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Pensamiento

humanista

El humanismo el sentido genérico articula con ligeras variantes las respuestas al sentido de la vida de las
personas de hoy en el siglo 20 existieron pensadores y filósofos que ayudaron con esta idea y este
pensamiento.

El humanismo fue un movimiento filosófico, artístico y cultural surgido en la Europa de los siglos XIV y XV,
que se basó en la integración de ciertos valores y prácticas recuperados de la Antigüedad Clásica. Algunos de
sus precursores y representantes más famosos son Dante Alighieri, Francesco Petrarca y Giovanni Boccaccio.

También llamado humanismo renacentista (aunque el humanismo renacentista solo haya sido un período
dentro del humanismo), este movimiento se caracterizó por un pensamiento antropocéntrico, que colocaba
al humano como eje de sus preocupaciones, motivaciones y deseos. En este sentido, el humanismo se opuso
al teocentrismo medieval que operaba en torno a la idea de Dios y a la moral monoteísta. Como en la
cultura grecolatina, se privilegió el estudio de las ciencias, con especial interés en todas aquellas disciplinas
que tuvieran como fin desarrollar los valores del ser humano.

En un sentido más general, se suele considerar como humanista a todo estudio que se aboque y dedique a la
lectura y a la exégesis (interpretación) de las letras clásicas. En la actualidad llamamos “humanista” a
cualquier interés por los valores humanos.

Sin embargo, muchos pensadores de diversas disciplinas advierten esta dificultad y sostienen que hay que
usar el término con cuidado, para proteger la particularidad de su significado propio. Sin embargo, podemos
llamar humanismo a pensamientos tan diversos como el de Werner Jaeger, Erich Fromm, Eramo de
Róterdam o Jean-Paul Sartre .

aracterísticas del humanismo

Entre las principales características del movimiento se destacan:

El antropocentrismo. Consistía en la idea del ser humano como el centro de todas las cosas, en oposición al
pensamiento teológico de la Edad Media en la que Dios era el centro de la vida.

La figura del dios creador. Seguía siendo relevante, dado que cumplía un rol fundamental en la concepción
del universo.

El uso de la razón sobre la fe. Se consideraba a la inteligencia humana como valor supremo para justificar la
existencia.

La difusión del conocimiento y la educación. Permitieron que la población se empodere y deje de ser
ignorante (durante la Edad Media solo el clero y la nobleza tenían acceso al conocimiento).
El interés por la filosofía y las ideas clásicas. Se retoman las ideas de la antigua Grecia y Roma, cuyas
costumbres habían sido abandonadas durante la Edad Media.

El rechazo a los principios y las tradiciones de la Edad Media. llevó al movimiento a mantener un énfasis por
separar a la iglesia del desempeño del Estado.

La idea de un individuo libre. En oposición a la obediencia de la autoridad absoluta, esta idea fue posible tras
a la incorporación de nuevos conocimientos y entendimiento de la razón.

La gran difusión que obtuvo el movimiento se vio beneficiada por:

La invención de la imprenta, que permitió la difusión de artículos y de libros a nivel masivo.

El uso de un lenguaje vulgar o común, de fácil comprensión para la mayoría de la población.

La apertura de academias y universidades, que permitió que otros sectores de la población también tuvieran
acceso a la educación.

El pensamiento social no es
más que la reflexión de una
sociedad
sobre sí misma surge con las
sociedades de clases, donde
un grupo o una
clase experimenta la
necesidad de promover o
justificar su dominación sobre
otros grupos y clases,
realizando una construcción
ideal, o de una
investigación comparada,
donde se toman a las clases y
su interacción como
eje del análisis, en la
perspectiva del equilibrio y la
armonía social, todo esto
encaminada a asegurar o
transformar un orden de cosas
determinas, a partir
de un punto de vista de clase
El pensamiento social no es
más que la reflexión de una
sociedad
sobre sí misma surge con las
sociedades de clases, donde
un grupo o una
clase experimenta la
necesidad de promover o
justificar su dominación sobre
otros grupos y clases,
realizando una construcción
ideal, o de una
investigación comparada,
donde se toman a las clases y
su interacción como
eje del análisis, en la
perspectiva del equilibrio y la
armonía social, todo esto
encaminada a asegurar o
transformar un orden de cosas
determinas, a partir
de un punto de vista de clase
El pensamiento social no es
más que la reflexión de una
sociedad
sobre sí misma surge con las
sociedades de clases, donde
un grupo o una
clase experimenta la
necesidad de promover o
justificar su dominación sobre
otros grupos y clases,
realizando una construcción
ideal, o de una
investigación comparada,
donde se toman a las clases y
su interacción como
eje del análisis, en la
perspectiva del equilibrio y la
armonía social, todo esto
encaminada a asegurar o
transformar un orden de cosas
determinas, a partir
de un punto de vista de clase
El pensamiento social no es
más que la reflexión de una
sociedad
sobre sí misma surge con las
sociedades de clases, donde
un grupo o una
clase experimenta la
necesidad de promover o
justificar su dominación sobre
otros grupos y clases,
realizando una construcción
ideal, o de una
investigación comparada,
donde se toman a las clases y
su interacción como
eje del análisis, en la
perspectiva del equilibrio y la
armonía social, todo esto
encaminada a asegurar o
transformar un orden de cosas
determinas, a partir
de un punto de vista de clase
El pensamiento social no es
más que la reflexión de una
sociedad
sobre sí misma surge con las
sociedades de clases, donde
un grupo o una
clase experimenta la
necesidad de promover o
justificar su dominación sobre
otros grupos y clases,
realizando una construcción
ideal, o de una
investigación comparada,
donde se toman a las clases y
su interacción como
eje del análisis, en la
perspectiva del equilibrio y la
armonía social, todo esto
encaminada a asegurar o
transformar un orden de cosas
determinas, a partir
de un punto de vista de clase
El pensamiento social no es
más que la reflexión de una
sociedad
sobre sí misma surge con las
sociedades de clases, donde
un grupo o una
clase experimenta la
necesidad de promover o
justificar su dominación sobre
otros grupos y clases,
realizando una construcción
ideal, o de una
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donde se toman a las clases y
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perspectiva del equilibrio y la
armonía social, todo esto
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El pensamiento social no es
más que la reflexión de una
sociedad
sobre sí misma surge con las
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un grupo o una
clase experimenta la
necesidad de promover o
justificar su dominación sobre
otros grupos y clases,
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donde se toman a las clases y
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armonía social, todo esto
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determinas, a partir
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El pensamiento social no es
más que la reflexión de una
sociedad
sobre sí misma surge con las
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más que la reflexión de una
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El pensamiento social no es
más que la reflexión de una
sociedad
sobre sí misma surge con las
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armonía social, todo esto
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El pensamiento social no es
más que la reflexión de una
sociedad
sobre sí misma surge con las
sociedades de clases, donde
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clase experimenta la
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otros grupos y clases,
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donde se toman a las clases y
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armonía social, todo esto
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determinas, a partir
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El pensamiento social no es
más que la reflexión de una
sociedad
sobre sí misma surge con las
sociedades de clases, donde
un grupo o una
clase experimenta la
necesidad de promover o
justificar su dominación sobre
otros grupos y clases,
realizando una construcción
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donde se toman a las clases y
su interacción como
eje del análisis, en la
perspectiva del equilibrio y la
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El pensamiento social no es
más que la reflexión de una
sociedad
sobre sí misma surge con las
sociedades de clases, donde
un grupo o una
clase experimenta la
necesidad de promover o
justificar su dominación sobre
otros grupos y clases,
realizando una construcción
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investigación comparada,
donde se toman a las clases y
su interacción como
eje del análisis, en la
perspectiva del equilibrio y la
armonía social, todo esto
encaminada a asegurar o
transformar un orden de cosas
determinas, a partir
de un punto de vista de clase
Pensamiento humanista de Simon Bolivar.

El Humanismo es un termino que se utiliza comúnmente para indicar toda tendencia de pensamiento que
afirme la centralidad, el valor, la dignidad del ser humano, o que muestre una preocupación o interés
primario por la vida y la posicion del ser humano en el mundo. El humanismo plantea transformar la practica
de la representatividad, dando la mayor importancia a la consulta popular, el plebiscito y la elección directa
de los candidatos.

El humanismo Bolivariano es socialista por que plantea una ruptura epistemológica con toda expresión de
las sociedades basadas en la explotación y promueve la instauración de un sistema libre de toda forma de
alienación y desigualdad social.

El socialismo es el sistema que coloca lo humano por encima del capital; es, según el Amauta peruano José
Carlos Mariategui, “la realización de un inmenso ideal humano”. Es humanista por cuanto su preocupación y
razón de ser es el hombre y su desarrollo integral con equidad, participación democrática y realización
personal. Abre una variedad de temas de fundamental importancia como: Reivindicación del papel del
hombre, del indigenismo, de las mayorías nacionales como sujeto fundamental del proceso revolucionario,
para que este importante conglomerado social, pueda alcanzar sus derechos humanos, respeto político,
social y constitucional. Lo cual incluye respeto a sus costumbres, lengua, territorio, memoria histórica, ajuste
de cuenta con la injusticia y un importante paso hacia la integración nacional. También incluye el
humanismo bolivariano la reivindicación de la mujer, niños, adolescentes y ancianos abandonados por la
lógica inclemente del capital. La democratización de la comunicación mediante las radios comunitarias
alternativas y la prensa alternativa, es parte importante de esta humanización y abre una mayor posibilidad
de conocimiento y comprensión de lo político-social para el hombre común.

Si bien en Simón Bolívar podemos encontrar un pensamiento ético consagrado en la aspiración de la


independencia y la libertad continental, no es éste precisamente un sistema de normas y principios
coherentemente fundamentado y articulado es sencillamente un torrente de ideas que van emanando en
sus escritos y discurso y que fueron madurando en su vida cotidiana dejando para la posteridad lecciones
morales concretas que lo ha inmortalizado para siempre.

Nuestro Libertador consideraba la justicia como la virtud esencial, siendo ésta el establecimiento de un
nuevo orden que ha de tener en su base el reconocimiento de la igualdad de derechos de todos los seres
humanos, la oportunidad y la condición externa para una buena vida.

Bolívar sugería una educación revolucionaria; una educación para el futuro de Venezuela. No tenía como
propósito el mantener una situación existente, sino que pretendía una transformación en forma radical. Se
educaría con el objetivo de construir la noción de patria americana y no para mantener la idea de España
como patria; no se buscaría el conservar una estructura político administrativa caduca, sino justamente,
para destruirla y construir una adecuada; no para la idea de una ficticia paz y armonía. Buscó innovaciones
en Educación Superior, en formar escuelas donde las niñas pudieran formarse al igual que los varones, buscó
la promoción de la educación popular, de la integración social en las escuelas y hasta llegó a enviar becarios
a Europa.

El análisis del pensamiento de Bolívar nos conduce a comprender, que es la herramienta elemental para la
liberación definitiva de los pueblos latinoamericanos, ya que representa una expresión formada al calor de
los magnos principios éticos y morales que el Libertador fue construyendo en cada una de sus experiencias,
que en los diferentes conflictos y escenarios pudo enfrentar dentro de la realidad continental, que hoy se
perfila como una inminente solución a los gravísimos males causados por el capitalismo salvaje que avasalla
a los pueblos más pobres del mundo, expoliando sus riquezas y alienando sus culturas. Hoy más que nunca
este pensamiento libertario y humanista, representa para los venezolanos y latinoamericanos el verdadero
estandarte, de la liberación de los explotados y oprimidos y, la dignidad de los pueblos, que debemos
enarbolar y hacer tremolar con orgullo y abnegación sublime, en los aires del ambiente de la revolución que
nos conduce hacia el socialismo, en la que el pueblo ha sido protagonista y que debe seguir protagonizando
con patriótico sentimiento hasta lograr la victoria final.

Es de considerar que en tiempos de revolución, es imposible desconocer el espíritu integracionista de Simón


Bolívar, que en su contexto liberador, humanista e integrador de los pueblos latinoamericanos, explotados y
oprimidos por el Imperio Español, en aquel tiempo, y hoy, en franca lucha por deshacernos de las garras
imperiales de los jerarcas del gobierno Norteamericano, promotor empecinado del capitalismo salvaje, que
ha impuesto el colonialismo neoliberal donde se expresa la barbarie, el saqueo, la muerte, la destrucción, el
hambre y la miseria, en el mundo a través de cruentas guerras, que fomenta el Imperio.

Pensamiento humanista de Simón Rodríguez

Para él Educación debe tener una función vital y social-humanista, donde se respeten los deberes y derechos
de todos los seres humanos. Rodríguez proponía educación para todos: para los pardos, para los pobres;
también una educación para preparar artesanos y hombres útiles, es decir, humanizar a las personas
mediante la educación para que puedan vivir dignamente. Buscaba una educación holista que preparara a
las personas para la vida y de ese modo poder cambiar su situación social, moral, humana.

Es importante resaltar que el contexto, social, cultural, político, económico, ideológico y humanista que le
correspondió accionar a Simón Rodríguez, era sin duda alguna adversa a un pensamiento liberador, al
concepto de igualdad, educación general, al pensamiento crítico, creador. Le correspondió vivir en
sociedades que pretendían ser estáticas.

Rodríguez quería que la educación, en Venezuela y América, se impartiera con calidad, en torno al desarrollo
personal de los individuos, su capacidad de comprender y analizar la sociedad en la que viven, su desarrollo
humano y personal en el contexto del desarrollo social y comunitario inspirado en principios y valores como
la igualdad, la equidad, libertad, emancipación social y humana. Una educación que permita a cada uno
desarrollar a plenitud sus talentos y construirse como persona y ciudadano solidario y productivo. Que le
enseñe a ser, a convivir, a aprender y a trabajar. En fin, una educación que le enseñe a cada individuo crecer
y desarrollarse como persona y a preocuparse por su entorno social, que le enseñe los valores y principios
de su sociedad. Formar individuos que enfrenten al mundo valiéndose de sus destrezas y habilidades.
Formar personas pensantes que no se valgan solo de la memoria y por último que se les enseñe a trabajar y
a valorar su trabajo. Es partidario de combinar la educación con el trabajo, promoviendo la creación de
escuelas técnicas y agrícolas, que posibiliten formar recursos humanos que sean capaces de “colonizar el
continente con sus propios habitantes” para evitar así la emigración indiscriminada del exterior,
especialmente de Europa.

Pensamiento humanista de José Martí

“Naturaleza es todo lo que existe, en toda forma,¾espíritus y cuerpos”, escribió Martí en un apunte sin
fecha. No sabemos si persistió en esta idea, pero es constante en toda su obra una concepción de la
Naturaleza como realidad, por así decirlo, magistral. En ella está la inspiración, el ejemplo, la sabiduría, lo
cual sólo es posible si, como dice el apunte, ella incluye tanto “el misterioso mundo íntimo” como “el
maravilloso mundo externo” y si “la naturaleza observable es la única fuente filosófica”. El verso óptimo
será “el verso natural”. La religión futura, la religión “natural”, de la que por cierto también hablara San
Pablo (Romanos, 2, 14-16). Siendo así, el humanismo martiano resulta una especie original de “naturalismo”
en cuanto la Naturaleza es su paradigma. Una Naturaleza integradora de lo visible y lo invisible, en que
“todo, como el diamante, / antes que luz es carbón”, en que la armonía, la justicia y la belleza son hijas del
sacrificio, idea madre de su humanismo y de su poesía, la de sus versos y la de su acción histórica.

Su humanismo “natural” es, simultáneamente, un humanismo “a lo divino”. Este humanismo es el que está
en el Evangelio. La humanidad de Dios se llama Jesucristo. Por eso Martí dijo ser “pura y simplemente
cristiano”, entendiendo por ello el sufrimiento redentor: dar su sangre “por la sangre de los demás”. Pero
tiene también una visión humanista de la naturaleza física, porque desde temprano (antes de leer a
Emerson, ya desde su periodismo mexicano) percibió la analogía entre los hechos físicos y los que llamó
“hechos del espíritu”, y porque, como se verifica en sus últimos Diarios, la naturaleza patria que lo recibía
en el combate redentor, llegó a ser para él un libro tan abierto, sabio y elocuente como piadoso.

Volviendo a lo que podemos llamar el humanismo europeo de Martí, en cuanto a incorporación y disfrute,
se pone de manifiesto en textos como su elogio de Cecilio Acosta, donde revela un enciclopedismo a la
altura del prócer venezolano. En años de helenismos ornamentales, a propósito de la poesía de Francisco
Sellén, puso el acento en lo griego esencial; y si repasamos su olvidada traducción juvenil de Anacreonte
sentiremos el sabor de un vino que no supieron destilar en español, respetando el zumo primigenio, ni
Meléndez Valdés ni… Quevedo. Del tránsito de la Edad Media al Renacimiento su figura tutelar fue Dante,
que ilumina sus Versos libres y todo lo secretamente auroral de su prosa mayor, desde el “Prólogo a El
poema del Niágara” de Juan Antonio Pérez Bonalde. Lo que él retiene de la herencia humanística europea es
lo que puede continuar y crecer en América: el Eros universal, la integración de lo dionisíaco y lo apolíneo,
las semillas de libertad. Lo que rechaza es la retórica, la preceptiva, el neoclasicismo.

Durante toda su vida Martí libró una tenaz batalla íntima y pública contra el odio. Como todas sus
convicciones, esta de la necesidad de combatir el odio se movió en dos planos conexos: el de la
espiritualidad de la conducta y el de la eficacia política. Su primera y definitiva victoria sobre el odio la
obtuvo en el presidio político, donde descubrió que la “reacción” del odio, por legítimo que sea, es una
forma profunda de esclavitud, una ganancia del enemigo, un lastre para la verdadera “acción”
revolucionaria, que debe partir de una raíz de libertad interior. Allí comprendió que también los flageladores
de las canteras de San Lázaro, en cuantas víctimas inconscientes de un sistema embrutecedor, merecían
piedad. Comparando a aquellos esbirros con sus propios padres y con las virtudes del “sobrio y espiritual
pueblo de España”, distinguió nítidamente entre el régimen colonial y el pueblo español. De ahí surgió la
concepción de la guerra sin odio, porque, además, el odio “no construye”, su obra es siempre
“reaccionaria”, los que odian “son la ralea”, hay que aprender a “domar el odio”. Dos hechos le daban la
razón en la historia inmediata: el odio a España, la hispanofobia, había nutrido subjetivamente el
anexionismo, en la isla y en la emigración; las animadversiones internas entre los regionalismos, entre
militaristas y civilistas, entre los jefes, entre aldamistas y quesadistas, habían minado desde adentro la
guerra del 68. Pero lo que Martí llamó la “fórmula del amor triunfante”, va mucho más allá de una
rectificación o superación política. Se trata de un amor cognoscitivo (“el amor es quien ve”) y del amor
como sol de la vida, el que hay que conquistar, no solo políticamente, “con todos, y para el bien de todos”.

La aspiración a una cultura o una religión que las integre todas resulta evidente en Martí, pero sin nada que
ver con la globalización sin rostro que hoy nos amenaza. Ni siquiera en la estrategia política de la América
del Sur frente a la del Norte, y aunque ello implicara disentir de una tesis bolivariana, fue partidario Martí de
sacrificar el “ansia del gobierno local y con la gente de la casa propia”. Perder la individualidad de las
culturas sería perder la cultura misma. En “La Exposición de París” vio algo más que un espectáculo vistoso,
sintió y nos hace sentir una visión profética de la fraternidad, de la armonía de los pueblos del mundo, cada
uno con sus modos nacidos de sí propio. No la globalización sino la coralidad de las culturas. En cuanto a lo
que muchas veces llamó “la religión venidera”, partiendo del hecho de que todas las religiones, por
reveladas que sean para sus fieles, se manifiestan y actúan en la historia, la concibió como aquel punto
futuro en que el hombre llegue a ser capaz de ir a lo esencial e innato de su apetencia trascendente. Esa
religión venidera, sin perder la pluralidad de sus manifestaciones culturales, saldaría sus deudas con la razón
y con la libertad: una “razón nueva”, tan rigurosa como abierta a lo desconocido, negada a convertirse en el
renovado fanatismo de una ciencia dogmática y amoral; una libertad cuyos límites estuvieran únicamente en
el respeto a “la dignidad plena del hombre”. No presenta Martí estas ideas como utopías, ni siquiera como
esperanzas realizables, sino como resultado de las leyes del espíritu y la historia. Su inspiración, diríamos
hoy, tercermundista, está limpia del resentimiento del colonizado o del perteneciente a un mundo
“periférico”. No podía desconocer esa situación quien llevaba en el cuerpo las marcas de la esclavitud. Su
obra y su vida, sin embargo, fueron una dádiva libre a todos los hombres.

DIEGO ALVAREZ 30416920 CINU D-2

educación para preparar


artesanos y hombres útiles, es
decir, humanizar a
las personas mediante la
educación para que
puedan vivir dignamente.
Buscaba una educación
holista que preparara a las
personas para la vida y
de ese modo poder cambiar su
situación social, moral,
humana.
Es importante resaltar que
el contexto, social,
cultural, político,
económico, ideológico y
humanista que le correspondió
accionar a Simón
Rodríguez, era sin duda
alguna adversa a un
pensamiento liberador, al
concepto de igualdad,
educación general, al
pensamiento crítico, creador.
Le
correspondió vivir en
sociedades que pretendían ser
estáticas.
El pensamiento de José Martí
llena toda su obra de una
concepción
de la Naturaleza como
realidad, por así decirlo,
magistral. En ella está la
inspiración, el ejemplo, la
sabiduría, lo cual sólo es
posible si, como dice el
apunte, ella incluye tanto “el
misterioso mundo íntimo”
como “el maravilloso
mundo externo” y si “la
naturaleza observable es la
única fuente filosófica”.
Lo cual quiere decir que su
humanismo “natural” es,
simultáneamente,
un humanismo “a lo divino”.
Este humanismo es el que está
en el Evangelio.
La humanidad de Dios se
llama Jesucristo. Por eso
Martí dijo ser “pura y
simplemente cristiano”,
entendiendo por ello el
sufrimiento redentor: dar su
sangre “por la sangre de los
demás”.
educación para preparar
artesanos y hombres útiles, es
decir, humanizar a
las personas mediante la
educación para que
puedan vivir dignamente.
Buscaba una educación
holista que preparara a las
personas para la vida y
de ese modo poder cambiar su
situación social, moral,
humana.
Es importante resaltar que
el contexto, social,
cultural, político,
económico, ideológico y
humanista que le correspondió
accionar a Simón
Rodríguez, era sin duda
alguna adversa a un
pensamiento liberador, al
concepto de igualdad,
educación general, al
pensamiento crítico, creador.
Le
correspondió vivir en
sociedades que pretendían ser
estáticas.
El pensamiento de José Martí
llena toda su obra de una
concepción
de la Naturaleza como
realidad, por así decirlo,
magistral. En ella está la
inspiración, el ejemplo, la
sabiduría, lo cual sólo es
posible si, como dice el
apunte, ella incluye tanto “el
misterioso mundo íntimo”
como “el maravilloso
mundo externo” y si “la
naturaleza observable es la
única fuente filosófica”.
Lo cual quiere decir que su
humanismo “natural” es,
simultáneamente,
un humanismo “a lo divino”.
Este humanismo es el que está
en el Evangelio.
La humanidad de Dios se
llama Jesucristo. Por eso
Martí dijo ser “pura y
simplemente cristiano”,
entendiendo por ello el
sufrimiento redentor: dar su
sangre “por la sangre de los
demás”.

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