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Prefacio de Jacques-Alain Miller, al libro

“La difference autistique”,


de Jean Claude Maleval1
Si leo a Maleval es para instruirme. La amplitud de su información es asombrosa. No, él no lo ha
leído todo, porque la literatura americana e inglesa sobre el autismo es inmensa, pero la conoce y la
explota como nadie. Sepan esto: él es único. Que estos trabajos sean neurocientíficos y cognitivistas
no lo detiene: deja de lado teorías, toma observaciones. Cruza sus trabajos con los de psiquiatras,
psicoterapeutas y psicoanalistas, suma los de los padres, los completa con los testimonios
introspectivos de las propias personas autistas, desde Temple Grandin2, hasta autores autistas más
recientes. El resultado es una base de datos tan abundante que sorprende que pudiera haber sido
ensamblada por un hombre trabajando solo. Maleval debería tener un laboratorio.
Ecumenismo versus sectarismo
Maleval compone una verdadera fenomenología del autismo, validando en principio y sin prejuicios
la experiencia vivida de las personas autistas que son capaces de comunicarla, y también las de los
observadores, sean cuales sean sus convicciones doctrinales. El contraste entre su ecumenismo y el
ferviente sectarismo mostrado por los neurocognitivistas es sorprendente. “El psicoanálisis no ha
aportado nada para la comprensión o el manejo del autismo”, dice sin sonrojarse el profesor Laurent
Mottron de la Universidad de Montreal. La misma palabra psicoanálisis no aparece en el reciente
libro de texto en inglés autorizado (Autism: A New Introduction to Psychological Theory and
Current Debate, de Sue Fletcher-Watson y Francesca Happé). Incluso cuando esta biblia señala
que Kanner encuentra la palabra autismo de Bleuler, no señala que está inspirada en el
"autoerotismo" freudiano. Bettelheim no existe. Las teorías "psicogénicas" son descartadas sin
sentencia por nocivas. Nada más alejado del espíritu científico que este fanatismo de la ignorancia.
El derecho versus la clínica
El espíritu de tolerancia y apertura que anima la obra de Maleval lo lleva a pactar con el Zeitgeist3
poniendo su libro bajo el significante de "diferencia". Las personas autistas, de hecho, como antes
los homosexuales y después los transexuales, han comenzado a ubicarse como sujetos de derechos
en los últimos años. Se formaron como comunidad, Internet fue fundamental en la creación de la
primera asociación de autismo, Autism Network International (1992). Actúan en grupos de presión
y ahora intervienen en la clínica que les atañe. Movimiento de época. Nada puede resistirlo. Se
acabó la obligada reverencia por el discurso médico y su poder discrecional. Vemos por todas partes
cuidadores, personas sabias, retrocediendo y cediendo ante las exigencias de estos objetos de
cuidado y saber que se han convertido en sujetos de pleno ejercicio. Los autores del manual arriba
citado se disculpan por no ser autistas y, en su defecto, siguen cada capítulo con una contribución

1
Traducción (Sin revisión del autor) de Marlon Cortés, Asociado a la Nel Medellín.

2
Conocida como “la estrella de rock del autismo” con su libro Emergence: Labelled Autistic (1986) fue la
primera descripción interna del autismo.
3
Zeitgeist: El espíritu de la época. (Nota del traductor).
de la comunidad autista. Todo apunta a que esta práctica se generalizará, de acuerdo con el lema
"Nada de nosotros sin nosotros".

Diferencia versus déficit


¿Qué quiere el autista? o, al menos, ¿qué reclama la vanguardia de la comunidad? La erradicación
de todas las concepciones y términos despectivos que implican que los sujetos en cuestión son
"menos" que otros. Esto significa que la igualdad jurídica implica la igualdad clínica. El autista no
debe ser inferior en ningún sentido: es otro. Por lo tanto, donde estuvo el déficit, ahí está la
diferencia. Clasificar, comparar lo completo y lo incompleto, discriminar entre función y
disfunción, distinguir entre lo normal y lo patológico, sólo atestigua un abuso de poder, un
equilibrio social de poder, intolerable como tal para el Estado de Derecho. El recurso de la ley
contra la clínica ha resultado irresistible. Es significativo que el concepto de neurodiversidad (ver la
introducción de este libro) no es en modo alguno neurocientífico o cognitivista: es la invención
propiamente política y puramente nominalista de una socióloga y activista de izquierda (Judy
Singer, 1996-1998), cuya tesis se inspiró en el texto de Irving Zola Disability Studies en Estados
Unidos y el modelo sociopolítico de discapacidad de Mike Oliver en Gran Bretaña. Mostró que, si
las personas con discapacidad se ven impedidas de realizar su potencial, es por la exclusión social
que experimentan. La invención de la neurodiversidad anuncia la buena noticia: donde hubo
discriminación, llega la inclusión. De inmediato llegó la entusiasta acogida de los medios de
comunicación. No cabe duda de que la idea de extender la igualdad de condiciones al
funcionamiento psíquico halaga el sentido común de una época en la que la sociedad está
atormentada por un incoercible sentimiento de culpa.
“Aspies” versus padres
Sin embargo, está surgiendo una contradicción entre los activistas de la neurodiversidad y las
asociaciones de padres. Para los primeros, que en su mayoría son los llamados autistas de “alto
funcionamiento” (¡jerarquía!), sin discapacidad intelectual, el autismo es una forma de vida. Ser
autista es motivo de orgullo (ha habido un Día del Orgullo Autista desde 2005). No quieren oír
hablar de enfermedad o sanidad. A veces coquetean con la supremacía autista. “Quieren redefinir el
autismo como algo agradable que tenían Einstein y Bill Gates” (Lenny Schafer). Los padres, en
cambio, ven en esta exaltación una amenaza, la de ver reducidos los presupuestos destinados al
tratamiento de los pacientes autistas de menor nivel. Incluso el manual inglés, tan permeable a los
temas de la diferencia, no puede dejar de señalar que el autismo suele ir acompañado de una
procesión de dificultades: angustia, depresión, epilepsia, autoagresión, falta de sueño, dieta
limitada, discapacidad intelectual, comunicación verbal deteriorada, etc. Los "Aspies" (a los autistas
de Asperger les gusta referirse a sí mismos como tales) hacen mucho ruido, hacen campaña por una
causa, lideran el debate de ideas, influyen en la investigación, gozan de la simpatía del público
multiplicando las apariencias más progresistas -es un hecho- pero no logran borrar la realidad de
una clínica que no sea ese modo de dominación que se empeñan en desmantelar. Esta contradicción,
al igual que las variaciones del DSM, manifiesta que el autismo no es un tipo clínico bien formado.
Como la esquizofrenia, como la psicosis infantil en el pasado, ¿no es muchas veces un significante
que todo lo puede? De ahí la decisión de Maleval de alejarse de ese lío y articular, más allá de la
práctica de los diagnósticos y siendo heredero de los Lefort, una "estructura autista" stricto sensu.
Fenomenología versus arquitectura
Si Maleval está pagando su parte al espíritu de los tiempos al titular su libro como lo hace, esta
palabra diferencia, cambia su significado. Estudiando a sus autistas uno por uno y rasgo por rasgo,
muestra cómo difieren sutilmente entre sí. Así procede a una especie de metaanálisis, ni cuantitativo
ni estadístico, sino cualitativo, y atento a los detalles más tenues. Superpone minuciosamente los
pequeños indicios que recoge. Estos no se superponen sin ligeras discrepancias. A partir de
entonces, alrededor de cada rasgo se va configurando una brecha (una diferencia); de ahí el efecto
de movimiento, de temblor, que da su autenticidad a esta clínica distribuida en multitud de
fragmentos. Sin embargo, si Maleval se hubiera detenido allí, no habría producido más que una
fenomenología desmenuzada y polvorienta. No es así, porque se inscribe en un marco conceptual de
alta precisión, una construcción sistemática, una arquitectura consistente que toma prestados sus
elementos de la enseñanza de Lacan y de los aportes de sus alumnos. De hecho, es el concepto el
que determina el recorte del detalle. Ejemplo: si se explora minuciosamente la fenomenología de la
relación autista con la comida, las heces, la mirada y la voz, es porque el autor se guía por el
concepto freudiano de pulsión y por la lista lacaniana de los principales “pequeños objetos a”. Otro
ejemplo: en el manual de psicología Autismo, no hay una palabra sobre el lenguaje autista; si se
analiza fina y extensamente, si se diferencian cuidadosamente sus formas, es porque Maleval sigue
la lección de Lacan sobre su papel determinante en el advenimiento del sujeto. Los títulos de los
capítulos tercero y cuarto de la “estructura”, el significante amo y el borde, son términos
directamente derivados del movimiento lacaniano e ignorados por la psicología.
Biología versus comportamiento
Lo que no se encuentra en la suma de este libro son consideraciones biológicas. Esta ausencia no
hace falta. A pesar de la creencia generalizada de que el autismo es una condición genética, y a
pesar de que la investigación muestra que las personas con autismo difieren de otras en una serie de
rasgos biológicos, según lo admiten los investigadores, nunca se ha logrado un avance notable a
este nivel, y ningún marcador biológico del autismo podría ser aislado. La heterogeneidad genética
es tal que los autores se ven llevados a negar el carácter unitario del autismo y hablan, entonces, de
autismos. Las mayores esperanzas se han puesto en la resonancia magnética, lo que justifica una
proliferación de intentos neurocientíficos en los últimos años. Intentos en vano: no se ha podido
desarrollar ningún modelo neurológico del autismo. Como resultado, el diagnóstico se basa en
última instancia en criterios esencialmente conductuales que ya eran supuestos por Kanner en 1943
en su artículo de referencia, “Autistic Disturbances of Affective Contact”. Los marcadores
kannerianos pueden ser discutidos, refinados, cuestionados: existen. No se puede decir lo mismo de
los biomarcadores, que aún no se han encontrado.
Soledad y mismidad
Volver al texto inaugural de Kanner es un verdadero baño de juventud para el clínico. La “gran
literatura” está desapareciendo, y con ella la enorme población autista engendrada por la extensión
temeraria del llamado “espectro”: pronto, se dice, uno de cada cincuenta niños será autista. Las
únicas referencias en juego en el nacimiento del diagnóstico son los casos. Once en Leo Kanner, y
cuatro en Hans Asperger. Su material está tan bien observado que Kanner puede decir
legítimamente que inmediatamente saca a relucir “un cierto número de características comunes
esenciales”, formando un nuevo “síndrome”. Éste se distingue de la esquizofrenia por dos
características: el hecho de que la inclinación a la soledad se manifiesta "desde el principio de la
vida", y el hecho de que el niño tiene una relación excelente, decidida e "inteligente" con los
objetos, que contrasta con su indiferencia hacia las personas. En cuanto al resorte positivo del
síndrome autista, Kanner lo describe como deseo: “Todo lo que hacen los niños, todo lo que
expresan, está gobernado rígida y constantemente por un poderoso deseo de…” Allí resuenan dos
palabras que suenan semejante (en inglés): “« aloneness and sameness »”. No está escrito « solitude
and identity », así que traduciré “soledad y mismidad”4. En sus escritos posteriores (1957), Kanner
dice: “el aislamiento extremo y la insistencia obsesiva en la preservación de la mismidad”. De esta
díada fundamental Kanner deriva los rasgos observados en la experiencia del autista: la exigencia
de volver a los elementos idénticos una vez que han aparecido en una determinada situación y en un
cierto orden; la naturaleza obsesivamente repetitiva de las acciones; la reproducción de oraciones
sin cambio pronominal; la memorización de configuraciones sin sentido. Ninguna teoría, sino una
observación ordenada, conducida con mano maestra, completada por una estratificación lógica que
articula principios (la díada) y consecuencias. Una única hipótesis mínima: la implicación de un
deseo que no deja de escribirse, es decir de una necesidad. Precisión, claridad, laconismo: la
escritura del texto original contrasta con la literatura a la que dio origen. ¿Veremos alguna vez un
“regreso a Kanner”?
Logros y carencias
El autismo tiene un segundo padre: Hans Asperger. El hecho de que la traducción al inglés de su
artículo pionero publicado en 1944, “‘Psicopatía autista en la infancia”, tuviera que esperar hasta
1991, explica por qué permaneció en la sombra durante medio siglo. Austríaco como Kanner,
Asperger se había quedado en el país mientras que el otro, judío, había emigrado a Estados Unidos.
No se reporta contacto entre ambos. ¿Cómo es que sacaron de Bleuler la misma palabra autismo
para nombrar el síndrome que estaban construyendo independientemente unos de otros? Uta Frith,
la traductora, habla de una “coincidencia notable”. También podría validar el teorema del mono
infinito5. Apostamos a que algún día encontraremos cuál allanó el camino para el otro. Con el
autismo de Asperger, a los niños "gravemente discapacitados y poco funcionales" de Kanner se une
una población de niños y adultos cuyas deficiencias son "compensadas" por sus proezas, y cuyo
"valor para la sociedad" señala Asperger desde el principio. Podemos suponer que si se convierte
así en "el campeón de estos 'inadaptados'" (Frith), es porque estaba ansioso por salvar a estos niños
de la liquidación de los discapacitados mentales por parte de los nazis; y esto, aunque su
colaboración con ellos ahora parece probada. El término psicopatía que utiliza para describir el
síndrome designa lo que ahora se llama un "trastorno de la personalidad" menos grave que la
psicosis. En donde Asperger demuestra una atención meticulosa a los fenómenos clínicos6, es el
capítulo sobre la "inteligencia autista" que desarrolla diligentemente, convirtiendo a sus autistas en
pensadores muy originales. Ahí, definitivamente, estamos dejando el modelo kanneriano.
Kanner versus Asperger
¿Describieron el mismo tipo de niños? Todos se caracterizan por fallas en la comunicación y los
lazos sociales. Sin embargo, difieren mucho en cuanto a su habilidad para hablar (ninguna o muy

4
En francés: « esseulement et mêmeté »
5
Nota del traductor: El teorema del mono infinito afirma que un mono pulsando teclas al azar en un tiempo
infinito, casi seguramente podrá escribir cualquier texto dado. Miller alude a este teorema pensando en la
posibilidad de que, al azar, Kanner y Asperger llegaron a algo semejante.
6
Su observación detallada de la mirada autista y, más en general, de la comunicación no verbal, no tienen
equivalente en Kanner.
pobre para Kanner, conservada para Asperger), para moverse (buena coordinación según Kanner,
pobre para Asperger) y para aprender (Kanner recomienda el aprendizaje de memoria, Asperger
quiere que se les invite a producir espontáneamente, y los ve como "pensadores abstractos").
¿Deberíamos concluir que el síndrome de Asperger forma una entidad distinta? ¿O que constituye
un subgrupo? ¿Que entre él y el síndrome de Kanner hay “una continuidad sin fisuras” (Lorna
Wing)? ¿Son parte del mismo “espectro”? La cuestión aún no está resuelta, como lo demuestran las
variaciones del DSM en los últimos años. Los “Aspies”, cuyo papel ahora es mayor en la
orientación de la investigación, se han puesto en guardia contra la supresión por un tiempo
programado de la categoría cuyo nombre orgullosamente llevan. Todavía en 1991, Uta Frith podía
escribir tranquilamente: “No se puede eludir el hecho de que el autismo es una discapacidad”. En
Autismo, publicado en 2019, los autores visualizan un futuro donde el autismo deja atrás todos los
manuales de diagnóstico para “convertirse en una identidad personal autodeterminada”, como la
identidad de género que reivindican los transexuales. El autismo, una condición “rara” en el origen
de la categoría, y aún hasta la década de 1980, suplantó a la psicosis infantil y se encontró
diagnosticada a gran escala. Mientras tanto, el autismo ha perdido su hermosa simplicidad original
para reunir a una multitud, y para completar, la política se ha apoderado de la clínica.
Maleval versus Lacan
Esto es menos cierto en Francia que en los países anglosajones. Las asociaciones de padres están
activas allí, pero la militancia de los "Aspies" sigue siendo discreta y aún no vigila de cerca la
investigación. Todavía tenemos una licencia, ¿por cuánto tiempo? – hacer la clínica “a la antigua”.
Este es el hecho que Maleval explota para desarrollar libremente su síntesis, nutrida de las
observaciones de psiquiatras, psicólogos y psicoanalistas, de todas las tendencias, a los que se
suman los testimonios de los "Aspies". Esta masa de datos está ordenada, como dije, por un puñado
de conceptos de Lacan. Éste, como sabemos, se enorgullecía de haber hecho un “jardín francés” del
“desorden” freudiano. En mi opinión, esto es a lo que aspira la obra de Maleval, incluso si su
construcción metódica de la "estructura autista" no conduce a lo que Lacan llama el matema.
¿Cómo no preguntarse si eso es (im)posible? ¿tenemos esperanzas de que se haga?
Prefacio versus posfacio
Si un prefacio es un texto que se supone que uno debe leer antes de la obra que introduce, éste ya
está completo. Ahora sigue, a modo de epílogo, algunas de las reflexiones inspiradas por la lectura
de esta obra magna. Es tan rica y compleja, tan abundante y nueva, que no dejará de alimentar
debates en abundancia. ¿Por qué no empezar la disputatio de inmediato? Intentaré situar algunas de
las dificultades de las contracturas internas en la poderosa musculatura conceptual de la obra; diría,
incluso, que señalaré algunos dolores exquisitos que se pueden sentir palpando el vasto corpus aquí
presentado.

Espectro versus estructura


“Hay en todo hombre, decía Baudelaire, en todo momento, dos postulaciones simultáneas, una
hacia Dios, la otra hacia Satanás”. De la misma manera, constantemente hay en este libro dos
postulaciones simultáneas, una hacia la estructura, la otra hacia el espectro. ¿Son compatibles? Sin
duda. Aún habría que articularlas más. Es notable que esta articulación nunca sea problematizada
como tal. Una estructura se caracteriza por ser un esquema significante fijo e invariable, mientras
que el espectro es una representación que ordena una variación graduada cuyo curso es sin solución
de continuidad. Pregunta el texto: ¿qué se dice sobre lo que varía en el espectro? Lo que varía es la
"gravedad" del caso, que es una noción eminentemente aproximada que no tiene cabida en una
estructura, excepto para hacer muy aproximada la noción de estructura misma. Conciliar el espectro
y la estructura requeriría el desarrollo de un tercer concepto que aún es inédito. ¿Por qué no? Pero,
¿no sería más operativo elevar por separado el síndrome de Kanner a la dignidad de la estructura?
¿Y lo mismo para el síndrome de Asperger? Entonces quizás sería posible calibrar con precisión las
formas mixtas entre los dos.

Congelación versus forclusión


Cuando Maleval excluye el autismo del campo de las psicosis, se suma al sentido común de los
investigadores desde Kanner. Los cinco argumentos que enumera son inapelables. Sin embargo, así
como Lacan evoca sobre la transexualidad de Stoller su "rostro psicótico" (punto planteado por Éric
Laurent en un artículo reciente), ¿no hay razón para preguntarse si el autismo, o los autismos, no
tendrían también un lado psicótico? El término es un hapax7 y no fue tematizado por Lacan, pero se
puede suponer que apunta al mecanismo de forclusión como tal. Ciertamente, no se trata de
involucrar el Nombre-del-Padre en la “estructura autista”, pero ¿cuál es la función de ésta, sino la
del llamado significante amo, denotado S mayúscula índice 1? Este término de significante-amo es
invocado por Maleval, quien le atribuye ser “congelado” en los casos de autismo. De hecho, Lacan
utiliza una vez la palabra congelación en relación con el autismo. Pero, ¿es conveniente aplicarlo al
significante amo? Como significante, es mortificado y mortificante, no pertenece a los vivos, no es
susceptible de congelarse y descongelarse. ¿Ya no parece adecuado ponerlo como adjudicado? Es lo
que hacen los Lefort, citados por Maleval: “la clavija del significante amo inicial, el S1 ,está
forcluido”. ¿No es el dominio ausente que vuelve en la forma pluralizada de esas reglas absolutas y
órdenes rígidas a las que todos los testimonios atestiguan que aspira el autista? Desde esta
perspectiva, la exclusión del S1 tendría el efecto de su metamorfosis multiplicativa en un enjambre.
Arriesguemos este matema: (S1)0 –> S1 S1 S1 S1…
Inmóviles versus inmutables
La iteración del significante unario se realiza sin ningún efecto de significación: nunca encuentra un
significante binario con el cual acoplarse, y su avance inexorable proscribe cualquier
retroalimentación. ¿Es una cadena? No. Es una sucesión, y es pura, porque no es metonímica, lo
que implicaría el deslizamiento del significado bajo el significante, mientras se despliega fuera del
significado y sin variación, como determinado por un algoritmo. Es un movimiento, sin que haya
ningún cambio. No es inmóvil, pero permanece inmutable. Un filósofo diría que ella no pertenece
más al mundo de Parménides que al de Heráclito. El autista siempre nada en el mismo río, de lo
contrario hay crisis, ansiedad, pánico. En resumen, ¿nuestro matema no es adecuado para traducir
esta “igualdad” aislada como fundamental por Kanner, y que nadie ha cuestionado desde entonces?
La “igualdad” se encuentra en los más diversos niveles, que los cognitivistas, a falta de matema,
han sentido la necesidad de designar con un acrónimo: RRBIs, por Restricted and Repetitive
Behaviors and Interests, comportamientos e intereses reducidos y repetitivos. Su razón de ser es

7
Un Hapax Legomenon es un término griego que literalmente significa “haber sido dicho una sola vez”. En el
contexto, Miller parece referirse en este punto a la palabra “congelamiento” que Lacan utiliza en la
Conferencia de Ginebra con relación al autismo.
compensar dialécticamente el caos que resulta de la neantización (nihilización) en su lugar, del
significante amo, denotado (S1)0.
Afectos versus intelecto
La preferencia autista por los objetos y especialmente las máquinas, en detrimento de las personas,
no tiene otra raíz: los objetos los manejamos, los dominamos, mientras que las personas son poderes
autónomos, impredecibles, no algorítmicos, gobernados por la tychê, no por el automatón, bajo el
régimen de la contingencia, no de la necesidad. Constituyen núcleos de incertidumbre, mientras que
el autista, al carecer de la base delirante de la certeza psicótica, se dedica a la creación de certezas.
Si los afectos, tanto los propios como los ajenos, le estorban, es porque son mutables e inciertos,
marcados por el sello del azar. A partir de entonces, lo sentimental se sacrifica por lo mental. De ahí
la elección forzada a favor de “el intelecto”. ¿Qué significa eso? Es una actividad mental limpia de
toda empatía, intuición, comprensión, cálculo sin sorpresa, un proceso de pensamiento constreñido
por un programa. Cómo no ver que ese supuesto intelecto está modelado sobre la secuencia de
unarios que estructuran el autismo, “bloque intacto de un cataclismo oscuro”8. La misma estructura
se encuentra según diversas modalidades en los niveles lingüísticos, cuya estratificación describe
meticulosamente Maleval: balbuceo, vocalización involuntaria, lenguaje verboso, lenguaje privado,
lenguaje fáctico. Fundamentalmente, el lenguaje autista, dice Maleval, es “un lenguaje propio de los
S1”. Estos significantes son especiales, en la medida en que no corresponden a la definición estándar
del significante lacaniano según la cual representa al sujeto para otro significante. No hay otro
significante. No hay cadena significante, no hay Otro a quien llamar, a quien dirigirse. Como
resultado, el sujeto-efecto queda inhibido, “congelado”. Correlativamente, las emisiones vocales,
libres de toda contienda significativa, se manifiestan como otros tantos medios de goce.

Me detendré aquí en las pocas puntualizaciones de este "epílogo", que no tienen otra ambición que
dar el pistoletazo de salida a los debates que se avecinan sobre esta importante contribución.

8
Miller cita un poema de Mallarme, cuyo nombre es: La tumba de Edgar Poe. El poema en español está
disponible en la siguiente página: https://ciudadseva.com/texto/la-tumba-de-edgar-poe/ . Consultado el 9
de marzo de 2022.

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