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ANÁLISIS JURISPRUDENCIAL

NOMBRE Y APELLIDO DEL ASIGNATURA, GRUPO: Derecho


ESTUDIANTE: Daniela Padilla Penal General II, G3
Vásquez

NOMBRE DE LA CORPORACIÓN:

1.IDENTIFICACIÓN DE LA Corte Suprema de Justicia, Sala de


PROVIDENCIA: Casación Penal

# SENTENCIA: Casación N° 15.663

FECHA DE SENTENCIA: 14 de
marzo de 2002

MAGISTRADO PONENTE: DR. Jorge


Anibal Gomez Gallego

2. HECHOS RELEVANTES

 El menor Julio César Villalba Bolaños, de seis años de edad, arribó el 11


de diciembre de 1994 al hogar de su progenitor, el cual estaba
conformado por la compañera permanente de este y la hija de ambos. Su
arribó se dio con la finalidad de que el progenitor le proporcionara debida
crianza, de la cual su madre, Leneyis Bolaños Ayala, había encargado a
la abuela, Eda Lucía Ayala Aguilar, a escasos seis meses del nacimiento
del pequeño.

 El menor Julio César Villalba Bolaños, de seis años de edad, falleció el 18


de febrero de 1995, en el municipio de Planeta Rica, Córdoba, a
consecuencia de traumas múltiples por contusión. Los médicos legistas
encontraron en el menor suficientes hallazgos reveladores de maltrato
infantil crónico, cuyo sindicado desde un comienzo de tales vejaciones
fue el padre del menor, Julio César Villalba González.

 El cuerpo técnico de Investigación de Planeta Rica realizó una indagación


previa de los hechos y culminada ésta, las diligencias le fueron asignadas
al Fiscal 26 de la Unidad única de Fiscalía Seccional de dicha localidad a
quien le correspondió decretar formal apertura de la instrucción y
escuchar en descargo a Villalba gonzalez y a la mujer de este, Merlyn
Meira Smith Rodríguez. El Fiscal 26 le impuso a la pareja como medida
de aseguramiento la “detención preventiva sin excarcelación como
presuntos autores del hecho punible de homicidio agravado”, la cual fue
modificada posteriormente por el funcionario instructor por la de
“homicidio preterintencional”, al estimar que la situación de los indagados
había variado sustancialmente por una prueba sobreviniente.

 La calificación al sumario fue producida en la resolución del 12 de marzo


de 1996, por el Fiscal 25 de la ya mencionada unidad, la imputación
verso por homicidio en exceso de la causal de justificación del artículo 29-
1 del antiguo Código Penal.

 El Juzgado Promiscuo del Circuito del municipio de Planeta Rica, por


auto del 3 de mayo de 1996 decretó la nulidad de la resolución de
acusación por estimar que el pliego de cargos adolecía de falsa
motivación. Dicho auto fue impugnado por el Fiscal Instructor, siendo
confirmado el proveído recurrido por el Tribunal Superior de Montería.

 Producida la nueva calificación el 4 de febrero de 1997, la acusación


contra Villalba González se contrajo al homicidio preterintencional con las
circunstancias de agravación específicas y las genéricas, mientras que a
Smith Rodríguez se le favoreció con la preclusión de la investigación. La
nueva calificación fue impugnada por la defensa, pero la Fiscalía
Segunda delegada ante el Tribunal por Resolución del 9 de abril confirmo
la nueva calificación desechando las agravantes genéricas.

 Por sentencia del 13 de mayo de 1998 el Juzgado Promiscuo del Circuito


de Planeta Rica, le impuso a Villalba González condena de 16 años de
presión. La sentencia fue apelada por el defensor, pero el Tribunal
confirmó la sentencia nuevamente el 4 de noviembre del mismo año con
modificación al fallo de condena, imponiendo una nueva pena de 4 años
de presión y $6.000 de multa como responsable del hecho punible de
homicidio culposo, siendo tal fallo impugnado y consecuentemente
pasando a casación.

3. CARGOS

- Cargo primero: El Tribunal infringió en forma directa el artículo del


Código Penal, por interpretación errónea, dejando consecuentemente de
aplicar dicho artículo, en cuanto le atribuyó al precepto que tipifica el
homicidio preterintencional un sentido que no tiene, que le es extraño y
contrato a su significado, puesto que va en contravía de su comprensión
natural y obvia. Para el casacionista, el Tribunal al considerar que en el
homicidio ultraintencional el agente tiene que haber previsto la muerte de
su víctima, porque si no la ha previsto el crimen es culposo; confunde el
homicidio intencional que se comete con dolo eventual, con el fenómeno
de la preterintencionalidad en el que el resultado más grave es el
imprevisto.

Tal equivocación por parte del Tribunal derrumba la presunción de acierto


y legalidad que cobija toda sentencia judicial, en cuanto ésta no puede
ser veraz cuando se ignora el significado de la preterintencionalidad, al
punto de confundirse dicho fenómeno con el delito intencional cometido
con dolo eventual, lo cual resulta más absurdo y notorio, cuando se exige
la prueba de la previsión del resultado no querido por el agente. Por lo
tanto, el fallo de segunda instancia termina por lavar sin fundamento
alguno la conducta dolosa del proceso con la que se inició el iter criminis
ya que como no halló prueba de que Villalba González previó la muerte
de su hijo, arriba a la conclusión gratuita de que el homicidio es culposo.

- Cargo segundo: La sentencia de segunda instancia viola la ley


sustancial, en la medida en que el juzgador incurrió en error “in iudicando”
al aplicar indebidamente el artículo 329 del antiguo Código Penal, lo cual
hizo que se configurara un error de hecho puesto que al omitir la
consideración de las pruebas (acta de autopsia, fotografías del cadáver,
versiones de los médicos forenses y confesión de tortura del procesado)
que resultan testimonios elocuentes en la demostración del proceso de
tortura al que se sometió al menor, se configura una fuente de error de
juicio cometido por el Tribunal pues como se explica sin la consideración
de tales pruebas que lo de Villalba González no fue intencional, o que fue
legítimo.

4. CONSIDERACIONES DE LA CORTE
- El Tribunal al entender que el homicidio preterintencional se estructura
cuando el resultado muerte es previsto por el agente, incurre en una
equivocación puesto que lo que tal conducta precisa es que exista el
propósito de causarle daño a la persona que a la postre resulta muerta,
pero que cuya muerte no ha sido querida ni prevista, aunque hubiera
querido preverse. Siendo así, predicable tales premisas del Tribunal dado
que, si de acuerdo a ellos quien con dolo de lesiones prevé la muerte de
su víctima, y sin embargo obra conforme a esa representación, lo que se
estaría configurando no es homicidio culposo como lo estableció el
Tribunal en el fallo, sino un homicidio doloso a título de dolo eventual. El
propio Tribunal al catalogar la conducta de Villalba González como grave,
admite que este actuó con dolo de lesiones y reconoce que le produje la
muerte al menor a través de flagelaciones, lo que es una muestra del
maltrato infantil crónico al que se le venía sometiendo tal como fue
dictaminado por los médicos forenses; siendo el maltrato un castigo que
no se compagina con la facultad de imponer correctos que con respecto
de sus hijos les asiste a los padres. Por manera que, produce la muerte
de la víctima, resultado no querido ni previsto por el justiciable, se impone
reconocer que el tipo en el que debe enmarcarse su conducta es el que
define y sanciona el homicidio preterintencional en el artículo 325 del
antiguo Código penal (hoy 105 de la Ley 599 de 200).

Por lo tanto, se violó en forma directa la ley sustancial por falta de


aplicación del mentado precepto, por lo que considera casar la sentencia
impugnado con el fin de que produzca sus efectos, tal como lo demandan
el censor y la Procuradora Delegada.

- La sanción corporal impuesta a Villalba González a 16 años de prisión, es


una cifra inexplicable porque si se quiso imponer el mínimo resultante de
la proporción establecida en las normas infringidas, ese quantum tendría
que haber sido de 20 años de prisión. La penalidad que hoy apareja el
homicidio preterintencional es más benigna, en cuanto la sanción entraña
una pena cuyo mínimo es de 150 meses y su máximo de 320. Ahora,
como solamente concurre una circunstancia de atenuación punitiva y
ninguna agravante, para la dosificación de la pena pertinente solo podrá
moverse dentro del cuarto mínimo, es decir, entre 150 meses y 192
meses y 15 días, la cual, dada la gravedad de la conducta imputada por
el daño real causado (múltiples flagelaciones que produjeron en la victima
desgarros de corazón e hígado, más el maltrato infantil crónico al que fue
sometida), se establecerá en 170 meses de presión.
5. POSICIÓN DEL MINISTERIO PÚBLICO
Respecto al primer cargo formulado, estima que el Tribunal se equivocó en el
sentido otorgado a uno de los requisitos exigidos para que la conducta se
enmarque dentro de la figura de ultraintención, puesto que entiende que uno de
los elementos de la preterintención es que se haya previsto el resultado muerto,
cuando lo que realmente se exige es que el resultado más grave, no se haya
previsto por el sujeto agente aunque sea previsible, apartándose de tal manera
del sentido jurídico y significado gramatical que se le atribuye al término
previsión en punto al delito preterintencional. Por tanto, considera que el cargo
debe prosperar, y que resulta pertinente casar el fallo y dictar el reemplazo
acorde con la condena de homicidio preterintencional.

En cuanto al segundo cargo formulado, considera que ciertamente en la


sentencia de segunda instancia, se dejaron de apreciar medios de prueba que
eran trascendentes, puesto que tales medios variarían necesariamente la
definición del grado de culpabilidad en que actuó el incriminado. Al no acopiar el
Tribunal la información contenida en el expediente y de la cual valerse para
sustentar su decisión, da razón para que su fallo resulte deficiente e incapaz de
derrumbar al de primera instancia. En consecuencia, considera que existe un
error de hecho por falso juicio de existencia por omisión, y su incidencia en el
fallo, lo que fa razón a la pretensión subsidiara del impugnante extraordinario.

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