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DESCIFRAR EL MUNDO
Apuntes sobre las mediaciones
pedagógicas y culturales
Paola Isabel Roa
DESCIFRAR EL
MUNDO
Apuntes sobre las mediaciones
pedagógicas y culturales
Roa, Paola Isabel, autor.
021.2
Descifrar el mundo: apuntes sobre las mediaciones
R69 pedagógicas y culturales / Paola Isabel Roa.-- Primera
edición.-- Lima : Biblioteca Nacional del Perú, 2021.
65 páginas; 18 cm.-- (Lectura, biblioteca y comunidad)
5
Lectura, Biblioteca y Comunidad busca propiciar el
diálogo y el encuentro a través de miradas que recogen
y trascienden lo local y nos llevan a reconocer experien-
cias e iniciativas exitosas que evidencian la manera en
que las bibliotecas son instituciones transformadoras
que pueden llegar a ser verdaderos motores de desarrollo
de las comunidades a las que atienden.
6
Índice
63 Bibliografía
7
Sobre este libro
9
empeñar un rol fundamental. Ya sea en el hogar, el aula,
la biblioteca —o cualquier otro espacio de mediación
cultural—, los mediadores son testigos de los hallazgos
de niños, jóvenes o adultos, que leen el mundo y van
estableciendo conexiones entre lo nuevo y lo ya apren-
dido o presentido; son, pues, quienes alientan en ellos
el movimiento del pensamiento. Con esto la autora no
quiere decirnos que los mediadores impondrán una for-
ma unívoca de interpretar los mensajes que el mundo
nos da. Nada más lejos de su propuesta. Más bien, los
mediadores sugieren posibles rutas y nos acompañan en
este permanente traducir el mundo que es la vida, cons-
cientes de que existen detrás de nuestras aproximacio-
nes, determinaciones históricas, políticas, económicas o
familiares, que nos condicionan, pero de las que pode-
mos liberarnos.
Este cotidiano asombro nada tiene que ver con las
cifras ni con las mediciones cuantitativas; tampoco, con
metodologías prediseñadas ni con estrategias universa-
les. Los mediadores, más bien, deben asumir el desafío
de «poner en movimiento acciones capaces de provocar
en la sencillez de lo cotidiano sorpresa y reflexión sobre
el presente y sobre la vida individual y colectiva». Este
giro que experimentarán los sujetos de la mediación, de
lo que intuían a lo que piensan y comprenden, es el
principal destino de los actos de mediación. Un desti-
10
no al que se llegará avivando la curiosidad, motivando
las preguntas, fomentando la autonomía, propiciando
el encuentro con los otros, alentando la voluntad y el
deseo de conocer.
Los mediadores tienen la responsabilidad de desan-
dar los preceptos, de reclamar la libertad del pensar por
fuera de lo unívoco, de abrirle las puertas al juego. Los
mediadores, en tanto reflexionen y tomen conciencia de
la importancia de su tarea, pueden provocar este afán
de conocimiento, tanto individual como comunitario,
de lo que somos y lo que podemos llegar a ser. Esta es
la utopía del aprendizaje a la que la autora nos invita a
aproximarnos. Las páginas que siguen son, pues, un lla-
mado a sumarnos a las reflexiones aquí planteadas para
tratar de pensar en las mediaciones como actos que nos
permiten dialogar con nosotros mismos y con los otros,
como un acto liberador que apuesta por una vida y un
estar en el mundo que podemos construir juntos.
11
A la memoria de Javier Bernaola y Wilfredo Cornejo, los
primeros mediadores y gestores bibliotecarios que conocí a
mi llegada al Perú. Desde aquella inauguración de una
biblioteca popular en Villa Salvador, hasta la última sesión
de un seminario que tuvimos la oportunidad de compartir me
entusiasmó ver su trabajo en equipo, escuchar sus reflexiones
y su convicción en que las bibliotecas en espacios de extrema
dificultad y pobreza eran posibles y necesarias.
17
hallazgo está en la mirada, que se proyecta al horizonte
de esa idea. Lejos. En muchos casos, según mi expe-
riencia, le sigue una afirmación con la cabeza, un reaco-
modarse en la silla, sujetar con fuerza el lapicero y hacer
una anotación. Allí es cuando la atención vuelve hacia
quien habla, pero el matiz de la interpelación cambia.
Ya nadie trata de convencer a nadie. El pensamiento ha
tomado su curso independiente y se sujeta al vehículo
de la curiosidad. Sigue el ritmo de su voluntad.
18
*
19
mado Proust y los signos, reflexiona sobre la verdad y
el aprendizaje:
20
que no es posible un trato ingenuo con los signos ya
que la herencia es multimodal, histórica y responsa-
ble de los gestos y las piruetas con las que encaramos
nuestras circunstancias presentes. Es por esto por lo
que quienes han aprendido las labores de estos oficios
tienen un papel decisivo en las disputas de sentido en
que nos jugamos la significación del mundo y de la
vida; luchas de imposición y legitimación de proyectos
sostenidos en relatos y credos cuyas consecuencias se
despliegan a lo largo y ancho de nuestro ahora.1 Es lo
que no se puede olvidar, el dato básico que compone la
21
conciencia histórica y la trama ética de la educación y
la mediación cultural.
22
que los producen. Jorge Larrosa lo explica de la siguien-
te manera en su libro Elogio al profesor, en el cual habla
de su propia experiencia:
23
do mundo, para seguir conociendo, para persistir en el
gesto vital que significa pensar y decir lo que se piensa.
Y, ¿en dónde se despliega esta acción? ¿Dónde bri-
lla la pretendida trascendencia de la que aseguramos es
capaz el bibliotecario, el profesor? ¿Dónde se da ese en-
cuentro con el lenguaje y su transmisión?
En la cotidianidad. Allí donde se pliega y despliega
la vida de todos los días. Con sus objetos, sus tiempos,
sus rutinas, sus otros, su estar y su ser ahí. En la senci-
llez del hogar, del salón de clases o de la biblioteca. En
esos lugares diarios en los que se da la resistencia íntima.
Josep María Esquirol piensa la vida cotidiana como la
repetición de lo similar, nunca de lo idéntico:
24
Allí, en el caudal del tiempo de la vida cotidiana,
mientras todos somos río, fluyen el lenguaje y su pensa-
miento. Es menester entonces sumergirse en las aguas,
tomar la palabra, arriesgarse a pensar. Afirmar la poten-
cia de gestos como la lectura en voz alta, la narración de
una historia, la mirada compartida de una imagen, la
conversación detenida sobre asuntos que nos interesan.
Gestos que resultan, en muchos casos, subestimados por
su sencillez o por considerarse prácticas del lado de lo
que los entusiastas de la didáctica y la tecnología deno-
minan «tradicional».
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y colectiva. Esto es así desde que tenemos conciencia
como especie. Entre otras razones, porque las materias
primas de las que está hecho el artefacto de la narración
se hayan en lo intrínseco de nuestra naturaleza biológica
y cultural, cualquiera sea nuestro origen y cualesquiera
sean las formas en que se exprese el narrar: oralidad,
imagen, escritura, cuerpo en movimiento, etcétera.
También porque aquello que aprendemos a través de
una narración o una conversación, según Walter Benja-
min, «mantiene sus fuerzas bien concentradas y es capaz
de desplegarse pasado mucho tiempo» (2018, p. 232).
Se diluye en el entramado de nuestra razón y de nuestra
emoción y va liberando a lo largo de la vida su carga de
significado. Asimismo, le brinda a la experiencia indivi-
dual o colectiva posibilidades de darle un curso comple-
tamente nuevo y diferente a su relato. Justo allí surge el
pensamiento, cuando cabalgamos por nosotros mismos
un relato, sorteando sus ideas, sus variantes intempesti-
vas, sus diferentes versiones. Eligiendo el papel que nos
gustaría desempeñar y sometiendo a examen cualquier
pretensión de verdad, provenga de donde provenga.
Así pues, el desafío de estos asuntos no está en la
competición contra pedagogías y estrategias biblioteca-
rias que se resuelven con un PowerPoint o con meto-
dologías extravagantes para la supuesta participación; el
desafío está —quizá— en poner en movimiento accio-
26
nes capaces de provocar, en la sencillez de lo cotidiano,
sorpresa y reflexión sobre el presente y sobre la vida in-
dividual y colectiva. De nuevo Benjamin y su hermoso
texto El narrador:
27
*
28
bertad, como agua de una fuente que por fin abre
su propio cause (1999, p. 80)
29
centro cultural (siempre y cuando adquiera conciencia
y responsabilidad frente a esta posibilidad)2 es potente
porque se impulsa con la fuerza de la curiosidad; se des-
pliega en el tejido compuesto por el instinto cognitivo,
la razón intelectual y la razón estética; y recibe respues-
ta para su regeneración en el encuentro con otros seres
humanos que también se preguntan, que también des-
cubren; que conforman vínculos a través de compartir
sus ideas en un espacio común y son capaces de pensar
juntos en asuntos que van más allá del limitado ámbito
de sus individualidades. Este movimiento pensante que
detona la educación y la experiencia cultural es de los
pocos capaces de extender los límites de lo posible y de
lo conocido para ir más allá de lo que nos ha sido dado
y de sus significados previamente establecidos. Lo que,
en definitiva, es el sentido a recuperar en cualquier ges-
to de transmisión cultural. De nuevo Deleuze:
31
Conocer. Considerar el mundo como objeto que
hay que descifrar
32
tidad nacional, las del amor…. Pero, además, no todas
las respuestas son las mismas para todos. Las repuestas
están minuciosamente organizadas por clase social, raza,
género, país, continente, etcétera. Las repuestas demar-
can los límites del espacio que nos fue asignado y con-
forman un complejo sistema educativo y cultural que
nos entrena para responder. Respondemos a la oferta
con el consumo; a la diferencia, con la sospecha; a la
crisis, con miedo; a la violencia, con violencia… Porque
las respuestas, tal y como se exhiben en las pruebas de
estado o las pruebas PISA, son ficciones binarias y neu-
róticas sostenidas sobre dos categorías que se excluyen
mutuamente permitiendo una opción única, a la que se
llega adivinando, obedeciendo o acumulando respuestas
en la memoria. En la introducción a El problema del
conocimiento, Ernest Cassirer plantea que tenemos una
actitud ingenua con el conocimiento al considerarlo un
simple medio para la percepción de una realidad que se
encuentra previamente definida:
33
contenido que aparece ante nosotros en trabazón
fija y acabada. Entre el «ser» del objeto y el modo
cómo se refleja en el conocimiento no media para
esta concepción del problema, ninguna divergen-
cia, ninguna contradicción (1986, p.19).
34
turaleza que sea, es conocimiento situado e histórico y
solo en la medida en que tengamos claros los eslabones
sobre los que nuestra práctica camina podremos propo-
ner prácticas de emancipación intelectual y de disfrute
auténtico de lo conocido.
35
de contenidos nos ubica frente a una amplísima red de
significados que, aunque frondosa, no es en sí misma
reflejo de pluralidad y, mucho menos, de totalidad. No
todo está disponible para ser conocido y no es posible
acceder libremente a todo lo que está disponible. Las
mediaciones a las que se encuentran sometidos los dis-
cursos y contenidos de la actualidad son más drásticas
que en cualquier otra época, debido a que nunca había
tenido tantos alcances y réditos políticos y económicos
la circulación de la información y el fenómeno de la
«opinión pública» como catalizador e inhibidor de la
acción colectiva.
Por tanto, es imperativo que, a la vez que crece de
manera exponencial el acceso a la información y conte-
nidos de todo tipo, se fortalezcan los criterios y reflexio-
nes desde los que las propuestas de mediación cultural
y pedagógica seleccionan e interpelan esos contenidos,
así como la forma en que circulan. De esta manera, da-
ríamos pasos más decididos hacia una postura menos
ingenua con relación al conocimiento en la que el co-
nocimiento mismo es el movimiento crítico que des-
envolvemos dentro del espacio físico y virtual saturado
de informaciones y contenidos; esto es, el conocimiento
como capacidad de discernir, interpelar y seleccionar:
«el problema, ahora, ha cambiado: ya no se trata simple-
mente de una descripción imitativa, sino de la selección
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y la agrupación crítica, a la vista de la muchedumbre
infinita de las cosas perceptibles».3
Conocer es descifrar, ya lo comentamos al principio;
es detenerse sobre el mundo y sus diferentes ámbitos
como enigmas que queremos resolver y para los cuales
tenemos que acudir a fuentes y soportes que nos su-
gieran alternativas para ese desciframiento. Ello impli-
ca hacer preguntas que nos ayuden a crear relaciones y
conjuntos en los que cada cosa tenga un sentido dentro
de una amplia red de significados, sean estos científicos,
sociales, culturales o artísticos. Es construir una mirada
autónoma, libre de dogmas políticos, religiosos o me-
diáticos que pretendan limitar los perímetros de la bús-
queda; es interrogar esos dogmas o creencias instaladas
e ir hasta el fondo de sus orígenes y sus motivaciones.
37
*
38
cativa, política y cultural. Cooptadas por esa tendencia
psíquica de la época que es la necesidad de aprobación
a través de likes y la banalidad como medio de conse-
guir seguidores, destinan buena parte de sus recursos
a la oferta de talleres de manualidades, cultura general,
«lectura recreativa» y la recomendación de libros a través
de youtubers, en una franca entrega de la biblioteca a la
servidumbre de la industria editorial, el «ocio» y los me-
canismos de consumo y exhibicionismo cuyo principal
objetivo son los jóvenes.
Expulsadas del paradigma industrial para la forma-
ción y acceso a la información de la clase obrera; retira-
das de los debates en los que se deciden los procesos de
acceso y construcción del conocimiento y de las diputas
de sentido en la ciencia, las humanidades y la cultura;
ignorantes voluntarias de los asuntos disciplinares tan-
to de occidente como del sur global, gran parte de las
bibliotecas públicas y escolares de nuestro continente se
extinguen en las redes de la burocracia institucional y de
los profesionales light de las industrias culturales. Son
el reflejo de las consecuencias históricas de la gestión
de la educación, el arte y la cultura como instrumentos
de servidumbre voluntaria a la ignorancia y la inacción
ante nuestras circunstancias personales y colectivas.
39
Voluntad. Para alentar el deseo de conocer
40
tinto básico que nos impulsa y da curso al crecimiento
y la germinación de condiciones diversas para la gestión
de la vida personal y colectiva. Así pues, en su pulsión
primera no es un privilegio, lo saben las maestras de
los primeros años, los mediadores de lectura de las salas
bibliotecarias para los más pequeños, los padres y cui-
dadores de niños. Todos, desde nuestro lugar particular,
buscamos. Entre nosotros y el afuera hay un pacto. Una
vocación de entendimiento, de desciframiento de los
signos con los que nos encontramos y que nos empujan
irremediablemente a comprender. Pero aún siendo una
condición o un «defecto de fabricación» esta búsqueda
en nada es fruto de una coerción biológica o cultural:
es absolutamente voluntaria. Nos aproximamos a las
sombras y a lo desconocido del mundo por nuestra pro-
pia voluntad.
Sin embargo, como es por todos bien sabido, llega-
mos a un mundo que ya ha sido hecho y dicho por otros
y, por sí sola, nuestra voluntad de vivir y de saber no po-
drá conjurar toda la ruina que recibimos en la herencia
de la llegada. Recordemos —aunque nos siga dejando
perplejos y acongojados— que no todos los signos que
emite el mundo son en sí mismos favorables a la vida,
a la palabra, a la comunidad, al saber. Esa mole tosca
que también es el mundo emitirá, sistemáticamente, a
lo largo de la vida, signos y hechos tan contundentes
41
que serán capaces, de asfixiar la voluntad y, con ella,
la curiosidad, la autonomía, la crítica, la esperanza, el
aprendizaje y su utopía.
42
*
43
por tanto, voluntad de vivir-jugar y tener conciencia de
dónde y cómo se vive.4
45
necesario reclamar el tiempo y los lugares que permi-
tan llevarla a cabo y multiplicarla.
46
común adquiere sentido la definición de hombre
como una voluntad servida por una inteligencia.
(…) De esta manera, el maestro ignorante
puede instruir tanto al sabio como al ignorante:
Verificando que busque continuamente. Quien
busca siempre encuentra. No necesariamente
encuentra lo que busca, mucho menos lo que se
debe encontrar. Pero encuentra algo nuevo para
relacionar con la cosa que él ya conoce. (…) Maes-
tro es quien mantiene a quien busca en su camino,
en donde él es el único que busca y nunca deja de
buscar (2007, p. 85).
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tiempo es «algo coetáneo de la existencia del hombre
sobre la tierra» (2018, p. 20) y lo único que importa es
cómo moverse en ella (cómo pensar): «lo que importa
solo es cómo moverse en esta brecha, la única región en
la que, quizá, al fin aparezca la verdad» (2016, p. 21).
La reflexión que hace Arendt de esta imagen propone
la relación entre el pasado —la tradición— y el futuro
como una articulación que solo es posible en la acción
del pensamiento, asunto que a lo largo de ocho ensayos
abordará desde la perspectiva de la política, la educa-
ción, la autoridad, la libertad, la cultura y la verdad.
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Sin dejar de mencionar lo sugestiva que resulta para
la reflexión pedagógica y cultural la indicación sobre
la acción del pensamiento como la brecha que puede
articular la tradición con el futuro, cabe, no obstante,
sugerir un hilo adicional a la interpretación de esta ima-
gen: la posibilidad, expresada en términos de sueño de
un sujeto que se yergue, como árbitro, sobre las circuns-
tancias que lo condicionan; posibilidad que solo se nos
revela a partir de una pregunta que rompe con la con-
tinuidad del relato y que podemos pensar como gesto
de mediación: ¿y quién conoce sus intenciones? Llamados,
así, a reconocer que en el relato no solo se encuentran
los adversarios, sino que, además, hay un Él; de quien,
aun cuando no conocemos el nombre, no podemos de-
cir que es cualquiera, sino alguien. Una singularidad,
un sujeto con intenciones sobre las que el narrador nos
interpela. Y para el que se reserva el giro poético, la me-
táfora infinita desde la que pensar su acción.
Las intenciones de un sujeto frente a las circunstan-
cias son una construcción en la que se encuentra impli-
cado su deseo y su capacidad de anticipación, su capa-
cidad de diferenciarse, de tomar relieve dentro del tapiz
general de lo que le rodea. Su ejercicio de trascendencia
frente a la realidad le procura matices para esa toma de
distancia. Y aunque esta afirmación parezca una abstrac-
ción sin un asidero en la cotidianidad, basta con pensar
49
en todos los ejercicios de movilización y búsquedas de
reivindicación histórica, comunitaria o de género que
han llevado a cabo diferentes sujetos individuales y co-
lectivos a lo largo de varias generaciones en América La-
tina. Así como las búsquedas y anticipaciones que hacen
todos los días los niños, las niñas y los jóvenes respecto
a su vida, la de su familia y la de su comunidad. La ma-
nera en que alimentan su deseo, en que se preparan para
dar ese salto sobre las circunstancias heredadas y hacerse
a sí mismos, más allá de lo dado.
Pero, a veces, el salto no se da.
50
*
51
nueve de la Fama, pues a todas las hazañas que
ellos todos juntos y cada uno por sí hicieron se
aventajarán las mías.
52
que cada uno de nosotros puede pensar y hacer como
alternativa de futuro. En Principio Esperanza, uno de los
libros más sugerentes para la filosofía del siglo XX, y que
hoy más que nunca podría hacer aportes a las reflexiones
sobre la educación, las mediaciones y la bibliotecología,
Ernest Bloch dice:
53
*
54
y rupturas, ensoñaciones y rebeldías, predicciones
y decisiones de hacer, todo lo cual configura un
espacio que trasciende a lo establecido (2007, p.
79).
Mundo con otros
55
Y son determinantes en este sentido las instituciones
que convocan el encuentro y la escucha entre iguales y
para todos, como la biblioteca pública y la biblioteca
popular, en tanto ese nosotros se encuentra cada vez más
atomizado en organismos independientes, agrupados
sobre intereses económicos, raciales o políticos. Éticas
de la segregación en las que la masa se secciona en in-
dividualidades aisladas e incomunicadas, envueltas «por
su voluntad» en un flujo unidireccional de signos y al-
goritmos que producen la ilusión de información, co-
nocimiento y participación. Lenguaje vaciado de senti-
do y de hilos que permitan crear relaciones y caminos a
través de los cuales el pensamiento proponga hipótesis y
búsquedas que solo pueden resolverse en tanto del otro
lado alguien, un otro que también busca, nos sugiera
indicios, nos revele en su presencia y en sus hallazgos el
acceso a lo que todavía desconocemos y que constituye
el estremecimiento de cualquier descubrimiento vital,
artístico o científico.
El encuentro con los otros se hace esquivo, perdemos
los espacios públicos y comunitarios para el encuentro
—la pandemia ha ahondado en esta condición— que,
al final de cuentas, es hacer esquivo el encuentro con
nosotros mismos: sin los otros, no puedo ser yo. Arro-
jados a la «conversación» con las imágenes de una pan-
talla, corremos el riesgo de parecernos cada vez más a
56
Mildred, ese personaje de Fahrenheit 451, con cataratas
en los ojos, desmemoriados, temerosos y refugiados en
los paneles brillantes, en total soledad, pensando que
piensan:
57
Peter Sloterdijk, cuya lectura recomiendo para pensar
en los influjos de los medios de comunicación masivos
en la educación y la cultura, llama la atención sobre un
concepto de Hannah Arendt, el desamparo organizado,
acerca del que sería importante reflexionar en el ámbito
de las mediaciones y su relación con la conformación de
mundos intersubjetivos, públicos y comunes:
58
el sentido de que se vea conmovida por la alteridad, por
lo diferente, por aquello en lo que la identidad del YO
y la razón propia no sean el único punto de partida para
relacionarse con el entorno y con los demás. Una sen-
sibilidad ética que se teje en los intersticios de nuestra
razón simbólica y estética, tan olvidada en la educación
y en las industrias culturales de nuestras sociedades con-
temporáneas.
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en intercambios simbólicos y prácticos que nos igualan,
que nos permiten dialogar con el pasado, el presente y el
futuro. Una transmisión que a su vez se libera de la ba-
nalización de la que ha sido objeto al ser vinculada con
la comunicación de masas y lo unidireccional. O estig-
matizada al imponerle como única acepción de signifi-
cado la relacionada con el contagio de una enfermedad.
Una postura epistemológica desde la transmisión
para la mediación, en la que lo que se transmite y se
intercambia con otros no son solo contenidos e infor-
mación, sino, principalmente, criterios, consejos y pro-
vocaciones para elegir, pensar y actuar en favor de la
vida y el mundo. Para ello es preciso situarse frente al
arte y la razón simbólica como posibilitadores de este
tipo de conocimiento a través del cual los seres humanos
nos encontramos y descubrimos, aun cuando no com-
partamos el mismo tiempo, los espacios geográficos o
las condiciones de vida. El arte enriquece la transmisión
cultural, la dota de pluralidad y de otras formas de razo-
nar frente a la realidad, desde la metáfora, la narración
y la imaginación de mundos y realidades alternativas.
Chantal Maillard, filósofa franco-española piensa la
relación de la elaboración artística y la creación con el
mundo de la siguiente manera:
60
Así que, ¿Por qué no hablar de ficción? o para evi-
tar el matiz equivocadamente peyorativo, de ¿ela-
boración artística? Hacer arte es articular, poner
orden donde no lo había o donde había otro y pre-
sentarlo para su integración y la posterior confi-
guración en/de la conciencia. Artísticamente nos
constituimos como lo que somos, vamos siendo,
redefinimos nuestra existencia.
(…) Razón creadora, por tanto, más que crea-
tiva, la diferencia es importante. La creatividad
puede definirse como la capacidad de un sujeto
para enlazar, asociándolos, unos elementos dis-
persos; la creación, en cambio, es la capacidad de
diseñar mundos posibles: formas actuantes. Una
forma actuante es una especial disposición de la
realidad —universo poético o narrativo— que tie-
ne la particularidad de transmitirse, de asentarse,
de modificar la visión y, por tanto, de formar cul-
tura (2017, p. 40).
61
vamos intercambiando y que iluminan zonas de eso que
se nos va trasmitiendo, para que nos detengamos, to-
memos distancia, pensemos y construyamos. Amos Oz,
en una hermosa reflexión sobre el papel de los textos
—tanto orales como escritos— en la supervivencia del
pueblo judío, dice:
62
Bibliografía consultada
63
Garcés, M. (2017). Nueva ilustración radical. Editorial
Anagrama.
Larrosa, J. (2019). Esperando no se sabe qué. Sobre el
oficio de profesor. Candaya.
Maillard, Ch. (2017). La razón estética. Galaxia Guten-
berg.
Museo Nacional y Centro de Arte Reina Sofía (2014).
Un saber realmente útil [Catálogo]. https://www.
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te-util)
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Oz, A. y Oz-Salzberger, F. (2015). Los judíos y las pala-
bras. Siruela.
Rancière, J. (2007). El maestro ignorante. Ed. Libros del
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Zambrano, M. (1989). Notas de un Método. Mondado-
ri.
Zemelman, H. (2007). El ángel de la historia: determi-
nación y autonomía de la condición humana. Ed.
Anthropos.
64
El presente ensayo busca enriquecer el discurso de
las mediaciones culturales y pedagógicas, y repensar
su poder transformador y emancipador.
Las mediaciones, en particular, las que se dan en
espacios como las bibliotecas o las aulas, pueden
desempeñar un rol fundamental en la forma en la
que nos aproximamos al mundo y lo desciframos.
Motivando la curiosidad, avivando las preguntas,
fomentando la autonomía y el encuentro con los
otros, las y los mediadores nos acercan a la utopía
del aprendizaje a la que la autora nos invita a
aproximarnos.
Este libro es, pues, un llamado a pensar en las
mediaciones como actos que nos permiten dialogar
con nosotros mismos y con los otros, como un acto
liberador que apuesta por una vida y un estar en el
mundo que podemos construir juntos.