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Introducción
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paz para justificar una guerra, lo que prueba que las personas, cuyo
comportamiento electoral mantiene a los decisores, manejan efecti-
vamente estos principios, aunque resultan ser fácilmente reorienta-
bles.
Por un lado, se han visto sustituidos por una preocupación moral rela-
tiva al ejercicio de la profesión en cada disciplina científica, bajo el
epígrafe de “código deontológico”. Vacíos de su sentido original, se
deriva en ocasiones hacia lecturas autómatas que, aplicadas a situa-
ciones concretas, tienen precisamente poco de éticas. El código deon-
tológico es generado principalmente desde la preocupación por digni-
ficar la profesión, lo que lleva a establecer prácticas muy discutibles
como la competencia entre profesiones o el cobro de honorarios a
personas que sólo aparecen como clientes.
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Y, por último, los procesos de formación del futuro personal de la
ciencia abundan en la compartimentación, forzando la salida de las
cuestiones éticas frente a la permanencia y el refuerzo de los saberes
científico y técnico. De este modo, en la enseñanza universitaria el
estudiante sólo toma contacto con estas inquietudes (cuando ocurre)
en asignaturas diferenciadas o en materias de libre configuración, pe-
ro no como un tema transversal imbricado en los contenidos propios
de cada disciplina. Aprendemos, por tanto, que una cosa es la cien-
cia, la técnica, la profesión o la práctica cotidiana, y otra bien distinta
es la ética.
Son muchos los tópicos que han engrosado este apartado, si bien to-
dos ellos se ocupan de promover confianza dentro de la comunidad
científica, buena comunicación y respeto por las reglas de juego. Si-
guiendo estos preceptos, se supone que las personas que llevan a
cabo la actividad científica desarrollarán su trabajo en la mejor de las
situaciones. Podríamos clasificar estos aspectos en dos grupos: prin-
cipios internos (de la comunidad para la comunidad) y externos (del
exterior para la comunidad).
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Preceptos internos
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ejemplo). Pero la genialidad de sus autores disculpa su compor-
tamiento. Digamos que tenían que forzar sus datos para de-
mostrar a los demás lo que ya sabían que era cierto (Trocchio,
1995). La presión por conseguir subvenciones y prestigio aca-
démico, a través de publicaciones especialmente, facilita a los
investigadores la realización de fraudes de diverso tipo (Caste-
jón, 2006).
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diando la célebre expresión hollywoodiana), la producción científica
tendrá la máxima utilidad.
Preceptos externos
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es universal. Por otro lado, cada investigación es particular, tiene lu-
gar en un contexto cultural concreto y un entorno local.
Beneficiencia
Justicia
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los grupos privilegiados que puedan permitirse costear el acceso a
esos beneficios.
Limitaciones
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los procesos de formación de los futuros investigadores. “Son tres los
problemas que suscitan la urgencia de una ética mundial: la crisis so-
cial, la crisis del sistema de trabajo y la crisis ecológica, crisis, todas
ellas, de dimensiones planetarias” (Boff, 2001:13). En este contexto
global, la ética bicéfala queda reducida a dimensiones mínimas.
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Versión ampliada
¿Cuánto de validez?
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¿Qué?
La validez se aplica sobre entes que sirven para algo; es decir, sobre
instrumentos en cuanto que lo son. Si la conversación con el amigo
posee un valor instrumental es que no constituye un fin en sí mismo,
sino que uso la conversación para sentirme mejor, por ejemplo, lo
que sí constituye un valor finalista (se busca en sí y no como medio
para otra meta). En tal caso, me plantearía si la conversación sirve
para el objetivo de encontrarme mejor.
Coherencia en la validez
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senta esta situación. La validez del uso que se pretende dar a las
herramientas o instrumentos, como se ha indicado ya más arriba, se
mide en función de los objetivos de la investigación y del contexto de
aplicación.
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puesto que se encuentran en la línea de las preocupaciones conside-
radas objetivamente científicas. Pero, para mantener la coherencia, la
preocupación por la validez debe ir todavía más allá.
Comportamiento inteligente
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teligente, no sólo de los individuos, sino especialmente de la sociedad
en su conjunto: que sus acciones estén orientadas al bien común.
Una sociedad inteligente procurará instituciones inteligentes, entre las
que se encuentra la Ciencia y cuantas entidades se dediquen a la ge-
neración de conocimiento. Así, si la Ciencia trabajara para sí, aban-
donando a la sociedad de la que forma parte, debería catalogarse
como una institución malvada.
Si estamos ante una situación donde hay que escoger entre un ítem
válido con respecto a un cuestionario, o bien un cuestionario válido
con respecto a una investigación, el criterio que consideramos ade-
cuado es la segunda opción: se entiende que el cuestionario es sufi-
cientemente válido porque así se ha procurado con sus elementos
constituyentes y definitorios, entre los cuales se encuentran los ítems
que lo componen. Un ítem perfecto es inútil es un mal cuestionario.
Es más, es inmerecedor del atributo “perfecto”, pues éste es relativo.
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Es fácil identificar que ese concepto de validez ampliada, coherente y
de horizonte amplio, es una forma o perspectiva para abordar lo que
denominamos ética. Ésta, por tanto, es un concepto también científi-
co o metodológico, en el sentido que debería formar parte natural de
las preocupaciones de la comunidad científica. Interrogarse sobre el
horizonte en cuya construcción se participa es una tarea también
científica, que pertenece a los cimientos de su acción cotidiana.
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ticipantes, sino que ha de ser aplicada sobre las consecuencias por
acción y por omisión. En el primer caso, procede conocer qué efectos
tiene o podrá tener nuestra investigación una vez se han publicado
los resultados o se ha entregado el informe o el producto desarrollado
a la entidad subvencionadora. Esos efectos caen bajo nuestra respon-
sabilidad directa, ya que hemos ejercido el papel de pieza clave en la
cadena. En el segundo caso, deberíamos plantearnos qué se ha deja-
do de hacer, qué motivos de investigación no se han abordado al de-
rivar nuestro interés hacia el estudio actual.
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para la fabricación de armamentos, para el estudio de la erradicación
del hambre, para la propuesta de modelos de gestión social
participativos, etc... Pero, en su medio milenio de historia oficial
¿Cuáles de esos grandes problemas ha solucionado la Ciencia? ¿A qué
se está dedicando? ¿Para quién trabaja?
El saber está vinculado a las redes de poder para las que trabaja (Ba-
lestena, 2001). Sometido al moldeamiento del poder, los procesos de
generación de conocimiento quedan entonces restringidos y canaliza-
dos. Ocurre que para hablar de ética de la investigación hay que par-
tir de una situación previa: libertad de investigación. Si hay relacio-
nes de esclavitud, obediencia o dominación, es difícil manejar ele-
mentos de ética. La obediencia del saber a las estructuras de poder
atentan directamente contra las aspiraciones de una ética de la inves-
tigación.
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Cuando se aborda el concepto de control, se activan reacciones visce-
rales. Hay que pensar, no obstante, que el control es casi inevitable
cuando se sitúa en la dimensión de la propiedad. Los propietarios de
los medios de comunicación y de los procesos de moldeamiento (me-
diante refuerzo, extinción y castigo) de la producción de conocimien-
to, ejercen control al definir los mecanismos que siguen ambos me-
dios y al orientar sus objetivos.
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principalmente gobernados: los académicos. Lo que cuenta no es su
generación, si no su posesión, gestión o utilización. Volvemos enton-
ces a la vieja máxima: el poder se encuentra en la propiedad de los
medios de producción de conocimiento. No se trata de una propiedad
contractual u oficial, sino real, la posesión de la facultad para decidir
qué conocimiento es el que ha de ser generado y quién va a utilizarlo.
El enconado proceso por salvaguardar la propiedad intelectual, el de-
sarrollo de las patentes y la apropiación de la biodiversidad son as-
pectos que refuerzan esta sentencia: lo prioritario no es generar el
conocimiento, sino poseer la exclusividad o la ventaja de su utiliza-
ción.
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Barreras a la ética de la investigación
La ignorancia
El esfuerzo
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Es conocido el dilema en el que se encuentran los activistas sociales
que trabajan en la universidad: tal y como se detalla más adelante, el
tipo de comportamientos que ésta refuerza no tienen nada que ver
con la actividad social. Quien desea hacer carrera en la universidad a
la vez que mantener su activación social (movimientos sociales, par-
ticipación en barrios, investigaciones locales con la sociedad civil...)
debe implicar un gran esfuerzo de imaginación para compatibilizar
ambas dimensiones en la medida de lo posible, o un gran esfuerzo de
duplicación para no desatender ningún frente.
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A B
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ra compatibilizar ambos frentes es orientar la publicación hacia cues-
tiones generales, utilizando la experiencia concreta como un ejemplo.
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Afirmaciones realizadas en el transcurso de las IV Jornadas de Jóvenes Investiga-
dores del CSIC. Madrid, marzo de 2006.
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neficio de la sociedad se consigue, en el contexto del mercado, gra-
cias a que la búsqueda de beneficio de cada individuo permite la me-
jor configuración social. Los autores del Fondo Formación (2001)
afirman que expresiones como “educación en valores” han quedado
vacías y que se requiere una nueva cultura ética: la ética-
emprendedora, basada en la innovación en el mercado, en el acicate
de la actividad económica como mecanismo vertebrador de la socie-
dad.
Ética en acción
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un mismo programa marco de subvenciones, puede traducir
el objetivo a conjuntos muy diversos de subobjetivos e indi-
cadores, puede rentabilizar socialmente los resultados y los
procesos de forma muy diversa... Y puede aprovechar multi-
tud de oportunidades para hacer oír la cuestión ética en don-
de se mueva.
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naturas e incluso la propia asignatura en su conjunto, su
existencia. Aún podríamos ir más allá y aspirar a la máxima
de Díaz (2001:172) “el docente que no es buena persona no
es buen docente”.
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Ver, por ejemplo, en http://www.campus-oei.org/salactsi/viicic.htm
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fima cantidad de medios. Consideremos también que muchos
recursos se encuentran disponibles ya estructuralmente como
ordenadores, despachos, material de papelería, fondos bi-
bliográficos, conexiones a Internet... En el entorno universi-
tario muchos estudiantes tienen una disposición positiva a
trabajar en estos frentes aún en situaciones en las que se ca-
rece de gratificación económica. Incluso hay que reconocer
que muchos proyectos de investigación, subvenciones y ayu-
das diversas dejan algunos excedentes que pueden orientar-
se directamente hacia el bien común, siguiendo el principio
de justicia especificado: si el dinero es público debe volver a
lo público.
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Índice
Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1
Versión habitual de la ética de la investigación . . . . . . . . . 3
Ética para la comunidad científica (3)
Ética para los participantes (6)
Limitaciones (8)
Versión ampliada . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 10
En torno al concepto de validez (10)
Coherencia en la validez (11)
Comportamiento inteligente (13)
Implicaciones éticas más allá de la comunidad científica
y los participantes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15
La investigación en el contexto temporal (15)
La investigación en el contexto del poder (17)
Barreras a la ética de la investigación . . . . . . . . . . . . 20
La ignorancia (20)
El esfuerzo (20)
Las presiones laboral, de comunidad científica y de
publicación (21)
La presión del Estado y del mercado (23)
Ética en acción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 24
Referencias . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 27
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