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Universidad de Oviedo Máster Universitario en Formación

del Profesorado de Educación


Facultad de Secundaria Obligatoria, Bachillerato
y Formación Profesional
Formación de Profesorado y Educación

Bloque II
Máster Universitario en
Formación del Profesorado de
Educación Secundaria
Obligatoria, Bachillerato y
Formación Profesional

MATERIA: Sociedad, Familia y FAMILIA y


Educación
EDUCACIÓN1
Profesorado
Curso 2016/2017 José Vicente Peña Calvo
Universidad de Oviedo Mª del Henar Pérez Herrero
Facultad de Formación de
Profesorado y
Educación
Campus de Llamaquique
Aniceto Sela, s/n
33005, Oviedo

Descripción del Bloque II

Dentro de la materia Sociedad, Familia y Educación, debemos abordar la temática de la


familia, así como la participación y cooperación de la misma con el centro educativo y los
profesionales de la comunidad. En efecto, los cambios por los que las familias están pasando y
las nuevas relaciones entre sus miembros, hacen necesario conocer la evolución de la familia, los
diferentes tipos de familias y sus estilos educativos, así como la incidencia del contexto familiar
en la educación de los menores, especialmente en la adolescencia. Por otro lado, la importancia
de la cooperación y participación en los centros educativos, se ha revelado en los últimos años
como un factor de calidad educativo por su incidencia en los resultados académicos de los
estudiantes, de ahí que sea preciso revisar con criterios rigurosos cómo es esa participación en
los centros para incorporar los cambios pertinentes adaptándose a las necesidades concretas de
cada centro. De todas estas cuestiones se dará cuenta en este bloque de contenidos.

A continuación, se detalla la composición interna del bloque, así como una breve
explicación del material recogido a continuación:
- 4 sesiones de clases teóricas correspondientes a la exposición por parte del
profesorado de los temas 4 y 5. El objetivo de estas sesiones es proporcionar una
base teórica mínima que permita realizar correctamente las tareas propuestas para
ser llevadas a cabo en la tutoría grupal, en los seminarios programados y la
actividad de evaluación del bloque.
- 1 tutoría grupal.
- 3 Seminariso que se dedicará a la realización de las actividades programadas.

Finalmente, en un archivo independiente del campus, se ofrecen instrucciones precisas para la


actividad de evaluación del bloque que será entregada mediante el procedimiento, fecha y hora
acordada con el profesorado (ESTA FECHA ES INAMOVIBLE Y NO SE RECOGERÁN
TRABAJOS ENTREGADOS FUERA DE PLAZO).

1
Este documento ha sido elaborado para el Bloque II de Sociedad, Familia y Educación por los
profesores: José Vicente Peña, Mª Henar Pérez y Susana Torio.

Materia 1 Bloque II
Sociedad, Familia y Educación Familia y Educación
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Contenidos

Tema 4.
Familia, Socialización y Educación .................................................................................. pág.

Tema 5.
Dinamización de la relación Familia-Centro ................................................................... pág.

Materia 2 Bloque II
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Tema 4.

Familia, Socialización y Educación

1. Concepciones clásicas de socialización familiar .........................................................................


1.1. Escuela de Frankfourt .........................................................................................................
1.2. Concepción Funcionalista Parsoniana ..............................................................................
1.3. Concepción Fenomenológica .............................................................................................
2. Conceptualización de la familia ..................................................................................................
2.1. La familia en el centro de los cambios: nuevos escenarios ..........................................
2.2. Aproximación conceptual al término familia ..................................................................
3. Variedades tipológicas en la estructura familiar .......................................................................
3.1. Familias extensas o complejas............................................................................................
3.2. Familia elemental, conyugal o nuclear funcional ............................................................
3.3. Parejas sin hijos ...................................................................................................................
3.4. Hogares monoparentales....................................................................................................
3.5. Parejas cohabitantes o uniones de hecho ..........................................................................
3.6. Hogares unipersonales, “singles” .....................................................................................
3.7. Familias reconstituidas .......................................................................................................
3.8. Matrimonios de fin de semana, “commuter marriage” ...................................................
3.9. Familias monoparentales ...................................................................................................
3.10. Familias transnacionales...................................................................................................
4. Funciones de la familia .................................................................................................................
4.1. Función económica .............................................................................................................
4.2. Función de protección ........................................................................................................
4.3. Función sexual y de reproducción.....................................................................................
4.4. Función efectiva ..................................................................................................................
4.5. Función educativa ...............................................................................................................
4.6. Función socializadora .........................................................................................................
4.7. Otras funciones ...................................................................................................................
5. Dimensión formal del proceso de socialización: estilos educativos paternos .........................
5.1. Estrategias y mecanismos de socialización .......................................................................
5.2. Estilos educativos parentales .............................................................................................
5.2.1. Padres/madres autoritarios..................................................................................
5.2.2. Padres/madres democráticos ...............................................................................
5.2.3. Padres/madres permisivos-negligentes ..............................................................
5.2.4. Padres/madres permisivos-indulgentes .............................................................
5.3. Consecuencias educativas sobre la socialización de hijos e hijas ...................................
Referencias bibliográficas.................................................................................................................
Bibliografía complementaria............................................................................................................

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1. CONCEPCIONES CLÁSICAS DE SOCIALIZACIÓN FAMILIAR


No es fácil resumir el amplio centenar de teorías existentes sobre la familia, aun
cuando nuestro propósito es abordar este aspecto desde el ámbito sociológico.
En el siglo XIX, se producen los primeros esbozos de la sociología de la familia
impulsados por los cambios sociales y familiares desencadenados por la Revolución
Francesa y la Revolución Industrial. Corresponde a Fréderic Le-Play (1806-1882) el
mérito de haber situado el estudio de la familia en lo que se consolidó, posteriormente,
como sociología de la familia. Considerado el padre fundador de ésta, analizó las
transformaciones de la familia francesa durante la industrialización. Su propósito se
centró en reivindicar la subordinación de la mujer a la familia y al marido y considerar
la negativa al trabajo de la mujer fuera del hogar. Su nombre se relaciona con la
“familia troncal”, presentando este modelo como el más apto para luchar contra la
desorganización social.
Otro gran impulso a la sociología de la familia, durante el siglo XIX,
corresponde pensadores como H. Spencer, J.J. Bachofen, H.S. Maine, L.H. Morgan, F.
Engels, que construyeron grandes teorías sobre el análisis de la evolución histórica de
la familia, al comparar agregados domésticos en distintas culturas, pueblos y
civilizaciones. Prevaleció la preocupación durante este siglo por establecer los orígenes
y la evolución de la familia.
También, la sociología de la familia está entroncada en las aportaciones y
tendencias de la sociología general. Autores como Comte, Durkheim, Marx o Weber
atribuyeron gran importancia al papel de la familia en sus obras.
En el siglo XX, al final de la década de los sesenta, se produjo la renovación de
los estudios en este campo y se introdujo mayor atención a la microsociología de la
familia, adquiriendo importancia o protagonismo los trabajos de la Escuela de
Frankfurt, así como el análisis de la familia y sociedad industrial, que realiza Parsons, y
la concepción fenomenológica, concepciones de la socialización familiar, formuladas y
difundidas en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, en particular, durante
los años cincuenta y principios de los sesenta. Pasamos a desarrollar más
detenidamente estas teorías.

1.1. Escuela de Frankfourt.


El estudio de la cultura y personalidad, en EEUU, se desarrolló, paralelamente,
a una escuela de teoría social, encabezada por Wilheim Reich y Erich Fromm, la
llamada Escuela de Francfort que, en su intento de ligar la Psicología y la Sociología
con el Psicoanálisis y el Marxismo, formuló muchos de los nuevos problemas. Si bien
las ideas que constituyen el meollo de la teoría de la socialización familiar de la Escuela
de Francfort se forjan en la Alemania de los años 30, no fueron ampliamente
difundidas hasta después de la Segunda Guerra Mundial, tras el exilio de sus
principales exponentes a EEUU.
En 1936, apareció, en París, un grueso volumen compilado por Max
Horkheimer, en el que se incluían textos de profesores vinculados a la escuela de
Frankfurt. En dicha compilación, se mantenía la tesis, posteriormente confirmada por
la investigación empírica, dirigida por T.W. Adorno, en EEUU, sobre la “personalidad
autoritaria”, según la cual una educación familiar autoritaria propiciaba una tendencia
hacia el autoritarismo. Dicho trabajo estuvo muy influido por Freud y Marx y parece
necesario reconocer su interés por sacar a la luz la doble relación entre el Estado y la
familia. El nacimiento de la civilización moderna emancipó a la familia burguesa más

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que al individuo y, con ello, llevó, en su interior, una profunda contradicción. La


familia siguió siendo, esencialmente, una institución feudal basada en el principio de la
“sangre”, es decir, una institución totalmente irracional; en cambio, la sociedad
industrial, proclamó el reino de la racionalidad, el dominio exclusivo del principio del
cálculo y del intercambio libre sin más condiciones que las exigencias de la oferta y la
demanda. En la esfera del trabajo manual y en muchas otras funciones de la industria y
el comercio, los hombres habían tomado conciencia de sí mismos como sujetos
económicos autónomos. Sin embargo, la familia, como unidad económica, seguía
siendo uno de los factores de la economía del siglo XIX. El poder del padre sobre los
miembros de la familia, del taller o de la hacienda siempre se había basado en la
necesidad social de su dependencia directa. Cuando la familia garantiza a sus
miembros protección y calor, la autoridad familiar halla una justificación. La
mecanización de las tareas domésticas no había avanzado, las mujeres, niños y los
demás parientes eran indispensables para la marcha de innumerables unidades
industriales. El éxito de la empresa dependía, en gran parte, de la solidaridad de la
familia. Los hijos de los empresarios eran, por un lado, indispensables para la buena
marcha del negocio del padre y, por otro, no podían encontrar una posición
equivalente, igualmente satisfactoria fuera del negocio familiar. Las hijas eran
indispensables, tanto en la casa como en la tienda. La autoridad paterna permanecía
intacta entre la clase media. El poder del padre sobre los miembros de la familia
siempre se había basado en la necesidad social de su dependencia directa, ya que la
familia garantizaba a sus miembros protección y calor, hallando su justificación, así, la
autoridad familiar. Junto a ello, la propiedad hereditaria constituía un motivo de
obediencia sólido por parte de los herederos.
A causa del cambio de la familia nuclear burguesa, sucedido tras el fin del
capitalismo, el varón perdió la autoridad patriarcal indiscutible que disfrutaba
anteriormente, abalada por la base económica que le daba sostén. Con la desaparición
de este factor esencial, desapareció, también, el respeto de los miembros de la familia al
jefe de la casa, así como su vinculación a la entidad familiar. La situación de las hijas
varió, ya que la industria, en tiempos de guerra, ofrecía múltiples empleos a mujeres
cualificadas o no, por lo que el trabajo de la mujer fuera del hogar se convirtió en una
actividad respetable para ellas. Este cambio supuso, igualmente, una transformación en
las relaciones de los padres y los hijos “la autoridad en el hogar adquiere, así, un
aspecto irracional”. n la actualidad, la capacidad y la inteligencia individuales han
empezado a tener importancia decisiva en los destinos del hombre, lo que hace que
pierda importancia el derecho de sucesión. Además de haber perdido la familia su base
económica, la familia, como ideología, ha perdido, igualmente, su base emocional.
En la medida en que la familia ha perdido su base económica y emocional, se ha
convertido en mera ideología y ha quedado reducida – según estos autores- a una
sombra de lo que fue. Por tanto, la autoridad familiar queda desprovista de base, tras
haber desaparecido la sustancia interna de la misma. Los adolescentes no padecen,
pues, la influencia de una familia sana y fuerte, sino, al contrario, la carencia de una
verdadera familia.
La Escuela de Frankfurt mantiene la necesidad de la familia, pero como
mediadora y negociadora de la sociedad autoritaria: una familia de relaciones
afectivas, maternales e igualitarias, entre sus miembros, para proyectar este tipo de
relaciones al resto de la sociedad.

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1.2. Concepción Funcionalista Parsoniana


La “teoría funcionalista” de la familia trata de explicar la existencia de la
familia, mostrando que la misma tiene ciertas funciones sociales. La “teoría funcional”
ni pretende ni consigue explicar la existencia de la familia. Lo único que logra es
aclarar el modo en que los cambios en la familia afectarán a todas las demás
instituciones de la sociedad. La principal aportación de este modelo es que presentan a
la familia como un subsistema estable dentro de un sistema que es la sociedad. Este
subsistema se encuentra claramente diferenciado en cuanto a las funciones que debe
desempeñar cada miembro de la familia.
El funcionalismo pretende explicar, no ya el origen evolutivo de la familia, sino
las razones de su existencia, en base a las funciones importantísimas que ésta cumple
para el mantenimiento y el orden de la sociedad global. Ante la imposibilidad científica
de dar con el origen evolutivo de la familia, los funcionalistas prefieren explicarla,
descubriendo las funciones manifiestas o latentes que ésta cumple en la sociedad.
La teoría de la familia que propone Talcott Parsons, comprende tres aspectos:
una teoría de las funciones de la familia; una teoría de la estructura de la familia
americana y, finalmente, una teoría de los roles masculinos y femeninos. Estos tres
aspectos no son partes aisladas de una teoría, sino que forman una totalidad unida.
El modelo propuesto por Parsons, como “familia moderna”, mantiene
constantes los rasgos más tradicionales, como la rígida diferenciación de los roles para
hombres y mujeres y la delimitación del terreno público-privado al género masculino y
femenino, así como la aceptación de la autoridad y dependencia del varón, por parte
de las mujeres, en todas las cuestiones. Entre los aspectos que más se pueden reprochar
a la familia de tipo parsoniano, es la segregación de las generaciones y de los sexos y el
aislamiento social.
Sus hipótesis sobre el aislamiento estructural de la familia moderna, es decir, las
relaciones entre residencia, familia y parentesco, han sido invalidadas. Por el contrario,
la interacción entre los miembros del grupo de parientes se mantiene en todas las
sociedades y estos contactos traen, entre otros aspectos, consejos, el sostén psicológico
de las identidades familiares, ayuda en el plan financiero, educación para los hijos y el
apoyo en las tareas domésticas.
Unos años más tarde, la sociología crítica y el feminismo se levantaron contra la
idealización de este modelo de familia, contra el funcionalismo y contra Parsons,
siendo blanco de numerosas críticas –es el caso de Horkheimer y Adorno-.
Principalmente, las imágenes parsonianas de la vida familiar han sido criticadas por su
visión rígida y exagerada de la intención familiar y, en particular, de las experiencias
de la mujer; especialmente, su conceptualización rígida de los roles de género y su
tendencia a presentar la familia nuclear, como el modelo ideal para las familias
occidentales.

1.3. Concepción Fenomenológica


La concepción fenomenológica de la sociología del conocimiento fue
desarrollada por Peter L. Berger y sus colaboradores, a mediados de los años 60, a
partir de las teorías de Herbet Mead y de Alfred Schütz, donde figuran elementos
importantes procedentes de las tradiciones psicológicas, weberiana y durkheimiana.
Están interesados en el análisis sociológico de la realidad de la vida cotidiana y en los
procesos de producción de ésta.
Para estos autores, la esfera privada es el espacio social donde el individuo trata
de buscar motivos de identidad y sentido personal, en oposición a la esfera pública, de

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donde las personas obtienen pocos elementos de satisfacción. La institución más


importante de la vida privada es la familia, es el espacio social donde el individuo halla
sentido e identidad personal y donde goza de libertad para organizar la vida, de
acuerdo a sus preferencias y en contraste con la esfera pública, en que el hombre tiene
que desempeñar roles rígidamente establecidos.
Berger y Luckmann afirman que, siendo la sociedad un producto humano y una
realidad objetiva y el hombre un producto social, podemos estudiar la construcción de
la realidad social, como un proceso dialéctico continuo que comprende tres momentos:
exteriorización, objetivización e interiorización; y estar en la sociedad es participar en
su dialéctica. Un análisis social que omita cada uno de estos tres momentos, resultará
distorsionado.
Para todos los autores, la teoría de la socialización familiar se enmarca en el
contexto de la interiorización de la realidad social, tercer momento de la dialéctica
entre individuo y sociedad, o sea, la aprehensión o interpretación inmediata de un
acontecimiento objetivo como dotado de significado. El proceso por el cual se consigue
esto es la socialización.
Las teorías fenomenológicas destacaron la capacidad de elección de los actores
familiares, la necesidad de negociación de sus roles y la importancia del despliegue de
estrategias individuales, con el fin de poder alcanzar sus objetivos.
Tal vez, la concepción fenomenológica de la vida privada es, en la actualidad, la
más adecuada para explicar la retirada del individuo hacia su esfera privada, en busca
del sentido global de su existencia, frente a la alienación que se encuentra en el
burocratizado mundo público, cada vez más hostil y confuso.
En síntesis, podemos concluir señalando que el mérito de la teoría frankfurtiana
fue alertar sobre las posibles consecuencias de la pérdida de la base económica de la
autoridad paterna; el funcionalismo parsoniano puso de relieve la psicologización de la
familia y, por último, las teorías fenomenológicas destacaron la capacidad de elección
de los actores familiares, la necesidad de negociación de roles y la importancia del
despliegue de estrategias individuales, con el fin de alcanzar objetivos.
Las transformaciones ocurridas en la estructura familiar, la aparición de nuevas
formas de hogar o de convivencia y los cambios en las relaciones familiares hacen
necesario avanzar hacia la búsqueda de nuevos planteamientos teóricos.

2. CONCEPTUALIZACIÓN DE LA FAMILIA
2.1. La familia en el centro de los cambios: nuevos escenarios
La familia, como el resto de la sociedad, atraviesa una etapa de cambios
masivos con una enorme capacidad de transformación.
El conjunto de cambios que han afectado a la familia, se pueden agrupar en dos
grandes fases, según Flaquer (1998), denominadas transiciones, en la medida en que
son procesos que constituyen puentes entre distintos sistemas familiares. La “primera
transición de la familia”, el cambio de la familia tradicional a la familia moderna o
nuclear, gestada a lo largo de muchos decenios se produjo al compás de la disminución
de sus funciones y de su contracción, en torno al núcleo familiar estricto (la
nuclearización). Con ello, las unidades familiares dejan de ser centros de producción y
se origina una separación entre el ámbito del trabajo y el ámbito de la residencia,
constituyendo la tendencia al modelo de Parsons. En las últimas décadas estamos
asistiendo a lo que Flaquer (1991) ha denominado “segunda transición de la familia”, la

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gestación de la familia postmoderna, cuyo objetivo no es tanto las formas de la familia


como la definición y contenido de ésta. Este proceso constituye la culminación de la
modernización del sistema familiar o el proceso de postnuclearización. Podemos
definir la “familia postpatriarcal” (Flaquer, 1999) como el modelo emergente que se
está configurando en los últimos años y que se caracteriza, fundamentalmente, por el
papel emergente que en él desempeña el patriarca y cuyas potencialidades
democráticas todavía están por explorar. Las discriminaciones, por razones de género,
tienden a desaparecer, perdiendo su legitimidad la dominación patriarcal. Este modelo
familiar es menos institucional, pudiendo los cónyuges asumir un mayor
protagonismo, al poder optar, entre diversas alternativas, a la hora de perfilar su
proyecto. Son relativamente autónomos y tienen, como finalidad, obtener las máximas
recompensas respectivas, tanto en el orden afectivo como en lo económico. La base
sobre la que se sustenta es el empleo de ambos cónyuges (ambos despliegan su
actividad económica fuera del hogar) y la posición de la mujer y su participación en la
toma de decisiones.
Parece necesario reflexionar sobre la significación y alcance de los principales
factores que han guiado esta evolución.

 Cambios ideológicos y legislativos


La regulación jurídica de la familia es un aspecto importante. La ley marca y
enseña cómo se forma la familia, quién la forma, a qué están obligados sus miembros,
qué derechos les asisten y cómo deben dilucidarse los conflictos que en ella se originen.
Podemos decir que el ordenamiento jurídico no marca qué es una familia, pero sí
diseña un modelo familiar, estableciendo una serie de relaciones y obligaciones, entre
parientes, que configuran y delimitan cuál es la estructura familiar.
Los cambios legislativos que se produjeron durante la transición democrática,
tuvieron gran importancia en la configuración de una nueva estructura de relaciones
familiares. La Constitución incorpora lo que serán las grandes líneas maestras de las
transformaciones familiares: igualdad entre el hombre y la mujer e igualdad de
derechos entre todos los hijos. Así, la Ley de conciliación de vida familiar y laboral de
las personas trabajadoras (Ley 39/1999, de 5 de noviembre) propone una familia
igualitaria, en contraste con las tradiciones de desigualdad y jerarquización entre los
géneros que han dominado la sociedad española. Más recientemente podemos
desatacar Ley de Igualdad de Género- Ley Orgánica 3/2007, de 22 de marzo, para la
igualdad efectiva de mujeres y hombres- donde se contemplan medidas que han de
aplicarse en las empresas y en la Administración, por lo que supone un gran paso que
nos acerca a conseguir una situación más equitativa entre hombres y mujeres en el
ámbito laboral. De la aprobación de esta ley se desprenden medidas sobre la
conciliación personal, familiar y profesional, sobre permisos de paternidad y
maternidad, excedencias, vacaciones y permisos.
Aunque estas leyes son necesarias, pueden quedar en una mera declaración de
intenciones, si no se produce un cambio educacional para que las relaciones en el
ámbito privado, en el seno de la vida familiar, sean más igualitarias.

 Movimiento feminista
El feminismo es un movimiento político radical que ha pretendido, como uno
de sus principales objetivos, la transformación de la vida y de la familia de los países
occidentales, afectando a hombres y mujeres en sus vidas cotidianas. Las
desigualdades, en función del sexo, se convierten en la base fundamental de la

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construcción teórica feminista: las relaciones de parentesco, las relaciones entre los
sexos en el matrimonio, la paternidad y maternidad, la atribución de unas tareas u
otras en función del mismo, etc., se construyen a través de la institución familiar.

 Aspectos demográficos de la familia


Los rasgos más determinantes del cambio demográfico español han sido los
siguientes:
En primer lugar, el aumento de esperanza de vida, que no ha cesado de aumentar
desde principios de siglo. El descubrimiento de los principios de la higiene, los grandes
avances de la medicina, la mejora de la alimentación, la reducción de la mortalidad
infantil, la reducción de la mortalidad femenina en edades fecundas, la generalización
del confort, la comercialización de los productos de primera necesidad, los progresos
en la prevención de enfermedades, etc., han sido algunos de los avances que han
permitido tal situación.
En segundo lugar, podemos destacar el retraso de la maternidad, como
determinante de los cambios demográficos recientes. El calendario de la maternidad en
las generaciones jóvenes ha cambiado, ya que se tienen los hijos con más edad,
llegándose a los treinta años sin tener el primer hijo. Este hecho está influido, también,
por las nuevas expectativas de las mujeres, la expansión de los períodos de educación
formal y de formación profesional.
En tercer lugar, la reducción del número de nacimientos, en especial, en las dos
últimas décadas. Los rasgos principales que ayudan a entender la actual situación de la
fecundidad, son el retraso en la edad de contraer matrimonio y de tener hijos, lo que
hace que se reduzca su número. En España, la fecundidad ha experimentado un agudo
descenso, desde la mitad de los 70 hasta el momento presente (I.N.E., 2016).

 El cambio de calendario en los fenómenos básicos del ciclo familiar


El matrimonio que, tradicionalmente, fue el punto de partida de la vida familiar
es, en la actualidad, frecuentemente, una etapa tardía, un compromiso que se adquiere,
cuando ya se han desarrollado varios años de vida en común o cuando se ha tenido un
hijo e, incluso, no llega nunca a efectuarse en el caso de algunas parejas que forman
establemente un hogar familiar. De Miguel (1998) señala que el cambio fundamental
experimentado por la familia española es la diferenciación progresiva de cuatro
conceptos, que antes se solapaban y eran poco distinguibles: matrimonio, maternidad,
familia y hogar. Se les suponía un orden cronológico establecido y una experiencia
única en la vida. Es decir, las mujeres quedaban embarazadas tras el matrimonio,
creaban una familia y establecían un hogar. Ese proceso sólo se realizaba una vez en la
vida de las personas. Este modelo se rompe y se hace múltiple. Matrimonio,
maternidad, familia y hogar no se producen necesariamente en ese orden, no se
experimentan siempre y tampoco de forma única.

 La creciente incorporación de la mujer al trabajo


Hoy, el trabajo femenino se contempla como una exigencia individual e
identitaria, una condición para realizarse en la existencia, un medio de autoafirmación,
expresa Lipovetsky (1999). Se ha convertido en un valor, un instrumento de logro
personal, un soporte principal de la identidad social de las mujeres.
Dos temáticas deben ser abordadas: por un lado, el acercamiento a la
compatibilidad del trabajo familiar y profesional y, por otro, la posible equiparación de

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roles conyugales en las relaciones familiares. Respecto al primer aspecto, las estrategias
y posibilidades que tienen en sus manos las familias para armonizar los tiempos y
hacer frente a sus obligaciones familiares y laborales, dependen, fundamentalmente, de
la fase del ciclo familiar en la que se encuentren y de los recursos con los que cuenten
en cada momento. Entre las estrategias de conciliación de vida familiar y laboral, el
recurso más empleado, durante la primera infancia, es la presencia de abuelos y,
especialmente, las abuelas maternas (Mestre Miquel, Guillén Palomares & Caro Blanco,
2012; Tobío Soler, Agulló Tomás, Gómez & Martín Palomo, 2010). Estos datos sugieren
una importante presencia de la red de parentesco. Además, se incluye la utilización de
centros infantiles y el recurso del servicio doméstico, éste último entre los estratos
mejor situados.
Respecto al segundo aspecto, la democratización de las relaciones familiares
es, hoy, uno de los temas más conflictivos que se plantea en el seno de las familias: la
cuestión del trabajo doméstico, quién debe hacerlo y hasta dónde todos los miembros
del hogar deben colaborar en él. Es un espacio donde se están produciendo cambios
importantes; la batalla, ideológicamente, parece estar ganada, pero, en la práctica,
queda mucho por recorrer. Al hablar de trabajo doméstico (Torío, Peña, Rodríguez,
Fernández, Molina, Hernández e Inda, 2013; Maganto & Bartau, 2004), se suele
designar un tipo de tareas visibles: limpiar la casa, cocinar, ocuparse de la ropa, etc.,
cuyas características principales son el esfuerzo físico y la monotonía de la repetición.
Sin embargo, ésta es sólo una pequeña parte del trabajo reproductivo que,
habitualmente, realiza una mujer. Actividades como: la decisión sobre las comidas, las
relaciones con los vecinos, las pequeñas reparaciones, etc., han sido seleccionadas por
la mujer y de ellas depende que la vida transcurra de forma placentera. Supone
ocuparse de las necesidades físicas de los miembros del hogar, pero, también, de las
psíquicas, de las intelectuales, emocionales y afectivas

 Descubrimientos científicos en relación con la anticoncepción y el aborto


La perfección lograda por las técnicas anticonceptivas junto con la
transformación tecnológica de la biología, farmacología y medicina, hacen que la
reproducción sea algo que viene determinado por los deseos de la pareja, al menos en
los países más avanzados, donde la información y la accesibilidad, acerca de los
métodos anticonceptivos, llega prácticamente a la totalidad de la población.
Ante una fecundidad controlada, el matrimonio puede planificar, con relativa
exactitud, la llegada del primer hijo y sucesivos, prolongando el período del “nido sin
usar”, es decir, la etapa que va entre el casamiento y la llegada del primer hijo, y siendo
una decisión individual de los miembros de la pareja cuándo y el número de hijos a
tener.

 La convivencia familiar en los hogares


En la sociedad española, se han dado nuevas formas en la organización de la
convivencia familiar y nuevas pautas de relación entre generaciones. Las necesidades
sociales de las nuevas familias son diferentes de las que se planteaban en el pasado.
Cuestiones como el empleo y la formación juvenil, o el aumento de las personas de la
tercera edad, suponen un cambio en las prioridades de las familias: atención a la salud
de los ancianos, desarrollo de actividades e instituciones de cuidado personal, etc.
Cabe destacar, en éste sentido, la prolongación de la estancia de los hijos en el
domicilio familiar y su tardía emancipación, debido a las dificultades de la inserción
laboral. Este período es, en la actualidad, muy prolongado en el tiempo y está, incluso,

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prolongándose, cada vez más. Los sociólogos hablan de familias prolongadas (González
Anleo, 1997): junto con el padre, madre y algún hermano pequeño, sigue conviviendo
en el hogar, algún hermano o hermana de 30 a 35 años que no se van de casa por no
encontrar trabajo, vivienda o razones diversas.

 Progreso en el terreno de la educación: prolongación del período de estudios


La prolongación de la etapa de formación hace posible la permanencia de los
hijos en los hogares durante más tiempo, acompañada de la creciente permisividad de
los padres. Es, casi, general, en Europa, la escolaridad obligatoria hasta los 16 años, a la
vez que se han extendido los estudios profesionales y universitarios, retrasando la
incorporación del hombre y de la mujer a la vida activa, así como su salida del hogar
familiar de origen. Los jóvenes prolongan, hasta edades muy avanzadas, su
dependencia en el hogar familiar y señalan, en términos generales, la existencia de un
clima de libertad y tolerancia en el seno de las familias españolas, situación que no
sucede en el Norte y Centro de Europa que se independizan tempranamente.
 Otros factores
Otros aspectos que contribuyen a generar cambios en la organización familiar,
son los siguientes: la intensidad de las corrientes migratorias, la importancia
decreciente de la herencia, etc.
2.2. Aproximación conceptual al concepto de familia
Uno de los primeros y más complejos problemas a los que tenemos que
enfrentarnos en el estudio de la familia, es su definición, el tema de la terminología. La
pluralidad y diversidad de las estructuras familiares, a través del tiempo, es tan
grande, que resulta difícil dar una definición que abarque a todas estas. Al igual que
todas las instituciones, está sujeta a cambios en su naturaleza, funciones y cometidos.
Además de tener connotaciones muy amplias, se está imponiendo una nueva
conceptualización de dicho término, debido a que la realidad ha cambiado y la familia
se ha visto trastocada, como consecuencia de cambios diversos. La preeminencia de la
familia nuclear se ha perdido y existen formas familiares alternativas o acuerdos de
vida doméstica, con lo que innumerables estudios de la familia se preguntan si es
pertinente hablar de “la familia” o, si sería más prudente, hacerlo sobre “las familias”.
La diversidad de definiciones existentes no reflejan adecuadamente la dinámica
familiar de la sociedad actual, ya que no tienen en cuenta otras formas familiares que
han pasado de ser marginales a ser prácticamente habituales en la sociedad del siglo
XXI. Los criterios que nos parecen más definitorios de la familia de este momento están
relacionados con metas, motivaciones, sentimientos, con calidad de la vida familiar y
relaciones entre sus miembros, que tienen mayor importancia que el vínculo legal, el
número de sus miembros o el reparto de roles. Nuestro interés se centra en la familia
como núcleo que facilita el desarrollo de los adultos y los hijos implicados en ésta. Por este
motivo, nos vamos a detener en un concepto de familia, donde resaltamos la función
de interacción, de las relaciones de sus procesos internos.
En 1926, E.W. Burgess, de la Universidad de Chicago, publicó un artículo
titulado “La familia como unidad de personalidades en interacción”, en el que inaugura la
aplicación formal del interaccionismo al estudio de la familia. Según éste autor, pionero
de la sociología de la familia, en EE.UU, la familia es una institución muy especial, ya

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que se trata de un grupo primario, cuyos miembros se relacionan mediante la


interacción simbólica. Burgess y Locke (citado por González Almagro, 1986) adoptan
una definición integral y asignan a la familia las siguientes notas:

a) La familia está compuesta de personas unidas por lazos matrimoniales (marido


y mujer), de sangre o de adopción (padres e hijos).
b) Es frecuente que vivan juntos los miembros de la familia, pudiendo variar las
dimensiones.
c) Sus miembros desempeñan funciones prescritas socialmente y aprobadas por
los individuos. De aquí la interacción.
d) La familia mantiene una cultura común, derivada, principalmente, de la
general.

Una familia de tal naturaleza se basa en el afecto mutuo, en la comunicación


íntima, en la comprensión empática, en la dependencia emocional, en la
compatibilidad temperamental, en el logro de la felicidad y del desarrollo personales y
en las relaciones democráticas y de igualdad entre sus miembros; es decir, un modelo
basado en el compañerismo entre sus miembros –compasionship-. Para Burgess, la
interacción, que mantiene las relaciones entre la pareja adulta y entre padres e hijos, es
lo que constituye la vida familiar. Además, la familia desarrolla una concepción de sí
misma que incluye el sentido de responsabilidad que cada miembro de la misma tiene
con los otros. Las personas desarrollan un sentido de identidad que se deriva de la
interacción que tiene lugar con los demás, en la vida cotidiana.
Así, la unidad real de la familia no toma su existencia de una concepción
jurídica ni de un contrato formal, sino de la interacción de sus miembros. La familia
existe mientras la interacción continúa y sólo muere, cuando ésta cesa. Tal definición
de la familia ha servido para prestar especial atención a los procesos internos de la
familia: situaciones de stress, desempeño de papeles familiares, problemas de
comunicación, etc. Si bien se trata de un tipo ideal que no encontramos plenamente
encarnado en la realidad, el conjunto de objetivos y de actitudes descrito sería
aceptado, en la actualidad, por gran parte de la población que vive en familia. En un
movimiento de creciente psicologización y sentimentalización del fenómeno familiar,
la idea que domina es la intersubjetividad, ver al individuo como una singularidad que
sólo descubre o completa su ser auténtico en la relación privilegiada con el otro, al
tener necesidad de él para existir.
Como se puede deducir de las páginas anteriores, existen diferentes enfoques,
planteamientos y modelos teóricos para abordar el estudio de la familia, y cada uno de
ellos va a poner el acento en algunos aspectos de la misma. García Fuster y Musitu
(2000) afirman en este sentido que las definiciones de familia dependen “[…] del marco
teórico y de los planteamientos epistemológicos que asume el investigador, así como del contexto
sociocultural en el que se encuentra” (p.62).
Hasta ahora nos hemos centrado en el enfoque sociológico, que nos permite tener una
visión general de los mecanismos que explican su evolución en función de los cambios
y de las necesidades de la sociedad en cada momento, en un contexto económico y
cultural determinado. Pero también podemos acercarnos a las familias y abordar su
estudio desde una perspectiva psico-educativa y entenderla como un “contexto social,
educativo y de aprendizaje” tal y como la define (Martínez González, 1996, p.6):” La
familia representa un sistema de relación y convivencia, un ambiente de participación y

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exigencias, un contexto del que esperan satisfacciones y donde se desempeñan funciones de


crianza, educación y cuidado de todos sus miembros».
Este concepto de familia nos remite a sentimientos, emociones y motivaciones
que van a ser fundamentales a la hora de determinar la calidad de la vida familiar, y
las relaciones entre sus miembros. Son aspectos que van más allá del tipo de vínculo
entre sus miembros, la composición de la misma, los roles que se asignan, etc.
Algunos elementos esenciales de la definición anterior que nos pueden ayudar
a entender la potencialidad de la familia como institución educativa son:
Es un sistema que trasciende la individualidad de sus miembros y la
agrupación de los mismos, para destacar la importancia de las relaciones de interacción
y de influencias mutuas.
Constituye un contexto de desarrollo y cuidado que se caracteriza por el
afecto. Ese afecto implica, seguridad, aceptación, respeto y reconocimiento y va a
sentar las bases de la identidad personal y de la autonomía.
Es un contexto privilegiado para las manifestaciones espontaneas e intensas,
donde cada persona se puede expresar con total libertad y puede manifestar sus
emociones, tanto positivas como negativas. Esta característica favorece la posibilidad
de que la persona se vaya diferenciando y alcanzando autonomía, pero al mismo
tiempo, pone las bases para poder reconducir comportamientos, establecer
responsabilidades y compromisos.
La afectividad es la base para que la persona pueda ir construyendo su yo
individual, pero también para ir interiorizando normas y límites que favorecen su
socialización.
Es un espacio que favorece la construcción de vínculos y hace posible
aprender a vivir en comunidad.
En definitiva, es un contexto educativo que impulsa el desarrollo personal de
cada uno de sus miembros, especialmente de las nuevas generaciones, y contribuye al
desarrollo de la sociedad.

3. VARIEDADES TIPOLÓGICAS EN LA ESTRUCTURA FAMILIAR

3.1. Familias extensas o complejas


Se entiende por familia extensa o de estructura múltiple “aquellas agrupaciones
domésticas que agregan, en el ámbito del hogar de residencia, a más de un núcleo familiar, cuyos
miembros se hallan, por lo general, emparentados”(Requena, 1995, 63). Se trata de una
familia amplia en estructura, funciones y jerarquía. Al tiempo que satisfacen las
necesidades afectivas de la pareja, la procreación y el cuidado de los hijos, cumplen
funciones económicas, siendo, frecuentemente, una unidad de producción, de
iniciación e integración profesional, de seguridad y defensa de los individuos. Por
tanto, las características esenciales son: la multifuncionalidad, autosuficiencia y la falta de
separación entre lo público y lo privado.
Las modernas familias múltiples (Requena, 1995), pertenecientes a contextos
urbanos, presentan diferencias respecto a las tradicionales familias troncales, por
ejemplo, suponen la residencia común de dos núcleos familiares emparentados entre sí,
pero no necesariamente se produce transmisión, entre padres e hijos, de la fuente de
renta familiar, ni tampoco status ocupacional. Además, las modernas formas familiares
complejas no se constituyen necesariamente como unidades de producción alrededor
de una fuente de rentas, en cuya explotación participa la familia de forma colectiva,

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aunque puede ser el caso, por ejemplo, en la agricultura o “negocios familiares” del
sector servicios. De igual modo, la vinculación del patrimonio familiar a un único
heredero o autoridad patriarcal tampoco se constituye, en la actualidad, en un rasgo
típico o condición de formación de estas nuevas formas de familia múltiple. Por último,
mientras las familias complejas tradicionales son estructuras de convivencia
permanentes, las formas urbanas de complejidad son un arreglo inestable y transitorio,
además de no deseado por sus miembros, en muchas ocasiones. Por tanto, las formas
típicamente modernas de complejidad familiar no se corresponden con los supuestos
de la troncalidad campesina tradicional.
Requena (1995) reduce la variedad de factores que, actualmente, promueven
la constitución de las denominadas “familias múltiples” a dos pautas o modelos:

a) De un lado, una organización familiar campesina, vinculada a la propiedad de


la tierra y diseñada para perpetuar el patrimonio a costa de la integración del
núcleo familiar del heredero en el hogar de sus progenitores.
b) De otro, un regreso al parentesco, como último y acaso único recurso ante
situaciones de necesidad que, de otra forma, no encontrarían solución. Se
convierte, momentáneamente, en un recurso a la mano de quienes
probablemente carecen de otras oportunidades para satisfacer sus carencias.

Actualmente, el mayor número de familias múltiples de España no se produce en el


mundo campesino, sino en éste segundo modelo. Aunque se valora mucho la
privacidad, en la actualidad, hay períodos temporales en el ciclo de la vida familiar en
los que, de forma esporádica, se fusionan varios núcleos; por ejemplo, cuando un hijo o
hija se casa y no puede económicamente comprarse un piso. Existe, en los últimos años,
un número importante de familias extensas que permanecen en el hogar de sus padres,
casi siempre de forma provisional, mientras alcanzan los medios para tener vivienda
propia. De igual modo, las personas separadas, cuando quedan con los hijos a su cargo,
vuelven a vivir, en ocasiones, con la familia de origen, hasta que pueden
independizarse o formar una nueva pareja.

3.2. Familia elemental, conyugal o nuclear funcional


Familia nuclear significa la concentración de la familia grupo esposo-esposa-
hijos menores de edad, formando un grupo primario. Es la forma más universal de
familia y es, en la actualidad, el agregado doméstico más común en Occidente. Se
denomina nuclear o conyugal por su mayor independencia respecto de los sistemas de
parentesco y por su menor implicación en los servicios materiales y psicológicos que se
prestan quienes viven como parientes bajo un mismo techo. La característica
fundamental de la familia nuclear, frente a la familia institucional, es una intensa
solidaridad afectiva.
Su nacimiento se relaciona con la disociación entre el centro de actividad
laboral y el lugar de residencia. Supone la creación de un nuevo espacio, el doméstico,
con unos valores y unas normas diferentes de la esfera pública. Su aparición significa
un proceso de simplificación progresiva de los grupos familiares: los hogares dejan de
contener parientes de varias generaciones y su complejidad tiende a decrecer.
La ubicación del hogar queda definida por los calificativos de patrilocal,
matrilocal y neolocal.
No hay que entender esto como si significara un absoluto “aislamiento”
respecto del grupo más amplio de parientes, como se ha ido afirmando en la sociología

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de la familia, desde los años 20 hasta Talcott Parsons. No hay ninguna razón para
pensar que las relaciones de parentesco tienen que ser relaciones personales cara a cara,
de corresidencia, con una interacción muy frecuente. Se ha llegado a mostrar que
aislamiento no significa ausencia de contactos, y que estos no exigen proximidad
geográfica; que existen muchos tipos de ayudas posibles entre parientes y que resultan
más fáciles y frecuentes de prestar y aceptar entre parientes que entre quienes no lo
son; que el recibir estas ayudas no implica subordinación ni pérdida de autonomía
para el grupo nuclear. El intercambio de ayuda, básicamente financiera y la
participación en actos de tipo ceremonial o recreativo -visitas, encuentros, fiestas, etc.-,
refuerza la naturaleza comunitaria del parentesco.

3.3. Parejas sin hijos


Este tipo de hogares ha aumentado, en los últimos tiempos, motivado, entre
otras razones, por la mayor esperanza de vida, que permite que la convivencia del
matrimonio se prolongue aún después de la salida de los hijos del hogar y, en segundo
lugar, por el retraso en la decisión de tener hijos, permitiendo que muchas parejas
vivan una primera etapa de su matrimonio prolongada, como pareja sin hijos.
Hacia finales de 2005 en diversos medios de comunicación se difundieron
artículos que recogían la noticia de la publicación del estudio que había elaborado la
consultora Millward Brown sobre un nuevo modelo de familia, los DINKIS. El término
“dinki” responde a las siglas en inglés “double income no kids” (doble sueldo sin hijos) y
hace referencia a parejas heterosexuales de entre 25 y 35 años que, frente a la familia
tradicional, cuentan con una alto nivel económico, son ambiciosos profesionalmente,
consumen más tecnología y cultura, navegan el doble por Internet, viajan más,
comparten las labores del hogar y rinden culto al cuerpo (Delgado, 2006).
3.4. Hogares monoparentales
El concepto “monoparentalidad” aparece en los años setenta como crítica a la
familia nuclear “parsoniana”, modelo de referencia de la normalidad deseable.
Siempre han existido, a lo largo de la historia, situaciones que hoy se engloban en el
término “monoparentalidad”: la viudedad, la procreación fuera del matrimonio, las
separaciones conyugales; pero su consideración social era opuesta.
No es un fenómeno reciente, pero sus implicaciones sociales, en algunos
aspectos, son radicalmente nuevas. La expresión ha variado (Iglesias, 1998),
desplazando a otras antes usuales como: “familias incompletas”, “padre solo”, “mujer
sola, cabeza de familia”, “familias rotas”, “familias desunidas”, “descompuestas”, etc..
En un pasado no muy lejano, éste término conllevaba un estigma, ya que tenía una
connotación peyorativa que despertaba el desprecio y el repudio de la colectividad,
haciendo referencia a la carencia y al fracaso. Era lo mismo que decir “anomía”,
asociado a familias rotas, viudas y madres solteras. Traducido del inglés “One Parent
Families”, ha sido introducido en Francia, hace varias décadas, por sociólogas
feministas, como Andree Michel y Anne-Marie Esteve, intentando asignar al vocablo
un sentido positivo.
No es lo mismo hablar de familias rotas que de familias encabezadas por
viudas o madres solteras, de familias con un solo cabeza de familia que de familias
incompletas. La unificación de situaciones diversas en un único concepto, hace
necesario cuestionarse una precisión teórica del término, debido a la diversidad de las
trayectorias que conducen a la monoparentalidad y a la diversidad de situaciones que
afrontan las mujeres, según trabajen o no, según cuenten con ayuda en su hogar o no.
Pérez (1995, 69) entiende, como hogares monoparentales: “aquella agrupación de prole, en

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la edad infantil y minoría de edad, que convive de forma continuada con uno solo de sus
progenitores, quien, de hecho o de derecho, ostenta la potestad y custodia sobre los mismos”.
La característica básica de las familias monoparentales es su heterogeneidad, es
decir, el alto grado de variación entre las distintas situaciones dentro de cada país,
tratándose de una realidad plural. En un intento de clarificar esta indeterminación,
Iglesias (1998) engloba los diferentes tipos de monoparentalidad en cuatro clases:

a) Vinculados a la natalidad:
. Las madres solteras.
b) Vinculados a la relación matrimonial:
. Abandono de familia.
. Anulación del matrimonio.
. Separación de hecho del matrimonio.
. Separación legal del matrimonio.
. Divorcio.
. Viudedad.
c) Vinculados al ordenamiento jurídico:
. Adopción por solteros.
d) Vinculados a situaciones sociales:
. Hospitalización prolongada.
. Emigración.
. Trabajo de la pareja en localidades distanciadas.
. Encarcelación.

Excepto en el primer caso, madres solteras, en todos los restantes la persona


que convive con los hijos, puede ser tanto el varón como la mujer.
Este tipo de familias viene rodeado de una serie de problemas sociales: la
feminización de la pobreza, el tema de la socialización de los hijos, el papel del padre
que está poco regularizado, etc. Preocupa, sobre todo, la mayor vulnerabilidad social
de los componentes de este tipo de familia y, más concretamente, la situación de las
madres, que deben compaginar la necesidad de trabajar y la obligación de cuidar a sus
hijos, afrontando por sí solas esta problemática: desde dar una explicación a sus hijos
sobre la ausencia o inexistencia del otro progenitor hasta soportar la responsabilidad,
en soledad, de la educación de sus hijos.
Frente a esta problemática, resaltamos el fenómeno creciente de la maternidad
autodeterminada o madres solteras por elección o decisión propia. Este fenómeno de
maternidad sin padre, aún reciente en España, está bastante arraigado en algunos
países de la Europa avanzada, siendo espectacular, por ejemplo en Suecia, donde,
aparte de nacer más hijos fuera del matrimonio que dentro, la mayoría de los
embarazos están protagonizados por mujeres autónomas y en la treintena, que deciden
unilateralmente tener un hijo.

3.5. Parejas cohabitantes o uniones de hecho


En la mayoría de los países, el incremento de las uniones de hecho se ha
producido en años recientes y, sobre todo, en parejas jóvenes. Son tres las formas más
corrientes de cohabitación:

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a) “Cohabitación no escogida”, es decir, personas “forzadas” a cohabitar por


problemas sociales, económicos o legales. Este grupo constituye una
supervivencia, como fenómeno marginal propio de las clases más
desfavorecidas de la sociedad. Personas que viven en situación de ilegalidad
forzada, viendo el matrimonio como única forma de normalización, a veces,
inalcanzable. De igual modo, en este grupo destacan personas recientemente
divorciadas que, momentáneamente, son reacios a contraer un nuevo
matrimonio.
b) “La cohabitación ideológica”, que consideran la unión libre como un acto de
militancia. Son grupos opuestos al matrimonio, destacando el carácter
antiinstitucional.
c) Por último, la “cohabitación a prueba”, colectivo heterogéneo que no definen su
situación como perpetua, acabando, muchas veces, en el matrimonio, otros, en
la ruptura y otros, en la continuidad. Así vivida, la cohabitación, es un período
transitorio, ensayando su relación de cara a un futuro matrimonio, es decir,
como lo que ha venido en llamarse “matrimonio a prueba”.

Al igual que las familias monoparentales, debemos resaltar la diferencia entre


las parejas de hecho del pasado y del presente. Las primeras eran “familias sin hogar”,
hogares rotos aquejados por las lacras de problemas sociales; en la actualidad,
destacamos el distinto grado de estigma social o de discriminación jurídica de que son
objeto sus miembros.

3.6. Hogares unipersonales, “singles”


La soledad, como estilo de vida, gana adeptos, ya que es uno de los fenómenos
más destacables de los últimos años, lo que ha dado lugar a constituir una nueva
categoría social. Los anglosajones recurren al término “singles”-singulares-, ya que
resulta difícil encontrar un término que englobe situaciones como: solteros, separados,
viudos, divorciados, solitarios urbanos, cuya soledad ha sido elegida.
El “solo” actual, comenta Alborch (2001), es una opción, no una catástrofe; no
es una soledad impuesta por abandono, sino fruto de una decisión, motivada por una
estrategia profesional o por una pericia profesional. En el caso de la mujer, la
denominación acuñada por la revista Harper & Queen, es “llaneras solitarias”, solteras
por elección, jóvenes cualificadas que practican la autonomía.
Dentro de esta opción de vida, podemos destacar otra modalidad, que
conlleva otros puntos de vista variados, es el caso de personas de avanzada edad que viven
solas. Se puede apreciar, con claridad, cómo, por encima de los sesenta y cinco,
aumenta la proporción de ancianos que se mantienen como personas principales que
eluden abandonar su posición de cabeza de familia para pasar a depender de sus
familiares. Aumentan los hogares unipersonales de personas ancianas frente a la
corresidencia con los hijos.
Otra modalidad, representativa de hogares unipersonales, es el caso de la
persona separada o divorciada, que, en la medida en que dispone de recursos, puede
formar un hogar de este tipo, suponiendo un paso intermedio, en muchas ocasiones,
hacia la cohabitación postmatrimonial o las segundas nupcias. Entre los problemas del
postdivorcio, aparece la búsqueda de un nuevo hogar para alguno de los cónyuges.
Finalmente, en ésta evolución de las relaciones familiares, merece la pena
destacar una situación que puede presentar el paradigma de la independencia y la

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individualidad, el denominado LAT -Living Apart Together- (Alberdi, 1999): vivir


independiente, teniendo, a la vez, una pareja estable; ser pareja, manteniendo la
privacidad, sin renunciar a los valores de la cultura actual, libertad y amor. Se trata de
personas que mantienen una relación estable, estén casadas o no, pero que no
comparten el mismo techo. Las dos residencias de la pareja suelen estar en un mismo
municipio o cercanas, y la motivación de la doble residencia está determinada,
generalmente, por el deseo de independencia o de tener seguridad en la relación de
pareja. Son pareja viviendo cada uno de forma independiente (Ayuso, 2012). Muchas
veces éste vivir separados posibilita un acercamiento escalonado o un tránsito a una
vida en común.

3.7. Familias reconstituidas


Thery (1988) define éste modelo de familia como el hogar que forma un
padre/madre, su o sus hijos de un matrimonio anterior y su nuevo cónyuge o
compañero/a. Puede haber familia reconstituida sin un segundo matrimonio. Del
Campo (1991) denomina a éste modelo de familia con el término “step family”,
refiriéndose a la que se integra mediante la unión de dos personas divorciadas y su
descendencia, o por lo menos en la que uno de los esposos disolvió su matrimonio
anterior y aporta los hijos habidos en él. De este modo, se reúnen, en la misma familia,
hijastros, hermanastros e hijos que ni siquiera son medio hermanos entre sí.
El adjetivo “reconstituida” no es neutro, designa algo que se ha formado de
nuevo, cargado de estereotipos que tienden a designar una “familia con problemas”.
La autora mantiene que lo que diferencia a este tipo de familia de otras formas
familiares es que hereda una historia anterior a la suya propia, a diferencia de la
familia nuclear. Esta “herencia” se traduce en la diversidad y, a menudo, en la
complejidad de la red de parentesco (Rivas, 2012).

3.8. Matrimonios de fin de semana “commuter marriage”


Son un fenómeno reciente en las sociedades avanzadas y se definen como aquellos
matrimonios que viven separados la mayor parte de la semana y únicamente residen
juntos algunos días durante los fines de semana. El elemento clave de estas parejas es
la residencia separada, pero siempre y cuando esta separación se deba a motivos
laborales. La separación está determinada por tener trabajo en lugares lo
suficientemente alejados como para no poder pernoctar juntos cotidianamente. Gerstel
y Gross (citado por Ruiz Becerril, 2003) señalan cuatro factores que indican este nuevo
fenómeno: a) igual compromiso en las camareras profesionales de ambos miembros de
la pareja; b) una distancia considerable que determina una doble residencia; c) la
permanencia de la situación (no hay metas específicas o duración marcada); y, d) la
preferencia por vivir juntos. Estas parejas valoran mucho su matrimonio y tienen un
alto concepto de la familia.

3.9. Familias homoparentales


Desde la década de 1980, ha habido un interés social creciente en las parejas y los
matrimonios gays y de lesbianas. En 1989 Dinamarca se convirtió en el primer país que
reconoció formalmente los matrimonios homosexuales, extendiendo la legitimación
social a las parejas de gays y lesbianas y confiriéndoles derechos legales en términos de
herencias, impuestos y posesión común de propiedades; pero, en la mayoría de los
países, las relaciones entre gays y lesbinas se basan en el compromiso personal y en la

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confianza mutua en vez de en la ley. Los sociólogos han señalado que las relaciones
homosexuales presentan formas de intimidad e igualdad bastante diferentes de las
habituales en las parejas heterosexuales. Entre las pautas más señaladas son las
siguientes (Giddens, 2001): a) existen más oportunidades para el surgimiento de la
igualdad de la pareja, porque ninguna de las dos partes se guía por los presupuestos
culturales y sociales que sustentan las relaciones heterosexuales; b) negocian los
parámetros y el funcionamiento interno de las relaciones y se enfrentan a menos
expectativas sobre lo que cada parte ha de hacer dentro de la relación; c) demuestran
una especial forma de compromiso (confianza mutua, disposición a solucionar
dificultades, ..) que carece de respaldo institucional.

3.10. Familias transnacionales


Las migraciones han contribuido a la emergencia de nuevas formas de familias,
familias transnacionales, que viven literalmente en un lado y otro, fragmentadas,
sufriendo desventajas, y también ventajas, tanto para aquellos miembros de la familia
que se van como para los que se quedan en el país de origen. Todos juntos conforman
un sistema interconectado que se parece cada vez más a una familia “a distancia”. A
diferencia de los inmigrantes de otras épocas, los inmigrantes modernos pueden ser
pensados como “transnacionales” porque mantienen conexiones múltiples con sus
países y familias e origen, utilizando tecnologías modernas de la comunicación, tales
como teléfonos, correo electrónico, envíos de dinero y otros bines, whatsApp, redes
sociales,…. Este concepto permite entender nuevas formas de relaciones y vínculos y
va a cuestionar dos elementos: la co-residencia y la presencialidad ya que las relaciones
que se construyen entre sus miembros trascienden la espacilidad y las fronteras físicas
generando nuevas modalidades de cuidado y diferentes formas de entender la
maternidad y la paternidad (Cerda, 2014). Otros términos utilizados son: familia
“multilocal”, “transcontinental”, “internacional” o “multi-sited” indicando todos ellos
que sus miembros se encuentran separados físicamente, pero unidos emocionalmente.

4. FUNCIONES DE LA FAMILIA
Una de las afirmaciones más repetidas, en relación a los cambios familiares
modernos, ha sido la de la progresiva pérdida de funciones. Se ha hecho patente que la
mayoría de las viejas funciones de la familia pueden ser desempeñadas por otras
instituciones especializadas, planteándose la pregunta de si acaso el traspaso de
funciones es realmente una pérdida.
Todas estas funciones no tienen un orden de prioridad, ya que su valoración
varía considerablemente de una cultura a otra. De igual modo, la prioridad asignada a
cada función varía durante el ciclo de vida de una familia, según la etapa o los cambios
por los que atraviese.

4.1. Función económica


Una de las principales consecuencias de la industrialización de la sociedad
sobre la familia fue que ésta dejara de ser la forma básica de organizarse el trabajo y no
pudiera competir con la empresa mercantil en ofertas de empleo. En la sociedad
arcaica, las familias producían casi todo lo que consumían; sin embargo, con el
desarrollo del transporte y comunicaciones, no pudo competir con la gran empresa
industrial. Se separó el lugar de residencia del lugar de trabajo, lo que quitó
importancia económica y solidez estructural al hogar. Ya no existía la necesidad de
autoabastecerse o de producir sus propios alimentos ni vestidos, o de almacenar bienes

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específicos para subsistir; la familia había dejado de ser la unidad de producción más
importante de la sociedad para convertirse en la unidad básica del consumo. En la
actualidad, marido y mujer participan en una serie de actividades de la comunidad,
trabajan fuera y les queda poco tiempo para que los miembros de la familia se
encarguen de producir aquello que antes producían en el hogar, terminando por
comprar fuera los servicios y bienes indispensables. Sin duda, la familia conserva sus
funciones económicas, no tanto por las funciones de producción como por las
funciones de consumo. Se define por poner sus recursos en común.

4.2. Función de protección


La necesidad de protección es permanente y la familia representa la protección
por excelencia. La familia del pasado asumía la responsabilidad total de la protección
de sus miembros: los niños, jóvenes y ancianos. Es difícil, hoy, imaginar lo que suponía
la presencia obsesiva de la muerte, que determinaba muchos de los comportamientos y
pensamientos de nuestros antepasados. Una persona que alcanzaba los 50 años podía
considerarse afortunada, porque había visto morir a su alrededor a buena parte de sus
hijos, a sus padres, a algunos hermanos, tal vez, a su cónyuge, en total a una media de
ocho o nueve familiares, sin contar amigos o vecinos.
Se puede señalar que, en la actualidad, al desaparecer la presencia obsesiva de
la muerte y al disminuir la sensación de peligro, puede reducirse la necesidad
inmediata del grupo y favorecer la conciencia individual. Se puede vivir más para sí.
Actualmente, la búsqueda de la seguridad, es sustituida por la búsqueda de felicidad,
ya que gran parte de ésta función la están asumiendo agencias privadas fuera del
marco familiar.
4.3. Función sexual y de reproducción.
Cualquiera que sea el sistema familiar elegido, las necesidades sexuales se
pueden satisfacer de alguna forma en el interior de la familia. El aspecto de la
reproducción biológica ha perdido importancia, al menos cuantitativamente, en
relación al pasado, pues cada vez se tienen menos hijos e, incluso, ciertas formas
familiares no tienen intención de reproducirse. Hoy, la familia, ha llegado a
considerarse un instrumento especializado, cuya misión es suministrar el afecto que
ayuda a garantizar la estabilidad emocional necesaria para los hombres y mujeres que
tratan de realizar, con plenitud, su existencia en el mundo moderno.

4.4. Función afectiva


Es un hecho que la educación intelectual, cívica, estética, técnica, etc. de los
hijos ha sido transferida a otras instituciones sociales, sobre todo, la escuela. Pero la
familia es la base de apoyo emocional y de un intercambio de afecto y sentimiento de
amor. La familia es una escuela no sólo para la transmisión de la información,
conocimiento y normas, responsabilidades, principios, valores, sino, también,
sentimientos, emociones y técnicas para el manejo de los mismos. Es fundamental que
sepa generar un clima que satisfaga las necesidades de todos, los más jóvenes y
mayores, aportando afecto y directrices claras.
La familia ha ido experimentando, en los últimos siglos, una tendencia a lo
que podríamos llamar su psicologización (Flaquer, 1998). Con la desaparición de su
basamento económico, sus funciones se han especializado en aspectos, cada vez, más
emocionales. Se ha convertido en una fábrica de personalidades humanas. El destino
de los futuros adultos se determina, en gran parte, en sus familias de origen, no sólo

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por los valores de logro que les inculcan sus padres y sus estrategias educativas, sino
gracias al equilibrio emocional que son capaces de darle.

4.5. Función educativa


La tarea más corriente y conocida de la familia es la educación de los hijos,
misión clásica dentro del contexto familiar, pero, a medida que la cultura se ha hecho
más amplia y las propias estructuras sociales se han complejizado, la familia ha tenido
que delegar en otras instituciones. En cuanto educadores, los padres y madres se hallan
con numerosas limitaciones, puesto que no es tarea fácil, no estando siempre a la altura
que su misión educadora requiere.
Educar supone una maduración afectiva, la adquisición de una autonomía, la
conquista de unos valores, el equilibrio de las tendencias, la integración social, el
desarrollo de las potencialidades individuales, y esto exige de la acción familiar: el
destete, los primeros movimientos de locomoción, los primeros sonidos articulados, el
aprendizaje de los rudimentos culturales, el autocontrol son actividades básicamente
familiares, lo mismo que la adquisición de un sentido común, de un sentido de
seguridad y de estabilidad.
Con el trabajo de los padres y madres fuera de casa, los centros de educación
infantil reciben al niño, a veces, desde temprana edad, siendo la tarea educativa
complementada y compartida por ambos, sin poder llegar a suplir o sustituir la
educación familiar.

4.6. Función socializadora


Otra función específica de la familia es la construcción de la persona
sociocultural en el marco de un pequeño grupo, que se caracteriza además por el hecho
de que sus miembros se hallan vinculados por sólidos e íntimos sentimientos. El
proceso de socialización y personalización que se inicia en el hogar, es el medio por el
que, gradualmente, se concibe a sí mismo como un individuo entre otros y se relaciona
con ellos. Es algo más que un entrenamiento casero, una aceptación y rechazo de
sanciones familiares; es el comienzo de la internalización de la cultura que penetra toda
la vida humana.
El proceso de socialización forma parte de diferentes teorías psicológicas que
intentan explicarlo: teorías del aprendizaje, del desarrollo cognitivo, de la maduración,
etc. Sin negar ninguna de ellas la influencia de la familia, particularmente la
internalización por el niño de los valores, actitudes y roles inculcados por los padres.
No se socializa exclusivamente en la familia, pero es dentro de ésta donde se
inicia su educación social. La familia tiene que educar para la autonomía y libertad de
sus miembros, debe conciliar individualidad con comunidad y solidaridad, autonomía
con interdependencia. No sólo ofrece cuidados materiales, sino que enseña también la
forma de vivir en sociedad y a desarrollar la personalidad del niño en los primeros
años de su formación.

4.7. Función recreativa


Con el progresivo aumento de la calidad de vida, las necesidades primarias
están cubiertas, dando paso a necesidades secundarias de carácter psíquico y cultural.
No sólo ha aumentado el tiempo libre, sino que se ha desarrollado toda una industria
del ocio representada en cines, teatros, viajes, revistas, hoteles, televisión,…que ha
suplantado, casi por completo, a la familia de sus antiguas funciones recreativas, ya

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que se pasan muchas horas de ocio fuera del hogar. La adquisición del automóvil ha
contribuido al uso de todas estas facultades recreativas.
Sin embargo, la familia conserva uno de los momentos de máximo relax, el de
su convivencia íntima en mutua compañía. Debe proporcionar distensión física y
emocional, distracciones, juegos y comunicación. Debe ser capaz de programar su ocio,
fomentando la creatividad, la improvisación y la alegría en los ratos de esparcimiento
(Cuenca, 2000, 2009).
La familia debe procurar disfrutar de la recreación, como grupo, y esto no es
así en muchos casos, ya que los jóvenes se divierten por su cuenta, los niños tienen sus
grupos, el esposo se divierte separadamente de la esposa y ella participa de actividades
en compañía de otras mujeres.

4.8. Otras funciones.


De todas las funciones de la familia, la religiosa es una de las que más se han
perdido, trasladándose esta función, casi exclusivamente, a la Iglesia. Los rezos en la
casa, las oraciones a la hora de la comida y otras actividades religiosas de la familia
tradicional han ido decayendo considerablemente.
En definitiva, una sociedad desarrollada, la familia no puede cumplir
funciones tradicionales, como la religiosa, judicial, económica y educativa, ya que no
puede reemplazar a universidades, fábricas, servicios municipales, etc.. pero, aunque
no es la única institución, sigue siendo clave y continúa prestando actividades que
resultan de importancia considerable. En síntesis, las principales funciones que, en la
actualidad, se le demandan a la familia (Flaquer, 1995) son las siguientes:

a) La educación de los hijos: aunque la escuela y la universidad se han hecho cargo,


aún se adquieren en el entorno familiar los valores básicos, los hábitos de
trabajo, los modelos y aspiraciones culturales.
b) En el plano asistencial, el sistema sanitario se encarga de nuestra salud cuando
hace falta, pero muchos de los cuidados que reciben los enfermos, disminuidos
físicos y psíquicos e inválidos permanentes, provienen de un familiar.
c) Constituye la familia un grupo de consumo y de ocio, un espacio de relación
social en el que pasan muchas horas y donde reciben servicios necesarios para
su sustento y mantenimiento. La compra, preparación y consumo de los
alimentos, limpieza y ordenación del hogar, lavado y planchado de las prendas
de vestir,. se organizan sobre la división del trabajo dentro del hogar.
d) La regeneración diaria de las energías de los individuos y su estado positivo de
salud mental incumbe, en gran medida, a la familia. Funciones emocionales, la
estabilidad psíquica, el equilibrio y la maduración personal depende del
funcionamiento del hogar en el que reside.
e) Desempeña un importante papel en los procesos de movilidad social en general,
y en la colocación de los hijos, en particular, prestando ayudas económicas a la
hora de comprar un piso o de encontrar un empleo, a través de contactos y
relaciones personales.
f) Por último, la familia es una fuente primordial de la identidad cultural, religiosa y
nacional de una sociedad, trasmitiendo sus valores de una generación a otra.

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A MODO DE CONCLUSIÓN
En cuanto a aspectos demográficos, la existencia de factores tales como: un
control fácil de la fecundidad, la actividad profesional de las mujeres, la voluntad de
“maximizar” las oportunidades, la importancia concedida al tiempo libre, etc.
impedirán concebir un retorno a una fuerte fecundidad. Por lo que se refiere a la
nupcialidad, no se excluye que asistamos a un fuerte incremento de los índices
actuales. El nuevo modo de funcionamiento de la familia supone la admisión de dos
principios reguladores: la búsqueda de la felicidad y la exigencia de equidad en los
intercambios. La mujer aparece como la figura central y tendrá cargas y
responsabilidades más pesadas que los hombres, un cambio radical en una sociedad,
en la que las tendencias patriarcales han dominado un período de tiempo bastante
importante.
Fundamentalmente, destacarán familias caracterizadas por biografías
discontinuas (Roussel, 2005), producto de uniones sucesivas: tramos de vida en común,
que se verán precedidos y separados por momentos de existencia solitaria, más o
menos largos. Nuestra sociedad es compleja y la adaptación a la misma exige fuertes
dosis de flexibilidad personal y amplitud de miras. Cabe decir que la familia moderna
es demasiado variada de un caso a otro, estando caracterizada por la diversidad y
tolerancia ante las formas alternativas de comportamiento que van apareciendo.

5. DIMENSIÓN FORMAL DEL PROCESO DE SOCIALIZACIÓN: ESTILOS EDUCATIVOS PATERNOS


Nadie parece poner en duda que la familia es el contexto de crianza más
importante en los primeros años de vida, adquiriendo en él, niños y niñas, las primeras
habilidades (reír, hablar, jugar) y los primeros hábitos que le permitirán conquistar su
autonomía y las conductas cruciales para la vida.
La tarea educativa se basa especialmente en los vínculos que se establecen en la
interacción familiar, atendiendo a las necesidades de los hijos e hijas para dar
respuestas satisfactorias a las mismas, transmitiendo los valores y creencias propias.
Para conseguir esta transmisión de valores, los padres y madres utilizan métodos de
crianza, educación y estrategias disciplinarias; en definitiva, métodos en los que el
ejercicio de la autoridad está en juego. Estos estilos proporcionan un soporte emocional
de seguridad, apoyo y confianza a los hijos e hijas, sin los cuales su desarrollo
cognitivo, emocional, moral y social se podrían ver afectados.

5.1. Estrategias y mecanismos de socialización familiar


El conjunto de conductas que los padres y las madres valoran como apropiadas
y deseables para sus hijos e hijas, tanto para su desarrollo como para su integración
social, reciben el nombre de estrategias de socialización. Es decir, aquello que los
padres y madres desean que ocurra respecto a sus hijos e hijas y los medios para
alcanzar esos estados deseables. Estas metas y estrategias de socialización que emplean
los padres tienen que ver con el tono de la relación, con el mayor o menor nivel de
comunicación. Se pueden ver como dimensiones de una línea continua. Así, por
ejemplo, una dimensión de aceptación abarcaría desde la implicación positiva, el
centrarse en el hijo o hija hasta el rechazo y la separación hostil; una dimensión de
control firme implicaría grados diferentes tales como el refuerzo, la falta de refuerzo, la
disciplina laxa, hasta llegar a la autonomía extrema.
Son diversas las variables fundamentales o dimensiones que se combinan y se
han formulado para dar como resultado unos estilos educativos determinados.

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Desde mediados del siglo pasado se han venido identificando en las relaciones
padres/madres-hijos/hijas al menos dos variables en las prácticas educativas
parentales, consideradas fundamentales en la socialización de los hijos e hijas,
variables denominadas como “dominio-sumisión” y “control-rechazo”. Los autores
constatan la variedad de pautas que pueden emplear los padres y las madres en las
estrategias de socialización de sus hijos e hijas basadas en las dimensiones de apoyo y
control parental. Por ejemplo, cuando un niño o niña se porta mal, algunos
padres/madres opinan que lo más educativo es retirarle un privilegio (no ver la
televisión o no salir a jugar); otros, opinan que lo mejor es sentarse a hablar con ellos y
analizar su comportamiento; otros, pueden opinar que lo mejor es dejar a los hijos e
hijas a “su aire” para que aprendan por sí mismos. Sin duda, todos los padres desean
lo mejor para sus hijos e hijas, pero lo importante es conocer el modo en que aparecen
las distintas estrategias educativas, de acuerdo a condicionamientos como la edad, la
situación en particular, o la madurez psicológica del niño o la niña en cada momento
educativo.

5.2. Estilos educativos parentales


Los modelos o estilos educativos se configuran a partir de las variables
anteriormente descritas y en función del peso que cada una de ellas tiene en el
entramado de las relaciones padres y madres e hijos e hijas. Desde esta perspectiva,
podemos definir los “estilos educativos parentales” como esquemas prácticos que
reducen las múltiples y minuciosas prácticas educativas paternas a unas pocas
dimensiones, que, cruzadas entre sí en diferentes combinaciones, dan lugar a diversos
tipos habituales de educación familiar. No se identifican modelos puros, sino que se
solapan, ya que los estilos educativos suelen ser mixtos y varían con el desarrollo del
niño o niña, no siendo estables a lo largo del tiempo. Además, pueden cambiar de
acuerdo a múltiples variables, como son: el sexo, edad, lugar que ocupa entre los
hermanos, etc. Es preciso analizar los estilos educativos en el contexto de los cambios
sociales, valores predominantes, realidad de cada familia o en el contexto del momento
evolutivo en que se encuentre el niño o la niña. Por tanto, cuando se habla de estilos de
prácticas educativas parentales, se trata de tendencias globales de comportamiento.

Uno de los modelos más elaborados es el de Diana Baumrind, trabajo pionero


(1967 y 1971), en el que se tiene en cuenta la interrelación de tres variables parentales
básicas: control, comunicación e implicación afectiva. A partir de numerosas
investigaciones en las que utilizaba métodos observacionales, encuestas y autoinformes
constató dos dimensiones subyacentes en las relaciones paterno-filiales: aceptación y
control parental. Su investigación tuvo como objetivo conocer el impacto de las pautas
de conducta familiares y su repercusión en la personalidad del niño y la niña. De la
combinación de estas variables: afecto y control, Baumrind resalta tres estilos
educativos paternos, mediante los que los progenitores controlan la conducta de sus
hijos e hijas. Había considerado que un estilo que bautizó como autoritativo,
“authoritative discipline”, tendría mejores resultados que los otros dos (permisivo y
autoritario). A partir de sus trabajos se ha comprobado que el estilo autoritativo está
más relacionado con las medidas de competencia social, la autoestima, la autonomía, la
responsabilidad, la autorregulación y el desarrollo moral y menos con las disfunciones
conductuales.
Durante treinta años, su trabajo representó un punto de referencia fundamental
en el campo del apoyo y control parental, la autonomía y el desarrollo de la

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personalidad de los hijos e hijas. Revisó, también, la influencia positiva del estilo
autoritativo o democrático en variables como el género, la etnia, el estatus
socioeconómico, la edad y la estructura familiar (para una historia del desarrollo del
modelo autoritativo puede verse Baumrind, 2013). Los resultados de Baumrind han
sido corroborados por distintos autores (Dornbusch, Ritter, Liederman, Roberts y
Fraleigh, 1987; Dornbusch, Ritter, Mont-Reynaud, y Chen, 1987; Lamborn, Mounts,
Steinberg y Dornbusch, 1991; Steinberg, Lamborn, Darling, Mounts, y Dornbusch,
1994).
El modelo tripartito de Baumrind es revisado por Maccoby y Martín (1983)
quienes reinterpretan las dimensiones básicas propuestas por la autora, redefiniéndose
los estilos parentales en función de dos dimensiones (modelo bidimensional): a) el
control o exigencia: presión o número de demandas que los progenitores ejercen sobre
sus hijos e hijas para que alcancen determinados objetivos y metas, incluiría conductas
tales como implicación, disciplina, supervisión; b) el afecto o sensibilidad y calidez:
grado de sensibilidad y capacidad de respuesta de los padres ante las necesidades de
los hijos e hijas, sobre todo de naturaleza emocional, incluiría conductas que
transmitieran aceptación, afecto positivo, sensibilidad y responsividad hacia el niño y
la niña. De la combinación de las dimensiones mencionadas y de su grado, se obtienen
cuatro tipologías -modelo cuatripartito-: a) estilo autoritario-recíproco, b) autoritario
represivo; c) permisivo indulgente; d) permisivo-negligente. El estilo permisivo, que
Baumrind había descrito, ha sido dividido por Maccoby y Martín en dos estilos
nuevos, al observar que la permisividad presentaba dos formas muy diferentes: el
estilo permisivo-indulgente y el permisivo-negligente, este último desconocido en el
modelo de Baumrind y que se asocia a un tipo de maltrato.
A continuación, se describen las más importantes (Aroca & Cánovas, 2012;
Musitu y Cava, 2001; Torío, Peña y Rodríguez, 2008).
Los padres/madres autoritarios valoran la obediencia como una virtud, así como la
dedicación a las tareas marcadas, la tradición y la preservación del orden. Utilizan el
poder para conseguir obediencia y privan de libertad a sus hijos e hijas, mantienen una
actitud severa e inflexible. Favorecen las medidas de castigo o de fuerza y están de
acuerdo en mantener a los niños y las niñas en un papel subordinado y en restringir su
autonomía (imponen una disciplina rígida e intransigente). Dedican muchos esfuerzos
a influir, controlar y evaluar el comportamiento y actitudes de sus hijos e hijas de
acuerdo con unos rígidos patrones preestablecidos. No facilitan el diálogo y, en
ocasiones, rechazan a sus hijos e hijas como medida disciplinaria. No permiten la
participación de los hijos e hijas en la toma de decisiones.
Los padres/madres autoritativos o democráticos intentan dirigir la actividad del
niño o niña imponiéndoles roles y conductas maduras, pero utilizan el razonamiento y
la negociación. Los padres y madres de este estilo educativo tienden a dirigir las
actividades del niño y la niña de forma racional. Parten de una aceptación de los
derechos y deberes propios, así como de los derechos y deberes de los niños y las
niñas, lo que se considera como una “reciprocidad jerárquica”, es decir, cada miembro
tiene derechos y responsabilidades con respecto al otro. Es un estilo que se caracteriza
por la comunicación bidireccional y un énfasis compartido entre la responsabilidad
social de las acciones y el desarrollo de la autonomía e independencia en el hijo y la
hija. Toda la familia participa en la toma de decisiones, aunque son el padre y la madre
los que llevan el timón o guían el proceso. Este estilo combina el proporcionar afecto a
los hijos e hijas con la firmeza de la autoridad.

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El estilo permisivo-indulgente podría definirse por tres características


fundamentales de la conducta parental ante el niño o la niña: a) la indiferencia ante sus
actitudes y conductas tanto positivas como negativas; b) la permisividad y, c) la
pasividad. Evitan, en lo posible, la afirmación de la autoridad y la imposición de
restricciones, dejan hacer para eludir los conflictos y evitar la frustración. Hacen escaso
uso de castigos, tolerando todos los impulsos de los hijos e hijas ya que creen que la
verdadera educación debe basarse en no imponer ningún tipo de límites porque
coartaría su libertad. En los hogares, se promueve la comunicación abierta y se describe
este estilo de disciplina familiar por una interacción carente de sistematización y no
suele ofrecer un modelo con el que el hijo o la hija puedan identificarse o imitar. Los
padres y madres no son directivos, ni asertivos y tampoco establecen normas en la
distribución de tareas o en los horarios dentro del hogar. Así, por ejemplo, los horarios
de juego, de estudio, de entrada o salida de casa, de ver la televisión, etc. puede variar
de un día para otro, de una semana para otra o simplemente no existir. Tampoco
existen normas claras sobre las obligaciones domésticas, como arreglar la habitación,
ayudar a poner la mesa o hacer los deberes. Acceden fácilmente a los deseos de los
hijos e hijas. Son tolerantes en cuanto a la expresión de impulsos, incluidos los de ira y
agresividad, pero debemos destacar que les preocupa la formación de sus hijos e hijas.
En el estilo permisivo-negligente, los padres y madres se caracterizarían por la no
implicación afectiva en los asuntos de los hijos e hijas y por la dimisión en la tarea
educativa. La permisividad no es debida a razones ideológicas, como ocurre en el estilo
permisivo-indulgente, sino a razones pragmáticas, tanto por la falta de tiempo o de
interés como por la negligencia o la comodidad. Los padres y madres permisivo-
negligentes invierten en los hijos e hijas el mínimo tiempo posible y tienden a resolver
las obligaciones educativas de la manera más rápida y cómoda posible. Les resulta más
sencillo no poner normas, pues éstas implicarían diálogo y vigilancia. No pueden
evitar, en algunas ocasiones, estallidos irracionales de ira contra los hijos e hijas,
cuando éstos traspasan los límites de lo tolerable, debido a su permisividad. Su
implicación y compromiso parental es nulo. Aunque admiten notables variaciones
según de qué familia concreta se trate, es el estilo con efectos socializadores más
negativos (se puede llegar a situaciones de maltrato).
Se debe ser consciente de la simplicidad de algunos modelos al ser descritos,
pero hay que resaltar que las relaciones parento-filiales son bidireccionales. Lejos de
mantener una postura pasiva por parte del niño o la niña, se entiende que los hijos y
las hijas también influyen sobre los padres y las madres de modo decisivo.

Son bastante numerosos los trabajos sobre los estilos educativos parentales y su
influencia en el desarrollo del adolescente, edad en la que se centrará nuestro ámbito
de intervención en el aula. Variables como el rendimiento académico, la competencia
psicosocial, la implicación en el acoso escolar, … son algunas de las dimensiones
analizadas (a modo de ejemplo, ver Aguilar, Valencia & Romero, 2004; Carpio, Mª
Suárez, Regueiro, Tuero, Cerezo & Rodríguez, 2014; Cerezo, Casanova, De la Torre &
Villa, 2011; Fuentes, García, Gracia & Alarcón, 2015; Gómez, Del Rey, Romera &
Ortega, 2015).

5.3. Consecuencias educativas sobre la socialización de hijos e hijas


En estas mismas investigaciones se han intentado explicar, en función de tales
patrones de actuación, las diferencias interindividuales de los niños y las niñas en sus
características de personalidad y socialización.

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El estilo autoritario tiene repercusiones negativas sobre la socialización de los


hijos e hijas como la falta de autonomía personal y creatividad, menor competencia
social o baja autoestima. Su interés por controlar el comportamiento del hijo e hija no
tiene en cuenta sus necesidades educativas, ni sus intereses u opiniones. Puede
observarse, no obstante, diferencia entre el control-guía y el control-imposición.
Mientras que el primero va acompañado de apoyo y sensibilidad a las necesidades del
hijo e hija, el segundo plantea el respeto de las normas, sin tener en cuenta el punto de
vista del niño y la niña y sus posibilidades.
Obtienen hijos e hijas rebeldes e inadaptados, que se valen de la agresividad
como arma para imponerse. Mienten con facilidad para defenderse y suelen
convertirse en adultos inmaduros, con baja autoestima e inseguros.
En hogares con padres y madres democráticos se promueve la autonomía de juicio
del niño y la niña y facilitan la adquisición de una posición abierta y tolerante. Tienden
a desarrollar en el niño o niña un tipo de competencias sociales, denominadas
competencias instrumentales que se asocian con el éxito en la sociedad occidental. De
igual modo se da un nivel inferior de conflictos entre padres y madres e hijos e hijas,
que favorece aspectos como la independencia, la autoestima, el sentido de la iniciativa
personal y la responsabilidad.
Las competencias sociales de los niños y niñas criados en hogares permisivos-
indulgentes pueden presentar características positivas tales como espontaneidad,
creatividad y óptimas relaciones con sus iguales. No obstante, tienen dificultades para
controlar sus impulsos y son desobedientes cuando no se cumplen sus deseos;
demandan atención de sus padres y madres y mantienen una cierta dependencia de
ellos. En el ámbito escolar estos niños y niñas muestran menos persistencia en sus
tareas. Sus niveles de autoestima y confianza son menores que los niños y niñas criados
en hogares autoritativos o democráticos, pero más elevados que los hijos e hijas de
padres y madres autoritarias. Otro de los efectos negativos de este estilo es el menor
grado de responsabilidad e implicación de los padres y madres en la educación escolar
de sus hijos e hijas, lo que repercute negativamente en el desarrollo de sus
posibilidades académicas. Están desorientados y confundidos ya que no poseen pautas
o normas de conducta de referencia.
En el estilo permisivo-negligente, los padres y madres no manifiestan de manera
suficiente el afecto por sus hijos e hijas, lo que da lugar a que la escasa dedicación
educativa vaya acompañada de un nivel bajo de afectividad. Los efectos socializadores
son escasos, destacando la baja autoestima, el bajo rendimiento escolar, el escaso
desarrollo de las capacidades cognitivas y la baja autonomía personal. Estas
repercusiones pueden llevar al niño o la niña a presentar en su adolescencia
desviaciones graves de las normas sociales como, por ejemplo, las conductas delictivas.
A continuación, se presenta una tabla-resumen de las principales tipologías y
las pautas familiares e infantiles derivadas de tales contextos (ver Tabla 1).

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Tabla 1. Estilos de educación familiar y comportamiento infantil


Tipología de Rasgos de conducta parental Consecuencias educativas sobre
socialización familiar los hijos/as
 Afecto manifiesto  Competencia social
 Sensibilidad ante las  Autocontrol
necesidades del niño/a:  Motivación
DEMOCRÁTICO responsabilidad  Iniciativa
 Explicaciones  Moral autónoma
 Promoción de la conducta  Alta autoestima
deseable  Alegres y espontáneos
 Disciplina inductiva o técnicas  Autoconcepto realista
punitivas razonadas  Responsabilidad y fidelidad a
(privaciones, reprimendas) compromisos personales
 Promueven el intercambio y la  Prosociabilidad dentro y fuera
comunicación abierta de la casa (altruismo,
 Hogar con calor afectivo y clima solidaridad)
democrático  Elevado motivo de logro
Disminución en frecuencia e
intensidad de conflictos
padres-hijos
 Normas minuciosas y rígidas  Baja autonomía y
 Recurren a los castigos y muy autoconfianza
AUTORITARIO poco a las alabanzas  Baja creatividad
 No responsabilidad paterna  Escasa competencia social
 Comunicación cerrada o  Agresividad e impulsividad
unidireccional (ausencia de  Moral heterónoma (evitación
diálogo) de castigos)
 Afirmación de poder  Menos alegres y espontáneos
 Hogar caracterizado por un
clima autocrático

 No implicación afectiva en los  Bajo control de impulsos y


asuntos de los hijos/as agresividad
PERMISIVO-  Dimisión en la tarea educativa,
INDULGENTE invierten en los hijos/as el  Escasa motivación y capacidad
menor tiempo posible de esfuerzo
 Escasa motivación y capacidad  Inmadurez
de esfuerzo  Alegres y vitales
 Inmadurez
 Alegres y vitales
 Indiferencia ante sus actitudes y  Baja competencia social
conductas tanto positivas  Pobre autocontrol y
PERMISIVO- como negativas heterocontrol
NEGLIGENTE  Responden y atiende las  Escasa motivación
necesidades de los niños/as  Escaso respeto a normas y
 Permisividad personas
 Pasividad  Baja autoestima, inseguridad
 Evitan la afirmación de  Inestabilidad emocional
autoridad y la imposición de  Debilidad en la propia
restricciones identidad
 Escaso uso de castigos, toleran  Autoconcepto negativo
todos los impulsos de los  Graves carencias en
niños/as autoconfianza y
 Especial flexibilidad en el autorresponsabilidad
establecimiento de reglas  Bajos logros escolares
 Acceden fácilmente a los deseos
de los hijos/as

De todo lo expuesto hasta aquí se deriva que la disciplina es necesaria para la


seguridad emocional de los niños y niñas, por ella saben lo que pueden y lo que no
pueden hacer. Necesitan de una experiencia de límites y normas para adecuarse a las
conductas sociales aceptables, para adquirir responsabilidades, autocontrol y aprender
a retrasar la satisfacción inmediata de sus necesidades. Es una combinación de reglas y
habilidades que ayudan a funcionar con efectividad. La disciplina define cómo son las

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relaciones, y ayuda a los miembros de la familia a comprender “cómo son las cosas” y
“cómo situarse en relación a ellas”.

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Materia 29 Bloque II
Sociedad, Familia y Educación Familia y Educación
Universidad de Oviedo Máster Universitario en Formación
del Profesorado de Educación
Facultad de Secundaria Obligatoria, Bachillerato
y Formación Profesional
Formación de Profesorado y Educación

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Materia 30 Bloque II
Sociedad, Familia y Educación Familia y Educación

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