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Efectos de un pensamiento crítico en la práctica y la teoría

Silvia Bleichmar

Conferencia publicada en revista La Oreja, psicoanálisis y pensamiento critico,


Editado por la Facultad de Psicología, Universidad Nacional de Rosario,
Argentina, abril de 2001.

Sé que vienen de una jornada de trabajo intensa y deben estar cansados; de manera que
voy a tratar de exponer lo más acotado posible las ideas que les quiero transmitir para
que se pueda después realizar las preguntas tanto a mi como a Luis.
Recién miraba las consignas y me sentía movida a pensar que relación tienen las
consignas que nos enmarcan con los temas que pretendemos exponer: “Construyamos
una universidad crítica y transformadora”, “Precisar la teoría psicoanalítica en una
práctica situada”… Elegí la idea de la función de un pensamiento crítico para nuestra
práctica a partir de lo siguiente: ¿Qué quiere decir una Universidad crítica y
transformadora? O… ¿Qué quiere decir un pensamiento crítico? Quiere decir un
pensamiento que pueda ir demostrando la forma en que marcha, vale decir, un
pensamiento que de ninguna manera se limita a exponer conclusiones sino que vaya
mostrando el modo con el cual va produciendo los conocimientos que quiere desplegar.
Un pensamiento crítico es aquel que no da por supuesto que los enunciados que sostiene
son últimos y verdaderos, sino que están constantemente ante la posibilidad de ser
revisados de acuerdo a los interrogantes que a la práctica plantea. Esto no quiere decir
que los interrogantes surgen de los límites que tiene la teoría para dar cuenta de la
realidad; pero ni la realidad produce ideas ni la realidad produce enigmas: se puede estar
frente a la misma realidad, y sin formular una maldita pregunta nunca en la vida – como
lo demuestra la historia de este país y como lo demuestran también muchos de los textos
que leemos. Más todavía: el problema no es la formulación de preguntas sino la
precomposición de las preguntas.
De manera que voy a intentar posicionar la cuestión del pensamiento crítico en
términos, en principio, de diferenciar entre complejidad y complicación.
Hay textos de Freud y de los post-freudianos que no son complejos, son complicados –
más allá de que encierren complejidad – . Y son complicados porque a medida que se
avanza, a veces, se intenta rellenar el conjunto de contradicciones y aporías que la teoría
sostiene; y esto ya lo vemos en muchos de los textos freudianos. El concepto de pulsión
de muerte como tendencia al retorno a lo inorgánico, por ejemplo; no estamos acá ante
una idea compleja sino ante una idea complicada, ya que intenta dar cuenta de la
complejidad mediante una simplificación tautológica: ¿Qué es lo que hace que los seres
humanos tengan compulsión de repetición?, la pulsión de muerte, ¿Qué es la pulsión de
muerte? La tendencia al retorno a lo inorgánico que se expresa en la compulsión de
repetición. Como es un principio general de la vida orgánica, se llega al absurdo: la
pulsión de muerte la tienen los seres humanos, los neuróticos, los traumatizados, la
tienen los niños que juegan y la tienen las viejas que tejen. De manera que Uds. Se dan
cuenta que cuando una hipótesis se plantea en esos términos, más que compleja aparece
como complicada porque la complejidad es precisamente lo que da sentido de un
concepto, dar cuenta de la complejidad es lo que obliga constantemente a la
precomposición conceptual y a buscar una cierta economía explicativa. Resumiendo:
dar cuenta de la complejidad es poder ampliar el horizonte de comprensión y de
transformación del fenómeno a abordar. No hay ninguna razón para producir
relevamientos de conceptos si no fuera porque se pretende ampliar la posibilidad de
comprensión y de transformación.
Yo por eso soy bastante económica para introducir conceptos nuevos, quiero decir,
habiendo un repertorio de conceptos a trabajar en el psicoanálisis clásico, no veo por
que tengo que introducir nueva palabras para los mismos fenómenos y dar un aporte
más a la confusión reinante. Con lo cual trato, salvo cuando ya no me queda más
remedio, de sostenerme al interior de los conceptos acuñados y sí de hacerlos trabajar
para dar cuenta de la relación que se establece entre esos conceptos y el nexo que los
sostiene al interior de una teoría y su traslado. Por ejemplo, uno de los pocos conceptos
que yo he acuñado en estos años es el de narcisismo trasvasante; y esto surgió de una
necesidad. Se tendía a considerar al narcisismo materno como modelo de todo
narcisismo espectacular, cuando sabemos la diferencia que hay entre le narcisismo de
alguien que sólo puede amarse a si mismo y el narcisismo de alguien que puede
trasvasarse al otro, vale decir, amar al otro o más que sí mismo.
Hace poco tiempo, una paciente que tiene un marido poco recomendable – en mi
opinión – me traía la preocupación siguiente: ¿iba él a poder amarla como amó a otra
mujer? Y yo dije: mire el problema de su marido no es amarla a usted como amó a otra
mujer sino amarla a usted tanto como se ama a sí mismo, y esa es otra cuestión… -
apuntando yo con mi intervención a crear una apertura en esa modalidad histérica
dominante en ella de pensar que en realidad la otra tenia algo que ella no tenia, cuando
en realidad nadie tenía nada que no tuviera él. Modos más actuales, más cool, como
dicen los chicos, de interpretar lo mismo de siempre, pero en el cual se muestra la
fecundidad de haber diferenciado entre un narcisismo que se agota en el amor a sí
mismo y un narcisismo capaz de volcarse hacia el objeto amado.
Volvamos a esta preocupación respecto de un pensamiento crítico; porque es
indudable que la situación del psicoanálisis es una situación preocupante, y que el
psicoanálisis corre el riesgo de caer como cayó el socialismo real: no abatido por la
fuerza del enemigo sino implosionado por sus propias contradicciones internas. Y en
eso hay una enorme responsabilidad de los psicoanalistas, que somos todos nosotros, y
de todos los que quieran serlo junto a nosotros y quieran pensar estas cuestiones
respecto a no dejar que, junto con la caída del psicoanálisis se produzca la caída del
corpus de pensamiento más interesante que produjo la humanidad para dar algún tipo de
explicación a los fenómenos psíquicos y poder producir transformaciones al respecto.
Otra consigna que hay por ahí: “Porque la universidad no es una empresa ni el
conocimiento una mercancía”, y es cierto. Quiero decir con esto, que el problema del
conocimiento como mercancía es algo que ha circulado enormemente con relación a
nuestros propios conocimientos. A tal punto mercancía, que muchas veces no se sabe
para que sirva lo que se enseña, ya que lo único que se sabe al respecto es que se puede
vender. La cuestión de que el conocimiento no devenga pura mercancía no quiere decir
que no tenga valor de cambio quiere decir que los profesores tienen que ser pagos y en
la Universidad tendría que pagar de otro modo a quienes la sostienen intelectualmente;
pero al mismo tiempo lo que se enseña tiene que servir para algo, y cuando digo servir
algo no pienso solo en algo pragmático, de eficacia terapéutica, pienso en producir
modelos de pensamiento que pueda enfrenarse a las nuevas cuestiones que se están
planteando hoy en la Historia.
Vamos a establecer una primera distinción que considero necesaria para ordenar
nuestro tema: la diferencia entre producción de subjetividad y constitución del
psiquismo.
Se habla, Luis(1) habló también, de que patologías vemos…Por supuesto que todos
sabemos que las histéricas, o eran histéricas con ciertas características que nos hacen
suponer que no eran meramente neurosis histéricas. Y Luis hablaba de los analistas que
escribían hace 20 años sobre los pacientes de didáctico, pacientes aparentemente con
neurosis clásicas, pero lo que en realidad pasaba era que los pacientes ocultaban gran
parte de su patología porque estaban en análisis didáctico. Y es en razón de ello que los
analistas escribían sobre pacientes supuestamente sanos a los cuales hemos visto, 30
años después, reanalizándose, locos como cabras, porque en el análisis originario no
contaron toda la verdad ya que si la contaban corrían el riesgo de no entrar a
Seminario.
Entonces(2) escribían sobre cuentos del paciente y no sobre la realidad del paciente, no
es que los pacientes que llegaban al didáctico eran más sanos, eran locos como todos
nosotros nada más que ni se lo contaban al analista porque corrían el riesgo de sufrir
consecuencias institucionales, al estar en un análisis que tenia cierta finalidad. Es como
si uno va a una entrevista de trabajo: no anda contando todas sus miserias. En realidad
más que análisis didácticos eran pre – ocupacionales, digamos, en los cuales en lugar de
hacer análisis de sangre y orina y de ver como andaba la columna, se veía si le
funcionaban las defensas, como andaban las pulsiones, y qué estructura del Edipo tenía
el candidato. Pero bueno, eso se acabó, no sabemos si afortunadamente o
desdichadamente, no porque no exista el didáctico, sino porque ya no existe el empleo,
entonces todos podemos volver a tener análisis terapéutico, y analizarnos en serio y no
macanearle a los analistas porque de todos modos la institución ya no le da de comer a
nadie. Y además porque un día vino Lacan y dijo “los locos son los primeros, antes que
un sano sea analista pasará un camello por el ojo de una aguja”, y a partir de ese
momento todo cambio en la historia del Psicoanálisis.
Es indudable que algunos aspectos de la patología cambian, porque la patología es el
efecto de una transformación entre las modalidades de la defensa y las relaciones que se
articulan entre el yo y el inconciente. A partir de esto lo que no cambia es una
invariante: la motivación libidinal de la patología; pero indudablemente cambia el
destino de la pulsión, cambia el modo con el cual el yo se defiende del deseo a partir de
la cualificacion que el deseo tenga para el yo, lo cual hace que se generen nuevas
formas de patologías, no globalizadas, no universales. Insisto mucho en esto: en el sur
de Brasil sigo supervisando histerias charcotianas, mujeres que cuando otra mujer las
toca, o un hombre las mira, se les queda dura la pierna… en fin, esas cosas que pasaban
por acá en otro época, y que ahora rara vez encontramos, Ha cambiado,
indudablemente, la relación del yo con el deseo genital: todo es pensable, nadie reprime
del mismo modo una fantasía sexual que hace 100 años. Más aún, sabemos que hoy es
mucho más vergonzoso en ciertos sectores ser una mujer de 25 años virgen que haberse
acostado con el novio a los 18 años. La virginidad no es un atributo muy valorizado en
nuestra sociedad – podría preguntarle a cualquiera de los presentes si se casaría con una
virgen e imagino su cara de horror: eso significa llegar al matrimonio con una mujer que
no sólo no conoció otro hombre, sino con la cual no se sabe aun como se funciona en el
lecho, y sin lecho que funcione hoy dudamos de que haya lecho conyugal – al menos,
entre jóvenes honestos. Hoy no vemos conversaciones, prácticamente, en los grandes
centros urbanos pero vemos bulimias y anorexias, que no pueden ser considerados
trastornos alimenticios así como las conversiones de la pierna no eran trastornos de la
marcha. Lo cual nos lleva a una cuestión que se relaciona con el tema que estamos
abordando: el hecho de que el ordenamiento conceptual psicopatológico constituye un
modo de un recorte de la realidad que tiene que ver con la forma en que es pensada una
teoría. Y se entra en un juego que es a veces un tanto espurio, al tomar las categorías
definidas por otros campos, empíricos o del conocimiento, para moldar nuestros
conocimientos a modos diagnósticos que tienen muy poco que ver con lo que pensamos
realmente de la producción del fenómeno psíquico. Y entre otros, no puedo dejar de
referirme a ese famoso síndrome de desatención con hiperquinesis ( o sin
hiperquinesis), - ADD - , ese que padecen ahora todos los niños que no se quedan
quietitos en la escuela y en misa, que ha llevado a que este medicado el 30 % de los
chicos de Barrio Norte en Capital, por ejemplo, y que propicia que algunos niños digan
a esta altura: “hoy estoy loquito porque no me dieron la pastilla”, constituyendo una
imagen anudada al fármaco, del cual se supone dependeran toda su vida – circulando
del anti-hiperkinetico al antidepresivo cuando la vida los enfrente a la desocupación o el
desarraigo.
Al decir diferencia entre producción de subjetividad y constitución del psiquismo, me
refiero a lo siguiente: sin dudad hay cambios en la subjetividad pero eso no quiere decir
que cambien las condiciones de constitución psíquica. La producción de subjetividad
alude a los modos históricos, sociales, políticos con los que se producen sujetos
sociales. La producción de subjetividad es por ejemplo… supongamos en Esparta, la
producción de subjetividad tenia ciertas características. En los años `50 `60 en este país
había un modelo de producción de subjetividad que tenia que ver con un modelo de
sociedad, en el cual la escuela publica pretendía formar ciudadanos de un país con
ciertas homogeneidades, a tal punto que en la escuela que yo fui nos hacían llevar un
termo para enseñarnos a usar bien los cubiertos, porque se suponía que el país bárbaro,
producto de la inmigración o de las migraciones interiores, país gringo o criollo, debía
cultivarse y organizarse para poder vivir una vida diferente. Había en eso una profunda
esperanza en el futuro, y se nos enseñaba a comer “con modales” porque se suponía que
íbamos a comer toda la vida – ahora se les da a los niños en las escuelas estatales la
copa de leche y se los deja que la sorban y que se coman todo lo que encuentren porque
no se sabe cuándo van a volver a comer. Pero en mi época, en la escuela se enseñaba a
usar pañuelo, no porque no existían los “clenex”, sino porque nadie se limpiaba los
mocos con el puño. La maestra producía un tipo de subjetividad que estaba articulado
con un modelo de país, con un conjunto de propuestas para la vida civil de acuerdo a la
perspectiva histórica de formación de sujetos. Eso es producción de subjetividad.
Por eso los contenidos representacionales son históricos, en particular alrededor del yo
y del superyó. No me refiero a la existencia de estas instancias, que son indudablemente
de carácter universal en tanto modo de estructuración de la identidad y de la pautación
legal de los intercambios, sino a sus contenidos. A quien considera uno semejante…
Que considera uno homicidio… Alguien puede considerar que homicidio es toda muerte
intencional de un semejante, como ocurre con los objetores de conciencia en las guerras,
o alguien puede considerar que la humanidad no es sino el sector en el cual le toca
insertarse, de modo que negros, pobres, judíos, o lo que fuera, no son sus semejantes.
“La bomba de Hiroshima salvó los derechos humanos de Occidente”, decía el general
Alzogaray en una expresión grafica de su consideración de qué es humano y qué no…
Conocemos los enormes esfuerzos que hay que hacer para diferenciar las formas
diversas del crimen: ajusticiar, matar, asesinar, lo cual pone claramente de manifiesto el
modo con el cual la ideología define las acciones y sus relaciones con el deseo. Hay una
obra muy hermosa que hizo José Sacristán, llamada Las guerras de nuestros
antepasados donde él hace un personaje que está preso por haber matado a otro hombre,
y alguien le dice; ¿no pudiste esperar a que se levante la veda?, ¿A que venga la
guerra?... ¿Cómo se te ocurre matar cuando hay veda?...
Es indudablemente la producción de subjetividad cambia históricamente. Pero no es
que cambia para siempre; no cambia para siempre, cambia por épocas. Cambia, va,
viene, lo único que esta a punto de producir algo absolutamente diferente e irreversible
es el estallido de la contigüidad biológica y la posibilidad de nuevas formas
reproductivas. En ese sentido es maravilloso que este país que guarda en su interior
fuerzas anacrónicas insospechadas, haya salido a manifestar contra los anticonceptivos,
no ya contra el aborto, contra que se den anticonceptivos a los pobres en los hospitales;
porque de hecho, si consideramos la vida humana desde las partículas mismas que la
producen cada fornicación que no engendra puede ser considerada como un
genocidio…
Lo que cambia es entonces la forma con la cual se van organizando las relaciones con
el deseo. Pero en este momento, una de las cosas que está al borde del cambio
importante, es el hecho de que cada vez más se va produciendo la posibilidad de que
cambien las formas de engendramiento. Y esto plantea algo absolutamente inédito en la
historia de la humanidad. La adopción ya existía en la época de los romanos… es más,
los romanos adoptaban en razón de que era hijo el que adoptaban, lo hubieran o no
engendrado biológicamente, porque aún con el hijo biológico había que establecer un
acto simbólico de aceptación por parte del padre, para que la familia lo retuviera y no lo
dejara abandonado a su suerte. Ustedes deben saber esto, porque estamos en la
universidad y son cultos (risas). Pero la posibilidad de que dos mujeres en pareja
decidan tener un hijo es absolutamente inédita en la historia de la humanidad; y el hecho
de que en algún momento se puedan enfocar formas de reproducción en la cuales ni
siquiera el hijo sea cargado en el vientre de la madre sino que pase a estar en un medio
neutro, o que sea producido a partir de la clonación de una célula de modo que el vientre
que lo porta no es sino un receptáculo como cualquier otro, va a alterar totalmente las
relaciones entre los seres humanos.
A partir de esto, se nos plantea algo absolutamente insoslayable: ¿Qué hacemos con
nuestro famoso Edipo? ¿Qué hacemos con la mamá, el papá, qué hacemos con esta
historia que en su cosificación tiende a devenir ideología que captura, más que real
constitutivo sobre el cual opera? Y sin embargo, y más allá de la forma histórica con la
cual se definen los modos de concreción del deseo, hay algo que el psicoanálisis ha
marcado y que es absolutamente irreversible: el estallido entre sexualidad y
engendramiento – ya que el ser humano es la única especie que ha podido fracturar la
relación entre deseo sexual y reproducción- la única razón para que se quiera tener
hijos, no para la reproducción de órganos, no para usarlos de obreros, no para mandarlos
a la guerra…, sino de tener hijos para renegar, para quererlos, para franelearlos, o ,
como acostumbro a decir: para no morir de amor propio, ya que en realidad tenemos
que hacer algo con nuestro amor; y entonces tenemos hijos que, desde el punto de vista
del valor de cambio no sirven para nada (salvo que uno los tenga para venderlos, pero la
mayoría de la gente no los tiene para eso), y que desde el punto de vista del valor de uso
tampoco sirven para nada, y que tienen solamente lo que yo he llamado en algún
momento valor de ofelimidad, vale decir, valor de ser deseados, para tomar el termino
de Pareto… y bien, este deseo de hijo que no tiene nada que ver con el coito, no cambia
históricamente salvo en las formas de su consecución. Y las múltiples piruetas que hace
la humanidad para reproducirse o procrear rompiendo los marcos tradicionales, sólo
justifica y pone de relieve la justeza del estallido, que el psicoanálisis planteo de
entrada, entre procreación y sexualidad.
Hace unos años le interpreté a una niña – sensación de idiotez de la que no me repuse
fácilmente…-, le interpreté que ella tal vez no quería ir a la escuela porque mamá y
papá se quedaban en la casa, y tal vez ella tenía miedo de que pudieran excluirla de
ciertas situaciones en las cuales podían pasarla muy bien; y me contestó: “!Nooo!... Si
mamá y papá hacen el amor a la noche” (risas) Segunda interpretación en la quedé
como idiota, interpretación en la cual uno le dije a un niño que despertaba de noche e
iba a la cama de los padres, que tenia miedo de que le hicieran un hermanito… y me
contestó: ¡Noo!, si mamá toma pastillas (risas). Tercera situación planteada hace unos
meses con una paciente de siete años muy inteligente, que tiene un hermanito varón, y a
la cual le pregunté si sabía porqué los varones tenían pene – pensando en la teoría
sexual infantil - , y ella me respondió con su propia teoría sexual infantil: “Porque el
espermatozoide es largo y finito, y necesita un conducto por el cual desplazarse y llegar
al óvulo que es redondo y esta al fondo de la vulva (risas). De manera que lo que hizo
fue arrasar en un minuto tres o cuatro teorías sexuales infantiles del psicoanálisis, pero
no lo que Laplanche llama teoría a diferencia de los mitos del psicoanálisis. No se
sostiene ya la teoría de las niñas de principios del siglo XX, que a los 7 años – edad de
mi paciente – creían que a las mujeres les cortaban el pene, o no se los habían dado…
Y esas teorías de los pacientes, devenidas teorías psicoanalíticas, constituyen hoy
“mitos” del psicoanálisis. Pero sí se sostiene el descubrimiento del psicoanálisis
respecto a la necesidad de los niños de teorizar acerca de la diferencia sexual anatómica,
y la teoría que ofrece mi paciente es una teoría sexual infantil como cualquier otra, pero
que se recubre de visos científicos de actualidad, porque no es verdad que el pene es
largo y finito para tener el espermatozoide que son largos y finitos adentro… y además
hay penes gordos y chiquitos (risas y aplausos). Todo esto para marcar la necesidad de
revisar y separar los elementos históricos producto del hecho de que inevitablemente el
psicoanálisis no puede construir conceptos sino enmarañado en los modos de
producción de subjetividad del tiempo en el que piensa sus teorías.
Luis se refirió a la consulta de los homosexuales ¿consultan o no consultan? Sí
consultan, pero están muy enojados con el psicoanálisis, o al menos con su versión
dominante en nuestro país, porque cuando no ha pretendido transformarlos en
heterosexuales los ha categorizado como perversos, lo cual es absolutamente
insostenible desde el punto de vista no solo ético sino también teórico. Y por supuesto
que las consultas de los homosexuales de hoy no porque consideren su homosexualidad
como enfermedad y busquen que se los transforme en heterosexuales; son para resolver
sus problemas de pareja, sus problemas laborales, para entender qué les pasa con su
sexualidad, qué les pasa con el conocimiento, consultan por las cuestiones que, desde
siempre, han propiciado la consulta en todos los eres humanos, homosexuales o
heterosexuales… Y por otra parte muchas personas homosexuales sienten que no
quieren juntarse cono los analistas porque lo han estigmatizado gravemente a partir del
modo con el cual la teoría de la castración ha estado en el eje ideológico del
pensamiento del psicoanálisis de los últimos treinta años, legislando qué quiere decir
reconocer la alteridad, y bajo qué circunstancias se define la perversión. Esto no quiere
decir que no haya diferencias entre los países; el nuestro es un país que ha sido
profundamente homofóbico, y las sociedades psicoanalíticas oficiales no aceptan – o al
menos no aceptaban hasta hace muy poco tiempo – en la Argentina, homosexuales…
que digan que lo son… Es como el ejercito, no acepta, los curas, no aceptan, lo cual
obliga a sus miembros homosexuales a permanecer en el closet, como se dice, a
mantenerlo oculto. Y en ese sentido, pensando en las sociedades psicoanalíticas, ¿Quién
siendo homosexual va a querer entrar en una institución que le plantea que silencie el
hecho de ser homosexual, cuando se trata de una institución que se caracteriza,
precisamente, por la prosecución de la verdad y la confrontación de cada uno de sus
miembros al reconocimiento de su deseo inconciente? Mientras que en EE.UU., por
ejemplo, o en otros países hay reuniones de analistas homosexuales (y aún la Argentina
hubo un primer encuentro de terapeutas homosexuales, a la que fueron muy pocos
analistas, algunos lacanianos, que entre paréntesis, yo no sé cómo hacen, francamente,
para ser lacanianos y justificar el modo con el cual el falocentrismo lacaniano se
posiciona ante la homosexualidad; pero no importa, hay de todo… así como hay judíos
peronistas, hay de todo en el mundo) (risas).
Bueno, volvamos entonces a la cuestión de la refutación de enunciados, para señalar
que obligan a un doble trabajo en el interior de una practica situada. Por una parte es
necesario ubicar la función que cumple cada uno de ellos en el interior de la obra
freudiana, en el orden de complejidad que pretenden resolver. He dado ya, al respecto,
múltiples ejemplos en este mismo recinto; por ejemplo, la teoría filogenética, obsoleto
ya el lamarckismo en la época en que Freud se apoya en él, y sin embargo necesaria
para reintroducir una teoría histórica por la ventana, en el momento en que Freud está en
un momento de endogenismo muy marcado, habiendo dejado prácticamente de lado la
teoría traumática y posicionando a la representación como de origen puramente
intrapsíquico, efecto de delegación, presencia del representante representativo de lo
pulsional o fantasma universal existente desde los comienzos mismos de la vida. Por
eso, la intención de dar un origen filogenético que traslade a la experiencia de la especie
el surgimiento de los fantasmas originarios, es un intento de reequilibramiento, pero que
introduce una compilación mayor dado que no revisa la aporía que intenta resolver. Es
un ejemplo más de la aparición de ciertos conceptos que intentan un reequilibramiento
interno de la obra sin que necesariamente sean las soluciones adecuadas, porque los
problemas vienen mal planteados desde antes. Es entonces necesario, en muchos casos,
dar vuelta el problema desprendiéndose del lastre que acarrea una formulación
inadecuada que lo precede.
Por mi parte considero que no es un problema menor, cuando se realizan estos
movimientos, establecer la recomposición conceptual con mucho cuidado, viendo qué
dosis de verdad encierran las propuestas freudianas sobre las cuales estamos trabajando,
no sólo por respeto a la obra de origen sino también para establecer cortes apresurados,
mutilaciones de miembros que luego retornan de manera siniestra en teorías que son
engendros deteriorados de los restos que quedaron. Es por ello que debemos ver cómo
podrían ser rearticulados, en el corpus de la obra, las dosis de verdad y descubrimiento
que encierran muchos enunciados que chirrían.
Tomemos por ejemplo el famoso complejo de Edipo, y la relación que hay entre éste y
toda esta situación novedosa de un estallido de las formas reproductivas habituales. Con
esta transformación científico-técnica, con la posibilidad de modos inéditos hasta ahora
de engendramiento, cayo el último argumento moral contra la homosexualidad, ya no
hay ninguna razón para que la gente siga pensando que es mejor ser heterosexual: si
hasta ahora el argumento básico para plantearse contra la homosexualidad fue que la
humanidad, para permanecer, para sobrevivir como especie, necesitaba hombres y
mujeres que se ensamblen y reproduzcan, pero si eso cae, se acabó el ultimo argumento
moral.
Sin embargo, lo que no varía, y sin duda fue el psicoanálisis quien lo descubrió, es el
carácter deseante, narcisístico, amoroso, de tener hijos, y ello más allá de la pareja, e
incluso más allá del sexo de quien está habitado por ese deseo. Y también se conserva
algo fundamental: la asimetría constitutiva entre el adulto y el niño; asimetría no sólo
del saber sino del poder. Esta asimetría entre el adulto y el niño hace que ya haya que
dar vuelta el famoso Edipo; porque si ustedes leen el Edipo tal como lo contó Freud y
no como lo dicen los lacanianos que Freud lo contó, no es un Edipo que vaya de la
estructura al niño, es un Edipo que va del sujeto a los padres – así está descripto en “El
yo y el ello”. Para Freud, el cuento de Edipo empieza en cada niño, surge de la
evolución misma del niño, y es siempre, en primer termino, del niño hacia el adulto. En
la teoría clásica el niño es el gran seductor, e incluso el que “inventa” o se “inventa”
teorías de seducción del adulto. Y esto en particular porque el Edipo complejo es
considerado como un momento de reorganización endógena del proceso pulsional,
como un momento evolutivo.
Y bien, si ustedes siguen el movimiento de este Edipo, en primer lugar hay que hacer
con él lo que hizo Lacan: darlo vuelta y proponer que esta corriente deseante que circula
entre el niño y el adulto no es originaria del niño, sino algo que proviene del otro, y
retorna luego desde el sujeto mismo. Pero, a diferencia de Lacan, propondremos que el
otro no es otro función, simplemente otro madre narcisista, otro padre ley; es otro
provisto de inconciente, de modo que es otro provisto de sexualidad que constantemente
produce una operatoria sobre el cuerpo del niño, una operatoria pulsante y seductora. A
partir de lo cual la prohibición toma un carácter que implica matices distintos. Ya no se
trata del “no te acostaras con tu madre”, ni tampoco “no mataras a tu padre”, porque
podemos quedar girando en falso, cuando no sabemos qué o quién es el padre, o la
madre no es quien tuvo el producto biológico en su seno, o más aún, se trata de dos
mujeres o dos hombres, o de un hombre o una mujer solos, lo que constituye el entorno
humanizante del niño.
La prohibición edifica debe ser entonces redefinida, de modo universal, como la
interdicción del intercambio sexual intergeneracional, y de ello a partir de que el
complejo de Edipo es la respuesta deseante que ofrece el niño a las acciones
sexualizantes del adulto, en su relación con el adulto sexuado. En este sentido el niño
no es sólo seducido, sino implantado sexualmente por las acciones que realiza el adulto
a partir de los cuidados precoces que brinda a su cuerpo. Redefiniremos entonces, a
partir de esto, a la prohibición edípica como la interceptación que toda cultura realiza
de la apropiación del cuerpo del niño como lugar de goce del adulto.

Esto no anula, por supuesto, el modo manifiesto con el cual el Edipo complejo
emerge a partir de la posición deseante del niño respecto al adulto, y en particular a
aquellos que lo tienen a su ciudado: madre, padre. Es lo que Freud vio y a partir de lo
cual teorizó; es también lo que vemos en nuestra clínica, pero ello no significa, sin
embargo, este hecho manifiesto de cuenta de todo el campo que lo constituye como
movimiento deseante. Porque este deseo que el niño manifiesta le viene invertido,
metabolitamente invertido, y que no surgió de la nada, no surgió de la endogeneidad
del niño, este niño que desea requiere una protección y es la cultura quien la realiza no
solo prohibiéndole a él el ejercicio de este deseo, sino acotando, y esto es lo
fundamental, la apropiación gozosa del cuerpo del niño por parte del adulto.
Esto es la prohibición del Edipo, en esto radica la prohibición del incesto. No se trata
de que nadie se puede casar con la mamá y el papá… Hace años leía un chiste que
contaba el caso de una señora que le preguntaba a alguien qué hacer con su marido que
corría a todas las mujeres, y el otro le contestó: bueno, mi perro sigue todos los coches,
y si tuviera uno no tendría cómo manejarlo (risas)… No está destinado a los maridos
presentes, es sólo un chiste que me pareció muy gracioso; lo traje a cuento porque en el
caso del niño, aunque se casara con la mamá o el papá, sólo podría ser pasivamente
usado sexualmente por el adulto. Ningún niño podría hacerle un hijito a la madre,
ninguna niña podría tener un hijito con el padre, es más, sería gravemente lesionada o
incluso moriría en el intento de desfloración del adulto. De modo que lo que estoy
diciendo es que el Edipo no es solamente la prohibición hacia el niño de que él no puede
realizar ciertas acciones, si bien es en la inscripción subjetiva de esta prohibición que se
instala el superyó, más allá de que el niño tiene una imposibilidad estructural para
realizar ciertas acciones, lo cual nos lleva a ubicar las cosas en el lugar preciso.
El concepto de Edipo es central para abordar la cuestión de aquello que pauta la
interdicción del intercambio sexual intergeneracional, y si lo despojamos de sus
aspectos hoy un tanto pueriles, que remiten a la novela familiar psicoanalítica: la mamá,
el papá y el hijito. Hay Edipo a partir de que está posibilidad, en cualquier ser humano,
de relacion amorosa prematuramente sexualizada en razón de la asimetría simbólica y
sexual que se ejerce en los comienzos de la vida entre el niño y el adulto. A partir de
esto se acabó esa discusión pueril respecto a si la madre es biológica, si Woody Allen
comete incesto con la chinita o no, porque en realidad no es la hija…sí es… no es… No
importa, no voy a hacer una evaluación moral, me parece una tontería; pero quiero
decir con esto que la discusión respecto a si es lo biológico o no es lo biológico, es
totalmente secundaria. Más allá del enigma presente en todo ser humano por el cuerpo
de origen, de proveniencia, por el fantasma aterrorizante y atractivo de haber estado en
el interior de otra persona, lo que está en juego, lo que le da su dimensión erótica al
enigma, es precisamente la asimetría generacional, y la función de la sexualidad del
adulto.
Tercera cuestión con relacion a esto: la imposibilidad de seguir sosteniendo, en esta
interceptación terciaria del goce que acabo de plantear, el recubrimiento ideológico del
siglo pasado con el cual Lacan intentó definir algo que en la cultura de su época fue
denominado “metáfora paterna” o “nombre del padre”. ¿A quien se le puede ocurrir hoy
seguir empleando estos términos, que son la marca de la producción de subjetividad en
el interior de la sociedad patriarcal, el modo especifico con el cual cierta formación
histórica acuñó dentro de las relaciones sociales existentes, dentro de su modo de
concebir y regular la reproducción y los intercambios amorosos la formula de
interceptación del goce apropiatorio del cuerpo del niño por parte del adulto? Pero esa
sociedad no constituye, ni mucho menos “El fin del historia”. Por eso es imposible
seguir hablando del padre sin sonrojarse, porque los psicoanalistas corremos el riesgo de
ser impresentables en el mundo contemporáneo, y no de ser impresentables porque nos
quedamos cuatro pasos atrás.
En razón de todo esto es que tenemos que defender a ultranza el modelo de base que
nos ofrece el concepto de Edipo a partir de Freud, que entre otras cuestiones que pone
de relieve tiene la virtud de desmantelar la profunda mitificación sobre la infancia y
sobre las relaciones supuestamente “asexuadas” que circulan entre adultos y niños, pero
marcando claramente que la función terciaria tiene que ser totalmente desanudada de las
formulas canónicas del siglo pasado, para hacerlo circular en toda su potencialidad y
entrar con dignidad en el siglo XXI.
Otra cuestión que nos interesa tiene que ver con lo que dije hace un momento respecto
a lo que se llama nuevos modos de estructuración de la patología, o lo que con cierta
ligereza y un afán de generalización excesivo se llama “nuevas patologías”.
Ustedes saben que cuando uno produce algo, en general el autor es mononeuronal,
tiene una idea cada veinte años…bueno, Freud tuvo muchas, pero en general los
psicoanalistas posfreudianos han tenido una o dos ideas alrededor de la cual van
pivoteando su obra. Por mi parte tuve hace veinte años unas ideas que creo es bastante
feliz, ya que permite poner en concordancia el método con el objeto, que es la idea de la
represión originaria. Me interesa a partir de ello definir qué posibilidad ha ye aplicación
del método con el objeto, que es la idea de la represión originaria. Me interesa a partir
de ello definir qué posibilidad hay de aplicación del método, y a partir del
funcionamiento de la tópica, he definido la posibilidad de instrumentación del método
por el posicionamiento del síntoma respecto a la barrera de la represión. Coincido
totalmente con lo dicho por Luis Hornstein respecto a la existencia de dominancias
estructurales en el psiquismo, pero quisiera agregar que en la medida en que las
dominancias estructurales juegan en un cierto corte en el momento de la consulta, uno
define la operatoria a realizar a partir del modo con el cual la estructura se presenta.
Quiero decir con esto que si la represión no esta constituida en ese momento, se debe
operar para ver cómo terminar de articular el funcionamiento del aparato, y si el
conflicto no es intrapsíquico, habrá que ver de qué manera resubjetivar las relaciones de
conflicto. Es necesario tener en cuenta desde ciertos parámetros, qué perspectivas desde
la estructura se ofrecen – aunque esto no esté dado de una vez y para siempre, pero sí a
partir de los modos con los cuales el psiquismo está funcionando, y esta listos además
para que haya desarticulaciones posibles dadas por el mismo análisis o por los
traumatismos de la vida. Esto respecto a la represión originaria y sus consecuencias para
pensar los modelos psíquicos.
En los últimos tiempos, apoyándome sobre todo en algunas teorizaciones de Freud
(Del “Proyecto de psicología” y de “Más allá del principio de placer”), he retrabajado
fundamentalmente sobre la diversidad de las formas de simbolización del psiquismo, y
uno de los elementos centrales que me he planteado es el siguiente: el descubrimiento
del psicoanálisis, radicalmente novedoso en la historia de la humanidad, es haber
planteado la posibilidad de que exista un pensamiento sin sujeto, el hecho de que el
pensamiento antecede a la existencia del sujeto psíquico. Revisen ustedes las diversas
posiciones de Freud a lo largo de la obra, se pueden discutir, se pueden confrontar; pero
hay algo que permanece: tanto si toman el concepto de vivencia de satisfacción, de
representante representativo pulsional, de fantasmas originarios… En toda la
representación antecede al sujeto.
Estamos ante una idea extraordinaria del freudismo, porque toda la vida es un intento
de apropiación de esas representaciones que a uno llegan a la cabeza. Desde el modelo
de las histéricas, con el concepto reminiscencia, que es eminentemente un fragmento
vivencial recortado de los nexos históricos que lo constituirían en recuerdo – porque en
ultima instancia la reminiscencia no es un recuerdo, es un fragmento que avanza y se le
impone al psiquismo -, hasta el sujeto que dice “hoy tuve una idea rara”, “soñé un sueño
extraño”, “se me pasó algo horrible por la cabeza”, “no sé cómo se me ocurren estas
cosas”, lo que está planteando el psicoanálisis no es que el inconciente es otro sujeto o
es un modo de funcionamiento subjetivo, el inconciente es el efecto de esta
antecedencia del pensamiento sobre el sujeto que en los comienzos de la vida es
presubjetivo, y después se convierte en parasubjetivo, vale decir, el lugar donde no hay
sujeto; y todo el análisis consiste precisamente en permitirle al sujeto dar cuenta y
posicionarse frente a estos aspectos que considera como ajenos a sí mismo, en una
dialéctica muy compleja en la cual se le dice que le pertenecen pero al mismo tiempo
proponerle que los analice como si fuesen ajenos. Estamos ante un movimiento
extraordinario en el análisis, al proponerle a alguien que aquello que lo atormenta son
ideas que pertenecen a una parte de sí mismo, y al mismo tiempo mostrarle como esas
ideas que pertenecen a una parte de sí mismo son ideas que él mismo no ha pensado
nunca pero que se le imponen.
Y este es uno de los descubrimientos más difíciles de tolerar por los analistas mismos,
y se refleja en su práctica cuando se insta al paciente en el análisis a concebir la idea de
que su inconciente es otro que lo domina, u otro que actúa, pero otro con características
subjetivas, como una suerte de otro yo. Un ejemplo elemental, a un paciente que fuma:
“usted se quiere matar”; “no– dice –yo quiero fumar”. A un gordo colesteroloso que
come milanesas: “usted se quiere suicidar”; “no, yo quiero sólo quiero comerme una
napolitana, nunca me quise suicidar”, y tiene razón, porque la pulsión no es otro con la
cabeza en el inconciente; en ese sentido Lacan tiene razón, cuando planteaba el carácter
acéfalo de la pulsión, y el problema es restituirle al sujeto la cabeza para que pueda
domeñar su inconciente, y no proponerle a la pulsión una cabeza. Esta cuestión de que
en los comienzos de la vida existe un pensamiento sin sujeto nos lleva a pensar en el
movimiento constitutivo del aparato psíquico. Porque se trata de un pensamiento, de
unas representaciones, que tienen que encontrar un destino, sea de ligazón o de
descarga; lo que ocurre es que la descarga, una vez que las representaciones se
inscriben, es absolutamente imposible, con lo cual nos encontramos ante esa fuerza
ciega que lleva a insistir una y toda vez de modo displacentero, y que el psicoanálisis
ha acuñado bajo el famoso concepto de compulsión de repetición. Esto está en la raíz
misma del hecho de que las representaciones pueden quedar libradas a la posibilidad de
ser activadas y producen pasajes a la motricidad.
Conocemos el severo problema que se nos planea actualmente con el famoso síndrome
de desatención, que cubre los cuadros más variados: desde niños deprimidos que no
pueden conectarse con el estudio, hasta patologías narcisistas como las que tienen bajos
intercambios con el exterior para conservar el precario equilibrio que han estructurado-
que no pueden adquirir nuevos conocimientos que los desorganicen, hasta que no tienen
constituido ciertos valores del ideal del yo respecto al estudio y ello impone fallas en su
manera de posicionarse ante la legalidad. Y bien, una de las cuestiones a separar son los
aspectos ideológicos con los cuales la sociedad pretende mantener quieto, aprisionados,
a los niños, a partir de las exigencias de un nuevo taylorismo en el cual en la cadena de
montaje escolar están obligados a cumplir jornadas laborales extensísimas con
anulación de toda posibilidad de vagabundeo creativo – muy similar a las formas que
toma la vida de los adultos actuales, que hasta el ocio tienen reglado con el deporte en
los casos en los cuales aún es posible la planificación del descanso -. Separar, digo,
estos aspectos ideológicos en los cuales se pone en evidencia la derrota de ciertas
propuestas educativas, de aquellos riesgos serios de fracaso de la simbolización que
pueden manifestarse a través de dificultades escolares sean de concentración sean de
asimilación.
Conocemos, por otra parte, el modo cargado de consecuencias de todo tipo con el cual
hoy la sociedad produce un nuevo gulag con los niños, vale decir, un cercenamiento de
toda posibilidad creativa y un silenciamiento de los síntomas. No sólo con los niños, por
otra parte, sino también, ¡un siglo después! Con las histéricas, con las cuales se realizan
tratamientos contra la bulimia y la anorexia que tiene el salvajismo y la crueldad de lo
que se hacia con las histéricas conversivas del siglo XIX a las cuales se les aplicaba
inyecciones de parafina en los pies y se les hacían padecer retorcimientos de pezones
para comprobar si podían retornar de sus desmayos sin dificultad. Hoy los tratamientos
con heladeras encadenadas y embudos para embucharles comida a las jóvenes no son de
una crueldad y de una ignorancia menor. En el caso de los niños, tenemos también la
medicación liquidando toda posibilidad de – como diría Winnicott-gesto espontáneo; el
menor gesto espontáneo es anulado mediante la medicación, en una lucha despareja
entre la población pensante y los laboratorios. Como dura tan poco el supuesto éxito
para calmarlos, ya estamos recibiendo, a cinco años de implementación, los primeros
fracasos; pero ellos no sin que se hayan perdido años valiosos y en muchos casos se
hayan pagado un precio que implica un desmedro de las posibilidades simbólicas de ese
periodo.
Porque el problema está en los niños gravemente perturbados que tienen un déficit en
la organización de la tópica psíquica, que son en este momento diagnosticados como
ADD y dentro de quince años se los medicará con Litio, ya que se trata de modos del
funcionamiento psíquico gravemente alterado que desembocan, en muchos casos, en
patologías graves de la adultez: del diagnostico de ADD con hiperquinesis infantil, a la
“bipolaridad” de la primera juventud, estamos ante una continuidad que distorsiona el
modo estructural de constituirse la patología psíquica y no genera las posibilidades de
intervenir precozmente de una manera eficaz de transformación de la estructura de base
con vistas a producir lo que he denominado un movimiento de neogénesis que genere
nuevas vías de funcionamiento.
Pero desde el punto de vista del psicoanálisis mismo, lo mas gravoso de todo esto la
proclividad con la cual en los últimos tiempos muchos analistas han tomado a cargo la
definición propuesta desde otras perspectivas para dar una explicación a cuadros
producidos por un recorte arbitrario de la realidad desde otros esquemas referenciales.
Por supuesto que debemos aportar nuestra perspectiva a los trastornos actuales de
bulimia y anorexia, pero no debemos reemplazar la explicación causal, estructural del
conflicto, y tirar por la borda toda la sicopatología psicoanalítica son someter a revisión
la causalidad que los produce. Porque toda perspectiva epistémica implica no sólo la
explicación de un cuadro, sino su articulación en un conjunto de coordenadas que
intentan un ordenamiento de la realidad y proponen un modo de transformación –
transformación que en este caso se llama “cura”-.
Es acá donde se nos plantea el problema de la implosión interna del psicoanálisis. Un
psicoanálisis biologísta, atravesado por la imposibilidad de transformación, no puede
enfrentar los paradigmas biologístas con los que avanza en este momento un sector muy
importante de la psiquiatría y la neurología. ¿Qué diferencia hay entre pensar que aún
un cuadro severo el problema está en la neurotransmisión, a proponer que su origen se
debe a la pulsion de muerte? Ambas posiciones están atravesadas por un supuesto
paralizante: sea de una biología mítica – en el caso del psicoanálisis – sea de una
biología incierta – para el embate neurobiológico actual. Porque uno de los problemas
que tenemos con estas entidades es que o no están absolutamente demostradas, o su
demostración es falsa desde el punto del modelo epistemológico que las sostiene –
como ocurre con los modelo comparativos que se apoyan en las series generacionales
para sostener la supuesta genética de un cuadro, cuando sabemos perfectamente que la
causalidad psíquica se asienta en los intercambios constitutivos que atraviesan la
producción de subjetividad-. Conocemos cómo han caído muchas “teorías científicas” a
lo largo de la historia, la teoría del éter, por ejemplo, que proponía la presencia de un
fluido hipotético, sin masa, para explicar la propagación de las ondas electromagnéticas
en el espacio, y que hoy no representa sino un equivoco que obturaba el acceso al
conocimiento real de las condiciones del espacio y que fue demolida, sin rescate
posible, por la física contemporánea porque no constituía sino un intento ideológico sin
valor alguno; fue demolida una serie de teorías que se desarrollaron… Y del lado de la
medicina, por ejemplo, las falsas teorías que se alimentaron a lo largo de la historia,
como la alimentación a base de carne a quienes tenían gota, sin saber que lo que
producía la enfermedad era el exceso de ácido úrico, o las sanguijuelas para realizar
sangrías… Pese a lo cual la gente sigue creyendo en la medicina, y yo estoy de acuerdo,
del mismo modo que sigo confiando en el psicoanálisis, pese a las salvajadas que se han
hecho en una y ora, porque no hay perspectiva que proponga una posibilidad de
ampliación y transformación mayores hasta el presente.
En razón de lo cual no podemos ceder, bajo ninguna circunstancia, a los principios que
sostienen nuestra posición respecto a la causalidad psíquica de la sicopatología. Y el
acorralamiento actual que tienen los psicoanalistas para responder con firmeza no es
efecto del avance de otros campos sino de la propia debilidad interna de los paradigmas.
Es en este sentido que digo que podemos caer implosión hados por nuestra propia
debilidad y no por la fuerza del enemigo; ya que pueden ir cambiando de propuesta cada
cinco años por sus propios fracasos, pero si nosotros seguimos repitiendo
machaconamente que todo se debe a “el goce de la histeria”, “la función del padre”, “el
instinto de muerte” – para aludir sólo a algunos de los enunciados más conocidos de las
escuelas dominantes -, no tenemos mucho con lo cual enfrentarnos y a que hemos
transformado el psicoanálisis en un conjunto de enunciados vacíos. Sin dejar de
mencionar, por otra parte, la barbaridad que representa seguir afirmando que la
homosexualidad es perversión, y dar como motivo de ello que “el homosexual busca lo
idéntico”, o “reniega la castración porque no ha sido atravesado por la ley del padre”,
todo lo cual indica que nunca en la vida se vio nunca un homosexual en el diván, ni se
he entendido que la alteridad no se reduce al genero ni al sexo, sino que el otro es
siempre del orden de lo extraño e inquietante, más allá o más acá de la diferencia
anatómica. Y seguir aferrado a ciertos enunciados sin someterlos a la revisión de su
racionalidad teórica y a la prueba de la clínica es de una simpleza absoluta.
Todo lo cual nos lleva a plantear la cuestión siguiente: la relacion teórica-clínica en el
marco de un pensamiento crítico implica una práctica situada. ¿Situada respecto a qué?
Por un lado en un orden de determinaciones, en particular en las condiciones del
funcionamiento psíquico en el momento de la consulta. El aparato psíquico, que
constituye un modelo estructural en la obra freudiana, es al mismo tiempo un conjunto
de sistemas articulados que se constituyen en cierto movimiento y cuyo ensamblaje no
puede sufrir desarticulaciones. Ustedes saben que si pretendemos meter información en
una computadora, debemos tener el programa adecuado para ello, porque si no la
computadora lo rechaza. En el ser humano esto es totalmente distinto: se puede intentar
introducir información para la cual los sistemas no están preparados, y ello lleva a
consecuencias muy serias: los sistemas estallan, o dejan de recibir información de todo
tipo, incluso aquella para la cual estaba supuestamente preparado el aparato, y esto lo
hace como un modo de defensa global porque no puede tolerar más tensión psíquica. Se
necesitan situaciones extremas para que esto ocurra, pero ello da cuenta de que el
psiquismo está sometido a ciertas leyes de estructuración y funcionamiento, y que puede
sufrir mutaciones de riesgos graves ante las vicisitudes que lo atraviesan.
Todo esto incide en el modelo que les estoy proponiendo para poder pensar en una
práctica situada. Por supuesto situada en las condiciones históricas de su ejercicio, pero
situada también, en lo específico, en las condiciones del funcionamiento psíquico y en
la posibilidad de instrumentar el método. Por ello revisemos brevemente las premisas
fundamentales:
En primer lugar, el reconocimiento de un funcionamiento estructural de la tópica como
forma de definición de la posible implementación de las premisas del análisis;
emplazamiento del conflicto que produce el sufrimiento psíquico, lugar del sujeto
respecto al inconciente, represión operando para generar desconocimiento del sentido
del síntoma. Lamento ser tan escueta en este punto que considero central, pero ustedes
tienen acceso a los textos en los cuales lo desarrollo.
En segundo lugar, el conocimiento de que el funcionamiento tópico es “a dominancia”
–a dominancia neurótica, a dominancia psicótica… “- por lo cual es necesario estar muy
atentos aún en el interior del análisis mismo, a aquellos modos en los cuales puede verse
el avance de corrientes menos estructuradas, más desligadas, que requieren procesos no
de interpretación sino de recomposición y resimbolización. Es inevitable que aparezcan
estos aspectos del psiquismo en un análisis llevado en profundidad, y el analista tiene
que estar presto ahí para saber que tiene que aplicar en ciertos momentos
modificaciones del método en función del tipo de simbolización que enfrenta. Cuando
digo modificaciones del método, quiero decir que en lugar de seguir pidiendo
asociaciones sobre lo que el sujeto ya no puede asociar, tiene a veces que permitir lo
que yo llamo autotransplantes, vale decir, empleo de otros fragmentos asociativos
anteriores producidos por el sujeto para permitir el pasaje por simbolizaciones de
transición que recompongan estratos de la vida psíquica.
Ello nos lleva a tener en consideración que debemos estar preparados para saber que la
implementación del diván, el estar sentado o acostado, el número de sesiones, no es
algo contingente y aleatorio; no depende del mercado, quiero decir y esto me preocupa
enormemente – que no puede quedar subordinando a ese pragmatismo degradado que
circula a veces en los discursos analíticos: “le doy una sesión porque no puede pagar
más, le doy veinticuatro entrevistas porque es lo que me autorizan” Porque una cosa es
reconocer las condiciones sociales, y otra cosa plegarse pasivamente a ellas. Es como si
en el marco de la pauperización, nos resignáramos a decir: “No, desde ahora nosotros a
los cardiacos no les hacemos más by-pass porque es muy caro. “O”! No, no señor! No
lo puedo ayudar, no tratamos más las venéreas con antibióticos, ahora usamos sulfa de
nuevo, porque ahora nuestro país no da para antibióticos”. El numero de sesiones, la
longitud del tratamiento ,esta determinado por la estructura y las necesidades del
funcionamiento psíquico; y el conocimiento del funcionamiento tópico y del nivel de
conflicto y de las angustias en juego permite saber que numero de sesiones hay que dar,
de que manera y como modificar sobre la marcha esta cuestión. Esto quiere decir
conocimiento y práctica situados, pero no resignadas, apertura del analista a la
posibilidad de la transformación, pero no sobre la base de la degradación pragmática
sino de la revisión profunda de su práctica y de su teoría.
Y una ultima cuestión: hable hace unos años del concepto de “malestar sobrante”,
retomando la idea de Marcase respecto a la represión sobrante, para plantear que así
como hay sociedades en las cuales la cuota de represión es excesiva –e incrementa la
cuota de renuncia que los seres humanos tienen que hacer para vivir en la cultura-
nosotros tenemos un malestar sobrante. Este malestar sobrante no está dado solamente
por las condiciones deficitarias de los sistemas de salud que, como sabemos, ha sufrido
un deterioro profundamente angustioso que da cuenta de una inmoralidad de Estado
respecto a los habitantes del país; tampoco está dado sólo por las formas escandalosas
de explotación con las cuales la práctica es sometida en los servicios de prepago a
honorarios infames y a exigencias desmesuradas que son absolutamente patógenas para
el terapeuta y para el paciente. A todo esto que padecemos se añade otro malestar,
efecto de la claudicación del psicoanálisis respecto a sus posibilidades de pensamiento
critico y a que cada sujeto que se inserta en su campo pueda reinaugurar enigmas,
problemas y preguntas. Esto es a lo único que aspiro cuando vengo a Rosario, invitada
por el Pampillón… Una practica atravesada por el pensamiento critico es la única vía
que nos va a permitir recuperar las inteligencias que este momento desertan de nuestro
continente especifico sobre la base de un exceso de formulaciones que aparecen como
pseudo respuestas que no pueden dar cuenta de la realidad, ni del análisis ni de la
historia. Este agotamiento de las respuestas revela la insuficiencia para progresar en la
práctica, y da cuenta también de la necesidad de reposicionarse ante la obra de Freud
para poder recuperarla y depurarla tanto de sus aporías e impasses como de los restos de
elementos de producción subjetiva del siglo
XIX y de los abrochamientos con los que coaguló el siglo XX. (aplausos)

Pregunta: Silvia, hace un par de años, cuando fueron las jornadas de “Historia y
psicoanálisis” dijiste algo que a mi me hizo pensar mucho y que hoy un poco lo
retomaste: que la psicopatología es histórica porque el yo es histórico y las modalidades
de resolución del conflicto son diferentes (hoy lo retomastes respecto del superyo). Y
vos, Luis, en tu último libro comentás preguntándote si hay un cambio en la
psicopatología, o en la escuela del analista, o en la demanda del paciente, a lo que no
respondés directamente pero sí dedicas todo el libro a repensar una metapsicología del
narcisismo. La pregunta es: no sólo a nivel de los contenidos, sino a nivel de la
configuración misma del narcisismo secundario, es decir de las instancias ideales, la
constitución del superyo, etc.…si hay algo que cambia (Uds. Que tienen muchos años
de clínica, que han hecho clínica en otras épocas); qué es lo que cambia y cómo esto
interroga al método psicoanalítico hoy, al núcleo duro del método.(3)

Silvia Bleichmar: No sé si coincido totalmente con la formulación desde la cual Luis


plantea la función de la ideología en relacion a los ideales; creo que este es un tema
complejo y, para mi gusto, una de las cuestiones es que la ideología opera como
constitutiva de enunciados que se articulan en el yo. Esto quiere decir lo siguiente: que
la relacion entre los enunciados yoicos y los ideales del yo producen ciertos modos de
organización que pueden variar, pero lo que no varía, para mi gusto, es esta ecuación,
esta articulación. Hay algo en todo esto que me parece importante: hay elementos que
son de permanencia y cuyos efectos son más o menos de carácter universal; por
ejemplo, podemos supone que si es una sociedad se cambian todas las normas y todas
las legalidades, los sujetos instauren en el yo un modo de funcionamiento que les
permite arreglarse con ciertos valores del superyo. Pro ejemplo, en la Argentina nazi un
hombre podía dirigir un campo de concentración y mandar a la muerte a miles de
personas pero no podía dejar sin comer a su propio hijo, porque su concepto del
semejante era otro; no sé si es claro…no podía golpear a su esposa, podía golpear a
todas las prisioneras; es una lógica perversa, por supuesto. Pero está planteando la
relación que hay entre la ideología y las formas por las que se articulan la prohibición y
la conciencia moral, lo cual no quiere decir que alguien no sepa, en algún lugar, que a la
posibilidad de transgredirlo respecto del concepto de semejante que armó tiene ciertas
características.
En nuestra sociedad actual, una de las cuestiones que indudablemente incrementa la
desesperanza y la angustia es el hecho de que hay una ruptura del ideal de progreso, y
esto constituye un problema muy grave – porque es verdad lo que dice Luis respecto a
los jóvenes, este momento los chicos estudian para no caer de la cadena productita, no
para ganarse el premio Nóbel como pasó en m generación estaba atravesada por ideales
grandiosos, yesos ideales grandiosos produjeron cosas extraordinarias, porque lo que
no mata engorda, y gran parte de la inteligencia de este país constituida actualmente por
los que no murieron en los 70´; y no nos engañemos con eso, la inteligencia actual de
este país, el periodismo que tenemos, la literatura que tenemos…lo que tenemos a nivel
de la cultura, son los hijos del 70. Es ese sentido, entonces, creo que hay algo que
permanece, yo estoy sentada hoy jaca porque en el ´70 puse las bolas, o los ovarios, o
todo lo que teníamos entonces, en la sartén, con lo cual hoy estoy con ustedes porque a
mi manera sigo poniendo en cuerpo cuando me enfrento a los laboratorios. Quiero decir
con esto que los modelos de mi ideal del yo no variaron demasiado, no me siento
demasiado integrada en ese sentido, no si está claro; y creo que esto lo transmito porque
aun cuando varíen las posibilidades de inserción histórica, me irrito profundamente
frente a la desigualdad y me conmociono profundamente frente a la inoperancia. Esto
me deprime más de lo que me agita, en la medida en que cuando alguien dice ´!pero qué
momento bárbaro, te va fantástico, publicas el libro, das conferencias…! ¿y..?! No hay
proyecto historico compartido, esto quiere decir que no hay trascendencia garantizada,
porque no seamos idiotas, tres libros no garantizan más que los recuerdos, y por ahí una
generacion… ustedes me recordaran diez o quince años más y después me muero para
todo el mundo. En cambio, los grandes proyectos historicos producen en uno una
profunda sensación de trascendencia y disminuyen enormemente la angustia de muerte,
aun de aquellos que están arriesgando la vida; por eso permiten que la vida se arriesgue.
Creo entonces, que aún de las cosas que caracteriza la posibilidad de que los elementos
permanezcan o se transformen, es que hay elementos que siguen siendo basicos, es
decir, que son irrefutables. No es la angustia de supervivencia biológica lo que esta en
juego, es la angustia de supervivencia representacional lo que hoy agita a la gente, al
menos en este país; esto es algo que s permanente que tiene que ver con las formas con
las que se organiza el narcisismo. Pero al mismo tiempo, los modos con los cuales se
constituye el superyo tienen una característica, y es el hecho de que el imperativo
moral, si no funciona, genera un incremento enorme de la paranoia, y esto es muy
impresionante. Si el imperativo actúa, como decía Kant, de tal manera que tu conducta
puede ser utilizada como norma universal, implica que si yo no robo puedo cuidarme
con menos angustia de los que me roban; con lo cual, no vio en la selva, a partir de que
creo en la posibilidad de que ciertos principios morales sobrevivan; esto es una
constante en la historia de la humanidad ,esto no varia; por mucho que la gente robe, no
disminuye la paranoia, al contrario, la incrementa, y no porque hay más robo sino
porque hay una caída del imperativo categórico; y esto es lo que yo creo que se va a
frenar en cierto momento, y al humanidad freno al borde de la bomba atómica, y va a
volver a frenar …Estoy segura; o frena, o no nos preocupemos porque desaparecemos.
Quiero decir que es imposible que se mantengan los sistemas de desigualdad actuales,
porque el sistema no puede más; y entonces ¿Qué va a pasar? Dentro de veinte años,
nosotros habremos sido buena gente, como los que no se lavaron las manos con Pilatos.
Y el haber vivido muchos años y tener experiencia histórica me permite a mi decirles
esto, garantizarles, n oque van a tener una vida maravillosa, que la van a pasar
fenómeno, como decía mi generación, en la vida, pero si que no van a ser los cómplices
sobreadaptados que las condiciones reinantes les impone, para luego sentirse, con los
años, los imbéciles de siempre. Porque periódicamente la humanidad recupera ciertas
normas sin las cuales no puede seguir funcionando, luego de que se despedaza a sí
misma y se destruye; y en el momento en que esa normas se recuperen –y esas normas
tienen que ver con la equidad, con la posibilidad de contemplación del concepto de
semejante…-en el momento en que eso se recupera, hay una cierta reivindicación de las
acciones aparentemente insensatas de otro tiempo, que muestran que eran el único
camino sensato y de resistencia a la irracionalidad reinante; esto, en mi opinión, es lo
que permanece.

(1) Presentación en panel junto a Luis Hornstein en el marco de las jornadas “10 años de
elaboración crítica. Precisar la teoría en una practica situada”, organizadas por el FAE
Santiago Pampillón.
(2) En las instituciones psicoanalíticas oficiales sólo se acredita que el paciente empiece
la formación oficial en seminarios luego de un periodo de análisis a partir del cual su
analista lo acredita como en condiciones de hacerlo Luego, para ser miembro
definitivamente de la institución, el analista didacta deberá firmar su acuerdo,
acreditando acerca de sus condiciones saludables para ello. No está esto tan distante
como se pretende de lo que se ha dado en llamar “el pase” del lado de los lacanianos. La
cuestión de la acreditación del analista impone aún debates teóricos y políticos.
(3) Sigue aquí la respuesta de Luis Hornstein. Debido a que, ante todo por razones de
espacio y editoriales, en este número de la revista publicamos sólo la conferencia de
Silvia Bleichmar, hemos decidido omitir la mencionada respuesta (posponiendo la
edición de la conferencia completa de Hornstein para una próxima publicación). En este
sentido, tampoco publicamos el debate posterior al panel aunque, de acuerdo con la
autora, creemos que su respuesta a la primera pregunta constituye una buena forma de
concluir las ideas planteadas en su conferencia.

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