FUNCION SOCIAL

DE LA PROPIEDAD*

Por: VIVIANA LARA C.

*El presente Documento es una síntesis de la Investigación Dirigida, adelantada por la autora para
optar el titulo de abogada en la Universidad de los Andes. Este trabajo fue seleccionado entre los
diez mejores artículos por el jurado del tercer concurso José de Márquez, sobre Derecho Económico,
realizado en septiembre de 1991.

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 FUNCION SOCIAL
DE LA PROPIEDAD
INTRODUCCION
El factor social constituye la infraes-
tructura de toda organización jurídica,
ya que solamente puede pensarse en el
derecho a partir del surgimiento de las
relaciones de interdependencia social.
Son las relaciones de interdependencia
social las que generan e incorporan la
normatividad, naciendo de esta forma el
derecho. Esta nueva normatividad de la
conducta de las personas que integran la
comunidad envuelve las aspiraciones fu-
turas del conglomerado, que busca de al-
gún modo una verdadera convivencia.
Pero en todas estas situaciones solamen-
te se puede pensar cuando se presenta a
la función social como un presupuesto
inevitable de la realidad, función que
busca regular las interacciones del hom-
bre con la convivencia social.
La función social no constituye un
principio inerte, que consista en mostrar
únicamente la estructura social de las
instituciones jurídicas, sino que, bien por
el contrario, entraña una total referencia
del derecho a la realidad social, con lo
cual aquel se coloca al servicio de ésta,
llegando muchas veces al extremo de mo-
dificarla.
La inclusión de la función social de la
propiedad en nuestra Constitución impli-
ca una trascendental transformación del
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régimen de propiedad, el cual se encon-
traba regulado por los principios de la
propiedad clásica, que era un culto a la
discrecionalidad individual.
Dentro del concepto de la propiedad
como derecho absoluto, sólo se admitía la
posibilidad de limitar la propiedad en ra-
zón del interés público, ya que, en últi-
mas, no significaba una transformación
de los fines individuales de la propiedad.
Este concepto limitaba la acción del Es-
tado en cuanto a la satisfacción de los in-
tereses genéricos de la sociedad, que ne-
cesitaba una solución rápida. La función
social entra como un principio actualiza-
dor con la reforma constitucional de
1936, que elimina la noción negativa de
propiedad, sustituyéndola por una no-
ción positiva de actuar en la gestión de
los bienes. Apoyado en este concepto, el
propietario encuentra una serie de cau-
ces predeterminados para poner a produ-
cir su propiedad.
La función social debe entenderse
desde dos sentidos: en primer lugar,
como una ordenación jurídica en la cual
se plasma la realidad social; y en segun-
do término, como mecanismo de cambio
de las estructuras sociales que sustenta-
das en cuadros jurídicos nacen viciadas,
como latifundios en el sector rural y te-
rrenos de engorde en lo urbano, por
ejemplo.
El principio de la propiedad - función
social se desarrolló a partir de la Ley de
Tierras (ley 200 de 1936)y continuó mas
tarde con la Ley de Reforma Urbana (ley
9" de 1989). Debido principalmente a que
en estos sectores se concentran las mayo-
res injusticias sociales lo que debilita en
gran medida la estructura de conviven-
cia social, se buscó en tales estatutos
principalmente dirigir la iniciativa pri-
vada hacia el bien común.
La inclusión de la función social en
nuestro derecho no puede traducirse
como la eliminación de la propiedad pri-
vada supliéndola por la propiedad social.
Los dos conceptos subsisten, ya que se
armoniza la existencia de la propiedad
privada con la función social. El propie-
tario debe cumplir con el desarrollo de
su propiedad y con la función social si le
corresponde, ya que esta última nació en
nuestro país fraccionada, es decir, dirigi-
da exclusivamente a dos sectores de
nuestra sociedad. La propiedad solo se
ve afectada por la función social cuando
obren normas que con apoyo constitucio-
nal obliguen a una gestión socialmente
útil de los bienes, para convertir la pro-
piedad en una entidad dinámica a ima-
gen de la colectividad.
El propósito básico de este trabajo es
presentar la transformación de la fun-
ción social de principio filosófico al con-
texto jurídico, como principio rector que
regula íntegramente el concepto de pro-
piedad.
La propiedad, antes de la inclusión
del concepto función social, era tomada
como un derecho absoluto que solo podía
ser trasgredido por medio de precisas in-
tervenciones del Estado, con la consi-
guiente indemnización. La función rom-
pe el concepto de límite negativo e im-
pulsa al propietario a lograr una propie-
dad dinámica dirigida a su productivi-
dad. La función entra a través de una re-
forma constitucional y el principio es de-
sarrollado por el legislador con el seña-
lamiento de precisas obligaciones a sec-
tores específicos.
La aparición de la función social en
nuestro derecho da solución a los posi-
bles conflictos sociales del momento. Es
un instrumento de progreso y desarrollo
social necesario en toda comunidad.
El punto que mayor interés suscita es
el de la extinción del dominio o propie-
dad contemplada en las leyes 200 de
1936 y 9' de 1989. La controversia se
centra en la constitucionalidad de la fi-
gura, ya que ésta no está contemplada
en el art. 30 de la Constitución. Al res-
pecto cabe preguntarse: ¿La extinción es
una sanción insita en el principio de fun-
ción social de la propiedad? ¿Es necesa-
ria su inclusión en el mandato constitu-
cional?.
1. LA FUNCION SOCIAL EN LA
LEY 200 DE 1936
El 22 de julio de 1935 es presentado
por el gobierno, por intermedio de los mi-
nistros de Gobierno e Industria y Traba-
jo, el tan ansiado proyecto de ley sobre el
régimen de tierras, que buscaba poner
coto al conflicto agrario existente, el cual
se centraba en dos puntos esencialmen-
te:
1) La existencia de grandes extensio-
nes de tierras incultas, las cuales se en-
contraban protegidas jurídicamente por
medio de títulos acordes con las disposi-
ciones vigentes sobre la materia.
2) Extensiones territo ri ales suficien-
temente trabajadas sobre las cuales no
hay títulos perfectos, y que debido a esta
deficiencia son invadidas por terceros, lo
que acarrea notables prejuicios para la
economía nacional.(1)
Pero este problema no surge como
una situación aislada, sino que es conse-
7
cuencia de las transformaciones socioeco-
nómicas del país. Para la mejor aprecia-
ción de este concepto transcribimos a
continuación parte de la exposición de
motivos del proyecto, la cual dice:
"La circunstancia de ser Colom-
bia un país fundamentalmente
agrícola y pastoril, hace que la
aspiración común de casi todo es-
fuerzo tienda hacia la adquisi-
ción del dominio de una porción
territorial proporcionada a la ca-
pacidad económica del trabaja-
dor.
Aun cuando la inmensa superfi-
cie de la República, relacionada
con su escasa población excluye a
primera vista la posibilidad de
un problema agrario en el senti-
do de lucha por la adquisición
del suelo originada en la escasez
de éste, es lo cierto que lo limita-
do de nuestro desarrollo, y espe-
cialmente de los medios de comu-
nicación respecto de un gran sec-
tor nacional, hacen que para la
apreciación del problema no pue-
da tenerse en cuenta la totalidad
superficiaria del país, sino única-
mente las zonas pobladas o
co- mercialmente explotables, y que
no pueda contarse para resolver-
lo con la colonización o distribu-
ción de sectores desvinculados
de las regiones en donde sí se ha
realizado el desarrollo económico
de la Nación. Una cuidadosa ob-
servación de las regiones pobla-
das del país pone de relieve el he-
cho de que en algunas de ellas, en
casi todas, la propiedad no se ha-
lla equitativamente distribuida,
dando lugar así a la existencia
del acaparamiento de la tierra
(l)Este proyecto de ley es trascendental para la reforma social del país. Si bien es cierto, esta ley va a
desarrollarse al amparo del nuevo estatuto constitucional, aunque el proyecto se presentó antes de la
reforma. Esta ley, si se hubiera aprobado dentro del estatuto del 86, habría sido declarada inconsti-
tucional, debido a que no consultaba las bases filosóficas de la Carta.
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por unos pocos, con la consi-
guiente exclusión en el beneficio
de ésta del mayor número, y con
el agravante también de que la
legislación vigente tolera la sub-
sistencia de grandes extensiones
desaprovechadas en regiones de
densa población campesina, ca-
rente de un pedazo de tierra pro-
pio en donde desarrollar su acti-
vidad natural por manera distin-
ta del trabajo asalariado.
Contribuyó a agudizar y hacer
más vivo el anhelo de emancipa-
ción del labriego, mediante el
tránsito de su calidad del peón a
la de propietario, el régimen in-
justo e irritante de las condicio-
nes del contrato de trabajo y, en
general de las relaciones que lo
vinculaban al propietario inscri-
to, colocándolo en una posición
de absoluta inferioridad, ya que
en muchas regiones del país favo-
recían al propietario titular to-
das las ventajas y sólo correspon-
dían al trabajador todas las car-
gas, con lo cual viene a romperse
el equilibrio que debe existir en
la cooperación armónica del ca-
pital y del trabajo.
Los terrenos baldíos, destinados
por el legislador para ser adjudi-
cados en pleno dominio a quienes
los cultiven e incorporen a la eco-
nomía nacional, eran los
mrdleoasugnit-pfcr
el natural deseo de adquirir pro-
piedad e independencia que exis-
ta en el labriego, ya que la pro-
verbial pobreza de éste y la au-
sencia de toda cooperación por
parte del Estado, así como la ca-
rencia de crédito, excluían o re-
ducían a una mínima proporción
la posibilidad de un tránsito del
dominio del latifundio, en forma
de parcelas, a manos de trabaja-
dores campesinos.
El labriego desposeído de tierra y
deseoso de adquirirla, realizó el
esfuerzo de colonizar baldíos,
desgraciadamente no siempre
con fortuna, pues el abandono -
tolerado por la ley- en que se ha-
llaban inmensas regiones que él
tomó como índice claro de la cali-
dad de baldío del correspondien-
te terreno, lo llevó a vincular su
esfuerzo en globos sobre los cua-
les se exhibieron contra él títulos
para lanzarlo, con pérdida de su
trabajo, o para colocarlo de nue-
vo en el régimen de subordina-
ción del que venía huyendo.
Surgió de allí una pugna, que
subsiste en el fondo del proble-
ma, entre el esfuerzo creador de
riqueza realizado en terrenos in-
cultos o abandonados, y el título
poseído por quienes carecían de
toda vinculación con la misma
tierra y aún llegaban a conocer
ese título tan solo en el momento
de invocarlo contra el trabajador.
Sencilla era, a primera vista, la
solución del problema y así lo en-
tendió el legislador de 1926 que
en la ley 74 de ese año consagró
el sistema de la compra por el Es-
tado de latifundios destinados a
ser divididos para entregarlos a
título de venta en parcelas a los
trabajadores en pequeña escala".
Por ese mismo año, la Corte Su-
prema de Justicia sentó la si-
guiente doctrina que en esta ma-
teria ha tenido trascendentales
consecuencias (...) vino a rectifi-
car el erróneo aceptado de mane-
ra general, de que treinta años de
títulos inscritos constituían la
plena prueba de la existencia de
propiedad privada, y puso de
presente la confusión en que se
hallan los baldíos y dicha propie-
dad, debido a la ausencia en la le-
gislación positiva y en la juris-
prudencia de la misma, de una
norma que permita distinguir ju-
rídicamente esas dos situaciones
respecto de determinado terreno.
El natural anhelo del labriego de
hacerse propietario, excitado en
muchos casos, como ya se dijo,
por un régimen de trabajo injus-
to e irritante, creó un ambiente
propicio a la suspensión de he-
cho, muchas veces violenta, de
ese régimen, fundada tal suspen-
sión en la negación de la exist-
encia de legítima propiedad pri-
vada sob re los respectivos terre-
nos, apreciación ésta a que daba
amplia base la falta anotada de
criterio que permitiera separar,
sin confundirlos, el baldío de las
tierras pertenecientes a particu-
lares.
La necesidad de resolver en cada
caso la difícil cuestión de califi-
car, sin principios básicos al res-
pecto, la calidad jurídica de los
terrenos en donde se hubieran
suscitado conflictos ent re los
poseedores de títulos y trabaja-
dores, hizo, como era natural,
ineficaz el sistema de la compra
y parcelación de latifundios para
dar solución a tales conflictos.
Sólo el poder judicial es compe-
tente, de acuerdo con la división
de los poderes públicos que nos
rigen, para efectuar la califica-
ción de títulos ya mencionada,
debido a lo cual el gobierno optó
por llevar el estudio de aquella
entidad para su decisión, los ca-
sos en que el conflicto asumía los
9
 caracteres más agudos y que un
examen de documentos y razo-
nes, invocados para justificar la
existencia de la propiedad parti-
cular, ponía de relieve un acapa-
ramiento indebido de tierras na-
cion ales.
Algunos de esos exámenes de tí-
tulos y los juicios mismos que ins-
tauró la Nación, pusieron de ma-
nifiesto que en muchos casos el
llamado propietario - que mante-
nía incultas grandes extensiones
y lanzaba como detentadores a
los colonos- o era sino un acapa-
rador de baldíos, pues carecía de
títulos serios, a los que tenía so-
bre una pequeña porción, preten-
día cubrir con ellos vastas zonas
inmediatas mediante el sistema
de cambio o modificación de los
linderos.
(...) La sentencia que a favor del
propietario inscrito se dicte en
cada caso, no hará sino dar una
base legítima indudable al hecho
antieconómico de sustraer a todo
beneficio, terrenos que campesi-
nos carentes de suelo explotable
desean beneficiar, y colocará a
las autoridades en la necesidad
de estorbar el esfuerzo creador
de riqueza para favorecer en
cambio la sustracción de impor-
tantes sectores territoriales a
todo aprovechamiento.
(...) Con esta teoría, la pugna a
que antes se hizo alusión, no es
ya ni siquiera entre el trabajo y
los actos negativos encaminados
a impedir el aprovechamiento de
la tierra por terceros, sino entre
el trabajo y una simple inscrip-
ción. Es decir, que en todo juicio
(2) Anales de la Cámara de Representantes. Proyectos 1935, pp. 16 a 24.
(3) Artículo 16 de la Carta: "Las autoridades de la República están instituidas para proteger a todas
las personas residentes en Colombia, en sus vidas, honra y bienes, y para asegurar el cumplimiento
de los deberes sociales del Estado y de los particulares."
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posesorio será vencido el labrie-
go que vinculó su esfuerzo, sin
protesta de nadie, a un terreno
inculto, por quien exhiba la ins-
cripción de un título". (2)
Para solucionar estos conflictos, el
Proyecto establece los siguientes meca-
nismos:
— La extinción de la propiedad privada
que no se explote comercialmente, a
favor del Estado.
— Para acreditar la propiedad es admi-
sible el título originario o el título
traslaticio de dominio entre particu-
lares anterior al 13 de octubre de
1821.
1.1 OBLIGACIONES SOCIALES
EN LA LEY 200 DE 1936
El art. 16 de la (carta) contempló de-
beres sociales de los individuos (3), que
en materia de propiedad son señalados
por el art. 30 de la Constitución, al detec-
tar que "la propiedad es una función so-
cial que implica obligaciones", sin expre-
sar cuales sean éstas, dejando al legisla-
dor la facultad de determinarlas desde
luego para lo futuro; y también con el de-
ber de garantizar esa propiedad privada
adquirida con justo título. Los reforma-
dores quisieron que la propiedad impli-
case para su dueño la obligación de ha-
cer uso de ella en tal forma que no sólo
no perjudique a la comunidad sino que le
sea útil.
Teniendo en cuenta este nuevo conte-
nido jurídico y filosófico de la propiedad,
el legislador observó la existencia de tie-
rras inexplotadas que perjudicaban a la
sociedad, porque entrababa el progreso.
Con base en esta situación, la ley 200 de
1936 consagró una serie de normas que
conducían a la explotación de la tierra o de que estos tengan algún contenido eco-
a su paso a otras manos que la hicieran nómico. En cambio la ley 200 de 1936 es-
fructificar. tableció para la posesión de predios rura-
les un contenido económico. No basta
Dicha ley estableció la obligación de que el propietario realice acciones p ro
explotar económicamente los predios ru- -piasdeuñoql sóda
rales, en la forma prevista en su art. 12. derecho el dominio, sino que es necesario
(4) que éstas acciones tengan un alcance
económico, dependiendo de las necesida-
Esta norma plantea una serie de in- des del país. Sobre este punto la ley no
terrogantes en relación con la noción de deja duda alguna, pues estableció que "el
posesión que trae el art.981 del Código cerramiento y la construcción de edificios
Civil. En efecto, este artículo establece no constituyen por sí solos prueba de ex-
que la posesión del suelo debe probarse plotación económica".
"por hechos positivos de aquellos a que
sólo da derecho el dominio, como el corte Debemos concluir entonces que, en
de maderas, la construcción de edificios, relación con la posesión de predios , la
la de cerramientos, las plantaciones o se- ley 200 de 1936 modificó el art. 981 del
menteras, y otros de igual significación, Código Civil, en relación con los predios
ejecutados sin el consentimiento del que ru rales (5).
disputa la posesión."
Como antes se dijo, la ley 200 de 1936
Al confrontar las normas, surge el in- estableció la obligación de explotar eco-
terrogante de si la ley 200 de 1936 modi- nómicamente la tierra; este concepto de
ficó el concepto de posesión respecto a explotación económica fué desarrollado
los predios rurales. Creo que sí, ya que por el decreto reglamentario de la ley
es evidente que para acreditar la pose- 200. En efecto, el decreto 059 de 1938 es-
sión del suelo, según el Código Civil, solo tablece, entre otros, los siguientes crite-
se requiere la realización de unos actos rios que debemos tener en cuenta :
propios de dueño. Independientemente
4) Ley 200 de 1936, art. 1 2: "Se presume que no son baldíos, sino de propiedad privada, los fundos
poseídos por los particulares, entendiéndose que dicha posesión consiste en la explotación económica
del suelo por medio de hechos positivos propios de dueño, como las plantaciones o sementeras, la
ocupación con ganados y otros de igual significación económica. El cerramiento y la construcción de
edificios no constituyen por sí solos prueba de explotación económica, pero si pueden considerarse
como elementos complementarios de ella.
" La presunción que establece este artículo se extien de también a las porciones incultas cuya exist-
encia sea necesaria para la explotación económica del predio, o como complemento para el mejor
aprovechamiento de éste,aunque en los terrenos de que se trata no haya continuidad, o para el ensan-
che de la misma explotación. Tales porciones pueden ser, conjuntamente, de una extensión igual a la
de la parte explotada, y se reputan conforme este artículo."
(5) Cuando se discutió la ley se planteó el punto de si el nuevo concepto de posesión implicaba la de-
rogación el art. 981 del Código Civil, y al respecto se concluyó que dicha norma quedaba derogada en
lo atinente a cuestiones rurales. El p rofesor J.J. Gómez se apartó de esta opinión, y al respecto adujo
lo siguiente: "El artículo 981 consigna, de acuerdo con el 672 esta noción por cuanto exige actos posi-
tivos como plantaciones, sementeras y ocupación con ganados (plantaciones y sementeras son ejem-
plos traídos con remota anterioridad por el artículo 981), lo cual está probando hasta la saciedad
que éste artículo no quedó derogado. Otra cosa es que haya sido modificado, en relación con los pre-
dios rurales, mediante la calidad que en esos hechos exige la ley, de tener un alcance económico. A la
posesión tradicional se agregó una nueva calidad, y así quedó adicionado el art. 981, pero solo adi-
cionado, modificado, en lo tocante a la posesión de la propiedad territo rial rural".(Gómez, José J. Ré-
gimen de tierras. Publicaciones de la Universidad Externado de Colombia Santafé de Bogotá, D.C.,
1963, p. 50).

11
— La enumeración del art. 12 de la ley
200 de 1936 sobre hechos positivos
propios de dueño que configurarían
la posesión económica, no es taxati-
va,sólo viene dada a manera de
ejemplo. En consecuencia, toda otra
forma de explotación económica que
se materialice por hechos positivos
propios de dueño, es válida para de-
mostrar la posesión económica del
suelo. (art. 42.).
— La explotación que exige la ley debe
ser estable, y no accidental o transi-
toria.
Lo anterior no se opone a que se ha-
gan interrupciones temporales de la ex-
plotación cuando tengan por objeto la ro-
tación de los cultivos o por la necesidad
de dar un razonable descanso a la tierra.
(art. 52.)
— Para que los terrenos ocupados con
ganados se reputen explotados eco-
nómicamente, debe guardarse una
proporción entre el número de reses
y la extensión de tierra poseída, pro-
porción que varía según la clase de
tierra. Así:
— En terrenos planos y de primera ca-
lidad, cada hectárea de terreno debe
sostener una cabeza de ganado ma-
yor;
En terrenos de mediana calidad, por
cada dos hectáreas podrá haber una
cabeza de ganado mayor;
— En terrenos de calidad inferior, por
cada tres hectáreas darán cabida a
una cabeza de ganado mayor;
— En circunstancias excepcionales, la
pésima calidad del terreno autoriza
a mantener una proporción menor
de cabezas de ganado mayor por hec-
tárea (art. 6.).
— Estas proporciones de ocupación con
ganados deben entenderse para
12
épocas normales, pues en épocas
anormales (inundaciones o sequías),
no podrían sostenerse. No obstante,
los predios ocupados con ganados se
reputan explotados económicamente
si durante las épocas en que no se
presentan estos hechos extremos, se
mantienen las proporciones de ocu-
pación ya señaladas (art.7.).
— El encerramiento y la construcción
de edificios sólo pueden considerarse
como hechos indicadores de explota-
ción económica cuando coexistan con
otros hechos positivos que tengan
una significación económica y que,
en conjunto, configuren una explota-
ción. Por el contrari o, cuando sólo
sirven para separar un predio de
otro, o para impedir a terceros una
eventual explotación, no se toman
como demostrativos de explotación
económica (art. 8.).
— La porción inculta se reputa poseída
económicamente, cuando es necesa-
ria para la explotación económica
del predio, o como complemento
para su mejor aprovechamiento (art.
10).
De lo anterior resulta que el poseedor
de tierras rurales, por el hecho de su do-
minio sobre ellas, tiene unas obligacio-
nes sociales que cumplir, que se tradu-
cen en la explotación económica del pre-
dio, consistente en las actividades seña-
ladas por la ley o en otros beneficios posi-
tivos, que ameriten la calificación de
"explotación económica", es decir, que
produzcan un bienestar a toda la comu-
nidad.
1.2. Extincion del Dominio
Como Corolario
de la Funcion Social de la
Propiedad
La extinción del derecho de dominio
o propiedad fué establecida por el art.
62. de la ley 200 de 1936, sobre los pre-
dios rurales en los cuales se dejare de
ejercer posesión económica durante diez
años continuos (6).
La extinción procederá en las si-
guientes condiciones:
— Que exista dominio privado sobre las
tierras afectadas;
— Que la propiedad sea rural;
— Que no se hubiera ejercido una ex-
plotación económica en la forma es-
tablecida por el art. 1. de la mencio-
nada ley;
— Que la posesión económica se dejare
de ejercer durante diez años conti-
nuos.
La extinción del dominio o propiedad
es una figura novedosa, puesto que sola-
mente es contemplada en nuestra legis-
lación, y obedece al desarrollo que el le-
gislador le dió al principio de "la función
social de la propiedad".
En el caso de la ley 200 de 1936, se
trata de una medida tendiente a sancio-
nar a los poseedores que incumplan las
obligaciones impuestas por la misma ley.
El principio de la propiedad-función
social ordena el cumplimiento de una se-
rie de obligaciones, las cuales se tradu-
cen en una explotación perfecta de la tie-
rra. Si no se satisfacen tales obligacio-
nes inherentes a la pretendida función
social, se está desafiando y poniendo en
peligro el ordenamiento económico por
falta de beneficios económicos a los que
está destinada la propiedad.
En estas condiciones, el derecho de
propiedad, al no ser ejercido conforme a
la "función social", no merece por ello la
protección del Estado, ya que desaparece
todo respeto estatal, el cual se traduce en
una sanción que significa la pérdida de
la propiedad a favor de la Nación.
Cuando la sanción se lleva a efecto, el
bien de que se trate pasa al Estado,
quien, conforme a las leyes, las distribu-
ye entre otras personas, que deben poner
a producir la tierra contribuyendo de
esta forma al beneficio de la comunidad
en general. La extinción de dominio, se-
gún la ley 200 de 1936, es consecuencia
lógica del incumplimiento de una obliga-
ción, que es la posesión económica de la
tierra, rompiéndose de esta forma con el
principio romano de disposición arbitra-
ria de la tierra. La extinción del dominio
no está consagrada en la Constitución,
sino que es un desarrollo del principio de
la función social de la propiedad, el cual

(6) El art. 10 de la ley 100 de 1944 extendió el término a 15 años para los casos en que se hayan cele-
brado contratos de explotación con arrendatarios, medianeros, cosecheros, etc., sobre una tercera par-
te, al menos, de la superficie del predio. La ley 1° de 1968 acortó los términos. La ley 4° de 1973 redu-
jo a 3 años el término de inexplotación, debido a que las circunstancias sociales y económicas del país
han variado, ya que no puede permitirse que un propietario mantenga su predio inexplotado econó-
micamente durante un término tan dilatado, como es el de 10 años, inicialmente previstos. El legisla-
dor quiso ser más exigente y estableció el término de 3 años de inexplotación para hacer eficaz la san-
ción, pero atenuó el efecto de la disposición, dando al propietario el derecho de invocar la interrup-
ción del plazo en los eventos de fuerza mayor o caso fortuito. (Ccontinua pie de pagina siguiente) En
efecto, el art. 3 de la ley 4° de 1973 dispone: "establécese en favor de la nación la extinción del dere-
cho de dominio o propiedad sobre los predios rurales en los cuales se dejará de ejercer posesión en la
forma establecida en el artículo 1' de esta ley, durante tres (3) años continuos contados a partir de la
vigencia de la presente ley, salvo fuerza mayor o caso fortuito. El lapso de inactividad causado por
fuerza mayor o caso fortuito interrumpirá, en favor del propietario, el término que para la extinción
del derecho de dominio establece el presente artículo. Parágrafo.-Lo dispuesto en este artículo no se
opone a la declaratoria de extinción del dominio, cuando a la fecha que empiece a regir la presente
norma, hubiere transcurrido un lapso de diez (10) años de inexplotación del inmueble. También habrá
lugar a la declaratoria de extinción cuando el término de inexplotación de diez (10) años antes de los
tres de vigencia de esta norma. Cuando la posesión se hubiere ejercido sob re una parte del predio so-
lamente la extinción del dominio no comprenderá sin las porciones incultas que no se reputen poseí-
das conforme a esta ley".

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 significa una sanción al incumplimiento ción del fenómeno prescriptivo, por me-
de las obligaciones sociales señaladas dio del cual el Estado adquiere el domi-
por el legislador. La extinción sólo proce- nio por haber transcurrido determinado
de sobre terrenos no poseídos económica- lapso, sin que el titular de la propiedad
mente, sin afectar las porciones que se privada hubiere ejercido la respectiva po-
reputen poseídas con fines de un mejor sesión económica sobre su bien. Este
aprovechamiento. planteamiento olvida los presupuestos
básicos de la prescripción. Para recordar-
1.2.1. Naturaleza de la extinción los, vale la pena transcribir apartes del
del dominio fallo de La Corte, de mayo cuatro de
Se ha discutido mucho sobre la natu- 1989, el cual dice al respecto:
raleza de esta figura. La Corte al respec- "(...) la doctrina afirma que la
to la ha determinado como prescripción prescripción es de dos especies:1)
extintiva sin entrar en detalles sobre adquisitiva o usucapión y, 2) ex-
esta figura, pero tal tesis no es de total tintiva o liberatoria. La primera
aceptación por los doctrinantes, quienes cumple su papel en el campo de
buscan asidero en otras figuras (7). la adquisición de los derechos re-
Algunos pretenden que se trata de ales, y de manera especial, en el
una prescripción a favor del Estado. Hay de la propiedad. Por la segunda
quienes, en cambio, consideran que se tiene lugar la extinción de las
está en presencia de una condición reso- obligaciones y acciones en gene-
lutoria de dominio; otros opinan que es ral.
una sanción administrativa por el in- En razón de las distintas conse-
cumplimiento de las obligaciones sociales cuencias jurídicas de una y otra
y, finalmente, unos más se inclinan por especie de prescripción, surge
la tesis de una expropiación sin indemni- una importante diferencia entre
zación. Analicemos, pues, cada una de ellas, no obstante la prescripción
éstas tesis: adquisitiva conllevar un efecto
1.2.1.1. Prescripción. extintivo correlativo, la extinción
del correspondiente derecho.
Los sostenedores de ésta tesis se fun-
damentan en la calificación de prescrip- En la usucapión son presupues-
ción que dá el art. 10 de la ley 100 de tos sine qua non la posesión, esto
1944 (8). es, la actividad del prescribiente
durante el tiempo señalado por
Afirman que la extinción es la aplica-
(7) El art. 10 de la ley 100 de 1944 prescribe: "Extiéndese a quince años el término de la prescripción
extintiva del dominio o propiedad a que se refiere el artículo 6 de la ley 200 de 1936 para que aque-
llos predios rurales respecto de los cuales se compruebe que se han celebrado antes del 1' de enero de
1947, contratos de especie a que se refiere el artículo 1 de la presente ley que cubren por lo menos una
tercera parte de aa extención inculta del respectivo predio".
(8) En sentencia de marzo 24 de 1943, La Corte, al respecto, sostuvo: "Si la existencia de tierras
inex- plotadas perjudica a la sociedad, porque entraba su progreso la ley, como lo hizo la 200 de 1936, irá
consagrando normas que conduzcan a la explotación de la tierra a su paso a otras manos que la ha-
gan fructificar". Tal propósito parece perseguir la prescripción extintiva del dominio consagrada en
el artículo 6' de la ley 200 de 1936. La Corte, en sentencia de marzo 30 de 1968, agrega lo siguiente:
"La extinción del dominio privado de los inmuebles rurales establecida por la ley 200 y la correlativa
adquisición del mismo en favor del Estado son verdaderas prescripciones extintivas y adquisitivas,
aunque especiales o sui generis, pues la p rimera no implica pérdida de la posesión mientras no se
opera, sino falta de ejercicio de la misma, y la segunda no requiere de parte del adquiriente la ejecu-
ción de actos de dominio ni la aprehensión del bien".

14
 la ley, así como el no ejercicio del
derecho por parte del propieta-
rio;en la prescripción liberatoria,
el presupuesto es la inactividad
del acreedor, es decir, la no exi-
gencia del crédito por el titular
del derecho personal y el no reco-
nocimiento o pago de la obliga-
ción por parte del deudor.
Así, ambos tipos de prescripción
tienen un mismo y especial pre-
supuesto en común: la inacción
prolongada por el titular del de-
recho, bien sea del propietario,
en tratándose de la usucapión,
del acreedor, en el caso de la
prescripción extintiva o liberato-
ria, en general del accionante.
(...) En efecto tanto en la pres-
cripción adquisitiva como en la
extintiva, ante la inactividad o
negligencia del titular del dere-
cho en reclamar el ejercicio que
le corresponde, mantenida du-
rante un lapso consider-
ablemente extenso (3 a 10 años en
la prescripción ordinaria y 20
años en la extraordinaria), la ley
presume un abandono definitivo
del derecho en favor de quien lo
ejerce de facto" (9).
Teniendo en cuenta la anterior posi-
ción, observamos que quienes se inclinan
por ella no tienen asidero en ninguna de
las clasificaciones de prescripción, ya que
no se trata de la adquisitiva, por que la
Nación en ningún momento está pose-
yendo los fundos, para recobrarlos, y en
cuanto a la extintiva, esta no es de reci-
bo, puesto que es ilógico que el Estado
tenga que desarrollar alguna actividad
rural para recuperar unos terrenos que
le pertenecen.
1.2.1.2. Condición resolutoria.
Al re specto, el doctor José J. Gómez
sostiene:
"Se trata de una condición reso-
lutoria del dominio, consistente
en que la tierra deje de poseerse
económicamente por el tiempo
señalado en los artículos 6 de la
Ley 200 y 10 9 de la 100 de 1944. Se
trata de una condición, porque
consiste en el hecho futuro e in-
cierto de que no sea explotada la
tierra en aquella forma durante
ese tiempo. Y es resolutoria por-
que está llamada a extinguir la
propiedad del titular de la tierra.
Pero, no es una condición resolu-
toria de derecho común. Es reso-
lutoria de carácter perpetuo,
porque de ella no se redime la
tierra jamás.
(...) Un predio puede ser explota-
do durante 10, 20 o más años, y
siempre, si deja de ser explotado,
está amenazado con la resolu-
ción" (10).
Sobre este punto hay que tener en
cuenta que la condición resolutoria p ro -
ce de en los contratos civiles y comercia-
les y no en los administrativos, si se die-
re algún tipo de relación contractual
(11).
En cuanto al carácter de perpetuo
que el tratadista agregó, hay que señalar
que esta tesis implicaría la existencia de
una obligación irredimible de explotación
económica de la tierra, aspecto este que
se halla prohibido por la Constitución en
el art. 37 (12)
15
 debe ceder al interés público, debiéndose,
1.2.1.3. Sanción administrativa. precisamente por esto, sustituir el objeto
El principio de la propiedad función de la expropiación
social implica para todo propietario, y en
especial respecto de las tierras rurales, por una indemnización. En la expro-
la obligación de poseer la tierra, es decir piación siempre existe un reconocimiento
ponerla a producir al servicio del bien co- de la propiedad, de ahí la importancia
mún. En la medida en que el poseedor del paso de una indemnización. En la ex-
cumpla con la obligación impuesta, el Es- tinción, a diferencia de la expropiación,
tado, como protector, garantiza la seguri- hay un desconocimiento de la propiedad
dad de esos fundos. Al no ejercerse el de- como consecuencia del incumplimiento
recho de propiedad en las condiciones de la obligación social.
que la ley exige, el Estado deja de garan- La extinción procede cuando se vul-
tizar al propietario su derecho de domi- nera el principio de la función social, sin
nio, y por tanto éste pierde su que exista conflicto entre el propietario y
opnibl-dafretcosyapedl el interés público. El hecho de que no
patrimonio. exista indemnización no lo encuadra
Por lo tanto es una sanción de tipo dentro de una expropiación sin indemni-
administrativo por el incumplimiento de zación, puesto que ésta requiere conflicto
las obligaciones sociales. de intereses entre el público y el privado
y pronunciamiento judicial.
1.2.1.4. Expropiación sin
indemnización. 1.3. Analisis de la Corte Sobre
Exequibilidad
Se ha sostenido que la extinción con- del Art.6o.de la Ley
siste en un nuevo tipo de expropiación, 200 de 1936
con una característica muy particular,
cual es la de que no tiene indemnización. Esta sentencia (13) es de suma im-
portancia, ya que sienta los precedentes
La expropiación es un fenómeno com- que van a identificar la figura de la ex-
pletamente diferente del de la extinción. tinción en contraposición a la expropia-
La expropiación procede cuando hay con- ción.
flicto entre el interés privado y el interés
general, así el propietario esté cumplien- La Corte en esta sentencia se limita a
do con la función social de su propiedad. estudiar el alcance de la "función social"
Simple y llanamente el interés privado y la correlativa sanción a su incumpli-
miento, como es la extinción.
(11) En sentencia de agosto 8 de 1987, la Corte se pronunció así: "En la celebración de los contratos, el
criterio general que inspira a los contratantes es el de que las obligaciones derivadas del negocio jurí-
dico sean puras y simples, pues de ordinario las partes tienen como claro y fi rme propósito el cumpli-
miento inmediato de las prestaciones estipuladas. Con todo, la ley faculta a las partes para que, con-
vencionalmente, la sometan a modalidades, esto es, subordinen sus efectos en su nacimiento, ejercicio
o extinción a ciertas circunstancias, de las cuales se ocupa la legislación positiva y consiste en la con-
dición, el plazo y el modo(...).
4. En tratándose de condición resolutoria dispone la ley que, verificada la condición, quien tenta el
bien está obligado a restituirlo, pues concretamente expresa el artículo 1544 del Código Civil que cum-
plida la condición resolutoria deberá restituirse lo que se hubiere recibido bajo tal condición. Y cierta-
mente este es el efecto normal que produce la condición resolutoria de las partes contratantes, una vez
cumplida la condición". (Corte Suprema de Justicia. Sala de Casación Civil. p.12)
(12) Constitución Nacional, art. 37: "No habrá en Colombia bienes raíces que no sean de lib re enaje-
nación ni obligaciones irredimibles"..

16
 Es obvio que la figura de la extinción
de dominio o propiedad no tiene asidero
sin la "función social", pero hubiera sido
conveniente que la Corte estudiara la ex-
tinción per se, con lo cual se habría lo-
grado una mayor comprensión de esta fi-
gura, evitándose de esta forma posibles
confusiones con la expropiación.
Para entender mejor esta figura y el
alcance que la Corte le dió, vale la pena
transcribir algunos apartes. La Corte se
manifiesta de la siguiente manera:
"Es un principio incuestionable, de
acuerdo con los términos de la Carta,
que a la propiedad para merecer la tute-
la jurídica del Estado, se le imponen obli-
gaciones relacionadas con el cumplimien-
to de la función social, que le es intrínse-
camente inherente, función social que
surge de la naturaleza misma del dere-
cho de propiedad".
En consecuencia, cuando sobre los
predios rurales a que se refiere el art. 6.
de la ley 200 de 1936, se han dejado de
realizar actos posesorios indicadores de
una explotación económica, señalados
por la ley, durante el lapso que ella esta-
blece, se ha omitido cumplir la función
social que con el carácter obligatorio se le
impone al titular del derecho, que no
puede seguir gozando de las garantías
estatuidas a su favor, sin que con ello se
contraríen los fines superiores del inte-
rés social vinculados al armónico progre-
so de la comunidad. Con respecto a la di-
ferencia entre la expropiación y extinción
agrega:
"El artículo 6. de la citada Ley
200, consagra la extinción del do-
minio a favor de la Nación sobre
los predios rurales que se hallen
en las situaciones allí previstas.
La ley contempla una situación
de hecho consistente en el aban-
dono por parte del titular del de-
recho de propiedad. Ninguna
norma constitucional establece
que la declaratoria de la extin-
ción del dominio a favor de la na-
ción, por incumplimiento de las
obligaciones legales que se deri-
van de funciones sociales que son
intrínsecamente inherentes a la
propiedad, sea realizada por los
procedimientos establecidos para
los casos de expropiación a que
se refiere el artículo 30 de la Car-
ta, cuando el interés privado
deba ceder a los motivos de (utili-
dad pública o interés social), de-
finidos por la ley.
En caso de extinción del dominio
hay presunto abandono del dere-
cho por parte del titular; en la ex-
propiación, (en las modalidades
que comprende el artículo 30 de
la Constitución, presupone una
situación de hecho conforme con
las reglamentaciones del ejerci-
cio de la propiedad privada, es
decir, que el dueño la ha poseído
de acuerdo con la función social
que le corresponde, pero por mo-
tivos de utilidad pública o de in-
terés social, definidos por el le-
gislador, hacen necesario el tras-
lado del bien al dominio público
mediante sentencia judicial e in-
demnización previa, o sin éste,
por razones de equidad). Son,
pues, dos situaciones jurídicas
distintas que están sujetas en su
desarrollo a procedimientos dife-
rentes" (14).
Este fallo, como se puede observar, es
muy escueto y no estudia específicamen-
te la figura de extinción. La figura de la
extinción no está contemplada contitu-
cionalmente. El hecho de buscar una so-
lución rápida al problema de acumula-
17
ción de tierras en pocas manos y la poca
productividad, no lo convierte en un ins-
trumento permitido por la Carta. El
planteamiento de la Corte para declarar
exequible esta figura es el siguiente: la
figura no está contemplada pero tampoco
está prohibida. Esta argumentación, un
tanto acomodaticia, abre el paso a un
sinnúmero de figuras que al igual que la
extinción tienen sanos propósitos, pero
carecen de todo fundamento constitucio-
nal en los términos en que se encuentra
redactado el art. 30 de la Carta.
De todo esto concluimos que la Ley de
Tierras (ley 200 de 1936) desarrolló las
obligaciones sociales que implica la fun-
ción social de la propiedad, estableciendo
la explotación económica de la tierra
como actividad que debe llevar a cabo
todo propietario de propiedad rural.
En caso de incumplimiento el legisla-
dor impuso la extinción del dominio o
propiedad sin indemnización alguna.
Esta figura extintiva no está consagrada
constitucionalmente, la Corte lo permi-
tió, aduciendo que se encuentra inscrita
en el principio de función social de la
propiedad.
La naturaleza jurídica ha sido un
punto muy discutido, pero la tesis que
más se adapta es la que la encuadra en
el campo de una sanción administrativa,
puesto que es el Estado el propietario
originario de la tierra.
2. LA FUNCION SOCIAL EN LA
LEY 9á DE 1989
La propiedad urbana, por razón de
las circunstancias económicas y sociales
de la época, no estaba en el centro de las
preocupaciones de los reformadores del
36, a diferencia de lo que ocurre hoy,
cuando observamos que nuestro país es
fundamentalmente urbano. Debido a
esta situación, fué preciso hacer desarro-
18
llos jurídicos que se derivan del art. 30
de la Carta; para atender esta circuns-
tancia culminando con la ley 9 de 1989.
2.1 Contexto socioeconómico de
la ley de 1989
Colombia es un país en un proceso
acelerado de urbanización, debido a que
las estructuras de poder económico y po-
lítico están muy ligadas al proceso urba-
no. La concentración de población en las
grandes ciudades ha llevado a que en los
últimos 25 años el 75% de la población
que vivía en el campo haya pasado a ser
urbana. En un país donde la riqueza está
muy concentrada, y siendo la ciudad un
expresión de la concentración de la po-
blación, es aquí en la ciudad donde se ve
más claro el fenómeno de las desigualda-
des sociales.
La propiedad urbana concentra la
plusvalía de la tierra, con el esfuerzo que
hace toda la comunidad (15). Pero quie-
nes se apropian esta plusvalía son los
propietarios de la tierra y estos son: en
pri mer término, personas que no necesi-
tan poner a trabajar su capital y que lo
pueden mantener representado en los
llamados "lotes de engorde", que son
terrenos sin urbanizar, rodeados de ser-
vicios, en donde se con ce ntra la plusvalía
económica generada por toda la ciudad.
En segundo lugar, hay numerosos pro-
pietarios de lotes pequeños que h an ci-
frado sus expectativas de seguridad fa-
miliar y social en su propiedad, para irla
desarrollando en el transcurso del tiem-
po. En último término, tenemos a ese
considerable grupo de personas que está
emigrando del campo a ciudades princi-
pales como Montería, Valledupar, Villa-
vicencio, etc., de las cuales se han apro-
vechado los urbanizadores clandestinos,
quienes se sirven de la inseguridad de la
gente para obtener la valorización de esa
plusvalía de la tierra urbana.
 A lo que conduce este fenómeno es a
una profunda injusticia, al incremento
de las desigualdades sociales por la acu-
mulación de la riqueza en manos de unos
pocos, en el proceso de urbanización de
las ciudades. Todo este desequilibrio lle-
vó a reglamentar una serie de obligacio-
nes, encaminadas a poner a producir la
tierra.
2.2 La planificación como
elemento para la existencia
de obligaciones sociales en
materia urbana.
La ciudad es una expresión física, es-
pacial, de unos procesos económicos y so-
ciales de concentración. Esta concentra-
ción requiere un ordenamiento especial
mediante la adecuación de la función so-
cial a unos planes de desarrollo.
El objetivo principal de la ley 9. de
1989 es la coordinación directa que debe
existir entre los planes de desarrollo y
las necesidades de la comunidad, para
evitar un desarrollo desordenado de las
regiones por medio de decisiones discre-
cionales de las autoridades locales.
En sentencia del 14 de septiembre de
1989, la Corte se manifestó al respecto
así:
"No se trata, pues, de someter la
función social de la propiedad a
unas supuestas atribuciones dis-
crecionales de las autoridades lo-
cales en materia de planes de de-
sarrollo, sino de imponer como
deber del titular del derecho de
propiedad sobre bienes urbanos
el de usarlos conforme a los pla-
nes urbanísticos locales, debien-
do estos últimos ser desarrollo
administrativo de la ley, también
de conformidad con lo que en ma-
teria de competencias de entes
locales señala la Carta en los artí-
culos 197 numerales 1 y 8 para los
concejos municipales, 200 para
los alcaldes y 187 numerales 2 y
11 para las asambleas departa-
mentales.
Pero además, el artículo 189 de la
Carta dispone que ` la ley de-
terminará lo relativo a los planes
y programas de desarrollo econó-
mico y social y de obras públicas
de los municipios, (...)], lo que
permite que en el municipio tam-
bién se elaboren planes de desa-
rrollo económico y social y que
éstos, según lo puede disponer la
ley, prevean la indicación de las
zonas y predios urbanizables o
construibles. En este caso el le-
gislador señala los elementos del
plan y sus aspectos principales
(cfr. art. 22. ley 09 de 1989), co-
rrespondiendo a los concejos
aplicarlos elaborando las que
apliquen la ley en el municipio.
(...) Es entonces del todo acorde
con el artículo 30 de la Carta
Fundamental exigir que el uso de
la propiedad se hará, (atendien-
do a las prioridades de desarrollo
físico, económico y social conte-
nidas en los planes de desarrollo
urbano), pues conforme al artícu-
lo 22. de la ley 9 de 1989 los pla-
nes de desarrollo urbano inclui-
rán aquellas finalidades social-
mente útiles a los cuales puedan
destinarse los terrenos urbanos,
inclusive la asignación de las
áreas urbanas de actividades,
tratamientos y prioridades para
desarrollar los te- rrenos no ur-
banizados, construir los inmue-
bles no construidos, conservar
edificaciones y zonas de interés
histórico, arquitectónico y am-
biental, reservar zonas para la
protección del medio ambiente y
de la ecología, delimitar las zonas
de desarrollo diferido, progresi-
vo, restringido y concertado, re
-novarydeslzonafct-
das con procesos de deterioro
19
 económico, social y fisico y reha-
bilitar las zonas de desarrollo in-
completo o inadecuado"(16).
El plan de desarrollo, al cual va a ver
sometido el municipio, no debe quedarse
en el simple plano de usos del suelo, res-
pondiendo a políticas de desarrollo prio-
ritario. Un plan de desarrollo de órden
general, y en desarrollo de lo dispuesto
por el art. 24. de la ley 9. de 1989, debe
contener los siguientes aspectos:
— Plan de desarrollo de la ciudad. Este
elemento del plan de desarrollo con-
ce ntra el orden espacial de la ciu-
dad, en el cual se determinan bási-
camente las características que de-
ben tener las construcciones tanto
del sector privado -que incluye al ur-
banizador clandestino, al campesino
que llega a la ciudad-, como las del
sector formal de la economía y del
sector público. Pero éste órden espa-
cial depende en gran medida del pro-
ceso de inversión del sector público y
privado.
— En segundo lugar tenemos el plan
de inversiones del sector público.
Este elemento coadyuva la organiza-
ción espacial de la ciudad, en la en
medida que busca establecer niveles
de calidad de vida semejantes para
lograr una mayor justicia social, con
base en programas de bienestar y en
el establecimiento de centros comu-
nitarios y otros.
— En tercer y último término, tenemos
el plan de incentivos y prohibiciones,
en el cual se debe incluir un proceso
de control de la urbanización y la
construcción, exigiendo patentes
para que se use el suelo en forma ra-
cional, de acuerdo con el plan de de-
sarrollo. En cuanto a las prohibicio-
nes, se establece una serie de contro-
les con sanciones claras en cada caso
concreto (17).
— El plan de desarrollo es el elemento
que determina el tipo de obligacio-
nes sociales a que debe sujetarse la
propiedad urbana, respondiendo bá-
sicamente a los desarrollos priorita-
rios que en él se establezcan. La ex-
istencia de un plan de desarrollo es
la garantía segura para un desa-
rrollo ordenado de cualquier ciudad.

(16) C.S.J., ref. proceso 1903, p. 21.

(17) El art. 2. de la ley 9 2. de 1989 señala los siguientes aspectos que debe contener un plan de de-
sarrollo: "Los planes de desarrollo incluirán los siguientes as-
pectos: 1. Un plan y un reglamento de usos del suelo y sesiones obligatorias gratuitas así como nor-
mas urbanísticas específicas; 2. Un plan vial de servicio público y de obras públicas; 3. Un progra-
ma de inversiones, que incluirá primordialmente los servicios de suministro de agua, alcantarilla-
do, energía, gas, teléfono, recolección y disposición técnica de basuras, vías y transporte, empleo, vi-
vienda, educación, salud, seguridad pública, recreación, suministro de alimentos y otros , según las
condiciones especiales de cada entidad territorial; 4. la reserva de tierras urbanizables necesarias
para atender oportuna y adecuadamente la demanda por vivienda de interés social y pa ra reubicar
aquellos asentamientos humanos que presentan gra ves riesgos pa ra la salud integral del personal
de sus habitantes; 5. La asignación en las áreas urbanas de actividades, tratamientos y prioridades
para desarrollar los terrenos no urbanizados, construir los inmuebles no construidos, conservar
edificaciones y zonas de interés histórico, arquitectónico y ambiental, reservar zonas pa ra la protec-
ción del medio ambiente y la ecología, delimitar las zonas de desarrollo diferido, progresivo, res-
tringido y concertado, renovar y redesarrollar zonas afectadas con procesos de deterioro económico
social y físico y rehabilitar las zonas de desarrollo incompleto o inadecuado; (Continua pie de pagi-
na siguiente.)

20

2.3. La Extinción del Dominio,
Consecuencia del
Incumplimiento de las
Obligaciones
Sociales
El art. 80 de la ley 9a. de 1989 esta-
blece la figura de la extinción de domi-
nio, en relación con la cual advierte la
Corte:
"Que la institución jurídica de la
extinción del derecho de dominio
de recibo en nuestro derecho pú-
blico se fundamenta en que,
como a la propiedad se le impo-
nen obligaciones relacionadas
con el cumplimiento de la fun-
ción social que es naturalmente
inherente,la falta de actos pose-
sorios indicadores de una explo-
tación económica en la forma y
durante el lapso que la ley esta-
blece, constituye omisión en el
cumplimiento de las obligaciones
sociales de naturaleza constitu-
cional del derecho de propiedad
y conduce a la imposibilidad de
seguir garantizándolo jurídica-
mente.
(...) Se trata en el señalamiento
legal de los supuestos normativos
de la relación entre el titular del
derecho de dominio y el objeto
del mismo, que conducen a la ex-
tinción del derecho y al desplaza-
miento del bien por incumpli-
miento de las obligaciones que
implica la propiedad como fun-
ción social en Colombia.
En efecto, los dos elementos típi-
cos del uso positivo de la propie-
dad conforme al derecho, vale de-
cir, el tiempo y las actuaciones
que indican ejercicio del derecho
y explotación económica son se-
ñalados en forma precisa por el
legislador dejando claro que de
lo que se trata de establecer,
como deber del titular del dere-
cho de propiedad y como obliga-
ción social que se desprende del
mismo, es el uso legal del derecho
de dominio dentro de un término
previamente indicado por la ley y
atendiendo la modalidad especí-
fica de aquel uso" (18).
El art. 80 señala solamente dos casos
en los cuales se produce la extinción de
dominio por incumplimiento de la fun-
ción social de la propiedad, con lo que se
excluye toda suerte de casos hipotéticos e
imaginables.
Al respecto, el art. 80 dice:
a. "A partir de la fecha de vigen-
cia de esta ley, habrá lugar a la
iniciación del proceso de extin-

6. Un plan para la conformación, incorporación, regulación y conservación de los inmuebles constitu-

tivos del espacio público para cada ciudad. En dicho plan se incluirá un inventario actualizado y
gráfico del espacio público, referido en lo posible a las coordenadas geográficas del Instituto Geográ-
fico (Agustin Codazzi); 7. Los establecidos en los artículos 188 del decreto-ley 2811 de 1974 (Código
de Recursos Naturales), 47 a 51, 52,53 y 58 cuando sean aplicables, del decreto-ley 1333 de 1986
(Código del Régimen Municipal), y en el articulo 16 de la ley 9° de 1979 (Código Sanitario Nacio-
nal); 8. Las demás que determinen los Concejos, Juntas Metropolitanas y el Concejo Intendencial de
San Andrés y Providencia, con sujeción a las leyes.
Parágrafo: Los elementos constitutivos del plan de desarrollo o plan de desarrollo simplificado defi-
nidos en el presente artículo podrán establecerse en uno o varios acuerdos.
Los planes de desarrollo de los municipios con población superior a cien mil (100.000) habitantes
contendrán como mínimo los elementos constitutivos contemplados en los numerales 1, 2, 3 y 4 del
presente articulo".
(18) C.J.S., sentencia de 14 de septiembre de 1989.

21
 ción del dominio sobre los si-
guientes inmuebles que no cum-
plen con su función social: a. Los
inmuebles urbanizables pero no
urbanizados, declarados por el
Concejo, la Junta Metropolitana
o el Concejo Intendencia) de San
Andrés y Providencia, mediante
acuerdo, como de desarrollo prio-
ritario en cumplimiento del plan
de desarrollo, y que no urbanicen
dentro de los dos (2) años si-
guientes a dicha declaratoria.
b. Los inmuebles urbanizados sin
construir declarados por el Con-
cejo, la Junta Metropolitana, o el
Concejo Intendencia) de San An-
drés y Providencia, mediante
acuerdo como de construcción
prioritaria en cumplimiento del
plan de desarrollo y que no se
construyan dentro de los dos (2)
años siguientes a dicha declara-
toria".
Esta clasificación está encaminada a
evitar la extención antieconómica de las
ciudades, la cual se obse rva en los terre-
nos de engorde.
Pero, definitivamente, la estrategia
mas clara de tipo social para lograr una
economía mayor, con el establecimiento y
crecimiento de los servicios, es la utiliza-
ción plena de los terrenos que dentro del
perímetro urbano no están cumpliendo
su función social.
La forma más efectiva de utilización
de esos terrenos es la de imponer al pro-
pietario, como lo dice el art. 82 de la ley
9a de 1989, la obligación de urbanizar los
terrenos y construir en terrenos urbani-
zados, de acuerdo con el plan de desarro-
llo.
Para entender mejor estas obligacio-
nes, es pertinente señalar a diferencia
que existe entre estos dos conceptos:
— Inmuebles urbanizables pero no
22
urbanizados, son aquellos terrenos
definidos por acuerdos de municipa-
les que están rodeados de servicios,
sin que sus propietarios hayan dis-
puesto la construcción de las redes
de servicios, las vías, la obligatoria
cesión de zonas para que la comuni-
dad urbana pueda construir sus es-
cuelas, parques, etc. El ejemplo típi-
co son los terrenos de engorde.
— Inmuebles urbanizados sin cons
truir. Son lotes rodeados de servi-
cios, que podrían obtener una licen-
cia de edificación, porque ya están
urbanizados. Bogotá tiene un signifi-
cativo número de terrenos urbaniza-
dos sin construir debido a que tuvo
una tasa de crecimiento poblacional
muy alta en los últimos 25 años, lo
cual la obligó a extender sus redes
de servicios sin una claridad sufi-
ciente. En Bogotá vemos urbaniza-
ciones construidas en un 80 y 90 % ,
y en un porcentaje mayor lotes deso-
cupados sin utilizar, con lo cual te-
nemos un desarrollo desorganizado
que implica una gran pérdida econó-
mica para el país.
De esto concluimos que, al igual que
en materia rural, el legislador estableció
la obligación en materia urbana de po-
seer la tierra de acuerdo con la función
social de propiedad.
El incumplimiento de las funciones
sociales que se traducen en urbanizar y
construir da lugar a la extinción del do-
minio o propiedad.
En materia urbana la función social
se encuentra sometida a un pl an de de-
sarrollo en el cual se establezcan las zo-
nas de desarrollo prioritario para urbani-
zar y construir. Este elemento de e xi st-
encia puede truncar los objetivos de solu-
ción de la posesión de la tierra, ya que el
parágrafo 2 de la ley 9 de 1989 no con-
sagra como elemento obligatorio del plan
de desarrollo las zonas de desarrollo
prioritario para urbanizar y construir.
La existencia de las obligaciones sociales
depende de una decisión política que de-
termine si se incluyen o no en el plan las
zonas de desarrollo prioritario para ur-
banizar y construir.
3. APRECIACIONES SOBRE LA
EXTINCION DEL DOMINIO
El dominio originario de la propiedad
americana se encuentra en cabeza del
Estado,que por medio de diversas condi-
ciones se desprende de parte de esa pro
-piedarjuclospati-
res, quienes asumen la obligación de ex-
plotarla económicamente. En épocas de
la colonia estas mercedes o adjudicacio-
nes gratuitas otorgadas por la Corona a
particulares se denominada morada y la-
bor", las cuales consistían en el derecho
de exigir a los beneficiarios que labraran
y moraran la tierra adjudicada.
El Estado se constituye en América
en dueño absoluto de la tierra, el cual
hace cesión de ella mediante contratos
que llevan implícita la condición resolu-
toria. Al hablar de contratos, estos impli-
can una serie de obligaciones que corres-
ponde al Estado determinar por
condu-tesórgalivo,depn
de la adjudicación sea ésta rural o urba-
na, pero siempre encaminada, de acuer-
do con el art. 30 de la Constitución, a sa-
tisfacer las conveniencias o las necesida-
des de la comunidad.
El Estado, al tener el dominio origi-
nario de la propiedad, se coloca en una
posición privilegiada frente al beneficia-
rio, al que conduce a una relación con-
tractual de tipo administrativo, con lo
cual se aleja del derecho privado. Por
tratarse pues, de una relación de tipo ad-
ministrativo, el Estado al conceder la
propiedad no lo hace al estilo clásico ro-
mano, es decir, el otorgamiento no se
transforma en un hecho absoluto erga
omnes; el vínculo entre el Estado que ad-
judicó y el particular favorecido nunca
desaparece. El Estado se mantiene como
dueño absoluto de esta porción cedida.
Al permanecer indisoluble el vínculo
que existe entre el Estado y la tierra,
esta porción entra a favorecer al benefi-
ciario en la medida en que éste dé cum-
plimiento a la condición pactada, cual es
la explotación tanto del terreno rural por
medio de hechos positivos, como de los
terrenos urbanos.
Como antes lo mencioné, la relación
entre el Estado adjudicador y el benefi-
ciario o sus sucesores es de índole admi-
nistrativa, con lo cual la condición reso-
lutoria a que se ve sometido el contrato
se transforma en la figura jurídica de la
caducidad, y es así como tenemos que el
cumplimiento de las obligaciones sociales
por parte del beneficiario por un término
determinado en la ley genera la disolu-
ción del vínculo contractual, ya que se
hace efectiva la caducidad.
La figura de la extinción del dominio
fue mal calificada por el legislador del 36
y luego retomada por la ley 9• de 1989,
ya que nos encontramos ante un incum-
plimiento de las obligaciones sociales
pactadas entre el Estado y un particular.
No se puede aceptar como naturaleza
jurídica de la extinción la condición reso-
lutoria perpetua, ya que esta figura sólo
es procedente en contratos civiles y co-
merciales, y no en una relación de dere-
cho administrativo como ésta.
El Estado se desprende con condición
de la propiedad, condición que el legisla-
dor denomina extinción, y cuya naturale-
za jurídica es la caducidad.
Al surgir incumplimiento expreso de
esa condición no existe posibilidad de in-
demnización por falta del elemento es-
cencial del contrato, que en materia ru-
ral es la explotación económica y en ma-
teria urbana la urbanización y construc-
ción de terrenos catalogados como de de-
sarrollo prioritario. Tampoco hay pérdi-
da de la propiedad por parte del benefi-
ciario, que podría dar lugar a una posi-
ble indemnización, porque el beneficiario
en ningún momento es propietario, ya
que el Estado nunca rompe su vínculo
originario con la propiedad.
De esto tenemos que la extinción es
consecuencia del incumplimiento las
obligaciones sociales por parte del bene-
ficiario, con lo cual la tierra vuelve a su
propietario, que es el Estado, sin indem-
nización alguna para el beneficiario que
incumplió las obligaciones pactadas. En
cuanto a la naturaleza jurídica de la ex-
tinción, reitero que se enmarca en una
caducidad, al encontrarnos ante una re-
lación contractual administrativa.
Al analizar la figura de la extinción
del dominio me encontré con que esta fi-
gura, per se, no tiene fundamento consti-
tucional, con lo cual sería a todas luces
inexequible.
El punto es el siguiente: la Corte , en
sentencia de 14 de septiembre de 1989,
al decidir sobre la figura de la extinción
de dominio en materia urbana concluyo
lo siguiente:
"Se observa que el argumento se-
gún el cual la extinción de domi-
nio se sujeta a los presupuestos
previstos para la expropiación en
el art. 30 superior, no es de reci-
bo pues, de una parte se advierte
que dicha institución no está re-
gulada en la Carta ni prohibida
en ella, y de otra la Corporación
ha dejado claramente sentado
que:
Ninguna norma constitucional
establece que la declaratoria de
la extinción del dominio a favor
de la Nación, por incumplimiento
de las obligaciones legales que se
derivan de funciones sociales que
son intrínsecamente inherentes a
24
la propiedad sea realizada por
los procedimientos establecidos
para los casos de expropiación a
que se refiere el artículo 30 de la
Carta, cuando el interés privado
deba ceder a los motivos de utili-
dad pública o de interés social
definidos por la ley.
Se reitera que se trata de dos si-
tuaciones jurídicas distintas que
están sujetas en su desarrollo a
procedimientos diferentes" (19).
Al establecer la Corte que esta figura
no se encuentra contemplada en la Carta
ni prohibida en ella está dando una in-
terpretación acomodaticia, que abre una
brecha para que por ese mismo mecanis-
mo se creen figuras por parte del legisla-
dor, quien, en busca de una solución rá-
pida a los problemas sociales y económi-
cos del momento, acude a fórmulas que
no tienen asidero constitucional.
No hay que olvidad que cuando la fi-
gura de extinción se presentó era la solu-
ción más adecuada para el problema eco-
nómico en le cual se encontraba el país
en materia agraria.
En materia urbana amerita una solu-
ción rápida con el fin de dar paso al p ro
-gresoyluciónapbemsolcn
cual se encuentra enfrentado el país. T o-
das estas circunstancias sociales son de
tal peso que exigen una solución rápida,
pero la extinción como mecanismo de sal-
vación, no puede ser la solución, ya que
no está contemplada en la constitución, y
en los términos de interpretación que le
dió la Corte,resulta traída de los cabe-
llos.
De los términos en que se encuentra
redactado el art. 30 de la Carta, no se
desprende la extinción del dominio como
sanción por el incumplimiento a las obli-
gaciones sociales.
 Al legislador sólo le compete el seña-
lamiento de las obligaciones y deberes a
que están sometidos los propietarios con
respecto a la propiedad; la consecuencia
de ese incumplimiento, que el legislador
denominó "extinción", rebasa las atribu-
ciones constitucionales señaladas.
Sobre este punto la Corte manifestó
lo siguiente, que corrobora la posición
antes planteada:
"Según lo previsto por el artículo 30
de la Carta, dentro de nuestro Estado de
Derecho la propiedad privada para mere-
cer la garantía que la Constitución le
otorga debe ejercerse como una función
social que implica obligaciones, empero,
esta última noción no necesariamente se
reduce a ser un concepto vacío o abstrac-
to, carente de contenido normativo, pues
la ley, en una cabal interpretación del ci-
tado artículo 30, en relación con lo dis-
puesto por los artículos 10 y 16 de la
Constitución Política y en desarrollo de
la atribución general del Congreso de ha-
cer las leyes, a la que corresponde seña-
lar los deberes y obligaciones sociales a
los que están sometidos los particulares
en lo que hace especialmente al derecho
de propiedad" (20).
La Carta sólo le atribuye al legislador
la facultad de establecer las obligaciones
que debe cumplir todo propietario de
acuerdo con el principio de la función so-
cial de la propiedad. Los únicos mecanis-
mos permitidos para limitar la propiedad
serían los diferentes tipos de expropia-
ción consagrados en el art. 30 de la Cons-
titución, como son: la expropiación ordi-
naria y la expropiación por razones de
equidad.
La expropiación no es la solución ade-
cuada, ya que asi se estaría premiando
la inactividad de los obligados con una
indemnización, que podría llegar a ser
total, dependiendo del tipo de expropia-
ción. En sentido práctico el trámite de
una expropiación no es el más ágil y ex-
pedito, puesto que se necesitaría una ley
cada vez que se necesitara expropiar
cualquier terreno que no cumpliera con
la función social; que en el caso actual
son demasiados.
Este planteamiento de inexequibili-
dad de la figura de la extinción del domi-
nio o propiedad desde el punto de vista
práctico no tiene ya relevancia, puesto
que las leyes 200 del 36 y 9 de 1989, en
los aspectos que hacen referencia a esta
figura fueron declaradas exequibles, y al
ser el fallo res judicata, no existe posi-
bilidad de debate alguno sobre esta ma-
teria.
La única solución posible es cerrar
esa brecha que dejó la Corte al señalar
que la figura no está contemplada pero
tampoco está prohibida, reformando el
art. 30 en lo que respecta a instrumen-
tos que limiten la propiedad, como la ex-
tinción, el comiso y la nacionalización.
4. CONCLUSIONES
La propiedad en América es comple-
tamente diferente de la propiedad euro-
pea. En América al llegar los españoles
en el proceso colonizador tomaron pose-
sión de las tierras, de las cuales asumie-
ran la calidad de dueños absolutos.
El modo principal de adquirir las tie-
rras por parte de los súbditos consistía
en el título "merced real". Esta figura
contemplaba la adjudicación gratuita,
pero que implicaba para los beneficiarios
el sometimiento a una serie de requisitos
tales como las obligaciones de morada y
labor, que significaban el uso económico
de la tierra.
Otra forma permitida de adquisición
era la venta de tierras realengas para el
proveimiento de las arcas del Estado, de
la que se derivaban títulos perfectos.
Esta forma de adquisición acarreó
25
numerosos problemas para el Estado, ya
que la venta rompía todo vínculo con el
beneficiario y eliminaba todo derecho la
exigir la explotación económica y el uso
de la tierra.
Pero estas formas de adjudicación de
tierras degeneraron en una serie de abu-
sos que trajeron por consecuencia el na-
cimiento de grandes latifundios en zonas
productivas con condición de morada y
labor, la cual era incumplida directa-
mente por los beneficiarios, sin que se les
impusiera sanción alguna. En cuanto a
las tierras adquiridas por venta y otros
contratos con la Corona, adquirieron un
carácter superior, ya que el hecho de po-
seer un título exoneraba de cualquier
obligación de órden económico o social.
Los poseedores de éstos títulos, aprove-
chando su situación ampliaron indiscri-
minadamente los limites de sus posesio-
nes, arbitrariamente o con la anuencia
de funcionarios estatales que carecían
por completo de competencia en esta ma-
teria.
Todo esto dio origen a una situación
de profunda injusticia social, puesto que
la existencia de grandes extensiones de
tierra productiva en pocas manos gene-
raba monopolios poco rentísticos que oca-
sionaban grandes perjuicios a la econo-
mía nacional.
En materia de sanción el Estado no
tenía control sobre esos predios, debido a
que habían salido de su patrimonio en
virtud de negocios perfectos. Solamente
se podía ejercer control sobre aquellos
predios adjudicados como merced, ya que
éstos revertían al Estado cuando el ad-
judicatario no cumplía con la condición
de uso económico.
Esta situación de desequilibrio econó-
mico fue la que imperó a lo largo de
nuestra historia hasta época no muy le-
jana. Una reforma agraria era la solu-
ción inmediata a todas estas desigualda-
des; muchos intentos se hicieron sin re-
26
sultado alguno. La situación se tomó crí-
tica, al punto de surgir pugnas entre
campesinos y terratenientes, quienes lu-
chaban por la posesión de la tierra.
La única forma de dar solución a es-
tos conflictos consistía en realizar una
verdadera reforma agraria, en la cual se
planteaba una serie de interrogantes,
que se pueden sintetizar así: ¿se debía
continuar con el sistema de morada y la-
bor, es decir, en términos más comunes,
desarrollar las necesidades individuales
y sociales mediante el uso o explotación
económica de la tierra, y acabar con el
sistema de titulación como prueba fide-
digna de la propiedad?. Esta prueba,
también llamada "diabólica", se constitu-
yó en elemento principal de violación de
los límites territoriales de la propiedad.
Todos estos cuestionamientos lleva-
ron al gobierno de Alfonso López Puma-
rejo a iniciar un proyecto de reforma
agraria, el cual buscaba poner fin al con-
flicto social de posesión de la tierra ru-
ral. Los mecanismos que se iban a utili-
zar básicamente eran: eliminar la "prue-
ba diabólica" e implantar la figura de la
extinción de dominio, antes llamada
"morada y labor", para todos los predios
sin importar si estos habían salido del
patrimonio del Estado, ya que éste al ser
el propietario originario de la tierra se
reservaba la facultad de revertirla a su
patrimonio en caso de incumplimiento.
Curiosamente, cuando se presentó el
proyecto de ley sobre reforma agraria, la
reforma constitucional que propugnaba
el principio de la función social de la pro-
piedad se encontraba en curso,. La refor-
ma agraria y la reforma constitucional
de 1936 nacieron a la vida jurídica para-
lelamente.
Sin la inclusión de la teoría de la in-
terdependencia social la reforma agraria
no tendría sentido, puesto que la Consti-
tución de 1986 no permitía la subordina-
ción de la propiedad a la satisfacción de
los intereses individuales. Aquella rigi-
dez en lo toc ante a la propiedad sólo era
atemperada por el principio de la supre-
macía del interés público sobre el inte-
rés particular, el cual utilizaba el único
mecanismo permitido por la Constitu-
ción, cual era la expropiación.
Se inicia el proceso de integración de
la función social de la propiedad por me-
dio de la ley 200 de 1936, debido a que el
problema social se centraba principal-
mente en el agro. Por ser en ese entonces
el país eminentemente agrario, el proble-
ma urbano no ameritaba preocupación
alguna.
La ley 200 da vigor a la función social
de la propiedad en la medida en que es-
tablece y clarifica las obligaciones socia-
les que todo propietario debe cumplir.
Tales obligaciones se pueden sintetizar
en lo siguiente: todo propietario debe ex-
plotar económicamente la tierra.
AI convertirse el país en los últimos
anos en urbano nacen para la ciudad un
sinnúmero de problemas, traducidos en
injusticia social por el acaparamiento de
la propiedad urbana en pocas m anos. Al
comparar este problema con el problema
agrario, encontramos que es el mismo.
La solución, pues, está en llevar la fun-
ción social al campo urbano. No existe
ningún elemento que prohíba la aplica-
ción de éste principio al sector urbano. Si
indagamos cada uno de los predios que
integran la ciudad nos damos cuenta que
todos estos fueron en algún momento
una encomienda, una merced real, una
propiedad realenga, etc., con lo cual lle-
gamos a la conclusión de que la reforma
urbana es una continuación de la refor-
ma agraria, pero con condiciones especí-
ficas, debido al desarrollo de la ciudad.
La ley 9 de 1989, igual que la ley 200
de 1936, son los únicos preceptos legales
que desarrollan el principio de la función
social de la propiedad. En materia urba-
na el legislador contempló solamente dos
tipos de obligaciones sociales: la de urba-
nizar en terrenos urbanizables y la de
construir en terrenos urbanizados.
De ahí tenemos que la ley 200 de
1936 y la ley 9 de 1989, desarrollan el
principio de la función social al estable-
cer las obligaciones que implica dicha
función. Hasta este punto el legislador
cumple al pie de la letra el precepto cons-
titucional de señalar las obligaciones so-
ciales para un futu ro .
El punto álgido de la función social es
el de la extinción del dominio consagrada
por el legislador como sanción al incum-
plimiento de las obligaciones sociales en
la ley 200 de 1936 y 9° de 1989.
La extinción del derecho de dominio o
propiedad siempre ha existido entre no-
sotros, como sanción al incumplimiento
de las obligaciones. La legislación india-
na preveía la extinción de la propiedad
dada en morada y merced cuando se in-
cumplían las obligaciones que esta impli-
caba. Duguit, en su teoría de inde-
pendencia social, consagró la posibilidad
de una represión en aquellos casos que
no persigan un fin de utilidad colectiva.
La extinción, genéricamente conside-
rada, constituye una s an a solución a los
problemas sociales que tanto nos aque-
jan. Es un instrumento de progreso, ne-
cesario en las sociedades para darle mo-
vilidad a la propiedad, que no puede con-
tinuar protegiendo a unos pocos.
El interrogante que se presenta es el
siguiente: ¿es constitucional la figura de
la extinción de dominio consagrada en
las leyes 200 de 1936 y 9 1' de 1989, sien-
do que no está consagrada constitucio-
nalmente?.
El art. 30 de la Carta, al decir que "la
propiedad es una función social que im-
plica obligaciones", lo único que permite
es que el legislador determine las obliga-
ciones so ci ales que ésta implica para un
futuro.
27
 En el principio no se encuentra insita siempre van a satisfacer intereses egoís-
la extinción del dominio como sanción, ya tas. Al decir esto, me refiero a lo siguien-
que si indagamos, Duguit establece te: el parágrafo del art. 2 de la ley 9' de
para el incumplimiento una represión o 1989 establece unos requisitos mínimos
una reparación, entendidas estas como que debe contener todo plan en munici-
extinción y expropiación respectivamen- pios con población superior a los cien mil
te. (100.000) habit an tes, dejando por fuera
la asignación de las áre as para desarro-
Era necesario que el constituyente es- llar los terrenos no urbanizados y cons-
tableciera cuál iba a ser la sanción, ya truir los inmuebles no construidos, que
que si analizamos el art. 30 de la Carta constituyen las obligaciones so ci ales en
vemos que ésta solamente establece la materia urbana.
expropiación como mecanismo para limi-
tar la propiedad privada; la expropiación Es necesario, teniendo en cuenta todo
la cual, a todas luces, no satisface el lo anterior, realizar una reforma al art.
principio de la función social. 30 de la Constitución, con el fin de in-
cluir la extinción de dominio y otras figu-
En los términos en que está redacta- ras como la nacionalización y el comiso,
do el art. 30 de la Constitución, solamen- solucionándose de ésta forma todos los
te están permitidos la expropiación, la posibles conflictos y evitándose las inter-
nacionalización y el decomiso, con lo cual pretaciones discutibles de la Corte.
queda eliminada la figura de la extin-
ción. En cuanto al Código Civil;, es necesa-
rio cambiarle las reglas que incluye la
La Corte al declarar exequible la ex- concepción individualista, que ya ha sido
tinción del dominio elimina cualquier superada.
controversia que sob re la materia pudie-
ra sucitarse. Aunque la corporación tomó En materia de legislación urbana, eli-
apoyo en fundamentos muy débiles para minar el parágrafo del artículo segundo,
estas declaratorias, como son: que la ex- que es un rezago de transacciones políti-
tinción se encuentra insita en la función cas.
y que la figura, a pesar de no estar con-
templada en el texto constitucional, tam-
poco está prohibida. Otro elemento que,
a mi modo de ver, tuvo mayor incidencia,
es el hecho so ci al de injusticia que ame-
ritaba una solución rápida.
La función so ci al en nuestro país es
un hecho. No se queda en el simple plano
de principios filosóficos. Esto se obse rva
en los diferentes procesos de extinción
que se han producido en materia agraria,
dirigidos al pl an nacional de rehabilita-
ción.
En materia urbana, la intención del
legislador de lograr una solución rápida
al problema de la ciudad por medio de la
función social se va a ver truncada por
decisiones políticas, que al fin de cuentas

28

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S.R.L., 1978.

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