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LA ADAPTACIÓN COMO TRANSTEXTUALIDAD
Todos estos conceptos de Stam y de Sánchez Noriega nos conectan a la teoría de la transtextualidad de Gerard
Gennette para referirse a todo texto que guarda una relación abierta o encubierta con respecto de otros. El
teórico francés nos habla de intertextualidad (un texto B que remite a un texto A), paratextualidad (un
microtexto de un autor B que encabeza en forma de epígrafe, título o subtítulo el texto de un autor A),
metatextualidad (un texto B que comenta un texto A), architextualidad (un género) e hipertextualidad (un
texto matriz o genérico del cual nacen otros llamados hipotextos).
Genette recorre el camino empezado por la semióloga Julia Kristeva quien fue la primera en usar el
término intertextualidad, al tomar como base las teorías sobre el dialogismo de Bajtin. Este último parte de la
certeza de que todo texto se construye como un mosaico de citas, es decir, todo texto es absorción y
transformación de un texto ya existente. Según esta noción, la intertextualidad implica que ningún texto sale
de la nada sino que es resultado de una tradición y que, al entrar a formar parte de la historia, podrá ser usado
por textos futuros. Nace así la metáfora del tiempo y el espacio que confluyen en el cronotopo como una
manera de pasar de la diacronía a la sincronía en el estudio de textos.
Julia Kristeva usó elementos del psicoanálisis en sus escritos sobre intertextualidad para usar otro término, el
de transposición, ya que para ella lo intertextual se limitaba «al sentido banal del estudio de las
fuentes». Otros teóricos han ido más allá aportando con términos como intertextualidad célebre (cita de
frases que forman parte de la sociedad de consumo), la intertextualidad genética (que viene ya en el género
escogido por el guionista o cineasta), la intratextualidad (películas que se refieren a sí mismas), la
autocitación (el autor que se cita a sí mismo) y la intertextualidad de franquicias. Esta última tiene que ver con
precuelas y secuelas que buscan explotar marcas taquilleras como Superman (Smallville) o Indiana Jones que
nos permiten ver el pasado del héroe en una especie de bildung roman hecha de imágenes. El caso de George
Lucas y los episodios IV, V y VI de Star wars constituyen precuelas que exploran en el pasado de los personajes
de esta saga permitiéndonos ver cómo se crearon los traumas, valores y objetivos de cada uno.
Como enriquecedoras formas de paratextualidad surgen los DVD´s que contienen escenas que no constan en
el filme original, entrevista con los actores y el director y documentales sobre cómo se dio la filmación.
También está el término transvalorización de Genette en el que se toma un personaje de mínima importancia
en una historia y se le da un estatus de protagonista en una adaptación. Está el caso de El rey escorpión (2002)
en el que se desarrolla el personaje del musculoso guerrero de La momia (2001). Lo mismo sucede con el
personaje interpretado por Hugh Jackman en los tres episodios cinematográficos de X Men quien estrena
ahora una película llamada X men origins: Wolverine (2009). El personaje secundario de Jackman era uno de
los héroes mutantes de la saga y ahora tiene una película que contará su historia antes de convertirse en un
hombre X.
Yuri Lotman habla de transcodificación. Para él la adaptación fílmica es «una recodificación de un tipo de acto
de comunicación realizado por un emisor que parte de ciertos códigos y sistemas de expresión para llegar a un
segundo tipo de comunicación con sus códigos y sistemas propios».
Los membretes van más lejos con categorías como hipertextualidad cruzada. Clásico ejemplo es el de Alien
versus Predator en el que dos monstruos de diferentes franquicias se encuentran en el cómic que luego es
adaptado por Paul W. S. Anderson.
Mientras Sánchez Noriega habla de trasvase y Lotman de recodificación, Hans-Georg Gadamer prefiere el
término traducción, esto es «expresar en una lengua lo que está escrito o expresado en otra distinta». Son dos
lenguas las que están confrontadas como si fueran espejos: la una, la del cine; la otra, la de la literatura. «Toda
traducción», explica Gadamer, «lleva en sí las marcas de ese traslado sin el cual es imposible comprender la
palabra del otro en toda su extensión». Sin embargo, ese traslado o migración textual, implica también un
sesgo subjetivo por parte del intérprete que tamizará el sentido de las palabras de la expresión del otro. Esto
implica, si entendemos bien a Gadamer, que el traslado de una expresión a otra estará viciado por la
formación del intérprete y que entre el original y la traducción existirá siempre una distancia considerable. No
quedará más que ver al segundo texto (el filme) como una sombra del primero (el cuento, la obra de teatro o
la novela), con sus propias características y atributos, como una entidad textual independiente, única, por más
que provenga de otra.
Monique Carcaud-Macaire y Jeanne-Marie Clerc, en cambio, afirman que en la migración de un medio de
expresión a otro, «la adaptación cinematográfica explota y explora ciertas potencialidades latentes del texto
literario y elimina, al mismo tiempo, otras que dicho texto propone». Este proceso de selección, que
corresponde a lo que Gadamer llama «ceguera parcial» del traductor, (aquí entra el célebre adagio
italiano traduttore, tradittore) eleva la traducción a la categoría de paredón en el que todos juzgan el proceso
de lectura del adaptador, criterio no siempre justo porque se trata de un proceso subjetivo. La lectura del
guionista o del director es una lectura más de las tantas que puede hacer no solamente un adaptador sino
también un espectador.
CONCLUSIONES
1.- La adaptación ha existido desde siempre Es el procedimiento textual clásico. El concepto de plagio
pertenece a la jerga legal. En literatura se habla de transtextualidad, intertextualidad, metatextualidad, y otros
procedimientos más como recodificación, transcodificación y trasvase cultural que ya revisamos en este
trabajo.
Los ejemplos abundan desde tiempos ancestrales. Los poemas homéricos son una adaptación de relatos
mitológicos. La Eneida es una adaptación de La Ilíada. Lo que hizo Dante Aligheri con su Comedia (el
adjetivo divina fue aumentado después) no es más que un proceso de transtextualización de los grandes
textos grecolatinos. Obras de teatro de Racine y Moliere retoman dramas y comedias del mundo clásico. Bach
tomaba partituras de Vivaldi y se apropiaba de ellas lúdicamente. Vivaldi también hacía variaciones de
trabajos de su contemporáneo Bach. La mayoría de los dramas de Shakespeare (Hamlet, por citar tan solo un
ejemplo) son adaptaciones de hechos registrados en los anales de la Historia. Por lo tanto, todo es adaptación
a la hora de hablar de esos trasvases discursivos de los cuales también hemos citados ejemplos que cruzan de
la literatura al teatro, del teatro al musical, de la novela a las artes visuales y un largo etcétera.
2.- La polémica entre cine y literatura debe rehuir de la logofilia, el parasitismo y la iconofobia; además tiene
que verse a ambos discursos como coadyuvantes y no antagónicos. Esta disputa recuerda mucho a la que en
el pasado tuvieron teatro y ópera, o a la que ahora tienen cine y televisión. No olvidemos que la ópera fue en
un su época un medio novedoso de expresión por aglutinar elementos propios de la música, el teatro, la
decoración de interiores, la arquitectura (una afirmación muy personal y arriesgada: la ópera es el cine del
siglo XVIII); la televisión es el cine en miniatura encerrado en la famosa caja boba de 625 líneas de definición
(esa fue otra afirmación riesgosa). Tanto la ópera como la televisión son extensiones del teatro y del cine por
ser formas narrativas que buscan prolongarse de manera extensa: la ópera con sus obras que rebasan en
muchos casos las dos horas de duración y la televisión que busca prolongarse años con sus fórmulas
episódicas o seriales.
3.- Incluso si la película es fiel a los aspectos narrativos básicos (premisa, intriga, subtramas), ésta puede
provocar una experiencia emocional e intelectual radicalmente diferente con respecto de la lectura de la obra
literaria. No es lo mismo leer Las babas del diablo de Julio Cortázar que ver Blow up de Michelangelo
Antonioni. Ya que se tratan de dos sistemas semióticos diferentes tenemos una conclusión elemental: la obra
literaria es un sistema de signos verbales y el cine es un sistema de signos visuales y auditivos. La verdad es
que el cine usa algo que es connatural a su esencia: las imágenes. Para que el cine exista debe por naturaleza
ir más allá del lenguaje literario.
4.- La noción de fidelidad contiene una falacia: supone que el texto literario tiene una esencia escondida que
se puede extraer y que puede ser comunicada en el proceso de adaptación. Sin embargo, esa esencia es
evanescente, y variará en su aprehensión con respecto de cada lector. Esa esencia puede tener múltiples
lecturas y también variará de una época a otra, ya que mientras mayor sea el tiempo que ha pasado desde la
publicación de la obra, menor será la reverencia hacia el texto primigenio. Aquí entra la idea de Robert Stam
con respecto a la sobrevaloración de lo antiguo. El respeto al texto canonizado. El pensar que lo viejo es mejor
que lo nuevo, o sea, que la literatura es mejor que el cine o que la televisión. Resulta que estos clichés
apuntan a una costumbre muy acentuada de sacralizar a la literatura. La idealización del pasado tiene que ver
también con el desconocimiento de la tradición o de la historia.
5.- Otro aspecto no explorado de la fidelidad tendría que incluir la siguiente reflexión: ¿no debería el director
del filme tener una grandeza similar a la del escritor adaptado? Esa estatura estética podría exigir una gran
capacidad narrativa por parte del cineasta y en el hecho inevitable de tener por lo menos un clásico en su
filmografía. Si el director no cumple con estos requisitos, el filme podría no llegar a convertirse en una mera
ilustración o sombra imprecisa del original.
6.- Coincidimos con Robert Stam cuando asevera que se debe dejar de lado la noción de fidelidad al original y
que se debe prestar más atención al dialogismo (la idea es de Bajtin), es decir, al diálogo que tiene la obra con
sus lectores, críticos y guionistas. Lo que vale es la multiplicidad de lecturas que se genera en cada espectador.
7.- La fidelidad es un mito que se derrumba en el mismo momento en que estamos conscientes de las
diferencias técnicas que existen entre crear un filme y escribir una obra literaria. Si filmar es un acto distinto
de escribir, entonces el resultado no va a ser idéntico al de la obra literaria.
Hay que desterrar la noción de fidelidad como indicio de una supuesta falta de imaginación y hay que acabar
con la idea de la reescritura como resultante de una supuesta traición al original. Nadie se pone a criticar a la
Literatura cuando un escritor reelabora temas ya planteados por otras épocas. William Shakespeare no fue
cuestionado por recrear historias de la Historia. Nadie lo puso en el paredón diciendo que su Hamlet no es fiel
a los anales de la historia de Dinamarca. El cine, en cambio, es blanco inmediato de críticas debido a ese mito
de que es un parásito de la literatura.
8.- El término adaptación debería ser más amplio y no conformarse con el campo del guión. Se debería invadir
los terrenos de la música, la puesta en escena, la fotografía y hasta la actuación. Podría afirmarse de un filme
que la música es inspirada en Bach o Mozart. También se puede asegurar que los actores tienen una clara
inspiración del estilo de Stalisnavki. La dirección de fotografía puede ser una adaptación de la pintura barroca
(se puede citar a Caravaggio o a Rembrandt). La puesta en escena puede recordar al teatro brechtiano. La
adaptación, por lo tanto, no puede limitarse únicamente al guión y su inspiración literaria, sino también a los
otros aspectos: el musical, el visual, el actoral y tantos otros.
9.- El valor del filme reside en la distancia que existe entre él y el texto literario. Aquí entra una idea de Orson
Welles: « ¿Para que adaptar cinematográficamente una novela si no tienes nada nuevo que decir sobre ella?».
Esto significa que una película es valiosa en la medida en que realiza aportes que no están en la obra
original. Ir al cine a ver una transcripción de un texto literario es un acto vacuo y demuestra falta de
creatividad de parte de los realizadores.
10.- El proceso de lectura del adaptador no debe ser criticado de la forma en que se lo ha venido haciendo
hasta ahora. Es preciso respetar lo que ha hecho el adaptador porque es su lectura, su interpretación personal
de la obra literaria. Lo importante es el proceso de lectura del espectador que conoce la obra literaria o que va
a ella después de contemplar el filme. Lo ideal es que se cotejen las dos lecturas de manera objetiva: la del
espectador que deja de serlo para convertirse en lector y que va a transitar por el mismo camino recorrido por
el adaptador. La lectura del espectador será una más como la del guionista y/o cineasta. En la multiplicidad de
sentidos que se consiga arrancar del cotejamiento de textos estará la riqueza de los mismos.
11.- Hay que desacralizar la supuesta subordinación de la adaptación a la literatura, para así bajar del pedestal
al libro y ponerlo al mismo nivel de su espejo cinematográfico. Por tratarse de dos lenguajes diferentes (el del
filme y el del libro) se concluye que el espejo no siempre devuelve una imagen completa de la obra literaria. Es
más, para que sea posible una adaptación, la metamorfosis es la condición sine qua non. Sin transformación
no hay trasvase.
12.- Tanto cine como literatura no son artes antagónicos, son siameses. Hay que desterrar (y aquí retomamos
una vez más a Stam) la creencia generalizada de que dos modos de representación (cine y literatura) están en
conflicto entre sí buscando una supremacía. Los medios no se contraponen, se alimentan; no luchan, se
nutren entre sí. Si hay semejanzas expresivas entre dos artes o entre dos medios no puede haber
antagonismo.
De ahí que hemos titulado este ensayo Palincesto entre cine y literatura, es decir, hay un amancebamiento
entre dos códigos hermanos que comparten elementos que podrían ser tema de otro ensayo. La idea del
palimpsesto (tratada en páginas anteriores como una solución al problema de la adaptación), o sea, de la
reescritura, es también fundamental porque de eso se trata, al fin y al cabo: reescribir el original literario
tomando en cuenta que el cine se alimenta no solamente de la literatura, sino también del teatro, la música, la
pintura y la fotografía y últimamente de la televisión y el video digital. A su vez, todos estos medios se
alimentan del cine. El incesto es múltiple. La sinergia completamente enriquecedora.