Está en la página 1de 11

Grabado en madera, Alemania s. XV.

Las limitaciones del cosmos y la salida hacia lo supracósmico están claras en


este grabado donde se trasciende el sol y se observa la rueda dentro de la rueda
de la visión de Ezequiel. (cliquear en la imagen y siguientes).

LAS UTOPIAS RENACENTISTAS,


ESOTERISMO Y SIMBOLO
I. ARTES IGNOTAS DEL RENACIMIENTO
FEDERICO GONZALEZ

"El mundo, pues, es todo sentido, vida, alma, cuerpo, estatua del
Altísimo, hecha para su gloria con potestad, discreción y amor.
De nada se lamenta. Se producen en él muchas muertes y vidas,
que sirven para su gran vida. Muere en nosotros el pan, y se hace
quilo, luego muere éste, y se convierte en sangre, luego muere la
sangre y se hace carne, nervios, huesos, espíritu, semen, y
padece varias muertes y vidas, dolores y voluptuosidades; pero
sirven para nuestra vida, y nosotros no nos dolemos, sino que
gozamos. Así para todo el mundo todas las cosas son gozo y
sirven, y cada cosa está hecha para el todo, y el todo para Dios a
su gloria."

"Están como lombrices dentro del animal todos los animales


dentro del mundo, y no piensan que él sienta, como las
lombrices de nuestro vientre no piensan que nosotros sentimos y
tenemos un alma mayor que la suya, y no están animados por la
común alma feliz del mundo, sino cada uno por la propia, como
las lombrices en nosotros, que no poseen nuestra mente por
alma, sino su propio espíritu."
"El hombre es epílogo de todo el mundo y admirador de éste, si
es que quiere conocer a Dios, pero es algo creado. El mundo es
estatua, imagen, templo vivo de Dios, donde ha pintado sus
gestos y escrito sus conceptos, lo adornó con estatuas vivas,
simples en el cielo y mixtas y débiles en la tierra; pero desde
todas hacia Él se camina."

"Bienaventurado aquel que lee en este libro y aprende de él lo


que las cosas son, y no de su propio capricho, y aprende el arte y
el gobierno divino, y por consiguiente se hace a Dios semejante
y unánime, y ve con Él que cada cosa es buena y que el mal es
relativo, y máscara de las partes que representan gozosa comedia
al Creador, y consigo goza, admira, lee y canta al infinito,
inmortal Dios, Primera Potencia, Primera Sapiencia y Primer
Amor, de donde todo poder, saber y amor deriva y es y se
conserva y muda, según los fines que se propone el alma común,
que del Creador aprende, y siente el arte del Creador presente en
las cosas, y mediante aquél cada cosa hacia el gran fin guía y
mueve, hasta que cada cosa se haga cada cosa y muestre a toda
otra cosa las bellezas de la idea eterna."

T. Campanella, Del sentido de las cosas y de la magia.


Trad. Juan Andrés Iglesias

Se suele considerar al Renacimiento como una época histórica


excepcional para la humanidad ya que este período es el inventor del
mundo moderno, es decir del progreso, y ha dado lugar a la ciencia, la
técnica y todo aquello de lo que goza el hombre contemporáneo al
haberse impuesto sobre la oscuridad e ignorancia de la Edad Media. Esta
visión generalizada tiene como contrapartida otra igualmente ilusoria; se
trata de la de aquellos que ven en este período histórico el fin de toda
tradición al perderse la hegemonía religiosa y dogmática. En definitiva,
es el mismo planteo, pero de signo inverso, a saber: se juzga la cuestión
por determinadas características que se le atribuyen, a las que se supone
malas o buenas, según la perspectiva que le asigna el espectador de
acuerdo a una postura –generalmente un cliché– tomada de antemano.

Desde nuestro punto de vista la Edad Media se niega a ser considerada


como un grosero infierno de ignorancia poblado de leyendas negras, y
bien por el contrario vemos en ella una serie de esplendores
manifestados en su arte (románico y gótico), la brillantez de sus cortes
(como la de Alfonso X el Sabio entre otras), la variedad de sus ciencias
(astronomía, alquimia y matemáticas) y sus técnicas (las innumerables
artesanías que van desde los tapices y tejidos a la joyería y todo tipo de
artefactos de uso cotidiano), muchos de ellos innovadores con respecto
al legado clásico; algunos por mediación del Islam y otros por su propio
acervo en correlación con la geografía de Occidente; todo ello sin
olvidar su aporte intelectual en el que sólo nos bastaría nombrar a
Dionisio Areopagita, Scoto Erígena, Robert Grossetteste, Bernardo de
Tours, Teodorico y los hermanos De San Victor en la Chartres del siglo
XII y la filosofía escolástica –la aceptemos o no– producida por
iniciativa de Alberto Magno y signada por Tomás de Aquino y sobre
todo por el aporte posterior de esta escuela de sacerdotes dominicos,
formada por el maestro Eckhart, Enrico Suso y Juan Tauler, a los que
habría que agregar el genio florentino de Dante y la inmensa
construcción de su Divina Comedia.1 

Por otra parte la visión esquemática de un Renacimiento liberador del


hombre en cuanto lo independiza de oscuros saberes y le otorga una
novedad absoluta con la que se rompen las cadenas que lo aprisionaban,
es aceptada hoy únicamente por aquellos que siguen a éste o al otro
rebaño igualmente simplificador que "opina" lo contrario: o sea que la
tradición se acabó definitivamente en el Medioevo. Ambos se equivocan
simplemente porque no se han tomado el trabajo de estudiar los
numerosos elementos que se encuentran hoy a consideración, dada la
gran cantidad de investigaciones que se han producido en los últimos
decenios sobre el particular.

El Renacimiento, como su nombre lo indica, es un período histórico


donde surgen nuevas posibilidades latentes en la propia historia de
Occidente, frente a valores ya caducos de la organización medieval que,
como todos los períodos históricos y en virtud de la dialéctica que los
opone, se transforman permanentemente en nuevas realidades, abonando
así el discurso de la historia. En ese sentido es que su nombre,
relacionado con un nuevo nacimiento de posibilidades dormidas de la
antigua ciencia sapiencial que corre desde los egipcios, griegos y
romanos –con el aporte de numerosos pueblos que la han engrosado–, y
que desemboca afortunadamente, valiéndose de una serie de hechos
claves, en el período histórico al que estamos haciendo mención, posee
validez propia.
Es así como una corriente –influida por Bizancio y el pensamiento
griego–2 comienza a manifestarse en la Italia del siglo XV, centro otrora
del antiguo poder romano y su cultura, sede también de la Iglesia
Católica, aunque no se oponen estos nuevos valores sapienciales a los
del cristianismo, sino que bien por el contrario, encuentran su
conjunción, de la que participan sabios de un acendrado conocimiento
metafísico encarnado por religiosos y laicos de la talla de Nicolás de
Cusa, el cardenal Bessarion, el también cardenal Egidio de Viterbo, y
sobre todo Marsilio Ficino, el representante más destacado de esa
corriente que complementa el cristianismo con la filosofía de Platón y
Hermes Trimegisto.

Sin olvidar las artes y la ciencia experimental, llamada magia natural –


que tiene en esa época sus orígenes– conformando una sola doctrina
donde se conjuga la belleza con la sabiduría, comprendiendo todos los
aspectos de la naturaleza y la vida del hombre en la armonía única que
manifiesta la Ciencia Sagrada, que considera al ser humano como un
modelo del Cosmos.

Esta etapa de esplendor del auténtico Renacimiento, antes de ser disuelto


por los intereses de la Reforma y la Contrarreforma, es decir por las
guerras religiosas, o mejor, simplemente por la religión en detrimento de
la sabiduría y el conocimiento tradicionales, pese a que ha sido tratada
por numerosos autores desde hace años en sus múltiples aspectos, se
sigue desconociendo. Nos referimos al espíritu que irrumpió en
Florencia en el siglo XV en la corte de Cosme y Lorenzo de Médicis, y
que se proyectó inmediatamente en toda Italia y posteriormente a
Francia, Alemania, Inglaterra, etc., e incluso España, hasta el siglo XVII
–e incluso comienzos del XVIII–, tomando la forma del Iluminismo
Rosacruz y la Ilustración, nombres que designan a una misma corriente
de pensamiento cuyos epígonos han subsistido hasta el presente.
Investigadores de la talla de Eugenio Garin, P. O. Kristeller, François
Secret, Ioan P. Culianu, J. Godwin y otros muchos, que han tratado el
Renacimiento desde sus múltiples facetas, se han dedicado a ello.
También y especialmente la escuela del Warburg Institute, inspirador del
método iconográfico: Wind, Walker, Panofsky, Saxl, Yates, etc., quienes
nos brindan un panorama preciso, hermoso y armónico de la Tradición
Hermética en el primer Renacimiento, antes de ser empañado por las
huestes literales y el bajo intelecto, ligado a la pasión de la Reforma y la
Contrarreforma, como hemos dicho.

Y fueron ellas las que destruyeron el primigenio soplo vivificador que lo


animaba al punto de dejar casi sin huella ciertas artes de origen clásico
que se produjeron durante este período histórico y que hemos llamado a
nuestros efectos las artes ignotas del Renacimiento, a la par que
condenaban a los sabios y las obras a ellos vinculadas; de lo que dan
testimonio con su vida entre otros Tomás Moro y Giordano Bruno.

Entre dichas artes –tal el Arte de la memoria practicado por este último–
queremos destacar otra que, con precedentes históricos en la antigüedad:
Platón, Plutarco, Cicerón, etc., se efectiviza en el Renacimiento por obra
del autor inglés: Tomás Moro, que la bautiza con el nombre de Utopía
(U = ningún, nada; topos = lugar) y que es imitada posteriormente por
otras obras renacentistas en el mismo sentido: Campanella, V. Andrae,
F. Bacon, etc., las que incluso siguen hoy actuales de una u otra forma,
ya que junto con otros valores que acuñó dicho periodo, basándose en la
antigüedad, han sido capaces de proyectarse hasta nuestras fechas
manteniendo así su vigencia, y por ello mismo los contenidos de nuestra
cultura.

La original investigadora del dicho Warburg Institute, Frances A. Yates,


que con su documentada labor ha esclarecido tal vez la mayor parte de
estas artes ocultas del Renacimiento y a quien no tenemos inconveniente
en seguir aquí nos dice de G. Bruno:

el aspecto de su obra que Bruno consideraba más importante era el intenso


entrenamiento de la imaginación en sus artes ocultas de la memoria. En esto
continuaba una tradición del Renacimiento que tenía también sus raíces en el
resurgimiento del hermetismo, pues la experiencia religiosa de los gnósticos
herméticos consistía en reflejar el universo dentro de la propia memoria.3 

Y agrega:

la insistencia en el aspecto hermético y mágico del pensamiento de Bruno no


desacredita su significativa contribución a la historia del pensamiento.
Ejemplifica el impulso religioso hermético como fuerza motivadora detrás de la
formulación imaginativa de nuevas cosmologías.

Para terminar:

en la fase hermética del pensamiento europeo, que fue el preludio inmediato a la


revolución del siglo XVII, [en Inglaterra] Bruno es una figura destacada.
Observándolo bajo esta luz, la vieja leyenda del martirio del pensador avanzado
vuelve casi a ser verdadera, aunque no en el antiguo sentido.

Efectivamente, después de seguir la vida, obra y pensamiento de


Giordano Bruno de modo extenso4 y luego de haber tratado a lo largo de
otros estudios una serie de temas del Renacimiento Italiano a través de
un recorrido que desemboca finalmente en la Inglaterra Isabelina y se
prolonga históricamente en el movimiento Rosacruz, el Iluminismo
filosófico-científico y la Masonería actual, caen nuestras concepciones
acerca de las ideas generalizadas que se tienen sobre ese período y su
manifestación que, aún produciéndose de manera más o menos oculta no
deja de signar y ser el origen en definitiva de toda la Historia del
Occidente moderno, ya que de hecho constituye hoy el bagaje de ideas
de cuya herencia subsistimos.

En otro lugar de la obra ya citada la autora afirma que:

En la Utopía de Moro, publicada por primera vez en latín en 1516, la religión de


sus habitantes viene descrita del siguiente modo: "Unos veneran como dios al Sol,
otros a la Luna, otros a uno de los demás planetas; hay quienes consideran a un
hombre cuya virtud y fama resplandecieran en el pasado no sólo como un dios,
sino incluso como Dios supremo. Con todo, la inmensa mayoría, y precisamente
los más juiciosos, no creen nada de todo esto, sino en un único ser sobrenatural
desconocido, eterno, inmenso, inefable, muy superior a la comprensión de la
inteligencia humana, extendido por nuestro universo entero no en tamaño sino en
poder. El origen, el crecimiento, el desarrollo, las vicisitudes y finales de todas las
cosas, sólo a él los atribuyen, y a nadie sino a él tributan honores divinos."

Aunque aclara que:

Cuando un habitante de Utopía, convertido al cristianismo, se fanatiza y empieza


a condenar a las restantes religiones, es severamente censurado y desterrado.

"Pues entre sus leyes más antiguas cuentan con la siguiente: a nadie debe servir su
propia religión como motivo de perjuicio. En efecto, Utopo [...] decretó que cada
cual pudiera practicar la religión que más le agradara e incluso hacer todo lo
posible para atraer a otros a sus propias creencias, con tal que las argumentara con
amabilidad y moderación y sin refutar las demás en términos violentos; si, a pesar
de sus razonamientos, no convencía, que no acudiera a ningún género de
violencia y se abstuviera de proferir injurias. Al que por este motivo disputa con
vehemencia excesiva lo castigan con destierro o esclavitud."

Tomás Moro enunciaba los principios de la tolerancia religiosa antes de que diera
comienzo la catástrofe del siglo XVI, antes de ser ejecutado, antes de que bajo el
reinado de María tuvieran lugar los incendios de Smithfield, antes de que fueran
torturados, bajo Isabel, los misioneros católicos, antes de las guerras de religión
contra Francia y de la masacre de San Bartolomé, antes de la espantosa crueldad
manifestada por los españoles en Holanda, antes de las ejecuciones en la hoguera
de Servet, por obra de Calvino, y de Giordano Bruno, por obra de la Inquisición.

Sin duda todo esto nos ubica, por medio del estudio de la obra de dos
pensadores a los que se rescata de la historia "oficial", en una
perspectiva diferente a la que dábamos por sabida y nos presenta a la par
una nueva posibilidad en lo que respecta a la Historia de las Ideas, es
decir, a los motivos originales que conformaron la vida histórica de tal o
cual pueblo en este o aquel período cristalizado de tiempo. En realidad la
Historia permanece viva más allá de cualquier restricción temporal. Es
tan actual ahora como lo fue en su momento si uno puede penetrar en
ella. En particular si se encuentra sumamente cercana como la de griegos
y romanos y ni qué decir del Renacimiento cuya perspectiva es casi
contemporánea pues en él se ha gestado la Edad Moderna, y sus restos
son prácticamente la única arca cultural con que contamos.

De todo esto se sigue que el Renacimiento no es lo que generalmente se


cree, en uno u otro sentido, lo que sin duda es extensivo a la Edad Media
y seguramente a toda valuación historiográfica basada en cualquier
movimiento político o religioso, especialmente en lo que concierne a
Occidente, y a la influencia de la Iglesia de Roma y sus oponentes
cristianos, secundados en su momento por las otras religiones,
específicamente el Judaísmo y el Islam cuando han tenido poder, aunque
es sabido que es el Cristianismo el que ha prevalecido en la cultura
europea y sus derivadas.

Como dice P. O. Kristeller5:

Si tratamos de evaluar, al final de nuestro panorama, la herencia intelectual que el


pensamiento renacentista dejó a los siglos subsecuentes incluyendo al nuestro, la
respuesta no puede darse en una sola frase, y es sensato desmenuzarla y hablar
separadamente de las diferentes tendencias que hemos estado discutiendo. …

El platonismo renacentista en algunos de sus aspectos está estrechamente


relacionado con el humanismo. Es responsable del fácil acceso que tenemos a las
obras de Platón y de otros escritores platónicos. Revivió o conservó viva la
tradición platónica, que tiene tanto derecho como cualquier otra en el
pensamiento occidental a ser considerada una philosophia perennis, y representa
dentro de la historia del platonismo una de sus fases más importantes. En su
orientación general y en algunas de sus ideas específicas, el platonismo
renacentista está estrechamente ligado a la tradición racionalista e idealista en la
filosofía moderna, y su influencia puede ser reconocida en muchas de las fases
posteriores de esta tradición. …

Otro aspecto importante es el papel de la filosofía renacentista dentro de la


historia del pensamiento occidental. La importancia filosófica de los grandes
pensadores de la antigüedad y del siglo XVII nunca ha sido puesta en duda, y la
importancia de los filósofos medievales del siglo XII, XIII y XIV temprano se ha
ido reconociendo cada vez más durante los últimos cincuenta u ochenta años.

Y para finalizar su capítulo sobre Bruno en este estudio, Kristeller


agrega:

Aparte de la influencia que la filosofía renacentista puede haber ejercido sobre el


pensamiento de centurias posteriores y sobre la civilización de su propio tiempo,
y aparte del lugar que pueda ocupar en la evolución histórica de la filosofía
occidental, me gustaría subrayar el interés intrínseco que el estudio de esta
materia, y el estudio de toda la historia de la filosofía, puede tener para el
estudiante de filosofía. Se justifica no solamente por el efecto ensanchador que
este viaje en el tiempo tiene sobre nuestra mente, como lo tiene el viaje a otros
países, al ofrecernos posibilidades diferentes, en adición a las que nos son
familiares, del pensamiento corriente, y al ayudarnos a ver nuestras propias
maneras habituales de pensar en su perspectiva adecuada.

Pero donde este pensamiento revisionista acerca de los auténticos


valores humanistas6 se expresa con mayor libertad es, desde los años
veinte del pasado siglo, en las investigaciones de la Bibliothek Warburg
y sus primeras publicaciones en Viena, especialmente sobre Arte, de la
mano de Panofsky, Saxl,7 y posteriormente cuando la biblioteca fue
trasladada a Londres huyendo del Nazismo y se creó el Warburg
Institute del que deben destacarse diversos títulos y autores,
especialmente el estudio revelador de Edgard Wind Misterios Paganos
del Renacimiento, así como D. P. Walker8 y tantos otros entre los que
destacó desde su comienzo la ya citada historiadora F. Yates, cuya
influencia, que ha excedido el mero ámbito académico, se ha hecho
sentir al menos en dos generaciones. Y aunque recientemente se han
discutido algunos de sus escritos, nada puede decirse sobre la difusión de
textos y documentos y sus comentarios, aunque no se adopte la totalidad
de sus conclusiones con las que, en algún caso, sólo se difiere en detalle.
Pero todo ello no es capaz de disminuir su genio, que se manifiesta en su
obra, y sus libros pueden leerse también –pese a su erudición– como si
se tratara de ficción.

Y si bien Yates y los demás investigadores mencionan destacadamente a


Bruno y a Moro como participantes de esta corriente doctrinal, todo el
mundo coincide en que es a Marsilio Ficino a quien corresponde el
mayor papel en la creación del movimiento que dio vida al
Renacimiento, por lo que consideramos fundamental la formulación que
él ha hecho de sus contenidos.

Para mostrarlo nada mejor que reproducir aquí parte de su carta a


Bernardo Bembo, publicada en The Letters of Marsilio Ficino,
"Alabanza de la Filosofía", que constituye una síntesis de su
pensamiento, por tanto, de todo el movimiento al que nos referimos,
donde decía:

El divino Platón considera que el alma celeste e inmortal en cierto sentido muere
al entrar en el cuerpo terrestre y mortal, y vive de nuevo cuando lo abandona.
Pero antes de que el alma deje el cuerpo según ley de la naturaleza, puede hacerlo
por medio de la práctica diligente de la meditación cuando la Filosofía, la
medicina de los males humanos, purga la pequeña y débil alma, enterrada bajo la
pestilente inmundicia del vicio, y la vivifica con la medicina de la conducta
moral. Luego, por medio de ciertos instrumentos naturales, eleva al alma desde
las profundidades atravesando todo aquello compuesto de los cuatro elementos, y
la guía a través de los elementos mismos al cielo. Entonces, peldaño a peldaño
por la escala de la matemática, el alma realiza el sublime ascenso a los más
elevados orbes del Cielo. Y finalmente, cosa más maravillosa que lo que pueden
expresar las palabras, en alas de la metafísica se remonta más allá de la bóveda
celeste hasta el Creador Mismo de los cielos y la tierra. Allí, gracias al don de la
Filosofía, no sólo el alma se colma de felicidad, sino que como en cierto sentido
se convierte en Dios, también llega a ser esa felicidad misma. Ahí llegan a su fin
todas las posesiones, artes y quehaceres de la humanidad y de entre todo su
número solamente la sagrada Filosofía permanece. Ahí, únicamente es verdadera
felicidad lo que es verdadera Filosofía, cuando de hecho se convierte en el amor a
la sabiduría, tal como la definen los sabios. Creemos que la suprema
bienaventuranza consiste en una condición de la voluntad que es deleite en la
divina sabiduría, y amor por ella. Y el que el alma, con la ayuda de la Filosofía,
pueda un día volverse Dios, lo concluimos de lo siguiente: con la Filosofía como
su guía, el alma llega gradualmente a comprender con su inteligencia la
naturaleza de todas las cosas y aprehende enteramente sus formas; asimismo, a
través de su voluntad se deleita en las formas particulares y las gobierna, así pues,
en cierto sentido, deviene todas las cosas. Habiendo devenido todas las cosas
según este principio, peldaño a peldaño es transformada en Dios, que es fuente y
Señor de todas ellas. Dios en verdad perfecciona toda cosa, tanto por dentro como
por fuera.

Y así finalizaba con este himno:

¡Oh maravillosísima inteligencia del celeste arquitecto! ¡Oh sabiduría eterna,


nacida únicamente de la cabeza del más alto Júpiter! ¡Oh infinita verdad y bondad
de la creación, sola reina de todo el universo! ¡Oh verdadera y generosa luz de la
inteligencia! ¡Oh curativa calidez de la voluntad! ¡Oh generosa llama de nuestro
corazón! ilumínanos, te lo pedimos, derrama tu luz sobre nosotros y enciéndenos,
para que podamos resplandecer internamente con el amor de Tu luz, es decir, de
la verdad y la sabiduría. Sólo esto, Dios Todopoderoso, es Conocerte
verdaderamente. Tan sólo esto es vivir bienaventuradamente contigo. Ya que
quienes vagan lejos de los rayos de Tu luz nunca pueden ver nada claramente, se
encuentran perdidos y atemorizados por sombras irreales, como si se tratara de
terribles pesadillas, y en todo lugar atormentados miserablemente en una noche
perpetua. Pues siendo que únicamente aquéllos que viven celosamente contigo
ven, aman y abrazan bajo Tus rayos aquellas cosas que son verdaderas, eternas e
inconmensurables, tan sólo ellos considerarán cualquier cosa limitada por el
tiempo o el lugar como ilusorio sueño sin importancia. Y así no pueden ser
desalojados de la altísima ciudadela de la bienaventuranza celeste, ni por el deseo
ni por el miedo a las cosas terrestres.

I. Artes Ignotas del Renacimiento (cont.)


 
NOTAS
1
Es interesante que estos últimos –incluso parcialmente el de Aquino– hayan
tenido problemas con la autoridad religiosa, hasta dentro de su propia Orden
a la que por otra parte le tocó el vergonzoso papel de ejecutora de la
Inquisición.
2
Estas ideas clásicas habían tenido un resurgir anterior por medio de los
neoplatónicos, neopitagóricos y gnósticos –cristianos o no– en ambas orillas
de la cuenca del Mediterráneo, focalizándose particularmente en la
Alejandría de los primeros siglos de nuestra era, y desembocando en la
síntesis magistral de Proclo (siglo V después de Cristo).
3
Debe destacarse aquí de modo particular la obra de Giulio Camillo El
Teatro de la Memoria. El autor desarrolla a través de relaciones de
imágenes, conceptos y vivencias, un sistema que presenta como un simple
método mnemotécnico de raíz clásica pero que lleva intenciones mucho más
altas, vinculadas con la "remembranza", o anamnesis platónica, la
internalización de la doctrina cosmogónica, la contemplación del
Arbol Sephirótico de la Cábala, y donde se describe un universo armónico,
un mundo perfectamente construido en estructuras que ensamblan entre sí y
permiten establecer los límites de un espacio otro, mágico por naturaleza,
donde conviven todas las ideas como en el Jardín del Paraíso.

Para nosotros es importante la correspondencia de este sistema de juegos de


relaciones con el Tarot de Marsella, o los distintos tarocchi italianos de la
época, como los florentinos. Ver Giulio Camillo Delminio, L'idea del
Teatro e altri scritti, Edizioni Res, San Mauro (Torino), Italia 1990, y
nuestro  El Tarot de los Cabalistas, Vehículo Mágico (Kier, Buenos Aires
1993) donde hemos relacionado el tarot y su arte, con el arte de la memoria.
4
Giordano Bruno y la Tradición Hermética. Ariel, Barcelona, reimpr. 1994.
5
Ocho Filósofos del Renacimiento Italiano. F.C.E., México 1985.
6
El primer Renacimiento fue verdaderamente humanista, aunque el término
se encuentre desprestigiado hoy día por su aplicación políticosocial al
relacionarlo con ideas falsas sobre el progreso, la evolución enunciada por
Darwin, la ética puritana y la hipocresía consumista acerca de causas
"justas" y políticamente correctas.
7
Durero y la Melancolía (1923), incluido en Saturno y la Melancolía. R.
Klibansky, F. Saxl y E. Panofsky, Alianza Editorial, Madrid 1991.
8
Spiritual and Demonic Magic from Ficino to Campanella. The Warburg
Institute, Londres 1958.
   

También podría gustarte