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CASACIÓN 23.

806
HILDA BLANCO LEGUIZAMÓN

Señores Magistrados
CORTE SUPREMA DE JUSTICIA
Sala de Casación Penal
Magistrado Ponente Dr. Mauro Solarte Portilla

Ref. Recurso de casación interpuesto por el señor Procurador


Judicial Penal II 166 y el defensor de la procesada Hilda Blanco
Leguizamón, contra la sentencia proferida por el Tribunal
Superior de Santa Rosa de Viterbo que la condenó por el delito
de homicidio.
Rad. Nro.: 23.806

Honorables Magistrados:

El Juzgado Promiscuo del Circuito de Socha (Boyacá), profirió el 16 de julio de


2004, sentencia condenatoria en contra de la señora Hilda Blanco Leguizamón, le
impuso la pena principal de 171 meses de prisión como autora del delito de
homicidio; la condenó a la pena accesoria de interdicción de derechos y funciones
públicas por un periodo igual al de la pena principal.

El Tribunal Superior de Santa Rosa de Viterbo decidió el 29 de noviembre de 2004


modificar la sentencia impugnada, condenó a la señora Blanco a la pena principal
de 128 meses de prisión como autora del delito de homicidio; ordenó tener como
pena cumplida de la sanción impuesta los 48 meses de prisión impuestos a la
procesada por el delito de abandono de menores, en consecuencia, la pena la
tasó en ochenta meses y en los demás, confirmó la providencia.

El señor Procurador Judicial II 166 y el defensor de la procesada interpusieron


recurso extraordinario de casación y lo sustentaron con demandas que fueron
encontradas ajustadas a las previsiones legales por la Corte Suprema de Justicia.

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Corresponde a la Procuraduría Tercera Delegada para la Casación Penal emitir


concepto sobre la viabilidad del recurso.

1. HECHOS

Reseñados por el Tribunal Superior en su providencia de la siguiente manera:

Los hechos fueron puestos en conocimiento de las autoridades por denuncia que
hiciera la joven FLORESMIRA BENITEZ BLANCO el 02 de mayo de 2001, ante la
Defensoría de Familia de Centro Zonal de Zipaquirá, quien señaló a su progenitora
HILDA INOCENCIA BLANCO LEGUIZAMÓN como la autora material de la muerte
de la menor LETICIA TELLEZ QUINTERO, la que ocasionó aproximadamente
hacia finales de abril o comienzos de mayo de 1997, cuando le dio comida con
veneno “juradán” (utilizado para matar ratas); agregó la joven que luego su mamá
introdujo el cuerpo de la niña en un costal y lo enterró cerca de la casa, que
posteriormente lo desenterró y lo botó como a 100 metros de la vivienda en un
bosque.

2. ACTUACIÓN PROCESAL

La fiscalía inició indagación preliminar el 24 de mayo de 2001 y con fundamento


en las diligencias adelantadas se dispuso abrir investigación penal contra la
señora Hilda Blanco Leguizamón el 28 de agosto de 2001. Se ordenó escucharla
en indagatoria.

La diligencia se practicó el 13 de septiembre de 2001 y la fiscalía resolvió la


situación jurídica de la implicada el 18 de septiembre.

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Completa la investigación se ordenó su cierre el 29 de mayo del 2002. Se calificó


el mérito del sumario el 31 de octubre de 2002, la fiscalía profirió resolución de
acusación en contra de Hilda Blanco Leguizamón como autora del delito de
homicidio.

Recibido el proceso en el Juzgado Promiscuo del Circuito de Socha, se avocó su


conocimiento el 19 de noviembre de 2002.

Adelantadas las diligencias de audiencia el Juzgado profirió sentencia


condenatoria el 16 de julio de 2004. Modificada por el Tribunal Superior de Santa
Rosa de Viterbo el 29 de noviembre de 2004, decisión que es ahora objeto de
recurso de casación.

3. SÍNTESIS DE LAS DEMANDAS DE CASACIÓN

3.1. Demanda presentada por el señor Procurador Judicial II

Invoca como causal de casación la prevista en el ordinal 2º del artículo 207 del
Código de Procedimiento Penal. Indica que existen irregularidades sustanciales
que afectaron el debido proceso.

Denuncia el representante del Ministerio Público que en el presente evento se


desconoció el principio del non bis in ídem, en razón a que a la señora Hilda
Blanco Leguizamón se le profirió sentencia condenatoria por parte del Juzgado
Promiscuo del Circuito de Socha, Boyacá por el delito de abandono de la menor
Leticia Téllez, agravado por la muerte sobreviniente de la víctima, y se le impuso
la pena de 48 meses de prisión que fue efectivamente purgada.

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En agosto de 2001 se dio inicio a un nuevo proceso penal en el que se juzga a la


señora Blanco Leguizamón por el delito de homicidio de la menor Leticia Téllez y
por el cual fue condenada.

Considera que existe coincidencia fáctica del episodio muerte de la menor Leticia
en ambos procesos, en el primero es aducida como causal de intensificación de la
pena, mientras que en el segundo se esgrime como delito autónomo, lo que le
permite sostener que se trata del mismo fenómeno naturalístico al que pretender
dársele una denominación jurídica distinta, circunstancia que determina la
vulneración del principio de non bis in ídem y de la garantía de la cosa juzgada.
No puede deslindarse el resultado muerte de la menor, como lo hace el Tribunal,
con apego al fallo de tutela proferido, para declararlo ausente del primer proceso y
objeto de investigación en el segundo, porque la primera sentencia se produjo
como consecuencia de la imputación fáctica y jurídica contenida en el pliego
acusatorio y ese evento de la muerte se dedujo como circunstancia específica de
agravación del delito de abandono.

Después de transcribir apartes de la primera sentencia proferida en contra de la


señora Hilda Blanco indica que no tiene razón el Tribunal al afirmar que el hecho
de que la conducta punible de abandono se hubiese agravado por la muerte
sobreviniente de la menor, se pueda afirmar que el homicidio fue investigado, o
que fue objeto de juzgamiento la muerte de la niña, porque de no haberse
considerado, cuál la razón para agravar la pena impuesta a la señora Blanco.

Indica el Tribunal que la muerte como consecuencia del abandono y la muerte por
envenenamiento se excluyen y es lógico, pero ese hecho le permite insistir en que
la muerte de la menor Leticia ya fue definida, fue objeto de investigación,
juzgamiento y condena mediante sentencia con fuerza de cosa juzgada y fue

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imputada fáctica y jurídicamente como causal específica de agravación del


abandono.

Agrega el censor que se quiere otorgarle al mismo evento naturalístico una


connotación jurídico penal distinta, la de la realización de un homicidio, que punga
con los postulados garantistas. Y se apoya en la decisión de tutela para pregonar
la identidad fáctica, cronológica y material de los hechos, cuando se indica que se
tenga como parte de la pena cumplida para el delito de homicidio, la que se
impuso como agravante del delito de abandono de menores. Lo que se le ocurre
que es un desacierto, pues si los eventos son autónomos, como se ordena abonar
el incremento punitivo impuesto.

El desconocimiento de las garantías procesales de la prohibición de doble


incriminación y de la cosa juzgada generó la nulidad de la actuación procesal, por
lo tanto, así deberá declararse por la Corte Suprema de Justicia.

3.2. Demanda presentada por el defensor de la señora Hilda Blanco

Invoca la causal tercera de casación, cuando la sentencia se haya dictado en un


juicio viciado de nulidad.

Se refiere en extenso al principio del non bis in ídem, que tiene relación con la
garantía de la cosa juzgada. Agrega que en el presente caso existe una decisión
de tutela de la Corte Constitucional, sentencia T- 537 de julio de 2000, que es
seguida por la Sala mayoritaria, y de la cual reconoce su importancia, sin
embargo, considera que no puede atar al juez de conocimiento quien no puede
olvidar que goza de un control sobre el debido proceso.

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Sostiene el demandante que la Corte Constitucional parte de la consideración de


que abandonar a un menor y causarle la muerte por envenenamiento son dos
hechos diferentes y es así en la hipótesis de las imputaciones acumulativas, pero
no es el presente caso. Aquí, a la sindicada se le había juzgado no por un delito
simple de abandono de menor, sino por el delito de abandono de menores previsto
en el artículo 127 del Código Penal, seguido de muerte, circunstancia de
agravación específica contemplada en el artículo 130 de la misma obra.

Si en el presente caso lo que activó el aparato judicial fue la muerte de la menor,


era obligación de la fiscalía haber investigado esa muerte en todos los aspectos y
resolver de manera definitiva la situación de la persona a quien se había vinculado
a la investigación como responsable de la misma. Para ese entonces se había
encontrado la causa de la muerte: el abandono y por ello se juzgó y condenó a la
señora Blanco, de manera que la muerte de la menor sí fue objeto de
investigación en ese proceso. Igualmente, la situación de la sindicada en relación
con la muerte de la menor también fue definida ya que se le condenó por
abandono agravado por la muerte de la víctima, de manera que juzgarla
nuevamente por el mismo hecho, esto es, la muerte de la menor, es una violación
grave del derecho fundamental.

Solicita que se decrete la nulidad de todo lo actuado en este caso, a partir del auto
que dispuso la apertura de la investigación y se decrete la cesación de
procedimiento a favor de la señora Blanco.

4. CONCEPTO DE LA PROCURADORA TERCERA DELEGADA PARA LA


CASACIÓN PENAL

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Demandas presentadas por el señor Procurador Judicial II y el defensor de la


procesada

Advierte la Delegada que las dos demandas presentadas son coincidentes en el


tema materia de objeción, esto es, la violación del principio de non bis in ídem, en
consecuencia, se responderán en forma conjunta.

Alegan los libelistas que en el presente caso se vulneró la garantía fundamental de


la cosa juzgada, en razón a que la señora Hilda Blanco ya había sido juzgada por
el hecho de la muerte de la menor Leticia Téllez Quintero. Pues bien, aunque los
argumentos utilizados responden a un estudio juicioso sobre la garantía
fundamental y sus implicaciones, debe señalarse que no les asiste razón en sus
planteamientos.

En efecto, el análisis de las pruebas aportadas y de cada uno de los expedientes


adelantados permite concluir que se trata de circunstancias naturalísticamente
diferentes y así fueron tratadas por los funcionarios judiciales. Una cosa es el
abandonar a una persona y que se produzca su muerte -acto final previsible pero
no doloso- mirada en el primer proceso como la consecuencia del abandono en
razón a que no se investigaron sus causas, y otra muy diferente es la acción de
matar, la que se investigó y juzgó en el segundo proceso.

Así, debe señalarse que las descripciones típicas de los artículos del código penal
que sancionan los delitos consagran comportamientos distintos: el artículo 346 del
anterior Código Penal establecía:

Art. 346. Abandono. El que abandone a un menor de doce años o persona que se
encuentre en incapacidad de valerse por si misma, teniendo el deber legal de velar
por ellos, incurrirá en prisión de dos (2) a seis (6) años. Si el hecho descrito en el

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inciso anterior se cometiere en lugar despoblado o solitario, la pena imponible se


aumentará hasta en una tercera parte.

Por su parte, el artículo 348 señalaba una causal de incremento punitivo:

Abandono seguido de lesión o muerte. Si del hecho, descrito en los artículos


anteriores se siguiere para el abandonado alguna lesión personal, la pena
respectiva se aumentará hasta en una cuarta parte. Si sobreviniere la muerte, el
aumento será de una tercera parte a la mitad.

El homicidio estaba descrito en el artículo 323 del Código Penal de 1980, norma
que resulta aplicable en consideración a la fecha de realización de los hechos:

El que matare a otro, incurrirá en prisión de trece (10) a veinticinco (15) años.

Así, se estableció que el primer proceso penal se inició en razón del hallazgo de
los restos de la niña Leticia Téllez, se indagó por la suerte de la menor y se
determinó que la señora Blanco, quien la tenía a su cuidado, se cambió de lugar
de residencia y no la llevó consigo, de manera que se le imputó el delito de
abandono. Es claro el funcionario al señalar que no se le estaba enjuiciando por la
muerte de la niña, toda vez que no se pudieron establecer las causas de ella, sólo
se tomó en consideración como circunstancia de agravación de la pena y
precisamente, por el hallazgo de los restos de la menor. En el segundo proceso,
iniciado en razón de la declaración de una hija de la señora Blanco, se comprobó
que la procesada había causado intencionalmente la muerte de la menor al darle
veneno y de esta forma se le juzgó por el delito de homicidio.

Resulta evidente que a la señora Blanco no se le juzgó dos veces por los mismos
hechos, en el primer proceso se dedujo la agravante pues se consideró que por su
actuar omisivo se produjo la muerte de la menor, mientras que en el proceso que

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se somete a consideración de la Corte Suprema de Justicia se estableció que una


conducta activa de la señora Blanco, proporcionar veneno a la menor, le ocasionó
su deceso.

En la primera investigación se demostraron cada uno de los elementos que


configuran el tipo penal de abandono, ya que las declaraciones que se recibieron
se refirieron a las condiciones en que la menor se encontraba, al descuido
absoluto de su persona, de su salud, de su vestimenta, y la desatención de que
era objeto por parte de la señora Blanco, por tal razón se le condenó como autora
del delito de abandono. Y, ante el hallazgo de los restos de la niña se agravó la
pena de acuerdo a la norma sustantiva.

En la segunda, la instrucción se fundamentó en la declaración de la propia hija de


la procesada quien da cuenta de que su madre le dio veneno a la menor y luego la
enterró en el patio de la casa, que cuando se iban a trasladar del lugar la sepultó
en el bosque, lo que a las claras configura una actuación diferente a la
anteriormente reseñada, en consecuencia, se le imputó el delito de homicidio.

Además, sobre el punto de la diferenciación de los dos hechos se pronunció en


forma expresa la Corte Constitucional en su sentencia T-537 del 2002, al
resolver una acción de tutela interpuesta por el defensor de la implicada:

Abandonar a un menor de doce años de edad y causarle la muerte por


envenenamiento son dos hechos completamente diferentes.

El abandono implica el incumplimiento del deber jurídico de asistencia que se tiene


con el menor de edad y la injusticia del comportamiento radica en que con ese
acto se crea un grave peligro para su vida e integridad ante la incapacidad en que
se halla el menor de valerse por sí mismo. De este modo, el abandono no implica
la separación física del menor sino el incumplimiento del deber de asistencia y de

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allí que una forma de abandonar a un menor consista en no prestarle los auxilios o
cuidados necesarios aunque se permanezca a su lado pues con ese proceder se
lo deja en estado de desprotección.

Si a un menor que ya ha sido víctima de un acto de abandono se le causa la


muerte por envenenamiento, es claro que se comete un acto naturalísticamente
diferente, que no tiene ninguna relación con el delito de abandono, que implica un
atentado contra la vida como bien jurídicamente protegido y que constituye un
delito de homicidio.

En ese marco, por tratarse de hechos diferentes, cada uno de ellos genera una
imputación penal diversa, una a título de abandono de menores y otra a título de
homicidio.

4. Esos dos hechos, que naturalísticamente son diferentes, pueden generar o no


imputaciones concurrentes contra una misma persona.

Se generan imputaciones acumulativas si la misma persona que ha abandonado a


un menor es quien luego lo ha envenenado. Por el contrario, no se generan
imputaciones acumulativas contra una misma persona si fue una la autora del
abandono y otra diferente la autora del atentado contra la vida pues en este
evento cada quien debe responder por el acto cometido y no más.

En el primero de tales supuestos, esto es, cuando es el mismo sujeto el que


abandona a un menor y el que luego le quita la vida, no puede decirse que se
incurre en violación del principio non bis in ídem si a tal sujeto se lo acusa y
condena por abandono y homicidio pues por tratarse de hechos diferentes es
legítimo que se generen imputaciones penales diversas. Esto es así por cuanto
se trata de dos actos distintos que en momentos diferentes atentan contra un bien
jurídico de que es titular una misma persona. Por ello, ni el delito de abandono

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puede recoger el contenido de injusticia del acto posterior de envenenamiento, ni


esta conducta homicida puede recoger el contenido de injusticia del abandono
previamente cometido.

5. Precisada esa situación, hay que indicar que en la secuencia fáctica sometida a
investigación por las autoridades judiciales de Chita y Socha se advierten dos
hechos claramente diferenciables: El primero de ellos es el abandono a que se
sometió a la menor Leticia Téllez Quintero. El segundo, la muerte por
envenenamiento que se investiga.

En el proceso que inicialmente adelantó la Fiscalía 21 Seccional de Socha y luego


el Juzgado Promiscuo de ese Circuito, se investigó y juzgó únicamente el primero
de esos hechos, esto es, el abandono a que se sometió a la menor Leticia Téllez
Quintero. Pero de ese proceso, en ningún momento hizo parte la investigación y
el posterior juzgamiento de la presunta muerte violenta que se le produjo. Esta
posibilidad ni siquiera fue considerada.

Y en el proceso que actualmente adelanta la Fiscalía 21 Seccional de Socha se


investiga el homicidio por envenenamiento de que fue víctima Leticia Téllez
Quintero. Esta instrucción se inició con base en la información que Flormila
Benítez Blanco suministró a la Defensoría de Familia de Zipaquirá pues hasta
entonces ese era un hecho que las autoridades judiciales desconocían.

Ante esa realidad, el proceso que ahora adelanta la Fiscalía por el delito de
homicidio es completamente legítimo. Lo es porque este proceso gira no en torno
al abandono sino en torno a la muerte que por envenenamiento, según la testigo,
se le produjo a Leticia Téllez Quintero. Este hecho no se conoció con anterioridad
y por ello nunca se planteó en el proceso adelantado contra Hilda Inocencia
Blanco Leguizamón por el delito de abandono. No hizo parte ni de la indagatoria,
ni de la resolución de situación jurídica, ni de la acusación, ni de la sentencia.

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Las situaciones son perfectamente diferenciables, esto no admite discusión


alguna; es claro que los libelistas pretenden que se considere como elemento
típico del abandono de menores el hecho de proporcionarle veneno a la víctima, y
esto es un desacierto.

Como argumento adicional dicen los libelistas que no puede tratarse de dos
hechos diferentes pues la propia Corte Constitucional ordenó:

7. Queda un punto por resolver: La Corte no puede desconocer que en la


sentencia proferida por el Juzgado Promiscuo del Circuito de Socha se encontró
responsable y se condenó a Hilda Inocencia Blanco Leguizamón como autora no
del tipo básico de abandono de menores sino del tipo calificado previsto en el
artículo 348 del Código Penal anterior, tipo de acuerdo con el cual la pena se
aumenta de una tercera parte a la mitad si del abandono del menor sobreviene la
muerte.

Ese proceder del juzgador, consecuente con los cargos formulados por la Fiscalía,
es completamente entendible pues la investigación se adelantó tras el hallazgo de
los restos del cadáver de Leticia Téllez Quintero. Como en el proceso se
practicaron pruebas demostrativas del estado de abandono e indefensión en que
se encontraba la menor durante el tiempo en que estuvo bajo el cuidado de Hilda
Inocencia Blanco Leguizamón, a ésta se le imputó el delito de abandono de
menores. Y al perfilarse esta imputación no podía desconocerse el hecho cierto
de la muerte de la niña pues se trataba de un hecho objetivo que razonablemente
podía ligarse al acto de abandono. De allí que a la procesada se le haya imputado
la muerte de aquella como agravante del delito cometido y que al ser encontrada
responsable del mismo se le haya incrementado la pena privativa de la libertad en
la proporción indicada en la norma.

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Ante esa situación, la Corte debe impedir que el monto de la pena correspondiente
a la circunstancia con base en la cual se aumentó la pena impuesta por el delito
de abandono, se sume a la pena que eventualmente podría imponérsele a la
actora en caso de ser encontrada responsable del delito de homicidio. Tal
esfuerzo se impone porque se pueden generar dos penas diferentes con base en
dos hechos que, si bien son distintos, son también excluyentes pues la muerte de
la menor no pudo ser consecuencia del abandono y simultáneamente del
envenenamiento de que fue víctima.

Con ese propósito la Corte dispondrá que en el evento de que a la actora se la


encuentre responsable del delito de homicidio que se le imputa, el juzgador tenga
como parte cumplida de la condena la proporción de la pena que se le impuso por
el delito de abandono de menores y que corresponde al aumento derivado de la
muerte sobreviniente al abandono.

Con este proceder se mantiene la relación de equilibrio que debe existir entre la
necesidad de administrar justicia penal con ocasión de los dos delitos de que da
cuenta el proceso y la privación de derechos a que se puede someter a la actora
en caso de ser encontrada responsable del homicidio investigado pues el régimen
de justicia de una democracia constitucional debe ser refractario a la imposición de
una pena que supere el contenido de injusticia de las conductas imputadas.

Pues bien, al momento de proferirse la sentencia en el proceso adelantado por el


delito de homicidio, el Tribunal Superior de Santa Rosa de Viterbo no disminuyó la
pena en la proporción ordenada, sino que consideró todo el monto de la sanción
impuesta así:

(…) Por tanto, la pena a imponer será de CIENTO VEINTIOCHO (128) MESES DE
PRISIÓN, suma a la que se le descontará los 48 meses por los cuales se condenó
a la procesada por el delito de Abandono de Menor Seguido de Muerte, por las

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motivaciones expuestas y en obedecimiento a lo resuelto en sede de Tutela para


esta actuación en sentencia T- 537 de 2002.

A las claras se observa que se trató de un error de interpretación del sentenciador


de segunda instancia, que en ningún momento demuestra que se le esté dando a
los hechos la connotación que pretenden los censores, es decir que se considere
que se trata del mismo comportamiento, fue una equivocación del Tribunal al
momento de tasar la pena que en esta instancia no puede ser corregida en
atención del principio constitucional de la prohibición de reforma en perjuicio.

Así las cosas, la falta de razón de los libelistas hace que las demandas deben ser
desestimadas.

5. PETICIÓN

Con fundamento en los argumentos expresados, la Procuradora Tercera Delegada


para la Casación Penal solicita a la Sala de Casación Penal de la Corte Suprema
de Justicia, NO CASAR la sentencia impugnada.

Señores Magistrados,

MARTHA LUCÍA ZAMORA ÁVILA


Procuradora Tercera Delegada para la Casación Penal

Bogotá, D.C., 21 de febrero de 2007


Radicación 23.806
MLZA/tms

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