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Un perro, un burro, un caballo: una mirada a maneras de narrar de Bela Tarr, Robert

Bresson y Jean Luc Godard


La presente ponencia pretende aproximarse a las formas y maneras de narrar de 3 directores
reconocidos, principalmente en sus películas: El caballo de Turín (Bela Tarr), Adiós al
lenguaje (Jean Luc Godard) y Al azar de Balthazar (Robert Bressón). Así mismo, mostrar la
posibilidad del animal no sólo como personaje sino como aquel que narra la historia. Esta
lectura se da bajo la lente de filósofos como Walter Benjamin y Jacques Derrida, donde se
tejen maneras de interpretar y configurarse como espectador no sólo de las imágenes en la
pantalla sino la profundidad de temas abordados, problemáticas materializadas
fílmicamente y posibilidades en los modos de narrar. En ese sentido, se materializa la
experiencia del que ve cine y lee filosofía, mediado por una experiencia vital, estética y
narrativa.

Fragmento I
El narrador, el ser humano como narrador ¿Por qué? No hay narradores como nos dice
Benjamin porque no hay seres humanos que narren. El mismo Benjamin habla de la
incapacidad de escuchar los narradores, en otras palabras, la imposibilidad de escuchar sus
palabras.
En esos movimientos benjaminianos, paradójicos, por qué empecinarse con el narrador
como aquel que (supuestamente) posee las palabras. El narrador, la narración es una
cuestión de perspectiva dice Benjamin, y acaso ¿en esas perspectivas se han dilucidado
como narradores a animales que no poseen palabras?, pero por eso no se sitúan en una
imposibilidad del decir.
En esa brecha del decir y de lo dicho, el animal surge como grieta (de manera radical podría
incluirse también a las cosas, los objetos). En esos sentidos (o sin sentidos), el lenguaje del
ser humano se presenta como un susurro, casi inaudible apenas audible a pesar de su
arrogancia.

Fragmento I
El viento suena como un lamento, el lamento
del caballo que muere, el lamento de los
árboles arrasados por el viento, el lamento del
viento por su vehemencia.

Fragmento II
La presencia del burro, su largo trayecto no habla del burro, muestra la ruindad del ser
humano que no lo ve. El burro nos cuenta la historia, nos lleva por ella, mostrándonos cada
situación, cada historia que lo afecta, que lo transforma.

Fragmento III
El perro sin decirlo dice adiós al lenguaje: “adieu”, “Au revouir” y convive en ese absurdo
que es la vida y las relaciones humanas, donde el lenguaje y las palabras no bastan; donde
la comunicación y el diálogo son ilusiones incautas, donde las palabras se presentan vacías
y desprovistas de sentido. Eso no es dicho por el perro, pues no habla; eso nos lo muestra,
nos lo dice al acompañar a esa pareja de franceses.

Fragmento IV
No es el burro sino un burro el que quizá narra la historia. No es el caballo sino un caballo
quien de repente nos la cuenta. No es el perro sino un perro quien tal vez le dice adiós al
lenguaje.

Fragmento V
Al fin de cuentas: un burro, un perro, un caballo; no nos cuentan historias, nos narran
formas de existir, de relacionarse con lo otro; de relacionarnos con ellos (los animales), los
espacios y las cosas.

Fragmento VI
Un burro, un perro, un caballo rompen, estallan esa percepción y concepción antropológica
de la narración, resquebrajan ese automatismo, incluso, el de ver cine.
Cuando escuché que en esas películas la historia era narrada por un perro, un burro, un
caballo, vino a mí, la imagen antropozoomorfa de algo profiriendo tramas a través de las
palabras. También pensé en fábulas. Puede que sí fuesen fábulas por el aspecto animal,
puede que no, por el aspecto moralista. Esas películas más que imperativos morales,
mostraban lecciones éticas.

Fragmento VII
¿Cuál es el lugar del animal en las películas? Una presencia inquietante, una pregunta
imposible de formular con certeza, una manifestación que revela y devela lo humano.
Podríamos preguntarnos también ¿Cuál es el lugar del humano en esas películas?
Fragmento VIII
El caballo de Turín, Adiós al lenguaje, Al azar de Balthazar, dislocan la forma cómoda de
ver cine. Su potencia puede que se halle en su extrañamiento inusitado; en esas inquietudes
ante la imagen, el sonido, los personajes, la narración… que rompen ese automatismo que
hace predecible no sólo al cine.

Fragmento IX
Derrida se pregunta, esa misma pregunta que nos deja un burro, un perro, un caballo.
“¿Podemos decir que el animal nos mira? ¿Qué animal? El otro” (2008, p.17)
Un perro, un burro, un caballo nos miran, pero ¿Qué vemos en esa mirada? Nos muestra
¿Pero qué es eso que nos muestran? ¿Nos narran? ¿Acaso tenemos la capacidad o por lo
menos la intención de mirarlos, escucharlos?
Un perro, un burro, un caballo dilucidan la dificultad de verlos; pero más que nada nos
colocan en un lugar de incomodidad, de afectación, de extrañamiento.

Fragmento X
Tanto en la película de Godard, como en la de Bresson y la de Tarr; en ocasiones creo
comprender lo que se narra en ellas. Siento entender el lugar de un perro, un burro y un
caballo, pero “al mismo tiempo, no entiendo nada.” (Derrida, 2008, p.39).
Un perro, un caballo y un burro como narradores, dirán algunos; de repente muchos que no
lo son; sin embargo, otros, de repente muy pocos, como Benjamin confiamos también en lo
que no es.

Fragmento XI
Así como Derrida nos lo muestra pasando desde Aristóteles a Lacan; por Descartes, Kant,
Heidegger, incluso Levinas (Que ocupa su obra al otro). Todos, todos convergen a pesar de
lo disímiles, en que el animal está privado de lenguaje.
En esos sentidos un burro, un perro, un caballo, no carecen de lenguaje. Carecen de eso que
Derrida llamó “Respuesta”, que se distingue “precisa y rigurosamente de la reacción”.
(2008, p.48). Así pues, el ser humano al responder certifica su dominio y señorío del
lenguaje como instrumento de comunicación.
Cabe preguntarse, si la narración es “una respuesta a”, si es una manera de comunicarse…
Fragmento XII
La “no respuesta” no sólo de un perro, un burro, un caballo; sino también de las cosas,
incluso, de otros seres humanos, puesto que, la comunicación da una ilusión de control del
lenguaje y lo representa diáfano, positivo (Byung Chul Han) y transparente como un vidrio
(Benjamin); y contrariamente, el lenguaje (¿Nuestro lenguaje?) en ocasiones se presenta
obscuro, velado, brumoso. Pensamos que aunque escuchamos las palabras del otro, no
podemos descifrar eso que nos dicen.

Fragmento XII
Mientras veo Adieu au langage de Jean Luc Godard, se acerca un perro a mí. Lo saludo. Le
toco la cabeza. Le hablo. El perro mueve la cola. Ladra. Su lengua alargada sale de su boca,
por encima de sus dientes mientras respira con fuerza. Agitado. En sus ojos percibo alegría.
Brillan. ¿Será que me saluda también?, ¿Será que con sus ladridos me dice algo, con su
cola?
- No tengo respuesta.

XIII
Pensando en el caballo de Turín, en Nietzsche, me pregunto ¿Qué respuesta percibió el loco
de Turín?, ¿Qué le dijo el caballo?, ¿Qué fue eso que escuchó y que quizá resultó inaudible
para otros?, ¿Qué palabras lo silenciaron y lo terminaron por internar en la noche de la
locura?

XIV
Bela Tarr no me hizo sentir tan solo
Cuando leí sobre el episodio, el último episodio vivido por Nietzsche en la Piazza Carlo
Alberto en Turín, Italia; me pregunté ¿Y él caballo? ¿Qué pasó con él?
Me hicieron saber que mi pregunta era estúpida (casi me digo “Soy un tonto”), me hicieron
ver que debía preguntar por lo que le pasó a Nietzsche, pero sospeché que los que me
encararon por ello, no sabían tampoco qué le había pasado al loco de Turín.
Me sigo preguntando por ese caballo que se llevó a mi querido amigo Nietzsche.
¿Qué pasó con él? Nada.
Lo mismo que le pasó a Balthazar o al perro de Adiós al lenguaje o a cualquier otro
animal…
Nada…

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