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Nuevo régimen concursal de la empresa: Ley N°20.

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Introducción a la Unidad 5
Unidad 5: Procedimiento concursal de renegociación. Elaborada por Juan Luis Goldenberg Serrano, Profesor de
Derecho Civil y Derecho Privado de la Facultad de Derecho de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Doctor
en Derecho, Universidad de Salamanca.

Objetivos

Identificar los presupuestos objetivos y subjetivos del procedimiento concursal de renegociación.


Analizar la forma en la que se lleva a cabo este tipo de procedimientos, considerando su carácter
administrativo, en que el papel de la Superintendencia se centra en la facilitación de los acuerdos.
Reconocer las consecuencias jurídicas que producen los acuerdos alcanzados por las partes y, de ser el
caso, los supuestos de terminación anticipada del procedimiento.

Nuevo régimen concursal de la empresa: Ley N°20.720

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Nuevo régimen concursal de la empresa: Ley N°20.720

Glosario Unidad 5
Formulación de la respuesta concursal: deberá ponderar también los incentivos generados tanto para los
acreedores como a los deudores en su valoración frente al crédito y a sus reales posibilidades de pago,
ofreciendo un difícil debate en torno al tipo de deudor al que nos enfrentamos (presupuesto subjetivo), a la
situación patrimonial que justifica la superación de la respuesta del derecho común y la operatoria de la
solución concursal (presupuesto objetivo), y, por supuesto, los requisitos impuestos para la recuperación del
deudor (principalmente, desde la óptima de la extinción de las obligaciones no cubiertas por las resultas del
concurso).
Procedimiento concursal de renegociación aplicable solo a la persona deudora: se trata este de un
término definido en el artículo 2.25 LC, que indica que se trata esta de toda persona natural no comprendida
en la definición de empresa deudora. Conforme a ello, se evidencia que nuestro actual sistema concursal ha
desechado el sistema unitario que se había propuesto en nuestro ordenamiento jurídico a partir de la Ley N°
4.558, que integraba a todo tipo de deudor a los mismos mecanismos concursales, solo ofreciendo
diferencias no estructurales sobre la base de la distinción de si se trataba o no de un comerciante.
Verificación del requisito negativo: consiste en que la persona deudora no haya solicitado el inicio del
procedimiento concursal de renegociación, sin que haya transcurrido íntegramente el plazo de cinco años
contados desde la fecha de publicación de una resolución de admisibilidad (artículo 270 LC).

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Antecedentes generales
A continuación veremos el contexto general del procedimiento concursal de renegociación.

En términos generales, aquellos ordenamientos que consagran normativas de insolvencia especiales para
enfrentar la situación de crisis patrimonial de las personas naturales, incluyendo en ello tanto a consumidores
como a empresarios individuales, tienden a dar cuenta de un mayor uso de las soluciones concursales. Ello se
justifica en la relevancia del endeudamiento para la economía personal de esta clase de sujetos, ya sea como un
mecanismo de posibilitar la expansión del consumo, sea para afirmar las dificultades de obtención de recursos
para las empresas de menor tamaño.
Para los efectos del presente texto, nos centraremos únicamente en el primer caso, puesto que, como veremos, el
presupuesto subjetivo del procedimiento concursal de renegociación previsto en la Ley N° 20.720, de
reorganización y liquidación de activos de empresas y personas (en adelante LC), se limita al caso de las
personas naturales que no realizan actividades empresariales, calificadas por su forma de tributación.
En este ámbito, la presentación de herramientas focalizadas responde a la existencia de un mayor desarrollo del
mercado financiero a nivel de los individuos o deudores menores (bajo ideas tales como la “banca personal” o el
“crédito al consumo”). El mayor acceso al crédito, fundado en políticas de “democratización del crédito” o
“inclusión financiera”1, responden a políticas sociales que se sustentan en la lógica de que es el mercado (en este
caso, crediticio) el que podría ofrecer una respuesta más eficiente para la satisfacción de las necesidades de los
individuos, contrastando con políticas de fomento del ahorro (salvo para supuestos previsionales o de
financiamiento de la vivienda) o una mayor cobertura de fórmulas de protección social (especialmente en lo que
se refiere al costo de bienes o servicios más básicos, como los referidos a educación o salud).

Conforme a ello, en la medida en que se evidencia que el crédito se encuentra disponible para sectores
más amplios de la población, incluso más económicamente vulnerables, y cuya capacidad de pago está
tan íntimamente ligada a la existencia y estabilidad de sus ingresos (y no al acervo de bienes de respaldo),
también se aprecia que existe un riesgo de sobreendeudamiento o insolvencia que amerita una solución
por parte del Derecho.

Conforme a ello, estos fenómenos han debido ser considerados tanto desde la perspectiva, su constatación como
realidad y su impacto en términos micro y macroeconómicos, como en los fundamentos jurídicos que deben
tenerse en cuenta para su adecuado tratamiento. Esto último, desde una óptica no necesariamente concursal,
dado que los esfuerzos también han debido desplegarse a partir de la normativa de protección del consumidor,
especialmente en las particularidades del “consumidor financiero” (de ahí las reformas que, en su momento,
dieron lugar a la reforma de la Ley de Protección de los Derechos de los Consumidores por medio de la Ley N°
20.555, de 2011, o “Ley del Sernac Financiero”).
Pero de acuerdo a este mismo planteamiento, y bajo el riesgo de una cierta simplificación, se han sostenido dos
grandes justificaciones para el surgimiento de leyes regulatorias del concurso de las personas:
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Por una parte, la necesidad de aliviar la situación de las personas que han llevado a cabo un diagnóstico
errado de sus capacidades de pago; pero, en este caso, es usual que el modelo sea configurado con ciertas
limitaciones, de modo de evitar conductas en que, por razones de riesgo moral, los individuos puedan
abusar del sistema, descargando la deuda en contra de los intereses legítimos de los acreedores, y, en
términos más globales, del sistema crediticio.

Por otra parte, la que observa el papel que deben desempeñar los acreedores en un otorgamiento
responsable del crédito, de modo que el Estado debe diseñar mecanismos que propendan a su
internalización y a no explotar las debilidades cognitivas, prejuicios, conductas emulativas, etc., de los
sujetos de crédito.

El difícil equilibrio de estos aspectos se produce porque el diseño de cualquier medida que pretenda un alivio en
la posición del deudor sobreendeudado, supone una flexibilización de la fuerza obligatoria del contrato (pacta
sunt servanda), consagrada en el artículo 1545 del Código Civil (en adelante CC), y, con ello, el peligro de
generar un ambiente en que los deudores terminen por asumir que su responsabilidad debe encontrarse siempre
limitada, hasta el punto de configurar una especie de derecho a no cumplir con sus obligaciones, aludiendo a un
texto crítico de Georges Ripert de 1936.
Por ello, incardinar la lógica del concurso de la persona física en la finalidad de obtención de la exoneración de la
deuda parecería contraria a los postulados fundacionales del derecho de las obligaciones, especialmente
aquellas de fuente contractual, sobre todo en la medida en que esta es observada como una forma de romper las
promesas de pago que constituyen el núcleo del interés de los acreedores, articulada a través de la
responsabilidad patrimonial universal (artículo 2465 CC).
De ahí que la formulación de la respuesta concursal deberá ponderar también los incentivos generados tanto para
los acreedores como a los deudores en su valoración frente al crédito y a sus reales posibilidades de pago,
ofreciendo un difícil debate en torno al tipo de deudor al que nos enfrentamos (presupuesto subjetivo), a la
situación patrimonial que justifica la superación de la respuesta del derecho común y la operatoria de la solución
concursal (presupuesto objetivo), y, por supuesto, los requisitos impuestos para la recuperación del deudor
(principalmente, desde la óptima de la extinción de las obligaciones no cubiertas por las resultas del concurso).

En este sentido, precisamente el diseño propiciado por la LC es el que ha supuesto


variadas críticas a nivel doctrinal y jurisprudencial, tratándose de aspectos que,
conforme a lo anunciado, deberían ser objeto de prontas reformas legales.

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Respecto al presupuesto subjetivo, el artículo 260 LC dispone que el procedimiento concursal de renegociación
será aplicable solo a la persona deudora 2. Se trata este de un término definido en el artículo 2.25 LC, que indica
que se trata esta de toda persona natural no comprendida en la definición de empresa deudora. Conforme a ello,
se evidencia que nuestro actual sistema concursal ha desechado el sistema unitario que se había propuesto en
nuestro ordenamiento jurídico a partir de la Ley N° 4.558, que integraba a todo tipo de deudor a los mismos
mecanismos concursales, solo ofreciendo diferencias no estructurales sobre la base de la distinción de si se
trataba o no de un comerciante. Un modelo que se conservó con la Ley N° 18.175, pero distinguiendo no
únicamente en razón del comercio, sino sobre la base de la calificación de la actividad ejercida por el deudor
como comercial, industrial, minera o agrícola 3.
Ahora bien, dada la consagración de una definición por negación en la LC, su artículo 2.25 supone que, por regla
general, las personas naturales califican como “personas deudoras” para los fines de la ley, y que su integración
en la categoría de “empresas deudoras” es excepcional. No obstante, ello contrasta con la forma en la que se
define a estas últimas, incluyendo a quienes tienen la calidad de contribuyentes de primera categoría o del
artículo 42, núm. 2 del Decreto Ley N° 824, del Ministerio de Hacienda, de 1974, que aprobó la Ley de Impuesto a
la Renta (LIR), lo que termina ampliando bastante el espectro de quienes califican como empresa para los fines
de nuestra normativa concursal y, por tanto, se sujetan a los procedimientos concursales de reorganización y
liquidación, quedando fuera de la admisibilidad del procedimiento concursal de renegociación (y de liquidación
de bienes).

De dicho ámbito de aplicación resultará que la identificación del sujeto pasivo del procedimiento concursal de
renegociación se ha establecido a partir de ciertos criterios objetivos y normativos, y que por medio de ellos el
legislador ha intentado la singularización de un tipo de deudor que, en atención a su naturaleza jurídica y a la
fuente de sus rentas, puede ser calificado como un deudor menor. Menor, eso sí, en el sentido de una baja
complejidad de sus activos y pasivos que parece hacer inadecuada la respuesta concursal concedida para las
empresas deudoras, que esencialmente pretenden respetar las unidades productivas, de las que carecería la
persona deudora.
Los problemas de estas normas provienen de que la LC parece omitir que en nuestro país un considerable
número de personas obtienen renta de sus trabajos independientes, lo que conduce a su calificación de
contribuyentes del artículo 42, núm. 2 LIR; y que, incluso en aquellos casos en los que existan rentas por trabajos
dependientes, ellas suelen ser complementadas con trabajos ocasionales que ameritan la emisión de boletas de
honorarios.
Otro problema se refiere a un aspecto meramente cronológico, dado que las reglas parecen omitir el tiempo en
que quien ha realizado una actividad gravada por las reglas antes citadas de la LIR permanece en calidad de
“empresa deudora”, lo que ha debido ser aclarado por medio de una interpretación administrativa de la
Superintendencia. Para estos efectos, ella ha puesto atención en el artículo 261.e) LC, que ordena que la persona
natural presente, conjuntamente con la solicitud de inicio del procedimiento:
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Una declaración jurada en que conste que es Persona Deudora o que, habiendo iniciado actividades
comerciales, no haya prestado servicios por dichas actividades durante los veinticuatro meses
anteriores a la presentación de la referida solicitud".
Ley 20.720, art 261 e).

Con respecto al presupuesto objetivo, este se encuentra asimismo reconocido en el artículo 260 LC. El
ordenamiento chileno ha optado por alejarse de construcciones que estima más bien propias de las raíces del
Derecho mercantil, como la cesación de pagos, como a su vez a la utilización de conceptos técnicos que podrían
haber motivado la necesidad de acreditación mediante un sistema probatorio más complejo, como la crisis
patrimonial, el sobreendeudamiento o la insolvencia.
Al efecto, a fin de objetivar el presupuesto objetivo, dicha circunstancia se resuelve por la evidencia de existir una
pluralidad de obligaciones vencidas por un considerable periodo de tiempo y por montos relevantes5. Tal opción
legislativa parece fundamentarse en la ausencia de un juicio de valor de la situación patrimonial de la persona
deudora por parte de la Superintendencia de Insolvencia y Reemprendimiento, quien, carente de verdaderas
facultades jurisdiccionales, resolverá el punto ante la sola evidencia del cumplimiento de dichas circunstancias
objetivas, que, dicho sea de paso, han sido detalladas por el Oficio Circular N°5/2020 de dicha entidad, tanto en
lo que se refiere a la interpretación de sus requisitos, como a su forma de acreditación.
Sobre este particular, si bien las críticas han sido menores que con respecto al presupuesto subjetivo, ellas se han
centrado en la fijación de los parámetros consagrados en la norma (plazo y montos), que no parecen amparados
en criterios técnicos que aseguren que ellos son demostrativos de una situación de crisis, de modo que su
finalidad parece encontrarse en atajar los costos del uso de un procedimiento administrativo por parte de un
número considerable de la población. Conforme a ello, se han presentado proyectos a fin de rebajar dichos
requisitos, sea en términos generales (por ejemplo, Boletines 13.382-03 y 13.560-03) o para ciertos grupos, como
en el caso de los adultos mayores (Boletín 12.850-07).

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El procedimiento concursal de renegociación


¿En qué consiste el procedimiento concursal de renegociación? En este apartado conoceremos cómo se inicia, su
resolución de admisibilidad, la impugnación de los acuerdos, entre otros. ¡Te invitamos a seguir aprendiendo!

Referencias generales
El procedimiento concursal de renegociación es definido en el artículo 2.30 LC para el solo propósito de indicar su
ubicación (Capítulo V). Sin embargo, se deberá observar que los artículos 1 y 2.27 LC lo sitúan dentro del
conjunto de herramientas concursales, ajustado a las particularidades de su presupuesto subjetivo y a sus
objetivos, a los que antes hemos hecho referencia.

Lo anterior importa sostener que estamos frente a un sujeto (la “persona deudora”), que, en lugar de optar
por la liquidación de sus bienes embargables por medio de la solicitud de inicio de un procedimiento
concursal de liquidación (artículo 273 LC), pretende ofrecer al conjunto de sus acreedores una alternativa
que se centre en el ajuste de la deuda a sus verdaderas capacidades de pago.

En este sentido, existiendo una aparente libertad de acción por parte del deudor en la elección de uno y otro
subsistema de solución a su crisis patrimonial, este procedimiento parece enfocarse en aquella persona que, a lo
menos en principio, no desea perder sus bienes, comprometiendo sus ingresos futuros al cumplimiento de la
obligación. Ello, contrastando con la solución liquidatoria, en que, en razón del descargue de la deuda (artículos
255, 281 y 285 LC), en que la respuesta es precisamente la inversa: el deudor perderá sus bienes embargables,
pero liberará sus ingresos futuros del campo de acción de los acreedores. Con ello, se produce una forma de
limitación de la responsabilidad y un quiebre de la promesa dada por el artículo 2465 CC en referencia a la
futuridad de los bienes utilizados para dar cobertura al efectivo cumplimiento de las obligaciones1.
De lo anterior, a nuestro juicio, es posible identificar dos elementos fundantes para comprender los caracteres de
esta clase de procedimientos:

La unidad teleológica de los procedimientos concursales: en el sentido de no olvidar que, a pesar de sus
particularidades, estamos frente a una herramienta que pretende, por una parte, la tutela del crédito
(maximizando las posibilidades de cobro de los acreedores) y, por la otra, resguardar los intereses del
deudor, permitiéndole prima facie evitar los efectos perniciosos de la pérdida patrimonial por medio de la
recomposición de su patrimonio. Lo anterior explica que se trata de un mecanismo dependiente de la
solución a la que finalmente llegue el deudor y sus acreedores, lo que explica que todo el procedimiento se
centra en la realización de diversas audiencias que tienen por objeto la búsqueda de acuerdos entre las
partes, que, habida cuenta de los antecedentes incorporados al expediente administrativo (particularmente,
activos, pasivos e ingresos), determinen la mejor solución para sus propios intereses. Supone, asimismo, la
colectivización imperativa, de modo que los acreedores citados deben participar en las negociaciones, so
pena de afectarles igualmente los acuerdos alcanzados o, incluso, sujetarse a la ficción de una votación
positiva. Y, finalmente, implica reconocer que de lo anterior deriva que la mecánica se centra en la aplicación
de un principio mayoritario, limitando los esfuerzos y costos de negociación.

Que el ordenamiento concursal chileno asume que, delineado el presupuesto subjetivo, es más que
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probable que el patrimonio de la persona deudora presente rasgos de simpleza. Ello significa que perfila un
procedimiento que, a diferencia de la reorganización de empresas (Capítulo III de la LC), tendrá pocos
acreedores y con bastante homogeneidad entre sus intereses, pensando especialmente en proveedores
financieros (bancos, retail financiero, cajas de compensación, cooperativas de ahorro y crédito, etc.). De lo
anterior asume que la negociación se aligerará y que el punto de atención se centrará en la determinación
sobre la capacidad de generar ingresos que puedan soportar en el mediano plazo el cumplimiento del plan
de renegociación, o, en el caso de no serlo, sobre la forma más simple de ejecutar el patrimonio embargable.
Implica asumir la existencia de un activo también simple, normalmente compuesto por un conjunto de bienes
muebles que conforman el mobiliario embargable del hogar, los dineros depositados en cuentas, un vehículo
o inmueble. Pero difícilmente encontraremos bienes que conformen verdaderas “unidades económicas”
(donde se centra el análisis en el caso de reorganizaciones y liquidaciones de empresas), facilitando la
elección del mecanismo de ejecución, de ser procedente.

De lo anterior, el legislador también asume que no es necesario articular complejos procedimientos judiciales,
justificando que se trata de una arquitectura normativa en que es suficiente la participación de una entidad
administrativa (la Superintendencia de Insolvencia y Reemprendimiento) que revise su admisibilidad y facilite los
acuerdos en las diversas audiencias.

En este sentido, el propósito de todo el procedimiento será intentar conseguir un


acuerdo sobre la base de la transparencia de la información, especialmente aquella
que es aportada por la persona deudora (artículo 261 LC) y, en su caso, aportada por
el grupo de acreedores (artículo 263.4 LC).

Conocida la situación patrimonial, por medio de la evidencia de los activos, pasivos e ingresos de la persona
deudora, los acreedores podrán calibrar aquella solución que se presente en términos más eficientes. Y,
mediando la facilitación de los acuerdos por parte de la Superintendencia de Insolvencia y Reemprendimiento, se
pretenderá que las partes encuentren una posición que, en definitiva, resulte favorable para todos. Aquí, como
hemos indicado, el modelo se estructura sobre la base de una variedad de audiencias que pretenden,
escalonadamente, diversos resultados sobre la base del consentimiento del deudor y mayorías del pasivo sujeto
al procedimiento.
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Inicio del procedimiento


El procedimiento concursal de renegociación se inicia por la solicitud presentada por la persona deudora a la
Superintendencia de Insolvencia y Reemprendimiento (artículo 261 LC), lo que implica que califica como un
procedimiento de carácter estrictamente voluntario, sin que los acreedores tengan la titularidad para instar por la
promoción de esta solución administrativa. Dicha solicitud no produce aún efectos en los derechos de los
acreedores y en las obligaciones del deudor, de manera que deberá estarse a la declaración de su admisibilidad
por parte de la Superintendencia (artículo 262.1 LC) y a la publicación de la correspondiente resolución de
admisibilidad en el Boletín Concursal (artículo 264.I LC), momento en que se dará lugar a una suerte de
“protección financiera concursal”2, como mecanismo de protección de la negociación limitando los derechos de
los acreedores y las facultades dispositivas del propio deudor.
El artículo 261 LC dispone de una serie de documentos que deben ser acompañados a la solicitud de inicio. La
entrega de la documentación tiene un fin diverso dependiendo de su contenido, y, en tal sentido, proponemos su
clasificación atendiendo a tales objetivos. Uno de los principales propósitos de la mayor parte de los documentos
está dado por la identificación de la situación patrimonial de la persona deudora.
Lo anterior, en primer término, a efectos que la Superintendencia logre verificar el cumplimiento de los requisitos
subjetivos, objetivos y negativos descritos en el artículo 260 LC, y, a partir de ello, resolver su admisibilidad; y,
luego, permitir a los acreedores conocer con mayor certeza la situación patrimonial del deudor, de manera de
decidir informadamente sobre las propuestas de renegociación, o, en su caso, la ejecución o liquidación de los
bienes del deudor.

Por su parte, deberá acompañarse una propuesta de renegociación de todas sus obligaciones vigentes, que no
tiene una función informativa, sino propositiva y justificativa del objetivo esencial del procedimiento. A este
respecto, desea el legislador que la persona deudora evidencie, desde el comienzo, su interés de renegociar
efectivamente los términos y condiciones de sus créditos, para lo cual tiene completa libertad dentro de los
márgenes de la autonomía privada. Ocurre, en todo caso, que el diseño normativo del procedimiento concursal de
renegociación se ha planteado de manera diversa que la reorganización concursal de la empresa deudora 3, y se
asemeja mayormente a la que tenían los convenios judiciales preventivos al amparo del Libro IV del Código de
Comercio (la antigua “Ley de Quiebras”).
Al contrario, en el procedimiento concursal de renegociación, la solicitud se encuentra fundamentada en una
propuesta de renegociación que, en términos sustantivos, calificará como una oferta dirigida a todos sus
acreedores4. Atendida la pluralidad de estos últimos, por tanto, este procedimiento contempla una fórmula
excepcional para lograr la formación del consentimiento, puesto que, por una parte, solo podrá darse en el
contexto de la audiencia de renegociación, y, por la otra, se sujetará a la lógica del principio mayoritario, a efectos
de no requerir de la unanimidad de los acreedores, bastando la votación favorable de dos o más acreedores que
representen al menos el 50 por ciento del pasivo con derecho a voto.
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Entendida dicha propuesta como una oferta, ella deberá cumplir con sus estándares comunes, esto es, su
manifestación, seriedad, integridad y su carácter puro y simple. Por ello, estimamos que una propuesta que no
contemple claramente el contenido de la renegociación debería ser observada por la Superintendencia en el
control de admisibilidad (artículo 262.2 LC), solicitando su complementación dentro de un plazo por ella fijado,
porque, de contrario, tal oferta no sería suficiente para la correcta formación del consentimiento.
En este sentido se ha pronunciado la Superintendencia, como consta del artículo 9° del Oficio Circular N° 5 de la
Superintendencia, al indicar que:

Se recomienda que sea manifestada en forma expresa, seria, completa y con interés de crear un vínculo
jurídico, comprometiéndose a su pago".
Art 9, Superintendencia de Insolvencia y Reemprendimiento.

Dando cuenta de ciertos criterios que serán considerados por la entidad administrativa para dar cumplimiento a su
calificación.
Presentada la solicitud de inicio, el artículo 262 LC dispone un plazo de cinco días para que la Superintendencia
lleve a cabo un control de admisibilidad. En dicho término, la entidad administrativa deberá analizar no solo la
solicitud presentada, sino también las declaraciones juradas y los antecedentes que acrediten los ingresos
percibidos por el peticionario, debiendo emitir la correspondiente resolución conforme a alguna de las alternativas
que dispone la norma.
El examen de admisibilidad se refiere a los siguientes aspectos:

La verificación del cumplimiento de los requisitos subjetivos y objetivos del procedimiento.


Como asimismo que la persona deudora no haya sido notificada de una demanda que solicite el inicio de un
procedimiento concursal de liquidación o de cualquier otro juicio ejecutivo iniciado en su contra que no sea
de origen laboral.
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La verificación del requisito negativo.


Consistente en que la persona deudora no haya solicitado el inicio del procedimiento concursal de
renegociación. Sin que haya transcurrido íntegramente el plazo de cinco años contados desde la fecha de
publicación de una resolución de admisibilidad (artículo 270 LC).
La verificación de que el solicitante ha presentado una solicitud de inicio.
Conforme al formato disponible en el sitio web y en las dependencias de la Superintendencia, y que se
hayan adjuntado a la misma la totalidad de los antecedentes previstos en los seis literales del artículo 261
LC.
La verificación de la propuesta presentada por el solicitante.
Que en razón del artículo 261.d LC cumpla con los requisitos de seriedad e integridad propia de toda oferta,
destinada a la renegociación de todas sus obligaciones vigentes.

A partir de dicha revisión, la Superintendencia podrá:

Declarar admisible la solicitud.

Ordenar a la persona deudora que rectifique sus antecedentes o entregue información adicional, en cuyo
caso esta deberá subsanar los defectos o proporcionar los antecedentes complementarios que le sean
solicitados, según corresponda, en el plazo que la misma Superintendencia le fije, contado desde la referida
resolución.

Declarar inadmisible la solicitud por resolución fundada. En todo caso, la declaración de inadmisibilidad solo
podrá fundarse en la improcedencia de la solicitud de inicio del procedimiento concursal de renegociación,
por el incumplimiento de los requisitos señalados en el artículo 261 o por haber transcurrido los plazos en el
caso anterior, sin que el peticionario hubiere subsanado los defectos o inconsistencias advertidos por la
Superintendencia.

La resolución de admisibilidad y sus efectos


De cumplirse todos los requisitos sustantivos y formales para la apertura del procedimiento, la Superintendencia
procederá a la dictación de la resolución de admisibilidad (artículo 263 LC), la que deberá ser publicada en el
Boletín Concursal a efectos de citar a la audiencia correspondiente y fijar la entrada en vigor de sus efectos
limitativos en los términos antes señalados.
Entre ellos, se destaca la inhibición al deudor y a los acreedores para solicitar o demandar, según sea el caso, el
inicio de un procedimiento concursal de liquidación de bienes, juicios ejecutivos, ejecuciones de cualquier clase
(por ejemplo, prendarias o hipotecarias) y restituciones de juicios de arrendamiento, con pretensión de hacer
prevalecer la intención de renegociación que sustenta esta clase de procedimientos administrativos; la
suspensión de los plazos de prescripción extintiva; la suspensión del devengo de los intereses moratorios; la
conservación de la vigencia y condiciones de pago de todos los contratos suscritos por la persona deudora, unida
a la imposibilidad de hacer efectivas cláusulas de resolución o caducidad fundadas en el inicio del procedimiento
concursal de renegociación (con excepción de la suspensión de las líneas de crédito o sobregiro que se hubiesen
pactado).
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A su vez, y dado que el procedimiento concursal de renegociación no contempla un desasimiento, en los términos
previstos en el artículo 130 LC para la liquidación concursal, ni una intervención por parte de terceros, como en la
reorganización (artículo 57.2 LC), la única medida que dispone el ordenamiento para cautelar que los bienes
embargables del deudor no desaparezcan durante su marcha se refiere a la prohibición de ejecutar actos o
celebrar contratos relativos a ellos.

Sistema de audiencias
Respecto a la primera audiencia (de “determinación del pasivo”), debemos referirnos a la forma en la que la LC
dispone la conformación de la voluntad colegial en el marco de los procedimientos concursales de renegociación.
A pesar del hecho de mantener una dinámica colegial, el legislador ha omitido la referencia a la existencia de una
junta de acreedores, destacando la participación de estos últimos en el marco de un sistema de asambleas
facilitadas por la Superintendencia de Insolvencia y Reemprendimiento.
Sin embargo, si bien el nuevo ordenamiento prefiere ignorar la denominación del modelo asambleario, resulta
evidente que el afán de colectivización propio de todo procedimiento concursal nos hace suponer la existencia de
una estructura paralela 5.

De no ser de este modo, pocas luces podrían aportarse al hecho que sea necesaria una regulación de la
forma de determinar el pasivo del deudor y de la consecuencia legal por la cual la decisión mayoritaria
resulte vinculante para los acreedores, incluyendo ausentes o disidentes, todo ello sobre la base de una
unidad decisoria.

Para tales fines, resulta necesario destacar que no se articula la determinación del pasivo sobre la base de la
verificación de créditos, como en los procedimientos judiciales (en general, artículos 70 y 170 LC). Al contrario, el
ordenamiento utiliza otras varias herramientas para ello:

La necesaria presentación de una declaración jurada por parte del deudor al inicio del procedimiento, que
incluya una lista de sus obligaciones, vencidas o no, sea o no actualmente exigibles, y de todos sus
acreedores con indicación del monto adeudado a cada uno, o su saldo, según corresponda, añadiendo sus
datos de contacto (artículo 261, a, LC).

La posibilidad que, en el trámite de admisibilidad de la solicitud, la Superintendencia de Insolvencia y


Reemprendimiento ordene a la persona deudora la rectificación de antecedentes o la entrega de
antecedentes adicionales (artículo 262.2 LC).

La indicación, en la resolución de admisibilidad, del listado inicial de los acreedores informados por la
persona deudora con indicación de los montos adeudados por concepto de capital e intereses y de sus
preferencias (artículo 263.2 LC).
La posibilidad que cualquier interesado pueda observar u objetar los créditos de dicho listado hasta tres días
antes de la celebración de la audiencia de determinación del pasivo, pudiendo concurrir a la misma con
derecho a voz y voto (artículo 264.5 LC).
La celebración de una audiencia de determinación del pasivo (artículo 265).

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En consecuencia, esta primera audiencia, con un diseño bastante curioso 6, reemplaza el detallado modelo de
determinación del pasivo en los procedimientos judiciales, por un sistema en que se produce una discusión y,
luego, una votación general para la conformación de una nómina de créditos reconocidos. Su fracaso provocará
que no pueda llevarse a cabo la renegociación de deudas, dando lugar de inmediato a la citación a la “audiencia
de ejecución”, a la que nos referiremos más adelante.
Luego, aun cuando el procedimiento concursal de renegociación puede desembocar en un acuerdo de ejecución,
o, en casos más extremos, en la remisión de los antecedentes ante el tribunal competente para dar inicio a un
procedimiento concursal de liquidación de bienes, su objetivo principal es intentar que la persona deudora llegue
a un acuerdo con sus acreedores, con la intención de repactar, novar o remitir sus obligaciones. De este modo, su
intención estará dada por conservar los bienes que forman parte de su patrimonio, sujetando sus ingresos al pago
de sus deudas en los nuevos términos que son acordados en el marco de la audiencia de renegociación.
Dado que siempre tuvo por alternativa el inicio directo de un procedimiento concursal de liquidación de bienes, en
su vertiente voluntaria (artículos 273 y siguientes), en que se producirá inexorablemente la ejecución de sus
bienes para el pago de sus acreedores, la diferencia se producirá en cuanto en dicho procedimiento se logrará,
en su fase final, la extinción de los saldos insolutos de las obligaciones impagas (artículos 255, 281 y 285 LC).

Aun cuando la LC no lo indica expresamente, la negociación girará en torno a la


propuesta presentada por el deudor de conformidad a lo dispuesto en el artículo 261
LC, o aquella rectificada de conformidad a lo dispuesto por la Superintendencia en su
examen de admisibilidad en los términos del artículo 262.2 LC.

Sin embargo, la propia existencia de la audiencia de renegociación, sumada a la indicación de que la


Superintendencia conserva sus facultades como facilitadora para la adopción de un acuerdo entre las partes
(artículo 266 LC), denota la posibilidad de que la negociación se mantenga durante el marco de dicha asamblea.
Existirá un momento, sin embargo, en el que la negociación se dará por terminada, procediéndose a la
correspondiente votación, momento que no es claramente determinado por la normativa aplicable. De ello se
desprende que, dentro de las facultades facilitadoras antes indicadas, el Superintendente, o el funcionario a quien
este haya designado, deberá advertir cuando las negociaciones se encuentren en fase terminal, sea constatando
la posibilidad de aprobación o de rechazo.
En este contexto, alguna referencia debemos hacer a la situación de los acreedores garantizados, puesto que la
ley es particularmente innovadora en este aspecto. En el caso de las cauciones personales, la regla del artículo
266 LC diferencia según la actitud del acreedor garantizado, disponiendo que, en cualquier caso, cuando este
concurre a la audiencia de renegociación y emite su voto negativo al acuerdo propuesto, su crédito no se
considerará en el pasivo referido para efectos del quórum de aprobación. Lo anterior se justifica porque, como
señala la norma a reglón seguido, este acreedor podrá perseguir el crédito respecto de los fiadores, avalistas o
codeudores solidarios o subsidiarios, en los términos originalmente pactados.
Nuevo régimen concursal de la empresa: Ley N°20.720

Ahora bien, creemos que, aunque la normativa no lo indica expresamente, esta circunstancia implica que el
acreedor ya no podrá dirigirse directamente en contra del patrimonio del deudor para efectos de lograr el pago de
su acreencia, y, en consecuencia, solo conservará sus acciones para dirigirse respecto al tercero garante. De
conformidad a lo anterior, puede sostenerse, incluso, que, en caso de tratarse de un fiador, no procederá el
beneficio de excusión (artículos 2357 y siguientes CC), precisamente porque el acreedor garantizado ya no puede
dirigirse en contra del deudor principal.

La situación del garante es crítica: aun cuando pague la deuda, la acción


subrogatoria o la acción de reembolso, en su caso, será afectada por el acuerdo de
renegociación, replicando la respuesta dada en el campo del procedimiento
concursal de reorganización (artículo 95 LC).

En el caso de las garantías reales, la regla distingue según si la garantía fue otorgada por el deudor o por un
tercero. En el primer supuesto, la estructura replica el modelo de las cauciones personales, pero solo en caso de
tratarse de garantías específicas. De lo anterior se concluye que si se trata de prendas (sin desplazamiento) o
hipotecas con cláusula de garantía general, estos acreedores deberán sujetarse siempre a las resultas de la
votación, sin posibilidad de sustraerse del acuerdo mediante su solo voto negativo. Por su parte, en el caso de las
garantías reales exógenas, si el acreedor asiste y vota en contra del acuerdo de renegociación propuesto, su
crédito no se considerará en el pasivo, de manera que no se computará para los efectos del quórum.
En consecuencia, el acreedor garantizado podrá ejecutar las correspondientes prendas e hipotecas conforme a
las reglas generales. Si acaso el tercero poseedor de la finca hipotecada o el propietario del bien prendado
hubiere pagado la obligación garantizada, su situación es igualmente crítica, en cuanto su acción de subrogación
se encontrará nuevamente limitada, debiendo ajustarse a los términos del acuerdo de renegociación aprobado.
Por último, debe tenerse presente que la celebración de la audiencia de ejecución puede tener lugar en dos
situaciones:

Primero, cuando en la audiencia de determinación del pasivo no se consiga su aprobación (artículo 265 LC).
Segundo, si no se aprueba un acuerdo de renegociación en la audiencia citada al efecto (artículo 266 LC).

Tal distinción tiene como relevancia práctica el cálculo del pasivo para efectos de la aprobación del acuerdo de
ejecución (artículo 267 LC), puesto que la forma en el que se considere aquel dependerá de si pudo o no
aprobarse en el contexto de la primera audiencia.
Sin embargo, más allá de su procedencia, resulta interesante destacar la decisión del legislador de propiciar por
una instancia administrativa para la decisión de una fórmula de ejecución extrajudicial de los bienes embargables
del deudor, como un mecanismo que parece apreciar que, en la mayor parte de los casos, la solución concursal
judicial (el procedimiento concursal de liquidación) puede parecer inútil, onerosa y exagerada. Ello ante la
evidencia de bienes menores, especialmente en lo que se refiere a su valor, haciendo ineficiente la intervención
de los órganos jurisdiccionales.
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Para tales efectos, deberá tenerse presente, especialmente, lo que dice relación con los gastos del procedimiento,
los que, en todo caso, tendrían preferencia para su pago (artículo 2472.4 CC), restando aún mayor valor relativo a
las acreencias que forman parte del procedimiento. Pero, en este modelo, tal alternativa no resta únicamente en la
deliberación de los acreedores, sino que todavía (aun sin mayor justificación) requiere del consentimiento del
deudor, a pesar de que, a su término, como paralelamente ocurre en el procedimiento concursal de liquidación,
obtendrá la exoneración del saldo insoluto, una vez liquidado el patrimonio y pagados los acreedores afectos
conforme al orden de prelación de créditos.

El artículo 12 de la Norma de Carácter General (en adelante NCG) N° 9 de la Superintendencia hace


aplicable al caso lo dispuesto en su artículo 6°, referido a la presentación de la propuesta de nómina de
pasivo.

Sin embargo, siendo diverso el objeto de la audiencia, deberá considerarse que, conforme a lo dispuesto en el
artículo 267 LC (desarrollado por el artículo 13 de la citada NCG 9), la presentación se refiere a la propuesta de
realización del activo de la persona deudora, considerando los antecedentes que se hayan incorporado al
expediente. Adicionalmente, y de acuerdo a lo dispuesto en el artículo 267 LC, pueden formularse vías
alternativas de realización de los bienes, será este el instante donde ellas también pueden ser presentadas para
su posterior deliberación. En este punto, la ley omite quién puede presentar las propuestas alternativas, pero
entendemos que su origen puede encontrarse tanto en los acreedores como en el deudor.
Conforme a lo anterior, el artículo 14 de la NCG 9 dispone que los asistentes deliberarán sobre la propuesta
presentada por la Superintendencia y las vías alternativas de realización. En este aspecto, la norma omite la forma
en la que se lleva a cabo dicha deliberación y si, acaso, al momento de la votación, es posible llevar a cabo
procesos sucesivos en caso de que unas u otras fueren rechazadas. Si bien el artículo 14 de la NCG 9 pareciere
optar por la negativa, al tiempo en que la forma de votación se remite al artículo 7° de la misma normativa, una
vez terminadas las deliberaciones, nos parece más coherente permitir dichas votaciones sucesivas. Lo anterior,
no solo por el interés implícito del legislador de dar preeminencia a esta forma de solución extrajudicial, sino
porque el artículo 267 LC, al tratar de las fórmulas alternativas, nos indica que ellas “serán sometidas al mismo
quórum de aprobación anterior”, referido a la propuesta presentada por la Superintendencia.
En cualquier cosa, el acuerdo de ejecución debe contener la forma en que serán realizados los bienes de la
persona deudora y el pago a los acreedores señalados en dicho acuerdo, en la forma establecida en el Título XLI
del Libro IV del Código Civil “De la Prelación de Créditos”. El artículo 267 LC agrega entre las alternativas
posibles la designación de un liquidador que integre la Nómina de Liquidadores de la Superintendencia, y, en tal
caso, sus honorarios ascenderán a 30 unidades de fomento, pagaderas en los términos dispuestos en el artículo
40 LC. Para un detalle del contenido de este acuerdo deberá estarse a lo dispuesto en la NCG 9, antes referida.

Impugnación de los acuerdos


De conformidad a lo dispuesto en el artículo 272 LC, los acuerdos impugnables se circunscriben únicamente al
acuerdo de renegociación y al acuerdo de ejecución, alcanzados en el marco de las correspondientes audiencias.
La normativa no alcanza a la determinación del pasivo efectuada en la audiencia a la que alude el artículo 265
LC, lo que puede generar algunos inconvenientes, puesto que la LC no contempla reglas de corrección expresa
en caso de que se hubiese aprobado la propuesta presentada por la Superintendencia, o corregida en el marco
de la citada audiencia, con alguno de los defectos que permitirían la impugnación de los acuerdos alcanzados
para la renegociación o la ejecución.
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Dado que el objeto de dicha audiencia se centra en la conformación de la nómina de créditos reconocidos, con la
finalidad de determinar las mayorías exigidas en los artículos 266 y 267 LC, la única manera de entender que,
existiendo algún vicio en su conformación, procede su corrección, se encuentra en sostener que, de haber sido
determinante para la conformación del quórum de los acuerdos, la impugnación de estos últimos es la única forma
de procedencia. Adicionalmente, si acaso el error, falsedad o concierto para la obtención de las mayorías
necesarias dispuestas en los artículos 265 y 266 LC conllevaron su rechazo, la LC tampoco contempla normas
que permitan la corrección del procedimiento.
Las causales de impugnación se encuentran tasadas en el artículo 272 LC y se refieren a:

Error en el cómputo de las mayorías, siempre que incida en el quórum necesario para el acuerdo.

Falsedad o exageración del crédito de alguno de los acreedores que haya concurrido con su voto a formar el
quórum necesario para el respectivo acuerdo y si, excluida la parte falsa o exagerada del crédito, no se lograre el
quórum necesario para el acuerdo.

Concierto entre uno o más acreedores y el deudor para votar a favor, abstenerse de votar o rechazar el acuerdo
de renegociación o el acuerdo de ejecución, falseando, omitiendo o adulterando información para obtener una
ventaja indebida respecto de los demás acreedores.

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Nuevo régimen concursal de la empresa: Ley N°20.720

Si con posterioridad a la celebración de un acuerdo de renegociación o de un acuerdo de ejecución aparecieran


bienes.

Dada la ausencia de facultades jurisdiccionales de la Superintendencia, tales impugnaciones deben deducirse


ante el tribunal al que le correspondería conocer del procedimiento concursal de liquidación de los bienes de la
persona deudora, dentro del plazo de diez días contado desde la publicación del acuerdo de renegociación o del
acuerdo de ejecución en el Boletín Concursal, tramitándose conforme a las normas del juicio sumario. De
acogerse la impugnación al acuerdo de renegociación o al acuerdo de ejecución el tribunal, de oficio y sin más
trámite, dictará la Resolución de Liquidación de los bienes la Persona Deudora en la misma resolución que acoge
la impugnación.
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Término del procedimiento


Finalmente, veremos la forma en que se desarrolla el término del procedimiento, tanto anticipadamente como la
terminación ordinaria.

La terminación anticipada
Conforme a lo indicado en el artículo 269 LC, corresponde a la Superintendencia la declaración del término
anticipado del procedimiento. La regla citada solo tiene por objeto indicar las causales en las que este procede,
pero omite la forma en la que se acredita la concurrencia de los supuestos de hecho que ella impone y si,
eventualmente, cabe algún mecanismo de defensa por parte del deudor para efectos de evitar su dictación si la
estima improcedente. De lo anterior, hemos de suponer que la sola posibilidad de interposición de los recursos a
los que se refiere el artículo 270 LC no es suficiente medio de defensa, configurándose más bien como
mecanismos de impugnación de las resoluciones.
Con ello, podría sostenerse que, previo a su dictación, corresponde al menos tener presente el principio de
contradictoriedad previsto en el artículo 10° de la Ley de Procedimientos Administrativos (LPA), considerando
también la impugnabilidad de los actos de mero trámite si se determina que ellos producen indefensión (artículo
15.II LPA).

Lo anterior tiene especial relevancia dada las consecuencias que puede implicar la
resolución de término anticipado, privando al deudor y a los acreedores de llevar a
cabo el procedimiento de renegociación, en cualquiera de sus fases, dando curso a
un procedimiento de liquidación concursal.

Las causales que permiten a la Superintendencia la dictación de la resolución de término anticipado, se


enumeran taxativamente en el artículo 269 LC, siendo:

1 Si la Persona Deudora infringe la prohibición establecida en el artículo 264. 6 LC, sin perjuicio de la sanción
propia establecida para el depositario alzado del artículo 444 CPC.

2 Si la Persona Deudora deja de cumplir alguno de los requisitos señalados en el artículo 260 LC.

3 Si no se arribare a acuerdo en la audiencia de ejecución.

4 Si con posterioridad al inicio del procedimiento aparecieren bienes no declarados por la Persona Deudora
en los antecedentes a que se refiere el artículo 261 LC.
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La primera consecuencia de la dictación de la resolución que pone término anticipado al procedimiento, es


aquella que refiere a la finalización, también anticipada, de los efectos de la resolución de admisibilidad
regulados en el artículo 264 LC, a los que ya nos hemos referido. El segundo efecto se refiere a la remisión de los
antecedentes al tribunal competente (del domicilio del deudor), acompañando todos los antecedentes dispuestos
en el artículo 286 LC, a efectos de que proceda a la dictación de la resolución de liquidación.

Terminación ordinaria
La terminación ordinaria del procedimiento concursal de renegociación se encuentra regulada en el artículo 268
LC, haciendo referencia a la dictación de la resolución en que la Superintendencia lo declara finalizado en
atención a que se hubiese logrado un acuerdo de renegociación o un acuerdo de ejecución, según sea el caso.

La Superintendencia deberá dictar dicha resolución una vez vencido el plazo para impugnarlos o una vez
resuelta y desechada la impugnación, todo ello, en los términos dispuestos en el artículo 272 LC.

Respecto a los procedimientos finalizados en virtud de un acuerdo de renegociación, parecería indicarse que esta
resolución es necesaria para que se produzcan sus consecuencias jurídicas, esto es, que los créditos que
conforman dicho acuerdo se entiendan extinguidos, novados o repactados según el caso. No lo indica
expresamente la regla, salvo por la referencia a su finalización, pero debemos entender que ello es así porque, de
contrario, no se comprenderían las razones por las cuales se regularía esta clase de resolución administrativa.
Con ello, se significaría que el mero acuerdo de renegociación no tiene un carácter inmediatamente vinculante y
que, similar a lo que ocurre para el acuerdo de reorganización de la empresa deudora, es necesario certificar que
ello es así en virtud de la ausencia o rechazo de las impugnaciones (artículo 89 LC). Lo anterior, en todo caso, sin
perjuicio de la regla especial que permite que el acuerdo se lleve a efectos en caso de que la impugnación no
hubiese sido presentada por una pluralidad de acreedores que representen a lo menos el treinta por ciento del
pasivo de la persona deudora (artículo 272 LC).
En este sentido, la regla determina que los efectos serán aquellos que se dispongan en el acuerdo de
renegociación en particular, en los que regirá la autonomía privada conforme a sus postulados generales. Pero, y
sin perjuicio de que su contenido no se encuentra expresamente planteado al tiempo en que se regula su
propuesta (artículo 261 LC) y la Superintendencia solo ha dado ciertos parámetros a ser considerados (Oficio
Circular 5), igualmente cabrá considerar que el artículo 268 LC lo expresa de manera más acotada.
Cabe la duda, en consecuencia, a si es posible la formulación de otros términos para la renegociación de la
deuda, por ejemplo, las que implican la dación en pago de ciertos bienes para tales efectos. La duda se presenta
no solo por la dicción del artículo en comento, sino también porque dicha alternativa también parecería vedada en
un acuerdo de ejecución, dado que este siempre requiere de la realización del activo.
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De este modo, el acuerdo podrá incluir cláusulas remisorias, sean totales o parciales, entendiendo que a ello se
alude con la indicación de su posible extinción. La parcialidad a la que referimos, en todo caso, puede referirse
tanto al capital como a los intereses. Sobre este punto cabe preguntarse si es necesario seguir las reglas civiles y
considerar los efectos tributarios de la remisión. En el primer caso, nos referimos particularmente a la aplicación
de las reglas de la donación entre vivos, y, en especial, a la necesidad de insinuación en los casos en que esta lo
requiera (artículo 1653 CC).
En el segundo, nos referimos tanto al impuesto a las donaciones (DFL 1, de 16 de mayo de 2000, que contiene el
texto refundido, coordinado y sistematizado de la Ley Nº 16.271, sobre impuesto a las herencias, asignaciones y
donaciones), como a la posibilidad de entender, de modo paralelo a lo que ocurre en el contexto del acuerdo de
reorganización (artículo 96 LC), que la remisión importa un ingreso para la persona deudora. Respecto a este
último punto, el Servicio de Impuestos Internos no ha emitido pronunciamiento alguno.

Finalmente, en caso de celebrarse un acuerdo de renegociación, la frase final del artículo 268 LC agrega
que la Superintendencia emitirá un certificado de incobrabilidad a solicitud de los acreedores titulares de
las deudas remitidas, que les permitirá castigar sus créditos en conformidad a la ley tributaria. Se trata
evidentemente de una situación excepcional, solo aplicable en caso de remisión.

Seguidamente, el acuerdo podría importar novación, para lo cual deberá atenderse a las reglas dispuestas para
ello en el Título XV del Libro IV del Código Civil. En estos casos, la novación podrá ser objetiva (sustituyendo el
objeto de la prestación, desde un carácter dinerario a otro) o subjetiva (sustituyendo al primitivo deudor, por un
deudor delegado). Si bien podría pensarse en una novación subjetiva por cambio de acreedor, difícilmente ella
implicará que el deudor pueda cumplir sus obligaciones, por lo que ella solo podría estimarse en conjunto con
otras reglas.
Sin perjuicio de la referencia normativa a la que aludimos en términos generales, sí se deberán tener en cuenta
las consecuencias de la novación, especialmente en lo referente a:

La extinción de los intereses (artículo 1640 CC).


De los privilegios (artículo 1641 CC).
De las garantías reales (artículos 1642 a 1644 CC).
De las codeudas solidarias y subsidiarias (artículo 1645 CC), entre otros.

Por último, el acuerdo podría consistir en una repactación de las deudas, lo que, conforme a lo dispuesto en el
artículo 1°, parecería ser la regla general. Dado que se trata de un concepto escasamente técnico, deberíamos
entender por ella la alteración de los términos del crédito que no importen novación, como se reconocen en los
artículos 1647 a 1650 CC, con especial énfasis en la regla que dispone que:

La mera ampliación del plazo de una deuda no constituye novación; pero pone fin a la responsabilidad
de los fiadores y extingue las prendas e hipotecas constituidas sobre otros bienes que los del deudor;
salvo que los fiadores o los dueños de las cosas empeñadas o hipotecadas accedan expresamente a la
ampliación".
Art. 1649 Código Civil.
Nuevo régimen concursal de la empresa: Ley N°20.720

En todo caso, esta disposición deberá conciliarse con el tratamiento de las garantías en la audiencia de
renegociación a la que hiciéramos referencia precedentemente.
Por su parte, el artículo 268 LC agrega que, finalizado el procedimiento concursal de renegociación por medio de
un acuerdo de tal tipo, la persona deudora se entenderá rehabilitada para todos los efectos legales. Aquí la regla
utiliza la “rehabilitación” en un sentido que no se corresponde con la historia de las legislaciones concursales,
dispuesta como una forma de poner término a las inhabilidades consecuenciales a la calidad de fallido del
deudor. No puede estar refiriéndose a ello, dado que el inicio del procedimiento concursal de renegociación no
genera inhabilidad alguna, de forma que solo estaría aludiendo a una suerte de rehabilitación financiera.
En caso de haber finalizado el procedimiento en virtud de la celebración de un acuerdo de ejecución, la regla
dispuesta en el artículo 268 LC es más clara en cuanto a su vinculación con la resolución de la que tratamos.

En este sentido, una vez publicada en el Boletín Concursal, se produciría la extinción,


por el solo ministerio de la ley, de los saldos insolutos de las obligaciones contraídas
por la persona deudora respecto a los créditos que han formado parte de dicho
acuerdo.

Sobre el particular, cabe realizar algunas precisiones, puesto que ya nos hemos referido a las lógicas del
discharge en este tipo de procedimientos. El primer comentario refiere a que el efecto, a diferencia a lo que ocurre
con motivo de la dictación de la resolución de término en los procedimientos concursales de liquidación (artículo
255), no se refiere a todos los créditos que tengan una causa anterior al mismo, sino que se limitan a los créditos
que han formado parte del procedimiento, rompiendo el principio de universalidad subjetiva que informa los
procedimientos concursales. La segunda observación trata del defecto temporal que se aprecia en la errónea
redacción de la regla, ya que la extinción de los saldos insolutos no puede tener lugar en una fecha anterior a la
que deba llevarse a cabo la realización de los activos y el reparto de los fondos.
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Resumen Unidad 5
El presupuesto subjetivo del procedimiento concursal de renegociación previsto en la Ley N° 20.720, de
reorganización y liquidación de activos de empresas y personas (LC), se limita al caso de las personas
naturales que no realizan actividades empresariales, calificadas por su forma de tributación.
Presupuesto subjetivo, el artículo 260 LC dispone que el procedimiento concursal de renegociación será
aplicable solo a la persona deudora. Es un término definido en el artículo 2.25 LC, que indica que se trata
esta de toda persona natural no comprendida en la definición de empresa deudora.
Presupuesto objetivo, se encuentra, asimismo, reconocido en el artículo 260 LC. El ordenamiento chileno
ha optado por alejarse de construcciones que estima más bien propias de las raíces del Derecho mercantil,
como la cesación de pagos, como a su vez a la utilización de conceptos técnicos que podrían haber
motivado la necesidad de acreditación mediante un sistema probatorio más complejo, como la crisis
patrimonial, el sobreendeudamiento o la insolvencia.
La “persona deudora” en lugar de optar por la liquidación de sus bienes embargables por medio de la
solicitud de inicio de un procedimiento concursal de liquidación (artículo 273 LC), pretende ofrecer al
conjunto de sus acreedores una alternativa que se centre en el ajuste de la deuda a sus verdaderas
capacidades de pago.
El procedimiento concursal de renegociación se inicia por la solicitud presentada por la persona deudora a
la Superintendencia de Insolvencia y Reemprendimiento (artículo 261 LC), lo que implica que califica como
un procedimiento de carácter estrictamente voluntario, sin que los acreedores tengan la titularidad para instar
por la promoción de esta solución administrativa.
De cumplirse todos los requisitos sustantivos y formales para la apertura del procedimiento, la
Superintendencia procederá a la dictación de la resolución de admisibilidad (artículo 263 LC), la que deberá
ser publicada en el Boletín Concursal a efectos de citar a la audiencia correspondiente y fijar la entrada en
vigor de sus efectos limitativos.
Respecto a la primera audiencia (de “determinación del pasivo”) debemos referirnos a la forma en la que la
LC dispone la conformación de la voluntad colegial en el marco de los procedimientos concursales de
renegociación. A pesar del hecho de mantener una dinámica colegial, el legislador ha omitido la referencia a
la existencia de una junta de acreedores, destacando la participación de estos últimos en el marco de un
sistema de asambleas facilitadas por la Superintendencia de Insolvencia y Reemprendimiento.
De conformidad a lo dispuesto en el artículo 272 LC, los acuerdos impugnables se circunscriben únicamente
al acuerdo de renegociación y al acuerdo de ejecución, alcanzados en el marco de las correspondientes
audiencias. La normativa no alcanza a la determinación del pasivo efectuada en la audiencia a la que alude
el artículo 265 LC, lo que puede generar algunos inconvenientes, puesto que la LC no contempla reglas de
corrección expresa en caso de que se hubiese aprobado la propuesta presentada por la Superintendencia, o
corregida en el marco de la citada audiencia, con alguno de los defectos que permitirían la impugnación de
los acuerdos alcanzados para la renegociación o la ejecución.
El término del procedimiento se realiza de forma anticipada u ordinaria. Corresponde a la Superintendencia
la declaración del término anticipado del procedimiento. La terminación ordinaria se encuentra regulada en
el artículo 268 LC, haciendo referencia a la dictación de la resolución en que la Superintendencia lo declara
finalizado en atención a que se hubiese logrado un acuerdo de renegociación o un acuerdo de ejecución,
según sea el caso.
Nuevo régimen concursal de la empresa: Ley N°20.720

Bibliografía Unidad 5
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