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Seminario Universitario
INTRODUCCIÓN A LA UNIVERSIDAD
SEMINARIO UNIVERSITARI
O
Ingresantes 2023
Profesores
Prof. Juan Carlos Aviani
Psicop. Lucía Rodríguez Virasoro
Prof. Justina Chaves Galizzi
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INDICE
Presentación................................................................................................2
Eje I. Ser Estudiante Universitario......................................................................4
Eje II. Estudiar en la Universidad Tecnológica Nacional, Facultad Regional Santa Fe. 17
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PRESENTACIÓN
Bienvenido/a a nuestra casa, la Universidad Tecnológica Nacional, Facultad Regional
Santa Fe y bienvenido/a a lo que muy probablemente son tus primeros pasos por la
educación superior. Una nueva etapa comienza en tu vida, etapa que generalmente
transitamos con mucha ilusión y entusiasmo, pero también con incertidumbres y, tal vez,
algo de ansiedad. Todo es nuevo: los espacios, las personas, los saberes, nosotros mismos.
o Denominar a cada uno de los archivos con el/los apellido/s del/de los autor/es.
Los profesores
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En este artículo analizamos brevemente, dos conceptos que se han reconocido como
relevantes en la transición desde la escuela media a los estudios universitarios; en primer
lugar, la idea de que el ingresante aprende a ser estudiante, y por lo tanto este aprendizaje
puede ser orientado institucionalmente; y, en segundo término, el reconocimiento de que
los
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Versión revisada y ampliada del texto publicado en: Vélez, Gisela (2002) Aprender en la Universidad. La
relación del estudiante universitario con el conocimiento. Editorial Universidad Nacional de Río Cuarto. I.S.B.N.
950-665-203-1. Proyecto de Investigación Aprobado y subsidiado por SecyT UNRC.
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modos de aprender que asume el estudiante están condicionados por formas de relación con
el conocimiento generalmente poco explicitadas, que necesitan ser comprendidas y en
muchos casos modificadas, para acceder a aprendizajes más significativos y autónomos.
Significatividad y autonomía, largamente repetidos como atributos del buen aprendizaje,
cuya conquista todavía se reclama al oficio de estudiante.
Según cifras oficiales, cada año unos 300.000 jóvenes comienzan sus estudios
universitarios en nuestro país2, y cada año, los relatos de los ingresantes sobre sus primeras
experiencias en la universidad reiteran un escenario en el que se entremezclan las
dificultades, los temores y las ilusiones. Este paisaje se renueva y se repite en el inicio de los
cursos de ingreso, en ‘el primer día de clase’, en el caminar por el campus buscando lugares
que se sienten extraños, en no saber a quién preguntar y en las otras grandes preguntas, a
menudo calladas y sin respuestas ¿Seré capaz? ¿Podré seguir? ¿Me gustará esto? ¿Podré
adaptarme?
¿Habré elegido bien? Interrogantes que se acentúan en el aula, frente a los nuevos lenguajes
de la institución y del conocimiento que circulan en ella. Incógnitas que muchas veces se
profundizan en el encuentro con quienes durante años ya han internalizado y naturalizado
un modo de ‘vivir en la universidad’.
Las respuestas son inciertas, más allá de las situaciones individuales, es muy difícil
encontrar certezas personales en un mundo marcado por la incertidumbre. Los cambios y las
dudas alcanzan al saber científico, a las organizaciones sociales, a los modos de vida que
creíamos ‘naturales’. Pero la imprevisibilidad del futuro no se puede enfrentar con el
desaliento, parece más sensato reconocerla como un desafío que nos exige entre otras
cosas, asignarle valor a la duda y al error para seguir aprendiendo; algunos estudiantes
parecen
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Cifra publicada en el Diario Clarín, domingo12 de julio de 2005. Según un estudio de la Dra. Goldenhersch
(2005) este dato debe revisarse, puesto que el número real de ingresantes no llegaría a 200.000 por año.
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“En varias ocasiones fueron muchas las dudas que luego desaparecieron al
mismo tiempo que fueron apareciendo otras, pero veo que así estoy
aprendiendo por eso es que no me preocupa” (Lara, UNRC, 1999).
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Las palabras de los estudiantes que incorporamos en este escrito pertenecen a alumnos que ingresaron en el
año 1999 a las carreras del Departamento de Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de Río
Cuarto. Ellos relataron sus experiencias como estudiantes universitarios al finalizar el primer cuatrimestre del
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cursado.
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secundario a la universidad, el investigador describe ‘tres tiempos’ por los que transitan los
ingresantes4:
Estos tiempos no son iguales para todos y tampoco significan una suerte de evolución
natural; sería falso pensar que este aprendizaje es una mera ‘cuestión de tiempo’. El oficio de
estudiante se aprende, no sin esfuerzo y en la interacción con situaciones que adquieren
características particulares en cada institución; la misma cultura de la universidad puede
reforzar el extrañamiento o contribuir a la afiliación.
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secundaria, una mayor exigencia curricular está unida a una mayor flexibilidad en el orden
para aprobar las materias y en los requisitos de asistencia, lo que significa también mayores
responsabilidades y mayores riesgos de que se acumulen las tareas y se produzcan
encrucijadas (Ortega, 1997). Las palabras de los ingresantes expresan claramente algunas de
estas cuestiones:
“Cuando llegó el momento en el que debía optar por qué carrera elegir para
luego poder inscribirme, tuve miedo, ansiedad y sentía mucha angustia,
porque cambiaba a todos mis compañeros y tenía que insertarme en un
grupo de gente nueva, de otros lugares y con otras expectativas iguales o
distintas a las mías.
Veía a la Universidad como algo demasiado grande para poder manejarme.
Pues en el secundario sólo iba a una misma aula y siempre en un mismo
horario, todo estaba perfectamente sincronizado, no por mí, sino por la
institución. Ahora la única responsable de las asistencias, de los horarios y la
organización de mis planes sería pura y exclusivamente yo.” (Valentina,
UNRC, 1999)
“Universidad, palabra que me parecía tan grande, hasta que hoy en día me
toca descubrirla.
En ella las cosas son totalmente distintas al secundario, el ritmo de estudio,
las horas de clase, los profesores, y por sobre todo debemos ser nosotros
mismos, acá no tenemos al profesor que nos pide la carpeta para corregir
los errores, ni nos retan por charlar, sino que hay que adquirir mayor
responsabilidad y tener lo suficientemente claro que lo que se está jugando
es nuestro futuro...” (María Soledad, UNRC, 1999)
Alguien inventó un verbo que resulta interesante para el tema del que nos estamos
ocupando: el verbo ‘estudiantar´; y lo utilizó para referirse a las tareas auténticas de buscar
oportunidades para aprender, involucrarse con el conocimiento, dedicarle tiempo y esfuerzo
al estudio, convertir el aprendizaje en verdadera experiencia. Podríamos preguntarnos si nos
hacía falta ese verbo, si acaso existe otra manera de ser estudiante; parece que sí, o al
menos que algunos estudiantes inventan ciertas estrategias que permiten ‘estar como
estudiante’ sin ‘estudiantar´. En el estudio de Facundo Ortega (1996) que ya hemos
comentado, se describen lo que él llama ‘estrategias de evasión del conocimiento’, las que se
caracterizan por un conjunto de creencias y prácticas que posibilitan mantener la ilusión de
ser estudiante sin
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tomar las decisiones y asumir las responsabilidades que ello implica. Son formas de ‘hacerse
trampa’ en las que el mismo sujeto termina entrampado. Algunas de las estrategias de
evasión mencionadas por Ortega son:
Habría que agregar aquí la postergación de las lecturas y trabajos hasta el día de la
evaluación o la fecha de entrega de trabajos, lo cual torna prácticamente imposible que
culminen satisfactoriamente. Estas estrategias de evasión del conocimiento permiten la
ilusión de ‘cumplir’ sobre el borde de las exigencias institucionales. La investigación muestra
que algunos estudiantes se aferran a las formalidades, adoptándolas como formas rituales de
simplemente ‘estar como estudiante’ sin ‘estudiantar’. El mero estar remite a un futuro hacia
el cual se van postergando las tareas auténticas del aprendizaje.
“Durante el primer mes en la universidad fue un poco difícil, porque era todo
nuevo para mí, tuve que acostumbrarme a vivir sin mis padres y sin mis
hermanos y adaptarme a la ciudad de Río Cuarto y a sus costumbres, es muy
difícil adaptarse y más cuando uno es de un pueblo en donde reina la
tranquilidad. También tuve que tomar mucha responsabilidad, tuve que
aprender a cocinar y a manejarme solo sin la ayuda de nadie” (Osvaldo,
UNRC, 1999).
Para nada desconocidas, estas situaciones son resueltas en muchos casos con la
ayuda de las nuevas relaciones que se establecen con los compañeros en la misma
Universidad. Pero se hace necesario reconocer los sentimientos, vivencias y proyectos
comunes, a la vez que encontrar las oportunidades para compartirlos.
“Se tornaba todo muy difícil por el hecho de estar lejos de casa y sobre todo
de la familia, extrañaba mucho, la primera semana pasó sin darme cuenta,
pero en las siguientes, sólo esperaba que llegara el jueves para volver a mi
pueblo. [...] encontré una amiga, comenzamos siendo sólo compañeras y al
conocernos lo de pasar horas en la clase pasó a ser amistad. Esto me ayudó
mucho a continuar mis estudios ya que en muchas ocasiones estuve a punto
de abandonarlos, el hecho de tener a alguien con quien compartir, aparte
de los ratos libres el estudio me facilita acostumbrarme a esta nueva vida”
(Ma. de los Ángeles, UNRC, 1999).
“Durante todo ese mes, no faltaron las charlas con los nuevos compañeros,
muchos de la región, también de otras provincias del país: Mendoza, San
Luis, Neuquén, Santa Cruz, Buenos Aires. Comenzaron las fiestas que
organizaba la Facultad y la tradicional peña de los jueves. Con el tiempo se
fue logrando un grupo unido y dispuesto a ayudar a aquéllos que
‘extrañaban’ sus hogares” (Mara, UNRC, 1999).
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Iniciar una carrera universitaria supone así mismo nuevas maneras de relacionarse
con el conocimiento, no se trata sólo de ‘que hay más para estudiar’ o de ‘encontrarse con
muchas palabras desconocidas’, sino de la necesidad de analizar de qué manera se percibe
aquello que se constituye en objeto de conocimiento, de qué modo y para qué nos
aproximamos a los saberes propios de la carrera elegida; intentaremos iniciar esta reflexión
en el próximo apartado.
Esto nos muestra que el extrañamiento se vincula con el ‘choque’ que provocan
las diferencias entre la cultura institucional de la universidad y la de la escuela secundaria,
pero
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La Dra. Ana María Escurra (2004) señala la incidencia del factor ‘apoyo familiar’ en el primer ingreso al grado
universitario.
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también con el modo en que ésta última ha sido vivida por los estudiantes y con la calidad de
los saberes que ha adquirido en ella. En la investigación que estamos comentando se señala:
“Si en las encuestas aplicadas a 1677 alumnos, después del primer parcial
[...] 2/3 de esa población califica como poco suficientes o insuficientes los
conocimientos aprendidos en el secundario el problema consiste, entonces,
no sólo en el aprendizaje de las nuevas pautas y reglas de juego inherentes
al funcionamiento de la institución a la que ingresan, sino que se agrega,
además, una cuestión más seria, vinculada con el dominio de los saberes (y
sus lenguajes propios), con las formas de adquisición de esos saberes y con
la relación que el sujeto mantiene con el conocimiento (Teobaldo, 1996:
102; destacado en el original).
Muchos ingresantes informan que durante el ciclo medio su paso por la escuela se ha
caracterizado por una suerte de ‘permanecer y zafar’ (Ortega, 1996)6, que de alguna manera es
permitido en ciertas instituciones, habida cuenta de que muchos estudiantes logran de este
modo superar las ‘pruebas’ que finalmente habilitan su egreso. Estas prácticas, redundan en la
falta de dominio de los saberes esperados por la universidad, tanto en lo que respecta al
campo conceptual como a los procedimientos que se utilizan para aprender. Así mismo,
generan o consolidan formas de relación con el conocimiento que se constituyen en otra
expresión de extrañamiento.
“... pero para ser realista, mi única meta en ese tiempo [el secundario] era
aprobar las materias; no importaba si aprendía o no, sólo estudiaba -
muchas veces de memoria- sin involucrarme mucho con las bibliografías y
sin cuestionarme muchas cosas” (Anabel, UNRC, 1999)
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Ortega incorpora el término ‘bachotage’ del lenguaje vulgar francés, el cual designa la práctica ejercida
comúnmente por los estudiantes secundarios de estudiar a último momento y sólo para aprobar.
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los saberes; aquí el conocimiento es algo que puede ser propio, a la vez que compartido,
como
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resultado de una reelaboración del sujeto a través de sus experiencias con los objetos y con
otros sujetos. En los estudios universitarios, esta relación de compromiso se vincula con la
percepción (no ingenua) de las posibilidades del conocimiento para la formación y el
desempeño profesional, la conciencia de la responsabilidad social que acarrea y la esperanza
de convertirlo en instrumento de constitución del sí mismo. En síntesis, por un encuentro
con el sentido de conocer.
Las investigaciones que hemos consultado (Ortega, 1996; 1997; Mercado, 1997;
Teobaldo, 1996) muestran que la relación con el conocimiento se construye a lo largo de la
vida escolar de los sujetos y se modifica junto a las prácticas que la acompañan y vinculada
con la valoración que la sociedad le atribuye. No es por lo tanto un modo de relación fijo e
inamovible; así mismo se encuentran diversos matices o grados entre los polos que hemos
señalado (extrañamiento y compromiso) que pueden diferir también según el objeto de
conocimiento del cual se trate. Presentarlos aquí lleva el propósito de alentar la reflexión
sistemática sobre esta relación, procurando hacerla explícita, para empezar a advertir y tratar
de revertir los problemas del extrañamiento. Una vez más nos resultan valiosas las palabras
de los estudiantes que dan cuenta del cambio que advierten en su relación del conocimiento.
“He avanzado mucho en lo que respecta a los años anteriores debido a que
este año me dispuse de una manera diferente, y busco no sólo estudiar y
rendir parciales, sino estudiar para aprender, para poder ser una buena
profesional” (Anabel, UNRC, 1999).
“Con lo que he visto hasta ahora y con lo que he estudiado, creo que ésta es
una carrera con un alto valor funcional y que no sólo es una profesión sino
que es un ser- vicio y un compromiso social que requiere de toda mi
predisposición y dedicación” (Rita, UNRC, 1999).
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Referencias
Escurra, Ana María (2005) Perfil socioeconómico y principales dificultades de los alumnos en el
primer ingreso al grado universitario. En Biber, Graciela (comp.) Preocupaciones y desafíos frente al
ingreso a la Universidad Pública. Córdoba. Facultad de Filosofía y Humanidades. Universidad Nacional
de Córdoba. Pp: 15-27.
Goldenhersch, Hebe (2005) La cuestión del ingreso a la Universidad. En Biber, Graciela (comp.)
Preocupaciones y desafíos frente al ingreso a la Universidad Pública. Córdoba. Facultad de Filosofía y
Humanidades. Universidad Nacional de Córdoba. Pp: 29-31.
Kisilevsky, Marta (2005) La problemática del ingreso a la universidad desde una perspectiva
demográfica. En Biber, Graciela (comp.) Preocupaciones y desafíos frente al ingreso a la Universidad
Pública. Córdoba. Facultad de Filosofía y Humanidades. Universidad Nacional de Córdoba. Pp: 33-40.
Mercado, Roxana (1997) “Ingresar a la Universidad: un enfoque antropológico” Estudios. Revista del
Centro de Estudios Avanzados de la Universidad Nacional de Córdoba. N°7-8; junio 1996- junio 1997.
pp. 17-27.
Moreno, Liliana (2005) Hay 14 formas de acceder a la universidad. Diario Clarín.com 7 de julio de
2005. http://www.clarin.com/diario/2005/07/12/sociedad/s-03015.htm
Ortega, Facundo (1996) Los desertores del futuro. Centro de Estudios Avanzados. Universidad
Nacional de Córdoba.
Ortega, Facundo (1997) “Docencia y evasión del conocimiento” Estudios. Revista del Centro de
Estudios Avanzados de la Universidad Nacional de Córdoba. N°7-8; junio 1996-junio 1997. pp.5 - 15.
Teobaldo, Marta (1996) Evaluación de la calidad educativa en el primer año universitario. Revista La
universidad ahora. N° 10. Programa de estudios sobre la universidad. Universidad de Buenos Aires.
Octubre de 1996.
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Consigna
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Texto: Adaptación del texto de Capelari, Miriam Inés y Heinz, Marta Lucía
(coordinadoras) (2004). 2. La Universidad Tecnológica Nacional. En Seminario
Universitario. Orientaciones para Ingresantes a Carreras de Ingeniería. UTN SANTA FE.
cursos se abrieron simultáneamente en varias regiones del país, entre ellas Santa Fe, lo que
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permitió una oferta diversificada a través de las distintas sedes. La enseñanza regionalizada
fue una innovación importante introducida por la Universidad Obrera, en tanto iba en contra
de la centralización y homogeneización características del sistema educativo argentino. El 17
de marzo de 1953 el Presidente J. D. Perón la inaugura oficialmente. Esta fecha es
fundamental, pues constituye el hito fundacional y comprende las Facultades de: Buenos
Aires, Córdoba, Mendoza, Rosario y Santa Fe.
La Universidad Obrera se proponía integrar a las clases trabajadoras hasta entonces
excluidas de los estudios superiores. La voluntad de formar profesionales surgidos de las
fuerzas del trabajo y destinadas a las necesidades de la industria nacional es lo que dio
origen a su nombre. Esto implicó que fuera particularmente resistida por las distintas
organizaciones de ingenieros y la universidad de Buenos Aries. Si bien la presencia obrera fue
significativa, nunca excluyó a otros sectores, que progresivamente se fueron integrando a la
misma.
La propuesta de esta Universidad centrada en los trabajadores fue un elemento
nuevo en el campo cultural y pedagógico de nuestro país. La estructura curricular se
caracterizaba por una modalidad de organización que se pensó para recibir a sectores
populares: la unidad entre teórica y práctica, la enseñanza activa y el vínculo pedagógico
flexible. En las clases se ponía énfasis en la práctica como estrategia didáctica, revalorizando
la misma en el ámbito del taller y de la industria. El currículum incluía además de
conocimientos académicos y tecnológicos, otros de dimensión sociopolítica. El modelo de
alumno a formar, no solo implicaba la variable tecnológica y económica sino también la
dimensión moral y lo social. Se dictaban materias como Legislación Laboral, Higiene y
Seguridad en el Trabajo, Ingeniería Legal y Sindicalismo.
Así, la UTN comenzó su tarea en 1953, ligada al campo de la producción. El perfil
inicial de sus ingresantes era el de técnicos y trabajadores de la industria, y coherentemente,
sus egresados fueron mayoritariamente ingenieros de planta y de obra.
La Universidad Obrera peleó duramente su continuidad y jerarquización institucional
en los últimos años de la década del 50’, con el cambio de políticas estatales y educacionales,
hasta que en 1959 logró su inclusión dentro del régimen de universidades nacionales. Desde
el cambio de 1957, donde adoptó su nombre actual, comenzó un proceso de transformación
coherente con el progreso industrial de la época y con el avance tecnológico. Este proceso
condujo a una fuerte elevación del nivel científico de los contenidos y a enfatizar las tareas
de proyecto, con un desplazamiento al perfil profesional de la ingeniería actual, que muestra
equilibrio entre las distintas tareas propias de la profesión (identificación de problemas,
estudios de factibilidad, proyecto, producción y control) presentando una fuerte formación
básica que incluye el estudio de problemas y una formación profesional flexible orientada a
su resolución. Paralelamente, y en consonancia, la Universidad desarrolló una expansión
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regional que la llevó a ocupar prácticamente todo el país. El perfil institucional siguió ligado
al
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Emblema de UTN
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Por una fortuita coincidencia, el mismo símbolo había sido usado por los alquimistas
para representar al mercurio, el elemento dinámico por excelencia.
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Invitado por el rectorado de esta casa para dirigiros la palabra en este acto, no he
querido preparar ningún discurso. Yo soy de los que creen que la verdad habla siempre sin
artificios y, en consecuencia, prefiero conversar con los amigos que me escuchan, que
espetarles un discurso, quizá muy lleno de adornos, pero muy falto de fondo y de sinceridad.
No escapará a la comprensión de los compañeros que me escuchan cuál es la
emoción que me embarga al iniciar los cursos de la primera Universidad Obrera de nuestra
patria. Probablemente podrá haber muchos que sientan una inmensa satisfacción al disponer
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de esta
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nueva casa de estudios en esta Nueva Argentina, pero no habrá ninguno que la sienta con más
sinceridad y con mayor profundidad que yo mismo, que en 1945 entreví la posibilidad de desarrollar
en esta forma una mayor elevación cultural de nuestro pueblo.
Cuando hablamos de la justicia social no dijimos que había que llevar solamente un
poco más de dinero a los hogares del pueblo argentino o un poco más de comida a sus hijos;
hablamos también de nutrir más abundantemente el alma y la inteligencia de nuestro
pueblo. No es un fenómeno nuevo que las etapas en que la humanidad se ha dedicado a
explotar las masas populares como carne de cañón en la guerra o como brazo de trabajo en
la paz, las clases dirigentes no se hayan también a hacerles faltar la necesaria cultura y
preparación. Siempre el pueblo ha sido una víctima privada de felicidad, de alimento y
también de cultura y de ciencia. Por eso la justicia social, como nosotros la entendemos, no
consiste solamente en dar a nuestro pueblo lo material, sino también en prepararlo
intelectual y espiritualmente.
La formación de universidades de carácter técnico en el país presupone no solamente
la formación de un técnico, sino también la conformación de un ciudadano de la Nueva
Argentina. Por esa razón, yo alabo las palabras que termino de escuchar del compañero
Conditi; las alabo porque el fin de la ciencia y el fin de la cultura es la virtud. Las
consecuencias de no haber practicado la virtud en las esferas de la cultura y de la ciencia, las
estamos observando hoy en los resultados palpables que el mundo nos ofrece. La ciencia y la
cultura deben servir a las virtudes de los hombres y de los pueblos, si no serán siempre mal
empleadas. Dar cultura a un hombre, darle la posesión de la ciencia y no conformarle un
alma para bien emplearla, es como estar proveyendo armas a una mala persona.
Cuando en el estudio de los numerosos problemas a que el panorama interno o
internacional nos empuja, en los momentos presentes encontramos a cada paso un ejemplo
que confirma lo que termino de decir. Cuando vemos que la política internacional de las
naciones es un medio para preparar la guerra, se nos está demostrando que la política
internacional está en manos de malvados. Cuando la política interna de los países en vez de
servir para la felicidad del pueblo y la grandeza de la Nación, se desvía hacia el servicio de
una clase dirigente, mediante la explotación del pueblo, de su miseria o de su desgracia,
estamos viendo que la política interna está en manos de malvados. Cuando la ciencia se
dedica a los progresos para exterminar a la humanidad y no para servir a su felicidad y a SU
grandeza, estamos viendo que la ciencia está en manos de malvados.
Lo que nosotros queremos en esta Nueva Argentina, es que la ciencia y la cultura
sean del pueblo, y que el pueblo esté formado por hombres que amen a los hombres y no
que preparen su destrucción o su desgracia.
Cuando la cultura y la ciencia, instrumentos maravillosos de la humanidad, estén al
servicio del bien, manejados por hombres buenos y prudentes, recién podremos decir que la
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posible ni realizable hasta que la ciencia y la cultura estén en manos del pueblo y solamente
del pueblo.
Por esa razón, nosotros, en nuestros planes de gobierno, luchamos por una ciencia y
una cultura popular. No podemos decir que un país sea culto ni tenga gran adelanto en su
ciencia porque cuente con tres, cuatro o diez sabios y hombres cultos, mientras que el resto
es mudo y torpe rebaño de ignorantes. La cultura del pueblo está en que aun cuando no
poseamos ningún sabio ni ningún hombre extraordinariamente culto, tengamos una masa
popular de una cultura aceptable.
Por eso hemos establecido entre nuestros objetivos, que tanto la cultura como la
ciencia son elementos al servicio del pueblo y esgrimidos por las manos del pueblo,
queremos una cultura popular, queremos que cada uno de nuestros hombres disfrute y haga
ejercicio de ella, porque entonces tendremos un pueblo culto, y tendremos una ciencia
argentina al servicio del pueblo argentino, que es lo único que justifica la cultura y justifica la
ciencia.
Esta Universidad Obrera pone un jalón de avance en la cultura social del pueblo
argentino. Pone, quizá, uno de sus más importantes jalones, porque da amplitud y extensión
a la cultura popular, y porque sus puertas están abiertas a todos los hombres del pueblo que
sientan la necesidad de elevar su cultura, están abiertas a todos los hombres y mujeres del
pueblo que tengan inquietudes intelectuales y quieran realizarlas. Las universidades
argentinas, por otra parte, son todas de esta característica, pueden los hombres humildes
del pueblo ir a cualquiera de las universidades argentinas, donde recibirán el mismo
tratamiento, sean ricos, sean pobres, sean hijos de poderosos o sean hijos de humildes
hombres del pueblo. La cultura, que es el pan del espíritu y el pan de la inteligencia, no se le
puede negar a ningún hombre del pueblo en un país que se sienta civilizado.
Cuando en 1944 soñábamos con la etapa natural que ha de cumplir el pueblo
argentino, pensábamos que la capacidad energética de los pueblos no está solamente en
razón del trabajo que realizan cuantitativamente, sino en el factor cualitativo de ese mismo
trabajo. Nosotros soñábamos que nuestra evolución había de llevamos de pueblos pastores a
pueblos agricultores, y de pueblos pastores y agricultores a pueblos industriales, que es la
etapa natural en la evolución de los pueblos en la humanidad.
Se iniciaba la entrada en la etapa industrial. Y la etapa industrial no se puede encarar
sin la capacitación técnica y profesional. Fue entonces, en 1944, cuando lanzamos la primera
disposición estableciendo la organización de la mano de obra y de la capacidad técnica para
la industria argentina. Fue entonces, que pensamos en que nuestros obreros no habían de
formarse más en el dolor del taller o en el abuso patronal de los aprendices de otros
tiempos, explotados y escarnecidos, en los lugares mismos de trabajo que ellos deben amar y
enaltecer. Fue entonces cuando dijimos: ¿cómo es posible que un médico, un abogado, un
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militar, se
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formen en una escuela donde el Estado les paga sus estudios y un pobre obrero que no
tenga medios, que vive en la miseria, tenga que ir a aprender en el dolor del taller o en el
maltrato qué recibe de sus patrones? Y de esta idea surgieron de orientación profesional
donde nuestros muchachos, respetando y haciendo respetar los lugares de trabajo, debían ir
conformando el espíritu de la mano de obra argentina, para que después, en la combinación
de las concepciones técnicas y de nuestras máquinas pudieran surgir los productos
industriales perfectos, como hay que perfeccionarlos hoy para que sean útiles.
Fue allí, también, cuando dijimos: No es posible que un operario estudie para ser y
para morir operario. Es necesario abrir el horizonte a la juventud que trabaja, porque ella es
la que constituye la grandeza y afirma la dignidad de la República Argentina; es necesario
abrir el horizonte a la juventud, poniendo en cada mochila un bastón de mariscal.
Pero eso no se realiza por arte de magia. Es necesario impulsarla y encaminarla con el
esfuerzo del Estado, como se impulsan y encaminan todas las demás profesiones que se
ejercen lícitamente en la sociedad argentina. Entonces pensamos que era necesario hacer
posible que esos muchachos tuvieran sus escuelas de aplicación donde fueran cumpliendo
etapas técnicas de progreso. Habíamos observado en todos los horizontes del mundo una
limitación inaceptable: operarios que no tenían otra suerte que morir de operarios, después
de sufrir y de luchar durante toda su existencia sin ninguna posibilidad de progreso.
El caldo de cultivo más extraordinario para que proliferen clases de pensamientos y
de doctrinas extremistas y otras ideas extrañas, está justamente en la limitación del
horizonte de aspiraciones de la clase trabajadora.
Los hombres del pueblo -todos los hombres- deben tener ampliamente abierto el
horizonte de aspiraciones para las que sean capaces. Y en esta tierra nosotros hemos
afirmado que cada uno de 100 ciudadanos argentinos durante su vida acumule méritos
suficientes para llegar a ser dirigente máximo de la República y Presidente de la Nación, si es
necesario.
Para que esto no sea una mentira criolla, es necesario brindar las posibilidades para
que cada uno se realice a sí mismo, para que cada uno tenga en sus manos la posibilidad de
ir ilustrándose y llenando los espacios culturales de su imaginación y de su inteligencia en la
medida de su capacidad.
Por esa razón se ha estructurado todo un escalonamiento en la concepción general
de la Universidad Obrera. Esta Universidad que cuenta con un ciclo elemental y con un ciclo
medio, debía tener un ciclo superior.
El ciclo superior lo iniciamos hoy con esta magnífica Universidad Obrera que ponemos
en marcha. Por otra parte, tratándose de estudios técnicos debía cumplirse en esto también
con un factor de extraordinaria importancia. No queremos universidades para formar
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charlatanes y generalizadores. No queremos escuelas para formar hombres que les digan a
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los demás cómo hay que hacer las cosas, sino hombres que sepan hacer por sí las cosas.
Durante un siglo y medio de existencia hemos tenido millones de hombres capaces de decir
cómo hay que hacer las cosas, pero muy. pocos hombres que hayan sido capaces de
realizarlas. Por eso queremos que, esta escuela, que nace con nuestras propias
orientaciones, sepa que, en la vida, ni la ciencia pura tiene valor alguno si no se la somete a
la aplicación. La ciencia pura es un lujo que se pueden dar algunos que no tienen nada que
realizar. En la ciencia, es el conocimiento profundo realizado en el empirismo absoluto de las
realizaciones lo que importa, si no las cosas no valen. Por eso he dicho y he sostenido
muchas veces que queremos operarios que se formen en la escuela de orientación
profesional, trabajando con sus herramientas y con sus máquinas que sepan hacer, aunque
no sepan mucho decir, queremos técnicos de fábrica que no solamente sepan decirle a sus
operarios: "vea amigo, esto hay que hacerlo así", sino que tomen la herramienta y lo realicen
ellos mejor de lo que lo hizo su operario, y queremos ingenieros de fábrica qua no sean
charlatanes atildados que vienen una vez por día a la mañana y veinte minutos para decir lo
que hay que hacer, y después se van a la casa, al café o a la confitería. Queremos técnicos de
fábrica que se pongan su "overol" y convivan con sus obreros en el trabajo, que sean ellos
dirigentes, pero que dirijan, no charlatanes que no sirven ni para un lavado ni para un
barrido.
Y para esto hay que tener manos de trabajador y vivir con olor a aceite de las
máquinas y con las manchas de la grasa, que son indelebles cuando se trabaja. Con
lechuguinos no vamos a construir una gran Argentina. La gran Argentina con que nosotros
soñamos se va a construir con manos de trabajadores, con brazos de trabajadores y con
corazones de trabajadores. Y estoy seguro que la Nueva Argentina será de esos trabajadores,
de esos que sepan capacitarse mental y físicamente, como manualmente, en la ejecución de
todos los trabajos. La Argentina del futuro ha de ser de esos hombres, por eso, quizá, hoy
estemos colocando la piedra fundamental de una nueva Argentina que todavía no
conocemos.
Por eso, compañeros, si yo hubiera de fijar el rumbo en la ejecución de las tareas
docentes de esta casa, solamente daría una directiva de muy pocas palabras: tenemos que
formar, primero, hombres buenos y del pueblo. En segundo lugar, formar trabajadores,
sobre todas las demás cosas y, en tercer lugar, formar hombres patriotas que sueñan con
una Nueva Argentina en manos del pueblo para labrar la grandeza de la Patria y la felicidad
de ese mismo Pueblo.
Si formáramos un nuevo grupo de intelectualoides ignorantes, de los que tenemos
tantos, que simulan saber para aprovechar de los que saben menos, no habríamos hecho un
gran progreso sobre lo que tenemos. Lo que necesitamos son hombres leales y sinceros, que
sientan el trabajo, que se sientan orgullosos de la dignidad que el trabajo arrima a los
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hombres y que, por sobre todas las cosas sean capaces de hacer aunque no sean capaces de
decir.
Juan Domingo Perón
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Consigna
Leer los dos textos precedentes y, tomando en consideración las pautas del texto de
Capelari, Las estrategias de estudio en la universidad:
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Texto: Adaptación del texto de Capelari, Miriam Inés y Heinz, Marta Lucía
(coordinadoras) (2004). 3.2. El Ingeniero en la sociedad actual. En Seminario
Universitario. Orientaciones para Ingresantes a Carreras de Ingeniería. UTN SANTA FE,
2004.
Como sostiene Gay (1991), las actividades que realiza un ingeniero son muy variadas
y abarcan desde asesoramientos, peritajes, proyectos, cálculos, investigación, planificación,
fabricación, etc., hasta dirección, administración, gestión, y comercialización. Lo que tienen
en común estas actividades profesionales es el constituir objetos o proyectos tecnológicos. Y
en este sentido, el autor define al ingeniero como al hombre de la tecnología.
Decir que el ingeniero es tecnólogo, es decir que sus actividades se realizan en el
campo específico de la tecnología, con la finalidad de satisfacer necesidades humanas y en
función de los recursos disponibles. El ingeniero debe buscar una correspondencia óptima
entre estos tres elementos señalados: recursos, necesidades y objetos o productos,
utilizando todos los conocimientos tecnológicos disponibles. El resultado es un proceso de
creación.
Pueden citarse otras dos definiciones que aportan significados claves para entender
el concepto de Ingeniería:
“La ingeniería es la disciplina que utiliza todo tipo de recurso, sea este humano, de
conocimiento físico, natural, financiero y de información, para crear y dirigir con
ciencia y arte, sistemas físicos y sociales sustentables, que provean bienes y servicios,
mediante el conocimiento y perfeccionamiento de los atributos y relaciones de dichos
recursos, apoyada en las matemáticas, ciencias naturales y ciencias sociales, con el
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fin
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13. Deberá expresarse en forma oral y escrita correctamente tanto en español como en
inglés.
14. Tendrá una buena capacidad de análisis y síntesis y una actitud de comprobación
sistemática de la validez de los supuestos sobre los cuales se basen sus afirmaciones.
15. Tendrá vocación para comprometerse en un proceso de aprendizaje de por vida,
teniendo la mente abierta y receptiva a nuevos conocimientos y a nuevas formas de
hacer.
Una formación de la índole que se perfila requiere, como señala Aguirre (1998), de
una herramienta fundamental para hacer frente a estas nuevas realidades: la capacitación.
Conceptualmente, la capacitación significa “la adquisición o refuerzo de conocimientos y
habilidades para desempañar una determinada tarea” (p.11).
Este autor, describe dos dimensiones que incluye un proceso de capacitación: la
aptitudinal, más vinculada a conocimientos y aptitudes y la actitudinal que refiere a la
predisposición favorable o desfavorable para realizar determinadas tareas.
Abrevaya (1998) señala en este sentido, que cuando se buscan profesionales jóvenes
se evalúan además de los conocimientos específicos, el dominio de idiomas e informática, lo
siguientes aspectos:
Iniciativa.
Dinamismo.
Capacidad para comunicar.
Habilidad negociadora.
Aptitudes para ocupar posiciones de liderazgo.
Disposición para enfrentar cambios y adaptarse a ellos.
Disposición para integrarse en equipos de trabajo.
Personalidad flexible.
Disposición para las relaciones interpersonales.
Con respecto a este tema, el Newsletter de Grunteen-Knowledge Managment –sobre
una encuesta a 1300 empresarios europeos–, señala, en orden prioritario, las siguientes
capacidades que las empresas piden a los egresados universitarios:
1. Capacidad de aprender.
2. Capacidad de aplicar los conocimientos en la práctica.
3. Capacidad de análisis y síntesis.
4. Capacidad para adaptarse a las nuevas situaciones.
5. Habilidades interpersonales.
6. Capacidad para generar nuevas ideas (creatividad).
7. Comunicación oral y escrita en la propia lengua.
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8. Toma de decisiones.
9. Capacidad crítica y autocrítica.
10. Habilidades de computadora.
11. Capacidad de trabajar en equipo interdisciplinario.
12. Conocimientos sobre el área de especialidad.
13. Compromiso ético (valores).
14. Conocimientos generales de la profesión.
15. Conocimiento de una segunda lengua.
16. Apreciación de la diversidad y multiculturalidad.
17. Habilidades de investigación.
En síntesis, la formación en estas competencias es clave en la actualidad, por lo que
es fundamental asegurar un marco de formación en el ámbito universitario, a fin de
contribuir a formar profesionales en forma acorde a los requerimientos de la sociedad de
hoy.
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Consignas
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Adaptado del texto Seminario Universitario. Orientaciones para Ingresantes a Carreras de
Ingeniería. UTN SANTA FE, 2004.
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Texto: Lauría, Eitel H. (2005). Ciencia mecanicista, una gloria del pasado. Diario La
Nación. Disponible en: https://www.lanacion.com.ar/opinion/ciencia-mecanicista-una-
gloria-del-pasado-nid740520
Desde fines del siglo XVI y durante el siglo XVII tuvieron lugar en Europa
acontecimientos científicos de enorme trascendencia: se enunciaron principios, se
formularon teorías y se aplicaron metodologías experimentales que provocaron un cambio
profundo y espectacular en la cosmovisión del mundo físico.
Entre las personalidades que contribuyeron a ello, podemos citar a Galileo, Newton y
Huygens. La obra de Newton es tan extensa y transformadora que la ciencia desarrollada a
partir de entonces es llamada física o mecánica clásica o newtoniana.
La visión clásica del universo, con plena vigencia durante los siglos XVII, XVIII y XIX,
contribuyó al avance de la ciencia, suministrando poderosas herramientas matemáticas y
una clara estructura de pensamiento para el estudio de un vasto conjunto de fenómenos
físicos. Esta, una doctrina newtoniana del universo es, en esencia, una doctrina mecanicista,
según la cual el mundo es un gigantesco mecanismo de relojería, cuyo conjunto de
componentes materiales-estrellas, astros del sistema solar y cuerpos terrestres- cumplen con
el principio de causalidad y realizan movimientos ajustados a rigurosas leyes matemáticas. En
otros, se trata de un estricto determinismo que permite, si se tiene un conocimiento
adecuado de la situación de un sistema material, determinar con precisión las trayectorias y
posiciones futuras de sus componentes.
Resumiendo, mecanicismo, causalidad y determinismos son conceptos
estrechamente vinculados cuya vigencia en la física asoció la evolución del universo con la
dinámica de los mecanismos y de las máquinas.
Según el filósofo Thomas Kuhn, la ciencia elabora sus concepciones del mundo físico
en función de paradigmas, es decir, a partir de estructuras conceptuales aptas para definir
funciones y explicar evoluciones.
Un paradigma no pretende describir la realidad del mundo, sino que su finalidad es
organizar aquello que puede decirse del mundo, pero, según nuestra historia, a medida que
se acumulan datos y experiencias, los paradigmas han cambiado. Eso es, precisamente, lo
que ha sucedido durante el transcurso del siglo anterior.
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ver con los clásicos, creando una nueva perspectiva del universo y de su relación con el
hombre.
Consigna
Leer el texto de Lauría, Ciencia mecanicista, una gloria del pasado y, tomando en
consideración las pautas del texto de Capelari, Las estrategias de estudio en la universidad:
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