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COMUNICACIÓN
HISTORIA DE LA HISTORIETA
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“argentinizarse” en un mercado de bienes culturales cada vez más globalizado. La entronización
de la historieta norteamericana convive con una visión “internacionalista” que busca incorporar
la historieta argentina a la competencia mundial y una perspectiva que la pondera en tanto
producción tributaria de una “idiosincrasia criolla”. Esta hipótesis es abordada por la “Escuela
Argentina de Historietas”. La polémica se centra en la oposición entre lo vernáculo y lo
foráneo, la actualización y el retraso. Para ello se utilizan rasgos singulares para valorar el
trabajo local con respecto al mercado competidor con argumentos retóricos: condiciones
desventajosas del profesional argentino o la falta de reconocimiento de su labor creativa. Los
discursos expresan un sentimiento hacia lo extranjero en el que la reivindicación de lo “criollo”
entronca con una perspectiva nacionalista. Una investigación de la revista “Dibujantes”
(diciembre de 1954) mostró que la mayor parte de las publicaciones cuenta entre su material,
con “historietas nacionales” y que los dibujantes argentinos están en condiciones de producir
“historietas nacionales de calidad y en cantidad”.
Durante la etapa resaltó no solo la importancia de una producción local enfrentada a una
industria internacional, sino a la necesidad de que estas producciones revelen la “idiosincrasia
nacional”. Se trataba de una competencia de mercado respecto al volumen de producción y a la
lucha por una legitimación del medio local.
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trabajar en historietas. Factores que la llevaron al declive: dificultades financieras;
carencia de mente empresarial que llevara adelante tareas administrativas y gestiones
comerciales; carencia de imprenta confiable y cadena de distribución ágil y con alcance
nacional; carencia de taller de impresión propio; carencia de toma de medidas para supervisar
las ventas; deterioro en la paga de dibujantes debido a las ya mencionadas dificultades
financieras => Los profesionales optaron por realizar colaboraciones en revistas del exterior.
Etapa Final: Oesterheld renueva sus series más populares, prolongando sus argumentos,
extender las historietas y alterar las tramas.
1961: Deudas contraídas. Los títulos pasan al editor Emilio Ramírez. Bajo la denominación de
“Colección Frontera”, se da continuidad a las series hasta 1962. Ramírez reedita “El Eternauta”,
en tres tomos mensuales, con presentación moderna.
Febrero de 1962: Salió “El Eternauta” en quioscos, llevando impreso un número 4,
explicitando su continuidad con los tomos anteriores. La revista pasa a ser de apaisada a
vertical; más cercana al magazine de divulgación científica. Oesterheld se encarga de la
redacción de la revista.
Febrero de 1963: Concluyó la saga de “El Eternauta” en su número 15.
Con el quiebre de “Frontera”, Oesterheld produce series y tienta suerte en nuevos géneros para
mantenerse económicamente: historietas para el público femenino (Karina) y al infantil
(Billiken y Patoruzito Escolar); trabajos de carácter humorístico (relanzamiento de “Misterix” y
“Rayo Rojo”). Finales de los 70: Comienza a trabajar en la editorial chilena “Zigzag”. Su
trayectoria, a finales de los 60, tuerce radicalmente el curso. “El Eternauta” en Gente evidencia
este pasaje.
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En un momento histórico inclusivo desde el POV cultural y social, dibujantes europeos que
contaban con destrezas manuales y técnicas, lograron incorporarse a las nacientes impresas. El
sindicato “Surameris” (creado por Abril) comienza a publicar material de origen nacional y a
distribuirlo de forma internacional.
Finales de la década del 40: Se instala en Argentina la editorial de los hermanos Civita.
Césare Civita convoca a un plantel de dibujantes y guionistas italianos para trabajar en sus
revistas. El sindicato de Abril llega a diseñar un “Código Especial de Normativa” para
homogeneizar un criterio estético.
Dante Quintero también adoptó códigos de procedimiento para la realización de sus series, en el
caso de la popular historieta “Patoruzú”, editada por primera vez en el diario Crítica (1928). En
la sección “Cómo aprendí a dibujar”, Quinterno aconsejaba a sus seguidores e impartía lecciones
para adquirir el oficio.
Al término de los años de esplendor, muchos dibujantes que trabajaban en empresas nacionales,
empezaron a prestar sus servicios l mercado europeo. El momento coincide con la recuperación
del sector tras la depresión de posguerra y con la oferta de un importe en moneda extranjera.
División entre maestros y ayudantes: el maestro guía al ayudante en las artes del oficio para que
éste en su madurez gráfica alcance un puesto profesional. La designación de “maestro” se
reserva para los autores consagrados. Los dibujantes y guionistas sin trayectoria son amateurs.
Aun cuando la empresa editorial no encarga la historieta a un equipo de trabajo, es habitual que
un guionista o un dibujante deriven su producción hacia otros colaboradores. La función del
“ayudante”, muchas tareas: entintadores, coloristas, rotulistas, fondistas para calcar los dibujos,
moldear o manejar el archivo de imágenes. A pesar de la importancia de los ayudantes, su labor
queda opacada por la figura de la autoridad: aquel quien firma la obra se convierte en autor
integral de la creación y el resto permanece en el anonimato. En cuanto a la remuneración, el
historietista no recibía un salario fijo, los editores fijaban una suma “por cuadro dibujado” en el
caso de los dibujantes, o por episodio en el caso de los guionistas. Durante los años de oro, el
“reclutamiento” de guionistas y dibujantes fue un recurso fundamental para conformar la
industria. En las publicaciones, abundan los avisos de cursos por correspondencia y se acentúa
la virtud del oficio.
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1955: Fundación de la EPA (Escuela Panamericana de Arte). El antecedente que impulsa la
creación de la escuela es la publicación del libro “El dibujo a través del temperamento de 150
famosos artistas” (1953).
La Panamericana comenzó sus actividades bajo el nombre Escuela Norteamericana de Arte,
copiando la razón social de una prestigiosa escuela de arte en Estados Unidos. Más tarde,
durante el período 1954-1968, pasó a llamarse Escuela Panamericana de Arte, bajo la dirección
de Enrique Vieytes. La escuela expediría el título de “Maestro Nacional de Artes Visuales”.
En la EPA daban sus cursos de dibujo los más destacados del medio, personalmente y por
correspondencia. En el último tramo de la década del 50, dada la situación crítica de algunos
profesionales, optaron por la docencia. La EPA contaba con un plus: un cuerpo de profesores de
renombre fue reunido para dar lecciones a los jóvenes aficionados como Alberto Breccia y Hugo
Pratt. Se alentaba a ganar dinero mediante el dibujo, pero nunca se deja de lado la trascendencia
del dibujo como arte. El profesional y el artista coexisten sin aparente conflicto en el discurso de
la academia. Lo que se valora es la aplicación antes que el talento, el sacrificio antes que el
ingenio. Conocer y aprender, no solo para “salir” de la ignorancia, sino también para acceder a
un puesto de trabajo. Lo que garantiza el curso es un método disciplinado para alcanzar
conocimientos formales; y aunque la mayoría de los aspirantes no logre convertirse en
“artistas”, accederán a un diploma que los habilite a tener suerte en otras profesiones. El método
de la EPA compensaba la desventaja inicial de quienes no tuvieron en el entorno familiar acceso
a una educación cultural más amplia.