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PSICOLOGÍA PREVENTIVA

Unidad 1

Saforcada y de Lellis. Psicología y salud pública.

Para reflexionar sobre el proceso de salud, es bueno analizar el objeto de reflexión del derecho
y del revés.

El derecho podemos evaluar sus condiciones para la acción en este ámbito y los resultados
obtenidos; Del revés, debemos desentrañar lo que falta por realizar y cuáles son las
orientaciones más eficaces para hacerlo, teniendo en cuanta aquello que es posible alcanzar
con los recursos con los cuales hoy cuentan nuestros países indoafroiberoamericanos.

Deteniéndonos en las condiciones de la psicología para la acción en el terreno de la salud,


vemos que ha empleado un concepto anacrónico y acientífico. Dos de sus principales
componentes son:

 Seguir manteniendo la vigencia semántica y práctica del concepto de salud mental


 Continuar dándole validez a la idea de que estar sano es no estar enfermo, cuando la
psicología es fundamentalmente una ciencia de la salud, no de la enfermedad.

Por otra parte, la sociedad en general y los profesionales del área mantienen la costumbre de
llamar profesionales de la salud, ministerios y secretarías de salud, presupuestos de salud,
sistemas de atención de la salud, a lo que en realidad debería llamarse “de la enfermedad”,
dado que se ocupan de lo dañado.

Dado que nos encontramos con la idea que las enfermedades mentales quedan relegadas al
campo de los psicólogos y las enfermedades orgánicas al de los médicos, es necesario que
quienes ejerzan la psicología puedan erradicar la expresión salud mental para pasar a usar
solamente psicología de la salud y lo mental en la salud, ayudando a los médicos a incorporar
estas conceptualizaciones. Cuando desde la psicología comunitaria no se busca integrar a la
medicina termina perjudicando a las comunidades.

La línea de pensamiento de lo mental en la salud tiene poca incidencia en el ámbito de las


políticas públicas, ello se debe principalmente a que:

a) La complejidad para cambiar paradigmas: trabajar desde la perspectiva de lo mental en la


salud choca de frente con el dualismo de raíz cartesiana y con buena parte del mecanicismo.

b) Trabajar desde esta perspectiva desemboca indefectiblemente en acciones de protección y


promoción de la salud, lo cual debilita fuertemente el modelo asistencialista que tomó como
objeto de estudio al individuo descontextualizado, yacente y entendido como reservorio de la
enfermedad, o sea, resquebraja los cimientos del mercado de la enfermedad.

Ceminari, Y. & Stolkiner, A. (2018). El cuidado social y la organización


social del cuidado como categorías claves para el análisis de políticas
públicas.

Políticas de Cuidado

La literatura europea sobre políticas de cuidado formaliza tres modalidades de intervención


pública:

 Las políticas de tiempo: tienen su referente en la Propuesta de “Ley de Tiempos”


desarrollada por las mujeres del Partido de la Izquierda, que propuso establecer un
nuevo derecho al tiempo propio. En aquella propuesta de ley se reclamaba “Tiempo de
vida” en el que se incluyera la actividad laboral, la doméstico-familiar y también el
tiempo propio.
 Las políticas de conciliación: durante las décadas del ´70 y del ´80 los estados
desarrollaron políticas de conciliación para que las mujeres puedan compatibilizar los
espacios del trabajo remunerado y la familia. Una de las críticas que recibe este tipo de
políticas es que la “conciliación” se dirige exclusivamente a las mujeres y en ese
sentido no favorece la equidad de género.
 El modelo del social-care: propone una visión transversal y multidimensional de los
cuidados. Aborda el cuidado desde la integración de todas las actividades y relaciones
implicadas en el sostenimiento de las necesidades físicas y emocionales de los niños y
adultos en situación de dependencia, y de los marcos normativos, económicos y
sociales en los que se insertan esas actividades

El modelo del “Social Care” demuestra que Estado, mercado y familia no se pueden disociar en
la provisión del bienestar y se deposita la mirada en la organización social de los cuidados a
través del diseño de políticas públicas, más allá de los entornos familiares. Considera que el
tratamiento de los cuidados es una clave para comprender cómo el Estado de bienestar se
despliega en la actualidad.

El “social care” amplía el campo social de los cuidados e implica un corrimiento de la familia y
del espacio doméstico al entorno social. La responsabilidad en la provisión de cuidados
también se modifica: pasa a ser una responsabilidad colectiva de la sociedad y una
responsabilidad moral de las personas.

Diamante del cuidado: categoría que permite comprender la forma en que el estado, el
mercado, la familia y las organizaciones de la sociedad civil producen y proveen el cuidado. Las
instituciones que componen este diamante interactúan de forma compleja y las fronteras que
existen entre ellas son porosas y dinámicas.
Complejiza el análisis de los regímenes de cuidado sin reducirlo a políticas estatales o al de las
familias. Cuatro actores incluidos en la propuesta de diamante del cuidado: estado, mercado,
familia y comunidad.

Hay autoras que advierten que uno de los límites de la matriz analítica del diamante del
cuidado es la suposición de cierto equilibrio en la distribución entre diferentes vértices y para
superar esa limitación propone la categoría de “organización social del cuidado”

La Organización Social del Cuidado: Se refiere a la forma en que interrelacionadamente la


familia, el Estado, el Mercado y las organizaciones comunitarias producen y distribuyen
cuidados, se caracteriza por la diversidad de actores que participan y por ser una configuración
dinámica donde no existen divisiones estancas sino más bien una continuidad de actividades,
trabajos y responsabilidades.

La noción de “organización social del cuidado” expresa el cruce entre instituciones que regulan
y proveen servicios de cuidado y los modos en que los hogares y sus miembros se benefician
de los mismos (Faur, 2009). A partir de la noción de organización social del cuidado se explicita
la necesidad de reconocer, reducir y redistribuir el trabajo de cuidado, considerando que el
cuidado va más allá de los hogares e incluye a la sociedad en su conjunto.

El “cuidado social” proviene de autores británicos, el “diamante del cuidado” es de origen iraní
y la noción de “organización social del cuidado” fue elaborada en función de las características
latinoamericanas y específicamente argentinas.

Las tres categorías tienen en común dos potencialidades:

1- Por un lado, permiten restituir la dimensión social a los cuidados y no reducirlos a una
relación intersubjetiva. De esa forma, el cuidado sirve para analizar políticas públicas,
entendidas como el conjunto de acciones y omisiones (Oszlak y O´Donnell, 1976) que
manifiestan la manera en que interviene el Estado en relación a una cuestión que
concita la atención, interés o movilización de otros actores en la sociedad civil, en este
caso el cuidado.
2- Por otro lado, permiten desnaturalizar la familiarización y la mercantilización de los
cuidados para identificarlas como modalidades de organización de los cuidados que
acontecen en sociedades en que es limitada la provisión pública de cuidados de
personas mayores. Al socializar el cuidado, las categorías de “cuidado social”,
“diamante del cuidado” y de “organización social del cuidado” promueven prácticas de
promoción de la salud mental comunitaria que involucren la redistribución de
responsabilidades de cuidado entre Estado, mercado, familia y comunidad.

Liborio. Por qué hablar de salud colectiva

La medicina se reconoció como un campo de prácticas y saberes cuyo objetivo fue la


prevención y curación de las enfermedades y la preservación de la salud. Sin embargo, al
revisar sus significados, es posible realizar un recorrido histórico-epistemológico definiendo lo
que se han constituido como las “prácticas” médicas. Así la “medicina” fue definida como una
ciencia, o como una profesión vinculada al proceso social y al desarrollo científico, teniendo su
correlato en la definición de salud desde las perspectivas biológicas.

Medicina preventiva: podía considerarse como un conjunto de nociones y técnicas que


apuntaban al conocimiento y manipulación de los procesos sociales y psicosociales del
comportamiento humano referente a la implantación de patrones racionales de salud.
Conjuntamente con la epidemiología, surgen las ciencias sociales aplicadas a la medicina que
darían cuenta de las problemáticas en el marco de la Historia Natural de las enfermedades.

Así la Medicina Preventiva se constituyó en un vehículo del proceso de cambio al interior de las
Facultades donde se proponía una formación crítica en los estudiantes para que fueran
agentes de cambio de la profesión. En el campo académico, el movimiento preventivista
desembocó en un proceso de creación y reconstrucción conceptual, científica y técnica que
impuso la “invención” de una “salud colectiva”.

La salud colectiva produce una desbiologización del campo conceptual de la medicina


preventiva, instaurando un proceso en el cual se redistribuye y se redefinen los poderes en
diferentes profesiones al interior del área salud en la medida de incluir una práctica
multifacética donde se encuentra incluida la práctica política.

La SC abarca un conjunto complejo de saberes y prácticas, técnicas científicas y culturales,


ideológicas, políticas y económicas, relacionados al campo de la salud, involucrando desde las
organizaciones que prestan “asistencia” a la salud de las poblaciones hasta las instituciones de
enseñanza, de investigación y organizaciones de la sociedad civil (OSC) que puedan tener un
carácter científico o sindical interesadas en defender el sistema público de salud en el marco
de la lucha por el “derecho a la salud” de la ciudadanía.

Los desafíos para la Salud Colectiva

En primera instancia un desafío importante es desde lo conceptual; ya que la SC debe ser


comprendida como una construcción permanente e inacabada, y desde un nuevo paradigma
basado en la salud como derecho y en la promoción de la salud. Otro aspecto es la necesidad
de trascender con esta teoría innovadora hacia una práctica con miras a desarrollar las
mejores ideas y acciones para actuar en salud, esto es, que se pueda interpretar y mediar con
conocimiento y eficacia en el cuidado de la salud de los grupos poblacionales.

La SC, así entendida, forma un nuevo campo de conocimiento en constante desarrollo, y se


constituye en un punto obligado de referencia y reflexión para ampliar los horizontes de visión
del proceso de salud-enfermedad-atención/cuidado.

Desde lo contextual la SC tiene la necesidad de deconstruir las políticas neoliberales


imperantes y proponer valores que contribuyan a generar un “progresismo” con equidad,
transparencia y participación social en la medida que las prácticas se encuentren asociadas a
intervenciones basadas en el enfoque de derechos permitiendo las transformaciones sociales
necesarias.

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