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Historia de Requena

José Rosas Moreno

La ciudad de Requena fue fundada el 23 de agosto de 1907, un día como hoy, con el nombre oficial de «Requena del
Tapiche». Quien la propicia y la concreta es el padre Agustín López Pardo, reconocido y recordado como su fundador.

Requena nació a la vida política impregnado de religiosidad; más concretamente, de catolicismo. Fueron un grupo de
esforzados misioneros venidos de tierras lejanas quienes concibieron la necesidad de organizar a los pocos habitantes
del lugar donde luego y hasta ahora surgiría la ciudad de Requena, tratando de inculcar el auténtico compromiso de fe
religiosa en cada uno de ellos. Lo que sucedió luego, con el paso del tiempo y la llegada de la modernidad, no es culpa
de ellos. Es el resultado de la dinámica propia de los cambios históricos; de la tecnología y los nuevos descubrimientos.

Estas afirmaciones se constatan cuando las referencias históricas de nuestra querida ciudad, consignan que aun antes
de su fundación oficial ya empezaba a funcionar la primera escuela parroquial, cuyo director fue el padre Cherín,
compañero de aventuras del padre López Pardo, como una muestra de no perder el tiempo ni esperar el resultado de la
burocracia.

Pero el año 1907 también debería ser reconocido por un hecho que no debe pasar desapercibido cuando se rastree los
inicios de la vida de Requena. Es que fue ese año cuando los curas recién llegados decidieron erigir el mayor símbolo de
identidad de Requena: La Cruz del Peladillo. Esa vieja cruz que en un primer momento fue de «huacapú» y se plantó en
la loma más hermosa y mejor ubicada del nuevo poblado, aún hoy permanece convertida ya en una cruz de concreto y
sigue saludando como lo hizo desde sus inicios, con los brazos extendidos al que llega a esa tierra.

Y las pocas familias que habían elegido este pequeño y joven poblado para residir, vivían en un entorno parroquial en
donde todos se conocían unos a otros, casi aislados de otras ciudades más desarrolladas como Iquitos y Nauta por un
lado y Contamana y Pucallpa por el otro. Y es que el transporte por el río era (y lo sigue siendo) la única forma de ir de
uno a otro lugar y requería mucho tiempo. Requena tenía pues una condición de cierto aislamiento. Tiempo después,
esta realidad habría de ser aprovechada para que llegaran hasta allí estudiantes para seguir estudios de secundaria y
superior de prácticamente todo el país. Esto fue mucho más notorio mientras los curas y las monjas administraron los
internados asociados a los colegios de mujeres y varones.

Pero el tiempo de bonanza de la nueva ciudad llegaría casi dos décadas después de haber iniciado su vida política
oficialmente. Fue en 1,924 cuando la vida cambió en Requena. Ese año llega el padre Nicolás Giner, un hombre de una
extraordinaria fortaleza y de un aporte de tal envergadura que ha trascendido el tiempo. La lista de sus obras que se
conocen por testimonios orales es larga; sin embargo, se presume que no está completa. Creo sinceramente, que una
tarea pendiente es que algún investigador de la vida pasada de Requena, encuentre elementos suficientes para revalorar
el aporte del Padre Giner a la vida de la ciudad que lo acogió, que lamentablemente, conforme pasa el tiempo se va
perdiendo. A este español que dedicó aproximadamente veinte años de su vida a transformar la joven ciudad, se le

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recuerda como director de la Escuela Particular Misional Gratuita en el periodo de 1928 a 1945; como principal impulsor
de la construcción del portentoso Colegio «Padre Agustín López Pardo», en el periodo 1933 al 1941; llevó también la
primera imprenta, laboratorio, un generador eléctrico; construyó un trapiche, una ladrillera, entre otros que constituyeron
elementos de gran importancia para la vida productiva de los habitantes. Pero además de las obras materiales, se le
reconoce su eficaz gestión para la creación de las Escuelas Normales Rural de Varones y de Mujeres para la formación
de profesores. Eran los años 1941 y 1942 respectivamente, cuando la población de la época se calculaba en
aproximadamente mil quinientos.

En 1945 se iniciaron las labores educativas en el colegio «Padre Agustín López Pardo», pero casi veinte años antes, ya
había iniciado sus actividades la escuela de mujeres «María Inmaculada»
Esa es la época más importante de la vida de Requena. Su importancia en la región amazónica tenía su base en la
enorme plataforma educativa creada por los religiosos, liderados por el Padre Giner y que proyectaba su servicio
a jóvenes de diversos lugares. Esa es la razón del apelativo que merecidamente se le asignó: «La Atenas del Ucayali»

Posteriormente se inicia otra etapa importante para Requena. Es la década del 50. Llega el Padre Pascual Alegre como
director de Colegio «Agustín López Pardo», en memoria al fundador que hacía pocos años atrás había fallecido en
Iquitos. Y llega también en esa época, la luz eléctrica creándose aires de modernidad. Para entonces ya Requena,
erigida como capital de Provincia, contaba con Posta Médica, jardín de infantes, Banco de Fomento Agropecuario, el
Colegio Agropecuario. El deporte del fútbol también tiene su auge con la presencia de jóvenes estudiantes de otros
lugares. El equipo escolar de fútbol representa al Oriente Peruano en la ciudad de Lima, luego de eliminar al equipo de
Maynas.

Como se puede observar, se ha puesto de relieve el aporte y el protagonismo de curas y monjas católicos en el
desarrollo histórico de las primeras décadas de la ciudad. Pero no es posible no hacerlo, porque la vida del pueblo
durante sus primeros cincuenta años de existencia oficial, estuvo  marcado por la influencia fuerte y directa de aquellos
religiosos, que le dieron fama y prestigio a una localidad cuya principal característica fue y sigue siendo, su aporte a la
educación en la región.

Es necesario remarcar de manera muy clara, que Requena había conseguido una ubicación importante en el escenario
regional de la esa época, aun siendo la más joven de las ciudades en Loreto capitales de provincia. No olvidemos que
ese período de la historia estuvo marcado por sucesos de enorme trascendencia como las dos guerras mundiales; los
enfrentamientos bélicos con países vecinos de la región que en un caso nos llevó a resignar la separación de parte de
nuestro territorio, como es Leticia; así como una enorme crisis económica mundial con importantes y dramáticas
repercusiones nacionales. Ese marco siniestro para la región, el país y el mundo, no entorpeció el crecimiento y la
bonanza de Requena que, como uno de esos barcos a vapor impulsados con buena leña que surcaban nuestros ríos,
pudo continuar su crecimiento en medio de oleajes y tormentas hasta llegar a buen puerto.

A principios de los años sesenta, en Requena se contabilizaban  aproximadamente cuatro mil habitantes.
Lo que continúa en la vida de Requena desde esa época en adelante lo conocen por experiencia propia quienes
nacieron y vivieron en esa noble ciudad. Por eso, cada uno tiene su propia experiencia, sus propios recuerdos (sus
propias fotos), su propia percepción de su realidad y han sido testigos de los cambios que se han ido dando en su
ámbito, ya sea participando al haberse quedado a vivir allí u observando a la distancia como es el caso de aquellos que
emigraron en busca de nuevos horizontes.

Al recordar la fundación de nuestro querido Requena, al estar conmemorando un aniversario más de su creación política,
nos mueve un cúmulo de emociones que van desde los recuerdos familiares de la infancia feliz, hasta los deseos de
volver aun sabiendo que la vida no tiene regreso. Ojalá quienes hoy tienen la sensible responsabilidad de comandar su
rumbo hacia el futuro, asuman un liderazgo responsable que se traduzca en mejores días para sus habitantes.

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