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Este documento describe el caso clínico de un niño de 9 años llamado D. que muestra síntomas de suspicacia, comportamiento compulsivo y referencial, irritabilidad y problemas de conducta. A pesar de un desarrollo normal, D. tiene dificultades para relacionarse con otros niños y adultos y no respeta las normas. Tras varias sesiones de seguimiento, D. mejora pero persisten sus manías y suspicacia. Finalmente se decide iniciar tratamiento farmacológico que mejora su comportamiento.
Este documento describe el caso clínico de un niño de 9 años llamado D. que muestra síntomas de suspicacia, comportamiento compulsivo y referencial, irritabilidad y problemas de conducta. A pesar de un desarrollo normal, D. tiene dificultades para relacionarse con otros niños y adultos y no respeta las normas. Tras varias sesiones de seguimiento, D. mejora pero persisten sus manías y suspicacia. Finalmente se decide iniciar tratamiento farmacológico que mejora su comportamiento.
Este documento describe el caso clínico de un niño de 9 años llamado D. que muestra síntomas de suspicacia, comportamiento compulsivo y referencial, irritabilidad y problemas de conducta. A pesar de un desarrollo normal, D. tiene dificultades para relacionarse con otros niños y adultos y no respeta las normas. Tras varias sesiones de seguimiento, D. mejora pero persisten sus manías y suspicacia. Finalmente se decide iniciar tratamiento farmacológico que mejora su comportamiento.
Dificultades
de
clasificación
y
diagnós1co
Julia
Álvarez-‐Arenas
Alcamí
(1),
Carmen
Villanueva
Suárez
(2)
(1)
MIR
Psiquiatría
Hospital
Universitario
Infanta
Cris1na,
Parla
(HUIC);
(2)
Psicóloga
Clínica
HUIC
Introducción:
A
pesar
de
los
avances
en
el
campo
de
la
nosología
psiquiátrica
infan1l,
la
clasificación
de
la
psicopatología
en
niños
y
adolescentes,
especialmente
cuando
aparecen
síntomas
psicó1cos,
sigue
siendo
todavía
muy
dependiente
de
la
nosograPa
pensada
para
el
adulto.
Además,
las
clasificaciones
con
cariz
internacional
(DSM-‐IV-‐R,
DSM-‐5,
CIE-‐10)
no
sirven,
en
ocasiones,
para
diagnos1car
complejos
sintomá1cos
que
habitualmente
encontramos
en
la
prác1ca
clínica
infan1l.
Caso
clínico:
D.
fue
derivado
al
Centro
de
Salud
Mental
con
9
años
por
problemas
en
la
relación
con
iguales
y
adultos,
habiendo
tenido
que
intervenir
el
Consejo
Escolar
a
instancias
del
colegio.
Los
padres
refieren
que
desde
el
año
anterior
están
teniendo
muchos
problemas
con
él,
tanto
en
el
colegio
como
en
casa.
No
admite
normas,
falta
el
respeto
a
la
profesora,
habla
mucho
en
clase,
discute
con
su
hermano
y
no
respeta
la
autoridad
de
los
adultos.
Con
frecuencia
se
muestra
impulsivo
y
explota
con
insultos
y
comportamientos
agresivos.
Describen
que
busca
relacionarse
con
niños,
pero
preferentemente
con
ac1tud
dominante,
si
no
se
excluye,
y
no
sabe
compar1r,
por
lo
que
no
establece
relaciones
adecuadas.
En
determinados
momentos
las
conductas
resultan
desorganizadas,
impresionando
de
un
alto
nivel
de
angus1a
subyacente.
Al
explorar
otra
posible
sintomatología
los
padres
afirman
que
1ene
un
comportamiento
compulsivo
y
repe11vo.
No
refieren
alteraciones
en
el
ape1to
pero
sí
comentan
que
en
algún
momento
existen
problemas
de
sueño,
en
relación
con
su
necesidad
de
control,
“preguntaba
y
preguntaba”.
Respecto
a
su
desarrollo,
los
padres
no
relatan
ningún
dato
preocupante.
El
embarazo
y
parto
fueron
normales
y
no
refieren
dificultades
en
su
crianza
ni
en
los
hitos
del
desarrollo.
Señalan
un
lenguaje
adquirido
precozmente
y
es
descrito
como
un
niño
autónomo.
Presentó
buena
adaptación
a
la
guardería
y
al
colegio
y
siempre
ha
tenido
un
buen
rendimiento
académico.
Sí
señalan
dificultades
y
problemas
en
las
ac1vidades
extraescolares,
que
las
va
abandonando,
“no
me
pasan
el
balón”,
“no
me
gusta,
me
tratan
mal”,
“lo
hacen
por
chincharme”.
Vive
con
sus
padres
y
su
hermano
de
7
años.
Como
antecedentes
familiares
destaca
el
diagnós1co
de
esquizofrenia
del
abuelo
paterno,
desde
joven
y
con
múl1ples
ingresos,
así
como
el
padre
impresiona
de
conductas
obsesivas.
Los
padres
se
encuentran
desbordados
por
la
situación,
no
1enen
paciencia,
la
madre
se
angus1a
al
ver
sus
reacciones
y
le
cas1gan.
Muestran
preocupación
por
los
antecedentes
familiares
y
el
componente
gené1co.
En
la
consulta
se
muestra
tranquilo,
aunque
controlador
y
serio.
Se
expresa
bien
verbalmente,
cierta
evitación
del
contacto
ocular.
Tiene
1cs.
Minimiza
los
problemas
que
sus
padres
refieren,
acusando
a
los
demás
como
responsables
de
ellos.
Es
suspicaz
e
irritable,
prevaleciendo
una
acDtud
referencial,
también
en
consulta
“¿tú
a
quién
vas
a
contarle
las
cosas?.
Se
preocupa
mucho
por
posibles
enfermedades,
“¿los
niños
pueden
tener
Alzheimer?.
Es
ruDnario
y
presenta
manías,
va
mucho
al
baño,
controla
a
sus
padres,
de
pequeño
no
abría
los
juguetes
para
que
no
se
rompiera
el
papel…
Se
inicia
seguimiento
en
consulta,
con
citas
individuales
con
el
paciente
y
con
los
padres
en
relación
al
manejo
de
conductas,
y
los
siguientes
meses
D.
está
más
tranquilo
y
contenido,
con
mejor
comportamiento
en
el
colegio.
Sin
embargo,
destaca
la
persistencia
de
ciertas
manías
y
la
suspicacia,
no
aguanta
las
bromas
y
se
sigue
enfadando
mucho
con
su
hermano,
mostrándose
irascible
y
controlador
“hace
ruido
para
molestarme…”.
Tras
finalizar
4º,
con
buenos
resultados
escolares,
las
vacaciones
resultan
caó1cas.
Se
muestra
muy
angus1ado
ante
cualquier
situación
de
cambio
y
en
ocasiones
se
precipitan
de
nuevo
reacciones
comportamentales
desproporcionadas,
el
día
de
su
cumple
le
llevaron
de
sorpresa
a
los
Cars
y
se
quitaba
el
cinturón,
no
admina
las
normas
del
circuito…
Cuando
empieza
5º
curso
1ene
que
intervenir
el
orientador
escolar
para
valorar
una
posible
situación
de
acoso
escolar
mutuo,
no
confirmada
posteriormente.
Se
decide
iniciar
tratamiento
farmacológico
con
risperidona
0,25mg/d.
consiguiéndose
una
buena
respuesta:
se
muestra
más
tranquilo,
menos
suspicaz
y
las
conductas
heteroagresivas
desaparecen.
En
casa
se
muestra
menos
controlador
y
menos
pendiente
del
hermano
y
en
el
colegio
también
notan
esta
mejoría,
reconociendo
el
lugar
de
los
profesores
sin
necesidad
de
cues1onarlos,
integrado
en
el
grupo
de
amigos
y
sacando
mejores
notas.
Durante
estos
meses
de
seguimiento,
los
padres
han
podido
comprender
los
comportamientos
y
dificultades
de
su
hijo,
le
en1enden
mejor
y
pueden
llevar
a
cabo
una
mayor
función
parental,
así
como
el
colegio
también
maneja
las
cosas
de
otra
forma.
Dado
el
antecedente
familiar
se
ha
tenido
que
trabajar
con
los
padres
las
diferencias
con
el
diagnós1co
de
su
abuelo.
Discusión:
D
presenta
dificultades
en
la
interacción,
comportamientos
rígidos
de
carácter
obsesivo
y
acaba
recibiendo
el
diagnós1co
de
Trastorno
Generalizado
del
Desarrollo
No
Especificado
(TGD-‐NOS)
F84.9-‐(CIE-‐10),
cuyos
criterios
cumple.
Sin
embargo,
parece
que
la
ac1tud
referencial
que
tanto
le
caracteriza
queda
al
margen
al
necesitar
ajustarlo
a
una
categoría
diagnós1ca.
Tras
recoger
correctamente
los
datos
correspondientes
a
la
anamnesis
y
la
exploración
clínica,
el
siguiente
paso
es
considerar
un
diagnós1co
que
nos
oriente
frente
al
plan
terapéu1co.
Pero
esto
no
siempre
es
una
tarea
fácil.
En
ocasiones,
los
pacientes
no
cumplen
los
criterios
necesarios
para
un
determinado
trastorno,
presentan
síntomas
o
signos
que
pueden
englobarse
en
dis1ntas
patologías
o,
incluso,
presenta
síntomas
de
varios
trastornos
sin
que
se
pueda
diagnos1car
ninguno
de
ellos.
En
el
caso
anterior,
donde
la
suspicacia
y
los
síntomas
referenciales
estaban
en
un
primer
plano,
se
diagnos1có
al
paciente
de
Trastorno
Generalizado
del
Desarrollo
no
especificado
pese
a
considerar
que
no
reflejaba
correctamente
la
sintomatología
más
llama1va
que
caracterizaba
el
cuadro
clínico.
De
haber
exis1do
en
las
clasificaciones
actuales
un
diagnós1co
más
orientado
hacia
una
trastorno
paranoide
infan1l
posiblemente
nos
hubiésemos
decantado
más
por
esta
segunda
opción.
Otro
de
los
diagnós1cos
que
no
se
u1lizó
fue
el
trastorno
de
hipersensibilidad
social
en
la
infancia
F93.2,
porque
pese
a
estar
incluido
en
la
CIE-‐9,
la
Cie-‐10
ya
no
lo
recoge.
Sin
embargo,
cuando
pensamos
en
categorías
diagnós1cas
en
niños,
no
podemos
olvidar
que
estas
edades
están
inmersas
en
su
evolución,
por
lo
que
la
clasificación
ha
de
reposar
sólo
sobre
parámetros
“actuales”
de
la
patología
dominante,
no
teniendo
un
valor
defini1vo,
ya
que
posteriormente
la
evolución
del
trastorno
puede
conducir
a
tener
que
ser
clasificado
en
otra
categoría.
Desde
una
mirada
psicoanalí1ca
en
D.
prevalecería
la
posición
esquizo-‐paranoide.
El
mundo
es
vivido
como
un
peligro,
amenazante,
lo
que
mo1va
mucho
de
los
mecanismos
de
defensa
que
u1liza,
los
cuales
dificultan
aún
más
vivir
las
experiencias
de
forma
que
le
permitan
avanzar
hacia
la
posición
depresiva,
más
evolucionada
y
que
implica
una
mejor
estructura
psíquica.
El
tratamiento
deberá
par1r
de
la
comprensión
de
sus
dificultades
comportamentales
como
la
expresión
de
la
angus1a
persecutoria.
Los
cambios
en
la
respuesta
del
entorno,
especialmente
la
familia
y
escuela,
el
trabajo
psicoterapéu1co
con
él,
e
incluso
el
tratamiento
farmacológico,
serán
las
piezas
clave
para
su
evolución.
Cuando
las
categorías
diagnós1cas
que
u1lizamos
no
refleja
adecuadamente
al
paciente,
y
especialmente
en
aquellos
que
acaban
con
el
sub1po
“no
especificado”
deberemos
aprender
a
realizar
una
comprensión
diagnós1ca
paralela,
quizás
de
carácter
estructural,
que
nos
ayude
a
comprender
mejor
los
síntomas,
las
angus1as
y
los
mecanismos
de
defensa
subyacentes.
De
esta
forma
orientaremos
mejor
los
tratamientos
y
entenderemos
mejor
los
riesgos
en
las
evoluciones
de
los
trastornos.
BibliograPa:
1.
Los
trastornos
mentales
graves
en
la
infancia
y
adolescencia.
Asociación
Española
de
Neuropsiquiatría.
Madrid.
2012.
2.
DSM
V:
Manual
diagnós1co
y
estadís1co
de
los
trastornos
mentales.
Ed
Masson,
2014
3.
CIE-‐10:
trastornos
mentales
y
del
comportamiento.
Ed.
Meditor
1992
4.
Clasificación
francesa
de
los
trastornos
mentales
del
niño
y
del
adolescente
(CFTMEA-‐2000.)
5.
Planificación
terapéu1ca
de
los
trastornos
psiquiátricos
del
niño
y
del
adolescente.
J.Gu1errez,
F.
Rey.
Madrid.
2000