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En: SEMINARIO Internacional de bibliotecarios escolares.

-- Santiago de Chile, 27 al 29
de octubre de 1999.

p. 244 - 247

EL ROL DEL BIBLIOTECARIO COMO MEDIADOR CULTURAL

Geneviève Patte
Directora de La Joie par les Livres
París, Francia
Traducción de: Ximena Pinedo G.

RESUMEN
La autora se refiere al bibliotecario como un mediador entre el cuestionamiento y
la respuesta. La biblioteca abierta e integradora de las realidades sociales y culturales
con capacidad de traspasar proyectos educativos formales y captar libremente a su
público.

El bibliotecario no puede asumir su rol de mediador si la biblioteca no está abierta


a todos los ámbitos: a las curiosidades, a las interrogantes y a las pasiones.
Es significativo que la Sociedad de los poetas muertos haya tenido tanto éxito entre los
jóvenes y los adultos: a unos y a otros les propone una imagen entusiasta de lo que
podría esperarse de un verdadero mediador cultural, en este caso, un profesor. Para los
adultos, con un poco de añoranza; para los jóvenes con la impresión de no haber tenido
aún la posibilidad de encontrar en su camino un "despertar" en la edad en que se está
dispuesto a explorar y a cuestionar todo. ¿Tales mediadores existen únicamente en la
ficción?
DE LA PELUQUERIA A LA ETNOLOGIA
Por mi parte, en mi trabajo de bibliotecaria tuve la oportunidad de conocer algunos
mediadores de ese tipo y me gustaría recordarlos. En una biblioteca pública fuera de
Europa, trabajé con una bibliotecaria dedicada especialmente a acoger a los
adolescentes. Antes de emprender cualquier forma de animación, ella destina un tiempo
importante para hablar con los que constituyen el público de la biblioteca y, más
ampliamente, a lo que pasa en el barrio. De esta manera, descubre a los personajes que
ocupan un lugar privilegiado en las discusiones y en la vida de los adolescentes. Durante
una conferencia, nos contaba (1) cómo, hace ya muchos años, llegó a invitar a la
biblioteca a un peluquero muy popular entre los jóvenes del barrio. Sin duda éste había
aprendido el arte de peinar. pero los peluqueros, ¿no son también hombres de la
comunicación? Además, la elección de un peinado atrae la atención de los jóvenes en
general.
Por todas estas razones, la bibliotecaria entendió que sería interesante provocar
un encuentro con él. Rápidamente hicieron volantes anunciando el siguiente tema: "El
peinado, símbolo de la situación social en los años 70". El animador era peluquero de la
boutique "The Electric Hair- Company". El encuentro tuvo un gran éxito, sin duda porque
los jóvenes descubrieron que sus preguntas, aparentemente superfluas, estaban lejos de
carecer de interés y que podían abrirse a una reflexión que no habían imaginado. La
biblioteca estaba en pleno Nueva York, y les era fácil observar como en algunos años los
estilos de peinados habían evolucionado, desde el alisamiento hasta el peinado afro. A
través de esto se expresa toda una concepción de la identidad negra. También
comenzaron a hablar de lo que quiere decir "pertenecer a un grupo" Y ser admitido.
También se habló de los ritos actuales de iniciación en la sociedad occidental. Paso a
paso, partiendo de una pequeña pregunta, llegaron a descubrir la etnología, recordando
en esa ocasión a Claude Levi-Strauss y ¿por qué no? Nada es insignificante. Toda
pregunta, si es personal, si alguien la escucha y trata de contestarla, puede estimular la
curiosidad, ayudando a cada uno a pasar de una pregunta a una respuesta que abre una
nueva pregunta, con toda libertad y sin temor a "equivocarse" Escuchar, orientar, poner
en contacto, provocar encuentros ¿no es ése precisamente el rol del mediador?

ECHAR RAICES EN LA PROPIA CULTURA


Me gusta citar este ejemplo, porque es rico en enseñanzas. Si se desea que las
proposiciones de la biblioteca se arraiguen sólidamente en la cultura de cada uno, es
indispensable tomar a cada uno allí en donde él está, con sus preguntas tal como ellas
emanan de su vida, con su manera de expresarlas, aunque ellas no pertenezcan en su
formulación y fondo a las preguntas habitualmente concebidas en los lugares educativos y
culturales.
Pero esto no es suficiente. Si la función del mediador es de orientar al que hace
una pregunta, ello supone una cultura muy amplia de parte de los adultos que proponen
pistas, encuentros y acercamientos. Eso es lo que pasa en toda biblioteca con su sistema
de clasificación organizado en red, que corresponde a una red de conocimientos. El
bibliotecario no tiene por misión responder él mismo todas los interrogantes, sino ser nexo
entre el que busca y el que puede proponer una respuesta. Es aquel que relaciona y
ayuda a relacionar las cosas entre sí y a las personas entre ellas. Es también aquel que
da confianza acompañando al investigador novato. El bibliotecario no puede asumir su rol
si la biblioteca no está abierta a los cuatros vientos: a las curiosidades, a las interrogantes
y a las pasiones. Abierta también, a aquellos que pueden y aman compartir su saber. No
es necesario tener un proyecto pedagógico sólido (lo que al contrario, no excluye una
preparación seria. Algunas veces un proyecto así puede parecer pesado para los que
deben asumirlo en la medida en que el animador quiera a toda costa hacer pasar todas
las preguntas por un camino más estrecho, el suyo propio.
Tengo el recuerdo de una cierta cantidad de animaciones en la biblioteca que
fueron particularmente fecundas, porque aquellos que vinieron a encontrarse con los
niños, enriquecidos de una experiencia - o de un saber- que deseaban comunicar, Io
hacían libremente. Ellos querían simplemente compartir sus entusiasmos y se dirigían a
los niños como personas que pueden comprender y no como a seres a quienes hay que
educar o enseñar.

UNA REAL SIMPATÍA POR SU PÚBLICO


Los mejores clubes de lectura a los que me ha tocado asistir son animados por
personas que saben dar a los niños las llaves necesarias para entrar en un libro. Esto
comienza siempre por el reconocimiento de un hecho de vida o la experiencia del niño, el
punto de encuentro posible con su sensibilidad y supone una verdadera atención: una real
simpatía por su público.(2)
La simpatía es en efecto necesaria y ella suscita una cierta reciprocidad. Los
niños, los jóvenes, más que los adultos, comprenden con todo su ser. Su inteligencia no
se limita a lo intelectual, es también afectiva. De esta manera. compromete a la persona
entera. Los niños y los jóvenes terminan estos momentos de discusión, no con la idea de
que han comprendido todo intelectualmente, si no más bien con el sentimiento de que han
sido tocados. La información que han recibido de manera imprevisible los hace volver a
sus propias preguntas, que los han hecho renacer.
Abrir ampliamente las puertas y las ventanas de nuestras instituciones para que
cada uno pueda entrar y salir cuando lo desee y como lo desee! Aceptar ir para donde el
viento sople, aún cuando las curiosidades de los niños desconcierten a los adultos! Hacer
caer las barreras entre la cultura conocida, la que se enseña, y aquéIla en la que viven los
jóvenes! Admitir caminos que no son los nuestros, aceptar que los caminos de atajo son
confusos, todas estas actitudes son difíciles de adoptar pero indispensables, si se desea
que los niños construyan su propia cultura.
Previo a toda lectura personal, aunque sea interesante, hay que hacer emerger las
curiosidades y las interrogantes, tanto para la lectura de novelas como para la información
documental. La curiosidad, fundamento de la cultura. fuente del deseo de leer, no puede
encerrarse. Ella no puede programarse según planes claramente definidos. Todo es
ocasión de interrogar, de interrogarse y de maravillarse. Las preguntas nacen por todos
lados, no importa dónde, no importa cómo, bajo las formas más variadas.
Es sin duda por esta razón que Janet Hill, en su memorable libro sobre el trabajo
de bibliotecarios para niños, propone transformar radicalmente la organización de los
servicios de lectura destinados al público joven. Para ella, la biblioteca debe ser
esencialmente un reservorio de libros y documentos (audiovisuales e informáticos), a los
cuales se hace referencia cuando la necesidad de leer y de informarse se hace sentir.
Todo el resto, según ella, debe vivirse al exterior, allí donde los niños viven, y es allí
donde los bibliotecarios deben tratar de encontrarlos. Aunque nosotros no sigamos a
Janet Hill en sus posiciones extremas, éstas ponen fuertemente en duda una cierta
manera de encarar nuestro trabajo solitario, encerrado en nuestra institución, y de cierta
manera, en una determinada escala de valores.
Imposible ser el único interlocutor de los niños! Esto es lo que hace nuestro trabajo
siempre novedoso, siempre variado, con la condición de que nos demos toda la libertad
para escuchar; y que sepamos usar esta libertad para estar mejor preparados para
escuchar a los niños, para transformar la biblioteca en un lugar verdaderamente público,
donde todos los encuentros son posibles y para el mayor beneficio de los adultos
mediadores que viven con alegría estos encuentros siempre estimulantes.
Yo siembro a los cuatro vientos, éste podría ser el slogan del bibliotecario como
mediador cultural. Pero entonces, es posible evaluar en estas condiciones, el valor, la
eficacia de nuestra mediación, puesto que no se sabe jamás con certeza si el grano
sembrado va a germinar? Hay, sin embargo, un medio de verificar el impacto de nuestro
trabajo: cuando emergen preguntas siempre nuevas y siempre personales.(3)

NOTAS
(1) Cf. artículo de E. Cohn en la Revista de libros para niños, No. 41.

(2) Al respecto, es necesario leer los relatos de experiencias muy enriquecedoras


dirigidas por Sarah Hirschman en los suburbios de las grandes ciudades latinoamericanas
o de Norteamérica y evocadas en el Seminario Internacional de Ibby, Francia (Junio
1999). Sobre lecturas de obras literarias, escogidas con mucho cuidado. Sarah Hirschman
reúne a personas de todas las generaciones (incluidos los adultos jóvenes), la mayoría
sin escolaridad, que toman conciencia a través de sus experiencias confrontadas a sus
descubrimientos literarios que ellos pueden gozar, esto, que hasta ahora les parecía
inaccesible y extraño a sus preocupaciones, a su cultura.

(3) G. Patte es autora de "Laissez - les lire", nueva edición 1988, Ed. Ouvriere.
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