueron las
actividades más comunes. Las nuevas generaciones que se incorporan a esta
corriente tratan de mantener un hilo conductor, de recuperar algunas
referencias teóricas y técnicas, y se empiezan a desplegar abordajes grupales
y actividades que apuntan a la prevención y promoción de salud. Comenzó a
hacerse evidente la necesidad de fortalecer conceptualmente a los
trabajadores comunitarios (no solo a los psicólogos) y se empezó a desarrollar
una especie de clase intelectual que estudiaba, analizaba y teorizaba sobre
esta realidad, desde un lugar más profesional y por ende segmentado. La

100
estrategia de atención primaria en salud (APS), con el énfasis en la
participación comunitaria, favoreció la implementación de experiencias de este
orden.

Fase 3: Se visualizó con más contundencia la influencia de cuestiones


sanitarias en el desarrollo de la psicología. Algunas propuestas
gubernamentales contribuyeron a abrir brechas con el fin de que el psicólogo
tuviera un lugar en el sistema de salud. Se elaboró un plan de Salud Mental
donde el psicólogo tiene una participación activa. Se promovían centros
comunitarios de distintos tipos. Comenzaron a aparecer en escena las ONG,
esto supuso el abordaje de cuestiones de orden social, constituyendo un
espacio nuevo para la intervención de los psicólogos aunque aún con una
perspectiva impregnada de modelo clínico.

Fase 4: El auge de las ONG domino casi totalmente el trabajo comunitario,


especializadas en algún aspecto de pobreza: la vivienda, la salud, las
alternativas de educación no formal para los excluidos del sistema, las madres
jefas de hogar, la alimentación, VIH, desempleo, etc. Hubo un gran desarrollo
académico de la disciplina y un colectivo de profesionales que aún no lograba
identificar el PC con un cuerpo teórico y metodológico sólido.

Fase 5: Las políticas sociales pasaron a ocupar un lugar en la agenda del


gobierno, apoyadas por la creación del MIDES. Se realizó una reforma
importante en el sector de la salud, creando el SNIS, que propició un cambio en
el modelo de atención. El efecto más visible se produjo en la generación formal
de espacios de trabajo para psicólogos. Encontramos profesionales que
trabajaban con un enfoque comunitario en la educación, la vivienda, la
seguridad social, abarcando todos los tramos etarios y desplegándose a lo
largo de todo el país.

Aspectos ideológico, ético y de cosmovisión

Los desarrollos más destacados de la PC se caracterizan por el compromiso a


las transformaciones sociales, la desestructuración de las relaciones
dominador-dominado, la promoción del fortalecimiento y la autonomía de los
sectores más vulnerados. Orientamos el análisis de estos aspectos a partir de
4 hipótesis:

1) Desde sus orígenes pueden identificarse un conjunto de definiciones éticas y


concepciones acerca de los seres humanos, la sociedad y la vida.

2) Estas concepciones defienden un posicionamiento que constituye un ideal


identitario central de la sub disciplina y uno de los aspectos que nuclea y
sostiene un sentimiento de pertenencia en todos los que practican la PC.

101
3) Ese conjunto de ideas fuerza desempeña un papel central al momento de
analizar la realidad, construir significados y definir el sentido y la dirección de
las acciones y procesos.

4) Las mencionadas definiciones constituyen el eje central de un paradigma en


torno al cual se articulan las teorías que sirven como instrumento para
comprender las realidades y operar sobre ellas. La PC adoptó una postura
eclético-crítica recogiendo aportes de las más diversas escuelas y corrientes, y
articulándolas en función de definiciones que hacen a las intencionalidades
presentes en sus prácticas y posicionamientos.

Fase 1: las actividades de extensión universitaria se caracterizaban por ser


sumamente politizadas, con un cierto mesianismo desde los universitarios que
creían que debían ponerse al servicio del pueblo, y a la vez eran demonizados
desde los sectores más reaccionarios que concentraban poder. Se reconocen
algunas ideas que conformaron el valor de la PC:

1) Preocupación por la dignidad de las personas, procurando diferenciarse de


posturas asistencialistas. Se enfatizaba la participación y el protagonismo de
sectores populares y su organización.

2) Permanente autocrítica de las actitudes de los universitarios y su dificultad


para relacionarse con las personas.

3) Preocupación y primeros esbozos de análisis de las resonancias en la


afectividad de los universitarios a partir del contacto con situaciones sociales y
personas con formas de vida y problemas diferentes a los de su entorno

Fase 2: durante la dictadura, la censura y autocensura impidieron rastrear la


evolución de estas ideas. Se adoptó un lenguaje neutro, inocuo, con
terminología existencialista que condicionó el debate y la elaboración
conceptual.

Fase 3: documentos y artículos posteriores a 1980 dan cuenta de la


profundización y el enriquecimiento teorico de las siguientes ideas fuerza:

1) Una concepción de los seres humanos que permite aportar a sus


potencialidades más allá de las situaciones de carencia o sometimiento que les
toque vivir. Potencialidad intelectual capaz de pensar críticamente la realidad;
potencialidad organizativa en tanto capacidades de estructurar redes solidarias
y articular respuestas colectivas ante situaciones de adversidad;
potencialidades creativas que se expresan en sus formas de contacto con la
naturaleza y las soluciones auto construidas ante los problemas con su hábitat.

102
2) La jerarquización del papel que en la tensión emancipación-sometimiento
juega la cultura como actividad de producción de significados en referencia a la
realidad y a las experiencias colectivas. En ella da cuenta de la articulación
entre la dimensión sociohistórica y la subjetividad individual y colectiva,
abriendo un espacio para la inclusión de la psicología en el conjunto de
disciplinas que estudian los procesos sociales y el desempeño de los sujetos
colectivos.

3) El concepto de alienación como expropiación de estas potencialidades a


través de las relaciones de sometimiento que no se consideran exclusivamente
económicas, sino también culturales y psicológicas.

4) La apuesta a las potencialidades organizativas de los sectores populares y la


búsqueda de una democracia radical que se inicie en las relaciones internas de
las organizaciones, desestructurando liderazgos autoritarios. Valoración de las
modalidades organizativas propias de cada enclave social y la crítica a los
modelos impuestos desde afuera a las respectivas culturas

Fase 4: La PC desplego una importante producción crítica y propuso modelos


alternativos al modelo neoliberal. Las políticas neoliberales incidieron en
instituciones donde la PC tenía fuerte presencia (como la educación). El
resquebrajamiento del modelo a comienzos del siglo XX genero una ruptura en
la cotidianidad; la ruptura económica en la instituciones genero una falta de
protección y se rompieron referentes sociales y reglas que regulaban la
convivencia. Ante todo esto aparecieron iniciativas autogestivas, solidarias, o
sea, todo lo que el neoliberalismo había intentado erradicar. Los psicólogos
participaron activamente en todas estas tareas.

Fase 5: El gobierno socialista que asumió en 2005 hizo de la políticas sociales


y la justicia una de las claves de su propuesta. Los psicólogos se integraron
mucho a éstas propuestas, manteniendo una postura crítica pero colaborando
activamente en la reconstrucción de las redes de protección social.

El desarrollo académico y su reconocimiento

El reconocimiento académico de la PC en Uruguay ha experimentado una


marcada evolución a parir de los 90, con el plan de estudios aprobado en 1987.

Fase 1: la PC estuvo vinculada directamente con el mundo universitario a


través de las actividades de extensión. En ese contexto, la teoría psicoanalítica
que impregnaba la formación de los psicólogos comenzaba a dialogar con los
desarrollo de la Psico Social en el Río de la Plata.

Fase 2: la intervención de la Universidad por parte de la dictadura imposibilitó


hablar de actividad académica propiamente dicha en este periodo, ya que fue
despojada de su componente de producción. Solo el curso de Psicología
Infantil (facultad de Medicina) se constituyó un espacio relativamente protegido
103
para la formación de un grupo reducido de psicólogos, lo que permitió dar
continuidad al desarrollo curricular de contenidos ligados a la prevención y
promoción de salud, y herramientas psicológicas alternativas a las
tradicionales, que luego serían instrumento de uso frecuente para los
psicólogos que trabajan en comunidad. Se inaugura la Escuela Universitaria de
Psicología que contribuyó a empobrecer el desarrollo de la disciplina.

Fase 3: Lo comentado anteriormente llevo a la PC fuera del mundo académico.


Fue desde una comisión de profesionales, que funcionaba en el marco del
gremio de psicólogos, cuando comenzaron a manifestarse necesidades
formativas en torno al desarrollo de intervenciones que se enmarcaban en los
principios de la estrategia de la APS. Los psicólogos, auto identificado como
trabajadores de la salud, comprometidos con el bienestar de la población
comenzaron a enfatizar las intervenciones con una perspectiva territorial y en
proximidad con la vida cotidiana de las personas. Con la reinstalación
democrática se restituyeron los docentes académicos expulsados y se trabajó
para la concreción de un centro único de formación para los psicólogos que
termino con el surgimiento del Instituto de Psicología de UDELAR.

Fase 4: El nuevo plan de estudios sentó las bases para el desarrollo académico
de la PC en nuestro país. Se jerarquizo el dialogo con otras disciplinas y
sectores sociales. Inicialmente, la PC se presentaba (en el marco académico)
como alternativa al modelo tradicional ligado a la práctica en el consultorio.
Esto instaló una dicotomía entre PC y Clínica. La enseñanza de la PC en este
periodo volvió a estar asociada al Extensión Universitaria.

Fase 5: En ésta última etapa, donde la PC como una inclinación más decisiva
hacia el campo de las políticas públicas, como consecuencia de las nuevas
orientaciones del primer gobierno de izquierda.

Marcos y referencias teóricas Organizamos esta reconstrucción histórica


sobre la base de dos ideas orientadoras

1) La posición teórica del PC tal como se ha desarrollado en Uruguay se


caracteriza como un eclecticismo crítico articulado a partir de un conjunto de
ideas fuerza que hacen a una forma de ver los procesos y sus actores. Estas
ideas fuerza permiten incorporar y resinificar lo teóricoconceptual proveniente
de distintos desarrollos, ya sea de psicología o de otras disciplinas.

2) Estas influencias no son azarosas, sino que responden a una cierta lógica
que proponemos denominas geoepistémica.

Lo antedicho ha llevado a que la pC que se desarrolló en Uruguay incorporará


los aportes de la PC latinoamericana, sin abandonar el fuerte componente
psicoanalítico de la psicología uruguaya

104
Fase 1: En las actividades de Extensión, se utilizaban herramientas teóricas
propias de la psicología clásicos, los cuales fueron re pensados con aportes
desde las ciencias sociales. En este período se destacó el liderazgo intelectual
de Juan Carlos Carrasco como referente de la psicología universitaria. A fines
de los 60, llegó la influencia de Pichón-Riviere, entre otros.

Fase 2: en la dictadura podemos reconocer la influencia poco visible de la


situación popular latinoamericana y cierta incidencia en los aportes de la
psicología no directiva de Carl Rogers aplicados a procesos educativos no
formales que se impulsaban en los barrios.

Fase 3: Con el retroceso de la dictadura, la incidencia de la educación popular


en las prácticas comunitarias se hizo cada vez más evidente. El retorno de los
docentes exiliados trajo nuevos aportes teóricos.

Fase 4: la creación y consolidación de la PC en el ámbito académico generó


aportes significativos en sus componentes teóricos y metodológicos. Se van
integrando varios aportes de la educación latinoamericana y la PS desarrollada
en el Río de la Plata, junto con la psicología crítica alternativa creada por el
Uruguayo JC Carrasco. Llega a nuestro país una abundante producción de
origen Argentino, con una impronta psicoanalítica, que influyó en las políticas
de estado, con relación a la producción de subjetividades.

Fase 5: Se sumó en ésta etapa la necesidad de profundizar en una concepción


sobre políticas públicas y sobre los procesos de exclusión-inclusión social, que
si bien trascienden a la psicología y a la PC, necesariamente la interpelan en
sus aportes específicos en dialogo con otras disciplinas. Esto ocurrió en
consonancia con los movimientos que se observan en otros países de américa
latina, en coherencia con la asunción de varios gobiernos de izquierda, lo que
pareció desafiar con fuerza a la PC en su capacidad para aportar a tan
complejo escenario y en la intencionalidad de generar mayores niveles de
integración y justicia social.

La relación con el estado y sus instituciones

La relación entre PC y Estado no han sido ajenas a las vicisitudes políticas,


sociales e institucionales que el Uruguay ha vivido a partir de la segunda mitad
del siglo XX. La PC ha estado durante la mayor parte de su historia en una
posición crítica en relación a las instituciones gubernamentales y escéptica en
cuanto al papel del Estado, sin embargo, su vocación ha sido de permanente
inserción en los espacios público-estatales.

Nos importa destacar algunas características de la fase 5: Al comienzo del


nuevo siglo, la región vivió cambios políticos y sociales. La política neoliberal

105
mostró su fracaso y aparecieron gobiernos “progresistas” que introdujeron dos
nuevos elementos en Uruguay

1) Se propuso recuperar el lugar del Estado como organizador y regulador


de la vida social. Tomaron impulso las políticas sociales 2) Se procuró
evitar el retorno del Estado paternalista y benefactor proponiendo un
nuevo contrato basado en la corresponsabilidad para la que estimular la
participación social y la búsqueda e implementación de soluciones a la
graves problemáticas de exclusión e inequidad características de las
sociedades posneoliberales.

Surgieron políticas sociales que pusieron énfasis en la participación de muchos


psicólogos comunitarios. Asistimos a una coyuntura nueva donde lo estatal y lo
comunitario coexistía con la colisión entre lógicas diferentes, con las tensiones
burocráticas y participación.

Introducción a la psicología comunitaria. Montero


Capítulo 3: El paradigma de la Psicología comunitaria y
su fundamentación ética y relacional.
La psicología comunitaria surge casi al mismo tiempo que el llamado "nuevo
paradigma", poco tiempo después conocido en las ciencias (naturales y
sociales) como paradigma relativista cuántico. Dentro de esa consideración
general del modo de conocer al mundo y a los seres humanos, este nuevo
campo de la psicología construye, a su vez, su propia versión, a partir de una
praxis, en la que se actúa desde la crítica no sólo del statu quo teórico y
metodológico, sino además de la concepción del ser humano y de su rol en la
producción del conocimiento. Con su creación se buscaba producir una forma
de intervención en los problemas psicosociales a fin de hacer una psicología
efectivamente social, produciendo además transformaciones en las personas y
en su entorno, definidas y dirigidas por esas mismas personas y no desde
programas que, al prescindir de la participación de sus destinatarios, veían
limitada su eficacia a la calidad de sus ejecutantes y al término de su duración.
El paradigma se expresa en la psicología comunitaria a partir de los modos de
hacer, al mismo tiempo que se definen sus actores, agentes externos e

106
internos, redefiniendo sus roles y señalando el campo compartido de su acción.
Como se ha dicho, pronto comienzan a elaborarse conceptos explicativos y
descriptivos, y con ellos se inicia la construcción teórica, a partir de la acción y
de la reflexión.

Por modelo se entiende aquí un modo de hacer y de comprender a partir del


cual se genera nuevo conocimiento. Modelo que no es vitalicio, sino que
cumple durante cierto tiempo una función estructuradora y sistematizadora del
saber generado y que, en la medida en que un campo del saber avanza, puede
compartir espacio y tiempo con otros modelos alternativos.

A ese modelo así construido lo he denominado paradigma de la


construcción y transformación crítica. Por otra parte, aunque ha tenido
influencia y estrecha relación, en algunos casos, con el "construccionismo
crítico", considero que reducirlo a esa sola tendencia es vincularlo a una
corriente con la cual, si bien coincide en muchos puntos y ha mantenido activa
interacción, también tiene aspectos no compartidos. Paradignma que sostiene
el enfoque de la ps comunitaria.

La noción de paradigma

Por paradigma se entiende un modelo o modo de conocer, que incluye tanto


una concepción del individuo o sujeto cognoscente como una concepción del
mundo en que éste vive y de las relaciones entre ambos. Esto supone un
conjunto sistemático de ideas y de prácticas que rigen las interpretaciones
acerca de la actividad humana, acerca de sus productores, de su génesis y de
sus efectos sobre las personas y sobre la sociedad, y que señalan modos
preferentes de hacer para conocerlos.

Según Munné, para que haya un paradigma es necesario generar una


comunidad científica, informal, pero bien diferenciada, caracterizada por
disponer de unos canales de comunicación propios, por compartir un mismo
enfoque epistemológico, por emplear una terminología conceptual común, por
utilizar un método o métodos particulares, e incluso por asumir una similar
escala de valores.

107
Ontológica: concierne a la naturaleza y definición del sujeto cognoscente,
condición que en la psicología comunitaria no se limita a un solo tipo de
"conocedor" proveniente de una sola institución social, casi siempre la ciencia.
Como la psicología comunitaria reconoce el carácter productor de conocimiento
de los miembros de las comunidades, entonces la naturaleza de la relación
entre investigadores externos (psicólogas y psicólogos) y las personas que
forman las comunidades (aquellas que en la investigación tradicional son
llamadas "sujetos") es un aspecto fundamental en este paradigma.

Epistemológica: se refiere a la relación entre sujetos cognoscentes y objetos de


conocimiento, y en este paradigma está marcada por la complejidad y por el
carácter relacional, es decir, por el hecho de que el conocimiento se produce
siempre en y por relaciones y no como un hecho aislado de un individuo
solitario. Se produce conocimiento en relación dialogica. Introduce la
analectica va permitir incluir en la dialéctica la diversidad, la idea de que hay
otro distinto cuyo saber es legitimo y que no se puede captar en su totalidad.

Metodológica: trata sobre los modos empleados para producir el conocimiento,


que en la psicología comunitaria tienden a ser predominantemente
participativos, si bien no se excluyen otras vías. Se intstituye la investigavioon
acción participativa pero no como único. Es flexible en cuanto a sus métodos.

Ética: remite a la definición del Otro y a su inclusión en la relación de


producción de conocimiento, al respeto a ese Otro y a su participación en la
autoría y la propiedad del conocimiento producido. Reconocer que el otro tiene
un saber legitimado, es necesario permitir la coautoría de los trabajos que
realizamos.

Política: se refiere al carácter y la finalidad del conocimiento producido, así


como a su ámbito de aplicación y a sus efectos sociales -esto es, el carácter
político de la acción comunitaria- y a la posibilidad que todo ente tiene de
expresarse y hacer oír su voz en el espacio público. Los intereses de
producción de conocimeintos y los efectos de esa producción de conocimiento.
Se plantea la no neutralidad de la investigación. Supone la participación de los
sujetos en todos los planos de la vida.

Sobre la estructura paradigmática de los modelos científicos

Tres de los cinco campos antes indicados -epistemológico (naturaleza del


conocimiento), ontológico (naturaleza del ser) y metodológico (naturaleza de la

108
forma de conocer)- suelen considerarse como la estructura o las instancias
básicas de un paradigma científico.

Que sean cinco las dimensiones aquí presentadas se debe al carácter


reflexivo y crítico que ha caracterizado a la psicología comunitaria desde su
nacimiento. Ese continuo examinarse críticamente nos llevó a darnos cuenta
de que los aspectos éticos y políticos, si bien muchas veces presentes en la
acción, no estaban siendo considerados como parte integral de un modo de
producción de conocimientos. Por lo tanto, es necesario dar el lugar que
corresponde a estas dos dimensiones, al lado de las otras tres tradicionalmente
consideradas (ontología, epistemología y metodología). Esa clasificación
tripartita formalmente excluyente de los aspectos ético y político puede ser un
remanente de la consideración dominante que en los tres últimos siglos se
otorgó a aquellos aspectos de la producción de conocimiento que privilegian el
individualismo y el lugar institucionalizado de la ciencia, lo cual no significa que
muchos investigadores no hayan dado importancia a las otras dos
dimensiones. Lo que ha sucedido es que aunque algunos autores consideran
que podrían o que deberían ser considerados por los investigadores como
aspectos independientes, no son vistos como parte intrínseca, tanto para bien
como para mal, del modelo de producción de conocimiento asumido.

El paradigma de la construcción y la transformación crítica

Veamos a continuación cómo se configura este paradigma de la


psicología comunitaria en cada una de esas cinco dimensiones.

Dimensión ontológica

Para la psicología, la naturaleza del ser que conoce se ha centrado


tradicionalmente en el individuo y su subjetividad y, en el caso de la psicología
social, principalmente en su interacción con los grupos en los cuales se da una
comunicación cara a cara. Ese ser aislado, origen y destino de la interacción,
es el que suele ser denominado "sujeto". Pero la psicología comunitaria no
trabaja con "sujetos", trabaja con actores sociales. Pero eso no es todavía
suficiente, puesto que en el complejo escenario de lo social hay primeros
actores y actores secundarios, protagonistas y extras; unos dicen largos
parlamentos y otros apenas cruzan por la escena para entregar una carta,
hacer bulto o caer muertos. Así, en la psicología comunitaria no sólo se trata
con un ser activo y no meramente reactivo, sino con alguien que construye
realidad y que protagoniza la vida cotidiana. El escenario de lo social no tiene
un único proscenio, es múltiple. Más aún, al hablar de actor social se trata de
alguien que posee conocimientos y que continuamente los produce; por lo

109
tanto, es alguien que piensa, actúa y crea, cuyo conocimiento, llamado
conocimiento popular, debe ser tomado en cuenta. Por eso, al hacer partícipe a
ese sujeto del trabajo y la investigación comunitaria, se suma su saber junto
con su acción en la construcción de nuevo conocimiento, tanto científico como
popular. Y el sujeto de conocimiento, cualquiera que sea su procedencia, es
también un sujeto que critica, actúa y reflexiona desde la propia realidad que
construye, a partir del discurso y de las acciones.

Las consecuencias de esta posición ontológica para la psicología comunitaria


son evidentes. En primer lugar, toda consideración pasiva de la comunidad
debe ser desechada y, por lo tanto, sus miembros tienen el derecho de tomar
decisiones sobre aquellos asuntos que les conciernen, al igual que tienen el
compromiso de llevarlas a cabo. Si se espera que la comunidad realice, pero
no se le permite decidir sobre el destino o la condición de su acción, o se le
impone con mayor o menor sutileza la tarea a realizar, la concepción pasiva del
Otro seguirá estando presente. Al respecto, Santiago, Serrano-García y
Perfecto (1983: 19-20) ejemplifican los efectos de esta posición en la psicología
comunitaria cuando establecen como guía del trabajo comunitario los
siguientes supuestos:

• La comunidad tiene el derecho a decidir qué tema se va a intervenir-investigar


y cómo desea que esto se haga; • La comunidad es quien más se ve afectada
por cualquier tipo de intervención investigación. Por lo tanto, nadie tiene el
derecho a intervenir-investigar sin su consentimiento. • La comunidad posee
recursos para realizar sus propias intervenciones investigaciones sin necesidad
de que vengan extraños a realizar dicha tarea. • El rol del profesional en este
trabajo debe ser de facilitador y no de experto.

Dimensión epistemológica

Esta dimensión se refiere a la naturaleza de la producción del conocimiento.


Tal relación se plantea con carácter monista, lo cual significa que entre sujeto
y objeto no hay distancia. No se los trata como entidades separadas e
independientes, para cuya relación y contacto deban darse aproximaciones
mediadas por procedimientos que pueden o no estar presentes en algunos
sujetos o en algunos objetos. Se trata de que ambos, sujeto y objeto, sean
considerados parte de una misma dimensión en una relación de mutua
influencia. El sujeto construye una realidad, que a su vez lo transforma, lo limita
y lo impulsa. Ambos están siendo construidos continuamente, en un proceso
110
dinámico, en un constante movimiento que no sólo es dialéctico, sino que
también puede ser analéctico. Por analéctica se entiende la extensión de la
dialéctica que permite incluir en la totalidad formada por la tesis, su antítesis y
la síntesis de ambas, la diversidad y la extrañeza del otro no imaginado, que al
entrar en esa relación la enriquece y amplía al mismo tiempo. En resumen,
tratamos con un monismo dinámico que supone internamente un movimiento
continuo de mutua transformación entre sujeto cognoscente y objeto conocido,
que contiene dentro de una sola sustancia a los términos de esa relación.

Pero, además, esa construcción es social y por lo tanto relativa, pues responde
a un momento y a un espacio determinados, ya que es producida
históricamente. Con ello no negamos la existencia de la realidad, sólo nos
apropiamos de lo que nos corresponde, pues se trata de un mundo de
conocimientos que es correspondiente a nuestros esfuerzos y relatos a la vez
que responde a ellos. Así, la realidad, para esta concepción del saber, es
inherente a los sujetos que la construyen cada día activa y simbólicamente,
dándole existencia, y que son parte de ella. La realidad está en el sujeto y
alrededor de él; a su vez, el sujeto está en la realidad, es parte de ella, y no es
posible separarlos.

La relación entre psicólogos comunitarios y otros actores sociales

Los aspectos epistemológicos y ontológicos antes presentados plantean una


relación entre sujeto cognoscente y objeto cognoscible, que cambia la
aproximación al objeto de estudio planteada por la psicología tradicional. Ya no
es posible hablar de una relación sujeto-objeto considerando como segundo
término del binomio a los sujetos sociales miembros de las comunidades,
puesto que ellos son igualmente sujetos cognoscentes, participantes de
derecho y de hecho en la intervención-investigación comunitaria. Es necesario
plantear entonces una relación sujeto-sujeto/objeto, pues hay un doble sujeto
cognoscente. Es por eso que la psicología habla de agentes externos y
agentes internos en el trabajo comunitario, y plantea una relación dialógica,
horizontal, de unión de conocimiento científico y conocimiento popular y de
devolución sistemática del conocimiento científico producido a las
comunidades, a la vez que de entrega del conocimiento popular construido a
los agentes externos, ya que unos y otros han participado en su construcción e
hicieron aportes provenientes de su experiencia, de su saber cotidiano, de su
sentido común y de su disciplina. Por tal razón, el rol de los psicólogos
comunitarios no es el de interventores expertos, sino más bien el de
catalizadores de transformaciones sociales.

111
Dimensión metodológica

Si la construcción del conocimiento y el sujeto cognoscente son definidos como


hemos visto, obviamente los métodos tradicionales, basados en lo que
Fernández Christlieb llama la epistemología de la distancia, por la separación
que impone entre el sujeto y el objeto, tienen una cabida limitada en este
campo. Por eso se asume la investigación-acción en su expresión participativa
(IAP), tomada del campo de la sociología y de la educación popular,
enriqueciéndola con aspectos provenientes de aquellos métodos ligados a la
psicología tradicional, de carácter dinámico y colectivo.

Pero quizás el aspecto más interesante en la dimensión metodológica


comunitaria es la necesidad de generar métodos que se transformen al mismo
ritmo que cambian las comunidades.

Métodos capaces de producir preguntas y respuestas ante sus


transformaciones y ante los planteamientos que éstas provocan. Métodos cuya
característica fundamental sea la capacidad de cambiar según los cambios del
problema que estudia, de tal manera que se generen construcciones en una
acción crítica y reflexiva de carácter colectivo. Se busca entonces construir una
metodología dialógica, dinámica y transformadora que incorpore a la
comunidad "a su autoestudio" (Santiago, Serrano- García y Perfecto, 1992:
285); por eso, como se dijo antes, se amplía la dialéctica convirtiéndola en
analéctica, logrando así una forma de intervención y de estudio que responda a
los intereses de la gente a la cual se suponen " destinados sus beneficios.

Dimensión ética

La definición del Otro y su inclusión en la relación de producción de


conocimiento constituyen el eje de esta dimensión. Tiene como objetivo
principal la relación con el Otro en términos de igualdad y respeto, incluyendo
la responsabilidad que cada uno tiene respecto del Otro, entendiendo por
responsabilidad no el responder a, sino el responder por el Otro. Se trata de
una consideración del Otro no como un objeto creado por quien controla ciertos
recursos en la relación, ni como un producto de la imaginación de esa persona,
lo cual en psicología comunitaria significa reconocer la existencia
independiente de la comunidad como forma de grupo y de sus miembros en su

112
singularidad, en su carácter de dueños de una historia construida por ellos,
anteriores a la intervención comunitaria y posteriores a ella.

La concepción ética pasa por el carácter incluyente del trabajo comunitario, en


el cual se busca integrar, respetando las diferencias individuales, en lugar de
excluir o de apartar. La comunidad como grupo o conjunto de grupos
organizados tiene voz propia, y sus miembros activos cuentan con capacidad
para tomar y ejecutar sus propias decisiones, tienen la capacidad y el derecho
de participar. Como comunidad es un sustantivo colectivo, aun cuando se
trabaje con grupos organizados de la comunidad relativamente pequeños, es
necesario orientar ese trabajo hacia la participación de aquellas personas que
aunque no formen parte de esos grupos, tienen participación en los procesos
que afectan y hacen a la comunidad.

La ética de la relación

En concordancia con el paradigma en el cual se ubica esta subdisciplina, en el


campo comunitario se habla de una ética de la relación, que he definido de la
siguiente manera: Una ética fundamentada en la relación supone una forma de
expresión de la rectitud que va más allá del derecho a la afirmación del propio
interés, para pasar a considerar el interés común por encima del bienestar
individual. [...] La equidad de la ética de la relación supone reconocer no
solamente el carácter humano y digno del otro, sino también que la otredad no
es una brecha, una diferencia, algo que distingue, que separa, sino que es
parte del yo. Que cada uno es otro y que cada otro es un yo.

De tal concepción ética derivan consecuencias que se manifiestan en todas las


dimensiones paradigmáticas. Para la psicología comunitaria, el respeto del
otro, su inclusión en toda sudiversidad, su igualdad, sus derechos y
obligaciones se expresan en el campo ontológico, en la definición de su objeto
de estudio; en los aspectos epistemológicos, en la relación de producción de
conocimiento conjunta entre agentes externos e internos, y en ese modo de
definirlos en tanto que productores de saber; en la dimensión metodológica, en
cuanto transforma los modos y las vías para conocer, y en los aspectos
políticos de la disciplina, al señalar sus objetivos y el efecto que pueden tener
en el espacio público y en la sociedad en general. Esas consecuencias pueden
resumirse de la siguiente manera:

113
• El Otro no es un objeto creado por el Uno. Más allá de la construcción que se
haga de ese Otro, hay una existencia que a su vez se construye a sí misma y a
quienes la rodean. Esto se traduce en la psicología comunitaria en su definición
de la existencia independiente e histórica de la comunidad como forma de
grupo, y de sus miembros en su singularidad. Como ya se ha dicho la
comunidad como grupo o conjunto de grupos organizados tiene voz propia, y
sus miembros activos cuentan con capacidad para tomar y ejecutar sus propias
decisiones, tienen la capacidad y el derecho de participar. • La cultura y sus
modalidades se reflejan tanto en la comunidad y en sus agentes internos como
en los agentes externos. Y los patrones de relación para comprender y para
equivocarse, a la vez que se desarrollan culturalmente, se transforman en la
relación. • La relación es siempre dialógica y tiene un carácter discursivo. Esto
significa que las relaciones humanas tienen que ser abiertas a una multiplicidad
de voces. Imponer silencio a ciertas categorías sociales es antiético y es una
forma de suprimir o excluir al otro. • En consecuencia, la psicología comunitaria
está abierta a la pluralidad de modos de producir conocimiento y
transformación. Aceptar que el conocimiento puede darse en diferentes
ámbitos, por diferentes medios, es una noción que en la psicología comunitaria
está unida al principio de que teoría y práctica no pueden separarse (véase el
capítulo 5). • El aspecto crítico se expresa en la permanente reflexión sobre lo
que se está haciendo y lleva a la concientización sobre lo que es presentado
como una forma natural de ver las cosas.

Ética, moral y deontología: conceptos relacionados pero no sinónimos

En los llamados códigos de ética profesional, se trata de conjuntos de


disposiciones que rigen el modo como debe desempeñarse la profesión
específica a la que se refieren en su relación con las personas con las cuales
se tratará. La deontología trata de los deberes y de su buen cumplimiento,
Entonces, cumplir con el código de ética de la profesión psicológica, por
ejemplo, es hacerlo mediante una buena práctica, observando las normas que
regulan el ejercicio de la profesión.

Por otra parte, cuando se acusa a alguien de carecer de ética, de violar la ética
o de ir contra ella, aludiendo a comportamientos condenables, se está entrando
en el campo de la moral. Es decir, de lo que trata del bien en general y del
carácter malo o bueno de las acciones según la cultura en la cual se vive.
Parece entonces que la ética se refiere al sustrato sobre el cual se
fundamentan las prácticas deseadas y deseables y consideradas como buenas

114
en cada cultura (moral), y a partir de las cuales se regula el comportamiento
juzgado como óptimo para cada profesión (deontología).

En la psicología, como en muchos otros campos profesionales, es frecuente


encontrar una fusión entre ética, moral y deontología. En general, los tres
niveles de distinción entre lo bueno y lo malo deben ser ubicados en su grado
de especificidad y de generalidad.

La moral es el conjunto de prescripciones y de normas culturales a través de


las cuales se expresa la ética, cuyo cumplimiento se exhorta a seguir en una
época y en una sociedad o en una cultura determinadas. Como su etimología lo
indica (proviene del latín mores, es decir costumbres), la moral concierne a los
modos de hacer y de comportarse. Ética y moral van juntas, la primera
influyendo en la segunda, pero no son términos intercambiables.

Deontología es el conjunto de reglas a seguir para observar una conducta


moralmente intachable, pero no necesaria y completamente ética, pues las
normas socialmente aceptables pueden excluir ciertas categorías o grupos, o
pueden permitir prácticas que los lesionen. A la vez, todo esto refleja una
posición ética anterior a ellas que determina su sentido y orientación. Los
códigos de ética profesional, entonces, son conjuntos de reglas de conducta
pertenecientes al orden moral que caen en el campo, siempre aplicado, de la
deontología o teoría de los deberes.

La coautoría y la propiedad del conocimiento

El respeto a ese Otro y a su participación en la autoría y propiedad del


conocimiento producido muestra el carácter ético de este paradigma. De los
tres aspectos anteriormente descritos, queda claro que al haber un doble sujeto
cognoscente o, más bien, al reconocerse que los que tradicionalmente se
definían como sujetos de investigación también producen conocimiento, hay
una autoría compartida para el conocimiento producido en el trabajo
comunitario.

Al haber un doble sujeto cognoscente -puesto que quienes tradicionalmente se


definían como sujetos de investigación también producen conocimiento- hay
una autoría compartida para el conocimiento producido en el trabajo
comunitario. Fals Borda (1985) describe la práctica que denomina como
115
devolución sistemática del conocimiento producido a los miembros de la
comunidad; Goncalves de Freitas (1997) señala también la necesidad de su
complemento lógico (y dialógico): la entrega sistemática del conocimiento
popular a los agentes externos. Ese intercambio es necesario por cuanto
aunque ambos tipos de agentes hayan trabajado conjuntamente, como hemos
visto muchas veces, los miembros de la comunidad pueden no tener conciencia
de lo que significa su aporte. Y a algunos agentes externos puede ocurrirles
exactamente lo mismo respecto de ese aporte proveniente de la comunidad.
Esa coautoría debe quedar claramente establecida en los informes que se
produzcan, en el sentido de que se debe citar quién hizo qué. Y si se trata de
un artículo o de una obra académica producida a partir de un trabajo realizado
por un agente externo, se debe señalar en esa obra lo que hicieron las
personas de la comunidad, y se debe obtener su permiso para publicar, si bien
el artículo o libro será producido por el agente externo. Y si el análisis ha sido
construido en colaboración, entonces la coautoría debe ser obligatoria.

Éste es un aspecto de carácter ético, pues es necesario reconocer que no


todos los productos de la intervención-investigación comunitaria provienen del
campo científico. El contexto de descubrimiento no es exclusivo de la ciencia, y
en el caso del trabajo comunitario, al haber una reflexión y una acción
compartida derivadas del reconocimiento del carácter activo de los
participantes, el conocimiento producido pertenece tanto a los agentes externos
como a los agentes internos (miembros de la comunidad) y es, por lo tanto,
propiedad de ambos y debe servir a unos y a otros. Esta consideración de los
miembros de la comunidad como coproductores es no sólo un ejercicio del
respeto que se debe tener por el Otro, sino además el reconocimiento de su
igualdad en la diferencia. Es decir, está investido de derechos, a la vez que
distinguido por su carácter único. Y es tal consideración la que permite el
diálogo, así como la reflexión crítica en ambas direcciones: del agente externo
hacia los internos, y viceversa.

Dimensión política

El carácter y la finalidad del conocimiento producido, así como su ámbito de


aplicación y sus efectos sociales, configuran el carácter político de la acción
comunitaria. La política se refiere a la esfera de lo público, al ámbito de la
ciudadanía y a cómo nos relacionamos con otras personas en ella. Asimismo,
se refiere al poder y a sus líneas de acción, lo cual constituye su núcleo central.
Eso supone hacer y decir dentro de la sociedad en que vivimos; por lo tanto,
tiene que ver con el tener voz y hacerla oír y con el generar espacios para que

116
aquellos que han sido relegados al silencio puedan hablar y ser escuchados y
se establezca el diálogo. No se puede considerar que en una sociedad se es
libre cuando lo que se llama diálogo sólo puede ocurrir entre aquellos que dicen
lo mismo o hablan con la misma voz. Por eso, la relación dialógica que se
propone en la psicología comunitaria, al generar un espacio de acción
transformadora, crea al mismo tiempo un espacio de acción ciudadana que
permite la expresión de las comunidades y, por lo tanto, es ejercicio de la
democracia.

La psicología comunitaria propone una participación cuyo carácter político se


muestra en la función desalienante, movilizadora de la conciencia y
socializadora, que puede tener la praxis llevada a cabo. Desalienar y
concientizar se plantean como procesos que forman parte de la reflexión que
busca contrarrestar los efectos ideológicos de estructuras de poder y de
dependencia. Y esa participación no busca sólo remediar algún mal, cumplir
algún deseo, sino además generar conductas que respondan a una proyección
activa del individuo en su medio ambiente social, así como una concepción
equilibrada de ese medio y de su lugar en él.

Asimismo, la generación de conocimiento y el respeto a la diversidad tienen


consecuencias políticas y pueden ser el producto de políticas públicas
específicas. Y si la ética reside en el reconocimiento y la aceptación del Otro en
su diferencia, en su aceptación como sujeto cognoscente con igualdad de
derechos, la relación que se dé en tales circunstancias será liberadora porque
la libertad no reside en el aislamiento y la separación entre Unos y Otros, sino
en la intersubjerividad que al reconocer la humanidad del Otro permite que, por
ese acto, el Uno también sea humano. De tal manera que el carácter ético está
íntimamente ligado al político.

Una episteme de la relación

La idea de la relación como ámbito fundamental del ser y del conocer se


empieza a hacer sentir en el campo de las ciencias sociales latinoamericanas
al inicio de la segunda mitad del siglo XX. La obra temprana de Paulo Freiré
(1988) la expresa con gran claridad. "Somos seres de relaciones en un mundo
de relaciones", dice, refiriéndose a la necesidad de entender que el
conocimiento no se produce en personas aisladas, sino en la intersubjetividad
que es el producto de la relación.

117
Guareschi define la relación como "el ordenamiento o dirección intrínseca de
una cosa en dirección a otra". Guareschi habla de personas-relación, lo cual se
explica porque la persona sólo puede existir en relación. Más allá de la relación
sólo está el mundo de las cosas, que es mundo en tanto nuestra relación con él
lo define. La no relación es el vacío, la nada. Pero iré más allá: ni la cosa, ni el
nombre, ni yo ni tú, existen sino en la relación. La relación hace a los seres que
la construyen.

La psicología comunitaria se define como una psicología de relaciones creada


para un mundo relacional. Su objeto versa sobre formas específicas de relación
entre personas unidas por lazos identitarios construidos en relaciones
históricamente establecidas, que a su vez construyen y delimitan un campo: la
comunidad. No es posible entonces llevar a cabo acciones comunitarias a partir
de una concepción fragmentaria de la comunidad, construida a partir de la
sumatoria de individuos aislados. El ser, como entidad individual, es una noción
incompleta que omite, mediante un ejercicio intelectual, una parte de sí mismo:
el Otro, con el cual se relaciona y para el cual es un alter. Una perspectiva
holista de los paradigmas

Las cinco dimensiones de un paradigma (ontología, epistemología,


metodología, ética y política) deben verse como una suma integradora. Esas
cinco dimensiones son consideradas en la psicología comunitaria como
aspectos inherentes al proceso de construcción del conocimiento, que, de
modo consciente o inconsciente, están siempre presentes y marcan el modo de
conocer. Y eso ocurre porque los límites entre las cinco dimensiones no son
impermeables. No se trata de cinco esferas separadas, sino de una totalidad
que las incluye a todas. No van en fila india ni tienen un carácter ordinal, es
decir, no hay unas primero y otras después, ninguna dimensión precede a la
otra, puesto que todas son interdependientes. Cada una de ellas toca a todas
las demás en una sola relación. Hay que ser (ontología) para conocer
(epistemología) y ese conocer se efectúa siguiendo un procedimiento o camino
que lleva a la producción de conocimiento (metodología). Pero tal cosa no
ocurre en aislamiento. Todo individuo cognoscente es miembro de una relación
en la cual se produce el conocimiento. Los seres humanos, separados de la
sociedad, son individuos pero no humanos. La humanidad se adquiere en las
relaciones sociales.

118
En cada relación se produce conocimiento y el conocimiento sólo surge en las
relaciones, de tal manera que la presencia del Otro está siempre presente, aun
cuando hayamos trabajado en solitario. Y allí está la ética, porque la soledad, si
bien puede estar privada de la compañía física o afectiva de otros, no elimina la
historia, ni las experiencias ni los afectos surgidos de los contactos
socializadores. Y más aún, todo conocimiento afecta al grupo, a la sociedad,
por lo cual, al excluir a éstos de sus beneficios o al aplicarles sus aspectos
negativos, ejercemos poder sobre ellos. Y al respetar y admitir la capacidad
constructora de conocimientos de cualquier categoría social, al escuchar las
voces de los individuos que la integran, estamos respetando su derecho al
espacio público. Y eso es político.

Dicho de otro modo, toda epistemología está directamente relacionada con una
concepción ontológica que define al ser y al objeto del conocimiento, en función
de los cuales se produce una relación cognoscitiva. A su vez, el método que se
aplique refleja igualmente esos dos aspectos. Esto es particularmente
importante, por cuanto respecto del método y de las técnicas que de él se
derivan se produce lo que sólo puedo calificar de "efecto perverso", pues a
veces se independiza de las concepciones ontológicas y epistemológicas,
éticas y políticas en conjunción con las cuales surge, y se convierte en el
motivo de investigación, en lugar de ser la vía de investigación. Asimismo, al
hablar de ontología, de epistemología y de metodología no es posible dejar
fuera a la ética y a la política. El punto central de la ética reside, como hemos
visto, en la concepción del Otro, en su definición y en los alcances de su
participación en la relación con el sujeto cognoscente. Esto es, en la definición
de ese Otro como objeto o como sujeto, como ente cognoscente o como objeto
de conocimiento. A su vez, la admisión de la existencia de una carga valorativa
en la construcción del conocimiento, así como de a quiénes se incluye o se
excluye de su producción y uso, supone un ámbito o dimensión política.

Introducción a la psicología comunitaria. Maritza


Montero- Origen y desarrollo de la psicología
comunitaria
Durante las décadas del 60 y 70 (siglo XX) se producen una serie de
movimientos sociales que van a influir sobre los modos de hacer y de pensar
de las ciencias sociales. En la psicología se produce un vuelco hacia una
concepción de la disciplina centrada en los grupos sociales, sociedad e

119
individuos con sus necesidades y expectativas, así como de un método de
aproximación diferente.

Toda esta tendencia, responde a una sociología comprometida, militante y


dirigida a los más oprimidos y en desigualdad. El reto era enfrentar los
problemas sociales de una realidad muy concreta: el subdesarrollo de América
Latina y sus consecuencias sobre la conducta de individuos y grupos. El
comienzo en América Latina- La psicología comunitaria nace a partir de la
disconformidad de una psicología social que se encontraba bajo el signo
del individualismo, que practicaba la fragmentación y que no daba respuesta
a los problemas sociales. La experiencia estaba atada a un paradigma que la
condenaba a la distancia, a una manipulación de las circunstancias de
investigación y de aplicación, donde el sujeto con determinado problema
parecía quedar “por fuera” de la psicología social para luego desaparecer. Poco
o nada se lograba transformar de esa “realidad” que se pretendía estudiar.

Al mirar hacia el mundo, desde el lado de los mismos psicólogos,


comprendimos que la acción derivada de esas formas tradicionales de
aplicación era insuficiente, tardía e inocua. La separación entre ciencia y vida
que advertían las Ciencias Sociales llevó a rescatar líneas de pensamiento, con
aportes dejados de lado por ser “poco científicos” al no ajustarse a la tendencia
dominante. Muchas formas de investigación comenzaron a ser revisadas y
reivindicadas, conformando una forma alternativa de hacer psicología. Lo
vigente parecía inadecuado, incompleto y parcial. Se necesitaban respuestas
inmediatas, dejar de tratar a pocos e ignorar dolencias de muchos.

En los años 60 comienza a desarrollarse una nueva práctica que va a exigir


una redefinición tanto de los profesionales de la psicología, como su objeto de
estudio e intervención. La propuesta que se hacía partía de los aspectos
positivos y de los recursos de esas comunidades, buscando su desarrollo y su
fortalecimiento, y centrando en ellos el origen de la acción. Los miembros de
dichas comunidades dejan de ser considerados sujetos pasivos (sujetados) de
la actividad de los psicólogos, para ser vistos como actores sociales,
constructores de su realidad. El énfasis estará en la comunidad y no en el
fortalecimiento de las instituciones.

La psicología comunitaria en la América anglosajona

En mayo de 1965, en un congreso de Psicólogos Sociales, Clínicos y


Escolares, se dio inicio a esa rama de la Psicología. Se decidió generar un
nuevo tipo de formación para los psicólogos que les permitiera ejercer su
práctica así como desempeñar su nuevo rol en la comunidad. A partir de esta
reunión, no solo se generaron programas específicos para trabajar en la
comunidad, también se abrió un campo para el estudio y la reflexión sobre la
nueva práctica

120
Características iniciales de la psicología comunitaria desarrollada en
América Latina, Los aspectos que marcaron la psicología comunitaria en
sus inicios son:

1. Búsqueda de teorías, métodos y prácticas que permitiesen hacer una


psicología que contribuyese no solo a estudiar, sino principalmente a aportar
soluciones a los problemas urgentes que afectaban a las sociedades
latinoamericanas.

2. Redefinición de la psicología social, a la vez que se va más allá del objeto de


esa rama de la psicología.

3. Carencia de definición, donde las primeras aparecen a inicios de los 80.

4. Careció de un lugar académico y profesional propio hasta bien entrada la


década de los 80.

5. Orientación hacia la transformación social. El norte de esta rama es el


cambio social, muchas veces definido en función de la noción de desarrollo.

6. La certeza del carácter histórico de la psicología como ciencia, de la


comunidad como grupo social y del sujeto humano. Esto es, comprender que
surgen y son parte de un espacio y de un tiempo y se dan en relaciones
construidas cada día, colectivamente, en procesos dialécticos de mucha
influencia.

7. La búsqueda de modelos teóricos y metodológicos que ayudasen a entender


y explicar los fenómenos con los cuales se trabajaba. Esto hizo que en sus
inicios apelase a diversas fuentes, porque suministraban descripciones
conductuales certeras y el modo de producirlas, o porque otras aportaban
categorías de análisis y explicaciones socioeconómicas o políticas a de largo
plazo. Esta característica le aportó además una amplia perspectiva
multidisciplinaria, ya que se acudió a campos tan variados como la educación
popular, la filosofía, la sociología y la antropología.

8. La concepción de que el “sujeto de investigación” es una persona no sujeta


a la voluntad y a los designios de quien investiga. Es alguien dinámico, activo,
que construye su realidad, actor social cuya voz forma parte de la polifonía de
la vida social y que al ser parte de la acción y de la investigación que se realiza
con su comunidad tiene derechos y deberes que lo relacionan con ambas
tareas.

9. La necesidad de redefinir el rol de los profesionales de la psicología social,


que debido a todo lo anterior, no podía sostener una práctica marcada por una
separación o distancia “antiséptica” ni por una autodefinición basada en una
experticia a la cual evidentemente le faltaba el conocimiento de la comunidad
producido desde ella.

121
Fases en el desarrollo de la psicología comunitaria-

A partir del 60, se construyó una nueva forma de hacer psicología. En un


principio, fue con cautela, mientras que al mismo tiempo se rompieron ciertas
fronteras, se crearon nuevos métodos y técnicas partiendo de las formas
menos tradicionales de actuar e investigar, etc. El saber y las practicas,
permitieron que en los 80 apareciera un método ya más dibujado, y a mitad de
los 80 se dio paso a la teoría a través de la generación de conceptos,
explicaciones e interpretaciones. 10 años después estamos inmersos en la
problemática epistemológica, con la presencia de un modelo poco relacionado
con el paradigma dominante.

Un modelo que ha sido construido por psicólogos que trabajan arduamente en


seis frentes:

- Práctico-Teórico: responsables de construir un cuerpo de conocimiento,


cuyo contenido conforma el producto de una praxis que genera acción,
modos de hacer y explicaciones e interpretaciones sobre los mismos
- Ontológico: define la naturaleza del sujeto cognoscente.
- Epistemológico: busca definir el carácter del conocimiento producido y el
tipo de relación de producción de ese conocimiento.
- Metodológico: hace aportes referentes al método a aplicar para producir
conocimiento.
- Ético: se dirige a definir la naturaleza de la relación entre
investigadores-interventores y las personas que forman las
comunidades, aquellas que en la investigación tradicional son llamados
“sujetos”, en tanto son objeto de conocimiento y acción, y cuyo carácter
activo en la producción de conocimiento es un aspecto fundamental para
éste modelo.
- Político: da lugar a la expresión de diferentes voces dentro del hacer y el
conocer e incluye aspectos tales como la autoría y la propiedad del
conocimiento producido.

En medida de que crece y se afianza la disciplina, las relaciones de intercambio


e interinfluencia crecen, coincidiendo en los siguientes aspectos:

- Unión de teoría y práctica


- Concepción del psicólogo como agente de cambio social, generativo,
reflexivo.
- Relación dialógica entre agentes externos (psicólogos) y agentes
internos (miembros de la comunidad) y reconocimiento del carácter
activo de los segundos.
- Generación de nuevas formas de investigar e intervenir para transformar
el medio ambiente y fortalecer a las personas.
- Relación entre problemas psico ambientales y vida cotidiana de las
personas.
122
- Interinfluencia de ciertos modelos como la psicología, la teología y la
filosofía de la liberación, la educación popular freiriana, o el desarrollo o
movilización de la conciencia social.
- Necesidad de sustituir el modelo médico por modelo psicológico.
- Reconocimiento del carácter histórico y cultural de los fenómenos
psicológicos y sociales, con la consiguiente aceptación de la diversidad.

Psicología Social Comunitaria: vigencias y disonancias


en los escenarios actuales Alicia Rodríguez (Facultad
de Psicología, Universidad de la República, Uruguay)

Resumen

Las condiciones socio-históricas que originaron la Psicología Comunitaria en


América Latina variaron sustantivamente.

Palabras claves: Psicología Social Comunitaria, América Latina, cambios socio-


históricos, vigencia.

Introducción

El objetivo de este artículo es debatir sobre la vigencia de la Psicología Social


Comunitaria (PSC) y de los fundamentos que le dieron origen, ubicando la
necesidad de repensar algunas de sus categorías de análisis e intervención a
la luz de los cambios experimentados en nuestras sociedades y del carácter
que ha adquirido el desarrollo de ese campo de conocimientos y acción.

Sin lugar a dudas, el proceso que se inició con la emergencia de la PSC en


nuestro continente (Montero, 2004a), ya no tiene vuelta atrás. La constatación
del carácter inadecuado de una psicología centrada en el individuo, aislado de
sus condiciones concretas de existencia y de una ciencia con pretensiones de
objetividad y neutralidad, promovió una transformación en la concepción de
realidad y de sujeto, en los modos de investigar e intervenir, y en el
posicionamiento profesional, vigente hasta nuestros días

Entre aquéllos y estos años...

Los inicios de la PSC coinciden con los años del Mayo Francés, de la
Primavera de Praga (Checoslovaquia), de la matanza en la Plaza de Tlatelolco
(México) en 1968, y del Cordobazo en Argentina un año después, todos ellos
movimientos de protesta con propósitos de transformación social que
enfrentaron la represión.

123
Estos intentos reformistas fracasan, siendo desplazados por gobiernos
autoritarios como instrumento para la instauración salvaje de una nueva fase
de la evolución capitalista: la neoliberal (Borón, 2008) Los años de la
emergencia de la PSC en América Latina eran los tiempos del Concilio
Vaticano II y de la Teología de la Liberación, en diálogo con la Educación
Popular desarrollada por Paulo Freire en Brasil y con la Sociología Militante de
Orlando Fals Borda en Colombia (Montero, 2004a). Estas corrientes se
constituían en expresión de una intelectualidad ideologizada y comprometida
con los sectores populares; campo fértil, el de las ciencias sociales de la época,
que dio lugar a la llamada crisis de la Psicología Social para constituirse luego
en una “Psicología social como crítica” (Iñiguez, 2003), cuyas principales
expresiones en nuestro continente serían la Psicología de la Liberación, la
Psicología Política y la Psicología Comunitaria (Montero, 2004b)

Progresivamente, asistimos a la preponderancia del capital financiero


internacional, cuyo modelo de acumulación se sostiene en la especulación
monetaria y donde las instituciones financieras internacionales juegan un papel
disciplinador en relación a las economías periféricas

Parece estar comprobado que no hay desarrollo posible, auténticamente


democrático, en el marco del capitalismo. A lo sumo es viable experimentar
algunos momentos ventajosos en el ciclo económico como ha ocurrido en
varios de nuestros países en las últimas décadas, pero donde los problemas de
exclusión e injusticia social perduran y se agravan. A pesar de cierta
disminución de la desigualdad en la distribución de los ingresos que
experimentó América Latina entre 2002 y 2015 y de los esfuerzos de algunos
gobiernos “progresistas” de la región en la promoción y protección de derechos,
aquella tendencia se ha desacelerado en los últimos años, al tiempo que
persisten desigualdades estructurales en la distribución de la riqueza, en las
relaciones de género y en las étnico-raciales (CEPAL, 2017; Amarante y
Colacce, 2018). Este panorama corre serios riesgos de profundizarse en los
próximos años a partir del ascenso reciente de gobiernos conservadores y de
derecha que prometen recrudecer las políticas neoliberales y radicalizar las
tendencias discriminatorias y estigmatizantes hacia variados sectores de la
población, en un marco en el que la corrupción se ha consolidado como
fenómeno socio-político.

Los cambios socio-políticos experimentados en América Latina desde el


surgimiento de la PSC hasta la actualidad, nos interpelan en dos sentidos: en el
de las producciones subjetivas concomitantes y en el de los horizontes de
transformación social que se presentan radicalmente distintos a los de los años
‘70. Como expresan Almeida y Sánchez (2014) los cambios sistémicos y
civilizatorios acontecidos en las últimas décadas nos obligan a analizar la
deconstrucción y reconstrucción de los lazos comunitarios como resultantes de
la interacción entre dinámicas macro y micro sociales.

124
La Psicología Social Comunitaria: entre crecimientos y tropiezos

Como lo muestran Maritza Montero e Irma Serrano (2011) en su compilación


de las historias de la PSC en los países de América Latina, su desarrollo ha
sido muy heterogéneo. Esa heterogeneidad se relaciona con las corrientes
teóricas que la han nutrido y con los problemas singulares de cada región que
han requerido un abordaje comunitario.

Asistimos con asombro y preocupación a la distorsión y pérdida de potencia de


algunos componentes de la PSC, conduciendo a prácticas que tienen efectos
contrarios a los perseguidos desde los principios que la sustentan. Esto es
resultado de la captura de nociones por parte de actores no interesados en la
producción de cambios sociales profundos. Es brillante el análisis que realizara
Antonio Ugalde en el año 1987 sobre las coincidencias entre los programas de
salud impuestos en Latinoamérica por parte de agencias internacionales y los
que habían sido aplicados para promover el desarrollo rural y la reforma agraria
en el marco de la Alianza para el Progreso. La participación, la organización y
la autogestión comunitarias, como estrategia central de dichos programas,
resultaba en la imposición de valores, en la cooptación de líderes locales y en
la explotación de trabajo no remunerado, al tiempo que el fracaso de los
proyectos era atribuido a la ignorancia y a las tradiciones de las poblaciones
campesinas y de los pobres urbanos (Ugalde, 1987) Lamentablemente,
experiencias de este tipo se han multiplicado.

Pero también, el debilitamiento de la intencionalidad transformadora de la PSC


muchas veces fue consecuencia del trabajo de profesionales acríticos ligados a
un ejercicio voluntarista e ingenuo en el marco de proyectos dirigidos a los
sectores más pobres de la población, en abstracción de un análisis de las
desigualdades y de las relaciones de poder.

Abriendo interrogantes en los escenarios actuales

Lo desarrollado hasta aquí nos conduce a problematizar algunas categorías


teóricas y metodológicas claves para la PSC y otras que ha adoptado en su
relación con otras ciencias sociales, a la luz de algunos desafíos que
caracterizan los escenarios sociales actuales.

Su elección responde a nuestros contextos específicos de acción y a la medida


en la que ellos nos han interpelado. Se constituyen en puntos de partida, de
miradores de procesos sobre los que nos interesa reflexionar; miradores que
lejos de ubicarnos en una distancia que permita ver una panorámica desde
fuera y desde lejos, suponen un involucramiento en el que el mirar supone un
ejercicio analítico realizado desde dentro y desde cerca.

Primer mirador. El vínculo entre trabajadores de Políticas Públicas Sociales


focalizadas y los sujetos de la intervención. Las preguntas sobre el sujeto de la

125
Psicología Social Comunitaria y el sujeto de las Políticas Públicas Sociales. O
“Porque sos pobre, sos dependiente”.

Según el Paradigma de la Construcción y la Transformación Crítica propuesto


por Maritza Montero (2004) como soporte de la PSC, el sujeto que ella concibe
es un sujeto activo, actor social que construye y protagoniza la realidad. “... es
alguien que piensa, actúa y crea...”, dice Montero, y agrega, “... es un sujeto
que critica, actúa y reflexiona...” (2004, p.95). Sobre esa base, el sujeto de la
PSC tiene derecho a decidir sobre sus propios destinos y las capacidades para
desarrollar las acciones oportunas para la resolución de sus problemas. En
relación a un sujeto así concebido, la/el agente externa/o es un/a facilitador/a
de procesos que los actores sociales despliegan. “una concepción de los seres
humanos que permite apostar a sus potencialidades más allá de las situaciones
de carencia o sometimiento que les toque vivir. Esto incluye potencialidades
intelectuales basadas en la concepción gramsciana según la cual toda persona
es un filósofo/a capaz de pensar críticamente su realidad; potencialidades
organizativas en tanto capacidades de estructurar redes solidarias y articular
respuestas colectivas ante las situaciones de adversidad; potencialidades
creativas que se expresan en sus formas de contacto con la naturaleza y las
soluciones autoconstruidas ante los problemas de su hábitat” (Giorgi,
Rodríguez y Rudolf, 2011, p. 407-408).

¿Cómo dialogan estas perspectivas con las transformaciones que han sufrido
las identidades sociales en las últimas décadas? Como expresamos en otro
trabajo (Rodríguez y Montenegro, 2016) algunos autores (Giddens, 1995 y
Beck, 1997, citados por Svampa, 2000) plantean que en el mundo
contemporáneo el individuo está sometido a fuertes exigencias de autonomía y
a una emancipación compulsiva, se sostiene que es responsable de su propia
biografía y que su identidad es producto de un proyecto reflexivo y autónomo
que se construye a partir de una comprensión de sí y de sus prácticas. Esto
ocurre en un contexto de crisis del lazo social y de un déficit de soportes como
resultado de la pérdida de los marcos colectivos de socialización instituidos por
la sociedad salarial.

En este contexto, el sujeto de las PPSS focalizadas o el sujeto de la pobreza se


presenta como un individuo anómico, desocializado y fragilizado (Castel, 1997)
cuyos recursos le han sido sustraídos al extremo de no-ser. Dichas políticas, si
bien pueden ser concebidas como resultado de un proceso de discriminación
positiva, instituyen a los sujetos como sujetos de carencia y construyen
otredades (Montenegro, 2001). Frecuentemente, las/os trabajadoras/es se
aproximan a ellos desde un diagnóstico construido de antemano (que
fundamenta la existencia de esa política) en el cual el sujeto desaparece como
sujeto, en su carácter singular, con historia, emociones, deseos, creencias y
sueños.

126
“Como sos pobre, sos dependiente”, expresó una mujer vinculada a un centro
de educación inicial en un barrio de Montevideo. En relaciones mediadas por el
afecto y el reconocimiento mutuo se instituye un sujeto agradecido que con
frecuencia experimenta culpa y responsabilidad por su situación de pobreza.
En contextos de reflexividad limitada, las/os operadora/es sociales insisten
legítimamente, y en conocimiento de los principios metodológicos de la PSC,
en inaugurar intervenciones a partir de necesidades que la/el otra/o podrá
identificar, jerarquizar, y decidir sobre cuáles actuar. ¿Cuál es el resultado de la
puesta en juego de estas herramientas cuando nos encontramos con sujetos a
quines se ha arrebatado la potencia de la reflexión e incluso de la acción?

La recuperación del sujeto como condición de posibilidad para la construcción


de un sujeto político, lo que es posible singularizando, historizando,
empatizando, conociendo y comprendiendo su mundo de vida, recuperando o
escuchando su voz y visibilizando su potencia que es resistencia para la
sobrevivencia. El desafío es el de no operar con categorías apriori en ningún
sentido, ni las que suelen instituir las PPSS como otredades desingularizantes
(el “ser pobre” entre otras) o con pretensión de universalidad (como “sujetos de
derecho”). Sólo en los encuentros singulares y situados, donde el campo de
intervención es inmanente al campo de análisis (Raggio, 2008) es posible
desplegar procesos en los que ni las/os profesionales ni los sujetos de la
política queden sujetados a posiciones o a significados fijos construidos desde
la exterioridad.

Segundo mirador: Las categorías de exclusión e inclusión social y su presencia


en los análisis sociológicos actuales. La pregunta por el sentido de estas
categorías para la Psicología Social Comunitaria y por la intencionalidad de los
cambios.

La noción de exclusión-inclusión social se nos impuso desde los análisis


sociológicos que ubican en esos procesos la nueva “cuestión social” (Castel,
1997). Desde una PSC pretendidamente crítica, es imprescindible
problematizar estas categorías que nos hablan de fronteras simbólicas
construidas socialmente al naturalizar las relaciones de dominación que se
renuevan con la profundización del neoliberalismo, el que agudiza las
desigualdades materiales ya existentes.

Además de desnaturalizar las condiciones de producción de la exclusión social


y de visibilizar las relaciones de poder que los fenómenos categorizados como
tales denuncian, es fundamental considerar que lo que ha sido afectado es la
cualidad del vínculo social y su potencialidad, no sólo para sostener mínimos
niveles de cohesión social, sino fundamentalmente para generar acciones
colectivas transformadoras. ¿No es en relación a esos vínculos que es
necesario intervenir? ¿no debemos correr la mirada desde los “excluidos” hacia
las relaciones sociales que los producen en un plano macrosocial y en la

127
cotidianeidad? ¿en un marco que jerarquiza los procesos de individuación, qué
condiciones existen para la construcción de lo colectivo?

Estas interrogantes nos conducen a realizar tres consideraciones. En primer


lugar, la necesidad de estudiar e intervenir no sólo con los sectores que
experimentan las situaciones de opresión sino también de conocer y
comprender las nuevas formas de dominación que tienen lugar y las
estrategias que emplean los sectores dominantes para mantener el estatus
quo. En segundo lugar, si estamos de acuerdo que en la exclusión social lo que
está afectado es el vínculo social, hay algo del sufrimiento del sujeto excluido
que tiene que ver con la mirada del otro. Finalmente, es fundamental considerar
qué significa estar incluidos socialmente en los actuales contextos.

La inclusión social es significada como acceso a los bienes de manutención y


consumo y como ascenso en la escala social. Otras personas ubican lo más
significativo de sus transformaciones vitales en la vivencia resultante del
involucramiento en experiencias colectivas, ya sea que éste adoptara el sentido
de acción política, o bien, el de soporte afectivo que permite descubrir la propia
potencia y la potencia de la reciprocidad.

Tercer mirador: La configuración actual de los barrios populares urbanos y la


diversidad de modalidades residenciales. La pregunta por la vigencia de la
noción de comunidad como categoría de análisis y de intervención

La noción de comunidad entra a la psicología por la puerta de la PSC, pero ha


estado presente desde larga data en la historia de las ideas ligada a la
concepción misma de sociedad (Tönnies, 1887) y como resultante de la tensión
entre ella y el individuo, entre valores colectivistas e individualistas, entre
libertad y seguridad, entre pertenencia y autonomía, entre lo uno y el todos. Ha
sido modelo de una sociedad buena caracterizada por la comunión de
objetivos, por la cohesión y la coersión social, y por su permanencia en el
tiempo. Se asocia con una espontánea identificación afectiva, con relaciones
de proximidad, con el sentido de vecindad, o como resultado de la voluntad de
los sujetos (asociativismo)

La intervención comunitaria ha estado orientada a promover, fortalecer y


acompañar la construcción de lo común, entendido como sinónimo de lo bueno.

La comunidad en PSC ha sido concebida sobre todo como comunidad


territorial. En el trabajo en barrios urbanos nos encontramos con expresiones,
con discursos, con vivencias, con acciones que ponen en cuestión fuertemente
la idea de comunidad, porque el sentido de comunidad se presenta como un
ausente entre la mayor parte de sus habitantes.

128
La tensión queda ubicada entre lo integrado y lo fragmentado, entre lo común y
lo distinto que se repele, entre el deseo de estar con otros y el de recluirse y
aislarse. Las comunidades territoriales o los llamados barrios (Gravano, 2005),
se han visto trastocados en su potencia para la producción de sentidos de
pertenencia y de sujetos colectivos, a partir de dos procesos: las
transformaciones territoriales operadas en los barrios populares como producto
de los fenómenos de desindustrialización a partir de la segunda mitad del siglo
XX, y las afectaciones que han experimentado los lazos sociales y comunitarios
como efecto de las mutaciones del capitalismo. En este contexto, el sentido de
la intervención es permanentemente cuestionado y la interrogante que surge es
cómo desprenderse de la utopía ligada a la recuperación de lo perdido y al
arquetipo de la situación ideal, y generar condiciones de posibilidad para la
construcción de lo común.

¿Es que se trata de la muerte del sujeto de lo común? ¿O de la pérdida de


eficacia de la noción de comunidad como constructo para nombrar, analizar y
gestionar lo común? ¿Cómo evitar la violencia de intentar construir nosotros
donde no los hay, sin quedar atrapados/as en la resignación y perder las
esperanzas de transformación?

Por otro lado, entendemos, junto con Almeida y Sánchez (2014), que si bien la
crisis sistémica y civilizatoria que experimentan las sociedades
contemporáneas han impactado en los lazos comunitarios, más que de su
disolución cabe hablar de su resignificación. No sólo asistimos a la emergencia
de nuevos movimientos sociales, sino que también a múltiples formas de
resistencia y luchas por la dignidad que encontramos en los espacios micro-
sociales (Rodríguez, 2013, citada por Rodríguez y Montenegro, 2016), junto
con formas no institucionalizadas, ni formalizadas que se constituyen en
modalidades de acción colectiva diversas y dinámicas, donde opera la
multiplicidad sobre las tradicionales formas de organización y representación
(Viñar, 2018)

Cuarto mirador. Las transformaciones en los procesos colectivos y en las


modalidades de participación. Formas de participación no formales y nuevos
movimientos sociales. Los procesos participativos en Políticas Públicas. .

Estamos en problemas, porque constatando las dificultades para construir


proyectos alternativos globales y las producciones subjetivas que el
neoliberalismo nos ha regalado, sabemos que la acción colectiva es el único
modo de resistir, de presionar y de transformar en el actual estado de cosas.

Ha de advertirse sobre los cambios que han experimentado los procesos


participativos como consecuencia de las transformaciones macro sociales y de
las nuevas formas de resistencia que los colectivos implementan. Más que de
ausencia o debilitamiento de la participación, preferimos hablar de
transformaciones.
129
En los contextos actuales es necesario considerar dos esferas para el
despliegue de procesos participativos que se constituyen en motivo de análisis
e intervención para la PSC.

1) Por un lado, es necesario prestar atención a las formas que adoptan los
procesos participativos y las expresiones colectivas de los sectores
populares en la actualidad, tanto en los niveles micro como macro sociales.
En cuanto a los primeros cabe advertir que, junto con los cambios en el
mundo del trabajo experimentados a partir de la década del ´70 del siglo
pasado y las transformaciones territoriales acontecidas como consecuencia
de la urbanización neoliberal, las formas tradicionales de organización y de
participación han sufrido importantes cambios (Viñar, 2018). or otro lado,
entendemos importante considerar también a los Movimientos Sociales
(MS) propiamente dichos, algunos constituidos como experiencias
autogestionadas, de prácticas alternativas y autónomas, o bien,
organizados en torno a la protesta y la presión y disputando significados
sobre los problemas sociales. La PSC se ha abocado escasamente a este
tipo de organización.
2) La participación de los sujetos de las políticas en su diseño e
implementación. Se hace fundamental en este nivel, una reflexión crítica
acerca del carácter de las propuestas participativas que frecuentemente
incorporan los programas sociales que conforman las PP: ¿colaboración?
¿contraprestación? ¿o efectiva incidencia en la toma de decisiones? El
sujeto que la sociedad contemporánea y las propias PP construyen
(Sandominsky, 2010) son un aspecto central a considerar: sujetos
anómicos y desposeídos tenderán a generar estrategias individuales e
individualistas para la sobrevivencia; sujetos dependientes y agradecidos
generarán prácticas de colaboración y se someterán - o no, y por ello serán
sancionados- a las prácticas de contraprestación, con la dificultad de
generar procesos críticos en relación a dichas políticas. Es importante
considerar el papel de la sociedad civil organizada en la relación de los
sujetos de la política con el Estado. Los años 90' del S XX, con el auge del
neoliberalismo, instalan el modelo de co-gestión entre Estado y sociedad
civil organizada, cambiando el papel que venían teniendo las
Organizaciones No Gubernamentales (ONGs) en el abordaje de los
problemas sociales en nuestra región (Midaglia, 2001; Rodríguez, 2009). El
número de ONGs. en sentido descriptivo, crece exponencialmente. Este
proceso se asocia con los lineamientos privatizadores y con la delegación
de las funciones del Estado, que genera un “nicho laboral” para
profesionales sensibilizadas/os con la pobreza, entre ellos, psicólogas/os
comunitarias/ os. “Porque existen pobres, existen ONGs, si no existieran
pobres no habría ONGs”

130
Reflexiones finales

La elección de la PSC por trabajar junto con los sujetos oprimidos, con los que
no tienen voz, quizás la haya puesto en el riesgo de reproducir relaciones
coloniales sin pretenderlo. Los desarrollos de las ciencias no son ajenos a los
aconteceres macro-económicos y políticos y mucho menos a las subjetividades
que ellos producen. Sostener esas prácticas e incorporar otras (como el trabajo
con los movimientos sociales y la investigación acerca de los mecanismos de
producción de la riqueza y de la opresión), resignificando y reinventando
conceptos , favorece la posibilidad de construir posiciones estratégicas en
relación a un análisis de coyuntura que le permita identificar los puntos de
emergencia más relevantes en cada contexto socio-histórico, en articulación
con las intencionalidades, los principios fundamentales y los valores que le
dieron origen y que mantienen total vigencia.

131
5- Psicología Social del Río de la Plata

FERNANDEZ
Capítulo III: La demanda por los grupos

A. La ilusión de los orígenes

Las primeras intervenciones que luego darán lugar a la microsociología o


estudio de los pequeños grupos, fueron las de Elton Mayo (1924) donde se
"descubre" que los trabajadores constituyen espontáneamente entre sí grupos
informales, con vida y organización propias y cuyo código implícito determina la
actitud de los mismos hacia el trabajo. Se les denomina "redes informales”

Aparece por primera vez el planteo de una moral de grupo: todo el movimiento
posterior de "Relaciones Humanas" tuvo su punto de partida en esta
investigación que demostraba la relación positiva entre productividad y actitud
del grupo respecto a la empresa.

Se agregan conceptos, como transferencia institucional aportado por el Análisis


Institucional.

B. La dinámica de grupos (Lewin)

Kurt Lewin, aportó principios de la Gestaltheorie al estudio de la personalidad y


posteriormente al estudio de los grupos. Esta había demostrado que la
percepción y el hábito no se apoyan en elementos sino en "estructuras". La
Teoría de la Gestalt puso en evidencia que "el todo es más que la suma de las
partes". Según esta corriente la explicación de los fenómenos perceptuales
debía intentarse a través de una unidad de análisis -el campo perceptual- de un
nivel distinto al de las unidades propuestas hasta entonces: las sensaciones.
Lewin explicará la acción individual a partir de la estructura que se establece
entre el sujeto y su ambiente en un momento determinado. Tal estructura es un
campo dinámico, es decir un sistema de tuerzas en equilibrio. Cuando el
equilibrio se quiebra, se crea tensión en el individuo, y su comportamiento tiene
por tonalidad su restablecimiento.

En 1938 utiliza el método experimental para trabajar la noción de campo


dinámico, originándose la muy conocida experiencia con grupos de niños a
través de la construcción experimental de tres climas sociales: autoritario,
democrático y “laissez faire”.

132
Habían partido de una hipótesis: la frustración ocasiona la agresión; pero al
concluir la experiencia pudo observarse que las reacciones agresivas vallaban
según los climas grupales, dependiendo esto del estilo de coordinación.

Da fundamento científico a la valoración del ideal democrático al demostrar que


en los grupos conducidos democráticamente la tensión es menor, pues la
agresividad se descarga en ellos de manera gradual en lugar de acumularse y
producir apatía o estallidos, como en los otros dos grupos. Concluye que el
grupo democrático, al alcanzar más fácilmente el equilibrio interno, es más
constructivo en sus actividades.

Entre sus hipótesis centrales: el grupo es un todo cuyas propiedades son


diferentes a la suma de las partes. El grupo y su ambiente constituyen un
campo social dinámico, cuyos principales elementos son los subgrupos, los
miembros, los canales de comunicación, las barreras. Modificando un elemento
se puede modificar la estructura.

El grupo es un campo de fuerza en "equilibrio casi estacionario". Este equilibrio


no es estático, sino dinámico, resultante de un juego de fuerzas antagónicas:
por un lado, las fuerzas que constituyen las partes en un todo; por otro las
fuerzas que tienden a desintegrar al conjunto.

Para Kurt Lewin, el grupo es una realidad irreductible a los individuos que la
componen, más allá de las similitudes o diferencias de objetivos o
temperamentos que pudieran presentar sus miembros. Es un especifico
sistema de interdependencia, tanto entre los miembros del grupo como entre
los elementos del campo (finalidad, normas, percepción del mundo externo,
división de roles, status, etcétera). Aquí se diferencia de aquellos que plantean
el factor constitutivo del grupo, en mera afinidad entre sus integrantes.

El funcionamiento del grupo se explica por el sistema de interdependencia


propio de dicho grupo en determinado momento, sea éste funcionamiento
interno (subgrupos, afinidades o roles) o referido a la acción sobre la realidad
exterior. En esto reside la fuerza del grupo o, dicho más exactamente, en esto
reside el sistema de fuerzas que lo impulsa, es decir, su dinámica.

"Descubre" que tomar una decisión en grupo compromete más a la acción que
una decisión individual; que es más fácil cambiar las ideas y las normas de un
grupo pequeño que las de los individuos aislados (costumbres alimentarlas,
rendimiento en el trabajo, alcoholismo, etc.) y que la conformidad con el grupo
es un elemento fundamental frente a la resistencia interna para el cambio. Se
plantea la necesidad de reorientar la fuerza resistencias al servicio del cambio.
En tal sentido los dispositivos grupales que diseña se le presentan eficaces
para tal objetivo.

133
La Teoría del Campo elaborada por K. Lewin ofreció una gran posibilidad de
estudio de los grupos y dio lugar a vastísimas aplicaciones en sus discípulos;
hizo posible la consolidación de las "técnicas de laboratorio social" y la
"Investigación-Acción”.

C. Criterios epistémicos de Kurt Lewin

En Dinámica de la personalidad opone al concepto de ley aristotélico, el


concepto de ley galileano.

En el campo formado por la unidad funcional de persona y ambiente, la


situación es única, cambiante y caracterizada por la totalidad de las
interrelaciones que se dan en un momento determinado. Por ello, para la
Psicología, según Lewin, no tiene sentido establecer leyes de acuerdo al
criterio aristotélico, en tanto éste toma en cuenta los factores comunes a todas
las situaciones o las que aparecen con más frecuencia. Se debe proceder de
acuerdo al criterio de la física galileana, que obligaba a tener en cuenta, ante
todo, la totalidad de la situación.

Lo que es ahora importante para la investigación de la dinámica, no es abstraer


un hecho de su situación, sino descubrir aquellas situaciones en las que los
factores determinativos de la estructura dinámica total se manifiestan con más
claridad y pureza. En vez de una referencia al promedio abstracto de tantos
casos históricamente dados como sea posible, se da la que corresponde al
contenido concreto de una situación específica".

A pesar de sus insuficiencias, la concepción estructural de Lewin siguió


firmemente la tendencia metodológica apenas esbozada por los psicólogos de
la Gestalt, que llevaba desde la simple descripción de las totalidades
irreductibles, al análisis explicativo. Sus aportes constituyen un intento de
explicarlas interacciones observables por un sistema de leyes, que se intenta
reconstruir por modelos matemáticos. Sin bien heredó de los psicólogos de la
Gestalt la noción de forma como un todo organizado, no cayó como ellos en el
reduccionismo fisicalista del equilibrio estático; sin embargo, mantuvo en
común con esta escuela el olvido de la perspectiva histórica. En virtud de que
el campo sólo da cuenta de la conducta en un momento dado, se inscribe en
una psicología de los estados momentáneos.

De tal manera, el dinamismo del campo estructural fue pensado por Lewin en
términos estrictamente espaciales, dejando de lado la dimensión temporal y
con ella la perspectiva histórica.

Resumiendo, la línea que va de Elton Mayo a Kurt Lewin reviste importancia


para el presente análisis por cuanto permite demarcar momentos clave para un
intento de reconstrucción genealógica de las teorizaciones sobre los grupos
humanos. Es a partir de ellos y sus continuadores que se desarrolla una nueva

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disciplina, la Microsociología. Más allá de sus derivaciones posteriores, están
allí, en germen, muchas de las ideas que -aun hoy- es necesario elucidar.

Por otra parte, fueron un jalón fundacional en el Dispositivo de los grupos, a


partir del cual se instituyeron formas grupales de abordaje en distintas áreas de
la realidad social. Los nuevos técnicos de allí surgidos comienzan a inscribir su
práctica social en tal dispositivo histórico. En el plano teórico aparecieron los
primeros esbozos de búsqueda y jerarquización de legalidades grupales.

Primer momento epistémico: el todo es más que la suma de las partes

La pregunta por el grupo, en tanto "todo más que la suma de las partes" se ha
constituido en un interrogante clásico en la historia de la llamada Psicología de
los Grupos. Resalta la idea de totalidad; crea las bases para que pudieran
particularizarse estos conjuntos, hasta el momento diluidos entre Individuos y
Sociedades. De esta forma, a partir de estos principios de demarcación se
crean las condiciones para la producción de dispositivos técnicos y la
organización de los primeros discursos sobre la grupalidad.

El tratamiento de la relación todo-partes ha tenido diferentes formas de


abordaje. Planteos estructuralistas posteriores a la Gestalt, indicaron que el
problema no pasaría por comprobar que el todo fuera más que la suma de las
partes, o igual, sino si -en ese todos los partes organizan relaciones, y qué tipo
de relaciones conforman (ya sea entre ellas o entre las partes y el todo).
Establecidas las relaciones de las partes entre sí, y con el todo, no sería una
refutación al planteo que hubiera situaciones aditivas entre partes o momentos
de particularización de partes. Al mismo tiempo, para un interés estructuralista,
la relación todo partes se inscribió posteriormente en la necesidad de delimitar
una estructura subyacente, de la cual todo movimiento grupal es efecto. De tal
forma para tal perspectiva el problema de la redefinición de la relación todo-
partes queda cruzado por la relación acontecimiento estructura: ésta parece
operar como un verdadero a priori conceptual, en virtud del cual se "resuelve"
la tensión a favor del polo estructura, se subsume el polo acontecimiento y éste
pasa a circular como mero efecto de estructura.

Así como los pensadores post-estructuralistas intentan, en los últimos años,


pensar otras formas de articulación entre acontecimientos y estructura, de
manera tal que el primero no sea meramente un efecto de la segunda, también
se inclinan a considerar otras formas de relación todo-partes. En ese sentido
resultan de interés para la reflexión del tema los aportes de Deleuze y Guattari.
Estos autores señalan que esta cuestión ha sido tradicionalmente mal
planteada tanto por el vitalismo como por el mecanicismo clásico, en tanto el
todo es considerado como totalidad derivada de partes, o como totalización
dialéctica. Es así que dirán:

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Ya no creemos en esos falsos fragmentos que, como los pedazos de una
estatua antigua, esperan ser completados y vueltos a pegar para componer
una unidad que además es la unidad de origen. Ya no creemos en una
totalidad original ni en una totalidad de destino. Ya no creemos en la grisalla de
una insulsa dialéctica evolutiva que pretende pacificar los pedazos limando sus
bordes. No creemos en totalidades más que "al lado". Y si encontramos una
totalidad tal, al lado de partes, esta totalidad es un todo "de" aquellas partes,
pero que no las totaliza, es una unidad "de" todas aquellas partes, pero que no
las unifica, y que se añade a ellas como una nueva parte compuesta aparte.

Es interesante la reformulación planteada por estos autores en tanto acentúan


el carácter que posee lo múltiple: irreductible a la unidad. De tal manera
piensan el todo como producido, como una parte al lado de las partes que ni
las unifica ni las totaliza sino que se aplica a ellas organizando relaciones
transversales entre elementos que mantienen toda su diferencia en sus propias
dimensiones.

En síntesis, el reconocimiento de un todo: el grupo, ha tenido una importancia


histórica en la demarcación de los sabores y quehaceres de la grupalidad.
Posiblemente ha sido la forma intuitiva, embrionaria, de demarcación de un
campo propio para los fenómenos grupales, no reductible a los fenómenos
individuales. En ese sentido, también puede pensarse que el campo semántica
en una de sus figuraciones: círculo, debe operar significancia en el término
todo.

El grupo imaginado como un todo más que la suma de las partes, constituye un
primer momento epistémico en la institucionalización de saberes y prácticas
grupales. Tal vez no fuera exagerado afirmar en ese sentido, que esta premisa
ha configurado un imaginario fundador de este campo disciplinario, es decir, ha
operado -como diría Benoist- un espacio de proposición, no necesariamente
demostrable, que ha orientado la búsqueda de la especificidad del campo. De
allí la importancia de su puntualización para una genealogía de lo grupal.

E. Análisis de la demanda

Ya en una etapa de gran empresa los empresarios comienzan a comprender la


necesidad de regularla producción en todos sus aspectos: maquinaria, mano
de obra, distribución. Es la época de la organización científica del trabajo
(Taylor). Aparece el trabajo en cadena; suprimiendo cada vez más el trabajo
viviente, pero los inconvenientes e insuficiencias que el taylorismo creyó poder
subsanar mediante una racionalización cada vez más avanzada, aparecían
ahora como "disfunciones" ligadas al factor humano.

Se comenzaba a ver que detrás del efecto humano -la "holgazanería" del
obrero, según Taylor- había una respuesta que el operario dirigía a un sistema

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de relaciones impersonales frustrantes; esta intuición pasa a considerarse una
de las claves para entender el mal rendimiento.

Surge así el encargo a Elton Mayo; demanda social que pone en evidencia un
vacío: la carencia técnico-social frente a los problemas que, en este caso, las
nuevas formas de producción generan. Los nuevos problemas ya no pueden
ser resueltos mediante las técnicas de racionalización; exigen la intervención
de nuevos especialistas, de tal modo que al ingeniero organizador suceden los
técnicos en grupos, los expertos en relaciones humanas, quienes se
adelantaron a "elaborarlas frustraciones" que la crisis de los años treinta
agravaría para las mayorías de la sociedad norteamericana.

Por otra parte, los técnicos capaces de incidir sobre los cambios de hábitos,
orientación del consumo, es decir, los técnicos de grupo, se volverán cada vez
más imprescindibles en una "cultura" industrial que implementará la sociedad
de consumo como alternativa para salir de una de sus crisis económicas más
severas.

Desde E. Mayo y K. Lewin se organiza una disciplina: la Dinámica de Grupos;


desde su inicio acoplará campo de análisis y campo de intervención; las
primeras investigaciones sobre grupos surgen en respuesta a una demanda
económico-política, dando lugar al "Dispositivo Grupal". He allí una de las
características del dispositivo foucaultiano: "formación que en un momento
histórico determinado, ha tenido como función principal responder a una
urgencia; el dispositivo tiene pues una función estratégica dominante".

¿Cuál urgencia? Sin duda, mantener y mejorar el nivel de producción de la


gran empresa, estimulando las relaciones informales entre los operarios; la
futura disciplina de las Relaciones Humanas ha construido aquí uno de sus
pilares fundacionales. Pero también reforzar los ideales democráticos, operar
sobre el consumo, etc.; la Dinámica de Grupos se expandirá rápidamente por
diversos campos: empresarial, educacional, de mercado, etcétera. Por tanto,
urgencia situada históricamente, en función de imperativos económico y político
del sistema del que forma parte.

Junto con otras formas de abordajes grupales, como por ejemplo el psicodrama
psicoanalítico, los grupos operativos fueron instrumentos claves para el trabajo
en los espacios públicos. En tal sentido, construyeron un fuerte anclaje
emblemático para aquellos jóvenes profesionales de la salud que luego se
denominaron trabajadores de la salud mental.

En el surgimiento de toda disciplina hay una urgencia histórica que la hace


posible y "necesidades" sociales que orientan su desarrollo; es decir, que no
hay excesivo azar en el "socius”,. Al mismo tiempo, el entramado social en que
muchas disciplinas y profesiones inscriben sus prácticas, suele constituirse en
un impensable significativamente resistente.

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Por otra parte se hace necesario superar cierto maniqueísmo derivado muchas
veces de las posturas epistemológicas althuserianas que postularon rupturas
un tanto ilusorias entre momentos precientíficos o ideológicos Y momentos
científicos, a partir de la constitución del objeto formal abstracto de una
disciplina, subestimando la necesidad de la articulación entre ciencia y práctica
social, entre la productividad de los saberes y la eficacia de los poderes. Así
puntúa Foucault la articulación saber-poder, en tanto todo campo disciplinario
mantiene con respecto al poder efectos de eficacia y con respecto al saber
efectos de productividad.

Por lo tanto el análisis de un campo disciplinario -en este caso los discursos y
técnicas grupales- deberá pensarse en tanto conjuntos de conocimiento que
produce dicho campo, elucidando cómo se articulan -en cada caso- estas
producciones de conocimiento con los juegos de poder e interrogándose en
qué estrategias de saber-poder desarrollarán sus prácticas sociales los
técnicos de tal campo disciplinario. La conjunción de lo antedicho, crea
condiciones para poder delimitar qué zonas cobrarán visibilidad e invisibilidad
para tal campo disciplinario y cuáles se mantendrán necesariamente invisibles
y no enunciables.

En este sentido es importante subrayar que la misma relación que define lo


visible de un campo teórico y su práctica, define lo invisible; dicho campo
demarca lo visible como lo excluido de su visibilidad, es decir que contiene lo
visible como su propia denegación, de tal forma que los futuros nuevos objetos,
son hoy los objetos prohibidos de la teoría; ésta atraviesa sus no objetos sin
verlos, para no mirarlos.

En un sentido genealógico sería útil pensar cuál ha sido la obligatoriedad de


ver -en los primeros dispositivos grupales- al grupo centrado en el grupo, como
un todo autorregulado y autónomo, plegado sobre sí mismo, el "grupo-isla",
como ha sido denominado en un trabajo anterior.

Los dispositivos grupales que se produjeron desde Mayo-Lewin,


necesariamente, dada la demanda social a la que respondieron, debieron
mantener en la invisibilidad los atravesamientos institucionales, políticos e
ideológicos en los que, sin embargo, quedaron inscriptos tanto sus discursos
de la grupalidad como sus intervenciones técnicas.

No debe subestimarse, sin embargo, que tales dispositivos hicieron posible la


visibilidad de importantes mecanismos de funcionamiento de los grupos:
liderazgos, roles, dificultades en la toma de decisiones, cambio, resistencia al
cambio, juegos tensionales dentro del grupo, etcétera. A partir de estas
visibilidades posibles, se organizaron sus enunciables. Junto a estos visibles
dejaron como sus invisibles necesarios los procesos inconscientes que
atraviesan tales mecanismos como así también la inscripción institucional y sus
eficacias en el seno mismo de tales mecanismos grupales.
138
Esto no significa crítica a supuestos errores, sino puntuación de las nuevas y
necesarias visibilidades en el intento de comprensión de las producciones de
posteriores enunciados de la grupalidad. Ya que si -como se ha subrayado- lo
invisible es aquello excluido de la visibilidad, lo prohibido de ser visto, también
es importante puntuar que, cuando un campo teórico se rearticula, transforma
en nuevas territorialidades, aquellas zonas que, en la demarcación anterior, ni
siquiera habían sido advertidas. De allí la importancia para una genealogía de
lo grupal, de puntualizar las zonas de visibilidad y enunciabilidad que una
corriente abre, y cuáles quedan por fuera de su óptica, a la espera de futuros
investigadores.

F. El nacimiento de lo grupal

Antes de avanzar se hace necesario aclarar el sentido en que se utilizan los


términos Dispositivo de los Grupos y dispositivos grupales. El primero se refiere
a la aparición histórica -a partir de 1930,1940 aproximadamente- de ciertos
criterios en virtud de los cuales comenzó a pensarse en artificios grupales para
"resolver” algunos conflictos que se generaban en las relaciones sociales.
Adquieren visibilidad conflictos humanos en la producción económica, en la
salud, en la educación, en la familia y las instancias organizativas de la
sociedad pasan a considerar estas cuestiones como parte de los problemas
que deben resolver.

Las tecnologías previamente existentes son consideradas ineficaces; los


conflictos puestos de manifiesto exigen otras formas de intervención y
especialistas adecuados a tales fines.

Desde diferentes puntos de iniciación se inventa una nueva tecnología: el


Dispositivo de los Grupos; aparece un nuevo técnico: el coordinador de grupos;
se gestiona una nueva convicción: los abordajes grupales pueden operar como
espacios tácticos con los que se intentará dar respuesta a múltiples problemas
que el avance de la modernidad despliega.

El Dispositivo de los Grupos cuenta con varias localizaciones fundacionales,


que crean las condiciones para la institucionalización de tecnologías grupales
en los más variados campos de aplicación. Su rápido desarrollo evidencia que
ha sido respuesta a una urgencia histórica" que la hizo posible y a necesidades
del socius que la desplegaron. A su vez en el mismo proceso que se
instituyeron este tipo de intervenciones se delimitaron sus recortes
disciplinarios, se consolidaron sus discursos y se establecieron sus
impensables.

Cuando se utiliza la expresión dispositivos grupales se hace referencia a las


diversas modalidades de trabajo con grupos que cobraron cierta presencia
propia en función de las características teórico-técnicas elegidas, como
también de los campos de aplicación donde se han difundido. Así, por ejemplo,

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puede hablarse de dispositivos grupales psicoanalíticos, psicodramáticos, de
grupo operativo, gestálticos, etcétera. Cada uno de ellos crea condiciones para
la producción de determinados efectos de grupo –y no otros-; son en tal sentido
virtualidades específicas, artificios locales de los que se espera determinados
efectos.

Los dispositivos grupales forman parte del Dispositivo de los Grupos, en la


medida en que históricamente, a partir de las primeras experiencias de K.
Lewin y E. Mayo por un lado, las experiencias de Moreno y el diseño de la
clínica psicoanalítica de instancias por otro, se inaugura una modalidad que
abre espacios de un número numerable de personas para la producción de
efectos específicos en diversas formas de intervenciones institucionales.

Quiere acentuarse de esta manera el carácter virtual de los efectos de grupo,


diferenciando estas elucidaciones de aquellas animadas por un interés óntico:
precisar qué es un grupo. Por el contrario, se sostiene -en un sentido
genealógico- que aquello que las diferentes orientaciones en el campo de lo
grupal han abierto como visibilidad con respecto a qué son los grupos muchas
veces han sido capturadas por los efectos del dispositivo montado; sin
embargo, han generado la ilusión de haber hallado características esenciales
de los grupos.

Se trata de problematizar tal esencialización por cuanto se afirma que las áreas
de visibilidad abiertas y sus enunciados son producto de la compleja
articulación de la demanda social a la que responde, de su posicionamiento en
la tensión de lo singular y lo colectivo, de los dispositivos grupales montados y
de sus impensables institucionales.

Los grupos no son lo grupal. Ya Bion había intuido algo de esto cuando
señalaba que los requisitos tales como que un conjunto de personas se reúna
en un mismo lugar y al mismo tiempo son sólo necesarios para hacer posible el
estudio de los grupos, así como para que sea posible demostrar una relación
de transferencia, es necesario que el analista y el analizante se reúnan.

Esta intuición de Bion subraya que, si bien los seres humanos son impensables
por fuera de grupos, los grupos se vuelven visibles a partir del montaje de
dispositivos técnicos tales que permitan demostrar y observar las conductas de
grupo.

Se presentan hasta aquí dos niveles de existencia de los grupos: el primero


fáctico, en tanto hechos sociales; el segundo del campo disciplinario, por
cuanto al montarse los sucesivos dispositivos grupales del Dispositivo de los
Grupos, los grupos paulatinamente se vuelven visibles, observables,
comprobables, explicables, experimentables, teorizables, es decir, enunciables.
En este sentido la micro sociología al instituir dispositivos grupales localizó uno

140
de los nacimientos a lo grupal. Antes de ella, los grupos estaban ahí, en una
inmediatez tal, que no se veían.

Capítulo VII: el nudo grupal


A. Lo grupal como campo de problemáticas
La dificultad se presenta cuando surge la necesidad de poner en juego
organizadores socioculturales, tratando de articularlos con los anteriores; si
bien la categoría de intermediario puede ofrecer algún instrumento de
indagación, pareciera ser que la cuestión de los organizadores grupales se
encuentra mucho más "anudada".

Muchos de los esbozos conceptuales que se ofrecen en este punto con


respecto a los anudamientos-desanudamientos grupales han sido generados a
partir del trabajo en psicodrama psicoanalítico; particularmente ha resultado
muy productiva la investigación y aplicación clínica y docente de la técnica de
multiplicación dramática. Montada como laboratorio, dicha técnica a través de
la multiplicación de escenas ha hecho visible que tanto en cada una de las
escenas de una multiplicación, como en su secuencia, operan simultáneamente
inscripciones muy diversas de referentes deseantes, grupales, institucionales y
sociopolíticos; lo mismo sucede en los momentos discursivos del trabajo
(tomando, claro está, tanto la dimensión de lo dicho como de lo no dicho del
discurso). Tales inscripciones se producen simultáneamente, no son
homologables, pero tienen en común que todas escapan al registro consciente
de los integrantes.

Cada escena, lo mismo que su secuencia, más allá de sus componentes


expresivos, comunicativos, es generadora de múltiples sentidos. Por otra parte
es imposible leer dicho sentido exclusivamente desde la coordinación; los
comentarios grupales posteriores, en su dimensión de lo dicho y lo no dicho,
hacen posible acceder a algunas de las líneas de sentido operantes. Nunca,
por lo tanto, se está en presencia de un sólo sentido que pueda funcionar como
cierre, dando cuenta de lo multiplicado. Aparecen múltiples sentidos y aun así,
se "sabe" que lo acontecido en una situación grupal es mucho más que aquello
de lo que se puede dar cuenta; al igual que el ombligo del sueño freudiano en
un grupo siempre hay un plus del acontecer, que escapa a su inteligibilidad,
rarezas, sinsentidos que sorprenden, interrogan y desdicen las racionalidades
construidas.

Insisten algunos interrogantes, así por ejemplo, ¿son los organizadores


fantasmáticos quienes tienen la capacidad de determinar ("organizar") el
conjunto de los acontecimientos grupales? Si se intenta desmarcar la forma de
indagación de una lógica de objeto discreto, se tiende a pensar en el
atravesamiento de diferentes organizadores; el criterio de operar con una sola

141
línea de organizadores, o jerarquizarlos en forma estable, se vuelve restrictivo
para pensar lo grupal. Esto, sin duda, no debe excluir que en determinados
momentos grupales se vuelven más significativos unos organizadores que
otros; por otra parte, el resaltar la singularidad del acontecimiento no implica
pensar éste por fuera de las legalidades. Más bien se plantea la necesidad de
abrir el pensamiento de lo grupal hacia lógicas pluralistas que legitiman
epistemológicamente atravesamientos disciplinarios.

Puede observarse que en cualquier grupo humano se producen movimientos


muy diversos: resonancias fantasmáticas, procesos identificatorios y
transferenciales, intensos sentimientos de amor-odio en todos sus matices,
juegos de roles (chivos emisarios, líderes, etc.); se construyen producciones
lingüísticas que disparan múltiples inscripciones de sentido; se generan
apropiaciones de sentido en diferentes grados de violencia simbólica; se
instituyen mitos, ilusiones y utopías; sus reglas de funcionamiento organizan
redes de significaciones imaginarias que inscriben al grupo en su posición
institucional y dan forma a sus contratos; se ponen en acción juegos de poder,
jerarquías y apropiaciones materiales. ¿Puede pensarse que todo esto es
producto de una sola línea organizacional? ¿Cualquier organizador que
tomáramos como fundante no pondría la indagación en el camino de la
extensión indebida, es decir de la extraterritorialidad?

Si los organizadores fantasmáticos son aquellos que hacen posible que el


sujeto haga "nudo", y si no se confunde el sujeto con el “autonomus ego", ¿qué
otros organizadores hacen posible que los integrantes hagan "nudo”? ¿Cómo
operan las variables institucionales para transformarse en organizadores
grupales?

En el intento de salvar el riesgo del reduccionismo es que se enunciaba líneas


arriba que las producciones grupales se realizan a través de la imbricación
caleidoscópica de sus organizadores; a partir de allí es que se orienta la
indagación hacia la necesidad de abordajes transdisciplinarios para la
teorización de lo grupal.

Un criterio transdisciplinario supone replantear varias cuestiones. En primer


lugar, un trabajo de elucidación crítica sobre los cuerpos teóricos involucrados,
que desdibuje una intención legitimante de lo que ya se sabe para poder
desplegar la interrogación de hasta dónde sería posible pensar de otro modo.
Implica asimismo el abandono de cuerpos nacionales hegemónicos de
disciplinas “reinas" a cuyos postulados, códigos y orden de determinaciones se
subordinan disciplinas satelizadas; sobre estos presupuestos se crean las
condiciones para la articulación de contactos locales y no globales entre
diferentes territorios disciplinarios, como así también que aquellos saberes que
las disciplinas hegemónicas habían satelizado, recobren su potencialidad de
articulaciones multivalentes con otros saberes afines.

142
De esta forma los cuerpos teóricos funcionan como "cajas de herramientas” es
decir, aportan instrumentos y no sistemas conceptuales; instrumentos teóricos
que incluyen en su reflexión una dimensión histórica de las situaciones que
analizan; herramienta que junto a otras herramientas se produce para ser
probada en el criterio de su universo, en conexiones múltiples, locales y
plurales con otros quehaceres teóricos. Se hace clara entonces la diferencia
con producciones teóricas que se transforman en concepciones del mundo,
que se autolegitiman en el interior de su universo teórico institucional y que por
lo mismo exigen que toda conexión con ellas implique instancias de
subordinación a la globalidad de su cuerpo teórico.

Por lo antedicho, junto a esta forma de utilización de las producciones teóricas


como cajas de herramientas, un enfoque transdisciplinario presupone un
desdisciplinar las disciplinas de objeto discreto y seguramente en el plano del
actuar, cierto desdibujamiento de los perfiles de profesionalización, por lo
menos en aquellos más rigidizados.

Aquí es pertinente distinguirlos criterios epistemológicos transdisciplinarios de


la "epistemología convergente" de Pichon Riviére. Ambos intentan dar
respuesta a problemáticas que resistan ser reducidas a un solo campo
disciplinario, pero los caminos elegidos son diferentes. La "epistemología
convergente" aspira a que en tal convergencia todas las Ciencias del Hombre
funcionen como una unidad operacional y aporten elementos para la
construcción de los esquemas referenciales del campo grupal. Una
epistemología que haga posible una "Teoría del Hombre Entero (entero incluso
en su escisión constituyente)”.

Como puede observarse esta opción epistémica se sustenta en una noción de


Hombre muy característica de los paradigmas humanísticos vigentes en los
años 60; en la ilusión de lo Uno, donde en su convergencia las diferentes
disciplinas pudieran conformar un discurso totalizador. Donde si bien evitan el
reduccionismo de dar cuenta del campo grupal desde una sola disciplina,
poniendo las diferentes ciencias en interrelación, no cuestionan a las ciencias
positivas en la territorialización de sus saberes.

Los criterios transdisciplinarios se sustentan, justamente, a partir de una


elucidación crítica de este tipo de localizaciones, buscando nuevas formas de
articular lo uno y lo múltiple. En su propuesta de contactos locales y no
globales localizan un "thema" en su singularidad problemática y éste es
atravesado por diferentes saberes disciplinarios; sin embargo no pretenden
unificarlos en una unidad globalizante. Por lo tanto, más que una búsqueda de
universales, indaga matrices generativas, problemas en relación a los cuales
los atravesamientos disciplinarios puedan dar cuenta de las múltiples
implicancias del tema en cuestión. Esto hace posible elucidar tanto las
convergencias como las divergencias disciplinarias en relación al mismo.

143
Este movimiento que propone el atravesamiento de diferentes áreas de
saberes, a partir de "themas" a elucidar, sostiene varias y complejas
implicancias, En primer lugar, cuando cierta región de una disciplina se
transversaliza con otros saberes, pone en crisis muchas de sus zonas de
máxima evidencia. En segundo lugar, exige la constitución de redes de
epistemología crítica abocadas a la elaboración de aquellos criterios
epistémicos que en su rigurosidad hagan posible evitar cualquier tipo de patch-
works teóricos. En tercer lugar, y ya en el plano de las prácticas, vuelve
necesaria otra forma de constitución de los equipos de trabajo; si no hay
disciplinas “reinas" tampoco habrá profesiones hegemónicas, Este pluralismo
no es sencillo de lograr.

En función de lo aquí esbozado es que se ha propuesto pensar los grupos, más


como campos de problemáticas que como campos intermediarios entre lo
individual y lo social o como eventuales objetos teóricos; en ese sentido es que
se los enuncia como "nudos teóricos", aludiendo al des-disciplinamiento
disciplinario que se vuelve necesario instrumentar para su conceptualización.
De tal manera, una eventual teoría de los grupos tendrá que bascular
permanentemente, en un doble movimiento, investigando en la especificidad de
lo que en un grupo acontece y trabajando -al mismo tiempo- el entramado de
tal especificidad en inscripciones más abarcativas.

En cada acontecimiento grupal operan todas las inscripciones


transversalmente; obviamente, no todas se vuelven evidentes pero siempre
están ahí, altamente eficaces, altamente productivas. La noción de
atravesamiento se ofrece como una herramienta válida en el desdibujamiento
de los grupos islas, como también para repensar lo singular y lo colectivo por
fuera de la tradicional antinomia individuo-sociedad. Al pensar los grupos en el
atravesamiento de sus múltiples inscripciones se crean las condiciones de
posibilidad e incluirlos en campos de análisis más abarcativos. Este criterio
permite trabajar el desdibujamiento del grupo-isla ya que necesariamente
remite al anclaje institucional de los grupos. Al mismo tiempo, contribuye a
desmarcar la antinomia individuo-sociedad en tanto implica significantes
sociales operando, no como efecto de influencia sobre el individuo, sino como
fundantes del sujeto.

B. Un número numerable de personas (cuerpos discernibles)

Como es sabido la identificación en su doble dimensión constitutiva es -a la


vez- base libidinal del lazo colectivo como de la fundación del sujeto. Esta
profundidad del pensamiento freudiano ha permitido elucidar las condiciones
estructurales por las que el sujeto hace masa: aquello que no puede dejar de
hacer por el hecho de ser sujeto. Esta es la base estructural de los más
diversos lazos sociales; pero los agrupamientos que aquí interesan tienen la
particularidad de producirse entre un número numerable de personas. Esto, sin

144
duda, establece una de las especificidades de lo grupal; los enlaces
identificatorios presentes en todo fenómeno colectivo, adquieren características
propias, cuando, a diferencia de una reunión de individuos innumerables, tales
agrupamientos se constituyen en un número numerable de personas.

El carácter numerable del grupo introduce peculiaridades de los procesos


identificatorios, en tanto los cuerpos de los otros se hacen discernibles. Algo
hace nudo. La distribución circular del dispositivo opera efectos más allá de lo
espacial, haciendo posible una particular organización de los intercambios
entre los integrantes; todos están expuestos a la visión de los otros y pueden, a
su vez, ver a todos y a cada otro; esta situación particular genera condiciones
de "mirada"; mirada que se desliza entre las tensiones del reconocimiento o el
desconocimiento, de la amenaza o el sostén; juegos de mirada que
desencadenarán resonancias fantasmáticas y harán posibles, o no, procesos
identificatorios y transferenciales; juegos de mirada que afectan y desafectan
los cuerpos en sus juegos productivos de deseo y poder.

Esta característica de los procesos identificatorios de un número numerable de


personas donde los cuerpos se hacen discernibles, afectados unos y otros a
juegos de mirada, establece las condiciones para la organización de redes
identificatorias y transferenciales. Tal peculiaridad identificatoria en red hace
del pequeño grupo un nudo. Nudo que se constituye en las alternancias de
enlaces y desenlaces de subjetividades. Se propician, de tal modo, singulares
anudamientos y desanudamientos que orientan al pequeño colectivo por los
avatares de sus producciones, institucionalizaciones y disoluciones.

Vale la pena detenerse para puntualizar una cuestión que el trabajo con
escenas marca en visibilidad. El despliegue de una escena cotidiana en un
grupo que utiliza recursos psicodramáticos en el marco de la clínica, permite
explorar los juegos identificatorios poniendo de manifiesto la relación entre
resonancia fantasmática e identificación. ¿Con qué, con quién, cómo, se
produce un enlace identificatorio? En primer lugar, la pregunta no es con quién,
sino con qué, el quién, personaje sostenido por algún integrante del grupo abre
el con qué, ¿con qué singularidad de algún rasgo de ese personaje se juega un
enlace identificatorio?, con aquel rasgo que resuena por similar u opuesto,
complementario, suplementario; con aquella posición en la escena
fantasmática motivo de sus repeticiones. Resonancia fantasmática, condición
estructural para que el sujeto haga nudo. Fantasma: escena donde repite una
posición insistente. Repetición recreada en el espacio grupal. Repetición que
en el mismo acto de repetir difiere en las sutilezas de los engarces de fantasma
y cotidianeidad. Repetición que aspira, al desplegarse dramáticamente, a
explorar otras posiciones de su teatro interior.

¿Qué acontece cuando un número numerable de personas hace nudo? Se


producen redes de procesos identificatorios y transferenciales propios y únicos

145
de ese grupo. Puede considerarse que dicha red constituye una primera
formación grupal. Pero aquí no se agota la productividad de ese pequeño
colectivo. El grupo, en tanto espacio táctico, genera efectos singulares e
inéditos, despliega la producción de sus formaciones, la generación de
multiplicidades imaginadas e imaginarias, invenciones simbólicas y
fantasmáticas, como así también sus niveles de materialidad. En síntesis, un
grupo inventa sus formaciones, es decir inventa las formas o figuras de sus
significaciones imaginarias. Estas sostienen la tensión de inventarse en su
singularidad y en su atravesamiento socio-histórico-institucional. Es en este
cruce donde despliega sus acontecimientos, actos, relatos, intervenciones,
producciones materiales, actings, afectaciones, etcétera.

Cada grupo construye sus ilusiones mitos y utopías; construcciones que se


realizan en un doble movimiento; aquel por el que se despliegan los
atravesamientos socio-histórico-institucionales y aquel de su singularidad como
pequeño colectivo; tales construcciones son únicas e irrepetibles de cada grupo
y, al mismo tiempo, sólo son posibles en su inscripción históricoinstitucional.
Son aquellas significaciones imaginarias que un pequeño colectivo produce
como sostén de sus prácticas. Si debiera hablarse de un "algo común" que los
grupos producen éste son las formaciones grupales; cada grupo configura sus
propios diagramas identificatorios, pero también sus mitos, ilusiones y utopías
diversos; estas significaciones imaginarias que los grupos producen, tienen
como condición necesaria -pero no suficiente- la llamada "resonancia
fantasmática" y los procesos identificatorios.

Los mitos grupales suelen ser elaboraciones noveladas de su origen, del


porqué de su existencia, pero vividos por sus integrantes como su momento
fundacional real; junto con sus utopías harán posible la novela grupal, propia de
ese grupo. Entre las producciones grupales míticas y utópicas, hay una relación
recíproca ya que la novela del origen suele organizarse en función de los
proyectos e ilusiones al mismo tiempo las utopías que en un grupo se
produzcan; generalmente se apoyan en su versión de por qué, cómo o para
qué ha nacido. De todos modos, vale hacer una cierta distinción: los mitos
suelen referir a la historia, las utopías a los proyectos, a lo prospectivo.

Estas producciones colectivas son componentes siempre presentes en los


grupos, orientan muchos de sus movimientos, son absolutamente singulares de
cada grupo y suelen ser de gran incidencia en las formas o estilos de trabajo de
un grupo.

Podría decirse entonces que los mitos grupales son aquellas significaciones
imaginarias que un grupo construye, al dar cuenta de su origen novelado,
imbricados con las utopías del grupo y apoyados en la historia real de tal
conjunto de personas.

146
El componente histórico opera aquí en diferentes niveles; ya sea una
dimensión temporal significada por el tiempo de organización del grupo como
tal con su historia particular, entrecruzado por las historias propias de los
integrantes que lo componen; el momento institucional preciso en que ese
grupo se ha formado, en función del cual los impensables institucionales
inscriben sus marcas en el grupo; el momento socio-histórico-político general
en el que desplegará o inhibirá sus prácticas.

En síntesis, las significaciones imaginarias grupales, por ejemplo las ilusiones,


mitos y utopías de un grupo, operan como cristalizaciones o puntos de
condensación en la producción de múltiples sentidos, constituyendo el camino
obligado por donde los flujos productivos del grupo transitan la construcción de
su historia.

Así como resaltar las singularidades de las formaciones grupales no exime de


pensar sus inscripciones socio-histórico-institucionales, el pensar ilusiones,
mitos y utopías como el algo común -el plus grupal- no exime de analizar las
diversas formas de afectación de cada integrante particular en tales
invenciones colectivas.

Nada de lo común es homogéneo. El algo en común no significa subjetividades


homogeneizadas. Al mismo tiempo, resaltar la singularidad no implica
invisibilizar las producciones colectivas.

Esta es sin duda una fuerte encrucijada teórica, pero también técnica.
Intervenciones de gran efecto masa o "simultáneas de ajedrez" suelen ser las
salidas fallidas de muchos coordinadores. El desafío insiste: sostener la tensión
singular-colectivo.

Se hace necesario -en la medida de lo posible- precisar el sentido del término


imaginario cuando es empleado en expresiones tales como significaciones
imaginarias, imaginario social, imaginario institucional, imaginario grupal,
etcétera. En primer lugar es necesario distinguir taxativamente esta acepción
del significado que tiene corrientemente en psicoanálisis: imagen de, especular.
Aquí su utilización es tributaria de la acepción que este término toma en las
ciencias sociales, particularmente en la corriente historiográfica de historia de
las mentalidades. Esta corriente utiliza esta noción sin definirla, aludiendo a la
mentalidad de una época, le sprit du temps, etcétera, Es Castoriadis -
investigador en Teoría política- quien se ocupa de definir con mayor precisión
esta noción; se pregunta, ¿qué mantiene unida a una sociedad? ¿qué lleva a
su transformación?

Con el término imaginario social alude al conjunto de significaciones por las


cuales un colectivo, una sociedad, un grupo, se instituye como tal; para ello no
sólo debe inventar sus formas de relación social y sus modos de contrato, sino
también sus figuraciones subjetivas. Constituye sus universos de

147
significaciones imaginarias que operan como los organizadores de sentido de
cada época del social-histórico, estableciendo lo permitido y lo prohibido, lo
valorado y lo devaluado, lo bueno y lo malo, lo bello y lo feo; dan los atributos
que delimitan lo instituido como legítimo o ilegítimo, acuerdan consensos y
sancionan disensos.

En tal sentido distingue lo imaginario radical de lo imaginario efectivo (o lo


imaginado). El primero es aquella instancia por la cual el social-histórico
inventa, imagina nuevos conjuntos de significaciones; constituye, por lo tanto,
una potencialidad instituyente, transformadora, productora de utopías. Lo
imaginario efectivo, por el contrario, tiende a la reproducción consolidación de
lo instituido; cuenta para ello con mitos, rituales y emblemas de gran eficacia
simbólica y en el disciplinamiento de imágenes, anhelos e intereses de los
integrantes de una sociedad.

Afirma este autor que las significaciones imaginarias sociales hacen a las
cosas ser tales cosas, las coloca siendo aquello que son. De tal forma lo
imaginario se vuelve "más real que lo real". Es la institución de la sociedad la
que determina aquello que es real y aquello que no lo es, aquello que tiene
sentido y aquello que carece de sentido; toda sociedad es una construcción,
una creación de un mundo, de su propio mundo.

Distingue en el social-histórico un orden de determinaciones y un orden de


significaciones. Es en este último donde sitúa su noción de imaginario social;
según este autor ambos órdenes son imprescindibles para pensar lo social y no
pueden subordinarse o reemplazarse uno por otro.

Si se intenta pensar esta noción en el campo grupal, podría afirmarse que las
ilusiones, mitos y utopías que un grupo produce forman una suerte de
imaginario grupal en tanto inventan un conjunto de significaciones, propias y
singulares de ese grupo, pero tributarias -a su vez- de las significaciones
imaginarias institucionales que atraviesan el nudo grupal como también de las
significaciones imaginarias de la sociedad donde se despliegan sus
dispositivos.

Se vuelve así pertinente re-pensar la dimensión ilusional de los grupos. Lo


ilusorio ya no será únicamente mera ficción a des-ilusionar, sino que también
será la dimensión desde donde se producen las significaciones imaginarias que
organizan-desorganizan tal colectivo. Habrá que distinguir, por lo tanto,
aquellos movimientos transgresivos -equivalentes simbólicos de la transgresión
de la prohibición del incesto- de los flujos transformadores que instituyen
nuevas significaciones grupales.

La elucidación de la institución de ilusiones, mitos y utopías de un grupo, hace


posible tanto el análisis de tales construcciones, como también de los procesos
de circulación y apropiación de las mismas y otra más. La distinción entre una

148
dimensión imaginaria especular y otra social, permite -a su vez- no restringir lo
imaginario a la indagación de los juegos especulares de un grupo. Sin embargo
queda aún cierta oscuridad conceptual para precisar si lo imaginario especular
y lo imaginario social actúan a través de mecanismos similares y efectos
análogos o por el contrario- será necesario indagar sus especificidades y
diferencias.

C. La relación texto-contexto grupal

¿Cómo puede ser pensada la articulación entre todo aquello que sucede en un
grupo y el acontecer social en que tales actividades se desarrollan?
Tradicionalmente, esta relación suele expresarse también en términos
antinómicos, tales como el "adentro" y el "afuera" grupal; se propone, entonces,
la interrogación de las supuestas barreras adentro-afuera grupal.

Algunos autores resultan significativos al respecto, tales como Anzieu y


Pavlovsky. Plantea el primero cómo en un seminario de dinámica de grupos
realizado en 1968 en París mientras transcurrían los acontecimientos del
llamado "Mayo Francés", se reproducía en el propio proceso grupal, la
evolución de lo "inconsciente social" de los franceses de ese período; así
observa este autor la dinámica de un grupo reproduciendo la dinámica social.

Por su parte, Pavlovsky dice:

El grupo es hablado por el argumento del drama inconsciente social en su


trama argumental. Cada integrante actúa a un personaje principal de esa
trama. Lo habla su inconsciente individual, pero al servicio de una trama
argumental que alude o sugiere una fantasmática social.

Reflexionando sobre las particularidades de su práctica como psicoterapeuta


de grupo durante los últimos años de represión política en la Argentina,
constata cómo aparecen en los grupos nuevos personajes investidos de
sospechas terroríficas que dan cuenta del profundo entramado de la
fanstamática individual y lo imaginario social. Dice así: "La Institución de la
Muerte, recreada, reinventada en la gran imaginaría grupal, padeciendo y
recreando los terrores infinitos". En tal sentido ¿puede hablarse de cómo o
cuándo lo social "influye" sobre lo que acontece en un grupo? ¿Puede
considerarse la relación grupo-sociedad meramente en términos de influencia?
¿La sociedad se constituye sólo como el contexto exterior que influye sobre el
grupo, orientando algunos de sus movimientos? Si se toma una frase de este
autor como disparador: "El grupo es hablado por el argumento del drama
social", podrá observarse cómo la división entre texto y contexto se vuelve cada
vez más difícil de delimitar.

Se piensa, en este sentido, que el llamado contexto es, en rigor, texto del
grupo; es decir que no hay una realidad externa que produce mayores o

149
menores efectos de influencia sobre los acontecimientos grupales, sino que tal
realidad es parte del propio texto grupal, en sus diversas modalizaciones; es
por ende fundante de cada grupo; más que escenografía, drama grupal.

Antes de avanzar en el desarrollo de este pensamiento, es necesario operar


algunas acotaciones respecto al término "texto", sobre todo si se pretende
incorporarlo a una temática como la grupal, en principio, bastante alejada de la
Lingüística, disciplina desde donde ordinariamente este término es demarcado.
La palabra con-texto alude a aquello que va con el texto, que lo rodea; ahora
bien, ¿qué sería el texto grupal?, ya que no puede obviarse que el término
texto remite a un orden de lenguaje. Así, con el término texto puede suceder
algo similar a lo que han planteado Ducrot y Todorov para el término lenguaje.:
en ese sentido no debe resultar para nada ajena la advertencia de estos
autores, quienes plantean que cuando se toma el término lenguaje en su
sentido más amplio, es decir, como un sistema de signos, abandonando así el
ámbito específico del sistema de signos verbales, el término se vuelve tan
vasto e indeterminado que puede ser el referente de todas las ciencias
humanas, ya que quién puede dudarlo- todo es signo en el comportamiento
humano, desde las estructuras y las instituciones hasta las formas artísticas.

De todos modos, pareciera inevitable la influencia que en estos momentos


tienen los conceptos producidos por la Lingüística en diferentes campos de las
ciencias humanas. Para evitar equívocos, se al tratará de delimitar lo más
posible el sentido del término texto utilizarlo en el campo de lo grupal. En
primer lugar el uso aquí dado no se circunscribe a su sentido verbal-escrito.
¿Qué son esos textos, esas "escrituras", en un grupo? Se hace referencia a las
formas propias que el grupo construye desmarcando el término texto de su
connotación estrictamente lingüística y rescatando -en forma subrayada- su
sentido más amplio, aquel que lo refiere a su productividad. Al rescatar la
dimensión productiva del texto se quiere resaltar, en lo que en un grupo
acontece, las formas propias que un grupo produce (en ese sentido, sus
escrituras). Como ya se dijo, al eliminar del término texto su significancia
verbal-escrita se recupera, para su utilización en el campo grupal, el sentido
que le otorga J. Kristeva cuando define al texto por su productividad.

Se afirma así que más allá de sus dimensiones expresiva y comunicativa, el


texto grupal tiene un poder generador de sentidos. Implica, por tanto, un juego
infinito, donde el sentido que en algún momento de lectura se le otorga, no
agota su productividad. Como el texto del sueño, como los textos escritos, los
textos del grupo son inagotables. Más que un sentido oculto, sustancial, que la
interpretación debe develar, el texto mismo es un permanente generador de
sentidos, que en virtud de sus atravesamientos, se inscribe en múltiples
significaciones. Así, no sólo lo dicho y lo no dicho -orden del lenguaje, plano
discursivo- sino también los movimientos corporales, los movimientos
espaciales, los silencios, los pactos, etc., van conformando el complejo

150
entramado de las configuraciones o formas de un grupo, que en un juego
inagotable son, a su vez, generadores de otros múltiples sentidos. Sentidos
diversos que, por otra parte, operarán particularizadamente en y desde los
diferentes integrantes "abrochando" en forma singular en cada uno de ellos.

Lo que acaba de expresarse tal vez pueda resultar más claro si se piensa, por
ejemplo, en una multiplicación dramática, donde desde el lugar de la
coordinación, más que develar el sentido oculto, más que comprender aquello
que la escena representa, comunica o expresa, puede verse cómo la misma
escena es generadora de un juego de combinaciones de las distintas
figuraciones que sus significaciones imaginarias inventan. La secuencia de
escenas se ubica más allá de un nivel expresivo comunicacional; produce,
genera, dispara, inventa, diversos sentidos.

Así, la intervención interpretante, lejos de constituir una unidad cerrada, lejos


de la intención de encontrar el sentido, puntúa; esto es, marca algún punto de
la red de sus producciones simbólico-imaginarias; momento de una secuencia,
finalización y principio plurivalente donde las unidades generadores de sentido
se hacen, se envuelven y se deshacen continuamente. La intervención
interpretante puntúa algún sentido, señala un sinsentido, resalta una paradoja.
En ese movimiento, no descubre sino que crea las condiciones de posibilidad
para que otros sentidos puedan ser enunciados.

Estas consideraciones intentan desdibujar el adentro y el afuera grupal en tanto


entidades sustancializadas y pensadas en pares de opuestos; es refutando
este criterio antinómico que se afirma que el contexto es texto grupal y que el
texto, a su vez, es generador de múltiples sentidos. De todos modos, es
importante distinguir en este punto dos niveles de análisis: la problematización
teórica de las formas antinómicas de pensar el adentro y el afuera grupal,
respecto de las vivencias de los integrantes de un grupo o sus expresiones
referidas a ellas. Al mismo tiempo, cuando el coordinador naturaliza las
referencias de los integrantes de un grupo, refuerza la forma antinómica
señalada, creando condiciones para la estructuración de un grupo-isla.

Reforzando la idea de desdibujamiento del adentro y del afuera, en relación a


la gestión de los textos grupales, se pone un ejemplo a consideración: en un
taller de sociodrama realizado en un congreso, ya en 1985, se hablaba de las
características que había adquirido la práctica hospitalaria durante los años de
dictadura. Se propone dramatizar; pasa un grupo de personas para realizar la
primera dramatización, que se desarrollaría en un Ateneo de un Servicio
Hospitalario. Se sientan en el piso, y ante unos cables que están sueltos en el
piso (posiblemente para la conexión de los micrófonos), la coordinadora
recomienda cuidado a uno de los participantes, tratando de evitar que se
sentara encima de los cables. Uno de los integrantes dice "¡la picana!",
comentario que es acompañado por risitas nerviosas de todo el grupo.

151
Se realiza la dramatización del Ateneo del Servicio Hospitalario; luego la
coordinadora pregunta si alguien tiene alguna otra escena para dramatizar.
Una participante señala que se había quedado impresionada por el chiste de la
picana. Se le solicita entonces, que dramatice la escena correspondiente a lo
que está expresando. La escena que se dramatiza consiste en un hombre que
está siendo torturado por un represor, en la escena participa un tercer
personaje que incentiva al torturador a continuar con su tarea.

El torturado no grita ni habla durante la escena. Una vez finalizada la escena, la


coordinadora muy cordialmente le dice a este participante: "Querés decir
algo?"…

Se evidencian aquí dos momentos de esta situación grupal: por una parte, un
cable, seguramente utilizado en la realidad para conectar los micrófonos,
atraviesa la escena dramatizada del Ateneo, es ahora una picana, se vuelve
texto grupal y genera sentidos; por otra, la coordinadora que dice a la persona
real que ha hecho de torturado, una vez terminada la dramatización "¿Querés
decir algo'?"; ante las miradas que se cruzan significativamente entre los
presentes, ella explica al grupo que, como el participante ni siquiera había
podido gritar pensó que podría haberse quedado muy "cargado".

En la dimensión de la escena "real" encontramos una coordinadora muy


avezada que conoce todo lo que puede "cargar" a un participante realizar un
personaje de tales características, y en actitud de contención le ofrece un
espacio de expresión-descarga. En otra dimensión de la escena, se ha creado
un personaje terrorífico, aquel más temido de las sesiones de tortura. El que
aparece después, protector, paternal y que cariñosamente le pide que hable.
Este personaje transvistió a la coordinadora. Superposición de textos
generadores de múltiples sentidos.

Obsérvese que esta otra escena no está debajo, ni oculta. Todo acontece ahí,
texto grupal productor de múltiples sentidos. Es en ese sentido que líneas
arriba se señalaba que pensar las relaciones entre el grupo y su contexto como
relaciones de influencia constituiría un abordaje un tanto lineal del problema. Si
pueden pensarse los grupos en tanto espacios de enlaces y desenlaces de
subjetividades, se insiste en el uso metafórico de una de sus insistencias
etimológicas: nudos; de tal forma los grupos pueden ofrecerse a la indagación
en tanto anudamientos-desanudamientos de subjetividades.

Así, al desdibujar el adentro-afuera, el arriba-abajo, los nudos grupales pueden


ser pensados como complejos entramados de múltiples inscripciones. Nudo.
Múltiples hilos de diferentes colores e intensidades lo constituyen: deseantes,
históricos, institucionales, económicos, sociales, ideológicos, etcétera. Pero en
realidad, lo efectivamente registrable no son los hilos que lo constituyen sino el
nudo. Complejo entramado de múltiples inscripciones: todo está ahí latiendo;
todas las inscripciones están presentes en cada uno de los acontecimientos
152
grupales; variarán sí sus combinatorias en cada momento grupal como también
su nivel de relevancia en tal momento; pensar la cuestión de esta manera
implica, obviamente, aceptar que en un grupo se están generando muchísimas
más producciones que aquellas que pueden leerse o anunciarse.

D. La latencia grupal

Todo está ahí, latiendo. Con esta frase se propone provocar una primera
interrogación que permita repuntar teóricamente el sentido de un término tan
controvertido como latencia grupal. Es frecuente, en nuestro medio, pensar lo
latente -por una particular metaforización espacial- como lo que está debajo, en
las profundidades, por lo tanto oculto, y de tan oculto verdadero… Al mismo
tiempo, suele considerarse la latencia como efecto de estructura. Desde tal
perspectiva la función de la intervención interpretante es llevar a la superficie -
ilusional- las verdades que emergen de las profundidades. Como puede
observarse se construye una particular correspondencia entre lo oculto y lo
verdadero.

Se intenta reflexionar esta cuestión desde otro lugar. Pensar lo latente como lo
que late -ahí- todo el tiempo, insistiendo en la escena grupal; una latencia en
los pliegues de la superficie más que en las profundidades. Pero para ello se
hace necesario re-significar los términos profundidad y superficie. "Lo más
profundo es la piel", decía Paul Valery. Afirma Deleuze que este re-
descubrimiento de la superficie y esta crítica de la profundidad forman parte de
una constante de la literatura moderna.

A partir de la figura del grupo como nudo, se pretende problematizar -en la


lectura de los procesos colectivos- el adentro y el afuera, el arriba y el abajo
grupal; sus múltiples hilos se entrecruzan y lo que resalta no son ya los hilos
fundantes sino el nudo que han formado: ¿cómo delimitar ahora arriba-abajo y
adentro-afuera? Todo ahí, latiendo-insistiendo en los pliegues de la superficie
del nudo grupal. Interesa problematizar un esquema que re-instala la duplicidad
del modelo arquitectónico superficie-cimientos; todo está en la superficie y no
existe un "hinterland" del discurso donde hay que buscar la verdad de lo
expresado. La insistencia de lo discontinuo, es lo que permite detectar los
puntos de condensación, los pliegues, los intersticios de la misma superficie,
más que búsqueda de las profundidades hacer visible lo que sólo es invisible
por estar demasiado en la superficie de las cosas. Interrogar críticamente una
ideología romántica de lo profundo, como unicidad oculta de las significaciones.

Los discursos en grupo -más que otorgar alguna certeza por la cual en las
profundidades debe encontrarse un sentido oculto, uno solo, y sabiamente
escondido entre simulacros de superficie- ponen en juego la imposibilidad de
decidir si hay un secreto de verdad entre simulacros manifiestos.

153
El acontecimiento ya no corno expresión o representación de una estructura
subyacente, deseante, económica, social, institucional, sino como producción
de múltiples sentidos y algunos sinsentidos: anudando y desanudando
inscripciones deseantes, económicas, sociales, institucionales.

Ya no un análisis que marche de los hechos manifiestos hacia su núcleo


interior y oculto, sino más bien la elección de un recorrido que puntúa
insistencias-latencias, todo ahí, en esa superficie de discursos; múltiples flujos
constituyen el acontecimiento, múltiples inscripciones forman el nudo grupal;
múltiples sentidos, pero también los juegos del sinsentido, la rareza y la
paradoja.

¿Por qué pensar lo manifiesto y lo latente como opuestos? ¿Tributos de una


ontología platónico que ya encuentra su revisión?; puede resultar de utilidad
para pensar esta cuestión el desafío lanzado por Nietzsche-Foucault-Deleuze:
la inversión del platonismo; esto significa problematizar gran parte de los a
priori desde donde se piensa la vida, se valoran los actos, se organizan los
saberes.

Crisis de la teoría de la representación-expresión; mito de la caverna


reproducido sin descanso, por el cual un mundo sensible -mera apariencia- es
representación o expresión deformada de esencias verdaderas; mundo de
imágenes que son copias o simulacros de la Idea. Revisar un contenido
manifiesto del eterno retorno que desde el platonismo significa organizador del
Caos; eterno retorno del devenir loco, destinado a copiar lo eterno.

Se intenta pensar los acontecimientos sin renunciar al análisis de las


legalidades grupales. La búsqueda por la estructura grupal de la cual los
dinamismos y procesos grupales serían efecto, ha sido una forma -
estructuralista- de pensar su legalidad. Esta lectura abrió visibilidad con
respecto a los sujetamientos que hacen posibles la reproducción, la repetición;
pero siempre se han encontrado con grandes dificultades para pensar la
diferencia, la invención, lo discontinuo, la singularidad del acontecimiento.

Resulta sumamente ilustrativo en este punto el pensamiento de M. Foucault:


Toda una generación ha estado durante mucho tiempo en un callejón sin salida
pues tras los trabajos de los etnólogos, se estableció esta dicotomía entre las
estructuras por una parte -lo que es pensable- y el acontecimiento lugar de lo
irracional, de lo impensable, de lo que no entra y no puede entrar en la
mecánica analítica, al menos en la forma que el método analítico ha adoptado
en el interior del estructuralismo.

Sin duda, el estructuralismo ha sido el esfuerzo más sistemático para evacuar


el concepto de acontecimiento de las ciencias, incluso de la historia. Es
importante no hacer con el acontecimiento lo que se ha hecho con la
estructura. No se trata de colocar todo en un mismo plano, que sería el del

154
acontecimiento, sino de considerar detenidamente que existe toda una
estratificación de tipos de acontecimientos diferentes, que no tienen ni la misma
importancia ni la misma capacidad de producir efectos.

El problema consiste, al mismo tiempo, en distinguir los acontecimientos, en


diferenciar las redes y los niveles a que pertenecen y en reconstruir los hilos
que los atan y que los hacen enfrentarse unos a otros".

Entonces, todo está -ahí- latiendo. Sin embargo, no todo acontecer cobra igual
grado de visibilidad, ni toma forma de enunciado; tampoco sus insistencias son
registradas por todos los integrantes de la misma manera. ¿De qué depende
que en el flujo de sucesos, advenga un acontecimiento? Si acontecimiento es
producción de sentido, dependerá de las figuras que el caleidoscopio
identificatorio-transferencial invente; de las implicaciones en que se afecte la
coordinación, del momento en que se encuentre la producción de ilusiones,
mitos y utopías grupales; del contrato en tanto organizador institucional
explícito e implícito; de sus atravesamientos socio-históricos. Estas
implicancias organizan aquel universo de significaciones que será
disruptivamente atravesado por la producción de la singularidad de sentido.

E. Lugar del coordinador

Aquello que circula en el plano discursivo, gestual psicodramático, los


silencios, la organización de los espacios y tiempos grupales, etc., suele ser
interpretado desde una particular teoría de la lectura por la cual los
acontecimientos grupales serían expresión de un sentido oculto, profundo, que
la interpretación debe develar y en ese acto llevarlo a la superficie. Está en
juego ahí una teoría de la representación, al decir de Castoriadis, de gran
rémora de la caverna platónica.

El acontecimiento no representa ni expresa; está todo ahí, en tal inmediatez


que suele volverse invisible. Si se acepta que el nudo grupal está atravesado
por múltiples sentidos y más de un sinsentido, siempre excederán aquellos que
desde la implicación intepretante se pueden puntuar; el coordinador sólo podrá
puntuar algún sentido, interrogar una rareza, resaltar una paradoja, indicar
alguna insistencia y ya no será quien descubra la verdad de lo que en el grupo
acontece.

Al resituar la función interpretante desde el lugar develador de verdades


profundas hacia la puntuación interrogante, la otra escena no es una escena
escondida; ha estado ahí todo el tiempo, late, insiste, y aun así muchas veces
su presencia permanece denegada. Esto sin duda redefine un cierto lugar de
“poder” del coordinador.

Como pudo verse en el capítulo IV, cuando los psicoanalistas incorporan a su


trabajo con grupos reglas técnicas y conceptos teóricos del dispositivo

155
psicoanalítico, además de abrir el campo de la clínica grupal produjeron un
importante descentramiento. Crearon las condiciones para hacer posible la
separación del lugar de la coordinación de los liderazgos superando gran parte
de los efectos de sugestión y del tipo de violencia simbólica que ella implica.
Los requisitos para tal descentramiento fueron presentados por Bauleo en 1973
cuando a las ya establecidas condiciones de neutralidad que el dispositivo
analítico había aportado acentúa la exigencia hacia el coordinador en la
devolución de los liderazgos, de la no apropiación de las producciones grupales
por parte de éste y la elaboración desde el momento mismo de la formación del
grupo, de su pérdida. Advierte asimismo que expresiones tales como “mi
grupo” por parte de un coordinador, más que alusiones identificatorias
expresaban un deseo inscripto en criterios ideologizados de propiedad.

Estas sucesivas puntualizaciones redefinieron el lugar de la coordinación con


respecto al coordinador-líder de la microsociología. De todas formas quedó
abierto otro problema: al organizar la lectura de los acontecimientos grupales
desde una teoría de la representación expresión, crearon las condiciones para
reinvestir en figura de poder al coordinador; desde tal perspectiva éste queda
posicionado en un lugar de “saber lo que al grupo le pasa”; tal coordinador ya
no es un líder, pero queda investido en un coordinador oráculo; sólo él puede
leer el sentido de los efectos de estructura.

Actualmente, otro descentramiento se vuelve posible en tanto la función


interpretante se propone puntuar insistencias, interrogar rarezas, resaltar
sinsentidos, enunciar paradojas, etcétera. Ellos laten-insisten en los textos
grupales; el coordinador desde su implicación -y no fuera- sólo registra
algunos. Por ende, función interpretante realizada desde un lugar de
ignorancia. De tal modo, otro requisito se agregará a los ya enunciados: la
renuncia al saber de la certeza.

Múltiples sentidos y algún sinsentido que circulan entrecruzados en el


acontecer grupal; la intervención interpretante al puntuar algunos de ellos
intenta evitar el cierre-obturación que toda evidencia de verdad produce. De
esta forma la coordinación hace posible aperturas a nuevas producciones de
sentido. Los integrantes compaginan así distintas formas de textos grupales y
producen sus juegos identificatorios y sus significaciones imaginarias. El
coordinador no es el poseedor de una verdad oculta, sino alguien interrogador
de lo obvio, provocador-disparador y no propietario de las producciones
colectivas; alguien que más que ordenar el caos del eterno retorno busca
aquella posición que facilite la capacidad imaginante singular-colectiva.

F. La dimensión institucional de los grupos

156
Sin duda las reflexiones señaladas en el punto C de este capítulo, con respecto
a las relaciones entre las significaciones imaginarias grupal y lo imaginario
social están referidas a situaciones políticas límite, que constituyeron
verdaderos traumas sociales. Podría abrirse una pregunta: ¿tan particular
relación de texto y contexto es privativa de situaciones sociales límite o, por el
contrario, es una constante del funcionamiento de los grupos? Lo que se
interroga es si tal ligadura del grupo con los acontecimientos de la realidad
"exterior", se produce sólo cuando lo social adquiere un significativo nivel de
turbulencia, o si hace a una constante de su funcionamiento. Más bien podría
pensarse que este entramado es constitutivo de lo grupal.

Si bien esta opinión deberá fortalecerse con futuras indagaciones, aun cuando
se la mantenga como hipótesis, deberá reconocerse que ésta no es una
manera habitual de pensar la relación de los grupos con su contexto; más bien
opera con mucha frecuencia corno un impensable de lo grupal. Tal vez,
especularmente capturados en los grupos plegados sobre sí mismos sólo se
hizo visible su presencia en las formas límites de lo social.

Lo social siniestro no sólo comenzó a refutar con insistencia el artificio de los


grupos-islas; también mostró la necesidad de reflexionar -más allá de
situaciones coyunturales- sobre las formas permanentes de relación entre lo
grupal y lo social. Una de ellas es, sin duda, la dimensión institucional.

Es innegable que las instituciones cubren diversas necesidades de una


sociedad; sin entrar aquí en la complejidad de lo arbitrario -no natural- de las
necesidades sociales puede decirse que la dimensión institucional no se agota
en sus aspectos funcionales. Tiende a normativizar el tipo de enunciados que
es pertinente en cada una de ellas autorizando algunos y excluyendo otros; por
fuerte que sea su inercia burocrática, no es una cosa, sus límites son siempre
provisionales y siempre es posible desplazarlos en los juegos instituyentes. En
ese sentido una institución es una red simbólica socialmente sancionada en la
que se articula junto a su componente funcional un componente imaginario.

Desde esta noción de institución, puede pensarse a los grupos desplegándose


en lo imaginario institucional donde inscriben sus prácticas; lo imaginario
institucional tanto puede promover como dificultar las actividades de grupo. En
ese sentido es que se considera restrictivo leer todos los procesos que en un
grupo acontecen sólo desde los llamados dinamismos propios de un grupo o
desde el producto de las resonancias fantasmáticas de las singularidades que
componen tal colectivo.

Cuando en 1984, al retomar la docencia universitaria, se propuso como una de


las primeras consignas para los trabajos prácticos de una cátedra que se
estaba organizando, que los alumnos se sentaran en círculo y se presentaran,
esta mínima consigna de comienzo de una actividad grupal, produjo diferentes

157
efectos de confusión y pánico, que configuraron una verdadera situación
colectiva.

Durante la dictadura el anonimato y la serialidad eran la forma de conservar la


vida en las aulas universitarias; el peligro real había pasado, sin embargo en lo
imaginario institucional operaba manteniendo determinadas significaciones
imaginarias que impedían cualquier agrupamiento, identificación individual,
etcétera.

Aquí tal vez fuera pertinente otra reflexión. El ejemplo que antecede tiene la
impronta de lo social siniestro; sin embargo pueden encontrarse algunas
cuestiones relacionadas a lo que en él se relata en otras situaciones más
cotidianas. Cuando se implementan dispositivos grupales en instituciones
escolares primarias -y más frecuentemente secundarias- al dar la consigna de
agruparse en círculo suelen aparecer chistes, risas, miradas cómplices entre
los alumnos, etc.; éstos suelen explicitar en tales casos el riesgo que el
dispositivo montado le ofrece en tanto quedan todos bajo una mirada de control
por parte del docente. Esta significación imaginaria de “panóptico grupal", si
bien esperable en instituciones disciplinarias, no deja de tomar por sorpresa a
coordinadores de formación grupalista clínica. Se encuentran allí contrastadas
dos dimensiones diferentes del referente institucional. En el grupalismo el
propósito de la organización circular del espacio se sostiene en la intención de
favorecer determinado tipo de enlaces-desenlaces de las subjetividades que se
supone ha de propiciarse al estar todos a la vista de todos. Sin embargo, para
los alumnos-integrantes de la institución escolar- esto se inscribe en un
eventual propósito de vigilancia y control.

Se abre aquí una pregunta obligada. ¿Esta figura del "panóptico grupal" será
exclusiva de significaciones imaginarias de grupos inscriptos en instituciones
disciplinarias? ¿Se formará también en los dispositivos clínicos? De ser así,
¿qué impensables de nuestras prácticas la vuelven invisibles para el
coordinador? ¿Qué violencia intangible silencia su enunciabilidad en los
integrantes del grupo?

Lo imaginario institucional puede promover o incentivar la producción grupal;


así, por ejemplo, un grupo de transferencia positiva con la institución en la que
inscribe sus prácticas puede operar movimientos grupales que favorezcan o
incentiven la productividad del mismo. En sentido contrario, puede observarse
que hay grupos que alcanzan sus momentos de mayor despliegue productivo
desde utopías grupales fuertemente contrainstitucionales. Muchos son los
ejemplos al respecto en las instituciones manicomiales donde equipos
profesionales "de avanzada" intentan transformar la situación de alguna sala.
Sólo desde una utopía de transformación de la institución, esos pequeños
colectivos -habitualmente aislados- pueden enfrentar los paradigmas
organicistas y las políticas sanitarias de la psiquiatría clásica. Sólo desde un

158
proyecto severamente contrainstitucional con respecto al manicomio pueden
sostenerse prácticas rodeadas de tanta adversidad.

Líneas arriba se ha señalado que la dimensión institucional trasciende los


edificios. En tanto red simbólica que articula componentes funcionales e
imaginarios, su presencia en los grupos puede tener diferentes grados de
visibilidad o invisibilidad. Así, por ejemplo, podría suponerse que en aquellos
grupos psicoterapéuticos o de formación que no inscriben su práctica en
instituciones públicas, la dimensión institucional en el grupo no ofrece
demasiada relevancia. Sin embargo, en el circuito profesional privado ésta se
constituye a partir del sistema de reglas que el coordinador instituye
conformando un sistema simbólico. Coordinación y sistema de reglas operan
como disparador de lo imaginario y crean algunas de las condiciones
necesarias para que ese grupo comience a diseñar sus propias formaciones
grupales

Por otra parte la membresía del coordinador a determinadas instituciones


teóricoprofesionales es una dimensión institucional en el grupo "privado" que
no debe subestimarse. El coordinadores investido como el "representante" de
ellas en el grupo. De tal forma el sistema de avales o descalificaciones a la
coordinación suele operar como mediación de avales o descalificaciones a
dichas instituciones. En este sentido, la coordinación soporta también allí no
sólo los movimientos transferenciales clásicamente estudiados por el
psicoanálisis, sino también toda suerte de transferencias institucionales.

Las instituciones forman parte de las redes del poder social. En circuitos macro
o micro, la institución constituye un factor de integración donde las relaciones
de fuerza se articulan en formas: formas de visibilidad como aparatos
institucionales y formas de enunciabilidad, como sus reglas. En tanto figura
intersticial, la institución será un lugar donde el ejercicio del poder es condición
de posibilidad de un saber y donde el ejercicio del saber se convierte en
instrumento de poder; en tal sentido es un lugar de encuentro entre estratos y
estrategias-, donde archivos de saber y diagramas de poder se mezclan o
interpretan sin confundirse.

La inscripción institucional de los grupos constituye, al decir de Lapassade, su


impensado, el negativo, lo invisible, su inconsciente.

Quiere resaltarse que las producciones de un grupo nunca dependerán


exclusivamente de la particular combinatoria de identificaciones, transferencias,
resonancias fantasmáticas, etc., entre sus integrantes. Tampoco será mero
reflejo o escenario donde lo imaginario institucional podrá desplegarse. En
cada grupo, la combinatoria de sus diferentes inscripciones producirá un nudo
propio singular irreductible.

159
De esta forma, se pretende inscribir lo grupal en lo institucional, sin perder lo
específico de la grupalidad. Es necesario sostener tal especificidad sin hacer
de los grupos islas y, al mismo tiempo, tomar como vector de análisis la
dimensión institucional. Se piensa más bien en un movimiento tal, donde grupo
e institución se significan y resignifican mutua y permanentemente. Porque si
bien no hay grupos sin institución, ¿qué institución podrá ser aquella que no
sea habitada por grupos por momentos aliados o antagónicos, en conflicto, o
naciendo a su vez a redes solidarias; vacilando entre los caminos de la
burocratización, repetición, disolución, invención y nacimiento de lo nuevo? En
síntesis, un grupo se inscribe en un sistema institucional dado, de la misma
manera que la institución sólo vive en los grupos humanos que la constituyen.

G. Algunos impensables

¿Cómo opera efectos la institución en un grupo? Es importante señalar que las


normas de funcionamiento, la coordinación y el contrato son los indicadores del
sistema simbólico institucional en el que un grupo se inscribe, Este sistema:
normas de funcionamiento, formas de coordinación y contrato, opera en un
sentido explícito-funcional; sin embargo, su normatividad también operará
eficacia como dispensador de significaciones imaginarias grupales.

Normas de funcionamiento

Las normas de funcionamiento, si bien tienen una operatividad evidente en


tanto permiten a un grupo organizarse, no es éste el nivel de eficacia que se
desea aquí subrayar, sino que se está haciendo referencia a los efectos
implícitos que laten-insisten, produciendo significaciones imaginarias donde se
atraviesan diversas inscripciones (identificatorias, transferenciales,
transgresivas, ideológicas, juegos de poder, etcétera).

En un montaje psicodramático con fines pedagógicos un grupo de alumnos


elige dramatizar una primera reunión de "un grupo de obesos anónimos". Cada
uno se presenta, dice porqué está allí, qué expectativas trae a esa actividad,
etcétera. Al cerrar la reunión quien ha tomado el papel de coordinadora da
alguna idea de cómo van a trabajar, explicita las normas de funcionamiento:
frecuencia de reunión semanal, duración de la reunión, lugar de la institución
donde se realizarán las reuniones, etc.; solicita puntualidad, recomienda pasar
a pagar los aranceles por secretaría, se despide "hasta el martes que viene" y
levanta la reunión. Quien coordina la dramatización solicita un soliloquio a los
participantes, quienes en su mayoría comentan aquello que esta última
intervención de la coordinadora del grupo de obesos ha disparado. Algunos
explicitan impresiones de protección, otros de molestia frente a la mención de
aranceles, ilusión de estar en un buen lugar, sensaciones muy variadas de
desconfianza, de encierro, de contención, etcétera. Cuando la dramatización

160
finaliza y se abre la ronda de comentarios al respecto de los alumnos que
habían estado observando el ejercicio psicodramático, sus intervenciones
también se orientan mayormente en esa dirección. Algunos de los alumnos que
se habían mantenido como observadores de la escena se sorprenden al
registrarse a sí mismos implicados en la dramatización como si hubieran
participado de la misma. También los asombra que una misma intervención de
la coordinadora hubiera generado, tanto en los que dramatizaron como en los
que observaron, impresiones tan dispares. Como puede observarse, quien
tomaba el papel de coordinadora del grupo de obesos al explicitar las normas
de funcionamiento crea las condiciones operativas mínimas qué disponen la
posibilidad de organizar el funcionamiento futuro del grupo de obesos. Este es
sin duda un nivel de eficacia de esta normativa. Junto a estas normas se
disparan otros efectos que en el ejercicio relatado toman forma explícita dado
el soliloquio solicitado, pero que habitualmente pueden circular en forma
implícita produciendo significaciones imaginarias donde se atraviesan diversas
inscripciones.

Quiere resaltarse la coexistencia de posicionamientos singulares de los


distintos integrantes. Que algunas impresiones pudieran cobrar cierto grado de
generalidad o consenso en hipotéticas futuras reuniones no suprime las
particularidades. Tampoco es condición para la construcción de significaciones
imaginarias que las posiciones con respecto a ella por parte de los integrantes
sean homogéneas. De los múltiples sentidos que los textos grupales disparan,
los movimientos grupales suelen cristalizar algunos dando origen a los mitos,
ilusiones y utopías de ese pequeño colectivo. Aun así esto no significa que se
homogeinicen los posicionamientos; sólo sugiere que se han puesto en juego
dentro del grupo actos de nominación, procesos de producción y apropiación
de sentido, narrativas, metaforizaciones, etcétera. Es decir que tal colectivo ha
creado las condiciones para los pliegues y despliegues de sus acciones, sus
relatos y sus afectaciones; sus invenciones y sus políticas, sus consensos y
sus disensos.

La coordinación

El tema de la coordinación rebasa ampliamente el nivel explícito funcional,


operando desde múltiples eficacias simbólico-imaginarias. Este punto invita a
re-pensar dos problemas:

la relación entre las formas de coordinación y sus posibles lugares de poder;


la caracterización de los movimientos transferenciales en los grupos.

Con respecto al primer punto debe señalarse que los posibles lugares de poder
que la coordinación ocupe varían según la forma de coordinación adoptada. Es
importante aclarar que la mención de este posible lugar de poder no supone
que éste sea el único lugar de poder dentro de un grupo ni el más significativo.
Es sólo uno posible.
161
En el punto E, "Lugar del coordinador", se ha señalado la importancia del
descentramiento producido por el aporte de los dispositivos psicoanalíticos en
el trabajo con grupos. Estos, al permitir la diferenciación de la coordinación de
los juegos de liderazgos crearon las condiciones para superar gran parte de los
efectos de sugestión y el tipo de violencia simbólica que caracteriza a sus
mecanismos de inducción. Se puntualiza posteriormente que la devolución de
los liderazgos al grupo debe ir acompañada de la elaboración por parte del
coordinador de la renuncia al grupo desde el comienzo mismo de la actividad.

Estas sucesivas demarcaciones hicieron posible delimitar un lugar de la


coordinación ya definitivamente diferenciado del perfil de coordinación que
durante años había instituido la microsociología.

De aquel coordinador-Iíder a un coordinador-oráculo: sólo él sabe lo que el


grupo dice cuando sus integrantes hablan.

Asimismo se toma en consideración otro descubrimiento que se opera en la


actualidad demarcando otro espacio para el lugar de la coordinación y la
función interpretante. Forma de interpretación que puntúa insistencias,
interroga rarezas, resalta sinsentidos y paradojas. Lugar de coordinación que
renuncia a un saber de certezas, evita el cierre de sentidos que las evidencias
de verdad producen de manera tal de situar la coordinación en aquella posición
que facilite la capacidad imaginante singular-colectiva.

Frente a esta manera alternativa que la coordinación adquiere es importante


puntualizar algunas cuestiones, En primer lugar, no habrá de confundirse esta
renuncia al saber de la certeza con vacilaciones o ambigüedades en las
intervenciones de la coordinación. Renuncia a una forma de certeza y no
abandono de la intervención interpretante. En segundo lugar -y en función de lo
anterior- tal renuncia no exime a quien se posicione como coordinador de una
formación específica en los conocimientos teóricos y técnicos que lo legitimen
para su función. Está en juego aquí otra manera de intervenir, otra noción de
interpretación. Es desde este replanteo que se diseña una coordinación jugada
desde otro lugar. Para ello se hace necesario una observación permanente, por
parte del coordinador, de su lugar y una rigurosa formación especializada en
grupos.

¿Por qué esta insistencia en no fijar sentidos desde la coordinación? La


renuncia al saber de la certeza se funda, sin embargo, en una certidumbre.
Aquella que otorga a las gestiones de los colectivos humanos la capacidad de
imaginar y transitar sus propios senderos, Senderos a inventar en los cursos y
recursos de su dimensión ilusional: repliegues en sus ficciones y despliegues
de sus acciones, a partir de sus utopías. Doble e incesante movimiento que
novelará sus relatos, caracterizará sus prácticas y los implicará en la Historia.

162
Con respecto a la caracterización de los movimientos transferenciales en los
grupos es obvio que la coordinación produce efectos de eficacia induciendo y
ofreciéndose para la producción de amplios y variados movimientos
transferenciales. Pero es importante detenerse un momento en este punto
porque no sólo se mueven aquí -como se apuntaba líneas arriba- movimientos
transferenciales, en el sentido psicoanalítico que habitualmente se da a este
término. En realidad en la figura del coordinador no sólo se transfieren imagos
familiares, sino también transferencias institucionales; así muchas veces éste
es vivido como el "representante" de la institución donde el grupo inscribe su
práctica. Y lo que es más, estas transferencias institucionales no
necesariamente actualizan familiarismos edípicos sino que transfieren
dimensiones actuales del conflicto social. Este criterio amplio de transferencia
suele quedar en invisibilidad en la lectura de los acontecimientos grupales;
cuando así sucede se produce un particular reduccionismo; este “familiarismo
transferencial" suele convertirse en uno de los principales instrumentos
tecnológicos de los grupos-islas. Se instrumenta allí una noción de fantasma
"privatizado", es decir vaciado de sus posibles afectaciones institucionales,
sociales y políticas. De tal forma, se crean las condiciones para descontextuar
al grupo; para que esto sea posible ha sido necesario denegar los dimensiones
institucionales y sociopolíticas, es decir, lo público. Pero, si el contexto es texto
grupal, en realidad, de-textúan, es decir vacían, exilian, desterritorializan del
propio grupo la dimensión socio-institucional que late en él -pese a todo-
permanentemente.

Qué dimensión es así exiliada, desterritorializada, denegada" Se deniega lo


que ilusoriamente se ha puesto en un "afuera" grupal, invisibilizando o
interpretando familiarísticamente problemáticas tan específicas como por
ejemplo los juegos de poder dentro del grupo y/o en relación a la institución, la
problemática del dinero, los conflictos surgidos en función de los niveles de
apropiación de los bienes simbólicos y materiales que un grupo produce, los
aspectos transformadores de los movimientos instituyentes grupales, fermento
transformador y no mera transgresión a los equivalentes simbólicos de la
prohibición del incesto. En síntesis, se exilia la política de los grupos -su
política-familiarizando, edipizando sus rebeliones y sus sumisiones.

La propia existencia grupal implica para subsistir reglas y obligaciones, lleva en


sí la violencia que los dispositivos de las Relaciones Humanas han
enmascarado, o que ciertas narrativas psicoanalíticas han reducido a
espejismos edípicos. La emergencia de la irreductible violencia, cuando se
vuelve visible a sus integrantes, define la dimensión política del grupo, es decir,
la dimensión de sentido con respecto al poder, cuyo ejercicio puede llevarse a
cabo a través de diversas figuraciones y modalidades: la propiedad de los
bienes -sean materiales o simbólicos-, la economía de los intercambios, la
localización de las instancias normativas ideales, los valores congnoscitivos,

163
etc. El sentido se aliena en estas configuraciones ya que la política es entre
otras cosas- la incesante reapropiación tanto del sentido como de los puntos en
los que se articula la alienación del sentido para cada cual. De alguna manera,
cuando se invisibiliza la política de los grupos -sus propios juegos de poder-
familiarizando, edipizando sus rebeliones y sumisiones, tras un aparente
tecnicismo aséptico se ejerce una violencia: la apropiación de sentido, que
politiza, despolitizando su lectura.

LANGER- Declaración del grupo Plataforma


A LOS TRABAJADORES DE LA SALUD MENTAL- Los que suscriben,
psicoanalistas que constituyen el grupo Plataforma Argentino, integrante del
Movimiento Plataforma Internacional, deciden hacer pública su separación de
la Asociación Psicoanalítica Internacional y de su filial argentina.

Es ésta la culminación de una línea de trabajo previa y opción crucial para


quienes la asumimos, dado que cancelamos así nuestra pertenencia a una
institución que algunos de nosotros contribuimos a crear y en la cual invertimos
muchos años de nuestras vidas, aprendiendo, enseñando, investigando y
ejerciendo el Psicoanálisis.

Sabemos que este alejamiento nos trasciende como psicoanalistas y aun como
personas, cobrando un significado que se proyecta en un contexto mucho más
amplio que el de la vida científico-institucional. Para explicitar los motivos y los
propósitos que nos animan, nos dirigimos a los trabajadores de la salud mental,
incluyendo entre ellos a nuestros colegas. Con esta comunicación, con trabajos
científicos y a través de tareas de docencia, investigación y asistencia,
aspiramos a dar una clara imagen de nuestra identidad, a todos los sectores.
En este sentido publicaremos un anteproyecto de actividades y estructura
organizativa que definirá la forma de incorporación a nuestro movimiento.
Consideramos que la Obra de Freud, el psicoanálisis, produjo una revolución
en las Ciencias Sociales con su aporte específico de conocimiento científico y
que ese surgimiento estuvo y está determinado, pese a su autonomía relativa,
por el contexto socio-económico-político en el que se practica. Entendemos
que, como más abajo detallamos, el psicoanálisis ha sido distorsionado y
detenido necesitando para retomar su línea de innovación y desarrollo, de la
imprescindible contribución de otras ciencias así como de una distinta y
explícita inscripción social, ineludible en este momento histórico.

Nuestra disciplina provee el conocimiento de las determinaciones inconscientes


que regulan la vida de los hombres, pero la misma, como conjunto de prácticas
sociales articuladas, está regida también por otros órdenes determinantes:
164
fundamentalmente el sistema de producción económica y la estructura política.
Tales relaciones generan en los individuos sistemas de creencias acerca del
lugar que ocupan en la Sociedad, configurando las Ideologías de clase. Estas
son entonces registros parcializados de la realidad de las prácticas sociales
destinados a orientar y justificar toda práctica. Ser coherentes con estos
conceptos nos obliga a entender que el ejercicio científico, indisolublemente
ligado a nuestro estilo de vida y a la organización institucional a la que
pertenecemos, está igualmente condicionado e ideologizado en todos los
aspectos por su inserción en el sistema, siendo tan sólo una particularidad de
las instituciones que lo integran y sostienen.

La razón de nuestro alejamiento pasa por disidencias con la organización


societaria psicoanalítica a todos los niveles: teórico, técnico, didáctico,
investigativo, económico, pero aquí queremos enfatizar uno decisivo, el
ideológico. En este plano el enfrentamiento y las exigencias de acción concreta
que comporta es insuperable e impugna a la ideología global de la Institución,
por lo cual queremos que quede claro que no nos impulsa grupal o
individualmente ninguna intención más o menos reformista ni reivindicatoria
intrainstitucional y que las críticas que siguen no aluden a personas, muchas de
las cuales apreciamos, por las que fuimos formados psicoanalíticamente y a las
que formamos. Por nuestra parte hemos sido criticados repetidamente tanto
por quienes sostienen que somos negativos o superfluos como por los que nos
reprochan de no haber asumido antes lo necesarios que éramos alcanzando
desde el comienzo una línea madura. No volveremos, por ahora, a ocuparnos
de las críticas que desde el quietismo o los pactos con el sistema intenten
entorpecernos.

Sostenemos que esta separación, producto de un largo y difícil proceso, es


indispensable, y que no puede ser callada y resignada Puesto que nos
declaramos abiertamente partidarios de una inscripción cualitativa y
cuantitativamente distinta dentro del proceso Social, económico y político
nacional y latinoamericano. Como científicos y profesionales tenemos el
propósito de poner nuestros conocimientos al servicio de las ideologías que
cuestionan sin pactos al sistema que en nuestro país se caracteriza por
favorecer la explotación de las clases oprimidas, por entregar las riquezas
nacionales a los grandes monopolios y por reprimir toda manifestación política
que tienda a rebelarse contra él. Nos pronunciamos, por el contrario,
comprometiéndonos con todos los sectores combativos de la población que, en
el proceso de liberación nacional, luchan por el advenimiento de una patria
socialista.

En el marco institucional, siendo como es partícipe sumiso de ese orden, el


pensamiento psicoanalítico ha sido distorsionado y detenido, paradojalmente,
porque la organización fue creada con la misión de defenderlo y cultivarlo. Esta
paralización está esencialmente dada por la política ejercida desde los cargos

165
directivos, cuyo efecto, más allá de las buenas intenciones de quienes también
son esterilizados científica y afectivamente por su papel, es consolidar cada
vez más la estratificación jerárquica destinada al sostenimiento del privilegio
económico de quienes están en el vértice de la pirámide. Esto se vuelve a su
vez indoctrinante para quienes están en la base aspirando a llegar a la cúspide
del poder. Mencionaremos algunos hechos que resten a este enunciado el
valor de una mera afirmación y que permitan justipreciar los pactos ideológicos
que se establecen entre Ciencia y Sistema, articulaciones entre estructura
institucional e ideología de clase dominante, que se expresan en esta
modalidad de la práctica científica: la Asociación Psicoanalítica Argentina está
compuesta actualmente por 367 personas de las cuales 194 pertenecen como
miembros a la Institución y el resto al Instituto del Psicoanálisis en calidad de
egresados y candidatos. Este sector de la población no tiene ningún acceso
legal a la política institucional, ni puede recibir información exhaustiva acerca
de la misma so pretexto del cuidado del encuadre analítico. Por otra parte, del
total de miembros aceptados en la Institución sólo los 79 Miembros Titulares
tienen voz y voto en las decisiones importantes. De los restantes, sólo los 116
Miembros adherentes tienen voz pero no poder para tomar parte en las
decisiones. Aun dentro de la minoría dirigente los subgrupos más encumbrados
excluyen con maniobras más o menos legales a los demás.

En el Instituto de Psicoanálisis existe una situación semejante.

Hay una Comisión de Enseñanza que es el máximo nivel de la organización


pedagógica, compuesta por miembros titulares que pertenecen a su vez a la
misma minoría que rige los destinos de la Institución. Existe también un
Claustro de Profesores, donde votan sólo los profesores titulares y adjuntos,
pertenecientes en su mayoría al grupo antes mencionado. Frente a esa
concentración de poder, para resaltar el contraste, consignamos que un cuerpo
de delegados representa a los estudiantes que se hacen escuchar por su
intermedio en la Comisión de Enseñanza en cuanto a algún tipo de
reestructuración pedagógica circunstancial sin contenido demasiado innovador
ni científico, ni objeciones a las relaciones de poder.

Por otra parte, cabe recalcar que un candidato a psicoanalista se ve forzado a


destinar a su formación entre 40 y 50 horas semanales de trabajo-estudio-
dinero, lo cual significa, o bien una renuncia a toda otra actividad esencial por
un período de cuatro años, o bien su realización en tiempo de descanso a
costa de la salud física y mental. Con todo son, en última instancia, los
pacientes, quienes pagan ese artificial sobrecargo, y sorprende ver cómo los
candidatos, pese a ese régimen de exacción, encuentran la forma de usar el
lapso casi inexistente que les resta para elevar su estándar de vida
mimetizando las pautas de consumo de les estratos superiores de la
Institución.

166
Este ordenamiento vertical en que la autoridad jerárquica no necesariamente
coincide con el mayor nivel científico sino con la antigüedad y la experiencia
burocrática, tiene un resultado claramente visible. No solamente desnaturaliza
la función específica de la Institución de promover la evolución teórico-técnica
del Psicoanálisis: profundizando en los conceptos, intercambiando
conocimientos con otras ciencias, inaugurando procedimientos y campos de
aplicación originales, ensayando formas novedosas en la docencia, etc., sino
que la sustituye por la búsqueda de prestigio, status y logros económicos.

Ya otras voces se han levantado en protesta contra la así llamada "falta de


democracia" en la Institución y reclamado una supuestamente posible
reestructuración.

Pero no es esa falta de liberalidad el punto clave de fractura que nos desliga de
la Institución. Sabemos que la verticalidad administrativa y el paternalismo es
justamente típico de las organizaciones liberales cuya máxima capacidad de
permanecer está dada por una cierta posibilidad que exhiben de hacer
concesiones. No ignoramos que esas características de modelo institucional
son efectos indicado- A. res de la necesidad del sistema socio-político-
económico de sostenerse también sobre los pilares que le representa un poder
científico prestigiado y monopolista del conocimiento que se maneja para su
producción específica con las pautas y la ideología que el mismo sistema
suministra en otros ámbitos para su perpetuación.

Lo que nos separa esencialmente es que esas modalidades de funcionamiento


societario, a más de los efectos citados, al aislar entre sí a los distintos cuadros
en cuanto a la política interna y a la Institución con la realidad en cuanto a la
externa, van paulatinamente encastillando a los psicoanalistas, con la
aquiescencia de los mismos en su larga espera por el ascenso, en el reducto
de un estricto quehacer profesional apolítico y asocial. Esa penosa condición
es racionalizada con el criterio de la "neutralidad valorativa" del científico,
supuestamente posible y necesaria, integrante de toda una concepción utópica
que incluye ilusas esperanzas de cambio social al que como hombres no
podemos aportar porque el profesionalismo nos absorbe y como psicoanalistas
tampoco porque todo intento en ese sentido es acusado de "violación ética" y
"mezcla entre Ciencia y Política".

Así nos formamos y así hemos formado a otros. Estamos en camino de ser y
hacer otros psicoanalistas, uniéndonos a todos aquellos que deseen colaborar
en una línea afín a la nuestra. Queremos practicar el verdadero psicoanálisis.
Esta es una decisión que nos compromete en el trabajo y la denuncia
enrolándonos junto a otros científicos y profesionales que entienden que su
ciencia no puede ni debe utilizarse para construir un muro aislante que la
enajene de la realidad social ni enajene a la misma de su instrumento teórico
convirtiéndolo de esta manera en herramienta mistificante y mistificada al

167
servicio del no-cambio. Para nosotros, desde aquí en más, el Psicoanálisis no
es la Institución Psicoanalítica oficial. El Psicoanálisis es donde los
psicoanalistas sean, entendiendo el ser como una definición clara que no pasa
por el campo de una Ciencia aislada y aislante, sino por el de una Ciencia
comprometida con las múltiples realidades que pretende estudiar y transformar.

Percia- Introducción al pensamiento grupalista en la


Argentina y algunos de sus problemas actuales
1. Condiciones subjetivas de los años sesenta y setenta: compromiso y
responsabilidad
Introducción-
El pensamiento grupal en Argentina no tiene una sola puerta de entrada.
Se diferencian dos corrientes en el grupalismo, una de ellas es la
“tendencia a la aplicación” y la otra es la “tendencia de ruptura o desvío”.

Tendencia de aplicación- Un posible punto de comienzo fue en la década


del 50. Los primeros grupalistas eran psicoanalistas y pertenecían a la
Asociación Psicoanalítica Argentina. Ellos desplazaron sobre la situación
plural sus referencias y métodos del psicoanálisis, suponiendo que se
trataba solo de cambiar de territorio. Los llevo a pensar el trabajo en grupos
como un “psicoanálisis aplicado”. Esto tiene dos sentidos: la idea de poner
el saber psicoanalítico sobre otra cosa y mostrar que se trataba de un buen
psicoanálisis.
Esta tendencia contribuyó a uno de los equívocos más importantes del
grupalismo: la propuesta de un psicoanálisis de grupo, el observar
situaciones equivalentes a los que se ven en la situación analítica,
tendencias a organizar la manera de pensar lo grupal, etc.
Tendencia de ruptura o desvío- Es ruptura del encierro unificante dentro de
la institución psicoanalítica oficial y de la esclerosis del pensamiento de la
época. Intento de inaugurar lo grupal pero no subordinado a una legalidad
o serie de principios explicativos únicos. Desvío del modelo de aplicación,
salida de la dirección autorizada y entrada a otra encrucijada de sentidos.

a) Subjetividad e intelectualidad crítica en los sesenta-setenta - Se


reconoce en los 60 una notable vocación por la política y por el trabajo
en los espacios públicos. Prevalecía la idea de que el cambio social era
posible, que iba a ser profundo y que estaba inscripto en el sentido de
la historia. Los actores de la psicología creían que tenían un papel
importante en la construcción de una sociedad más justa.

168
El espacio cultural y universitario de los sesenta se puede caracterizar
por la pasión, la convicción, la insistencia y por la fuerza de la intención
formativa. Golpeado por la dictadura de Onganía en 1966, se
reestructuró bajo una forma de resistencia intelectual que inauguró una
particular red de pensamiento alternativo a las instituciones oficiales.
Los docentes expulsados de la enseñanza oficial recompusieron sus
prácticas en una especie de red contra institucional que se conoció con
el nombre de grupos de estudio.
A principio de los setenta, se fractura la Asociación Psicoanalítica
Argentina, permitió abrir el camino para autorizar a los psicoanalistas a
pensar e inventar otras prácticas posibles en el campo de la salud.

b) La vocación pública: el trabajo institucional - Una característica es que


el discurso de los intelectuales de la psicología debía ser significativo
para la sociedad y especialmente para los sectores populares, era una
auténtica posición respecto del derecho social. Estas prácticas (en la
que sitúo a esta tendencia grupalista) se configuran en una relación de
contigüidad con los ideales políticos y sociales de la época.
El trabajo del espacio público gestó otro estilo, tanto por el cruce de
saberes como articulaciones prácticas. El moverse en situaciones no
tradicionales arrojó como resultado la detección de cuestiones como el
trabajo institucional, el equipo de salud o la diversidad de las prácticas
terapéuticas.
Los analistas entran en relación con las instituciones porque ahí era
donde llegaban los pedidos de asistencia de la población. Otro punto de
entrada a las instituciones fueron los equipos de salud. Dominaba una
convicción: el valor de los espacios de trabajo colectivo.
Otro punto refiere a la diversificación de las prácticas. La entrada en
otro lugar implicó transformaciones. El instalarse en el espacio público
obligó a dar respuestas en situaciones inéditas: familia, pareja, grupos
de padres, grupos terapéuticos, etc. El trabajo en instituciones llevó a
inventar otras figuras y dispositivos para la acción. Si ningún modelo
previo daba cuenta de la nueva situación de trabajo, lo único que podía
posibilitar un lugar para los profesionales era la innovación, la
diversificación de las experiencias y el desarrollo de nuevos
instrumentos.

c) Critica de la institucionalización del psicoanálisis - Muchos autores de la


tendencia de ruptura generaron trabajos que cuestionan los límites que
imponía el pensamiento dogmático, donde se advierte un desafío y un
intento inaugurador. En dichas producciones se mezclan dos temas: las
relaciones de poder en la situación clínica, formativa e institucional y las
relaciones entre psicoanálisis y otras teorías.

169
La inauguración de una práctica es una de las formas de rebeldía y
resentimiento ante la religiosidad de la cultura de la Asociación
Psicoanalítica Argentina. Lo grupal se inauguró sobre un vacío y en
contra del dogmatismo que llenaba con certezas inútiles.

2. Transformaciones de la subjetividad en los 80 y encrucijada de lo grupal –

En esta última década predomina entre los protagonistas del campo “psi”
un particular proyecto intelectual marcado por una actitud estrictamente
profesionalista. Esto responde, al menos, a dos razones: por un lado, es
posible que se trate de una reacción contraria a la franja del pensamiento
de los sesenta-setenta que al insistir en la función social del intelectual, en
algunos casos, disolviera la especificidad de su práctica profesional; por
otro lado, creo que expresa cierta indiferencia hacia problemas que no son
vistos como propios de la actividad. Circunstancia que pone de manifiesto
la perdida de una intención transformadora y el desencanto con una
perspectiva del intelectual como crítico de la sociedad.

Ensayar la crítica es interrogar la manera de pensar. El pensamiento hoy,


valora la paradoja y la vacilación antes que la afirmación de una idea.
Invade a la conciencia una sensación de que se han quebrado las nociones
vinculantes entre el hombre y las condiciones de la historia social: entre el
sujeto y el acontecimiento. Hoy es mejor identificarse con lo hipotético que
con lo inequívoco. Declararse en contra de todo esto no es lo que importa,
sino que importa la duda sobre nosotros mismos. Es una propuesta de
acción que imagina que siempre es posible pensar y obrar de otro modo.

Si el pensamiento grupal quiere contribuir a la propuesta de un espacio


alternativo para el posicionamiento subjetivo, el análisis de las instituciones
y las relaciones de poder, tiene que darse tiempo en el presente para
examinar numerosas cuestiones, donde elijo tres: la legitimidad de su
saber, su crítica y la distinción entre lo grupal y los grupos.

El rechazo de los grupos sin más, es tan inútil como el festejo irreflexivo de
lo grupal. Ambas son posiciones que no practicaban la crítica. Pero dar
cuenta de un saber no es atenerse a las fórmulas preestablecidas que
disciplinan un pensamiento. Por el contrario, es imaginar fundamentos para
acciones grupales que participen en opciones que se necesitan inventar. Lo
grupal comienza por ser declaradamente utópico: elige situarse más allá
del horizonte de posibilidades al que remiten los grupos conocidos hasta el
momento.
Según Lechner: ya vimos la valoración de la heterogeneidad por parte de la
cultura post moderna: ella permite enfrentar la complejidad social sin
170
pretender reducirla de inmediato. Hoy no se trata de fomentar una
multiplicidad de sentidos. Desde este punto de vista, la incertidumbre es
un rasgo distintivo de la posmodernidad. No obstante esa nueva
disposición por asumir la ausencia de certezas, ello tiene un límite. Más allá
de cierto punto, el desencanto deja de ser una benéfica perdida de
ilusiones y se transforma en una peligrosa perdida de sentido.

Hago una aclaración entre singularidad y la subjetividad: ocuparse de la


singularidad es distinto a fijarse en la individualidad. La singularidad se
practica. Y Si la subjetividad es un posicionamiento o una ejercitación de
uno mismo en el pensamiento: la singularidad es la huella que queda
dibujada en el sendero de lo subjetivo. Interrogarse sobre esta dimensión
en los grupos, no busca la detección simplificadora de lo personal, persigue
el tanteo de su afectación. Cuando lo grupal conmociona al individuo
ensimismado y lo arranca de su aislamiento y lo sitúa fuera de lugar, ofrece
la oportunidad para que esa relación de intimidad que une al sujeto con su
deseo quede figurada y no solo desfigurada por lo que alguien piensa
sobre sí mismo. El grupo es una producción de un espacio común en el
que se realiza una implicación diferente. Hay convergencia pero la manera
en que cada cual es afectado por eso es singular. El deseo puede coincidir
sobre una misma figura, pero no se ajusta una forma general de
articulación.

La voluntad de síntesis se manifiesta como un acto de violencia sobre el


conjunto. Un error frecuente en la imposición de la unidad: la unificación de
afectaciones diversas. En los escritos de Pichón se encuentra mucho de
esto: heterogeneidad y homogeneidad, rol adscripto y rol asumido,
vocación del sujeto y necesidad del grupo, grupo interno y externo,
emergente y portavoz. El desafío que tenemos es pensar una situación
grupal que no aplane las diferencias, niegue la singularidad o reduzca la
diversidad. Insistir en las diferencias nos lleva a inventar otra perspectiva:
en lugar de preguntarnos a partir de una unidad supuestamente dada, nos
preguntamos cuanta diversidad soportamos, cuanto caos y cuanta
heterogeneidad.

Nos equivocamos si creemos que lo grupal está dado por un principio de


esencialidad, pero también erramos en el caso de no poder fijar las
condiciones que posibilitan su trabajo. Todo grupo está situado,
determinado como posición por la coordinación, las consignas y las reglas
que encuadran su trabajo, el espacio institucional en el que se desenvuelve
y la coyuntura social en la que se inscribe. Por ello el análisis de la relación
de un grupo con el dispositivo de su conformación es imprescindible. El
dispositivo fija una posición y asigna determinadas condiciones de
producción.
171
Es un ordenamiento necesario, donde la calidad de lo necesario debe
entenderse como punto de partida y no como trayecto forzoso e inevitable.
Situar debe sortear el riesgo de sitiar. Sin un dispositivo, no se funda un
grupo, pero este mismo esquema puede cercar sus producciones
cerrándole todas las salidas que conducen a lo impensado. Para que un
grupo pueda instituir sus acciones como propias, es necesario un trabajo
crítico sobre su dispositivo de producción. Se quiere decir, una crítica que
revele como problema el poder productor de los dispositivos grupales. El
encuadre no configura solo el nivel de delimitación de las variables que
entran en juego en la situación grupal, sino que produce variaciones.

La “multiplicidad dramática” es una de las propuestas que mejor orientan al


trabajo grupal en los últimos años. Es un procedimiento que solicita la
captación de lo uno en lo diferente. Es una técnica que puede describirse
así: un protagonista presta una escena, es decir, relata algo que lo
involucra y lo ofrece para que sea dramatizado. Luego, cada integrante
improvisa otra escena que asocia a la primera por resonancia o
consonancia con algo que lo impactó. La técnica, demás, despliega la
concepción del trabajo en grupo.

El sujeto no se conoce a través de la información que el otro le da, sino en la


producción de sí que hace por medio de las palabras que el otro pronuncia por
resonancia con su discurso inicial. La captación de lo semejante es solo un
momento en el trazo de otra cosa: la vacilación.

La multiplicidad, actualizada, reinscribe relaciones que al sujeto se le escapan,


entonces, aturdido, duda. La multiplicidad provoca la soledad y el silencio,
soledad que no es igual que aislamiento, sino presencia simultánea con otros
que están solos. Silencio que no se define por callar sino por escuchar la
llamada de su deseo.

La teoría de la comunicación, en el campo grupal, se traduce como el


cuestionamiento de la teoría de la interacción, aun cuando estuviese
mediatizada por las hipótesis psicoanalíticas de la identificación, la
transferencia y la fantasía. La perspectiva que propongo, es que la
comunicación es la acción de un desvío, la oportunidad o excusa para realizar
un salto, una rotación hacia otra conexión del sujeto con su propio discurso.
Para este criterio el otro es necesario. Si decimos, por ejemplo, que
comunicarse es extraviar la propia palabra y recuperarla en la del otro, no lo
hacemos por acentuar la distorsión comunicativa, sino por fundamentar la
producción de imágenes a partir de los fragmentos comunicativos dispersos y
actualizados en el campo grupal.

172
FREUD: PUNTO DE PARTIDA DE LA PSICOLOGIA SOCIAL

Sigmund Freud señala claramente su postura frente al problema de la relación


entre psicología individual y psicología social o colectiva en su trabajo
Psicología de las masas y análisis del yo. Dice en la introducción de este libro,
en general tan mal comprendido: "La oposición entre psicología individual y
psicología social o colectiva, que a primera vista puede parecernos muy
profunda, pierde gran parte de su significación en cuanto la sometemos a un
más detenido examen. La psicología individual se concreta, ciertamente, al
hombre aislado e investiga los caminos por los que el mismo intenta alcanzar la
satisfacción de sus instintos, pero sólo muy pocas veces y bajo determinadas
condiciones excepcionales, le es dado prescindir de las relaciones del individuo
con sus semejantes. En la vida anímica individual, aparece integrado siempre,
efectivamente, 'el otro' como modelo, objeto, auxiliar o adversario y de este
modo la psicología individual es al mismo tiempo y desde el principio psicología
social, en un sentido amplio, pero plenamente justificado."

Se refiere luego Freud a las relaciones del individuo con sus padres, con sus
hermanos, con la persona objeto de amor y con su médico, relaciones éstas
que han sido sometidas a la investigación psicoanalítica y que pueden ser
consideradas como fenómenos sociales. Estos fenómenos entrarían en
oposición con aquellos denominados narcisísticos por Freud (o autísticos, por
Bleuler). Podemos observar, de acuerdo con los aportes de la escuela de
Melanie Klein, que se trata de relaciones sociales externas que han sido
internalizadas, relaciones que denominamos vínculos internos, y que
reproducen en el ámbito del yo relaciones grupales o ecológicas. Estas
estructuras vinculares que incluyen al sujeto, el objeto y sus mutuas
interrelaciones, se configuran sobre la base de experiencias precocísimas; por
eso excluimos de nuestros sistemas el concepto de instinto, sustituyéndolo por
el de experiencia. Asimismo, toda la vida mental inconsciente, es decir, el
dominio de la fantasía inconsciente, debe ser considerado como la interacción
entre objetos internos (grupo interno), en permanente interrelación dialéctica
con los objetos del mundo exterior.

Freud insiste en la necesidad de una diferenciación de los grupos, pero afirma


que de todas maneras las interrelaciones entre individuos siguen existiendo, y
que no es necesario apelar para su comprensión a la existencia "de un instinto
social primario e irreductible pudiendo los comienzos de su formación ser
hallados en círculos más limitados, por ejemplo, en la familia".

En otro párrafo Freud dice: "Basta con reflexionar que el yo entra, a partir de
este momento, en la relación de objeto con el ideal del yo por él desarrollado, y
que, probablemente, todos los efectos recíprocos (que pudiéramos señalar
como regidos por el principio de acción recíproca funcionando en forma de
173
espiral) desarrollados entre el objeto y el yo total, conforme nos lo ha revelado
la teoría de las neurosis, se reproducen ahora dentro del yo."

Este conjunto de relaciones internalizadas en permanente interacción y


sufriendo la actividad de mecanismos o técnicas defensivas constituye el grupo
interno, con sus relaciones, contenido de la fantasía inconsciente.

El análisis de estos párrafos nos muestra que Freud alcanzó por momentos
una visión integral del problema de la interrelación hombre-sociedad, sin poder
desprenderse, sin embargo, de una concepción antropocéntrica, que le impide
desarrollar un enfoque dialéctico. Pese a percibir la falacia de la oposición
dilemática entre psicología individual y psicología colectiva, su apego a la
"mitología" del psicoanálisis, la teoría instintivista y el desconocimiento de la
dimensión ecológica le impidieron formularse lo vislumbrado, esto es, que toda
psicología, en un sentido estricto, es social.

Raggio- prólogo de De Brassi


Un texto requiere un proceso de apropiación. Ser situado de acuerdo a las
perspectivas que permite visualizar, los pensamientos que provoca y la crítica
que promueve. Desde ahí que un texto es antes que nada herramienta de
trabajo.

Una aclaración necesaria: mientras algunos preconizan la muerte de Freud,


dejando entrever una fuerte incomodidad frente al supuesto cadáver, otros se
encargan, en un movimiento casi complementario al anterior, de efectivamente
quitarle todo lo que tiene de vital la propuesta freudiana, haciendo de la letra
del pionero “letra sagrada”, es decir, letra muerta. Por lo tanto, su consideración
como obra abierta, el reconocimiento de su carácter inquieto, la aceptación de
su complejidad, así como de su naturaleza problemática, conforman un diseño
estratégico con un objetivo preciso: el sostén del pensamiento como práctica
de supervivencia.

La propuesta de Carlos De Brassi, busca retomar el movimiento de la aventura


intelectual. Ya no se buscará defender la vigencia del pensamiento freudiano,
sino de ejercerla tomando su referencia como herramienta de trabajo en un
campo de problemas específico, que es el que en última instancia determinará
tal vigencia. Acotamos que el movimiento no debe comprenderse como una
virtud que proviene exclusivamente de la naturaleza del texto, es antes que
nada algo que ocurre entre el texto y su lector a partir del encuentro de ambos,
agenciamiento texto-lector. El movimiento es así, condición de existencia de los
procesos identificatorios, no hay identificación sin acto. Como se afirma en los

174
escritos aquí prolongados, el régimen que más le conviene a la identificación es
el del verbo. Desde aquí la identidad no es otra cosa que la cristalización del
proceso identificatorio, su detención y clausura en el punto donde sutilmente se
instala la ficción moderna del individuo y su sacrosanta mismidad.

Freud no le interesaba la identidad, sino como plantea en psicología de las


masas y análisis del yo, a los procesos identificatorios inmanentes a las
formaciones colectivas. Solamente la función del olvido es capaz de encerrar la
problemátia de las identificaciones en el universo del sujeto. La complejidad es
otra característica de los fenómenos aquí investigados que requiere ser
considerada en el sitio preciso donde parece reinar soberanas la simpleza y la
voluntad de clausura propias del espíritu profesionalista moderno.

La perspectiva freudiana de las masas y su naturaleza metapsicológica han


sido sutilmente reducidas a una simple preocupación del psicoanálisis por lo
social y las masas reconducidas al sitio preciso del cual Freud propuso
sacarlas: el ámbito empírico de las multitudes. Simultáneamente, la
problemática de las identificaciones fue encorsetada en el universo imaginario
del sujeto y separada de las dimensión social en la que la había ubicado la
reflexión freudiana.

Los procesos identificatorios, desde el mismo texto freudiano hasta las


consideraciones de estos escrítos, son fenómenos que están indisolublemente
ligados y abiertos a una diversidad de formaciones colectivas y sus modos
específicos de producción subjetiva. A esto se refiere también la aludida
complejidad.

En solidaridad con las referencias anteriores, otra condición elemental de esta


propuesta es la elección del problema, allí donde el dogmatismo de la
respuesta había obturado cualquier producción de conocimientos, colocamos
la perspectiva del problema. El problema hace referencia al desconocimiento, a
un área donde el requerimiento es justamente la producción del conocimiento.
Es la elección del investigador, que es también una elección ética: la ubicación
de la producción de conocimientos por encima de cualquier adhesión
doctrinaria y su correlativa voluntad de adoctrinamiento.

La actualidad de la propuesta- precisar el campo de problemas en que se


inscribe la propuesta aquí presentada requiere un movimiento preliminar: una
reflexión crítica que cuestione la insistente reclusión de la problemática de la
subjetividad y las identificaciones en el venerable “ámbito psíquico” y la
correlativa sustancialización de los fenómenos subjetivos (el sujeto, el
individuo, la persona).

Vale la pena redundar: lo social no es algo “externo” al supuesto “sujeto


psíquico”; es la materia misma con la cual está conformado. En la propuesta
freudiana, más allá de cierta retórica quizás necesaria, la idea fuerte no es

175
precisamente la de psiquismo, sino la de inconsciente. De un inconsciente que
lejos está de constituir sustancia alguna, porque es proceso de trabajo, trabajo
que genera sus formaciones específicas. Aún más: la idea de inconsciente que
Freud despliega en psicología de las masas, es la de un inconsciente que es
proceso de trabajo colectivo, un entramado de procesos identificatorios
inconscientes encamados en comunidades afectivas e inmanentes a
formaciones siempre colectivas.

Por Vicente Zito Lema [de Conversaciones con Enrique


Pichón Rivière Sobre el Arte y la Locura]

Psiquiatra y psicoanalista (1907-1977). Fue uno de los introductores del


psicoanálisis en la Argentina, y uno de los fundadores de la APA, de la que
luego tomó distancia para dedicarse a la construcción de una teoría social que
interpreta al individuo como la resultante de su relación con objetos externos e
internos. En este marco fundó la Escuela de Psicología Social.

1. Biografía (a).- Enrique Pichon Riviére nació en Suiza en 1907, y de muy


pequeño vino a la Argentina. Su infancia transcurrió en el Chaco y en
Corrientes, donde aprendió "el guaraní antes que el castellano", como él
decía. Estudió medicina, psiquiatría y antropología, aunque abandonó
estos últimos estudios para desarrollar su carrera como psiquiatra y
psicoanalista, convirtiéndose en uno de los introductores del
psicoanálisis en la Argentina.
A comienzos de los '40 se convierte en uno de los fundadores de la
Asociación Psicoanalítica Argentina. Luego toma distancia de ella, para
centrar su interés en la sociedad y la actividad grupal en el seno social,
fundando la Escuela de Psicología social. Responsable de una
renovación general de la psiquiatría, Pichon Riviére introdujo la
psicoterapia grupal en el país (servicio que incorporó al Hospital
Psiquiátrico cuando fue su director) y los test en la práctica de esa
disciplina, impulsando también la psiquiatría infantil y adolescente.
Incursionó en política, economía, deporte, ensayó hipótesis sobre mitos
y costumbres de Buenos Aires, y se interesó especialmente por la
creación artística estableciendo un territorio común entre la crítica
literaria y la interpretación psicoanalítica de la obra como expresión de
las patologías del autor.
Líder y maestro, desde la cátedra y las conferencias dirigidas al público
más amplio y diverso, se convirtió en referente obligado para más de
una generación de psicoterapeutas, y formó decenas de investigadores

176
en el campo de una teoría social que interpreta al individuo como la
resultante de la relación entre él y los objetos internos y externos.
2. Autobiografía.- Señala Pichon Rivière que su vocación por las Ciencias
del Hombre surgió de la tentativa de resolver el conflicto entre dos
culturas: la europea, su cultura de origen, y la guaraní, de la que fue
testigo desde los 4 años, cuando su familia emigra al Chaco, hasta los
18 años. "Se dio así en mí la incorporación, por cierto que no del todo
discriminada, de dos modelos culturales casi opuestos. Mi interés por la
observación de la realidad fue inicialmente de características
precientíficas y, más exactamente, míticas y mágicas, adquiriendo una
metodología científica a través de la tarea psiquiátrica".
En la cultura guaraní, la concepción del mundo es mágica y está regida
por la culpa, y la "internalización de estas estructuras primitivas orientó
mi interés hacia la desocultación de lo implícito, en la certeza de que tras
todo pensamiento que sigue las leyes de la lógica formal, subyace un
contenido que, a través de distintos procesos de simbolización, incluye
siempre una relación con la muerte en una situación triangular".

"Ubicado en un contexto donde las relaciones causales eran encubiertas


por la idea de la arbitrariedad del destino, mi vocación analítica surge
como necesidad de esclarecimiento de los misterios familiares y de
indagación de los motivos que regían la conducta de los grupos
inmediato y mediato. Los misterios no esclarecidos en el plano de lo
inmediato (lo que Freud llama "la novela familiar") y la explicación
mágica de las relaciones entre el hombre y la naturaleza determinaron
en mí la curiosidad, punto de partida de mi vocación por las Ciencias del
Hombre". "
Algo de lo mágico y lo mítico desaparecía entonces frente a la
desocultación de ese orden subyacente pero explorable: el de la
interrelación dialéctica entre el hombre y su medio". El contacto de
Pichon Rivière con el psicoanálisis es anterior a su ingreso a la Facultad
de Medicina. En ella, Pichon Rivière toma contacto directo con la
muerte, aún cuando su vocación es la lucha contra ella. "Allí se reforzó
mi decisión de trabajar en el campo de la locura, que aún siendo una
forma de muerte, puede resultar reversible". Incursionando en la
psiquiatría clínica, Pichon Rivière comprende a la conducta como una
totalidad en evolución dialéctica donde se puede discernir un aspecto
manifiesto y otro subyacente, lo que terminó orientándolo definitivamente
hacia el psicoanálisis. De su contacto con los pacientes, concluye que
"tras toda conducta "desviada" subyace una situación de conflicto,
siendo la enfermedad la expresión de un fallido intento de adaptación al
medio.
En síntesis, que la enfermedad era un proceso comprensible". La
formación psicoanalítica de Pichon Rivière concluye con su análisis
177
didáctico, realizado con el Dr. Garma, y por la lectura de la "Gradiva" de
Freud, donde "tuve la vivencia de haber encontrado el camino que me
permitiría lograr una síntesis, bajo el común denominador de los sueños
y el pensamiento mágico, entre el arte y la psiquiatría". Tratando
pacientes psicóticos, se le hizo evidente la existencia de objetos
internos, y de fantasías inconcientes como crónica interna de la realidad.
El examen de este mundo interno llevó a Pichon Rivière a ampliar la
idea de "relación de objeto" formulando la noción de vínculo, que
sustituyó además, al concepto de instinto. Esta ruptura parcial con
algunas ideas del psicoanálisis desembocó en la construcción de una
Psicología Social. Al respecto, señala Pichon Rivière: "la trayectoria de
mi tarea, que puede describirse como la indagación de la estructura y
sentido de la conducta, en la que surgió el descubrimiento de su índole
social, se configura como una praxis que se expresa en un esquema
conceptual, referencial y operativo", siendo la síntesis actual de esa
indagación, la propuesta de una epistemología convergente.

Pichon Rivière logra, según él mismo, una formulación más totalizadora


de su esquema conceptual en sus escritos "Empleo del Tofranil en el
tratamiento del grupo familiar" (1962), "Grupo operativo y teoría de la
enfermedad única" (1965), e "Introducción a una nueva problemática
para la psiquiatría" (1967). (a) Extractado de: "Ciencia explicada",
Fascículos Diario Clarín, 1996, página 283/4. De padres franceses y
nacido en Ginebra el 25 de Junio de 1907, Enrique Pichon Rivière llegó
a los 3 años a Buenos Aires, para seguir viaje al Chaco Argentino, luego
a Corrientes, donde su padre trata de trabajar el algodón con ningún
éxito. En este entorno selvático pasó los primeros años de su vida, entre
los últimos malones de los Guaraníes y la imagen de su padre colgando
sus mejores trajes europeos en un alambre al sol de la tarde. Primero
aprendió a hablar francés, después guaraní y por último el castellano.
Por casualidad, en la escuela secundaria de Goya tiene su primer
encuentro con la obra de Freud. Concluidos sus estudios en Goya,
provincia de Corrientes, es uno de los fundadores del Partido Socialista
de Goya, y luego marcha a Rosario (1924) para estudiar medicina. Su
primer trabajo en esa ciudad es como instructor de modales en un
quilombo (prostíbulo), de prostitutas polacas. De retorno en Goya por
cuestiones de salud (la bohemia lo lleva a la neumonía), ahora prueba
suerte en Buenos Aires, donde conoce y hace amistad con
personalidades como Roberto Art, Conrado Nale Roxlo, y otros.
Interesado por la poesía lee con avidez a los poetas malditos franceses,
Rimbaud y en especial por Isidoro Ducasse, Conde de Lautréamont
sobre el cual desarrolló una profunda investigación e indagación de lo
siniestro. Entre 1930 y 1931 trabaja como periodista en el diario Critica,
178
realizando notas de arte y deporte. En sus estudios de medicina ya
desde temprano comprendió que "...toda la enseñanza era sobre
cadaveres. Había allí una contradicción fundamental, un elegir -tal vez
inconsciente- la muerte. Nos preparaban para los muertos, no para los
vivos." Inicia su práctica como psiquiatra en El Asilo de Torres, para
oligofrénicos, cerca se Luján, provincia de Buenos Aires. Se muda a
Buenos Aires donde trabaja en otro sanatorio para enfermos mentales y
también trabaja como periodista en el diario Critica (1936). Una vez
recibido entra a trabajar en el Hospicio de la Merced (hoy,
Neuropsiquiátrico José Tomás Borda) donde trabaja durante 15 años.

En el Hospicio de la Merced uno de sus primeros trabajos es el de


organizar grupos de enfermeros e instruirlos en el trato del paciente;
pues en esos momentos uno de los principales problemas era el
maltrato que por desconocimiento impartían los enfermeros a los
pacientes. En estas circunstancias desarrolla la técnica del "Grupo
Operativo", "...en esos grupos discutía con los enfermeros los diferentes
casos que había, se trataba así de darles un panorama general de la
psiquiatría. El aprendizaje de los enfermeros fue sorprendente. Ellos
tenían acumulada gran experiencia, dado que casi todos, habían
trabajado años en el Hospicio. Su dificultad era que no podían
conceptualizar; entonces, esa experiencia no les servía para nada...".

Las condiciones mejoraron grandemente. Debido a un prolongado paro


de enfermeros, debió capacitar a los enfermos que mejor se
encontraban para ocupar este rol; "...Por ultimo estos internos
mejoraban ostensiblemente su salud mental. Tenían una nueva
adaptación dinámica a la sociedad, especialmente porque se sentían
útiles..." Las posturas reaccionarias de otros profesionales y la intención
de destruir su trabajo lo llevaron a renunciar, no sin llevarse las vivencias
que luego darían coherencia a sus proyectos. De esta praxis surgen
estas reflexiones: "...Existe en nuestra sociedad, un aparato de
dominación destinado, en ultima instancia, a perpetuar las relaciones de
producción; vale decir relaciones de explotación. Este aparato de
dominación tiene sus cuadros en psiquiatras, psicólogos, y otros
trabajadores del campo de la salud, que vehiculizan, precisamente, una
posición jerárquica, dilemática y no dilemática de la conducta. Son
líderes de la resistencia a l cambio, condicionantes de la cronicidad del
paciente, al que tratan como un sujeto equivocado desde un punto de
vista racional. Estos agentes correctores, cuya ideología y personalidad
autocrática les impide incluir, una problemática dialéctica en el vínculo
terapéutico, establecen con sus pacientes relaciones jerárquicas en las
que se reproduce el par dominador - dominado. Se incapacitan, así,
para comprometerse, también ellos como agentes -sujeto de la tarea
179
correctora..." Junto a Garma, Carcano y Rascovsky fundan en 1940 la
Asociación Psicoanalítica Argentina (A.P.A.) Progresivamente va
interesándose por la actividad de los grupos en la sociedad hasta dejar
la concepción del psicoanálisis ortodoxo por el desarrollo de un nuevo
enfoque epistemológico que lo llevará a la Psicología Social.
Migración de la que da cuenta en su libro "Del psicoanálisis a la
psicología social" en el que concibe a la Psicología Social como una
democratización del Psicoanálisis. Esta tendencia de la Psicología
Social tiene como objeto "el estudio del desarrollo y transformación de
una realidad dialéctica entre formación o estructura social y la fantasía
inconsciente del sujeto, asentada sobre sus relaciones de
necesidad"(E.P.R.). Establece al grupo como campo "en el que se dará
la indagación del interjuego entre lo psicosocial (grupo interno) y lo
sociodinámico (grupo externo), a través de la observación de los
mecanismos de asunción y adjudicación de roles" (E.P.R.). Establece
que la praxis es para el operador social la que mantendrá las
coincidencias entre las representaciones y la realidad. De la praxis surge
en concepto de Operatividad que representa lo que para otros Sistemas
Conceptuales sería el criterio de Verdad. "...si enfrentamos una situación
social concreta, no nos interesa solo que la interpretación sea exacta,
sino fundamentalmente, nos interesa la adecuación en términos de
operación. Es decir, de la posibilidad de promover una modificación
creativa o adaptativa según un criterio de adaptación activa a la
realidad."( E.P.R.). Dentro de su producción conceptual cuestiona el
tradicional enfoque en psiquiatría basada en el par contradictorio salud -
enfermedad, por el de adaptación pasiva - adaptación pasiva,
desplazando el centro de la problemática a la capacidad transformadora
de una realidad dada que posee el ser humano ante las exigencias del
medio. Y nos dice: "...El sujeto es "sano" en la medida que aprehende la
realidad en una perspectiva integradora y tiene capacidad para
transformar esa realidad transformándose, a la vez, él mismo." "...El
sujeto esta activamente adaptado en la medida que mantiene un
interjuego dialéctico con el medio y no una relación rígida, pasiva,
estereotipada." Rivière toma como aportes para desarrollar E.C.R.O. de
la Psicología Social, conceptualizaciones de Freud, Melanie Klein, y G.
H. Mead desde la perspectiva intrapsiquica y a Kurt Lewin desde
metodología para investigar en grupos a través de la investigación
activa. Además de los ya citados también forman parte importante del
E.C.R.O. pichoniano los siguientes conceptos: mundo interno, cono
invertido, vectores del cono, grupo operativo, etc.

PSICOANALISIS Teoría a la que Pichon Rivière adhirió durante muchos años


y cuya ortodoxia criticó en algunos aspectos, señalando que: a) el

180
antropocentrismo de Freud le impidió a éste desarrollar un enfoque dialéctico, y
b) su planteo instintivista y su desconocimiento de la dimensión ecológica le
impidieron, asimismo, formularse algo que ya había vislumbrado, a saber, que
toda psicología es, en sentido estricto, social. 1. Concepto pichoniano.- Pichon
Rivière cuenta su historia con el psicoanálisis, indicando que en base a los
datos que obtuvo sobre la estructura y características de la conducta tratando a
sus pacientes, y orientado por el estudio de las obras de Freud, comenzó su
formación psicoanalítica que culminó, años más tarde, en su análisis didáctico
con el Dr. Garma. Señala asimismo que por entonces, "por la lectura del trabajo
de Freud sobre "La Gradiva" de Jensen tuve la vivencia de haber encontrado el
camino que permitiría lograr una síntesis, bajo el común denominador de los
sueños y el pensamiento mágico, entre el arte y la psiquiatría". A partir del
tratamiento de psicóticos, Pichon Rivière formula su teoría del vínculo en
sustitución de la teoría freudiana instintivista, lo que conducía necesariamente
a definir a la psicología, en un sentido estricto, como psicología social. Pichon
Rivière reconoce a Freud el haber intuído esta última formulación, que el
creador del psicoanálisis plantea en "Psicología de las masas y análisis del
Yo". Sin embargo, un análisis más detallado del mencionado artículo reveló a
Pichon Rivière que, si bien Freud alcanzó por momentos una visión integral del
problema de la interrelación hombre-sociedad, no pudo desprenderse sin
embargo, de una visión antropocéntrica que le impidió desarrollar un enfoque
dialéctico. Además, "pese a percibir la falacia de la oposición dilemática entre
psicología individual y psicología colectiva, su apego a la "mitología" del
psicoanálisis, la teoría instintivista y el desconocimiento de la dimensión
ecológica le impidieron formularse lo vislumbrado, esto es, que 'toda psicología,
en un sentido estricto, es social'" (42-43). Podemos sintetizar el análisis de
Pichon Rivière sobre la "Psicología de las masas y análisis del Yo" en los
términos siguientes. Freud comienza refiriéndose a las relaciones del individuo
con sus padres, hermanos, médico, etc., que bien pueden considerarse
fenómenos sociales. Estos entrarían en oposición con aquellos denominados
por Freud narcisistas. En este punto, Pichon Rivière refiere que, de acuerdo a
los planteos de M. Klein, se trata de relaciones externas que han sido
internalizadas (los 'vínculos internos' de Pichon Rivière) y que reproducen en el
yo las relaciones grupales o 'ecológicas'. Tales estructuras vinculares se
configuran en base a experiencias precocísimas, irreductibles a un mero
instinto. Este conjunto de relaciones internalizadas "en permanente interacción
y sufriendo la actividad de mecanismos o técnicas defensivas constituye el
'grupo interno', con sus relaciones, contenido de la fantasía inconciente". Todo
esto fue efectivamente vislumbrado por Freud, pero, sin embargo, no pudo
desarrollarlo debido a que, como fue señalado, su posición antropocéntrica e
instintivista le impidió desplazar su atención de un ser individual a merced de
sus instintos, hacia un ser social cuyo psiquismo se organiza ante todo
vincularmente. Ya fuera de la ortodoxia freudiana, del esquema conceptual de
Pichon Rivière forman parte también los planteos de Melanie Klein acerca de
181
las posiciones esquizoparanoide y depresiva, entendidas como configuraciones
de objetos, ansiedades básicas y defensas.

182
Psicología Social- Módulo 6- Institucionalismo

Apuntes de las clases de eva:

El movimiento institucionalista es un movimiento social, político y académico


que se originó en la Europa de la post guerra, vinculado a movimientos sociales
y políticos de los 60, 70 (recordar el mayo francés). En este contexto nace una
revista que se llama socialismo o barbarie, de Castoriadis. Se forman escuelas
que tienen en común el proceso de autoanálisis y autogestión. Surge en
Francia y en AM latina.

Los antecedentes del institucionalismo se remontan a los años 40 los


psicoterapeutas marxistas se preguntan por la alienación del paciente mental.
En los años 50 encontramos los desarrollos de procesos de investigación
acción, la pedagogía institucional de Lewin.

En los años 60 encontramos diversas experiencias de intervenciones grupales


aquí está el AI de Lapassade y Lourau.

Este movimiento critico instituyente cuestiona el uso de una técnica que deje
fuera lo social. Cuestiona la institución, busca romper con dogmatismos.

En Lourau encontramos las fases: empírica (relación médico- paciente),


ideológica (resocialización a través de dispositivos grupales) y teórica
(redefinición de la institución). Estos movimientos sientan las bases para el AI:

“método por el cual un grupo de analistas respondiendo a la demanda de una


organización social instituye en esa organización un proceso de autoanálisis”

Es un proyecto político y de intervención que parte de movilizaciones: la


comuna de parís, la guerra civil española, el mayo francés.

El AI busca democratizar los procesos de analisis de la sociedad, y de sus


grupos e instituciones.

Lourau dice que estos movimientos son de transparencia seguidos por un


momento de opacidad.

Es aquí cuando introduce el concepto de analizadores históricos (situaciones o


eventos reveladores- comienza lo instituyente, la noción como corazón de lo
instituido)

La Ai se ubica en un su proyecto epistemológico en una reificación de fronteras


de las ciencias sociales como un campo móvil que articula sociología,
psicosociología y psicoanálisis. Sus desarrollos teóricos giran en torno a la
implicación, la institucionalización y la intervención.

183
Las instituciones no son formas neutras, son herramientas funcionales. Existen
en la medida de la fuerza del estado. El estado no existe más que en tanto
presente en todas sus formas sociales.

Definición de institución: formas sociales que se van estableciendo, se van


moviendo, en procesos, los mismos procesos que se organiza la sociedad. En
una dialéctica. Las instituciones son el producto.

La dimensión institucional es una red simbólica que articula componentes


funcionales e imaginarios y su presencia trasciende establecimientos. Permite
analizar aspectos que están incidiendo en la permanencia de lo instituido y los
aspectos que están generando lo instituyente.

Proceso de institucionalización como un juego de fuerzas entre lo instituido y lo


instituyente que ponen en juego configuraciones de saber y poder.

Castoriadis:

Muere en 1997. Filósofo, sociólogo, periodista, etc…

Nos habla de un imaginario social, es crítico de la tradición estructuralista, el


marxismo y el dogmatismo. Se preguntó por las condiciones de alienación. Su
eje de analisis es romper con todo determinismo para la construcción creativa-
cultural.

El imaginario social son temas que configuran formas de modularnos como


sujetos. Son imágenes o figuras formas que hacen que pensemos las cosas de
determinada manera y no de otra. Es decir que lo que llamamos real o racional
es obra del imaginario social, que se constituye en determinados momentos
históricos, sociales.

La producción de sentidos: significaciones sociales por las cuales un colectivo


se instituye como tal. Y adviene construyendo los modos de sus formas
relaciones materiales y sociales y universos de sentidos.

En la dimensión institucional los componentes funcionales se conectan con el


componente imaginario.

Tipos de imaginarios sociales:

1- El IS efectivo, instituido, que consolida lo establecido y mantiene unida


una sociedad.

2- El IS radical, instituyente que permite la irrupción de algo nuevo.

Implicación: lo que acontece en las instituciones no permanece ajeno a lo que


le pasa al investigador. Son las relaciones complejas con su objeto de estudio.
Relaciones que condicionan el tipo de acercamiento y lo que se deja fuera o se
silencia.
184
En el AI es necesario sacudir derrumbar estereotipos, empezando por lo
propio. Crear un malestar que obligue a cada uno a interrogarse acerca de sus
implicaciones.

Pasaje de la transferencia- contratransferencia a la implicación: se trata de


comprender los condicionamientos políticos, económicos, afectivos, ideológicos
que actúan antes, después y durante el proceso investigativo.

Es un proceso fuera de control, no consciente, que se encuentra en el campo,


la construcción del objeto, las instituciones, el equipo, el encargo, la demanda,
presentación del informe, etc.

La implicación atraviesa todas las disciplinas sociales. El AI tiene como


dispositivo de intervención institucional el socioanalisis.

La implicación. Luces y sombras del concepto


lourauniano.
Acevedo

El origen de esta disciplina se remonta a Francia, a partir de los médicos de los


internados psiquiátricos cuando toman conciencia del funcionamiento de esos
hospitales, y su forma de relacionarse con los pacientes. Proponen transformar
las relaciones sociales dentro de los hospitales para convertirla en una
“comunidad terapéutica”, para ello recurren a psicoterapia de grupos.

Habiendo cumplido con lo que Laourau llamará “fase empírica” de la


modificación de la relación médico/paciente, llego el tiempo para comenzar a
interrogarse sobre que estaban instituyendo a través de nuevas formas de
práctica. Se inaugura así la “fase teórica” en la que se definirá el concepto de
institución, llegando a la conclusión de que se pueden definir dos tipos de
instituciones: las internas que los miembros de la organización pueden
modificar a su voluntad, y las externas, organismos estatales y movimientos
sociales sobre los que no se tiene ningún poder. El hospital psiquiátrico es una
articulación entre ambos tipos de instituciones. En esta fase teórica se
desarrollar conceptos clave como grupo-objeto, grupo-sujeto, transferencia y
contratransferencia institucional, transversalidad y analizador.

A fines de los 50 nace el movimiento de Pedagogía Institucional de la


mano de Fonvieille y F. Oury.

F Oury impulsa una pedagogía entendida como un conjunto de dispositivos y


técnicas que enfrenten a los alumnos y docentes en situaciones en las que
185
deban asumir mayor compromiso e iniciativa. La crítica que se le hará a esta
corriente es que no logra ir más allá de la fase ideológica, y que es incapaz de
analizar instituciones internas que pone en funcionamiento y sus efectos
institucionales.

Existe un segundo grupo que en verdad introduce el análisis institucional. R


Fonvieille y Lapassade, junto con sus discípulos, se consagran al análisis de
las instituciones externas y su influencia en las instituciones externas creadas
por la pedagogía institucional. Es el nacimiento de la autogestión pedagógica
como análisis institucional.

Lapassade se aboca al estudio de los fenómenos de la burocracia. Afirma que


dicha organización burocrática tiene originariamente la función de organizar el
trabajo de manera que las prácticas institucionales sean más eficaces y
coordinadas. Pero poco a poco quienes las organizan se van autonomizando y
transformando en una casta aislada que imparte ordenes sin escuchar los
mensajes de base. Esto produce disfuciones y conflictos a los que se responde
mediante la multiplicación de las normativas y reforzamiento de controles. Los
fines se van perdiendo y la organización acaba siendo el burocratismo. La

Lapassade define la concepción de análisis institucional acerca de la


intervención: método por el cual el grupo de analistas, respondiendo a la
demanda de una organización social, instituye en esa organización un
proceso colectivo de autoanálisis.

Paralelamente, Lourau estudiaba las distintas acepciones del término


institución en las diferentes disciplinas, y designa dos posibles significados de
esta noción para el análisis institucional: las formas sociales establecidas o los
procesos a través de los cuales se organiza una sociedad.

En este último sentido retoma la definición de institución de Castoriadis


para el cual la institución de la sociedad es un proceso dialéctico en el
que se oponen constantemente lo instituido y lo instituyente,
produciendo como resultado la institucionalización.

Lourau acuña el término de implicación para referirse al fenómeno


designado como transferencia y contratransferencia institucional. Estos
aluden a la comunicación inconsciente se establece entre el paciente y el
analista (a nivel de psicoanálisis).

Origen y especificación del término

La implicación del concepto de contratransferencia llevó a pensarla como “la


repuesta a todas las realidades” tanto del analizado como del analista, como
así también de las significaciones socioculturales y económicas de la institución
psicoanalítica. Los signos que permiten descubrir la contratransferencia son del
orden de la percepción. Los psicoterapeutas institucionales requirieron de la
186
creación de dispositivos aptos para analizar la transferencia y
contratransferencia en ámbitos institucionales.

Hasta ese momento, la implicación de Lourau lo lleva a coincidir con ciertas


premisas de la investigación-acción como metodología etnológica: rechazo a la
objetividad como fin en si misma, a la separación entre investigador y objeto,
investigación al servicio del cambio, interés en que el proceso investigativo
forma parte de la propia investigación, etc. Su implicación con la práctica socio
analítica le permitió generar nuevos conceptos: otorgar atención a las
autoridades que presentan consulta y a las demandas del conjunto de los
miembros de la organización.

La implicación es de los observados/analizados pero ante todo del


investigador/analista con:

Su objeto de investigación o intervención Las instituciones de pertenencia


y referencia del investigador/analista (empezando por el propio equipo) El
encargo y la demandas sociales La epistemología del propio campo
disciplinario La escritura o cualquier otro medio que sirva para exponer los
resultados de la investigación.

Un discípulo de Lourau propone distinguir en el análisis de cada uno de esos


niveles, las dimensiones organizacional/material, libidinal/afectiva e
ideológica/política. El análisis de estas implicaciones, en el aquí y ahora,
deviene una tarea clave para los analistas institucionales. La explicitación de
sus implicaciones en el marco de la asamblea general, facilitará la emergencia
de las implicaciones de los miembros de la organización con las instituciones
que los atraviesan. La puesta en palabras de dichas implicaciones producirá el
efecto buscado por el dispositivo socioanalitico: el develamiento de las
contradicciones encarnadas en los individuos y escenificadas en los grupos y
las organizaciones.

En el terreno de la investigación ese mismo análisis permitirá al propio


investigador y a los destinatarios de sus descubrimientos, comprenden los
condicionamientos que han actuado en el antes, durante y después del proceso
investigativo, dando cuenta de la singularidad de su producción. Es ese
individuo el que decide cuál será su objeto de investigación, el que elige el
marco teórico y la metodología con las que abordará dicho objeto, el que
determinará a quien comunicar sus resultados y la forma de hacerlo. Y lo hará
desde el lugar social en el que se ubica, y también desde el lugar que le es
adjudicado por la institución.

La implicación – según Lourau – no es buena ni mala, simplemente existe.


No se trata de eliminarla sino de analizarla. El intelectual implicado se
define al mismo tiempo por la voluntad subjetiva de analizar a fondo las

187
implicaciones de sus pertenencias y referencias institucionales, y por el
carácter objetivo de ese conjunto de determinaciones.

Estar implicado es admitir finalmente que soy objetivado por lo que


pretendo objetivar: fenómenos, acontecimientos, grupos, ideales, etc.

Advertencia sobre la trampa del implicacionismo

Implicación no es compromiso. La implicación viene con nosotros en


tanto sujetos socio histórico y político, y es activado por el encuentro con
el objeto: el otro, los grupos, las instituciones, todo aquello que involucre
un pronunciamiento o una acción de nuestra parte. Lo deseemos o no,
estamos involucrados intelectual y afectivamente, sujetos a una particular
manera de percibir, pensar y sentir en razón a la pertenencia a una
determinada familia, clase social, comunidad religiosa, política, etc. Estas
implicaciones condicionaran nuestros juicios.

La implicación no nos determina. Gracias a la capacidad imaginante de la


sociedad, las fuerzas instituyentes trabajan constantemente lo instituido y
lo transforman. Nuestro objeto va cambiando, y como tiene el poder de
objetivarnos, nos reinstituye permanentemente de nuevas maneras.
Implicados sí, pero no sobreimplicados.

Acepciones de la noción de implicación

La implicación no es un concepto que tiene un sentido fijo y único, es una


noción. Las nociones se caracterizan porque existen de ellas diferentes
acepciones según el campo que provengan, y su significación varía a lo largo
de las épocas.

El desprendernos de nuestras implicaciones primarias, aquellas que se


constituyeron en las distintas etapas del proceso de socialización, encuentro
con otros, y que han devenido en nuestra singular identidad, no es algo que
dependa de nuestra voluntad. El acto voluntario es el tomar conciencia de esas
implicaciones. Esto lo logra el investigador confrontándose con otros,
exponiendo su perspectiva respecto del objeto que lo ocupa frente a otro. Esto
puede conducir a un cambio de posición subjetiva, pero no a un “cambio de
piel”.

Lourau distingue dos grandes categorías de implicaciones:

1. La institucional: definida como el conjunto de relaciones, conscientes o no,


que existen entre el actor y el sistema institucional

188
2. La práctica: indica las relaciones reales que este actor mantiene con lo que
antes se denominó la base material de las instituciones.

Ardonino, por otro lado, nos habla de implicación libidinal y social o


institucional.

1. Libidinal: dada por la estructura psicológica del individuo, racional e


inconsciente, que determina su forma de observar al mundo y a otros, sus
comportamientos en base a la realidad y su singular manera de ejercer una
práctica 2. Social o institucional: ubica aquí los determinantes culturales en
general, y en particular, la clase social de origen.

La sobre implicación

Aparece como un efecto, como la fatal consecuencia de la incapacidad de


analizar las propias implicaciones. Es la ceguera que lleva al sujeto a una
identificación institucional en la que queda alienado a la voluntad de un
poder que desconoce en su particularidad.

El individuo sobreimplicado es un individuo sobre-explotado, explotado en


su subjetividad ya que no tiene conciencia del punto en que sus interés resultan
irreductiblemente opuestos a los del sistema para lo cual trabaja (como puede
ser la política del sobretrabajo que el neoliberalismo impone)

Reygadas, R. (1998). Abriendo veredas. Iniciativas


públicas y sociales de las redes de organizaciones
civiles. Sección 2.2.1. Imaginario Social. México DF:
Convergencia de Organismos Civiles por la
Democracia.

2.2.1 Imaginario Social

189
La generación del consenso social, la construcción social de la hegemonía no
es un mero hecho económico o político, sino tiene una dimensión imaginaria
fundamental.

Cuando hablo de imaginario, en primera instancia no me refiero a su uso


especular o lacaniano, sino lo entiendo como el conjunto de significaciones
sociales que permite y hace presente algo que no es, pero que en tanto futuro
deseable es, y da sentido al discurso, a la acción y a las prácticas sociales, a la
vez que permite definir estrategias y priorizar relaciones.

Castoriadis, entiende el imaginario, en una primera aproximación, como algo


inventado, como primera representación que es capacidad, magma de creación
permanente de la sociedad:

"ya se trate de una invención absoluta, de una historia imaginada en todas sus
partes, o de un deslizamiento o desplazamiento de sentido, en el que los
símbolos ya disponibles están investidos de significaciones diferentes de sus
significaciones "normales" o canónicas..."

Hay creación, no producción de significados. El sentido no se produce en la


sociedad, se crea.

Concepto de imaginario radical:

"en el a-ser emerge el imaginario radical, como alteridad y como originación


perpetua de alteridad, que figura y se figura, y al figurar esa alteridad y
figurándosela, a modo de creación de imágenes que son lo que son y tal como
son como figuraciones o presentificaciones de significaciones o de sentido. El
imaginario radical aparece como social-histórico y como psique/soma. Como
social-histórico, es río abierto del colectivo anónimo; como psique/soma es flujo
representativo/afectivo/intencional. Aquello que en lo social-histórico es
posición, creación, hacer ser, lo llamamos imaginario social en el sentido
primero del término, o sociedad instituyente. Aquello que en el psique/soma es
posición, creación, hacer ser desde el psique/soma, lo llamamos imaginación
radical..."

Que son las significaciones sociales imaginarias:

"Esa urdimbre es lo que yo llamo el magma de las significaciones imaginarias


sociales que cobran cuerpo en la institución de la sociedad considerada y que,
por así decirlo, la animan. Semejantes significaciones sociales imaginarias son,
por ejemplo, espíritus, dioses, Dios, polis, ciudadano, nación, estado, partido,
mercancía, dinero, capital, tasas de interés, tabú, virtud, pecado, etc...

Llamo imaginarias a estas significaciones porque corresponden a elementos


"racionales" o "reales" y no quedan agotadas por referencia a dichos
elementos, sino que están dadas por creación, y las llamo sociales porque sólo

190
existen estando instituídas o siendo objetos de participación en un ente
colectivo impersonal y anónimo..."

A Castoriadis le interesa plantear la capacidad imaginativa de la sociedad, para


él el imaginario es sociedad instituyente.

Wilhelm Mülhmann, desde perspectivas antropológicas y socioreligiosas,


diferentes a las de Castoriadis, desarrolla algunos aspectos del imaginario
social que permiten aproximarse a las tensiones que existen entre la sociedad
instituyente y la sociedad instituida. Señala que el carisma profético es una
característica fundamental de los movimientos milenaristas, puesto que los
profetas deben profetizar, anunciar cómo va a ser el futuro, y a partir de ahí
generar el movimiento hacia él. La profecía puede cumplirse, fracasar o
adecuarse a los acontecimientos.

Si la profecía se cumple, las circunstancias o contextos que permitieron su


logro y la necesidad de consolidarla van llevando a los movimientos a la
especialización y a la institucionalización para asegurarse, y esto se va
desarrollando a contrapelo de posiciones divergentes o de sectores que pasan
a ocupar lugares secundarios. Cuanto más pasa el tiempo entre el
cumplimiento de la profecía y la institucionalización de las relaciones que
permitieron cumplirla, más pueden surgir nuevos descontentos y hasta nuevos
profetas.

Si la profecía no se cumple, los movimientos que se organizaron en torno a ella


pueden entrar en crisis y desaparecer; pero también puede reconvertirse:
achacar su fracaso a condiciones subjetivas de carácter ético, social,
económico o político, y llamar a una purificación y a una mayor militancia para
que en un nuevo tiempo pueda cumplirse; o bien la profecía puede proyectarse
nuevamente hacia el futuro, reinterpretarse y convocar bajo nuevas formas y
pactos, a renovar las formas de organización que permitan aproximarla.

"La mayor parte de los movimientos, (no todos sin embargo) sobreviven al
fracaso de la profecía, pero no sobreviven a ello como movimientos. Cambian
de estructura y se institucionalizan como secta o como Iglesia, y este cambio
de estructura, es ocasionado, entre otros factores, por el fracaso de la profecía.
No es causa accidental, sino factor estructuralmente necesario... Es entonces
cuando (el movimiento) se transforma en secta organizada.

Esto nos lleva a afirmar que entre el campo imaginario y el campo de las
prácticas sociales hay implicaciones mutuas, pues el imaginario supone
prácticas sociales previas y las prácticas sociales suponen un imaginario que
aparece en el tiempo como movilizador, como proyección hacia adelante, que
se encarna y tiene efectos visibles. En este sentido, los conceptos de
Mülhmann permiten establecer una tensión, entre imaginario y movimiento,
pues ciertamente los movimientos en su andar generan nuevos imaginarios,

191
que son negados en los procesos de institucionalización. No existe una
correspondencia automática entre los movimientos y su imaginario, no hay
continuidad entre la profecía y las prácticas que genera, pues si se cumple se
historiza, se encarna y se concreta, pierde su fuerza movilizadora, se
institucionaliza; si la profecía no se cumple, es decir, si fracasa, tampoco
moviliza, a menos que sea reinventada. Ahí se encuentra una permanente
tensión teórica entre el imaginario y las prácticas sociales.

Mülhmann parte del imaginario sociorreligioso encontrado empíricamente en


muchas experiencias del tercer mundo y de las herejías y disidencias religiosas
europeas.

Y es aquí donde se encuentran los límites de la analogía, pues en el campo


religioso, la profecía puede aparecer más como destino y en el campo
ciudadano más como proyecto. Lo que se comparte en ambos casos es la
imaginación colectiva como movilizadora de los actores en el presente.

Regresando al concepto de imaginario en Castoriadis, antes de concluir este


apartado nos interesa aludir al debate que éste tuvo con Claude Levi-Strauss,
en torno a la reducción que éste último hacía de las significaciones imaginarias
sociales a productos de la estructura de la sociedad y en torno a su
comprensión de las instituciones como simples redes simbólicas. Esto permite
profundizar, desde otros ángulos, en la comprensión y alcances del concepto
de imaginario social. Castoriadis señala que las significaciones imaginarias
sociales no son un mero producto de la estructura social y que las redes
simbólicas remiten a otras cosas diferentes: ¿por qué este sistema de
símbolos y no otro?, ¿símbolos pensados por quién, cuándo y cómo?,
¿cómo se producen los nuevos sistemas de significados y de
significantes?

"Las tendencias extremistas del estructuralismo resultan de que cede


efectivamente a la "utopía del siglo", que no es "la de construir un sistema de
signos sobre un solo nivel de articulación" sino más bien eliminar el sentido
(como otra forma de eliminar al hombre). Así se reduce el sentido a una
interioridad no transportable, a un "cierto sabor", ya que no es identificable
como una combinación de signos (aunque sólo fuera como su resultado
necesario y unívoco)... "Este fenómeno histórico constituido por Dios y por los
que creen en Dios, supera infinitamente este "Nombre", es otra cosa, Dios no
es ni el nombre de Dios, ni las imágenes que un pueblo puede darse, ni nada
similar. Sostén, referente indicado por cada uno de esos símbolos, es, en cada
religión, lo que lo convierte a los símbolos en símbolos religiosos, es una
significación central, organizador de un sistema de significantes y significados,
lo que sostiene los cruces entre unos y otros, lo que permite también su
extensión, su multiplicación, su modificación...

192
Hay una creación imaginaria de la cual ni la realidad ni la racionalidad ni las
leyes del simbolismo pueden dar cuenta,... que no necesita para existir ser
explicitada en los conceptos o las representaciones y que actúa en la práctica y
el hacer de la sociedad considerada como sentido organizador del
comportamiento humano y de las relaciones sociales independientemente de
su existencia para la conciencia de esta sociedad. El esclavo es metaforizado
como animal y el obrero como mercancía en la práctica social efectiva mucho
antes que lo hicieran los juristas romanos, Aristóteles o Marx."

Señala también Castoriadis, que lo que no está en la horda primitiva, es el


hecho de la institución de sí misma, de donde todos los demás elementos
cobran sentido, no está simbolizada como tal:

"Este elemento, que da a la funcionalidad de cada sistema institucional su


orientación específica, que sobredetermina la elección y las conexiones de las
redes simbólicas, creación de cada época histórica, su manera singular de vivir,
de ver y de hacer su propia existencia, su mundo y sus propias relaciones; este
estructurante orignario, este significado-significante central, fuente de lo que se
da cada vez como sentido indiscutible e indiscutido, soporte de las
articulaciones y de las distinciones de lo que importa y de lo que no importa,
origen del exceso de ser de los objetos de inversión práctica, afectiva e
intelectual, individuales y colectivos, este elemento no es otra cosa que lo
imaginario de la sociedad o de la época considerada. Ninguna sociedad puede
existir si no organiza la producción de su vida material y su reproducción en
tanto que sociedad... En lo que así aparece como margen de indeterminación
se sitúa lo que es lo esencial desde el punto de vista de la historia... a saber
que el mundo total dado a esta sociedad sea captado de una determinada
manera práctica, afectiva y mentalmente, que un sentido articulado le sea
impuesto, que sean operadas unas distinciones correlativas a lo que vale y a lo
que no vale (en todos los sentidos de la palabra valer, desde lo más económico
a lo más especulativo) entre lo que se debe y lo que nos se debe hacer." [10]

Castoriadis va y viene concretamente entre su visión filosófica, hermenéutica y


las concreciones históricas de las instituciones imaginarias. Por eso, aun
cuando se ubica en un campo filosófico, sus ejemplos constantes de formas
concretas, histórico-sociales de la institución imaginaria de la sociedad,
entrañan vetas de reflexión y de traducción de su pensamiento a la
comprensión de problemas imaginarios de la sociedad moderna.

Esto nos lleva a entender los conceptos castoridianos como conceptos


generales, referidos al campo del imaginario social. Es precisamente por esa
visión global por lo que pueden hacerse diversas lecturas del imaginario social.
Por ejemplo, la imaginación colectiva puede ser comprendida como una
cristalización histórica, como magma de significaciones ya cristalizado en el
tiempo y en el espacio, habiendo sido generado por la sociedad para

193
modificarse y transformarse a sí misma. Sería posible una lectura donde un
antropólogo tome las significaciones sociales imaginarias bajo un enfoque
estructuralista de corte levistraussiano, aunque Castoriadis mismo advierte de
los riesgos de una reificación del imaginario en el apartado de su obra titulado:
las significaciones imaginarias sociales.

Pero también es posible la lectura que César Gilabert va a realizar en lógica


Tourainiana, o la lectura de Ana María Fernández en lógica psicoanalítica. El
pensamiento castoridiano representa una comprensión y una visión compleja
de las instituciones imaginarias que deja abiertas varias posibilidades de
análisis y comprensión.

(ESTA PARTE DEL TEXTO NO SE EXPLICITA EN LA BIBLIOGRAFIA,


PERO ESTA EN EVA, ENTONCES POR LAS DUDAS LA RESUMO)

2.2.1.1 Imaginario social, poder y estructuras de plausibilidad

2.2.1.11 El Imaginario social y el poder

Ana María Fernández retoma a Castoriadis a partir de trabajar el concepto de


Imaginario Social refiriéndolo al mantenimiento de la unidad de una sociedad
históricamente determinada en el campo de la generación de la subjetividad
colectiva a través de las formas de reproducción de las producciones de
sentido, a la vez que vinculándolo estrechamente al ejercicio del poder y a los
dispositivos y prácticas que construyen subjetividades tanto individuales como
colectivas.

"La cuestión de lo Imaginario Social en tanto universos de significaciones que


instituyen una sociedad es inseparable del problema del poder... [12]"

Señala que hay tres elementos básicos que permiten el funcionamiento del
poder: la violencia o la fuerza, el discurso del orden y el imaginario social.

"Este universo de significaciones (Imaginario Social) hace que el poder marche


haciendo que los miembros de una sociedad "enlacen y adecúen sus deseos al
poder... Más que la razón, el imaginario social interpela a las emociones,
voluntades, sentimientos, sus rituales promueven las formas que adquirirían los
comportamientos de agresión, de temor, de amor, de seducción que son las
formas en que el deseo se anuda al poder...[13]" "En el término imaginario
social, lo imaginario remite a otro orden de sentido: ya no como imagen de,
sino como capacidad imaginante, como invención o creación incesante social-
histórica-psíquica, de figuras, formas, imágenes, en síntesis, producción de
significaciones colectivas...[15]"

194
Este sistema de invención de su mundo percibe como amenazante o peligrosa
cualquier alteridad, que es vivida siempre como ataque a su identidad. Por eso
las transformaciones de sentido, lo instituyente, lo que lleva a nuevas
significaciones no canónicas, aparece siempre en primer lugar como
resistencia a lo instituido y combatiendo un orden de significación.

El imaginario radical o instituyente opera a partir de mitos como cristalizaciones


de significación que son como organizadores de nuevos sentidos del quehacer,
del pensar y del sentir de las mujeres y hombres de una determinada sociedad.

Los movimientos indígenas, los movimientos ecologistas, feministas, de


derechos humanos, ponen en duda las significaciones imaginarias ya
instituidas por la sociedad, y de cara a otros mitos a otras geografías
imaginarias, crean algo que aspira a ser, a expresar y a alcanzar su
autonomía, proponiendo otras relaciones sociales con la sociedad no
indígena, con la naturaleza, entre los sexos, o con los gobiernos,
impactando profundamente a las formas de comportamiento, a las
prácticas sociales y a los sentidos instituidos de toda la vida social.

La producción de subjetividad (formas de percepción del mundo social,


institución de consensos, etc.) se inscribe en las luchas simbólicas por el poder
de conservar o transformar el mundo conservando o transformando sus
significaciones

De hecho, la reflexión de Ana María Fernández está orientada


fundamentalmente por la búsqueda del traslado del concepto filosófico
castoridiano a su uso directo en psicología de grupos, olvidando que para
Castoriadis se trata más de una visión de la vida que de una concepción
operativa. Este salto lleva a Ana María Fernández a no establecer mediaciones
y a operar directamente con el concepto de imaginario social, sin discriminar
que para Castoriadis el imaginario efectivo es lo efectivamente imaginado, que
es una implicación del imaginario radical, por lo que el imaginario nunca
aparece como conjunto de significaciones instituidas por la sociedad o por los
grupos, sino siempre como magma, como río abierto, como torrente de
creación de significados.

2.2.1.12 Las estructuras de plausibilidad

César Gilabert es un historiador mexicano. Toma a Castoriadis como referente


básico y busca la forma de operativizar sus conceptos centrales: llama
imaginario instituidor al imaginario efectivo; y llama imaginario alternativo al
imaginario radical.

"La producción imaginaria es una de las tantas claves que delata cómo los
actores sociales se piensan a sí mismos, cómo conciben el mundo y cómo se
relacionan con éste ... un mosaico de usos simbólicos, de representaciones, de

195
producción diferenciada de significados... La teoría del imaginario social puede
concebirse como una propuesta para articular los análisis acerca de la acción,
los actores sociales, las motivaciones de éstos, así como sus proyectos y
posibilidades.[17]"

Para Gilabert, hay que considerar la polaridad entre las producciones


imaginarias "desde el poder" y las que se realizan "desde abajo".

"Las imágenes y las representaciones son necesarias porque incitan a realizar


lo deseado, en la medida en que concretan lo presentido, lo soñado, mediante
la elaboración de imágenes que prometen realizarse... Sin la acción, el
imaginario es ininteligible. Cuando los deseos y las representaciones no
conducen a ninguna práctica colectiva, es verdaderamente difícil afirmar o
negar nada del imaginario social... Las aspiraciones contenidas en una utopía
son el fundamento de un "querer", el cual implica, para realizarse, una
actividad, esfuerzos concretos, dilucidación y hasta sacrificios...”

Un elemento clave para conectar la noción de imaginario alternativo con las


experiencias históricas se encuentra en un concepto empleado por Gilabert:
"estructuras de plausibilidad", que se refiere a la resonancia simbólica y al
reconocimiento social de las acciones, las visiones, los movimientos que los
actores realizan en relación a sectores más amplios de la sociedad. Para
Gilabert, la estructura de plausibilidad es aquella a través de la cual los otros se
incluyen y viven, de alguna manera, en el mundo evocado y convocado como
viable, como deseable, como apropiable.

Las estructuras de plausibilidad se inauguran o desarrollan en y a través de los


procesos mismos de acción en que los actores, los que hacen las acciones,
logran incluir en ellas y/o en el mundo imaginario que representan, a otros
actores, los tocan, los convocan, los ven incluídos, los interpelan afectiva,
simbólica e históricamente y éstos se sienten incluídos e interpelados.

González- análisis institucional y socioanálisis

El proyecto epistemológico - A mediados de los años setenta, Lourau presentó


su propuesta de AI (análisis institucional) como básicamente
"contrasociológica".

196
En el libro denominado Les analyseurs de l'eglise (1972), encontramos con
gran nitidez tres de los supuestos que pretende practicar esta "contrasociología
institucionalista".

1. Superar los encasillamientos entre sectores y dominios de la sociología.

2. Intentar un rebasamiento de la sociología, como disciplina rigurosa y


artificialmente separada de otras ciencias sociales.

3. Rebasar la actividad de investigación en ciencias sociales, como práctica


separada de las prácticas sociales de los actores y observadores.

Se trata de un triple intento de superación que implica diversos grados de


dificultad, entre otros, la precisión en el diagnóstico para situar adecuadamente
dichas dificultades. Ahora bien, si como el AI lo postula, tanto los individuos
como los grupos son concebidos como "entrecruzamientos de referencias y
pertenencias" o como "revoltijos de instituciones", es lógico que postule que la
sociología se proponga "como objeto la práctica social como totalidad y no la
refracción de la totalidad en cuadros preestablecidos de la ciencia instituida"
(Lourau, 1972:62). Los problemas empiezan cuando se intenta definir qué se
entiende por "totalidad", ya que precisamente la heterogeneidad parece
constituirla completamente, y más aún porque no parece reducirse solamente
al campo sociológico. De ahí que al avanzar hacia el segundo intento de
"superación", las cosas se compliquen cada vez más. Pero lo más importante
es que cuando Lourau piensa en la noción de "totalidad" adscrita al territorio de
las ciencias sociales, descarta, por lo pronto, una síntesis que termine por
confundir todas las disciplinas en una especie de magma indiferenciado.

Lo que se puede esperar es una serie de rectificaciones de fronteras entre la


sociología y sus vecinos inmediatos: parapsicología, psicología clínica y
experimental, teoría y filosofía del Estado. [Y añade] que la dificultad se
manifiesta en los dos polos opuestos [...] de un lado con el psicoanálisis [...] del
otro con la economía [...]

Con el psicoanálisis la indeterminación del imaginario está privilegada en


detrimento de las determinaciones socioeconómicas, para la economía sólo
importan las grandes leyes deductivas a priori, de la producción, la
acumulación y el intercambio.

En un primer momento, la sociología estaría definida en función de dos


carencias. De ahí que Lourau considere necesario dar un segundo paso, en el
cual una contrasociología que la asediaría desde adentro le señalara cuál
debería ser su "verdadero objeto". Sin embargo, resulta que ese objeto "propio"
estaría compuesto por los "fragmentos de saber global recortado por las
ciencias sociales".

197
Resumamos hasta aquí (1978). Lourau ha fluctuado —en sentido "negativo" y
"positivo"— en encontrar el objeto de esta contrasociología.

Primero, afirmó que ésta debe hacerse cargo de la "práctica social como
totalidad"; luego, cuestionó toda "tentativa de síntesis", y continuó con una
supuesta "rectificación de fronteras", constituida "desde los fragmentos del
saber social global, recortado por los sistemas de las ciencias sociales". Y
terminó dando como objeto la "desmembración" del campo de dichas ciencias.
Tanta deriva de ese campo "móvil" resulta sintomática.

Pasemos ahora al tercer intento de superación, que postula la posibilidad de


abolir "la separación que rige las relaciones entre ciencia y prácticas de los
actores y observadores". Lourau prepara el terreno proponiendo dos tipos de
"efectos", que bautiza con los nombres de Weber y Lukács.

Al primero lo describe así: A medida que la sociedad está más evolucionada y


racionalizada [...] más llega a ser opaca y desconocida para los individuos que
la componen [1972:10].

El segundo, referido a la ciencia, reza así: En la medida en que la ciencia


progresa olvida progresivamente las bases materiales y sociales, de la cual ella
salió [...] Las condiciones sociales de su producción, de su desarrollo, y de sus
aplicaciones.

Esta doble opacidad sería cuestionada por un postulado que pretende


devolverle a los actores sociales la capacidad básica de poder ser de alguna
manera sociólogos de sí mismos, ya que se afirma que "si la sociología es el
asunto de todos, hay que abolir todas las oposiciones epistemológicas sobre la
necesidad de una ruptura" (Lourau, 1972:67) —entiéndase "epistemológica"—
y, sobre todo, evitar a toda costa la autonomización de la teoría sobre la
práctica. Obviamente esta polémica se sitúa en el contexto del auge de
Bachelard y Althusser.

El análisis de la implicación y sus diferentes planos, en efecto, es un asunto


que atraviesa a todas las disciplinas sociales. Esto amplía el campo del análisis
permite que esta "contrasociología" no quede encajonada en el territorio de las
intervenciones socioanalíticas.

Pero —justo es decirlo— no es Lourau el que inventa esa cuestión ni


necesariamente el AI tiene la última palabra. [Se da] la interferencia de la
implicación [en la relación] sujeto-objeto, en donde las dos nociones de ruptura
y sutura son simultáneamente necesarias [...] Ahí en donde, de hecho, no
existe sino un conjunto o, por decirlo como los físicos, un sistema observador
observado [Lourau)

En cambio, el estatuto teórico del AI queda muy problematizado porque la


cuestión de la institucionalización ha sido colocada en ese "campo móvil", por
198
el que recorre una serie de disciplinas y tiende a no quedarse con ninguna, en
un complicado mestizaje. De otro modo, no se entendería la siguiente
afirmación de 1972: No se pretende haber resuelto la cuestión de la institución,
lo cual supondría no solamente una síntesis teórica, sin duda utópica en sí
misma, entre la economía política, la sociología y el psicoanálisis. [Nos
consolamos] con proponer lo que está, sin duda, en el corazón de todo eso que
resta impensado en las ciencias que vienen de ser citadas [Lourau)

El análisis institucional parte del principio que el centro está siempre presente
en la periferia [...] esto quiere decir que [...] las instituciones, lejos de ser formas
neutras, "herramientas" funcionales, no existen sino en la medida en que ellas
están basadas en la fuerza del Estado [...] El Estado no existe más que en
tanto está presente en todas las formas sociales.

En resumen, resulta más que sorprendente cómo la gran institución, con esa
densidad aparentemente descrita, se diluya en los momentos "calientes", y deje
ver abiertamente lo arbitrario de sus formas y no, como es su especialidad, a
través de un espejo oscuro.

Veamos ahora lo que Lourau piensa sobre la institución. La noción de


institución en el AI remite a una serie de tríadas que no implican lo mismo. Así,
tenemos la que nos habla de lo instituido, lo instituyente y la
institucionalización; o la que la establece como universalidad, particularidad y
singularidad; o definida no como una instancia de las formaciones sociales:
sino [como] el producto del cruce de los niveles o de las instancias, y este
producto sobredeterminado por el conjunto del sistema a través de la
mediación del Estado [Lapassade)

Veamos sumariamente de qué se tratan estas nociones. Por lo pronto, las


instituciones no son supraestructuras en el sentido marxista, sino el producto
del cruce de las instancias — recuérdese que así era una de las definiciones de
Estado. Cruce que presumiblemente no sería el mismo en cada caso, so riesgo
de volverlas equivalentes antes de conocer su especificidad. Tampoco se les
puede reducir al puro instituido, sino que son el producto de la dialéctica entre
lo instituido y lo instituyente, que es lo que da lugar al proceso de
institucionalización.

Se comprenderá que no se pueden establecer fáciles analogías conceptuales


entre estos dos tipos de tríadas conceptuales, ya que ni siquiera se sitúan en el
mismo plano. La institucionalización en el AI tiende a fluctuar entre algo que ya
se fijó —principio de equivalencia— y un proceso que nunca puede suprimir lo
instituyente que lo habita y constituye como negatividad radical. [La
institucionalización es vista] como fase activa de estabilización que niega a la
vez la actividad de lo instituyente como negación de lo instituido y el
inmovilismo de lo instituido [...] Políticamente la institucionalización es el
contenido del reformismo. La "transversalidad", noción tomada de Félix Guattari
199
—uno de los creadores de la terapia institucional—, es descrita por este autor
del siguiente modo: La transversalidad [...] tiende a realizarse cuando una
comunicación máxima se efectúa entre los diferentes niveles y
fundamentalmente entre los diferentes sentidos: es el objeto de investigación
de un grupo sujeto [1966:100]. "Grupo sujeto" es aquel que, a diferencia del
"grupo objeto", logra conectar al máximo los diferentes niveles de lo
institucional transversalizado. La transversalidad, en ese caso, será el producto
de una dilucidación, aunque al mismo tiempo es concebida como una
"dimensión fundamental". Esta ambigüedad se constata al juntar lo afirmado
por Lourau y Lapassade con lo de Guattari.

Ha llegado el momento de abordar la última cuestión, la del dispositivo de


intervención institucional llamado socioanálisis. A partir de los
prolegómenos que he desarrollado de manera muy resumida, se habrá
apreciado que estamos ante una concepción fundamentalmente sociológica
que si bien haría énfasis en la dimensión grupal —dado el tipo de dispositivo
que pone en juego—, la tendencia será pasar rápidamente a la escena
institucional que supuestamente saltaría al primer plano con la sola puesta en
juego del dispositivo.

Saltará a la vista que el Al distingue entre el campo de intervención y el del


análisis, siendo éste mucho más amplio, y no limitado a la intervención directa.
Pero, ¿qué entiende Lourau por simbólico?:

Es la socialización total, el acceso al lenguaje de todo aquello que quedaba


como no dicho, indecible o privado de sentido. Especie de "palabra plena"
institucional con la que, al parecer, se pretende mirar en la escala micro
parusías laicas que veíamos en el plano macro en relación con los
analizadores históricos (exceso de optimismo, quizás). Con la diferencia de que
ésta se consigue a partir de análisis, y la otra llega y se aleja sin saberse ni
cómo ni cuándo.

No obstante, en el socioanálisis no se trata—según lo expresa Lourau— de


analizar a los individuos y su inconsciente, sino a lo que denomina como sus
implicaciones sintagmáticas grupales para relacionarlas con las paradigmáticas
sociohistóricas. Veamos un breve ejemplo de una interpretación hecha por
Lourau en una institución psicoanalítica de grupos, que le pidió ser analizada.

Los "límites de la interpretación" en socioanálisis —a los que alude Lourau—,


entre otras cosas, implican no tocar lo individual como tal, sino intentar incluirlo
en una escena institucional —o interinstitucional— de múltiples bandas, como
las de ejemplo dado.

Recapitulemos parcialmente el camino recorrido. Hasta ahora he descrito tres


elementos del socioanálisis: la diferenciación entre el campo de intervención y
el campo de análisis; la cuestión de los diversos tipos de analizadores, y la

200
problemática intersección de lo sintagmático con lo paradigmático, en la
supuesta palabra plena de lo simbólico. Veamos los restantes elementos que
conforman al dispositivo socioanalítico:

El análisis de la demanda

Todo análisis se ejerce en un campo de fuerzas y, de entrada, el equipo que va


intervenir queda sujeto a los vaivenes disimétricos que ahí se juegan. Se trata
de un campo estratégico y plural.

Al interior de un establecimiento surgen una serie de demandas múltiples y


contradictorias, de acuerdo a los diferentes lugares que ocupan [...] los
integrantes de dicho establecimiento. La encomienda de intervención, el
encargo, surge en el momento en que una o un grupo de demandas es
privilegiada respecto de las otras, que son negadas curvadas, desplazadas o
resignificadas. Al staff analítico llega, entonces, una demanda procesada ya por
diversas fuerzas al interior de la institución [...] El proceso analítico será el
camino inverso de la constitución de la encomienda. El o los analistas
intentarán desconstruir el encargo hacia las múltiples demandas contradictorias
que le dieron origen.

La autogestión del tiempo, espacio y dinero

La autogestión quiere decir una negociación entre el colectivo cliente y los


analistas en vista de administrar las sesiones en cuanto a su duración, su
honorario, y su funcionamiento, y de determinar el modo de remuneración de
los analistas. Remuneración en la cual el monto no está fijado de entrada

En cuanto al dinero —como bien lo señala Fabienne Fillion—, se inscribe en


una problemática social, en la cual habría que tomar en cuenta el mercado de
las intervenciones, el lugar de los intelectuales [y] las prácticas universitarias
[...] La regla fundamental es que el pago [...] su costo y su modalidad deben
"hablar" y "dar a ver" la dimensión institucional [...] el estado de las
contradicciones que la atraviesan [1882-1883.]. Con el dinero utilizado como
analizador construido, estamos ante un desdoblamiento de la lógica económica
que puede llegar a tener efectos paradójicos. Por una parte, el equipo analítico
se sitúa en el estatuto de los que cobran por su trabajo, pero, simultáneamente,
el cobro queda investido de otro sentido que no es el estrictamente
remunerativo. Digamos que se trata de un capital simbólico que puede
provocar que los analizados no sepan a cuál recurrir en caso de conflicto con el
equipo interviniente.

La asamblea general y el decirlo "todo"

La reunión en presencia de todos los actores institucionales crea un efecto


grupal radicalmente diferente al funcionamiento habitual de la vida de los
establecimientos. Este efecto grupal se acompaña, en general, de situaciones
201
de angustia porque lo que se intenta mantener disociado y fragmentado
anuncia, de pronto, aunque sea sólo de manera potencial, su posible
reunificación en el hecho de estar todos juntos. Además, ese tipo de
escenificación resulta muy exigente y complicada para quienes están en una
situación jerárquica de subordinación, y a veces no sólo para ellos. La regla de
hablar de lo que ocurre en el lugar se ejerce en un aparente igualitarismo
grupalista que sólo imaginariamente neutraliza la estructura de poder
institucional efectiva.

Ahí la palabra puede circular de otra manera, sin esperar las repercusiones que
se pueden dar por estar en una posición subordinada en la jerarquía
institucional. Los compromisos con el decir son más individuales y el poder
institucional está bastante atenuado.

Me parece, a pesar de ello, que de dichas aportaciones resultan rescatables,


entre otras cuestiones, la de la implicación y la del dispositivo socioanalítico.
Esto siempre y cuando se renuncie a presentar al AI como la única sociología
institucional autorizada y a las otras propuestas como intentos fallidos.

202
7- Pos- estructuralismo
UN DIÁLOGO SOBRE EL PODER- Gilles Deleuze / Michel Foucault
FOUCAULT.
Un maoísta me decía:

"Comprendo perfectamente por qué está Sartre con nosotros, por qué hace
política y en qué sentido la hace; en cuanto a ti, en realidad lo comprendo
bastante, ya que siempre haz planteado el problema del encierro. Pero a
Deleuze, realmente, no lo comprendo".

Esta afirmación me asombró sobremanera, ya que para mí la cosa está muy


clara.

DELEUZE. Tal vez es que estamos viviendo de una nueva manera las
relaciones teoría-práctica. La práctica se concebía como una aplicación de la
teoría, como una consecuencia, o bien, al contrario, como inspiradora de la
teoría. De cualquier modo, sus relaciones se concebían bajo la forma de un
proceso de totalización, tanto en un sentido como en el otro. Es posible que,
para nosotros, la cuestión se plantee de otra manera. Las relaciones teoría-
práctica son mucho más parciales y fragmentarias. Por una parte, una teoría
siempre es local, relativa a un pequeño campo, aunque puede ser aplicada a
otro, más o menos lejano. La relación de aplicación nunca es de semejanza.
Por otra parte, desde que la teoría profundiza en su propio campo se enfrenta
con obstáculos, muros, tropiezos que hacen necesario que sea relevada por
otro tipo de discurso (es este otro tipo de discurso el que, eventualmente, hace
pasar a un campo diferente). La práctica es un conjunto de relevos de un punto
teórico a otro, y la teoría, un relevo de una práctica a otra. Ninguna teoría
puede desarrollarse sin encontrar una especie de muro y se precisa de la
práctica para perforar el muro. Por ejemplo, tú comenzaste analizando
teóricamente un lugar de encierro como el asilo psiquiátrico del siglo XIX en la
sociedad capitalista. Luego, desembocaste en la necesidad de que la gente
precisamente encerrada se pusiese a hablar por su cuenta, que efectuase un
relevo (o bien, al contrario, tú ya eras un relevo a su respecto), y esa gente se
halla en las prisiones, está en las prisiones. Cuando organizaste el grupo
información prisiones, lo hiciste sobre esta base: instaurar las condiciones en
las que los mismos prisioneros pudieran hablar.

Sería completamente falso, como parece que decía el maoísta, afirmar que
pasabas a la práctica aplicando sus teorías. Allí no había ni aplicación ni
proyecto de reforma, ni encuesta en el sentido tradicional. Allí había algo
distinto: un sistema de relevos en un conjunto, en una multiplicidad de piezas y
de pedazos a la vez teóricos y prácticos. Para nosotros, el intelectual teórico ha
dejado de ser un sujeto, una conciencia representante o representativa. Los
203
que actúan y luchan han dejado de ser representativos, aunque sea por un
partido, un sindicato que se arrogarían a su vez el derecho de ser su
conciencia. ¿Quién habla y quién actúa? Siempre es una multiplicidad
incluso en la persona que habla o actúa. Todos nosotros somos grupúsculos.
Ya no hay representación, sólo hay acción, acción de la teoría, acción de
la práctica en relaciones de relevos o redes.

FOUCAULT. Me parece que la politización de un intelectual se realizaba


tradicionalmente a partir de dos cosas: su posición de intelectual en la sociedad
burguesa, en el sistema de la producción capitalista, en la ideología que
produce o impone (estar explotado, reducido a la miseria, rechazado, "maldito",
acusado de subversión, de inmoralidad, etc.) y su propio discurso en tanto que
revelaba una cierta verdad, en tanto descubría relaciones políticas allí donde
no se percibían.

Estas dos formas de politización no eran ajenas una a otra, pero tampoco
coinciden forzosamente. Se daba el tipo del "maldito" y el tipo del "socialista".
Estas dos politizaciones se confundieron con facilidad en ciertos momentos de
reacción violenta por parte del poder, después del 48, después de la Comuna,
después de 1940: el intelectual era rechazado, perseguido, en el mismo
momento en que las "cosas" aparecían en su verdad, cuando no era preciso
decir que el rey estaba desnudo. El intelectual decía la verdad a los que
todavía no la veían y en nombre de los que no podían decirla: conciencia y
elocuencia. Ahora bien, los intelectuales han descubierto, después de las
recientes luchas, que las masas no los necesitan para saber: ellas saben
perfectamente, claramente, muchos mejor que ellos; y además lo dicen muy
bien. Sin embargo, existe un sistema de poder que intercepta, prohíbe, invalida
ese discurso y ese saber. Poder que no está tan sólo en las instancias superior
de la censura, sino que penetra de un modo profundo, muy sutilmente, en toda
la red de la sociedad.

Ellos mismos, los intelectuales, forman parte de ese sistema de poder, la propia
idea de que son los agentes de la "conciencia" y del discurso forma parte de
ese sistema. El papel de intelectual ya no consiste en colocarse "un poco
adelante o al lado" para decir la verdad muda de todos; más bien consiste en
luchar contra las formas de poder allí donde es a la vez su objeto e
instrumento: en el orden del "saber", de la "verdad", de la "conciencia", del
"discurso". Por ello, la teoría no expresará, no traducirá, no aplicará una
práctica, es una práctica. Pero local, regional, como tú dices: no
totalizadora. Lucha contra el poder, lucha para hacerlo desaparecer y herirlo
allí donde es más invisible y más insidioso, o lucha por una "toma de
conciencia" (hace mucho tiempo que la conciencia como saber fue adquirida
por las masas y que la conciencia como sujeto fue tomada, ocupada, por la
burguesía), sino por la zapa y la toma del poder, al lado, con todos los que

204
luchan por ella, y no en retirada para esclarecerlos. Una "teoría" es el sistema
regional de esta lucha.

DELEUZE. Eso es una teoría, exactamente como una caja de


herramientas. No tiene nada que ver con el significante… Es preciso que eso
sirva, que funcione. Y no para sí misma. Si no hay gente para servirse de ella,
empezando por el mismo teórico que entonces deja de ser teórico, es que no
vale nada, o que no ha llegado su momento. No se vuelve a una teoría, se
hacen otras, hay otras por hacer. Es curioso que haya sido un autor que
pasa por un intelectual puro, Proust, quien lo haya dicho tan claramente: tratad
mi libro como unos lentes dirigidos hacia fuera y si no os van bien tomad otros,
encontrad vosotros mismos vuestro aparato que forzosamente es un aparato
de combate. La teoría no se totaliza, se multiplica y multiplica. Es el poder
el que por naturaleza efectúa totalizaciones y tú, tú lo dices exactamente: la
teoría está por naturaleza en contra del poder.

Desde que una teoría penetra en tal o cual punto, choca con la imposibilidad de
tener la menor consecuencia práctica, sin que se produzca una explosión, con
la necesidad de otro punto. Es por esta razón por la que la noción de reforma
es tan estúpida e hipócrita. O bien la reforma es elaborada por gente que se
pretende representativa y hace profesión de hablar por los otros, en nombre de
los otros, con lo cual se produce una instalación de poder, una distribución de
poder a la que se añade una representación acrecentada.

O bien es una reforma reclamada, exigida por aquellos a los que concierne,
con lo cual deja de ser una reforma, es una acción revolucionaria que, desde el
fondo de su carácter parcial, se ve determinada a poner en cuestión la totalidad
del poder y de su jerarquía. Ello es evidente en las prisiones.

Si los niños llegasen a hacer oír sus protestas en una escuela de


párvulos, o incluso simplemente sus preguntas, eso bastaría para
provocar una explosión en el conjunto del sistema de la enseñanza. En
verdad, este sistema en el que vivimos no puede soportar nada: de ahí su
fragilidad radical en cada punto, al mismo tiempo que su fuerza de represión
global. En mi opinión, tú has sido el primero en enseñarles algo fundamental,
tanto en tus libros como en el campo práctico: la indignidad del hablar por los
otros. Quiero decir: nos burlábamos de la representación, decíamos que estaba
acabada, pero no se sacaba la consecuencia de esta conversión "teórica", a
saber, que la teoría exigía que la gente involucrada hablase por fin
prácticamente por su cuenta.

FOUCAULT. Y cuando los prisioneros se han puesto a hablar, ya tenían una


teoría de la prisión, de la penalidad, de la justicia. Esta especie de discurso
contra el poder, este contra-discurso mantenido por los prisioneros o por los
llamados delincuentes, eso es lo que cuenta y no una teoría sobre la
delincuencia. Este problema de la prisión es un problema local y marginal, ya
205
que no pasan más de 100.000 personas por año por las prisiones: en la
actualidad en Francia tal vez hay 300 o 400.000 personas que han pasado por
la prisión. Ahora bien, este problema marginal conmueve a la gente. Me
sorprendió ver cómo podía interesarse por el problema de las prisiones tanta
gente que no estaba predestinada a entender este discurso de los detenidos y
cómo finalmente lo entendían. ¿Cómo explicarlo? ¿No ocurrirá que, de un
modo general, el sistema penal es la forma en la que el poder en tanto que
poder se muestra del modo más manifiesto? Meter a alguien en la prisión,
mantenerlo en la prisión, privarle de alimento, de calor, impedirle salir, hacer el
amor…etc., ahí tenemos la manifestación de poder más delirante que uno
pueda imaginar. El otro día hablaba con una mujer que había estado en la
prisión y me decía: "y a mis cuarenta años me castigaron un día poniéndome a
pan seco". Lo que sorprende en esta historia no es sólo la puerilidad del
ejercicio del poder, sino también el cinismo con el que se ejerce ese poder, de
la forma más arcaica, más pueril, más infantil.

Reducir a alguien a pan y agua es lo que nos enseñaron cuando éramos unos
niños. La prisión es el único lugar donde el poder puede manifestarse en su
desnudez, en sus dimensiones más excesivas, y justificarse como poder moral.
"Tengo razón en castigar, puesto que tú sabes que está mal robar, matar…"
Esto es lo fascinante de las prisiones; por una vez el poder no se oculta,
no se enmascara, se muestra como feroz tiranía en los más ínfimos detalles,
cínicamente, y al mismo tiempo es puro, está enteramente "justificado", puesto
que puede formularse enteramente en el interior de una moral que enmarca su
ejercicio: su bruta tiranía aparece entonces como dominación serena del Bien
sobre el Mal, del orden sobre el desorden.

DELEUZE. Por esto, lo contrario también es cierto. No sólo los prisioneros


son tratados como niños, sino que los niños son tratados como
prisioneros. Los niños sufren una infantilización que no es la suya. En este
sentido es cierto que las escuelas son un poco prisiones, y las fábricas mucho
más. Basta ver una entrada en la Renault. O por otra parte: tres bonos para
hacer pipí durante la jornada. Tú has encontrado un texto de Jeremías
Bentham del siglo XVIII que, precisamente, propone una reforma de las
prisiones; en nombre de esa gran reforma establece un sistema circular en el
que la prisión renovada sirve de modelo y en el que se pasa insensiblemente
de la escuela a la manufactura, de la manufactura a la prisión y a la inversa.
Esta es la esencia del reformismo, de la representación reformada. Por el
contrario, cuando la gente se pone a hablar y a actuar en su propio nombre no
opone otra representatividad a la falsa representatividad del poder. Por
ejemplo, recuerdo que decías que no hay justicia popular contra la justicia,
pues eso pasa a otro nivel.

FOUCAULT. Pienso que, por debajo del odio que el pueblo tiene a la justicia, a
los jueces, tribunales y prisiones, no hay que ver tan sólo la idea de otra justicia

206
mejor y más justa, sino, en primer lugar y ante todo, la percepción de un punto
singular en el que el poder se ejerce a expensas del pueblo. La lucha
antijudicial es una lucha contra el poder y yo no creo que sea una lucha contra
las injusticias, contra las injusticias de la justicia, y una mejora en el
funcionamiento de la institución judicial. A pesar de todo, es sorprendente que
cada vez que ha habido motines, rebeliones, sediciones, el aparato judicial ha
sido el blanco, al mismo tiempo y del mismo modo que el aparato fiscal, el
ejército y las otras formas del poder. Mi hipótesis, pero no es más que una
hipótesis, es que los tribunales populares, por ejemplo, en el momento de la
Revolución, fueron, para la pequeña burguesía aliada a las masas, un modo de
recuperar, de recobrar el movimiento de lucha contra la justicia. Y para
recuperarlo, propusieron este sistema del tribunal que se refiere a una justicia
que podría ser justa, a un juez que podría dictar una sentencia justa. La misma
forma del tribunal pertenece a una ideología de la justicia que es la de la
burguesía.

DELEUZE. Si se considera la situación actual, el poder forzosamente tiene una


visión total o global. Quiero decir que las actuales formas de represión, que son
múltiples, se totalizan fácilmente desde el punto de vista del poder: la represión
racista contra los inmigrados, la represión en las fábricas, la represión en la
enseñanza, la represión contra los jóvenes en general. No hay que buscar la
unidad de todas esas formas tan sólo en una reacción frente al Mayo del 68,
sino mucho más en una preparación y organización concertadas de nuestro
futuro próximo. El capitalismo francés necesita con imperiosidad unas
"reservas" de desempleo, y abandona la máscara liberal y paternal del
pleno empleo.

Este es el punto de vista desde el que hallan su unidad: la limitación de la


inmigración, una vez dicho que se confiaban a los inmigrados los trabajos más
duros e ingratos la represión en las fábricas, puesto que se trata de volver a
proporcionar al francés el "gusto" por un trabajo cada vez más duro-, la lucha
contra los jóvenes y la represión en la enseñanza, puesto que la represión
policíaca es tanto más viva cuanto menos necesidad de jóvenes hay en el
mercado de trabajo. Toda clase de categorías profesionales van a ser invitadas
a ejercer funciones policíacas cada vez más precisas: profesores, psiquiatras,
educadores de toda clase, etc.

Ahí nos encontramos con algo que ya anunciaste hace tiempo y que se
pensaba que no iba a poder producirse: el fortalecimiento de todas las
estructuras de encierro. Entonces, frente a esta política global del poder, se
dan repuestas locales, contrafuegos, defensas activas y a veces preventivas.
Nosotros no hemos de totalizar lo que se totaliza por parte del poder y que
nosotros sólo podríamos totalizar restaurando formas representativas de
centralismo y jerarquía. En cambio, lo que tenemos que hacer es llegar a
instaurar vínculos laterales, todo un sistema de redes, de bases populares. Y

207
esto es lo difícil. En todo caso, para nosotros la realidad no pasa totalmente por
la política en el sentido tradicional de competición y distribución del poder, de
instancias llamadas representativas al modo de PC o de la CGT. La realidad es
lo que hoy día pasa efectivamente en una fábrica, en una escuela, en un
cuartel, en una prisión, en una comisaría. De tal modo que la acción implica un
tipo de información de una naturaleza completamente diferente de las
informaciones de los periódicos.

FOUCAULT. Esta dificultad, nuestro embarazo para encontrar las formas de


lucha adecuadas, ¿no proviene de que aún ignoramos lo que es el poder?
Después de todo, ha sido preciso esperar al siglo XIX para saber lo que era la
explotación, pero quizá todavía no sabemos qué es el poder. Marx y Freud
quizá no bastan para ayudarnos a conocer eso tan enigmático, a la vez visible
e invisible, presente y oculto, ocupado en todas partes, que se llama el poder.
La teoría del Estado, el análisis tradicional de los aparatos de Estado, no
agotan sin duda el campo de ejercicio y funcionamiento del poder.
Actualmente, sabemos aproximadamente quién explota, hacia dónde va el
beneficio, por qué manos pasa y dónde se vuelve a invertir, mientras que el
poder… Sabemos perfectamente que no son los gobernantes quienes detentan
el poder. Sin embargo, la noción de "clase dirigente" no está ni muy clara ni
muy elaborada. "Dominar", "dirigir", "gobernar", "grupo de poder", "aparato de
Estado", etc., aquí hay todo un conjunto de nociones que piden ser analizadas.
Asimismo, sería preciso saber hasta dónde se ejerce el poder, mediante qué
relevos y hasta qué instancias, a menudo ínfimas, de jerarquía, control,
vigilancia, prohibiciones, coacciones.

En todo lugar donde hay poder, el poder se ejerce. Nadie, hablando con
propiedad, es su titular y, sin embargo, se ejerce en determinada dirección, con
unos a un lado y los otros en el otro; no sabemos quién lo tiene exactamente,
pero sabemos quién no lo tiene. Si la lectura de tus libros (desde el Nietzsche
hasta lo que presiento de Capitalismo y esquizofrenia) ha sido para mí tan
esencial, se debe a que me parece que van muy lejos en la posición de este
problema: bajo ese viejo tema del sentido, significado, significante, etc., por
último, la cuestión del poder, de la desigualdad de los poderes, de sus luchas.
Cada lucha se desarrolla alrededor de un lar particular de poder (uno de esos
innumerables pequeños lares que pueden ser un jefecillo, un director de
prisiones, un juez, un responsable sindical, un redactor jefe de un periódico).

Y designar los lares, los núcleos, denunciarlos, hablar de ellos públicamente,


es una lucha, no es porque nadie tuviera aún conciencia de ello, sino porque
tomar la palabra sobre este tema, forzar la red de información institucional,
nombrar, decir quién ha hecho qué, designar el blanco es una primera inversión
del poder, es un primer paso para otras luchas contra el poder.

208
Si discursos como, por ejemplo, los de los detenidos o los de los médicos de
las prisiones son luchas, se debe a que al menos por un instante, confiscan el
poder de hablar de la prisión, actualmente ocupado por la administración a
solas y sus cómplices reformadores. El discurso de la lucha no se opone al
inconsciente: se opone al secreto. Eso tiene el aspecto de ser menos
importante. ¿Y si lo fuese mucho más? Existe toda una serie de equívocos a
propósito de lo "oculto", de lo "reprimido", de lo "no dicho", que permiten
"psicoanalizar" a bajo precio lo que deber ser objeto de lucha. El secreto tal
vez sea más difícil de conocer que el inconsciente. Los dos temas que
todavía ayer podíamos encontrar frecuentemente: "la escritura es lo reprimido"
y "la escritura es con pleno derecho subversiva", me parece que revelan un
cierto número de operaciones que es preciso denunciar severamente

Gibson- Graham, J.K. (2002). Intervenciones


posestructurales.

EL POSESTRUCTURALISMO ES UNA APROXIMACIÓN TEÓRICA AL


CONOCIMIENTO y la sociedad que acoge la incertidumbre de los significados,
el poder constitutivo del discurso y la efectividad política de la teoría y la
investigación.

Comenzó en la década de 1960 como un movimiento dentro de la filosofía


francesa, y después migró hacia el mundo angloparlante donde tuvo también
un impacto transformativo en la filosofía, al igual que en los estudios literarios y
culturales. En épocas más recientes, ha ganado espacio dentro de la geografía
humana y otras ciencias sociales. El posmodernismo hace referencia de forma
diversa a una época histórica (Harvey, 1989) caracterizada por unas prácticas
socioeconómicas particulares y unas condiciones ideológicas; a un estilo
estético en las películas, la arquitectura y otras formas culturales; o a una
aproximación teórica al conocimiento y la sociedad (Gibson y Watson, 1995: I).

Esta última es lo que estamos llamando posestructuralismo –una


aproximación al conocimiento y al mundo, sustentada filosóficamente y
distintiva teóricamente (Amariglio, 1999)–. Lo que resulta posmoderno del
posestructuralismo es su rechazo de ciertas concepciones modernistas,
claramente identificables, sobre el conocimiento, el conocedor y lo conocido.
Mientras que se entiende que el conocimiento dentro de un marco modernista
es singular, acumulativo y neutral, desde una perspectiva posestructural es
múltiple, contradictorio y poderoso. Lo que deseamos explorar en este ensayo
son sus implicaciones para la geografía económica.

209
EMERGE DENTRO Y EN CONTRA DE LA TRADICIÓN modernista del
estructuralismo. Quizá su antecedente más cercano sea el estructuralismo
lingüístico de Ferdinand de Saussure.

Aunque el estructuralismo se considera como algo que desestabiliza la


presuposición modernista en la que el lenguaje es un espejo de la realidad,
también es un proyecto esencialmente modernista. Para los pensadores
estructuralistas, subyacentes a los flujos y contingencias del mundo social se
encontraban las formaciones unificadas que configuraban la vida social. Las
teorías lingüísticas de Saussure, culturales de Claude Lévi-Strauss,
económicas de Karl Marx y psicoanalíticas de Sigmund Freud, cada una a su
manera, aducían el origen y la organización de fenómenos sociales complejos
a estructuras más profundas.

Desvelar o descubrir esas estructuras era la tarea de la ciencia estructural


Aquellos filósofos que llegarían a ser conocidos como posestructuralistas
confrontaron el proyecto estructuralista, tomando una actitud escéptica hacia la
determinación por estructuras subyacentes y los intentos de encontrar la
verdad última del lenguaje, la cultura, la sociedad y la psiquis. Pero quizá su
movimiento más notorio fue cuestionar la relación inmóvil entre significante y
significado, que caracterizaba a la lingüística saussuriana. Desde una
perspectiva posestructuralista, el lenguaje no existe como un sistema de
diferencias dentro de un conjunto único de signos. En cambio, las relaciones
significante-significado se crean y revisan continuamente, ya que las palabras
se recontextualizan en una producción eterna de textos. La creación de
significado es un proceso inacabado, un sitio de constante forcejeo –político–
donde se generan significados alternos y cuya firmeza es apenas temporal.

A pesar de su antagonismo hacia lo fundamental, los pensadores


estructuralistas no ven al significado y al conocimiento como algo desligado de
otros aspectos de la vida social. Se entiende pues que el significado se
produce bajo condiciones sociales e intelectuales específicas y que el
conocimiento no es un reflejo verdadero sino una fuerza productiva y
constitutiva. Aunque los conocimientos no pueden ser diferenciados de acuerdo
con un mayor o menor grado de precisión –su éxito o fracaso para reflejar el
mundo–, sí pueden distinguirse por sus efectos –los diferentes sujetos a los
que otorgan poder, las instituciones y prácticas que permiten, al igual que
aquellos que excluyen o suprimen–. De esta forma, el tipo de conocimiento
producido es un problema de consecuencia y no de indiferencia.

POSESTRUCTURALISMO OFRECE UNA VARIEDAD DE ESTRATEGIAS


QUE cuestionan las ideas recibidas y las prácticas dominantes, haciendo
visible su poder y creando espacios para que emerjan formas alternas de la
práctica y el poder. Las que exploramos aquí son la deconstrucción, la
genealogía y el análisis discursivo.

210
LA DECONSTRUCCIÓN ES UN TIPO DE LECTURA QUE SE ORIGINA EN LA
obra del filósofo francés Jacques Derrida (1967). Trabajando en contra de lo
que él denomina la “metafísica de la presencia”, o el “logocentrismo”, Derrida
cuestiona ciertos axiomas fundamentales del pensamiento occidental. Algunos
de los presupuestos cuestionados son: ™ La ley de la identidad y la presencia
del ser (si un edificio es fábrica es una fábrica). ™ La ley de la no-contradicción
que establece la identidad en relación con su “otro” (si una cosa es una fábrica,
no puede ser también una no-fábrica); y ™ La ley de exclusión del medio
(fábrica y no-fábrica contienen todas las posibilidades de una situación dada)

. En conjunto, estas leyes nos dan objetos/identidades estables, circunscritos y


que se constituyen mediante una negación El estructuralismo feminista,
entre otros, ha observado cómo los intentos para (re)valorar el término
ausente o subordinado dentro de una estructura binaria son minados
fácilmente. Esto revela la presencia de lo que Saussure identificó como un
significante maestro que opera para estabilizar las relaciones de diferencia. El
feminismo posestructuralista ha cambiado el término logocentrismo por
falogocentrismo, recalcando la forma en que la figura masculina –el falo– fija el
significado, dando presencia y positividad a un lado de la estructura binaria y
produciendo una cadena alineada de términos dominantes dentro del
pensamiento europeo de la ilustración

Como parte de un proyecto político para crear espacios de heterogeneidad


radical, la estrategia deconstructiva de Derrida se interesa en pensar las
diferencias por fuera de las estructuras binarias y jerárquicas.

Otra estrategia deconstructiva aún más potente es la de desdibujar los límites


entre los términos, socavando la solidez y fijeza de la identidad/presencia,
mostrando cómo el otro excluido se encuentra incrustado de tal forma dentro
de la identidad primaria que su diferencia resulta insostenible. Así, el hogar
podemos representarlo también como un sitio de producción –de varios bienes
y servicios domésticos– y la fábrica como un lugar de reproducción. La
deconstrucción ilumina los momentos de contradicción e indecisión de lo que
parece ser una estructura o texto nítidamente concebidos (Ruccio, 1999).
Enseña la postergación indefinida del significado dentro de un sistema de
diferenciación y coloca en primer plano la incapacidad que tiene el signo de
personificar totalmente un significado esencial. El significado es creado y
recreado dentro de textos y contextos específicos. Ya que no existe un término
maestro para fijar los conceptos a significantes específicos, el significado
siempre está en proceso e incompleto.

Michel Foucault se dirige a examinar la manera como ciertos conocimientos y


significados son normalizados y aceptados como Verdad. El trabajo de
Foucault enfatiza sobre las formas en las que la construcción de significado es
una representación del poder que no sólo se encuentra trazada en el lenguaje

211
sino también grabada sobre el cuerpo y re-constituida continuamente en la vida
social. Al usar el término discurso, Foucault se refiere a una práctica gobernada
por reglas, que incluye significados enmarcados dentro de un sistema de
conocimiento y en instituciones y prácticas sociales que producen y mantienen
estos significados.

Foucault desafía la universalidad y verdad del significado al desarrollar un


método distintivo para el análisis del discurso que involucra: 1) un análisis
crítico de las violencias generadas por cualquier teoría o sistema de
significados (lo que excluye, prohíbe o niega); y 2) un análisis genealógico de
los procesos, continuidades y discontinuidades mediante las que llega a
formarse un discurso (1981).

Su trabajo dirige nuestra atención hacia las formas en que los conocimientos
ejercen y producen poder –por medio de aparatos de regulación; por ejemplo,
instituciones como escuelas, prisiones, casa de trabajo y fábricas en donde
prevalecen las técnicas de disciplina y vigilancia corporal–, y mediante el
desarrollo y aplicación de tecnologías para administrar el ser – por ejemplo,
presupuestos, dietas, mapas, columnas de ayuda sexual, propagandas de
productos de higiene personal– que ayudan a organizar la vida diaria. Un
análisis crítico del discurso de la industrialización podría ilustrar la manera
como los cuerpos y la producción material que se lleva a cabo en los hogares
son devaluados dentro de los sistemas de saber disciplinarios de la economía y
la geografía económica.

Tal genealogía podría comenzar, por ejemplo, con una noción fisiocrática de la
economía, en la que un excedente agrícola hace posibles las actividades no
agrícolas –estableciendo de esta forma la dependencia y estatus secundario de
la industria–. Podría virar, entonces, hacia la centralidad y estatus originario de
la industria en el discurso de la industrialización, con su visión de la economía y
el crecimiento económico –incluyendo la demanda de productos y servicios
agrícolas– siendo impulsados por los incrementos en la producción
manufacturera; y, finalmente, a la literatura sobre la economía posindustrial, en
la que instituciones y transacciones financieras de alto nivel establecen una vez
más la subordinación de la industria, esta vez a la especulación financiera y los
azares del sector financiero internacional.

Lo que emerge de este proyecto que traza los saberes cambiantes de industria
es una concepción relativamente estable de la economía como una totalidad
integrada, centrada sobre un espacio determinante que constriñe, impulsa o
dicta hacia otros sitios/actividades. Por medio del proceso de genealogía, esta
noción se ve desnaturalizada, haciéndola visible como una construcción
discursiva. La influencia de Foucault sobre el posestructuralismo ha
concentrado la atención sobre cómo las diferentes formas de poder están
entrecruzadas con la producción de conocimiento para crear ciertas

212
concepciones valorizadas del asunto en cualquier periodo histórico. Aunque
gran parte del trabajo de Foucault parece enfatizar sobre la construcción y
consolidación de discursos dominantes que someten al individuo a fuerzas
poderosas fuera de su control, su intervención abre también un espacio para
examinar la proliferación y multiplicidad de discursos que pueden crear sujetos
capaces de resistir y reconstituir el poder de diversas formas. Aquí, el trabajo
de Judith Butler y otros teóricos queer sobre la performatividad del discurso
transmite algo de lo incompleto y abierto de los procesos de subjetivación.

BUTLER, LA PERFORMATIVIDAD ES LA “PRÁCTICA REITERATIVA por


medio de la que el discurso produce los efectos a los que da nombre” (1993: 2).
En Gender Trouble, Butler explora la performatividad de forma específica con
respecto al género. El género no es una característica estable del sujeto que
emana de una estructura binaria determinada por la biología o que está inscrita
en lo cultural. En cambio, la identidad de género se practica por medio de la
representación –performance– repetitiva de ciertos actos. El género debe ser
re-presentado continuamente con el fin de asegurar su fijeza aparente. Esta
noción de la representación iterativa como algo constitutivo de lo que se toma
por una realidad estable ofrece ideas interesantes acerca de las políticas del
conocimiento. Butler enfatiza sobre las diferencias inevitables entre los
performances, los deslices entre las iteraciones, lo que sugiere que las
identidades de género –o cualesquiera otras–, siempre son inacabadas y están
abiertas a la subversión. El concepto de performatividad abre un camino a
través de la, a veces, desconcertante falta de piso del proyecto
posestructuralista y apunta hacia las intervenciones comprometidas que retan
los sistemas de saber/poder hegemónicos trazados claramente por Foucault.
Lo que llama la atención de Butler son las aperturas por fuera del orden
heteronormativo establecido, a través de las que se ven emerger los sujetos
queer. Butler está comprometida con el proceso de desestabilizar las
categorías binarias de género que sirven de soporte a la heterosexualidad
obligatoria. Al enfatizar sobre las incertidumbres y discontinuidades inherentes
a los performances de género, saca a la luz las posibilidades que existen para
alterar e inventar dentro del proceso cultural de la creación del género. De esta
forma, abre un espacio para la capacidad de actuar (agency) y lo impredecible
en un modo de subjetivación que comúnmente se asume como un dato
biológico o cultural. Para Butler y otros teóricos que hemos discutido aquí, las
intervenciones estructurales no son una retirada hacia la teoría y una
desconexión del mundo, la política, la ética o el cambio social. Al contrario, el
posestructuralismo asigna un nuevo papel a la teoría, considerándola como
una intervención política.

El conocimiento posestructural da forma a la realidad en vez de reflejarla


pasivamente. La producción de nuevos saberes es una actividad que cambia el

213
mundo, reubicando otros saberes y validando nuevos sujetos, prácticas,
políticas e instituciones.

RECONOCER LA PERFORMATIVIDAD DEL DISCURSO ES RECONOCER


SU PODER, su habilidad para producir “los efectos a los que da nombre”
(Butler, 1993: 2). Sin embargo, el proceso de repetición mediante el cual el
discurso produce sus efectos se caracteriza por sus titubeos e interrupciones.
Los estudios geográficos recientes sobre los sujetos económicos resaltan esta
dimensión performativa del discurso. A diferencia del sujeto modernista racional
y coherente, el sujeto económico posestructuralista está sujeto de forma
incompleta. Su identidad siempre está en construcción y se compone
parcialmente mediante las prácticas diarias y discontinuas que dejan espacios
abiertos para la (re)invención y la perversión.

HASTA ESTE PUNTO, CON SU ÉNFASIS SOBRE EL PODER


CONSTRUCTIVO Y perturbador del discurso, la discusión sugiere que el
posestructuralismo alberga el potencial para ofrecer un nuevo modelo de
investigación en geografía. Si al conocimiento no se le asigna la tarea de
proveer un reflejo preciso de la realidad.

Guattari, F. (2015). Hacia una ecosofía. Y ¿Qué es la ecosofía?


Las configuraciones geopolíticas se modifican a gran velocidad mientras que
los universos de la tecno ciencia, de la biología, de la asistencia por ordenador,
de la telemática, de los medios de comunicación desestabilizan cada vez más
nuestras coordenadas mentales. Hablará de que la guerra, el cáncer, las
poluciones todo debería converger a movilizar los espíritus, las sensibilidades y
las voluntades. En lugar de eso aparece la realidad banalizante de los medios
de comunicación.

Hablará de la crisis ecológica, que remite a una crisis más general, de lo social,
de lo político y lo existencial. Se preguntara: ¿Cómo modificar las
mentalidades, como reinventar prácticas sociales para volver a dar a la
humanidad – si es que alguna vez lo tuvo- el sentido de las responsabilidades
respecto a su propia supervivencia, sino también del porvenir de toda la vida
sobre este planeta, de los animales, las plantas, de lo incorpóreo como la
música, el arte, el cine, la relación con lo incorpóreo, el amor y la compasión
por el prójimo, el sentimiento de fusión con el seno del cosmos?

Para esto no se puede excluir a los nuevos instrumentos informáticos. A partir


de emprendimientos fragmentarios, de iniciativas a veces precarias, comienzan
a buscarse agenciameintos de enunciación, otras formas de ver y hacer el
mundo deben abrirse.

214
Toda una ecología de lo virtual resulta aquí una ecosofía (oikos, casa, habitar,
biosfera, y Sofía, sabiduría y ciencia). No es una meditación trascendental,
renuncia de lo político. Implica una refundación de las praxis políticas.

Desde fines del SXVIII se viene construyendo un eje izquierda – derecha como
suerte de referencia natural. Asistimos al hundimiento generalizado del
movimiento comunista internacional, y las social democracias se han
constituido en liberalismos. Algunos ecologistas proclaman: ni izquierdas ni
derechas. ¿No será lo social mismo lo que está llamado a borrarse?

Las masas de los países del este se han levantado por el pan y por la libertad,
pero ante todo para vivir de otro modo y no necesariamente según los modelos
occidentales.

El fracaso del socialismo también es un fracaso del liberalismo: el CMI


(capitalismo mundial integrado) tiene como consecuencias devastaciones
ecológicas y segregaciones, no ha podido sacar a los países tercermundistas
de su condición.

Una toma de conciencia ecológica ampliada debería conducir a poner en tela


de juicio la ideología de la producción por la producción. Dos temáticas son
importantes en el porvenir de los años:

- La redefinición del estado, o de las funciones estatales que son


múltiples, heterogéneas y a menudo contradictorias.
- La recentralización de las actividades económicas sobre la producción
de la subjetividad.

La burocratización y el pasaje al totalitarismo de las maquinas del estado,


concierne no solo a los países del este, sino a las democracias occidentales y
los países del tercer mundo. El movimiento comunista se ha descreditado y
surgen los nacionalismos en sus peores condiciones subjetivas: odios raciales,
integrismos, etc.

Hoy en día la subjetividad individual y colectiva viven bajo la mediatización


mass- mediática, el desconocimiento de la diferencia y la alteridad, en el ámbito
humano tanto como en el registro cósmico.

Una ecosofía que articule el conjunto de las ecologías científica, política,


medioambiental, social, y mental está a la vez llamada a sustituir las viejas
ideologías que sectorizaban de forma abusiva lo social, lo privado y lo civil, y
que eran en el fondo incapaces de establecer conexiones transversales entre lo
político, ético y lo estético.

El arte hoy está en peligro de desmoronarse. El arte es importante en tanto


confiere una función de sentido y de alteridad al conjunto del mundo exterior.
Tiene como objetivo remodelar la subjetividad, tanto del artista como del otro.

215
Se trata de reificar una enunciación que tiene demasiada tendencia a ahogarse
en una serialidad identificatorios que la infantiliza y la aniquila.

La inmensa crisis que recorre el planeta, el desempleo, las devastaciones


ecológicas, el desorden de los modos de valoración fundados únicamente
sobre el beneficio o sobre el asistencialismo estatal, abren campo a otro
posicionamiento de las componentes estéticas. ¡No se trata solamente de
adornar el tiempo libre de los desempleados y de los “marginados” en als casas
de cultura!

Nuestras sociedades están entre la espada y la pared y deberían desarrollar


para la supervivencia la investigación, la innovación y la creación. Dimensiones
que implican una consideración de las técnicas de ruptura y sutura propiamente
estéticas. Un replanteamiento semejante concierne a todos los ámbitos
institucionales, por ej. ¿Cómo hacer de una clase una obra de arte?

El rechazo sistemático de la subjetividad en las universidades continua


reinando, en pos de una mítica objetividad científica.

En la época del estructuralismo el sujeto ha resultado metódicamente


expulsado de sus materias de expresión múltiples y heterogéneas. Es tiempo
hoy de reexaminar lo que constituye producciones maquinicas de imágenes, de
signos, de inteligencia artificial, etc. Como nuevo material de subjetividad.
¿Cómo agenciar los sonidos y las formas de tal modo que la subjetividad que
les adyace permanezca en movimiento, es decir realmente en vida?

¿Qué es la ecosofía?

Este apartado es una entrevista a Guattari.

La ecosofía es un término ecléctico, en primer lugar es una ciencia, la ciencia


de los ecosistemas de todo tipo. No tiene contornos bien diferenciados: toma
en cuenta ecosistemas sociales, familiares, urbanos, etc. Articula las tres
ecologías: social, medioambiental y mental. Concibo el objeto ecosófico como
articulado según cuatro dimensiones:

- La dimensión de flujos: siempre hay flujos, por la relación con los ortos,
son heterogéneos.
- La de maquina: ofrece una dimensión cibernética, autopoietica,
autopoiesis no solo en la vida sino en todos los sistemas: etnológicos,
sociales, etc.
- Valor: este objeto ecosofico no es solo autopoietico, sino también
portador de valores.

216
- Territorio existencial: finitud existencial, aquello que llama también
territorios existenciales, y que no es una entidad eterna sino que está
fundada en coordenadas de determinación extrínsecas, independientes.

Todos los objetos son de modelización: el concepto en su carácter creativo de


aglomeración de componentes heterogéneas y al mismo tiempo de unidades
autopoietica, es el objeto. El objeto eco sistémico es un objeto de meta-
modelización en el sentido que pretende englobar las diferentes
modelizaciones que nos son propuestas: de tipo marxista, animista, estético.

En mi espíritu no hay oposición entre las tres ecologías.

Cuando a alguien se lo reifica se lo quiere volver loco. Hablará de los delirios


de los enfermos mentales. Propone salir de las políticas consensuales, aceptar
la alteridad como otro, su diferencia a partir de este movimiento ético de
acogida del otro puede advenir algo.

Hablará de lo local: se trata de concebir prácticas de intervención social


comprendidas las políticas gubernamentales que sean coherentes con las
prácticas sociales en el territorio, con las prácticas de disenso, culturales y
estéticas, y desarrollar una política y medios, dispositivos que permitan este
carácter de disenso. Él no es hostil a un armazón político, incluso con líderes y
ministros. Que sean líderes políticos pero que no se conviertan el líder afectivo,
imaginarios.

Propone este término, ecosofía para mostrar la amplitud del problema de los
valores.

217
8-. Psicología Social como campo de conocimientos

Fernández, A. (2007). Haciendo met-odhos. (pp. 27- 37).

¿Cuál es la relación entre lo psíquico y lo social?, aquí se tratará de elucidar


los tránsitos de los universos de significaciones imaginarias sociales a las
singularidades de sentido, en la producción de subjetividad. Se trata de abrir
interrogantes en un campo de problemas de la subjetividad por lo que no se ha
trabajo en el marco de un dominio de objeto unidisciplinario.

Interrogar por el cómo y no por el quién no constituye un mero detalle, allí


reside uno de los ejes más fuertes del problema y una de las mayores
complejidades teóricas, que habilita a pensar desde una noción de subjetividad
que implique la indagación de sus procesos de producción más que de
sustancias, esencias o invariancias universales. ¿Cómo de un campo de
disponibilidaes de significancia- institucional-social-histórico- se produce, en
nuestro caso, en una actividad grupal, en un momento y no en otro, en alguien
y no en cualquiera, en algunos y no en todos una singularidad de sentido?

Pensar las cuestiones a indagar como campos de problemas atravesados por


múltiples inscripciones: deseantes, históricas, institucionales, políticas,
económicas, etc, implica un doble movimiento conceptual que abarca el trabajo
sobre las especificidades de las diferentes dimensiones involucradas y al
mismo tiempo su articulación con las múltiples inscripciones que las atraviesan.

Este modo de pensar intenta superar los reduccionismos necesarios a las


lógicas de objeto discreto que se delimitaron en los momentos fundacionales
de las ciencias humanas que territorializaron tales saberes en disciplinas
académico-profesionales para abrir los modos de indagación hacia criterios
multirreferenciales que den otra inscripción a la imbricación de lo individual y lo
colectivo en los procesos de producción de subjetividad. Retomando
cuestiones planteadas en las páginas precedentes, se trata de pensar en un
campo de problemas, este criterio de indagación supone desdisciplinar las
territorializaciones disciplinarias, para poder demarcar las cuestiones de otro
modo. Es la forma en que aquí se busca pensar por fuera de las antinomias
clásicas: individuo/sociedad, sujeto/objeto, estructura/acontecimiento, etc.

Desdisciplinar implica complejos procedimientos eludicatorios: desnaturalizar


los dominios de objetos instituidos sin por ello invalidar los conocimientos que
ellos han producido y producen.

218
Supone, a su vez, desconstruir las lógicas desde donde han operado sus
principios de ordenamiento, así como también generalogizar, o al menos
realizar algunos rasteos genealógicos que permitan interrogar los a priori desde
los que un campo de saberes y prácticas ha construido sus
conceptualizaciones. Desnaturalizar sus territorios, deconstruir sus lógicas y
generalogizar sus conceptos son los procedimientos de indagación para crear
condiciones de posibilidad que permitan construir programas que tiendan a
conexiones que desborden los dominios de objeto unidisciplinarios.

Pensar desde un campo de problemas se diferencia en este sentido de la idea


de objeto de conocimiento. Pensar problemáticamente es trabajar ya no desde
sistemas teóricos que operen como ejes centrales sino pensar puntos
relevantes, que operen permanentemente descentramientos y conexiones no
esperadas; el problema no es una pregunta a resolver sino que los problemas
persisten e insisten como singularidaes que se despiegan en el campo. Se trata
de pensar- entendiendo el pensamiento como un modo de experiencia,
sabiendo que en el camino no quiebre de sentido comunes disciplinarios
necesariamente se transitarán zonas borrosas tal vez imposibles de evitar si se
intenta eludir las comodidaes de lo ya sabido.

Atravesando las fronteras de los setnidos comunes de las territorializaciones


disciplinarias, intentando no recaer en los binarismos que han sido base de
sustancializaciones y esencialismos diversos.

Es necesario subrayar entonces que el pensamiento como mmodo de


experiencia supone pensar en el límite de lo que se sabe. Se trata del desafío
de hacer de una serie de preguntas un problema o, mejor dicho una
problemática en el sentido de un agrupamiento de problemas que se relacionan
al interior de un campo abierto. No se trataría tanto de una serie lineal de
problemas que, al estilo de las muñequitas rusas, estarían unos dentro de
otros, sino de problemas que en sus derivas e insistencias presentan puntos y
momentos de conexión y desconexión que enlazan y desenlazan. Demarcar o
delimitar un campo de problemas a partir de las múltiples cuestiones que en el
confluyen.

Programa- Deleuze, plantea que constituye por los puntos de orientación que
conducen una experimentación que desborda nuestra capacidad de previsión y
por tanto se modifican a medida que se implementan.

Indagación- termino foucaultiano aludiendo a una modalidad o forma


específica de construcción de un saber y a la gestión o ejercicio de adquirirlo y
transmitirlo. Interesa caminar en la heterogeneidad eludiendo el camino de la
constitución o comprobación de sistemas.

Deverauz, proponía hacer de la ansiedad método, se intentará aquí hacer de la


incomodidad concepto. Abrir interrogación, dar curso y no obturar la

219
incomodidad, de modo que lo invisible opere visibilidad, lo impensado se vuelva
enunciable. Se trata entonces de establecer una demora que instale las
condiciones de posibilidad de un pensar en un campo de problemas, que
habilita un pensar como experiencia de elucidación e indagación, desde un
criterio de problematización recursiva.

Tomar autores como herramientas o instrumentos para pensar. Esta propuesta


de indagación conceptual trabajará con un criterio de construcción de caja de
herramientas. Esta idea foucaltiana supone en principio dos cuestiones
básicas: La elaboración conceptual no tomará las teorías y/o los autores de los
que se nutra como sistemas que operen como fundamentos de verdad o
relatos totalizadores. Se trata de construir instrumentos para pensar problemas.
Su composición no puede realizarse más que gradualmente a partir de la
elucidación de situaciones específicas. Pensar problemáticamente implica
construir estratégias de pensamiento que eviten adhesiones u oposiciones a
los autores con los que se trabaja, en tal sentido supone interrogar dos
problemas que sus teorizaciones han hecho posibles. Problematizar es abrir a
la elucidación, elucidar en términos castoriadianos, como ya se dijo supone,
pensar lo que se hace y saber lo que se piensa. De aquí desde un principio se
ha planteado la tarea de pensar como elucidación, entendiéndola como una
labor propositiva, una exploración acerca de, inacabada, sujeta a revisiones y
ajustes provisorios, aunque no por eso menos rigurosos, se tratará de pensar
sobre lo hecho mientras se buscará conocer con mayor precisión eso que,
como hecho deberá ser deshecho, para entender su irradiada composición, un
trabajo elucidativo se nutre de diferentes procedimientos de indagación,
retomando lo señalado en páginas anteriores, los más frecuentes en el estilo
de trabajo que se ha conformado son: Las desnaturalizaciones de sentido
comunes discipinarios. Las deconstrucciones de las lógicas de la diferencia con
que opera un campo de saberes y prácticas. El rastreo genealógico de la
construcción de las nociones de los cuerpos teóricos con que se trabaja. A
priori epistémicos, urgencias sociohistóricas tensiones institucionales,
confluyen constituyendo las condiciones de posibilidad de un saber y de las
prácticas que habilita, se delimitan a sus áreas de visibilidad e invisibilidad, sus
principios de ordenamiento y sus formas de enunciabilidad.

Por todo lo dicho es necesario aquí el trabajo de pensamiento desde un criterio


de caja de herramientas, actúan produciendo los diagramas de un pensamiento
en construcción. En síntesis, la caja de herramientas permite: demostrar las
teorías evitando su cristalización en cuerpos de doctrinas. Abrir visibilidad y
consiguiente enunciabilidad, permitiendo nuevas teorizaciones. La caja de
herramientas, en nuestro caso incluye el diseño de dispositivos de intervención
grupales, institucionales, comunitarios, estos artificios entendidos como
máquinas de visibilidad crean condiciones de posibilidad para la indagación de
situación específicas. Pensar- hacer en situación para impedir la dogmatización

220
teórica y la esterilización de las prácticas. El resorte para ello es justamente la
caja de herramientas que habilita a pensar en situación. Así, la caja de
herramientas, dispositivos en acción, elucidación de experiencias y
reformulación conceptual permanente constituyen el circuito de
problematización recursiva que se ha considerado pertinente para el trabajo
emprendido.

No se trata aquí de una metodología que se define a priori, sino que a partir de
los problemas que necesita pensar se despiegan criterios y recaudos
metodológicos en situación que van gestando orgánicamente su propio estilo
de indagación. Así se abordarán los procedimientos por los cuales de un
magma de significaciones imaginarias sociales se produce un sentido; las
modalidades rizomáticas con que operan las lógicas colectivas de la
multiplicidad, las modalidades identitarias con que operan las lógicas de la
representación, las afectaciones diferenciales que se producen en ellas y los
juegos micropolíticos que despliegan, arriba finalmente a la elucidación de un
taller que pone en visibilidad algunas modalidades con las que operan los
cuerpos en las instancias colectivas y las consiguientes dificultades de
conceptualización que presentan.

Territorio, ámbito y campo. Maceiras y Bachino

Los tres están vinculados a posturas epistémicas. Tienen que ver con la
posibilidad de conocer y comprender lo que hay ahí, en la delimitación de un
recorte de realidad puesto a consideración. Tiene que ver con la naturaleza de
la relación entre quien pretende conocer y comprender y aquello que tiene por
destino ser comprendido o conocido.

Territorio- Es tributaria a una concepción epistemológica positivista propia de la


modernidad, la que erige a las disciplinas como organizadoras del
conocimiento, y en términos globales de una cosmovisión del mundo regida por
la primacía de la razón y el progreso permanente o linean. Por lo tanto, todo
acto de conocimiento que contemple a un objeto y un sujeto cognoscente se
concibe en “compartimentos”. La modernidad pone en énfasis la razón como
valor último, desplazando a la emoción del sujeto, la cual se percibe como
interferencia u obstáculo, ya que le quita estatuto científico a ese conocimiento.
El sujeto que intenta conocer se ubica separado del recorte de realidad que
define como su “objeto de estudio”. Objeto formal y abstracto que es medible,
reproducible, cuantificable, autónomo, no contradictorio, univoco y que se halla
desligado de un sujeto cognoscente, que a su vez tiene las características de
ser a-histórico, aséptico, trascendente y que en su interpretación de la realidad
buscará verdades última regidas por la obtención de una pretendida
221
objetividad. Se busca generar visibilidad y comprensión, a la vez que construir
estrategias de intervención desde un territorio disciplinario y disciplinante.
Teoría y técnica despliegan, en ese sentido, su mayor violencia simbólica, ya
que diagraman y construyen el objeto de estudio que tiene ante sí. La violencia
simbólica consiste en poner formas conocidas como convenientes y legítimas,
produciendo efectos territorizaliantes que no se presentan como tales al
percibirse como universales. El técnico investigador, interpreta y aplica
buscando formas de reencontrarse con un conjunto de certezas que empalmen
con el universo teórico disciplinario del cual partió. Lo que impera es la lógica
de la trascendencia, donde a partir del código propio del territorio teórico
disciplinario, se va a otorgar un sentido a lo que se entiende que acontece en
aquel lugar definido como recorte de realidad u objeto. Se interviene sobre un
recorte de realidad desde un referente teórico y que en el encuentro con el
referente empírico, produce un efecto de retorno sobre la teoría en dónde esta
se ratifica y rectifica.

Ámbito. La noción que se plantea Bleger es una categoría que, aunque por
momento remite al disciplinamiento propio del territorio, por otros, tiene la
capacidad de abrir el abanico a nuevas prácticas psicologías que muestran
atisbos rupturistas. Estos involucran una ampliación de los lugares de
intervención del psicólogo, al tiempo que promueven el desarrollo de nuevos
modelos conceptuales. Desde una perspectiva actual, lo entendemos como
una categoría bisagra, entre la noción ya referida de territorio y campo. Bleger
toma el concepto de Pichón-Riviere el cual dice que las ciencias del hombre
conciernen a un solo objeto único “el hombre-en-situación”, susceptible de un
abordaje pluridimensional. Se trata de una interciencia, con una metodología
interdisciplinaria, la cual permite un enriquecimiento de la comprensión del
objeto de conocimiento y una mutua realimentación de las técnicas de
aproximación al mismo”.

También es influenciado por las concepción de Atención primaria en Salud,


donde el hombre es entendido como un ser bio-psico-social y por lo tanto
compartimentado por distintas disciplinas en una lógica propia del territorio.
Bleger apunta a comprender al sujeto en el transcurrir de su vida cotidiana,
afirmando que es ahí donde es necesario intervenir para prevenir la aparición
de enfermedad o promover conductas más saludables. Manifiesta que es
necesario desarrollar nuevos instrumentos conceptuales y una concepción del
trabajo en equipos interdisciplinarios. Asocia la práctica con la investigación,
donde la primera ya no es solamente aplicación de técnica, la práctica es el
centro de la investigación, criticando al modelo médico tradicional alejado de la
investigación. Ámbito a veces aparece referido a lugar de trabajo entendido
empíricamente y es cuando lo vemos más cerca de la noción de territorio,
propio del paradigma positivista, ya que está posicionado desde una lógica del
objeto discreto, sin embargo establece la siguiente distinción: la psicología

222
social no se encuentra definida por el número de personas ni por el lugar donde
se trabaja, sino por el enfoque que se utiliza; esto lo aleja de la restricción
positivista explicada en territorio.

Campo

Esta noción nos siguiere que no estamos ante un objeto discreto. Nos ubica en
una concepción epistemológica de la complejidad, que implica una nueva
manera de pensar y pensarnos a nosotros mismos. Campo nos aleja del objeto
discreto, nos invita a posicionarnos desde una epistemología que contemple lo
transdisciplinario, que permita generar mayor visibilidad. Poniendo en
consideración el dualismo sujeto-objeto, ya no es sujeto cognoscente y objeto a
ser conocido, sino que todo lo contrario, el signo que los separa debería ser ( : )
y no ( - ), para así plantear el “sujeto:objeto”, donde la relación que se
establece es de indeterminación, la relación no está marcada y no sabemos
cual es. Las fronteras que separan ahora son difusas. La figura se ubica en el
lugar del objeto cognoscente no sería la del técnico, asentado en formaciones y
dominación y ejercicio de violencia simbólica, sino la del investigador, ya que
como vimos, no hay nada que aplicar, donde el sujeto cognoscente esta
desterritorizalizado pero que deviene en constructor de un campo de
conocimientos, mientras que le objeto deviene en campo de problemáticas a
formular.

En el campo no hay un lugar para lo teórico por un lado y lo práctico por otro,
sino que hay relaciones de indeterminación entre teoría y práctica
(teoría:práctica). La tarea positiva apunta al desdisciplinamineto de los cuerpos
disciplinarios, cuestión que implica incurrir en procedimientos complejos, los
cuales podríamos descomponer en tres grandes líneas:

1. Desnaturalizar los dominios del objeto instituido sin por ello invalidar los
conocimientos que ellos han producido y producen

2. De construir las lógicas desde donde han operado sus principios de


ordenamiento

3. Genealogizar o al menos realizar algunos rastreos genealógicos que


permiten interrogar los a priori desde los que un campo de saber y prácticas
han construido sus conceptualizaciones.

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